Hola a todo el mundo!

Quiero que sepais que he leido todos y cada uno de vuestros reviews, pero que no he podido contestarlos porque no he tenido tiempo para hacerlo.

Os prometo que lo haré en breve, eso sí, seguid dejándome reviews vale? Contestaré todas vuestras dudas, como siempre hago :D

Bueno, pasando a otra cosa… FELIZ AÑO NUEVO A TODOS!

Ahora ya, vamos con el fic; espero que os guste este capítulo.

Un besito a todo el mundo!

CAPITULO 7: PRIMER DIA, PRIMER ENFRENTAMIENTO

"Erebor no se había mostrado desilusionado ni decepcionado cuando durante la elección de su montura, ninguno de los animales presentes se había acercado a él para elegirlo. Pese a que Harry había supuesto que el dios se enfadaría con él por no poseer el poder necesario para que ningún caballo lo admitiese como jinete, Erebor le había sonreído y guiñándole el ojo le había dicho:

-A veces, los animales son más sabios y saben que no están a la altura de lo que el jinete desea.

¿Qué significaban aquellas palabras? Erebor le había dado la tarde libre asegurándole que él hablaría con Stell y Derin para librarlo de sus clases y su entrenamiento con la excusa de que necesitaba pensar y organizar sus ideas, lo cual no era del todo incierto.

Había salido del castillo, sabiendo que en los alrededores de Ahsvaldry estaría seguro, pues la lágrima lo protegía incluso de la muerte dentro de sus terrenos. Entró en el bosque con la intención de dirigirse al templete que había descubierto hacía poco; le gustaba el camino natural de piedras y rocas que atravesaba el bosque, casi como una invitación a seguirlo, siguiendo las huellas y los pasos de todos los que en alguna ocasión hubieron caminado por allí.

Era completamente diferente al bosque oscuro de Hogwarts; si aquél era oscuridad y miedo, el bosque de Ahsvaldry representaba toda la luz y la hermosura que los seres vivos de allí le conferían, casi era como un trato especial no dado que se habían hecho; los árboles los protegían de la oscuridad y las miradas de sus enemigos y los animales y seres vivos que allí habitaban, dotaban a los árboles y plantas de una fuerza y una luminosidad que Harry jamás había visto en ningún otro lugar; y pese a todo, no se extrañaba, pues parecía que todo en Ahsvaldry brillaba por propia luz, irradiando todo lo que tenía a su alrededor y ayudando así a otros seres a irradiara su propia luz en un círculo vicioso extremadamente bello del que nadie quería salir ni quedarse aislado.

El ruido de unos cascos resonando entre la hierba fresca y las rocas pulidas del bosque atrajo la atención del chico de ojos verdes. Derin le había enseñado a sentir sus sentidos y no solo a tenerlos, por lo que no se dejó engañar cuando sus oídos lo animaron a desviarse del camino que sus ojos seguían.

Era como una señal impuesta que debía obedecer, no sabía dónde iba, no sabía si estaba saliendo de los límites de Ahsvaldry o no, ni siquiera sabía cuánto tiempo llevaba allí; únicamente escuchaba los cascos golpear de forma rítmica el suelo, invitándolo a seguir su sonido y recrearse en él. entre la hierba fresca y las rocas pulidas del bosque atrajo la atenciivos de allde las estanc Llegando a unos arbustos, Harry se detuvo cuando los sonidos cesaron.

Con la valentía de un Gryffindor, apartó con suavidad los arbustos y la escena que vio frente a él, lo dejó sin palabras durante un buen rato y supo que esa imagen lo dejaría sin palabras cada vez que lo recordara.

Un hermoso caballo negro de crines y cola del mismo color estaba frente a él, inclinado sobre el remanso del río bebiendo agua fresca. No había ni una sola mancha de color que provocara su imperfección; su pelaje era atrayente e incitaba a acariciarlo con suavidad. Perfecto lomo y firmes patas que se movían de vez en cuando haciendo chocar sus cascos desnudos contra el suelo húmedo cercano al río. Pero no fue aquello lo que dejó de piedra a Harry, sino las dos hermosas alas negras que salían del lomo del animal y se desplegaban hacia los cuartos traseros del caballo, dejando un espacio entre el cuello y las alas del hermoso caballo alado que tenía delante; un pegaso negro.

Atraído por el magnetismo del animal, Harry salió de su escondite y lo observó en silencio, cautivado por la belleza de aquel ser, protagonista de leyendas que había escuchado tanto en el mundo mágico mortal como en Ahsvaldry.

El animal debió de notar su presencia, pues cesó su actividad de beber de forma inmediata y alzó su cabeza en dirección a Harry, clavando sus firmes ojos negros en los verdes del muchacho que, sin poder evitarlo, se quedó parado aún sabiendo y habiendo escuchado que debía huir si alguna vez se encontraba con un ser así.

No le tenía miedo. No le tuvo miedo cuando lo vió bebiendo y tampoco se lo tenía en aquellos momentos en que el animal se alzó sobre sus patas traseras elevando el cuerpo al cielo y golpeando el aire con los cascos delanteros mientras sus alas se abrían y lo enmarcaban casi como si fuera un ángel negro.

De forma calmada y pausada, sin retirar su vista del animal, Harry extendió su mano hacia él. El pegaso dejó de patalear y observó la mano extendida del humano mortal antes de mirar de nuevo a los ojos verdes de Harry, que prácticamente se sentía invadido por el alma del caballo.

Unos segundos. Ese fue el tiempo que el animal tardó en acercarse a Harry y después de olisquear sus manos durante unos minutos, se acercó al cuerpo del muchacho que no se apartó de su camino, no por arrogancia o valentía infundada en el terror, sino porque simplemente, algo dentro de él, le decía que el animal no le haría daño.

