Hola a todos!

Que tal? Gracias por todos vuestros reviews y comentarios, espero que sigais dejándolos, ok?

Espero que os guste este nuevo capítulo :D

Un besito y nos vemos al final del capítulo!

CAPITULO 8: Melodía en la oscuridad

"No conseguía dormir. Llevaba más de media hora dando vueltas en la cama y aún no había conseguido cerrar los ojos a pesar de que estaba completamente agotado. Las palabras de Erebor aún resonaban en su cabeza, pasando una y otra vez por su mente como si de una película de cine se tratase: "No voy a seguir entrenándote si no lo haces con todo tu potencial"

Y así había hecho. Llevaba dos días sin entrenar magia con Erebor, y a pesar de que las clases con Giliath y Stell y las peleas y entrenamientos con Derin lo mantenían bastante ocupado y lo dejaban agotado hasta el extremo, Erebos había cumplido su palabra y en ningún momento había seguido enseñándole. Lo echaba de menos.

Fuera todo estaba callado y en silencio, unicamente los guardias hacían su ruta nocturna para asegurarse de que todo estaba correctamente y en el lugar que le correspondía. Le gustaba aquella sensación de paz y tranquilidad que había adquirido desde que había llegado a Ahsvaldry; era como si su propia alma formara parte del silencio y la quietud y, según le había dicho Stell, así era.

Incluso de noche, Ahsvaldry lucía hermoso y brillante, resplandeciente era el adjetivo que una vez había escuchado decir a Giliath, y en aquellos momentos, Harry no podría estar más de acuerdo. Ahsvaldry resplandecía incluso bajo el brillo de la luna y las estrellas, aun cuando sus jardines llenos de árboles que simulaban un pequeño bosque parecían cálidos dentro de sus sombras y su espesor.

Examinó su mano derecha bajo la luz clara de la noche y extendiendo la palma hacia arriba, la cubrió con su mano izquierda mientras se concentraba, tal y como Erebor le había dicho en innumerables ocasiones.

-Lumos… -dijo en un susurro tan suave que incluso él tuvo problemas para escucharlo.

Una pequeña luz verde surgió de su mano cuando la descubrió, era como una pequeña fogata, casi la llama de una vela con la suficiente fuerza para iluminar su rostro y en un radio de dos metros a su alrededor.

-Vaya… -al reconocer la voz de Giliath el chico cerró su mano con rapidez aún sabiendo que la diosa ya lo habría visto-… parece ser que Erebor tenía razón.

-¿En qué? –preguntó interesado Harry.

-Dijo que tenías el poder y la capacidad suficiente para hacer magia sin varita pero que no querías hacerlo –se sentó a su lado en uno de los bancos de piedra del corredor que unía dos de los edificios de palacio y que pasaba sobre un río-. ¿Por qué no sacas tu potencial con él, Ainur?

Harry no la miró directamente cuando le contestó.

-Porque tengo miedo –le confesó el chico sin siquiera molestarse en mentir.

No podía hacerlo, no a Giliath, era como si la diosa conociera todos sus pensamientos y supiera en cada momento si mentía o decía la verdad.

-¿De qué tienes miedo, pequeño?

-Giliath… yo… siempre he sido Harry Potter… en el mundo muggle mis tíos me odiaban por ser Potter y en el mundo mágico todos me querían por ser Potter, Dumbledore me utilizó por ser Potter… -Giliath asintió empezando a saber por donde iban los sentimientos del pequeño-… Nunca he sido Harry para nadie… -sonrió-… hasta que llegué aquí…

-Erebor te está tratando como un hermano pequeño en vez de cómo un guardián, ¿verdad?

-Sí… y en cuanto descubra el potencial que tengo, empezará a tratarme como a un Potter, no como a Harry…

-Pequeño… -le abrazó dulcemente pasando un brazo por los hombros del chico y atrayéndolo hacia ella-. Si piensas eso, es que todavía no has permitido que Erebor entre en tus pensamientos y no has entrado tú en los suyos, ¿cierto?

-No, aún no lo hemos hecho… -se ruborizó. Con ella había sido prácticamente al inicio de su entrenamiento cuando le había mostrado sus pensamientos y sentimientos de forma voluntaria y sin embargo, con Erebor aún no podía hacerlo-. ¿Qué tiene eso que ver?

-Harry… ¿sabes por qué Erebor insiste en que entrenes con todo tu potencial? –el chico negó-. Cuanto antes empieces a entrenar con todo tu poder, antes podrás aprender a controlarlo. Erebor…-suspiró-… Erebor perdió a alguien que le importaba hace mucho tiempo precisamente por ese mismo error –Harry la miró instándola a que continuara-. Sería mejor que le preguntaras a él –le sonrió y miró por encima de los hombros de Harry, donde la figura de Erebor se dirigía hacia ellos con una mirada que mostró gran alivio al ver que Harry estaba bien-. Buenas noches, pequeño –lo besó en la frente.

Antes de que Harry pudiese preguntarle nada, la diosa se marchó. La calidez que siempre acompañaba a Erebor llegó a sus sentidos y sonrió al darse cuenta de que Giliath lo había dejado solo para que hablara con Erebor.

-¿Estás bien? –le preguntó el dios acercándose. Harry asintió-. Yo… sentí que estabas preocupado y salí a buscarte… ¿qué hacías con Giliath?

-Hablábamos –se encogió de hombros-. Erebor, ¿puedo hacerte una pregunta?

-Claro, que te la conteste o no es otra cosa –Harry sonrió-. ¿Qué quieres saber?

-Giliath… Giliath me ha dicho que te pregunte… que me cuentes… -suspiró-… que difícil… -Erebor sonrió-… ¿por qué insistes en que utilice todo mi potencial? Me ha dicho que alguien cometió el mismo error que yo cometía y…

-Su nombre era Hanae –dijo Erebor con una triste sonrisa-. Era mi protegida, pero también era mi hermana pequeña… tenía un gran poder Harry… pero cuando entrenábamos, nunca lo sacaba a la luz porque temía hacerme daño.

