Emm… hola. Me presento, soy una amiga de Nikachan; ella está en la cama con la gripe así que me ha pedido que suba yo este capítulo por ella para que no os quedéis sin leerla.
Pide perdón por no haber contestado los últimos reviews, pero no puede ni levantarse de la cama de lo mal que está, esperemos que se mejore pronto.
Un beso a todos.
CAPITULO 17: ¿Quién eres harry?
"La sensación de mareo que siempre experimentaba cuando viajaba con un trasladador, el tirón en su cuerpo y todos los síntomas que odiaba, no habían hecho su aparición. No sabía cómo lo habían hecho, simplemente había sentido una corriente de aire, fuego y agua que lo envolvía y en apenas unos minutos todo había desaparecido.
El odio, el rencor, el miedo, la desesperación y la soledad dieron paso a un nuevo estado en él donde la paz y la armonía reinaba a su alrededor, cubriéndolo y rodeándolo completamente.
El brazo que lo había tenido sujeto lo soltó y Harry abrió los ojos temeroso, interpretando esa señal como que ya podía hacerlo.
Una luz cegadora inundó su retina y parpadeó varias veces para asegurarse de que el lugar tan hermoso que estaba viendo no era una fantasía; la luz del sol le cegada y le calentaba el rostro inundándolo de una extraordinaria sensación de bienestar y calidez que nunca antes había experimentado y, si lo había hecho, no lo recordaba.
Montañas y valles verdes, prados enteros de alfombras de vivos colores que se dejaban mecer por la brisa suave y salada que el mar traía desde algún lugar lejano; nubes blancas que adornaban el firmamento claro y azul, el sol radiante que acariciaba con sus rayos todo lo que tocaba, desde las briznas de hierba de los campos hasta las altas copas de los árboles. Quietud, paz y tranquilidad, tres sensaciones que no había experimentado en toda su vida porque no le habían dado oportunidad de hacerlo.
-Bienvenido a Ahsvaldry.
Una cálida voz lo recibió y Harry se giró para observar al hombre que había hablado. Cabellos claros a la altura de la espalda y ojos de un color que no sabía descifrar bien, un color entre el azul y el verde y el gris… una mezcla perfecta de tres colores diferentes que le daban un aire sincero y diferente, como si a través de sus ojos pudiera leer el alma de la persona que tenía delante, de él.
-Yo… ¿dónde estoy? –preguntó el chico contrariado.
-Llevas la lágrima de Lahntra –el hombre miró el colgante que Harry llevaba al cuello.
-Perteneció a mi madre –se limitó a contestar Harry. El hombre sonrió.
-Lilian Evans… -sonrió-… tienes sus ojos, tienes parte de su alma… -añadió en tono pensativo-. ¿Cómo te llamas?
-Harry, Harry…
-Potter –terminó el hombre por él. Harry asintió-. Lily siempre estuvo segura de que él acabaría siendo su esposo… -susurró con un deje de nostalgia-. Bienvenido a Ahsvaldry, Harry, la ciudad de los dioses"
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No cabe duda que cuando Verónica Ollivers, una de las chicas más impopulares de la escuela por su manía de estar siempre leyendo y no ser una de las chicas más agraciadas fisicamente, entró en el comedor y se dirigió a la mesa de Slytherin en lugar de a la de Gryffindor, donde solía sentarse en una esquina ignorando los comentarios y las miradas que los demás le dedicaban, incluyendo algunas risas de burla y algún que otro comentario hiriente a los que ella ya estaba acostumbrada, el asombro fue mayúsculo entre los estudiantes.
Harry, sentado en la mesa junto a los tres dioses y Remus, la miró mientras enarcaba una ceja preguntándose qué iba a hacer Verónica en la mesa de las serpientes, y, por su mirada y sus pasos decididos, más concretamente, con Malfoy y Zabinni. Estrechó sus ojos buscando el rostro de Parkinson y no la encontró en la mesa; el profesor Snape tampoco estaba allí cenando.
Verónica resopló molesta cuando se dio cuenta de que casi todo el mundo la estaba mirando cuando se detuvo detrás de Zabinni y Malfoy; a ella no le gustaba llamar la atención, le gustaba quedarse retraída en un rinconcito y prefería escuchar a hablar, y ahora tenía a medio comedor, por no decir el comedor completo prestándole una atención que no deseaba obtener.
Estaba a punto de pedirle a Zabinni que la acompañara fuera para contarle lo del profesor Snape porque suponía que no querría que nadie más se enterara, cuando Malfoy, con la arrogancia que siempre le caracterizaba y que ella misma achacaba al hecho de ser un Malfoy y llevarlo simplemente en los genes, se giró hacia ella y la miró con aire superior.
-¿Qué quieres Ollivers? Ya te he dicho que no salgo con menos de un nueve y tú no llegas ni a dos –le dijo provocando la carcajada general en la mesa de Slytherin. Pese a intentar controlar el rubor que subió a sus mejillas repitiéndose mentalmente una y otra vez que sólo era el idiota de Malfoy, no podía evitar sentir que él tenía razón.
Y es que Malfoy tenía una norma; cada una de las chicas de Hogwarts había sido asignada a un número del cero al diez, según sus cualidades físicas, aunque Verónica había comprobado que en la mayoría de los casos, un diez significaba ser alta, delgada y sin una pizca de personalidad propia.
-Lamento mucho bajarte de tu nube, Malfoy, pero el mundo no gira en torno a ti –le contestó la chica de forma mordaz.
Unas risitas ocasionales de escucharon el mesa de las serpientes, algunos Ravenclaws y Gryffindors, atentos a la conversación también dejaron escapar alguna risa tonta.
-¿Y si no es a mí, qué se te ha perdido en la mesa de Slytherin? Si crees que viniendo más por aquí se te va a adherir algo de nuestra inteligencia…
-Creo que no necesito más inteligencia de la que tengo Malfoy, ¿crees que el profesor Snape opina igual que tú? –Zabinni, junto a Draco, se atragantó con el zumo de regaliz, entendiendo perfectamente el mensaje implícito que llevaban las palabras de la chica en referencia a las pociones que habían tenido que corregir ella y Potter.
