Hola a todo el mundo! Que tal la semana?

Bueno, como siempre agradeceros los reviews que me han llegado, creo que han sido unos veinte más o menos… :D Me ponen feliz y me animan a escribir :p

Bueno, agradezco los comentarios de los que dijeron que les gustó el capítulo anterior y la parte de la acción de la quimera, en verdad no sabía como iba a quedar, ahora estoy más tranquila :p

En este capítulo se descubren algunas cosas… Espero que os guste el capítulo, disfrutad de él y nos vemos abajo.

Aps, sí, lo olvidaba… Hay que pasar lista:

Jim, battousai-clau, Ginebra, SerenitaKou, Clawy, HeiDi-Lu, Alteia, M-chan, carolagd, pedro, Utena-Puchiko- nyu, Elias, Adoro a Harry, bronwyn bm, Anaelisa, Luna, D.Alatriste, Kaito Seishiro, Arwenej, Terry Moon.

Seguid dejándome vuestros mensajes!

CAPITULO 20: ¿Quién es Draco Malfoy?

"-¿De quién te escondes?

Harry se sobresaltó cuando escuchó una voz a sus espaldas. Había entrado en la primera habitación que había encontrado abierta, escondiéndose de Eirin que parecía tener un radar para saber siempre dónde estaba y no se despegaba de él. Se giró para encontrarse con la dulce mirada de Giliath y suspiró aliviado.

-Me asustaste –le dijo él como respuesta.

-Perdona, no era mi intención asustarte cuando has entrado en mi habitación de repente y sin llamar antes –le dijo con cierto tono burlón que hizo sonrojar al adolescente.

-Perdona… te prometo que si me dejas quedarme aquí un rato luego me iré –le dijo él con cara de circunstancia.

Giliath no pudo evitar reír y Harry notó que su risa era cristalina y dulce.

-¿De quién te escondes? –le volvió a preguntar la diosa.

-Eirin –contestó Harry con una media sonrisa dulce.

-Ah… ya veo… ¿sigue acosándote? –preguntó con picardía. Harry asintió-. Espero que no lo haga porque le hayas dado algún tipo de esperanza… -añadió frunciendo el ceño.

-Claro que no lo he hecho, precisamente la rehuyo por eso; no quiero hacerle daño, pero tampoco puedo corresponderla… -argumentó un poco liado mientras se pasaba la mano por el cabello. Giliath sonrió-. ¿Qué?

-Eso que has hecho, lo del cabello –añadió al ver que el chico no sabía de qué estaba hablando-. Tu madre se pasaba el día entero hablando de alguien que hacía eso mismo… -sonrió.

-Mi padre… -corroboró Harry recordando las veces que Sirius y Remus le habían hablado a él de la afición de James Potter a revolverse el cabello; la escena que había visto en el pensadero de Snape le vino a la cabezza y no pudo evitar sonreír.

-Tu padre… Lily llegó aquí criticando, literalmente "la estúpida manía que seguía teniendo" y se marchó de aquí sonriendo mientras decía que "estaba deseando volver a ver como James se revolvía el cabello" –sonrió-. Es curioso como la gente puede tener dos perspectivas diferentes después de hacer una pausa en su vida…

-Yo no puedo cambiar mi perspectiva… -dijo Harry intuyendo hacia donde iban los comentarios de Giliath.

Ella sonrió. Habían pasado poco tiempo juntos, pero había sido el tiempo suficiente para conocerse y para saber que Harry tenía una intuición bastante acertada.

-No he dicho que la cambies –le contestó ella sonriendo-. Sólo que a veces cambia sin que tú quieras.

-Yo… no puedo cambiar lo que siento hacia ellos Giliath, ya no. Me mintieron, me engañaron, me utilizaron… siempre lo han hecho; las palabras de ánimo, los abrazos, las risas, los juegos… todo… -dijo con tristeza-. Todo fue un engaño. Para ellos sólo fue un juego y para mí… para mí ellos eran todo lo que yo tenía…

-Entiendo.

-No, con todos los respetos Giliath, no puedes entenderlo –le dijo él sonriendo cínicamente mientras se sentaba en el pequeño banco que había en la terraza de la habitación.

Giliath no contestó. Se sentó a su lado, contemplando como la noche cubría el reino de Ahsvaldry; en silencio, en soledad. No le preguntó nada. Pasaron varios minutos sin que ninguno hablara, no lo necesitaban, al menos no en aquellos momentos.

-Dumbledore… -empezó a decir el chico sin saber si la diosa le escuchaba o no-… él… él podía haberme ayudado siendo un niño… pero me dejó en cada de mis tíos aún sabiendo que allí yo no era querido. Me abandonó allí únicamente para poder recogerme y que yo le viera como mi salvador y lo hice –soltó una risita sarcástica y despectiva contra sí mismo-. Lo hice… lo subí a un pedestal hasta que me di cuenta que me había engañado…

-Todo en lo que creías se vino abajo ¿verdad? –él asintió-. Los que creías eran tus amigos se convirtieron de la noche a la mañana en simplemente conocidos que querían estar cerca de ti por su propio beneficio y ahora no sabes si todo lo que pasó con ellos fue real o todo fue una mentira.

