DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Jgaff. Yo solo me adjudico la traducción.
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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)
Capítulo 13
Bella se sentía asombrada y casi ciega para cuando entró al apartamento de Edward en el Hilton. Tan pronto como se estacionaron frente al hotel, una multitud se formó alrededor de la entrada, haciendo que llegar a la puerta fuera casi imposible. Sam, Paul y Jacob detuvieron a la multitud mientras se apresuraban a entrar y aun así, cámara tras cámara fue puesta en su rostro. Las brillantes luces del flash casi atravesaron sus pupilas, causando que pequeños puntos púrpuras danzaran detrás de sus ojos.
Nada en un millón de años la pudo haber preparado para el alboroto que se armó cuando Edward se bajó de la camioneta. Mientras los Cullen parecían estar acostumbrados a este fiasco, su mirada preocupada fue hacia su hijo. Afortunadamente, Micah parecía estar tomando todo esto de forma positiva, feliz de que la atención estuviera puesta en él.
Cuando Edward abrió la puerta, Bella corrió hacia dentro sin mirar atrás. Apresurándose hacia el baño, cerró la puerta y cayó contra ella.
De inmediato, sus manos fueron a sus rodillas mientras se forzaba a mantenerse recta. Santa mierda, solo necesitaba un minuto para respirar. Se sentía sonrojada y febril, abanicándose el rostro e inhalando profundamente. Cuando el pánico cedió un poco, se alejó de la puerta y fue hacia el lavabo. Girando la llave, metió sus manos bajo el agua fría y las pasó por su rostro.
Lucía terriblemente mal. Incluso ella se estremeció ante su reflejo. Su cabello era en desastre, y habían pasado ¿qué?, tres días desde que ella de verdad había pasado un cepillo por los enredados mechones. Luego su complexión, bueno, lucía tan blanca como el papel, para ser honestos.
Esto es lo que las revistas publicarían. Dios. Lucía terrible, se sentía incluso peor y la lista en su contra ni siquiera terminaba ahí. Guau, qué desastre.
Sollozando, cerró la llave, aún usando el lavabo para soportar la mayor parte de su peso. Brevemente, cerró los ojos, deseando que la agitación en su interior se calmara. Honestamente, nunca se había sentido tan jodidamente cansada en su vida. El sonido de un golpeteo llegó a sus oídos mucho antes de que se registrara en su cerebro.
Dándose cuenta de que alguien estaba del otro de la puerta, se lamió los labios secos antes de alejarse del lavabo. Cuando abrió la puerta para ver quién era el intruso, Edward estaba en el pasillo, su mirada intensa mientras la estudiaba.
—¿Estás bien?
—Ya lo veremos —murmuró, mirando su rostro a través de la abertura—. Solo necesitaba un minuto para procesar…
—¿Te molesta si entro? —Edward sabía que era demasiado por asimilar. Le había tomado años acostumbrarse a las multitudes de fans y prensa que lo seguían como una sombra. Honestamente, todavía le molestaba algunas veces.
La cosa era que él no estaba enfrentando la negatividad de la prensa. Cuando su nombre aparecía entre luces brillantes, usualmente alababan sus logros, no buscaban algo con lo que dañar su reputación. Si no encontraba una forma de corregir esto para Bella, ella sería expuesta como la villana ante el mundo, y eso era lo último que él quería.
Sí, había cometido errores, pero él también lo había hecho.
El alivio lo invadió cuando ella se alejó lo suficiente de la puerta para dejarlo entrar. Notando la aprensión en su ceño, su mano se alzó por voluntad propia, sus nudillos yendo hacia su mandíbula.
—Encontraremos una forma de arreglar todo. No te preocupes, Bella. Nunca dejaría que dijeran algo malo de ti.
—No creo que puedas detenerlos —jadeó Bella, sacudiendo la cabeza mientras las palabras de Emmett pasaban por su mente—. No puedes controlar a la prensa. Es libertad de expresión, después de todo.
—Cierto —asintió, su mirada nunca alejándose de ella. Bella aún tenía la habilidad de cautivarlo con una sola mirada, descubrió, mirando sus ojos chocolate. Por razones más allá de su entendimiento, él se estiró por ella, llevándola contra su pecho. Cuando su peso de inmediato cayó contra él sin luchar, sus brazos se fueron a su alrededor, abrazándola.
