DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Jgaff. Yo solo me adjudico la traducción.

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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 3

Después de recoger el dinero para el rescate del banco, y llamar a su equipo de seguridad, Edward ingresó al aeropuerto. Conduciendo hasta la pista, en donde su jet privado esperaba su llegada, estacionó el auto.

—Llegamos. Paul y sus hombres deberían estar aquí…

Justo mientras hablaba una camioneta negra con vidrios polarizados se estacionó junto a él. Mirando mientras su equipo salía de los confines de un sedán, abrió su puerta, mirando hacia Bella. Casi se inclinó para sentir su pulso, ella estaba muy pálida con círculos oscuros debajo de sus ojos. Conteniéndose, sus labios hicieron una ligera mueca, un siseo hizo eco en al auto.

—Lista, Bella.

Ella no habló, simplemente abrió la puerta y salió del auto. Mirando el jet ante ella, bufó en incredulidad. Era difícil de creer que un chico del gueto adquiriera tanta riqueza que fuera capaz de comprar un avión, aun así la prueba brillaba bajo la luz del sol.

Rodeando el auto, se mantuvo cerca de su lado mientras él tomaba la bolsa de la cajuela y se la arrojaba al monstruo que había intentado bloquear su entrada al hotel esta mañana. Sus brazos se cruzaron por encima de su pecho mientras se giraba hacia la escalinata para subir al avión.

Bella miró alrededor del extravagante avión con asombro. Ser del lado sur de Chicago, y luego mudarse a un pequeño pueblo como Deadwood en Dakota del Sur no la había preparado para tal elegancia.

Un brillo de luz se reflejaba en las relucientes paredes, resaltando los asientos de cuero, dejando un largo espacio entre cada fila. Al centro del avión estaba una mesa dorada anclada al piso, las sillas a su alrededor estaban una frente a la otra, haciendo que las reuniones o las visitas fueran más fáciles. Alfombras perfectamente blancas adornaban el pasillo, mientras que el azulejo yacía bajo la mesita de café. Bella estaba segura que sería capaz de ver su reflejo en su brillante superficie si miraba hacia abajo mientras caminaba.

Hasta este punto solamente había visto cosas como estas en las películas. Mientras que ella había estado sudando y esclavizándose para criar a Micah, Edward había estado viviendo el sueño americano. Incluso aunque la elegancia que veía la maravillaba, no sentía envidia real, decidió. Bella no cambiaría ni un momento de su tiempo con Micah por todo el dinero del mundo. Sin embargo, Micah merecía mucho más de lo que ella podía adquirir por sí misma. Ella había sido descuidada en su decisión de mantenerlo separado de su padre.

Sin embargo, crecer como Micah lo había hecho lo haría humilde una vez que él obtuviera las partes más elegantes de la vida. Él era un niño tan dulce, feliz con las pequeñas cosas, agradecido en lugar de tomar las cosas por sentadas. Si él hubiera sido criado con todos estos lujos, hubiera sido difícil que él apreciara todas estas cosas más tarde.

Aún se sentía como un ser humano terrible. Nada de lo que alguna vez hiciera o dijera, podría reemplazar el tiempo que ella le había robado a Edward para que conociera a su hijo. Mientras que el hombre que ella había conocido se había endurecido desde la última vez que lo vio, el que estuviera tan listo para ayudar sin demasiadas preguntas, hablaba mucho de su personalidad. Él no estaba tan perdido como ella inicialmente había sospechado. Su enojo hacia ella era completamente entendible, sus acciones hasta este punto eran imperdonables.

Recargándose contra el asiento debajo de ella, acomodó su coleta por encima de su hombro, quejándose cuando algunos mechones tiraron de su cuero cabelludo. Estaba tan ocupada luchando con su cabello, que no se dio cuenta de que uno de los guardaespaldas de Edward había tomado asiento junto a ella hasta que su brazo rozó contra su hombro. Alejando su brazo del descansabrazos, le lanzó una mirada, sorprendida por la mirada en sus ojos. Si ella no estaba malentendiendo su expresión, parecía haber un ligero interés en esos ojos cafés.

