Hola a todo el mundo! Qué tal el fin de semana?

Espero que lo hayais pasado bien!

Bueno, quiero agradeceros a todos que me hayais dejado vuestros reviews y que sigáis leyéndome; sé que a veces no contesto todos los reviews y os pido perdón por ello, pero es que la falta de tiempo me lo hace imposible, por eso, dejo un "gracias por leerme" a todos los que me habéis dejado review en este capítulo, que sois:

Clawy, Arwenej, Alteia, Lala-potter, HeiDi-Lu, Bronwyn-bm, Jim, Carolagd, D. Alatriste, Eli, Utena-Puchiko-nyu, Adoro a Harry, Elias, Pedro, Anaelisa, Sele-chan y Lizbeth.

Espero que a vosotros que me habeis escrito os guste este capítulo que os dejo a continuación y que siguais dejándome vuestras opiniones; y a los que no me dejais mensaje, ¿a qué esperáis?

Espero que os guste, nos vemos abajo!

CAPITULO 19: Salvando a tu enemigo

"No dijo nada. Permanecía en silencio viendo como el Príncipe se paseaba de un lado a otro de la estancia; de vez en cuando se detenía, echaba una ojeada a Harry quien se sentía intimidado ante su mirada clara, como si éste fuera capaz de traspasar su alma y leer todos sus secretos, y continuaba caminando mientras sus manos permanecían cerradas en puños apretados contra sus caderas, cerradas con tanta fuerza que los nudillos se habían vuelto blancos.

Erebor y Giliath permanecían al lado de Harry, Giliath a la derecha, Erebor a la izquierda. Y aunque no había dicho nada, los cuatro notaban la presencia de Derin al otro lado de la puerta, relajado y sereno como siempre, pero sin estar dispuesto a dejar a Harry solo.

Hacía cinco horas que Harry había abierto su mente, por fin libre de restricciones a sus dos guardianes. Había comprendido que ambos debían conocer su pasado para vigilar y velar por su futuro. Había hecho lo que creía que jamás volvería a hacer con nadie, había confiado en ellos.

Había sido capaz de mirarles a los ojos a los dos y abrir su mente y su corazón, mostrando sin ningún reparo todo su pasado; incluso cosas que él no recordaba habían salido a la luz; se había visto a sí mismo junto a sus padres y había experimentado en su cuerpo actual, los sentimientos que lo habían rondado siendo un bebé entre sus brazos.

-¿Cómo se han atrevido?

La voz de Stell, siempre calmada y pacífica, siempre tranquila, siempre silenciosa, se escuchó retumbar en la habitación como si un trueno hubiera partido el cielo en dos pedazos.

-¿Cómo se han atrevido a hacerte eso? –volvió a exclamar el Príncipe-¡Jugar con un bebé de ese modo, tratarlo de esa manera! –estaba realmente indignado, y parecía que cada vez que recordaba lo que había visto a través de las mentes de Erebor y Giliath, su indignación crecía aún más-¡Eres el descendiente de Lahntra y tu linaje va mucho más allá de lo que esos estúpidos mortales y magos puedan imaginar!-añadió-¡¿Quién diablos, por todos los dioses, se creen que son para tratarte del modo en que lo han hecho hasta ahora!

-Ellos no sabían que… -empezó a decir Harry en un vano intento por defender lo que era indefendible y justificar lo injustificable, pues él mismo tenía ganas de no volver a ver a ninguna de las personas que hasta el momento habían formado parte de su vida.

-¡No los critico por haberle hecho eso a mi descendiente, al descendiente de Lahntra! –espetó Stell con los ojos brillando con fuerza-. Los critico por haberle hecho eso a un bebé, por no haberle dado la oportunidad de ser quién quisiera ser a un niño indefenso… -bajó la voz en un intento de recuperar la calma perdida-… los critico por haberte hecho pensar que no merecías la pena, por haberte humillado, por haberte golpeado, por haberte ocultado quién eres, por no haberte ayudado cuando lo has necesitado… -le acarició la mejilla con suavidad y si bien Harry no estaba acostumbrado a esas muestras de cariño, le pareció que la mano de Stell era cálida y suave contra su propia piel-. Los critico por haber jugado contigo, por haberte escondido lo que deberías haber sabido de siempre, los critico por haberte utilizado a su antojo y decisión, causando problemas y haciéndote daño, Ainur…

-No merezco tanto la pena para que alguien se preocupe de ese modo por mí… -le contestó Harry encogiéndose de hombros.

Los ojos de Giliath brillaron con dulzura y Erebor cerró los suyos mientras hacía acopio de toda su fuerza de voluntad para no tomar su espada y volver al mundo mortal para dejar claro que nadie tenía derecho a tratar a un niño como lo habían tratado a él. Stell, le sonrió a Harry.

-Pequeño… mereces eso y mucho más… te mereces una vida que no has llegado a tener, te mereces ser feliz, te mereces que te quieran, te protejan y te ayuden… y te mereces todo lo que te han arrebatado durante tanto tiempo. Te mereces una familia…

Harry sonrió con tristeza.

-Nunca he tenido una… mis tíos nunca me quisieron y luego… cuando conocí a Dumbledore y a los Weasley, quise creer que había encontrado una… -sonrió-. Me equivoqué de nuevo… Quizá es simplemente que no merezca tener una…

-Harry… -miró al Príncipe de los dioses-… Hay tantas cosas que aún desconoces… hay cosas que jamás llegarás a conocer y otras que te serán ocultadas hasta que llegue el momento de que las conozcas. Pero déjame decirte que te mereces una familia mucho más de lo que nadie puede imaginar, pequeño… -le sonrió-… déjame decirte que tu vida y la mía comparten el mismo linaje y la misma línea de vida pues Lahntra, la dueña de la lágrima que llevas en el cuello y cuyo recuerdo sigue vivo en tu corazón, ella… ella era mi esposa. Y te aseguro, pequeño –añadió con una sonrisa traviesa ante la mira incrédula de Harry-, que a partir de este momento, no te faltará una familia, si me dejas que yo sea parte de ella.

El adolescente titubeó. Una familia. Era todo lo que siempre había querido; no había querido ni la fama ni el dinero que sus padres habían dejado en las cámaras de Gringgots, tampoco había deseado el dinero y las pertenencias que Sirius le había dejado en su testamento y que ahora le pertenecían; lo más cercano a una familia que alguna vez había tenido, había sido Sirius y Remus; a uno lo había perdido y el otro… no sabía como se tomaría el hombre lobo todo lo que le estaba pasando en aquellos momentos.

Miró al Príncipe. Una familia. Era todo lo que siempre había deseado tener y lo que nunca había podido alcanzar. Le sonrió casi sin darse cuenta.

-¿Puedo… ¿puedo llamarte abuelo?

