DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Jgaff. Yo solo me adjudico la traducción.
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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)
Capítulo 31
—¿Edward? —Bella se acomodó en los brazos de Edward mientras él la cargaba hacia el baño. Demasiadas preguntas plagaban su mente mientras él ajustaba su peso, fácilmente cargándola hacia la enorme tina.
Brevemente, la atención de Bella se fue hacia la enorme ventana, notando la oscura noche. Considerando que la mansión Cullen estaba en una alta colina, podía ver el tenue resplandor de los magníficos rascacielos de Nueva York, reflejándose más en las ventanas. Tan imponente como la vista era, Bella no podía enfocarse en otra cosa más que Edward sentado en la banca junto a la enorme bañera.
Cuando habían estado en el hospital, Bella podía jurar que su relación había dado un giro, en realidad, mucho antes de ese incidente que la dejó en esa cama. Todas esas conversaciones nocturnas, saludos por las mañanas, el sexo por Skype, su devoción durante su estadía en esa estúpida cama de hospital la había llevado a creer que su relación había progresado al punto de en verdad tener sexo. Desde que habían sido descubiertos en una delicada situación por el doctor esa tarde, parecía que Edward se había distanciado.
Su garganta se cerró mientras contemplaba su repentino cambio de comportamiento. La confusión se instaló en su mente, causando que se preguntara si todo había estado en su imaginación. Ciertamente, ella no pudo haber fantaseado acerca del cambio fundamental en su relación… así que la pregunta era, ¿qué fue lo que cambió todo desde ese momento a este?
—¿Huh? —preguntó Edward junto a Bella; tomó sus largos mechones de cabello en sus manos. Estirándose por el cepillo en la repisa, pasó las cerdas por su grueso cabello, notando la suavidad enroscarse en sus dedos. Mientras más la tocaba, más quería tocarla, y en su condición… bueno, mierda. ¿Qué clase de infeliz sería si intentara tener sexo con una mujer que acababa de pasar por un trauma? Se sentiría como un bruto al tomar ventaja de la situación.
Y aun así, cuando su cabeza se ladeó mientras él pasaba las cerdas por su cabello, la tentación lo invadió, y él dejó el cepillo a un lado, pasando sus dedos por los mechones. Cuando ella se estremeció, la punta de sus dedos rozó su oreja, gustándole la forma en la que ella parecía responder de forma natural a su toque.
—¿Hice algo? —Bella quiso saber, sus pestañas moviéndose mientras las sensaciones la invadían. De inmediato, las manos de Edward se congelaron en su cabello y ella sintió un ligero tirón. Bella movió la cabeza hacia atrás hasta que se encontró mirando esos hipnóticos ojos. El silencio pasó entre ellos y tartamudeó—. Y-yo solo… bueno… pareces…
—¿Por qué pensarías que has hecho algo? —El corazón de Edward se apretó mientras veía la preocupación en su mirada. Incapaz de evitarlo, sus dedos trazaron la línea de su mandíbula, llevando su cabeza hacia su abdomen, dejando que las puntas de sus dedos pasaran por su cuello.
Las pestañas de Bella se movieron mientras Edward acariciaba su cuello. Sus labios se abrieron en un jadeo cuando su toque llegó a su clavícula. Mordiéndose el labio inferior, tragó el gemido que descansaba en su lengua. Necesitaba saberlo. Necesitaba saber qué había pasado entre ellos para crear esa distancia. Bella le pidió al deseo que comenzaba a recorrer sus venas que se callara. Quitándose de encima la niebla que invadía su parte racional, se encontró con su mirada mientras susurraba:
—Desde que llegamos a casa… t-tú no has… nosotros… quiero decir, bueno, has mantenido una distancia entre nosotros. Yo solo… yo solo quería saber por qué.
Lo último que Edward pretendía era hacerle pensar a Bella que no la quería. Sus únicos pensamientos habían sido protegerla. Después de que el doctor interrumpiera su sesión de besos en el hospital, él se había prometido a sí mismo mantener una distancia entre ellos, dándole el tiempo adecuado para sanar. No había anticipado que ella creyera que había hecho algo… mierda… una vez más, había arruinado todo.
