DISCLAIMER: Nada de esto me pertenece. Los personajes pertenecen a Stephenie Meyer y la historia a Jgaff. Yo solo me adjudico la traducción.
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Capítulo beteado por Yanina Barboza, beta de Élite Fanfiction (www facebook com/ groups/ elite .fanfiction)
Capítulo 33
Bella sonrió cuando Micah llevó lo último de la pasta en su plato a su boca.
—Luces como una ardilla con tus mejillas infladas así.
La nariz de Micah se arrugó mientras le hacía una mueca a su mamá. Después de tragar, se rio.
—Está muy rico. No puedo comerlo lo suficientemente rápido.
—Bueno, intenta hacerlo más lento antes de que te ahogues —dijo Edward, sacudiendo la cabeza, su mirada yendo alrededor del comedor de Del Posto—. Creo que lo último que todos queremos es pasar el resto de la tarde en el hospital.
Edward se recargó en su silla, observando a su pequeña familia alrededor de la mesa, y una sensación de pertenencia se instaló en él. Si alguien le hubiera preguntado un año atrás qué hacía falta en su vida, nunca habría señalado hacia esta dirección en particular. Sin embargo, ahora, no podía imaginar pasar su tiempo de otra forma y, honestamente, odiaba el meet and greet que pronto tendría.
Apenas se estaba ajustando a tener una familia y ahora, demasiado pronto, tendría que irse. Su mirada se fue hacia Bella, que estaba sentada junto a él, y descansó en el yeso de su pie. Había pasado un mes desde la casi catástrofe y su recuperación casi estaba completa. Pronto el yeso sería removido y volvería al trabajo, o eso suponía él.
Justo cuando lo pensó, una sombra cayó sobre la mesa. Mirando hacia arriba, una sensación de asombro lo llenó. Sí, bueno, él era una celebridad, pero eso no quería decir que no se impresionara por la llegada de alguien igual de famoso que él. Una sonrisa se posó en sus labios mientras miraba a Joe Bastianich llegar a su mesa.
—¿Cómo están todos? Espero que la cena cumpliera sus expectativas —comenzó Joe con una rara sonrisa—. Bella, si no lo notaste, añadí unas cuantas cosas al menú. ¿Las probaste?
—El espagueti estaba muy bueno —contestó Micah con un asentimiento antes de meterse una albóndiga a la boca—. Podría ir allá atrás y comerlo todo.
—Micah, no hables con la boca llena —lo regañó Bella, sus ojos ensanchándose mientras estudiaba a su jefe. Acomodándose un mechón de cabello detrás de la oreja, estudió a Joe y una admiración por el hombre la invadió—. Todo estuvo maravilloso; especialmente me gustó la salsa de langosta en los ravioles, les da un delicioso sabor a mantequilla.
Joe rio ligeramente mientras la familia sentada alrededor de la mesa parecía maravillada por su cena, pero su mirada nunca se alejó de Micah.
—Está bien; puedes hablar con la boca llena, yo lo hago todo el tiempo. —Otra risa se le escapó cuando Micah comenzó a describir por completo qué le había gustado y algunas cosas que no le importaría que se fueran. Finalmente, la mirada de Joe cayó en Edward Cullen. Estirándose a través del espacio que los separaba, le ofreció al joven hombre su mano—. Es un honor conocerte; mi hija es una de tus más grandes admiradoras.
—Oh —respondió Edward con modestia. Aún le asombraba que la gente lo idolatrara de tal manera. Sí, cuando era niño, había soñado con esta clase de fama pero nunca se imaginó que se volvería realidad—. ¿Te gustaría un autógrafo para ella?
—Bueno, ahora que lo mencionas —respondió Joe con un asentimiento, metiendo la mano dentro de su saco para sacar una pequeña libreta y una pluma. Tendiéndosela a Edward, su atención volvió a Bella—. Y, ¿cuándo volverá al trabajo mi mejor mesera? Espero que sea pronto, todos están muy perdidos sin tu encanto.
—Sí, claro. —Bella rio, dejando su tenedor a su lado—. Creo que difícilmente puedo tener esa clase de impacto. Después de todo, apenas voy comenzando aquí, pero pretendo volver tan pronto como me quiten esto.
—No menosprecie su valor, señorita. Tienes verdadero potencial en esta industria y estoy emocionado de poder ser tu mentor. —Joe tomó la libreta y la pluma y la volvió a meter en su saco—. Gracias, Edward. Mi hija estará muy feliz. Y, Bella, no apresures tu recuperación. Te quiero de vuelta al cien por ciento. Este restaurante puede ser muy demandante.