-Fue real Giliath –le contestó él mirándola-. Por eso me duele tanto… Ron estuvo conmigo cuando atravesé la barrera por primera vez, y fue Ron quien estuvo conmigo cuando perdimos el tren en segundo curso y en tercero, cuando Sirius regresó, fue Ron quien estaba allí… y luego en cuarto… él era la persona que tuve que salvar en el lago porque era la persona más importante para mí… -sonrió con nostalgia-… Fue mi primer amigo y eso fue real, Giliath.

-¿Y Hermione?

-¿Hermione? –suspiró-. Ella fue la primera que me habló de mi padre… quien me dijo que ser buscador venía de familia y me llevó a la vitrina donde el nombre de mi padre centelleaba pese a no seguir allí; sin ella no hubiese llegado hasta la piedra filosofal ni hubiese podido salvar a Sirius en tercero… Hermione también fue real. El modo en que nos miraba cuando hacíamos mal la tarea de adivinación para terminar rápido, la manera en que nos regañaba cuando queríamos hechizar a Malfoy o algunos de los suyos… Todo fue real. Fue tan real que duele pensar que todo fue una mentira…

Giliath no le contestó.

Se limitó a pasarle un brazo por los hombros y lo atrajo hacia ella, obligándolo a reposar su cabeza en el regazo y a tumbarse en el banco mientras le acariciaba el cabello entrelazando sus dedos con los mechones negros.

Su voz empezó a sonar por Ahsvaldry cantando algo que Harry no supo interpretar, una melodía, una melodía que no había escuchado pero que le causaba tristeza y melancolía. Antes de saber qué ocurría o por qué lo estaba haciendo, las primeras lágrimas empezaron a caer de sus ojos empapando su mejilla y la falda de Giliath.

A la diosa no le importó.

Aquella noche, entre los brazos de Giliath, Harry derramó todas las lágrimas que le quedaban en el cuerpo, liberando su espíritu y su alma, dándose cuenta de que lo que había tenido en un pasado no volvería"

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Despertó sobresaltado. Hacía mucho tiempo que no tenía ese tipo de sueños; a decir verdad, si no recordaba mal, la última vez que había tenido esas pesadillas había sido cuando tenía diez años. Su padre lo había encontrado llorando en la cama después de soñar con aquello y en contra de lo que Draco hubiera creído que el hombre haría, no lo abrazó ni lo consoló, y pese a que el niño ya estaba acostumbrado a que no le demostrara cariño.

Miró a su alrededor parpadeando y buscando su varita de forma inconsciente al recordar la figura de la quimera cerca de él, sus ojos mirándolo fijamente y el deseo de matar y destruir en sus orbes llenas de fuego e ira. No estaba allí. Enseguida reconoció el blanco de las paredes, el techo y las camas; estaba en la enfermería de Hogwarts; estaba a salvo y aún así, buscó con su mirada la varita que reposaba sobre la mesa supletoria que tenía a su derecha, suspirando aliviado cuando la vio.

¿Qué diablos había pasado? Lo último que recordaba era la maldición sobre su cuerpo, el control que su padre creaba en él, dirigiéndolo hacia una muerte segura al decirle que debía enfrentarse a esa bestia. Recordaba sus pensamientos, sabiendo que era un suicidio y sin encontrar la suficiente fuerza de voluntad para rechazar la maldición. Su cuerpo parecía un títere, era un títere.

Siempre lo había sido a manos de su padre, nunca lo había querido admitir, pero siempre había sido así. Suspiró. Conocía a su padre lo suficiente para saber que había cometido un error al negarse a obedecerle por su propia voluntad.

-¿Draco?

Giró la cabeza hacia la entrada de la enfermería, el lugar de donde provenía esa voz que tantas veces había escuchado y que, pese a lo que los demás opinaran, era la única voz que podía reconfortarlo, como lo había hecho siendo niño, como lo seguiría haciendo siempre.

-Profesor… ¿qué.. –se intentó incorporar y la cabeza le dio vueltas. Se sujetó a las sábanas y pronto notó unos brazos que lo ayudaban a sentarse-…. Wow… no pensé que un imperio causara esta sensación de mareo vertiginoso constante… -contra sus sospechas, el profesor sonrió a medias-. ¿Qué hago aquí?

Severus frunció el ceño con preocupación por la aparente pérdida de memoria del chico.

-¿No lo recuerdas?

Draco negó con la cabeza mientras cerraba los ojos. El profesor Snape sacó una botellita de su túnica y se la pasó al muchacho que la aceptó y la tomó sin protestar. El adulto se sintió satisfecho cuando el muchacho le devolvió la botellita vacía.

-En poco tiempo se te pasarán los mareos y la sensación de la falta de control sobre tu cuerpo –le indicó Snape explicándole así los efectos que le causaría la poción. El chico hizo una ademán indicando que no necesitaba ninguna explicación más- ¿Recuerdas…

-Recuerdo a mi padre –expresó el muchacho -. Un animal grotesco… No sé que era, podía volar, lanzar bolas de fuego, tenía tres cabezas… -miró a Severus que lo miraban con una ceja enarcada-. ¿Piensas que estoy loco?

-No, te creo –le contestó el profesor-. ¿Qué ocurrió?

Draco negó con la cabeza:

-Lo único que recuerdo es que mi padre me lanzó un imperio… -le confesó con las mejillas sonrosadas.

Severus no pudo estar seguro de si se sonrojaba por no haber podido defenderse de esa maldición o por que había sido su padre quien se la había lanzado.

-¿Luego qué pasó, Draco?