Dejando caer su cabello, él se puso frente a ella, de rodillas, sus dedos entrelazándose con los suyos. Sacudiendo su mano hasta que lo miró, susurró:
—Cariño, yo… yo he estado preocupado acerca de lastimarte… naturalmente me aseguré de prevenirlo al mantener la distancia, porque si te toco, mierda, cariño. No seré capaz de detenerme.
Toda la duda que flotaba en su cabeza se fue mientras miraba sus ojos. Una leve sonrisa adornó sus labios.
—Oh… porque estaba comenzando a pensar que estaba loca o algo…
—No estás loca o imaginando cosas, princesa. Tus costillas están jodidamente fracturadas, Bella. ¿Qué clase de enfermo sería si fuera lo suficientemente idiota como para ignorar la situación? —Edward realmente podría envolver sus dedos alrededor de la delicada garganta de Tamara y apretar con fuerza. La mujer básicamente lo había separado de Bella por meses con sus chismes y fotografías. Luego, cuando habían logrado superar eso, había hecho que Riley arrojara a Bella al tráfico—. Si alguna vez veo a la perra responsable de esto… lo juro… quizá vaya a la cárcel.
Bella jadeó ante sus palabras.
—Te prohíbo terminantemente ir a la cárcel, Edward Cullen. Micah y yo te necesitamos demasiado para que te ausentes por tanto tiempo.
—Lo sé —se quejó, sus ojos alejándose antes de regresar a ella—. Pero para que lo sepas, quiero que la casa de esa mujer arda en llamas.
Rehusándose a darle a Tamara otro pensamiento, ladeó la cabeza con curiosidad.
—Entonces, ¿aún me quieres?
—Cariño, nunca no te he querido. Algunas veces siento como… siento como… cuando miro tus ojos… siento como… como si nunca quisiera dejar de mirarlos. Cuando estaba en ese avión de vuelta a casa, no se movía lo suficientemente rápido… no podía llegar a ti lo suficientemente rápido.
Bella se estiró, acariciando su cabello, pasando sus dedos por su mandíbula.
—Eres jodidamente increíble. Quizá pienses que me estás haciendo un favor al mantener la distancia, pero…
No estaba segura de cuáles hubieran sido sus siguientes palabras porque Edward se puso de pie de donde estaba de rodillas, sus labios conectando con los de ella, robándole el aliento. Si alguna duda aún estaba en su cabeza, Edward la estaba eliminando a besos.
Siendo consciente de sus heridas, gentilmente tomó su mandíbula, ladeando su cabeza mientras sus labios jugaban con los de ella. Cada beso que pasaba entre ellos provocaba otro y otro hasta que no pudieron parar. Su pulgar aplicó presión en su barbilla, abriendo más sus labios para la invasión de su lengua. Movió su lengua con la de ella, animándola a probar el deseo que irradiaba de su ser. Su lengua hizo círculos con la suya, y besó con más fuerza sus labios; volviéndose avaricioso y necesitando más, probó la piel de su mandíbula.
Cada pequeño gemido alimentaba la lujuria que anhelaba a Bella, y estaba al borde de rendirse. El cuerpo de Edward se endureció por completo, cada músculo demandando por reclamarla. Mordisqueando sus labios, rompió su beso, sus ojos cerrándose mientras su fuerza de voluntad lentamente se deterioraba. Su frente descansó en su barbilla mientras respiraba, pidiéndole al fuego corriendo por sus venas que se calmara.
—Cariño, tengo… tengo que detenerme antes de que no pueda hacerlo.
Los brazos de Bella se envolvieron alrededor del cuello de Edward mientras besaba su cabeza y sus dedos jugaban en su nuca. Cada centímetro de su cuerpo estaba muy sensible. Sus pezones estaban duros y doloridos, el deseo se acumulaba en su estómago y su parte inferior pulsaba, causando que se moviera en la banca.
—Edward, no quiero que te detengas. He estado esperando por mucho tiempo… q-quiero estar contigo… quiero pasar todo tu tiempo libre contigo, no durmiendo en habitaciones separadas… ha pasado mucho tiempo.
—Bella, me rehúso a hacer algo que pueda causarte más dolor —contestó fervientemente. Acunando sus mejillas, pasó sus pulgares por su suave piel—. Mírame, cariño. —Cuando ella mantuvo la vista abajo, él intentó de nuevo—. Mírame…
Ella entendía lo que él estaba diciendo, aunque no hacía que apestara menos, razonó, alejando su mirada del pulso latiendo en su cuello.
