Hola a todos! Vaya, que prontito que he escrito el capítulo, ¿verdad?
Sabéis que pasa? Que a veces me pongo a escribir porque se me vienen un montón de ideas a la cabeza y entonces las tengo que subir antes de que me arrepienta y empiece a borrar lo que he pensado :D
En fin… muchas gracias por todos vuestros comentarios, quiero hacer una mención especial a Ailuj que su papi ha estado enfermo y desde aquí quiero decirle que espero que se recupere y que ella se anime, que todo estará bien pronto :D
Bueno, os dejo con el capítulo, a ver si os gusta…
CAPITULO 18: ¿Qué te hace pensar que sigo siendo el mismo?
"Tenía que admitir que el ambiente que Giliath había creado le era bastante satisfactorio, placentero y relajante; ahora entendía porqué era ella la encargada de las clases que tenían que ver con la mente; sabía cómo hacerlo exactamente para que la mente quedara completamente en blanco, vacía, libre de cualquier sentimiento o recuerdo.
-¿Estás listo?-La voz de Erebor lo sacó de sus pensamientos. El chico asintió mostrándose un poco reticente-. Ainur, si no quieres… podemos dejarlo para más adelante.
-¿Y de qué me servirá dejarlo para más adelante? –preguntó el adolescente con la sombra de una sonrisa atravesando su rostro-. Algún día tendré que hacerlo, ¿no? Además -les sonrió a ambos-, confío en vosotros. Quiero confiar en vosotros.
Aunque él no lo supo porque ninguno de los dos dioses dijo nada, esas palabras significaron mucho para ellos.
Por fin iba a ocurrir. Harry estaba dispuesto a mostrarles su pasado, todo su pasado, incluso recuerdos y memorias que él no podría recordar… su mente, sus deseos, sus sueños, sus ilusiones, sus torpezas, sus recuerdos… todo les iba a ser mostrado. Cada palabra que el chico había dicho o escuchado, cada imagen, cada conversación, cada lágrima, cada golpe… Todas y cada una de las cosas que habían estado presentes en la vida de Harry Potter les iba a ser confiados. Él lo había querido así; él deseaba confiar en ellos y sabía que para ello necesitaba que sus guardianes y protectores conociesen todos y cada uno de los aspectos que habían marcado su vida y que lo habían condicionado a ser el chico que era en el presente.
-¿Estás listo, Ainur? –preguntó Giliath con voz susurrante mientras terminaba de cerrar la estancia mágicamente.
-Aún no sé que tengo que…
-No te preocupes… sólo debes relajarte… nosotros haremos el resto –le contestó la diosa mientras le indicaba un sofá que había aparecido en la sala-. Te recomiendo que te sientes o que te tumbes, como más cómodo estés.
-Harry, sólo tienes que pensar poco a poco en las cosas que recuerdes… no fuerces nada, si no recuerdas colores, formas, conversaciones… -desechó un largo etcétera con un movimiento de mano-… no te preocupes, sólo relájate, ¿de acuerdo?
-Puede que notes un leve pinchazo en tu cabeza – Harry palideció Recordaba perfectamente el modo en que Snape se metía en su mente sin su permiso. Giliath le sonrió tranquilizadora-. Intentaremos ser suaves, te lo prometo. Todo lo que nosotros veremos lo verás tú también.
-¿Qué quieres decir?
-Quiero decir que veremos todos tus recuerdos Harry, incluso aquellos de los que tú desconoces su existencia, los que has olvidado o los que has bloqueado.
-¿Veré… veré a mis padres? –preguntó.
Erebor y Giliath se miraron un segundo antes de que la diosa asintiera despacio sin saber del todo cómo iba a reaccionar Harry ante ese nuevo conocimiento.
-¿Estás de acuerdo con eso, Harry?
-¿Bromeas? Veré a mis padres… aunque sea en mis recuerdos… los veré… -les sonrió a ambos.
-Vamos a empezar Harry… -le susurró Erebor.
Harry asintió despacio mientras se tumbaba en aquel sofá de color rojo vino y esperó instrucciones. Erebor le sonrió.
-Seguramente cuando vuelvas en ti, estés mareado y con dolor de cabeza, es normal, sólo dímelo y te daré una poción para remediar eso, ¿de acuerdo?
-De acuerdo –asintió el chico.
-Muy bien… Cierra los ojos… -el chico obedeció sin decir nada en contra. La voz de Giliath era relajante e invitaba a dejarse llevar-. Abre tu mente Ainur… Déjanos ver tus recuerdos, sentir lo que has sentido, ver lo que has visto… -Harry se dio cuenta de que estaba cayendo en un estado de letargo, pero no le importaba; sabía que mientras Erebor y Giliath estuviesen allí, no le ocurriría nada.
-… Deja que escuchemos lo que has escuchado y que veamos lo que tú has visto… -añadió la voz de Giliath-… haznos partícipes de tu pasado para poder velar por ti en el futuro…
Una sensación de paz y tranquilidad inundó la mente de Harry. Notó un leve pinchazo en la cabeza, Giliath ya se lo había advertido y pese a ello no pudo evitar que su mente intentara cerrarse y bloquearse de forma instintiva; una mano dulce descansó sobre su frente, transmitiéndole un calor humano que no había experimentado nunca… se dio cuenta de que no era como las veces en que Snape había accedido a su mente, ahora era más suave, más tranquilo, más pausado… Podía notar el aura de Giliath y Erebor a su alrededor.
