Hola a todos de nuevo!

A ver, sabeis que los reviews los contesto personalmente pero dado que ahora mismo estoy de examenes y no podré hacerlo hasta que éstos hayan pasado, daré algunos datos que me han preguntado varias veces, por ejemplo, ¿qué pinta Draco en todo esto? Draco es una pieza importante en la historia, os lo aseguro, sus sueños son la llave para descubrir quien es y no, Blaise y Snape no están conspirando contra Draco; Snape jamás podría hacer algo así.

¿Harry tendrá una pareja? Sí, la tendrá, un personaje original que espero os guste a todos, a ver si adivinais quien es :D Pero no será un chico, es decir, no habrá slash, no porque tenga algo contra ese género, simplemente no se me da bien escribirlo y no creo que pudiera hacerlo sin forzar la historia.

¿Qué más? Ah, sí, Remus y Giliath; puede que haya algo entre ellos en un futuro cercano, solo pensad que no son adolescentes, que los dos han sufrido mucho y que a los dos les da miedo enamorarse de nuevo, así que el romance no surgirá de un dia para otro.

Bueno, creo que ya está bien por hoy, no?

Hos dejo con el capitulo y nos vemos al final, ok?

Un besito, disfrutad de la lectura, yo siempre lo hago!

CAPITULO 10: ¿Ayudante?

"Se miró al espejo de cuerpo entero que había en sus habitaciones. Sonrió. Su cuarto era gigantesco, estaba seguro que la casa de los Dursley cabía en aquel cuarto, con jardín incluido.

Había aceptado la gran variedad de túnicas que Stell había insistido en mandar hacer para él; de todos los colores, de todos los tipos, de todas las formas y variedades; desde túnicas formales hasta ropa para dormir, pasando por los pantalones y casacas de diario y la ropa que utilizaría para entrenar. Stell se había asegurado de que tuviera un guardarropa más grande del que jamás había tenido en casa de los Dursley durante dieciséis años.

Aquel era un día importante. Según lo que le había dicho Stell, ese día, en apenas unos cincuenta minutos, dos de los shygards se ofrecerían para ser sus guardianes y protectores y el juramento de fidelidad los obligaría a permanecer junto a él hasta que la daga oscura sesgara sus gargantas o sus corazones.

Alguien llama a la puerta y Harry sabe que es Stell. Pese a ser el Príncipe de Ahsvaldry y la máxima autoridad, el dios ya le había hecho saber que él mismo iría a buscarlo para acompañarlo al lugar donde se llevaría a cabo la elección de guardianes.

-¿Estás listo?

Harry se dio la vuelta y a juzgar por la expresión conforme en el rostro del dios sabe que la elección de la túnica verde y la capa negra forrada de un verde más oscuro que la túnica, ha sido la correcta. Sobre el pecho, colgando del cuello, la lágrima de Lahntra brilla en todo su esplendor, como si el colgante supiera que ese día iba a ser un día especial e importante.

-Supongo que sí –contestó el chico.

El dios sonrió. Avergonzado, tímido y receloso. No cabía duda de que se trataba del hijo de Lily.

-Entonces vamos, ¿tienes alguna pregunta de última hora?

-Bueno… ¿cuántos guardianes…

-Dos. La complementación de cualquier todo formado por dos partes que unidas te protegerán –contestó el hombre con una sonrisa-. Casi siempre suelen ser dos hombres o dos mujeres… aunque tengo el presentimiento de que contigo…

-¿Qué ocurre conmigo?

-Creo que contigo ocurrirá lo que hace siglos que no pasa durante la elección de los guardianes.

Harry lo miró frunciendo el ceño.

-Genial… de nuevo seré la atracción principal… -añadió sarcástico-. ¿Se puede saber qué es lo que ocurrirá?

-Tengo el presentimiento de que un hombre y una mujer se complementarán para formar parte de tu todo.

Harry resopló. ¿Es que siempre tenía que ser diferente a los demás? Como si pudiera leer sus pensamientos, Stell continuó hablando.

-Tu madre también se unió a una guardiana y un protector… -Harry lo miró. Quizá no fuera tan malo. Stell sonrió-. Vamos, se hace tarde.

Harry asintió y obedeció siguiéndolo. Aquel día era muy especial."

-Debes protegerlo… no deben morir… el bien y el mal deben aprender a respetarse… ninguno de los dos debe morir…

La voz le llegaba clara hasta sus oídos, casi como si esa persona estuviera a su lado. Era extraño… Ella mejor que nadie sabía que eso era imposible, durante años había escuchado esa voz cada día y sabía que ya no estaba allí, que ya no era real… pero parecía tan verdadera…

-¿Mamá?

-Cariño… tu poder saldrá a la luz cuando deba hacerlo… eres la guardiana… debes protegerlo…

-¿A quién? ¿A quién debo proteger mamá?

-Lo sabrás… la daga… la daga querrá acabar con él… no la dejes… no la dejes hacerlo…

-¿La daga? ¿De quién hablas mamá? ¿De qué hablas?

-Protégelos cielo… debes protegerlos a ambos…

-¿A quién mamá?

Pero no hubo respuesta. El silencio se apoderó de nuevo de sus sueños.

-¡MAMÁ!