—Pero, Edward, no…
Ella estaba tratando de matarlo, pensó Edward, mirándola sin animosidad real.
—Mujer, vas a ser mi muerte. Lo prometo, lo prometo tan pronto como te mejores. No tendrás ningún descanso… lo juro.
—Bien —gruñó—. Supongo que solo tomaré mi baño e iré a la cama.
—Oye —susurró él, moviendo sus dedos para llamar su atención—. Nunca dudes lo mucho que te deseo.
La mirada de Bella se fue hacia sus pantalones, notando la dura presión de su polla contra sus jeans. Saber que ella tenía ese efecto en él la hacía sonreír. Ella lo habría mencionado, pero él capturó su atención mientras sus dedos se enredaban en su cabello para que lo mirara.
—Sí… él también te desea, más de lo que jodidamente lo sabrás... pero él no es el único. Yo te deseo, y no quiero que lo dudes. Nunca.
La emoción cerró la garganta de Bella mientras Edward se ponía de pie y abría las llaves del agua. Miró con ojos llorosos mientras él acomodaba el banco en la tina. Se limpió las lágrimas mientras él le daba la espalda. Entendía por completo su deseo por cuidar de su bienestar, de verdad, lo hacía, pero no estaba dispuesta a rendirse, pensó mientras lo miraba.
Hambrienta, su mirada pasó por la curvatura de su trasero. Ella solo quería estirarse y tocarlo. Bella cedió ante la tentación, su mano estirándose y tocándolo, maldiciendo el material de sus jeans. Rio cuando él se volteó para mirarla, su mandíbula tensa y mirándola mal.
—Mujer, no juegas limpio —comenzó, alejando su trasero de sus dedos.
—Vamos, Edward —se quejó Bella, moviendo las manos—. Déjame tocarlo.
—Oh, tengo algo para que toques. —De inmediato notó sus pezones contra su playera y se lamió los labios en respuesta. Era un idiota de primera, determinó, alejando sus ojos de sus pechos—. Cariño, cuando te sientas mejor.
—Bien, Edward —se quejó Bella, alejando su rostro mientras la decepción la invadía. Enseñándole la lengua, dijo—: Eres malo.
Edward rio ante su frustración. Al menos no era el único excitado sin nada que hacer al respecto.
—Creo que alguien está gruñona, pero eres sexy cuando estás molesta.
—No estoy molesta, Edward —explicó, su mirada hambrienta pasando por su pecho, murmurando—, estoy caliente… hay una enorme diferencia.
Edward tragó ante sus palabras. Su estómago se apretó con fuerza y desesperadamente intentó ignorar las palabras.
—¿Puedes desvestirte? ¿O necesitarás ayuda? —Edward ya sabía las respuestas a sus preguntas y era un desperdicio de aliento hacerlas. Cuando su mirada se encontró con sus ojos chocolate, de inmediato notó el malvado brillo que los iluminaba—. Ni siquiera me mires de esa forma, Bella. Hablo en serio… no habrá nada sucio mientras estés lastimada.
Las pestañas de Bella cayeron un poco, y su barbilla se alzó con testarudez. Aclarándose la garganta, dijo:
—Creo que necesitaré ayuda… no puedo alzar los brazos por encima de mi cabeza a menos que quieras que me lastime las costillas…
—Malvada —murmuro él, moviéndose para ayudarla, su boca tensa mientras levantaba su playera. Descubrió su suave y perfecta piel y su sangre latió en respuesta. Tan gentil como podía hacerlo, pasó sus brazos por las mangas. Un gruñido reprimido vibró en su pecho mientras pasaba el material por encima de su cabeza, dejándola descubierta de la cintura hacia arriba. Hambriento, estudió las puntas de sus pechos, lucían como unas perfectas frambuesas. Tenía la abrumadora necesidad de probarlos. Su polla pulsó, y su lengua picó, pero se las arregló para enfocarse en la venda envuelta alrededor de su abdomen.
