DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Jgaff. Yo solo me adjudico la traducción.

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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 9

La mirada de Edward seguía yendo hacia el espejo retrovisor. Micah estaba hablando con Alpha. La enorme cabeza negra del perro se ladeaba como si intentara comprender a su pequeño amo. Las esquinas de su boca se alzaron con diversión mientras Micah hablaba acerca de galletas, y finalmente conocer a su papá. Incluso aunque tener un hijo era un concepto nuevo, una ola de orgullo se instaló en su pecho, su corazón encogiéndose mientras estudiaba el rostro de Micah. El niño se volvió tal distracción que casi se estacionó y dejó que Bella condujera, descubriendo que concentrarse en el tráfico era casi imposible.

Nuevamente, la atención de Edward se fue hacia el espejo. Nunca en un millón de años se imaginó que otro ser humano se pareciera tanto a él, y aun así la mirada de Micah y el color de su cabello eran indiscutibles. Yendo de su nariz a los pómulos, la mirada de Edward se fue por la línea recta de su mandíbula hacia su afilada barbilla.

Tragando con fuerza mientras la emoción se acumulaba en su garganta, miró hacia Bella. Estaba en el asiento delantero alejando las lágrimas de sus largas pestañas. Su expresión iba entre el dolor y lo que él especulaba era culpa. Mientras veía la vergüenza en sus ojos, las palabras de su padre se repitieron por su mente. "Nunca le hubieras dicho de otra forma".

¿Eso era cierto? ¿Si Charlie no hubiera fingido un secuestro Bella hubiera mantenido a Micah en secreto por siempre? ¿Alguna vez lo hubiera contactado?

Mientras estas preguntas lo inundaban, su teléfono cobró vida, vibrando contra sus costillas. Lo sacó de su bolsillo, mirando rápidamente la pantalla y sonriendo ante la fotografía de su hermano. Aceptando, llevó el teléfono a su oreja.

—¿Qué hay, hombre, ya estás aquí?

—Estoy en la dirección que me diste del apartamento de Bella. ¿Qué está pasando?

Edward giró en la esquina con el auto rentado. Habían dejado el campo y entraban de nuevo al pequeño pueblo.

—Encontramos a Micah, y vamos en camino ahora. Deberíamos estar ahí en quince minutos, aproximadamente.

—Y, ¿qué pasa ahora? ¿Lo llevarás a Nueva York contigo?

—Joder, puedes apostar que sí…

—Uh-oh, joder es una mala palabraaa… —cantó Micah desde el asiento trasero, su pie pateando contra el asiento de Edward—. Papá, no puedes decir esas palabras. ¿Verdad, mamá?

—Micah, no digas esa palabra —dijo Bella, intentando reprimir una sonrisa.

La voz de su hijo causó que una sonrisa apareciera en sus labios.

—Lamento eso, Micah. Intentaré ser mejor.

—Tengo hambre. ¿Puedo tener una hamburguesa? —Micah se hizo hacia delante en su asiento—. Papi dijo que comeríamos en un rato. ¿Ya es un rato?

—¿Qué tal si encontramos a tu tío Emmett y luego vamos a almorzar?

—¿Quién es el tío Emmett? —Micah quiso saber, sus dedos deslizándose por el pelo del pitbull—. ¿Le agradaré?

—¿Es el pequeño? Déjame hablar con él.

Edward rio mientras le tendía el teléfono a Bella.

—Quiere hablar con Micah. ¿Puedes darle el teléfono?

Cuando Bella lo hizo, Micah llevó el teléfono a su oreja y comenzó a parlotear de inmediato.

—¿Tú eres mi tío Emmett? Apenas conocí a mi papá. ¿Conoces a mi papá? Él es famoso y canta canciones para vivir.

Edward escuchó las palabras de Micah, una vez mirando hacia Bella, quien parecía preocupada. Estaba mordiendo su labio inferior con tal vigor que él se preguntó si aún tendría uno para cuando terminara.

