Hola a todo el mundo!

Quel tal estáis?

Bueno, sé que hoy es 14 de febrero y todo eso, pero dado que ayer subí un minific de S. Valentín, hoy no voy a subir nada de eso, en cambio, os dejo un capítulo más de esta historia que espero os guste a todos y lo disfrutéis leyendo.

Muchas gracias por todos vuestros reviews, que os aseguro que leo siempre, a ver, alguien quiere ponerme a prueba?

Un besito, nos vemos más abajo.

:D

CAPITULO 14: Admítelo, Hermione.

"Lo encontró en el jardín del castillo. Estaba sentado en el borde de la pequeña muralla de piedra que separaba el jardín del acantilado; no se sorprendió de encontrarlo allí después de todo era una de las mejores vistas de Ahsvaldry, con el mar rugiendo bajo sus pies a unos setecientos metros, con el horizonte eterno, ilimitado, hermoso, sereno, frágil y tranquilo.

-A tu madre le gustaba este lugar… -comentó Stell.

Harry asintió en silencio. Ninguno de los dos estaba preparado para hablar, ninguno de los dos quería hacerlo. Una ola rompió bajo el muro de piedra y Harry miró hacia abajo.

Todo aquello le resultaba confuso, demasiado; se había encontrado de repente con que era descendiente de dioses, que en él residía el poder de Lahntra y que gracias a la magia de todas sus antepasadas que estaba recogida en la lágrima de Lahntra que ahora le pertenecía por derecho, poseía el suficiente poder para hacer lo que tenía que hacer, derrotar al descendiente de Elea y a la misma Elea.

Su vida nunca había sido fácil… pero parecía que se complicaba por momentos.

-¿Cómo era ella?

Stell sonrió cuando Harry rompió el silencio.

-Lily era la niña más dulce que jamás haya conocido Harry. Y no lo digo porque fuera tu madre, seguro que estás pensando que he dicho de todas lo mismo… -Harry se sonrojó y Stell sonrió-. No, no es verdad; cuando tu madre me preguntó por tu abuela le tuve que decir la verdad, que era una cabezota testaruda que siempre quería salirse con la suya y tenía muy mal genio –sonrió y Harry no pudo evitar esbozar una sonrisa-. E incluso con esos defectos quise también a tu abuela, Ainur.

-¿Y mi madre?

-Tu madre… la primera vez que vi a tu madre tuve la sensación de estar viendo a Lahntra… -sonrió con cierta melancolía-. Hermosa… cabello rojizo, ojos verdes, como los tuyos –Harry asintió, esas palabras ya las había escuchado demasiadas veces para que le afectara volver a oír que extraordinario parecido con ella-. Y su carácter… explosivo –dijo-. Era dulce y tierna, comprensiva, siempre encontraba las palabras adecuadas para cada momento; y el silencio adecuado también –sonrió-. Y era temperamental –afirmó el dios sonriendo-. Y expresiva, sólo tenía que mirarla a los ojos para saber cómo se encontraba anímicamente… -Harry sonrió.

-¿Era feliz? –le preguntó.

Stell asintió mientras perdía sus ojos en el horizonte.

-Tenía una vitalidad y energía propia de su edad… pero había algo más en ella… el amor que sentía hacia cierto individuo que la había vuelto loca desde los trece años y del que se dio cuenta que estaba enamorada… -lo miró de forma significativa.

-Mi padre… -no preguntó.

-Tu padre; James Potter. Tenías que haberla visto… se le iluminaban los ojos únicamente hablando de él; y su sonrisa se veía más hermosa que nunca cada vez que recordaba alguna de las travesuras que él había cometido o cada vez que me contaba el modo en que solía perseguirla por los pasillos para pedirle que saliera con él…

-Le quería mucho…

-Nunca ha dejado de quererle, Ainur… Tus padres son de las pocas personas que han tenido la suerte de conocer a su mitad, a su complementario… Ni siquiera la muerte puede separar un amor tan grande y puro como el que tus padres sentían el uno por el otro… -le miró y lo vio sonreír-… y el que los dos, estoy seguro, sentían por ti.

Harry no dijo nada. No había motivo para ello. ¿Qué podía decir? Que estaba enfadado con el mundo porque le habían privado del derecho de conocerles, o quizá podía decir que no era justo que él hubiese conocido a su madre en vida y él no hubiese podido hacerlo.

-No la recuerdas ¿verdad? –Harry negó con la cabeza y Stell sonrió.

-Quizá más adelante lo hagas… -contestó misteriosamente. Harry iba a preguntar a qué se refería cuando el dios volvió a hablar-. Será mejor que entremos, es la hora de comer.

Y por alguna razón, Harry no pudo contradecirle"

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Stell frunció su ceño cuando vio el informe que Angark le acababa de poner frente a la mesa; según aquello, los naryns se estaban movilizando hacia Okkorton, la ciudad oculta entre montañas, reino de Elea donde su cuerpo durmiente descansaba siempre vigilado. No le gustaba en absoluto aquello. El hecho de que los naryns se estuviesen convocando cerca de donde su Señora dormía, no era una buena señal.

Había enviado un escuadrón de shygards hacia el norte para que avisaran a las pequeñas poblaciones que serían atacados por los naryns si sus casas se ponían en medio de su camino, pero no era suficiente; sabía que había algo que se le escapaba, había algo que no entendía y no sabía qué era.

-Alteza –se giró hacia Angark-. Debemos tomar una rápida resolución; no podemos enviar más hombres a Okkorton sin saber qué está pasando.