Sí. Recuerda, ella está lastimada. Mira esos vendajes y no su piel. Mordiéndose la lengua, se dio la vuelta y giró las llaves, cerrándolas antes de que se le olvidara e inundara toda la maldita casa. Aceptémoslo, él no era la persona más cuerda en este momento. Estaba a un paso de follar su jodida mano.
Bella notó la guerra por la que estaba pasando. Una parte de ella se sentía mal por jugar con él, pero si ella tenía que sufrir, ¿entonces por qué él no debería? Moviéndose en la banca, le sonrió con más alegría de la que debería haberlo hecho.
—Cariño… mi pijama... cuando me levante, ¿puedes quitarla?
Bien, ahora ella estaba jugando con él a propósito, decidió él. Sus neuronas cobraron vida, quemando su alma. No había forma de quitarle los pantalones sin estar frente a frente con su delicioso coño. Los dedos de Edward se curvaron al darse cuenta de eso. En una fracción de segundo, su nariz estaría frente al clítoris de la mujer más excitante que hubiera conocido. Santa mierda, gimió internamente mientras la tensión se apoderaba de sus músculos.
Finalmente, después de una pequeña pausa y determinado a ser fuerte contra la necesidad que lo golpeaba como una ola, se acercó más. Sus fosas nasales se ensancharon cuando se estiró por el pantalón de Bella, mientras una punta rosa de su pecho rozaba su barbilla.
La boca de Bella se secó cuando su pezón rozó el vello de su piel. Su lengua y dientes estaban justo ahí… todo lo que tenía que hacer era alzar su cadera, y sus labios estarían justo ahí. Su corazón latió en sus oídos mientras soportaba su peso con sus manos y alzaba las caderas. Justo como lo imaginó, su pezón rozó la esquina de su boca, y una ráfaga de cálido aliento pasó por la sensible punta. Sintió sus pulgares deslizarse por sus caderas mientras Edward deslizaba los pantalones de su pijama por su trasero. Escalofríos recorrieron su piel mientras sus labios se abrían, y su aliento se atoró en sus pulmones.
—¿Lo besarías?
¿Lo besaría?
¿Lo besaría?
Maldición; él le haría el amor. Todo lo que tenía que hacer era inclinarse y cerrar su boca, y ella estaría descansando en la punta de su lengua. Demonios, si lamiera sus labios justo ahora… mierda.
—Cariño… maldición. No podemos… no…
—¿Por favor? —Incluso aunque su mirada estaba fija en su pezón, dando su mejor esfuerzo por resistirse, sacó su labio inferior mientras sus pantalones pasaban por su trasero, dejándola expuesta. Cuando sus pantalones pasaron por sus caderas, ella se quedó parada, sintiendo la tentación volverse más fuerte—. Solo un beso y te dejaré en paz.
Sus ojos fueron brevemente hacia ella antes de regresar al bocado cerca de sus labios. Estaba tan atento a sus pechos que no se había dado cuenta aún de que la parte inferior estaba visible hasta que su esencia femenina fue hacia sus fosas nasales. De nuevo, su mirada fue entre la de ella y la fruta con la que lo tentaba, y la comisura de su boca se alzó con una sonrisa.
—No, no lo harás… un beso se convertirá en dos hasta… hasta que esté fuera de control.
No había forma en la que él continuara si pensaba que existía la mínima posibilidad de lastimarla. Bella lo había llegado a conocer muy bien en ese aspecto durante las últimas semanas. Mientras sus codos temblaban por el esfuerzo de soportar su peso, su trasero desnudo descansó en la banca, robándole su oportunidad. Cuando él no se movió para poner espacio entre ellos, sus dedos se fueron hacia su cabello, evitando que se alejara. Mordiendo sus labios, susurró:
—Solo uno… quizá dos… si hay algún tipo de dolor, te lo diré.
Edward estaba entre la locura y la cordura, y lentamente estaba perdiendo su agarre en la segunda. Lo había prometido... dijo que le diría si él la lastimaba de alguna forma. Incluso cuando sabía lo que era correcto, sintió su control flaquear, y se inclinó con las rodillas, sus labios cerca del delicado lugar. Automáticamente, sin orden de su cerebro, besó la rosada punta, dejando que su lengua pasara por su piel.
Como lo supuso, un beso se convirtió en otro… y otro resultó en su boca cerrándose sobre el montículo.
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