-¿Qué le ocurrió?

-No aprendió a controlar su poder y cuando tuvo que utilizarlo durante una batalla, su propia magia la devoró desde las entrañas y la consumió llevándola a la muerte. Lo último que me dijo fue que me quería y que yo tenía razón –sonrió mientras acariciaba un anillo que llevaba en la mano izquierda-. Me prometí a mí mismo que ningún otro protegido mío…

Se calló, incapaz de seguir hablando. Harry no dijo nada.

-Erebor… -el dios lo miró-… ¿quién soy yo?

Erebor pareció asombrarse ante esta pregunta, pero para tranquilidad del chico le sonrió y le revolvió el cabello.

-Eres Harry… y puedes ser quien quieras ser. ¿A qué viene esta pregunta?

-Creo que voy a necesitar tu ayuda… -extendió la mano hacia Erebor y pronunció un suave "lumos" haciendo brotar nuevamente la pequeña llama de fuego que alumbraba. Se encogió de hombros-… ¿crees que puedes dármela?

Erebor no ele dijo nada. Sonrió y colocando su mano extendida sobre la del chico a una distancia de unos cuantos centímetros, murmuró algo que Harry le sonó como "expándete" y la llama de Harry se intensificó de forma extraña, pues aunque su contorno y su cuerpo disminuyó en su mano, el radio de dos metros se amplió a cinco. Sonrió al chico.

-Quizá podamos hacer algo…"

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Harry se levantó de la mesa después de comerse los dos platos y el correspondiente trozo de tarta que Giliath cortó para él. El chico se disculpó con los comensales, más por las costumbres que había adquirido en Ahsvaldry que por educación, ya que a ninguno de ellos les hubiese molestado que se fuera sin decir nada.

-Ten cuidado –le recomendó Erebor-. Los animales del bosque no son los únicos que pueden ponerte en peligro –añadió mirando en dirección a la mesa de Slytherin.

Harry sonrió a medias comprendiendo la insinuación de su guardián al ver la mirada de Draco Malfoy clavada en él pese a que a su lado, Parkinson intentaba volverlo loco hablando sobre algo que seguramente, al chico rubio no le interesaba.

-No es una serpiente lo que me preocupa en estos momentos –contestó divertido Harry-. ¿Alguien quiere venir conmigo?

Derin negó con la cabeza mientras dejaba escapar una sonrisa y le dirigía una mirada a Harry que le indicaba una respuesta en silencio "estás loco si crees que voy a ir a ver a esa bestia".

-Olvídalo –dijo rápidamente Erebor-. Me gustaría conservar todos mis miembros intactos para nuestra clase de mañana, gracias.

-Yo declino tu oferta Harry –dijo dulcemente Giliath sonriendo-. La última vez que me acerqué a Feamor me miró de una forma que no me gustó demasiado.

Harry negó con la cabeza y miró al cuarto adulto de la mesa.

-¿Remus?-El hombre lobo lo pensó unos segundos-. Vamos… habiendo sido profesor de defensa contra las artes oscuras estoy seguro que estás deseando ver una criatura como esa –le sonrió igual que solía hacerlo Sirius cuando utilizaba el chantaje para salirse con la suya.

-Lo cierto es que sus reacciones me han asustado un poco –admitió el licántropo riendo suavemente refiriendose a los dioses.

-Feamor no le haría daño a nadie…

-… si está contigo… -añadió Derin por lo bajo-. Aún recuerdo cuando me asestó aquella coz durante nuestra primera batalla juntos –añadió para defenderse de la mirada de Harry.

-¿Qué esperabais? –preguntó son sarcasmo-. En cuanto lo llevé a palacio lo encerrasteis en los establos… ¿os gustaría que os encerrasen en un lugar pequeño cuando lo que deseáis es correr y ser libres? –volvió a preguntar mirando a Derin.

-Me encantaría verlo Harry –asintió Remus levantándose de la silla después de una leve inclinación hacia los tres dioses-. ¿Vamos?

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Draco despertó aquella mañana empapado en sudor. Hacía tiempo que no tenía un sueño como aquel; parecía tan extraño y lejano y a la vez tan cercano a él que le asustaba. Sonrió para sí mismo al darse cuenta de lo débil que sonaría decir que Draco Malfoy podía llegar a tener miedo de un simple sueño.

Pero había sido tan real… que tenía que admitir que por unos minutos le había parecido que había sido cierto. El dolor en su pecho, aquella luz violeta rodeándole, algo metiéndose dentro de su alma y una mano delicada y dulce que emitía una luz blanca apenas intentando rozarle, como si quisiera ayudarle, como si quisiera decirle algo…

Había notado como cada gota de su sangre cambiaba su configuración genética para aceptar al nuevo cuerpo que había traspasado su piel, había notado como sus músculos se desgarraban para habituarse al nuevo elemento que lo acompañaría, había escuchado su propia voz aceptando aquello, fuese lo que fuese, pero lo había aceptado.

Después todo había sido dolor, miedo y oscuridad.

Miró a su alrededor; Zabinni continuaba dormido en su cama y el príncipe de Slytherin no queriendo despertarlo, tomó sus cosas y se metió en el baño. Una voz resonaba en su cabeza una y otra vez mientras las gotas de agua resbalaban por su cuerpo desnudo; alzó la cabeza dejando que el chorro de agua tibia lo empapase por completo, echándose el cabello hacia atrás y apoyando sus manos abiertas sobre los blancos azulejos de la pared.

La misma voz una y otra vez, la misma frase una y otra vez… "entrégalo y serás libre, deja que te lo arrebaten y morirás"

-¿Qué es lo que debo entregar? –preguntó en voz alta-. ¿Qué se supone que debo entregar?

