Nuestro abrazo duró por un par de minutos… en aquellas horas no se esperaba que alguien llegara a la tienda, a la par que ambos solo nos manteníamos en la misma postura.
—N-No quería que esto pasara… de verdad discúlpame —Entre lágrimas e hipeo, mi voz se quebraba, el arrepentimiento ante mis errores salía a flote.
—¡Ya deja de decir eso! —El sorpresivo separar me exalta, más no pasó mucho antes de que Hina sujetara mis hombros y me mirara de frente, con un rostro melancólico —¡No sigas con esas estupideces, estoy completamente bien! —Hina adoptaba una actitud de pena mezclada extrañamente con molestia hacia mí.
—Pero eran muchas medicinas ¿C-Cómo vas a…? —Aún extrañado y preocupado, un miedo vuelve a recorrer mi espina una vez que Hina empezaba a alzar su puño, como si la misma se estuviera controlando a más no poder el querer darme un golpe.
—¡Yo también soy capaz de ahorrar, tarado! ¡Tú debiste dejar que esos imbéciles se fueran y ya! ¡Tú eres más importante maldita sea! ¡Soy capaz de pedir otra orden! —La encabronada actitud clásica de Hina intentaba sobreponerse a las lágrimas, más estas no dejaban de salir a pesar de todo, y no pasó mucho antes de que la anciana volviera a abrazarme con brusquedad, como si lo necesitara, pero aún así demostrando su molestia —Mírate… cómo se te ocurre venir solo a eso —Volvía a decir más dolida, Hina, a la par que en mi rostro las lágrimas ya no abundaban tanto como antes tras el cambio abrupto de contexto, más el desánimo permanecía a pesar de todo.
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Hina no me dejaría marchar tan fácil… menos con las heridas que tenía; no me opondría sabiendo que tenía aquellos días libres, estaba claro que disfrutaría mucho más de su compañía que estando solo en casa.
Tras pasadas una hora más o menos, Hina y yo simplemente nos encontramos en la misma sala, al otro lado de las repisas, había traído una silla y la acompañaba mientras ella atendía a las personas que le compraban, más no pasó mucho antes de que esta se ausentara por unos minutos, para luego volver a emerger del interior y finalmente dejar delante de mí una pequeña taza con un líquido amarillento caliente en ella.
—Bébelo… —Dijo con tono un tanto malhumorado, a la par que la misma volvía a apoyarse en la repisa a un lado de la caja registradora —Es lo más fuerte que tengo guardado de la capital, te ayudará a recuperarte más rápido —Reconoció la mujer antes de que yo únicamente me girara hacia la misma con molestia y preocupación en mi mirada.
—Hina… no quiero que gastes más en m- —Mi voz se detuvo en el acto, una vez que el puñetazo de Hina aterrizara directo en mi nuca.
—¡Duele! —La anciana parecía hacer caso omiso a las consecuencias de envejecer con aquella fuerza, sumado a mis heridas solo lo convirtió en un suplicio mayor.
—¡Si no te lo di anoche es porque ni siquiera fuiste capaz de tragar la primera dosis cuando estabas desmayado, tuve que irme y sabía que empezarías con tus estupideces con Yuta cuando estuvieras despierto! —Hina finalmente perdía la paciencia, ya había quedado claro cómo era nuestra relación, más no negaré la fuerza que tenían los golpes de esa mujer.
—N-No era necesaria tanta agresión —Con pequeñas lágrimas en mis ojos, solamente podía llevarme mis manos a mi magullada cabeza, donde un pequeño chichón ya empezaba a emerger. Hina bufaba con orgullo, más no cambiaría su actitud decidida solo por mis lágrimas penosas.