Giliath dejó escapar una risita de felicidad y Erebor atisbó una media sonrisa en su rostro mientras miraba al Príncipe con una ceja enarcada dándole a entender que ese chico era único, no sólo por su poder y su magia, o por su descendencia y su destino, sino también por el noble corazón que tenía.

-Cuando no haya nadie más, a parte de tus guardianes y Derin –añadió mirando hacia la puerta. Harry sonrió-. Sí, sí puedes hacerlo.

Y por primera vez en mucho tiempo, Harry se sintió querido y sintió que pertenecía a un lugar."

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Una bola de energía salió despedida desde una de las alas del animal, destrozando el segundo piso de la librería donde, en el piso inferior, una gran cantidad de gente peleaba por salir de la tienda antes de morir carbonizados o con los escombros de la tienda cayendo sobre ellos.

-¿Qué diablos es eso?

-Una quimera.

-¡Derin! –el dios había aparecido a su lado en un vórtice de fuego y aire mientras desenvainaba su espada.

-¿Nos echabas de menos? –preguntó Erebor queriendo quitarle tensión al asunto-. ¿Estás bien?

-Ahora mucho mejor. Necesito que saquéis a toda esta gente de aquí –dijo mirando a su alrededor a los chicos que había en la tienda de dulces-. En la trastienda hay un pasadizo que lleva directamente a Hogwarts pero preferiría no utilizarlo si pudiera ser… -añadió reticente.

-De acuerdo, crearé un portal –comunicó Erebor.

-Yo me quedo –afirmó el shygard.

Erebor y Harry sonrieron; a ninguno de los dos se le había pasado por la cabeza la idea de que Derin se marchara de allí cuando Harry lo necesitaba.

-Ten cuidado –pidió Erebor mirando al adolescente que asintió.

Para el chico no pasó desapercibida la mirada que el dios le lanzó al shygard; los tres sabían que si algo le pasaba a Harry, Derin no viviría para contarlo, Harry estaba seguro que si le ocurría algo, Derin no esperaría al acero de Erebor, pues su propia espada se clavaría en su corazón.

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Lucius miró a su hijo; había sido fácil encontrarlo en Hogsmeade, sólo habían unas cuantas tiendas en las que su hijo se dignaría a entrar en aquel pueblo; lo conocía, demasiado previsible, demasiado Black.

Draco permanecía detrás de los cristales de la tienda de artículos de magia negra, observando la enorme figura del animal y bestia que acababa de aparecer en el cielo. Miró a su padre como si sus sospechas pudieran ser negadas por parte del hombre; pero no, iban a resultar ser verdaderas y ciertas.

-Enfréntate con esa quimera, Draco –le pidió Lucius con voz tranquila-. Enfréntate a ella y demuestra a nuestro señor oscuro que eres digno de llevar su marca.

Draco tragó saliva con cierta dificultad. Su padre hablaba en serio; lo había visto mirarlo de aquella forma en más de una ocasión; conocía aquella mirada que no admitía réplica.

-Pero padre yo no….

-Elige Draco –le cortó Lucius-. O te enfrentas a ella o te quedas aquí y te enfrentas a mí.

El chico miró a su padre. Jamás habían tenido una relación estrecha, lo sabía, pero era su padre, se suponía que debía cuidarlo, no alentarlo a que luchara contra animales mitológicos que podrían despedazarle con un simple coletazo ¿no?

Y por primera vez, Draco quiso desobedecer a su padre, quiso ir contra las indicaciones y órdenes que Lucius Malfoy le daba, quiso ser simplemente un hijo, no un objeto del que alardear delante del Lord Oscuro.

-No lo haré padre –dijo Draco seguro de sus palabras.

La mirada fría de Lucius lo atravesó y durante unos segundos, el chico deseó no haber dicho aquello. El rugido de la quimera en la calle lo distrajo.

-Dije que mi hijo se enfrentaría a ella y lo hará; esta es tu prueba Draco –sentenció el hombre-. Y no permitiré que me dejes en ridículo delante del Lord –y sacando su varita con la agilidad que los años de duelo le habían dado, apuntó a su hijo –¡Imperius!

Draco cerró los ojos con resignación mientras escuchaba las palabras de su padre.

-Lucius Malfoy siempre consigue lo que quiere. ¡Ve y enfréntate a ella!

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-¿Habías visto alguna vez…

Derin negó con la cabeza, cortando la pregunta del muchacho.

-Fueron desterradas mucho antes de mi nacimiento –le explicó-. Pero leí sobre ellas y escuché muchas historias.

-¿Alguna que nos sirva en estos momentos? –preguntó Harry mientras una onda expansiva de aire creada por las alas de la bestia destrozaba una de las casas del otro extremo de la calle.

-Son inmunes al viento, fuego y electricidad –se encogió de hombros con gesto despreocupado-, en realidad creo que el frío es lo único que le afecta y únicamente si le hechizo le da directamente a la cabeza central –la señaló con la cabeza alzándola ligeramente. Harry enarcó una ceja-, aunque no estoy seguro de que sea suficiente para terminar con ella, más bien creo que únicamente lo aturde –añadió al ver la expresión de Harry.

-¿Y qué sugieres?

-El único lugar seguro en el que puedo pensar ahora para la seguridad de los mortales es Ahsvaldry –dijo Derin sin bromear. Harry asintió.

-Quizá pueda lanzar un hechizo de frío que lo aturda el tiempo suficiente para que puedas crear un portal y….

-No creo que este sea el lugar más conveniente para que utilices tu poder, Ainur –le dijo Derin en un tono casi divertido-. Creí que querías pasar desapercibido –añadió. No le pasó por alto la mueca de desagrado que surgió en el rostro de Harry-. ¿Ainur?

-Tuve que mostrar un poco –confesó-, Lestrange tenía acorraladas a dos chicas de cuarto –le informó.

-¿Qué hiciste?

-Un escudo absorbente y poco más –le dijo el chico.

Harry fue consciente de que Derin estaba reprimiendo una carcajada en aquellos momentos; nadie más podría haberse dado cuenta, pero él sabía que bajo esa expresión serena, el brillo divertido de sus ojos delataba al dios guerrero. No le extrañaba; aquello resultaba realmente irónico, después de todo, era Harry quién nunca quería exhibirse y en aquella ocasión parecía que era Derin quién no quería que se exhibiera.

-De todas formas –empezó a decir Derin-, no creo que sea conveniente que desenvuelvas tu poder, Ainur –añadió con una media sonrisa.

-¿Y entonces que sugieres? Por qué a pesar de que seas un shygard experimentado no pienso dejarte en manos de esa bestia a ti solo –le anunció de forma firme.

Pero no esperó a escuchar la respuesta de Derin. En medio de la calle, con pasos decididos y el rostro sin mostrar ninguna expresión, la figura de Draco Malfoy avanzaba hacia la quimera, varita en alto y la mirada perdida. No le hacía falta mirar más para saber qué estaba ocurriendo, un aura de magia negra rodeaba la persona de Malfoy y Harry no tuvo que hacer mucho para darse cuenta de que la maldición imperio estaba sobre él.

