DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Jgaff. Yo solo me adjudico la traducción.
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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)
Capítulo 16
Edward se sentó frente a Bella la mañana siguiente. Incluso aunque varias veces trató de enfocarse en algo más, su mirada siempre regresaba a ella. Lo estaba enloqueciendo. Todo acerca de ella, desde los suaves ronquidos saliendo de su habitación la noche pasada a la forma en la que estaba sentada ahí comiendo un pedazo de pan esta mañana. La luz brillando en la punta de su nariz lo estaba enloqueciendo, decidió, sentándose bien, dejando que su mirada pasara desde la cabeza de Bella hasta sus pies. Podía ver que ella sentía su mirada, juzgando por como su pie se movía de un lado a otro con molestia. Incluso así, ella nunca alzó los ojos para encontrarse con los suyos, sentándose ahí pretendiendo que él no existía.
Irritado, tomó el jugo de naranja frente a él y le dio un largo trago. Edward no pudo evitar notar y apreciar lo impecable que Bella lucía. Su cabello caía en suaves ondas por su espalda, casi alcanzando su cintura e incluso aunque no le vendría mal ir de compras, estaba usando una playera más linda y jeans, lo que despertó su curiosidad. Lamiéndose los restos de jugo de los labios, limpió su boca con una servilleta antes de ponerla a un lado.
—¿Cuáles son tus planes para el día?
Bella tragó lo que estaba masticando. Finalmente, alzó su mirada para encontrarse con la suya.
—Planeo ir a la biblioteca y escribir un currículum, ir por la ciudad para ver qué puedo encontrar.
Las fosas nasales de Edward se ensancharon y su lengua pasó por su boca. Estaba a punto de decir algo de lo que quizá se arrepentiría. En su lugar, apretó los labios con un asentimiento mientras miraba a Micah.
—¿De verdad seguirás con todo esto de "conseguir un empleo"?
Bella se acomodó el cabello detrás de la oreja.
—Por supuesto que sí. Tengo bastante experiencia sirviendo mesas. Apuesto a que puedo encontrar un empleo para el fin de semana.
Era jodidamente molesta. Ugh. Los ojos de Edward se cerraron un momento, buscando una calma que no sentía. Su amor de preparatoria limpiando mesas. Buscando otro ángulo, exhaló profundamente.
—¿Qué hay del arte? Hace tiempo solías amar la fotografía y el dibujo. ¿No te gustaría probar algo como eso?
Eso era algo que Bella extrañaba más que nada. Cuando su mundo se derrumbó a sus pies, y ella fue enviada a Dakota del Sur, apenas tenía para comer. Todo lo que lograba juntar se iba para cuidar a su hijo. Comprar una cámara o unos jodidos lápices de dibujo se fue hasta el final de su lista de prioridades. Rehusándose a mirar hacia atrás, se encogió de hombros.
—Las prioridades cambian, Edward. Difícilmente podía perseguir hobbies sin sentido mientras trataba de cuidar de mí y de Micah. Estoy segura que has escuchado del artista hambriento.
—Bella, tienes más que el dinero suficiente en tu cuenta para hacer lo que quieras. Podrías inscribirte en unas cuantas clases… comprar una jodida cámara, comprar los mejores lápices y el mejor papel que haya sido creado. —Edward quería seguir discutiendo con ella. Trató de decirle que estaba loca por no tomar ventaja del dinero y las posibilidades que él le ofrecía. Incluso mientras una sarcástica respuesta estaba en la punta de su lengua, el orgullo lo llenó mientras la estudiaba.
Cualquier otra mujer en su posición hubiera saltado hacia la oportunidad de aprovechar su dinero. Demonios, ella tenía derecho de recibir el dinero que él había puesto en la cuenta para ella. La persistencia de Bella en encontrar su propio camino era inspirador. Aún sintiendo como si tuviera que intentarlo otra vez, él continuó.
—Tómate el día y ve de compras. Compra un par de atuendos… algo que puedas usar en una entrevista, por lo menos.
Su oferta intrigó a Bella, su ceja alzándose mientras asentía.
—De hecho… —Aquí venía. Finalmente entraría en razón. ¿Quién podría resistir al llamado del papel verde? Cuando ella continuó, su mandíbula cayó en incredulidad—. ¿Sabes en dónde está una tienda Goodwill?
Su boca se cerró de golpe y sus dientes se apretaron al grado de doler.
