DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Jgaff. Yo solo me adjudico la traducción.

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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)


Capítulo 30

Bella estaba en el sofá de la sala de estar. Incluso aunque tenía analgésicos, aún había un dolor en sus costillas si se movía demasiado rápido, recordándola del incidente por el que acababa de pasar. Por supuesto, si estuviera tratando de olvidarlo, una de las diez personas a unos centímetros de distancia le ayudaría a recordarlo. Sus labios se movieron mientras miraba alrededor de la habitación, yendo de Charlie sentado en una mecedora, a Micah sentado en un extremo del sofá con Edward a su lado con unas almohadas. Luego, estaban los Cullen; Carlisle y Esme, en el otro sofá a un metro de distancia.

Cuando llegó a Nueva York, no se imaginaba tener a tantas personas preocupadas por su bienestar, y la preocupación era difícil de ignorar cuando la miraban.

Bella se movió en el sofá, necesitando girarse porque, en este momento en particular, su espalda estaba doliendo. En el segundo en el que se movió, Edward de inmediato se giró en su dirección, ofreciéndole una mano para hacer todo más fácil. Otra ola de calidez la invadió mientras sus dedos gentilmente se unían con los suyos.

—¿Estás bien? —murmuró mientras ella se acomodaba entre las almohadas, sus dedos pasando por su mejilla—. Necesito hacer unas llamadas y ver qué puedo encontrar acerca de este incidente. Si necesitas algo, mamá y papá están aquí.

—Lo sé —susurró Bella mientras sus pestañas caían del cansancio—. No se han ido de la sala desde que llegué a casa. Muy dulce.

Sintió la presión de los labios de Edward en su frente, pero los efectos de las medicinas la llevaron a la mágica tierra del nulo dolor.

Edward tomó su teléfono de la mesita de café y se puso de pie. Por un largo minuto, se quedó ahí de pie, masajeando su entumido trasero, mirando a una de las personas más importantes de su vida. Su cabeza estaba contra las almohadas mientras se quedaba dormida, y sus labios se curvaron mientras miraba la imagen que presentaba.

Su cabello estaba revuelto y cayendo por la almohada con una venda en su frente, y los residuos de la cinta que habían usado para mantener las agujas de sus brazos en su lugar, pero sin duda alguna ella era la criatura más hermosa que alguna vez hubiera visto. Finalmente, se las arregló para recordar por qué se había puesto de pie en primer lugar cuando su teléfono vibró en su mano.

Yendo hacia la cocina, respondió la llamada de Anthony.

—Hola, dime que has encontrado algo más.

—Su nombre es Riley Pierce, y sí trabaja para Tamara. Están intentando acceder a sus registros financieros y ver si hay una conexión entre las cuentas de Tamara y Riley. —Hubo una pequeña pausa en la línea antes de que él siguiera, aclarándose la garganta—. Dice que ella ya lleva un rato pagándole. Han estado siguiendo a Bella por todo Nueva York y enviando fotos e información a quien sea que quiera comprarla.

—¿Dijo por qué ella está haciendo esto? —Edward quiso saber, sus codos descansando en la encimera mientras miraba por la ventana de la cocina—. Demonios, ¿hay siquiera una razón?

—Bueno, señor. —Anthony dudó mientras buscaba la explicación correcta—. Disculpe mi lenguaje, pero… él dice "ella quería que la perra regresara al lugar de donde salió, y mientras más pronto, mejor".

Edward presionó el puente de su nariz mientras sus peores miedos se volvían realidad. Obviamente, esta lunática mujer había tomado su relación física como algo más de lo que era, y estaba consciente del hecho mientras la amargura se instalaba en su interior. Aun así, necesitaba escuchar las palabras, así que preguntó:

—¿Y por qué exactamente?

—Él dijo que ella quería a Bella fuera del camino, para… para… —Anthony se aclaró la garganta por tercera vez durante la llamada—. Honestamente "para poder recuperarlo" fueron sus palabras precisas, señor. Riley dice que ella fue responsable por los rumores acerca de una relación inapropiada entre Bella y yo. Quiero que personalmente sepa, señor Cullen, que nunca ocurrió nada inapropiado. Nunca pondría en riesgo la reputación de Bella o mi carrera de tal manera.

Edward ya sabía que todo lo que Anthony decía era cierto, pero oírlo directamente de él, causó que una ola de alivio lo invadiera. Asintiendo, Edward continuó.

—Sí… supuse eso… no sin antes avergonzarme por completo, pero gracias por aclarar la situación.