-Tranquilo… -la voz de la diosa le llegó lejana, como si una barrera la estuviese amortiguando para que le llegara en ligeros susurros y melodiosa voz-. Déjanos ver lo que hay en tu pasado…
Unos ojos verdes. Unos ojos verdes y una cabellera pelirroja que se agitaban sonrientes frente a él. Harry sintió un estremecimiento. La mujer de piel blanca y pecas en la nariz, estaba sudada y con los ojos hinchados y rojizos de haber estado llorando; algunos mechones rojizos se pegaban en la frente y las mejillas y aún así, Harry no pudo encontrar otra palabra que la describiera que no fuera "hermosa".
A través de sus propios ojos pudo ver como alguien lo dejaba en brazos de aquella mujer; vainilla y canela; a eso olía la piel de ella; se sentía bien entre sus brazos; protegido, feliz… sentimientos que jamás había experimentado en la vida real y que en aquellos momentos estaba recordando; a lo lejos se oía a alguien hablar.
Los brazos de la mujer lo rodeaban por completo, abarcando su frágil cuerpecito diminuto, apenas cuarenta y dos centímetros de largo; la calidez lo embriagó dentro de su recuerdo.
Una mano firme y morena entró en su campo de visión. El olor a la mezcla de manzana y madreselva le llegó claro al bebé que se agitó en brazos de la mujer; ella rió. Una risa clara, cristalina, dulce, pura, hermosa… la mujer era feliz.
Un hombre apareció ante él y besó con amor a la mujer pelirroja que pese a resistirse a apartar los ojos de su bebé, giró la cabeza unos segundos para que el hombre la besara en los labios con dulzura en un gesto íntimo y de agradecimiento por el esfuerzo que acababa de realizar y por haberle dado un hijo.
Cabellos negros y desordenados y unos ojos del color de la avellana ocultos tras unas gafas de montura negra, redondas; eso fue lo que el pequeño vio antes de que el hombre lo tomara en sus brazos.
Si en los brazos de la mujer se había sentido protegido y amado, en los brazos de él se sentía amado y seguro; era como si al estar allí, todo lo malo que le había ocurrido hubiese desaparecido de repente, como si alguien hubiera lanzado un hechizo de borrar su vida pasada y todos sus recuerdos… sentía que allí, recostado contra el pecho de aquel hombre, oliendo el jabón de su camisa negra, estaba a salvo de todo y de todos. Y entonces lo supo. Supo que eran sus padres; supo que ese era el primer recuerdo que tenía de ellos, supo que esa había sido la primera vez que los había visto.
Y como si aquel hubiera sido el desencadenante de sus recuerdos, una serie de imágenes empezó a pasar a través de sus ojos como una película; distinguía voces, incluso distinguió la de Sirius y Remus, el brillo de valor en los ojos de Sirius, la sonrisa amable de Remus, la voz cálida de una mujer.
Una serie de imágenes pasó a gran velocidad; todas diferentes, todas confusas, sin darle tiempo a asimilar una cuando otra ya estaba delante… pero todas ellas le transmitían el mismo sentimiento de felicidad que jamás había experimentado; en todas ellas escuchaba risas, bromas, en todas veía sonrisas y gestos amables, en todas sentía esa sensación de tranquilidad y de amistad, de amor hacia él, de cariño y comprensión, de ternura, de protección que durante toda su vida le había faltado.
Y tal y como llegaron esas imágenes, se desvanecieron en su mente tras el resplandor de una luz verde y un grito que resonaba en su cabeza una y otra vez.
Luego su tía gritándole, su tío golpeándolo, su primo persiguiéndole; una alacena bajo las escaleras, sin nada que le hiciera sentirse querido, sin nada que le hiciera sentirse amado o correspondido… perdido en un lugar en el que nadie le quería y no sabía el motivo.
Después Hagrid, y Ron y Hermione y Dumbledore alzando su copa en señal de bienvenida; Malfoy, Dobby, Voldemort en persona, el dolor de su cicatriz atormentándolo en las noches, la cara de Pettigrew, el rostro de Sirius al verlo, la sencillez de Remus y la forma en que él lo había mirado aquel día en el tren…
Risas a medias en la torre de los leones, nervios, sentimientos contradictorios, sonrojos, timidez, rabia hacia aquellos que se burlaban de sus padres, dolor hacia los padres que nunca había conocido; la alegría de poder volar sobre una escoba y sentirse libre para poder hacer lo que quisiera hacer.
El rostro de Bellatrix triunfante después de derrotar a Sirius, el rostro de su padrino cayendo tras el velo en el ministerio, Dumbledore rebelándole la profecía, el sentimiento de culpabilidad al escuchar las palabras de Hermione.
La soledad y el miedo que había sentido al verse solo de nuevo, completamente solo… La ira y la rabia que se habían apoderado de él al enterarse de la traición de Dumbledore y unir los cabos sueltos, atándolos; el dolor al verse traicionado por las dos únicas personas en quienes había confiado y a quienes se había atrevido a llamar amigos.
La soledad, el abandono, la amargura y la tristeza… La desesperación en forma de navaja atravesando sus muñecas, y la rabia hacia sí mismo al no ser capaz siquiera de quitarse la vida por propia decisión.
Una carta, la sorpresa y el anhelo al leerla, el miedo a lo desconocido era menor a la alegría de ver una luz y encontrar un camino por el que escapar de su vida.
Ahsvaldry. Stell. Derin. Erebor. Giliath.