Se despertó como tantas otras veces lo había hecho, con el rostro y la frente bañada en sudor, la respiración agitada y los ojos abiertos desmesuradamente para asegurarse que todo a su alrededor estaba en su sitio y donde debía estar. En un gesto instintivo, que había adoptado desde la muerte de su madre, buscó bajo la almohada la daga con el horrible presentimiento de que podría haber desaparecido de allí, y respiró aliviada cuando la vio envuelta en su pañuelo de seda azul.

Se tumbó en la cama de nuevo, agradeciendo por haber tomado la precaución de poner un hechizo silenciador alrededor de su cama por qué había dado ese grito, y como ella no se lo hubiese dicho, estaba segura que al día siguiente, todo el mundo habría sabido que se había despertado llamando a su madre. Claro que nadie a parte de ella, sabía que su madre había muerto. No se lo había contado a nadie, ni quería hacerlo. No quería que le tuviesen lástima ni quería ser aceptada en conversaciones y círculos en los que había sido rechazada anteriormente por no ser como el resto de las chicas.

-¿A quién tengo que proteger mamá? ¿A quienes? Mamá… te echo de menos… te necesito a mi lado… ¿por qué te fuiste?

Sin poderlo evitar, una silenciosa lágrima resbaló por su mejilla. Y como en estas ocasiones ocurre, después de la primera lágrima, le siguió una segunda y luego una tercera… y las siguientes dos horas, Verónica estuvo llorando sola, como siempre.

Aquella noche no pudo seguir durmiendo.

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Pese a que había sido nombrado por primera vez, alumno de las cuatro casas, Harry no podía dejar de sentir cierto apego por la casa de los leones. Era un poco caótico, sobre todo para los profesores, ya que cuando Harry acertaba alguna respuesta, debían de entregar los mismos puntos para todas las casas; excepto el profesor Snape, evidentemente. Ese hombre únicamente le entregaba puntos a Slytherin y de vez en cuando, por raro que pareciese, a Gryffindor.

-¿Y tú dónde crees que vas?

Harry se detuvo entre la sala y la puerta. La voz de Giliath había sonado en cierto modo autoritaria y Harry no estaba dispuesto a que la diosa se enfadara con él por una tontería.

-Ayer tenía que hablar con Snape, voy a verlo antes del desayuno –le contestó.

-¿Para qué quiere verte?

-No lo sé, quizá si se lo pregunto me lo diga –contestó Harry divertido-. ¿Puedo marcharme ya o tienes pensado venir conmigo? –Giliath entornó los ojos y lo miró como si estuviese considerando esa opción-. Estaba bromeando Giliath… Estoy bien, de verdad. Anoche dormí más de lo necesario y recuperé fuerzas. ¿Cómo está Erebor?

-Herido en su orgullo, pero bien –le contestó la mujer. Harry hizo una mueca-. Él no te guardará rencor por esto Harry, lo sabes.

-Bueno, la próxima vez que intente matarte, recuerda que no debes guardarme rencor –le contestó él sarcástico.

-Ainur…

-Lo sé, lo sé… él está bien, yo tenía que hacerlo, él se hubiera sentido muy mal si no lo hubiese dado todo…- hizo un ademán con la mano-… Pero no impide que me sienta fatal…

-Ainur… -esta vez el tono no era de advertencia, sino de comprensión. Pero Harry no estaba listo para que sintieran lástima de él.

-Voy a ver a Snape, nos vemos en el desayuno –se acercó rápido y la besó en la mejilla.

-Ten cuidado.

-Siempre –contestó el chico.

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Pocos eran los estudiantes que caminaban a aquellas horas por los pasillos. Sabía perfectamente que Hermione sería una de los que estarían en la biblioteca hojeando algún libro o repasando las clases que tendrían ese mismo día; y estaba prácticamente convencido de que Ron estaría con ella. No podía mentirse a sí mismo y decir que no los extrañaba, pero no podía olvidar lo que habían hecho y lo que querían seguir haciendo.

Había tomado la decisión de que él guiaría su vida, no los demás. Se había cansado de que todo el mundo lo tratase como si fuera a romperse en cualquier momento y lo que una vez había sido protección, se había convertido en una garantía para poder destruir a Voldemort. Él no estaba dispuesto a que siguieran jugando de esa forma. No con él.

Giró la esquina pensando en todo aquello tan distraído que chocó con alguien. Gracias a su estabilidad y sus reflejos, ni se cayó ni dejó que la persona con la que había chocado terminase en el suelo.

-¿Estás bien? –preguntó por inercia.

-¡Mis libros!

La chica se soltó de las manos que la sostenían por los brazos y se arrodilló en el suelo para recoger los libros que se habían caído y estaban, para entonces, desparramados por el suelo.

-Perdona –se agachó junto a ella-. No te vi, iba distraído y…

-No pasa nada –ambos cogieron el mismo libro. Harry la miró por primera vez.

Era una chica más pequeña que él, catorce, quizá quince años. De voluptuosas formas escondidas tras un jersey de una talla superior a la que necesitaba, si no se equivocaba el chico. Llevaba el cabello largo, una trenza descansaba sobre su hombro derecho mientras que algunos mechones se escapaban de la parte superior de la cabeza, cayendo a ambos lados de su cara, enmarcándola. Unos ojos marrones y brillantes parecían estar escondidos detrás de unas gafas ovaladas de montura dorada. Pero sin ninguna duda, lo que más le llamó la atención, fue el rubor que cubrió las mejillas de la chica.

