Disclaimer: Shaman King y sus personajes le pertenecen a Hiroyuki Takei.
Don't Worry, Baby
Por Selesme Cari
Capítulo 3
"No se puede vivir así"
Estacionó el automóvil frente al enorme edificio que conformaban las oficinas de la gran empresa Diethel, seguidamente miró a su acompañante; éste tenía la mirada perdida y la respiración entrecortada.
— ¿Te sientes bien, Hao? —le preguntó con preocupación.
— ¿Qué? —el aludido se giró sobresaltado.
Ren suspiró. Tal vez esto no era una buena idea.
— ¿Estás seguro de lo que vas a hacer? —le preguntó con cautela, sabía lo sensible que estaba el Asakura y no quería que su pregunta ocasionara una discusión.
Hao lo miró fijamente por un par de segundos.
Seguro… muy seguro… ¿Lo estaba?
— ¿Hao? —insistió el Tao.
—Sí —le respondió tratando de sonar tranquilo.
— ¿Y crees que te dejarán pasar? —Ren lo miró incrédulamente— Tal vez Morphine ha dado la orden de que no te permitan la entrada. Hace un par de horas que se vieron y fácilmente pudo haber hecho unas cuantas llamadas.
Hao meditó un poco y luego sonrió con hastío.
—Muy probablemente lo ha hecho, esa mujer es una pesadilla.
— ¿Y aún así…? —el chino no lograba comprenderlo.
Hao volvió a sonreír, pero ahora la chispa de la ilusión brillaba en su mirada.
—Nos vemos después, Renny —se despidió mientras abría la puerta del coche.
—Si quieres te espero—le sugirió Ren.
—No, no hace falta.
Hao salió del vehículo y comenzó a caminar hacía la puerta del edificio.
— ¡Hao! —le gritó Ren desde el coche.
— ¿Sí? —Hao se giró y lo miró con curiosidad.
—Buena suerte… —le sonrió levemente.
Hao le devolvió la sonrisa con otra, muy seguro de sí mismo.
—Gracias, Ren.
El Asakura se dio la media vuelta y siguió su camino. Ren lo vio hablar con el guardia que cuidaba la entrada —éste parecía asombrado de verlo—, para después cruzar la enorme puerta de cristal.
"Al menos lo dejaron pasar…" pensó un poco más tranquilo.
Suspiró y después puso en marcha su automóvil.
A paso firme, Hao llegó hasta el ascensor. Su corazón latía demasiado rápido, estaba tan cerca de volver a verlo.
Lyzerg, su Lyzerg…
Llegó hasta el piso donde estaba la oficina del inglés. Apretó los puños y con aparente seguridad llegó hasta el escritorio de la joven secretaria.
La muchacha revisaba unos papeles y no se dio por enterada de la presencia del Asakura. Tuvo que hablar, para hacerse notar por ella.
—Megumi…
La aludida alzó bruscamente la cabeza y se sobresaltó al ver que se trataba de Hao Asakura.
—Buenas tardes, Megumi —le sonrió él, con galantería.
—Bu-bue-buenas tardes, señor Hao.
—¿Está Lyzerg?
— ¿Eh? No… no… no… ¡El jefe no está!
Hao frunció el ceño y la miró de modo intimidante.
La chica se puso aún más nerviosa, pero trató de aparentar no estarlo.
—No sé a que hora regrese. No dejó dicho nada.
Hao suspiró resignado.
—Entiendo… hasta luego, Megumi.
Hao se dio la media vuelta y caminó derrotado.
Ya había llegado al ascensor, cuando escuchó a la joven secretaria de Lyzerg gritarle.
— ¡Señor Hao, espere!
La joven corría hacía él, con toda intensión de darle alcance.
— ¿Qué pasa? —él la miró confundido.
—Discúlpeme —le hizo una reverencia, aún agitada-. Pero, la señora Morphine dio la orden de… es que ella no… no quiere que…
—Me encuentre con Lyzerg —le a completó él.
—Estoy muy apenada… ¡Pero debo conservar mi trabajo!
—No te preocupes.
—Señor Hao…
— ¿Sí?
—Él… el jefe acostumbra retirarse a las ocho de la noche. Tengo entendido que de aquí sale rumbo a su casa.
Los ojos de Hao brillaron nuevamente con esperanza.
—Con permiso, señor Hao —la joven le hizo otra reverencia, ahora como despedida.
La secretaria se dio la media vuelta.
— ¡Espera! —le gritó Hao, antes de que ella se fuera.
