Capítulo XXXIX
Día tres.
A la mañana siguiente apenas abrí los ojos y mi mirada fue en busca de Hades, tal y como había dicho ahí estaba, sentado en un sillón, quizás no quiso despertarme, mis heridas seguían molestándome pero ya no tanto, me levante y le puse una cobija sobre su cuerpo. Me cambie mis ropas e intente buscar algo con que entretenerme, no parecía querer despertar hasta un buen rato. Me acerque a la terraza que daba con un enorme patio trasero. Y lo que vi me sorprendí, eran los campos de Eliseo, jamás me imagine que hubiese algo tan bello y que compitiera mano a mano con el valle de mi madre.
"¡Por todos los dioses!" lo dije en un susurro, me acerco hasta la baranda para tener una mejor vista. Admito que es un paisaje único y esplendido. De pronto siento que alguien me abraza, por supuesto que debía ser mi adorado dios del infierno, sus manos viajaron hasta mi vientre y ahí se quedaron.
"Los campos de Eliseo, es a donde se dirigen solo las almas que han tenido alguna participación heroica durante sus vidas, solo los mejores y más nobles han de entrar ahí ¿Qué te parece?" Dice a modo de introducción.
"Creo que me podría acostumbrar a un lugar así. Pero eso quiere decir que allí no es peligroso ¿no? Solo los mortales que han sido bendecidos y han tenido una actitud benévola podrán entrar ¿cierto?" Pregunte, esperaba que dijera que lo era, de tal manera quizás podría ir allí cuando se me antojara, ya me estaba aburriendo dentro del gran palacio que era, a pesar de que aun no conocía todo el inframundo temía conocer algunas cosas, como los ríos, o el mismo Aqueronte. Aunque Hades era enfático de que nada en el inframundo podría dañarme las miradas de reproche que le daba Thánatos hacia que dudara un poco de él.
"Sí, es un lugar muy pacifico, podrías ir allí sin necesidad de ser escoltada pero creo que lo ideal sería que no te anduvieses moviendo por el inframundo con aquellas heridas." Comentaba mientras veíamos el maravilloso paisaje que se alejaba de nosotros. Al oír que podría ir sin escolta y que me había dado cierta libertad de acción me dio una enorme paz, de alguna u otra forma seguía comparando el inframundo con mi hogar sin querer, puesto que en ambos estaban restringiéndome acerca de a dónde voy o con quién voy. Tome nota y pensé que en que en la tarde podría ir a darme una vuelta por allá.
"Me preguntaba ¿por qué se estarán tardando tanto en sanar? No es como si fuera una mortal."
"Algo raro está pasando, ha venido una afluencia extraña de almas. Y ha de ser debido a eso que no están cumpliendo con sus sacrificios en nombre de los dioses." Lo dijo demasiado serio, pero no le tome mucha importancia, mi madre solía quejarse a veces de que los mortales a veces daban por concedido las bendiciones. No era algo ocurrente pero a veces pasaba.
"¡Oh!" exclame, por otro lado esperaba que no tuviese que ver con el hecho de que aun no volvía con mi madre, no es como si ella fuese a dar vuelta a Gea en mi búsqueda.
"Pero no es nada para alarmarse, puede que sea porque aun no has probado la ambrosía, ¿estás segura que no deseas nada de comer?"
"Pues a menos de que me dejes probar las frutas del inframundo…" Seguí intentando convencerlo de que me dejara saborear la maravillosa granada que crecía por todo el inframundo como si nada. Tenía una apariencia apetecible, pero a quien se lo preguntaba parecía estar reacio a darme de probar un grano, nada. Es como si Hades hubiese sido lo suficientemente sentencioso en ese tema. Incluso lo podía imaginar diciéndoselo a Thánatos, quien parecía más que gustoso con que Hades no quisiera alimentarme con los frutos del inframundo. ¿Qué quería ocultarme? Ya estaba lo suficientemente crecida para que me escondieran ese tipo de cosas.
"Hemos hablado respecto a que no comerás absolutamente nada del inframundo."
"Sinceramente no he tenido ninguna participación en ese tema, se me ha negado hasta el cansancio. ¿Por qué no? ¿Qué es lo que me diferencia tanto? ¿Acaso no soy una diosa? No es como si fuera a pasarme algo por probar."
"Kore, por favor no empieces."
"Entonces seguiré molesta contigo." Dije como si de un berrinche se tratara, de todas formas no estaba mintiendo, seguía molesta con él por el simple hecho de que no hubiese sido capaz de decirme si me amaba o no, yo lo hacía pero no iba a entregar mi corazón para que fuese desgarrado con la indiferencia. No, a estas alturas habíamos arriesgado mucho para detenernos en pensar lo que sentíamos, pero al menos podría haberlo dicho, no pedía demasiado.
