Muy buenos días a todos los que me leeis!
Que tal estais?
A ver, a norma general, me han preguntado por la acción y el romance de la historia, pronto empezará, lo prometo… es que no quiero precipitar las cosas y que se estropeen, ¿vale? Solo teneis que ser un poquito pacientes, además, no me negareis que así os engancha más la historia, ¿verdad?
Jjejejeje que mala soy :p
Bueno, aquí os dejo otro capítulo para que sigais leyendo y me dejeis esos reviews que tanto me gustan y que leo siempre siempre siempre, aunque no los conteste últimamente por falta de tiempo :p
En fin, espero que disfruteis del capitulo; un besito a todos!
CAPITULO 13: Un león encontrado
"Harry miró el remanso del lago que tenía delante de él y donde Erebor lo había llevado a practicar la magia aquel día. Debía de medir unos veinte kilómetros de diámetro, eso sin contar la cascada que caía desde la cima de aquella pared rocosa de superficie lisa debido a la erosión que el agua había formado en la roca. Volvió a mirar al dios que parecía bastante divertido con la reacción del chico.
-Estás bromeando, ¿verdad? –preguntó Harry.
Erebor negó con la cabeza mientras se cruzaba de brazos y se recostaba contra una de las rocas.
-¿En serio pretendes que congele todo el lago? –preguntó en tono lastimero el muchacho. Erebor sonrió y asintió-. No puedo hacerlo Erebor.
-Ni siquiera lo has intentado, Ainur –le contradijo Erebor-. Si después de intentarlo cien veces no lo logras, podrás decirme que no puedes hacerlo, pero hasta entonces… -le hizo un gesto con la mano en dirección al lago, a modo de invitación de que empezara ya a hacer lo que tenía que hacer.
Harry frunció el ceño pero no lo contradijo; había aprendido a diferenciar entre los guardianes y los protectores; los guardianes le enseñaban todo lo que sabían, los protectores eran su familia y en aquellos momentos Erebor era su guardián, aunque con una media sonrisa que demostraba que siempre sería su protector.
Cerró los ojos para aislarse del mundo, algo que le había enseñado Giliath durante los primeros días de su entrenamiento y tal y como Erebor le había indicado la primera vez que le enseñó a hacer magia sin varita, concentró su poder en obtener energía de todo lo que le rodeaba; las plantas, los árboles, las piedras y rocas, los diferentes animales que allí habitaban, las nubes y los rayos del sol formaban parte de aquel todo que él tomó para concentrar su magia interna.
Había utillizado aquel método para lograr sacar su magia al exterior; según lo que Stell y Erebor le habían enseñado, todo ser vivo tiene el potencial de la magia dentro, la diferencia es que algunos eligen no utilizarlo y con el tiempo, olvidan como hacerlo, como era el caso de los muggles; los magos, al ser mortales, tenían que utilizar una varita para canalizar esa magia y lograr que saliera al exterior, pero los dioses podían hacer magia sin varita, y él, como descendiente de Lahntra, también podía hacerlo, pese a que le hubiera costado en un principio y aún ahora le costaba y para ello tuviese que servirse de elementos externos a él que le dieran las pautas para poder extender su magia.
Concentró su poder y formó una pequeña esfera blanca brillante en la palma de su mano que lanzó hacia el lago; la pequeña esfera flotó un par de centímetros por encima del agua y después obedeció al gesto que Harry hizo, elevando su mano y elevándose ella misma un par de meros por encima de la superficie.
-Invoco al hielo para que me obedezca… -murmuró Harry.
Erebor sonrió. No se sorprendió cuando la esfera de Harry rozó el agua y una capa helada se extendió desde aquel punto que había sido tocado hacia los lados, en un radio de dos metros.
-Vamos, Ainur, puedes hacerlo mejor… -lo incitó Erebor. Harry frunció el ceño; no en un gesto de molestia o de enfado, sino de preocupación-. ¿Ocurre algo, Ainur?
-Me molesta –le indicó. Erebor lo miró enarcando una ceja-. Tomar la energía de las cosas, es como si hiciera interferencias con algo… me resulta difícil…
-Harry, ¿cuándo hiciste esto por última vez? –le preguntó Erebor extrañado.
-Hace un par de días, cuando Giliath me enseñó a controlar el fuego –explicó el chico.
-¿Y no ha ocurrido nada desde entonces? –aventuró Erebor.
-No –negó el chico-. Bueno…
-¿Qué?
-Anoche, hacía calor así que me desperté con la intención de enfriar un poco mi cuarto para poder dormir, pero apenas lo pensé, noté como el aire empezaba a enfriarse –se encogió de hombros-. No le di importancia…-Esta vez, fue Erebor quien frunció el ceño-. ¿Ocurre algo?
-Nada. Harry, quiero que intentes hacerlo de otro modo –le pidió. El adolescente le miró-. Quiero que intentes sacar la energía de ti, la magia de ti, olvida tomar la magia y la esencia de todo lo que nos rodea, ¿de acuerdo?
-Pero yo no…
-Sí estás preparado –se anticipó Erebor como siempre a lo que el chico iba a contestarle-. Sólo debes seguir tus instintos Harry… Vamos, sé que puedes hacerlo.
Harry suspiró cuando Erebor se alejó de él. ¿Podía hacerlo? Apenas hacía unos días que había empezado a utilizar la magia sin varita y ya quería que lo hiciera solo, ¿en serio Erebor creía que estaba preparado para ello? Sabía que el dios no se lo hubiera dicho si no lo estuviera, así que suspiró resignado y se concentró en lo que iba a hacer a continuación.
Cerró los ojos, más por costumbre que por necesidad y buscó dentro de él. Buscó la frialdad que podía poseer su corazón y su alma; todos los sentimientos y recuerdos que le propiciaban esa frialdad, los engaños, la traición, las muertes, el odio… todos los sentimientos negativos… Había aprendido con Stell que cada persona relacionaba un elemento con unos sentimientos, y en su caso, él relacionaba todo lo malo con la frialdad; cuando Erebor y Giliath le escucharon le dijeron que era normal, después de todo, era una máscara de frialdad lo que Harry estaba utilizando en aquellos momentos para que nadie viese lo débil que era por todo lo que le había ocurrido en su vida.