—Tómatelo de una vez —Volvió a dictaminar la mujer —Quizás te dé un poco de mareo y sueño, pero créeme que valdrá la pena —Dijo, antes de que yo me girara nuevamente hacia la pequeña taza, el tenue vapor emanaba de la misma, a lo que solo alcanzo a lanzar un pequeño suspiro, antes de tomarla y beber lo más rápido posible. Era bastante, y solo tras un par de tragos volví a dejar la taza en la repisa, no sin antes fruncir el ceño y temblar ante la desagradable sensación.
—Si no sabe mal no sirve —Dijo con una leve carcajada, Hina, mientras que yo simplemente me mantenía temeroso y dominado ante la propia actitud de la anciana.
Los minutos pasaban, la pequeña farmacia de Hina no era menospreciada por el pueblo, su clientela era bastante incluso con la falta de productos, el hecho de que a la mujer le quedarían menos debido a lo ocurrido conmigo no tardó en hacerse saber, y aquello se esparció cual virus se tratase, haciendo que la gente prefiriera comprar antes que esperar a que se agotase en un momento de urgencia.
El nivel de personas superaba a Hina, y no pasó mucho antes de que finalmente yo la ayudara de igual manera; a ese punto el dolor era una costumbre y a pesar de que seguía siendo difícil, lo soportaba en movimientos cortos en sacar algún que otro remedio que estuviera a mi alcance o atendiendo la caja registradora; de vez en cuando, sobre todo en un inicio, la mirada de Hina mostraba su claro descontento a que yo me moviera, más no pudo evitar el permitirme ser obstinado ante la propia clientela.
Y así… la mañana lentamente transcurrió con normalidad; el normal caos que se vivió no tardó en tornarse en el hogareño silencio de los platos colocándose en la mesa de la cocina de Hina, dentro de la tienda su propia casa se encontraba, a la par que, tras llegar la hora, la propia mujer ni siquiera tuvo que decírmelo para saber que me haría almuerzo, a la par que yo, más acostumbrado a los dolores, colocaba la mesa.
La casa no tenía mayores lujos que la mía, pero sin lugar a duda era más grande, la sala y el comedor eran la misma habitación, tan pronto entrabas desde la sala que estaba abierta a los clientes, era lo primero que te encontrabas.
Muebles viejos, pero bien cuidados lo decoraban, mientras que a la derecha se encontraba la puerta que conducía a la cocina. Mientras que las habitaciones y el baño estaban en el segundo piso al que se podía acceder con unas escaleras que se encontraban a la izquierda de la sala central.
—¿Sora vendrá? ¿O el flojo seguirá durmiendo hasta tarde como siempre? —Lancé una tenue carcajada ante la clara actitud bien conocida del niño, a la par que únicamente me giraba hacia Hina, la cual veía a través de la puerta que daba a la cocina, de espaldas, mientras esta preparaba una sopa de verduras.
Sora era el nieto biológico de Hina, un niño delgado de pelo blanco de unos siete años por aquel entonces; cuando nació, a sus padres no les quedó más remedio que comenzar a trabajar en la capital con tal de mantener sus estudios y gastos, tenían una casa cercana a la de Hina, pero ella era fiel a su propio hogar, Sora vivía con ella, pero incluso con el dinero que sus padres enviaban no era del todo suficiente, y fue de hecho por él que decidí empezar a trabajar en el centro de correos con tal de poder ayudar a Hina e independizarme algún día.
Tras mencionar su nombre y preguntar por él, pasaron varios segundos en los que solo el silencio se escuchó como primera respuesta, empezaba a fruncir el ceño con preocupación, más solo cuando volví a tener intenciones de preguntar, Hina volvió a hablar.
—Salió temprano con Yuta cuando vino a verme en la mañana, como tú no podías trabajar Sora se ofreció —La respuesta de la mujer fue corta y precisa, callándome completamente tras ello.
—Y-Ya veo… —El aire de la sala pareció haberse vuelto más pesado, más no volví a hablarle.