Una luz blanca lo envolvió cegándolo, sin poder ver nada más. Abrió los ojos. El contacto de la mano de Giliath sobre su mejilla le hizo sonreír a medias. Lo había hecho; había logrado confiar en ellos, les había abierto su mente.
-Malditos mortales –Giliath se paseó de arriba debajo de la sala mientras que Erebor más racional lo ayudaba a sentarse y le ofrecía un vaso con un líquido rojizo y espeso, casi como el jaraba de fresa que había visto a tía Petunia darle a Dudley cuando estaba enfermo-. ¿Cómo se atrevieron a tratarte así? ¡Sólo eras un crío! ¡Eras un bebé que acababa de perder a sus padres! –miró a Harry como si él tuviera una respuesta. La diosa siguió caminando -¡Ese viejo director me las pagará todas juntas por haberte hecho pasar por todo eso! ¡Ya lo creo que lo hará!
Harry miró a Erebor y éste le sonrió tranquilizador.
-Es muy protectora… -le guiñó un ojo.
-¡Oh, sí! Sí lo soy –contestó la diosa por sentirse aludida-. Y espera a que su Alteza se entere de lo que ha tenido que pasar –añadió con cierto tono malicioso en la voz y un brillo divertido en los ojos-. Te aseguro que nadie más… -se giró hacia el chico y se arrodilló delante de él tomándole de las manos-… nadie más Harry, volverá a hacerte daño… -una de sus manos acarició s u mejilla-… No volverás a llorar por nadie que no merezca tus lágrimas, Harry… Te lo prometo.
Y Harry supo que la diosa no mentía."
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-¿Dónde estabas?
Draco miró a Blaise. Ni siquiera se había dado cuenta de que su amigo estaba en el cuarto cuando había entrado pensando en la carta que su padre le había enviado; todo aquello no le sonaba demasiado bien.
-McGonagall –mintió el rubio con simpleza; Blaise no le preguntó más, después de todo, era bien sabido la manía que la profesora de transformaciones le tenía a los Slytherins, casi tanta como la aversión que Snape le procesaba a los Gryffindor- ¿Cómo está Pansy?
El rostro de Blaise se ensombreció ligeramente al recordar el rostro de su novia hacía apenas un par de horas cuando la había dejado en la enfermería para que la señora Pomfrey le diera una poción para tranquilizarse, después de todo, era una Slytherin y no era conveniente que mostrara sus sentimientos aún cuando estuvieran tan justificados como lo estaba en el caso de Pansy, dado que el cuerpo de su padre había sido encontrado cerca de la mansión de los Parkinson.
-Lo superará, es fuerte –dijo el chico con una media sonrisa ladeada-. ¿Dónde vas? –le preguntó al ver que el chico se colocaba su capa negra sobre la ropa.
-Hay salida a Hogsmeade –dijo el chico.
-Pensé que te quedarías con Pansy y conmigo –no era una crítica, tan sólo una observación y Draco lo sabía.
-Lo siento, creí que Pansy querría estar contigo a solas para desahogarse, ya sabes –le contestó el rubio-. Quería aprovechar para comprarle unos dulces o algo así –añadió.
-Compra tambiién algunas botellas de whiskey de fuego ¿quieres? –pidió el moreno lanzándose una bolsita aterciopelada que tintineó en el aire cuando se la arrojó a Draco. El rubio lo miró suspicazmente-. Creo que el whikey le hará mejor que los dulces.
-Perderá la conciencia –le recordó Draco-. Ya sabes que no soporta el alcohol demasiado bien.
Blaise se encogió de hombros.
-Al menos si pierde la conciencia no pensará en el dolor que siente ahora mismo –le contestó el chico.
Draco le sonrió y le devolvió la bolsa.
-Yo invito –le dijo ante la pregunta muda del chico. Blaise sonrió-. Y dale un beso de mi parte, ¿de acuerdo?
-Dalo por hecho –contestó Blaise sonriendo.
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Dimbar dejó salir su magia fuera de su cuerpo, dejó que su aura le envolviese por completo mientras elevaba su oración hacia el espíritu atrapado de Lahntra y de todas sus descendientes y guardianes que habían habido hasta el momento. Cerró los ojos en el preciso instante en que alguien lo llamaba, uno de los muchachos más jóvenes, uno de los últimos que habían conseguido atrapar y arrastrar hasta aquella oscura celda.
Sintió el espíritu tranquilo y sosegado de Serest a su lado, casi como si quisiera indicarle qué debía hacer y cuándo debía hacerlo; un aura de paz inundó todo su ser y sintió el calor de una mano protectora que se cerraba alrededor de su hombro en un gesto de apoyo y comprensión, de ayuda, de cariño y de respeto, de gratitud.
-Escucha mi plegaria, escucha mi oración; ayúdame a vivir, pongo en tus manos mi vida y mi alma…
El chirriar de una puerta que se abría, unos pasos apresurados acercándose. La oscuridad. La luz. Cerró los ojos mientras su magia le protegía.
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-¡Longbotton!
Neville detuvo la charla que mantenía con Ginny y Seamus mientras cruzaban la sala común, todos vestidos para ir a la primera visita oficial a Hogsmeade, y se giró hacia la chica que le llamaba desde las escaleras. Sonrió al reconocerla.
-Buenos días –saludó Verónica a los tres. Miró a Neville directamente después de que los chicos le devolvieran el saludo -. ¿Puedo hablar contigo un momento?