Nadie contestó a sus preguntas. Draco suspiró una vez más antes de dejar que el agua intentara llevarse sus malos sueños.

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-Es magnífico… -admitió Remus a falta de un adjetivo mejor para calificar a la bestia que tenía delante de sus ojos. Harry sonrió orgulloso y Feamor relinchó.

-Sí lo es… y me ha salvado la vida en más de una ocasión –admitió palmeando el lomo del animal-. Es útil que pueda volar.

-Según tengo entendido son animales difíciles de controlar, de temperamento rápido y reacción aún más rápida aún…-miró al animal desde una distancia prudencial-. Además, no creo que verlo en luna nueva sea algo muy grato… -miró a Harry entrecerrando los ojos cuando el chico rió.

-No, no lo es –admitió-. Incluso yo tuve problemas para controlarlo esa noche… -Remus lo miró-. Se pone bastante agresivo…

-¿Te acercaste a él en luna nueva? Harry, ¿sabes que…

-… se convierte en una bestia salvaje dominada por la oscuridad? Sí, Remus lo sé… pero Feamor… no es malvado… pese a lo que digan de los pegasos negros… Él no tiene la culpa de serlo… -le sonrió-. Tú tampoco tienes la culpa de que en luna llena el lobo se apodere de ti y no por eso te dejaron solo ¿cierto?

No. No lo dejaron solo nunca.

-Feamor… sólo necesita volar libre, saber que puede volar y correr libre… es como si nuestras auras se complementasen… -acarició el cuello del animal.

-Como tú… -le dijo el hombre mirándolo. Harry le devolvió la mirada con una sonrisa cansada, como si supiera que él iba a contestarle algo así-. Tú también estuviste encerrado durante mucho tiempo Harry… Tanto en casa de tus tíos como en Hogwarts, ¿verdad?

Se encogió de hombros.

-Mi vida nunca ha sido fácil –se limitó a decirle-. La de Feamor tampoco…

-Ni la mía… -añadió Remus mirándolo-… y tampoco lo fue la de Sirius…-entornó los ojos mirándolo de forma sospechosa-. Y casi me atrevería a decir que la de Derin, Erebor y Giliath tampoco lo ha sido ¿cierto?-Harry sonrió de forma culpable pero no dijo nada-. Supongo que te sientes identificado con los que te rodean… -le palmeó el hombro y Feamor relinchó alzando una de las patas en dirección a Remus.

-Tranquilo Feamor –lo tranquilizó Harry sonriéndole al animal-. Es un amigo… -el caballo pareció tranquilizarse para gratificación de Remus y Harry sonrió mientras subía al animal con una gracia innata de un ágil salto-. ¿Quieres probar? Supongo que te dejará montarlo si yo estoy contigo.

-Mejor lo dejamos para otro día Harry –sugirió el hombre-. Giliath va a darme la primera clase de Oclumancia en unos minutos y no quiero hacerla esperar.

-De acuerdo, nos vemos después.

-No tardes.

Harry le sonrió al tiempo que Feamor extendía sus alas y alzaba el vuelo con Harry subido a su lomo y agarrado a sus crines sin tirar demasiado fuerte de ellas.

-Vuela Feamor… Esta noche necesito sentirme libre…

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-¿Y dices que su actitud ha cambiado?

-Sí, mi Lord –respondió el encapuchado arrodillado frente a Voldemort-. Según mis informaciones, es más rápido, ágil y resuelto. No es tan impulsivo y suele controlar bien sus reacciones.

-Ya veo… ¿y la sangre sucia y el Weasley con los que siempre va?

-Ha roto su amistad con ellos, mi Señor –Voldemort lo miró de forma incesante. Pese a tener la cabeza inclinada sabía perfectamente que el hombre que tenía delante de él, si se le podía llamar hombre, estaba intentando sondear su mente para descubrir si mentía o no, así que lo dejó hacer mostrándole sus recuerdos sin oponerse.

-Vaya, vaya… parece que Potter ha visitado a sus parientes lejanos… -Malfoy, arrodillado ante su señor no dijo nada-. Dile a tu hijo que no lo pierda de vista y que intente hacer que pierda la compostura… Nos conviene saber hasta dónde llega su nuevo control…

-Si, mi Señor.

Lucius Malfoy tomó el dobladillo de la túnica de Voldemort y después de besarla se levantó.

-Y Lucius… -lo llamó antes de que saliera de la estancia-… a tu hijo le haría falta tener buenas amistades, no sé si me he explicado con claridad…

Malfoy asintió gravemente. Había entendido la indicación a la perfección.

Nagini que había permanecido tumbada en el suelo, hecha un ovillo, a los pies de su amo, elevó el cuerpo viscoso y se enredó en la silla de su dueño, trepando por el respaldo de la butaca y sacando la cabeza por encima del respaldo hasta colocarse junto al cuello de Voldemort que echó un brazo hacia atrás para acariciarla de forma distraída.

-Lo sé, pequeña… -le dijo cuando Nagini le siseó algo-… Necesitamos ese colgante… necesitamos que Potter muera…

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Atravesó la puerta del castillo sin preocuparse de que fuera tarde; tenía el permiso de circular por el castillo cuando quisiera, y después de todo, se sentía perfecto después de haber volado a lomos de Feamor durante unas horas.

Por alguna razón, Feamor siempre conseguía hacerle sentir libre; era mejor que tener una escoba bajo él; Feamor le transmitía seguridad, estabilidad, confianza y libertad; compartían los mismos sentimientos de querer ser libres… quizá ese era el motivo por el que Feamor lo había buscado, pese a que Stell le había dicho otra cosa. Recordó exactamente sus palabras cuando apareció en los establos con Feamor.

(flashback)

Stell lo miró sorprendido mientras veía como acariciaba el lomo del animal al tiempo que le ofrecía la mitad de una manzana que el animal acogió entre su boca aterciopelada.