El caballo replegó sus alas que pasaron a formar parte de su propia piel, como si estuviera bajo un hechizo ilusorio que no dejaba verlas a menos que él lo deseara. Acercó su cabeza al cuerpo del chico y tras mirarlo unos instantes, la inclinó levemente mientras flexionaba sus patas delanteras en lo que parecía ser una reverencia de reconocimiento hacia Harry.

Un aura extraña rodeaba al animal; mágica y misteriosa; casi como si de un espíritu se tratara. Harry sonrió e inclinó su propia cabeza en dirección al pegaso.

-Feamor… -murmuró el chico al recordar algunas de las palabras que esa misma mañana Stell le había enseñado. Feamor, espíritu.

El animal se levantó y frotó su cabeza contra el hombro del muchacho que sonriendo, le palmeó el cuello.

Desde aquel momento, Feamor acudió a todas y cada una de sus llamadas, incluso cuando Harry no las hacía, pero lo necesitaba a su lado, el pegaso acudía a él. Si Stell o alguno de sus guardianes se había sorprendido por ese echo, ninguno de ellos lo demostró; pues parecía tan natural la unión entre un animal único en el universo y entre el descendiente de Lahntra, que nadie se atrevió a decir nada en contra."

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A petición del nuevo profesor de defensa sin magia, y con la ayuda de Erebor, Giliath y Harry, una nueva aula había aparecido en el pasillo del quinto piso, cerca de los dormitorios que Harry y Remus compartían con los dioses. El aula había sido habilitada para entrenar sin que los chicos corriesen ningún tipo de peligro, pese a que Harry sabía perfectamente que Derin jamás permitiría que le ocurriese nada a ninguno de ellos.

Las ventanas se habían colocado en la parte superior de las paredes para que en caso de accidente, ninguno de los chicos saliese atravesando los cristales, las paredes estaban acolchadas y también una parte del suelo al final de la clase. En una de las paredes, unos estantes perfectamente acoplados y amoldados disponían de gran cantidad de espadas, arcos, flechas, dagas y lanzas; suficientes para abastecer a todos los alumnos que entrasen allí. En la otra punta de la habitación, una serie de pupitres divididos de forma individual formaban un semicírculo en torno a un atril situado en un segundo nivel al que se accedía por medio de cuatro escalones.

Si algo tenía aquella habitación que a Harry le gustó fue la gran cantidad de luz que entraba por el techo, encantado para que fuera de cristal y el sol se viese a través de las láminas transparentes. En Ahsvaldry había aprendido a ver en la luz una aliada y le gustaba.

Entró en el aula sin detenerse en el pasillo a que sonara la señal para anunciar el inicio de clases; antes solía esperar hasta el último minuto fuera con sus amigos, pero ahora no, después de todo, no tenía amigos en los que podía confiar.

Derin ya estaba dentro, revisando el estado de las espadas. Harry dejó sus libros sobre el pupitre más cercano al atril y se dirigió hacia donde estaba el dios.

-¿Qué tal?

-No son tan buenas como las de Ahsvaldry –anunció Derin firmemente. Hizo girar una espada un par de veces mientras Harry observaba entretenido un par de espadas cortas manejables-. Pero servirán. ¿Quieres probarlas? –le preguntó al ver al chico interesado en las dagas.

Harry sonrió.

-Queda apenas un minuto para empezar la clase Derin –le advirtió el chico pero sin soltar las armas. Derin sonrió mientras adelantaba un paso en dirección a Harry-. No creo que a los chicos les de buena impresión que su profesor sea derrotado por un alumno.

Derin le sonrió a medias.

-¿Práctica? –preguntó entonces divertido. Harry enarcó una ceja.

Cada vez que decía eso, ambos, con las armas que estaban en sus manos en aquellos momentos, empezaban a hacer varias series de cortes en el aire y bloqueos a adversarios imaginarios; su dificultad residía en el echo de que ambos guerreros debían de estar en todo momento, espalda contra espalda, de modo que tenían que habituar su aura y sus instintos para realizar sus propios movimientos a la vez que el otro se movía.

Harry lo había catalogado en un principio bajo el nombre de "exhibición" pero se había dado cuenta de que era algo más que eso. Era la necesidad de saber moverse con pasos ágiles calculando cada giro y cada corte, cada paso, cada salto y cada bloqueo; concentrando su propia aura y extendiéndola hacia el aura de su compñero. Bien realizado, era una de las técnicas más antiguas empleadas por los shygards. De ese modo, sus espaldas siempre quedaban cubiertas y cada uno protegía al otro mientras enfrentaban a los naryns. Era el sentido de protección que nacía dentro de él para proteger a su compañero, era la necesidad de hacerlo perfecto sabiendo que el otro lo estaría haciendo igual que él. Era todo eso y mucho más. No era una simple exhibición, era algo que iba más allá de eso.

Harry observó la espada que Derin tenía en la mano y luego sus dagas. No sería muy complicado. A veces lo habían hecho contando únicamente con un arco en las manos de Derin y una daga en su propia mano.

-¿Un minuto? –preguntó Harry.

-Como quieras –se encogió de hombros-. Sé lo poco que te gusta exhibirte.

-Pues espero –Harry se acomodó mejor las dagas en las manos y se giró de modo que su espalda quedase contra la de Derin-, que lo recuerdes cuando nos des clases.

Derin dejó escapar una risita mientras unía su espalda a la de Harry. El moreno rodó los ojos; aquella risita la conocía demasiado bien, y sabía que Derin no se conformaría con que Harry pasara desapercibido.