No pensó. Era su enemigo, siempre lo había sido y siempre lo sería; jamás se habían llevado bien, desde el momento en que se vieron en aquella tienda antes de empezar el primer curso en Hogwarts; siempre había una barrera entre ellos que impedía que pudieran llevarse bien, siquiera hablar o estar en la misma habitación juntos sin que las chispas y los hechizos saliesen por parte de ambos. Pero a pesar de todo eso, no podía dejarlo morir. No iba a dejarlo morir.

-¡Draco, no! –el chico no reaccionó. Draco no se movió siquiera de su sitio cuando la quimera lo miró directamente. Era como si supiera que hiciera lo que hiciera no iba a salir vivo de aquello-¡Finite incantatem! –gritó Harry dirigiendo su mano hacia el muchacho. Vio a Draco parpadear un par de veces, despertando del hechizo y maldijo en voz baja cuando la quimera siguió mirándolo con ojos firmes y decididos. Draco alzó su varita, listo para protegerse, Harry supo que no le daría tiempo - ¡No podrá solo!

Derin estiró su mano para detener al chico, demasiado tarde, Harry ya había salido a la calle dispuesto a ayudar a un Draco levemente asustado que no sabía qué hacer.

-Maldita sea su impetuosidad… -murmuró Derin saliendo tras los pasos de Harry-. Siempre me mete en estos líos…

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Remus miraba absorto como las manos de Giliath se movían de forma elegante mientras acariciaba las cuerdas del arpa. Tan pronto la mujer le había dicho que dominaba ese arte a la perfección, Remus no había podido resistir la tentación de pedirle que tocara algo mientras esperaban a que los demás llegasen y ella no había podido negarse ya que no había encontrado ninguna excusa, claro que tampoco quiso buscar una.

Estaba embelesado escuchando esa melodía; no la había oído nunca pero le parecía la más dulce y encantadora de cuantas habían llegado a sus oídos hasta aquel momento; era una melodía dulce y tranquila que invitaba a viajar despierto a un mundo distinto, a un lugar utópico donde el mal no existía y donde todo era bondad y comprensión, un lugar tan alejado del mundo en el que él vivía que parecía irreal y soñado.

La música cesó de golpe y Remus miró a Giliath que se había puesto pálida mientras fruncía el ceño.

-¿Estás bien?

-Ainur tiene problemas –se limitó a contestar Giliath-. Tengo que ir con él.

-Yo también voy –dijo Remus apartando las mantas que lo cubrían en la cama donde Giliath había insistido que se quedara.

-Ni hablar –la expresión de ella era severa y por primera vez desde que la había conocido, Remus observó que no bromeaba y que pese a tener aún ese brillo en sus ojos claros, el mensaje de advertencia estaba claro-. No quiero preocuparme por los dos. Si Derin me ha llamado es por algo serio Remus.

-Ten cuidado –se limitó a decir él sonriendo dándole a entender que la comprendía y que no estaba enfadado.

Giliath titubeó unos segundos antes de inclinarse sobre el hombre y besarlo en la mejilla con suavidad.

-Volveré pronto con Ainur –aseguró-. Y no te levantes de la cama –añadió antes de convocar un remolino de fuego.

Remus Lupin no pudo hacer otra cosa que sonreír.

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Prácticamente era la única chica de Gryffindor que pudiendo ir a Hogsmeade se había quedado allí; los chicos de primero y segundo, que aún eran demasiados pequeños para salir del castillo y que debían conformarse con pasear por los terrenos o distraerse haciendo cualquier cosa, la miraban de forma rara, como si estuviera loca o algo así únicamente por querer quedarse en lugar de tomar uno de, en su opinión, geniales carruajes que los llevarían a la libertad fuera de aquellos muros.

Verónica no hacía caso a los cuchicheos ni a las miradas; demasiado acostumbrada ya a ellos para que la afectaran seriamente, la chica se había vestido aquel día de manera informal, olvidando en el baúl su uniforme obligatorio y vistiendo unos sencillos pantalones tejanos con un jeersey de cuello vuelto y color blanco, pues aunque aún no era invierno, el frío se hacía notar y hacía acto de presencia entre los resquicios de las paredes y el suelo de piedra de los pasillos.

Había salido de la biblioteca con el ejemplar de Marnely, Transformaciones humanas, su utilidad, que la señora Pince, muy amablemente le había reservado para que pudiera hacer su trabajo completo y libre sobre aquella materia, cuando se detuvo en medio del pasillo, entre la biblioteca y la enfermería.

Algo ocurría. Sintió una opresión en el pecho que le desgarraba el alma; se estremeció sin quererlo hacer pese a que bajo su capa gruesa y negra con el emblema de Gryffindor y Hogwarts bordados en ella parecía no hacer frío. Era algo más. No era frío, era un… un presentimiento.

La última vez que le había pasado algo así, había recibido la noticia de la muerte de su madre.

En medio del pasillo en el que se encontraba, una grieta surgió de la nada, creando un portal como los que había visto en los libros, que rompía el espacio y unía ambos lados de un mismo mundo. Pero no fue aquello lo que le llamó la atención a Verónica; sino el modo en que varios alumnos salían de aquel portal del espacio y el modo en que respiraban aliviados al mirar a su alrededor y ver que estaban de nuevo en Hogwarts.

Ninguno de ellos reparó en ella; seguía de pie, observando como en silencio y entre murmullos y quejas, los alumnos se dirigían hacia el otro lado del pasillo contrario al que ella acababa de dejar, rumbo a una enfermería que pronto, a juzgar por la gran oleada de gente que se dirigía hacia allí, estaría completamente llena.

Algunos de los chicos cojeaban, otros se sujetaban un brazo o sufrían algún tipo de quemaduras en su rostro o en su piel, pero si había algo que todos ellos compartían era que su edad estaba comprendida entre los trece y catorce años y que todos ellos llevaban aquella mirada que poco después Verónica calificaría como la mirada perdida de quien se sabe que va a morir y que aún no cree que no lo haya hecho.

Sin embargo, tan pronto vio la figura del profesor de DCLAO, Erebor, apareciendo desde el otro lado del portal con el semblante serio, supo que algo andaba mal con Harry. Sus ojos se toparon unos segundos con los de él. Quiso preguntarle qué ocurría, quiso saber qué había ocurrido. La mirada del profesor no le indicaba nada.

-Si quieres ayudar ves a la enfermería y habla con Madame Pomfrey –le indicó Erebor sin cerrar el portal-. Tengo que regresar…

-¿Está bien Harry?

Erebor se giró hacia la chica. En cualquier otro momento hubiera bromeado acerca del interés que Ollivers mostraba hacia Ainur; hubiera disfrutado haciéndola sonrojar y haciendo que las mejillas de Ainur se tiñesen de un leve rosado cuando le hubiera informado a él de aquel encuentro.