—Lo siento, debí haber sido más cuidadoso. Soy Paul Lahote, uno de los agentes trabajando en el caso de tu hijo. —Los ojos de Paul pasaron por la mujer junto a él. Ella era impresionante con los pómulos ensanchados y la nariz respingada. Trazando la línea de su mandíbula, se enfocó en sus ojos marrones—. Estoy seguro que lo encontraremos pronto. Ten por seguro que haré todo lo que pueda para traerlo a casa.

—Gracias, Paul. Espero que tengas razón. Nada más importa —exclamó, presionando sus labios juntos en un intento por sonreír. Cuando las esquinas de sus labios se rehusaron a reconocer la orden de sus labios, dejó salir un suspiro resignado. En un intento por aliviar algo del miedo en su mente, miró alrededor antes de enfocarse de nuevo en Paul—. ¿Cuánto tiempo llevas trabajando para Edward?

—Serán tres años en un par de meses. —Paul rodó los hombros para aliviar la tensión en sus músculos antes de acomodarse en su asiento. Ladeando la cabeza en su dirección, él preguntó—: ¿Qué tipo de trabajo haces?

Bella sintió un cosquilleo en su piel, llevando su atención hacia un par de filas frente a ella, encontrando a Edward mirándola con atención. Tratando de ignorar su mirada, ella se encogió de hombros.

—Soy mesera en la cafetería del pueblo un par de noches a la semana y acomodo los estantes en el supermercado. Nada importante en realidad.

—Oye —comenzó, recorriendo sus delicadas facciones. Su mirada se detuvo en sus labios antes de continuar—. Paga las cuentas, ¿cierto?

Inclinó la cabeza con una ligera risa.

—Claro… puedes decir eso.

El hombre sentado junto a ella era muy apuesto con su piel rojiza y cabello negro. Estudiando sus facciones, sintió una emoción recorrerla. Desde que había concebido a Micah, se había enfocado exclusivamente en criarlo. Demonios, no había tenido una cita desde la preparatoria. Tener alguien tan atractivo interesado en conversar con ella despertaba su necesidad de compañía humana. Por supuesto, si su hijo no estuviera perdido y su amor de la preparatoria no estuviera taladrando un agujero en su frente con su mirada, quizás hubiera podido disfrutar más de la atención.

Edward estaba en un dilema. Quería ponerse de pie y cruzar el espacio que lo separaba de Bella y demandar que Paul se fuera de su lado. Y si él no pintaba ser un idiota celoso, entonces lo sería. En su lugar, sin embargo, se quedó enojado mientras ella hablaba con su agente como si él no existiera. No estaba seguro de qué lo enojaba más, la sonrisa contagiosa de Paul o la respuesta de Bella ante la misma.

Bien. Definitivamente la respuesta de Bella, Edward decidió mientras su estómago se removía. Cuando los labios de ella se alzaron en una sonrisa dudosa, sus fosas nasales se ensancharon con enojo, aun así su reacción fue cautelosa. Él no tenía ningún derecho sobre ella, pero su mente y cuerpo estaban gritando, mía.

Ella era suya, a pesar de todos los secretos y mentiras entre ellos. Ella era suya. Pero no lo era y no lo había sido por mucho tiempo. Aun así mientras la rodilla de Paul rozaba la de Bella, el vello en sus brazos se erizó y el calor llenó su pecho.

—Y, ¿qué pasará cuando encontremos a Micah? —Paul quiso saber, inclinándose un poco más cerca de Bella—. ¿Te quedarás en Dakota del Sur o volverás a Nueva York?

—Ella se quedará conmigo —comentó Edward, su tono más duro de lo que había pretendido. ¿Podrías ser más idiota?, se preguntó. Edward se removió incómodo en su asiento, su mirada fija en la expresión sorprendida de Bella, su ceja alzada en una silenciosa pregunta. Él realmente no había querido entrometerse en su conversación, las palabras simplemente salieron de su boca. En ese momento, quería meter su puño en su boca. Suavizando su voz, él intentó recuperarse de la amargura con la que había hablado—. ¿Cierto? ¿Te quedarás conmigo?

—Sí —dijo con una mueca, su mandíbula tensa ante el recordatorio. Edward no le había dado muchas opciones al respecto—. Sí, me quedaré en Nueva York…

—Genial. ¿Te parece si te llamo alguna vez?