Se concentró olvidando donde estaba y qué era lo que lo rodeaba. Sólo su magia y su poder existían en aquellos momentos. Notaba las dagas formar parte de su propio cuerpo, sintiendo como el aura de Derin se extendía hacia él con aquella esencia tan característica que había aprendido a reconocer en cualquier situación. Confianza. En eso se basaba aquel ejercicio; confianza en tu compañero para saber que él te iba a proteger del mismo modo en que tú lo querías hacer con él.

Casi no fue consciente de cuando Derin se empezó a mover deslizando su pierna hacia delante y dando el primer corte en el aire mientras él retrocedía sin perder el contacto con su espalda y bloqueaba un adversario imaginario; un giro a la derecha golpeando con el mango de la daga y atacando con la otra mientras Derin giraba en el sentido contrario; salto, corte, giro y un paso atrás.

Harry no pudo evitar sonreír. Había echado de menos practicar de aquel modo con Derin; quizá ese era uno de los motivos por los que se habían hecho hermanos en la batalla, eran capaces de sincronizarse con una sola mirada, decidiendo en menos de un segundo a quién y cómo atacar. No había trifulca que no ganaran los shygards si ambos estaban unidos.

Una energía desconocida se hizo presente a su alrededor y casi movido por un resorte Harry varió sus pasos haciendo que Derin variase los suyos. Ambos chicos giraron rápidamente hacia el lugar de donde provenía la energía y antes de decir o hacer nada, Harry había lanzado una de sus dagas al aire mientras con la otra se protegía, igual que Derin.

-¡Dean!

Al escuchar el nombre Harry abrió los ojos y suspiró aliviado cuando vio que la daga se había clavado en la puerta, a escasos centímetros de la mejilla derecha de Dean que aún permanecía paralizado al haber visto una hoja afilada pasar tan cerca de él.

-Dean, ¿estás bien? –preguntó Harry lanzando una mirada a Derin que se limitó a sonreír burlonamente-. Perdona, se me fue de las manos… -mintió.

-Sí… eso creo… -murmuró el Gryffindor-. ¿Cómo diablos habéis hecho eso?

Harry buscó ayuda en Derin.

-Cuestión de práctica. Y suerte. El señor Potter tiene bastante de ambas. Por favor sentaos. Harry…

-Sí, sí… ya sé… un arma utilizada es un arma a cuidar…-Se acercó hasta la puerta y desclavó la daga observándola unos segundos de forma concienzuda mientras sexto curso de leones y serpientes se sentaban en los diferentes pupitres. Neville entró el último y miró a Harry-. ¿Estás bien Neville? Te encuentro un poco pálido.-El chico asintió y miró la daga que Harry tenía en la mano. Harry comprendió-. Si le hubiese querido dar lo hubiera hecho –le dijo sonriendo aunque aquello no pareció tranquilizar demasiado al chico.

Harry dejó las dagas en su lugar y fue a sentarse observando como los dos pupitres de sus lados estaban ocupados por Hermione y Ron. Estupendo, sería una clase muy larga, aunque la culpa era suya, debía de haber tomado un asiento al fondo para asegurarse de que Hermione que nunca se ponía detrás, no se sentase a su lado; seguramente que con ella al fondo, Ron también se hubiese ido para allá. Suspiró resignado mirando a Derin directamente sin querer ocultar su frustración por tener que sentarse allí.

-Harry, lo que estabas haciendo era genial –le halagó Ron con sinceridad.

Habían entrado justo para ver algunos movimientos de ambos y se habían quedado de piedra al verlos, por eso la cara de Neville, los ojos desorbitados de los chicos y las miradas coquetas de las chicas, incluso hubiese jurado que Parkinson le había guiñado un ojo.

-Gracias –le contestó secamente.

-Podrías haberle hecho daño a alguien Harry –reprendió Hermione siempre tan práctica a sus obligaciones-. No deberías de ir jugando con armas si no…

-No juego con armas Hermione, las cuido, las evalúo, las trabajo y las utilizo para después limpiarlas y devolverlas a su lugar –la miró fríamente-. Pero nunca juego y aún cuando lo hiciera, no es asunto tuyo.

-Bien, de acuerdo –llamó la atención Derin sobre el pequeño atril mirando a los chicos que parecían bastante curiosos-. Primero mi nombre es Derin. Nada de profesor, nada de señor, nada de formalismo; pero sí pido respeto, al menos el mismo que yo mostraré por vosotros –Harry sonrió. Conocía aquel discurso perfectamente-. Os llamaré por el nombre o el apellido, como prefiráis, no tengo inconveniente –varios alumnos asintieron conformes al nuevo estilo que quería su profesor-. Siguiente punto. No me gusta hablar. Suelo ser brusco, terco, exigente y cauteloso. No toquéis las armas si no os lo digo, no os gustaría saber que os puede ocurrir –añadió con un deje de advertencia en la voz.

-¿Qué haremos en esta asignatura? No tenemos libros –apuntó Hermione.

-Eso es porque no necesitan libros, señorita Granger. –la chica frunció el ceño preguntándose cómo sabía su nombre-. Todo lo que deben aprender sobre esta asignatura se lo explicaré yo. Los libros sólo los confundirían. –Harry sonrió al ver la cara de Hermione ante tal afirmación, casi parecía a punto de levantarse y gritar "¡herejía!"

-Muy bien, lo primero que vamos a hacer es elegir vuestras armas –varios alumnos lo miraron recelosos-. Bueno, os enseñaré también defensa sin armas, pero no pretenderéis defenderos siempre cuerpo a cuerpo ¿verdad? Sobretodo las chicas, en un combate cuerpo a cuerpo estaríais en desventaja casi siempre –algunas de ellas fruncieron el ceño.

