Hola a todos!
Bueno, como sabeis, estos personajes son de J.K. Rowling, excepto los dioses que son míos (jejejeje :D)
En fin, sabeis también que estoy de examenes y que no puedo contestar vuestros reviews de momento, pero leo todos y cada uno de los que me llegan, a ver, algunas de las cosas que puedo decir en general porque me las habeis dicho varias personas…
Tengo que darle la enhorabuena a Alteia, porque ha averiguado algo bastante importante (supongo que sabes de lo que estoy hablando, no? ) Muchos habeis sugerido que Verónica será la pareja de Harry… es posible, aunque hasta dentro de unos capítulos… en fin… ya lo veréis :p Además, alguien me preguntó que qué diablos pinta Draco en todo esto… Bueno, lo averiguaréis pronto… sólo os puedo decir que no le quiteis el ojo de encima porque tendrá un papel importante (después de todo, Draco es un personaje que me encanta y por más que intento no ponerlo en mis fics, siempre acaba apareciendo ¬¬ No sé como lo hace!)
Bueno, creo que esto es todo por hoy…
Nos vemos al final del capitulo de acuerdo?
Que os divirtáis leyendo, un besito!
CAPITULO 11: Pide ayuda y te la prestaré
"Harry frunció el ceño. No podía hacerlo. Llevaba más de una hora sentado, intentando sentir el aura de Giliath y era incapaz de hacerlo. Abrió los ojos con frustración y se encontró con la mirada alegre y dulce de su guardiana.
-¿Todo bien?
-¿Cómo puedes preguntarme eso? No puedo hacerlo… -la miró desconfiado-. ¿Estáis seguros de que yo soy el descendiente de Lahntra? –añadió bromeando.
Giliath le sonrió.
-Si eres el hijo de Lily, sí –le contestó la diosa bromeando con él-. A ver, ¿dónde te atascas?
-En todo –contestó el chico sinceramente-. Soy incapaz de expandir mi aura y mucho menos buscar la tuya… es como si hubiese una pared que me impide atravesar nada que vaya más allá de mi propia aura…
-¿Una pared? –Giliath frunció el ceño cuando él asintió-. Déjame ver… Dame tus manos.
Harry estiró sus brazos hacia la diosa que tomó sus manos entre las suyas. Harry notó una calidez extrema rodeándolo, no solo sus manos, si no todo su cuerpo; era como estar dentro de una burbuja donde el clima era simplemente perfecto. Siempre que estaba con Giliath se sentía igual; cálido, arropado, tranquilo y sosegado. Se preguntó en silencio si aquel era el carácter de una madre hacia un hijo.
-Tienes demasiados recuerdos dolorosos Ainur… -le sonrió la diosa soltándole las manos. Harry frunció el ceño-. No puedes encontrar mi aura porque no quieres desprenderte de la tuya.
-¿Qué?
La mujer rió divertida ante la mirada confusa de Harry.
-Tu aura te protege, cuando intentas expandirla para buscar la mía, tus recuerdos tristes y dolorosos hacen que tu aura no quiera despegarse de ti para protegerte –le intentó explicar la diosa-… ella funciona como un escudo para ti; si alguien te ataca, tu aura devolverá el ataque, pero si no puedes deshacerte de tus recuerdos…
-… mi aura no atacará ni buscará porque se quedará a mi lado para protegerme…-ella lo miró asintiendo y él resopló resignado-. ¡Estupendo! –dijo con fingida alegría cargada de ironía-. ¿Y cómo se supone que tengo que librarme de mis recuerdos tristes si son los únicos que tengo?
-Despídete de ellos –dijo con simpleza la mujer.
-¿De quién?
-De tus recuerdos –Harry la miró como si se hubiese vuelto loca. Giliath le sonrió antes de continuar hablando-. Hace doscientos años –Harry frunció el ceño, aún le costaba asimilar que doscientos años para los dioses era muy poco tiempo para ellos-, mi prometido murió.
-Lo siento –dijo automáticamente Harry.
-¿Por qué? Tú no tuviste la culpa –le contestó ella sonriendo-. ¿Por qué te disculpas?
-Porque es lo que se suele hacer… -musitó Harry.
-Estoy segura de que él está en un lugar mejor –le sonrió-. El caso, es que estuve una temporada alicaída y deprimida, sin aceptar las miradas de los demás, ni sus palabras de apoyo… ni siquiera Stell pudo sacarme de la oscuridad en la que me había sumido voluntariamente y sin darme cuenta… -sonrió con cierta tristeza característica de la nostalgia del pasado-… Pero entonces, alguien llegó y me dijo: "despídete de su recuerdo, los dos podréis continuar con vuestra vida"
-¿Qué hiciste?
-Me pasé todo el día en el templete, el que a ti tanto te gusta –el chico sonrió-; recordé todos y cada uno de los momentos en los que él había estado a mi lado, sus sonrisas, sus miradas, sus caricias, sus palabras, su voz… absolutamente todo… y cuando pude imaginarlo frente a mí, de pie, como si nunca hubiera muerto, le sonreí y le dije a ese recuerdo "es hora de que te deje libre… no me olvides"
-¿Y luego?
-Luego… te parecerá extraño, pero por un instante reconocí el aura de él junto a la mía, acariciándome y jugando con mis cabellos; un dulce sabor se apoderó de mis labios, como si alguien me hubiese besado dejando un sabor a melocotón –le sonrió al chico que parecía bastante avergonzado por aquella charla inusual-. Y sus recuerdos tristes se marcharon Ainur, me quedé con la alegría de haberlo conocido y la suerte de haberlo amado y de haber sido amada por él…
-¿Y qué sugieres que…
-Sugiero que medites –rió suavemente; el chico aún no dominaba la meditación y practicarla aún le costaba bastante-. Que deseches tus recuerdos malos, tristes o dolorosos, todos aquellos recuerdos a los que te sientas apegado y de los que quieres que alguien venga a protegerte… suéltalos, y liberaos… tus recuerdos y tú, Ainur –le aclaró antes de que él dijera nada. La diosa lo besó en la frente y se levantó-. Cuando estés listo, vendré a buscarte.