—¿Estás bien?

—No lo sé. Todo está pasando muy rápido. Un minuto Micah no tenía un padre, ahora lo tiene. No tenía tías y tíos, ahora los tendrá. Solo no quiero que salga herido. —Bella sabía que estaba proyectando sus propias experiencias con su familia en Micah. Pero después de ser lastimada demasiadas veces por las personas que se suponía debían protegerte, era difícil separar las situaciones.

—Bella, mi familia nunca lastimaría a Micah ni en un millón de años. Amarán cada respiro que tome y atesorarán cada latido de su corazón. —Edward nunca había estado más seguro de nada en su vida. Su madre y su padre adorarían a Micah—. Quizá estén un poco molestos por conocerlo por primera vez a los siete años, pero fuera de eso…

—Entonces, me odiarán —susurró sacudiendo la cabeza—. He arruinado todo. He hecho un desastre de todo. Yo solo… Si pudiera hacer todo de nuevo…

Si pudiera hacer todo de nuevo, habría encontrado a Edward años atrás. Lo habría buscado por mar y tierra. La cosa era que, no podía hacer las cosas de nuevo. Ahora tenía que descubrir cómo sanar el dolor que había causado. El enojo que había visto en el rostro de Edward desde que lo contactó, no parecía estar presente. Él lucía lleno de felicidad.

¿Cuáles eran las posibilidades de que él hubiera olvidado su estupidez?

Poco probables, determinó ella. Tan pronto como la novedad de tener a Micah en su vida se calmara un poco, él volvería a estar molesto con ella. Por supuesto, si él mantenía su ira solo en ella todo estaría bien. Ella solo no quería que él descargara su enojo en Micah.

Mordisqueando su pulgar, miró el pueblo pasar, recordando cada detalle. Ella no sentía mucho amor por Deadwood, pero el pueblo había sido su hogar por siete años ahora. Extrañaría algunas cosas acerca del lugar. En realidad nunca pensó en mudarse a la gran ciudad de nuevo, y la ciudad de Nueva York era muy diferente de Deadwood, Dakota del Sur.

Aún estaba contemplando su próxima vida cuando se estacionaron en su edificio. Un hombre que vagamente reconocía estaba recargado contra un Avalanche, sus brazos cruzados sobre su amplio pecho. Su teléfono estaba presionado contra su oreja, teniendo una animada conversación con su hijo, pero para su crédito él lucía profundamente inmerso en ella. En el segundo en el que vio el auto de Edward, él sonrió diciendo algo en el teléfono.

—Ese es mi tío —chilló Micah, desabrochándose el cinturón e inclinándose en su asiento—. Mamá, él juega fútbol. Dice que me enseñará cómo jugar.

—Micah —protestó Bella, intentando atrapar a su hijo, pero sus esfuerzos fueron demasiado tarde.

Edward apenas había frenado cuando Micah abrió su puerta y saltó de su auto. Alpha lo siguió, nunca dejando su lado mientras corría hacia donde Emmett estaba. De inmediato, Emmett se estiró y alzó al niño hacia su pecho, su antebrazo posicionándose en las piernas de Micah para sostenerlo. Sin dudarlo, siguieron conversando, Micah haciendo enormes gestos con sus pequeños brazos.

—Parece que nuestro niño ha hecho un nuevo amigo —declaró Edward, desabrochándose el cinturón y sentándose momentáneamente para disfrutar la escena—. Emmett podría encantar a una bruja.

—Obviamente. —Bella rio a pesar de ella misma. No había pretensión en la expresión de Emmett. Él realmente estaba disfrutando su encuentro con Micah—. ¿Cómo crees que el resto de tu familia responderá ante el nuevo miembro de la familia?

—Lo amarán, Bella. Mis padres siempre están hablando acerca de sentar cabeza y darles nietos. Micah quizá calme algunas de sus insistencias.

