Ya era tarde, estaba cansada, agobiada y confundida. Había pasado los últimos días leyendo pergaminos, pero ninguno le daba la respuesta. Además se había desviado en su búsqueda, y de ahí su confusión. Inicialmente había buscado información acerca de los factores que intervienen en la madurez del cuerpo, pero luego se había topado con ciertos pergaminos que explicaban el funcionamiento anatómico de los órganos sexuales, con dibujos y gráficos muy específicos. Le dió pudor al principio, pero qué más daba. Era la okashira y ya no era una niña. Además siempre estaban recriminándole las cosas que no sabía. Pues bien, ahora estaba estudiando. Sin embargo, su sorpresa no terminaría allí. Al poco de leer vio que había toda una sección de pergaminos que hablaban sobre las prácticas amatorias y el entrenamiento en el ninjitsu.
Estaba ensimismada en la lectura cuando Aoshi descorrio el shoji y asomó la cabeza.
- Okon dice que vayas a cenar.-
- Aoshi Sama! Casi me mata del susto!-
Los ojos del ninja la observaron un instante. Y Misao sintió la sangre hervirle en la cara al creer que él se había dado cuenta de lo que había estado leyendo.
Aoshi, sin embargo, no pudo evitar notar que estaba sentada sobre las piernas flexionadas y separadas en medio de pergaminos a medio enrollar, en una posición nada propia de una dama; la ropa un poco desencajada, el cabello revuelto... Y recordó cómo la había visto días atrás, iluminada por la luna entre los vapores del baño. Recordó sus pechos pequeños, pero de mujer, el vientre plano, las piernas firmes y sus manos...
Se obligó a dejar de mirarla cuando sintió que le faltaba el aire y desvió la mirada imperceptiblemente.
- I-Iré enseguida.-, tartamudeó Misao, y entonces el ninja vio que estaba más sonrojada de lo que la había visto nunca. Asintió y cerró el shoji lo más seguro que pudo, sin embargo, se detuvo dos pasos después y se observó. Era cierto que tenía una erección enorme en ese momento, pero por la forma en la que estaba, Misao no podía haberla visto. Entonces, por qué estaba tan avergonzada? Sabría acaso que la había visto en el baño? Si era así, por qué se sonrojaba ahora y no horas antes, cuando le sirvió el té?
Suspiró. Esa erección era difícil de disimular con esa sencilla yukata, por lo que decidió evitar la cocina e ir al templo por el camino del bosque. De todas formas, no tenía hambre.
Estaba dando la vuelta al Aoyia cuando escuchó a Omasu hablando con Okina cerca de la ventana en la habitación del primer piso.
- ... Y por qué ahora además?-
- Dice que es su derecho recibir la formación correspondiente y que es la okashira.-
- En eso tiene razón, pero Aoshi prohibió específicamente que se la instruyera en esa área-
- Aoshi ya no es el okashira, Okina. -
- No, pero seguro quiere probar de mi pastelito primero, y no seré yo quien se lo impida. Casi me mata una vez. No voy a arriesgarme de nuevo.-
La conversación continúo, pero Aoshi creyó saber de qué venía la mano y se ocultó en las sombras. Vio a Misao salir del despacho y esperó a que ingresara en la cocina para colarse en la habitación a oscuras. Observó los pergaminos todavía desordenados en el suelo, y confirmó sus sospechas.
Regresó del templo cerca de la medianoche. Había estado pensando en lo que había descubierto la noche anterior, y por mucho que le pasaba, tenía que admitir que Misao tenía razón . Ella era una Kunoichi sin entrenamiento formal. Y era la Okashira. Eso la ponía en peligro constantemente porque eso de que eran tiempos de paz era relativo para los civiles, y una mentira para ellos.
También Okina tenía razón. No toleraba la idea de que alguien pudiera entrenarla en las artes amatorias. Por eso lo había prohibido. Claro que en ese entonces se debía a razones bien distintas de las de ahora, pero la prohibición seguía siendo válida.