Pero sabía que no era ni el momento ni el lugar. Estaba seguro que Derin protegería a Harry con su vida, y estaba seguro que en aquellos momentos, Giliath estaba con ellos dos porque seguramente Derin la había avisado. Sin embargo, él necesitaba estar con su protegido y con el adolescente que se había convertido en casi su hermano.

-Lo estará –le aseguró el profesor con una sonrisa-. Ve a ayudar –le recomendó-. No te preocupes por Harry, no le pasará nada.

Ella asintió. El portal se cerró de nuevo cuando Erebor desapareció tras él. Después de unos segundos de vacilación, Verónica dirigió sus pasos hacia la enfermería. Tenía que mantener la cabeza ocupada para no pensar en lo que podría ocurrir.

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Saltó delante de Harry protegiéndolo justo en el momento en que la quimera le lanzó una llamarada de fuego al adolescente. El chico ni siquiera se inmutó, sabía que Derin estaba allí y confiaba en él.

-¿Estás loco? –el dios alzó un escudo protector mientras no quitaba los ojos de encima al chico que estaba ocupado recogiendo a Draco del suelo donde había quedado tirado después de que el hechizo imperio fuese anulado.

-No podía dejar que muriera Derin –explicó Harry pacientemente mientras señalaba a Draco-. Hay demasiada oscuridad a su alrededor –añadió el chico mientras observaba como el aura negra aún se mantenía fija en Malfoy.

-¿No se te ha ocurrido pensar que su aura es oscura?

-No lo es –replicó Harry-. Conozco a Malfoy más de lo que quisiera, y puede que sea un idiota arrogante pretencioso, pero su aura no es tan oscura, Derin –afirmó. El dios no replicó nada; sabía que Harry se equivocaba pocas veces al reconocer a las personas, y cuando se guiaba por su aura, el error era algo que no estaba dentro de los límites.

La quimera alzó su cola y golpeó el aire. Derin se tensó por unos segundos.

-¿Qué ocurre?

-Necesitamos crear un escudo para el pueblo –indicó Derin preocupado pero sin perder su aplomo-. Esa quimera está a punto de lanzar un ataque electrizante –Harry miró hacia el animal y comprobó como la cola aleteaba en el aire emitiendo pequeñas descargas eléctricas que rodeaban su figura y golpeaban el aire atravesando el firmamento y cortándolo mediante pequeños destellos azulados y dorados.

-Yo lo haré –dijo el chico.

-No puedes hacerlo Ainur –protestó Derin serio-. Necesitas tiempo para concentrar tu energía y lanzar un hechizo frío a la quimera, lo suficientemente fuerte y potente para aturdirla.

-¿Y qué piensas hacer? –preguntó el chico-. Si pretendes crear un portal lo suficientemente grande para que esa bestia entre allí y al mismo tiempo, colocar un escudo sobre todo Hogsmeade, lo siento Derin, pero tengo que decirte que no posees el suficiente poder para hacerlo.

-Sí lo tengo –protestó Derin de forma infantil y sonrisa socarrona-. Soy el capitán de los lobos grises, ¿recuerdas? Tengo poder suficiente para eso –el chico lo miró inquisitivamente -. Para hacerlo por separado –admitió finalmente el shygard.

Harry le sonrió a modo de respuesta.

-¿Necesitáis ayuda?

La voz de Giliath apareció junto a Derin, reforzando el escudo del shygard que parecía a punto de resquebrajarse en cualquier momento.

-¿Por qué has tardado tanto? –preguntó el shygard.

-Eso no te interesa, Derin –le contestó ella sonriendo. Sin girarse a Harry le preguntó – Ainur, ¿estás bien?

-Perfectamente –contestó él-. ¿Erebor llegó al castillo?

Giliath frunció el ceño.

-No lo sé; salí de allí en cuanto el aviso de Derin me llegó –se encogió de hombros-. ¿Lo enviaste allí?

-Habían chicos de tercero y cuarto heridos –asintió Harry-. Creó un portal para llevarlos a Hogwarts.

-Entonces regresará pronto –dijo la diosa -¡Cuidado!-Una bola de fuego golpeó el escudo de Giliath haciendo que ella se tambalease un poco. La energía de Harry se unió a la de ella y una luz blanca envolvió el escudo azul de la diosa-. Gracias. ¿Se puede saber qué diablos hace una quimera aquí?

-No lo sabemos –contestó Derin.

-Y como supondrás, no hemos ido a preguntarle –dijo con cierto desdén Harry ganándose una mirada reprobatoria de la diosa-. Necesitamos alejarla de aquí…

-¿Conoces algún lugar seguro lejos del pueblo? –preguntó Derin mientras se dedicaba a lanzar varios hechizos y escudos protectores sobre las tiendas y viviendas donde la gente se arremolinaba entre gritos de sorpresa y temor.

-El bosque que hay junto a la Casa de los Gritos –señaló Harry hacia el lugar indicado-. Está lo bastante lejos para que el pueblo no sufra daños y si necesito utilizar mi magia, podré hacerlo.

-Tú nos guías –contestó a modo de respuesta Giliath.

Harry asintió y aferrando el cuerpo de Draco con más fuerza contra sí miró a la quimera; un brillo en los seis ojos de la bestia le confirmó que lo iban a seguir fuera donde fuera, así que sin pensarlo mucho, Harry se desvaneció en el aire después de sonreírle a Giliath.

Casi de inmediato, la monstruosa figura de la quimera también desapareció de donde había estado y la diosa comprobó como la gente empezaba a salir de las tiendas y casas para ver los daños y desperfectos que se habían causado; rastreó con su magia el pueblo y satisfecha al comprobar que nadie parecía estar demasiado lastimado y que además no había rastro alguno de otra quimera o de ningún mortífago, se desvaneció en un remolino de llamas. Derin suspiró y buscando la energía de Ainur se desvaneció del mismo modo que él.

Cuando llegó hasta ellos, Harry había dejado el cuerpo de Malfoy contra una roca, cubierto por un escudo protector azul brillante y no se había alejado mucho del rubio. Giliath permanecía alerta entre Harry y la quimera que parecía observarles desde su posición, levitando a cuatro metros del suelo y manteniéndose en el aire.

-Hay algo raro… -murmuró Derin mirando a la bestia que permanecía sobre sus cabezas golpeando el aire con su cola.

-No ataca –corroboró Giliath dándole la razón al shygard. Harry la miró pidiendo una explicación-. Las quimeras fueron desterradas por los dioses Harry, lo normal sería que nos atacara nada más notar nuestra presencia…

-Y la tuya –añadió Derin. Giliath lo miró reprimiéndole y Derin ni siquiera se inmutó. Si ella quería proteger al chico, él estaba de acuerdo, pero no le ocultaría nada a Harry.

