DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Jgaff. Yo solo me adjudico la traducción.

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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 2

Los ojos de Bella se ensancharon mientras Edward gritaba. Se encogió ante la mirada de furia que lanzó en su dirección, se tambaleó hacia atrás, contemplando huir de su rabia. Este no era el dulce y amable chico que ella había conocido en la preparatoria, pero no podía culparlo. Nerviosamente, jugueteó con la correa de su bolsa. Tomó todo su coraje devolverle la mirada, su mandíbula tensándose mientras luchaba contra las ganas de llorar.

Había pasado por muchas emociones durante los últimos días. Ver a Edward, después de tanto tiempo, estaba enloqueciendo su mente sobrecargada. Lucía como si acabara de salir de la cama. Su cabello estaba despeinado, yendo hacia todas las direcciones, su mandíbula tenía barba, creando sombra en sus mejillas y barbillas. Su pecho era más amplio. Podía ver sus músculos definidos bajo el algodón de su playera, su esbelto abdomen estrechándose en sus caderas.

No había necesidad de decirlo, los años habían sido jodidamente fabulosos para Edward Cullen. Juzgando por su carrera en ascenso, y su actual espacio, no podía negar su éxito. Sin embargo, él no era el hombre que ella solía conocer. Demonios, ella tampoco era la mujer que él solía conocer, estaba lejos de serlo.

En ese entonces, no había un día que pasara sin que él la saludara con un enorme abrazo, usualmente besando su cabeza. Honestamente, justo en este momento, le vendría bien uno de esos abrazos. Consuelo era algo que ella no tenía derecho a pedirle, especialmente después de la bomba con la que lo había atacado.

—Edward, lo siento tan jodidamente tanto. —Parpadeó frenéticamente, tratando de alejar las lágrimas antes de que se derramaran—. Pensé que estaba haciendo lo correcto.

—Lo correcto hubiera sido contactarme hace siete años. —Edward nunca había estado tan malditamente furioso en su vida. Mirando a la mujer que había adorado en la preparatoria, su mandíbula se tensó mientras reprimía el impulso de sacudirla sin control. ¿Cómo alguien podría justificar mantener alejado a un hijo de su padre? Ni siquiera intentando entender su razonamiento, él se alejó, yendo hacia la ventana para mirar hacia la ciudad. Sus pensamientos se enloquecieron mientras escaneaba las concurridas calles de Nueva York. En algún lugar de abajo, un claxon sonó, aun así él no lo escuchó—. ¿En dónde te estás quedando?

Ella estaba tan hermosa como siempre. Edward alejó la mirada; de otro modo, la estaría mirando como un adolescente enamorado. Él recordó la primera vez que la había visto en literatura. Lo había cautivado durante todo el segundo año. Su esencia lo había golpeado desde el otro lado de la habitación, haciendo que fuera imposible que él se concentrara en el profesor, todos sus pensamientos se fueron hacia Bella Swan. Finalmente, tomó confianza para invitarla a salir. Recordó la emoción acelerando su pecho cuando ella asintió, demasiado asombrada como para hablar.

Hoy, ella tenía su cabello amarrado en una sencilla coleta, aun así los ondulados mechones caían por su espalda baja. Era difícil de creer que hubiera tenido un bebé, considerando que su cintura era del ancho de sus dos manos juntas. Su nariz era una afilada pendiente, llevando hacia unos labios perfectos, su labio inferior era más lleno… más besable. Habían hecho mucho de eso en aquel entonces.

Cuando ella no contestó, él se giró de mirar el tráfico de abajo para enfocarse en ella. Su tono duro llenó el espacio entre los dos.

—¿Bella?

Bella parpadeó contra las lágrimas, sollozando, limpió sus ojos con el dorso de su mano.

—No lo sé… agoté mis fondos al venir aquí.

—¿Qué hubieras hecho si me hubiera negado a verte, Bella? ¿Dormir en las jodidas calles? —Desde que tuvo éxito con su carrera musical, la gente del pasado salía de repente como hotcakes, y descifrar sus intenciones era muy cansador. Si no acabara de ver la prueba de su hijo en el teléfono de Bella, de verdad hubiera cuestionado su sinceridad. Exhalando un cansado suspiro, él dijo—: Chicago quizá te hizo dura, pero Nueva York pateará tu trasero, Bella.

—Edward, el único pensamiento que tenía era conseguir ayuda para Micah. —Mordiéndose el labio, estudió al hombre que había robado su corazón años atrás. Muy en su interior, ella aún tenía este loco anhelo por él, nadie se había podido comparar con su amor de la preparatoria. El hombre parado frente a ella se había endurecido a través de los años, su temperamento era un reflejo rápido, ya no había dulzura. Mirándolo con dureza, susurró—: ¿Qué te pasó, Edward? Solías ser muy…

—Ingenuo —terminó él por ella. Sus dientes apretados cuando se giró hacia ella—. ¿Cómo debería actuar exactamente? La única persona en el mundo en quien confiaba con mi vida, esconde a mi hijo de mí.