-Lo encontré en el bosque –explicó Harry al ver la cara del Príncipe, creyendo que había hecho mal en llevarlo-. Me siguió… -explicó-… no pude…

Stell le hizo una señal con la mano para darle a entender que estaba bien.

-No importa Ainur… después de todo… lleva mucho tiempo esperándote…

Harry se extrañó.

-¿Esperándome? ¿Qué quieres decir con "esperándome" Stell?

-Quiero decir precisamente lo que he dicho Ainur –le sonrió de forma enigmática-. Es único en su especie… creo que es el único que aún existe… -añadió en tono pensativo.

-¿El único que existe?

-Sabes que los colores significan el grado de cercanía al Bien y al Mal –Harry asintió pensativo-. Cuanto más cerca del blanco estés, más cerca del Bien… cuanto más oscuro, más cerca del Mal… -Harry observó a Feamor. Negro. Completamente negro, ni una mancha blanca ni de cualquier otro color en su pelaje-. No te preocupes, Ainur. En Ahsvaldry no se permite la entrada a ningún ser de oscuro corazón –le recordó Stell.

-Pero entonces… ¿cómo…

-Ya te he dicho que es único en su especie –le repitió Stell sonriendo-… Ha debido estar esperando aquí durante siglos a que aparecieras tú… Vuestras almas se complementan porque compartís el mismo destino, Ainur… Anhelais la libertad que nunca os han dado y deseáis mostraros como sois y no como se supone que debéis ser…

Harry sonrió avergonzado de que Stell siempre acertara en cuanto a juzgarle se refería.

-¿Le has puesto nombre?

-Feamor… -susurró Harry. Stell le sonrió.

-Feamor… suena bien… -palmeó al chico en el hombro-. Cuando termines de alimentarlo, ven a mi despacho, tenemos una clase que dar.

(fin flashback)

Un maullido proveniente del pasillo de la izquierda lo hizo ponerse sobre aviso antes de darse cuenta de que tenía permiso para estar allí y que por mucho que el Sr. Filch lo encontrara, no podría hacerle nada. Sonrió para sí mismo mientras pensaba que había costumbres que nunca se le quitaría, pues ya había echado mano de su capa como si fuera la capa invisible para pasar desapercibido en caso de que Filch pasara por allí, atraído por el maullido de su gata.

-Buenas noches –dijo tranquilamente el chico mirando al celador que sonreía como si hubiese encontrado un tesoro.

-¡Potter! ¡Ya sabía yo que algún día te atraparía! ¡Iremos a ver al director inmediatamente! –lo tomó de la túnica pero Harry no se movió del lugar-. ¡¿A qué esperas, endemoniado crío! Tan irrespetuoso como tu padre y sus amigos… ¡Pero ahora que te he cogido, tú vas a pagar todos los castigos que los no cumplieron!

-Tendrá que perdonarme –dijo Harry intentando no perder el control ante la mención de su padre-, pero no voy a ir con usted a ningún sitio. Tengo permiso y autorización del mismo director –Filch lo miró unos segundos sopesando su respuesta-, pero si quiere ir a verle a estas horas, despertarle para decirle que estaba fuera del castillo cuando puedo estarlo, adelante, vayamos. –dio un par de pasos y se detuvo al ver que el hombre no lo seguía-. ¿Qué ocurre? –preguntó fastidiado -. Creí que quería ir a ver al director y la verdad es que parecía tener mucha prisa en ello.

El hombre huesudo lo miró a través de sus ojos fríos y Harry, a diferencia de lo que hubiera hecho en cualquier otra ocasión, no se dejó intimidar por ellos, dedicándole al hombre una mirada fría y gélida que había aprendido de Derin.

-¿Qué está ocurriendo aquí?-Severus Snape salió de entre las sombras; Harry frunció el ceño, sabía por el mapa del merodeador que allí había un pasadizo, pero no sabía que Snape lo conociese.

-Profesor Snape –dijo con alivio el hombre al haberse topado con el profesor de pociones-, he encontrado a Potter en el vestíbulo y se niega a venir conmigo al despacho del director –dijo como si esperara un premio.

Severus Snape miró a Harry y luego se dirigió a Filch.

-El señor Potter tiene permiso del director para entrar y salir del castillo cuando le venga en gana, señor Filch, no obstante, gracias por su pronta aparición –le dijo con tono formal-. Le ruego que si lo vuelve a ver merodeando fuera del toque de queda, no lo importune, ¿está claro?

-Sí, señor –gruñó Filch tomando a su gata en brazos-. Vamos pequeña… quizá encontremos a algún otro estudiante por el piso de arriba…

Snape se giró hacia Harry.

-¿Qué hacía a estas horas fuera del castillo? –quiso saber.

-No creo que sea de su incumbencia, pero teniendo en cuenta que me lo ha pregunta en lugar de intentar sondear mi mente… -dijo con tono divertido-… le diré que estaba con mi caballo –se encogió de hombros-. Tenía que ver si estaba bien.

-¿Un caballo? ¿Tiene un caballo en el bosque? –Harry enarcó una ceja y antes de preguntarle cómo sabía dónde estaba, Snape hizo un gesto con las manos-. Es evidente que si estuviera en otro sitio, cualquier estudiante lo había visto ya, ¿no cree, señor Potter?

-Mi caballo está perfectamente en el bosque, profesor –le aseguró Harry recordando el modo en que se habían cruzado con dos acromántulas y al reconocer al pegaso habían salido corriendo-. Y ahora si me disculpa… tengo que hacer algo…

-Potter, tenemos que hablar de algo –dijo cortante el profesor de pociones. Harry lo miró interrogante-. Pasado mañana, después de la cena en mi despacho.

-De acuerdo, señor –le sonrió-. Buenas noches.