Edward abrió su puerta y salió hacia la soleada tarde. El día había tomado un giro inesperado. Habían encontrado a Micah relativamente fácil y, afortunadamente, sin heridas. Al menos, Charlie no había traumatizado al niño más allá del reproche.

Miró hacia Bella mientras las palabras de Charlie nuevamente pasaban por su mente. "Nunca le hubieras dicho de otra forma".

—¿Hay mucho que quieras llevarte a Nueva York, Bella? —Viendo a Emmett y Micah conversando, esperó tener un momento a solas con Bella. Considerando que las palabras de Charlie se repetían en su mente, una necesidad de saber la verdad lo invadió—. Casi todo puede ser reemplazado una vez que lleguemos ahí, pero estoy seguro que hay algunas cosas personales que te gustaría tomar.

—No tomará mucho tiempo. Solo llevaré unas cuantas cosas —explicó Bella, dándole la espalda a Micah para ir hacia la puerta.

Cuando Bella desapareció, Edward asintió hacia Emmett.

—¿Puedes cuidarlo por un segundo? Bella y yo tenemos un par de cosas que discutir.

—Ve, hombre. Lo tengo.

Edward miró por encima de su hombro una media docena de veces, incapaz de dejar de mirar a Micah mientras caminaba. Una vez que entró, subió los dos pisos de escaleras de dos en dos hasta que llegó al piso de Bella. Entró al estudio para encontrar a Bella frente al armario.

Aparentemente estaba a la mitad de empacar sus fotos cuando pausó en una de Charlie y Micah.

—De todas las cosas de las que una persona es capaz, secuestrar a tu propio nieto parece que debería estar al final de la lista.

—Es una cosa muy de mierda por hacer —concedió Edward, moviéndose hasta que estuvo directamente detrás de ella—. Aunque, puedo entender por qué lo hizo, Bella, incluso aunque me moleste sobremanera.

—No hay razón lo suficientemente buena como para hacerme pasar por esa agonía, Edward. —Había pasado noches despierta preocupándose por Micah. Había sido incapaz de comer, sus pensamientos consumidos con miles de "¿y si?" e imágenes inimaginables—. Debí haber hecho las cosas con el departamento de policía yo misma. Confié en Charlie…

Edward comprendía que Bella estaba lidiando con sus problemas personales, pero no podía olvidar el tema.

—Bella… ¿lo que dijo es verdad?

Ella sabía de lo que Edward estaba hablando. Aunque decidió fingir ignorancia.

—¿De qué estás hablando?

—Si todo esto no hubiera pasado, ¿me hubieras dicho acerca de Micah? —Estaba lo suficientemente cerca de ella como para oler el miedo que sentía. Todo su ser estaba rígido como una estatua, y su cabeza se ladeaba como si quisiera decir algo, pero ningún sonido salió. Cuando varios minutos pasaron entre ellos, y ella aún no hablaba, la mandíbula de Edward se tensó—. Ni siquiera ibas a decírmelo.

Bella se sintió como el peor ser humano de la tierra, pero no podía mentirle a Edward. Honestamente, si las cosas no hubieran sido de esta forma, lo más seguro es que nunca hubiera encontrado el valor. En silencio, dejó las fotos en una vieja caja de zapatos, y una vez que terminó de acomodarlas, la cerró.

—Edward, y-yo…

—Salgamos de aquí —dijo Edward mientras una insensibilidad se apoderaba de su pecho. La chica que había conocido en la preparatoria había cambiado demasiado. Una vez, ella le hubiera dicho todo, pero esta mujer frente a él parecía petrificada por todo. Parte de él quería protegerla de todas las inexistentes amenazas, y la otra parte, la más profunda, quería sacudirla una y otra vez.

Mientras ella tomaba una bolsa de Walmart del cerrojo y abría el cajón para meter algo de ropa, Edward la detuvo.

—Bella, no necesitas nada de eso. Tan pronto como lleguemos a Nueva York, llamaré a Alice para que los lleve a los dos de compras. Quizá Micah quiera su bicicleta, podemos llevar eso, pero además de eso… podemos reemplazar el resto.