—No escondí nada, Edward. Tampoco es como si tú me hubieras buscado. —El temperamento de Bella creció, el calor inundando sus mejillas mientras ella lo estudiaba—. No quería interrumpir…

—Debiste haberlo hecho, Bella. Yo hubiera estado ahí. Micah podría haber tenido un padre, y tú no tendrías que haber padecido para alimentar a mi hijo. —Yendo hacia la encimera, tomó una cajetilla del mármol negro y sacó un cigarrillo. Encendiéndolo, pausó a la mitad, su mirada yendo hacia ella—. Dime que él nunca pasó hambre… o no tuvo una jodida cama caliente.

Las cejas de Bella se alzaron ante su suposición. Desde que Micah nació, ella había hecho todo en su poder para proveer para él, y resentía su suposición de que ella había fallado de algún modo. Había hecho lo mejor que había podido.

—Edward, ¿qué clase de madre crees que soy? Nunca dejaría que mi hijo no comiera, incluso si tuviera que darle el bocado de mi jodida boca. Él nunca pasó frío, hambre o le hizo falta algo.

Ligeramente complacido con su declaración, le dio un corto asentimiento con la cabeza, dando una larga calada al cigarrillo. Exhalando el humo, Edward fue hacia la cocineta.

—¿Quieres algo de beber? ¿Tienes hambre?

Bella quería rehusarse, pero su estómago rugió ante la mención de la comida. No había estado bromeando cuando le dijo a Edward que había usado lo último de sus fondos para llegar aquí. Incluso una hamburguesa de McDonald´s se salía de su presupuesto en este punto. Mirando un plátano en la encimera junto a su refrigerador, ladeó la barbilla.

—¿Puedo tener ese plátano?

Asintiendo, él lo tomó de la encimera y cruzó el espacio que los separaba. El músculo en su mandíbula se movió mientras le pasaba la fruta a Bella. Cuando sus dedos rozaron los suyos, una corriente de reconocimiento pasó por su brazo. Sorprendido por la inesperada sensación, él rápidamente se alejó de su toque.

—Hay un menú en la mesita de café. Puedes pedir lo que quieras. Tienen una de las mejores ensaladas que he probado.

Con voracidad, Bella peló el plátano y tomó un gran bocado. Masticando la fruta, tomó el menú que él había indicado y se desplomó en el sofá. Un ligero remordimiento invadió a Edward cuando notó lo rápido que ella estaba comiendo la fruta en su mano. Dado que la existencia de Micah lo estaba abrumando, apagó su cigarrillo antes de sentarse en la silla.

—Y, ¿qué pasa cuando encontremos a Micah, Bella?

Bella dejó de ver el menú que había estado leyendo.

—Ustedes pueden verse y pasar tiempo juntos. No lo mantendría intencionalmente alejado de ti.

Un silencio amargó se instaló entre ellos. Edward mordisqueó la punta de su pulgar mientras la estudiaba. Su dedo se alzó mientras la señalaba.

—Pero lo hiciste… y solo conocerlo y pasar tiempo juntos no será suficiente, Bella.

Sus ojos se ensancharon cuando su significado fue claro. El menú se cayó de sus manos y flotó bajo la mesita de café.

—¿Estás diciendo que me quitarás a mi hijo?

—No, no en lo absoluto —le informó. Edward se inclinó, sus codos yendo a descansar en sus rodillas, sus dedos rascando sobre su barba—. Eres más que bienvenida para quedarte también. Sin embargo, mi hijo no dejará esta ciudad, Bella.

Bella no podía creer lo que escuchaba. Había venido con él necesitando ayuda, y ahora él la estaba amenazando con quitarle a su hijo.

—Tú fuiste quien me dejó, Edward… no actúes como una jodida víctima en esto.

—Dejé el maldito hotel para comprar café. En el segundo en el que puse un pie afuera, un policía me arrojó a la parte trasera de una jodida patrulla y me llevó con mis padres, quienes me estaban esperando en el aeropuerto. Me pusieron en un avión y me llevaron a Florida. —Edward siseó mientras hablaba, sus brazos moviéndose mientras gesticulaba al hablar—. No abandoné a nadie. Regresé después de que robé la tarjeta de crédito de papá. Cuando llegué ahí, tu madre no me dejó hablar contigo, dijo que estabas visitando a tu padre.

Un poco de la lucha en ella se fue mientras lo miraba. Considerando lo agitado que estaba poniéndose, creyó lo que decía. En voz baja, se mordió el labio antes de hablar.

—Estaba en mi habitación, Edward. No dejé mi habitación por una semana cuando desapareciste. Dos meses después, me hice una prueba de embarazo y ella me echó.