Harry estuvo tentado a preguntarlo cómo sabría cuándo estaría listo para ir a buscarlo, pero recordó que una vez Erebor le había dicho que los guardianes siempre sabían donde y como estaban sus protegidos, así que cambió la pregunta con rapidez.
-¿Quién fue? –quiso saber-¿Quién te dio ese consejo?
Giliath le sonrió antes de contestar.
-Lily Evans… tu madre"
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El rumor del comportamiento que Harry había tenido con Hermione el día anterior en los pasillos con Malfoy había, como todos los rumores de Hogwarts, pasado de boca en boca hasta que todos y cada uno de los alumnos, profesores, fantasmas y cuadros, se habían enterado de lo ocurrido.
Eso había provocado varias reacciones. Por una parte, los profesores miraban de forma crítica y reprobatoria a Harry Potter, todos se preguntaban dónde estaba el niño que una vez había entrado en el Gran Comedor asustado y mirándolo todo con ojos abiertos por primera vez y ninguno encontraba la respuesta; únicamente Albus parecía entender la actitud que el chico había tomado pero por más que lo miraban y le pedían una explicación, el director se negaba en rotundo a decir nada alegando que eran motivos personales del chico. Unicamente el profesor Severus Snape parecía no tener ninguna queja contra él, lo cual alertó bastante más a los profesores y es que era de todos sabido que el profesor Snape y Harry Potter mantenían una particular encrucijada en la que se herían y se dificultaban las cosas tanto como podían.
Los alumnos por su parte, parecían divididos; por un lado estaban los que admiraban al nuevo Harry y su aire indiferente y gélido que parecía embobar a las chicas y hacer que los chicos quisieran unirse a él en un falso intento por ganar popularidad; por otro lado, todos aquellos que habían conocido al tímido Harry parecían reacios a aceptar al nuevo y, literalmente, huían de él en los pasillos, en las comidas, en las clases y en los terrenos; si en un principio creían que de ese modo Harry se sentiría solo y que volvería a ser el de antes, se equivocaron completamente. A Harry no le importaba lo más mínimo lo que dijeran de él.
Pocos eran los que se habían dado cuenta de que los cuadros más antiguos de Hogwarts lo miraban con atención y casi un mudo respeto cuando pasaba junto a ellos, saludándolo formalmente y los pocos que se habían dado cuenta de ello, lo acarreaban al hecho de que la mirada verde y fría de Harry hacía temblar a cualquiera.
Por eso, cuando aquella mañana entró en la mazmorra número siete y se sentó en primera fila, desafiando a cualquiera que quisiera sentarse a su lado, los Slytherin y Gryffindor que compartían la clase ahogaron un grito cuando vieron a Neville Longbotton entrar en el aula y sentarse a su lado. Por unos segundos temieron quedarse sin Neville, pero se sorprendieron cuando Harry le dedicó una sonrisa amistosa al chico tímido que le correspondió.
-Buenos días Harry.
-Buenos días Neville. Tenía que hablar contigo –miró a su alrededor y notó las miradas de los demás sobre ellos. Rodó los ojos-. ¿Qué esperáis? ¿Creéis que voy a matarlo con todos vosotros como testigos? –un leve rumor de alivio se escuchó por el aula, pero Harry decidió jugar un poco más con ello-. Si lo hiciera, después tendría que mataros a todos para que no me delatarais.
Neville, pese a todo pronóstico, sonrió ante la respuesta del chico.
-¿De qué querías hablar? –le preguntó el chico.
-Erebor me ha pedido que estés en el aula de DCAO diez minutos antes de que empiece la próxima clase, para poneros de acuerdo sobre las clases particulares de pociones –añadió al ver que Neville había palidecido y estaba ya intentando recordar si había hecho algo que había causado que un profesor quisiera verlo.
-Vaya… gracias Harry –dijo visiblemente aliviado.
-No tienes por qué, tú me ayudaste a mí –le sonrió de forma tranquila-. Gracias por la lista… ¿te costó mucho?
-No, sólo me tomaron por loco un par de veces –dijo encogiéndose de hombros-. Pero dada mi excentricidad nadie dijo nada.
Harry observó que el chico se sentía orgulloso de sí mismo y sonrió.
-Hablando de eso, ¿sabes quién es Verónica Ollivers? De cuarto curso.
-¿Ollivers? –frunció el ceño en un intento de recordar-. Sí. Es una chica bastante rarita, siempre está leyendo, casi no habla con los chicos de la torre –se encogió de hombros-. Estoy seguro que tú también has debido verla…
Harry sonrió con culpabilidad.
-Bueno, no es que mis años en Hogwarts hayan sido muy tranquilos… Apenas he hablado con los chicos de nuestro curso –le sonrió. Neville se sonrojó avergonzado al darse cuenta de que había metido la pata.-. No importa Neville, en serio; tengo que hablar con esa chica.
-Yo podría…
La puerta se cerró con un gran golpe y Harry rodó los ojos. ¿Por qué Snape siempre tenía que inculcar miedo en los estudiantes de ese modo?
-Abran sus libros por la página doscientos cincuenta y cuatro y veamos si pueden elaborar una simple poción adormidera… -miró a Neville entrecerrando sus ojos, a lo que el chico intentó encogerse en su asiento-… sin destrozar mi aula. ¿Ha entendido Longbotton?
-Sí profesor Snape –dijo débilmente el chico.
-Bien. Potter, Malfoy, Parkinson, Zabinni, acérquense a mi mesa, rápido.
Los aludidos se levantaron mirándose entre ellos y pese a que Hermione intentó estirarse todo lo que pudo inclinándose hacia delante para ver si lograba escuchar algo, una rápida e insistente mirada por parte de Snape la hizo cambiar de opinión, a su lado, Ron tragó con cierta dificultad al recibir parte de la mirada del profesor.
