Hola! Aquí os dejo el segundo capítulo… Espero que os guste!

Muchas muchas muchas gracias a todos los que habeis leido mi anterior capitulo y mis otras historias y me habeis dejado un review; en serio, no sabeis como se agradece entrar en el correo y ver reviews con opiniones y sugerencias de la gente que te está leyendo :D

Creo que os he contestado a todos los que me habeis dejado un correo donde hacerlo, ya sabeis que no se pueden contestar los reviews por aquí ¿verdad?

Bueno, pues lo dicho, muchas gracias:D Y también a los que se pasaron por mis otros minifics y me dejaron sus opiniones :D

Pues nada… ya me dejo de historias y de palabras y os dejo con el capítulo…

Un besito a todos, cuidaros, sed felices y leed!

CAPITULO 2: … Y ENCUENTROS

"Meditar. Meditar ¿qué? No tenía nada que meditar, ni nada que reflexionar. Pero esa mujer había dicho que debía quedarse meditando todo el día. ¿Qué era eso de meditar? Sí, bien, lo había oído varias veces y leído en varios libros, pero no sabía que debía hacer uno cuando meditaba. Es decir, ¿debía pensar en todo lo que tenía en la cabeza? O por el contrario, ¿debía vaciar su cabeza de todo lo que tenía en ella?

Se lo había preguntado a ella, Giliath, pero la mujer le había sonreído y se había marchado sin contestarle.

Así que ahora se encontraba en una habitación vacía de muebles y de objetos, las paredes y el techo de cristal permitían ver el exterior del lugar y el suelo de un suave color verde le hacía recordar los jardines de Hogwarts, aquel lugar en el que había sido tan feliz hasta que había descubierto toda la verdad.

Cerró los ojos. Giliath le había dicho que quizá así podía meditar mejor, al menos asta que encontrase la forma de hacerlo con los ojos abiertos; según le había dicho, formaba parte de su entrenamiento para lograr sacar todo su potencial de mago. Quizá había sido por la forma de decírselo o por la mirada dulce que tenía cuando lo había hecho, el caso era que Harry había obedecido y ahora estaba con los ojos cerrados mientras se intentaba concentrar en su respiración, únicamente en su respiración.

Hogwarts. ¿Qué estarían haciendo ahora? Seguramente volviéndose locos buscándolo. No le importaba. Que lo hicieran. Ellos le habían mantenido por demasiado tiempo en la oscuridad de la ignorancia sin contarle nunca nada, ahora era él quien desaparecía por unos días. Días no, años. Había echo las cuentas necesarias. Un día en Ahsvaldry era un mes en el mundo mortal, según le habían dicho. Llevaba ya dos meses, así que allí sólo habían pasado dos días. Torció la boca. Seguramente aún no se habrían dado cuenta de su desaparición. La señora Figg seguramente iría pronto a su casa para pedir la compañía de Harry, compañía que el tío Vernon siempre estaba dispuesto a ofrecer, de eso modo se libraba de él y lo obligaba a hacer algo que el muchacho no deseaba hacer. Pero aquel verano, la señora Figg se llevaría una sorpresa.

Que se preocuparan por él. Por una maldita vez en su vida, que alguien se preocupara de verdad por él. Sonrió torciendo el gesto en señal de disgusto y amargura.

Jamás se preocuparían por él, lo harían por Harry Potter, por aquel que debía enfrentarse a Voldemort en una batalla en la que resultaría ser víctima o asesino; se preocuparían por el único capaz de librarles de Voldemort… Pero no por Harry. Nadie se había preocupado nunca por Harry… Únicamente sus padres, Sirius y esperaba que Remus; de ellos sólo podía contar con Remus.

¿Por qué no podía tener una vida como todo el mundo? Una vida normal, con sobresaltos y disgustos sí, pero sin problemas ni decisiones que acarreen la vida o la muerte de todos los que le rodeaban… sólo quería una vida normal… ¿acaso era pedir mucho? ¿Acaso era pedir demasiado? Sólo quería ser feliz. Desconocía el significado de esa palabra… cada vez que creía conocerlo, ocurría algo que lo devolvía a la realidad, a su realidad… Estaba solo… completamente solo…

Dentro de sus pensamientos frunció el ceño. Algo estaba diferente. Era como si estuviera flotando…

-Veo que ya lo has conseguido Ainur –la voz de Giliath sonó detrás de él-. Pocas personas que no sean de nuestra condición consiguen alcanzar la levitación mediante la meditación en los primeros días y tú lo has conseguido en siete horas…

Harry abrió los ojos desconcentrándose al verse flotando en el aire a una altura de cinco metros de donde estaba el suelo. Por suerte para él, Giliath formó un escudo de aire a su alrededor que lo recogió antes de que cayera al suelo de forma abrupta.

-Gracias –dijo él levantándose; ella le sonrió-. ¿Qué ha sido eso? Yo estaba… -parecía un poco contrariado y no era para menos-… Estaba flotand…

-Levitando Ainur. Flotar lo haces en el agua; en el aire levitas –le sonrió de forma cariñosa.

-¿Cómo puedo… levitar? –frunció el ceño.

-Porque eres más especial de lo que crees, pequeño… -le contestó ella con ternura-. Ven, vamos a comer, debes estar hambriento… ya hablaremos de esto más tarde…"

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Grimmauld Place, número doce. Hedwig ululó sobre su hombro cuando Harry tuvo ese pensamiento. Entre los números once y trece surgió aquella vieja casa que había visto por primera vez el año pasado cuando lo habían llevado después de sacarlo de la casa de los Dursleys. Ahora que volvía a estar allí, sabía que todo era muy diferente a la primera vez.

El año anterior había pisado aquellas escaleras con la alegría de saber que iba a ver a Sirius; que iba a poder abrazarle y reír y disfrutar aunque fueran sólo unos minutos al día con él; ahora miraba las escaleras con cierto temor, sabiendo que en cuanto diera el primer paso, estaría aceptando que Sirius ya no estaba y que no iba a estar dentro de la casa sonriéndole como lo había estado haciendo el pasado año.