-Buenas noches Potter –dijo con voz seca y cortante.

Era la primera vez en mucho tiempo que le deseaba las buenas noches a alguien y ni siquiera supo por qué lo había hecho.

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En momentos como aquel se alegraba de contar con la completa confianza de la señora Pince, la bibliotecaria, quien la había dejado una copia de las llaves de la biblioteca con la condición de que cerrase al salir y no llevase a nadie allí.

Le gustaba aquel sitio lleno de libros. Tenía algo especial; había algo en aquel ambiente que le llenaba de alegría y le hacía sentirse cómoda y relajada, allí podía alejarse unas horas del mundo que la rodeaba y que tanto daño le había hecho y le estaba haciendo.

Estaba terminando de leer el cuarto capítulo del libro de transformaciones, que por cierto, le sería de gran utilidad para preparar la redacción que les habían pedido cuando escuchó como la puerta de la biblioteca se abría.

Desde lo de su madre, había mejorado considerablemente sus reflejos que parecían tomar conciencia propia cuando alguien se encontraba cerca de ella; de forma inconsciente y casi sin darse cuenta, tomó su varita con firmeza y lanzó un hechizo aturdidor hacia la puerta sin siquiera comprobar quien era; si era un profesor podría esquivarlo con total facilidad y si era un alumno se merecía lo que le fuera a pasar por estar a esas horas fuera de sus torres.

Una luz azul en forma de semicírculo rechazó su hechizo y antes de que pudiera lanzar otro, con una agilidad sorprendente, una sombra se deslizó contra la pared hacia ella arrebatándole la varita y consiguiendo apuntarla con la suya propia en la garganta.

-¿Qué estás haciendo aquí a estas horas?

-¿Quieres bajar la varita, por favor? –preguntó ella a su vez reconociendo la voz de Harry Potter.

-Lo siento, tú me atacaste primero –se defendió el chico bajando su varita y dejando que la chica respirase más tranquila.

-Bueno, no esperaba tener compañía a estas horas.

-¿No deberías estar en tu torre? Cualquiera que sea… –preguntó el chico ignorando el comentario de ella. La chica frunció el ceño-. Si cualquier prefecto hubiera pasado por aquí y hubiese visto como yo la luz, hubiese entrado y ahora mismo estarías castigada.

-La señora Pince me deja quedarme siempre que no traiga a nadie y cierre después la puerta –le contestó la chica mostrándole su propio juego de llaves- No podía dormir y decidí bajar a leer un rato.

-Ya veo… De todas formas no deberías estar a estas horas por el castillo; si Filch llega a enterarse…

-Me da igual –le contestó ella. Harry arqueó una ceja-. Además, a estas horas Filch está revisando los pisos superiores, hasta el amanecer no revisa esta planta, lo que me deja tiempo suficiente para leer un rato –ella observó el rostro de Harry; demasiado tenso-. ¿Qué te ocurre?

-¿Cómo?

-A ti, ¿qué te pasa?

-Nada –le contestó él frío.

Ella se encogió de hombros.

-Si no quieres contármelo está bien, después de todo, no nos conocemos de nada, sólo soy una sombra en la biblioteca ¿no? –le contestó ella-, tan sólo pensé que quizá querrías hablar con alguien, no parece que hayas tenido un buen día.

-¿Sí? ¿Y por qué has llegado a esa conclusión?

-Por tus ojos –le contestó ella. Harry la miró. A pesar de la oscuridad del lugar, observó que los ojos de la chica lo miraban fijamente, sonrientes, brillantes, vivos.

-¿Qué le pasa a mis ojos?

-Están tristes –le dijo ella simplemente-. Es como si te hubieran decepcionado o algo así –el chico no pudo evitar lanzar una risita sarcástica-. Bueno, tampoco me hagas demasiado caso… sólo… es un presentimiento… -Harry no le contestó de inmediato y ella volvió a sumirse en su lectura-. Puedes quedarte si quieres –le dijo ella-, no le diré a nadie que estuviste aquí conmigo –añadió.

-¿Por qué no deberías de hacerlo? Todo el mundo busca algo de mí, ¿por qué no deberías hacerlo tú también?

A pesar de la oscuridad y de que no podía verla bien, apenas distinguir su figura voluptuosa, pudo notar claramente como la chica le sonreía.

-Porque sé lo que es sentirse perdido y porque no te conozco lo suficiente para juzgarte; sólo conozco de ti lo que los demás han dicho durante años. No soy nadie para juzgar.

Después de aquella aclaración Verónica siguió leyendo y Harry se sentó en el otro lado de la mesa.

-No –dijo rompiendo el silencio. Ella lo miró-. No ha sido un buen día –añadió al ver que la chica no le había entendido-. Pero no quiero hablar de ello.

-Como quieras. Podemos quedarnos en silencio un rato más.

Harry asintió. Esa chica era muy extraña. Cualquier otra persona le hubiera presionado para que le contara lo que le ocurría, o quizá le hubiese abordado a preguntas estúpidas e incoherentes que no llevaban a ninguna parte, o simplemente, dada su nueva actitud lo habría ignorado deliberadamente o hubiera huido de él y de hecho, era eso lo que Harry había esperado que pasara.

Pero en ningún momento se le había pasado por la cabeza la opción de que ella se quedase junto a él en silencio sin preguntar nada, sin exigir nada, sin pedir nada… simplemente compartiendo un silencio cálido y tranquilo.

Definitivamente esa chica era extraña. Una hora después, aún en silencio, la chica recogió los libros y sus cosas y se despidió de él con una sonrisa cálida entregándole las llaves.

-Ya me las devolverás –le dijo ella a modo de despedida.

Harry no contestó; el chico se retiró también preguntándose quién sería esa chica. Antes de entrar en el cuarto, una idea cruzó su mente y con una sonrisa, volvió a salir a los pasillos. Estaba seguro que él podía ayudarle.