Una sensación de frío se apoderó de su cuerpo; notó como algo helado le recorría cada centímetro de su piel y casi podía sentir como la sangre se le congelaba con cada nuevo pensamiento y el recuerdo de cada sensación. Hielo. Pensó en hielo y en sus manos apareció una diminuta esfera plateada que parecía difuminarse hacia los lados, queriéndose confundir con el paisaje, casi como si una nube de niebla la cubriese. Harry la elevó y la mandó al centro del lago.
Él estaba helado, tenía frío y a pesar de ello, parecía estar bien; no le molestaba, al contrario, parecía estar bastante cómodo. Su elemento principal, el aire, soplaba contra su nuca proyectando el viento hacia delante, empujando la esfera hasta el lugar que Harry deseaba.
-Estalla… -murmuró el chico mirando la esfera.
Antes de saber cómo lo había hecho, la esfera se desvaneció en el aire y se dispersó en todas direcciones, creando un semicírculo sobre el lago, cubriéndolo por completo y llenando ese espacio de niebla y bruma blanca. Cuando el escudo desapareció, una gruesa capa de hielo coronaba el lago por completo, cubriendo incluso las rocas y plantas que había alrededor del lago. Fue sólo en ese momento en que Harry notó que sus manos estaban congeladas.
-¿Estás bien, Ainur? –preguntó Erebor temblando ligeramente. El chico asintió-. Has hecho un buen trabajo –le dijo mirando el lago.
-El agua y el hielo son cercanos –se encogió de hombros-, es normal poder hacer…
-Sí, sí, lo que no es tan normal es lo que has hecho con la cascada, ¿no te has fijado?
Harry alzó su mirada y sus ojos verdes se abrieron cuando vieron que el agua que caía desde lo alto de la montaña rocosa, estaba quieta, paralizada, congelada.
-¿Yo he hecho eso? –preguntó el chico.
-Sí, así que será mejor que empecemos a aprender a controlar eso o uno de tus ataques de ira podrían dejar a todo Ahsvaldry congelado –bromeó.
Harry sonrió y tomó su capa que se había quitado. Erebor lo llamó y Harry se giró hacia él.
-¿Te importaría descongelarme? –apuntó a sus pies y Harry tuvo que reprimir una sonora carcajada; Erebor estaba literalmente congelado de rodillas hacia abajo.
-Perdona… -hizo un giro de muñeca y tres bolas amarillas aparecieron en su mano. Harry las observó un segundo-. Invoco al fuego para que sea mi siervo… -las esferas adoptaron llamas diminutas chisporroteantes que a Harry le atrajeron bastante; un simple gesto y las esferas de fuego se distribuyeron deshaciendo lo que el hielo había causado, incluido el hielo que cubría los pies y pantorrillas del dios.
-Vamos, esto tenemos que contárselo a Giliath –pidió Harry como un niño pequeño.
Erebor se alegró de que aún conservara una parte de ese espíritu que creía haber perdido.
Cuando Blaise salió del baño se encontró con Draco sentado en su cama. Hubiese sido completamente normal si no fuera porque Draco aún no estaba completamente vestido y tenía una expresión de dolor en el rostro mientras que se llevaba la mano izquierda a la nuca. Aún secándose el cabello con una toalla verde, el moreno le miró.
-¿Estás bien? –le preguntó.
-Sí… sólo que no he dormido muy bien esta noche… -admitió a regañadientes.
Blaise asintió en silencio. Lo sabía; lo había escuchado dar vueltas y gritar de forma ocasional pero no había querido despertarlo; conocía a Draco muy bien y sabía lo susceptible que se volvía el príncipe de Slytherin con ese tema.
-Quizá deberías hablar con Snape –sugirió Blaise. Draco lo miró como si lo fuera a fulminar con la mirada en cualquier momento-. Bueno, después de todo, es tu padrino, ¿no?
-No me ocurre nada Blaise, no quiero que Severus se preocupe por idioteces como esta… supongo que esto de tener que estar pendiente de Potter todo el rato me fastidia mucho y además teniendo en cuenta que Ollivers seguramente disfrutará y alardeará de poder revisar mis pociones … -Blaise asintió en silencio-. Si mi padre llegara a enterarse de que una mestiza como ella supervisa mis pociones, le daría un ataque… -añadió con cierto tono sarcástico.
Blaise dejó la toalla sobre el baúl mientras se situaba frente al espejo para acomodarse el cabello, de espaldas a Draco. A través de la imagen vio como el chico volvía a contraerse en una mueca de dolor y como se masajeaba él mismo la zona de la nuca. Frunció el ceño y recurrió a su humor para ver si el chico sonreía, ya que en esa habitación y alejados del resto del mundo era cuando Draco sonreía de verdad.
-Bueno, míralo por el lado bueno –recomendó atrayendo la atención del rubio que lo miró a través del espejo-, si a tu padre le da un ataque no tendrás que preocuparte por seguir sus pasos con el Lord.
Pese a sus pocas ganas, Draco sonrió.
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Harry se detuvo frente a la gárgola de piedra que conducía al despacho de Dumbledore. Le hubiese encantado intentar adivinar la contraseña de aquella semana para la entrada al despacho del director, pero en aquel momento, no estaba para juegos, extendió su mano y la gárgola se retiró rápidamente mostrando una escalera de caracol que subía a medida que iba surgiendo del suelo.
La puerta estaba cerrada con algún hechizo, podía notarlo desde allí; Harry movió su mano lanzando una leve ráfaga de viento y la puerta se abrió libremente dándole paso al despacho de Dumbledore, quién, sentado tras su escritorio, parecía sorprendido de que el chico hubiese entrado allí sin ningún tipo de problema.