Fue un incómodo silencio tras ello, Hina no demostraba nada en su rostro, más era aquello lo que más me preocupaba; mientras ambos estábamos ya sentados y almorzando, solo la veía concentrada en su comida, no había comentarios, ni sus comunes deseos de volver a enojarse por mi irresponsable actitud; no había absolutamente nada, y conforme el tiempo seguía transcurriendo, mi preocupación no tardó en volverse molestia.
—Si hay algo en lo que siempre has sido mala es en mentir, Hina. Ambos sabemos que Sora es demasiado flojo como para siquiera pensar en levantarse a las siete de la mañana con ánimos de trabajar —Seguía hablando, mientras que el rostro inexpresivo de Hina no tardó en tornarse en uno más desanimado —¿Qué le ocurre? —Volví a preguntar, con mucha más seriedad que antes.
Volvieron a pasar un par de segundos, antes de que Hina comenzara a fruncir el ceño, como si se contuviera de mala gana a decir las siguientes palabras.
—E-Está enfermo —Prácticamente expulsó a regañadientes esa confesión, con una mezcla de fastidio y preocupación, sabiendo claramente la reacción que tendría tras ello, más yo solo pude mantenerme exaltado y en silencio, esperando más información —Ha tenido mucha temperatura desde ayer en la noche cuando… —Hina se detenía, más mi seria mirada permanecía lo suficiente como para insistirle meramente con ella.
—¿Qué pasó? —Hizo falta que volviera a preguntar con tal de poder sacarle la información.
—Ayer salió de la casa en la noche, cuando yo dormía, llegó llorando y todo herido, dijo que quería ver un pokémon en el bosque y… fue mi culpa —Dijo con enorme desanimo e impotencia, Hina, desviando el contexto de su explicación por el propio sentimiento de ineptitud hacia si misma que sentía. Mi preocupación solo podía aumentar.
—Hina ¡¿Qué le ocurrió?! —Temía lo peor, ir de noche al bosque era peligroso, y si actualmente seguía teniendo temperatura y por la actitud que tenía Hina, era suficiente como para alterarme a ese punto, alcé la voz lo suficiente como para demostrarlo.
—Creo que un Ekans lo mordió —Respondió Hina, antes de que, bajo mi propia ignorancia, me explicara el tipo de pokémon que era.
—¿Los remedios no funcionan? —Pregunté asustado.
—Los que preparo aquí son suficientes para que no termine peor, pero la temperatura… —Hina temía en seguir hablando, mientras que yo solo podía abrir los ojos conforme las heridas del pasado que pensaba se habían curado con el perdón de la mujer volvían a abrirse.
—Necesitas los remedios de la capital —Supuse lo obvio, mientras que el silencio de la anciana fue suficiente como para darme la razón; sabía lo que ocurriría, aún cuando Hina hubiera pedido una nueva orden, yo sabía que los pedidos de Hotaru eran de baja prioridad en la capital, tendríamos suerte si llegaban la próxima semana y si Hina actuaba así; por más que dijese que tenía ahorros, ya no eran suficientes para comprar remedios en la farmacia privada del pueblo.
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—Muy bien, pediré los papeles de tu pedido en la central, voy a necesitar una identificación tuya y que firmes unos papeles para que pueda sacar los medicamentos que necesitas en la capital, partiré hoy mismo —Mis directas palabras solo pudieron traer como resultado el golpe del puño de Hina contra la mesa, con una actitud similar a la de antaño, a diferencia de que ahora no me mostraría igual de susceptible.
—¡¿Quieres usar la cabeza por un momento siquiera?! —El enojo de Hina era obvio, más su preocupación y pena lo eran aún más —Sora va a estar bien, es más lento pero el veneno se puede tratar con mis hierbas —Fue lo primero que respondió.
