DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Jgaff. Yo solo me adjudico la traducción.

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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 4

Bella tenía tanto jet-lag que no era gracioso. Había pasado la mayor parte de la noche anterior en el aeropuerto esperando su vuelo, que había tomado casi seis horas con una escala en Minneapolis, luego había tomado un Uber directo al hotel de Edward. Después de tan solo una hora y media, Bella abordó su segundo avión en menos de veinticuatro horas para otro vuelo de cinco horas. Ahora, estaba sentada en el asiento trasero de un Impala que Sam había rentado antes de que aterrizaran. No había necesidad de decirlo, estaba terriblemente exhausta.

Sí, durmió por una hora en el avión, pero más que nada, la preocupación la mantuvo despierta.

Su padre siendo oficial de policía, era algo bueno cuando una estaba en apuros, encontrando la ubicación de Edward relativamente rápido en la base de datos. Por supuesto, un par de llamadas de estación en estación de policía había sido una ventaja, rastreando sus movimientos a través de la placa de su autobús de gira.

Bella nunca hubiera pensando en todo eso por sí misma. Fuera de sí misma por el dolor de su hijo ausente mantenía cualquier pensamiento racional alejado. Charlie era así de increíble, siempre manteniendo la calma, incluso cuando los otros departamentos se habían rehusado a brindar su apoyo en rastrear a su hijo. Aún no podía entender del todo qué pasaba ahí. La mayoría de las comunidades se unía cuando un niño se perdía, nunca descansaban hasta que el niño era localizado. Dios, esperaba que no fuera para lo peor.

Honestamente, cuando encontró la nota de rescate en su puerta, se había sentido aliviada. Si el secuestrador esperaba recibir algo a cambio de Micah, entonces la posibilidad de que él estuviera herido era mínima. Aunque, no tenía idea de por qué alguien siquiera pensaría en pedir tal cantidad, considerando que ella era bastante pobre. Con ese pensamiento en la mente de Bella, miró hacia Edward por el rabillo del ojo.

¿Quién sabía de su conexión con Edward? Había varias posibilidades en ese aspecto, pero ninguna tenía sentido. Jess sabía… Bella le había contado todo a su amiga antes de la aparición de Mike. La posibilidad de que fuera Jess o Mike no tenía sentido. No lo dudaría de Mike, con el tipo de serpiente que era, pero estaba segura de que se hubiera delatado a lo largo de estas dos semanas. El tipo no era muy paciente o sutil.

Su madre, aunque Bella tenía que preguntarse si la mujer siquiera recordaba que ella existía. La única vez que escuchaba de ella era durante las fiestas decembrinas. Renée ni siquiera se molestó en visitar cuando Micah nació. No había manera de que recordara quién era Edward y mucho menos que conectara las dos cosas.

—¿Bella? —Edward miró hacia Bella, quien parecía perdida en sus pensamientos. Cuando no respondió, intentó de nuevo—. ¿Bella? ¿Tienes hambre? Casi llegamos al pueblo.

En su hotel, él le dijo que ordenara algo del menú, pero cuando entró a la sala de estar, no había rastros de la comida. Estaba bastante seguro de que todo lo que comió fue esa banana. Su frente se arrugó con preocupación cuando ella sacudió la cabeza.

—No tengo hambre.

—Necesitas poner algo en tu estómago antes de que termines enferma —le dijo, girando hacia la salida que llevaba a Deadwood—. ¿Qué quieres comer? Dice que tienen un Arby, Wendy´s…

Incluso aunque quería rehusarse, su estómago rugió. Los labios de Edward se curvaron en una sonrisa de satisfacción, deteniéndose en una luz roja, se giró hacia ella.

—¿Quieres algo de la cafetería? ¿Quizá una hamburguesa o algo de desayunar?

Ahora, su estómago rugía con más fuerza, casi ahogando el sonido de la radio.

—No creo que pueda quedarme quieta en la cafetería. ¿Podemos ir al autoservicio?

—Claro —asintió, sacudiendo la cabeza—. Aún eres tan testaruda como siempre.