Stell asintió en silencio. Sabía que tenía razón. Se habían estado escuchando recientes rumores de que las víctimas de naryns habían aumentado y, a diferencia de lo que nadie hubiera supuesto, eran niños básicamente las víctimas de sus ataques. Varias desapariciones de muchachos en edad de dieciséis años habían ocurrido en los alrededores de Okkorton, en la frontera con Ahsvaldry; y cuando uno de ellos desaparecía, toda su familia terminaba muerta y sin un testigo que indicara donde estaba el muchacho; todos varones, todos rubios.

-¡Está reunido, no puede entrar ahí!

Stell se giró hacia la puerta; desde dentro se escuchaban las voces de sus guardias y el llanto de una mujer.

-¿Alteza? –Angark le llamó la atención y el hombre parpadeó antes de apartar su vista de la puerta.

-Disculpa Angark, abre la puerta, quiero saber qué ocurre.

El hombre titubeó. Odiaba el carácter altruista del Príncipe de los dioses, le parecía que a su gusto era demasiado… enternecedor, por no decir blando. Pero era el Príncipe y le debía lealtad, o al menos, no podía criticarle demasiado.

Tan pronto las puertas se abrieron, una mujer se dejó caer en el umbral de la estancia; su falda estaba hecha jirones y la parte superior de su túnica estaba rota y manchada de sangre; una herida atravesaba su mejilla derecha y el cabello de un color azulado estaba enmarañado. Su piel blanca lucía sucia y con heridas, una mezcla de sangre, barro y ceniza gris cubría brazos y piernas; sus pies, descalzos y llenos de heridas indicaban que había caminado un buen trecho hasta llegar allí.

-Por Axenon… -Stell se levantó de su lugar y se apresuró a acercarse a la mujer que todavía continuaba arrodillada en el suelo dejando que gruesas lágrimas escapasen de sus ojos y descendiesen por sus mejillas-… ¿qué ha ocurrido?

-Bestias… -dijo la mujer entre llantos-… bestias llegadas desde el mismo infierno surcando los cielos y batiendo sus alas negras…

-¿Qué?

-Han raptado a mi hijo, mi hijo ha desaparecido… sus garras lo apresaron y lo elevaron del suelo… -volvió a decir la mujer.

Stell le sostuvo la barbilla para asegurarse de que le miraba.

-¿Quién? ¿Quién ha hecho algo así? ¿Qué ha hecho algo así?

-Ellas… las desterramos hace siglos… y ahora han vuelto para recobrar el poder y vengarse de nosotros…

-¿Quién ha sido?

-Quimeras.

Los ojos de Stell se abrieron. No podía ser, era imposible. No podían haber vuelto a Ahsvaldry. Ellas no. La mujer se desmayó en sus brazos después de dar la información necesaria.

Stell suspiró con pesar. Necesitaba el poder de la lágrima para averiguar aquello. Necesitaba que Ainur regresara.

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-Mi pequeño… empezaba a preguntarme cuándo volverías a visitarme…

Él sonrió aún abrazado al cuerpo de su madre.

-Perdona… he estado un poco ocupado… -admitió a desgana haciendo una mueca y separándose de ella.

Lily Potter siguió abrazándolo enlazando su brazo con el del chico mientras Harry la invitaba a pasear por aquellos lugares.

-Lo sé… siento mucho todo lo que ha ocurrido Harry… -le dijo la mujer con una triste sonrisa-. A veces, confiamos en quién no debemos hacerlo.

-¿Pettigrew? –preguntó Harry. Su madre asintió-. Si pudierais cambiar el pasado con los conocimientos de lo que ya sabeis, ¿lo haríais?-La respuesta de Lily fue breve pero clara; una negación rotunda-. ¿Por qué?

-Harry… si aquella noche no te hubiese cedido la lágrima de Lahntra, renunciando voluntariamente al poder que la diosa me concedía… tú hubieras muerto… y jamás me lo podría perdonar…

-Pero por culpa de Pettigrew, Sirius fue acusado de vuestra muerte, por su culpa vosotros no…por su culpa yo no pude crecer en una familia normal…

-Cariño… las cosas siempre ocurren por un motivo; jamás dudes eso.

-¿Así que yo no pude crecer con vosotros por un motivo? –preguntó perspicaz Harry.

Lily le sonrió comprensiva; hiciese lo que hiciese, Harry siempre terminaba discutiendo consigo mismo el mismo tema. Había seguido sus pasos desde que lo habían dejado a las puertas de casa de su hermana Petunia, y había sentido cada golpe en su propio cuerpo, cada humillación y cada mala palabra y gesto como si fuera a ella a quién se lo hicieran; sabía que su hermana la había odiado, pero jamás pudo imaginar que ese odio llegase a extenderse hasta un bebé de un año. Sabía todo lo que le había ocurrido a su pequeño y las ganas y ansías de venganza que lo habían llenado, igual que la desesperación…

Le pasó una mano por el cabello para tranquilizarlo; era un gesto que solía utilizar con James. Sonrió… Se parecía tanto a su marido que a veces creía que era él quien estaba a su lado en aquel lugar.

-Deberías cortarte el cabello –concluyó la mujer tomando uno de sus mechones rebeldes y viendo como Harry sonreía por el abrupto cambio de tema.

-Lo haré mamá –prometió el chico.

Lily le miró.

-Sé que lo harás –contestó ella dándole un beso en la frente.

Ninguno de los dos dijo nada más. Ninguno de los dos se refería al corte del cabello. Ambos sabían que en algún momento, él lograría hacer lo que debía hacer y el alma de Lily se reuniría con la de James Potter, donde quisiera que estuviera.

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No había sido ninguna sorpresa para nadie que Harry fuera el mejor alumno en defensa no mágica; su dominio de las diferentes armas era magnífico y nadie, ni siquiera Malfoy podía criticarle eso, aunque debía de admitir que Malfoy no estaba tan tedioso con él como era su costumbre; mientras corregía a Neville la manera de tomar su espada para lograr un bloqueo y un ataque al mismo tiempo se anotó mentalmente de que debería ir a hablar con Snape para darle el informe mensual sobre los tres chicos a los que les daba clases y todo lo que había podido saber de sus tres Slytherins, que, sinceramente, no era poco, nada interesante, por eso.

