DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Jgaff. Yo solo me adjudico la traducción.

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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 5

Edward fue malditamente afortunado de que Sam llegara antes que Charlie. El padre de Bella salió de su auto, furioso como un toro inyectado con testosterona, queriendo poner a Edward contra la pared de ladrillo a su espalda. Antes de que Charlie pudiera rodear su auto hacia la acera, Sam ya estaba bloqueando su camino, Paul moviéndose junto a Sam, efectivamente creando una barrera entre el furioso jefe de policía y su jefe. Sin embargo, eso no impidió que Charlie vociferara sus pensamientos.

—Así que tú eres quien embarazó a mi niña y se fue.

—Papá —dijo Bella, inmediatamente rodeando a los guardias de seguridad para enfrentar a su padre—. Él no lo sabía, ¿recuerdas?

—Bella, durmió contigo la noche de tu graduación y desapareció. ¿Qué clase de chico hace eso? —Los ojos de Charlie quemaban con desagrado—. La clase más baja de hombre.

Incluso Sam y Paul miraron a Edward por encima de sus hombros mientras Charlie lanzaba su veneno. De inmediato, sintiendo la necesidad de defenderse, Edward se abrió paso entre los hombres que lo protegían.

—Señor, yo nunca, nunca hubiera herido a Bella de esa forma intencionalmente. Las cosas se salieron de mi control a la siguiente…

La explicación de Edward fue interrumpida mientras el puño de Charlie conectaba con su mandíbula. Sam y Paul saltaron a la acción, rodeando a su jefe y su dama, sus pies creando ruido en el duro pavimento mientras tomaban los brazos de Charlie y lo ponían contra su patrulla. El grito de Bella se escuchó por la calle mientras su padre golpeaba a Edward, su boca abriéndose cuando vio el hilo de sangre salir por la comisura de su boca.

—Papá, ¿qué demonios estás haciendo? Se supone que debemos encontrar a Micah, no pelear entre nosotros.

Charlie miró a su hija con la culpa brillando en sus ojos. Sus manos se abrieron en un gesto de rendición.

—De acuerdo, solo tenía que hacerlo… eso es todo.

—¿Jefe? —cuestionó Sam a Edward con una ceja alzada. Incluso aunque nada de esto era de su incumbencia, había una pequeña satisfacción cuando vio a Edward masajear su barbilla. Si alguien tuviera un amorío con su hija, dejándola embarazada y sola, el chico lo pagaría demasiado.

Edward masajeó su dolorida barbilla, escupiendo en la acera cuando el sabor del cobre llenó su boca. Con los ojos entrecerrados, miró hacia el padre de Bella.

—Déjenlo ir. Si no entendiera los hechos de la situación, yo también estaría furioso.

—¿Podemos discutir esto como jodidos adultos ahora? Sí, Edward se fue a la mañana siguiente, pero explicó su situación. Más tarde, discutiremos eso. Justo ahora, se supone que debemos encontrar a Micah. ¿Podemos enfocarnos en eso, por favor? —espetó Bella, la furia acumulándose en su pecho.

De verdad, ella nunca entendería la lógica masculina. Tomemos una situación complicada y hagámosla más complicada con peleas sin sentido. ¿Qué resolvía eso, de todas formas? Charlie golpeando a Edward en la mandíbula no haría que el reloj marchara hacia atrás y cambiara algo.

Ante la mención de su nieto, Charlie se quitó a los guardias de encima, sus hombros encogiéndose para aliviar la tensión.

—Bien. Debemos enfocarnos en Micah.

—Bien. Ahora, ¿dijiste que tenías una pista? —La esperanza era aparente en la voz de Bella mientras ella intentaba relajarse. Plantando su mano contra el abdomen de Edward, lo empujó mientras Charlie se acercaba a la acera. Cuando Edward no retrocedió ante su toque, sus dedos se enredaron en la tela de su playera. Con sus nudillos descansando contra sus abdominales, ella se calmó con el ritmo de su respiración. Él era, después de todo, la conexión más cercana a Micah que tenía por el momento.