-Eres descendiente de Lahntra, la esposa de Stell, quién las desterró… -Harry asintió entendiendo la preocupación que había visto en los ojos de Erebor antes de que se marchara-. Lo normal sería que la quimera buscara acabar con tu vida, Ainur.

-Hay algo que la detiene… es como si estuviera siendo controlada…

-Una quimera no se deja controlar por nadie ni por nada –dijo el chico recordando lo que una vez había leído en uno de los libros de Stell-. Son demasiado orgullosas para hacer algo que esté contra su voluntad. Si la quimera quisiera atacarme, ya lo habría hecho.

Un portal aguado dejó paso a Erebor que lo primero que hizo fue cruzar su mirada con la de Harry, queriendo transmitirle que todo estaba bien y asegurarse, al mismo tiempo, de que él lo estuviera. Cuando el chico asintió con la cabeza suavemente, Erebor dejó escapar un suspiro de alivio al ver que el muchacho estaba bien.

-Tenemos que llevarla a Ahsvaldry –dijo el dios sin preguntar ni decir nada-. Stell necesita hablar con ella.

-¿Habla? –Harry miró a Giliath quien asintió-. No lo sabía.

-Habla por telepatía, Ainur –le contestó la diosa-. ¿Por qué? –preguntó recelosa al ver la mirada y el brillo en los ojos del chico.

-Quizá podría intentar…

Antes de terminar la frase, los ojos de Harry se quedaron fijos en los de la quimera; el dolor, la rabia, la traición, la desesperación y la soledad. Sentimientos que él conocía perfectamente, para su desgracia, eran los mismos que atravesaban los seis ojos de la quimera. Pero había algo en ellos que no había en los de Harry; la sed de venganza y el rencor hacia los que habían acusado a las de su raza sin justificación.

Antes de que ninguno de los dioses pudiera impedirlo, una fuerte bola de fuego fue lanzada desde la boca de la quimera, creando una espiral de fuego en su camino y dejando una estela de humo a su paso.

El escudo de Giliath se vio fundido por el calor que la onda expansiva de la bola roja y amarilla había creado a su alrededor y pronto, el escudo, envuelto en llamaradas y altas temperaturas, cedió al fuerte ataque de la quimera.

-¡Giliath! –Erebor la sostuvo a tiempo de que no cayera al suelo -¿Estás bien?

-Esa quimera… -empezó a decir la diosa sin responder a la pregunta de Erebor-. Es demasiado fuerte… no es una quimera solamente, ¿verdad?

Erebor rehuyó la mirada de la diosa y se topó con la de Derin y Harry. Pero antes de que pudiera responder, una segunda oleada de fuego cayó directamente sobre ellos. Harry observó como los tres dioses se refugiaban bajo sus propios escudos, esperando que el fuego cesara. Él no lo hizo.

Su magia actuó por sí sola, envolviéndolo en una burbuja aguada y protegiéndolo del fuego salvaje que quería acabar con él.

Por unos segundos, casi juraría que había visto a la quimera sonreír de forma maliciosa, del mismo modo en que había visto sonreír a Voldemort durante su enfrentamiento en cuarto curso, en aquel cementerio oscuro y lúgubre, justo antes de que volviera a intentar matarlo.

-¡Ainur!

-¡Harry!

Y entonces lo vio. La cola electrizante se movió con agilidad en el cielo y golpeó una vez, una sola vez contra el escudo de agua que Harry tenía a su alrededor.

El viento, el elemento del adolescente, hizo acto de presencia, consiguiendo elevarlo del suelo en un remolino y sacarlo de aquella burbuja justo cuando la primera chispa de electricidad atravesó el escudo, haciendo que una cascada de chispas rojizas y azules inundaran el lugar donde segundos antes el cuerpo de Harry se encontraba.

-¿Estás bien? –Derin fue el primero en acercarse a él y ayudarlo a levantarse.

Harry asintió aún aturdido y miró a la quimera desafiante. Ella pareció devolverle la mirada. Había algo en sus ojos. Algo que jamás había visto en nadie ni en nada cuando se había enfrentado a él; miedo. Sus ojos brillaban con una pizca de miedo y temblor.

-¡Malfoy! –la voz de Giliath le sacó de sus pensamientos.

Antes de pensar en lo que estaba haciendo, se dio cuenta de todo; la descarga eléctrica había sido una simple distracción para poder enviar una segunda bola de fuego, dirigida esta vez a Draco Malfoy que seguía inconsciente en el lugar en el que Harry lo había dejado.

Actuando por inercia e instinto de supervivencia, Harry utilizó su poder recurriendo al viento y dejando que éste lo transportara al lugar donde el cuerpo de Draco permanecía inmóvil. Llegó, lo cargó nuevamente y volvió a desaparecer. A sus espaldas, la llamarada de fuego lo alcanzó y le hizo trastabillar, obligándolo a dar un salto potente que le hizo aterrizar en el suelo de manera brusca.

-¡Maldita sea, Harry!

Erebor lanzó un hechizo paralizante contra la cola de la quimera, en un vano intento porque ésta dejara de agitar el aire y dejara de golpear todo a su alrededor, ya que cada vez que lo hacía, un nuevo edificio o tienda era destruido por la onda expansiva que su movimiento causaba.

-¡Deja de dar saltos, Harry! –ordenó esta vez Giliath al ver como el chico había tenido que volver a cambiar su ubicación porque una nueva bola de fuego le perseguía-¡Así la atraes más!

-¡Va a por Malfoy! –gritó Harry girando hacia la derecha para protegerse del nuevo ataque de fuego de la quimera-¡No puedo dejarlo solo! –gritó convocando a su elemento y haciendo que éste lo transportara con mayor rapidez.

-¡Ainur! –el grito de Erebor le llegó claro. El chico se giró y vio una bola de fuego que se dirigía hacia él con fuerza. Un rayo azul colisionó con el fuego haciendo que se desvaneciera en el aire.

-¡Gracias! –le gritó Harry a Derin que había sido quien había ocasionado aquello.

-¡Aquí no la podemos reducir!

-¡Erebor, Giliath, cread un portal! –ambos dioses miraron a Harry que no dejaba de moverse atrayendo la atención de la quimera mientras que Draco seguía con él- ¡En cuanto esté listo, Derin cuidará de Malfoy y yo le lanzaré un hechizo para empujarla al otro lado del portal! –añadió el chico.

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Severus Snape recibió una carta. Una simple frase que estaba seguro destrozaría todo el mundo que su ahijado y protegido había creado a su alrededor. Una misiva tan corta y breve como dura e impersonal. "Ya no tengo ningún hijo. Ocúpate de él o déjalo morir"

Suspiró. Estaba cansado de tener que seguir ocultando todo lo que sabía. Cansado de odiar a Potter, cansado de odiar a Lupin, a Black y a James Potter aún estando ambos muertos… Cansado de seguir odiando a Cathy… Su Cathy…

Se pasó una mano por los ojos cerrados. Cansado. Estaba cansado y no tenía ni idea de qué podía hacer.