-¿Quién elegirá nuestras armas? –preguntó Zabinni.

-Creo que me he expresado mal, las armas os elegirán a vosotros –los chicos lo miraron confundido-. Cada uno de vosotros me acompañará a la pared del fondo y pasará una vez por delante de nuestro pequeño arsenal –dijo con ironía recordando los auténticos arsenales de Ahsvaldry-, lo creáis o no, sentiréis cierta atracción especial por alguna arma de las que hay aquí; puede ser una daga, una espada, un arco, una lanza o las dos dagas; incluso puede que alguno que otro obtengáis más de un arma. Cuando os hayan elegido quiero que vayáis a la parte del final de la clase y empecéis a observarlas y a limpiarlas –algunas protestas se oyeron, sobretodo del lado de las serpientes-. Cada uno limpiará su arma y creedme, sabré si lo habéis hecho o no. ¿Quién es el primero?

Harry no se sorprendió cuando nadie alzó la mano, así que con un suspiro y en una muestra de la confianza que tenía en Derin y que los demás deberían, o al menos eso esperaba, de tener en él, alzó la mano sin ningún rastro de timidez, casi con arrogancia.

-Harry… -le sonrió burlonamente-… ¿necesitas que te acompañe?

-No, creo que puedo manejarme bastante bien –se levantó y se dirigió hacia allí.

Había notado antes la atracción por las armas que tomaría y no se había sorprendido para nada, igual que no se sorprendió Derin cuando lo vio tomar un arco que sujetó con una mano, dos dagas ligeras y una espada larga y otra espada corta.

-¿Lanza? –preguntó socarronamente Derin mirándolo mientras el chico se alejaba al fondo de la clase.

-La tercera empezando por la derecha –dijo el muchacho-, pero no me gusta. Si no selecciona a nadie más, me la quedaré –se encogió de hombros.

-Yo no pienso tocar esas armas viejas y sucias –dijo de forma arrogante Draco Malfoy que entraba en aquellos momentos por la puerta.

Harry sonrió volviéndose. Draco acababa de insultar las armas, aquella clase podía ponerse interesante después de todo.

-Señor Malfoy si no me equivoco ¿cierto? –afirmó más que preguntó Derin-. Lamento comunicarle que está en mi clase y en mi clase todo el mundo tocará esas armas ¿lo ha entendido?

-No entiendo para qué necesitamos su estúpida clase, profesor –le dijo Malfoy mirándolo desafiante.

-Para defenderse, señor Malfoy.

-Para eso ya tenemos la magia –se cruzó de brazos aún sin entrar en el aula.

-La magia a veces no puede resolverlo todo –apuntó Derin sonriente. Miró a Harry de reojo-. ¿Le apetece probar? –vio como Harry rodaba los ojos sabiendo lo que vendría a continuación-. Yo elijo al contrincante, usted puede empezar con su varita si lo desea –le dijo en tono despectivo-, si usted gana, le dispenso de esta clase con la máxima nota, si usted pierde, será el siguiente en elegir sus armas, ¿está dispuesto?

Malfoy pareció dudar unos segundos y Harry comprendía el motivo. Los ojos de Derin. Los ojos de Derin eran capaces de intimidar a cualquier con una única mirada; era cierto que eran del mismo color que los de Malfoy, pero mientras que los del Slytherin mostraban arrogancia y crueldad, los de Derin estaban dotados de inteligencia, astucia y determinación. Derin era capaz de intimidar a cualquier con tan sólo proponérselo.

-Acepto –dijo finalmente Malfoy entrando en la clase mientras se quitaba la capa y la túnica de Hogwarts quedándose sólo con el uniforme y la varita en la mano.

Derin no pudo evitar sonreír.

-¿Harry? ¿Te importaría…

-Preferiría no hacerlo, Derin –le dedicó una mirada significativa que Derin interpretó perfectamente.

-¿Tienes miedo, Potter? –la frase salió de alguno de los Slytherins del final de la clase.

-Si eso es lo que quieres creer… -se encogió de hombros. -No quiero hacerte daño –contestó Harry sin darle demasiada importancia. Derin lo miró sonriente-, pero supongo que no tengo otra opción, ¿verdad?

-No, no la tienes, vamos… será divertido… -lo alentó Derin riendo suavemente.

Harry suspiró y soltó sus armas, asombrando a la mayoría de los presentes al ver como las dejaba con cuidado sobre el suelo en lugar de tirarlas directamente, casi como si las estuviera colocando para que no se hicieran daño al caer; más de uno observó el rostro complacido de Derin y los Slytherins tomaron nota mental de imitar a Potter cuando tuvieran que dejar sus armas, después de todo, nadie quería suspender una clase en la que no utilizar la magia se podía volver en su contra para su orgullo.

-Estoy listo –dijo acercándose al lugar donde el suelo estaba acolchado.

Harry se había quitado la túnica con anterioridad, antes de la práctica con Derin, por lo que estaba vestido con el uniforme de Hogwarts, igual que Draco. El rubio se acercó a él y se colocó a una distancia prudencial manteniendo en alto su varita y sonriendo de forma burlesca al comprobar que Harry no había tomado la suya.

Ninguno de los dos dijo nada. Derin dio la señal para que empezaran. Draco alzó su varita para lanzar un hechizo que Harry esquivó perfectamente casi sin moverse del sitio. Treinta segundos después, Draco permanecía en el suelo boca abajo, con la varita a tres metros de él y el brazo derecho inmovilizado a su espalda sobre la que estaba sentado a horcajadas Harry.

-Bien, creo que se ha acabado la demostración –intervino Derin-. Harry, ¿podrías ser tan amable de dejar levantarse al señor Malfoy para que pase a tomar sus armas?