-No lo recuerdo… -contestó el chico frunciendo el ceño-. Todo está borroso. Sólo recuerdo que alguien deshizo el encantamiento de mi padre y luego todo se volvió oscuro… -el ceño del profesor se frunció-. ¿Tengo que quedarme aquí?

Snape le sonrió un poco y Draco se sintió halagado; no era normal ver al profesor de pociones sonreír a nadie, aunque con él siempre lo hacia, no por nada era su padrino.

-No, no tienes que quedarte; hablaré con Poppy para que te deje marchar a tu cuarto si me prometes algo –los ojos de Draco brillaron como si fuera un niño pequeño y Snape supo que el chico le prometería la luna si con eso consiguiera salir de aquellas cuatro paredes blancas-. No intentarás contactar con tu padre –le pidió.

-Pero… ¿por qué…

-Draco –lo llamó el hombre con gesto severo-. Debes prometerlo. Y cuando recibas algo de él quiero ser el primero en leerlo, ¿de acuerdo?

Draco asintió en silencio. Sabía que su padre estaría enojado con él; sabía que le impondría un fuerte castigo por haberse atrevido a desobedecerle, pero no entendía porqué Severus insistía tanto en aquello. Sí, bien, era su padrino, siempre se había mostrado preocupado por él, pero no entendía aquel gesto tan serio.

-¿Por qué? –preguntó el chico rubio mirando al hombre adulto que tenía a su lado.

-Porque hay cosas que no comprendes Draco… cosas que pronto descubrirás y de las que tu padre no forma parte… -respiró pausadamente-. Porque pronto tendrás que tomar una decisión muy importante y… -no quería mentirle, pero no le quedaba más opción que hacerlo; no podía decirle que su padre no lo quería a su lado, que no quería saber nada más de él, que ya no le importaba y que había renunciado a él como hijo; no quería decirle y no podía decirle que a partir del momento en que lo había desobedecido había pasado a formar parte de la lista negra de Lucius Malfoy y que, como Draco sabía, sólo había una manera de salir de esa lista y era la muerte. Suspiró y terminó la frase-… y tu padre podría influenciarte…

Draco asintió en silencio y Severus se levantó.

-¿Cuándo podré irme?

-Hablaré con Poppy, pero creo que esta noche podrás dormir en tu cuarto –el chico le sonrió agradecido-, mientras, descansa un poco, aunque haya sido la maldición más débil de todas, sigue siendo una imperdonable.

-Profesor –pidió el chico cuando el hombre empezaba a irse. Severus se giró-. ¿Quién me ayudó? –preguntó-¿Quién me trajo aquí?

No quiso ni pudo esconder la sonrisa que apareció en su rostro y por primera vez, Severus Snape pronunció aquel apellido delante de Draco sin ningún deje de rencor, odio o burla.

-Potter, Draco; Potter te salvó…

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-Pastel de calabaza –dijo Hermione cuando aún estaban a unos metros de la gárgola que custodiaba el despacho del director.

Tan pronto la figura empezó a girar mostrando a sus espaldas las escaleras de piedra, ambos chicos se subieron a ellas esperando llegar arriba para poder contar lo que sabían de Harry, bueno, lo que Ron había visto en Hogsmeade. Llamó a la puerta un par de veces y ni siquiera esperó a que la invitaran a pasar, abrió la puerta y se topó con que el director tenía visita.

-Oh, perdón, no queríamos molestarle profesor –dijo con una sonrisa al ver a las dos niñas que estaban allí hablando con el anciano mago-. Veníamos a hablarle de algo que…

-De lo que hacemos para ya sabe qué –terminó la frase Ron por su amiga.

Dumbledore les miró por encima de sus gafas y Ron tuvo de nuevo la sensación de que el hombre entraba en su mente; odiaba cuando hacía eso.

-¿Por qué no os sentáis? –convocó un par de sillas de aspecto cómodo y confortable y los invitó con un gesto-. Las señoritas Muller y Thompson estaban contándome qué les ocurrió ayer en Hogsmeade… -dijo para invitar a las dos niñas a hablar de nuevo.

-Lo cierto es que no recordamos mucho… sólo que Potter hizo un escudo o algo así –le contestó Samantha Muller con un gesto despreocupado.

-La verdad es que si no hubiera llegado en ese momento, ahora estaríamos en San Mungo, profesor –añadió Susan Thompson mirando a su amiga con los ojos entrecerrados-. Aunque hubiéramos llevado nuestras varitas, ninguna de las dos sabe como defenderse en un duelo y mucho menos contra un mortífago.

-Es cierto, deberían de enseñárnoslo en el colegio –afirmó una contrariada Sam ante la atenta mirada del director-. Bueno, si a usted le parece bien, claro –añadió al verse fulminada por la mirada de Hermione que le reprobaba su conducta total y completamente.

Dumbledore les sonrió.

-Lo tendré en cuenta, señorita Muller. Ahora… ¿recuerdan algo más? –las dos chicas se miraron como si hacer eso les sirviera de algo para recordar algún detalle-. ¿Recuerdan haber visto la varita del señor Potter? –preguntó Dumbledore con cierto brillo en los ojos.

-Ahora que lo dice, señor… -dijo pensativa Susan.

-… no llevaba la varita –se giró hacia Susan-. ¿Cómo hizo aquel escudo sin varita? –se giró hacia el director-. ¿Podría aclarárnoslo, por favor?