Continuaron conversando por otros cinco minutos antes de que Joe se marchara, dejándolos en paz. Por supuesto, Irene fue hacia su mesa, sus brazos cayendo alrededor de los hombros de Bella en un abrazo al revés.
—¿Cómo está mi chica? Lo sé… no soy una buena amiga, debí haber estado en el hospital contigo.
—Sí, estoy decepcionada de ti, Irene. No es como si tuvieras un restaurante de cinco estrellas que manejar y tu propia vida que vivir. —Bella hizo lo mejor que pudo para abrazar a Irene, considerando sus muy incómodas posiciones—. Edward, Micah, conozcan a Irene. Mi horrible mejor amiga.
Edward la saludó con la mano y Micah estaba demasiado absorto con su cena como para prestar mucha atención. Feliz de mirar a Bella pasarla bien, Edward cruzó las piernas bajo la mesa, su mirada nunca dejándola. Su piel estaba brillante, irradiando felicidad. La satisfacción lo llenó al darse cuenta de que él era en parte responsable por poner esa mirada tan radiante en su rostro.
Su relación había tomado un nuevo significado en el último par de semanas. Aunque aún no habían consumado su compromiso con el otro, los días iban hacia esa dirección. Pronto Edward tomaría cada parte de Bella como suya. Sintiendo los primeros signos de la atracción comenzar a afectar su parte baja, se aclaró la garganta y se alejó de la mesa.
—Tengo que correr al sanitario. Volveré en un minuto.
Bella dejó un beso en la mejilla de Irene mientras se iba para volver a trabajar. Tomando otro palito de pan, Bella estaba a punto de darle un mordisco cuando el sonido de un teléfono llamó su atención, y miró el teléfono de Edward junto a su plato. Su ceño se frunció mientras estudiaba la pantalla, la curiosidad ganando dentro de ella cuando no reconoció el número. Sin dudarlo, contestó la llamada.
—¿Hola?
—¿Eres Bella? Sabía que si llamaba lo suficiente, contestarías. Destruiste nuestra felicidad con tu jodidamente repentina llegada. ¿Por qué no podías quedarte en Dakota del Sur, en donde pertenecías? Demonios, vuelve mi vida más fácil y solo desaparece. ¡Él ni siquiera sabía quién eras tú!
—Disculpa, ¿quién eres? —Las entrañas de Bella se retorcieron mientras escuchaba el veneno salir del otro lado de la línea. La intuición le dijo a Bella que esta era la famosa Tamara Stevens, conocida en la industria del modelaje como una de las modelos de pasarela más hermosa de Estados Unidos. Pero para Bella, ella no era nadie, solo una mujer envidiosa que quería robarse a su familia—. Oh… ¿eres Tamara?
—¡Mírate siendo tan inteligente! ¿Qué te dio la primera pista? Sabes que Edward no te soporta, ¿verdad? Nunca dijo ni una sola palabra de ti en todo el tiempo que llevo de conocerlo.
—Tienes mucho valor al llamar. Estás bajo investigación por intentar matarme y pronto todo saldrá a la luz. Irás a la cárcel y ¿sabes qué, pedazo de basura confabuladora?... Edward no quiere nada, nada que ver contigo, así que pierdes tu tiempo al llamar. —Bella se aseguró de mantener su voz baja para no llamar la atención en el restaurante, pero su sangre comenzó a arder mientras su temperamento subía—. No sé en qué estado de locura vives, pero somos felices y nadie se interpondrá en eso.
—¿Eso fue lo que te dijo? ¿Que no quiere tener nada que ver conmigo? Edward no decía eso cuando estaba profundamente dentro de mí… oh, sí, lo recuerdo como si hubiera sido ayer. Todos esos músculos bien definidos, esos veinticinco centímetros.
Bella estaba furiosa mientras escuchaba los detalles del romance de Edward con esta mujer. Una ira crecía por debajo de su piel, causando que sus dientes se apretaran mientras una mueca se instalaba en su rostro. Mirando hacia Micah para asegurarse de que aún estuviera distraído, Bella gruñó al teléfono.
—Solamente fuiste un cuerpo caliente en las noches de soledad. Quizá lo tuviste por un par de horas pero, para que lo sepas, nunca tuviste su corazón. Ese me pertenece a mí.
Edward notó a Bella al teléfono mientras se acercaba a su mesa. Juzgando por la expresión en su rostro, no era una conversación placentera. Una mirada lo alertó de que con quien sea que Bella estaba hablando estaba llamando a su teléfono. Su mandíbula se tensó mientras se deslizaba en su lugar, escuchando la declaración de Bella de que él le pertenecía. Mientras su humor empeoraba, Edward se dio cuenta de que ella solo podría estar hablando en ese tono con una sola persona, y el placer lo invadió cuando ella dijo esas palabras. Sus nudillos punzaron y sus manos se volvieron puños cuando Bella se quedó callada mientras escuchaba a la que asumía era Tamara.