—Lo llamaré con más detalles cuando los tenga, señor.

—Cuando tengan más información, necesitan presentar cargos contra Tamara. Quiero que le imputen todos los cargos posibles. Fue muy lejos… demonios, cruzó la línea cuando intentó arrojar a Bella al tráfico. —Edward escuchó mientras Anthony coincidía con él antes de terminar la llamada con el guardaespaldas. Deslizando el teléfono en su bolsillo, se quedó cerca del fregadero mirando hacia afuera, la forma en la que el sol brillaba contra la ventana. Su puño se tensó mientras su temperamento empeoraba ante el pensamiento de lo que pudo haber perdido.

Edward aún estaba perdido en sus pensamientos cuando escuchó un ruido detrás de él. Mirando por encima de su hombro, vio a Charlie entrar a la cocina… un muy buen objetivo hacia la furia que crecía dentro de él. Su mandíbula se tensó mientras se giraba hacia el padre de Bella, el músculo cerca de su sien punzando mientras estudiaba al hombre.

—¿Encontraron algo incriminatorio? —Charlie pasó su vida lidiado con inadaptados, criminales y gente furiosa durante su carrera como oficial. No había forma de ignorar la mirada de furia en el joven hombre frente a él, y era bien merecida, determinó, preparándose para el enfrentamiento que sin duda vendría.

El rostro de Edward se puso rojo mientras fruncía los labios.

—Quiero que sepa que la única razón por la que está en mi casa es por la mujer en el sofá. Si no hubiera pedido que estuviera aquí, nunca lo habría dejado acercarse de nuevo a ella o a mi hijo.

—Edward —comenzó Charlie, su mirada alejándose de la furia quemando en su mirada dorada—. Yo… yo crucé una línea con lo que hice. No puedo explicar qué estaba pasando por mi cabeza en ese momento. Solo quería que Bella te contactara y hacer las cosas bien por Micah. Él merecía más que un pequeño apartamento y apenas tener lo suficiente, y ella siempre estaba tan preocupada por decirte… necesitaba encontrar una forma de que escucharas…

—¿Sabe?, inventaron los teléfonos por una jodida razón —gruñó Edward, acercándose—. ¿Nunca pasó por su mente? ¿O venir a Nueva York… o…?

Charlie rio sin humor mientras sacudía la cabeza.

—Edward, ¿alguna vez has intentado ponerte en contacto con una celebridad? ¿Qué tan loco se hubiera escuchado si hubiera intentado explicarte que eras el padre de mi nieto? Lógicamente, ¿qué tan posible hubiera sido si te contactara y de verdad me escucharas? Tienes gente que evita que ese tipo de cosas pasen.

—Eso es cierto —razonó Edward con un asentimiento—, pero siempre pudo haber contactado a un abogado… o intentar contactar a mis padres. Todo antes que orquestar secuestrar a su nieto y hacerle creer a su madre que su vida estaba en peligro. ¿Siquiera se imagina cómo debió haber sido para ella?

La mirada de Charlie se nubló con lágrimas mientras se aclaraba el nudo de la garganta. Nunca había querido causarle dolor a Bella. Solo quería lo mejor para Micah.

—Soy muy consciente de lo idiota que fui, señor Cullen. Supongo que no soy el único que tiene un pasado por el cual lamentarse… ¿o sí? Parece que el suyo también viene a atormentarlo. Demonios, le pudo haber costado la vida a mi hija.

—Entonces, los dos somos pedazos de mierda —gruñó Edward mientras la verdad de las palabras de Charlie se instalaba en él—. Quiero que sepa desde el fondo de mi alma… si algo, lo que sea, alguna vez le sucede a Bella o Micah, y usted es la causa… habrá graves consecuencias. Aunque Bella lo haya perdonado, siempre, siempre habrá un par de ojos mirándolo. Tenga cuidado, señor Swan.

Charlie tragó con fuerza mientras Edward dejaba la cocina. Quería estar molesto u ofendido por la declaración de Edward, pero el respeto se instaló en su interior. Sin importar lo que sucediera en el futuro, Edward Cullen estaría ahí para proteger a su hija y su nieto. Sus dedos pasaron por su cabello mientras su pecho se contraía, y su boca se alzó de un lado mientras decía:

—No espero menos.


