Cosquilleos en las sombras

Despertó agitada, sintiendo que el calor de las mantas y el de su propio cuerpo la sofocaban. Su propio cuerpo. Su propio calor... Se movió y sintió húmeda y pegajosa la ropa interior.

"Maldición" Pensó para sus adentros. "Aún falta una semana para mí próxima menstruación" Se levantó deprisa y observó las sábanas. Por suerte no había llegado a mancharlas. Tomó ropa limpia del armario y se dirigió a los baños. Todavía había vapor dentro. Seguramente Aoshi habría estado allí recientemente. Era el único que solía merodear tan tarde.

Cerró la puerta para conservar el calor y se alegró al ver que la luz de la luna iluminaba lo suficiente como para no tener que encender una vela. Se desnudó y ahí se dió cuenta. No había sangre en su ropa interior, no estaba menstruando. Lo que había era un flujo transparente y pegajoso, que ya había visto antes. Se pasó un dedo apenas por los labios para estar segura, y el cosquilleo que sintió la hizo encogerse levemente "Maldita Megumi" murmuró. Y se vio el pecho mordido. Lo acarició con la otra mano al tiempo que hundía un dedo en el interior de su núcleo "Mil veces maldita" Gimió. Y continúo acariciándose.

Mientras se ponía en cuclillas para llegar mejor, recordó aquella vez que, siendo pequeña, entró al cuarto de Omasu sin llamar, asustada por un trueno, y la sorprendió desnuda, sentada en el marco de la ventana con la cabeza de Okon entre las piernas.

Imaginó cómo habrían sido esos rituales de los que Megumi le había hablado. Imaginó muchachas indefensas, muy quietas y semi desnudas en una choza iluminada por el fuego, una junto a la otra, nerviosas y exitadas.

Acarició sus pliegues lentamente, desparramando sus flujos por toda la zona antes de hundir los dedos, jadeante.

Imaginó además a la anciana de la tribu, completamente cubierta con su traje ritual, que hacía sonar un cascabel cerca de cada chica, hasta averiguar cuál era la elegida.

Gimió, y aumentó el ritmo de los movimientos, mientras estrujaba el seno sano con la otra mano

Imaginó también que una vez elegida la joven, era guiada al centro de la carpa. Las otras miraban atentas, sin ninguna expresión en el rostro, cómo la anciana le arrancaba la poca ropa que llevaba, cómo le bofeteaba los senos carnosos antes de darle la vuelta y pegarle nalgadas. Megumi lo había hecho con ella, y al tener las piernas separadas, algunas veces las palmadas también terminaban en su vulva, que escurría líquido. Lo sabía porque en la próxima nalgada los dedos estaban húmedos de sus propios jugos.

Hundió los dedos un poco más mientras su cuerpo se agitaba. Y un minuto después, todo había terminado. Se lavó con el agua todavía tibia que quedaba en la cubeta, se vistió con ropa limpia y volvió a la cama.

Dentro del baño, en la bañera a oscuras, Aoshi esperó a oírla subir las escaleras para volver a respirar.

Hasta aquí el capítulo 2. Espero que haya sido de su agrado.