Habían demasiados recuerdos dentro de aquel lugar para que Harry quisiera entrar por su propio pie. Debía mantener esa careta de hipocresía y de dureza que había perfeccionado en Ahsvaldry, pero sabía que las emociones de saberse dentro de aquella casa podían llegar a ser superiores a lo que él pretendía. Había aprendido a aceptar sus sentimientos e incluso a manejarlos, pero no a olvidarlos. Titubeó una vez más, preguntándose si era lo que debía hacer.

Hedwig le picoteó el lóbulo de la oreja de forma cariñosa y el chico sonrió acariciándole la cabeza a su fiel amiga y mensajera, como si lo estuviera instando a entrar antes de que algún humano no mágico pasara por allí.

-Está bien… -dijo el chico complaciendo a la lechuza-… pero no me dejes solo Hedwig… -el animal pareció asentir con la cabeza y el chico sonrió con sinceridad, seguramente, por última vez en la noche.

Subió los escalones con ligera pesadez, abrumado por el cúmulo de sensaciones que había dentro de él en aquellos momentos. Abrió la puerta sorprendiéndose de no encontrar ninguna barrera que lo impidiera y entró en la casa cerrando la puerta con suavidad detrás de él.

Miró a su alrededor. Parecía que alguien se había esmerado en limpiar el lugar y supuso que no se equivocaba si la señora Weasley tenía mucho que ver con aquello. El suelo había estado barrido y fregado y ahora relucía como si se tratara de un espejo; las paredes estaban libres de telarañas y las manchas oscuras que habían estado en ellas habían desaparecido completamente.

Avanzó un par de pasos, tan silenciosos como cautos; entró en el vestíbulo con una media sonrisa y por unos segundos le pareció ver el rostro de Sirius saliendo de la cocina para ver quién era y advertirle que no hablara alto. Pero sólo fue eso, unos segundos de ilusión, unos segundos en los que dejó que sus deseos saliesen y quedasen reflejados en su rostro.

El ruido de unos platos al caer al suelo le hizo girarse sin ningún tipo de sobresalto, aunque sí era cierto que su mano se dirigió rápidamente hacia la daga que llevaba oculta entre el pantalón negro y la sudadera blanca que aquel día había elegido llevar.

-¿Quién es usted?

Una varita lo apuntaba desde el extremo de la cocina; su dueña, una mujer rolliza con el cabello a la medida de los hombros y enfundada en un delantal blanco que cubría su regazo. Sonrió a medias con cierto cinismo que según Stell le recordaba mucho a uno de sus antepasados. Quizá era cierto, quizá no, pero nunca lo sabría.

-Baje la varita, señora Weasley, no me gustaría tener que hacerle daño –Hedwig ululó.

Incluso su voz había cambiado. Molly frunció el ceño contrariada al ver la lechuza de Harry sobre el hombro de aquel desconocido. Aparentaba unos dieciocho años; cuerpo atlético y trabajado, músculos definidos incluso bajo la sudadera que llevaba puesta; la bolsa de deporta que colgaba en su hombro izquierdo llevaba grabado el emblema de un fénix imperial enlazado con un pegaso negro que agitaba sus alas por encima del fénix. Parecía un adulto, y sin duda, tenía que ser de la Orden, puesto que nadie más conocía la ubicación de aquella casa, pero Albus no le había dicho nada de ningún extranjero, pese a que aquel muchacho no parecía ser extranjero y se movía por la casa como si ya hubiese estado en ella con anterioridad, además, la había reconocido.

-¿Está Dumbledore? –preguntó él de repente. Molly asintió y fijó su vista en el salón de donde provenían diversas voces. El chico sonrió de nuevo e inclinó la cabeza hacia la mujer antes de darse la vuelta-. Quizá a usted también le interesa venir –tuvo que reprimir la carcajada al ver como la mujer asentía y se dirigía hacia el salón pasando por delante de él como si quisiera avisar a los demás presentes.

-Albus… -llamó con suavidad al entrar en el salón-… un joven… pregunta por ti…

Los ojos de los presentes se giraron hacia ella rápidamente mientras una única pregunta cruzaba por la mente de todos: ¿quién podía haber entrado en la casa? Albus no dijo nada, pero asintió con la cabeza. Molly pasó por detrás de la fila de sillas y se sentó en el otro extremo, junto a su marido que la miraba pidiéndole una explicación a lo que ella sólo pudo encogerse de hombros.

Harry entró y si se sorprendió al ver a tanta gente conocida allí dentro, no dejó que se viera relejado en su cara; ni siquiera la presencia de Hermione y Ron en lo que parecía ser una reunión secreta de la Orden le alteró el más mínimo músculo de la cara o el cuerpo, pero esa pequeña voz de alerta que había aprendido a identificar los últimos dos años en Ahsvaldry le indicó que ellos también le habían traicionado. Sonrió para sí amargamente; quizá debería darles el beneficio de la duda antes de decir nada; fue suficiente una pequeña intromisión en la mente de Ron para darse cuenta de todo. Habían perdido la oportunidad de explicarse, ya estaba todo muy claro.

Harry casi pudo sentir el ojo de Moody buscando la magia a su alrededor, así que rápidamente elevó un escudo sobre su persona que confundió al mago adulto. Tonks se removió incómoda en su asiento mientras su ceño se fruncía intentando encontrar un punto de referencia que hiciese reconocer al joven que tenía delante. Ron lo miraba desconfiado mientras jugueteaba con su varita sobre la mesa y Harry supo que era por prevención, sonrió pensando que su amigo jamás tendría una oportunidad contra él. Hermione lo miraba incrédula y sus ojos pasaban de su figura a la de Hedwig a la que reconoció en seguida; frunció el ceño preguntándose si alguien más debía haberse dado cuenta; Harry sonrió ante su gesto. Arthur Weasley, el amante de los muggles y sus objetos y artefactos lo miraba con curiosidad mientras su esposa le murmuraba algo en el oído a lo que él fruncía los hombros o asentía.