—¿Quién necesita su corazón cuando tienes veinticinco centímetros profundamente dentro de…?
—Escucha, deja en paz a Edward… y déjame a mí en paz. Añadiré el acoso a la lista de cargos que…
—Mamá —llamó Micah, sus ojos ensanchándose mientras su ceño se fruncía. Nunca había escuchado a su mamá tan molesta—. ¿Quién es?
Edward se había sentado durante la conversación, feliz de que Bella dijera lo que tenía que decir, pero cuando Micah habló, había llegado al límite. Moviendo su dedo hacia Bella, le señaló que le diera el teléfono. Aunque lucía dudosa, finalmente le dio el teléfono y Edward se puso de pie y fue hacia las escaleras. Lo que quería decir no era para los delicados oídos de su hijo. Una vez que estuvo lejos, gruñó al teléfono.
—¿Qué carajos haces hablando a mi teléfono? ¿No has hecho suficiente?
—Bueno, hola, cariño, te he extrañado mucho. ¿Por qué no te alejas de esa supuesta familia y vienes a verme?
Edward pellizcó el puente de su nariz, de repente necesitando un cigarrillo. Saliendo al aire frío, inhaló con fuerza mientras buscaba en su chaqueta. Sacando uno, lo encendió y exhaló.
—Tamara, no teníamos nada que extrañar. Fue un acuerdo mutuo en el momento que llegó a su fin. Cruzaste una línea al contratar a alguien para que empujara a Bella. ¿Qué mierda estabas pensando con eso?
—Solo te quería de vuelta, Edward. He estado sola, y mereces algo mejor que una perra pueblerina.
—Si dices otra palabra, quizá… —Maldición, había mucho que quería decir, pero si lo hacía, quién sabía a dónde lo llevaría esa mujer. Se rehusaba a ser otra portada de revista escandalosa—. Tamara, como Bella dijo, déjame en paz… y déjala en paz. No descansaré hasta que se te imputen cargos por todo lo que has hecho.
—Puedo ver que estoy gastando el aliento, Edward. Supongo que me despediré. Cuando te canses de ese aburrido coño pueblerino… sabes dónde encontrarme.
—Sí, en la jodida cárcel con suerte. —Edward quería arrojar su teléfono cuando la línea se cortó. Tenía mucho que quería decir y sus dedos picaban con la necesidad de asfixiarla. Solo el recuerdo de compartir la cama con ella era suficiente para provocarle náuseas, y exhaló el humo del cigarrillo mientras Bella y Micah aparecían en la entrada de Del Posto.
La ira que lo consumía se derritió un poco mientras miraba al amor de su vida y a su hijo aparecer en la acera junto a él. Con la llamada casi olvidada, su brazo se envolvió alrededor de la cintura de Bella mientras la acercaba a él. Varios flashes le indicaron que los paparazzi estaban tomando fotografías, y solo para añadir un poco más de sabor al ruido que los rodeaba, Edward inclinó la cabeza de Bella en su dirección, dejando que sus labios reclamaran los suyos.
Gimió mientras los labios de Bella se tensaban un poco antes de relajarse. Cuando se separaron, Micah jadeó, terminando eficazmente su beso. La diversión llenó su mirada mientras miraba a su hijo.
—¿Qué? ¿Nunca antes habías visto un beso?
—Nunca antes te había visto besar a mamá —dijo Micah mientras entraban el auto. Perplejo, su mirada iba entre su mamá y papá—. ¿Por qué se están besando, de todas formas? Es algo asqueroso. ¿Ibas a poner tu lengua en su boca?
—Bueno —comenzó Edward, incapaz de contener la risa, el sonido vibrando en su pecho y llenando el auto. Quizá hubiera contestado esa pregunta si un duro codazo de Bella no le hubiera dado en las costillas—. Quizá deberíamos hablar de eso en otro momento.
—¿Por qué? —Micah miró a sus padres con atención. Últimamente estaban actuando muy diferente. Esta mañana cuando entró a la habitación de su mamá, su papá había estado durmiendo junto a ella. Aunque le gustaba verlos juntos, aún era confuso. Nunca habían dormido en la misma cama, al menos que él hubiera visto.
¿Qué significaba esto? ¿Qué estaban haciendo durmiendo juntos en la cama?
Mientras las preguntas lo invadían, decidió hacerlas mientras se encogía de hombros.
—¿Por qué duermen juntos? ¿No es la cama muy pequeña para compartir?
Las mejillas de Bella se encendieron mientras pensaba en responder las preguntas de Micah. Incluso mientras sabía que eventualmente vendrían, no había anticipado responderlas tan pronto. Inclinándose hacia el costado de Edward, se aclaró la garganta.