-Yo también iba distraída –dijo la chica sin perder la sonrisa mientras se levantaba.

-Tú eres la chica de la biblioteca –no era una pregunta, ella le sonrió en modo de respuesta-. No creía que nadie estuviera despierto a estas horas y por las mazmorras –bromeó el chico levantando el último libro -. "Pociones avanzadas" –la miró enarcando una ceja.

Ella sonrió y le quitó el libro de las manos.

-Me gusta estudiar –se encogió de hombros e hizo una mueca graciosa e infantil-. ¿Es algo malo?

Harry negó con la cabeza, divertido por la expresión de la chica.

-Tengo que irme –anunció él-. De nuevo, siento haber chocado contigo.

-Gracias por evitar que me cayera –le agradeció ella caminando hacia el camino que había tomado Harry en un principio.

-De nada, un placer –le sonrió. El escudo de los leones se reflejó en el jersey de la chica cuando se retiró la trenza un segundo para colocarse bien la capa que llevaba.-¿Gryffindor?

Ella asintió orgullosa de su casa.

-No sabes quien soy ¿verdad? –no era una pregunta, sino una afirmación con cierto tono acusatorio y reprobatorio mezclado con la resignación y la obviedad-. No importa. Tengo que irme. Ya nos veremos, Potter.

Antes de que el chico pudiera pensar en algo que decirle, ella ya no estaba.

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-Despierta… Vamos Ron… despierta… tenemos que hablar…

El pelirrojo parpadeó ligeramente un par de veces. Esa voz… definitivamente no era la voz de un chico, pero él estaba en su dormitorio ¿verdad? Unos rizos enmarcaban un rostro dulce y unos ojos vivaces y curiosos lo miraban de reojo mientras cerraba las cortinas de la cama para tener un poco más de intimidad.

-¿Se puede saber qué haces aquí, Hermione?

-Debemos hablar sobre Harry. Tú has pasado con él más tiempo que yo, debes saber algo…

-¿Qué quieres que sepa?

-No lo sé, Ron –le contestó ella-. Pero debemos buscar su punto débil. Harry no es una persona fría, nunca lo ha sido, ni puede serlo, no forma parte de él –analizó la chica mirando al pelirrojo que bostezaba-. Debe de haber algo a lo que aún sigue aferrado, algo de lo que no se quiera desprender y nosotros conozcamos…

-¿Algo a lo que sigue aferrado? Pues como no te refieras a su relación de odio con Malfoy –dijo con cinismo e ironía el chico. Hermione le dedicó una de sus miradas de advertencia-. De acuerdo, de acuerdo… espera que piense…

Pero no había nada. No había nada a lo que Harry pudiera haberse aferrado. Ellos. Ellos eran su único anclaje de verdad en el mundo y él mismo les había indicado que ya no eran bienvenidos a su lado. Dumbledore, la Orden, los profesores… ninguno de ellos entraba ya en la vida de Harry porque ellos mismos se habían buscado el no entrar en ella…

-Tiene que haber algo… -insistía Hermione.

-Asúmelo Hermione; Harry Potter no tiene puntos débiles… no puede seguir aferrado a algo sin desprenderse porque nunca ha tenido nada a lo que aferrarse…

Y como si una luz se hubiese encendido en la cabeza de Hermione, sus ojos brillaron. Ron la miró receloso; conocía aquella expresión en el rostro de la muchacha y sólo podía significar una cosa: problemas.

-Eso es Ron… Ya sé cual es el punto débil de Harry… -Ron la miró sin comprender y ella suspiró-. De Harry Potter –aclaró haciendo especial hincapié en el apellido de Harry.

-Su familia… sus padres… -susurró Ron. Hermione asintió-. A pesar de no haberlos conocido, Harry nunca ha olvidado su recuerdo…

-Exacto. ¿Y quién era quien mejor conocía a los padres de Harry y sigue vivo?

Ron miró a la chica.

-Remus –dijeron al mismo tiempo.

-Tenemos que hablar con él… quizá él pueda lograr que Harry vuelva a confiar en nosotros.

-Pero Remus ya dejó claro que estaría de parte de Harry, ¿lo has olvidado? –le preguntó Ron.

-Hay que intentarlo todo Ron –lo miró determinada-. Absolutamente todo lo que esté en nuestras manos. No podemos fallarle a la orden y no podemos fallarle a Dumbledore; es lo mejor que podemos hacer. Nos vemos en el desayuno, tengo que ir a la biblioteca.

Ron consiguió asentir aún medio dormido cuando la chica salió de su cama y salió del cuarto.

-Si es lo mejor que podemos hacer… ¿por qué me siento tan mal?

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Voldemort caminaba de un lado a otro de la sala, mientras su mente repasaba el sueño que lo había visitado aquella misma noche. La voz de su linaje, la voz de Elea, había inundado sus recuerdos y lo había obligado a ver lo que tenía delante.