En el otro lado del aula, Derin se ocupaba de que principalmente los Gryffindors pudiesen lograr dar en el blanco con sus dagas mientras hacían diferentes ejercicios como rodar, saltar o correr.

Y eso sí que había sido una sorpresa; los Gryffindors, aún resentidos por el incidente de los castigados como ya era conocido en Hogwarts, evitaban tener contacto con Harry si podían y lejos de molestarle al moreno, eso le causaba cierto grado de indiferencia que a Derin le resultaba divertido e irónico.

Pese a que ya habían pasado casi tres semanas desde el incidente en la torre Gryffindor, los rumores sobre porqué la mitad de los leones estaban castigados y su equipo de quiddich suspendido además de que sus dos prefectos de sexto habían sido llamados al despacho del director seguidos de cerca por una muy enfadada Minerva McGonagall, no cesaban.

Y los rumores eran los más absurdos que Harry había escuchado en sus seis años que llevaba habitando entre los muros y pasillos de ese colegio; unos decían que había sido Harry quien había dividido a los leones, otros decían que los Slytherins por fin habían dejado ver su verdadero lado oscuro y habían lanzado imperius a diestro y siniestro sobre la torre de Gryffindor, otros apoyaban la teoría sobre que sólo había sido un pequeño duelo producto de unas palabras malentendidas.

Sin ninguna duda, los que más alimentaban los diversos rumores era la casa de las serpientes; para quienes Harry había subido escalones a pasos agigantados pese a seguir siendo un león y un Potter. No era únicamente su apariencia cambiada que había logrado despertar los instintos femeninos en las chicas de Slytherin que disfrutaban coqueteando de forma descarada con él; era el modo en que Harry intervenía en las clases, ayudando a compañeros sin distinguir casa o curso, únicamente tenía una condición sabida por todos: no ayudaba a nadie que no le pidiera ayuda.

-¡Maldita sea! –escuchó bramar la voz de Zabinni.

Harry sonrió y después de mostrarle una serie de cortes a Neville y pedirle que siguiera practicando, se entretuvo voluntariamente observando a Parvati y Lavender que parecían ser las únicas chicas de sexto que no parecían estar enfadadas con él pese a que ambas habían estado castigadas por haber participado en el incidente, del lado de Harry por supuesto.

Contó mentalmente hasta siete antes de que Zabinni y Parkinson entraran en su campo de visión. El chico enarcó una ceja para mirarlos a modo de invitación silenciosa para que dijeran lo que querían decir.

-¿Puedes decirnos como coger esta cosa? –preguntó malhumorada Pansy.

Harry esbozó una sonrisa mientras veía el modo en que la chica llevaba tomado su arco; ese no era el problema, la había observado lo bastante para saber cuál era el problema, la flecha. No la soltaba. La tensaba sí, pero no la soltaba cuando debía hacerlo, la cuerda se destensaba y como resultado la flecha caía sin vida a los pies de la chica.

Por la forma en que la chica le había pedido ayuda Harry adivinó que la idea había sido de Zabinni y es que el chico moreno había descubierto que cada vez que Pansy fallaba uno de sus ejercicios, le tocaba al Slytherin aguantar su malhumor.

-Por favor –añadió Blaise al lado de la chica y mirándola de forma reprobatoria.

-Por favor –añadió Pansy.

-Claro, no hay problema –Harry dejó sus dagas sobre un paño de lino y se levantó del suelo donde estaba sentado para mostrarle a la chica cómo debía hacerlo.

"-¿Te quedas tú como profesor? –preguntó la voz de Derin en su cabeza.

Harry no le contestó, se limitó a sonreír mientras colocaba las manos y la espalda de Pansy en la posición correcta.

-Mi grupo son pésimos para manejar estas armas… -volvió a insistir Derin causando que Harry enarcara una ceja divertido por ese comentario-. Por favor… Weasley ni siquiera ha aprendido aún a girar la espada en su mano sin que el peso del arma le cause dolor en su muñeca.

Harry estaba ocupado enseñando a Pansy cómo y cuando tirar.

-No vas a contestarme, ¿verdad? –Harry lo miró unos segundos y le sonrió antes de volver con la chica-. A veces creo que tu carácter Slytherin es demasiado evidente.

-Si pudiste enseñarme a mí, puedes enseñarles a todos ellos Derin –le contestó con voz cansada-. En serio y vigila a Granger, puede hacerse daño si se guarda las dagas de ese modo en la costura de la ropa."

La comunicación se cortó y Harry sonrió al ver como Derin regañaba a una sonrojada Hermione por cometer la estupidez de guardarse dos armas afiladas entre la costura de la falda del uniforme y su propia piel alegando que si debía sacarlas rápido de allí le ahorraría al enemigo el trabajo de tener que matarla.

-¡Lo logré! –gritó Pansy abrazando a Blaise que seguía de pie junto a Harry-. ¿Lo has visto? ¡Lo he logrado!

-Sí, sí, lo he visto –le contestó Blaise.

-Sólo ha sido suerte –la contradijo Harry-. Seguro que no puedes hacerlo diez veces seguidas antes de que termine la clase.

-Claro que puedo hacerlo –le contestó ella orgullosa-. Soy una Slytherin.

Harry hizo un gesto con la mano invitándola a pasar de nuevo al a zona de entrenamiento con arco donde una nueva diana había sido puesta.

-Y te demostraré que soy la mejor –añadió pasando por delante del chico mientras murmuraba "te voy a enseñar" y "soy mejor que esos estúpidos gryffindors"

Blaise se cruzó de brazos y sonrió de lado mientras observaba a Harry.