—No, la cama no es muy pequeña para compartirla con tu papá. ¿No quieres que duerma con él?
—No lo sé —contestó Micah encogiéndose de hombros, notando una extraña luz en los ojos de su papá. No tenía idea de qué significaba, pero parecía hacer que su mamá actuara extraña—. Nunca lo habían hecho, así que no sé por qué lo hacen ahora.
Edward estaba completamente perdido. Si se atrevía a contestar una pregunta, estaba seguro que más vendrían, y no creía que él o Bella estuvieran preparados para responderlas. Mordiéndose el labio, se movió en su asiento, su brazo apretándose alrededor de la cintura de Bella.
—Umm. Micah, hay muchas cosas de las que no eres consciente en este momento, y más tarde explicaremos las cosas, para que entiendas. Sin embargo, disfruto la compañía de tu madre, y quiero pasar todo el tiempo que sea posible con ella. Incluso si solo estamos durmiendo, la mayoría de mamás y papás duermen juntos… ¿puedo, con tu permiso, Micah Cullen, dormir junto a tu mamá?
—¿Puedo dormir ahí también? También me gusta pasar tiempo juntos, y odio dormir solo —explicó Micah, su ceño frunciéndose cuando la mano de su mamá fue hacia la pierna de su papá. Ciertamente estaban tocándose demasiado, y su papá parecía como si le gustara—. Podemos tener una pijamada. Como cuando voy con Draven. Nos pasamos despiertos toda la noche platicando.
Bella se removió cuando los dedos de Edward acariciaron su costado. En reflejo, sus dedos se enterraron en su rodilla.
—¿Qué te parece si un día tenemos una pijamada de toda la noche? Pero tu papá y yo necesitamos discutir acerca de cuándo sería una buena idea. Recuerda, en noches de escuela y trabajo, no es una buena idea.
—Bien, de acuerdo —contestó Micah, mirando por la ventana. De vez en cuando, miraba en su dirección y ninguno de los dos parecía notarlo. Sin embargo, él sí vio a su papá besar la nariz de su mamá una vez, y sacó la lengua en desagrado. Como sea… ellos parecían ser felices, y si eran felices… entonces él también.
La cabeza de Edward fue hacia la oreja de Bella y rozó sus labios en la piel de ese lugar. Cuando ella se estremeció en respuesta, su agarre en ella se apretó, y de no ser por Micah sentado frente a ellos y el conductor, por supuesto, la hubiera llevado a su regazo. En su lugar, dijo:
—Creo que nuestra espera ha terminado. Lamento la llamada, por cierto, quizá debería cambiar mi número.
La cabeza de Bella se alzó en reacción al beso de Edward, estremeciendo sus sentidos. Solo escucharlo murmurar que la espera había terminado… una serie de escalofríos recorrió su columna. Desde el episodio del baño, habían tenido más sexo oral del que Bella se pudo haber imaginado alguna vez tener, pero aun así se habían abstenido de tener sexo. Su cuerpo se encendió con anticipación, aunque la mención de Tamara en la misma oración hizo que mirara en su dirección.
—Eso no fue tu culpa. Ella suena como una loca y no puedo creer que no esté presa aún.
Saber que Bella no lo culpaba por la locura de Tamara causó que una ola de alivio lo invadiera. Besando su oreja de nuevo, murmuró:
—Mañana partiremos a Europa. Unas cortas vacaciones en familia antes de que me vea obligado a irme de nuevo. ¿Algún lugar en especial al que te gustaría ir?
—¿Iremos a Europa? ¿Cuándo? ¿Cómo? —Bella soltó unas risitas mientras la emoción la invadía—. ¿Cuándo tuviste oportunidad de planear un viaje?
Edward la acercó más, susurrando:
—No importa cuándo. Pero te diré esto, mañana en la noche, serás toda mía. Charlie vendrá para cuidar a Micah. No habrá nadie que pueda salvarte.
Los dedos de Bella acariciaron la mejilla de Edward, su pulgar pasando por su labio inferior mientras murmuraba:
—No quiero que nadie me salve. Estoy justo donde quiero estar.
Estaban acostados en la cama más tarde esa noche, mirando televisión en silencio cuando un titular apareció en pantalla.
«Esta noche, Tamara Stevens fue arrestada por el ataque en contra de Bella Swan, el interés amoroso de Edward Cullen. Enfrenta cargos por agresión, prostitución y acoso. Quédense con nosotros para futuras actualizaciones».
Solo nos queda un último capítulo y un pequeño epílogo de esta historia :(((
¡Mil gracias a las chicas que dejaron su review!, gracias a:
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