DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Jgaff. Yo solo me adjudico la traducción.

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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 25

Edward se estiró en la cama mientras despertaba. Mirando hacia el brillo de la luz filtrándose por las persianas, una media sonrisa se instaló en sus labios cuando sus pensamientos de inmediato se fueron hacia Bella. Durante los últimos días, él había pasado mucho de su tiempo hablando por mensajes y llamadas con Micah y con la hermosa madre de su hijo. Con cada conversación que él tenía con Bella, más se encontraba queriendo hablar con ella.

Un ruido de su teléfono en el buró llamó su atención. Mirando la fotografía de Bella en la pantalla, la media sonrisa se convirtió en una sonrisa completa. Apresuradamente ingresó su contraseña y fue hacia el mensaje. La calidez, y algo que no había sentido en mucho tiempo, se instalaron en su pecho cuando una fotografía de ella y Micah apareció en la pantalla.

Ambos debieron estar en la cama porque sus cabezas estaban juntas con almohadas rodeándolos. Ambos tenían grandes sonrisas mientras sonreían hacia él, y él de inmediato notó el cabello de Bella esparcido por las almohadas. Los ojos dorados de Micah brillaban, mientras los castaños de Bella estaban brillantes de felicidad. Un mensaje estaba debajo de la fotografía. «Buenos días, papi».

Mientras que sabía que el mensaje venía de Micah, un poco de lujuria lo llenó mientras veía la palabra "papi"… esa mujer podía llamarlo papi cuando quisiera. Quizá después, cuando Micah no estuviera junto al teléfono de Bella, él le diría eso. Bueno, entonces, después de muchas conversaciones de noche y a mitad del día, sus mensajes de texto con Bella se habían vuelto un poco coquetos y, por su parte, eso era más que bienvenido.

Sin embargo, considerando que su hijo estaba presente, él simplemente se tomó una fotografía y añadió su propio saludo de buenos días. En el segundo en el que su pulgar se posó sobre el icono de enviar, su teléfono cobró vida, con el nombre de Bella parpadeando en la pantalla. Quitándose el sueño de la garganta, aceptó la llamada.

—Hola, enano. ¿Estás siendo bueno con tu mamá?

—Siempre… Papá, ¿cuándo vendrás a casa? No entiendo por qué no puedo ir a visitarte. Ha pasado mucho tiempo desde que te vi.

Edward rio.

—Bueno, después de este show en Sacramento, tengo una convivencia en Stockton, entonces podré ir a casa por un par de semanas. ¿Qué tal suena eso?

—¡Genial! ¿Dónde es Sacramento? ¿Y qué tan lejos está Stockton de donde tú estás? ¿Estás seguro de que podrás venir pronto a casa? Te extraño, papá.

—También te extraño, hombrecito. —Edward se enderezó para sentarse y se quitó las cobijas de encima. Yendo hacia el baño, hizo lo suyo antes de ir al minibar. Ayer, pasó por una tienda y compró algunas cosas. Sirviéndose un poco de jugo de arándano, se sentó en una silla junto a la ventana—. Bueno, en avión, está como a una hora, rayos, quizá como a veinte minutos de distancia. Solo que la fecha de la convivencia es unos días después del último concierto, pero prometo que iré a casa tan pronto como pueda.

—Bien… mamá dice que tengo que ir a ducharme antes de la escuela. Te quiero, papá, ven pronto a casa, te extrañamos.

—También te quiero —dijo Edward, nunca hablando más en serio en su vida. Cada día su lazo con Micah se hacía más fuerte y no podía imaginar su vida sin él. Él casi esperaba que Micah terminara la llamada, así que cuando la voz de Bella hizo eco por el teléfono, una chispa más de nostalgia por su hogar punzó en su pecho.

—Solo quería decirte que tuvieras un buen día.

—También tú. —Edward estiró su pierna. Era raro, pero tan pronto como su voz susurró en su oído, su cuerpo cobró vida. Presionando su antebrazo sobre su creciente erección, él intentó aliviar la reacción que ella inspiraba. Aclarándose la garganta, volvió a hablar—. ¿Me llamarás más tarde?

—Quizá si eres bueno… —Bella rio, mordiendo su labio inferior.

Edward detectó un poco de sarcasmo en su tono.

—¿Estás segura de que quieres que sea bueno?

Bella movió su mano frente a su rostro, abanicándose, intentando calmar el aumento en su temperatura corporal. Las implicaciones de esa sencilla pregunta hacían que sus deseos cobraran vida.

—Si no lo fueras… ¿exactamente qué implicaría eso?