-Si no es inteligencia, será belleza, aunque… -la miró con aire de buen crítico-, creo que necesitarás mucho más que eso si quieres perder todo lo que te sobra, ¿has probado en ir a los sitios rodando? Seguramente llegues más rápido que andando.
Un comentario fácil, demasiado fácil. Verónica ya estaba acostumbrada a escucharlo demasiadas veces como para sentirse ofendida por algo así; o al menos, para aparentar que se sentía ofendida.
-¿Sabes lo que más me costaría si tuviera que cambiar para tener un diez en tu escala? Tener que reducirme el cerebro a uno de tu mismo tamaño, encontrar uno más pequeño que el tuyo sería demasiado costoso y aburrido –le replicó ella ante la mirada de Zabinni. Alguien la miraba de forma intensa; alzó la vista unos segundos; ojos verdes; los ojos verdes de Harry Potter la miraban de forma divertida dándole a entender que no se había perdido ni una sola de las palabras-. Y ahora si me disculpas, Zabinni, necesito hablar contigo fuera, ahora –le dijo.
-¿Ahora? Sea lo que sea me lo puedes decir aquí –le contestó el aludido mientras Malfoy se dedicaba a mirar mal a todo aquel que aún estuviera riéndose por el desplante que Ollivers le había hecho.
Verónica se encogió de hombros y se inclinó suavemente hacia delante hasta que su boca quedó a la altura del oído del chico.
-El profesor Snape me ha pedido que te envíe a su despacho, tiene que ver con Parkinson, la escuché llorar en una habitación –añadió en apenas un susurro.
Luego se enderezó, le dedicó una mirada y una sonrisa sarcástica a Malfoy y se alejó de la mesa de las serpientes hacia las puertas. Se le había quitado el apetito.
Dos segundos después, Zabinni seguido de Malfoy pasaron junto a ella cruzando la puerta antes de que ella lo hiciera. Verónica sonrió a desgana. Quizá eran crueles, déspotas, arrogantes y maleducados, siempre creyéndose el centro de atención y siempre creyendo ser mejores que los demás, pero parecía que después de todo, sí tenían sentimientos.
-¡Ollivers!
Se giró y rodó los ojos al ver que Weasley y Granger se acercaban a ella a paso apresurado; el pelirrojo aún masticando algo dentro de la boca; parecía que Granger lo había sacado del comedor corriendo para alcanzarla. Se detuvo a esperarlos mientras abría su mochila y sacaba una botella de agua que ofreció al pelirrojo tan pronto hubo llegado hasta ella; frente a la mirada reprobatoria de Hermione, el chico bebió del agua que le ofrecía.
-Gracias –dijo en apenas un susurro. Verónica se limitó a encogerse de hombros.
-¿Qué hacías hablando con Zabinni? –preguntó Hermine con el ceño fruncido.
Verónica no se sorprendió; el odio que se había iniciado en primer año entre, por una parte Malfoy, Zabinni y Parkinson y por otra parte, Potter, Weasley y Granger, era bien conocido por todo Hogwarts, incluyendo fantasmas, cuadros y profesores, claro que estos no se metían demasiado en los asuntos de los estudiantes, salvo Snape que parecía pasar siempre por el pasillo justo en el momento oportuno para poder quitarle puntos a Gryffindor. Lo que sí le había sorprendido era que hubiesen tardado tan poco en ir a buscarla, ella hubiera esperado que lo hicieran, al menos en la sala común.
-No creo que eso te concierna, Granger –le contestó Verónica de forma educada.
-¿Desde cuándo hablas con Slytherin? ¡Eres una Gryffindor, por supuesto que me concierne, soy tu prefecta!
-Una prefecta que me envió a la enfermería –añadió Verónica. No le gustaba la actitud que Hermione estaba mostrando hacia ella en aquellos momentos.
-Lo que Hermione quiere decir –intervino el pelirrojo-, es que Malfoy y los suyos son peligrosos; no deberías tratar con ellos; ya has visto como te ha humillado.
-Exacto, a mí, no a vosotros. ¿Desde cuándo os interesa lo que me ocurra y lo que me deje de ocurrir? Llevo toda mi vida escuchando ese tipo de comentarios y sé defenderme sola.
-Te prohibo que vuelvas a hablar con ellos –dijo Hermione de forma resuelta como si aquello fuera lo más normal-, y te exijo que nos digas ahora mismo lo que estabas hablando con él y por qué Malfoy y Zabinni han salido tan rápido del comedor.
-No le estarás pasando información a esos hijos de mortífagos sobre la casa Gryffindor ¿verdad? –sugirió Ron-. Después de todo, últimamente te juntas mucho con Harry y dado que él ahora parece haberse pasado a la casa de las serpientes…
Verónica iba a decirles que no era asunto suyo cuando una voz conocida se escuchó perfectamente.
-Creo que os ha dicho que no es asunto vuestro –Harry caminaba hacia ellos con las manos en los bolsillos de la túnica, de forma despreocupada y tranquila pero sin apartar los ojos de Hermione y Ron ni un solo segundo-. Y vosotros no tenéis poder para prohibirle que hable con nadie.
-Gracias Harry, pero sé defenderme sola –apuntó la chica.
Harry la miró con diversión en los ojos. Claro que podía defenderse sola, no lo había dudado ni un solo segundo, pero por alguna razón que aún no terminaba de esclarecer en su mente, necesitaba saber que esa chica estaba segura. Y la forma en que Hermione y Ron habían salido del comedor detrás de ella le había hecho ponerse sobre alerta. Le dolía decirlo e incluso pensarlo, pero sabía que no podía confiar en quien había confiado una vez.
-Lo sé –se encogió de hombros-. Sólo quería hablar contigo sobre algo –mintió. La chica lo miró con persuasión y él le sonrió, consciente de que su mentira no había causado efecto en ella-. Es verdad –insistió-, ¿vas a tu rincón?
-Ya… -dijo recelosa-… ya sabes donde voy –le dijo mirándolo-. Y vosotros dos, sois mayores que yo, pero si volvéis a insinuar por un solo segundo que estoy traicionando a los de mi propia casa, os aseguro que pasaréis mucho más tiempo del deseado en la enfermería, ¿está claro?
Y antes de que nadie contestara, se marchó de allí hacia la biblioteca, dejando a una anonadada Hermione, un avergonzado Ron y un divertido Harry en el pasillo.