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Hermione titubeó al girar una esquina del cuarto piso. Llevaba un rato escuchando ruiditos proveniente de aquella dirección y si bien en un principio había creído que se trataba de su imaginación y que sólo era el viento golpeando los grandes ventanales, eso había quedado descartado en cuando había escuchado que los ruidos parecían atravesar un pasillo donde no había ventanas.

Tomó aire para envalentonarse a sí misma y se arrepintió en aquel momento de haber hecho caso a Malfoy y haberse separado de él únicamente porque al idiota no le apetecía hacer la ronda de prefectos con ella. En un principio le había parecido buena idea, sabía que si hacían la ronda juntos terminarían hechizándose mutuamente y no quería meterse en líos la primera noche en el colegio, pero desde que había empezado a escuchar ese ruido, como un silbido agudo que repetía la misma melodía una y otra vez, había empezado a pensar que quizá tener al rubio al lado no hubiera sido tan mala idea, sobretodo porque podría haber escapado dejando al rubio como presa de lo que fuera que estuviera emitiendo aquel silbido tan agudo.

Pero no era el caso. El caso es que estaba sola, en un pasillo nada transitado, a altas horas de la noche y con su varita como única defensa, que no era poco, por supuesto. Mientras avanzaba en medio de la oscuridad iba repasando mentalmente los maleficios y hechizos de defensa y ataque conocía para poder utilizarlos en caso de ser necesario.

El silbido cesó de inmediato. Hermione se detuvo y contuvo el aliento mientras entrecerraba los ojos para ver si de ese modos su ojos se acostumbraban a la poca luz, o mejor dicho, a la inexistencia de ella.

Una mano se cernió en torno al brazo derecho donde llevaba la varita. Hermione hubiese gritado si no fuera porque una mano se había anticipado a su reacción y en aquellos momentos tapaba su boca.

-Soy yo, tranquila –le indicó una voz que sonaba divertida-. No deberías hacer la ronda tú sola, podría ser peligroso ¿sabes?

Hermione se apartó de Harry con gesto brusco y se giró para encararlo.

-No vuelvas a asustarme así –le indicó ella-. ¿Se puede saber qué hacías silbando en medio de…

-¿Silbando? –el chico frunció el entrecejo-. Yo no he silbado. Te estaba buscando para que me dijeras la contraseña de Gryffindor, necesito hablar con alguien –Hermione miró a sus espaldas, al lugar de donde había escuchado el silbido-. ¿A qué silbido te refieres?

-Yo… escuché… un silbido agudo, como una melodía constante que se repetía continuamente… -intentó explicar la chica. Miró a Harry-. ¿Seguro que no eras tú?

-Ya te he dicho que no –se encogió de hombros-. Si me quieres creer de acuerdo, si no, es tu problema. ¿Cuál es la contraseña? –le preguntó a la chica.

-No deberías saberla… -le dijo ella-… no sé si al no dormir allí puedes…

-Hermione, sigo siendo un Gryffindor, y sigo siendo estudiante, así que dame la contraseña y podrás seguir jugando a detectives para ver qué era ese ruidito que te tiene tan asustada –le cortó el chico.

-Pues hasta no hace mucho tú también jugabas a detectives –le espetó la chica con la frente fruncida y el rostro serio.

-He madurado –le contestó-. Creí que tú también lo habrías hecho… pero me equivoqué como en tantas otras cosas ¿no? –le sonrió con suficiencia-. ¿Me dices la contraseña o tengo que ir al despacho de Dumbledore? Porque supongo que ya la habéis cambiado ¿no?

Los Gryffindors tenían una regla; cada vez que los profesores cambiaban la contraseña de acceso a su casa, ellos imponían otra, de modo que si había algún espía de otra casa que escuchara la contraseña dicha por los profesores, igualmente no podrían entrar.

-Lealtad y fidelidad –contestó la castaña.

-Genial… ¿no había otra más irónica? ¿Quién la ha sugerido? ¿Tú o Ron?–suspiró-. Da igual. Me voy. ¿vienes o te vas a quedar a investigar? –le preguntó burlón.

Hermione apretó los puños, frunció el ceño y apretó los labios hasta que se convirtió en una delgada línea. Pero pese a lo que hubiera hecho en cualquier otro momento, no contestó; alzó la cabeza y con pasos rápidos y enérgicos se dirigió hacia la entrada de Gryffindor con Harry detrás.

Si se hubiese girado, se hubiese dado cuenta de que el chico había mirado hacia la oscuridad, en la misma dirección que ella lo había hecho hacía un momento y como alzando una mano, una esfera de fuego había iluminado la oscuridad, dándole de lleno a una sombra que se desvaneció en el aire.

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Remus estaba sentado frente al fuego de la chimenea cuando Giliath salió de su dormitorio para beber un poco de agua. Solía tener un sueño muy profundo, más teniendo en cuenta que dormía en el plano astral y no en el mortal, por lo que permanecía alejada del ruido completamente, pero aquella noche no podía dormir bien y había pensado que quizá un poco de agua para humedecer el ambiente con un sencillo encantamiento sería suficiente para dormir lo que quedaba de noche.

-¿Remus? –el hombre giró la cabeza sobre su hombro y sonrió de forma afable a la diosa-. ¿Qué haces despierto? Es tarde…

-¿Cuánto ha cambiado? –Giliath se acomodó la bata rosada que llevaba sobre el camisón blanco y se acercó al hombre sin saber a qué se refería-. Harry. ¿Cuánto ha cambiado?

La mujer le sonrió mientras se apartaba uno de los rizos que se había escapado de su trenzado.