Una extraña sensación se apoderó de él mientras su rostro se enterraba en su pecho. Mientras su barbilla iba hacia su cabeza, los hombros de ella comenzaron a temblar, y el dolor se instaló en su pecho, su corazón apretándose en respuesta.
Bella intentó contener las lágrimas; de verdad lo hizo. Mientras los brazos de Edward se cerraban a su alrededor, el acumulado de los últimos ocho años y las últimas semanas fue demasiado. De repente, era una rosa, marchitándose por todos los años de soledad y se quedó ahí en el confort de sus brazos. Respirando profundamente, ella se deleitó en su esencia. Su aroma la llenó de una enorme sensación de seguridad.
En silencio, Edward la abrazó, feliz de dejar que ella se quitara un peso de su alma. Cuando los brazos de ella fueron alrededor de su cintura, los dedos de Bella se aferraron a su playera por apoyo, causando que los brazos de Edward se apretaran a su alrededor. Sus manos pasaron de manera reconfortante por su espalda, su mejilla descansando contra su cabello mientras buscaba una solución a su actual desastre.
Mientras viajaba por las posibilidades, un pensamiento llegó a su mente, y después de pensarlo por varios minutos, se separó un poco de ella.
—Sabes, la mejor forma de matar la historia es solo dárselas.
Bella sollozó mientras alzaba su cabeza para mirarlo.
—¿Qué quieres decir?
—Mientras más lo evitemos, más investigarán hasta que descubran algo. Así que, podemos elegir un periodista y contarle. —Mientras más lo pensaba, mejor sonaba—. La única razón por la que somos tan interesantes para ellos es porque no les gusta el misterio. Con la especulación vienen las historias, así que si les damos la verdad… eso mata sus ideas inventadas de lo que está sucediendo.
—Entonces, ¿solo vamos y les contamos nuestros sucios secretos? —Bella lucía un poco sospechosa mientras se separaba más para mirarlo en sorpresa.
Él movió su brazo con el suyo con la ceja alzada y una sonrisa burlona en sus labios.
—¿Cuántos sucios secretos tienes?
—Te aseguro, mi vida ha sido aburrida comparada con la tuya —se rio, limpiándose las lágrimas de sus mejillas—. Quizá tengas razón. Una vez que vean lo aburrida que soy, la historia morirá en un par de semanas.
Extrañamente, Edward se sintió perdido cuando ella se alejó de sus brazos. Esta loca necesidad de tocarla lo llenó, casi como esta mañana, el músculo en su mandíbula tensándose mientras la estudiaba. Ignorando la necesidad, metió sus dedos en el bolsillo de sus jeans para evitar estirarse por ella.
—Bueno, tu vida está a punto de volverse muy interesante, lo quieras o no.
—Supongo —se rio nerviosamente, el descontento inicial desvaneciéndose. Edward destilaba una fuerza específica, y su mera presencia debilitaba la carga en su interior. Mirando por encima de su hombro hacia la ducha, señaló con el pulgar hacia esa dirección—. ¿Te importa si tomo una ducha? Solo Dios sabe cuánto ha pasado y necesito agua caliente.
—Este es tu hogar ahora, Bella, bueno, al menos hasta que encontremos una casa, de todas formas. Puedes tener lo que quieras. —La cabeza de Edward bajó hacia su pecho en un pequeño asentimiento. La imagen de ella debajo del agua caliente causó que una ola de calor se instalara dentro de él. Con toda la fuerza de voluntad que poseía, se alejó de ella, su mano yendo hacia la puerta—. Solo déjame saber si necesitas algo.
—De hecho, arrojé mi bolsa en el sofá cuando entramos. ¿Puedes traérmela, por favor? —El pensamiento de Micah o alguien más viendo las manchas rojas en su rostro causaron que se estremeciera. No solamente no quería que extraños vieran las emociones que había liberado, sino que tampoco quería alarmar a su hijo—. Si hubiera estando pensando, la hubiera traído conmigo.
—Claro. —Se apresuró, yendo hacia el pasillo—. Ya vuelvo.
Edward entró a la sala de estar para encontrar a Micah y Emmett leyendo el menú. Yendo hacia el sofá, tomó la bolsa de Bella con una mueca en sus labios. ¿Eso era todo lo que tenía? La bolsa en sí lucía como si tuviera mínimo veinte años, y no era muy grande como para llevar muchas cosas. Estaba seguro que solamente unas pocas piezas de ropa estaban adentro.