-Sólo queremos protegerla… ¿es que ya has olvidado cómo pueden llegar a ser los Slytherins? –preguntó Hermione sin dejarse intimidar por la mirada de Harry tan pronto éste la miró pidiendo una explicación.
-No, Hermione, no lo he olvidado, pero me parece que sí he olvidado como son los Gryffindor, no creo que este comportamiento sea muy propio de leones, más bien lo consideraría acertado en Slytherin.
-Claro, olvidaba que como ahora Snape te tiene en un pedestal y ya no te humilla en clase, las serpientes se han convertido en una de tus mascotas preferidas, ¿verdad? –añadió la chica con tono hiriente.
-¿Es por eso? –preguntó Harry-. Por eso estás actuando así… porque Snape la considera mejor que tú en pociones…
Hermione enrojeció ligeramente pero fue Ron quien contestó.
-Hermione no tiene envidia de una cría de cuarto si es lo que estás insinuando.
-No lo insinúo, lo afirmo –contestó tranquilo Harry-. Y os digo lo mismo que os ha dicho Verónica; el hecho de que nosotros hablemos con Zabinni o Snape no significa que traicionemos a nada ni a nadie; yo no soy de esos –añadió mirándolos de forma significativa.
-¡Perfecto! Ahora resulta que te vas a hacer amigo íntimo de Malfoy –le espetó Hermione de forma sarcástica-. Pues déjame recordarte que fue un Slytherin quien asesinó a tus padres y fue una Slytherin quien mató a Sirius; me gustaría saber qué dirían ellos si vieran que de repente quieres llevarte bien con ellos ¿eh?
La mirada de Harry fue clara y decisiva. Hermione no la entendió tan rápido como el pelirrojo que había compartido cuarto con Harry durante cinco años y sabía cuando el chico le estaba advirtiendo que se metía en terreno peligroso. Ni siquiera tuvo tiempo de decirle nada a Hermione antes de que Harry hablara.
-No, no lo he olvidado Hermione, cada día recuerdo perfectamente a mi madre gritando para protegerme de Voldemort, y cada noche veo el rostro de Sirius antes de caer detrás del velo y no necesito que vengas a recordarme algo que jamás podré olvidar aunque quiera hacerlo; pero no todos los traidores son de Slytherin, es mi turno de recordarte que fue Peter Pettigrew, un Gryffindor como tú y como él –señaló a Ron-, quien causó el mayor daño, traicionando a quienes habían sido sus mejores amigos… ¿No te resulta conocida la historia? –añadió con sarcasmo e ironía que fue captada por ambos chicos de forma inmediata-. Piensa en ello mientras duermes tranquila esta noche, ¿de acuerdo?
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-¿Estás bien?
Ni siquiera se molestó en girarse para saber quién era el que había entrado en la biblioteca sin hacer apenas ruido. Había aprendido durante sus horas con él a conocer el silencio que sus pasos lograban.
-Sí… ¿por qué no habría de estarlo? –dijo con voz ligeramente temblorosa. Respiró profundamente para que se le quitasen las ganas de llorar y parpadeó repetidamente para que las lágrimas no saliesen de sus ojos justo cuando Harry se sentó a su lado en uno de los bancos de la biblioteca.
-Quizá por lo que Malfoy ha dicho antes -aventuró el chico mirando como ella aún estaba apretando sus labios para contener sus lágrimas.
-Oh, eso… - hizo un ademán con la mano-… no me interesa nada de lo que ese estúpido arrogante me diga –se encogió de hombros esforzándose en sonreír-. No me importa nada de lo que Malfoy o los demás digan… Ya estoy acostumbrada a esos comentarios, Harry… los he oído tantas veces que han perdido el significado… Ya no me afectan.
-No puedes seguir haciendo esto, Ica –le dijo utilizando aquel apelativo cariñoso hacia ella-, no puedes fingir ser fuerte y aparentar que nada te hace daño para encerrarte luego sola y llorar sin querer que nadie te abrace… –al ver que las manos de la chica temblaban, Harry las tomó entre las suyas mientras le transmitía un poco de su magia para reconfortarla. En el momento en que sus manos se rozaron, un escalofrío volvió a recorrer su espina dorsal, y a juzgar por la mirada de ella, Verónica también debió sentirlo, pese a todo, ninguno de los dos apartó las manos.
"-¿Harry?
-¿Giliath? ¿Ocurre algo?
-Nada. Me pareció que tu magia estaba inestable, ¿está todo bien?
-Todo bien. Ha ocurrido algo… Necesito consultaros algo.
-Tendrás que esperar, hay una reunión de profesores. ¿Quieres venir?
-No. En estos momentos cuanto menos vea a Dumbledore mejor para su salud –notó como Giliath parecía debatirse entre la seriedad y la risa-. ¿me mantienes informado? Iré con Remus esta noche
-Claro. Ten cuidado.
-No te preocupes"
-Tengo que irme… -anunció Harry-… Me están esperando para hacer algo… -titubeó un poco mirándola-. ¿Estás bien? Puedo quedarme contigo si…
-Estaré bien Harry… Siempre lo estoy… Gracias –le dijo con sinceridad.
-Nos vemos mañana, enana –le comunicó él.
El chico le sonrió de nuevo y la besó en la frente. Verónica no dijo nada, no pudo decir nada. Se quedó sola en la biblioteca, pero había algo distinto; su olor, el olor dulzón de manzana se había quedado en la biblioteca, rodeándola, casi protegiéndola. Y aquel escalofrío que había sentido… era extraño… demasiado extraño; siempre había escuchado decir que Harry Potter estaba rodeado de un ara misteriosa y extraña, pero jamás pensó que alguna vez se vería envuelta en ella.
Pero había algo más. Y ella sabía qué era, conocía esa sensación de hormigueo en el estómago cuando él sonreía, la sensación de vuelco en el estómago cuando él la miraba, la sensación de sentirse protegida cuando él estaba cerca…
-Genial… -murmuró para sí misma mientras apoyaba su frente en la mesa de madera dándose pequeños cabezazos-… estás empezando a enamorarte… él sólo quiere ser tu amigo… nada más… él jamás se fijaría en alguien como tú… no te enamores… no puedes enamorarte… sólo sufrirás… no te enamorarás de él… no lo harás…
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Lo primero que hizo cuando se levantó fue vestirse y dirigirse a la habitación de Remus, llamó a la puerta de la habitación despacio pero firme; sabía que Remus estaría enfadado con él por haber aparecido en medio de la noche a su lado sin siquiera avisarle y pese a que el lobo no le había hecho nada porque había reconocido sus ojos y su olor, el enfado había estado patente en los ojos del hombre lobo durante toda la noche.