"Bestias míticas alejadas de sus tierras de forma injusta y propicia para nosotros; ellas tienen el poder, el conocimiento de lo que pasó hace miles de años. Ella, sólo una de ellas, la más antigua de todas, puede reconocer la presencia de mi magia, pues el colgante contiene una gota de su sangre"

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Aquella era la única aula en la que los estudiantes no entraban si no era por obligación. Severus Snape era consciente de ello y también de que el temor a aquella aula estaba por extensión a él mismo. Durante años se había ganado a pulso el título de profesor más odiado de Hogwarts y pese a que no estaba muy orgulloso de ello, sabía que era lo mejor para los alumnos; mostrarse frío delante de ellos era lo mejor que podía hacer. Los demás profesores ya los consentían demasiado, así que alguien tenía que mantenerles los pies sobre la tierra y, por suerte o por desgracia, era a él a quien le había tocado aquel papel.

Se había sorprendido al escuchar como el sombrero seleccionador nombraba las cuatro casas para situar a Potter, aunque si lo pensaba bien, no debería de haberse sorprendido, después de todo, era Potter, y para el chico, aquel apellido siempre había significado problemas pese a que no los buscara.

La frialdad del muchacho había sido lo que más le había sorprendido. Había alardeado sobre sus conocimientos de pociones cuando en cualquier otro momento hubiese intentado pasar desapercibido; hubiese aguantado un par de insultos humillantes e hirientes que él mismo se habría encargado de decirle y después se hubiese marchado de clase. Pero no. Aquel Harry Potter no sólo había contestado con arrogancia a la pregunta de él, sin equivocarse a la hora de adivinar de qué poción se trataba… más que eso, lo había disfrutado. Había visto el brillo en sus ojos mientras miraba a Granger y a Draco… Había visto el brillo de la superioridad en sus ojos verdes.

Algo lo había cambiado. Desde que lo había visto en la orden, se había dado cuenta de ello. Algo había cambiado en él y no sabía si era para bien o para mal, simplemente, había cambiado. Había escuchado de su exhibición involuntaria en clase de defensa no mágica, y había sido testigo de las miradas de reproche que el chico le había lanzado al director durante las comidas y las cenas, ignorando deliberadamente las miradas que los profesores le dirigían al muchacho por haberse saltado las clases.

Por supuesto que podía saltárselas, ya estaba graduado y con excelentes notas, pero si de verdad quería pasar por un estudiante más, debería de hacerlo mejor. Sonrió sin darse cuenta. ¿Desde cuándo se preocupaba él por lo que hacía o dejaba de hacer Potter?

Un suave toque en la puerta lo hizo salir de sus cavilaciones.

-Adelante –gruñó.

-Perdone profesor, pero ayer no pude venir –dijo Harry entrando en el aula-. ¿Le dieron mi mensaje?

-Sí, me dijeron que era demasiado importante para que pudiera venir a reunirse conmigo, señor Potter –le dijo con tono hiriente y seco.

Harry sonrió.

-Entonces, supongo que lo habrá entendido –se sentó en uno de los pupitres de forma informal, con un pie en el suelo y la otra pierna suspendida en el aire-. ¿Qué quería?

-En realidad son dos cosas –Harry lo miró sorprendido y no era para menos; hacía menos de tres meses que lo consideraba demasiado poca cosa para dirigirse a hablar con él y de repente le llamaba para dos cosas. Él también se habría sorprendido-. Necesito a algunos de mis mejores estudiantes para que me ayuden a elaborar pociones; entre las reuniones con el Lord, la orden y las clases, no tengo el tiempo suficiente – Harry enarcó una ceja-. Por supuesto, jamás habría recurrido a usted dado su torpe conocimiento en pociones, pero ahora está entre los cinco mejores alumnos dado su nuevo nivel intelectual. ¿aceptaría?

Harry sopesó la propuesta unos segundos. Miró a Snape. ¿Por qué se lo preguntaba a él?

-¿Quién más formaría parte del grupo?

-Malfoy, Zabinni y Parkinson y usted si acepta, claro, de sexto curso–informó el profesor-. No hay muchos que posean el don de hacer una poción sin destruirla por completo –añadió en un tono que a Harry le pareció resignado cuando éste enarcó una ceja curioso-. Hay una chica en Gryffindor de cuarto que seguramente también será informada, aunque primero tengo que hablar con ella en cuanto me de una respuesta se lo comunicaré.

Había algo que no encajaba en aquello. Snape jamás había ofrecido ese tipo de cosas a los alumnos, era de los que prefería no dormir durante cinco días para que nadie tuviera ninguna excusa para entrar en su despacho y mucho menos en su laboratorio, alegando que ninguno de sus alumnos poseía el conocimiento necesario; y ahora de repente, ¿cinco alumnos sí poseían ese conocimiento?

Además, Parkinson no era una experta en pociones, se defendía bastante bien, de acuerdo, pero únicamente porque memorizaba los ingredientes; y no conocía a esa chica de Gryffindor, aunque dudaba que hubiera alguien en la torre de los leones capaz de no aborrecer a Snape y no ser la causa injustificada de una buena pérdida de puntos dada la manía que el hombre parecía tener a los Gryffindors.

Tenía que admitir, por mucho que le pesara, que tanto Zabinni como Malfoy estaban capacitados para ese trabajo, ambos eran muy buenos en ese terreno, seguramente porque sus padres los habían mantenido con un tutor privado desde que habían cumplido los cinco años.

-¿Sabe? Creo que me está ocultando algo –lo miró sonriente-. Y últimamente no me gusta que me oculten nada… Así que o me dice el verdadero motivo por el que desea que sea su ayudante o desaparezco de este aula en menos de lo que usted puede tardar en decir "hipógrifo bárbaro".

