4. TARDE DE SÁBADO

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Me gusta no gustar a quien no me gusta

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Harry se pasó toda la tarde del sábado terminando los ensayos que los profesores les esperaba encomendado a lo largo de la semana. En realidad, había sido una auténtica odisea poder terminarlos todos. Y todo gracias a la continua intromisión de Granger, que estaba empezando a resultarle muy molesta al ojiverde.

Durante el almuerzo se había dado cuenta de la ausencia del profesor Snape. Esperaba que no fue por su culpa. A lo mejor su presencia le molestaba tanto que le impedía comer, pensó mientras miraba alrededor del Gran Comedor. Él, por su parte, tampoco había comido mucho. Ahora que lo pensaba la noche anterior no había cenado y está mañana tampoco había acudido al desayuno. Bueno, eso tampoco era tan raro, su cuerpo estaba tan acostumbrado a pasar hambre desde que podía recordar, que seguramente por eso apenas lo notaba ya.

Todavía tenía el estómago encogido por los nervios y la preocupación de que lo enviasen de nuevo a Privet Drive, y eso no le dejaba mucho espacio libre, antes de que éste protestase enviando calambres por su pequeño y delgado cuerpo. Además, aún seguía conmocionado por los descubrimientos del día anterior. Y para ser francos, la falta de modales en la mesa de cierto pelirrojo tampoco es que ayudara mucho. No entendía como podía engullir de esa manera, lo peor es que le hacía recordar a su tío ya su primo.

Cuando el más joven de los Wessley terminó por fin, ambos se encaminaron a la sala común.

- ¿Jugamos al ajedrez? - preguntó Ron en cuanto entraron.

- No puedo, todavía tengo que hacer tres ensayos - negó el ojiverde, sacando el libro de Herbología de su mochila.

- ¡Pero faltan siglos para la fecha de entrega! - protestó el pelirrojo, haciendo un gesto de molestia.

- No importa. No me gusta acumular mi tarea - explicado Harry, volviendo a meter su libro en la mochila.

Viendo lo mohines infantiles que estaba haciendo su amigo, decidió que sería mejor irse a otro lado a hacer su tarea, estaba claro que no dejaría de incordiar hasta salirse con la suya. Harry tenía demasiada experiencia con los berrinches ajenos. En realidad, gracias a Dudley podría decirse que tenía un master en rabietas.

- ¿A dónde vas? - preguntó Ron, mirándolo con el ceño fruncido al ver que se levantaba.

- A la biblioteca, here hay demasiado ruido - respondió el azabache, rodando los ojos.

- ¡Eres un aburrido! - protestó el pelirrojo, sin captar la indirecta de su amigo.

No pudo estar en la biblioteca más de media hora, ya que Hermione Granger irrumpió en su mesa, vaciando su mochila y extendiendo todos sus libros por ella, y en el proceso invadiendo su espacio.

La niña, sin permiso, tomó de un manotazo su ensayo de Herbología, que todavía estaba a medias. El ojiverde respiró hondo, estaban en la biblioteca y no se podía gritar.

- No has puesto las propiedades de ... - criticó Hermione, leyendo la tarea de su compañero.

- No he terminado. ¿Puedes devolverme mi ensayo? - la interrumpió Harry entredientes, extendiendo su mano.

- Deberías escribir sobre ... - contratacó la castaña, entregándoselo, antes de volver a ser interrumpida.

- Debo irme. Hasta luego - se despidió el ojiverde, recogiendo todo apresuradamente, y dejando una vez más a la niña con la palabra en la boca.

Salió casi corriendo de la biblioteca y salió del castillo, esperando que no hubo nadie en el árbol más cercano al lago, donde había terminado escribir la carta para su profesor esa mañana.

Cuando estuvo lo suficiente cerca, notó que una pareja de alumnos de cursos superiores había usurpado "su lugar" para hacerse arrumacos. Frunciendo el ceño con fastidio, se dio la vuelta para buscar otro lugar tranquilo, pero tropezó con alguien y estuvo a punto de caer sobre su trasero.

- ¡Harry! ¿Estás bien? - preguntó la persona con la que había tropezado, mientras lo sostenía para que no se cayese.

- Hola, Hagrid. Sí, estoy bien. Gracias por preguntar. ¿Tú estás bien? - preguntó el niño, sonriéndole con cariño a su enorme amigo.

- ¿Seguro que estás bien? Pareces preocupado.

- De verdad, Hagrid, estoy bien - aseguró el azabache, sin querer preocupar al semigigante.

- ¿Qué haces aquí solo? - preguntó el guardián de las llaves, mirando alrededor y buscando al pelirrojo que lo había acompañado a tomar el té la tarde anterior.