-Buena idea –le dijo el chico. Harry se limitó a encogerse de hombros.

-El orgullo de un Slytherin nunca falla –contestó-. ¿Y Malfoy?

Blaise le sonrió burlón y le señaló el final del aula donde un sudoroso Malfoy estaba dando golpes y patadas en el aire divisando al parecer un contrincante imaginario; en el aire crítico que el tiempo en Ahsvaldry se había adueñado de él Harry opinó que tenía demasiados huecos que llenar.

-El orgullo de un Malfoy puede superar con creces el de un Slytherin –añadió Blaise sonriendo.

En las clases que llevaban, Malfoy siempre insistía en una lucha cuerpo a cuerpo con Potter para resarcirse del primer día de clases y demostrar que San Potter, como seguía insistiendo en llamarlo, no era superior a él. Pero hasta el momento, Harry lo tenía golpeando el suelo en menos de dos minutos. La alegría de ver a Malfoy humillado tanto por parte de los Gryffindors como por algunos Slytherins se había transformado en monotonía y, a petición de Harry, Derin había dejado que Draco olvidase sus armas y se centrase en su entrenamiento cuerpo a cuerpo, después de todo, hasta el mismo dios sabía que hasta que el chico rubio no superase ese pequeño problema, no podría manejar bien sus armas.

-Neville –el chico lo miró-. ¿Por qué no le muestras a Zabinni la serie que te enseñé el martes? –lo invitó.

Neville pareció temblar ante la idea de enfrentarse con un Slytherin armado, pero la seguridad en los ojos de Harry le hizo pensar que quizá tenía alguna opción de ganar, después de todo, no se había equivocado con Erebor y ahora sus notas en pociones habían subido de forma considerable. Miró al chico esperando una respuesta; Zabinni tomó su propia espada y la giró en el aire dando varios arcos antes de ponerse frente a Neville.

-Bien, Zabinni, la serie del lunes; Neville la que te enseñé el martes. Uno ataca el otro defiende, fijaros en los pasos del contrario y luego cambiad, ¿algún problema?

Satisfecho por la reacción de los dos, se dirigió hacia Malfoy. El Slytherin lo miró unos segundos antes de parar.

Harry se estaba preparando para contrarrestar el comentario que seguramente saldría de los labios de Malfoy cuando sintió el lejano recuerdo de la sensación que le producía la lágrima de Lahntra cuando Stell lo llamaba. Olvidando a Malfoy y que estaba en una clase llena de gente, se giró hacia el dios que se estaba tocando el hombro derecho como si él también hubiese notado aquel tirón en la marca de los shygards.

-¡Derin!

-Lo sé, yo también lo he notado. Vamos –se dirigió a la clase-, se ha terminado la clase por hoy chicos, dejar las armas en sus sitios y aseguraos de que están bien, si alguien no lo hace, me enteraré.

Antes de que nadie pudiera contestar y bajo la indignada mirada de Hermione por dejar una clase a medias y la escrutadora de Malfoy, profesor y alumno salieron del aula tan rápido como pudieron.

Cuando Weasley abrió la puerta para querer saber qué había ocurrido que había hecho salir tan deprisa a esos dos, se encontró con el pasillo vacío. No había rastro de ninguno de los dos.

-Hay que avisar a Dumbledore –dijo Hermione saliendo rápidamente de allí-. Tiene que saber esto.

Ron la siguió.

Malfoy le hizo una señal a Zabinni y Pansy.

-¿Avisamos al licántropo? –preguntó la chica mientras se aseguraba de que su arco estuviera perfectamente guardado.

-¿Bromeas? Severus es el único profesor de este colegio al que le informaría de algo… y eso es –hizo una pausa para recoger la túnica del suelo y colocársela por encima de la ropa; Zabinni le sostuvo la capa mientras tanto-, gracias –le dijo. Zabinni sonrió-. Decía que eso es lo que vamos a hacer.

-¿Vamos? –Blaise enarcó una ceja.

-Quiero saber qué se trae entre manos San Potter y Severus es el único que puede saber algo, así que vamos.

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Le parecía extraño. Como cada miércoles a la hora convenida, había ido al laboratorio de pociones donde ella y Harry hacían las verificaciones y se la había encontrado vacía. Había esperado pacientemente veinte minutos pero se había dado cuenta de que el chico no llegaría, así que después de verificar ella sola las cinco pociones que habían para aquel día, recogió sus cosas y salió del aula mientras pensaba en dónde se podría haber metido o qué estaría haciendo que le hubiese obligado a no recordar que hoy tenían que estar allí.

Era bueno en pociones y sabía lo que hacía. La verdad era que era la pareja perfecta para formar equipo con él; siempre sabía qué hacer cuando una poción salía mal y antes de tirarla, le añadía algún ingrediente que conseguía recuperarla; tenía que admitir que ella era buena estudiando, pero él lo era en la práctica, formando así el equipo perfecto. Por eso le había pedido que la ayudara a conseguir hacer lo mismo que él hacía.

Pero no sólo era bueno en pociones; el chico era capaz de estar leyendo un libro de cualquier otra materia al mismo tiempo que le indicaba cómo debía recuperar la poción, casi como si tuviera un sexto sentido que le indicaba cuando se estaba equivocando en algo. La alababa cuando mejoraba y no la criticaba cuando fallaba; solía encogerse de hombros y le explicaba pacientemente en qué se había equivocado y, si tenía solución, la instruía en ello, si no la tenía, no se desesperaba como ella, se limitaba a desvanecer la poción y a elaborarla de nuevo.