Estaba hambriento. La noche anterior no había cenado y hoy Misao no le había llevado el té. Eso solo pasaba cuando su protegida se obsesionaba con alguna cosa. Y al ver que había luz en el despacho, supo que efectivamente, era lo que había ocurrido.
Fue a la cocina y encontró dos platos de comida. Eso quería decir que ella tampoco había cenado. Preparó té y se dirigió al despacho.
Descorrió el shoji sin llamar. Misao dió un salto y arrojó lo que tenía en la mano de la sorpresa.
- Aoshi Sama! Qué hace aquí? Qué está haciendo?- preguntó nerviosa al verlo entrar la bandeja.
- No comiste. Tampoco yo.-
- Oh! Bueno, podríamos ir a la cocina...este... Yo...-
- Descuida. Ya leí todos esos rollos. No voy a sorprenderme.-
La cara de Misao se incendió y deseó que se la tragara la tierra. Aoshi creería que era una pervertida. Y una niña, porque si no, por qué buscaría ese tipo de información?
Aoshi se acercó con la bandeja y quitó algunos pergaminos para hacer espacio. Miró uno antes de hacerlo a un lado.
"Poses estáticas de placer"
- Aoshi... No es lo que...-
- No hay de qué avergonzarse, Misao. Eres una mujer, o no?-, dijo mientras disponía los platos sentado del otro lado de la bandeja.
Misao asintió. ¿Una mujer? Sentia que Aoshi podría estar siendo irónico, pero no sabía cómo responder.
- Eres la Okashira. Sin embargo, tu formación es deficiente en muchos aspectos. No me malinterpretes. Has hecho por ti misma más que cualquier otro ninja.-
Misao lo miró perpleja. Todavía no entendía si debía ponerse a la defensiva, ofenderse, o llorar ante el reconocimiento de Aoshi, que continuó hablando mientras preparaba el té.
- Son tiempos de paz, pero no estamos exentos de ataques, tú lo sabes. Lo de Shishio no fue una excepción. Nunca quise que lucharas, pero has elegido tu camino y lo has transitado. Si quieres conservar el puesto de Okashira debes prepararte como corresponde.-
Misao asintió. Aoshi iba a decirle que renunciara. Sabía que tarde o temprano pasaría. Qué debía hacer? Si Aoshi volvía a ser el Okashira se iría de nuevo? Y si no lo era, se quedaría?
Aoshi le tendió la taza y le sostuvo la mirada.
- Lo que buscas no está en esos pergaminos. Necesitas un instructor. -
Misao tragó saliva.
Sus manos no se tocaban, pero ambos sujetaban la taza al mismo tiempo.
- Yo puedo enseñarte si quieres.-, dijo viéndola directo a los ojos, con la expresión sería de siempre y, sin embargo, con cierto aire intimo. Y abandonó la taza.
- En- enseñarme a co...-
- Enseñarte el placer. A darlo y a recibirlo. Si sabes cómo hacerlo, el placer puede serte más ventajoso que las mejores armas, más efectivo que la peor tortura y más útil que una buena droga.-
- ¿Qué pasa con el entrenamiento físico?-, preguntó dispuesta a conseguir el máximo provecho de esta conversación
- Hay 4 onis activos en el Aoyia. Entrena con ellos.-
- No quieren. Siempre están ocupados.-
- Ordénaselo. Eres la Okashira.-, dijo ocultando una leve sonrisa con la taza.
- Ellos no son tan buenos como tú.-
- Me tuteas.-
- Tú a mí. Y soy la okashira.-, dijo y rió. - Ya. Enserio, Aoshi Sama. Me entrenas? -
Aoshi la observó un instante.
- Tal vez no quieras verme después de las primeras lecciones de placer.-
Misao tragó en seco y bajó la mirada.
- Cree que no estaré a la altura?-
- Si así fuera, no te lo ofrecería.-
- Entréneme en ambas cosas o le ordenaré a alguien más que lo haga.-
Aoshi hizo una mueca parecida a una sonrisa conforme. Definitivamente Misao no era una niña.