- Buenooo ... Buscaba un lugar tranquilo para hacer mi tarea - respondió, con timidez, Harry. No sabía si estaba prohibido salir del castillo sin permiso y no quería meterse en problemas.

- ¡En eso puedo ayudarte! - exclamó, con alegría, Hagrid.

- ¿En serio?

- ¡Claro! Puedes hacer tus deberes en mi cabaña - ofreció el mayor, revolviendo el pelo del más pequeño.

- ¿Estás seguro? ¿No te molestaré? - preguntó el ojiverde, no quería ser una molestia para el otro.

- ¡Claro que no! Tú nunca molestas, Harry, eres un chico muy educado - aseguró el semigigante, dándole una cariñosa palmada en la espalda que casi lo tira al suelo.

- Gracias, Hagrid - agradeció el azabache, dedicándole una enorme sonrisa.

Ambos Gryffindor caminaron hasta la cabaña del guardián de las llaves, mientras éste le contaba historias de sus años como estudiante, antes de ser expulsado claro. Harry se moría de ganas por preguntarle a su enorme amigo por los motivos de su expulsión, pero intuía que era un tema triste y complicado para el otro.

Cuando por fin estuvieron en el interior de la cabaña, Hagrid despejó la mesa de madera en la que el día anterior había servido el té para sus dos invitados. El niño saco sus libros y útiles de escritura para continuar su tarea, mientras su anfitrión preparaba la tetera.

- Aquí tienes, Harry. Cuidado no te quemes - advirtió el guardián de las llaves, poniendo una taza de té delante de él.

- Gracias, Hagrid. No hacía falta que te molestases.

- Ya te he dicho que tú nunca molestas. Ahora te dejo con tus tareas.

- ¿Te vas? - preguntó el ojiverde, preocupado por si su presencia molestaba tanto a su amigo para irse de su propia casa.

- Sí, tengo cosas que hacer en el Bosque Prohibido - respondió el semigigante, poniendo un plato con pastas encima de la mesa.

- ¿El Bosque Prohibido? ¿No es peligroso que vayas allí? - cuestionó, muy preocupado, el niño.

- No te preocupes, pequeño. Sé como moverme por allí - lo tranquilizó Hagrid, llevaba desde su época de estudiante correteando por ese bosque, le tenía respeto pero no miedo.

- Está bien, pero ten cuidado - advirtió Harry, todavía preocupado de que algo malo le pasase al mayor.

- De acuerdo, tendré mucho cuidado. Volveré en un par de horas - se despidió el semigigante, revolviendo el cabello del niño antes de salir.

Para cuando Hagrid volvió, Harry ya había terminado toda su tarea y estaba guardando todo en su mochila. Ya casi era la hora de la cena, así que ambos se dirigieron al castillo.

Una vez en el Gran Comedor, el mayor se fue a su sitio en la mesa de los profesores, mientras el niño se dirigió a la mesa de Gryffindor, donde lo esperaban un ceñudo pelirrojo y una ofendida castaña.

El ojiverde ignoró a ambos, y emprendió una conversación sobre Herbología con Neville Longbottom. Hablaron sobre los ensayos que la profesora Sprout les había encomendado, y que ambos han realizado esa tarde, comparando la información que cada uno había incluido en ellos. Decidieron que podrían trabajar juntos en el próximo, ya que a los dos les resultaba fascinante la materia.

Respiró mucho más tranquilo cuando notó la presencia de su profesor de Pociones en el Gran Comedor, parecía que no iba a ser el culpable de que Snape se muriese de hambre.

Por su parte, Severus lo miraba de reojo. Tenía pensado hablar con el niño esa noche, no podía dejar pasar más tiempo. Aunque aún no había decidido como sacar el tema del abuso, sabía por experiencia propia que los niños abusados evitaban hablar sobre su situación abusiva.

Por primera vez desde que el curso había comenzado, el pocionista fue capaz de ver más allá del parecido Potter en el niño. El ojiverde hablaba con entusiasmo con el heredero Longbotom, no sabía de que hablaban pero ambos parecían apasionados con su tema de conversación. Y ese tipo de pasión él la había visto años atrás en su mejor amiga, cuando discutían sobre cómo sería su vida en Hogwarts. Por su parte el menor de los Weasley, que recibió pegado al azabache desde su llegada al castillo, los miraba enfurruñado. Eso intrigó lo suficiente a Severus como para realizar un pequeño hechizo de escucha. De repente quería saber de que hablaban los dos leones más tímidos. Le sorprendió saber que era sobre Herbología, más concretamente sobre plantas que se usaban para Pociones. Los dos niños han sido un desastre en su primera clase, pero parecían realmente interesados y entusiasmados con las propiedades y usos de las plantas. Esto realmente le hacía replantearse muchas cosas ... Pero lo primero era lo primero, y eso sería hablar con Potter esa misma noche.

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