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No importaba lo que hiciera, donde se escondiera o hacia donde saltara; la quimera parecía ser capaz de seguir siempre el rastro que su magia dejaba a su alrededor y por primera vez desde que había salido de Ahsvaldry, Harry se maldijo por tener una magia tan reconocible para el mal y todas las criaturas de la oscuridad.

-¡Maldita sea! –Harry atrapó el cuerpo inconsciente de Draco con fuerza mientras dirigía una bola blanca de energía hacia la quimera, que golpeó en una de sus alas haciendo que la quimera se tambalease, aunque se recuperó para desgracia de los dioses-¡¿Es que no va a parar nunca!

-¿Quieres que me acerque a preguntarle? –inquirió con tono mordaz Derin.

Harry sonrió mientras esquivaba un nuevo golpe y protegía a Draco con su propio cuerpo. Si Derin aún tenía ánimos para bromear, no podía ir tan mal.

-¡HARRY! –el chico saltó justo en el momento es que escuchó la voz de Erebor que seguía abriendo el portal con ayuda de Giliath-¡¿Quieres hacer el favor de dejar de hacer el idiota!

Derin miró a Harry y éste se encogió de hombros. Harry sonrió. Era muy diferente luchar junto a Derin que hacerlo junto a Erebor y Giliath. Los dos guardianes querían estar pendientes en todo momento de él, Derin había visto con sus propios ojos lo que el chico podía hacer en un campo de lucha contra los naryns y se relajaba más, aunque nunca le quitaba un ojo de encima y ambos eran conscientes de que el otro mantenía siempre el aura visible a los ojos del otro.

-¡Ya está! –gritó Giliath con una media sonrisa-¡Harry, el portal está abierto!

No necesitó otra indicación. Dejó el cuerpo de Malfoy en el suelo y antes de decir nada, Derin apareció a su lado moviéndose con agilidad y protegiendo el cuerpo del príncipe de Slytherin.

Harry unió las manos a la altura del pecho formando una pequeña esfera de hielo vidrioso que iba creciendo en el hueco formado por las palmas de sus manos; a medida que abría las manos, la esfera crecía. El viento, aliado del chico, empezó a protegerlo, circulando a su alrededor y creando leves remolinos bajo sus pies y a su alrededor que hacían levitar su ropa y su cabello, dejando visible la cicatriz en forma de rayo que lo había marcado en su destino.

-Invoco el poder del hielo, haz que mis deseos se cumplan… -murmuró el chico.

La esfera salió de sus manos, directa a la quimera. Los ojos de la bestia se abrieron y sus garras y alas quedaron paralizadas al contemplar la energía que se avecinaba sobre ella.

Vieron como el hechizo de Harry golpeó directamente a la quimera en la cabeza central, expandiéndose por todo su cuerpo después, golpeándola justo en el espacio entre los dos ojos que lo miraban fijamente como si no pudiera despegar su vista de él. El cuerpo del animal atravesó el portal que Erebor y Giliath aún mantenían abierto con su energía proyectada directamente sobre la grieta del espacio y tiempo.

Derin, que había estado junto a Malfoy a petición de Harry, fue el primero en reaccionar y saltar al otro lado del portal mientras desenvainaba su espada y le dirigía a Harry una mirada de agradecimiento por lo que había hecho. Un gesto por parte de Erebor le indicó a Giliath que era su turno para pasar al otro lado y la diosa dejó de emitir su flujo de magia hacia el portal para proceder a atravesarlo.

-Yo también voy –dijo Harry mirando a Erebor.

El dios le lanzó una sonrisa y negó con la cabeza lentamente.

-Tú ya has hecho bastante Ainur –notó el titubeo del chico y le sonrió-. Nosotros podremos retenerla en Ahsvaldry hasta que sepamos que hacía aquí y quién la envió; hablaremos con el Príncipe –le confirmó al darse cuenta de que eso era lo que el chico quería saber-. Deberías volver a Hogwarts, hay alguien que te espera y que parecía muy preocupada por ti –Harry iba a protestar cuando Erebor volvió a hablar-. Además, alguien debe de ayudar a Malfoy a llegar hasta allí y estoy seguro de que Lupin estará nervioso, deberías decirle que Giliath está bien –le guiñó un ojo de forma pícara y Harry sonrió levemente-. Estaremos bien, sólo nos encargaremos de que no pueda escapar.

-Tened cuidado –pidió Harry .

-Siempre lo tenemos –el chico lo miró enarcando una ceja y Erebor se encogió de hombros -. Al menos, siempre que podemos hacerlo –Harry sonrió.

-Muy bien –se giró hacia atrás y tomó el cuerpo inconsciente de Draco Malfoy echándoselo al hombro de forma despreocupada-, espero que no te marees con el viento, Malfoy –añadió con tono bromista. El chico inconsciente no respondió y Harry se encogió de hombros-. Tomaré eso como un no.

Un remolino de fuego y viento rodeó la figura de Harry Potter haciendo que desapareciera de aquel lugar.

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No se sorprendió cuando escuchó los comentarios que surgían a su alrededor a medida que caminaba hacia la mesa para desayunar. "Dicen que hizo magia negra", "se enfrentó a Lestrange porque quería vengar a Black", estuvo a puento de morir e hizo desaparecer a ese animal que apareció en el cielo", "ayudó a Malfoy".

Harry se limitaba a sonreír cada vez que escuchaba uno de esos comentarios, sin hacerle ningún tipo de caso, ni para apoyarlos, ni para desmerecerlos. Si bien antes le resultaba incómodo que estuvieran hablando de él a todas horas, cuchicheando a su paso y mirándolo a cada momento, bien fuera por su cicatriz o bien fuera por creer que era el heredero de Slytherin, tal y como le ocurrió en su segundo curso; ahora no le molestaba para nada. Evidentemente seguía prefiriendo el anonimato y cada vez que podía, caminaba junto a Erebor Giliath o Derin, más para que las miradas se dirigiesen a ellos en lugar de a él.

El rumor de que Harry Potter podía hacer magia sin varita había corrido rápidamente por los pasillos de Hogwarts; ese era uno de los motivos por los que Harry se preguntaba en qué momento Dumbledore lo mandaría llamar a su despacho para hablar con él.

Según Erebor, quizá sólo era que el director se había dado cuenta de que no podía manejar la vida de Harry a su antojo; según Derin, simplemente estaba tramando algo nuevo. Cuando Harry le pidió su opinión a Giliath, observó que la diosa estaba distraída jugando con la cucharilla dentro de su té y sin prestar atención ni a la conversación de ellos ni a las miradas preocupadas que Remus le lanzaba por encima del plato de la mantequilla.

Miró hacia la mesa Gryffindor en un acto instintivo de querer saber si Verónica estaba allí o no, recordando el modo en que la chica se había preocupado por él la tarde anterior.