-Si se está preguntando porqué su gárgola no le informó de mi presencia o cómo fui capaz de abrir la puerta, olvídelo porque no voy a decírselo –sonrió-, aunque si yo he podido hacerlo, le aseguro que Voldemort también podría hacerlo cuando le viniese en gana.
-Harry, buenos días ¿a qué debo tu visita?
-Deje en paz a los que alguna vez me rodearon –dijo calmadamente el chico apoyando sus manos en la mesa del hombre y acercándose hacia él-. Deje tranquilos a los que me rodean.
-No sé de qué…
-Lo sabe perfectamente –un pinchazo en su sien derecha le hizo sonreír de forma siniestra, mandándole un aviso a Dumbledore que rompió el contacto visual con el chico-. Y deje de hacer eso cada vez que me ve por los pasillos, en clases o en el Comedor. No va a poder atravesar mis barreras, director y no voy a dejar que atraviese la de aquellos que me rodean, ¿está claro?
-Harry… sólo quiero ayudarte… -intentó hablarle el director.
-¿Cómo? ¿Haciendo que mis amigos me traicionasen? –Albus le miró-. ¿Haciéndoles creer que lo mejor que podían hacer por mi era quitarme los recuerdos que tengo de mis padres? –lo miró firmemente -¡¿Los únicos recuerdos felices que de verdad tengo!
-Harry… tú no puedes entender…
-¡No! –le gritó el chico. Fawkes lo miró desde su percha-. ¡Es usted el que no puede entenderlo! ¡Usted tuvo una buena infancia, nadie quiso manipularlo como usted ha estado haciendo conmigo! –intentó calmarse respirando entrecortadamente-. Acepté volver a Hogwarts para que Voldemort siga creyendo que estoy en desventaja frente a él, acepté venir porque sus queridos amigos seguirán enviando a sus hijos a Hogwarts siempre que yo esté aquí porque saben que usted hará lo posible para proteger el castillo porque yo estoy aquí y eso me conviene, de ese modo, habrán magos cualificados; pero jamás acepté venir para que siguiese manipulando a la gente.
-Harry no es lo que…
-No voy a advertírselo ni una sola vez más, director. Vuelva a intentar hacer algo así de nuevo, metiendo de por medio a Remus o a cualquier otra persona que me importe de verdad, y deseará no haber conocido a Harry Potter. ¿Lo ha entendido?
Albus suspiró.
-No volverá a repetirse, Harry… -afirmó el hombre.
-Podría entrar en su mente ahora mismo y ver si miente o dice la verdad –le aclaró Harry -. Podría hacerlo y usted no se daría cuenta de ello… Pero no lo voy a hacer, voy a darle un último voto de confianza… No lo desperdicie.
Antes de que el hombre contestase, sin esperar réplica, sin esperar nada, Harry salió del despacho más calmado de lo que había entrado.
Dumbledore suspiró y, como siempre que buscaba consejo, se giró hacia la percha de Fawkes.
-¿Tú también me vas a juzgar, Fawkes?
El fénix rojizo lo miró, sin temor a los ojos y después de emitir unas leves notas, abrió las alas y batiéndolas con fuerza, salió del despacho por la ventana. El director dejó las gafas suavemente sobre la mesa y cerró los ojos.
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En el vestíbulo a aquella hora no había nadie; o bien estaban en el Gran Comedor desayunando o los más perezosos como sabía que sería el caso de Ronald Weasley, aún estaban terminando de vestirse dado que se habían levantado tarde.
Sin embargo, sentada en las escaleras principales, se podía ver la figura de una chica sentada, con el rostro oculto tras un libro en el que parecía que estaba bastante enfrascada, pues ni siquiera se giró cuando dos chicos de Ravenclaw pasaron por su lado y se susurraron algo el uno al otro para después echarse a reír. Harry pudo apreciar como la chica lanzaba un suspiro al aire pero no decía nada.
-¿Verónica Ollivers? –preguntó colocándose delante de ella. El libro bajó y tras él, un rostro amigable y que hacía poco que había conocido se hizo visible-. ¡Tú!
-Vaya, parece que nos encontramos en todas partes –le sonrió la chica-. Encantada de conocerte Potter –dijo ella.
-Así que tú eres la chica con la que tendré que compartir mis tardes verificando las pociones ¿verdad? –ella se encogió de hombros-. Espera, ¿el profesor Snape te amenazó para que aceptarás el puesto?
La chica lo miró unos segundos incrédula, preguntándose si estaba hablando en serio o no y luego rompió a reír de forma suave. Harry quedó prendado del sonido de su risa casi sin darse cuenta.
-No, no me ha amenazado… Supongo que querías hablar de nuestro horario ¿verdad?
-Sí, bueno, yo este año no tengo quiddich así que tengo las tardes libres, aunque necesito un par de tardes libres para… -ella lo miró-… bueno para hacer unas cosas con…
-No tienes que darme explicaciones Potter –le contestó ella sonriendo-, no te las he pedido. Además, yo también necesito algunas tardes libres –él la miró-. Me gusta perderme por el colegio y leer un rato…. –le confesó como si fuera su mayor y oscuro secreto.
-Entonces –él le devolvió la sonrisa-, ¿te parece bien los lunes, miércoles y jueves a las cuatro en el laboratorio?
-Perfecto –contestó ella-. Ahora si me disculpas, tengo que pasarme por la biblioteca, tengo que recoger un libro que olvidé ayer.
-Espera me gustaría hablar de algo contigo.
-¿De qué se trata?
-Gracias –dijo el chico tranquilamente. Verónica lo miró extrañado.
-¿Por qué?
-Porque sé que fuiste tú quien me envió esa lechuza el otro día con la nota avisándome de que Hermione y Ron tramaban algo… de nuevo…
-Oh, eso… ¿cómo supiste… -sonrió al recordar a Neville Longbotton pidiendo a toda la torre de Gryffindor que escribiera en un pergamino "un león"-… Longbotton… -no lo preguntó.
-Sí, Neville es un gran amigo –le contestó Harry.
-No he hablado mucho con él, así que no puedo opinar –le contestó ella.