-Sólo ha crecido… para él han pasado dos años y medio Remus… no puedes pensar que siga siendo el mismo niño que…

-No, no lo es… Se parece tanto a sus padres que a veces me pregunto si no es James… -le confesó el hombre con una triste sonrisa-… En noches como esta, solíamos tomar la capa invisible de James y nos escabullíamos a las cocinas y reíamos al burlarnos de Filch –recordó con una chispa de diversión en los ojos-. Me gustaría poder regresar al pasado… cambiaría tantas cosas…

-Si cambias el pasado, puedes cambiar el futuro –le advirtió Giliath. Remus la miró-. Nunca te lo habías planteado de ese modo ¿verdad? –inquirió la mujer-. Si todo hubiese sido diferente… quizá Harry nunca hubiera existido…

-De algún modo u otro… Harry hubiese nacido… -sentenció Remus con cierto pesar y tristeza.

-No hablas sólo de Harry ¿verdad? ¿Qué hubieras cambiado si lo hubieras podido hacer? –quiso saber la diosa.

Remus sonrió unos segundos mientras repasaba mentalmente su vida pasada, sus años en Hogwarts, sus travesuras, sus problemas, sus amigos, sus novias, las lunas llenas, las promesas, los desengaños, el miedo y el dolor…

-Amar… -murmuró él-. Jamás he amado como James amó a Lily ni como Sirius amó a Cathy… quizá cambiaría eso…

-No puedes amar como ellos lo hicieron Remus porque cada persona está destinada a amar de una forma diferente.

-Yo no puedo amar –contestó Remus firmemente-. No importa lo que la gente opine, no puedo amar, no puedo dejarme amar porque soy un maldito licántropo –expresó con rabia contenida y resignación a partes iguales. Suspiró –Si no hubiese salido… -contestó el hombre. Giliath le miró y colocó una de sus gráciles manos sobre el hombro de él-. Si no hubiese salido aquella noche al jardín… yo no sería…

-¿Un buen hombre? –sugirió Giliath-. Porque eso es lo que eres Remus, alguien que ha sufrido demasiado en el pasado y que se niega a ver el futuro que tiene delante… Quizá el amor lo tengas tan encima de ti que no sepas verlo.

Remus le sonrió con delicadeza.

-Quizá… -le concedió a la mujer retirándole otra vez el rizo que había caído sobre su sien derecha-… pero de momento me conformaré con amar a Harry como si fuera mi hijo.

Giliath le sonrió. Podía notar el dolor que aquel hombre contenía en su corazón y la impotencia que lo acompañaba desde hacía mucho tiempo… Ainur le había dicho en más de una ocasión que Remus era una persona muy especial para él, no por ser el mejor amigo de sus padres y de Sirius, sino por ser quién era, por haberlo ayudado cuando tenía trece años, por haberle hecho recuperar la fe en sus propios deseos, por enseñarle que pese a no haber conocido a sus padres, de algún modo, ellos dos siempre estarían con él.

Lo comprendía. Viendo al hombre lobo sentado en el sillón mirando al fuego, con la luz dorada y rojiza recortando su silueta en la oscuridad de la sala, Giliath comprendió que Remus Lupin era un hombre muy especial.

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Había ignorado deliberadamente las miradas que los Gryffindors le habían lanzado cuando lo habían visto aparecer a las dos de la mañana en la Sala Común con una muy enfadada Hermione. Era una costumbre no descubierta que el primer día de clases los prefectos hacían la vista gorda y permitían que los alumnos que quisieran se quedasen despiertos hasta cuando quisieran en la sala común, bien conociendo a los aterrorizados niños de primero, bien comentando el verano o bien advirtiendo a los recién llegados de que tuvieran cuidado con el profesor de pociones y los Slytherins, recomendaciones que los pequeños seguían al pie de la letra de sus recientes hermanos adoptivos. Así que Harry no se extrañó de que la Sala Común estuviera llena de gente que lo miraron detenidamente mientras los más pequeños preguntaban quién era y los mayores les contestaban, causando que más de uno mirase a Harry como si fuera un bicho extraño o algo así.

Harry subió las escaleras de los chicos rápidamente sin siquiera dirigirle una mirada a Ron que ya estaba preguntándole a Hermione sobre el por qué estaba con Harry. Sabía perfectamente que Neville nunca se quedaba en esas reuniones improvisadas sino que prefería refugiarse en su cuarto.

-¿Neville? –preguntó llamando a la puerta y asomando la cabeza-. ¿Estás aquí?

-¿Harry? –el chico estaba sentado en la repisa interior de la ventana con un libro entre sus manos titulado "Plantas carnívoras: mito o realidad" y alzó la cabeza cuando vio a Harry allí-. ¿Ocurre algo? Pensé que no dormirías aquí…

-Y no duermo aquí –le sonrió sentándose a su lado y hojeando el libro-. Es bueno, lo leí este verano –añadió al ver la cara de Neville-. Tienes que hacerme un favor –dijo directo y sin demasiado preámbulo.

-Claro… si puedo hacerlo… -añadió no demasiado convencido.

-Necesitas mejorar tu autoestima –le sonrió-. Estoy seguro que puedes hacerlo –el chico le sonrió de forma tímida-. Necesito que consigas un pergamino y que todos y cada uno de los Gryffindors, incluyéndote a ti, a los nuevos y a los de séptimo, escriban la siguiente frase: "un león"

-¿Un león? –preguntó extrañado Neville. Harry asintió-. ¿Por qué…

-¿Puedes hacerlo? –le preguntó cortando su pregunta-. Es muy importante para mí y necesito saberlo cuanto antes.

Neville frunció el ceño pero asintió.

-Supongo que sí… mañana por la noche o pasado mañana a mucho tardar podría tenerla… No es que no quiera hacerlo pero ¿por qué no se lo pides a…

-¿Ron y Hermione? –Neville asintió-. Este verano ocurrieron cosas Neville –le contestó con simpleza encogiéndose de hombros-. No merece la pena hablar de ello…. Nos vemos mañana y me cuentas como va ¿de acuerdo? Supongo que no debo decirte que nadie debe saber de esto ¿verdad?