Harry supuso, por las caras de los Slytherins que Snape no les había dicho que él también formaba parte del grupo de ayudantes. Sonrió. Debería de haber sido una buena sorpresa para ellos, casi como si en medio de una clase de DCAO Malfoy consiguiera realizar un patronus antes que él.
-Bien, dado que si pusiera a un Slytherin con un Gryffindor, seguramente uno de los dos terminaría en la enfermería con varios hechizos en su persona o posiblemente muy grave según quienes fueran esos dos alumnos –miró atentamente a Malfoy y Potter ante lo cual Zabinni dejó escapar una risa baja-, trabajarán por equipos. Ustedes tres –se dirigió a los Slytherins-, realizarán las pociones y Potter, usted las verificará y comprobará que están bien hechas, ¿de acuerdo? Y no quiero discusiones a ese respecto, señor Malfoy –señaló al ver que Draco abría la boca para protestar seguramente porque Potter sería el verificador.
-¿Seré yo solo, profesor? –preguntó Harry.
-No, la señorita Ollivers de cuarto curso de Gryffindor estará con usted.
Aquello fue demasiado para que Malfoy permaneciera callado.
-¿Cuarto curso? ¿Va a dejar que una chica de Gryffindor y Potter verifiquen unas pociones hechas por nosotros?
Había alzado demasiado la voz. Los estudiantes miraban la escena impresionados de que el profesor Snape hubiera dado una oportunidad de aquel calibre a Harry Potter, desprestigiando en cierta medida, la habilidad que Malfoy tenía para las pociones y dándoles, sin querer hacerlo, razón a los leones al afirmar durante seis años que Malfoy no era el mejor estudiante que había tenido.
-No, señor Malfoy, voy a dejar que mi alumna más brillante –Hermione miró al profesor como si esperara ser ella la elegida-, trabaje en una oportunidad única que usted debería de saber aprovechar. El hecho de que la señorita Ollivers sea una estudiante de cuarto curso de Gryffindor, son simplemente hechos circunstanciales. Y ahora si hacen el favor de volver a sus sitios, podremos continuar con la clase que usted ha interrumpido, señor Malfoy –añadió.
Harry obedeció sonriendo al escuchar el nombre de quien sería su compañera y siguió sonriendo al sentarse girándose hacia Neville.
-Deberías añadir las babosas y los pétalos de adormidera ahora, Neville –dijo mirando la poción que se estaba formando en el caldero del chico-. Por cierto, gracias, pero creo que podré hablar con Ollivers yo solo.
Neville se limitó a encogerse de hombros y a sonreírle.
-Gracias –le dijo añadiendo los pétalos al caldero y empezando a removerlo en dirección contraria a las agujas del reloj.
-Neville –Harry había empezado a hervir el agua con la esencia de mandrágora y los ojos de tritón.
-¿Qué Harry?
-En el sentido contrario al que lo estás haciendo –le indicó en un susurro con una media sonrisa-. Si sigues moviéndola así, explotará en cuanto le añadas el polvo de hadas.
Neville obedeció.
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Draco Malfoy se tiró sobre el sofá una vez más después de asegurarse que los cien mil trocitos a los que había quedado reducida la carta de su padre, estaban quemados en la chimenea de la sala común de Slytherin. Blaise sentado en la butaca de al lado, elevó la mirada del libro que estaba leyendo y enarcando una ceja, gesto que había adquirido desde que pasaba mucho tiempo con Draco, lo que lo llevaba a los últimos seis años.
-¿Y bien?-le preguntó sabiendo la respuesta de lo que él iba a contestarle.
-Aún nada, mi padre sigue insistiendo en que está bien y que deje de preocuparme por estupideces –le indicó Draco frunciendo el ceño.
-¿Hay algo más que no me hayas contado? –insistió Blaise.
Draco lo miró dudando si debía contárselo o no. Era cierto que Blaise era lo más cercano que podía considerar como un amigo, pero también era cierto que era ante todo y sobre todo, un Slytherin, como él, y si había algo que los Slytherins aprendían era a no confiar en nadie, ni siquiera los de tu propia casa. Por eso la relación entre las serpientes era fría y distante, sin la camadería de los Ravenclaw, la unión de los Hufflelpuff o la estúpida manía que tenían los Gryffindors de defenderse entre ellos. Pero evidentemente, ese era un secreto no divulgado que ningún Slytherin inteligente se atrevería a revelar.
-Me ha pedido que haga algo –se limitó a decir el rubio encogiéndose de hombros-. Y me ha dejado intrigado porque nunca antes me había pedido algo similar –frunció de nuevo el ceño.
-¿Algo peligroso? –preguntó Blaise.
-No, es sencillo… pero no sé si…
Ambos chicos se giraron hacia la entrada de la sala común en el momento en que el muro de piedra falso se corría a un lado y una persona entraba. Draco rodó los ojos enseguida al ver quién era, la sonrisa de Blaise se dibujó en su rostro.
-Hola chicos –Pansy se sentó en el reposa brazos de la butaca de Blaise e inclinó su cabeza para recibir su beso que Blaise no le negó.
-¿Tenéis que hacer eso delante de mí? –preguntó Draco fastidiado.
Pansy lo miró unos segundos y luego le sacó la lengua de forma infantil, permitiéndose comportarse como siempre lo hacía con ellos.
-Envidioso –le dijo Blaise pasando un brazo por la cintura de su novia.
-Sí, claro… -contestó cínico Draco rodando los ojos-… Te recuerdo que ella está contigo porque yo no quise salir con ella –añadió victorioso.
Pansy iba a protestar y a decir que su encaprichamiento por Draco, porque ahora tenía bien claro que sólo se había tratado de eso, un simple capricho, formaba parte de un pasado muy lejano. La mano de Blaise se cerró más sobre su cintura y prefirió permanecer callada.
-Pero el resultado sigue siendo el mismo –le contestó Blaise -. Está conmigo.
Draco hizo un gesto con la mano para quitarle importancia a ese hecho y la pareja sonrió.