Harry sonrió.

-Con mucho gusto Derin.

Con gesto resentido y el rostro irradiando maldiciones Malfoy se dirigió hacia el lugar con Derin, después de todo, había hecho un trato y ningún Malfoy faltaba a su palabra nunca.

Nadie salió de aquella clase sin haber sido seleccionado por alguna arma, algunos incluso, tuvieron la suerte y la sorpresa de sentirse atraídos por dos armas al mismo tiempo, por lo que las tomaron.

Harry sonrió mientras tomaba su propia espada y empezaba a girarla en su mano derecha. A su lado, un entusiasta Zabinni intentaba emularlo.

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Dimbar observó como Serest se sentaba en el suelo sobre sus talones y cerraba los ojos. Pese a ser hijo de un granjero, el joven dios conocía esa postura antigua, era la que se utilizaba para rezar a un dios superior y en aquella misma postura habían encontrado a más de un dios muerto.

-¿Por qué no te unes conmigo? –sugirió Serest aún con los ojos cerrados-. Los dioses acogeran cualquier pregunta que tengas que hacerles.

-Lo que me gustaría saber es por qué estamos aquí… -Serest sonrió a medias al joven dios sin llegar a contestarle y Dimbar resopló -¿Qué ganaré con hacer eso?

-¿Qué ganarás con no hacerlo? –le devolvió la pregunta Serest.

Dimbar no encontró ninguna respuesta para esa pregunta y en silencio, se sentó frente a Serest, elevando un cántico silencioso a los dioses.

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-No ha sido tan malo ¿verdad?-Harry decidió no contestar a Derin, en cambio, le dirigió una mirada para nada tranquilizadora-. Vamos, Ainur, no estarás enfadado ¿no?

-Se supone que quiero pasar desapercibido Derin –le contestó Harry un poco seco-. No quiero presumir ni ser el centro de atención, ¿puedes entender eso? –metió algunos libros en la mochila de forma brusca y se giró para tomar sus armas y colocarlas en su lugar después de asegurarse que estaban bien pulidas y cuidadas.

No. Sinceramente no podía entenderlo. A él siempre le había gustado llamar la atención; incluso siendo un niño había aprendido que la mejor forma de atraer la atención de los adultos era la de ser mejor que nadie en algo, por eso se había dedicado en cuerpo y alma a ser un shygard y lo había logrado al cumplir apenas setenta años, lo que en edad humana equivalía a una mentalidad de diez años, una edad bastante temprana dado que sólo los soldados más veteranos que sobrepasaban los veinte años humanos, conseguían entrar en el escuadrón de Ahsvaldry. Y así se lo hizo saber.

-No, no lo puedo entender –le contestó. Harry lo miró-. Lo siento Harry –le dijo utilizando su nombre mortal esperando que el chico se diese cuenta de que estaba realmente arrepentido-. Creo que no lo pensé, ¿de acuerdo?

-No, definitivamente no lo pensaste.

-Bueno, lo siento… olvidé que no te gusta ser el centro de atención… -sonrió de forma conciliadora-… olvidé que no eres como yo… -añadió en un tono más bajo y ligeramente avergonzado.

Harry miró al dios unos segundos. Definitivamente Derin era todo un misterio. Era orgulloso, arrogante, terco, enojón y con un carácter bastante difícil si no sabía tratarse, cosa que hacía que a su alrededor todos midiesen bien las palabras porque una palabra en un momento determinado podía ser el detonante para que Derin explotase.

Pero sin embargo, por alguna extraña razón, frente a él, Derin se comportaba con normalidad, e incluso le sorprendía cuando en ocasiones como aquella, el dios se mostraba avergonzado de su comportamiento infantil y un tanto intransigente y jocoso.

Harry comprendía perfectamente a Derin; era el cuarto hijo de una familia de varones en la que todos y cada uno de ellos había conseguido grandes logros… él era el menor por lo que siempre había tenido que esforzarse en llamar la atención de sus padres durante su infancia y Harry sabía perfectamente que ser shygard se había convertido para Derin en su vida, y ese era el motivo por el que sus padres, hermanos y familiares le respetaban, por ser el capitán de los Lobos Grises. En cierto modo, cuando Derin y él se conocieron, no pudo evitar que el dios le recordase a Ron, siempre queriendo ser más de lo que era para no quedar a la sombra de lo que sus hermanos habían hecho.

-No, no soy como tú Derin –le contestó pacientemente-. Supongo que es por eso por lo que nos complementamos tan bien… -añadió con una media sonrisa.

-Lo siento Harry, de verdad, sólo quería que…

-Lo sé… te hablé tantas veces de Malfoy que no pudiste resistir la tentación de ponerlo en ridículo ¿no? –bromeó Harry. Derin le sonrió-. Pero la próxima vez, pregúntame antes, ¿de acuerdo?

-¿Nos vemos en la comida? –preguntó Derin.

-Claro, ahora tengo clase con Giliath, ¿le digo algo?

-No le comentes lo que ha pasado aquí –pidió el dios algo preocupado-. Esa mujer me pone nervioso cuando se enfada.

Harry aún reía cuando salió del aula.

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"Y Elea, unida con Garthal, dios del inframundo, gobernadora de los naryns, dio vida a un varón Therimer. Y le transmitió todo su poder y su maldad, vertiendo en él su crueldad y confinándole a estar destinado a matar o ser matado, igual que sus descendientes. Y al ofrecer su última esencia mágica vertiéndola en su hijo, Elea cayó en un sueño profundo, del cual, según se cuenta, únicamente despertará cuando el Elegido la enfrente y el poder de Lahntra se unirá a él para derrotar el Mal que habrá en ella.