"No sabía que estuvieses molesta."
"Claro que lo estoy, me pides que sea tu reina pero no tengo claro el por qué."
"Pensé que había quedado claro."
"Pues no, no lo ha quedado." Dije sin ocultar mi molestia, intente parecer fuerte e inmutable, pero la verdad es que me dolía no saber realmente donde estaba parada ni en que terreno estaba.
"Kore…" me llamó de forma suave.
"No, no importa. No voy a obligarte a decir algo que no sientas, sin embargo creo que es mejor que me dejes sola un momento." Ni yo comprendía porque estaba tan molesta, pero no quería seguir teniendo esta conversación, lo que necesitaba en ese momento era salir e ir a algún lugar donde nadie me pudiese reconocer.
"Claro. Le diré a Hipnos que venga."
"No te molestes, no necesito una escolta que vigile mis pasos, de necesitar uno volvería a mi hogar." Lo dije sin pensar, jamás se me hubiese ocurrido que podría haber molestado a Hades. Sus ojos se ensombrecieron y se fue sin despedirse. Quise disculparme al verlo tan abatido pero la verdad es que mi molestia ganó la batalla, y sin querer terminé lastimándolo, o al menos eso creo.
Espere una hora exactamente e Hipnos no había venido, por lo que asumí que Hades se había tomado en serio mis palabras, pensé en ir en su búsqueda y eso hice. Salí de la habitación cerrando tras de mí las enormes puertas de un color caoba, de un rojo tan oscuro que parecía un negro. Me encontré con Leuce, me sentí aliviada al saber que venía en mi búsqueda.
"Leuce…" La salude demostrándole lo agradecida que estaba de que viniera.
"Ah… Señorita Kore, el señor Hades quería saber si se encontraba mejor."
"¿Hades pregunta por mi?" Ella simplemente asiente, ciertamente debía ir a disculparme con él… aunque pensándolo bien no tengo por qué disculparme, no es como si él fuese totalmente transparente conmigo, siento que oculta muchas cosas.
"Quería saber si necesitaba algo. Puedo traerle algo de beber si gusta, la Ambrosía está fresca." Me informaba Leuce con un tono muy monótono, valga la redundancia.
"No, no te preocupes no necesito nada. ¿Puedes decirme hacia donde lleva ese pasillo?" Pregunte mientras estiraba el brazo para indicarle el camino que pretendía tomar.
"Ahh… bueno ese camino la llevaría a la entrada del inframundo, no hay mucho por allí. Debería tener cuidado si piensa ir por allá." Dijo mientras sonreía un poco ¿complacida? No supe cómo interpretar esa mueca, como si planeara algo.
"Gracias, tendré cuidado." Le dije sin mas mientras me volvía sobre mis tobillos e iba hacia la entrada del inframundo, la verdad es que no recordaba mucho sobre cómo era, porque iba durmiendo en los brazos de Hades… Caminé por un enorme pasillo muy oscuro, la iluminaria era bastante precaria— ¿Será por acá por donde entran los espectros hasta la antesala?— Claramente no era algo que pudiera responder pero me hacia entretenido el camino preguntándome quienes caminarían a diario por ahí.
¡Casi lo olvidaba, aun estaba vestida con aquel lujoso chitón! Trate de quitarme algunas joyas y me cubrí el cabello para evitar ser vista por alguien. No quería ser una diosa por el día de hoy, sería como cualquier espíritu deambulando. Deje mis pertenencias escondidas en una de las lámparas, dudo que alguien lo note.
Al salir finalmente del palacio que se erguía entremedio de enorme pilares de piedras, fui en busca de alguien con quien platicar. Pero parecía estar todo desierto ¿me habré equivocado? Seguí caminando y el terreno comenzaba a ponerse cada vez más complicado, ya no habían pastelones de piedras que daban al sendero por el cual había venido ahora era reemplazado por un trazado donde se podían ver las pisadas, pero nadie se veía que viniera subiendo. Tropecé con una piedra que sobresalía en el camino y me deslice hasta llegar a un lago enorme, que no me dejaba avanzar. A lo lejos pude ver un pequeño navío que iba a la otra orilla, ¿Qué ocurría en la otra orilla? No podía distinguir bien lo que pasaba, corrí hasta un pequeño muelle que se erguía sobre unas rocas. Y los vi a lo lejos; eran muchas, muchísimas almas. Y todas lamentándose, hombres, mujeres, niños, niñas, abuelos y abuelas. Podía ver por su actitud que estaban rogándole al dueño del navío que por favor los llevara hasta la otra orilla. "¡Ay, por todos los dioses del Olimpo!" Chillé mientras me metía de lleno al lago y lo intente cruzar, desgraciadamente antes de llegar lo suficientemente lejos siento que algo jala de mi intentando llevarme con ello al fondo. Quise gritar pero era inútil me habían hundido lo suficiente, el agua ahogaba mis gritos.