-Supongo que simplemente no la verían, señorita Muller –les sonrió con cordialidad, como siempre hacía y las dos niñas parecieron tranquilizarse ante ese hecho.

-Bien, ya pueden retirarse –Sam y Susan asintieron y salieron del despacho-. Ahora, ¿qué ocurre? –les preguntó girándose a ambos Gryffindors tras asegurarse que la puerta estaba bien cerrada. Fawkes entró por la ventana, miró a ambos chicos y después de dirigirle una mirada airada, al parecer de Ron, al director, volvió a salir por la misma ventana por la que había entrado. Dumbledore sonrió con cansancio-. Últimamente está un poco arisco, disculpadle –pidió en nombre del fénix-. ¿Y bien?

-Harry señor –empezó a decir Hermione extasiada de poder la una noticia que esperaba sirviera para algo. Miró a Ron-. Cuéntale lo que viste, Ron.

-Harry… hizo magia negra, profesor –aseguró Ron mirándose las manos acomodadas en su regazo-. Vi como le lanzaba una esfera de color negro a Bellatrix Lestrange –aseguró de nuevo ante la atenta mirada del director-. Le escuché amenazarla, profesor. Creó un escudo sin varita…

-Ya veo… Ron… ¿habló Harry en algún momento de lo que iba a hacer o de lo que quería hacer? –le preguntó.

-No profesor.

-Entiendo… -asintió levemente y se atusó la barba blanca ante los dos chicos, meditando algo que no quería que ellos supieran, pues no habló en voz alta. Suspiró cuando notó las dos miradas sobre él-. Bien, ya podéis iros, estoy seguro de que tenéis clases.

-Pero… -empezó a protestar Ron.

-Gracias por venir a contarme esto, señorita Granger, señor Weasley –ambos asintieron sabiendo que aquella era una forma sutil de decir que se fueran-. Si tienen alguna noticia más…

-Sí, profesor estaremos pendientes de cualquier cosa que sepamos –aseguró Hermione antes de salir del despacho dando suaves empujoncitos a Ron para que caminase delante de ella.

No sabía qué pensar. Sabía perfectamente el rencor y el odio que Harry debería sentir en aquellos momentos hacia ellos, pero jamás había contado con la indiferencia y la frialdad que en aquellos momentos parecía ser lo único que le importaba al chico. Sabía que era capaz de utilizar la magia sin varita, pero no sabía hasta donde podía llegar su poder, pero si era cierto que podía hacer magia negra, debería de tener en cuenta la posibilidad de que Harry quisiera aliarse a Voldemort para vengarse de ellos.

Fawkes, a sus espaldas emitió un ligero sonido de reproche cuando pensó en ello. Sonrió a medias. Incluso su fénix le decía que estaba equivocado… Quizá lo estaba… Quizá aún no habían perdido a Harry… quizá nunca lo perdería el lado de la luz, pero él hacía mucho que lo había perdido.

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-¡Zabinni!

El aludido en cuestión se detuvo en medio del pasillo mirando hacia atrás, haciendo que Pansy que caminaba a su lado hiciese lo mismo que él. Reconoció enseguida a la chica de voluptuosas curvas y mirada escondida detrás de aquellas gafas y sonrió a su pesar; Ollivers le caía bien, pese a ser una Gryffindor y estar dos cursos por debajo de él. Creía que era una chica sincera, auténtica y que simplemente era ella misma sin dejarse dominar por el pánico de las masas. No era bonita, cierto, al menos no para él, pero tenía un aire encantador que provocaba en quién la miraba, instinto de protección.

-Ollivers, ¿ocurre algo? –le preguntó mientras Pansy se alejaba de ellos unos metros.

Nadie le había dicho que lo hiciera, Verónica podría haber hablado con ella a su lado perfectamente, pero aquello formaba parte de la personalidad de los Slytherins; dar privacidad a quién la quería sin importar que éste no la pidiera. Ollivers no se sorprendió; los Slytherins solían ser muy extraños de tratar.

-Nada –la chica se detuvo al llegar a su lado y respiró recuperando el aire que había perdido en la carrera-. Sólo quería preguntarte cómo sigue Malfoy –Blaise enarcó una ceja mientras la miraba.

-No me digas que tú también has caído en las redes de Draco –se burló él sonriendo con diversión para camuflar le hecho de que se preocuparía mucho si eso llegara a pasar, después de todo, sabía que sufriría mucho si se enamorada del príncipe de Slytherin.

Verónica negó con la cabeza también sonriendo. Sabía que Blaise no se estaba burlando de ella, sino de la posibilidad de que acabara fijándose en alguien como Draco.

-No. Pero la poción que ayer le dieron en la enfermería la hice yo y quería saber si dio resultado o no –frunció el ceño en una actitud infantil-. Se le preguntaría a Madame Pomfray pero aún está ocupada curando a los que estuvieron en Hogsmeade –añadió.

Blaise le sonrió.

-Creo que después del profesor Snape y Potter eres la mejor en pociones –ella se sonrojó y a él se le antojó divertido verla así-. Si hiciste una poción deberías de tener más confianza en ti misma con sus resultados, ¿no te parece?

-Era la primera vez que la hacía –se defendió ella. Blaise la miró-. Es una poción complicada, de séptimo curso –añadió. Ahora Blaise parecía impresionado -¿Qué?