—No estoy tratando de ser testaruda, Edward. Es solo que no puedo estar cómoda ahora, ¿sabes? Quiero decir, Micah está Dios sabrá dónde y, estar cómoda de la forma más mínima, es como si no estuviera haciendo todo lo que puedo para encontrarlo. —No esperaba que Edward entendiera lo que quería decir. Solo alguien que hubiera experimentado la paternidad podría comprender la tortura por la que estaba pasando—. Necesito saber que él está bien para estar bien. Justo ahora, no estoy bien.

Un poco de su anterior recelo se suavizó mientras la escuchaba. Podía escuchar el amor y la devoción en su voz. Saber que ella era tan dedicada con este pequeño humano, que él había ayudado a crear, producía esta sensación extraña en su interior. La calidez se extendió por su pecho y tenía esta abrumadora necesidad de reconfortarla, incluso aunque ella le acabara de decir que eso era imposible. Aún necesitando intentarlo, entró en el estacionamiento de Wendy´s y paró el auto.

Moviéndose en su asiento, tomó su mano y apretó sus dedos.

—Bella, recuperaremos a Micah. Tienes que confiar en mí. Los hombres en esa SUV detrás de nosotros ya están formulando planes para asegurarse que encontremos a nuestro hijo. Tienes que cuidar de ti también o enfermarás. Cuando él llegue a casa, necesitará que estés sana.

Bella bufó mientras estudiaba a Edward. Para Edward siempre había sido importante la familia. Todo el tiempo que estuvieron juntos, era Alice hizo esto o Emmett hizo aquello. Adoraba a su madre y a su padre, y estaba segura de que cuando conociera Micah, él sería igual de leal con su hijo. Sin embargo, dejar el bienestar de Micah en las manos de alguien más no era algo a lo que estuviera acostumbrada. Tragando con fuerza, alzó la barbilla en el mejor asentimiento que pudo lograr.

—Lo estoy intentando, Edward. Yo… él es tan… pequeño y… creo que lo necesito más de lo que él me necesita.

—No creo que eso sea cierto, Bells. Cualquier niño sería afortunado de tener una madre que hiciera todo lo posible por recuperarlo, incluso lidiar con un idiota como yo. —Una risa sin humor llenó el auto. Él había hecho todo lo que estaba en su poder para ser un idiota en esta situación. Definitivamente no había hecho que pedir su ayuda fuera algo fácil para ella—. ¿Podrías comer aunque sea una hamburguesa? ¿Papas a la francesa? ¿Un helado?

Sus ojos se ensancharon ante la palabra. Edward siempre le ofrecía uno cuando quería hacerla cambiar de opinión. Él debió haberse dado cuenta de su error porque su mirada cambió. Sin importar lo enojado que estuviera, a él aún le importaba. Aún protestando, su cabeza se ladeó mientras rodaba los ojos.

—Edward…

—No podemos hacer nada más de lo que ya estamos haciendo, Bella. Tengo el dinero, y estamos aquí. —Su mirada pasó por ella, notando su pálida complexión, llena de preocupación—. Esto es todo lo que podemos hacer por ahora. Después de comer, conduciremos por el pueblo y veremos si podemos encontrar testigos. Aunque creo que tendremos que esperar a que ellos nos contacten para dejar el dinero.

—Lo sé —susurró, rompiendo el contacto visual, miró hacia un lugar en el parabrisas. Dándose cuenta de que él no se rendiría hasta que ella accediera a comer algo, gimió incluso aunque su estómago se lo agradeciera—. Bien. Comeré una estúpida hamburguesa.

—Bien. —Casi de inmediato, su mano soltó la de ella. Yendo hacia la palanca de velocidades, puso el auto en reversa y los llevó hacia el autoservicio. Cuando la voz de la chica sonó por el micrófono, él ordenó cuatro hamburguesas pequeñas, dos papas a la francesa, dos Coca-Cola y un helado pequeño.

—Edward, ¿quién se comerá todo eso? —La boca de Bella se abrió por la incredulidad. En un buen día, con suerte comía una hamburguesa y una papa—. Te lo dije… no tengo hambre.