Edward se movió en su asiento. Ahora su erección estaba al máximo y ninguna cantidad de presión iba a eliminar la pulsación generándose bajo su cinturón. Incapaz de resistir el impulso, su mano se posó por encima de su excitación, la tentación causando que cerrara sus dedos alrededor de su longitud.

—Solo sigue hablando en ese tono curioso y sugestivo, Bella.

Bella escuchó el tono en la voz de Edward. Su ceño se frunció en especulación.

—¿Por qué? ¿Qué exactamente está pasando por allá, señor Cullen? Suena un poco diferente.

—No demasiado aún —gimió Edward, sacando su erección, intentando y fallando al contener el gemido que tenía en su garganta—. Sigue hablándome en ese tono… mierda.

Entendiendo, lento al principio pero finalmente lo hizo, los ojos de Bella se ensancharon, justo antes de que una calidez se instalara en su interior. Recordó la mañana que había estado junto a él, en el avión cuando llegaron a Nueva York. Ahora ese momento se sentía a millones de años de distancia, pero incluso ahora, recordó la sólida presión de sus músculos contra ella. Al instante, recordó el sabor masculino de sus labios la noche antes de que se fuera.

Consciente de la presencia de Micah mientras se quitaba la ropa para meterse a la ducha, habló en un tono bajo.

—Eso a duras penas parece justo, Edward.

La culpa amenazó con llevarse la pasión que recorría su cuerpo. Sus dedos soltaron su erección con un torturado gemido.

—¿Quieres que espere?

—¿Lo harías? —El saber que Edward evitaría darse placer por ella envió una nueva sensación de control por su cuerpo. Tomando una toalla de su gabinete, la puso en la mesa; señalándola cuando Micah la miró, se apresuró para salir del baño.

Edward dejó salir un suspiro, su mano descansando contra la silla para evitar estirarse por su miembro. Finalmente, mientras cerraba los ojos, murmuró:

—Lo haría… ¿tú?

—¿Yo qué? —Bella quiso saber. Tenía el presentimiento de que sabía a qué se refería, pero decirle que en realidad ella nunca se había masturbado parecía un poco vergonzoso. Demonios, decirle que lo había hecho también la habría hecho arder de humillación.

Sí, tenía veinticuatro años y nunca había experimentado un orgasmo; ni siquiera en la única noche en la que había dejado que su pasión tomara el control. Bella había sido virgen esa noche, y cualquier placer que recorriera su cuerpo había sido robado al final de la noche. Aunque lo había disfrutado, sabía que algo había faltado.

—No tocarías tu coño si yo no toco mi polla —explicó Edward, poniéndose un poco inquieto con la dirección de su conversación. Saltando de la silla, paseó por la habitación; yendo hacia sus maletas, tomó su champú y jabón corporal.

Bella rio ante la explicación.

—Edward, yo no… algunas veces siento como si quisiera, pero ni siquiera sabría cómo…

Edward se detuvo de camino a la ducha.

—¿Estás diciéndome que tú nunca, nunca te has masturbado, Bella? ¿Sin novios… nada en casi nueve años?

Sus mejillas ardieron por la forma en la que lo dijo. Sabía que había sido ermitaña, pero Dios, ¿realmente se había estado perdiendo de tanto? Mordiéndose el labio, asintió.

—Síp.

—Mierda, Bella. —Se detuvo a medio paso. La mujer había estado tan privada de tantas cosas. Era como si hubiera dejado de vivir por completo cuando él desapareció todos esos años atrás—. Mierda, yo…

—Edward, tengo que irme… —Bella no esperó a que él respondiera, terminando la llamada. Con lo vergonzosa que su revelación había sido, y luego escuchar el shock en la voz de Edward… eso solo le añadió más a su humillación.

Edward miró su teléfono mientras la línea se cortaba. Esperó para ver si llamaba de vuelta, y cuando no lo hizo, le envió un mensaje.

«Lo siento, Bella… solo me quedé sorprendido. Odio saber que te perdiste de tantas cosas en estos años, y que eso en parte fue mi culpa. Por favor, no estés avergonzada, cariño».


Bella aún estaba llena de mortificación acerca de su discusión con Edward. Incluso después de que él envió su último mensaje esta mañana, sintió la vergüenza encender sus mejillas. ¿Por qué estaba tan mortificada? Bueno, no era tanto la mortificación sino que… se sentía jodidamente estúpida. Mientras todos los demás se habían graduado y seguido adelante con su vida, Bella se había quedado atrapada en un limbo entre ser madre y la chica a la que dejaron en un hotel.

También ella tenía esta loca energía saliendo a la superficie cada vez que hablaba con Edward. Estaba esta demanda corriendo por sus venas que era completamente extraña para ella. ¿Qué demonios se suponía que hiciera? De repente, tenía esta loca necesidad de cerrar la puerta de su habitación y trabajar en descubrir partes de su cuerpo que aún eran un misterio para ella. ¿Quién lo sabría si lo hiciera?