Mientras contemplaba esto, sus pensamientos fueron hacia el dinero que él había retirado para el "rescate". Específicamente recordaba decir que lo depositaría en una cuenta para que ella lo usara como deseara. Juzgando por sus pocas posesiones, desesperadamente lo necesitaba. Su mirada fue hacia su hijo. Micah también necesitaría ir de compras, se imaginó, considerando que sus tenis y jeans lucían gastados.
—Quiero pancakes con mucha miel y extra tocino. —La atención de Micah se giró hacia Edward—. ¿Tienes hambre, papá? A mamá le gustan los huevos, las salchichas y papas hashbrowns, creo.
Ante la mención de comida, el estómago de Edward cobró vida.
—Lo estoy. ¿Puedes pedirme "El Desastre"?
—¿Qué es "El Desastre"? —Micah quiso saber, su mirada yendo hacia el menú mientras buscaba el pedido de su papá—. Dice que es una mezcla de huevos, salchicha, papas y salsa.
—Ese es. —Edward asintió—. Solo le llevaré esto a tu mamá y vuelvo.
Bella apenas había esperado que la puerta se cerrara antes de comenzar a quitarse la ropa. Sí, apenas se había cambiado ayer, pero los jeans y la playera la hacían sentirse sucia después de dormir con ellos. Estaba con su ropa interior cuando la puerta se abrió de nuevo inesperadamente. Como reflejo, tomó la toalla de la barra y se cubrió con ella.
—Oh, mierda…. Y-yo olvidé por completo que volverías.
Edward se quedó en la puerta. Si sus ojos hubieran sido su lengua, hubiera lamido cada centímetro visible de su pálida piel. Su lengua se movió en su boca con el pensamiento. Parpadeando para volver a la realidad, tragó con una sonrisa en sus labios mientras se encontraba con su mirada.
—Lo siento, debí haber tocado.
Algo que ella no podía explicar estaba bajo la superficie en la intensa mirada de Edward. Bella estaba teniendo problemas para dejar de mirarlo. Había calor ahí, causando que sus piernas temblaran. Sus pensamientos volvieron a esta mañana cuando se había despertado en sus brazos. Su cuerpo entero se estremeció, con el deseo recorriéndola, y tuvo que luchar contra el anhelo de acercarse más.
Afortunadamente, Edward dejó la bolsa en el lavabo y cerró la puerta. Si este loco anhelo persistía, ella hubiera hecho algo estúpido, como alzar su mano para acariciar el vello en su afilada mandíbula. Sus dedos picaron mientras tomaba su bolsa y revolvía sus cosas.
Los pasos lentos de Edward lo llevaron por el pasillo. Realmente quería darse la vuelta y terminar con esa mirada en sus ojos. Había una evidente muestra de deseo, había sido pequeña, pero estaba ahí. Con la determinación dictando sus movimientos, entró a la sala de estar cuando Emmett colgó el teléfono.
—Espero que todos tengan hambre, acabo de comprar tanta jo-comida. Lo siento, enano —corrigió Emmett, palmeando la pierna de su sobrino. Mirando hacia Edward, una ceja negra se alzó—. ¿Ya pensaste en llamar a mamá y papá? ¿O qué hacer acerca de los locos muriendo por una historia?
Edward palmeó los bolsillos de sus jeans.
—¿Dónde demonios puse esos cigarrillos?
—Hombre, pensé que habías dejado esa mierda asquerosa —regañó Emmett, mirando alrededor de la habitación.
—Sí, bueno, tengo demasiado estrés ahora, y no necesito añadirle más al tratar de matar mi adicción —explicó Edward, buscando por el apartamento. Moviendo revistas y abriendo cajones, removió las cosas en su búsqueda. Cuando no tuvo éxito, sus dedos pasaron por su cabello—. Debí haberme detenido por uno. Creo que Jake o Sam tienen.
—Oye, hombre, esto está sucediendo con o sin cigarrillo. Necesitamos descubrir cómo lidiar con lo que está sucediendo. —La mirada de Emmett se transformó en una mueca mientras Edward se dirigía hacia la puerta y casi la arrancaba de su lugar—. Creo que solo evitaremos esa mierda, entonces.