Megumi se giró para verlo.
—Yo…
—De nada —le sonrió la joven, sin dejarlo terminar.
Eran alrededor de las seis de la tarde cuando entró al departamento.
Arrojó las llaves de auto y del departamento sobre la mesa, dudando un poco en volver a tomarlas y salir rumbo a la empresa Diethel.
No podía evitar estar preocupado por Hao. No había sido buena idea dejarlo solo en aquel lugar… ¿Qué hará Hao cuándo esté frente a Lyzerg?
—Tranquila —escuchó la voz de Horo Horo salir de la habitación—. Él será tu esposo, eso está seguro ¿o no?
Ren entró en la habitación y vio al ainu sentado sobre la cama, con el teléfono inalámbrico pegado a la oreja.
—Hablamos después, Pilika.
Aunque había entrado silenciosamente a la alcoba, Horo logró percatase de su presencia y decidió cortar la comunicación con su hermana menor.
—Hola —lo saludó Ren tranquilamente.
Horo Horo no respondió al saludo, simplemente lo miró severamente.
— ¿Y ahora que te pasa? —el chino cruzó los brazos, mientras se recalcaba en la pared.
— ¿Por qué no me dijiste que Hao ha regresado?
— ¿Qué?
— ¡Y no me digas que no lo sabías! Pilika lo vio subirse a tu auto y no parecían muy sorprendidos de volver a verse.
—Horo Horo…
— ¡Con él estuviste anoche! ¿Verdad?
Ren asintió silenciosamente.
— ¡Que cinismo! ¡Descarado! ¿No tienes vergüenza? —le reprochó, saliendo de la habitación.
—No le veo nada de malo, por lo tanto no tengo porque avergonzarme —Ren lo siguió.
— ¿Qué planea Hao? ¿Por qué regresó? —le preguntó de golpe, deteniéndose en la salita del departamento.
—Él aún está enamorado de Lyzerg —le contestó con sinceridad, quedándose frente a él.
— ¿Y eso qué? ¡Lyzerg se casará con Pilika! Adviértele a tu amiguito, que si intenta separar a mi hermana de Lyzerg… —le habló en tono amenazador.
— ¡No vengas con amenazas! —le dijo con sorna.
— ¡No permitiré que Pilika sufra! ¡Ese infeliz no será el causante de su sufrimiento! —le dijo elevando la voz.
— ¡Hao también está sufriendo! —el chino también elevó el volumen de su voz.
— ¡Eso a mí no me importa! —le dijo exasperado.
— ¡Pero a mí sí! —le gritó con toda su fuerza.
Un silencio sepulcral siguió a aquel grito de Ren.
Horo Horo lo miró estupefacto.
—Hao es mi… —la voz del chino bajó considerablemente.
—Lo sé —le dijo el ainu sin dejarlo terminar.
—Horo…
—No tengo ganas de seguir hablando.
—Pero…
Horo Horo lo ignoró completamente. Salió del departamento, aporreando la puerta.
— ¡Maldición! —gritó Ren en la soledad del departamento.
Las ocho de la noche, o al menos eso fue lo que dijo el hombre al que le preguntó la hora.
Dentro de muy poco lo vería cruzar por aquella puerta. Muy pronto estarían frente a frente, de nuevo.
Se encontraba en una fonda de comida, frente a las oficinas de la empresa. Tenía la mirada clavada en la edificación, mientras que apretaba con fuerza el envase de vidrio que tenía entre las manos. Había ordenado tan sólo un refresco de soda, y recién acababa de terminárselo.
—Hasta mañana, señor Diethel —escuchó al guardia decir muy alto.
Su corazón comenzó a latir agitadamente.
Lyzerg Diethel estaba de pie, fuera del gran edifico y sonriendo cortésmente al guardia, en modo de despedida.
Sonreía… como tantas veces lo había visto sonreír. ¡Cuánto había necesitado volver a ver su dulce sonrisa! Esa sonrisa que era capaz de derretirlo por completo, aquella encantadora sonrisa que lo había conquistado, que lo había hecho enamorarse por completo.
— ¿Le traigo su auto, señor? —preguntó el guardia muy respetuosamente.
—No, no es necesario. Prefiero ir por él, al estacionamiento.
Desde donde estaba, Hao logró escuchar perfectamente la voz del joven heredero.
Y un recuerdo fugaz le vino a la mente:
—Eres demasiado amable con el personal, Lyzerg. Por eso no te tienen ni el mínimo respeto —le había dicho mientras comían tranquilamente en la mansión Diethel.