Bella descansaba en medio de la cama con Micah acostado sobre su estómago a su lado. Aburrida con su reposo, le hizo cosquillas a Micah en el pie mientras pasaba cerca de su mano. Él soltó unas risitas mientras alejaba su pie de sus manos antes de volver a repetir el movimiento. Se rio con él mientras trazaba un círculo con sus dedos y, de nuevo, él se alejó.

—Ven aquí —le dijo Bella cuando él se giró para mirarla—. Mamá necesita un abrazo.

Micah no dudó mientras se arrodillaba a su lado, sus brazos yendo hacia su cuello con fuerza.

—Te amo mucho, mamá. ¿Te sientes mejor?

Los ojos de Bella se cerraron mientras abrazaba su pequeño cuerpo contra ella. Besando su frente, susurró:

—Creo que pasarán unas semanas antes de que me sienta mejor, pero no me puedo quejar. ¿Cómo te sientes tú?

—Bien —murmuró, su cabeza cayendo sobre su hombro—. Mamá, ¿podemos ver una película? Quiero ver algo de terror.

—No tienes permitido ver películas de horror —explicó Bella, acomodando a Micah junto a ella—. Creo que tienes tarea por hacer. La abuela dijo que tienes de matemáticas e inglés… y deberías practicar tu español.

—Eso no suena divertido. —Micah lanzó una mirada con una mueca hacia su dirección—. El abuelo me llevará al hospital mañana. Dice que puedo cargar a un conejito para que los pacientes lo acaricien.

Carlisle siempre llevaba a Micah al hospital para mostrarle la importancia de preocuparse por otros, lo que era un concepto muy importante para aprender. Bella sonrió con suavidad ante el pensamiento. Micah incluso estaba hablando acerca de querer convertirse en doctor, lo que la llenaba de orgullo.

—Eso es increíble, Micah, pero aún necesitas hacer tu tarea.

—Bien —se quejó él, alejándose de ella y saltando de la cama. Se detuvo en la puerta y la miró—. Te amo, mamá.

—También te amo, Micah. —Bella descansó la cabeza contra su almohada.

Mientras más se quedaba en esta cama, más inquieta se ponía. Estaba al borde de la locura. La enfermera que le habían contratado llegaría pronto para ayudarla a bañarse, pero la idea de que una extraña la viera desnuda mientras ella estaba consciente no le agradaba del todo. Demonios, que alguien conocido lo hiciera tampoco le agradaba. Siempre estaba Edward…

Su nombre se quedó en su mente, no permitiendo que lo olvidara ni por un segundo. Desde que llegó a casa una semana atrás, aunque había estado atendiéndola durante su reposo, no se había atrevido a tocarla. Por supuesto, imaginó que las palabras del doctor acerca de ver a parejas enamoradas probablemente lo habían sorprendido. Demonios, a ella la habían sorprendido.

¿Amaba a Edward?

Su relación había cambiado desde el incidente. Edward siempre estaba presente, esperando a su lado, un par de besos por aquí o allá, pero ninguna declaración de amor eterno había sido hecha de ninguna de las dos partes. ¿Ella quería amarlo? ¿Ella quería que la amara?

Honestamente, no podía imaginar amar a alguien más. Él era un padre maravilloso, incluso si aún tenía mucho que aprender al respecto. Le había mostrado más devoción en la última semana de lo que las personas se pasaban toda una vida buscando. Y el pensamiento de vivir sin él causaba un dolor cerca de su corazón. ¿Y si, después de esto, él decidía que ella no era lo que él quería? ¿Y si todo era demasiado para él?

Estaba pensando en estas preocupaciones, mirando una pared vacía, cuando el diablo apareció en su puerta. Poniéndose un poco nerviosa, le lanzó una suave sonrisa.

—Hola.

—Hola. —Edward entró a la habitación, yendo al pie de la cama—. ¿Cómo te sientes?

—Aburrida, aburrida y aburrida. —¿Por qué él estaba tan lejos? Cuando llegó al hospital, ella podía haber jurado que las cosas progresaron entre ellos. Esta distancia que ahora él mantenía entre los dos la hacía preguntarse si lo había imaginado todo. Incluso mientras la inseguridad la invadía, se forzó a alzar la barbilla como si no se hubiera dado cuenta—. ¿Qué haces? ¿Algo interesante ha pasado allá abajo?

—Nah. —Edward sacudió la cabeza, la urgencia de cerrar la distancia entre ellos estaba invadiéndolo con fuerza. Un escalofrió recorrió su columna, y sus dedos se curvaron para evitar estirase por ella—. Casi todos están preparándose para irse a la cama. Micah y Alice están en la cocina haciendo tarea. Tu enfermera debería llegar pronto.