Snape miró a Harry y el chico tuvo la sensación por unos minutos de que lo echaría de allí utilizando alguna de las maldiciones imperdonables o algún hechizo digno de un Slytherin. Pero se equivocó.

Severus Sanpe lo miró de forma pensativa y sonrió.

-Necesito tener controlados a Malfoy, Zabinni y Parkinson –le contestó llanamente.

-¿Por qué?

-Porque sus padres pertenecen al círculo interno del Señor Oscuro –Harry estuvo tentando a gritarle que dijera su nombre, que no por eso iba a aparecer detrás de él para matarlo, pero se contuvo.

-¿Y eso es una noticia nueva? –preguntó sarcástico.

-No, pero quizá le interese saber señor Potter, que ninguno de estos tres estudiantes quiere pertenecer al círculo del Señor Oscuro –Harry parpadeó; eso sí que era una noticia-. De echo, he tenido que habituar sus habitaciones para que ningún miembro de Slytherin quiera causarles un accidente –dijo remarcando la palabra "accidente".

-¿Me está pidiendo que los vigile y los cuide?

-Le estoy pidiendo que no deje que tres adolescentes sigan el camino oscuro únicamente porque sus padres así lo han decidido.

-¿Por qué me pide esto a mí? Sabe perfectamente el tipo de relación que Malfoy y yo llevamos desde que nos conocimos.

-Por eso lo hago. Draco jamás pensaría que usted lo esté vigilando para ayudarme a mí a ayudarlo.

-¿Es consciente del trato que sus Slytherins me han dado a mí durante todos estos años? ¿Es consciente de ello?

Severus vio la ira reflejada en los ojos de Potter y no lo culpó por ello. Conocía perfectamente a sus chicos, sabía hasta dónde podían llegar y lo que podían hacer para complacer a sus padres y sentirse, aunque fuera por unos segundos, unos instantes, merecedores de la atención que sus padres no les dedicaban. Sabía que no era la mejor actitud a tomar, pero no podía sancionarlos ni castigarlos por hacer lo que se suponía que los demás esperaban que hicieran, ¿verdad?

-Sí, y también soy consciente de que soy yo quien se lo está pidiendo, Potter y entendería perfectamente que no quisiera hacerlo –añadió.

-¿Por qué? –insistió el chico-. ¿Por qué me lo pide a mí?

-Porque el año pasado vi la clase de vida que lleva con sus parientes muggles.

-Llevaba –corrigió el chico-, le recuerdo que ahora yo vivo mi propia vida.

-Llevaba con sus tíos muggles –aceptó el profesor su corrección-, y porque sé que no le desea a nadie vivir una vida llena de miedo, oscuridad, encerrado en una jaula de oro, desde luego, pero encerrado después de todo.

-¿Ha hablado ya con ellos? –Snape negó-. Así que primero quería asegurarse de tener al domador antes de conseguir las fieras, ¿cierto?

-Buena comparación, hacía tiempo que no escuchaba una igual –sonrió el profesor-. Sí, tiene razón.

-¿Qué tendría que hacer?

-Nada. Sólo prestar atención a lo que dicen. El Señor Oscuro está convocando a nuevos miembros para su iniciación y sé que Malfoy, Parkinson y Zabinni son tres de los elegidos. Una vez realizada la iniciación no hay vuelta atrás –dijo mientras se tocaba distraídamente su brazo izquierdo.

-Quiere que les espíe –afirmó Harry.

Snape se encogió de hombros.

-Quiero que recopile información y luego me la dé en caso de que lo encuentre necesario. No se equivoque Potter, no soy Albus.

-Supongo que no esperará que nos hagamos amigos ¿verdad? –dijo Harry con una media sonrisa después de procesar la información recibida.

-Eso sería pedir un imposible, Potter… Hace muchos años que un Slytherin y un Gryffindor dejaron de poder ser amigos.

-¿Acaso alguna vez pudieron serlo?

-Tú deberías saberlo… -le dijo serio y frío.

Harry recordó lo que Remus le había contado. Cathy. La novia de Sirius, la mejor amiga de su madre Lily. Le pareció ver la sombra de la nostalgia en los ojos fríos de Snape pero no dijo nada.

-Acepto –asintió el chico-. Nadie quiere tener más enemigos y yo menos que nadie –le confesó con una media sonrisa-. ¿Eso era todo?

Snape asintió.

-Muy bien. Adiós.

-Severus –Harry se giró extrañado-. Dado que sólo eres estudiante oficialmente, sólo debes llamarme profesor cuando estemos en clase oficialmente. Esa era la otra cosa que quería pedirte –añadió al ver el gesto de extrañeza en el rostro del chico.

Harry lo miró desconfiado.

-¿Está planeando algo, profesor? ¿Pretende que confíe en usted después de todos estos años?

Severus sonrió.

-No, sólo pensé que te gustaría llamarme como una vez me llamó tu madre. –le contestó mirándolo.

-Con todos mis respetos, no creo que esté preparado para llamar Severus al profesor que me ha odiado durante seis años –le contestó sonriendo de forma sarcástica.

-Comprendo.

-Pero si algún día puedo hacerlo, será el primero en saberlo, Snape –le sonrió.

-Buenos días, señor Potter.

-Buenos días, profesor Snape.