Los ojos de Albus Dumbledore lo había seguido desde que había entrado en el salón y no lo habían abandonado ni un solo momento pese a que no había hecho ningún tipo de comentario, al menos no todavía. Severus Snape, sentado a la izquierda del director mantenía sus ojos fijos en los suyos mientras fruncía el ceño, un gesto que a Harry se le hizo demasiado común en todos los presentes. Ignoró la mirada de desafío del profesor de pociones cuando éste intentó utilizar la legeremancia con él y sonrió con satisfacción cuando vio la frustración en su rostro al no poder entrar en su mente debido a los escudos tan fuertes que había elevado alrededor de la misma. Otros, como McGonagall que estaba presente, o Fletcher permanecieron en silencio, demasiado sorprendidos para decir o hacer nada.

-¿Puedo preguntarle quién es? –preguntó con cierta cordialidad Albus mientras él probaba los escudos del joven después de que Severus le murmurara algo. Su gesto también se frustró al darse cuenta de que no podía atravesarlos.

Pero antes de que Harry pudiera decir nada utilizando el sarcasmo que había adquirido después de pasar tantas horas junto a Derin, una voz melosa y firme se alzó sobre los presentes. Remus Lupin, sentado cerca de la puerta, junto a Tonks y una silla vacía a su otro lado, en la cabecera, lo miraba mientras hablaba.

-¿Es posible que no reconozcáis a alguien que habéis estado buscando durante todo el mes? –preguntó sonriendo levemente. Se acercó al chico y lo tomó por los hombros; Hedwig elevó el vuelo del hombro de Harry y después de dar un par de vueltas por la habitación se quedó tranquilamente posada sobre el respaldo de la silla vacía de la cabecera, justo enfrente de Dumbledore-… Por todos los magos… -sonrió al chico-, eres igual que James… aunque tus ojos siguen siendo los de tu madre…

-¿Harry? –preguntó Hermione con incredulidad.

-¿Potter? –varias voces se oyeron en el salón. Albus permanecía en silencio observando a su alumno.

-¿Qué diablos significa todo esto Potter? –la voz enfadada de Moody se escuchó en todo el lugar-. ¿Dónde te has metido durante todo este mes? ¿Sabes la cantidad de personas que te están buscando?

Harry se encogió de hombros sin darle demasiada importancia.

-Les avisé que no me buscaran porque no me encontrarían, si son tan idiotas para creer que no hablaba en serio no es mi problema –contestó fríamente el chico.

-Igual de arrogante que su padre –espetó de forma envenenada Snape.

Harry sonrió; sabía que parte del enfado de su profesor de pociones era debido a que no había podido entrar en su mente pese a que él mismo le había dicho lo torpe e inútil que era en oclumancia.

-Gracias por el halago, profesor –añadió con cierto desdén y cinismo en la voz.

-¿Dónde has estado, Harry?

-¿Por qué desapareciste así? –inquirió Ron sumándose a la voz de Hermione.

Harry miró a ambos chicos e hizo un chasquido con la lengua mientras meneaba la cabeza.

-Si vosotros tenéis secretos conmigo, ¿no puedo y o tenerlos con vosotros? –se giró hacia Molly-. Dígame, señora Weasley, ¿ellos ya no son demasiado jóvenes para entrar en la orden? –un pinchazo en la sien izquierda hizo mirar a su profesor más odiado-. Si vuelve a intentarlo una vez más le aseguro que se arrepentirá –lo amenazó-. No me gusta que entren en mi mente sin permiso… es una cuestión de educación…

-Harry… ¿qué significa todo esto…

-Todo a su tiempo, Tonks. Todo a su tiempo… Director ¿hay algún sobre para mí del Ministerio?

Albus asintió y sacó de su túnica unos sobres que extendió a Harry ante la atónita mirada de los profesores. Sin duda alguna, si a Harry le hubiesen preguntado quién parecía más asombrado ante todo aquello en aquellos momentos, el chico hubiera contestado automáticamente pronunciando el nombre del profesor Snape que se había quedado de pie, cerca de la ventana, de modo que pudiese tener a vista al muchacho. De hecho, fue la mano de Snape la que se adelantó para tomar los documentos que Dumbledore le estaba ofreciendo al chico.

-Yo no haría eso –advirtió Harry cuando las manos del profesor de pociones estaba a centímetros de recoger los documentos.

-¿Por qué no, señor Potter? –preguntó con su voz controlando la ira. Harry supuso que no estaba muy conforme sin saber qué estaba ocurriendo-. ¿Acaso está ocultando algo?

Harry sonrió y se encogió de hombros.

-Puede pensar lo que quiera, profesor –dijo con cierto desdén al llamarlo por su título que tanto insistía Dumbledore en que lo utilizara-, pero debo advertirle que esos documentos tienen un escudo de defensa que únicamente dejará que sean tocados por quien los ha enviado, quien los ha de recibir y el intermediario impuesto por el receptor, en este caso, yo –sonrió al ver como la mano de Snape vacilaba-, y créame que en ningún momento se me ha pasado por la cabeza que usted toque esos documentos.

-¿Acaso cree usted, señor Potter –empezó a decir Snape-, que esa amenaza servirá de algo?

Harry se encogió de hombros.

-Piense lo que quiera, profesor, pero no diga que no se lo he advertido. Como el director le puede informar, es cierto que esos documentos tienen un escudo, ¿no es así, Dumbledore?

El director se acarició la barba blanca, como cada vez que meditaba sobre algo; Harry notó como concentraba su poder en aquellos papeles y tuvo que sofocar una carcajada cuando vio como Dubledore perdía compostura por unos segundos al comprobar que tan fuertes eran los escudos protectores de los documentos. Snape hizo amago de volver a tomar los papeles.

-El señor Potter tiene razón, Severus –dijo el anciano sin mirar a su profesor de pociones-. Será mejor que no los toques.

Snape parecía contrariado pero no dijo nada, obedeció retirando las manos y retomando su posición inicial y Harry no pudo evitar preguntarse si era tan obediente con Voldemort como lo era con Dumbledore, después de todo, a ambos le debía lealtad y a ambos les había jurado fiabilidad y compromiso. Harry tomó los documentos y los revisó uno por uno sonriendo cada vez que pasaba las hojas; estaba todo en orden.