Ante el rugido de su estómago, él soltó una risa seca.

—Sí, de acuerdo. Solo come lo que desees. Siempre y cuando comas algo…

Al final, terminó comiéndose una hamburguesa, unas papas y parte del helado. Gimiendo con descontento mientras la comida expandía su estómago de forma incómoda, pasó sus manos por su hinchado abdomen, arrojándole a Edward una mala mirada cuando él se rio en respuesta.

—No es divertido. Siento como si estuviera a punto de explotar…

—No, no. Haces eso, y solamente te haré comer de nuevo. —Por un momento, las últimas horas desaparecieron, y se sintió como si estuviera mirando a la chica por la que había estado loco en la preparatoria. Sintiendo la familiar melancolía, se aclaró la garganta y alejó la mirada—. Bien. Vamos a dar un vistazo alrededor.

Pasaron los siguientes quince minutos conduciendo alrededor del pueblo. Al no ver nada fuera de lo ordinario, Edward le lanzó una mirada de reojo mientras sacaba su teléfono de su bolsillo y llamaba a Sam.

—Bella, por qué no le dices a Sam en dónde está el campo de béisbol, y luego, iremos a revisar tu casa.

El pensar en que Edward viera su casa la hizo estremecer. Vivía en un apartamento estudio con una cama, un vestidor y un hornillo. Charlie siempre había discutido con ella para que se mudara a su hogar, pero Bella no quería ser una carga para nadie. Con sus pequeñas ganancias, el estudio era todo lo que podía pagar, afortunadamente, su papá le daba un poco extra cuando se trataba de Micah. Mordiéndose el labio nerviosamente, le lanzó a Edward una mirada cautelosa. No necesitaba que él pensara menos de ella por su casa.

—Ummm, Edward, yo… nosotros…

Edward notó su duda, confundido por su reacción. Impaciente, continuó.

—Bella, solo dinos a dónde ir…

Con recelo, Bella murmuró las indicaciones hacia el campo de béisbol antes de finalmente darle la dirección de su estudio.

—Edward, solo quiero advertirte. No es la extravagancia a la que estás acostumbrado.

—Bella, estoy seguro de que estará bien. Crecimos en Chicago. Estoy seguro de que he visto lo peor. —Vio la mueca en su rostro. ¿Qué tan malo podía ser? El pensar en ella viviendo en un basurero lleno de insectos dejó un amargo sabor en su boca. Ella merecía mucho más que eso. El arrepentimiento lo dejó sintiendo todos los tipos de amargura.

En silencio, condujeron hacia el límite del pueblo, y Edward se estacionó junto al edificio de ladrillo que ella indicó. La apariencia externa del lugar lucía decente. Abriendo la puerta, Edward salió del auto y esperó a que ella se le uniera en la acera. Fotografías de su hijo llenaban algunos postes telefónicos cercanos, hablando de los esfuerzos que ella había hecho para obtener información de su paradero.

Tan pronto como abrieron la puerta de afuera, revelando una escalera oscura, el teléfono de Bella sonó. De inmediato, sacó el teléfono y le hizo una seña mientras le tendía las llaves.

—Es mi papá. Es la puerta a la izquierda, apartamento cuatro.

»Hola, papá, dime que tienes noticias para mí. —Su voz se apagó mientras él subía las escaleras hacia su apartamento. Al menos el interior del edificio era tan decente como el exterior, notó, las llaves tintineando cuando giró el cerrojo. El aire escapó de sus pulmones cuando la puerta se abrió, revelando el pequeño, pequeño mundo de Bella y Micah.

La bilis se atoró en su garganta cuando cruzó la entrada, quedándose ahí porque no había otro jodido lugar al cual ir. Dos camas individuales pegadas a una pared, y un armario estaba del otro lado de la habitación, y eso era todo en cuestión de muebles, además del hornillo montado en una pequeña cocineta. Había una puerta en el lugar, y él imaginó que era el baño.

Santa mierda. ¿Por qué Bella había esperado tanto tiempo para contactarlo?