—Edward, no espero que…

—Solo estoy haciendo lo que debí haber hecho durante los últimos años, Bella. Debí haberle comprado ropa para la escuela, pañales, disfraces… dado que no tuve la oportunidad, planeo compensarlo todo.

Edward quería estar ahí para ver la felicidad en el rostro de su hijo mientras él le daba todas las cosas que solamente podía soñar. Demonios, de verdad, quería consentir al niño… darle todas las cosas que él no tuvo cuando era niño.

Bella se giró a mirarlo entonces.

—Edward, hemos hecho una buena vida con poco. No quiero que Micah se abrume por un estilo de vida completamente diferente. Estoy preocupada de que Nueva York vaya a ser un cambio demasiado grande. Tener un padre y una nueva familia… parece demasiado para que un niño lo comprenda.

—Has pasado los últimos siete años preocupándote por Micah —declaró Edward, mirándola—. ¿Cuándo fue la última vez que te preocupaste por ti, Bella?

—Yo no soy importante… Micah es quien es importante —discutió, su mirada yendo hacia un lado—. Su felicidad significa el mundo para mí y ha sido mi mayor prioridad desde su nacimiento.

—Y aun así no puedes permitirte un gasto sencillo como unas galletas. No estoy tratando de hacer menos tu vida, Bella, pero estoy intentando ofrecerte algo más que un apartamento estudio en Deadwood, Dakota del Sur. Tu padre tiene razón. Tú merecías más que con lo que te conformaste, y ahora, no tienes que preocuparte tú sola por Micah. —Retrocediendo un paso, él llevó una mano hacia su cabello—. Cuando regresemos a Nueva York, crearé una cuenta para ti y el dinero que tu padre pidió por el rescate será depositado ahí. Serás libre de usar el dinero como…

—Edward, no quiero tu dinero. —Los ojos de Bella se ensancharon. ¿Estaba hablando en serio? Iba a poner medio millón de dólares en una cuenta para ella—. Y-yo… Micah…

—Yo me haré cargo de Micah, Bella. Ese dinero es por todos los años que debí haber ayudado pero no lo hice. —Cruzando la habitación hacia donde la bicicleta de Micah estaba contra la ventana, la tomó con una mano mientras iba hacia la puerta. Cuando la boca de Bella se abrió como si fuera a decir algo más, él alzó su mano libre—. No discutas, mujer, vámonos.

Bella siguió a Edward hacia la puerta con la boca abierta. ¿Qué demonios iba a hacer con quinientos mil dólares? No quería quinientos mil dólares. Ella encontraría un empleo y se haría responsable de ella una vez que llegaran a Nueva York. No quería o necesitaba su dinero. Mientras lo debatía en su mente, Edward ya estaba saliendo del edificio, causando que tuviera que apresurarse por las escaleras para alcanzarlo.

Cuando llegó a su pequeño grupo, Emmett aún estaba cargando a Micah y Alpha estaba a sus pies, moviendo su cola. Edward dejó la bicicleta que cargaba en la camioneta de Emmett antes de girarse a mirarlos.

—¿Qué tal si vamos por algo de comer y salimos de aquí?

—¿Puedo ir con el tío Emmett en su enorme camioneta? —preguntó Micah mientras jugaba con el cuello de la playera de Emmett—. Dijo que podía conducirla.

—Micah, eres muy joven para conducir —declaró Bella con una ceja alzada.

Una sonrisa cubrió el rostro de Emmett mientras lucía un poco avergonzado.

—Yo lo ayudaré, por supuesto.

—Sí, puedes ir con el tío Emmett, pero no antes de que me des un abrazo. —Bella se movió para estar frente al enorme hombre cargando a su hijo. Cuando estuvo cerca, Micah se inclinó y envolvió sus brazos alrededor de su cuello.

Él presionó un beso húmedo contra su mejilla.

—Te quiero, mami.


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