-Claro –asintió el chico. Harry se levantó y se dirigió a la puerta, dispuesto a enfrentarse de nuevo a las miradas y los cuchicheos.

-Ah, y Neville –el chico lo miró-. Tengo un libro que te irá bien para poder manejar las clases de Snape –Neville enrojeció completamente-. Es más, hablaré con alguien… conozco al profesor perfecto para que te ayude con unas clases particulares, si quieres, claro –añadió al ver la vergüenza del otro chico. Neville asintió-. De acuerdo, mañana te digo algo seguro.

-¿Por qué quieres ayudarme? –preguntó Neville. Harry se encogió de hombros.

-Supongo que por el mismo motivo que tú quisiste ayudarme ayer y quieres hacerlo hoy… te considero mi amigo. –Neville sonrió. Aquello era suficiente para él.

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La pequeña Irene de siete años se levantó aquella noche para beber un poco de agua. Le gustaba beber agua en medio de la noche, pese a que su madre siempre le decía que no lo hiciera porque podía tener "accidentes nocturnos" como la mujer llamaba de forma discreta a que la niña se orinara encima mientras dormía.

Pero Irene era muy cabezota y terca, rasgo que compartía con su madre y bastaba que una de las dos dijera "blanco" para que la otra inmediatamente dijera "negro" y en momentos como esos, era su padre quien debía intervenir para recordarles a ambas que también existía el gris y todo un abanico de colores.

Aquella noche no fue la excepción. La niña apartó las mantas que la mantenían medio aferrada a la cama debido a la fuerza con que su padre la arropaba y mientras se ponía sus zapatillas blancas con diminutas flores azules estampadas en ellas, tomaba su muñeca. Una cosa era que fuera una cabezota pero bajar las escaleras y atravesar el salón para ir a la cocina en medio de la noche ella sola, era otra cosa; "Mary Ann", su muñeca, la protegería.

Con el cabello desordenado en una medio coleta, su pijama amarillo con grandes flores rojas estampadas, Mary Ann aferrada contra su pecho con el brazo izquierdo y restregándose los ojos para quitarse el sueño que aún tenía adherido a ellos, la niña salió de su cuarto.

Unos susurros apenas inaudibles llegaron a sus oídos desde la habitación de sus padres. Era extraño porque sus padres siempre cerraban la puerta de la habitación. En silencio y aferrando a su muñeca con fuerza, se acercó a la puerta entreabierta del dormitorio principal.

-Ella no es… -la voz de su madre mezclada con sollozos ahogados se escuchaba en el pasillo-… ella no es… mi niñita no…

Se acercó a la puerta y miró por la rendija entreabierta. Sus grandes ojos azules se abrieron aún más al contemplar a su madre en la cama, aferrada al cuerpo de su padre que no se movía. ¿Por qué no se movía su padre para ayudarla? ¿Por qué tenía su padre sangre en la frente y resbalaba hacia su cuello descendiendo por su mejilla y llegando hasta su pijama? Un hombre vestido de negro estaba de espaldas a la puerta, mirando de frente a su madre.

-Su familia tiene linajes y no podemos arriesgarnos…No podemos correr el riesgo –pese a que Irene no podía ver a la persona que estaba frente a su madre, podía reconocer el tinte irónico en su voz y el modo de arrastrar las palabras que el hombre tenía-. Y tampoco puedo permitir que usted quede con vida. ¡Aveda Kedabra!

Irene abrió los ojos y ahogó un grito detrás de Mary Ann al ver como su madre se desplomaba literalmente sobre su padre. El hombre de negro se movió y se giró. Delicados rasgos, como los de los príncipes, finos, piel blanca, cabello rubio y algo largo perfectamente peinado y una expresión de odio que inspiraba temor.

No tuvo tiempo de salir de allí, no tuvo tiempo de gritar. Apenas sí pudo hacer algo más que aferrar a Mary Ann cuando el hombre abrió la puerta y la apuntó con aquella varita.

-Podrías ser tú –se encogió de hombros con indiferencia-. ¡Aveda Kedabra!

El vestidito de Mary Ann quedó arrugado cuando, después de caer al suelo resbalando de los brazos de su pequeña dueña, aquel hombre la pisó con toda voluntad.

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Y bien? Esto ha sido todo por hoy! Que tal?

Os ha gustado? Me dedico a otra cosa?

Que os parece esa chica misteriosa? Y esa sombra?

Y Remus podrá amar a alguien alguna vez como desea?

Pues eso no lo sabe nadie… bueno, yo sí lo se :p

En fin, espero ver vuestros comentarios ok?

Ya sabeis, ideas, sugerencias, criticas constructivas y peticiones a los reviews :D

Sed buenos, leed y escribid y por encima de todo, sed felices.

Nos leemos pronto!

En el próximo capitulo…

-¿Qué ha ocurrido?

-Un espía de los naryns está en Hogwarts.

-Es una criatura excepcional Harry, pero me temo que…

-Harry, esto es muy serio –insistió el profesor.

-Yo también estoy de acuerdo con eso, director. Es muy simple. Si Feamor se va, yo salgo de Hogwarts con él.

-Eres tú quien siempre tiene complejo de héroe Malfoy, siempre intentando quedar por encima de la gente aún cuando sabes que no puedes, siempre queriendo hacer y queriendo ser lo que papá dice, ¿verdad Malfoy?

-¿El ser humano? –se burló Draco-. ¿Cómo puede darte miedo algo que tú mismo eres?

"Si Ainur desata todo el poder que tiene ahora mismo, un huracán podría arrancar este castillo de las entrañas de la tierra, lo sabes ¿verdad?"

"Por eso necesito un escudo tuyo; su aura reconocerá la tuya"

-Es esa, esa es la letra.

-La he encontrado –anunció feliz Harry.