-¿Puedo pasar sin que me arañes otra vez? –preguntó asomando la cabeza mientras recordaba el zarpazo que la noche anterior el lobo le había dedicado.
Por algún motivo no se sorprendió al encontrar a Giliath sentada en la cama de Remus mientras terminaba de ayudarle a beberse un cuenco de sopa caliente con poción revitalizante que Erebor había preparado en persona. La diosa le sonrió al chico y se levantó soltando la mano de Remus que para aquel entonces estaba sujeta a la de ella; Harry enarcó una ceja ante la escena pero no dijo nada, Remus seguía enfadado con él y no era necesario que se enfadara más.
-Os dejo solos –indicó la diosa mirando a Remus en una señal de advertencia que Harry conocía muy bien-. ¿Tenías que hablarnos de algo?- Harry recordó la extraña sensación que tenía cuando Verónica estaba cerca de él y simplemente asintió a las palabras de la diosa-. Avisaré a Erebor y Derin ¿de acuerdo? Nos vemos luego.
-Gracias –le dijo Harry cuando ella pasó por su lado. La mujer le besó en la frente antes de salir de la habitación y el chico miró al licántropo-. Pensaba ir a Hogsmeade, ¿necesitas que te traiga algo? –el licántropo no contestó -¿Seguirás enfadado conmigo mucho tiempo más?
Remus no contestó.
-Sé que debería de habértelo dicho y me disculpo por no haberlo hecho, pero si estás esperando que me disculpe por haber ido anoche contigo y quieres que te prometa que no volveré a hacerlo, te sugiero que sigas esperando porque no lo haré Remus –le dijo el chico tajante. El hombre le miró-. No voy a dejarte solo ahora que puedo acompañarte en tus noches Remus, y si para eso tienes que enfadarte conmigo, adelante, pero el lobo no volverá a estar solo ¿entiendes?
-Eres tan terco como James y Sirius –dijo el hombre mirándolo-. Sé que no puedo pedirte que no vuelvas a venir en las noches de luna llena conmigo, lo harías de todas formas con o si mi permiso, ¿verdad?
-Cierto –corroboró el chico.
-En ese caso… supongo que sólo puedo decirte una cosa…-Harry lo miró seriamente y Remus le sonrió en tono conciliador-. ¿Quieres explicarme qué es todo eso de Ahsvaldry, Harry?
-Es una larga historia Remus.
-No me importa, siéntate y cuéntamelo todo.
-Ahsvaldry es una ciudad de dioses, Remus, y está situada en un universo paralelo a este, alejado de los mortales como nosotros –empezó el chico su explicación después de permanecer varios minutos en silencio sin saber por dónde empezar-. Derin, Giliath y Erebor son dioses de Ahsvaldry.
-Eso ya lo sé, me lo ha contado Giliath –dijo Remus tranquilo.
-¿Qué más te ha contado Giliath? Se os ve muy bien juntos… -añadió con tono pícaro que a Remus le recordó a Sirius; lo miró enarcando una ceja y el chico decidió cambiar la conversación-. De acuerdo, entonces ¿qué es lo que quieres saber exactamente?
-¿Qué tienes que ver tú con los dioses de Ahsvaldry, Harry? ¿Qué tenía que ver Lily con Ahsvaldry?
-Al parecer no sólo soy alguien conocido en este mundo, Remus –le explicó el chico con una amarga sonrisa-; mi madre y la madre de mi madre, y por tanto yo, pertenecemos al linaje de los dioses desde el principio de los tiempos y está en mi poder cumplir una profecía.
-Espera, para un momento, ¿Lily procedía de un linaje de dioses?
-Así es y yo, como su hijo, también lo soy. Al parecer soy el primer varón descendiente de la diosa Lahntra.
-Harry, cuéntamelo desde el principio, por favor –le pidió el hombre-. Y ni se te ocurra ocultarme algo ¿de acuerdo? Tus ojos y los de tu madre son idénticos pero te aseguro que tienes ese mismo brillo culpable que tenía tu padre cuando mentía, así que te descubriría pronto.
Harry sonrió mientras empezaba a moverse por la habitación, recuperando el viejo hábito de pasear mientras hablaba porque le relajaba que tanto trabajo le había costado a Stell quitarle.
-Está bien, empecemos por el principio. Lahntra era la hija de un dios y una mortal; tenía una hermana, Elea que movida por las ideas de un demonio, acabó con la vida de Lahntra después de que ésta diera a luz a una pequeña, fruto de su amor con Stell.
-De acuerdo, continúa, por favor.
-Antes de morir, Lahntra consiguió concentrar todo su poder y su magia en sí misma, dejando caer una lágrima que al tocar el suelo se convirtió en cristal, formándose así, este colgante –sacó la lágrima de Lahntra de debajo de su túnica y se la acercó a Remus para que pudiera verla; tan pronto como el hombre fue a tocarla, un leve resplandor rojizo de advertencia hizo que Remus apartara la mano-. Tan sólo los descendientes de Lahntra pueden acercarse al colgante y obtener su poder. Nadie puede matarme si este colgante está en mi poder… -sonrió con cierta tristeza al recordar lo que Stell le había dicho hacía tiempo-. Tan solo el poder de la daga oscura clavado en mi corazón o cortando mi garganta puede acabar con mi vida.
-¿La daga oscura?
-Hay tres objetos que siempre hay que tener en cuenta; la lágrima de Lahntra, el colgante de Elea y la espada blanca –Remus frunció el ceño-. Elea utilizó la espada de Lahntra para matar a la diosa, tan pronto la espada entró en contacto con la sangre de Lahntra, el odio y el rencor de Elea transformaron su hoja en algo tan negro como el tizón, para ser más fácil de llevar, Elea la transformó en una daga y le cambió el nombre –se encogió de hombros-. La daga oscura –añadió.