Y dos almas encerradas estarán conectadas entre sí y la oscuridad buscará la luz para terminar con ella; y la lágrima de Lahntra sólo podrá ser arrebatada de su depositario si él muere o la ofrece voluntariamente a su descendiente. Y únicamente la daga oscura podrá acabar con la vida del Elegido cuando se clave en su corazón"

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Harry llamó a la puerta un par de veces antes de escuchar la voz de Giliath dándole permiso para entrar. No le sorprendió para nada comprobar que todos los alumnos del sector masculino, tanto Slytherins como Gryffindors ocupaban las primeras mesas y miraban embobados a su nueva profesora. Si bien en la clase de Derin las chicas eran las que más atención habían puesto al nuevo profesor, y a pesar de que él venía en ella una hermana, Harry era plenamente consciente del atractivo que Giliath poseía y sabía perfectamente que en más de una ocasión la diosa lo había utilizado en el campo de batalla para distraer a su enemigo. Sonrió enarcando una ceja en dirección a la diosa que se encogió de hombros de forma imperceptible.

-Disculpe el retraso profesora, me quedé con el profesor Derin aclarando… unas dudas.

Giliath frunció el ceño ante la respuesta de Harry; tendría que hablar con Derin muy seriamente. Había escuchado los comentarios de los alumnos hablando de una pequeña demostración y la pequeña pelea cuerpo a cuerpo que habían mantenido Harry y Draco Malfoy y estaba prácticamente segura de que Harry se había quedado con Derin para hablar sobre ese mismo asunto.

-No importa Harry, pasa y siéntate –le ofreció una de las mesas situadas al frente de la clase. Junto a Zabinni. Harry frunció el ceño, claro que la otra posibilidad era Ron, así que se quedó, bajó la incrédula mirada de todos los presentes, junto al Slytherin-. Y como ya les he dicho a tus compañeros, puedes llamarme Giliath –le sonrió con tranquilidad-. Estábamos hablando de la Revolución Gnómica del año 77, que se inició cuando la alianza entre elfos y duendes se vio rota por la presencia de…

"¿Estás bien?"

Harry sonrió. Giliath lo había notado tenso seguramente. Era increíble la capacidad que la mujer tenía para hablar en voz alta y al mismo tiempo mantener una conversación con él en el plano mental.

"Sí, no te preocupes"

-Cuando el príncipe de los elfos decidió mantener el orden en su territorio, varios duendes se vieron afectados por la caída de…

"Hablaré con Derin muy seriamente. Se supone que es el adulto. Se supone que no debería exponerte así"

"No importa Giliath. He hablado con él, está todo arreglado. Estoy bien, en serio"

-Yo creí que la revolución había sido provocada por el orgullo de los elfos –intervino Hermione en la clase alzando su mano.

-Bueno, ese es un error que mucha gente suele cometer-. Hermione frunció el ceño ante la palabra "error" y Harry ahogó una risita leve mientras que Ron miraba a su amiga esperándose la explosión en cualquier momento.

"Si necesitas hablar…"

"Lo sé Giliath. Y hablando de hablar… ¿qué tal con Remus?"

-Durante la segunda etapa de la Revolución, una nueva alianza formada por humanos y elfos no…

"¿Remus? Bien, es un buen hombre"

Harry podía jurar haber visto un leve rubor en las mejillas de su profesora y no pudo evitar instarla un poco más burlándose de ella.

"Y es soltero"

Giliath fulminó con la mirada a Harry aunque él le sonrió de forma angelical y la diosa no tuvo más opción que denegar con la cabeza mientras le comunicaba a través de su mente algunos comentarios que sonaban entre divertidos y resignados a algo así como "no tiene remedio" "intentaré ignorarlo" "hablaré con él"

Harry no perdió la sonrisa en lo que duró la clase.

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Tan pronto entró en el comedor tuvo la sensación de que algo andaba mal. Todo parecía como siempre, pero había algo distinto. Miró a su alrededor y entonces lo notó. En la mesa de los profesores, los ojos de Albus Dumbledore no lo perdían de vista ni un solo segundo. Frunciendo el ceño se dirigió hacia su mesa donde Erebor y Giliath ya lo estaban esperando.

-¿Y Remus y Derin? –preguntó el chico después de saludar con una elegante reverencia a ambos antes de sentarse con ellos lo que provocó expresiones de sorpresa.

-Controlando los terrenos –dijo Erebor con tranquilidad-. Derin notó una energía extraña y como aún no conocemos todo esto Remus se ofreció a ir con él.

-¿Qué ocurre? –preguntó el chico. Giliath lo miró-. Dumbledore no me quita los ojos de encima.

-Quizá se haya enterado de lo que ha pasado esta mañana en clase de Derin –sugirió Erebor sin darle demasiada importancia-. Puede que esté intrigado por saber cómo…

El dios se vio interrumpido cuando una bandada de lechuzas ingresó en el Gran Comedor entrando por las ventanas y dejando caer paquetes y cartas de todos los tamaños sobre los platos de comida cuando alguno de los alumnos no alcanzaba a atajarlos antes.

Para su sorpresa, una lechuza se dirige hacia Harry y, contra todo pronóstico, en lugar de tirar la carta directamente sobre el plato del muchacho, el ave aterriza frente a él y le extiende la pata después de hacer lo mejor que ha podido, una reverencia ante el muchacho.

Harry enarcó una ceja mirando a su alrededor. Nadie le presta demasiada atención así que no puede saber quién le ha mandado dicha carta. Suspiró y tomando la carta con una mano le da un poco de pan al ave antes de que ésta se marche con el resto de lechuzas por las ventanas.

-¿Quién te ha escrito?