La esperanza de Bella murió cuando la cabeza de Charlie bajó. Sacudiéndola, dejó salir un tembloroso suspiro.

—Lo lamento, Bella, recibí una llamada mientras venía en camino. Pensábamos que teníamos un avistamiento en Piedmont, pero no llevó a nada. El jefe de allá detuvo una camioneta roja con un niño que coincidía con la descripción de Micah. No era él.

Derrotada, Bella alzó la cabeza hacia el cielo oscurecido. Otra noche sin fin sin Micah. Mordiendo su labio, apenas y era consciente del brazo de Edward alrededor de su cintura. Tragando una ola de emoción en su garganta, susurró:

—¿Qué hacemos ahora?

—Hoy es miércoles, dijeron que dejáramos el dinero el viernes. Ellos nos darán más información antes de ese día —razonó Charlie sacudiendo la cabeza.

Edward dio un paso adelante, sus dedos presionando ligeramente el costado de Bella mientras confrontaba a su padre.

—Retiré el dinero que pidieron, así que estamos preparados para dejarlo cuando lo soliciten.

—De verdad, eso es todo lo que podemos hacer ahora —explicó Charlie, girándose hacia su auto. Cuando Bella habló de nuevo, él pausó cerca del capó, sacudiéndose el dolor de los nudillos.

—¿No podemos ir a la casa de Jess y Mike y dar un vistazo alrededor? —No podía solo quedarse sentada sin hacer nada. ¿Por qué su papá no podía entender eso?

—Bella, tengo a dos oficiales ahí. Pidieron echar un vistazo y Mike no los dejó entrar. No puedo hacer nada sin una orden de cateo, y no hay evidencia suficiente para solicitar una en la corte. —La impotencia en el rostro de Charlie era aparente, su miranda bailando entre los guardias. Sacudiendo la cabeza, fue hacia la puerta del conductor—. He hecho todo lo que puedo hacer.

Bella se quedó ahí, incrédula. Evaluar la reacción de su padre la dejó confundida. ¿Por qué él no parecía estar más afectado? Su nieto estaba perdido y su calma ante la situación era extraña. ¿Un abuelo no estaría más enojado? ¿No tendría que lucir preocupado? Sacudió la cabeza mientras sus delirios comenzaban a tener sentido. Estaba jodidamente cansada como para descifrar sus sentimientos, mucho más para hacerlo con los de alguien más.

Alzando las manos en derrota, se alejó del reconfortante abrazo de Edward, yendo hacia su puerta.

—Bien. Estoy jodidamente exhausta y no puedo aguantar más mierda.

—Te veré mañana, Bells —llamó Charlie mientras ella iba hacia la escalera y se apresuraba hacia su estudio.

Estaba sentada en la cama de Micah cuando Edward entró al estudio y cerró la puerta. Con dedos temblorosos, se deshizo se su coleta y lanzó la liga al otro lado de la habitación. Bella lo miró mientras pasaba sus dedos por su cabello para aliviar la tensión contra su cuero cabelludo.

—¿Soy yo o mi papá estaba actuando como si no fuera la gran cosa?

Edward entró a la habitación, yendo hacia la cama opuesta y sentándose en ella. Cuando Charlie había llegado, él pensó que estaban progresando pero Bella tenía razón. Considerando que estaban hablando de su nieto, uno pensaría que él luciría más angustiado.

—No creo que estuvieras exagerando, Bella. Definitivamente hay algo extraño.

Sacándose el celular del bolsillo, tecleó el contacto de Sam y llevó el teléfono a su oreja.

—Oye, Sam, quiero que rastrees todos los números que llamen al celular de Bella. Quizá cuando llamen para el rescate podremos tomar ventaja y saber con quién estamos lidiando.

—Seguro, jefe. ¿Qué está pensando?

—Estaba pensando que quizá el abuelo de Micah podría lucir más preocupado de lo que lo estaba. —Lamiendo el corte en su boca para aliviar la hinchazón que comenzaba a esparcirse por su labio, siguió hablando—: Odio pensar que él tiene algo que ver en esto, pero no estoy descartando a nadie.