Un nuevo chico fue arrastrado desde la mazmorra hacia el exterior, siete minutos más tarde, un grito desgarrador rompió de nuevo el silencio que Dimbar tenía a su alrededor. Con el ceño fruncido se giró hacia Serest, a quien había acogido como su mentor sin saber bien por qué; quizá era por el aspecto sereno que el dios adulto siempre parecía tener, o por su aura que irradiaba paz y tranquilidad, o quizá era simplemente porque cuando hablaba con él se sentía menos solo de lo que estaba.

-¿Por qué hacen esto? –preguntó el muchacho.

-Buscan el colgante de Elea –contestó Serest en un susurro para que nadie más ajeno a ellos dos pudiese escuchar la conversación.

-¿El colgante de Elea? Creí que se había extinguido… que había desaparecido.

-Mucha gente cree eso… -concordó Serest con una divertida sonrisa-… pero no fue así… el colgante de Elea se fundió y pasó a formar parte del alma de uno de los naryns de más confianza de Elea.

-¿Qué quieres decir?

-Cuando Elea se vio perseguida, sabiendo que pronto la alcanzarían y destruirían su colgante para destruir su poder, mandó a uno de sus más fieles vasallos a ocultar el colgante en un lugar seguro… pero la corrupción de los naryns era interminable y éste, en cuestión, quiso poseer el poder del colgante de Elea.

-¿Intentó robarlo?

-Intentó poseerlo, que es distinto –le corrigió Serest-. El colgante de Ela, igual que el de Lahntra, contenía parte del poder de la diosa; el naryn enamorado de Elea, pensó que si conseguía dominar el poder del colgante y se apoderaba de él, Elea lo aceptaría como su amante… Se equivocó… El poder de Elea era demasiado grande para un naryn.

-¿A qué te refieres?

-El colgante, la magia y el poder que había allí dentro destruyeron el colgante, fundiéndolo con el propio cuerpo del naryn… el colgante se encuentra dentro de su alma, siendo parte de él.

-¿Estás diciendo que alguien posee el colgante de Elea y no lo sabe?

Serest sonrió.

-No es eso exactamente. Todos los poseedores del colgante de Elea tienen un guardián designado por su antecesor… el guardián sabe quién posee el colgante.

Dimbar iba a preguntarle algo más pero la puerta de la celda se abrió de nuevo y dos encapuchados entraron y tomaron a uno de los chicos cercanos a donde estaba él. El chico suspiró cansado sabiendo que no volvería a ver a aquel muchacho y pensó que quizá sonaba algo egoísta pero era mejor que fuese a otro y no a él a quien le tocase morir aquella noche.

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-¿Qué te ha pedido qué?

Harry miró a su siempre clamado ex profesor de Defensa mientras se servía en su plato unas tortitas con sirope de chocolate y dejaba que Erebor le pusiera un poco de café en su taza.

-Gracias –se dirigió a Erebor que le contestó con una sonrisa-. Ya lo has oído, que sea el niñero de Malfoy, Zabinny y Park..

-Ya lo he oído, lo que no entiendo es el motivo –añadió frunciendo el ceño.

-No quiere que se alíen con Voldemort –dijo encogiéndose de hombros-. Supongo que les tiene cierto aprecio.

Remus no contestó inmediatamente, se limitó a tomar un bollo de chocolate de su plato y a morder un trozo para tragarlo. Giliath vio en sus ojos un atisbo de duda y notó como el lobo protector de Remus quería salir a la luz para proteger a su lobezno.

-Por cierto Erebor, tengo que pedirte un favor.

-Adelante –contestó el dios sirviéndose un poco más de café en su propia taza después de ofrecerle a Giliath-. ¿Qué ocurre?

-¿Recuerdas lo torpe que era en pociones? –el dios sonrió de manera soñadora y burlona mientras recordaba lo mucho que le había costado que Harry entendiera las propiedades de todos y cada uno de los ingredientes que conformaban las pociones y la facilidad que tenía de hacer explotar los calderos u obtener una poción no deseada.

-¿Cómo olvidarlo? Fue todo un reto para mí enseñarte –le guiñó un ojo a Remus que no pudo evitar sonreír.

-James nunca fue bueno en pociones –aseguró el licántropo bebiendo de su propia taza y mirando a Harry-, Sirius y yo solíamos hacer el doble de pociones y nos turnábamos para entregar una redoma haciéndola pasar por la de James, aunque yo me encargaba de las sencillas, Sirius era el mejor en pociones… –se encogió de hombros.

-¿Y cómo aprobó… -James Potter, merodeador, seguro que tenía sus trucos. Remus lo miró con un divertido brillo y Harry pensó que seguramente él conocía esos trucos; no le dio importancia, al contrario, le divirtió saber que su padre había sido de esa manera. Se giró hacia Erebor-. No importa, ya me lo contarás algún día –Remus lanzó una suave carcajada que Giliath acompañó dulcemente y Derin apoyó con una sonrisa ladeada- ¿Y si te dijera que hay alguien peor que yo en pociones, podrías ayudarlo a mejorar?

Erebor lo miró frunciendo el ceño.

-¿Quién?

-Neville –contestó Harry sin darle mucha importancia-. Es el chico que…

-De acuerdo –se encogió de hombros. Harry lo miró-. Creo que es una de las pocas personas de este castillo que merece ser ayudado Ainur. ¿Lo verás hoy? –Harry asintió y Erebor pareció meditarlo unos segundos-. Dile que venga diez minutos antes de nuestra clase al aula, hablaré con él para ponerme de acuerdo.