Se sentía bien a su lado. Nunca se había sentido cómoda al lado de chicos, ella sabía perfectamente que no era el prototipo ideal que un chico buscaba; no era ni alta, ni delgada, era tímida, demasiado ocupada en sus estudios como para perder el tiempo pasando dos horas delante del espejo cada mañana decidiendo que sombra de ojos combinaba mejor con sus ojos. No, definitivamente no era la clase de chica en la que un chico buscaría una relación.

Por eso se sentía tan cómoda con Harry. Era como si él no viese su físico; sabía que Harry Potter no estaba dispuesto a mantener una relación con nadie y ella sabía que nadie querría mantener una relación con ella, así que encontraba que Harry era el amigo perfecto para ella, cosa que había quedado demostrada en las pocas veces que se habían encontrado y es que era como si una atracción invisible los uniera manteniéndolos en una conexión difícil de explicar y hermosa de sentir.

Por eso no entendía porqué no había acudido; ni siquiera la había avisado y eso sí que era extraño.

Giró por el pasillo de la izquierda y se topó con la figura de un hombre que tuvo los buenos reflejos de tomarla del brazo antes de que ella terminase en el suelo.

-Perdón –se disculpó inmediatamente. Alzó la vista y se topó con unos bonitos ojos dorados-. Profesor Lupin –le sonrió. Verónica había conocido a Remus durante su primer curso en Hogwarts mientras él era profesor de DCLAO

-Señorita Ollivers –le correspondió con una sonrisa-. Ya no soy su profesor, así que puede llamarme Remus –le dijo.

-En ese caso, puede llamarme por mi nombre de pila –le contestó ella.

-¿Cómo te está yendo el curso? –ella lo miró-. Escuché que ya has estado en el enfermería –frunció el ceño.

-Estoy bien… sólo fue un accidente, me puse en medio cuando no debí –se encogió de hombros.

-Nadie debería atacar a nadie y mucho menos a un miembro de su casa –el hombre mostró de nuevo su disconformidad-, ni siquiera los Slytherins hacen eso –ella no pudo evitar sonreír ante la clara muestra de la imparcialidad abandonaba por el ex profesor.

-Me enteré de lo de tu madre, siento mucho no haber podido estar.

-No hace falta que te disculpes, sé que a mi padre nunca le agradaste… -sus ojos adquirieron cierto tono de tristeza-; la verdad es que nunca comprenderé por qué le tiene esa aversión a los licántropos, no es que vosotros deseéis serlo, ¿no?

-Supongo que tendrá sus razones –se encogió de hombros-. Dime, ¿cómo te encuentras?

-Bien –dijo la chica-, como siempre. El hombre la miró unos segundos y le sonrió -¿Qué? –preguntó ella.

-Nada, te pareces a tu madre cuando tenía tu edad –le contestó el hombre.

-No es cierto, mi madre era una mujer preciosa –le respondió orgullosa y avergonzada la chica.

-¿Y qué te hace pensar que tú no lo eres? –espetó el licántropo con suavidad.

-Porque me miro todos los días al espejo –le contestó la chica con una triste sonrisa. El hombre iba a decirle algo cuando la chica negó con la cabeza-. No soy como las demás chicas; no soy ni guapa, ni delgada ni…

-Tampoco eres superficial, ni egoísta, ni arrogante ni presuntuosa –le dijo el hombre sonriéndole-… Eres una chica muy especial Verónica… deberías de saber verlo…

-Sé que no es verdad –le repuso ella-, aunque gracias por tus palabras; hablando de otra cosa –Remus la miró-, ¿Sabes dónde está Harry?

-¿Harry? –Remus le sonrió-. Por favor, no me digas que tú también lo estás buscando para fundar un club a su favor para apoyar su nueva actitud y personalidad… -casi suplicó el hombre con voz cansada.

-¿Club para apoyar su nueva actitud y personalidad? –preguntó Verónica extrañada.

-Sí –el hombre respiró visiblemente aliviado de que Verónica no fuese una de esas chicas-. Hace un rato me han preguntado un grupo de chicas por él, querían pedirle permiso para fundar un club o algo así… -sonrió-… lo cierto es que James y Sirius también tenían uno cuando íbamos a Hogwarts… Pero espero que no lo estés buscando para eso…

-No, no es por eso –le contestó ella riendo-. Soy la compañera de Harry en la verificación de pociones, ayudando al profesor Snape –Remus asintió dando a entender que sabía de qué iba todo aquello-. El caso es que hoy no ha venido al laboratorio y no sé…

-Espera, ¿Harry no ha ido? –la interrumpió Remus.

-No –contestó la chica.

Remus se calló unos segundos recordando la expresión de preocupación en el rostro de Giliath hacía unos minutos y Erebor tampoco parecía muy contento. Derin no había aparecido y si Harry tampoco lo había hecho…

-¿Remus? –se aventuró la chica atrayendo la atención del hombre.

-¿Qué? –parpadeó y se encontró con el rostro lleno de Verónica a quien le sonrió-. No te preocupes, seguramente tenía alguna reunión con el director, en cuanto lo vea lo envío a buscarte –le dijo el hombre pese a que ella hizo un gesto con la mano indicando que no era importante-. Tengo que irme, cuando quieras hablar de lo de tu madre, ya sabes donde estoy –le dijo sonriendo.

-Gracias, pero estaré bien; siempre he estado sola y he estado bien, estaré bien –afirmó de nuevo ella.

Remus asintió antes de levantar un tapiz y perderse por uno de los pasadizos de Hogwarts que conocía como el merodeador que siempre sería; tenía que hablar con Giliath y Erebor inmediatamente.

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-No puede hablar en serio, Alteza.

Derin miraba fijamente al Príncipe de Ahsvaldry mientras intentaba digerir la información que el dios les acababa de dar. Harry no había dicho nada desde que habían salido de Hogwarts y pese a que parecía que la lágrima de Lahntra se había estabilizado en sus continuos cambios elementales, aún sentía como la esencia del colgante estaba revolucionada.