Cuando logre finalmente comenzar a tranquilizarme bajo la mirada y entremedio de esa agua turbia veo a muchas almas lamentándose y rogándome. Querían que fuera con ellas pero no me era posible ir, yo no era un alma que deambulaba, tenía que salir a flote como fuera, así que como si hubiese estado jugueteando con mis ninfas me puse a patalear con fuerza, lo suficiente para sacar la cabeza fuera del agua para poder pedir ayuda.
Por suerte Cancerberos estaba cerca, Hades y Thánatos me habían repetido una y otra vez que no me acercara a él, pero al parecer aquel perro gigante de tres cabezas había venido en mi rescate, ahuyentando a las almas con su gruñido. Nade hasta él y acaricie cada una de sus cabezas, le agradecí una y mil veces.
"¡Te lo agradezco tanto!" dije mientras me lanzaba a uno de los cuellos de sus cabezas, aquel animal solo me miraba con curiosidad. "Soy Kore." Le dije a modo de introducción, este simplemente movía sus orejas y me olfateaba de forma frenética. "¡Basta, basta! Me hacéis cosquillas." Dejaron de olfatearme casi de modo inmediato. Se sentó y comenzó a mover su cola.
"… Vaya… creo que eres algo mono, ¿Por qué te temen tanto?" no es como si fuera a obtener una respuesta del enorme perro guardian del inframundo, pero me pareció curioso que aquella bestia me salvara. "¡Oh pero que guapo sois!" les dije mientras comenzaban a lengüetearme entre las tres cabezas. "Se me ocurre, un nombre para cada uno ¿quieren oírlo? Digo, es la única manera de la cual se los podría agradecer." Se quedaron estoicos, me miraban algo contrariados pero no vi que se opusieran por lo que seguí, después de todo no tenía nada que me apresurara a volver al palacio. "Veamos, ¿Qué les parece… Cancer, Kero y Vero?" Comenzaron a mover la cola, lo que supuse que estaban contentos de sus nuevos nombres.
"Ahh… pero que encantadora escena, casi nostálgica ¿eh? Cancerberos. La joven debería saber que no pertenece a este lado del inframundo, y tal parece que ni caso hace." Decía el que conducía la barcaza, no había ningún espíritu sobre esta.
"Quisiera ir a ver a los espíritus, ¿existe alguna especie de… no sé… ciudad o algo así?"
Se largo a reír de forma frenética y escalofriante, alargo sus esqueléticos dedos señalándome uno de los caminos.
"Una última pregunta, ¿Quién es?" Dije intentando ver bajo su capuchón.
"Ahh… Hace mucho que no me preguntaban eso joven doncella. Caronte, me encarga de llevar a las tristes almas errantes que intentan ir al Hades."
"¿¡Entonces, por qué no llevas a todas esas almas que están esperando en las puertas!" Dije molesta, no esperaba a que no cumpliera con su función, los dioses debían hacerlo, por lo demás se me estaba partiendo el alma viéndolos ahí, arrinconados. Y cada vez eran mas y mas, no comprendía cómo podían llegar tantas almas sin que ninguna fuese a cruzar.
"Ahh… pero mi pequeña, no entiendes. Mi paseo jamás es algo gratuito y ellos lo saben. Deben pagar primero antes de que los pueda llevar a la otra orilla."
"Y… y… si yo os entrego esto…" Dije mientras le alargaba el anillo que me había dado Hades. Caronte se acerco a verlo.
"¡Ahh! ¡Por el mismo Hades! Perdón, no puedo aceptar eso. Pero si lo desea puedo llevarla a la orilla que usted desee."
"Entonces quiero ir donde están las almas recién llegadas, ¿podría llevar algunas?"
"Ahh… eso… me temo que no será posible." Entonces me volví a enfadar sentía que estaba siendo injusto con todas esas almas.
"Claro, pero esta es una orden directa de la futura reina del inframundo. Os ordeno Caronte, cruza a todas las almas." Le ordene solemne, a pesar de que no comprendía de si realmente podía ejercer tal poder, me angustiaba no poder hacer nada, sabía que eso estaba mal. El problema era que no entendía la verdadera razón del por qué estaba muriendo tantos mortales
"Ahh… futura reina ¿eh? Debería preguntárselo primero a Thánatos…" Respondió algo pensativo, mientras posaba sus lánguidos dedos sobre un remo. "Puedo ofrecerle mientras tanto pasar solo a dos almas, elija bien, que no me volveré a arriesgar." Supongo que fue debido al gruñido de Cancerbero, a quien incluso se le había erizado la espalda. Le di unos golpecitos en su espalda en agradecimiento, quizás sin el apoyo de él… o más bien ellos, jamás hubiese accedido.