—Sí… tener a un niño con mucha fiebre toda una semana de seguro es bueno para la salud —Mis palabras la dejaban en silencio — Hina, tengo moretones, no estoy moribundo; puedo moverme; ir y volver a la capital me tomará unos dos días a pie, debo apresurarme —Intenté comer los últimos pedazos de verduras de la sopa, antes de volverme a ponerme de pie, sin embargo, el silencio de Hina con su ahora mucho más asustado y temeroso rostro, solo hicieron que la mirara con uno más tranquilo —Ni que fuera el fin del mundo Hina, tus remedios caben en mi bolso, además, no soy el único que viaja a la capital a pie, los vendedores del mercado van y vienen con sus carretas de vez en cuando, siempre me he ido conversando con alguno cuando he tenido que viajar antes —Explicaba con calma y una sonrisa sincera, mientras que Hina no podía quitarme su mirada asustada de encima.
No gastaría tiempo, aunque supiera del ataque que recibiría de Yuta cuando me acercara a la central, no quería correr riesgos con Sora; él se había convertido básicamente en mi hermano menor, no dudaría en ayudarlo; mucho menos sabiendo la razón del por qué Hina no contaba con los remedios ahora.
Tomé mi chaqueta antes de partir; más la mano de la mujer sujetándola y tirando con brusquedad me detiene.
—Espera —Dijo con un tono más alto, mientras que yo me giraba con preocupación, notando como el rostro de la mujer ahora demostraba un poco más de desanimo.
—Déjame ayudarte al menos… —Hina sabía que no podría detenerme… no podía vigilarme a como cuando era niño, y mis acciones estaban de cierta manera justificadas, más aún cuando se trataba del bienestar de Sora.
No fue solo la lista de medicamentos y los papeles necesarios lo que necesitaría, por suerte Hina contaba con un recibo del pedido que había sacado en la mañana, por lo que no tuve que arriesgarme de ir a la central y tentar la paciencia de Yuta. Suficiente comida para el viaje, mantas, y algunos remedios básicos para el dolor en caso de necesitarlo; Hina me prestó una mochila mucho más grande que mi bolso, que ella solía usar cuando era más joven, suficiente para cargar con todo.
Lo último que recuerdo fue a Hina abrazándome con fuerza y yo intentando soportar la agonía del trato con tal de no preocuparla más, antes de irme del pueblo junto con otros comerciantes.
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No fue un martirio a como en realidad pensaba que sería; Hina no mintió al decir que el medicamento que me había dado era fuerte, conforme caminaba la costumbre apaciguaba el dolor, mientras que el sueño y mareo que Hina me advirtió no tardarían en aparecer de vez en cuando, pero nada fuera de lo común.
Fue un recorrido de casi doce horas, entre descansos y meriendas, ya para cuando nos estábamos acercando a la capital, la fría noche dominaba mientras que la luz de los focos que iluminaban el camino prevalecía.
El comercio clandestino no era mal recibido, al menos no con los alimentos y otros productos artesanales; menos cuando las opciones más "industrializadas" se vendían a los precios que pocos podían costearse en Hotaru; por lo que aquel tipo de pueblos eran los focos más comunes de aquellas personas, al existir tabúes de sus productos en otras ciudades más urbanizadas.
Era gente honrada que vivía de lo que cosechaba, varios podían darse el lujo de costearse mejores vehículos, pero para aquellos que comenzaban o simplemente no lograban surgir del todo, seguían transportando sus productos en carretas.
Ya era una costumbre, a pocos kilómetros de llegar a la capital, varias fogatas comenzaban a vislumbrarse, en donde los comerciantes se juntaban para descansar tras su viaje. Se transportaban con sus familias, su hogar era básicamente el lugar donde reposaban, y con el pasar de los años mi presencia tampoco fue rechazada; Honestamente nunca fue un agrado dormir en la tierra y a la intemperie, tan pronto encontré un lugar donde calentarme y comer algo, no tardé en intentar dormir con una de las mantas que Hina me había prestado, y tras intentar varias veces quitar las piedras que parecían divertirse colocándose justo bajo los moretones de mi espalda, pude quedarme dormido tras un par de horas de insomnio.