(flashbakc)

Acababa de dejar a Malfoy en la enfermería. Inconsciente y con restos de haber sido el objetivo de un fuerte "imperius"; ese había sido el veredicto de la enfermera en cuanto lo había revisado. Después de que la mujer le asegurara que estaba bien y que llamaría al profesor Snape en seguida, Harry abandonó la enfermería ante la mirada de algunos de los chicos que estaban allí recuperándose de pequeñas heridas causadas por el ataque mortífago antes de que Erebor hubiese conseguido sacarles de allí.

-¿Sabe algo de los demás? –la bruja lo miró-. Me refiero a todos los que estaban en Hogsmeade, ¿se sabe algo de ellos?

-Todos los alumnos están bien salvo por algunos cortes y rasguños y algo conmocionados, sobre todo los de tercero, pero están bien; la gente adulta que estaba en el pueblo está en San Mungo, pero no hay noticias de que haya habido bajas por muerte ¿Pregunta por alguien en especial, querido? –se interesó la mujer.

Harry le sonrió antes de menear la cabeza en señal negativa. Aquella mujer lo había visto tantas veces que no le extrañaba la cordialidad y la forma que tenía de hablarle expresando cierto cariño.

-Tienes un corte aquí, querido –le indicó la mujer al ver el brazo desnudo de Harry. El chico se enfadó consigo mismo, se le había olvidado curarse-. No es nada serio y ahora estoy muy ocupada como puedes ver, pero en el aula de aquí al lado hay una estudiante que se hace cargo de las heridas leves, ves a verla, ¿quieres?

Harry asintió sabiendo que no iría. Él podía curarse aquella herida en un momento utilizando sus poderes. Agradeció a la enfermera su preocupación y salió de la enfermería no sin antes mirar de nuevo a Malfoy tendido en la cama y preguntándose por qué la quimera quería atacarle.

-¡Harry! –se detuvo al escuchar aquella voz y se giró. Verónica venía corriendo desde el otro extremo del pasillo, saliendo de una de las aulas vacías y contiguas. Al llegar a él, uno de los frasquitos que llevaba en la mano se le resbaló y se hubiese hecho pedacitos en el suelo si no hubiese sido por la agilidad del muchacho-. Gracias… Madame Pomfray necesita esta poción ahora mismo.

-¿La estás ayudando? –preguntó enarcando una ceja.

Verónica le sonrió.

-Me gusta ayudar –se fijó en el corte del brazo y frunció el ceño-. ¿Dónde crees que ibas con esa herida?

Harry la miró unos segundos antes de decidir qué contestarle. Había creado un extraño vínculo de amistad con esa chica, pese a que hacía pocas semanas que habían hablado por primera vez, y esa extraña amistad que los había unido, rechazaba la respuesta seca y distante que el chico quería darle. Antes de encontrar las palabras en su boca, Verónica lo tomó de la tela del jersey que llevaba puesto y empezó a arrastrarlo tras ella mientras murmuraba palabras como "irresponsable", "inconsciente" y "¿quieres que se te complique?"

Harry no pudo evitar sonreír. Y siguió sonriendo mientras la chica le daba la poción a Madame Pomfraey. Y siguió sonriendo cuando Verónica lo obligó a sentarse en una de las camillas improvisadas en el aula de al lado y empezó a curarle el corte en el brazo. Y siguió sonriendo pese al discurso de irresponsabilidad que la chica no había dejado de darle en todo momento.

Pero sobre todo sonrió porque había visto en los ojos de ella el alivio al reconocerlo y ver que no estaba herido; había sido una preocupación sincera, verdadera y espontánea, sin esperar nada a cambio; como siempre había hecho la chica, como sabía que ella siempre haría.

Y cuando la mano de ella rozó el brazo de él y ese escalofrío le recorrió la espalda, se dio cuenta de que no podía ser nada malo.

(fin flashback)

Harry dio un sorbo al café que tenía delante antes de que el correo entrase por las ventanas y empezase a revolotear sobre las cabezas de los estudiantes. El chico suspiró contrariado cuando varias lechuzas dejaron caer sobre su cabeza dos docenas de cartas perfumadas. Remus no pudo evitar sonreír.

-No me hace gracia –le dijo el chico mientras miraba al Gran Comedor notándose observado-. Les envié a esas chicas una carta explicando por qué no podía corresponderles y en lugar de rendirse, fundan un club de admiradoras –dijo con tono resignado mientras Erebor no podía ocultar su diversión-. Dijeron algo así como que era muy caballeroso por mi parte no aceptar a ninguna de ellas para no hacer daño a las otras chicas –Erebor emitió una risa suave, Derin lo miró enarcando una ceja con suavidad y Remus no disimuló su risa que contagió a Giliath.

-¿Qué puedo decirte? –dijo Giliath sonriendo de forma enigmática-. Eres bastante atractivo.

-Genial… además de que me no me decís que ocurrió en Ahsvaldry con la quimera, os reís de mí –dijo con cierto tono de reproche que no pasó desapercibido para ninguno de los adultos.

Ninguno de los tres dioses había querido hacer ningún comentario de lo ocurrido en Ahsvaldry desde que habían llegado la noche anterior; sólo le habían dicho que la quimera estaba bien en Ahsvaldry y que el Príncipe había mantenido una conversación con ella antes de aislarla en una de las celdas del palacio a la cual, únicamente podían acercarse aquellos que tuvieran un alto nivel de oclumancia para no caer en la hipnotización de la criatura.

-Ainur, ya te dijimos lo que sabemos –le dijo Erebor-. Sabes que nunca te ocultaríamos nada.

-No a menos que alguno de vosotros hubiera recibido una orden directa del Príncipe Stell de Ahsvaldry –sentenció Harry mirándolos-. El juramento a él está por encima del mío –añadió al ver la cara de Remus. Los tres dioses se revolvieron incómodos en su asiento y Harry les sonrió-. No os preocupéis, no os voy a hacer romper vuestro juramento ni tampoco voy a obligaros a que desobedezcáis una orden directa d mi abuelo –rodó los ojos-, sé como se pone cuando alguien no le hace caso.

-Ellos no saben nada, Ainur –dijo entonces Giliath rompiendo el silencio-. Stell habló conmigo, sólo yo tengo la orden directa, perdóname.

Harry la miró unos segundos; podía ver en los ojos de la diosa cómo le dolía el no poder contarle lo que sabía, lo que Stell le había dicho, lo que había oído en el pensamiento de la quimera. Harry sabía que Giliath le quería como podía querer a un hijo y sabía que le dolía tener que ocultarle algo; sonrió con sinceridad, comprendido a la mujer más de lo que ella creía en aquellos momentos.

-No importa Giliath –le contestó-. Gracias por ser tal fiel a mi abuelo y por no mentirme –añadió con una media sonrisa.