Se encogió de hombros ante la pregunta de Erebor. Lo cierto era que no había recibido nunca ninguna carta en Hogwarts que no fuera de Sirius o Remus… así que era imposible que fuera de uno de ellos dos.

Tampoco reconoció la escritura ni la caligrafía, lo único que pudo deducir, por el contenido de la carta era que era alguien de Hogwarts. Su ceño se frunció la leer la misiva por segunda vez. Giliath lo notó.

-¿Qué ocurre?

-Léelo tú misma. Se me ha quitado el apetito. Creo que iré a dar una vuelta.

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Se adentró en el bosque sin importarle que alguien le viera; tenía el suficiente poder para defenderse y sabía que en aquellos momentos, todas las criaturas del bosque oscuro habrían conocido a Feamor y ninguna de ellas querría hacerle daño por su propio bien. Sonrió de forma inconsciente.

Un silbido agudo fue suficiente para que Feamor apareciese delante de él envuelto en una cortina de luz blanca. El caballo, alegre por ver a su amo, trotó ligeramente hasta él y frotó su cabeza contra su hombro. Harry le sonrió y le palmeó el cuello mientras lo miraba a los ojos.

-Yo también te he echado de menos, pequeño… -le dijo el chico que comprendía la mirada que su pegaso le estaba lanzando-… perdona… estaba un poco liado. Esta noche vendré a montarte un poco ¿te apetece? –el caballo relinchó-. Seguro que sí…

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-¿Cómo se atreven a…

-Tranquilízate Giliath –le recomendó Erebor mientras le servía una taza de té. La diosa aceptó la taza, pero su ceño siguió fruncido.

-Sería mejor que habláramos con Harry –propuso Derin-, quizá él haya estado pensando en algo.

-Jamás imaginé que Albus pudiera hacer algo semejante… -negó Remus con la cabeza mientras leía la carta junto a la chimenea de la pequeña sala-. No debería utilizar a los alumnos de este modo…

Su voz sonó tan abrumada y culpable que en un gesto reconfortante, Giliath estiró su mano y la colocó sobre el hombre lobo de forma suave pero firme, provocando que el hombre la mirase a través de sus ojos color miel.

-Tampoco debería utilizar a los profesores Remus…

El hombre le sonrió.

-Hola –anunció entrando en la sala y dejándose caer en el sofá junto a Remus que no tardó ni medio segundo en pasarle un brazo por encima de los hombros.

-¿Estás bien? –Harry rió al escuchar tres voces haciendo la misma pregunta y al notar la mirada de Derin en él.

-Sí, perfectamente, después de todo, sólo me avisan que tenga cuidado con ellos porque planean ganarse mi confianza para traicionarme –se encogió de hombros-. Realmente no es algo que me coja desprevenido –añadió irónico.

Derin tomó la carta de nuevo y la leyó aunque más que una carta, era apenas una nota, un aviso:

"Harry Potter: escuché una conversación entre Ron Weasley y Hermione Granger. Quieren recuperar tu amistad para poder pasarle información al director Dumbledore. Ten cuidado con ellos, no le confíes demasiadas cosas que no desees que el director sepa.

Un león"

-¿Quién te ha escrito esta nota? –preguntó el shygard.

-Supongo que algún Gryffindor –lo miraron pidiendo una explicación-. Firma como un león; ya os expliqué las casas de Hogwarts, ¿recordáis?

-¿Qué piensas hacer? –preguntó Erebor.

Harry sonrió y por unos momentos a Remus se le antojó ver en aquella sonrisa la misma que tenía James cuando estaba planeando algo y en los verdes ojos de Harry, una chispa de malicia y picardía inocente igual que la de Sirius, se dejó entrever.

-Cazar al cazador –respondió-. Si quieren información, la tendrán –se encogió de hombros.

-¿Espiar a tus espías? –dijo Derin sonriendo-. Me gusta.

-Este curso se juega a mi juego –dijo Harry levantándose-. Voy a ducharme. Esta noche saldré a ver a Feamor –añadió.

-A veces parece más Slytherin que Gryffindor –dijo Remus-. James también lo parecía… Me pregunto que diría si pudiera ver a su hijo…

Ninguno de los tres dioses dijo nada a pesar de que se miraron. Giliath negó. Aún no era el momento, aún no estaba preparado.

-¿Has encontrado algo? –preguntó Harry para cambiar de tema mirando a Derin.

El dios negó con la cabeza.

-Es extraño. Por un momento sentí una magia negra muy poderosa en el castillo y de repente… sólo desapareció… -anunció Derin.

-Quizá sólo te equivocaste –sugirió Remus.

Erebor y Giliath se miraron esperando que Derin estallara en cualquier momento. Para sorpresa de los dioses, Harry colocó una mano en el hombro de Derin y eso pareció ser suficiente para tranquilizar al shygard.

-Derin no se equivoca nunca Remus –dijo Harry dejando claro que no iba a permitir que se dudara de él-. Si dice que notó algo, es porque lo hizo…

-No quería decir… -empezó a disculparse Remus.

-No importa –le cortó Derin levantándose-. Voy a dormir un rato. Buenas noches Ainur.

Harry hizo un asentimiento de cabeza antes de que el dios se metiera en su habitación. Remus pareció preocuparse.

-¿Se ha enfadado? Yo no pretendía decir…

-No, no pasa nada Remus –le tranquilizó el chico-. Si Derin estuviese realmente enfadado contigo ya habrías probado el filo de su espada, créeme.

Remus se hubiese sentido nervioso frente a aquellas palabras si no hubiese sido porque Harry las había dicho sonriendo.