—Bella, estás jugando. Puedes ir a cualquier lado…
—No, Edward, no estoy jugando. No tengo ningún problema con comprar de segunda mano. No sé cómo son los precios en Nueva York, pero ahí siempre tienen ofertas fabulosas. Demonios, ¿sabes qué día es? —Tomando su teléfono, se encogió cuando vio que tenía mensajes de texto sin abrir de Charlie—. Maldición.
—¿Por qué importa que día es? —Edward frotó su frente mientras el dolor regresaba. Por centésima vez en las últimas doce horas, desearía que Emmett se hubiera quedado. ¿Qué tan egoísta era eso? Quería que su hermano pusiera en riesgo su carrera porque necesitaba el apoyo moral de su familia porque la mujer frente a él lo estaba haciendo perder la razón.
Bella sabía que lo estaba enfadando. Extrañamente, hacerlo enviaba un inesperado placer por su pecho. Trató de esconder la sonrisa burlona de sus labios.
—Porque los sábados todo está al cincuenta por ciento de descuento. ¿Puedes imaginar los tesoros que se encuentran en esos anaqueles?
—No puedo decir que lo hago —suspiró con enojo—. Sabes, solamente lo diré. Cuando decidí convertirme en músico, lo hice pensando en proveer a mi familia con lo mejor que pudiera, cuando decidiera tener una. Ir a las tiendas de segunda mano demerita todo por lo que he trabajado tan duro.
Ella no estaba intentado ser complicada con esto, de verdad, no. Edward quería que gastara algo de su dinero. Bien. Gastaría algo de su dinero.
—De acuerdo, Edward, si significa tanto para ti ser un buen proveedor, iré de compras. Sin embargo, iré a Goodwill porque es su misión ofrecer capacitación y promover el crecimiento laboral. Apuesto a que no sabías eso, ¿eh?
Escuchando sus razones para insistir en comprar en Goodwill hizo que el orgullo apretara su pecho. Sacudiendo la cabeza, habló con suavidad.
—No, no sabía eso. En donde sea que decidas comprar, asegúrate de llevar el equipo de seguridad contigo por precaución. Tengo que ir al estudio por la mayor parte de la mañana.
Cuando el silencio cayó alrededor de la mesa, Micah dejó caer su tenedor en su plato.
—¿Papá?
—¿Micah? —Edward imitó su tono.
—¿Puedo ir al estudio también?
La petición en los ojos de Micah tiró de un cordón en su pecho. Lanzando una mirada en la dirección de Bella, contestó:
—¿Alguna objeción?
Bella luchó contra las lágrimas que inesperadamente se juntaron, manteniendo la mirada en la mesa frente a ella. ¿Cuántas veces Micah había expresado su deseo de estar con su papá cuando cantaba? ¿O solo sentarse y mirarlo tocar la guitarra? No podría ni siquiera soñar con negarle ese placer a su hijo. Sacudiendo la cabeza, mantuvo su mirada en su taza de café. Aclarándose la garganta, murmuró:
—Nope.
Edward notó cómo evitaba su mirada.
—Oye, no te preocupes, cuidaré bien de él.
Finalmente, capaz de controlar la emoción que amenazaba con invadirla, Bella movió su silla y se levantó.
—Sí, lo sé.
—¿Tienes el número de los guardaespaldas? Deberías avisarles antes de bajar. —Edward rodó los ojos cuando Bella reconoció sus palabras con un asentimiento. Moviendo el periódico de la mesa, encontró la información de la cuenta que había creado. A pesar de no tener su información personal, Edward había puesto la cuenta con su nombre, pero dándole a ella acceso total. Después, cuando ella no se pusiera tan terca con el dinero, él cambiaría todo. Edward abrió el sobre y sacó la tarjeta de débito—. No olvides llevar esto contigo. No estaría mal traer algunas cosas para Micah… ya sabes, si ves algo…
Las pestañas de Bella cayeron en una mala mirada mientras miraba la tarjeta bancaria. No le gustaría nada más que tomarla y lanzarla por la maldita ventana. En su lugar, apretó los dientes y le dio una tensa sonrisa mientras la tomaba de entre sus dedos. De camino a su habitación para recoger sus cosas, pretendió no escuchar el suspiro molesto de Edward mientras guardaba la tarjeta en su bolsillo trasero.
Ahora ella tenía miles de dólares a su disposición, había demasiado dinero en esa pequeña tarjeta. Ni en un millón de años se imaginó poseer tal cantidad de dinero. Mentiría si dijera que la mera idea era suficiente para que se sintiera mareada. Incluso aunque la idea era intrigante, no gastaría ni un centavo más de lo necesario.
Edward rascó su nuca mientras se levantaba de la mesa.