-Bien, todo perfecto –lo devolvió a Dumbledore ante la mirada de los profesores-, ahora lo mío –abrió la bolsa de deporte que llevaba y de ella sacó una carpeta que dejó sobre la mesa después de sonreír con afabilidad a Remus, cosa que no pasó desapercibida para ninguno-. Aquí está todo explicado –indicó haciendo levitar los papeles hasta el sitio de Dumbledore-, hay una copia para cada uno de vosotros –se giró hacia sus amigos-, excepto para vosotros, supongo que alguien os lo tendrá que dejar, lo siento pero no pensé que estuvierais aquí –ambos chicos lo miraron, Ron nervioso, Hermione con el ceño fruncido-. Puede quedarse con los papeles, yo tengo los originales –le indicó-. También hay una copia de la carta que Sirius me dejó; quizá así lo entiendan todo mejor.

Albus asintió mientras repartía los papeles muggles. Pudo ver como los ojos de los presentes se abrían al leer el encabezamiento de los papeles de emancipación. Sonrió pensando en la cara que pondrían al llegar a leer lo que acababa de leer él. Estaba seguro de que disfrutaría enormemente de la cara de Snape y sentía mucho perdérsela, pero tenía algo más que hacer. Tomó el brazo de Remus cuando el hombre lobo iba a sentarse.

-Tú no Remus, ven conmigo, te lo contaré personalmente… al menos lo que puedo. –el licántropo asintió.

-¡No puede irse así! –gritó Fletcher -¡Debe aclarar ahora mismo cómo es que se desapareció!

-Y por qué no contestaste a nuestras cartas… -añadió un poco tímida Tonks.

-Es cierto, creo que nos debes una explicación a todos, Potter –añadió Moody.

Harry lo miró con frialdad; incluso Snape pareció sorprendido por la ira y la rabia que contenía aquellos iris verdes

-¿Una explicación? –sonrió a medias-. Deberían agradecerme que haya vuelto a salvarles el pellejo en lugar de quedarme en un lugar en el que confiaban en mí y no me ocultaron nunca nada –miró directamente a Dumbledore-. Si quieren una explicación lean los papeles y si tienen alguna pregunta, luego las contestaré –añadió en tono gélido al ver que Hermione abría la boca para decir algo. Se giró hacia Remus y le sonrió-. Vamos a la habitación de Sirius, porque supongo que nadie ha tocado esa habitación, ¿verdad? –miró a la señora Weasley de forma intimidante casi sin quererlo.

-Nadie pudo entrar en esa habitación –informó la mujer mirando al chico-. Es como si Sirius la hubiese encantado o algo así, no podrás entrar en ella.

-¿En serio? Yo creo que él la hechizó para que nadie entrase excepto yo, curioso ¿verdad? –añadió en tono casual -. Me preguntó por qué lo haría… Vamos Remus.

Subiendo las escaleras Harry no pudo evitar reír al escuchar dos gritos, uno de Hermione, otro de Snape.

-¡Esto es imposible!

Cinco escalones. Eso era lo que había bajado cuando notó la magia de Dumbledore intentando controlarse y serenarse. Sin duda, fue Snape quién bramó:

-¡Es un arrogante niño malcriado! ¡Igual que lo fue su padre! ¡Es un Potter, ¿qué esperabas!

Harry frunció el ceño. Ser un Potter era todo lo que le quedaba de su padre, y no iba a dejar que nadie lo criticase por ello.

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Albus Dumbledore releyó los papeles de nuevo mientras el bullicio de sus acompañantes inundaban la sala. Todos estaban contrariados y en el caso de Severus, indignados y furiosos; no era para menos. Aquello suponía toda una revelación. Recordó el momento en que Molly había entrado al salón acompañada de aquel joven chico.

(flashback)

Fawkes había ululado contento situado en el respaldo de su silla en cuanto aquel chico había entrado. Dumbledore se había relajado, pues su fénix no permitiría que nadie malvado estuviera tan cerca de él; su canto se había vuelto casi un susurro de alegría y Dumbledore había recordado vagamente que su fénix únicamente tenía ese comportamiento tranquilizador cuando Harry Potter estaba cerca.

Frunció el ceño. Ese joven no podía ser Harry, ¿cierto?

Harry era un niño esquelético, de cabellos cortos y complexión delgada. Incluso de espaldas se podía ver que ese joven tenía el cabello un poco más largo que Harry, su espalda ancha indicaba fuerza y lo más sorprendente era el gran campo de energía y magia que parecía rodearlo en todo momento.

Pero la actitud de Gawkes estaba clara y también lo estaba la de Hedwig, la lechuza de Harry Potter. No había ninguna duda de que aquel joven muchacho era el mismo niño que habían dejado en Privet Drive ese verano y que había desaparecido durante todo un mes en el que la orden se había vuelto loca buscándolo hasta debajo de las piedras y registrando cada rincón de Inglaterra.

Si había alguna duda aún de que fuera él, quedó disipada en cuanto el aludido se giró para enfrentarlo. Sus ojos. Nadie más que Harry Potter podría tener esos ojos verdes brillantes y poderosos… la única diferencia que había encontrado con el pasado era la alegría que parecía haber desaparecido y el deje de recelo que el muchacho mostraba con su mirada.

Fue la primera vez que se preguntó qué había pasado durante ese mes para que Harry hubiese vuelto tan cambiado.

(fin flashback)

Y ahora se encontraba mirando esos papeles que tenía sobre la mesa mientras que el resto de personas hacían lo propio, causando el alboroto entre los profesores y los miembros de la orden que habían estado allí, entre ellos Severus, Minerva, Arthur y Molly, que había pasado por diferentes etapas como la indignación, la incredulidad, la sorpresa, y el rencor al leer aquellos papeles.

Harry Potter había logrado la manutención; eso significaba que era su propio guardián y que no necesitaba el permiso de nadie para ir donde quisiera ir y hacer lo que quisiera hacer; en aquellos momentos estaba tratado como un adulto, con sus obligaciones y sus responsabilidades, no como un niño. No dependía de nadie salvo de sí mismo.