-Gracias Erebor –le contestó Harry.

-No tienes por qué darlas Ainur. Después de todo, ese chico parece tener un aura…

-Es el otro –dijo Harry volviendo su rostro frío y duro. Giliath lo miró.

-¿Neville es el otro bebé que podría haber sufrido la profecía?

Remus no se asombró de que Giliath pronunciase el nombre de Voldemort con tanta ligereza, pese a su apariencia fina y delicada, estaba seguro de que la mujer era mucho más poderosa de lo que quería hacerles creer a todos, incluido a él.

-Sí. Supongo que por eso…

-La lanza lo escogió a él –dijo Derin interrumpiendo la conversación. Harry lo miró-. La lanza que tú dejaste porque no te gustó, lo escogió a él –dijo.

-Es bastante sorprendente que una de las armas que tú dejaste, seleccionara también a ese chico.

-Quizá es sólo por el contacto que tuvo con Voldemort –dijo despreocupadamente Remus. Los comensales de la mesa lo miraron-. Bueno, él también estuvo en peligro, y es de todos sabido que estuvo muy cerca de la magia negra cuando era pequeño…

-Habrá que vigilarlo… -susurró Erebor mirando a Giliath que asintió en silencio.

-No –dijo Harry-. Nadie vigilará a Neville, ¿de acuerdo?

-Ainur…

-Es un buen chico, incapaz de guardar secretos a sus amigos, y el único que probablemente sea sincero conmigo, así que nadie va a vigilarlo… ya hay suficientes espías espiando en este colegio, ¿de acuerdo?

-Como quieras, Ainur –contestó Giliath.

-¿Erebor? –el hombre asintió-. Derin –incluso Remus notó el tono de advertencia que había en la voz de Harry. Derin asintió en silencio pese a demostrar con un gruñido que no le hacía mucha gracia-. De acuerdo, ahora, ¿desayunamos tranquilos?

Jamás debería de haber dicho eso.

Siete lechuzas entraron en el comedor a través de una de las ventanas y dejaron caer sobre el regazo de Harry siete cartas distintas, todas ellas metidas en sobre de colores pasteles y decoradas con ridículos corazones que cerraban los sobre.

-¿Qué diablos…

-Admiradoras –dijo Remus tomando una de las cartas y mirando el sobre-. Nosotros recibimos de estás bastantes durante nuestros años en Hogwarts, sobre todo Sirius… creo que recibía unas cinco cada día –le palmeó la espalda afectuosamente-. Felicidades, lo has superado, tú tienes siete.

El muchacho decidió ignorar las ganas de fulminar a Remus con la mirada. Harry miró las cartas, alzó la vista y las fijó en los estudiantes que lo miraban. Suspiró, tomó las cartas y las guardó en los bolsillos interiores de su túnica.

-Al menos no las quemaste –dijo divertido Erebor. Harry le dedicó una mirada intensa y Remus rió.

-Espera que lleguemos a la sala común… -dijo Harry.

-No lo harás –contestó Giliath ligeramente ofendida-. Contestarás cada una de esas cartas, Harry.

-¿Por qué?

-Porque al menos esas chicas tienen derecho a saber que no son correspondidas –le dijo seriamente-. Nadie merece tener que hacerse falsas esperanzas sólo porque tú decidas que así debe ser.

-Está bien, lo he entendido; les contestaré, ¿de acuerdo? –Derin no pudo evitar sonreír ante la imagen de su compañero de batalla sentado contestando con frases cursis. Harry se dio cuenta de ello y sonrió con malicia-. ¿Os he dicho que está permitido que los profesores también reciban cartas como estas?

Remus sonrió al ver la satisfacción en el rostro de Giliath, el rostro relajado de Erebor y el ceño fruncido que contrastaba con el ligero rubor que había adquirido la cara de Derin. Miró a Harry y el chico sonrió satisfecho.

-Igual que tu padre… -le sonrió. Harry le devolvió el gesto.

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Podía sentir la respiración del reptil cerca de su nuca. Jamás había aprendido a superar el miedo que le tenía a las serpientes, a Nagini en particular; resultaba irónico que el reptil que había representado su casa en Hogwarts y regía ahora su vida, le produje tanto miedo como asquerosidad.

El cuerpo viscoso de Nagini se desenroscó de entre sus piernas mientras él permanecía con la cabeza baja y los ojos cerrados intentando no ver el rastro que la serpiente dejaba en él cuando se deslizaba entre su túnica de seda, la más cara.

-Has vuelto a fallar, Lucius –dijo Voldemort con tranquilidad.

-Creí que esta vez sí era la familia, mi Lord –se intentó disculpar Lucius Malfoy-. La niña era descendiente de…

-¡Basta! –gritó Voldemmort interrumpiéndolo-. Dijiste que hallarías la daga oscura y no la has encontrado todavía, ¿cierto?

Lucius tragó con cierta dificultad debido a que tenía la garganta reseca. No contestó de inmediato. Gran error. Voldemort lo apuntó con su varita y murmuró un "cruccio" lo bastante fuerte para demostrarle a Malfoy quien ordenaba allí, lo bastante débil para que el hombre no se desmayara en aquel momento.