-Sí, como sea. Pero ¿podéis dejar de hacer eso? En serio, hoy no estoy para aguantar vuestros arrumacos, así que Pansy, hoy no puedes venir a nuestro cuarto –le dijo firmemente el rubio que nunca tenía reparos en que la chica pasara la noche en el dormitorio que compartía con Blaise siempre y cuando, la "parejita feliz" como él los llamaba, lanzara un hechizo silenciador alrededor de su cama.
-Vaya… Estás mal de verdad –dijo Pansy preocupada-. ¿Qué ocurre? –miró a su novio.
-Ha recibido una carta de su padre –le contó Blaise.
-Ya veo… -miró a su alrededor y no le sorprendió que no hubiese nadie cerca de ellos en la sala común, a pesar de ello, bajó la voz-. ¿Es por tu madre? –Draco asintió en silencio-. Mi padre también me escribió, todos están de acuerdo en que Narcisa está bien, pero nadie sabe dónde está y quien lo sabe no dice nada.
-Eso es lo que mi padre cree –contestó Draco de forma retadora-. Y por si fuera poco me ha indicado que nuestra iniciación será después de Navidad –añadió con gesto sombrío.
-Draco, ¿aún sigues empeñado en no hacerlo?
-¿Y tú aún sigues empeñado en hacerlo? –le devolvió la pregunta mirando al chico de forma distante-. No pienso ser el vasallo de nadie, Blaise. Soy mi propio dueño.
-Pero tu padre… -empezó a decir Pansy.
-Nuestros padres –corrigió Draco-, porque vosotros dos estabais conmigo antes del verano, ¿es que acaso ahora vais a tomar partido por él?
-No –dijeron los dos al mismo tiempo-. Pero no podemos hacer nada…
-Si habláramos con el profesor Snape… -empezó a decir Pansy esperando que Draco le gritase. No tuvo que esperar mucho tiempo.
-Deja a Severus fuera de esto, ¿de acuerdo? No voy a pedirle ayuda a no ser que sea imprescindible, no quiero que tenga más problemas de los que ya tiene.
Ninguno de los dos dijo nada. El reloj anunció las dos de la tarde y Draco se paso una mano por la cara mientras se levantaba.
-Voy a recoger unas cosas arriba, tenemos clase en media hora –se giró hacia la pareja-. Pansy, puedes venir esta noche a la habitación si quieres.
-De acuerdo –dijo la chica-. Ya sabes que si quieres algo…
-Lo sé –asintió a modo de agradecimiento-. Enseguida bajo.
-¿Crees que está bien? –le preguntó la chica cuando Draco se fue.
-Me dijo que su padre le ordenó algo –contestó él-. Pero no sé que es…
-Draco nunca se ha fiado de nadie Blaise, no se lo tengas en cuenta.
-Lo sé, lo que me preocupa es que él estuviera preocupado –sonrió a desgana.
-Estará bien… es fuerte… -insistió la chica.
-Sí… Lo es.
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Severus Snape estaba en su dormitorio. Hacía frío pero no le importaba, siempre le había gustado el frío, decía que se sentía vivo, por ese motivo, no se había quejado cuando Dumbledore, al contratarlo le había ofrecido una de las habitaciones cerca de las mazmorras y la sala de Slytherin, uno de los lugares más fríos del castillo.
El fuego de la chimenea crepitaba en el hogar y un cuervo negro estaba posado sobre el alfeizar de la única ventana de la habitación.
Diecinueve años. Habían pasado ya diecinueve años desde que ella no estaba, desde que ella se había marchado para siempre sin que él pudiera hacer nada. Recordaba perfectamente la impotencia que había sentido cuando le habían dado la noticia de su muerte… Él debería haber estado allí, él podría haberla salvado de haber estado allí; se habría enfrentado al mismísimo diablo para protegerla y asegurarle un futuro brillante, que era lo que le esperaba. Pero no pudo hacerlo. No quiso estar allí, pero en ningún momento él imaginó que ocurriría algo semejante.
La fotografía de su regazo mostraba a un chico de once y una chica de diez años, en el verano antes de que él empezara Hogwarts. Apenas se reconocía en el rostro sonriente del niño cuando la pequeña lo abrazaba de forma constante en la imagen mágica; no recordaba dónde había quedado esa sonrisa, ni el carácter alegre que una vez había tenido… Quizá hacía ya demasiado tiempo para pensar en recuperarlo… Su antigua personalidad se había visto ofuscada por la nueva, oscura, sombría, gruñona… Se preguntó qué hubiese dicho ella si estuviese viva y lo viera con el semblante duro y frío y las ropas negras; sonrió convencido de que las túnicas negras sería lo único que no le sorprenderían a la niña, después de todo, él siempre había adorado el negro.
(flashback)
-No hagas muchas trastadas, ¿de acuerdo?
-Si tú prometes que tampoco las harás –le contestó la niña sonriendo.
-¿Quién te ha enseñado a ser tan chantajista? –preguntó el niño fingiendo asombro ante la petición de la pequeña.
-Tú –contestó ella llanamente antes de darle un mordisco a su rana de chocolate.
-Cierto, no lo recordaba –el niño estiró su mano y atrapó lo que quedaba de la rana de chocolate, llevándosela a la boca. La mirada de la niña se enfureció-. ¿Qué? Sabes que no te sienta bien tomar tanto chocolate.
-¿Y a ti sí? –preguntó sarcástica.
-Claro que sí, soy mayor que tú –le sacó la lengua de forma burlona.
-¿Te cuidarás?
Su tono maduro sonaba extraño dentro del cuerpecito de una niña de diez años, pero ella siempre había sido así, por eso era que la quería, por eso era que haría cualquier cosa por ella.
-Te lo prometo, pequeña –le sonrió-. Escribirás ¿cierto?
-Todos los días –le aseguró la niña.
-¿Todos? ¿Seguro?
-Palabra –aseguró la pequeña riendo divertida.
El expreso silbó llamando en silencio a los chicos que esperaban en el andén 9 ¾ y los dos niños se miraron.
-Bueno… volveré en Navidades y te contaré como es todo aquello.