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Para cuando volví a abrir mis ojos, el frío de la mañana prevalecía, el sol lentamente empezaba a iluminar, más la sensación y olor de la tierra húmeda por el rocío era lo primero que sentía; tan pronto comenzaba a levantar mi brazo con normalidad a como lo hacía el día anterior, fue cuando los problemas empezaron.
Ya no podía negarlo; ni siquiera quiero imaginar como habría despertado de no haber tomado el remedio de Hina, el dolor era completamente superior al de antes, incluso con leves movimientos con tal de erguirme era suficiente como para gemir por el dolor. Llegaba incluso a temer por cada movimiento en falso que pudiera hacer sin querer, no lo dudé y tomé una de las medicinas que Hina me había dado, no sabría que tanto me ayudaría.
Levantarme, comer, hacía tiempo que no me sentía tan incompetente por el dolor, ni siquiera tras mis entrenamientos con Yuta, no quise arriesgarme con volver a sentarme por temor al dolor y apenas podía sujetar bien las cosas; por suerte la costumbre tras moverme por unos minutos siguió funcionando al igual que antes, pero temía que con cada día que pasara el dolor fuera a peor.
—"Tengo que apresurarme" —Pensé, mientras me llevaba a la boca uno de los panes que Hina me había dado junto con un poco de leche que también había colocado en unas botellas de vidrio.
Los comerciantes recién despertaban, no los esperaría, mucho menos con lo poco que faltaba para llegar a la capital, por lo que no dudé en volver a retomar el camino.
Ni siquiera quería pensar cómo sería cuando tuviera que regresar a Hotaru, preferí ignorarlo hasta que el momento llegase, más el caminar e intentar distraerme fueron suficientes para ignorar lo mejor posible el dolor hasta que finalmente, tras pocas horas, llegara a la capital.
La ciudad era enorme, pero bastante segmentada; como si de un círculo conformado por varias capas en su interior se tratase, la clase más alta se encontraba en el pequeño centro, mientras que conforme te alejabas el nivel económico decrecía, conectados por cuatro calles principales que representaban también los puntos cardinales de la ciudad.
Los mercados clandestinos eran los primeros en verse, el bullicio se escuchaba incluso antes de llegar como tal. Andaba con cuidado, no era inteligente mantenerse despreocupado en una zona con tan poca seguridad, a diferencia de los sectores más altos; faltaría bastante para llegar a la sucursal de correos donde tendrían el pedido de Hina, y solo podía mantener la mochila que me había prestado hacia delante de mí con tal de no perderla de vista.
No daba señales de nada, ni siquiera me daba el tiempo de demostrar alguna molestia por el dolor de mis heridas, más el bullicio de los vendedores parecía no parar, no me molestaba, pero hacía cada vez más difícil el concentrarse.
Mientras caminaba, ni siquiera yo lograba evitar desviar la mirada de vez en cuando a los puestos. Los productos que vendían eran mucho más variados que los que se podía encontrar en Hotaru, y sus precios no eran en lo absoluto caros. Tras ver unas mantas nuevas a un precio absurdamente asequible, no dudé en comprarlas. Era obvio que habían sido robadas, más en aquella época las frías noches en mi hogar eran suficientes como para hacer que no tomara mucha atención a mi moralidad en esos casos.
—Muchas gracias — Tras tenerlas en mis manos y agradecer por la compra, empezaba a dar gracias en mi interior de igual manera el que Hina no hubiera aceptado mis ahorros, las mantas que tenía en mi cama para ese entonces estaban en muy mal estado, y honestamente tras comprar nuevas hizo que incluso el dolor de mis heridas fuera mejor recibido; aun considerando el objetivo principal.
Mientras guardaba las mantas en la mochila, solamente me podía quedar absorto por unos segundos en ellas, realmente había sido algo que no me esperaba comprar aquel día, sin embargo, tan pronto comenzaba a sentir como varias personas empezaban a agruparse con cierta emoción en su actuar, no tardé en alzar mi mirada, extrañado.