-¿No opinas de alguien si no lo conoces? –preguntó interesado Harry.
-No. Nunca me han gustado que me juzguen y es lo que suelen hacer a menudo… -su voz se notaba triste pero una sonrisa seguía adornando su rostro-. Así que procuro no juzgar a nadie.
-No todos hacen eso…
-Me gusta pensar que no soy como "todo el mundo" –contestó ella.
-Ya…Bueno, pues lo dicho, gracias por enviarme aquella nota.
-¿Ya lo han hecho? –preguntó Verónica. Harry la miró enarcando una ceja-. Bueno, yo… ahora creerás que soy una entrometida… -se lamentó sonrojándose-… Sólo quería saber si… bueno, si ellos habían intentado hacer algo porque… Bueno, saber si mi nota sirvió de algo o… -Harry la interrumpió en su discurso riendo con suavidad-. ¿Qué?
-Nada… no tienes mucha seguridad en ti misma ¿verdad? –le dijo al ver el modo en que la chica vacilaba y se sonrojaba-. No deberías de dudar de lo que dices nunca –le recomendó.
-Yo no… -suspiró-… nunca dudo de lo que digo, es sólo que dudo de que a la persona que se lo digo le vaya a sentar bien o mal, no me gusta meter la pata y equivocarme… -le contestó en voz baja avergonzada-. Tengo que irme, tengo clase de Herbología en cinco minutos.
-¿Sin desayunar? –se extrañó Harry.
Verónica se encogió de hombros.
-No tengo hambre –se limitó a contestarle.
Peeves pasó por encima de ellos en aquellos momentos lanzándole a los dos chicos una cascada de barro, seguramente por el olor, extraído del lago. En un gesto instintivo, Verónica alzó las manos para cubrirse la cabeza dejando caer el libro que llevaba contra su regazo al suelo y cerró los ojos con fuerza. No era la primera vez que el poltergeist le lanzaba algo parecido y ya sabía lo que vendría a continuación. Se equivocó; en lugar de las carcajadas y miradas de los demás, la voz de Harry resonó cerca de ella.
-¿Estás bien?
-Sí… -abrió los ojos y vio que tanto el chico como ella estaban completamente limpios. Lo miró interrogante-. ¿Qué…
-Un escudo –se limitó a decirle él-. Tu libro –señaló el libro en cuestión que se había caído al suelo y se agachó a recogerlo al mismo tiempo que ella.
Por un segundo, sus manos se tocaron y Harry notó como el colgante empezaba a quemar contra su piel; quemazón que desapareció tan pronto él rompió el contacto.
-Gracias… -le dijo la chica-… Tengo que ir a clases. Ya nos veremos, Potter.
-Harry –ella lo miró-. Llámame Harry, ¿quieres? Después de todo, eres un león –le guiñó un ojo.
-Creí que tú ya no lo eras.
-¿Bromeas? Aunque ahora también pertenezca a las demás casas, sigo siendo un león; cuando se ha sido un Gryffindor siempre seguirás siéndolo –le sonrió-. Nos vemos el lunes, no lo olvides Ollivers.
La chica asintió y se giró para salir del castillo en dirección a los invernaderos. Harry la miró unos segundos antes de darse la vuelta. Verónica se mordió el labio inferior y se giró para gritarle.
-¡Verónica! –le dijo ella. Harry la miró enarcando una ceja y ella se limitó a encogerse de hombros-. Después de todo, eres un león.
Harry asintió y le sonrió.
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Aquella noche no bajó a cenar. Dobby apareció para su sorpresa sin ser llamado, con una bandeja llena de una deliciosa sopa de cangrejo, pescado al horno y dulces de chocolate recubiertos con caramelo, además de haber añadido una jarra de zumo de calabaza, otra de agua, y una copa de vino que a Harry se le antojó nada más la vio; estaba aficionándose al vino, no había duda de ello.
-¿Quién ha…
-El señor Erebor me pidió que le trajera la cena a la habitación, señor Harry Potter –explicó Dobby con su vocecilla chillona y sus ojos abiertos mirando al chico que lo había liberado y tratado por primera vez como un igual-. Dijo que no bajaría a cenar y me pidió que la trajera, ¿hice mal, señor Harry Potter?
Harry negó con la cabeza aún mojada de la reciente ducha que se había dado para aclarar las ideas y desentumecer los músculos.
-No, no has hecho nada malo Dobby –le sonrió-. Gracias.
-Es un placer ayudar al señor Harry Potter –le sonrió feliz y el adolescente lo imitó-. Si hay algo más que pueda hacer por el señor Harry Potter, Dobby lo hará, señor.
-No, gracias Dobby. La cena tiene un aspecto muy bueno.
Dobby sonrió y se inclinó a modo de agradecimiento por el cumplido, chasqueó los dedos y con un ligero ¡plof! Desapareció de la vista de Harry.
Harry se sintió obligado a agradecer a Erebor que hubiera pensado en él. Concentrándose en la energía del dios, lo encontró en el Gran Comedor, las auras de Giliath, Derin y Remus lo rodeaban. Estaban calmados.
"-¿Erebor?
-Ainur, ¿ocurre algo?
-Nada, gracias por la cena.-le dijo sinceramente Por el tono de su voz, adivinó que Erebor parecía divertido.
-De nada, supuse que tendrías que comer algo si quieres dar ese pequeño viajecito para verla. La conocí a ella y sé que me despellejaría vivo si te enviara allí sin comer.
Harry sonrió.
-Iré a verla ahora mismo. Gracias de nuevo. ¿Podéis manteneros fuera de esto por un par de horas? Necesito…
-No tienes que dar explicaciones, Ainur –le dijo Erebor exasperado de que el chico siempre quisiera disculparse por todo lo que hacía, ya fuera bueno o malo-. Sólo avísanos cuando estés de vuelta.
-Remus…
-Giliath y él practicaran Oclumancia en cuanto termine la cena, eso le mantendrá ocupado un buen rato. Derin y yo iremos a dar una vuelta por el castillo; no queremos tener sorpresas desagradables como la de la otra noche.