—¿Evitar qué mierda? —preguntó Micah.
—Lo siento, enano, no debí haberlo dicho de esa forma. No digas esa palabra, es una mala palabra. —Emmett tomó a Micah del cuello, dándole un coscorrón, su sobrino riendo mientras luchaba contra el agarre de Emmett—. ¿Prometes que no la repetirás?
—Lo prometo —gritó Micah sin aliento.
Cuando Edward entró a la habitación, su cabeza se fue hacia el balcón, pidiéndole a Emmett que lo siguiera, soltó a su sobrino. Tomando el control remoto de la mesita, se lo tendió a Micah mientras encendía la televisión.
—Oye, encuentra algo que ver y ya vuelvo.
—Bien. —Micah suspiró, recargándose contra los cojines, palmeando el lugar junto a él—. Ven, Alpha, veamos televisión.
La comisura de la boca de Emmett se alzó cuando el perro saltó al sofá junto a Micah y se echó. Si alguna vez les conseguía un perro a sus hijos, cuando decidiera tenerlos, esperaba que fuera como este. Con una última mirada, salió, su mirada yendo hacia Edward, quien estaba en la esquina, recargado contra el barandal.
—Hombre, sé que estos balcones son muy firmes, pero realmente desearía que no estuvieras recargado contra él de esa forma.
Emmett era un tipo muy fuerte, y pocas cosas lo intimidaban, pero las alturas, las alturas eran otra cosa completamente diferente. Incluso si la vista era espectacular, él no se acercaría al barandal.
—¿Crees que las alturas dan miedo? Intenta despertarte una mañana y bam, eres padre y responsable de todo. ¿De cómo la prensa percibe al niño y su mamá? —Edward se rio sin humor. Dándole una calada al cigarrillo, exhaló, mirando el humo flotar frente a él—. Eso es jodidamente aterrador.
Emmett contempló las palabras de Edward y asintió.
—Sí, supongo que sí… ¿tienes idea de cómo lidiar con este problema en particular?
—Lo único en lo que puedo pensar es en sacar nuestra historia y esperar que la emoción muera. —Edward se alejó del barandal y se sentó en una silla—. Eso no es siquiera la mitad del problema. ¿Cómo demonios le diré a mamá y papá sin hacer que Bella luzca como una villana?
—Bueno, no hay nada que hacer en ese aspecto. Para mañana, todo mundo lo sabrá —explicó Emmett, sentándose junto a su hermano—. Odio hacer esto, pero debo irme a la costa oeste, antes de que comiencen a penalizarme por perderme los entrenamientos.
El mero hecho irritó a Edward. No quería lidiar con todo este cambio solo. Emmett era como una especie de amortiguador entre ambos mundos. Mientras que Edward se acostumbraba a ser un padre, Emmett dotaba a Micah de la atención que necesitaba. Le dio a su hermano una rápida mirada antes de que se girara para escanear la ciudad a su alrededor.
Todo esto sería un ajuste. Edward le dio otra calada al cigarro antes de terminarlo, sintiendo un peso en sus hombros.
—¿Quién carajos podría saber que la vida de una persona podría cambiar tan de repente sin ningún tipo de advertencia?
—Alguien está en la puerta —llamó Micah desde su asiento en el sofá.
Emmett palmeó el hombro de Edward antes de ir hacia la puerta del balcón.
—Probablemente sea la comida. Todo lo que puedes hacer es tomar esta mierda un día a la vez.
Rehusándose a sentarse ahí a pensar en lo inevitable, Edward se levantó de la silla y fue hacia la sala. Entró justo a tiempo para ver dos carritos plateados siendo empujados al interior. Los ojos de una de los botones, una mujer de unos veintitantos años, brillaron hacia él mientras se acercaba. Con una tensa sonrisa y un asentimiento, rodeó los carritos, su mano yendo hacia su bolsillo para sacar la propina. Dejando un billete de cinco dólares en la palma del compañero de la chica, se enderezó con la mirada baja hasta que ambos se fueron.
—¿Todo un mundo nuevo, eh?
Edward sintió un rugido en su pecho ante la observación de Emmett. Debió haber sabido que él notaría la mirada que la chica le dio.
—Hazme un favor, Emmett, y cállate.
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