-¿Hiciste una poción de séptimo estando en cuarto? –le preguntó. Ella asintió mientras se subía las gafas que se le habían vuelto a resbalar. Blaise sonrió-. Draco está bien. Cansado, pero bien, se recuperará pronto, incluso puede que esta noche baje a cenar al comedor con todos.

La sonrisa de Verónica Ollivers en aquellos momentos podría haber competido con el lumos más potente que hubiera podido salir de su propia varita. Luminosa, dulce y franca.

-Me alegro –fue todo lo que dijo la chica. Abrió los ojos-¡Transformaciones! –exclamó. Blaise la miró sin entender- ¡McGonagall me matará si vuelvo a llegar tarde a sus clases! –empezó a correr en sentido contrario al que había llegado, rebasando por la izquierda a Zabinni quien sólo sonrió-.¡Nos vemos! –le gritó girando ya la esquina.

-¿A qué ha venido eso? –preguntó Pansy yendo junto a su novio y tomándolo de la mano.

Zabinni le sonrió y entrelazó sus dedos con los de la chica morena a la que sonrió.

-A nada. Sólo estaba preocupada por Draco –le informó el chico.

-¿Por Draco? –ella frunció el ceño-. ¿Por qué se preocupa una Gryffindor por un Slytherin que además no deja de humillarla e insultarla en cuanto puede?

Blaise se encogió de hombros.

-Porque es diferente a las demás Gryffindor –le contestó sin darle demasiada importancia y sabiendo que era la única explicación posible-. Vamos, llegamos tarde.

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Giró la esquina con el ceño fruncido. No había visto a Verónica en la mesa de Gryffindor, en realidad, no la había visto en el comedor y eso no le gustaba. Por alguna razón que aún desconocía y que no sabía explicar, necesitaba saber dónde estaba esa chica constantemente, necesitaba saber que estaba bien y para saberlo, necesitaba verla.

-Vaya… pero si es el traidor…

Harry se detuvo. Delante de él, un grupo de ocho chicos y chicas, todos con el escudo de Gryffindor y de cursos entre cuarto y sexto, lo estaban esperando en medio del pasillo que sabían que él iba a tomar para ir a clases. Suspiró internamente para tranquilizarse mientras se preguntaba qué demonios querrían ellos. Pudo distinguir a Dean y Seamus, a Susan, a Muller e incluso el rostro de Hermione al fondo del grupo con el ceño fruncido y los brazos cruzados en aquella actitud de ofendida que solía tomar cuando quería salirse con la suya.

-Finnigan… -dijo a modo de reconocimiento a la voz que había hablado.

-Dinos Potter, ¿qué se siente al traicionar a tus amigos y a todo lo que siempre has creído?

Harry tuvo que contener las ganas de reír cuando Seamus le dijo aquello. Traicionar a los amigos… resultaba irónico que fueran ellos los que le hicieran aquella pregunta; ellos que jamás se habían interesado en él más que para la fama y para lo que querían saber; ellos que ni siquiera habían preguntado cómo estaba después de la muerte de Sirius, que se habían alejado después de la muerte de Cedric, que únicamente lo habían buscado para las clases del ED. Y ellos, precisamente ellos, que lo habían ignorado desde principio de curso únicamente por haber cambiado y no dormir ya en Gryffindor… Y ellos le hablaban de traición… ¿Qué derecho tenían de hacerlo?

-Yo no he traicionado a nadie Finnigan –le contestó Harry con voz fría y semblante serio.

-¿No? –el chico le sonrió a medias-. ¿Y cómo llamarías tú a salvar a Malfoy cuando él es nuestro enemigo declarado?

Harry no tuvo más remedio que sonreír. Enemigo. ¿Cómo podía alguien tener como enemigo a un igual? Aún no se habían dado cuenta de que la guerra estaba ahí fuera, no en los muros de Hogwarts, no entre ellos; sí, era cierto que quizá algún día, tuvieran que enfrentarse a los que hoy se sentaban en la mesa de Slytherin y los observaban en un sepulcral silencio; pero aún no era ese día, aún no tenían que enfrentare a ellos… Enemigo. Una palabra complicada y que nadie nunca consigue definir su verdadero origen.

-¿Cuántas veces Malfoy ha intentado humillarte, Finnigan? –le preguntó.

-Ninguna –contestó el chico.

-Oh, entonces, ¿cuántos insultos has aguantado de él, Finnigan? –volvió a preguntar.

El chico masculló algo entre dientes y Muller lo dijo en voz alta.

-Malfoy simplemente nos ignora –le contestó a Harry-. Nos insulta ignorándonos.

Harry torció la boca en lo que a Hermione le pareció una sonrisa malvada y sombría, vengativa.

-Os ignora… No tenéis que aguantar sus miradas, sus insultos, sus hechizos, sus intentos por sabotear vuestra poción, sus palabras dirigidas a vuestros padres; no tenéis que soportar el odio que hay en su mirada vacía, no tenéis que aguantar el modo en que os habla precisamente porque os ignora… ¿qué derecho tenéis a llamarlo enemigo si nunca os ha hecho nada? –miró a aquellos con los que había compartido habitación durante tantos años y por un momento le pareció no reconocerlos-. Malfoy ha sido mi enemigo –reclamó recalcando el posesivo-, y si siéndolo yo no le he negado el derecho a vivir y le he salvado del mismo modo que os hubiera ayudado a todos vosotros, ¿con qué derecho venís a reclamarme que le haya ayudado? –miró a Hermione -¿Tú hubieras tenido el valor de dejarlo a su merced? –miró a Seamus y Dean- ¿Y vosotros? Estoy seguro que no hubiérais podido dejarlo solo allí, enfrentándose a aquella bestia ¿verdad?