Pausó, mirándola por un largo minuto. Todo el tiempo que él había estado discutiendo con su madre en la puerta principal, ella había estado en su jodida habitación, a tan solo unos pasos de distancia. Él le había rogado a la maldita mujer por la dirección del papá de Bella, pero la bruja no dijo nada. El asombro causó que Edward sacudiera la cabeza. Todo estaba tan jodido. No queriendo pensar en toda la mierda, apretó los dientes con frustración.

—Como sea, Micah se quedará aquí —señaló con poder en la voz—. Puedes quedarte aquí con él o…

—No me iré sin mi hijo. —Bella lo miró mal desde donde estaba sentada. El pensar en salvar a su hijo, solo para perderlo al final, era inaceptable. El problema era que ella era terriblemente pobre y no tenía el dinero para una batalla legal con Edward—. No puedes pretender criarlo en un jodido hotel, Edward. Esa no es vida para un niño.

—Tampoco lo es en Deadwood, Dakota del Sur. —Encogiéndose de hombros, señaló hacia una puerta cerrada del otro lado de la habitación—. Esa es una habitación vacía que puedes usar mientras estás aquí. Cuando encontremos a Micah, buscaremos algo más adecuado.

Bella siseaba con incredulidad. Él le había quitado todo poder de decisión. Estaría maldita si dejaba que Edward o quien sea la separara de su hijo, pero meterse en una batalla de custodia con Edward no era posible.

—Bien… después de que encontremos a Micah, decidiremos qué hacer.

Edward se alzó de la silla. El aroma del perfume de Tamara estaba en su playera, y de repente sintió la necesidad de tomar una ducha.

—Ordena algo para comer. Cuando termine en la ducha, llamaré a Billy. Tendré que cancelar mi sesión en el estudio de esta tarde. El viernes está a tres días de distancia y parece que quizá tenga que visitar el banco.

Estaba cerca de la habitación cuando se detuvo, mirando por encima de su hombro.

—¿Cuándo es su cumpleaños, Bella?

—Nació el 10 de febrero de 2013. —Su respuesta debió haberlo complacido, porque entró a la habitación y cerró la puerta. Al estar sola, exhaló con profundidad, una lágrima resbalando por su mejilla mientras el rostro de su hijo pasaba por su mente.

Habían pasado cada día juntos durante los últimos siete años. Lo extrañaba más de lo que pudo haber imaginado. Tan pronto como la puerta de Edward se cerró, todas las emociones que había estado conteniendo salieron. Los sollozos sacudieron su torso, sus brazos envolviéndose sobre sí misma mientras el dolor atravesaba su pecho.

No podría quedarse aquí en Nueva York con Edward, ¿o sí? Dejar a Micah atrás simplemente no era una opción, decidió, mientras las lágrimas se deslizaban por sus mejillas. Tragando con fuerza mientras la emoción apretaba su pecho, se puso de pie y caminó sin descanso por la habitación. Deteniéndose en la ventana, escaneó el movimiento de abajo, tratando de imaginar a su hijo creciendo en la ciudad de Nueva York, de entre todas las ciudades.

Cuando escapó del gueto, se había prometido a sí misma que su hijo no crecería de la forma en la que ella lo había hecho. Lo que Edward estaba proponiendo, sin embargo, no involucraba las calles. Ella quería que él tuviera un jardín y un cachorro, no autobuses y taxis en su patio trasero.

Edward no la había abandonado años atrás. Él había vuelto por ella. Micah pudo haber tenido un padre. Ella no hubiera tenido que hacer todo sola. Tanto tiempo perdido. Sacudiendo la cabeza mientras la furia hacia su madre apretaba su garganta, cerró los ojos con fuerza, queriendo sentir la calidez de los brazos de su hijo alrededor de su cuello.

Tomando su teléfono de su bolsillo, miró los grandes ojos dorados de Micah; él era lo importante ahora. Si algo le pasaba, ella no podía imaginar seguir respirando. Bella sollozó ante las lágrimas que picaban sus ojos, su dedo trazando las pequeñas facciones de Micah, su corazón latiendo con dolor. Pronto estarían juntos de nuevo.

Sin parar, él caminó por su habitación, su mente revuelta con toda esta nueva información. De verdad, él no podía comprender todo lo que acababa de suceder. Todo lo que sabía era que había una pequeña persona allá afuera que lo necesitaba. Micah. Su jodido hijo.

Edward podía escuchar los sollozos de Bella penetrar las paredes de su habitación cuando cerró la puerta. Tomó cada fibra de su cuerpo contenerse de dejar la habitación y abrazarla. Su corazón se apretó en su pecho ante el sonido. Incapaz de soportarlo, tomó una toalla y se dirigió al baño.