-Claro –miró a los otros dos chicos.
-Nosotros vamos a buscar un carruaje –anunció Seamus alegremente tomando la mano de una reticente Ginny que parecía querer quedarse para saber qué tenía que decirle esa chica de cuarto a Neville-. Te esperamos fuera, Neville.
El chico asintió y se giró hacia Verónica.
-¿Y bien?
-Harry me pidió que te diera esto –contestó ella entregándole una pequeña botellita de cristal con un líquido verde claro en el interior. Neville la tomó y la miró como si estuviera pensando qué era aquello; entonces abrió los ojos como si recordara algo y sonrió a la chica.
-Cierto, lo había olvidado, gracias –le dijo a la chica-. Me alegro –añadió.
-¿Cómo?
-De que Harry confíe en ti, me alegro –explicó Neville-. Necesita a alguien en quién hacerlo ahora que parece que todo el mundo ha olvidado que hizo Harry en el pasado por todos ellos.
-Supongo que gracias –contestó ella sin saber bien qué decir.
Neville le sonrió.
-Y me alegro también por ti –ella lo miró-. Necesitas confiar en alguien y nadie mejor para eso que Harry; es un buen amigo y un buen chico –sonrió sarcásticamente-, aunque últimamente se esfuerce en demostrar que no lo es.
-Sí lo es ¿verdad? –dijo ella con cierto tono nostálgico y soñador que tantas veces Neville había escuchado en Luna-. Tengo suerte de ser una de las pocas personas a las que Harry le habla sin esa mirada de hielo que da miedo –fingió un escalofrío y Neville no pudo evitar reír al estar completamente de acuerdo con la chica.
-Sí. Aunque creo que él también tiene suerte de que tú estés en su bando –le sonrió y guardó una carcajada cuando vio las mejillas de ella teñirse de un suave rosa. Agitó la poción antes de guardarla en el bolsillo de los pantalones que llevaba-. Gracias de nuevo.
-De nada… -contestó ella vagamente.
Neville sonrió mientras se marchaba de la sala común. Verónica tardó dos minutos en reaccionar ante las palabras del chico y abandonar la sala; iría a la biblioteca un rato. Era el mejor lugar para pensar un
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-¿Están listos? –preguntó Voldemort sin siquiera dignarse a mirar a Bellatrix que estaba en el dintel de la puerta vestida de negro y preparada para el ataque.
-Sí, mi Señor –pronunció con voz clara y segura.
Nagini recorrió el espacio entre la butaca de Voldemort y Bellatrix, arrastrando su cuerpo sobre la fría piedra y alzándose frente a la mujer hasta lograr que sus ojos conectaran con los de ella. Bella ni siquiera se inmutó. Había estado en peligro en más de una ocasión porque a aquella estúpida serpiente le gustaba jugar a asfixiar a la gente; solía enroscarse alrededor del cuello de uno mismo y apretaba fuertemente hasta que notaba como el pulso de la víctima se hacía más lento y pausado, espaciado entre latido y latido mientras que la boca se abría en busca de un oxígeno que Nagini no le permitía que llegara.
Había jugado demasiadas veces a eso con Nagini y las dos lo sabían. Podía sonar a obsesión o a mente enferma, pero ambas mantenían un juego de miradas competentes por ganar puestos ante los ojos de su amo y su señor.
-Da la señal; que todos estén en sus puestos en media hora –anunció el hombre con una risa macabra-. Y avisa a Lucius… dile que prepare a nuestra amiga…
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Recordaba perfectamente la primera vez que había pisado Hogsmeade; tuvo que escaparse del colegio para poder hacerlo porque el idiota de su tío no había querido firmarle el permiso de salida; sonrió casi sin darse cuenta al recordar el motivo por el que tío Vernon no lo había firmado y la sombra del recuerdo de tía Marge inflada como un globo volando por los aire le hizo sonreír.
Había caminado por esas calles cubiertas de nieve con la ayuda de su capa invisible y del mapa del merodeador que los gemelos Weasley le habían dado. Mapa que poco después descubrió que había sido realizado por su padre y los merodeadores en sus años estudiantiles para bromear sin ser vistos.
Había sido en aquel año cuando había conocido a Sirius… sonrió a medias mientras se detenía frente a Honeydukes y miraba el aparador preguntándose a qué sabrían esas nuevas bolas de chocolate gigante que estaban expuestas y que parecían tener diferentes colores. Sirius…. Pensar que en un principio lo había odiado porque pensaba que él era el asesino de sus padres, le traía recuerdos dolorosos y tristes que no podía evitar querer reprimir y borrar aún sabiendo que eso era algo que jamás lograría hacer.
Se detuvo frente a la nueva tienda de escobas; en el interior de la misma, un entusiasmado Ron miraba una de las escobas con los ojos abiertos y aquella sonrisa que había visto tantas veces en su rostro, hizo una mueca amarga; esa sonrisa que tantas veces le había parecido sincera ahora le parecía hipócrita y falsa. Al lado del pelirrojo, una exasperada Hermione tiraba de su manga mientras movía la boca, seguramente para decirle que era hora de marchar a la librería.