Ninguno de ellos contestó y Harry sonrió de nuevo.

-Siempre criticais a los Slytherins por que se creen superiores a los demás, y vosotros estáis haciendo lo mismo ahora; si hubiera sido uno de vosotros a los que hubiera salvado, ¿también me llamaríais traidor? –de nuevo el silencio fue su única respuesta y el chico soltó una leve risita-. No, ya veo que no; sólo por salvar a alguien a quien vosotros no aprobais, soy un traidor. Pero los que habéis creído las historias y habéis inventado los rumores habéis sido vosotros también, entonces, ¿quién ha traicionado a quién, Finnigan, ¿Thomas, ¿Muller? –sus ojos se detuvieron un segundo en los ojos de Hermione que sonrojada apartó la mirada levemente-. ¿Granger?

-¿Qué ocurre aquí?

La voz autoritaria de Derin se escuchó en el extremo del pasillo. Harry sabía que estaba allí porque había notado como su energía había flotado a su alrededor, así que Derin también debía de haber notado que estaba reprimiéndose.

-Nada, profesor –dijo con voz cortada Muller-. Ya nos íbamos.

-¿Estás bien? –preguntó Derin al chico moreno mientras el grupo se iba dispersando.

-Lo superaré, no es algo que no pueda manejar –le contestó con una media sonrisa.

-Ainur… -le avisó el dios con una mirada.

-Estoy bien Derin, sólo tenía que decirles algunas cosas… y creo que me he quedado corto –admitió con una media sonrisa que el dios le correspondió-. ¿Dónde vas?

-Tengo clase con Ravenclaw y Hufflelpuff –le contestó el dios-. ¿Y tú?

-Tengo que hablar con Verónica –contestó el chico-, y no quiero ningún comentario al respecto –empezó a caminar -. No seas muy duro con ellos –le dijo Harry a modo de despedida.

-¿Seguro que estás bien?

Harry asintió y el dios le dejó marchar soltándole el brazo que le había tomado.

-Nos vemos luego –le contestó el chico.

Ni siquiera él tenía claro por qué necesitaba verla y saber que estaba bien; quizá era por la cercanía de lo que había pasado la tarde anterior, quizá simplemente que necesitaba hablar con alguien o quizá que quería comprobar que estaba bien porque, según él sabía, Dumbledore la había llamado para hablar con ella en cuanto se había enterado de que ella le había atendido en la enfermería.

No se sorprendió al encontrarla en el patio interior del castillo, pese a que hacía frío, la chica estaba sentada en uno de los bancos, arropada con su capa negra y con un libro en las manos mientras el escaso sol le calentaba el rostro y le daba algo de calor.

-¿En qué piensas?

El libro se tambaleó en las manos de la chica que se giró a mirar a Harry con el ceño fruncido mientras que él sonreía mientras intentaba a duras penas, contener la carcajada.

-No tiene gracia, me has dado un buen susto –protestó la chica.

-Lo siento, pero desde este punto de vista sí tiene gracia –le contestó él sentándose a su lado -. "Leyendas muggles y sus orígenes" –leyó en voz alta el título-. ¿No deberías estar en clase? –le preguntó el chico en gesto paternal.

-¿Y tú? –le preguntó ella de vuelta.

-Yo he preguntado primero –le respondió Harry divertido.

-He salido del despacho del director hace poco, me ha dicho que me tomara la hora libre –se encogió de hombros y lo miró-. Te toca responder.

-No tenía clases –le contestó con sencillez. Verónica le miró fijamente recelosa y sonrió satisfecha - ¿Qué?

-Me estás mintiendo –le contestó ella-. Pero no importa, cuando quieras decírmelo, ya lo harás. Dime, ¿estabas buscando algo?

-Sí, a ti –le contestó él casi sin pensar-. Quería agradecerte lo del otro día –añadió el chico-.Poca gente se preocupa por mí del modo en que tú lo hiciste…

-No tiene importancia –los ojos de ella se abrieron recordando algo de repente-. Por cierto, ¿recuerdas las pociones que teníamos que supervisar? –el chico asintió-. Tendríamos que hablar con el profesor Snape; Pansy siempre se equivoca al hacer la poción antimareo y no creo que sea buena idea que siga haciéndola.

Harry sonrió.

-¿Qué? –preguntó ella.

- Nada; hablaré con Snape –le aseguró el chico-. ¿Para qué quería verte el director?

-Me ha pedido que hiciera una lista sobre los chicos heridos que atendí ayer ayudando a la enfermera –lo miró-, no le di tu nombre –añadió.

-¿Por qué no? –preguntó Harry.

Ella le sonrió.

-No creí que fuera necesario; además no me pareció que quisieras que alguien se enterara –le contestó con media sonrisa.

-No, no querría que nadie se enterara.

Los alumnos empezaron a salir de las clases y Verónica se levantó de su asiento para dirigirse a su próxima clase.

-Entonces nadie se enterará –le aseguró ella-. Nos vemos, Harry.

-Hasta luego, Ica –le contestó él a modo de despedida.

Cada día que pasaba estaba más seguro que aquella chica no era como las demás. Y aquello le gustaba. Se levantó; él también tenía clase.