En silencio, se preguntó qué era lo que había llevado a Sirius a hacer aquello antes de su muerte y por qué no se lo había comunicado. Sonrió. Seguramente porque sabía que no se lo hubiese permitido y hubiese hecho todo lo posible para evitar que lo llevara a cabo.

Harry Potter dejaba de estar en manos de nadie para estar en sus propias manos.

Frunció el ceño mientras tomaba la carta del ministerio en la que se adjuntaba el sobre con las últimas calificaciones del muchacho. Le había extrañado no recibir sus calificaciones de los TIMO durante el verano para poder enviarlas, como había hecho con todos los demás alumnos de Hogwarts, pero ahora quedaba todo aclarado… Repasó la carta una vez más y observó el listado de los examenes que había cursado el día anterior, según los documentos.

"Estimado Señor Potter:

Conforme se estableció nuestra relación el pasado treinta de agosto, paso a citarle los resultados obtenidos en los exámenes que ha rendido recientemente, quedando anulados los exámenes correspondientes a los TIMO'S que realizó en el Colegio de Magia de Hogwarts, y quedando exento de realizar los NEWT'S correspondientes al sexto grado; estos resultados serán los pertinentes a su nueva situación.

Resultados de los EXTASI de Harold James Potter:

Astronomía: Extraordinario.

Cuidado de Criaturas Mágicas: Extraordinario.

Encantamientos: Extraordinario.

Defensa contra las artes oscuras: Extraordinario.

Adivinación: Extraordinario.

Herbología: Extraordinario.

Historia de la Magia: Extraordinario.

Pociones: Extraordinario.

Transfiguraciones: Extraordinario.

Runas Antiguas: Extraordinario.

Según los examinadores del Ministerio encargados de realizar los exámenes al señor Potter, estimamos que recibe diez TIMOS con la más alta calificación y una matrícula honorífica en todas y cada una de las asignaturas mencionadas anteriormente.

Ha demostrado además, reunir las características, requisitos y conocimientos necesarios para recibir los siguientes títulos:

Maestro de Astronomía.

Maestro de Defensa contra las artes oscuras.

Maestro de Pociones.

Maestro de Runas Antiguas.

Maestro de Transfiguraciones.

Maestro de Herbología.

Maestro de Encantamientos

Dado los resultados, nos sentimos orgullosos de comunicarle que sus exámenes han sido los mejores desde hace más de cincuenta años.

Esperamos que los resultados hayan sido satisfactorios para usted,

El Ministerio de Magia y el Ministro de Magia Cornelius Fudge"

Harry había, no solo presentado los documentos de emancipación, sino que además, había solicitado la anulación de sus TIMO y había realizado los EXTASI con dieciséis años, cosa que era posible de realizar pero que pocas personas se arriesgaban a hacer; si se accedía a hacer los EXTASI antes de tiempo se corría el riesgo de no llegar a la nota deseada y además quedaban anulados automáticamente los TIMO y los exámenes realizados hasta el momento.

Pero Harry lo había conseguido y además con las mejores notas que había visto en su vida; aunque a decir verdad, creía recordar que Lily y cierto grupo de chicos habían sacado también unas notas excelentes en sus EXTASI.

Revisó la carta de nuevo. Siete títulos de Maestro…

-¿De dónde has sacado estos conocimientos Harry?

Suspiró.

No había obtenido ninguna respuesta clara y sabía que no la obtendría hasta que Harry no bajase a hablar con ellos. Y a pesar de que tenía muchas preguntas que hacerle, sabía que únicamente le serían contestadas aquellas que él quisiera contestar.

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Giliath se despertó en medio de la noche. Algo iba mal. Sus instintos de guardiana se lo indicaban. Sin importarle el hecho de que iba vestida con sus ropas de dormir, se colocó una capa rojiza sobre los hombros y salió de su dormitorio en el ala de las mujeres recorriendo el pasillo cálido y oscuro hacia el ala de los hombres con un único pensamiento en la cabeza.

No tuvo que caminar mucho. La figura de Erebor se recortó a contraluz delante de ella y el dios parecía haber despertado de la misma forma brusca que ella lo había hecho. Al llegar a su altura el hombre la tomó por los brazos y la miró directamente a los ojos como si quisiera confirmar lo que estaba temiendo.

-Tú también lo has notado –le afirmó. La mujer asintió-. Ainur está en peligro.

-Los naryns han descubierto la profecía –añadió ella.

Erebor reparó por primera vez en la escasez de la ropa que la diosa llevaba-. Será mejor que vayas a ponerte algo de ropa –hasta ese momento, incluso ella no se había dado cuenta de lo delgado que era el camisón blanco que llevaba-. Iré a buscar a Derin, nos encontramos en veinte minutos en el patio de armas.

-¿Derin? –inquirió la mujer.

-Imagínate su humor si descubre que nos hemos ido al mundo mortal a ayudar a Ainur y no lo hemos llevado con nosotros –indicó él sonriendo a medias. Giliath sonrió-. Encárgate de Stell.

-Lo haré.

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-Así que a esto era a lo que se refería Sirius con lo de "pronto descubrirás mi última gran travesura a favor de alguien que necesita mi ayuda"…. –murmuró Remus entrando en la habitación de Sirius con una media sonrisa.

-A ti también te dejó una carta –no era una pregunta, sino una afirmación. Remus asintió.

Harry no se giró hacia él de forma inmediata. Su vista se desvió hacia el álbum de fotografías que sabía que su padrino guardaba en una de las estanterías; Remus, comprendiendo que el chico era la primera vez que visitaba la casa sin que Sirius estuviese allí, se sentó pacientemente en la cama de quien había sido uno de sus mejores amigos y esperó a que Harry hablase; si había algo que había aprendido de James era que jamás conseguiría hacerle hablar a menos que él lo deseara, y por suerte o por desgracia, era una cualidad o un defecto que Harry había heredado de él.