Estaba la conversación con Edward ofreciéndole esperar, si lo hacía. La cuestión era que ella había esperado los últimos nueve años. ¿Y Edward?

Tamara, la chica más que emocionada por dar a conocer su presencia ese primer día que había encontrado a Edward, llegó a su mente. Una cosa era absolutamente segura, Edward no había esperado por ella.

Bella contempló todo acerca de su última conversación mientras iba hacia la puerta esa tarde, lista para ir a trabajar. Cuando la abrió, retrocedió cuando un repartidor de UPS la saludó.

—Tengo una entrega para Bella Swan —explicó, bloqueando su salida.

—Yo-yo soy Bella. —Mirando al chico con confusión, echó un vistazo hacia la camioneta. Cuando le tendió una tabla para firmar, ella lo hizo—. ¿Quién… qué clase de entrega?

—No sabría decirle, señorita. Solo me pagan para traer los paquetes —anunció, girándose.

Con curiosidad, se hizo a un lado mientras veía como paquete tras paquete era descargado en una plataforma rodante. Cerrando su chaqueta, fue hacia allá y levantó uno de los paquetes.

Edward Cullen.

Apenas podía imaginarse lo que estaba escondido en esos paquetes. Sacudiendo la cabeza, les indicó el camino hacia la casa. Bella no tenía tiempo de abrirlos y satisfacer las preguntas en su cabeza, pero durante las siguiente ocho horas en Del Posto, no pensó en otra cosa. En el segundo en el que se deslizó por las puertas después del trabajo, alzó una caja y le quitó la cinta, abriendo con rapidez el paquete.

Cuando se encontró con una KitchenAid, sonrió y sacudió la cabeza, de inmediato recordando la conversación que habían tenido acerca de ella yendo a la escuela culinaria. Si no se equivocaba, el resto de las cajas tenían cosas similares. Mordiendo su labio mientras intentaba reprimir la diversión en su pecho, abrió una caja rectangular, de alrededor de dos centímetros de grosor y su boca se abrió cuando se encontró con diferentes tipos de papel.

Le recordó a su primera Navidad con Charlie. Él había pasado dos meses preguntándole qué quería para Navidad, y ella le había pedido que mejor comprara cosas para el bebé. Así que cuando ella buscó en su pequeño árbol de Navidad ese año y encontró set de artículos de arte, había estado más que sorprendida. De la noche de Navidad a la víspera de Año Nuevo, Bella se la pasó dibujando cosas alrededor de la casa, incluso hizo un boceto de Charlie durmiendo en su sillón. Su padre había estado tan halagado con su talento, que insistió en enmarcar la imagen y aún estaba colgada por encima de su silla en la sala de estar.

El recuerdo envió una ola de tristeza a su pecho, y sintió esta enorme necesidad de llamar a Charlie. Sacando su teléfono de su bolsillo, encontró su contacto, su pulgar pasando por encima del botón de llamar. Una mirada al reloj la hizo dudar, pero el deseo de hablar con su padre era muy grande como para ignorarlo. Mordiendo el interior de su mejilla, presionó el botón de enviar, caminando lentamente alrededor de la mesa del comedor mientras escuchaba el teléfono sonar.

—Bella… cariño, ¿estás ahí?

Las lágrimas se acumularon de inmediato en sus ojos mientras la voz de Charlie tocaba unas fibras dentro de ella.

—Papá.

—Dios, es tan bueno oír tu voz, Bells. ¿Cómo estás? Estoy tan jodidamente arrepentido por todo… la cosa más estúpida que he hecho y ni siquiera puedo decirte qué demonios estaba pensando porque no lo sé.

Bella solo miró el papel en la mesa, tragando el nudo de emociones que la ahogaba; limpió sus ojos. Aunque su voz estaba ronca por ser despertado a mitad de la noche, era simplemente el sonido más dulce… aclarándose la garganta, ella intentó hablar.

—E-estoy b-bastante… mierda. Yo… nosotros estamos bien.

—¿Qué hay de Micah? ¿C-cómo está mi nieto?

Al escuchar la voz de Charlie quebrarse mientras era invadido por la emoción, Bella se dejó caer en una silla mientras una debilidad la invadía. ¿Su padre estaba llorando? Sonaba como si lo estuviera haciendo… santa mierda. Su corazón estaba punzando con un inconsolable dolor. El pensamiento de ese enorme hombre ahogándose por la emoción era más de lo que ella podía aguantar.

—É-Él… él está bien, papá. Te he extrañado demasiado.