—¿Quiere que lo siga, jefe?

—No estaría mal. ¿Cuáles son tus planes para la noche? —La mirada de Edward pasó por los rincones del estudio mientras contemplaba su siguiente movimiento. Esperaba poder convencer a Bella de quedarse con él en el hotel. Este lugar era demasiado pequeño para ser cómodo.

—Los chicos probablemente tengan que quedarse en Piedmont. El hotel estaba lleno por una conferencia cuando llamamos esta tarde. Me quedaré en la SUV afuera. Si alguien viene, los veré de inmediato, jefe.

—Suena bien, Sam. Avísame si necesitas algo. —Con esas últimas palabras, Edward desconectó la llamada, guardando el celular en su bolsillo—. Los chicos se quedarán en Piedmont. El hotel del pueblo está lleno, así que al parecer nos quedaremos aquí por la noche. A menos que quieras ir al pueblo vecino.

Bella sacudió la cabeza antes de que él terminara de hablar, acariciando la cobija de Micah.

—No puedo irme, Edward. Solo quiero tomar una ducha y dormir. ¿De verdad crees que Charlie quizá tenga algo que ver con esto?

—No conozco a tu padre lo suficiente como para decirlo, Bella. La pregunta es, ¿crees que él se llevaría a Micah? ¿Necesita dinero? ¿Por qué se llevaría a su nieto? —Confundido, Edward se hizo para atrás hasta que se recargó contra la pared—. Por supuesto, la gente haría un montón de cosas por esa cantidad de dinero. ¿Tu padre sabía quién era yo, Bella?

Mordisqueando su uña, le dio un corto asentimiento.

—Sí. Le dije a papá cuando vine a vivir con él. Luego cuando comenzaste a tener éxito, Micah lo sabía, y cuando te escuchaba… bueno, él se emocionaba. ¿Cómo podría quitarle la única cosa que él conocía de ti? Era como él se mantenía conectado contigo… sin estar conectado contigo.

—Gracias por contarle de mí. Odiaría pensar que él creía que lo abandoné. Dios… espero que él no crea eso.

—No lo hace, Edward. Es demasiado pequeño para pensar así. —La melancolía la invadió, y su mirada se alejó, incapaz de encontrarse con la de él—. Solo le dije que estabas ocupado. Es todo lo que él sabe.

La vio bostezar mientras el cansancio la invadía.

—¿Por qué no vas a tomar tu ducha y te acuestas? Necesitas descansar, Bella. ¿Quieres que vaya a la cafetería por algo? Deberías comer algo antes de dormir.

—No tengo hambre —dijo, bajando de la cama de Micah, fue hacia el armario y abrió un cajón. Tomando un par de shorts y un top, abrió el cajón de la ropa interior y sacó un par de bragas. Cuando se giró hacia el baño, un antojo la invadió. Cuando estaba embarazada de Micah, no podía tener suficientes capuchinos de calabaza. Girándose hacia Edward, hizo una mueca mientras hablaba—. ¿Puedes ir a la tienda de la esquina y traerme un capuchino de calabaza?

—¿Siquiera tienen capuchinos de calabaza en este pueblito? —bromeó él, bajándose de la cama.

—Edward, es septiembre, tienen capuchinos de calabaza en todos lados. —Bella cruzó la habitación hacia el baño y encendió la luz. Quedándose en la entrada, miró por encima de su hombro—. Edward, gracias por todo.

Él no contestó, nada más se quedó ahí y le devolvió la mirada, el silencio cayendo entre los dos. Con una última mirada, ella desapareció en el baño y cerró la puerta. Edward pasó sus dedos por su cabello, mirando la puerta cerrada antes de mirar alrededor de la habitación. Su mirada se quedó en las fotos de Micah por un largo momento. Con un anhelo que no entendía, se giró y dejó el estudio.

Para cuando Bella salió de la ducha ya vestida, Edward estaba de vuelta con un vaso de café en la mano. Terminó de envolver la toalla alrededor de sus largos mechones y se estiró por el café que él le había comprado. Tomó el vaso, el aroma de la calabaza llegando a su nariz, causando que respirara el dulce y picante aroma.