-Creí que no se habían encontrado más espías –frunció el ceño-. ¿Hay algo que no sepa y que debería saber?
-No, nada Ainur, no hemos encontrado nada, pero nunca está de más prevenir, ¿no crees?
-De acuerdo. Hasta luego, entonces.
-Hasta luego Ainur.
-Tened cuidado –recomendó el chico.
-También tú. Si te ocurriera algo, Giliath no lo soportaría."
Sabía por qué Erebor le pedía que tuviera cuidado. Hacer lo que pretendía hacer reclamaba una gran cantidad de energía; un mago normal no sería capaz de hacerlo e incluso él había tenido problemas las primeras veces que lo había intentado porque no medía bien el tiempo que podía estar en aquel plano paralelo al suyo.
Sabía que quedarse allí más tiempo del que su cuerpo podía resistir podía significar quedarse sin fuerzas para regresar a su plano, ese era el motivo de que Giliath estuviera tan preocupada por él. Sabía que Harry iba a hacerlo, dijera lo que dijera o hiciera lo que hiciera, el chico estaba decidido a ir al plano irreal para verla. Cinco veces la había visto, pero para él siempre le había sabido a poco.
Después de dar el último trago a su copa de vino y tomar el último bocado de su postre, Harry hizo un movimiento de mano y una elegante túnica negra con los puños y el cuello alto ribeteados en verde, lo vistió por completo.
Se relajó en su sillón e invocó a sus poderes.
-Invoco el poder de la lágrima de Lahntra para visitar a mis ancestrales dioses y mi linaje. Invoco el poder de la lágrima de Lahntra como su depositario y su descendiente. Invoco el poder de la lágrima de Lahntra bajo la protección de Eredith y Axenon. Escucha mi llamada, escucha mi petición, lee mi mente y llévame allí donde puedo ver a quien mi corazón anhela en estos momentos.
Sintió su propia magia concentrarse a su alrededor creando el efecto de una burbuja, parecida a la burbuja de protección que él mismo se había lanzado en incontables ocasiones para protegerse durante los entrenamientos. Su aura dorada lo envolvió completamente y Harry sintió como su elemento jugaba a su alrededor, en una clara actitud de protección que al chico aún después de tanto tiempo, seguía impresionándole.
Una voz dulce se escuchó en su cabeza.
"Abre los ojos, Ainur, tu petición ha sido cumplida"
Harry obedeció. Parecía que una réplica de Ahsvaldry había ido a parar a aquel plano. Altas montañas y frondosos bosques, hermosas colinas y verdes valles, riachuelos frescos que bañaban y daban vida a interminables mantos de flores que eran la delicia de las mariposas.
El plano irreal… El único lugar al que el descendiente de Lahntra podía acceder estando con vida; el lugar en el que las almas de todos aquellos que una vez poseyeron la lágrima de Lahntra estaban atrapados hasta que la profecía y la muerte de Elea llegara, y con ella, la libertada para todas y cada una de las almas que allí aguardaban. Una mujer pelirroja, vestida con una túnica vaporosa, de gasa, de color blanco, ceñida a la cintura con un cordón rojizo se acercó hasta él caminando descalza y con una dulce sonrisa. Pero fueron sus ojos verdes alegres y dulces, que lo miraban como sólo ella podía hacerlo, lo que lograron hacer que Harry sonriese de forma sincera como no lo hacía desde hacía mucho tiempo.
-Pequeño… -le saludó abrazándolo-… mi pequeño…
Se dejó abrazar por la mujer, escondiendo en el hueco de su cuello su rostro, dejando que las manos de la mujer le revolviesen el cabello como siempre hacía cuando iba a verla. Notó la presencia de algunas almas a su alrededor pero no le prestó atención; todos en aquel plano sabían quién era él y ninguno le haría daño. La calidez de la mujer lo hizo estremecerse y su mente viajó a un recuerdo lejano en el que el olor a chocolate, las risas y las notas provenientes de un viejo violín se entremezclaban para dar una perfecta armonía de la vida que podía haber tenido.
-Hola mamá… -susurró aún con el rostro enterrado-… Necesitaba verte…
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Lucius Malfoy entró precediendo a Voldemort en los fríos calabozos de la mansión. Tan pronto Voldemort miró en el interior de la celda fría y lúgubre, los seis ojos de la quimera se posaron sobre él en un vano intento por controlar la mente de aquel ser que tenía delante.
Muerte, sangre, ira contenida, arrogancia, ansías de gobernar el mundo y ganas de adquirir poder y esclavizar no sólo a los humanos y magos si no también a los propios dioses que en una ocasión condenaron a los de su raza a vivir en el olvido. Eso era todo lo que había en la mente de Voldemort, eso fue lo único que la quimera había visto y lo único que quiso ver.
No vio las muertes de niños ni escuchó el llanto de las mujeres al perder a sus hijos, maridos, hermanos y padres en la guerra que él había iniciado; no quiso atender a los ruegos que nunca fueron escuchados ni escuchó las maldiciones que habían salido de la magia oscura de Voldemort.
-La libertad a cambio de la alianza de los de tu raza –le ofreció Voldemort en un insinuante siseo-. Únete a mí y los dioses pagarán por haberos condenado a vivir en las sombras y la oscuridad.
Lucius miró a su Señor. No quería que se enfadara con él y por eso mismo había rechazado la idea de conseguir la información que necesitaban y luego terminar con la mera; el Señor Oscuro había sido muy claro en ese sentido: deseaba una alianza con las quimeras para utilizar su magia ancestral.
La quimera lanzó un rugido oscuro y escalofriante. Voldemort sonrió cuando las tres cabezas se inclinaron ante él en señal de sumisión.
-Pronto la tendremos. –anunció Voldemort.
Por alguna razón, Lucius no creyó que fuera a ser tan fácil.