No quería guardarles rencor por lo que habían hecho, después de todo, Dumbledore era una persona muy persistente y sabía tocar los hilos convenientes cuando le interesaba; pero tampoco podía perdonarles… Sabía que eso jamás iba a ocurrir; jamás volverían a ser el trío dorado de Gryffindor cómo había escuchado que los llamaban; jamás volvería a ser nada igual que antes y Harry prefería mantener en su memoria los recuerdos inocentes que había compartido con ellos hasta aquel momento que perdonarlos… si hiciese como si nada hubiese ocurrido… aquello implicaría que sus nuevos recuerdos con ellos se mezclarían con los de pasado y eso era algo que el chico no quería. Prefería mantener la amistad idealizada que había tenido con ellos guardada, en algún rincón, en algún lugar apartado de su memoria.
Se detuvo unos segundos mirando a su alrededor. Algo andaba mal. No sabía exactamente qué era pero había algo diferente en el ambiente. Los chicos corrían de tienda en tienda, los magos y brujas adultos hablaban con tranquilidad mientras comentaban lo mucho que deseaban la llegada de las primeras nieves, las tiendas abarrotadas, gritos de alegría, sonrisas, carcajadas… Todo parecía igual, pero había algo en el ambiente.
Había aprendido en Ahsvaldry que no todo es siempre lo que parece y que no podía despistarse en ningún momento. Había aprendido a leer las señales de advertencia en el cielo, escuchar el silencio y observar el vacío.
Había algo a su alrededor y no sabía qué. Casi por inercia convocó su propio escudo a su alrededor; la lágrima de Lahntra palpitó contra su piel, bajo su ropa, helándolo; aquello no era una buena señal; ahora estaba seguro de que algo iba a ocurrir.
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Stell lo miró de nuevo. Erebor permanecía de pie frente al príncipe sin decir ni una palabra; habían ido allí con la idea de encontrar algo que les indicase como era la primera niña que recogió la daga oscura, quizá la hipótesis de Ainur fuera un poco torpe y defectuosa, pero tenía su punto de estabilidad; si durante generaciones, los ojos verdes de Lahntra habían pasado una y otra y otra vez hasta llegar a Harry, quizá Leina también hubiese hecho algo similar.
Después de que Erebor le asegurase que él hablaría con el príncipe, a Derin le había faltado tiempo para bajar al patio de armas y supervisar el entrenamiento que los lobos grises estaban haciendo durante su ausencia; Erebor estaba seguro que después de su visita, pese a que Derin criticaría cada movimiento y cada golpe dado por los soldados, el escuadrón tendría un mejor ánimo.
-¿Y dice que la lágrima reacciona ante esa chica?-Erebor asintió-. Pero no por que esté en peligro… -continuó diciendo Stell.
-Así es, alteza. Ainur piensa que… -se detuvo al ver como el príncipe se llevaba una mano al puente de la nariz y lo masajeaba-. ¿Se encuentra bien, Alteza?
-Sí, Erebor, gracias… -le sonrió con la cordialidad que siempre le caracterizaba-. Creo que necesitaría tomarme unas vacaciones… -bromeó. Erebor le sonrió-; últimamente están pasando cosas muy extrañas en Ahsvaldry…
-Ainur nos lo contó –corroboró Erebor serio ante la actitud del Príncipe-. Mantenemos vigilado a Derin en todo momento, Alteza, aunque él no esté de acuerdo –añadió con una sonrisa traviesa.
Stell no pudo evitar sonreírle de vuelta.
-Derin puede defenderse solo –le comunicó el Príncipe-. La verdad es que con él y con Ainur como enemigos me preocupan más los que se opongan a ellos dos y pobre del que intente secuestrar a Derin –acabó la frase con un tono bromista característico en él cuando la gente de confianza estaba a su alrededor
-Disculpe si parezco demasiado atrevido, Alteza pero… -Stell lo miró sonriendo e hizo un gesto con la mano que le indicaba que podía hablar con total libertad-. Parece preocupado… -insistió-… ¿ha ocurrido algo?
Como respuesta, Stell hizo un movimiento de mano y el pergamino que estaba pulcramente colocado sobre el escritorio, salió volando hacia las manos de Erebor. El dios guardián pasó sus ojos por el pergamino releyendo la información que Stell había reunido sobre las quimeras. Abrió los ojos y miró al Príncipe.
-¿Esto… ¿esto es verdad? –Stell asintió con cansancio - ¿Quimeras? No es posible… -la mirada de Stell lo dijo todo-. No quiero decir que estéis equivocados pero yo quiero decir que…
-Lo sé. Ahora lo que más importa se saber donde está esa quimera –dijo Stell-. Los lobos grises están investigándolo y Angark también, pero aún no tienen ninguna información –añadió con tono de derrota-. Es como buscar una flor entre un campo de flores… Había pensado que quizá Ainur podría…
-Quizá si utiliza el poder de Lahntra… -sopesó Erebor las posibilidades-. Aunque no estoy seguro de hasta donde pueden llegar su alcance sin que Elea se despierte… -añadió-. Lo consultaré con Giliath –afirmó.
Stell iba a decir algo cuando ambos dioses se quedaron callados; ambos habían notado una fuerza y una energía desconocida que se acercaba a ellos a pasos agigantados. Erebor sacó su espada de forma inmediata mientras se ponía delante del Príncipe para protegerlo si fuese necesario.
Una luz dorada invadió la estancia en la que se encontraban, provocando que ambos cerraran los ojos fuertemente.
Cuando pudieron volver a abrirlos sin temor a quedar ciegos por aquella luz cegadora, una figura humana se encontraba tirada en medio de la sala; sus ropas sucias y rotas, su túnica desgarrada y el cabello a la altura de la espalda y atado en una coleta con una tira de cuero negro estaba enmarañado y sucio, igual que su rostro blanco.