— ¿De qué hablas? Ningún empleado me ha faltado al respeto, jamás.
—Aun así, no deberías ser tan condescendiente con ellos. ¡Déjalos que te sirvan!
—No, Hao. Sabes que no me gusta. Si soy capaz de hacerlo por mi mismo, ¿Por qué dejar que alguien lo haga por mí? Me incomoda que otras personas tengan que servirme.
—No seas exagerado. ¡Pero, en fin! Tú sabes lo que haces —se encogió de hombros.
Lyzerg sólo se había limitado a sonreírle, haciéndolo enrojecer… ¡Era incapaz de resistir a una de las encantadoras sonrisas del inglés!
Y eso que en aquel tiempo, aún eran tan sólo amigos. Pero, él ya había comenzado a darse cuenta de que el inglés le inspiraba algo que nadie más le había inspirado… Un sentimiento que no podía calificar únicamente de amistad.
Alejando sus recuerdos de la mente, fijó su mirada en aquel Lyzerg que se mantenía firme en su negativa ante las insistencias del guardia por traerle el auto.
Seguía exactamente igual que la última vez que lo vio. Aunque esa mirada triste que siempre le había caracterizado ahora estaba más acentuada.
Vio a su amado inglés caminar hacía el estacionamiento. Sintió el enorme impulso de seguirlo y abordarlo en pleno estacionamiento. Pero, prefirió no hacerlo. Debía tener calma, esperar el momento oportuno.
Sin embargo, el seguir viéndolo a lo lejos no tenía nada de malo ¿o sí?
La mejor manera de encontrarse con aquel "momento oportuno", era seguir observándolo a una distancia considerable.
¿Espiarlo? ¿Seguirlo? Hao prefirió descartar esos términos de su cabeza y optó por hacerse el desentendido en cuanto su subconsciente le advirtió que no fuese a seguir al chico.
Rápidamente —y ya habiendo pagado la cuenta del refresco— hizo detenerse a un taxista y aguardó hasta ver salir al convertible blanco, propiedad del heredero de los Diethel.
—Siga a aquel auto —indicó secamente.
El taxista no hizo ningún comentario. Simplemente pisó el acelerador, para darle alcance al automóvil que amenazaba con perderse entre otros miles de carros más.
Sintió un vuelco en el corazón al no reconocer el camino que estaban tomando. Aquel convertible blanco estaba tomando una ruta que para Hao era desconocida.
¿A dónde iba Lyzerg? Porque era bastante obvio que no iba rumbo a la mansión Diethel.
Un nudo se le formó en la garganta al ver que Lyzerg estacionaba su auto frente a un gran edificio departamental. Lo reconoció fácilmente. Aunque sólo una vez había estado frente a dicho edificio, supo perfectamente quien habitaba en él.
Su memoria no le fallaba. Era el departamento de Pilika Usui, la futura esposa de Lyzerg Diethel.
El inglés bajó del automóvil, Hao ya no se atrevió a mirarlo. Se hundió en su asiento y con la voz quebrada, le pidió al taxista irse de ahí.
Miró una y otra vez el reloj que colgaba de la pared. Tenía que cerciorarse de que las horas seguían pasando.
—"Siguen pasando y él no regresa…"
Ya eran las diez de la noche. Aproximadamente eran cinco horas las que Horo Horo había hecho sin regresar, después de aquella semi discusión en la tarde.
Intentó marcarle al celular, pero nuevamente el Usui lo había apagado. Sí, había sido muy claro: No quería seguir hablando.
¿Y él qué podía hacer? Si Horo Horo no quería hablar, no podía obligarlo.
¡Demonios! ¿Por qué debía ser tan celoso con respecto a Hao?
Horo siempre había demostrado disgusto ante su amistad con el Asakura mayor, pero había logrado relajarse en cuanto Hao inició una relación con Lyzerg.
Aunque, eso de "relajarse" era sólo un decir… Porque no tardó en volver a demostrar sus celos, ¡haciendo incluso dudar a Lyzerg sobre la fidelidad de Hao!
Afortunadamente, las cosas lograron aclararse entre Lyzerg y Hao —el inglés siempre había mostrado mucha seguridad en cuanto a su relación con el Asakura, a excepción de la amistad entre éste y ciertas tres chicas— y con la ayuda de ambos, él logró aclarar las cosas con Horo Horo.
Pero, ahora no vendrían Lyzerg y Hao a ayudarlo. Lyzerg estaba a punto de casarse sin amor, y eso ya era suficiente carga tanto para el inglés, como para el japonés.