-¿Y dónde están ahora la daga oscura y el colgante de Elea? –quiso saber el hombre.
-Nadie lo sabe –admitió apesadumbrado-. La daga oscura se mueve por impulso para acabar con todos los descendientes de Lahntra y lo único que la detiene a hacerlo es el corazón de su guardiana.
-¿Su guardiana? –Remus sacudió la cabeza-. Harry, me estoy confundiendo un poco, ¿podrías por favor…
-Sí, sí… perdona… -se pasó una mano por el cabello alborotado antes de clavar sus ojos verdes en los del hombre y por unos segundos, a Remus le pareció estar viendo la mezcla perfecta entre James y Lily-. ¿Estás bien? De repente te has puesto algo pálido…
-Estoy bien, sigue, por favor.
-De acuerdo; del mismo modo que yo soy el depositario de la lágrima de Lahntra, alguien es la guardiana de la daga oscura; únicamente la pureza de su corazón puede detener a la daga de que siga sus impulsos para matarme, pero no es suficiente para mantenerla alejada de mí.
-¿Me estás diciendo que la daga oscura tiene vida propia?
-Casi. En realidad, son los sentimientos de rencor que Elea dejó en ella lo que hacen que la daga me busque. Durante siglos ha buscado a todos y cada uno de los descendientes de Lahntra para terminar con su vida; cuantas más personas mueran bajo su oscura hoja, más posibilidades tiene su descendiente y la misma Elea de aumentar su magia.
-¿Y el tercer objeto? El colgante de Elea… ¿también tiene un depositario?
-Es más complicado que eso –dijo el chico-. Según la leyenda, uno de los naryns más fieles de Elea se encargó de ocultar el colgante de Elea; su deber era ponerlo a salvo de los seguidores fieles de Lahntra y Stell pero la avaricia y el poder magnético que el colgante emitía hizo que el naryn quisiera tocarlo y poseerlo… -suspiró-… nadie volvió a ver ni el colgante ni a su guardián.
-¿Desapareció?
-No. No pudo desaparecer, de haber sido así, yo lo hubiera notado –Remus lo miró confundido y el chico se explicó-. Ambos colgantes están conectados entre sí. Uno sirve para encontrar al otro.
-Hay una profecía en Ahsvaldry –dijo Remus más que preguntó. El adolescente le sonrió mientras le miraba enarcando una ceja haciéndole una pregunta silenciosa-, Erebor me dijo eso, pero no añadió nada más, dijo que eras tú quien debía decidir si tenías que contármelo o no.
-Lahntra murió a manos de su hermana, pero Elea no murió; depositó toda su magia y su esencia en su descendiente y únicamente despertará cuando el descendiente de Lahntra vaya a su encuentro para matarla –se encogió de hombros mientras Remus lo miraba asimilando las palabras del chico-. Tendré que enfrentarme a Elea, Remus, tendré que enfrentarme a una diosa después de terminar con su descendiente.
Pensó que Remus pondría el grito en el cielo, que se levantaría de la cama y lo obligaría a rehusar a esa profecía, que sería capaz incluso de hacerle un oibliviate para que él no recordase quién era de verdad. Pero no estaba preparado para el rostro sereno y comprensivo de Remus.
-¿Sabéis quién es el descendiente de Elea? –Harry lo miró - ¿Quién es la persona a la que debes enfrentarte antes de enfrentarte a Elea?
-Las dos profecías se unen en el tiempo y el espacio Remus, ambas dependen de una misma persona, tengo que derrotarla en el mundo mortal para que su sombra se desvanezca de Ahsvaldry y pueda enfrentarme a Elea –el hombre lo miró y cuando lo hizo, una chispa de miedo se reflejó en sus ojos dorados-. ¿Lo entiendes?
-Voldemort… -susurró el hombre-… Voldemort es el descendiente de Elea, es a él a quien…
-Sí, es a él –pronunció el chico con aplomo.
-Pero si Voldemort es el descendiente de Elea… si tú tienes el de Lahntra por ser el descendiente de Lahntra, él…
-Él está buscando el colgante de Elea, Remus. Ese colgante desataría su poder más oscuro y las criaturas oscuras se arrodillarían ante él al conocer su procedencia; el ejército de Voldemort no estaría formado sólo por mortífagos, criaturas oscuras, naryns y quimeras darían su vida por ese colgante y lo que representa… Del mismo modo que los shygards darían la suya por mí…
-Giliath me habló de ello –asintió el hombre-. También mencionó algo sobre que eran tus guardianes.
-Mis guardianes, protectores y mentores; han hecho un juramento de lealtad sobre su vida, y eso les obliga a protegerme con su magia y su alma si fuera preciso –añadió el chico con una triste sonrisa-. La verdad es que cuando hicieron el juramento no entendí muy bien a que se referían…
-Te protegerán con su vida Harry –dijo Remus empezando a entender por qué la relación entre los dioses y el chico parecía tan especial.
-Sí, lo harán… Y sé la enorme carga y responsabilidad que eso conlleva, Remus –añadió al ver como el hombre iba a decir algo más-. Puedo soportarla… siempre he llevado demasiada carga…
-Siempre ha sido demasiada para ti solo… -el chico no le contestó. -Pero eso no es todo ¿verdad? –indagó el licántropo-. ¿Qué más hay, Harry?
-Nada fuera de lo común –contestó encogiéndose de hombros sin saber cómo se tomaría la siguiente información su ex profesor de Defensa-; estoy en peligro de muerte –anunció como si fuera lo más normal del mundo.
-Explícate –pidió el hombre sin ningún tipo de alarma en su voz.
Harry sonrió. Seguramente después de todos los líos y problemas en los que su padre y su padrino lo habían metido, a Remus le gustaba tener toda la información antes de entrar en pánico y dejar que la histeria se apoderara de él.