-¡Por todos los dioses! –exclamó Erebor acercándose al joven dios que acababa de aparecer allí-. ¿Quién eres?
-Dimbar… Dimbar de Ansterns… -dijo el chico a media voz-… Quimeras… Okkorton… alguien las domina…
No pudo decir nada más, el cansancio pudo con él y sus ojos se cerraron para caer desfallecido en los brazos de Erebor.
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Estaba orgulloso de ellos, por supuesto que lo estaba, pero no podía demostrarlo; él tenía una reputación que mantener y eso era lo que iba a hacer, después de todo, todo el escuadrón lo conocía de aquel modo y de aquel modo iba a seguir siendo. De nada servían las bromas y las risas en el combate, él lo sabía bien. Eso era algo que todos debían aprender.
En realidad Eirin no lo estaba haciendo nada mal. En aquellos momentos la joven soldado estaba defendiéndose bastante bien de Tatsui, eso teniendo en cuenta que contaba con una daga cuando el chico la estaba atacando con una espada ligera y afilada.
No se había acercado a ellos. Conocía a Eirin lo suficiente para saber que si lo veía a él preguntaría por Ainur y él no quería eso. Más de una vez había bromeado de forma seria junto a Ainur sobre que lo que la pequeña diosa sentía por Harry iba más allá de la amistad y de la admiración y pese a que el mortal siempre decía que no era cierto, él había leído en los ojos de Eirin la verdad, pese a que ella hubiera intentado ocultarlo en más de una ocasión.
No era que a él le interesara Eirin, por supuesto que no; ella era como la hermana pequeña del escuadrón de los lobos grises, era una de las pocas diosas que habían sido capaces de aguantar el entrenamiento y llegar a ser un shygard para pertenecer luego a dicho escuadrón; la quería, sí, pero del mismo modo que se puede querer a una hermana, y sentía por ella el mismo instinto de protección que podía sentir hacia un miembro de su familia, por muy hermosa que fuera la diosa.
Pero Ainur no estaba destinado a Eirin. Derin lo sabía. Eirin era demasiado impulsiva, demasiado extrovertida, demasiado… demasiado Eirin. Ainur necesitaba a su lado no solo a una guerrera y una compañera, necesitaba una amiga, una compañera, la mitad de su todo; y Eirin no era la mitad de Ainur.
El tatuaje de su hombro lo hizo ponerse sobre aviso. Miró a su alrededor extendiendo su campo de energía; ninguno de los shygards parecía haber notado nada. Eso sólo podía significar una cosa; Ainur intentaba avisarle. Ainur tenía problemas.
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Podía sentir el aura maligna que se acercaba hasta donde estaba él y maldijo en voz baja por haber ido solo a Hogsmeade; por supuesto que podía salir de aquello, pero no podía dejar a toda esa gente allí y tampoco quería dar la voz de alarma sabiendo que el pánico cundiría bastante rápido.
La lágrima se volvió un témpano de hielo contra su piel y antes de que hiciera o dijera nada, siquiera aclarar lo que iba a hacer, el primer rayo rojo cruzó el cielo cayendo en Zonko, donde el cartel que anunciaba orgulloso sus nuevos productos empezó a arder bajo la atenta mirada de los que pasaban por allí en aquel momento.
Y como si aquello hubiese sido una señal, miles de rayos de colores empezaron a atacar la calle llena de tiendas y de gente. Pero no fue hasta que la gente miró al cielo que cundió el auténtico pánico y horror entre los brujos y brujas que estaban allí. Pues en el firmamento claro, se podía observar la calavera de humo verde y enroscada a ella, saliendo de su boca, una serpiente amenazadora. La marca tenebrosa.
Harry reaccionó pronto, con la agilidad adquirida en los combates y batallas de Ahsvaldry, tomó a los dos niños de cuarto que pasaban por allí y los metió en la tienda mientras estos seguían gritando asustados.
-¡No os mováis de ahí dentro! –gritó para que le oyeran por encima de los gritos histéricos.
Vio como algunos hechizos y rayos azules y dorados atravesaban el cielo apuntando directamente a varias figuras que habían aparecido en el otro extremo de la calle, y a aquellas que parecían estar levitando sobre los tejados de las tiendas y las casas. Vio como algunos de los chicos de sexto y séptimo de Hogwarts que estaban en Hogsmeade habían empezado a lanzar hechizos para defenderse y defender a los que tenían al lado.
-¡Bombarda! –exclamó lanzando un hechizo hacia el final de la calle donde un grupo de tres mortífagos estaban avanzando en dirección a él.
Una fuerte explosión se escuchó y los tres encapuchados salieron volando en direcciones contrarias.
Dos chicas de Ravenclaw a las que conocía del colegio estaban acorraladas entre un mortífago y la pared del callejón que tenían a sus espaldas. Maldiciendo en voz baja, supo que no tenía más alternativa que mostrar sus poderes aunque eso supusiera que lo viesen, cosa que seguramente ocurriría.
Antes de que el mortífago supiera qué había ocurrido, se encontraba alejado a doscientos metros de las niñas de tercero, con un Harry Potter frente a ella protegiéndolas.
Una de ellas lo miró claramente frunciendo el ceño, confundida; el chico no pudo evitar sonreírle; seguramente era una de las chicas que pensaba que él se había pasado al lado oscuro.