Ya no era el niño que había conocido durante su tercer año en Hogwarts. Había una fuerza inusual en él, algo que no había visto el año anterior; de algún modo, Harry era capaz de proyectar hacia fuera un aura que lo hacía verse adulto y maduro; quizá demasiado para su edad, aunque Lily también lo había sido… Él no había leído los papeles, no lo necesitaba… sabía que Harry hablaría cuando quisiera, por eso lo había seguido, porque estaba claro que el chico quería hablar con él a solas.

Observó como el niño que una vez había sido Harry ojeaba distraídamente el álbum de lomo oscuro y sonrió de forma inconsciente, él mismo guardaba buenos recuerdos de ese álbum y casi podía describir todas y cada una de las fotografías que allí se encontraban.

Recordaba la obsesión que Sirius tenía por las fotografías y aunque en un principio, él mismo había intentado inculcarle un poco de sentido común tratando de convencerle que no era bueno ir con un espejo y un peine a todas partes porque según Sirius "nunca sabía cuando le iban a pedir una fotografía alguna admiradora", todos sus intentos se habían ido al traste cuando James se aficionó tanto como su mejor amigo a posar para las cámaras, casi siempre, cuando había chicas cerca. Únicamente Lily había sido capaz de hacerles ver que no podían ir con una cámara fotográfica todo el día, y si bien había sido fácil convencer a James utilizando lo que la chica había definido como técnicas femeninas, que consistían en miradas cariñosas y sonrisas que hacían que James se olvidara por completo de que quería hacerse una fotografía, con Sirius le había costado un poco más devolverlo a la tranquilidad y es que como james solía decir para burlarse de su amigo "Sirius nunca había sido del todo normal"

-¿Has visto la fotografía de la página treinta y tres? –preguntó Remus sonriendo sabiendo que a Harry le gustaría verla.

El chico no dijo nada, se limitó a pasar las páginas del álbum mágico donde sus padres y los amigos de estos sonreían y saludaban a la cámara felices, ajenos a lo que pasaría en un futuro. Encontró la fotografía y miró a Remus unos segundos antes de desviar de nuevo su atención a la fotografía.

En ella, aparecían cinco adolescentes, tres chicos y dos chicas; Harry no tuvo que pensar mucho para saber de quienes se trataban cuatro de ellos. Le bastó con observar el modo de comportarse de cada uno de ellos; sentado en el sofá, un muy joven Remus Lupin leía un libro que Hermione hubiera considerado "lectura ligera"; a sus pies, tumbados en la alfombra, un chico con gafas se revolvía el cabello cada vez que echaba un vistazo al tablero de ajedrez mágico que tenía delante de él mientras que la chica pelirroja sonreía con suficiencia y le sacaba la lengua de vez en cuando al ver la expresión de fastidio que tenía el chico por no poder ganarla; un chico bastante atractivo permanecía sentado junto al chico de gafas y de vez en cuando le iba apuntando algo cerca del oído haciendo que el chico moviera de inmediato alguna de sus piezas mientras que Remus resoplaba y negaba con la cabeza dando a entender que él también estaba más pendiente de la partida de ajedrez entre la chica y el chico que de su libro. La única persona que Harry no conocía era esa chica morena de cabello largo y negro y de esbelta figura que le daba un golpe en el hombro al chico que murmuraba algo al oído del otro cada vez que lo hacía.

Harry se volvió hacia Lupin con el ceño fruncido y el hombre le sonrió mirándolo con sus ojos casi dorados. Harry se acercó a él y se sentó en la cama junto al licántropo.

-Es Cathy –apuntó el hombre mirando la fotografía-. Ella era… era la mejor amiga de tu madre –si Harry se sorprendió, no dio muestras de ello-, y la novia de Sirius –añadió sonriendo al ver que Cathy le daba un nuevo golpe en el hombro al joven Sirius.

-No había oído hablar de ella… -dijo Harry mirando a su madre en la fotografía. Era realmente bonita y se veía feliz.

-A Sirius nunca le gustó hablar de ella después de lo que le ocurrió –Harry lo miró de forma interrogativa-. Cathy era una Slytherin.

-¿Slytherin? ¿Sirius salió con una Slytherin? ¿Mi madre era amiga de una Slytherin?

Remus rió suavemente.

-Cathy no era como las demás Slytherin, de echo, James y Lily solían bromear diciendo que era una Gryffindor perdida en la casa de las serpientes; pasaba más tiempo en Gryffindor que en Slytherin. –se encogió de hombros-. Nos era muy útil cuando teníamos que entrar en la sala común de Slytherin para gastar alguna broma de las nuestras…

-¿Por qué…. Qué le pasó? –preguntó Harry.

-Voldemort –dijo Remus con un deje de tristeza-. Fue durante una misión… tus padres y Sirius ya eran aurors y Cathy trabajaba en el Ministerio y a pesar de lo que Dumbledore le pidió, ni una sola vez pasó información para la Orden –sonrió-. Ella decía que era trabajo de la Orden saber qué ocurría si es que querían saberlo, pero que ella se limitaba a hacer su trabajo y que no iba a dejarse manipular por nadie; cosa que Sirius le aplaudía… -Harry frunció el ceño, otra vez la Orden, otra vez Dumbledore-. Durante uno de los ataques al Ministerio, Voldemort la reconoció y él mismo en persona pidió acabar con ella… Creo que lo tomó como algo personal.

-¿Por qué nunca supe nada?

-Porque a Sirius le dolía hablar de ella… Se culpó de su muerte durante mucho tiempo -acarició la superficie de la fotografía-. Desde que ocurrió, Sirius no volvió a enamorarse de nadie. De echo, se dedicó en cuerpo y alma a su trabajo de auror, arriesgándose a veces de forma innecesaria y mostrando un total desdén por el peligro y la muerte… Era como si no le importara morir porque Cathy había muerto…

-Pero cuándo yo lo conocí, él no… quiero decir, podría haberse dejado morir en Azkaban, ¿por qué…

-Por ti –respondió el licántropo sencillamente.

-¿Cómo?