El timbre de su celular lo sacó bruscamente de sus cavilaciones.
Tomó el celular entre las manos, esperanzado en que fuera Horo. Pero, el número que marcaba en la pantalla no era uno que tuviese registrado.
— ¿Sí? —contestó desganado.
— ¿Renny? —era la inconfundible voz de Hao— ¡Estoy en problemas!
— ¿Hao? ¿Qué pasó? —el chino se mostró preocupado.
— ¡Ven por mí, pronto!
— ¿En dónde estás?
—Eh… ¡Ven pronto!
—Dime en donde estás. Espera, suenas raro… ¿Estuviste tomando?
Hao no contestó, Ren frunció el ceño.
—Estuviste tomando —afirmó el chino, aquel silencio del castaño le había contestado a la pregunta anterior.
Nuevamente, sólo la respiración de Hao se escuchó.
— ¿Qué sucedió? —preguntó irritado por el silencio del Asakura.
—Ven por mí, no quiero pasar la noche aquí.
— ¿Aquí? ¿Dónde? ¿En dónde estás, Hao?
—En la delegación.
El Tao se desplomó sobre el sillón… ¿Qué había hecho Hao?
—El señor Asakura hizo comentarios altisonantes a una pareja de recién casados —explicó el hombre bigotón que tenía frente a él.
Se encontraba en la delegación, había pedido informes sobre lo que había hecho Hao para que lo detuvieran. La respuesta dada, fue la que menos se esperó.
— ¿Comentarios altisonantes? Explíquese, por favor —pidió sin entender lo dicho por el encargado del ministerio público.
—El señor Asakura entró en un notable estado de ebriedad, al templo en donde acababan de contraer nupcias la pareja agredida.
— ¿Un templo? ¿Una pareja? —el chino cada vez entendía menos.
—Agredió verbalmente a la recién casada, al igual que a algunos invitados.
— ¿Está seguro?
No parecía hablar del Hao que él conocía. Ren meditó un poco, en el estado de ánimo en que se encontraba Hao, cualquier cosa era posible.
— ¿Alcanza fianza? —preguntó resignado a tener que pagar lo que fuese necesario para que el Asakura no pasara la noche en aquel lugar.
El oficial forjó una amplia sonrisa, mientras que le brillo de la codicia le aparecía en los ojos.
Después de hacer el papeleo correspondiente, el comandante le ordenó a uno de los oficiales, llevar al chino hasta los separos.
Ren metió ambas manos en los bolsillos y silenciosamente siguió al policía.
—Me va a extrañar al despertar, en sus paseos por el jardín, cuando la tarde llegue a su fin… Me va a extrañar, al suspirar… porque el suspiro será por mí, porque el vacío le hará sufrir…
Aquel canto provenía de los separos, eran tres voces las que cantaban. Ren agudizó el oído, una de las voces se le hacía remotamente conocida…
—Me va a extrañar y sentirá que no habrá vida después de mí, que no se puede vivir así… Me va a extrañar, cuando tenga ganas de dormir y acariciar…
— ¿Pero qué…? —Ren frunció el ceño.
¡Por supuesto que una de las voces se le hacía conocida! ¡Una de las voces le pertenecía a Hao!
Aún detrás de las rejas, Hao cantaba animadamente en coro con un guardia y un compañero de celda.
— ¡Hola, Renny! —lo saludó el moreno con una gran sonrisa.
— ¿Me puedes explicar qué…?
— ¿Estoy haciendo? —lo interrumpió el Asakura— ¡Pues, cantando! Mira, te presento a… ¿Cuál dijo que era su nombre?
Hao tenía una gran gota en la cabeza, su compañero de celda —que era a quien le había preguntado el nombre— lo miraba soñoliento.
El guardia encargado de vigilar, se aclaró la garganta y trató de recuperar la compostura.
Ren Tao dudó en que tan desagradable sería para Hao tener que pasar la noche ahí, casi arrepintiéndose de haber pagado la multa.
Sin demorar más, Hao fue puesto en libertad. Estaba muy emocionado —además notablemente pasado de copas— de que Ren llegara a su "rescate", por lo tanto, apenas lo liberaron, corrió a abrazar a su amigo.
El ahora ex compañero de celda de Hao, sólo vitoreó muy animado y exclamó que extrañaría mucho al Asakura… aparte de quejarse por no tener tanta suerte como Hao, ya que él no tenía modo de cómo pagar la fianza.