Bella gimió mientras su rostro se enrojecía.

—No necesito una enfermera. Creo que soy capaz de bañarme sola.

—¿Cómo exactamente planeas entrar y salir de la ducha sin caerte de cabeza? —El pensamiento de Bella lastimándose a sí misma porque era demasiado orgullosa como para aceptar ayuda estaba fuera de la ecuación—. No pasará mucho tiempo antes de que puedas hacerlo por ti misma de nuevo, Bella. Pronto no tendrás ningún descanso, y entonces extrañarás estos momentos.

Edward intentó que sus ojos se mantuvieran en ella, pero viajaron alrededor de su forma. Imágenes llegaron a su mente de cuerpos entrelazados y sábanas revueltas, y sus manos se movieron para disimular el efecto que estas imágenes tenían en él. Había trabajado muy duro por mantener una distancia y darle tiempo de sanar. En estos momentos, su fuerza estaba a punto de quebrarse.

Bella notó el cambio en su expresión mientras miraba su cuerpo. Ahhh. Él no estaba tan poco afectado como ella pensó al inicio. Un escalofrío recorrió sus pechos, sus pezones endureciéndose cuando su mirada se posó por un momento ahí antes de ir a sus ojos de nuevo. Con este nuevo conocimiento venía un poder, y sus inseguridades se derritieron bajo el calor que vio. Lamiendo sus labios secos, su mirada nunca flaqueó mientras decía:

—Siempre puedes ayudarme. Como dije, puedo bañarme sola… solo necesito ayuda para entrar y salir de la ducha.

Sus nudillos se pusieron blancos mientras luchaba contra el impulso de tocarla. Con las pestañas cayendo, la estudió a través del fino velo.

—No sé si eso es una buena idea, Bella.

Su barbilla se alzó mientras lo estudiaba. Cada músculo en su cuerpo se tensó, y la respiración se le aceleró. El hambre quemaba en sus piernas ante el pensamiento de mirar su piel suave y húmeda. Edward comenzó a salivar mientras su beso pasaba por su mente, su cuerpo endureciéndose, la lujuria volviéndose imparable. Mierda… quería probar cada centímetro de su cuerpo. La necesidad latía por sus venas y sus fosas nasales se ensancharon mientras veía sus pechos presionarse contra la tela de su playera.

No estaba usando sostén. Sus pezones estaban erectos rogando. Edward se mordió la punta de la lengua para evitar pedir probarlos. Y la bruja parecía saber el efecto que ella estaba teniendo en él. Ahora, sus labios se curvaron en un pequeño mohín y… mierda… estaba perdido.

—¿Por qué? —Jugando con un mechón de su cabello, mostró su labio inferior—. Vamos, Edward. Necesito ayuda, y no la quiero de un extraño. ¿Qué tal si mandan a un enfermero hombre? No quiero que algún tipo que no conozco me toque.

Eso pareció funcionar, Bella pensó con una sonrisa malvada. De inmediato, un fuego brilló en sus ojos, derritiendo esas pupilas doradas.

—Eres malvada, mujer. Eso no pasará, no en mi guardia. Pedí una enfermera, solo para calmar tu mente.

—¿Estás diciendo que no me ayudarás? —La decepción invadió a Bella en olas profundas, causando que una frustración que nunca había sentido se instalara en su pecho. Maldición, ¿qué tenía que hacer para llamar su atención? Sentía como si estuviera al borde de las lágrimas cuando sus siguientes palabras reemplazaron el descontento con un poco de esperanza.

—No dije eso —gruñó. En el segundo en el que le dijo a Bella acerca de la enfermera, el disgusto invadió su hermoso rostro. En ese preciso momento, caminaría descalzo por el fuego para verla sonreír, incluso si lo mataba en el proceso. Su muerte era una gran posibilidad, también, considerando que su cuerpo estaba tan tenso que podía sentir los músculos de su cuello doler.

¿Cómo carajos se suponía que debía controlarse? Toda esa suave piel, brillando con el agua… mierda… estaba perdido. De inmediato, Edward se giró hacia la puerta, cerrándola y poniéndole seguro, y se giró hacia ella.

—Te ayudaré a entrar a la ducha… incluso si muero haciéndolo. Dame tu teléfono, para poder cancelar a la maldita enfermera.

Sonriendo de oreja a oreja, Bella le lanzó el teléfono, diciendo:

—Sí, señor.


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