-Me temo que así es –comunicó Stell.

-Así que por eso mamá me dijo que las cosas iban a empezar a cambiar… -murmuró Harry para sí mismo. Miró a Stell y Derin que lo miraban enarcando las cejas como si lo instaran a hablar -. Hablé con ella y me dijo que tuviera cuidado que las cosas no son siempre lo que parecen y que el tiempo en la historia de los dioses empezaba a cambiar… Ahora, volviendo al otro tema, si entendí bien mis clases de historia –interrumpió Harry por primera vez-, las quimeras fueron expulsadas de Ahsvaldry ¿no? –Stell asintió-. Entonces no lo entiendo, no deberían de poder volver a menos que alguien las invocase.

-Eso es lo preocupante Ainur –contestó Stell-; no sabemos quién ha podido hacer algo así. Alguien está jugando a gobernar a las quimeras y eso sólo puede terminar en una matanza. De momento están desapareciendo los muchachos jóvenes de Ahsvaldry y sus familias terminan muertas…

-¿Por qué haría alguien algo así? –miraron a Harry-. Quiero decir, las quimeras fueron expulsadas de Ahsvaldry por la serie de maldades que cometieron contra los dioses, en ese caso no tiene sentido que sea un dios quien las haya convocado ¿no?-Derin miró a Harry y frunció el ceño pensativo-. ¿Qué?

-Que quizá nos equivocamos… -susurró Stell al comprender la mirada de Derin. Harry lo miró dubitativo-. Cuando las quimeras fueron expulsadas de Ahsvaldry y desterradas a las sombras del mundo mortal, hablé con el jefe de su clan e insistió en que ellas no habían hecho tales atrocidades…

-Pero todas las pruebas las acusaban a ellas; cientos de familias murieron abrasados, electrocutados, con la piel desgarrada y la sangre coagulada debido a haber estado expuestos durante varias horas a bajas temperaturas, temperaturas que sólo una quimera podría llegar a soportar –intervino Derin.

-Un momento, ¿las desterrasteis aun cuando ellas insistieron que eran inocentes?

Derin asintió en silencio y Stell lo confirmó cerrando los ojos.

-Entonces sí que tienen un motivo para atacar Ahsvaldry –contestó el chico con cierto cinismo.

-Ainur… -le advirtió Stell.

-No. Hablo en serio. Yo también lo hubiera hecho –dijo resuelto como si fuera lo más normal.

-El problema ahora es saber quién las ha invocado para que regresen –dijo Stell.

-¿Alguna pista? –preguntó Harry.

Pero Stell negó con la cabeza. Cualquiera con los conocimientos básicos de Ahsvaldry podría haberlo hecho y todos lo sabían. Harry suspiró mientras empezaba a dar vueltas por la estancia.

-Supongo que tendremos que ir a Okkorton a ver si averiguamos algo –dijo el chico encogiéndose de hombros con aire indiferente. Derin asintió levantándose también-. Iremos enseguida, no quiero que Remus se preocupe más de lo necesario en Hogwarts, ¿de acuerdo?

-Avisaré al escuadrón –se ofreció Derin con aquel brillo en los ojos que delataba que le gustaba aquella sensación. Harry sonrió. Sabía cuánto necesitaba Derin la adrenalina que las batallas le daban.

-Es una lástima que haya dejado a Feamor en Hogwarts –se lamentó Harry con una media sonrisa divertida mirando a Derin de reojo.

El dios gruñó algo por lo bajo; ni Stell ni Harry quisieron saber qué había dicho; conocían al dios guerrero lo suficiente para saber que el aprecio que él y Feamor se mostraban cuando estaban juntos demasiado tiempo dejaba mucho que desear; y todo porque Femoar le había dado una pequeña coz a Derin el día en que el dios estaba entrenando con Harry. Los tres sabían que eso no lo olvidarían nunca.

-¿Listo? –preguntó Harry girándose hacia Derin. El dios asintió.

-Siempre.

Harry le sonrió confiado mientras invocaba su poder y notaba como el viento se arremolinaba a su lado, acudiendo a su llamada silenciosa. Desapareció en el momento en que las llamas hubieron envuelto a Derin completamente.

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Severus Snape miró a los tres jóvenes que tenía delante de él. No se preguntaba cómo era que ellos tres habían acabado convirtiéndose en amigos. La verdad era que poca gente sabía que entre los muros de Slytherin había también un trío dorado, a su manera, evidentemente, pero lo había; podía ser que nunca se mostrasen afecto continuo en público como hacían los Gryffindor, pero entre ellos tres se había formado un lazo de unión que pocas veces había visto en componentes de su casa.

Quizá era que ninguno de los tres deseaba formar parte de la siguiente generación de mortífagos, quizá era que ninguno de ellos había crecido en un hogar donde hubiese cariño, o quizá simplemente era el hecho de que los tres tenían caracteres muy diferentes y se amoldaban los unos a los otros sin ningún tipo de problema.

Parkinson era orgullosa, orgullosa y testaruda; orgullosa, testaruda e inteligente, no podía dudarlo, pero pese a eso, era una buena chica; bajo su apariencia de chica arrogante, se escondía una adolescente inteligente a la que había aprendido a escuchar y a valorar como no lo habían hecho en su casa.

Zabinni… bueno, Blaise nunca había encajado demasiado en Slytherin, sus primeros cursos eran un continúo ir y venir de la enfermería debido a los maleficios que los más mayores practicaban en él; no fue hasta tercer curso que el chico se supo defender; Snape había estado viendo como la amistad de Draco y Blaise se había consolidado desde el primer año, pero no le había facilitado las cosas al moreno, ya que nadie se metía con él cuando Draco andaba cerca, pero cuando el rubio no estaba, era otra historia. Durante tercero, los dos chicos tuvieron una pequeña discusión que ocasionó que dejasen de hablarse durante una semana completa, durante ese período fue cuando Zabinni se dio cuenta de que si no se defendía él, nadie lo haría.