Edward cerró la puerta del baño, su peso cayendo contra ella, completamente perdido en sus pensamientos. Se había ido a la cama anoche sin una responsabilidad real, y esta mañana despertó siendo padre. Pinchó el puente de su nariz, tratando de liberarse de la ansiedad creciendo en su pecho. Su mano pasó por sus cansadas facciones mientras tomaba su teléfono de su bolsillo. Agachado contra la puerta del baño, él pasó por sus contactos hasta que encontró a Emmett, y presionó el botón de llamar.

—Maldición, idiota —gruñó Emmett mientras contestaba—. ¿Tienes una jodida idea de qué hora es aquí?

—Sí, son como las cuatro —dijo Edward, mirando rápidamente su teléfono para ver la hora—. Levántate. Necesito que me encuentres en Deadwood, Dakota del Sur, en unas horas.

—¿Para qué demonios? Tengo práctica más tarde esta mañana. El entrenador no me dejará iniciar si no voy a la práctica.

—Creo que los San Francisco 49ers pueden sobrevivir un juego sin ti. Tu sobrino debería ser más importante que un juego de fútbol. —Edward se alzó de su posición, moviéndose para aliviar la presión de sus muslos mientras hablaba.

—Hombre, es jodidamente temprano para que estés hablando en círculos. ¿Cuál maldito sobrino?

Edward se mordió el interior de la mejilla. Su mano libre pasó por su cabello antes de caer a su costado.

—¿Recuerdas a Bella Swan?

—¿Bella, quién?

—La chica con la que salí en la preparatoria —gruñó Edward al teléfono—. Ya sabes, la que llevé al baile de graduación.

—¿Hace cuánto jodido tiempo fue eso? Apenas y recuerdo lo que desayuné ayer.

—Eso no importa, hombre. Aparentemente, Bella se embarazó la noche que pasamos juntos. Tengo un hijo, hombre. Su nombre es Micah.

—¿Cómo es que siquiera sabes que es tuyo, Edward? Ella podría estar tras dinero…

—Quizás pensé eso también, pero él luce justo como yo, hombre. No hay posibilidad de negarlo, Emmett.

—¿En serio?

—Hombre, alguien lo secuestró, y lo están reteniendo por un rescate. Necesitamos ir para allá tan pronto como sea posible. —La preocupación frunció el ceño de Edward mientras hablaba. Yendo hacia la ducha, giró el grifo hacia el agua caliente, lo más caliente que pudiera soportarla.

—Estoy en el jodido avión, hombre.

Edward presionó el botón de colgar. Quitándose la ropa, se metió bajo el chorro de agua caliente, aunque no hizo nada por calmar sus nervios. Recargó la cabeza, sus ojos cerrándose mientras el agua caliente picaba su cuero cabelludo, sorprendido de que pudiera sentir algo en lo absoluto. Después de que su mundo fue puesto de cabeza, se sentía paralizado. Tomó la esponja y la enjabonó, quitándose el aroma de Tamara de su piel. Una vez que estuvo limpio, cerró el grifo y se estiró por la toalla.

Apresuradamente, Edward se secó y se vistió. Pasando sus dedos por su cabello, Edward abrió la puerta y tomó su cartera y teléfono. Miró alrededor para asegurarse de que tuviera todo antes de abrir la puerta de su habitación.

Bella estaba en la esquina de su sofá. Sus manos estaban acomodadas bajo su barbilla y ella estaba dormida. Una ola de culpa lo invadió. Esta probablemente era la primera vez que había dormido en las últimas semanas. Sin embargo, sin dudarlo se estiró y sacudió su rodilla. Cuando sus ojos se abrieron, él habló.

—Ven, vamos por nuestro hijo.


La verdad esta situación es muy complicada y ni sé por quién sentirme mal: si por Edward, Bella o el pobre de Micah :(

¡Mil gracias a todas por el recibimiento tan bonito para esta historia! Me encantó leer todas sus opiniones y emociones con respecto a esta nueva historia :D

Ahí les van los nombres en los agradecimientos (hace mucho que no escribía tantos, jajaja), gracias a:

Paola Lightwood, Isis Janet, Jade HSos, somas, Yani B, paupau1, Kriss21, Beatriz Gomes2, Leah de Call, Liz Vidal, Melany, Chus, bealnum, Vianey Cullen, tulgarita, kaja0507, arrobale, Adyel, Tata XOXO, Car Cullen Stewart Pattinson, LadyRedScarlet, nataliastewart, alejandra1987, ELIZABETH, Yaly Quero, RAQUE, jenni317, Maribel 1925, soledadcullen, Twilight all my love 4 ever, saraipineda44, Lady Grigori y los Guest :D

Muchas gracias a todas :´) por favor, sigan dejando sus reviews, estoy muy emocionada por conocer sus opiniones ;)

¡Nos leemos pronto!