Antes de que la chica pudiera decir nada, el mortífago se levantó del suelo donde había caído y recogió su varita; su capucha quedó colgada en la túnica negra que cubría su cuerpo por completo y la máscara blanca que lo identificaba como vasallo de Voldemort quedó olvidada en el suelo.
Los ojos azules de la mujer se toparon con los verdes del chico y Harry tuvo que recurrir a todo su autocontrol para no matar a aquella mujer con sus propias manos en aquel mismo instante y es que delante de él, con aquella sonrisa arrogante y aquella pose de altivez, Bellatrix Lestrange le miraba desafiante, burlona y atrevida. Harry sintió como la sangre empezaba a hervir dentro de él y como su magia empezaba a desbordarse, deseosa de salir a flote para terminar con quién terminó con la vida de su padrino.
-Vaya… así que el pequeño Harry vuelve a querer ser le héroe… -se burló con voz chillona la mujer-… a mi primito también le gustaba mucho eso de ser el héroe –frunció el ceño con fingido sentimiento-. Es una lástima que ya no pueda hacérselo nunca más, ¿no te parece?
-No te atrevas a mencionar su nombre –le dijo tranquilamente Harry.
-Eres igual que él… amigo de los sangre sucia y de los mestizos… -sonrió con deliberada falsedad.
Harry respiró hondo un par de veces.
-Es curioso que critiques a los mestizos cuando precisamente tu señor es uno de ellos, ¿no lo sabías? –contraatacó Harry-. ¿Dónde está Voldemort? Supongo que os ha mandado a vosotros a que hagáis el trabajo sucio, como siempre hace… -vio como la mujer se mordía el labio y aquella mirada que tantas veces había visto en tío Vernon cuando se enfadaba con él y parecía a punto de explotar, surgía en los ojos de la mortífaga-… Bueno, ¿qué se podría esperar de él? Sólo es un mest…
-¡Cállate! –le gritó Bella -¡No te atrevas a decir eso de mi señor! –adoptó una postura de ataque y lanzó un hechizo -¡Cruccio!
Harry sonrió ante el hechizo. No quería alardear, debería de pasar inadvertido, pero aquella era una oportunidad única. Escuchó a las dos niñas gritar detrás de él; una mano. Eso fue suficiente. Estiró una mano hacia delante creando un semiescudo que los cubrió a los tres; la maldición rebotó contra el escudo que lo absorbió sin ningún problema. Harry sonrió. Ver la cara que Bellatrix había puesto, merecía la pena.
Se giró hacia las dos niñas para asegurarse de que estaban bien y después de mirarlas les sonrió con confianza.
-Marchaos a Honeydukes –les dijo firmemente-. Y no miréis atrás. ¿Tenéis vuestras varitas? –ambas asintieron-. Entonces corred. No os preocupéis, no pasará…
-¡Harry! –la voz de Ron le cortó. El pelirrojo venía corriendo hacia el con su varita en alto, preparado para luchar si hacía falta.
-Weasley, acompáñalas hasta Honeydukes –le pidió con frialdad.
Ni siquiera apartó la mirada de Bellatrix. No podía hacerlo. No quería hacerlo. Se debatía entre hacerla sufrir con diversos hechizos hasta que ella implorara piedad y suplicara por su muerte, y entre darle un escarmiento y dejar que la justicia que una vez le había fallado a él, acertara con Bellatrix en esa ocasión.
-Pero Harry, no puedes…
El chico desvió su atención un segundo hacia Ron a quién miró con frialdad.
-Puedo, Weasley –repitió Harry poniendo énfasis en llamarlo por su apellido-. Ahora, llévatelas.
-A Dumbledore no le gustará que…
-¿Es qué aún no lo has entendido? –le preguntó Harry sarcástico, siendo consciente de que Bella seguía a unos metros de él y que las dos niñas lo miraban-. No me importa lo que le guste o lo que no le guste a Dumbledore –dijo firmemente-. Sigo mis propias reglas –añadió-. Ahora vete.
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La puerta del trono se abrió de golpe, Príncipe y guardián se giraron hacia él preguntando con la mirada qué ocurría. Ninguno de los dos tuvo tiempo de decir nada; Derin miró unos segundos el cuerpo desfallecido que habían colocado sobre una cama improvisada antes de mirar a Erebor fijamente.
- Ainur –anunció simplemente. No hizo falta más. Erebor y Derin se desvanecieron en el aire sin siquiera crear un portal; no había tiempo para eso.
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Bella se levantó del suelo por sexta vez consecutiva. Harry Potter estaba manteniéndola cansada haciéndola correr de una punta a otra del callejón. Parecía que a ninguno de los dos le importaba que miles de hechizos pasasen por su lado; sólo se miraban en silencio, se estudiaban y lanzaban un hechizo o maldición a su contrincante.
Harry no estaba ni siquiera sudado ni jadeaba tal y como lo hacía Bellatrix. El chico permanecía tranquilo y sereno, una mano extendida hacia delante y su mirada clavada en ella.
Sus orbes verdes centelleaban llenas de vida, de fuego, de ira, de pasión por la batalla. Bellatrix no encontraba en sus ojos restos de la inocencia que una vez había visto en el muchacho; en sus ojos ya no había calidez, ni el dolor, la culpa o la angustia y la amargura que había visto aquella noche en el ministerio de magia… sólo frialdad, decisión, determinación.
Sonrió burlona.