-Me gusta que me contesten cuando hago una pregunta –dijo fríamente-. ¿Entiendes?

-Sí… mi Lord… -consiguió decir entre respiraciones agitadas el hombre sin atreverse a levantar la vista del suelo.

-Necesito que me encuentres esa daga Lucius –le ordenó.

Lucius, permaneció arrodillado aún cuando escuchó como su Señor se levantaba de la silla y caminaba hacia él con pasos firmes y seguros. Uno de sus huesudos dedos se posó en el mentón del hombre que se apresuró a alzar la cabeza para responder a la muda orden de Voldemort de que lo mirara. Él era uno de los pocos privilegiados que podía hacer tal cosa y únicamente cuando él lo ordenaba.

-Es de suma importancia –empezó a decir Voldemort-, que me consigas la daga oscura, Lucius. Sólo ella puede acabar definitivamente con la vida de Potter y conseguir de ese modo la lágrima de Lahntra que me conducirá al colgante de Elea.

-Sí, mi señor.

-La daga busca de forma inconsciente a su enemigo y únicamente impide que logre su objetivo su guardiana; así que la daga oscura debe de estar cerca de Potter, ¿me estás entendiendo?

-¿En Hogwarts, mi Lord?

Lo que parecía haber querido ser una sonrisa satisfactoria se convirtió en el rostro de Voldemort en una mueca sin sentido, escalofriante y aterradora.

-En Hogwarts, Lucius. Ocúpate de que tu hijo lo investigue y esté atento ¿de acuerdo? Él es uno de los que están mejor situados para observar Hogwarts desde dentro.

-¿Puedo preguntar quienes son los otros?

Una mirada furiosa le hizo darse cuenta de que había cometido un error. Estaba cuestionando la decisión de Voldemort. No obstante, Voldemort pareció no querer tomar represalias contra él por pasar la línea de lo impertinente.

-Puedes hacerlo Lucius, pero no esperes que te conteste –le dijo frío-. Sólo debes saber que están en tan buena posición como tu hijo para desempeñar esta misión, ¿entiendes?

-Sí, mi Señor –se inclinó de nuevo ante él bajando la cabeza "Blaise y Pansy" fueron los primeros nombres que se le pasó por la cabeza a Lucius, después de todo, el Señor Oscuro había insistido en que ellos tres pasaran la prueba de su iniciación con la mayor prontitud posible.

-Sigue buscándola, Lucius. Quiero esa daga y la quiero ¡ya!- Lucius asintió en silencio y Voldemort lo miró fijamente-. Retírrate ya.

Lucius obedeció mientras en su cabeza iba planeando el modo de avisarle a Draco que vigilara a Potter. Voldemort se sentó en su butaca de nuevo. Nagini se enroscó a sus pies y se elevó sobre su viscoso cuerpo para quedar a la altura de los ojos de su amo.

-Pronto, mi pequeña… Necesitamos ese colgante para abrir el portal de los naryns… Ganándome sus súbditos, la ganaré a ella… y el control sobre este mundo será insignificante con el control sobre los dioses.

Nagini siseó a modo de respuesta.

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"Y la magia de Elea provocó que el colgante se desintegrara y junto a él, el cuerpo del naryn que lo custodiaba y faltó a su promesa de no tocarlo. Y el cofre quedó vacío. Y la esencia del colgante de Elea traspasó las barreras del tiempo y el espacio y se refugió en el corazón oscuro de un mortal.

Y cuando llegue el momento, el colgante resurgirá de ese cuerpo, clamando por la vida de su enemiga, y terminando con la vida de su depositario"

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Bueno, se acabó el capítulo. Espero que todos recordeis que los personajes excepto los creados por mi son de Rowling, y que recordeis también que estoy en examenes, así que no puedo contestar los reviews con la prontitud a la que estais acostumbrados, lo siento chicos, tendreis que esperar un poco.

Hasta el proximo capitulo; vuestros comentarios, ya sabeis donde teneis que dejarlos.

Un besito y cuidaos; nos leemos pronto!

En el proximo capitulo…

-¿Seré yo solo, profesor? –preguntó Harry.

-La señorita Ollivers de cuarto curso de Gryffindor estará con usted.

-¿Cuarto curso? ¿Va a dejar que una chica de Gryffindor y Potter verifiquen unas pociones hechas por nosotros?

-Me ha pedido que haga algo

-¿Algo peligroso?

-Ten cuidado al regresar. Hasta dentro de cuatro meses, Cathy.

-Hasta dentro de cuatro meses, Severus.

-¿Algo agradable? ¿Crees que puede pensar en algo agradable cuando un bicho de

menos de medio metro quiere devorarla?

-La próxima vez trae otra cosa ¿quieres Hagrid? No quiero enfrentarme a uno de estos en cada clase.

-No creo que Severus entregara a Ainur nunca, Remus.

-No Neville, no está enfadada… Está frustrada y furiosa –le dijo intentando no reír.

-¿Qué noticias me traes, Lucius?

-Mi Señor, han encontrado a su líder. McAlister la ha convencido de que una alianza con nosotros sería lo más indicado.

-¿Cambiar sus recuerdos?

-Sólo levemente –concordó Albus

"Es lo mejor para Harry. Es lo único que podemos hacer para ayudarlo. Es lo que tenemos que hacer"