—Vamos, Micah, despídete de tu mamá. Tenemos un largo día frente a nosotros.
La alegría iluminando el rostro de Micah era una visión inspiradora. Él quería ver esa misma expresión en el rostro de su hijo todos los días. Siguiendo a Micah, se quedó en la puerta de la habitación de Bella mientras su hijo entraba y envolvía sus brazos en su cintura. La madre de su hijo dejó de ponerse la chaqueta para besar la frente de Micah. Revolviendo su cabello, suspiró contra su cabeza.
—Te portarás bien con tu papá, ¿sí? Si te dice que hagas algo, lo haces.
—Lo haré, mamá —dijo Micah con un bufido como si ella tuviese que recordárselo—. ¿Me traerás dulces antes de llegar a casa?
—Seguro. —Bella miró a su hijo salir corriendo de su habitación antes de enfocarse en Edward, que aún estaba en la puerta. Solo se quedó ahí, mirándola en silencio. Poniéndose incómoda con su mirada, lo miró con duda—. ¿Hay algo en tu mente?
—Solo estaba pensando que deberías buscar casas o apartamentos en los próximos días. —Se encogió de hombros en respuesta—. No podemos seguir quedándonos en un hotel con Micah. Él necesita espacio para crecer.
—Estoy totalmente de acuerdo. —Eso era lo primero en lo que ambos parecían coincidir. Edward la miró por un largo momento antes de retroceder e ir hacia el pasillo. Escuchó mientras sus pisadas se alejaban y la tensión en su pecho se disipaba. Había algo acerca de él que causaba que reaccionara, de buena o mala manera, y últimamente, era definitivamente de mala manera.
Afortunadamente, los guardaespaldas que Alice había contratado se las arreglaron para mantener a la prensa alejada cuando Bella salió del hotel. Rápidamente, la llevaron hacia el auto y ella entró sin problemas en el asiento trasero. Mientras se acomodaba, el conductor se giró hacia ella, mientras Anthony y Robert subían al auto.
—¿A dónde nos dirigimos esta tarde, señorita Swan?
—Tengo varios destinos para hoy, pero creo que empezaremos con la biblioteca —dijo Bella, acomodando su bolso junto a ella. Era extraño que la llevaran a todas partes cuando ella estaba acostumbrada a caminar a donde sea que necesitara ir. En casa, bueno, en Deadwood, todo estaba relativamente cerca, y ella no tenía un auto. Demonios, tener un auto solamente hubiera aumentado sus gastos. Sin embargo, con el tamaño de esta ciudad, tenía que admitir que estaba agradecida por el vehículo.
Después de pasar dos horas en la biblioteca, Bella salió con un currículum bastante decente, al menos para sus estándares. Por supuesto, las aplicaciones que había encontrado en línea habían sido de mucha ayuda. Aunque no había sido capaz de formular descripciones adecuadas, las aplicaciones habían llenado los espacios en blanco de forma bastante descriptiva, con un vocabulario más amplio de lo que ella estaba acostumbrada a usar. Con diez copias en la mano, bajó los escalones hacia el auto con Anthony y Robert siguiéndola de cerca.
Mientras el auto se alejaba de la acera, Bella sacó una lista de restaurantes que había guardado en su teléfono.
—Pero el más importante es Del Posto. Están buscando un maître d´. Tengo demasiada experiencia siendo mesera. No crees que exagero, ¿verdad? Quiero decir, si puedo servir mesas, puedo tomar el mando y convertirme en la jefa del comedor.
—Tiene razón, señorita Swan —reconoció Anthony por encima de su hombro—. No estaría mal tampoco realizar un poco de trabajo previo. Cualquiera de los restaurantes que enlistó sería una excelente oportunidad para avanzar en la profesión culinaria. Todos tenemos que empezar en algún lado.
Los ánimos de Anthony la siguieron al bajar del auto cuando se estacionaron en el restaurante. En el segundo en el que entró a Del Posto, su sangre se congeló en sus venas. Estaba tan fuera de su elemento. El lugar gritaba elegancia. De pie al final de las escaleras que llevaban hacia el comedor, se movió nerviosa, pensando en darse la vuelta y salir corriendo por la puerta. Bella miró hacia su ropa. Edward había tenido razón, no estaba para nada preparada para un lugar como este. Por Dios, estaba parada ahí usando unos jeans de cinco dólares y una jodida playera.
Bueno, no es como si hubiera venido aquí por una entrevista. Solo pretendía dejar su currículum, bastante inadecuado, y luego salir de ahí. ¿Cómo podía ser tan estúpida? ¿Cómo iba a encajar en un lugar como este? Se quedó ahí mirando las escaleras, con nudos en el estómago, y cuando debería haber salido por la puerta tan elegante, el elevador se abrió.