Y Draco… Draco era simplemente Draco. Siempre a la sombra de su padre, demasiado temeroso de la figura de Lucius Malfoy como para atreverse a llevarle la contraria en nada, el chico había crecido criado entre mortífagos y ya desde pequeño estaba destinado a ello. Pero había algo en el chico que nadie conocía salvo él; por eso le preocupaba tanto Draco; no era su alumno favorito, había chicos mucho más inteligente que él, eso lo tenía claro, pero también tenía claro que no todo el mundo había tenido la infancia que había conducido a Draco a portarse como el arrogante niño mimado presuntuoso en el que se había convertido… Seguramente si el chico supiera toda la verdad, su actitud cambiaría completamente… bueno, al menos parcialmente.

-¿Qué piensa hacer? –preguntó Zabinni con voz tranquila.

El profesor se dio cuenta por la mirada de sus tres alumnos que había permanecido demasiado tiempo cavilando en sus pensamientos.

-No voy a hacer nada, señor Zabinni. Potter está con un profesor ¿verdad?

-¡Pero salió en mitad de la clase! –le gritó Draco-. Estoy seguro de que está tramando algo.

-Draco, sea lo que sea, está con un profesor, no puedo castigar a Potter sólo porque tú quieres que lo haga, deja de comportarte como el chico caprichoso que eres y empieza a pensar en portarte como el hombre que quieres ser –le contestó Snape sin siquiera alzar la voz-. Y ahora, si me hacen el favor, tengo cosas que hacer y estoy seguro de que ustedes tienen clases a las que volver.

Volvió a repasar las redacciones que tenía delante de sus narices mientras escuchaba los pasos de Pansy y Blaise saliendo del despacho. Escuchó como Draco se detenía antes de salir.

-Sé que está pasando algo con Potter, su actitud, su cambio, todo está siendo demasiado extraño… Voy a averiguar que es, te lo aseguro.

-A veces es mejor no averiguar nada Draco y dejar simplemente que el tiempo pase –le contestó el profesor sin mirarlo-. Ahora ve, te están esperando.

Cuando el príncipe de Slytherin salió del despacho, Severus Snape suspiró profundamente. Abrió el cajón superior de su mesa, cerrado mágicamente con un hechizo protector y sacó la fotografía de Cathy con una extraña sonrisa.

-¿Qué debo hacer Cathy?

Por supuesto que no esperaba respuesta, evidentemente no le llegó ninguna respuesta. Volvió a dejar la fotografía en su sitio después de dar un fugaz beso en la frente de la chica que aparecía en la imagen sonriendo; junto a la fotografía, una carta sin abrir.

Un nuevo suspiro y Snape cerró el cajón. Aún no era tiempo.

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Voldemort permanecía sentado en su butacón negro frente al fuego; Nagini estaba enroscada en su regazo encantada por las caricias que su amo le estaba prodigando. A su lado, Lucius Malfoy vestido con túnica y capucha negra y máscara blanca permanecía arrodillado, temeroso de alzar el rostro.

-¿Cuántas familias quedan, Lucius? –preguntó con voz amenazante.

-Tres mi señor –contestó el hombre humildemente.

-Bien. Quiero resultados y los quiero de inmediato –añadió.

-Se hará enseguida, mi Lord.

-¿Stevenson ha encontrado algo sobre el colgante de Elea? –preguntó de nuevo.

-Sigue buscando, señor –Lucius se ahorró el comentario de decirle que si no hubiera matado a McGorn, seguramente el hombre ya había encontrado algo, después de todo, ese hombre era el mortífago que mejor conocía la biblioteca.

-Si en tres días no me trae una respuesta, morirá, ¿entendido?

Lucius asintió en silencio. Voldemort asintió satisfecho. Le gustaba infundir miedo en los demás.

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Hermione miró a Neville por décima vez en la sala común. El director había sido claro, necesitaba información sobre Harry y ella estaba dispuesta a dársela. Se levantó dejando sobre la mesa su pergamino lleno de flechas y esquemas y se acercó hasta el chico que estaba cerca de la chimenea manteniendo una conversación con Ginny sobre las plantas acuáticas que la chica tenía que buscar para su próxima clase de herbología.

-Emmm… hola chicos, Neville, ¿podría hablar contigo un momento?

-Claro, ¿qué pasa?

Hermione miró a Ginny de forma intensiva y la pelirroja comprendió de inmediato que allí sobraba.

-Yo voy a ver si encuentro esas plantas, cuando termines ven al lago Neville, así me ayudas.

-Vale –contestó el chico encogiéndose de hombros. Hermione ocupó el lugar que Ginny había dejado y miró al chico fijamente-. ¿Y bien? –preguntó él.

-Necesito que me cuentes todo lo que sepas sobre Harry – dijo ella de carrerilla y casi sin respirar.

-¿Sobre Harry? –Neville frunció el ceño-. Hermione, tú has sido su amiga durante años, ¿qué quieres que te cuente sobre él que no sepas ya? –le preguntó con una sonrisa.

-Lo que ha estado haciendo desde que empezamos el curso –contestó ella seria, dejando claro que no era una broma.

-¿Cómo?

-Mira Neville, no quería decirte nada para no preocuparte, pero el director Dumbledore está preocupado por Harry.

-¿En serio? –el rostro del chico reflejaba seriedad-. ¿Por qué?

-Tiene motivos para creer que Voldemort, perdona –añadió al ver el escalofrío que había recorrido el cuerpo del chico-, que él ha podido lanzarle un imperio a Harry, eso explicaría muchas de las cosas extrañas que Harry ha estado haciendo…

-Cosas extrañas… -Neville frunció el ceño-. Yo no lo he visto hacer cosas extrañas.