Ren y Hao salieron de la delegación, Hao iba —aparentemente— contento, mientras que el Tao le hacía contraste con una expresión muy seria.
—Ahora sí —soltó el chino— ¿Me vas a decir qué pasó?
— ¿De qué?
—No te hagas el tonto. ¿Por qué te detuvieron?
—No lo sé, yo no hice nada.
—Me dijeron que atacaste verbalmente a una pareja.
—Es mentira.
—Hao, ¿qué fue lo que pasó?
—Nada. Es sólo que estoy harto de tanta porquería.
— ¿De qué hablas?
—Aquella pareja de anoche, ¿la recuerdas?
— ¿En el bar?
Hao asintió.
—Sí, los recuerdo… ¿Qué hay con ellos?
—La chica, se casó hoy con otro tipo. ¿Recuerdas al tipo que la acompañaba anoche?
—Sí, lo recuerdo.
—No sé que supuestamente sea de ella o de su "esposo", pero cínicamente felicitó al novio. Luego se acercó a "felicitarla" a ella y yo…
— ¿Qué hacías ahí?
—No tenía a donde más ir. No tenía ganas de regresar a mi departamento.
—Y antes estuviste bebiendo —Ren lo miró inquisidoramente.
— ¡No pude soportar tanta falsedad! ¡Tanta hipocresía!
—No era asunto tuyo, Hao.
— ¡Por si no lo recuerdas, estoy en una situación muy similar! ¡La persona a la que amo se casará con alguien más! ¡Yo no pienso ir a felicitarlo el día de su boda, ni mucho menos a su esposita! ¡Y tampoco deseo convertirme en su amante!
—Hao, son cosas muy distintas.
— ¡No lo son! ¡Es lo mismo! ¡Este mundo es una porquería! —la voz de Hao sonaba llena de amargura— Los humanos son tan diminutos… no vale la pena ser uno de ellos, ni su existencia.
— ¿Qué dices? Hablas como si no fueras un ser humano. En tus palabras sólo hay resentimiento —murmuró Ren, mirando hacía el frente, poniendo en marcha a su automóvil.
Hao miró fijamente a su amigo, a pesar de que Ren mostraba el semblante inexpresivo de siempre… había algo más en su mirada: un deje de preocupación.
El Asakura sonrió, sintiendo una gran calidez en el pecho: Le agradaba que Ren mostrara interés en él, y le hacía sentir contento el saber que preocupaba al chino. Pero, no era su intención preocuparlo. No quería hacer sentir mal al Tao y menos llenarlo de sus problemas.
—No te preocupes —murmuró mientras recostaba la cabeza en el hombro de Ren—. Tú no eres como los demás, eres especial. Y yo siento mucha envidia hacia Horo Horo, por tenerte.
Ren apartó la mirada del camino, para mirar a Hao. Éste se había quedado dormido, manteniendo la posición en la que le había hablado.
El menor de los Tao sonrió levemente, sintiendo un pequeño cosquilleo en el estomago.
No sabía porqué, pero le hacía sentirse feliz el que Hao dijera eso.
Después de estacionar el coche, se giró para observar a Hao. Éste aún estaba dormido.
Lo sacudió levemente, pero el castaño ni lo sintió. Lo intentó una vez más, pero fue en vano: ¡Hao seguía sin despertar!
Ren comenzó a perder la paciencia. Por lo tanto, comenzó a sacudirlo con más fuerza. Hao sólo soltó un sonido quejumbroso, tratando de apartar a Ren de él.
— ¡Hao, despierta ya!—le dijo con aspereza.
— ¿Ah? —lo miró adormitado.
—Llegamos.
— ¿A dónde?
—A tu departamento.
—Oh… —se mostró desilusionado.
— ¿Qué te pasa?
— ¿No quieres subir un rato?
Ren se sonrojó levemente. Hao lo notó y sonrió burlón.
—Se me antoja un poco de compañía —le dijo en un tono provocador.
—Baja de mi auto, Hao Asakura —le ordenó en tono amenazante.
— ¡Era una broma!
—De muy mal gusto.
—Bueno… ¿Qué te parece si pasas por mí más al rato y vamos a dar una vuelta?
Ren arqueó una ceja, indiferente.
— ¡No quiero estar solito, Ren!
—Hasta luego, Hao —dijo mientras echaba a andar su coche.
Hao sólo bufó contrariado, mientras veía partir al chino.
Por su parte, Ren se dispuso a conducir durante un par de horas para hacer tiempo antes de llegar a su departamento. Aún no quería regresar, sabía que Horo Horo no estaba ahí. Muy probablemente el ainu seguía enfadado, así que era capaz de aparecerse hasta al amanecer.