Su garganta se cerró y sus fosas nasales se ensancharon mientras las lágrimas picaban sus ojos. Cuando estaban en la preparatoria, Bella había hablado sin parar acerca de convertirse en artista y viajar por el mundo. Saber que solo había llegado a Deadwood, viviendo en un estudio sin muchas habitaciones a las cuales girar, causó que una ola de vergüenza se instalara en sus hombros. Él podría haberlos ayudado tanto si ella le hubiera dado la oportunidad.

Tragando la emoción que amenazaba con consumirlo, entró más al lugar, su mirada pasando por sus pertenencias. Una bicicleta de niño estaba recargada contra la pared bajo la ventana. Lentamente, se acercó más, sus dedos pasando por el asiento de Spiderman. Continuando, caminó hacia el armario en donde había fotografías alineadas en la superficie.

Su fotografía del baile de graduación estaba en un marco frente a su espejo, una de ella en el hospital cargando a Micah cuando nació estaba a su lado. Un marco dorado rodeaba a Micah agachándose para recoger una flor cuando tenía uno o dos años. Luego una de Micah años más tarde disfrazado de Batman para Halloween. A pesar de su distintiva precariedad en cosas materiales, su hijo lucía más feliz de lo que él hubiera visto a alguien, sus ojos cafés brillando con orgullo mientras sostenía su certificado del jardín de niños.

Edward no se dio cuenta de que una lágrima caía de sus ojos hasta que notó la humedad en sus mejillas. Junto a todas las fotografías de Micah estaba la portada de su último CD. Inmóvil mientras miraba la portada, ni siquiera se movió cuando la escuchó entrar al estudio detrás de él.

—¿Le contaste sobre mí?

—Sí —susurró Bella, escuchando la emoción en su voz—. Por supuesto, le conté, Edward. No le mentí acerca de nada. Solo omití la parte de irte después de nuestra noche juntos. No quería que pensara mal de ti.

Tomando una fotografía de Micah abrazando a un perrito, su ceja se alzó en confusión.

—¿En dónde está el perrito?

—Con mi papá —rio, señalando el lugar—. No hay nada de espacio para un perro aquí.

El silencio cayó entre ellos mientras Edward miraba todas las fotografías del armario. Incómoda, Bella se abrazó a sí misma, yendo a sentarse al borde de su cama.

—Mi papá estará aquí pronto. Él piensa que tiene una pista… y quiere conocerte.

—¿Alguien sabe que soy el padre de Micah, Bella? Quiero decir, ¿por qué alguien pediría rescate por él si saben…? —No quería ofenderla al señalar lo obvio. La mujer no tenía nada. Sonrisas de años de fotografías no pagarían medio millón de dólares de rescate. Limpiándose las lágrimas de los ojos, se giró para mirarla, sus dedos pinchando el puente de su nariz.

—Todos… cuando Micah te escucha en la radio, él se emociona tanto. —Ahora, Bella luchó contra la urgencia de llorar. Su voz estaba rompiéndose mientras continuaba—. Él dice "ese es mi papá"… por supuesto, los otros niños piensan que él está loco.

El pecho de Edward se apretó ante la imagen que sus palabras causaron. Podía imaginarse a Micah chillando con emoción cuando lo escuchaba cantar en la radio. De repente, deseó haber podido estar ahí para cantarle a su niño, tomar su mano mientras caminaban en el parque, alzarlo para sentarse en un pony mientras lo montaban.

Incluso aunque estas cálidas y placenteras imágenes pasaban por su mente, su ceño se frunció con preocupación. Si demasiadas personas estaban conscientes de que él era el padre de Micah, entonces no tenían ni una pista de a quién buscar.

—Jesús. Eso podría ser un problema, Bella. Quien tenga ojos puede ver el parecido entre Micah y yo. Eso significa que nuestra lista de sospechosos acaba de crecer. —Incluso aunque expusiera su preocupación, el orgullo porque su niño escuchara su música lo invadió—. ¿Qué le dijiste? ¿Acerca de que no estuviera aquí?

—Le dije que estabas terriblemente ocupado trabajando, Edward. No sabía qué más decir.


Mi corazón está muy dividido con esta situación :(

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