-¿De verdad? ¿Y me contarás los secretos? ¿Y me enseñarás lo que has aprendido? ¿Y haremos pociones? ¿Y…
-Sí, sí, pequeña, lo que quieras… -le sonrió antes de abrazarla-. Te quiero demasiado para negarte nada.
-Yo también te quiero Severus –le sonrió mientras lo abrazaba-. Ya es hora de que te vayas.
-Ten cuidado al regresar –le advirtió él-, obedece a Whistins ¿de acuerdo? –ella asintió-. Hasta dentro de cuatro meses, Cathy.
-Hasta dentro de cuatro meses, Severus.
(fin flashback)
-Mi pequeña Cathy… Si tan sólo hubiese estado allí…-acarició la imagen con las yemas de los dedos, pasándolas por la larga cabellera negra de la niña y observando sus grandes ojos azules que contrastaban contra su piel blanca-… ¿me reconocerías?
Suspiró. Se le había pasado la hora de la comida. Miró el reloj que había sobre la chimenea de su habitación y respiró tranquilo al ver que las tres manecillas que identificaban a sus tres alumnos indicaban que se encontraban en su sala común. Ellos tampoco habían ido a comer.
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Hagrid se veía extasiado y no era para menos. Había conseguido el permiso de Dumbledore para traer a su clase de Cuidado de las Criaturas Mágicas, aquellos pequeños seres llamados lileptons, una mezcla entre duendes y elfos de no más de treinta centímetros de altura, con el cuerpo cubierto de plumas, dos alas que no utilizaban para volar y un pico alargado y encorvado hacia abajo que era de gran utilidad cuando querían alimentarse, ya que lo hacían de las raíces profundas de los árboles.
Sin ninguna duda, parecían inofensivos, pero bastaba ver la cara del semigigante para darse cuenta de que su mirada divertida y alegre sólo podía significar que esos animalitos, como el profesor los había llamado, tenían algo oculto.
La respuesta llegó clara cuando a Parkinson, se le ocurrió la estúpida idea de dirigirse hacia los animales sin esperar a que Hagrid diese ninguna instrucción, inclinándose para verlos mejor y tocando las orejas puntiagudas que sobresalían de sus plumas.
No fue una buena idea. El lilepton, de color verde chillón alzó su pico y sacó su lengua bípeda mientras la movía a gran ritmo frente a la cara de la chica como si estuviera estudiándola. Pequeños dientes salieron de la lengua con toda la intención de atacar a quien se hubiera atrevido a molestarlo de su sueño.
-No te muevas –ordenó Hagrid inmediatamente-. Pueden ponerse muy agresivos.
-¿Mas aún? –preguntó irónicamente Pansy que obedeció.
Harry sonrió a medias, por muy tentadora que le pareciera la idea de que Parkinson terminara devorada por esas criaturas inocentes e incomprendidas como las había llamado Hagrid, no le parecía que fuera lo más correcto.
-Pueden leer tus pensamientos, así que no te asustes, atacan cuando se sienten desprotegidos y…
-La estás asustando más, Hagrid –intervino Harry que podía sentir el miedo de Parkinson. El gigante se sonrojó bajo su barba negra-. Parkinson, quédate quieta y cierra los ojos, intenta pensar en algo agradable.
-¿Algo agradable? ¿Crees que puede pensar en algo agradable cuando un bicho de menos de medio metro quiere devorarla? –el sarcasmo en la voz del Slytherin fue suficiente para que Harry lo mirara de forma fría.
-Parkinson no necesitaba esa información Davis –le contestó el chico-. Parkinson, ¿Qué hiciste este verano?
-¿Qué?
-¿Qué hiciste este verano? –volvió a preguntar el chico mientras se acercaba despacio al lilepton.
-Fui a Francia –contestó la chica.
-¿Francia? Es un bonito lugar, aunque el clima es horrible ¿no? –se acercó un poco más al animal intentando atraer su atención.
-Es comparable con el de aquí así que no tuve muchos problemas…-El lilepton había acercado la lengua a la cara de la chica y la estaba lamiendo mientras los pequeños dientes empezaban a rechinar. Pansy dio un respingo. Blaise también lo hizo-. ¿Potter?
-Quédate quieta Parkinson, dime, ¿qué hiciste en Francia?
El resto de Gryffindors y Slytherins se quedaron contemplando la escena a unos cuantos metros a petición de Hagrid que se había apresurado a guardar a los restantes lileptons y parecía estar esperando una señal específica para tomar también a aquel agresivo. Las serpientes miraban con cierto temor a la criatura y a Pansy, pero ninguno decía nada, salvo Blaise que parecía que lo único que lo detenía para ir a matar a ese animal era que Draco se lo estaba impidiendo.
Los leones, por su parte, no parecían muy satisfechos pese a que fuera una Slytherin la que estuviera en esos problemas, después de todo, nadie quería que Pansy muriera.
Harry había alzado un escudo invisible contra la chica para protegerla al mismo tiempo que avanzaba despacio para interponerse entre el lilepton y Parkinson.
-De acuerdo, cuando te avise quiero que camines hacia atrás muy despacio y no te detengas ¿de acuerdo?
-¿Estás seguro de lo que estás haciendo Potter? –preguntó ella.
-Por mucho que me resulte tentador no puedo dejar que nadie muera Parkinson, ni siquiera tú –añadió en tono de broma con una media sonrisa sarcástica que llamó la atención de todos los presentes-. ¿Lista? Camina ahora.
En el momento en que la chica hubo dado el primer paso hacia atrás alejándose del animal, Harry se interpuso entre ella y la lengua dentada que al ver que su presa se escapaba se había alzado en toda su longitud de sesenta centímetros, de forma amenazadora.
-¡Harry! –el chico sonrió. Neville.
Le hizo un gesto para que se quedara tranquilo.
-No me atacará –anunció firme escuchando cono Pansy caminaba retrocediendo-. ¿Verdad que no? –preguntó mirando al lilepton fijamente. Escuchó un leve "¿estás bien?" de Zabinni y supuso que Parkinson ya había llegado donde estaban el resto de la clase. Respiró más tranquilo-. Muy bien… ahora vas a tranquilizarte… -le susurró Harry al lilepton-… no querrás desafiarme ¿verdad?