-El día en que naciste, tus padres te pusieron en el regazo de Sirius… Jamás lo habíamos visto tan embelesado mirando a alguien que no fuera Cathy. Cuando james le pidió que fuera tu padrino, no pudo negarse… -sonrió al recordar la cara de felicidad que había obtenido Sirius cuando había recibido la noticia de que sería el padrino-. Desde el momento en que te tuvo en brazos, su actitud volvió a cambiar… volvimos a recuperar al Sirius de antes… alegre, confiado, bromista… a nuestro amigo y no a la sombra que nos había dejado la muerte de Cathy.

-Él… él me quería mucho ¿verdad? –preguntó casi con temor Harry.

El licántropo sonrió y pasando una mano por los hombros de Harry asintió mientras lo acercaba a él aún mirando el álbum de fotografías.

-Fuiste el hijo que no pudo tener con Cathy, Harry… Sirius te quiso como hubiese amado a su hijo…

-Él… me dejó esto… -sacó la carta del bolsillo del pantalón y se la dio doblada al hombre que la miró enarcando una ceja. Harry sonrió al ver como Remus sopesaba el leer la correspondencia ajena violando la intimidad de nadie-. Adelante, léela.

Mientras el hombre se dedicaba a leerla, Harry se entretuvo mirando las fotografías. Sus padres… parecían felices… se veían felices… Bastaba ver una sola fotografía de ellos dos juntos para darse cuenta del amor que se profesaban mutuamente.

Al final del álbum había unas cuantas con él; un pequeño bebé que en una de las fotografías pasaba de mano en mano por los diferentes adultos de un salón acogedor hasta que James en un descuido de Cathy se lo arrebató a la chica y lo arrimó a su pecho mientras dirigía mirada de soslayo a sus amigos como si les estuviera advirtiendo de que era su hijo y que no iba a dejar que nadie se lo llevara de su lado. Entonces aparecía Lily y la mirada de James cambiaba completamente.

¿Cómo hubiese sido vivir con ellos? Tener una familia que lo quisiera en lugar de una que lo maltratara y menospreciara. Alguien que le hubiera dicho quien era, qué era en lugar de alguien que le había mentido hasta la saciedad. Sólo ser normal… Le gustaría saber lo que era ser normal por una vez en la vida… Pero sabía que no podría saberlo nunca y mucho menos ahora.

-Así que lo ha hecho… -murmuró Remus doblando la carta y sacando a Harry de sus ensoñaciones-. Lily siempre bromeaba diciendo que Sirius no estaba capacitado para ser padrino de nadie y cada vez que decía esto, Sirius se encogía de hombros y le contestaba que se encargaría de que su ahijado fuera feliz aunque tuviera que hacer un testamento póstumo para asegurarse de que fuera así… -Harry sonrió. Sí, aquello sonaba a algo que hubiera dicho Sirius-. Así que… ¿qué puedes decirme?

-Aprobé mis EXTASI con Extraordinario en todas las calificaciones, además de recibir siete títulos de maestro; aprobé mi examen de aparición y obtuve un permiso especial indefinido para utilizar magia en el mundo no mágico sin que el control de magia me persiguiera cada dos por tres –se encogió de hombros.

-Supongo que todo eso lo aprendiste en Ahsvaldry… ¿cierto?

-¿Tú lo sabes? –frunció el ceño.

-Sólo sé que tu madre desapareció durante una temporada, tiempo que por cierto James estuvo paranoico y la buscaba hasta debajo de las piedras –sonrió al recordar a un histérico James llamando a su casa cada dos minutos y preguntándole "¿seguro que no está contigo?"-. Poco después de un mes y medio apareció como si no hubiera pasado nada, pero todos notamos que su aura había crecido y que estaba resplandeciente. Cuando James le exigió saber dónde estaba ella se encogió de hombros y contestó "Ahsvaldry".

Harry sonrió. Sabía que su madre no podría haber dicho nada más aunque lo hubiese querido.

-Tenemos prohibido hablar de ello –se encogió de hombros-. Por eso he dicho que habría preguntas que no podría contestar… aunque espero que ellos piensen que es porque no quiero contestarlas –añadió con un brillo divertido en la mirada.

-Harry… si pudieras contestarlas… ¿lo harías? –preguntó Remus con el mismo brillo divertido.

-Supongo que no –Remus frunció ligeramente el ceño ante la contestación del muchacho y Harry sonriendo se apresuró a añadir algo más-. No me malinterpretes Remus… pero no quiero tener nada que ver con Dumbledore y la Orden, excepto tú, por supuesto; así que eso implica no contar nada que no quiera contar.

-¿Por qué Harry? Sé que la muerte de Sirius ha podido ser…

-La muerte de Sirius sólo ha sido el detonante de todo, Remus… Esto viene desde mucho más atrás…

-¿Por eso tu cambio de actitud? ¿Por eso eres más frío? He visto como has mirado a los demás ahí abajo, incluso a los han sido tus amigos, a Dumbledore que siempre te ha intentado ayudar, y Molly…

Harry rió de forma sarcástica.

-¿A ti tampoco te han dicho nada? –Remus frunció el ceño preguntándose a qué se refería el chico que tenía delante.

-Remus me han mentido –dijo llanamente-, todos y cada uno de los que están ahí abajo me han mentido de diferentes formas… otros además… también me han traicionado, como los que tú dices que han sido mis amigos y como Dumbledore.

-¿Qué quieres decir Harry?

-¿Desde cuándo sabes que Hermione y Ron pertenecen a la Orden? –le preguntó el chico frunciendo levemente el ceño.

El licántropo se encogió de hombros.

-Desde hace un par de días… -dijo el hombre-… me pregunté por qué tú no formabas parte pero esperaba que tú mismo me lo quisieras decir… como estabas desaparecido yo no…

-Remus –lo interrumpió el joven moreno-, Hermione y Ron han estado en la Orden desde el mes pasado, para ser más concretos, dos días después de la muerte de Sirius, cuando yo aún no estaba desaparecido y la única razón por la que no soy miembro de la Orden es porque nadie me dijo nada –dijo con cierto sarcasmo-; durante todo el año pasado, mis amigos, estuvieron pasándole informes a Dumbledore sobre mí… sobre lo que hacía, cuándo, dónde, cómo y por qué; la idea de crear el ED fue de Dumbledore y se encargó de que Hermione lo hiciese pasar como su propuesta… estuvieron todo el año pasándole informes cada vez que tenía un enlace con Voldemort, cada sueño, cada pesadilla, cada cosa que hacía…

-¿Estás seguro de eso?