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Miró a Harry. Estaba sentado en primera fila, haciendo el ensayo que les había pedido hacer; sabia que él no necesitaba hacerlo, así que no le dijo nada cuando vio que el chico en realidad estaba haciendo una lista de las pociones y los ingredientes que necesitaría para abastecer las necesidades de la enfermería, que se habían quedado casi agotadas después de curar a la mitad del colegio, básicamente.

La clase estaba en silencio, y aunque al principio algunos de los alumnos se había quejado por tener que escribir toda la hora en lugar de escucharla hablar, habían acabado aceptando en silencio después de que la diosa les explicara que los profesores también tiene días malos y que ese, en particular, era uno de sus días malos.

No quería mentirle; no le gustaba mentirle, no le gustaba ocultarle nada pero en aquellos momentos era lo único que podía hacer; había jurado al Príncipe no rebelar nada de la información que la quimera le había dado. Aún recordaba las palabras de la bestia resonando en su cabeza.

"Debía matar a Harry Potter, al heredero de Lahntra pero lo vi a él…y lo entendí" Cuando Stell le preguntó qué había entendido, la quimera había hecho el amago de una sonrisa sádica y cruel.

"Es a él a quien debo matar, tiene algo que le pertenece al descendiente de Elea y he sido enviado para encontrarlo"

Sacudió la cabeza. Stell le había hecho jurar que no diría nada a Harry sobre aquellas palabras; el chico era muy inteligente y enseguida sabría a qué se refería la quimera; ella también lo sabía.

Sólo había una persona que conociera a Draco Malfoy lo suficiente para entender aquellas palabras. Severus Snape.

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Lucius tembló cuando entró en la habitación donde se encontraba Lord Voldemort. Todos los que habían entrado allí habían salido heridos de algún modo; el Lord estaba furioso, no sólo porque Harry Potter había conseguido salir vivo una vez más y ser el héroe que daba esperanzas a todos los magos y brujas; sino porque había perdido a la quimera que lo podría haber ayudado a conseguir el colgante de Elea.

Pero lo que Lucius no sabía era que Lord Voldemort también estaba furioso por otra cosa que él mismo había propiciado. Había perdido a Draco Malfoy como aliado, pues sabía que después de desobedecer a Lucius, éste había recalcado su derecho a no reconocerlo como hijo.

Voldemort sonrió con satisfacción al notar el temblor en el cuerpo de Malfoy; Nagini, a sus espaldas, siseó algo sin importancia, pero que a ojos del vasallo, sonaba a amenaza y castigo.

Voldemort había conocido a Draco desde que era casi un bebé, Lucius y Narcisa lo habían llevado a las reuniones de mortífagos en más de una ocasión para que fuera bendecido por su poder; desde el primer momento en que lo había visto, había notado que tenía una magia fuerte y poderosa, mucho más fuerte que la de cualquier niño a una edad tan temprana; eso, unido al carácter frío y al entrenamiento al que su padre juraba que lo sometería, le había dado al Mago Oscuro la posibilidad de creer que en un futuro, Draco Malfoy pasaría a ser una pieza muy importante en sus filas. Ahora, todo eso estaba arruinado y Lucius pagaría por su error.

Alzó la varita y la primera maldición cayó sobre el cuerpo de Lucius Malfoy. A ésta, le siguieron varias más.

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Llamó a la puerta con la suavidad que la caracterizaba. Si conocía bien al profesor de pociones, sabía que lo encontraría allí, preparando ya a clase para atemorizar a los alumnos de sexto entre los que estaba Harry. Esperó pacientemente a que el gruñido del profesor se hiciera inteligible al otro lado de la puerta de la mazmorra y entró con aquel halo de tranquilidad que la caracterizaba.

-Buenos días, Severus –saludó la diosa.

-Buenos días, Giliatah, ¿se le ofrece algo?

-Sólo venía a preguntar por la salud del señor Malfoy –Snape se tensó al mencionar aquel nombre-. Tengo entendido que ya está en sus habitaciones de Slytherin.

-Así es –contestó el hombre volviendo la vista a los pergaminos que tenía delante de las narices.

-Me alegro que se esté recuperando con tanta facilidad –le dijo ella sonriente y con sinceridad-. ¿Podríamos hablar de algo?

-Ya que ha venido a molestarme, es lo mínimo que podría hacer, ¿qué ocurre? –preguntó irritado el profesor. Giliath le sonrió recordando la cantidad de veces que Ainur le había comentado el mal humor de su profesor de pociones, el chico tenía razón.

-Me gustaría saber porqué Harry estuvo a punto de morir cuando esa quimera quería matar a Malfoy y me gustaría saber quién es Draco Malfoy y qué relación tiene con usted, profesor –le dijo fría como el acero.

-Draco es mi ahijado –contestó él con su tono pomposo y frío.

Giliath le sonrió a medias.

-¿De verdad? Entonces supongo que usted podrá decirme mejor que nadie por qué Draco Malfoy es el descendiente de un naryn.

Snape no contestó. Se quedó donde estaba, de pie, junto a la ventana, con los pergaminos en las manos y los ojos clavados en los ojos de la diosa que lo miraban con recelo y con el poder de la persuasión y el deseo del conocimiento.

Severus Snape dejó caer los hombros abatido. Quizá era momento de rebelar el secreto que había guardado tan celosamente durante tanto tiempo.