Los lileptons eran criaturas muy inestables; agresivas y protectoras, desafiantes y orgullosas, pero también bastante fáciles de confundir, una simple mirada lo suficientemente segura mientras pensabas en las formas en que podías terminar con ellos eran suficientes para que volvieran a adoptar su actitud sumisa y durmiente, relajada que tanto atraía la atención.
Tan pronto Harry hubo enviado diferentes imágenes de lo que le podría pasar al pequeño si no dejaba su actitud agresiva, el lilepton obedeció. Hagrid no esperó la señal de Harry y se lanzó sobre el animal atrapándolo entre sus manos cerrándole el pico para que no pudiera atacarlo con su lengua.
-La próxima vez trae otra cosa ¿quieres Hagrid? –preguntó el chico sonriendo al semigigante que parecía avergonzado-. No quiero enfrentarme a uno de estos en cada clase.
-Treinta puntos para Harry Potter –pronunció Hagrid.
Tanto los Slytherins como los leones sonrieron. Habían hechizado los relojes de rubíes para que cada vez que alguien le diese puntos a Harry, estos aparecieran en los relojes de las casas que compartían clase con Harry en aquellos momentos. Así, Harry acababa de añadir treinta puntos para Gryffindor y para Slytherin.
Hagrid anunció el final de la clase.
-Potter –el chico se detuvo al escuchar la voz de Zabinni y se giró hacia él enarcando una ceja al verlo acercarse acompañado de Parkinson-. Bueno, gracias por ayudarla.
-De nada. -Observó el lugar donde el lilepton había pasado su lengua en la mejilla de la chica y frunció el ceño-. Deberías ponerte bálsamo de bezoar en la mejilla, Parkinson, evitará que se te hinche y que el veneno salga al exterior.
La chica asintió y murmuró un débil "gracias" lo que hizo al chico que la acompañaba rodar los ojos de exasperación. Harry sonrió de nuevo de lado antes de salir de allí.
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-¿Preocupado por Harry?
Remus levantó la vista del libro que estaba leyendo en la biblioteca. La presencia de Giliath era imponente y nadie dudaría de ello viéndola con aquella túnica color lavanda y el cabello trenzado sobre su espalda.
-Preocupado por Harry, preocupado por Snape –frunció el ceño-. Jamás le hubiera pedido a Harry que vigilara a esos tres si no supera algo que no quiere decir.
-Tenía entendido que no te caía bien Severus –dijo la diosa sentándose frente a él.
Remus emitió un suspiro.
-A decir verdad, soy el único que podía mantener una conversación civilizada con él sin llegar a tomar las varitas –dijo-. No es que me sienta orgulloso de ello, por supuesto… Pero creo que su odio hacia nosotros era injustificado, después de todo, fue ella quien eligió estar con nosotros, no la obligamos…
-¿Ella? ¿A quién te refieres Remus?
-A Cathy –sonrió con cierta tristeza y melancolía-. Era una Slytherin que se pasaba la mayor parte del tiempo en Gryffindor, nos llevábamos muy bien, era amiga de James, casi una hermana de Lily, novia de Sirius, protectora de Peter y confesora mía –añadió riendo ligeramente-. A Severus no le sentó nada bien que Cathy se pasara a nuestro bando.
-Ya veo… ¿Y qué crees que le ocurre a Severus?
-¿Sabes que si te oye llamarle así estarás en graves problemas? –bromeó sonriente. La diosa sonrió-. No lo sé, pero no puede ser muy bueno cuando le ha pedido ayuda a Harry. Juró que nunca tendría nada que ver con un Potter después de que James le salvara la vida –se encogió de hombros.
-¿Cómo puede hacer…
-Nadie sabe aún como funciona la mente de Snape –intentó bromear el hombre lobo pero fracasando en el intento-. Si le ha pedido ayuda a Harry es porque de verdad necesita ayuda; o eso o…
-¿Piensas que es una trampa para que Harry confíe en él de algún modo?
-No me gustaría pensarlo, pero… es una opción que debo tener en cuenta… -sonrió a desgana-. Ojalá Sirius estuviera aquí y también James. Sirius era el más desconfiado de los tres, yo siempre confiaba en la gente y James… -resopló-… bueno, James era el punto medio entre los dos… Si estuvieran aquí seguramente podrían decirme si estoy en lo cierto o no, o al menos podrían indicarme si me equivoco de mucho… -añadió con una media sonrisa. Suspiró-. De todos modos, habría que mantener vigilado a Harry, sólo por si acaso…
-No creo que Severus entregara a Ainur nunca, Remus.
-Nunca subestimes el odio que Snape sentía por James y Sirius Giliath… La última persona que lo hizo, acabó muerta después de que él mismo la echara de su lado.
-¿Cathy? –se atrevió a preguntar Giliath.
Pero Remus no contestó. Le sonrió, palmeó su mano sobre la mesa con delicadeza y se levantó.
-Tengo que hacer algo, nos vemos luego.
-Claro. Y no te preocupes por Ainur, Remus, nosotros nos encargamos de él.
El hombre lobo sonrió.
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Dimbar abrió los ojos cuando escuchó el ruido de las puertas de hierro abrirse arrastrando a su paso, la pesada cadena que formaba parte del candado que lo separaba de su libertad.
El cuerpo de un joven de diecisiete años cayó dentro de su jaula; no se movió. Esperó que la sombra que había cerca de la puerta se desvaneciera y luego, se acercó con paso vacilante hasta el dios que estaba inconsciente sobre el frío suelo de piedra.
¿Cuántos iban ya? Treinta, no, treinta y dos contándose a él mismo y al nuevo chico que acababan de arrojar allí, dispuesto a olvidarse de ellos igual que lo habían hecho con el resto de los que había pasado por aquella celda.
Todos con las mismas características; piel fina y blanca, ojos claros y cabello rubio. Estaban buscando algo, y para suerte de él, aún no lo habían encontrado.