-Tengo que encontrar a la guardiana de la daga oscura antes de que la daga me encuentre a mí y me mate. Además tengo que encontrar al depositario del colgante de Elea antes de que Voldemort lo encuentre y utilice su poder para abrir un portal entre ambos mundos; si Voldemort consigue convocar a los naryns en este mundo, créeme que los mortífagos serían nuestra última preocupación…
-Has dicho que la lágrima de Lahntra y el colgante están unidos, ¿verdad? –Harry asintió sonriendo ante la imagen de Remus, que parecía que empezaba a encajar las piezas de un puzzle-. Por eso Voldemort quiere terminar con tu vida… Necesita el poder del colgante de Elea para convocar a los naryns, y sólo puede encontrar ese colgante si obtiene primero la lágrima de Lahntra –Harry asintió en silencio-, pero no puede obtenerla a menos que tú mueras…
-Y únicamente puede matarme la daga oscura –corroboró el chico-. Veo que lo has entendido.
-Pero entonces… -había algo que no encajaba-… ¿Lily?
-Mi madre se deshizo de la lágrima de Lahntra y la colocó a mi alrededor aquella noche, cuando papá le dijo que huyera conmigo… -asintió el muchacho con dolor reflejado con claridad en sus ojos-… Por eso Voldemort no pudo acabar conmigo…
-Porque el poder de Lahntra te protegía…. –añadió Remus-… Cielo Santo, por todos los dioses y brujos…
-En el momento en que la maldición tocó a mi madre, ella murió porque ya no contaba con el poder de Lahntra; al ponérmelo a mí, sus guardianes perdieron el contacto con ella y no pudieron hacer nada para salvarla.
-¿Hay alguna posibilidad de que puedas evitar enfrentarte a Elea? –preguntó el hombre cambiando de tema de forma rápida al ver el dolor que aquella conversación le producía al chico.
-Tengo que enfrentarme a ella Remus –dijo decidido. El hombre le miró-. Hay algo más, algo relacionado con mamá.
-¿Qué?
-Su alma está atrapada en el plano espiritual –dijo el chico-. Y junto a ella están todos aquellos que murieron por proteger a los descendientes de Lahntra, tanto los descendientes como sus guardianes y protectores… Están atrapados y únicamente podrán ser liberados cuando Elea muera.
-¿Quieres decir que tus padres no…
-No. Papá y mamá no están juntos… sus almas están separadas y sufren por ello… Es lo único que puedo hacer para que se vuelvan a unir, Remus, tengo que acabar con la vida de Elea para que mamá y papá puedan ser felices en la eternidad, tanto como lo fueron en vida…
-¿Por qué no me contaste nada de todo esto antes? –preguntó el hombre visiblemente herido por que el chico no hubiera confiado en él-. ¿Acaso no confías en mí?
-¿Confiar en ti? Remus, eres la única persona en quien confío a parte de Giliath, Erebor y Derin… Sólo… no quería que tuviese más preocupaciones de las que ya te he causado.
-¿De las que me has causado? –preguntó el hombre extrañado-. ¿A qué te refieres?
-Llegué de Ahsvaldry y te aparté de Dumbledore, el único mago que confió en ti… La única persona que te dio un voto de confianza pese a tu pequeño problema –añadió con una media sonrisa-… Te pedí que dieras clases de oclumancia… aún sabiendo lo mucho que te costará hacerlo…
-Harry, siéntate por favor, me estás poniendo nervioso –pidió el licántropo con una media sonrisa. A regañadientes, el chico obedeció-. Escúchame bien, Harry; nunca y digo nunca, me has causado ninguna molestia y no creo que nunca me la causes. Durante tu primer año de vida, fuiste casi un hijo para mí y ahora vuelves a serlo… En una ocasión me pediste que no me culpara por la muerte de tus padres y de Sirius –el chico sonrió dándole a entender que se acordaba de aquellas palabras-, ahora te pido yo lo contrario… No te culpes por ser quién eres, por ser como eres; tú no has podido elegir tu destino ni tu futuro Harry, no has tenido esa opción, esa oportunidad… ya naciste marcado por el pasado. Daría mi vida por ti si fuese necesario porque eres el hijo de Cornamenta y Lily, el ahijado de Sirius, y el hijo que nunca pude tener… -le sonrió con amabilidad y cariño. -Una última pregunta –habló Remus-. ¿Por qué te decidiste a decirlo?
-Mamá me aconsejó que lo hiciera… -se encogió de hombros-… Me dijo que tú eras la mejor persona a quien podía aferrarme.
-Espera… ¿Lily? -Harry sonrió asintiendo-. Me gustaría…
-Un día de estos te llevaré para que la veas Remus –le prometió el chico.
Harry no contestó. Ambos sabían que no hacía falta que lo hiciera; un simple "gracias" no hubiera bastado para dar el final adecuado a esa conversación; pero con aquella mirada se dijeron todo lo que necesitaban decirse.
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No se sorprendió cuando entró en aquella sala privada y encontró a Draco sentado en el suelo con la espalda recostada contra la pared de piedra y la cabeza inclinada hacia delante en señal de rendición. Sus manos aristocráticas estaban sobre sus rodillas, como si fuera el único sitio al que el muchacho pudiese agarrarse, a sí mismo.
Estuvo tentado a entrar con él en la sala, a sentarse a su lado y pasarle un brazo alrededor de los hombros, demostrarte que no estaba solo y encontrar una manera de que él le confiase sus secretos, sus miedos y sus sueños, tal y como lo hacía siendo un niño.
Había pensado que quizá la cercanía con Potter le sirviera de algo para darse cuenta de lo que ocurría, pero según Zabinni, el único cambio que se había producido en Draco a parte de levantarse casi siempre con mal humor, era sus sueño intranquilo e irregular, despertando cada noche entre gritos y respiraciones agitadas y según le había confesado el muchacho, en más de una ocasión había visto como Draco despertaba con la varita en la mano y mirando a su alrededor como si tuviera miedo de algo o de alguien y el chico presintiera que debía defenderse.
Escuchó un sollozo y su primer impulso fue abrazar al chico. Quería decírselo. Quería alentarle a que ninguna de sus pesadillas se hiciesen realidad, pero sabía que no podía hacerlo; si Draco no daba el primer paso, él no podía hacer nada por ayudarle.
Despacio y sin que el chico se diese cuenta, dio media vuelta y salió por el tapiz que había utilizado para entrar en la sala. Sonrió sin darse cuenta al recordar una de las frases que Cathy solía decirle continuamente siendo niños: "no puedes ayudar a quién no quiere ser ayudado". Tenía razón. No podía ayudar a Draco si el chico no le pedía su ayuda antes.