-Sigues siendo igual de impetuoso que siempre, ¿verdad? –le dijo con falsa voz melosa mirándolo-. No te das cuenta que con el pequeño duelo que hemos tenido, he podido ver tus progresos… -le sonrió de nuevo, sintiéndose superior y dejando que él viera ese sentimiento a través de su sonrisa-. Pero sigues siendo el mismo huérfano impetuoso y desobediente que cree que puede salvar al mundo ¿verdad?
-No te equivoques, Bellatrix –le contestó el chico con aplomo-. Nunca he querido salvar al mundo; tú elegiste servir al bando oscuro, yo no pude hacer esa elección –le sonrió con sarcasmo-. Por otra parte, ¿qué te hace pensar que te he mostrado todo mi potencial? Quizá ha sido al contrario y he sido yo quien te ha estado observando… -él la miró mientras formaba una pequeña bola de energía negra en su mano izquierda. Bella lo miró; sólo había visto a alguien crear una energía de aquel color y Voldemort había utilizado su varita para poder hacerlo-. ¿Qué te hace pensar que sigo siendo el mismo?
-Juegas con esa bola y no la lanzas –le dijo ella despectivamente-. Aún sigues sin poder matar a nadie ¿verdad? No pudiste aplicarme aquel cruciatus y no podrás hacerlo nunca porque tu corazón no guarda rencor ni odio… No conoces ese sentimien…
Antes de que pudiera decir nada más, la bola de energía oscura que Harry había creado, estalló a un metro de donde estaba ella. La mujer lo miró y cuando le sonrió burlona para provocarlo mientras pensaba en decirle algo como " fallaste, Potter", la sonrisa y la mirada de él la hizo cambiar de opinión, haciendo que se callase.
-Era un aviso Bella. Ve con tu señor y comunícale mis progresos –añadió con tono despectivo-. Pero la próxima vez que te cruces en mi camino, no saldrás viva.
-Mi querido señor oscuro te ha preparado una sorpresa, Potter –le contestó ella-. Espero que disfrutes…
La lágrima de Lahntra tembló contra el cuerpo del muchacho; Harry notó como helaba; helaba tanto que le quemaba la piel del pecho, el lugar donde la lágrima reposaba. Una fuerza oscura y mágica estaba rodeándolo. Cerca, demasiado cerca.
Harry echó un vistazo a su alrededor. Seguían oyéndose gritos de incomprensión, de terror, de miedo y del furor de la batalla. Llantos de niños y pasos agitados corriendo de un lado a otro. Pocos muertos y algunos heridos, niños, principalmente, por lo que pudo comprobar en su rápido vistazo. Pero había algo diferente.
Una sombra cruzó el cielo hasta detenerse cerca de él, sobre sus cabezas. Miró a Bellatrix, pero la mujer no estaba, parecía que había aceptado la oferta de marcharse. Un animal que jamás había visto, ocupaba ahora parte del cielo, manteniéndose en el aire con sus dos alas y sus tres cabezas.
Los mortífagos habían desaparecido. Harry sonrió. Aquella sí que era una sorpresa. Convocó un escudo a su alrededor más fuerte que el anterior y notó como la magia del colgante lo rodeaba en un gesto instintivo sin que él lo pidiese o lo ordenase.
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Ahhh! Lo sé, lo sé… no me matéis!
Sé que esperábais otra cosa, pero os prometo que aunque he intentado escribir algo más fuerte no lo he conseguido… creo que tendré que volver a leer el señor de los anillos para inspirarme en las escenas de acción… ha sido horrible…
En fin… a ver si en próximo capítulo surge algo mejor para cuando Harry… (ups, casi lo digo :D)
Bueno, como siempre, espero vuestros comentarios y críticas ya sabéis donde y pese a que sea una pesada, os sigo recordando que hay un fic mío llamado Pide un deseo; es de los merodeadores y no sé por qué pero tengo poquitos reviews… (no, no es chantaje, cuando sea chantaje, os enteraréis :p)
Aps, si, recordad que estos personajes son de Rowling, excepto los míos claro (estoy pidiendo derechos de autora por Derin si es que alguien quier utilizarlo en algún fic suyo)
Creo que eso era todo…
Os dejo el adelanto… Sed buenos y cuidaos; nos leemos pronto!
En el próximo capitulo…
"-¿Qué diablos es eso
-Una quimera.
-¡Derin!
-Elige Draco; o te enfrentas a ella o te quedas aquí y te enfrentas a mí.
-¡Draco, no! ¡Finite incantatem! ¡No podrá solo!
-Maldita sea su impetuosidad…Siempre me mete en estos líos…"
"-Ainur tiene problemas
-Yo también voy
-Ni hablar
-Ten cuidado"
"-¿Está bien Harry?
-No te preocupes por Harry, no le pasará nada."
"-Necesitamos crear un escudo para el pueblo. Esa quimera está a punto de lanzar un ataque electrizante
-No puedes hacerlo Ainur
- Soy el capitán de los lobos grises, ¿recuerdas? Tengo poder suficiente para eso
-Hay algo que la detiene… es como si estuviera siendo controlada…
-Una quimera no se deja controlar por nadie ni por nada"
"-¡Ainur!
-¡Harry!
-¿Estás bien?
-¡Maldita sea, Harry!"
"-¡HARRY!
-¡¿Quieres hacer el favor de dejar de hacer el idiota!
-Deberías volver a Hogwarts, hay alguien que te espera y que parecía muy preocupada por ti
-Tened cuidado
-Siempre lo tenemos"