El rugido de unas de las quimeras guardianas se dejó escuchar por todo el pasillo inundando todas las celdas. Dimbar aprisionó el cuerpo del nuevo preso contra el suyo propio queriéndole dar un poco del calor que estaba seguro si recordaba bien, él mismo había perdido cuando lo llevaron a aquella celda hacía ya bastante tiempo.
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Harry entró el primero en clase y se sentó en primera fila, Neville ya estaba allí y a juzgar por su cara, la reunión con Erebor había ido perfecta. Le sonrió.
-¿Todo bien?
-Sí, gracias Harry, el profesor Erebor me ayudará en pociones una hora cada día –le comentó el chico.
-Genial, verás como pronto puedes dejar perplejo a Snape –le aseguró.
-Perdona Neville, ¿podrías moverte? Me gustaría sentarme con Harry –pidió Ron.
El chico asintió y se levantó, pero Harry lo tomó de la manga de su única y lo obligó a sentarse de nuevo.
-Neville está muy bien aquí, Weasley, ¿por qué no te sientas con Granger? Así podréis hablar sobre el modo para seguir engañándome –le dijo con toda la intención que fue capaz.-Ron no contestó, pero sus orejas se tiñeron de un intenso rubor capaz de competir con su cabello y se fue a sentar junto a Hermione que lo miró perplejo-. No te preocupes –le dijo mirando a Neville-, no te lo tendrá en cuenta; su guerra es conmigo, no contigo.
-Buenos días, alumnos –la profesora McGonagall entró en el aula mientras repartía unas copas llenas de agua a cada uno-. Ya es hora de que empiecen a ser capaces de transformar los elementos, y para eso vamos a empezar con el más fácil, el agua –tomó su varita y apuntó a su copa que había dejado sobre su escritorio; hizo un complicado movimiento de varita en el aire y rozó el borde de la copa con la punta de su varita mientras decía en voz alta y clara -. Aqua evanesca.
De inmediato, el agua de la copa se fue vaciando de forma inversa, es decir, se elevaba desde el fondo del recipiente hacia arriba en un delgado hilo de vapor que se deshacía en el aire en cuando rebasaba los límites de la copa dorada.
Se giró hacia sus alumnos.
-Adelante, inténtenlo –apremió.
Harry bostezó y tuvo que reprimir una carcajada cuando Katrina, una chica de Ravenclaw con quien compartían aquella clase, convirtió su copa en un bloque de hielo enorme. Vio como Hermione miraba a Kat con gran interés y aquel brillo en sus ojos que delataba que estaba satisfecha de que la chica no lo hubiese conseguido.
Harry frunció el ceño mientras veía como Hermione empezaba a mover su varita y apenas pudo contener la risa cuando no le salió la transformación a la primera. A veces las ansías de Hermione Granger de ser la primera en todo y ser la más inteligente merecían una lección de humildad.
Movió su varita con desgana mientras centraba su poder en la copa de agua que tenía delante, transformándola en vapor de forma inmediata ante la mirada de Neville que no quiso evitar soltar un grito de alegría al ver que su compañero lo había conseguido. La profesora se giró hacia ellos y su cara pasó de la indignación y el enfado porque alguien hubiese gritado en su clase a una clara muestra de orgullo al ver que Harry Potter había conseguido ser el primero en conseguir desvanecer su agua.
-Excelente, señor Potter. Diez puntos para usted –dijo con su tono formal-. Si me permite, le indicaré cómo debe hacerlo para devolver el agua a su estado original.
-No se moleste profesora –le dijo él sonriendo inocentemente. Apuntó con su varita falsa la copa y pensó que sería divertido ver la cara de Hermione -.Reversus aquam.
La nube de vapor que se había formado sobre la copa se deshizo y una cascada suave de agua empezó a caer en la copa llenándola de nuevo.
-¡Muy bien hecho, señor Potter. Otros diez puntos para usted! –se giró hacia los demás alumnos-. ¿Lo ven? No es tan difícil… sigan intentándolo.
-Harry… -susurró Neville a su lado.
-¿Mmm? –preguntó el chico mientras sacaba su libro de Transformaciones y seguía leyendo por donde lo había dejado.
-Hermione te está mirando y parece enfadada… -le confesó el chico.
Harry elevó su mirada y miró en dirección a Hermione. La chica tenía el ceño fruncido, los ojos entrecerrados y los labios apretados en una delgada línea. Sonrió satisfecho y volvió a mirar su libro.
-No Neville, no está enfadada… -le susurró de vuelta-… Está frustrada y furiosa –le dijo intentando no reír.
-¿Harry? –el moreno levantó la mirada de nuevo-. ¿Me ayudas con el hechizo?
-Claro –Harry le sonrió y le mostró cómo debía mover la varita y cada pausa y vocal larga que tenía que pronunciar correctamente.
Si bien el agua no se desvaneció completamente, gran parte del líquido formó una nube de vapor sobre el recipiente, lo que ocasionó que una muy orgullosa profesora de Transformaciones le concediera diez puntos más a Gryffindor. Ahora Hermione sí que estaba furiosa y Ronald era quien estaba pagando su mal humor por no poder conseguir su transformación correctamente.
-Creo que deberías ir a ayudarla… -propuso Neville-… No le sale bien… -frunció el ceño el chico.
-Neville, si necesita ayuda, que me la pida –contestó Harry seco-. Tú lo has hecho y te he ayudado, ¿cierto?
Katrina, sentada a su lado, separados por el pasillo, escuchó lo que el chico de la cicatriz había dicho sin siquiera apartar la mirada del libro. Miró hacia atrás y vio que su profesora estaba demasiado ocupada intentando que a Bill le saliese el hechizo. Suspiró. Le tenía miedo al nuevo Harry.
-¿Potter? –el chico la miró y ella observó que sus ojos verdes se veían aún más brillantes sin las gafas de por medio-. ¿Podrías ayudarme, por favor?