"¡Se lo agradezco tanto!" y mientras me alargaba el brazo para que me subiera, me despido velozmente de Cancerberos, quien ladraba frenético a mi despedida. En el pequeño navío comienzo a vislumbrar a las personas, había una joven pelirroja que me recordó a Rosa, la ninfa que atraía a Apolo. Sí, a ella la iba a invitar a venir conmigo, ella a pesar de que todos se veían asustados y nerviosos era la que mas sola se veía, temía que si seguía ahí entraría en pánico y trataría de nada, logrando absolutamente nada más que el hundirse y no salir nunca más del rio Aqueronte.
"A ella." Le señale a Caronte, seguí buscando entre los rostros a alguien más. Vi a un hermoso hombre que buscaba y buscaba a alguien. Decidí elegirlo a él porque pensé que quizás podría encontrar a quien buscaba en la otra orilla. "A él también, Caronte." Dije con pesadumbre, de verdad quería salvarlos a todos.
El llegar a la otra orilla fue sencillo, no era nada del otro mundo, sino fuera porque era imposible nadar en aquel rio. Mientras descendíamos la chica de pelo rojo y nariz pecosa me mira curiosa.
"Me llamo Kore." Le dije intentando apaciguar su curiosidad.
"¡Ah! Yo me llamo Frezia." Dijo rápidamente mientras se colgaba de mi brazo. "Encantada de conocerla, debo darle las gracias ahora podré descansar en paz."
"No ha sido nada." Miré a aquel hombre de tono dorado y ojos café, el parecía devastado. Nos acercamos a él con cuidado.
"Mi esposa… por todos los dioses… espero que este viva, si no la encuentro… si no la encuentro…. Oh por el mismo Zeus, espero que ella se encuentre bien… debe…" balbuceaba, lo toque por el hombro.
"¿Te encuentras bien?" Le pregunte. El me miro pero no halle en sus ojos mi reflejo, parecía ido.
"Es que ha sido horrible… la gente se ha revelado y se rehúsan a hacer los sacrificios. ¡Cómo vamos a hacer los rituales si los dioses nos están matando!" Chilló Rosa también cayendo en cuenta de su propio tormento. Yo solo podía mirarlos, pero no comprendía su dolor, jamás había sufrido algo así, no podía darles consuelo.
"¿Y tú, Kore? ¿Qué ha ocurrido contigo?" Me pregunto el hombre quien al parecer entraba en razón, mientras nos ofrecía un asiento al lado de él.
"¿Yo?..." Pensé un momento… "Pues… no mucho… digamos que… lo normal."
"Ah, claro no pareces estar enterada, además tus ropas se ven que son lujosas, seguro tuviste un entierro digno." No respondí, no podía. Si se enteraban de quien era se meterían en líos, lo mejor era ocultárselos.
"Creo que no deberíamos ser tan descorteses con Kore, después de todo nos ha salvado." Le recrimino Frezia.
"Sí, lo siento. Una pena que una chica tan joven y bonita haya acabado acá." Dijo él, yo me sonroje ante tal halago, hacía tiempo que no escuchaba uno.
"Pero, Kore anda, cuéntanos algo de ti. Es lo menos que podríamos hacer." Yo asentí y comencé a relatarles que me había peleado con alguien, y que lo amaba con todo mi corazón pero que él no era capaz de admitirlo, ellos me escuchaban atentos a cada uno de mis alegatos. Así pasaron las horas.
"Creo Kore, que en verdad estas pensándolo mucho, por lo demás ya estas muerta, no hay caso que le sigas dando vueltas." Los miré preguntándome como habían llegado a la conclusión de que no era nadie del inframundo, supuse que ellos pensaron que esa persona estaría allí conmigo de ser así.
"Debo irme." Les agradecí por el haberme escuchado y les prometí que los iría a ver mañana, pero que se estaba haciendo demasiado tarde y si Hades llega al palacio antes me metería en problemas, no es como si fuera a castigarme o algo, pero no quería verlo preocupado por mí.
Notar de la Autora:
Lamento la demora, sé que tenía que haber subido este capítulo hacía mucho tiempo.
Pero ya, me vuelvo a poner las pilas con todo.
¡Un beso a todos y a todas, feliz navidad y año nuevo atrasado!