—Huele tan bien.

Mientras Bella estaba ahí oliendo su café, los sentidos de Edward estaban en alerta, aunque su problema no tenía nada que ver con la bebida. Recién salida de la ducha, el perfume o champú de coco de Bella estaba amenazando su cordura. Recuerdos de él enterrando su nariz contra el pulso en su garganta pasaron por su mente.

¿Cuántas veces había dejado besos de su cuello a su hombro? ¿Su piel aún sabría como duraznos cálidos? ¿Cuántos días se habían quedado besándose en las gradas? ¿Por qué estaba siquiera pensando en esto?

Forzadamente, se giró para dejar de mirarla. Lo último que necesitaba hacer, justo en este momento, era mirarla semidesnuda en sus pequeños shorts. Incluso ahora, a pesar de sus mejores esfuerzos, podía sentir su cuerpo comenzando a responder. Rehusándose a contemplar los efectos que ella estaba teniendo en él, sacó su celular y llamó a Emmett. Nada como una llamada a tu hermano para eliminar cualquier rastro de deseo que pueda surgir.

—Oye, hombre, ¿cuándo demonios estarás aquí? —Yendo hacia la cama de Micah, se sentó contra la pared, su mirada dirigida hacia las fotografías de su hijo. Sin saberlo, sus ojos cayeron en su fotografía de graduación. ¿La mantenía ahí por Micah? ¿Había un significado más profundo del por qué la fotografía estaba ahí?

—Estaré ahí mañana temprano, solecito. Tuve que hacer algunos arreglos con el equipo antes de poder escabullirme.

—Comenzaba a preguntarme dado que no escuché más de ti. —Incluso aunque luchó para no mirar a Bella, encontró que la tarea era casi imposible. A través de las pestañas, la vio caminar alrededor de la habitación, sorbiendo su café, completamente ajena al efecto que estaba teniendo en él—. De acuerdo, solo quería saber.

Antes de que pudiera detenerse, su atención se fue hacia sus largas piernas, trazando las curvas de sus pantorrillas. Recordaba su fuerza mientras se envolvían a su alrededor, manteniéndolo con ella, como si él quisiera estar en otro jodido lugar. Su cuerpo respondió ante la imagen, de inmediato endureciéndose, movió su mano y la puso por encima de su pantalón. Aplicando presión en su longitud, trató de evitar su erección, moviendo su mirada hacia la pared.

—Oye, ¿has encontrado algo? ¿Por qué alguien robaría a un niño y pediría tal cantidad de dinero?

Edward desearía conocer las respuestas a las preguntas de Emmett. El deseo que había estado experimentado disminuyó y su mano se movió hacia el edredón.

—No lo sé. Resulta que Bella le dijo a Micah quién soy. Emocionado, Micah, por supuesto, le dijo a todos los que lo escucharan. Así que, podría ser cualquiera. Aunque hay algunos prospectos interesantes.

—Mantenme al tanto.

—Lo haré. —Edward terminó la llamada mientras miraba a Bella quitar las cobijas de su cama. Bien, finalmente se metería ahí y cubriría sus maravillosas piernas. Mirando su teléfono, se dio cuenta de la hora.

—¿Yendo a la cama a las ocho de la noche?

—Sí, estoy exhausta. Como dije, no he dormido mucho en el último par de semanas. Un par de horas, de vez en cuando. —Caminando al otro lado de la habitación, dejó su café en el tocador antes de girarse hacia la cama. Metiéndose bajo las cobijas, atrajo más las sábanas a su alrededor, su mano metiéndose bajo su almohada mientras se acurrucaba contra ella—. No tienes que quedarte despierto aquí conmigo. Hay un casino, o lo que sea.

Incluso mientras hablaba, sus ojos se fueron cerrando, su voz apagándose. En segundos, estaba profundamente dormida y nunca escuchó la respuesta de Edward.

—No me iré a ningún lado, Bells.


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