Pisó el acelerador con más fuerza, sintiendo una inmensa rabia. ¿Por qué Horo Horo se estaba comportando de esa manera? No tenía porque enojarse tanto, ni tenía porque vengarse así.
Estuvo conduciendo durante un par de horas, hasta que se sintió muy agotado y optó por regresar a su "dulce hogar".
Bajó del automóvil y entró al edificio donde vivían.
Ya era media noche y mentalmente suplicó porque Horo ya estuviese de vuelta. No le importaba tener que soportar sus reclamos por llegar tan tarde, lo único que quería era tenerlo en casa, cerca.
La sensación de estar perdiéndolo poco a poco, lo carcomía lentamente.
Abrió la puerta y nervioso entró. Buscó con la mirada alguna señal que indicara que el chico de cabello color azul ya estaba en casa. Pero nada, ni rastro. Horo Horo aún no regresaba.
Suspiró derrocado, echándose sobre el sofá. La idea de volver a intentar hablarle al celular, cruzó por su mente. Pero la descartó de inmediato, probablemente Horo aún lo tenía apagado.
Su celular comenzó a sonar y el rostro se le iluminó con ilusión: ¡Seguramente era Horo Horo que le hablaba para decirle en donde estaba!
— ¿Horo? —dijo apenas contestó y sin revisar el número que marcaba la pantalla del celular.
—No, no. Lamento desilusionarte, Renny.
— ¿Hao?
—Sí, soy yo. ¿Se ha perdido tu noviecito?
— ¿Qué quieres? —le preguntó enfadado.
— ¿Estás enojado conmigo?
— ¿Por qué lo preguntas?
—Es que hace un rato, te portaste muy cortante, y ahora…
—Tus comentarios me molestan, es todo.
—Sabes que ese es mi modo de bromear.
—Sí, pero…
—Antes estabas acostumbrado.
—Tú lo has dicho, antes.
— ¿Y ahora por qué es diferente?
— ¿Para qué me hablaste? —le preguntó, cambiando bruscamente de conversación.
Hao sonrió desde el otro lado del teléfono, sabía que lo más recomendable era no insistirle tanto a Ren con lo mismo. Ya le contaría el chino que le pasaba, cuando lo sintiese necesario.
— ¿Recuerdas que te dije no querer estar solito? —le preguntó en tono meloso.
—Sí, ¿y eso qué?
—Eh… ¿Qué tal si vamos a dar una vuelta en tu auto?
Ren no respondió, se limitó a meditar un poco sobre la propuesta de Hao.
—Por favor, por favor, Ren —le habló en un tono infantil— ¡No soporto estar más tiempo aquí solo!
Y era verdad. Porque estando solo, en el silencio de su departamento, no hacía más que pensar en Lyzerg…
—Está bien —aceptó Ren.
Hao lanzó una risa entusiasmado.
—Sabía que aceptarías —le dijo con tono sagaz.
—Enseguida paso por ti.
—Te espero.
—Hao…
— ¿Sí?
—Había olvidado preguntarte antes, pero…
— ¿Pero qué?
— ¿Cómo obtuviste el número de mi celular? El que tenía antes, lo cambié hace algunos meses.
—SE-CRE-TO.
Y sin decirle más, el Asakura cortó la comunicación.
¿Con que un secreto? Era seguro que Yoh se lo había dado.
Tomó nuevamente las llaves de su automóvil y del departamento. Estando a punto de salir, recordó que hacía un poco de fresco en la calle, así que entró a la habitación en busca de su chaqueta.
Y llevando ya puesta la chaqueta, salió del departamento. Justo cuando acababa de cerrar la puerta, el teléfono comenzó a sonar.
— ¿Me vas a contar qué pasó en la oficina de Lyzerg?
Preguntó Ren sin rodeos, cansado de estar conduciendo acompañado de un chico comúnmente ufano que había enmudecido apenas subió al vehículo y sin razón aparente.
El chico en cuestión sólo se hundió en el asiento, negándose de esta forma a contestar.
—Hao… —la voz del Tao sonaba irritada.
—No pasó nada, ni siquiera me vio.
— ¿Y entonces?
—Lo seguí y ése fue un grave error.
— ¿Por qué lo dices?
—No quiero hablar de eso. Mejor, dime… ¿Qué pasa entre Horo Horo y tú?
Inconscientemente, Ren aceleró más.