Usualmente, Paul mantenía las cosas estrictamente profesionales entre él y sus clientes. Sin embargo, había algo acerca de Bella que lo llamaba. En especial le gustaba el rubor en sus mejillas, decidió, luchando contra el deseo de tocar su piel de porcelana.

—Hombre, ¿podemos enfocarnos en encontrar a mi hijo antes de que empieces a coquetear con mi ex? —Edward quiso saber, esta vez sin intentar suavizar su ira—. Quiero decir, ni siquiera hemos dejado de tocar la tierra aún…

—Lo siento, jefe. No quise molestar. Solo… —Paul dejó de hablar, y mientras un silencio incómodo se instalaba en el lugar, él saltó de su asiento. Con una mirada de disculpa hacia Bella, habló—: Quizá podamos hablar después.

Bella mordió su labio nerviosamente, su barbilla alzándose mientras lo miraba.

—Sí… de acuerdo.

La culpa se apoderó del rostro de Bella y Edward se sintió como el idiota que había estado evitando tratar de ser. Él no tenía derecho de decirle con quién hablar o de sentir celos, pero descubrió que aun así lo sentía. Cuando regresó a Chicago para hablar con Bella y falló en su misión, él debió haber hecho un mayor esfuerzo. En su lugar, había metido la cola entre las piernas y se había ido a casa sin mirar atrás.

—Mira, Bella, no quise…

—Sí, lo hiciste. —No había razón para suavizar nada. Él había sentido celos, y había escuchado la evidencia en su voz. Considerando su reacción con Tamara esta mañana, no podía culparlo. Sin embargo, eso no significaba que ella quisiera discutirlo—. Está bien. Tienes razón; deberíamos concentrarnos en encontrar a Micah y preocuparnos del resto después.

Con eso en mente, Bella sacó su teléfono de su bolsillo y pasó por sus contactos. Encontrando el número de Jessica, ella presionó el botón de llamada y llevó el teléfono a su oreja, efectivamente silenciando cualquier respuesta que Edward pudiera tener.

—Hola, Mike, ¿está Jess?

Jessica era su mejor amiga en todo el mundo. Desde que se conocieron cuando ella había llegado embarazada y sola a Dakota del Sur, habían sido inseparables. Después de que tuvo a Micah, Jess había sido su más grande apoyo, frecuentemente cuidándolo por casi nada a cambio. Aunque Bella tampoco tenía mucho dinero para pagar por sus servicios. Ese era el tipo de persona que Jessica era, siempre ayudando sin pedir nada de vuelta. Algunas veces, Bella se sentía terrible por no ser capaz de pagar su generosidad.

Cuando Jess se casó con Mike, su relación cambió. Su mejor amiga usualmente tenía poco tiempo, si no es que nada, para ella. Su actitud usualmente animada se había transformado en la de una persona que ella casi no conocía, no había un día en el que su amiga no estuviera deprimida y callada. Aun así, sin muchas opciones para Bella, Jess aún cuidaba a Micah por ella.

—Se fue a la tienda hace una hora. Debería volver pronto —contestó Mike.

—No es normal que ella deje su teléfono —notó Bella, acomodando el cinturón de seguridad en su regazo y abrochándolo mientras el avión comenzaba a despegar.

—Sí, bueno, ella es una persona olvidadiza. Descuidada como un murciélago. —Mike rio al teléfono—. Siempre se lo digo; olvidaría la cabeza si no la tuviera pegada al cuello.

Bella no regresó su humor. Si Mike hablaba así de Jess con sus amigos, era difícil decir cómo la trataba cuando estaban solos. El músculo cerca de su sien punzó con enojo, sus dientes apretándose mientras contenía el deseo de decirle en donde podía metérselo.

—Solo llamaba para ver si alguien había escuchado o visto algo relacionado con Micah.

—Nope. —Su respuesta no tenía ningún tipo de simpatía en su tono—. Puedo decirle a Jess que llamaste cuando vuelva. Ahora estoy ocupado…

—Sí, está bien… —La línea se cortó antes de que Bella pudiera terminar de hablar. Perpleja, Bella miró la pantalla de su celular con expresión confundida—. Eso es extraño.

Edward dejó de mirar por la ventana.

—¿Qué es extraño?

Sacudiendo la cabeza, Bella trató de entender la apresurada retirada de Mike del teléfono.