Fue tomada por sorpresa por la repentina aparición de uno de los hombres más sofisticados que ella hubiera visto mientras él salía hacia el pasillo. De inmediato, sus cejas se alzaron y su dura mirada conectó con la suya. Bella literalmente podía sentir cómo se encogía. Solo la mirada de este hombre la intimidaba. Su mera presencia irradiaba importancia. Su mirada rápidamente estudió su atuendo y la confusión llenó sus facciones.
—¿Estás perdida?
Sí, estaba jodidamente perdida. Estaba muy, muy lejos de su zona de confort con esto. ¿Qué demonios había estado pensando? Mientras su cerebro estaba enlistando todos sus fracasos como ser humano, afortunadamente su boca tomó el mando, y se sorprendió por la confianza que inundó su voz. Su estómago quizá estaba revuelto, pero de alguna forma, logró formar oraciones coherentes.
—No, de hecho, vi en línea que Del Posto está buscando un maître d´, y quería dejar mi currículum.
—Creo que está fuera de tu alcance —dijo él, ignorándola mientras iba hacia las escaleras.
—Disculpa —se escuchó Bella decir antes de poder detenerse—. ¿Quién crees que eres para mirarme de esa forma?
Solo porque tal vez él tuviera razón no significaba que iba a dejar que él la dejara como si fuera mierda en sus zapatos. No le importaba quién pensaba que era. Bella sintió a sus guardaespaldas moverse detrás de ella cuando él abruptamente se giró para mirarla. Una mirada de ella por encima de su hombro causó que se quedaran en su sitio.
—Mire, señorita, como sea que se llame. Soy el maître d´ actual aquí y se lo digo, no tiene ni una oportunidad.
—Uno pensaría que con tus aires de importancia, mostrarías un poco más de clase —lanzó Bella de vuelta. Él seguía mirándola como si fuera basura y su enojo solo crecía más y más. Estaba a punto de seguir hablando cuando el elevador sonó y se abrió de nuevo. Cuando miró en esa dirección, su lengua se atoró en su boca.
Cuando decidió intentar aquí, sabía que era el restaurante de Joe Bastianich. Sin embargo, nunca imaginó estar frente al hombre. El poder en sus ojos cuando de inmediato conectaron con los suyos le robó el aliento. La preocupación se instaló en su rostro mientras se acercaba a ella, mirando entre ella y su maître d´ actual.
—¿Sucede algo aquí?
Por varios minutos, las palabras se atoraron en su garganta mientras ella miraba al chef estrella. Cuando el aire volvió a sus pulmones, habló.
—Yo estaba-estaba intentando dejar mi currículum cuando su maître d´ me informó que este lugar estaba muy fuera de mi alcance.
Sin dudar, Joe extendió su mano, sus dedos moviéndose en un gesto de "dámelo". Como si una fuerza extraña la controlara, el brazo de Bella se alzó, sus dedos temblando un poco mientras le tendía a Joe su currículum. Quería morir… morir justo ahí. Nunca imaginó que Joe Bastianich sería quien leyera su currículum de mierda que consistía en una cafetería en una tierra olvidada por Dios. Miró mientras él escaneaba el papel y la miraba de nuevo.
—Nunca he oído de este lugar, ¿acaba de abrir en Nueva York? —El ceño de Joe se frunció como si estuviera tratando de descubrirlo.
—Um, no, es una cafetería en Deadwood —dijo Bella con un poco de duda. ¿Se dio cuenta de lo estúpida que sonaba? ¡Claro que sí!—. Es en Dakota del Sur.
—Se lo dije, chef. ¿Cómo una pueblerina podría manejar un restaurante de cinco estrellas? No es posible, chef.
Los ojos plateados de Joe estudiaron a Bella. Ella estaba congelada en el piso. No habría sido capaz de salir corriendo de ese lugar ni aunque estuviera siendo perseguida por perros rabiosos. Sus mejillas se sonrojaron con el fuego creciendo dentro de ella. Nada le gustaría más que plantar su puño en la boca de ese maître d´.
Y aun así, mientras hervía de furia dirigida hacia el hombre en las escaleras, entró en shock ante las siguientes palabras de Joe.
—Jared, recoge tus cosas y sal. Aquí no tratamos a la gente con poca elegancia o ética.
Aún sin palabras… Bella lentamente cerró su boca abierta y se preguntó qué demonios acababa de pasar.
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