—Algo grave, puedo ver —murmuró Hao, mientras se enderezaba en el asiento.
—No sé de que hablas.
— ¿Pelearon?
Su pregunta no recibió respuesta, así que tomó aquel silencio como un sí.
— ¿Y por qué?
—Su hermana le habló esta tarde y le contó de su encuentro contigo.
— ¿Horo Horo no sabía que regresé?
Ren no le contestó.
—No le dijiste que regresé —se respondió a sí mismo.
—No está dispuesto a permitir que interfieras en los planes de boda que tiene Pilika con el inglesito.
Hao frunció el ceño. En parte por lo que acababa de enterarse de Horo, y también por la forma tan despectiva en que Ren se refirió a Lyzerg.
—Sufres y quieres hacer sufrir a Pilika, eso no es justo.
— ¿No es justo que la haga sufrir? ¿Y quién dijo eso, Horo o tú?
—No es justo que los dos sufran.
— ¿Eso quiere decir que sólo uno debe sufrir? ¿Y quién? ¿Yo?
—No me refiero a eso. Lo que quiero decir es que ninguno de los dos debería sufrir.
— ¡Pero es imposible! ¡Obligatoriamente uno de los dos sufrirá!
—Debería poder evitarse.
— ¡No se puede evitar! ¡Uno de los dos sufrirá! ¡Sufrirá el que al final se quede sin Lyzerg!
—Y sea cual sea el resultado, el más beneficiado siempre será Lyzerg. Aquí el único que no sufre es él, que afortunado.
El puño de Hao fue a dar contra la mejilla de Ren, haciendo perder a éste el control del automóvil. El vehículo patinó un poco y fue a dar fuera de la carretera.
Era la segunda vez en el mismo día que Hao lo hacía perder el control del automóvil. La diferencia era que ahora no estaban en plena avenida, se encontraban en una carretera boscosa y solitaria.
— ¡¿Por qué rayos hiciste eso?! —gritó encolerizado Ren.
— ¡¿Cómo te atreves a expresarte así de Lyzerg?! ¡¿Dices que él no está sufriendo?! ¡¿Cómo puedes asegurarlo?!
— ¡Porque es la verdad! ¡Él va a casarse! ¡Te ha hecho a un lado! ¡No le importa si sufres o no!
— ¡Es mentira! ¡Él me ama! ¡Sufre al igual que yo, por esta separación!
— ¡¿Y entonces por qué va a casarse con otra?!
— ¡Por que es su deber! ¡No puede evitarlo! ¡Nadie puede inmiscuirse en ese asunto! ¡Ni siquiera yo!
— ¡¿Ni siquiera tú?! ¡Pero hace apenas unas horas dijiste lo contrario! ¡Tenías pensado evitar esa boda!
— ¡Pero he recapacitado! ¡No puedo hacerlo! ¡No puedo separarlo de su prometida! ¡No puedo envolverlo en el escándalo! ¡No puedo hacerle daño!
— ¡¿Pero no dices que él está sufriendo?! ¡¿No es suficiente daño ya?!
— ¡Pero es mejor así! ¡Él tomó esa decisión!
— ¡¿Y entonces por qué no te olvidas de él?!
— ¡Por que no puedo, maldita sea!
Ren no supo que responder a esta última confesión. Hao lo había gritado ahogadamente, con la voz entrecortada y a punto del llanto. Y tan sólo verlo así, hizo sentir muy mal a Ren, lleno de arrepentimiento por haberlo presionado tanto.
—No puedo olvidarlo. Es un sentimiento mucho más grande que yo y aunque, tal vez él ya… ya me olvidó… yo no puedo hacer lo mismo.
¿Qué Lyzerg ya lo había olvidado? ¿De qué hablaba Hao?
Ren recordó su plática con Pilika, la ainu había declarado estar muy consciente del inmenso amor que su futuro esposo aún siente por Hao. Y entonces, ¿Por qué Hao decía que el inglés ya lo había olvidado?
—Aun cuando él ahora quiera a Pilika. A pesar de que vaya a casarse con ella, ya no por obligación, yo no puedo…
—Hao… —Ren dudó en si debía o no acercársele para confortarlo, ya que eso no era muy del estilo de ambos.
—Quiero estar solo —dijo con voz ronca.
Ren lo miró fijamente.
—Sólo por un rato.
—Pero…
—Por favor, Ren. Ya me he humillado lo suficiente, déjame un poco de dignidad… aunque sea sólo por un rato.
Ren siguió mirándolo, sin atreverse a abandonar el auto.