Erebor y Derin se miraron y sonrieron antes de seguir desayunando con tranquilidad; Remus pudo ver en los ojos de los dos dioses lo que él había descubierto primero, y era que la sonrisa de Harry había sido completamente sincera, comprendiendo a Giliath y sin guardarle ningún rencor por no poder contarle nada.

Recordó que James tenía su misma sonrisa sincera y esta vez no se sorprendió cuando se descubrió recordando a su amigo en el rostro y la figura de Harry.

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En una de las mesas del Gran Comedor, Ronald Weasley llamaba la atención más que ningún otro día; el motivo: estaba masacrando, literalmente su desayuno, en lugar de engullirlo todo como era habitual en él y como ya estaban acostumbrados a verle hacer todos los leones y el resto de las demás casas.

En su plato tenía un par de bollos de mermelada de frambuesa, huevos revueltos, bacon, y tortitas con nata y sirope de caramelo; al menos eso era lo que había en un principio, porque el chico se había dedicado a cortar, untar, jugar, dar vueltas y seguir cortando, todos y cada uno de los alimentos que allí reposaban.

Hermione, sentada delante de él revoloteó la mano un par de veces por delante de la vista del pelirrojo para captar su atención; pero no fue hasta que Ginny, sentada al otro lado de su hermano, rodó los ojos y le dio un golpecito en la parte posterior de la cabeza, que Ron no volvió al mundo real.

-¿Se puede saber qué te ocurre? –preguntó la castaña mirando al chico.

-Nada –contestó Ron después de darle un vistazo rápido a la mesa de los profesores.

-No es cierto, estás así desde ayer –insistió la chica mirándolo perspicazmente-. ¿Aún te duele el cuello? Podemos ir a ver a Madame Pomfray antes de…

-No me duele el cuello –dijo el pelirrojo mirando a su hermana de forma fulminante al ver que ésta se reía de él-. ¿Quieres parar?

-Perdona Ron, pero es que saliste de Hogsmeade sin un rasguño y en cuanto llegaste aquí, te resbalaste con el suelo mojado del tercer piso y la forma en que te diste ese golpe tonto fue muy divertida.

-Ja, ja, ja –dijo el chico sarcástico. Gin rodó los ojos; su hermano no tenía sentido del humor. Hermione no le prestó atención. Siguió mirando a Ron, convencida de saber qué estaba pasando por la cabeza del pelirrojo en aquellos momentos

-Es Harry, ¿verdad? – Ron la miró-. Viste algo cuando estuviste en Hogsmeade.

Ron farfulló algo a media voz sobre por qué ella tenía que saberlo siempre todo. La chica rodó los ojos exasperada y los entrecerró mientras miraba al chico para que le explicara qué pasaba y qué había visto.

-Pudo hacerlo… -susurró Ron a media voz. Incluso Ginny que estaba sentada a su lado tuvo que hacer un gran esfuerzo para entenderle. Ron miró a su hermana pequeña con el ceño fruncido-. ¿Te importa? Es una conversación privada, Gin-La chica pelirroja enrojeció ligeramente al verse descubierta, pero con su sonrisa, se levantó del sitio y se corrió dos asientos a la derecha alejándose de su hermano; pocas veces lo veía tan serio como para saber que tenía que tomarse las cosas en serio-. Harry estuvo a punto de matar a Bellatrix Lestrange –dijo mirando a Hermione.

Ambos sabían lo que eso significaba. Bellatrix había sido la asesina de Sirius, y Harry había prometido vengarle, matando a esa mujer. Si no lo había hecho pudiendo hacerlo, era porque quizá Harry Potter tenía algo que ocultar. Hermione le miró muy seria.

-Tenemos que hablar con Dumbledore –afirmó la chica hablando deprisa-. Y cuanto antes mejor, vamos, aún no ha bajado a desayunar.

Neville sólo se encogió de hombros ante la declaración de Ron.

-¿Por qué tenéis que pensar así? –ellos dos le miraron-. Quiero decir, si pudo hacerlo y no lo hizo es porque por mucho que haya cambiado sigue siendo Harry ¿no os parece? –ninguno de los otros dos dijo nada y Neville siguió desayunando tranquilo.

Ron y Hermione lo miraron unos segundos incrédulos, luego se miraron mutuamente, sabiendo que os dos estaban pensando lo mismo "Neville es un ingenuo" y sin que nadie ni ninguno de los dos dijera nada, ambos se levantaron de la mesa y salieron del comedor con la intención de contarle lo que sabían a Dumbledore. Si Harry se pasaba al lado de Voldemort, el mundo entero correría un gran peligro.

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Bueno, y bien? Que tal? Ha sido como esperábais? Mejor? Peor?

En serio, tengo que mejorar las escenas de acción, acepto ayuda!

En fin, espero que os haya gustado y que lo hayais disfrutado.

Dejad vuestros mensajes ya sabeis donde y espero veros por aquí en el próximo capítulo para saber qué pasará… ¿Queréis un adelanto? Está bien, aquí os lo dejo…

En el próximo capítulo…

"-Profesor ¿Quién me ayudó?

-Potter, Draco; Potter te salvó…"

"-Sólo quería preguntarte cómo sigue Malfoy

-¿A qué ha venido eso?

-Sólo estaba preocupada por Draco

¿Por qué se preocupa una Gryffindor por un Slytherin?

-Porque es diferente a las demás Gryffindor"

"-Vaya… pero si es el traidor…

-Yo no he traicionado a nadie Finnigan

-¿Tú hubieras tenido el valor de dejarlo a su merced?

-Os ignora… ¿qué derecho tenéis a llamarlo enemigo si nunca os ha hecho nada? ¿con qué derecho venís a reclamarme que le haya ayudado?"

"-Quería agradecerte lo del otro día

-No me pareció que quisieras que alguien se enterara

-No, no querría que nadie se enterara.

-Entonces nadie se enterará; nos vemos, Harry."

"Debía matar a Harry Potter, al heredero de Lahntra pero lo vi a él…y lo entendí

Es a él a quien debo matar, tiene algo que le pertenece al descendiente de Elea y he sido enviado para encontrarlo.

Sólo había una persona que conociera a Draco Malfoy lo suficiente para entender aquellas palabras. Severus Snape."

"-Me gustaría saber porqué Harry estuvo a punto de morir cuando esa quimera quería matar a Malfoy y me gustaría saber quién es Draco Malfoy y qué relación tiene con usted, profesor

-Draco es mi ahijado

-Entonces supongo que usted podrá decirme mejor que nadie por qué Draco Malfoy es el descendiente de un naryn.

-¿Quién es Draco Malfoy?

La verdad estaba a punto de serle desvelada."

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Bueno, ahora sí, se acabó!

Nos vemos en el próximo capítulo, sed buenos y recordad que los personajes y el mundo de HP son de Rowling!

Un besito para todos! Nos leemos pronto!