Cansado y dolido por no poder hacer nada por el chico, lo dejó en silencio.
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Se miró al espejo del baño y la imagen que estaba acostumbrada a ver, le fue devuelta. Suspiró maldiciéndose por ser tan idiota de mantener esperanzas de perder peso por las buenas durante las noches. En más de una ocasión había rezado para que alguien le echara algún tipo de hechizo que la obligase a perder peso repentinamente, pero ni siquiera eso, los hados del destino le habían permitido.
Se miró mientras se subía la camisa del uniforme; se mordió el labio en un gesto de nerviosismo que jamás se había dado cuenta de que hacía; uno de los mechones lacios cayó sobre su frente, sobre uno de los cristales de sus gafas suspirando, lo apartó a un lado.
Su mente se debatía entre lo que había hecho en un pasado y lo que podía hacer. Sabía que no quería hacerlo, pero también sabía que de hacerlo lograría lo que todo el mundo buscaba; ser perfecta a los ojos de los demás.
Lo había hecho con anterioridad y se había sentido fracasada, débil y extrañamente mal. Había logrado su objetivo pero cuando se miraba por las mañanas al espejo, no veía en él, a la persona que era, sino que veía la persona que los demás deseaban ver.
Suspiró derrotada. Una vez. Sólo lo haría una vez, no podía ser malo ¿cierto? Podía controlarlo, no volvería a caer en esa enfermedad, después de todo, ella era una chica inteligente, podría llevarlo bien, podría tener el control.
Abrió el grifo de la ducha dejando que el ruido del agua corriendo inundase el baño y sonase ligeramente amortiguado en la habitación donde sus compañeras de cuarto seguían dormidas; el ruido serviría para silenciar las arcadas que ella misma estaba a punto de provocarse.
Una vez. Sólo una vez. No volvería a caer. Sólo sería hasta que bajase de peso. Un par de semanas quizá, o tal vez tres. Luego, todo estaría bien a ojos de los demás.
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-¿Todo bien? –preguntó Erebor en cuanto Harry salió del dormitorio de Remus.
-Sí, sólo teníamos que aclarar algunos puntos –explicó el chico sentándose en la silla y tomando el zumo que Giliath le tendía –Gracias –dio un sorbo y miró a la diosa que le sonreía-. Tenemos que hablar de algo serio –les anunció a los tres dioses.
-Estás a salvo –dijo Derin antes de que el chico empezase siquiera a hablar-. La lágrima actúa con un escudo sobre ti, ninguna fuerza oscura puede acercarse a ti sin que lo notes –le aclaró.
-Entonces, ¿a qué se debe que cada vez que rozo a cierta persona sienta un extraño escalofrío? –preguntó el chico sin siquiera inmutarse por el hecho de que Derin le hubiese contestado a la pregunta antes de que la formulara.
-¿A qué persona? –preguntó Erebor frunciendo el ceño.
-Verónica Ollivers –le contestó Harry distraídamente.
-¿Has notado algo raro cuando…
-No, no he notado nada malo en ella… es todo lo contrario… -intentó explicarse el chico. Giliath le miró.
-Si no puedes explicarte mejor, Ainur…
-Maldita sea… me gustaría, pero no puedo… -suspiró-… sólo sé que la lágrima de Lahntra parece reaccionar cuando ella está cerca…
Derin dejó la daba que estaba puliendo, Erebor elevó su mirada hacia el chico y Giliath se levantó como si alguien hubiera tocado un resorte en su fisonomía. Los tres miraron al chico.
-¿Reacciona?
-Sí –corroboró el muchacho-. Por eso quería hablar con vosotros… La lágrima única reacciona cuando estoy en peligro, ¿verdad?
-Hay otra posibilidad –dijo Derin rompiendo el silencio que las palabras de Ainur habían ocasionado-. La lágrima de Lahntra reacciona cuando Ainur está en peligro, pero también cuando el colgante de Elea está cerca…
-… o la daga oscura y su guardiana… -finalizó Giliath la respuesta de Derin.
Harry miró a Derin con los ojos abiertos preguntándose si el dios estaba bromeando; no fue necesario que dijera nada, una simple mirada era suficiente para que los dos se entendieran. Aquella era una posibilidad que ninguno de los presentes había pensado.
-Es una locura, su madre era bruja pero su padre muggle, ¿cómo iba a llegar la daga hasta ella? –inquirió Remus desde la puerta de su habitación.
-¿Qué haces levantado? –preguntó Giliath yendo a su lado al notar el aspecto débil del hombre.
Erebor no dijo nada, se limitó a acercarse al hombre lobo con una redoma de una poción verdosa que, seguramente, estaba asquerosa y que Harry reconoció como poción revitalizante mejorada.
-Gracias –dijo Remus antes de que la diosa lo ayudase a tomarla.
A ninguno de los presentes le pasó desapercibida la mirada de ternura que había en los ojos de ella y la mirada de dulzura y sencillez que irradiaban los ojos de Remus. Pese a no querer interrumpir ese momento que a Harry le pareció encantador entre dos de las personas que más quería, tuvo que hablar.
-Giliath, ¿conoces el aspecto de la primera guardiana? –preguntó el adolescente inclinándose hacia delante y colocando sus brazos en las rodillas.
-No –le sonrió a medias-. Si lo que insinúas es que tengo los suficientes años para haberla conocido… déjame decirte que me estás ofendiendo Ainur –fingió enojo ante el chico. Por suerte, Harry conocía todas esas bromas.
-¿Erebor? –pero el dios negó con la cabeza.
-¿Qué sugieres? –preguntó Derin.
-Mis ojos son como los de mi madre –sentenció Harry-. Si a través de tantas generaciones, aún se conserva un rasgo de la presencia que una vez fue la diosa Lahntra, quizá también ocurra con la guardiana de la daga oscura –sugirió el chico encogiéndose de hombros.
Erebor y Giliath se miraron unos segundos; al final, Erebor se limitó a encogerse de hombros dando a entender que no tenía ni idea pero que no parecía una mala idea del todo.
-Iremos a ver al Príncipe –comunicó Derin poniéndose de pie-. Aprovecharé para ver como van los entrenamientos de los Lobos –anunció mirando a Harry sabiendo que al chico le interesaba mucho saber como iban los soldados, más por haber sido amigos suyos que por otra cosa-. ¿Quieres que le diga algo Ainur?