—Dios… también te he extrañado, Bells… y a Micah. No puedo soportar no ser parte de sus vidas. Yo realmente me equivoqué y no hay nada que pueda hacer para reparar ese daño. Bells, por favor, perdona a este tonto y viejo hombre… fue pura estupidez.

—E-estoy trabajando en ello —sollozó Bella mientras otra ola de melancolía la invadía. Durante los siguientes veinte minutos, Bella le contó a Charlie todo lo que había pasado desde que llegaron a Nueva York. Cuando su teléfono sonó con una llamada entrante y vio el nombre de Edward, finalmente susurró—: Te quiero, papá. Te llamaré pronto, ¿de acuerdo?

—También te quiero, Bella. Dale un beso a mi nieto de mi parte.

—Lo haré. —Bella sonrió, limpiándose otra lágrima del ojo. Cuando escuchó la llamada cortarse entre ella y Charlie, respondió la de Edward—. Hola, ¿acabas de terminar un show?

—No, he estado sentado aquí en esta habitación de hotel deseando estar en casa. No estaba seguro de si ibas a contestar después de esa conversación esta mañana. —Edward sacó un cigarrillo de la cajetilla de la mesita de café y salió hacia el balcón—. ¿Qué tal tu día?

—Bueno, me sorprendí cuando fui hacia la entrada esta mañana y me detuvo un repartidor de UPS —explicó Bella, acercando otra caja. Quitó la cinta para descubrir un set de lápices, acuarelas, gises, carboncillo. Riendo, se dejó caer otra vez en la silla—. ¿Crees que abriré un estudio de arte o algo así?

—Oye, nunca sabes —rio también, mirando hacia la ciudad mientras inhalaba el humo y exhalaba—. Entonces, ¿estamos bien?

—¿Por qué no lo estaríamos?

—Pensé que quizá fui muy explícito demasiado pronto. No pretendí avergonzarte —gimió mientras se sentaba al borde de la silla—. Demonios… es solo que me hace desear… me hace desear un montón de cosas.

—¿Qué clase de cosas? —Bella detectó un inevitable arrepentimiento en su tono. De repente, tenía esta abrumadora necesidad de verlo. Este deseo creció y creció, y su pecho se contrajo, sintiendo como si fuera a explotar.

—Ya sabes… que las cosas no hubieran sucedido de la forma en la que lo hicieron. Que hubiera estado ahí junto a ti en esa habitación de hotel, todos esos años atrás… que hubiera hecho más por encontrarte. Que no tanto tiempo hubiera pasado… —Edward tiró la ceniza y aplastó el cigarrillo con su tenis—. Desearía que estuvieras aquí. Que no hubiera sido un cretino la noche antes de que me fuera. Esa galería de arte que mencionaste… solo algo pequeño para decir lo jodidamente arrepentido que estoy por ser un idiota de primera.

Su disculpa la invadió, despertando una desesperación que nunca imaginó sentir. Con su declaración, sintió como si tuviera que hacer la propia. Por segunda vez esa noche, las lágrimas brillaron en sus ojos mientras sus propias discreciones luchaban por dominarla.

—Yo también lo siento, Edward. Lamento nunca haberte contactado por Micah. Lamento que haya sido una bruja tan desagradable esas primeras semanas, y más que nada, lamento que te haya sido arrebatada la posibilidad de crecer con tu hijo… Dios, lo siento tanto, tanto. Desearía poder verte justo ahora.

Edward tomó el teléfono y presionó el icono de video.

—Todos tus deseos… Bella.

Bella no pudo evitar todo lo que sintió cuando sus ojos dorados aparecieron en la pantalla. La barba que adornaba su mandíbula solo añadía más al atractivo sexual que el hombre ya poseía, lo que hizo que una pregunta saltara en su mente. Dudando solo un segundo, se aclaró la garganta mientras juntaba el valor para hacer su pregunta.

—Edward, ¿puedo preguntarte algo?

El asombro alumbró su mirada mientras se encontraba con la suya.

—Puedes preguntarme lo que quieras, Bella.

Mordiendo su labio inferior, se recargó en la silla, cruzando los tobillos; Bella jugó con la cinta mientras pensaba en las palabras correctas.

—Ummm… estaba pensando… ¿has… has… tú has visto a alguien recientemente?

Edward tenía el presentimiento de que sabía exactamente de lo que estaba hablando, pero solo para aclarar todo, sus cejas se alzaron mientras la estudiaba.

—¿Me estás preguntando si me he acostado con alguien más?

Un sonrojo tiñó las mejillas de Bella, y su mirada se alejó de la pantalla. Asintiendo, murmuró una respuesta dudosa.

—Sí.

—No lo he considerado desde que tú volviste a mi vida —contestó Edward sin pausar.


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