Harry asintió. Hermione parecía a punto de estallar cuando McGonagall le concedió cinco puntos a Ravenclaw gracias a Katrina. Ella no logró realizar bien el hechizo.
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El encapuchado atravesó el vestíbulo saludando a los dos mortífagos que estaban de guardia ese día con una leve inclinación de cabeza. Nott y Avery, los reconocería en cualquier lugar después de la cantidad de batallas a las que habían ido juntos.
Subió las escaleras haciendo gala del porte y la elegancia que lo caracterizaban y giró en el tercer pasillo a la izquierda, ignoró los cuadros parlantes y las armaduras y mortífagos que estaban allí y se acercó hasta la puerta doble del fondo, las habitaciones privadas de Lord Voldemort.
Antes de llamar a la puerta, ésta se abrió sola y la voz de su Señor se escuchó desde el fondo de la sala.
-¿Qué noticias me traes, Lucius?
-Mi Señor, han encontrado a su líder. McAlister la ha convencido de que una alianza con nosotros sería lo más indicado si es que quieren seguir vivas – dijo con tono formal y solemne el hombre bajo la capucha.
-Excelente. ¿Sabes algo de Potter? –preguntó fríamente.
Lucius tragó con dificultad.
-No aún mi Señor –dijo.
-¿Y de la daga? –volvió a preguntar con tono bastante irritado.
-No, mi Señor, pero seguimos buscándola.
-Convoca una reunión para dentro de tres semanas –ordenó Voldemort acariciando con suavidad la cabeza de Nagini que se había posado en su regazo bajo la atenta mirada de su amo y su sirviente-. Atacaremos Hogsmeade y dejaremos un aviso para que Potter encuentre su mensaje y su advertencia.
-¿Qué mensaje, mi Señor? –preguntó el hombre.
Los ojos rojos inyectados en sangre de Voldemort brillaron bajo la tenue luz de la habitación.
-El presagio de su muerte –dijo con una sonrisa.
Incluso Lucius tuvo que admitir que no le gustaría estar en la piel de Potter en aquellos momentos.
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-¿Cambiar sus recuerdos?
Albus la miró asintiendo ligeramente. Hermione Granger había ido al despacho del director para preguntarle si él tenía alguna idea referente a lo que Ron y ella habían estado hablando; los recuerdos de James, Lily y Sirius parecía ser lo único a lo que Harry se aferraba y rehusaba a desprenderse de ellos.
Hermione fue incapaz de ver el brillo travieso en los ojos de Dumbledore cuando le contaba su idea, y no dudó ni un solo segundo en el mago experimentado que tenía delante, después de todo, Dumbledore siempre había actuado en beneficio de Harry, ¿cierto?
-No es cambiar sus recuerdos, señorita Granger… -Hermione lo miró-. Únicamente se trata de alterarlos para que el sentimiento de confianza y protección que Harry sentía por sus padres siendo un bebé, quede reflejado en usted y el señor Weasley.
-Pero eso implica cambiar sus recuerdos –insistió Hermione.
-Sólo levemente –concordó Albus-. Después de todo, no queremos que Harry cambie sus recuerdos completamente, sólo los sentimientos que siente en uno de sus recuerdos.
-¿Eso no implicaría que perdería un poco el sentido de protección hacia sus padres? –le preguntó la chica mirándolo.
-Hermione –dijo utilizando su nombre-, a veces, es necesario sacrificar pequeñas piezas para conseguir derrotar al rey.
Hermione asintió.
-Pero Harry no es un peón –le contestó la chica que ahora parecía menos reacia a la idea del profesor.
-No, no lo es… -con su mano tomó el rey blanco del juego de ajedrez que yacía en su mesa y lo colocó frente a Hermione-. Harry Potter es el rey.
-Y sus recuerdos los peones… -dijo Hermione que comprendía la analogía del director.
-Necesitamos información Hermione, y sólo podemos conseguirla si Harry vuelve a confiar en vosotros…
-Ron se mostrará reacio –informó Hermione.
-Sólo convéncelo de que fue idea suya… -le guiñó un ojo en un gesto cómplice.
Hermione asintió y tomó la pieza blanca entre sus manos bajo la atenta mirada del director.
"Es lo mejor para Harry. Es lo único que podemos hacer para ayudarlo. Es lo que tenemos que hacer"
Albus pareció satisfecho al leer los pensamientos de la chica. Suspiró. Necesitaban información y la necesitaban inmediatamente, era el único modo de conseguirla.
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Bueno… ¿qué tal el capítulo?
Tuve un arranque de inspiración mientras intentaba memorizar un vocabulario extenso de latín :p Y este fue el resultado.
Espero recibir vuestros comentarios en forma de reviews ok?
Ya sabeis, acepto sugerencias para incluirlas en mi fic y si veo que no pega aquí, hago un oneshot con ellas :D
La cuestión es no dejar nunca de escribir! Jejejeje
Bueno chicos, encantada de escribir para vosotros.
Dejadme vuestros mensajes.
Un besito y sed felices!
Nos leemos pronto!
En el próximo capítulo…
-Lo ha pasado muy mal y lo último que deseo es tener que enfrenarme a ti por que le has hecho daño
-Te estás divirtiendo con todo esto ¿cierto?
-¿Es que tiene miedo de que le hagamos algo a Potter, profesor
-No. Tengo miedo de que él pueda hacerles algo a ustedes.
-¿Dónde vas?
-Mista va a dar un paseo.
-No. Quizá deberíais empezar a hacer lo que queréis hacer y no lo que Albus os recomienda…
- ¡Querían robarle un recuerdo Erebor!
-¿Has peleado con tu pegaso?
-¿Desde cuando puedes transformarte en lechuza?
-Remus, estaré bien
Dolor. Rabia. Lágrimas pasadas, sentimientos de decepción hacia ella misma y hacia los demás, hacia aquellos que la juzgaban sin molestarse antes en conocerla.
"Sin reglas, sin normas, utiliza todo el poder que quieras"
-¿Es ella "el león" de la carta de aviso?
-Sí, y quiero darle las gracias…