-Remus… puedo leer la mente de los que yo desee sin que se den cuenta de ello.

Remus había observado como la voz de Harry se mantenía neutral a medida que hablaba, pero conocía lo suficiente a ese chico para darse cuenta del dolor que reflejaban sus palabras y aunque no lo hubiese conocido, le hubiese bastado con ver la forma en que se movía… la misma de James cuando estaba realmente dolido por algo.

-Harry…

-Y no se te ocurra decirme que es por mi bien y que era para protegerme porque esa excusa quedó vacía cuando Dumbledore me dejó en casa de los Dursley hace quince años –advirtió el chico-. Desde el mismo momento en que pisé esa casa, sólo obtuve maltrato y desprecio, ignorancia y rechazo… Y todo ¿para qué? Para que llegado a los once años, Dumbledore apareciera como mi salvador…

-Harry… -volvió a llamar al chico. Pero Harry no estaba dispuesto a calmarse pese que su voz sonaba tranquila, los puños fuertemente cerrados estaban adquiriendo un extraño color rojizo.

-Y ni se te ocurra decir que debía estar en contacto con la sangre de mi madre para seguir protegido de Voldemort, porque tú mismo has leído la carta en la que Sirius me dice cómo hacer una poción utilizando la sangre de mi tía…-Remus asintió. Él desconocía esa poción, aunque él había sido buen estudiante, Sirius era el que siempre había destacado en pociones-. Durante cuatro años me he enfrentado a Voldemort y los de la Orden me siguen tratando como si fuera un niño a punto de romperme… cuando ninguno de ellos saben ni la mitad de las cosas por las que he tenido que pasar… Y el año pasado… Dumbledore me obligó a estudiar Oclumencia con Snape, ¿puedes saber qué significa eso, Remus? Cada noche caía tan agotado en la cama que era imposible cerrar mi mente y he visto morir a mis padres desde principios del curso pasado.

-Deberías haber…

-…. ¿acudido a Albus? –terminó la pregunta de Remus el chico. Soltó una risa sarcástica-. Lo intenté, pero Dumbledore me evitó todo el año, ¿recuerdas? El hombre en el que había confiado me evitó durante todo el año, rechazándome para decirme luego que fue por mi bien… Y por si eso fuera poco, después me reveló lo de la profecía…

Remus frunció el ceño de nuevo y Harry juzgó que era una expresión que no le iba nada bien al carácter optimista y alegre del antiguo merodeador.

-¿Qué profecía?

-La del Ministerio del año pasado… la que Voldemort quería y me necesitaba a mí para tomarla porque nos relaciona a los dos… la que se rompió en mil pedazos… la que fue la causante de la muerte de Sirius… -Remus empezaba a unir los cabos sueltos-. Nuestro querido director tenía la profecía original en su despacho… -Remus lo miró incrédulo-… y supongo que tú tampoco lo sabías… Nadie lo sabía… sólo él… Y no me lo dijo… dejó que fuera al Ministerio esa noche a caer directamente en la trampa de Voldemort… para luego llegar él y salvarme de Tom –añadió con cierto retintín-… pero no para salvar a Sirius…

-¿Qué dice la profecía, Harry?

-Todo se resuelve a que me convierto en víctima o asesino –se encogió de hombros mientras sus ojos centelleaban.

-Harry… -el chico se giró para mirarlo. Sus ojos verdes estaban llameando y emitían pequeñas descargas eléctricas. Remus respiró intentando tranquilizarse-… Harry, necesitas tranquilizarte… estás perdiendo el control…

-No Remus, el control sobre mi magia es algo que he aprendido en Ahsvaldry –le dedicó una dulce sonrisa-, no debes preocuparte por eso…

-Yo… no sabía nada de todo esto Harry, debes creerme… si hubiera sabido algo yo no…

Harry miró al hombre y casi sin darse cuenta entró en la mente del licántropo leyendo sus pensamientos. Un hombre solitario que únicamente había sido feliz al lado de sus amigos. Alguien arrepentido por no haberse dado cuenta antes de todo aquello. Un hombre que se culpaba por no haber podido hacer nada.

-Tú no tienes la culpa, Remus… -le señaló el chico-… sólo quiero saber de qué parte estás, porque en cuanto baje ahí, impondré mis condiciones y no quiero estar contra ti… Eras importante para mis padres y para Sirius y también para mí… eres el único que los conocías lo suficiente para hablarme de ellos –le sonrió y el hombre le devolvió el gesto sintiéndose culpable aún-. Pero no voy a volver a confiar en ellos –su voz era firme y decidida-. No voy a confiar en quien me engañó y me traicionó durante años. No podría perdonar algo así en mi vida y necesito saber si estás de acuerdo conmigo porque considero que en estos momentos eres lo más parecido a un padre que puedo llegar a tener.

Remus sonrió y dejó escapar una leve sonrisa. Harry lo miró. No hizo falta que el licántropo dijera nada; Harry sólo tuvo que mirar sus ojos para saber cual era la respuesta.

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Hola! Bueno, hemos llegado al final del capítulo, que tal? Que os ha parecido?

Era la actitud que vosotros hubiéseis tomado o no?

Bueno, ya sabeis qué teneis que hacer para dejarme vuestra opinión ¿verdad?

Supongo que ninguno se quejará, he contestado todos los reviews que he recibido excepto los que no me habeis dejado ningún correo donde contestar :p

Ya sabeis que ahora está prohibido contestarlo por aquí :D

Pues nada, howlers, criticas, sugerencias… lo que sea, ya sabeis donde estoy.

Un besito para todos y seguid escribiendo!

Nos leemos!