-¿No? –preguntó ella-. Neville, se ofreció para ayudar al profesor Snape –dijo ella.

-No, Hermione, el profesor Snape le pidió ayuda a él –corrigió el chico.

-Y Harry no se negó –dijo ella automáticamente victoriosa.

-¿Lo habrías hecho tú? –preguntó él con tono burlón.

-Bueno, ¿y qué me dices del hecho de que me castigara? –preguntó ella entonces- ¡Voy a pasarme dos meses en detención con Filch!

-Lo siento por ti, Hermione, pero la verdad, ¿qué quieres que te diga? Le lanzaste un hechizo aturdidor a Ollivers.

-¡Iba dirigido a ti! –gritó Hermione.

-Sí, lo recuerdo y te agradecería que no gritaras, tengo mala memoria, pero buen oído, gracias –comentó el chico de forma burlona.

-Pero nuestro Harry jamás me habría castigado a mí –reclamó Hermione.

-Sí si tiene una razón para hacerlo –le dijo el chico.

-¿Y por qué come con los profesores? –preguntó ella-. ¿Y por qué apenas le dirige la palabra a nadie? Sólo si ha conseguido aprender magia negra explicaría el hecho de que haya conseguido hacer todo lo que hemos hecho hasta ahora en clases antes de que nadie más lo consiguiera.

-¿Cómo? –Neville estaba atontado ante toda la sarta de tonterías que estaba escuchando en aquellos momentos de quien se suponía que había sido la mejor amiga de Harry.

-Además, ¡ayudó a Parkinson en CCM! Eso debería decir mucho en su contra… -insistió ella.

-Hermione –Neville levantó las manos para que se callara un segundo-. A ver, vamos a ir por partes.

-¿Me dirás todo lo que sabes sobre él?

-No, no lo voy a hacer.

-Escucha Neville, ¿no comprendes que…

-No, lo que estoy empezando a comprender es el motivo por el que Harry no está este año contigo y con Ron; no hay que ser tan listo como tú Hermione para interpretar lo que estás diciendo ¿Me estás pidiendo que espíe a Harry?

-¡No! –dijo ella-. Sólo que lo cuidemos entre todos porque es más que evidente que este año él te aprecia…

-No sigas por ahí; Harry siempre me ha apreciado y lo ha demostrado desde el primer momento en que nos conocimos, Hermione –la cortó él-. Sé que quizá es duro para ti afrontar el hecho de que Harry es más inteligente que tú y que por una vez las cosas le salen bien, tiene a su alrededor a gente que le aprecia como son los profesores Derin, Giliath y Erebor; admítelo Hermione, Harry ha conseguido en pocas semanas lo que tú no has logrado en mucho tiempo.

-¿Y qué es?

-El respeto del profesor Snape, que es algo que tú siempre has deseado.

-Eso no es cierto.

-Sí lo es y tú lo sabes muy bien –la contradijo Neville-. Deberíais alegraros por Harry en lugar de envidiarlo y espiarlo.

-¿Alegrarnos? –preguntó ella - ¿Por qué? Por ser una persona diferente, quizá o tal vez por olvidar que es un Gryffindor y está entablando relaciones con Slytherins, incluyendo al jefe de su casa –contestó ella irónica.

-No Hermione, alegraros porque por fin, después de dieciséis años, parece que Harry ha encontrado una familia que le quiere por ser él, no por ser Harry Potter… -Hermione abrió la boca para replicar pero el chico no la dejó-. Y ahora si me disculpas, Ginny me está esperando.

-Te estás equivocando Neville –le dijo ella-. Y no sabes hasta qué punto.

Neville se encogió de hombros.

-Si me equivoco rectificaré cuando llegue el momento, aunque hay gente que no sabe cómo se hace eso, ¿verdad Hermione?

La chica no dijo nada.

"Y una vez más, el bien prevalecerá sobre la oscuridad. Y la espada blanca renacerá cuando el poder de Lahntra la reclame, en su descendiente o en un corazón puro que de su vida por proteger al descendiente; y la daga oscura morirá para que la luz de la verdad resplandezca"

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Bueno, eso es todo por hoy… que tal el resultado?

Os ha gustado? Yo espero que os haya gustado y que me dejeis muchos reviews dándome vuestra opinión, me encanta leer vuestros comentarios y aunque no lo creais, a veces me inspiro en ellos para seguir escribiendo :D

Bueno, un besito para todos, nos vemos en el proximo capitulo y

Feliz San Valentín a todos!

Sed buenos, nos leemos pronto!

En el próximo capítulo…

-¿Has utilizado la magia mental con dos espías?

-¿Era totalmente necesario que fueras tú quien lanzara el ataque final sobre los naryns?

-Que sepamos que sabes defenderte no implica que no nos preocupemos por ti, Ainur.

-¿No ibas a explicarle a Remus…

-¿Te importa explicárselo tú Giliath?

-¡¿Sois qué!

-¿Ocurre algo, capitán?

-¿Dónde está Dorian?

-¡Maldita sea!

-Bien. Ten cuidado, Ainur.

-¡Elementos de la luz, uníos a mi ruego, os lo imploro!

-¿Y si te lo pidiera como un amigo y no como tu director?

-Un amigo sabría mi respuesta aún antes de hacerme esa pregunta

-Parece que alguien no está de acuerdo con el ataque… -dijo con voz venenosa Voldemort.

-Avada Kedavra… -murmuró Bellatrix. Un rayo verde impactó contra el cuerpo de Parkinson que murió en el acto.

-Es la hora, vienen a por mí –comentó Serest.

-¿De qué hablas, Serest?