—¡Vengan, Vengan~! ¡Acérquense amigos míos! —La voz de un hombre gritando con un megáfono comienza a escucharse, no pasando mucho cuando una típica canción de carnaval parecía estar sonando de un pequeño parlante.
Solo pude fruncir mi ceño, extrañado; faltaría bastante antes de que me preocupara por llegar tarde a la sucursal de correos; más mi curiosidad fue suficiente como para desviarme del camino un rato más.
—¡Traída desde las más exóticas tierras de Sinnoh! —El chirriante sonido de la bocina no otorgaba mayor agrado a su voz, sin embargo, conforme me acercaba, intentaba asomar mi cabeza por sobre la multitud de gente que ya se había acumulado.
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Para observar… como en el centro del todo, varios pokémon se encontraban al lado de aquel hombre.
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Miradas perdidas, cuerpos malnutridos, mientras que cada uno tenía en su cuello un extraño collar de negro color, del cual emanaba una brillante y pequeña luz roja, mientras que, delante de estos y del propio hombre, una pequeña pokémon de café color danzaba al ritmo de la música de aquel parlante.
Aquel hombre era el clásico arquetipo de dueño de carnaval; era un poco más bajo que yo, con un sombrero de copa, bigote, y muchos más kilos encima; solamente podía fruncir el ceño con molestia ante lo que veía, más tampoco era como si aquel comercio me fuera desconocido.
En aquel entonces no era un fiel estudiante de la historia, a decir verdad, pero sabía lo suficiente como para comprender las cosas que condujeron a que la relación entre los humanos y los pokémon fuera tan deplorable a como lo era hace cientos de años.
En la antigüedad, siempre hubo personas de bien que luchaban contra la esclavitud que ciertas personas y organizaciones realizaban hacia los pokémon, fuera por sus habilidades o simplemente por su poder bruto, más llegó un momento en el que la codicia superó a la moral preestablecida; en un mundo cada vez más industrializado y con la falsa excusa del "progreso", la esclavitud de los pokémon fue proliferando cada vez más, hasta que la costumbre fue su resultado.
Con el paso de nuevas generaciones, un atisbo de esperanza volvió a emerger cuando la razón y empatía pareció volver a nacer en las personas, casi como si los mismos hubieran vivido un periodo de involución durante décadas. Nuevas leyes volvieron a prohibir la esclavitud en búsqueda de recobrar el estilo de vida que habían perdido, más había sido tarde… el amor que alguna vez existió ya no volvió a darse, desde el distanciamiento hasta el rencor, era muy extraño ver a pokémon seguir relacionándose con los humanos.
Sin embargo, y como mera forma de representar lo bajo que podía continuar cayendo el ser humano, aún bajo la ilegalidad, actos como la esclavitud seguían presentándose en los sectores más bajos, como un ser escurridizo oculto de la mirada de los poderosos que continuaba pululando entre sus alrededores.
Nadie mostraba rechazo, no en aquellos lugares de la capital; incluso el interés era el claro resultado; aquel presentador anunciaba y "aclamaba" a la pokémon como una Buneary, mientras que los espectadores mostraban su asombro en su mero mirar o en sus aplausos, conforme la pequeña pokémon, con una sonrisa y pálida mirada, bailaba en son de la música, mientras que el hombre empezaba a ofertar precios para su venta.
No había nada que hacer, no era un fan de aquello, pero alguien como yo no influiría tanto o más como otros que han intentado seguir deteniendo tales actos; conforme fruncía un poco más el ceño con lástima, solo pude lanzar un pequeño suspiro, antes de comenzar con mi camino.
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Más solo la reacción impactada de los espectadores fue suficiente como para volver a hacer que mirara nuevamente hacia la pokémon.