Harry negó con la cabeza.
-Voy a Hogsmeade, tengo que comprar algunos ingredientes para pociones –sonrió y miró a Erebor-. ¿Cómo va Neville?
-Bastante bien –confesó el hombre-. Una vez que perdió el miedo a que el caldero le explotase, claro –añadió con cierto tono risueño y divertido que hizo sonreír a Remus y a Harry.
-Supongo que tener a Severus de profesor le intimida –comentó el licántropo con una media sonrisa mirando a Harry que le sonrió de vuelta.
-No es tan malo como quiere aparentar –anunció Giliath. Los varones le miraron con diferentes reacciones; Derin la miró con escepticismo, Erebor con una ceja enarcada mientras cruzaba los brazos, Remus con los ojos entrecerrados como si esperara que en cualquier momento la diosa gritara "es broma" y Harry se limitó a mirarla sonriente-. ¿Qué?
-Tienes razón –concordó Harry-. No es tan malo… -miró a Remus unos segundos y el hombre lobo se sintió atraído por esa mirada, como si el adolescente que tenía delante fuera capaz de descubrir todo su pasado con una simple mirada; estaba seguro de que si quisiera hacerlo, podría hacerlo-. Bueno, yo me marcho. Tened cuidado en Ahsvaldry, ¿de acuerdo?-Derin asintió. Se giró hacia Remus-. Y tú, será mejor que te acuestes un rato, la poción que Erebor te ha dado tendrá más efecto si descansas… El lobo tuvo una buena sesión de corretear anoche –le recordó mientras hacía un gesto de estirar su espalda.
-Lamento el zarpazo –se disculpó el hombre de inmediato. Derin miró a Remus con el ceño fruncido ante la disculpa.
-¿Te hizo daño?
Harry sonrió y colocó una mano conciliadora en el hombro del shygard.
-Estoy bien, no pasa nada, me lo merecía; el lobo se asustó frente a una nueva presencia.
-Ahora que lo mencionas, ¿hay algún otro animal que quieras presentarme? –preguntó Remus ligeramente enfadado.
Harry entendía el motivo. Era difícil y bastante complicado además de peligroso llegar a convertirse en animago, pero si además, lograbas hacerlo en más de un animal, el riesgo se multiplicaba por tantos animales como los que podías llegar a convertirte. Había escuchado de boca de su madre las preocupaciones que Remus había tenido en la cabeza durante sus años de Hogwarts cuando sus amigos se hicieron animagos ilegales por él, y francamente, esperaba que no sintiera esas mismas preocupaciones por él.
-Bueno, ya conoces a Mista –dijo haciendo que el hombre asintiera al recordar la lechuza gris-, conociste a Dur, el tigre blanco –añadió-, así que supongo que queda Rylet, es una serpiente acuática y quizá algún día veas a Endarth –frunció el ceño-. Aunque no estoy seguro, no me gusta esa transformación.
Remus miró a su alrededor y Giliath se ofreció a ayudarlo.
-Endarth es un fénix –aclaró-. Él y Feamor no se llevan del todo bien… -comprendió por qué no le gustaba esa transformación, después de todo, el fénix debía recordarle a Albus y a la Orden que lo traicionó
-Supongo que Feamor se siente intimidado ante la presencia de un ser como un fenix –aclaró el adolescente.
-¿Cuatro? –preguntó el licántropo -¿Y se pude saber cuándo me lo ibas a decir?
Harry le sonrió.
-¿Quería darte una sorpresa? –aventuró el chico. Remus abrió la boca para decir algo, pero el chico siguió hablando para que no pudiera reprenderle de ningún modo-. Estoy bien Remus; no es tan peligroso para mí como lo es para un mortal –añadió divertido-. Aunque yo también me preocupé cuando me di cuenta de que podía adoptar la forma de cuatro animales distintos.
-Un terrestre, uno de aire, uno de agua y un animal sagrado… -enumeró Remus.
-Eso mismo –vio como los ojos del hombre lobo se abrían con cierta sorpresa-. Ahora, será mejor que me vaya, regresaré pronto para saber qué os ha dicho Stell.
-Ten cuidado ¿de acuerdo? –ordenó Derin con voz seca y casual.
Aquella era la manera del shygard de advertirle que más le valía seguir con vida para la hora de la cena o él mismo se encargaría de resucitarle y matarle después por haber sido tan estúpido como para dejarse matar. Harry le sonrió.
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En el próximo capitulo…
"-Me alegro
-¿Cómo?
-De que Harry confíe en ti, me alegro"
"-¿Están listos?
-Da la señal; que todos estén en sus puestos en media hora"
"Había algo a su alrededor y no sabía qué. Casi por inercia convocó su propio escudo a su alrededor; la lágrima de Lahntra palpitó contra su piel, bajo su ropa, helándolo; aquello no era una buena señal; ahora estaba seguro de que algo iba a ocurrir"
"-¿Y dice que la lágrima reacciona ante esa chica?
-¿Esto… ¿esto es verdad? ¿Quimeras? No es posible…
-Lo sé. Ahora lo que más importa se saber donde está esa quimera
-¡Por todos los dioses! ¿Quién eres?
-Dimbar… Dimbar de Ansterns… -dijo el chico a media voz-… Quimeras… Okkorton… alguien las domina…"
"El tatuaje de su hombro lo hizo ponerse sobre aviso. Miró a su alrededor extendiendo su campo de energía; ninguno de los shygards parecía haber notado nada. Eso sólo podía significar una cosa; Ainur intentaba avisarle. Ainur tenía problemas."
"-Vaya… así que el pequeño Harry vuelve a querer ser le héroe…
-Eres igual que él… amigo de los sangre sucia y de los mestizos…
-Es curioso que critiques a los mestizos cuando precisamente tu señor es uno de ellos, ¿no lo sabías?
-Sigo mis propias reglas. No me importa lo que le guste o lo que no le guste a Dumbledore
-¿Qué te hace pensar que te he mostrado todo mi potencial? Quizá ha sido al contrario y he sido yo quien te ha estado observando… La próxima vez que te cruces en mi camino, no saldrás viva"