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Apartó la tela rojiza que la cubría y admiró la belleza de su señora de nuevo, como cada día. Se había vuelto una obsesión y era consciente de ello, pero por alguna razón no podía quitar los ojos de aquella hermosa mujer que dormía en el ataúd de cristal. Su cabello rojo como el fuego, la piel blanca, los músculos firmes, el exuberante seno, la pequeña cintura, las perfectas caderas y las torneadas piernas, que terminaban en unos delicados pies calzados con sandalias de plata, podían ser bien definidos aún bajo la delgada túnica negra que llevaba ceñida a la cintura mediante un cinturón dorado, símbolo de su condición de Diosa.

Cincuenta años. Había pasado sus últimos cincuenta años velando el sueño de aquella extraña mujer, tal y como lo hubo hecho su padre y el padre de éste, desde tiempos innombrables. Se había mostrado reacio a los quince años cuando su padre murió repentinamente y él tuvo que ocuparse de aquel pequeño templo escondido entre las montañas de Okkortton y, por consiguiente, de aquella mujer que no importara los años que pasara, se mantenía tan joven y hermosa como la primera vez que la había visto.

En cuando pisó aquel templo, notó la energía oscura que emanaba de él, sintió la presencia del mal, y se ahogó en el aliento de los Infiernos; aún así, se sintió atraído hacia aquella mujer que dormía con los brazos sobre su regazo, con una sonrisa recta en la boca y el ceño ligeramente fruncido.

Suspiró y acarició el rostro de la mujer sobre el cristal, deteniéndose en la comisura de los labios, paseando las yemas de los dedos sobre la boca delineada y rojiza. Volvió a cubrir el ataúd con su tela y se dejó caer con pesadez sobre el suelo frío de piedra que tantos años había conocido. La noche empezaba a cerrarse sobre las montañas y con la noche llegaba la probabilidad de que alguien quisiera atacar a su Señora; su deber era el mismo desde hacia cincuenta años: protegerla de todo aquel que quisiera sacarla de su sueño.

Dirigió sus pasos de forma pesada hacia el altar de la habitación. Sus ojos se llenaron de odio y culpa; odio hacia quien hubiese podido hacer tal cosa, culpa por no haber podido hacer nada para evitarlo; el pequeño cofre que guardaba todo el poder de su Señora no había sido aún encontrado. Durante siglos sus antepasados, guardianes de Elea, se habían dedicado a buscar al ladrón y por más hechizos que habían intentado utilizar, el resultado siempre era el mismo; parecía que se hubiese evaporado.

Se arrebujó en su capa mientras intentaba calcular mentalmente las vidas que su espada había arrebatado en los últimos cincuenta años. Demasiados, pero no podía dejar de matar, no podía dejar a su Señora, debía obedecerla, debía servir a su Diosa. Debía servir a Elea, la Señora del Mal.

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Blaise despertó cuando Draco salió de su cama con los pantalones negros del pijama puestos y la varita en la mano mientras miraba hacia todos los rincones de la habitación. El chico se frotó los ojos unos segundos.

-¿Draco?

El príncipe de Slytherin lo miró y parpadeó varias veces como si se quisiera asegurar de que estaba allí y de que la persona que tenía enfrente era Blaise. Su respiración aún agitada por la pesadilla que había tenido se fue tranquilizando bajo la mirada escrutadora de Blaise.

-¿Te encuentras bien? Puedo avisar a Snape si…

-No –la respuesta de Draco fue rápida y contundente-. Estoy bien… Sólo ha sido un sueño… - murmuró pasándose una mano por el pelo-. Estoy bien.

Blaise vio como se metía de nuevo en la cama, pero a diferencia de cuando lo había hecho por primera vez en la noche, esta vez metió la varita con él; cerró los doseles de la cama y distinguió la silueta del chico que parecía contemplar el techo de su cama. Zabinni frunció el ceño. Hacía tiempo que no veía a Draco despertar de aquella manera; quizá debía contárselo a Snape.

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Hola! Soy yo de nuevo! Que tal? Os ha sugstado? No os ha gustado? Os vais aclarando ya? ¿os vais liando más?

En fin, ya sabéis, y antes de que se me olvide, ya sabeis que estos personajes son de Rowling, ¿verdad? Excepto los creados por mí, sobre todo Derin (es mío, mío y mío… ¬¬)

Jejejejej. Bueno, comentarios, críticas constructivas, sugerencias y deseos de año nuevo, ya sabéis donde.

Y por cierto, alguien me preguntó si podía agregarse a su msn; y mi respuesta es sí, por supuesto; todo aquel que quiera agregarme puede hacerlo.

Ahora sí, un besito para todos; nos leemos pronto! Cuidaos.

En el próximo capítulo…

-¿Qué es lo que debo entregar? –preguntó en voz alta-. ¿Qué se supone que debo entregar?

-Feamor… sólo necesita volar libre, saber que puede volar y correr libre… es como si nuestras auras se complementasen… -acarició el cuello del animal.

Harry le sonrió al tiempo que Feamor extendía sus alas y alzaba el vuelo con Harry subido a su lomo y agarrado a sus crines sin tirar demasiado fuerte de ellas.

-Vuela Feamor… Esta noche necesito sentirme libre…

-¿Qué estás haciendo aquí a estas horas?

-¿Quieres bajar la varita, por favor? –preguntó ella a su vez reconociendo la voz de Harry Potter.

-¿Remus? –el hombre giró la cabeza sobre su hombro y sonrió de forma afable a la diosa-. ¿Qué haces despierto? Es tarde…

-¿Cuánto ha cambiado?

-Sólo ha crecido…

-¿Por qué quieres ayudarme? –preguntó Neville. Harry se encogió de hombros.

-Supongo que por el mismo motivo que tú quisiste ayudarme ayer y quieres hacerlo hoy… te considero mi amigo