— ¿Dignidad? No, no… ésa ya la perdí hace mucho, ¿verdad? Tal vez sea cuestión de orgullo, si es que aún me queda.
Ren seguía sin salir del auto, ahora mirando al Asakura con semblante preocupado.
—Odio que me miren así y lo sabes perfectamente, Tao.
Ren sonrió levemente.
—Sí, lo sé.
—Te repito que sólo será por un rato.
—Es que…
—Tranquilo, Ren. No me llevaré tu coche. Es más, quita las llaves para mayor seguridad —le sonrió de modo burlón.
Ren le devolvió la sonrisa con una similar, después bajó del carro.
Hao subió ambas ventanillas del automóvil y prendió el estero, sintonizando la radio. No quería ser visto, ni ser escuchado. No debería haber ninguna clase de testigo. Nadie jamás podría decir que él, Hao Asakura, había llorado por alguien.
Una lágrima solitaria rodó por la mejilla de Hao Asakura, acompañada de la canción que transmitían por la radio. Y apretó los puños con rabia, mientras se maldecía a sí mismo por ser tan patético.
Entró a su departamento sin hacer mucho ruido, ya era muy tarde y estaba cansadísimo.
Había estado conduciendo durante todo el resto de la noche, ya que se negó a que Hao tomara el volante, argumentando que aún le quedaba mucho por vivir.
Hao ya estaba más tranquilo, incluso se veía mucho más animado.
"Quizás muy pronto, Hao vuelva a ser el de antes." Pensó mientras caminaba rumbo a su habitación.
Antes de abrir la puerta, recordó la discusión con Horo Horo y se preguntó a sí mismo si el Usui ya habría regresado.
Tembloroso abrió la puerta, temeroso de que Horo no estuviese ahí.
Pero, no había de que preocuparse. Ahí estaba él, sentado sobre la cama. Ren suspiró aliviado, para después, prepararse al interrogatorio que el ainu le haría.
Esperó un par de segundos, nada. Horo seguía con la mirada perdida.
— ¿Horo Horo? —se acercó lentamente a él.
Horo alzó la vista, sus ojos estaban hinchados.
— ¿Qué tienes? —se alarmó el chino.
No respondió, lo cual angustió más a Ren. Y haciendo a un lado su pose fría —cuando se trataba de Horo Horo era muy frecuente que la hiciera a un lado— se hincó frente a él, para poder verlo bien.
—¿Qué pasa, Horo Horo? ¿Por qué estás así? ¿Estabas llorando?
Ren acarició suavemente una de las mejillas de Horo, usando sólo una mano. Usui se estremeció ante la caricia del chino.
Ren podía ser tan tierno y cariñoso.
—Perdóname, Ren —sollozó hundiendo el rostro en el pecho de su pareja.
El Tao parpadeó confundido… ¿Por qué le pedía perdón? ¿Por la discusión de la tarde?
—Soy un completo idiota, Ren… por favor, perdóname.
—Tranquilo. Sé que Pilika es tu hermana y es natural que quieras protegerla, también es cierto que Hao es mi amigo y me afecte verlo sufrir. Pero, no podemos dejar que terceras personas interfieran en nuestra relación.
—Terceras personas… —sollozó Horo— De eso se trata, de terceras personas.
—No dejemos que nos afecte.
—No quiero perderte, Ren. ¡No, no quiero! Yo no quería… nunca ha sido mi intención lastimarte.
— ¿Horo Horo?
—No, no digas más —el Usui le dio un suave beso en la mejilla—. Mejor vamos a dormir.
Se recostaron sobre la cama, Horo Horo se durmió abrazándolo. Ren no pudo dormir, algo había distinto.
Sin saber porque, sentía un gran vacío en el pecho. Y a pesar de estar en brazos de Horo, se estaba sintiendo alejado de él, mucho más de lo que ya estaba.
Continuará...
N/A: ¡Parecía que el destino estaba en contra de que subiera este capítulo! Falta de tiempo, inspiración y falla en el disco duro de la computadora.
Sobre el capítulo: Hao me está quedando demasiado… ¿llorón? ¿débil? No se parece en nada al Hao de Takei ¿verdad? Lyzerg por fin hizo aparición, fugaz pero al fin y al cabo apareció. Horo está demasiado frío con Ren… me cuesta trabajo plasmarlo de ese modo, sobre todo porque se trata de que Ren esté sufriendo. Como siempre me he excedido de descripciones, no puedo evitarlo… ya es mi costumbre.
¡Hasta la próxima!