—Jess… ella nunca sale de la casa sin su teléfono. Mike, su esposo, básicamente colgó después de que pregunté acerca de Micah…

Edward contempló su explicación. Mordisqueando su pulgar, él mordió su uña y sacó su dedo de su boca.

—¿Es posible que Mikey tenga a nuestro hijo?

—No lo había pensado —contestó con un bufido mientras consideraba la posibilidad—. Si estuviéramos hablando de Jess entonces diría que no. Mike, por el otro lado, nunca me ha agradado… él no es un buen tipo.

—¿Acaso los policías no registraron su casa cuando Micah desapareció? —El pensamiento de los policías siendo blandos con su deber lo enojaba. Se suponía que protegían a los inocentes. ¿Quién era más inocente que un niño de siete años?—. Pensarías que sí…

—Edward, deben tener una causa probable para registrar su casa. No había testigos que dijeran que, Jess o Mike, tuvieran algo que ver con la desaparición de Micah. —Cuando comenzó a pensar en su hijo ahí afuera solo y asustado, Bella lloró de nuevo. Queriendo con desesperación que esta sensación de impotencia se fuera, limpió sus ojos—. Si ellos tienen a Micah…

Viéndola a punto de llorar, Edward se alzó de su asiento y cruzó el espacio entre ellos. Por primera vez desde que se apareció en su puerta, él se estiró por ella, su mano apretándose alrededor de la suya. Apretando sus dedos en un firme agarre, él le pidió que lo mirara. Cuando sus ojos llenos de lágrimas se encontraron con los suyos, él le ofreció una sonrisa de calma.

—No te preocupes, Bella. Lo encontraremos… lamento haber sido tan idiota antes. Es solo que estaba sorprendido.

—Edward, soy yo quien lo siente. Debí haber intentado contactarte antes. —Nada de lo que ella hiciera alguna vez corregiría los errores en esa situación—. No era mi intención mantenerte alejado de Micah… estaba asustada. No hubiera podido soportarlo si lo rechazabas.

—Nunca hubiera… —El pecho de Edward se apretó ante el pensamiento.

Bella se encogió de hombros, sus dedos apretándose alrededor de los de Edward, disfrutando la calidez presionada contra su palma. Su toque aún hacía que su pulso se acelerara, el calor subía por su brazo, esta loca necesidad de entrelazar sus dedos con los suyos era casi abrumadora.

—Ahora lo sé.

Cuando su mano se aflojó y la retiró, ella quiso protestar, mordiéndose el labio para evitar vocalizar esta necesidad creciendo en ella. Nerviosamente, lamió sus labios mientras miraba sus dedos. Una vez que recuperó el control, llevó sus ojos a los suyos antes de hablar.

—Como sea, lamento todo… desearía que pudiéramos volver en el tiempo.

—No podemos volver, Bella. —El arrepentimiento era aparente en su tono. Demasiado había sucedido entre ellos. Demasiado no había sucedido entre ellos. Incluso aunque él estaba dispuesto a intentarlo y perdonarla por ocultarle lo de Micah, no se podía olvidar algo de tal magnitud.

Su cuerpo gritó cuando él se puso de pie y volvió a su asiento. No quería nada más que quedarse junto a Bella. Demonios, quería tomarla en sus brazos. Quería abrazarla y nunca dejarla ir. La cordura prevaleció y él aplastó la necesidad creciente dentro de él.

"No podemos volver, Bella". Sus palabras se repitieron en su cabeza. Dolieron. Dolieron más de lo que ella se imaginó que lo harían. ¿Qué demonios pensó que sucedería? ¿Ella llegaría a Nueva York y le diría a Edward de Micah y ellos serían una gran familia feliz? Sí, su mundo no funcionaba de esa forma.

Doblando su brazo, recargó su cabeza contra él mientras se inclinaba hacia la pared. Con un suspiro resignado, miró por la ventana, el pequeño rostro de Micah pasaba por su mente. Siempre y cuando tuviera a su hijo, ella tenía el mundo.


Ay las emociones que causa toda esta situación :(((

¡Mil gracias por sus reviews! Me encanta leer todas sus opiniones y teorías respecto a la historia :)))

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No olviden dejar el suyo y nos leemos muy pronto ;)