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Había hablado con su madre de todo y de nada, como siempre; simplemente se limitaban a susurrarse cosas sin sentido, a hablar de cosas que parecían no tener importancia, como las clases, la semana… a veces Lily le contaba cómo eran de jóvenes y entonces Harry decía algo que le recordaba a James y la mujer se entristecía… Era entonces cuando Harry le prometía que haría todo lo posible por unirlos a ambos… Cuando Harry caminaba hacia el Gran Comedor para tomar un merecido desayuno después de haberse despertado temprano y haber estado entrenando con Derin, un muy sofocado Neville había gritado su nombre en el pasillo consiguiendo que se detuviera mientras le decía que había un pequeño problema en la sala común de Gryffindor y que el director Dumbledore le había aconsejado que fuera él quien lo solucionase, dado su nuevo cargo de director de estudiantes; así que a Harry no le había quedado más remedio que ir. Pero ni por asomo se esperaba encontrarse una escena así en Gryffindor, aquello era más propio de las serpientes.
La sala común de Gryffindor parecía un campo de batalla cuando Harry llegó allí aquella mañana. Dos bandos se habían formado en medio de la sala de los leones, uno de ellos había volcado la mesa y se habían atrincherado tras ella lanzando distintos hechizos y maleficios suaves hacia el otro bando que, al ser menor, permanecía atrincherado tras los sofás de la sala, con la chimenea detrás de ellos y que más que tacar, parecían más interesados en defenderse.
Los más pequeños permanecían en el piso superior, sacando la cabeza de vez en cuando
Harry miró a Neville a su lado y el chico rodó los ojos.
-Ya te dije que había un asunto complicado en la sala común de Gryffindor.
Se agacharon a tiempo cuando un hechizo aturdidor se dirigía hacia ellos rebotando en la pared que tenían a sus espaldas y Harry decidió que ya había sido más que suficiente. Convocó su poder agradeciendo que todos estuvieran demasiado ocupados para fijarse que no había utilizado la varita y mediante un hechizo silencioso de convocación, las varitas de todos los alumnos presenten fueron a caer a sus pies, provocando que todas las miradas se dirigieran a él que ni siquiera se inmutó.
-Cien puntos menos para Gryffindor –anunció Harry con voz grave y entre dientes. Los chicos lo miraron asombrado y cuando una chica de séptimo estaba a punto de hablar Harry la disuadió-, y deberían de ser cincuenta por cada uno de los alumnos que están involucrados en este ataque mutuo, así que será mejor que nadie diga nada a menos que yo se lo pida –añadió. La chica cerró la boca de inmediato, pero por su mirada, Harry pudo adivinar de qué parte estaba la chica.
-Ahora que tengo vuestra atención, -recordó tomar su varita falsa y con un movimiento simple hizo que tanto la mesa como las sillas y las butacas y sofás volviesen a su lugar originario-, ¿Qué diablos ha pasado aquí? –le preguntó a Neville que seguía a su lado.
-La cosa empezó cuando se enteraron de que ayudarías al profesor Snape –se encogió de hombros el chico-. Algunos te tacharon de pasarte al bando enemigo y otros intentaron defenderte… pero fuimos la minoría –señaló al grupo que permanecía cerca de la chimenea-, el resultado es el que viste. Harry, ¿puedo tomar mi varita?
Harry se preguntó a qué se refería y entonces se dio cuenta de que también la varita de Neville había sido convocada a sus pies; el chico asintió sin decir nada, pero cuando un chico de quinto se acercó a tomar también la suya, los ojos de Harry le disuadieron de hacerlo.
-Neville, asegúrate que los pequeños estén bien –le pidió después de asegurarse de que no había ninguno de primero en la sala común y que la pelea había sido en su mayoría por miembros de tercero en adelante, aunque también habían algunos de segundo que, según supuso el moreno, se habrían quedado más por curiosidad que por otra cosa-. ¿Y los prefectos de sexto?
Sabía que los de séptimo estaban a punto de llegar de hacer la última ronda de vigilancia; generalmente llegaban a esa hora, se duchaban y asistían a las clases. Ron salió de entre las filas que habían estado cerca de las mesas, obviamente incómodo por ese hecho, ya que significaba que se había puesto del bando que consideraba a Harry un traidor por pasarse al lado oscuro únicamente por darle clases a una Slytherin.
-Lo siento Harry –se disculpó el pelirrojo-, no pudimos hacer nada… intentamos evitarlo pero…
-¿No pudisteis hacer nada o no quisisteis? –inquirió Harry tranquilo-. Se te veía muy cómodo desde ese lado de la mesa, Weasley –le dijo llamándolo por su apellido cosa que no pasó desapercibida para nadie-. ¿Y Granger?
-En la enfermería –se apresuró a contestar un chico de cuarto que estaba junto a la chimenea mientras le dirigía una mirada mortal al prefecto pelirrojo.
-¿En la enfermería? ¿Qué ha ocurrido? –Neville bajó las escaleras y le indicó a Harry que los de primero estaban bien, impresionados, pero bien.
-Ollivers fue alcanzada por un hechizo aturdidor –explicó el mismo chico. Harry lo miró y luego dirigió su mirada a Ron que bajó la cabeza avergonzado.
-¿Quién lo lanzó? –formuló la pregunta. Nadie contestó-. Voy a repetirlo una vez más y si no me decís quién lanzó el hechizo aturdidor a una de vuestras propias compañeras, os juro que estaréis toda la torre de Gryffindor castigada hasta que acabe el curso y teniendo en cuenta que apenas hace una semana que empezaron las clases, eso es mucho tiempo, así que, ¿quién lanzó el hechizo?
-Iba dirigido a mí Harry –le comunicó Neville. El moreno lo miró-. Me giré un momento sin darme cuenta de que el hechizo venía, Ollivers se dio cuenta y me apartó empujándome, por eso el hechizo me dio a mí.