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Estaba en el suelo… su mirada aún abierta solo podía reflejar cansancio, mi rostro cambiaba, ahora era uno mucho más dolido; era imposible no deducirlo con ver tan solo su estado… sin embargo, la reacción del resto no fue siquiera empática; la molestia y los abucheos emergieron, mientras que el que antes se veía como un risueño hombre bonachón, ahora adoptaba facciones en su rostro completamente indignadas, intentando mantener su sonrisa cada vez más falsa ante la "vergüenza" que le hacía pasar su estrella principal.
Empezó a zarandearla con su pie con una notoria brusquedad, no respondería con ello, se notaba que sus músculos no responderían nuevamente; ya para aquel punto la falta de respeto hacia el hombre había sido suficiente, ya no le importaría el maltrato ante ello, a lo que, llegando incluso a asustarme y preocuparme a mí, el hombre únicamente se dispuso a patear con todas sus fuerzas a la Buneary…
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Antes de que un palmeo dado con precisión en su pie hiciera que perdiera el equilibrio y callera de manera estrepitosa y humillante al suelo.
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Todo el tiempo parecía haberse congelado, nadie nunca se hubiera esperado tal acto por parte de un pokémon hacia un humano en aquella circunstancia tan desfavorable. Una parte de mí estaba satisfecha de ver a aquel hombre en el suelo, más otra solo podía estar atemorizada ante lo que vendría en consecuencia.
La gente estaba perpleja, completamente enmudecida, sin embargo, apenas y unos cuantos susurros emergían, nombrando al pokémon que ahora yacía de pie, con enfurecida mirada y agotado cuerpo de igual manera, interponiéndose entre la ahora inconsciente Buneary y el hombre que la explotaba.
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Era un Riolu.
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Muy bien chicos, aquí acaba el capítulo; espero les haya gustado y sientan con aún más fuerza los sucesos que hace tanto tiempo había narrado (la verdad, es que incluso en mi interior pensaba que hacer esto iba a ser un poco tedioso, pero lo estoy disfrutando bastante uwu)
Como ya saben, el siguiente capítulo será de eterna voluntad, así que pasará un poco antes de que vuelva a actualizar aquí uwu.
Comet Galaxy la verdad es que esos sentimientos nunca se sintieron al principio :v, literalmente fue "uff hay que ir a la capital, pos vamos :v" jajaja
Espero te haya gustado el capítulo uwu, ¡Muchas gracias por comentar! :3
LordFire123 Pues sí, la verdad es que los nuevos lectores disfruten un desarrollo mejor que cuando se tenía los primeros libros, obviamente tú que eres un lector antiguo sabes lo que significan todas esas palabras XD, y un lector nuevo quizás no las comprenda del todo, pero lo divertido es irlas desarrollando de apoco conforme siga leyendo :3
Me encantaron todos tus guiños en el review XD
Ohh pues tampoco es que haya sido una decisión precipitada del todo el tirarse contra los ladrones, de hecho, incluso pensaba en no hacerlo, pero el hecho de que fueran de Hina hizo que se precipitara, y la verdad, aunque obviamente fue tonto, tampoco es del todo injustificado, por la presión y la impotencia como tal.
Y tienes razón, la verdad es que también me costó narrar esa escena en la que se intercalaba entre recuerdo y realidad, aun falta mucho por pulir, pero espero que al menos se haya entendido un poco :c
Y sí, lo del pokémon fue "necesario" de cierta manera, odio la típica introducción de "vivimos en un mundo habitado por maravillosas criaturas llamadas "pokemon"" :v preferí hacerlo lo más sutil hasta que llegara el momento, como en este capítulo :3
¡Muchísimas gracias por comentar :'3! Espero estés bien, y también espero que te haya gustado este capítulo uwu
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Eso sería todo chicos, este capítulo también da inicio a la publicación del libro traducido al inglés, poco a poco vamos creando este mundillo :'3 ahora hay que seguir mejorando para crecer aún más :D!
Sin más que decir… ¡Nos vemos en el siguiente capítulo!