-¿Quién fue?-Nadie contestó. Entonces una idea vino a la cabeza de Harry-. El aludido no puede contestar porque no está aquí ¿verdad? –sus ojos buscaron los de Ron que, al verse acosado por las orbes verdes de Harry no pudo disimular una mirada de culpabilidad. Una sonrisa sarcástica se formó en su cara-. Hermione… -dijo. Ron no pudo negarlo-. Será mejor que el prefecto –miró a Ron-, se encargue de que todos estén bien y vayan a sus clases o donde tengan que ir, quiero una lista de todos los presentes en la pelea para la hora de la comida ¿entendido? –Ron asintió-. Neville, te dejo al cargo hasta que los prefectos de séptimo lleguen de su ronda; quiero a todos los alumnos en la sala común a las tres de la tarde, y a partir de esa hora, ningún Gryffindor implicado en la pelea saldrá de esta sala hasta que hable con la profesora McGonagall, ¿entendido?
Las miradas incrédulas de los alumnos se cruzaron en su camino, pero ninguno se atrevió a decir nada; el nuevo carácter de Harry daba miedo.
-Entendido Harry, ¿yo también debo…
-Tú no estabas en la pelea Neville, viniste a avisar a un superior cuando eso era lo que debería de haber hecho un prefecto –miró a Ron de soslayo que con las orejas rojas empezaba a anotar en un pergamino los nombres de los implicados-. Recoge las varitas de los chicos y entrégaselas a los prefectos cuando vengan, ¿entendido?
-¿Dónde vas tú? –preguntó el chico.
Su respuesta fue seca, dura y fría, y ninguno de los que escuchó el tono de Harry deseó estar en la piel de Hermione Granger en aquellos momentos.
-A la enfermería.
Neville supo que aquel no sería un buen día.
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Hermione salió echa una furia hacia la sala común de Gryffindor después de discutir con Harry en medio del pasillo de la enfermería cuando el chico la hubo sacado allí después de asegurarse que Ollivers estaría bien; una discusión en la que ambos habían elevado la voz unos decibelios más de lo normal y en la que ella había terminado diciéndole que se estaba portando como un idiota arrogante y que debería saber quiénes fueron sus amigos cuando todos querían su fama; contestación que Harry había ignorado deliberadamente antes de decirle con voz tranquila y calmada que estaba castigada un mes por incitar a una pelea, lanzar un hechizo aturdidor y gritarle a un superior, faltas bastante graves, además de asegurarle que eso estaría en su expediente académico.
Nadie se atrevió a decirle nada cuando entró en la torre de Gryffindor taconeando ruidosamente y girando su mirada hacia Ron lo fulminó con la mirada antes de decirle:
-No voy a ir a clases, así que invéntate lo que te de la gana –apenas le había dado tiempo a verlo asentir antes de subir por las escaleras, entrar en su habitación y tirarse sobre la cama después de lanzar un hechizo de privacidad sobre los doseles de la misma.
Sin saber cómo, el enfado fue pasando a enojo y el enojo a ira mientras recordaba la discusión que había tenido con Harry.
(flashback)
No había querido darle a esa chica de cuarto, por supuesto que no. Había sido sólo uno de los tantos hechizos que se estaban cruzando en la sala común; ella sabía perfectamente que Neville podría detener un hechizo como ese, lo habían practicado en el ED durante algún tiempo y Neville lo esquivaría fácilmente; pero no lo hizo; Neville tuvo que darse la vuelta justo en ese momento y fue cuando Verónica Ollivers lo apartó de la trayectoria haciendo que el hechizo le diese a ella.
Madame Pomfray le había asegurado que estaría bien y que sólo necesitaba descansar, nada más que unas horas de sueño reparador.
Había perdido el control. Lo admitía. Tan pronto se había enterado de que Harry ayudaría a Snape y a los Slytherins, había perdido el control sobre los miembros de su casa que se posicionaron rápidamente en dos bandos; aunque aún ahora ella no tenía del todo claro por qué había perdido el control de aquella forma, si había sido porque el profesor Snape le había elegido a él para ser su ayudante o porque el profesor que nunca le había dedicado una palabra de elogio a ella había calificado a Verónica Ollivers como su alumna más brillante pese a ser de cuarto curso; y pese a que en su mente una vocecita le indicaba que era lo normal debido a que él ya había aprobado sus EXTASI y obtenido el título de maestro de Pociones, su orgullo de estudiante perfecta que siempre había superado a Harry, se negaba en rotundo a aceptar que él fuera mejor que ella.
La figura de Harry se hizo presente en la enfermería. Hermione palideció sin darse cuenta al ver la expresión de Harry y sus ojos echando chispas seguramente porque se había enterado de lo ocurrido en la sala común.
El chico ni siquiera la miró; pasó por su lado y se dirigió a la enfermera con quien mantuvo una charla rápida a la que asintió y murmuró algunas cosas. Luego, se giró hacia ella y hacia la cama ocupada por Verónica Ollivers; se acercó hasta la chica y la miró como si quisiera inspeccionarla intentando averiguar si todo estaba bien o no.
-Granger, fuera, ahora –dijo el chico después de acomodar las sábanas de Verónica bien y dar media vuelta hacia la salida. Ni siquiera se molestó en mirar si Hermione le seguía, por su bien esperaba que así fuera.
-¿Se puede saber en qué diablos estabas pensando? –le preguntó tan pronto la chica salió de la enfermería-.¡Atacaste a uno de tus compañeros!
-¡Ese hechizo iba dirigido a Neville! –le contestó ella del mismo modo-¡Neville sabía protegerse de ese hechizo!
-Entonces, según tú, como yo soy capaz de defenderme de los ataques de Voldemort, ¿él es libre de venir y probarlo?-Hermione no contestó-. ¿De dónde has sacado esa idea tan estúpida? –preguntó el chico moreno.
-Yo no quería… no creí que ella fuera a meterse de por medio y…
-¡Maldita sea, Granger! –Hermione se encogió involuntariamente frente al grito de Harry y el chico intentó tranquilizarse.
-¡No sé de qué te sorprendes! ¡La culpa es tuya!
Los ojos de Harry le indicaron que no debería haber dicho eso último.
-¿Mía? ¿La culpa es mía? –preguntó sorprendido lanzando una carcajada sarcástica al aire de la mañana-. ¿De qué tengo la culpa exactamente? –le preguntó-. ¿De no seguir en la casa Gryffindor donde tú y Ron me habéis traicionado y habéis puesto a los demás en mi contra? –Hermione no contestó-. ¿De haber madurado lo suficiente para saber que tengo que ayudar a todos los que me pidan ayuda incluso si son Slytherins?
-¡Yo no he dicho eso!
-¡Habéis iniciado una pelea porque me he ofrecido a ayudar a Slytherin! –le gritó Harry-. ¿Qué lectura se supone que debo sacar de eso?
-No hemos iniciado una pelea, sólo queríamos defenderte.
-¿Por eso estaba Ron del lado de donde habían más alumnos, los cuales, fíjate tú que casualidad, son los que piensan que me estoy pasando al bando oscuro?
-¡Ron y yo sólo queríamos ayudarte como siempre lo hemos hecho y nunca nos los has agradecido!
-¡¿Ayudarme! ¡Hermione, por todos los magos y brujas que todos los tiempos, os he agradecido todas y cada una de las veces que me habéis ayudado con creces! Incluso más de lo que merecíais –añadió-. Y habéis sido vosotros los que me habéis pagado traicionándome. ¿Qué ayuda podía haber sacado yo de que me robárais mis recuerdos?
Hermione palideció por segundos.
-¿Remus te ha…
-Remus no me ha dicho nada –la cortó él-. Ya os dije que era un experto en legeremancia… ¿creíais que no iba a enterarme?
-Nosotros sólo queríamos…
-No. Basta ya Hermione… -le dijo él frío-… Podía haberos perdonado que me traicionarais el año pasado, podía haber perdonado los celos y la envidia de Ron porque son sentimientos humanos, podía haber perdonado tus comentarios siempre diciendo que haces las cosas por ayudar cuando siempre que haces las cosas las haces por tu propio beneficio o porque te aportan algo –Hermione enrojeció pero no dijo nada-… Podía haberos perdonado todo eso, incluso olvidado… Haber querido volver a empezar desde un principio… -hizo un gesto con la mano-… Pero ¿sabes qué? Que no tengo fuerzas para lidiar con personas que caerían tan bajo que iban a quitarme lo único que me queda en esta vida de mis padres.
-Nosotros sólo queríamos…--volvió a intentar Hermione sintiéndose ofendida
-No me importa lo que quisierais, Granger. A partir de este momento, el pasado en común que Weasley, tú y yo tuvimos una vez, es sólo eso, pasado… Lo que no entiendo es porqué estáis actuando así… Ninguno de los dos erais así… o quizá sí y yo no supe verlo…
-¿Por qué estamos actuando así? ¡Quizá porque te estás volviendo un idiota arrogante desde que has vuelto de donde quiera que hayas estado! Deberías saber quiénes fueron tus amigos cuando todos querían tu fama.
Harry ni siquiera se molestó en gritarle de vuelta. Eso era lo que ella quería. Pelear con él para tener una excusa y poder decir que tiene una razón para estar enfadada con él, más para tranquilizar a su propia conciencia que para otra cosa. Suspiró cansado.
-Señorita Granger, está castigada un mes a parte del castigo que la profesora McGonagall considere apropiado, por incitar a una pelea en lugar de detenerla como era su deber de prefecta, lanzar un hechizo aturdidor a una alumna menor que usted que no sabía como defenderse y gritarle a un superior… ya se le informará de su castigo- Hermione iba a protestar cuando Harry negó de nuevo-. Este incidente quedará reflejado en su expediente académico y ahora le sugiero que vaya a clases
(fin flashback)
No le importaba que tan inteligente estaba demostrando ser, ni su cambio físico y su nueva actitud, ni el lugar donde había estado ni quienes eran los nuevos profesores y por qué parecían llevarse tan bien con Harry.
Lo único que le importaba en aquellos momentos a Hermione Granger era saber de qué lado estaba el nuevo Harry, el Harry que se había atrevido a insinuar su discapacidad como prefecta y su posible inaccesibilidad a premio anual además de añadir todo aquello a su expediente académico. Y estaba dispuesta a hacer cualquier cosa y a reclutar a cualquiera para averiguarlo; con o sin ayuda.
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Hola! Bueno, que tal?
Como habeis visto, Harry y Verónica por fin se han conocido! Ya era hora, ¿no? Jajajaja
Y el pequeño intercambio de opiniones que ha ocurrido en la sala común de los leones? Que tal?
Y Lucius?
En fin… ya me direis que os parecido el capitulo ok? Espero impaciente vuestros comentarios, como siempre, ya lo sabeis :D
Y recordad que los personajes son de J.K. Rowling, salvo los que he creado yo :D
Un besito para todos, sed buenos y sed felices.
Nos leemos pronto!
Y en el próximo capítulo…
-Bestias…bestias llegadas desde el mismo infierno surcando los cielos y batiendo sus alas negras…
-Ellas… las desterramos hace siglos… y ahora han vuelto para recobrar el poder y vengarse de nosotros…
-Cariño… las cosas siempre ocurren por un motivo; jamás dudes eso.
-¿Así que yo no pude crecer con vosotros por un motivo?
-Claro que puedo hacerlo. Soy una Slytherin. Y te demostraré que soy la mejor
-El orgullo de un Malfoy puede superar con creces el de un Slytherin
-Te pareces a tu madre cuando tenía tu edad
-¿Y qué te hace pensar que tú no lo eres?
-¿Club para apoyar su nueva actitud y personalidad?
-Entonces no lo entiendo, no deberían de poder volver a menos que alguien las invocase.
-Eso es lo preocupante Ainur
-¿Listo?
-Siempre.
-Sé que está pasando algo con Potter, su actitud, su cambio, todo está siendo demasiado
extraño… Voy a averiguar que es, te lo aseguro.
-A veces es mejor no averiguar nada Draco y dejar simplemente que el tiempo pase.
-¿Cuántas familias quedan, Lucius?
-Tres mi señor