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Hermione se encontraba en la biblioteca, aún meditando lo que había pasado hacía unas horas; Dumbledore la había mandado llamar a su despacho, ausentándola de las clases de la mañana y tarde y la chica había acudido rauda al creer que se trataba de alguna misión para la orden. No se había equivocado mucho.

(flashback)

Dumbledore le había sugerido que se pasara por el claro del bosque oscuro y que observara bien a su alrededor, pues quizá de ese modo, podría pensar en algo para ayudar a que Harry no se saliera del camino que debía seguir.

Y aunque la chica castaña no lo había entendido en un principio y había abandonado el despacho del director bastante confusa, había obedecido en silencio sin decirle nada a nadie, ni siquiera a Ron. Había caminado hasta el bosque, sin ningún tipo de miedo, segura de saber que Dumbledore no la enviaría nunca al bosque si corriera algún tipo de peligro con ello.

Empuñando la varita, sólo por si acaso, se había adentrado en el bosque siguiendo el camino que no parecía tan terrible como le había parecido la primera vez que había estado allí durante su primer año. A la luz del sol, todo parecía más tranquilo e incluso si olvidaba los ruidos que provenían de diversos lugares al mismo tiempo, Hermione casi podía olvidar que estaba en el bosque oscuro y pensar que sólo se encontraba en un bosque normal y corriente muggle.

Y entonces lo había visto. Jamás había visto un animal así. En el claro del bosque, sin esconderse entre la espesura, un caballo hermoso parecía entretenido rebuscando algo en un agujero del suelo; su color negro destacaba entre el verde del bosque y no había ningún animal cerca de él. Tenía la belleza inusual de un unicornio y se notaba que poseía la fuerza de cien caballos normales; el pelaje brillaba con los rayos de sol tímidos y valientes que se atrevían a entrar entre el follaje de los árboles y rozaban su piel oscura. La cola y la crin, del mismo color de la noche, peinadas, cuidadas, brillantes. Firmes patas y elegante figura que atraía la atención de la chica castaña que oculta tras aquellos matorrales se preguntaba qué haría un animal así en el bosque oscuro.

Y entonces ocurrió. Un par de mariposas azules se acercaron temblorosas hasta el lomo del animal y él no pareció disgustarse con su presencia; ante la mirada atónita de la Gryffindor, el animal abrió sus alas, desplegándolas en el aire y dejando que las mariposas jugasen entre ellas.

-Un pegaso negro… -murmuró la chica.

Como si aquello hubiera sido suficiente ruido para alertarlo, el animal miró en su dirección y la chica agradeció en silencio que los matorrales fueran altos e impidiesen al animal verla. Pero pudo ver sus ojos. Fríos, duros, negros, distantes. Sólo había visto una mirada así en alguien y no hacía mucho tiempo de ello.

Fue entonces cuando comprendió las palabras de Dumbledore "hallarás algo importante… quizá sea la clave para que Harry entienda que estamos de su lado"

Ese animal… sonrió casi sin darse cuenta; ¿quién más que Harry Potter podría tener un pegaso negro? Había leído poco sobre ellos, lo admitía, pero frunciendo el ceño recordaba que eran animales fieles a sus dueños y que jamás bajaban la guardia a no ser que sus dueños lo ordenaran.

Dispuesta a averiguar más de ese animal y con la certeza de que iba a encontrar algo, se dirigió a la biblioteca sin mirar atrás ni una sola vez, consciente de que el animal aún tenía sus ojos puestos en el lugar donde ella había estado agazapada, escondida; consciente de que si lo miraba una vez más, estaría tentada a acariciarlo.

(fin flashback)

Por eso estaba en la biblioteca, intentando encontrar una solución al problema. Sólo había encontrado un libro que hablase sobre pegasos negros y lo que había leído la había dejado preocupada; según el libro de Marverinck, esos animales eran bestias sin escrúpulos en la mitología de los dioses; animales que sólo obedecían a su dueño y señor y los protegían por encima de todas las cosas aunque eso implicara matar a quien quisiera hacerle daño a su dueño. Cada luna nueva, sus instintos más bajos salían a la luz en medio de la oscuridad y se transformaban completamente en bestias sanguinarias que terminaban con la vida de todo lo que se ponía por delante, poniendo incluso en peligro la vida de su propio dueño. No entendía cómo Harry podía tener un animal así…

Para mantener a Harry a buen recaudo, después de darle la información a Dumbledore, le había sugerido que quizá podía hallar la manera de que el pegaso obedeciera otras manos que no fueran únicamente las de Harry.

El director la había escuchado en silencio; colocando un poco de la esencia de Harry en unas riendas, el pegaso obedecería a aquel que las sujetase. Era una mezcla de hechizo de transformación y encantamiento, bastante complicado, pero estaba segura de que funcionaría.

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-No sé de qué me está hablando –aseguró el profesor poniendo su expresión de aburrimiento y su mirada fría que hacía encoger a los alumnos.

Pero aquello no iba a funcionar con la diosa. Giliath era muy dulce y cándida, pero su mirada podía expresar más odio y determinación que la de Severus si se lo proponía, y en aquellos momentos, se lo propuso. Snape apartó su mirada de la clara de ella.

-Sabes perfectamente de lo que te estoy hablando. Había notado un aura extraña alrededor de tu ahijado, pero no le di importancia; Harry me había hablado tantas veces del poder que su padre ejercía en él que creí que esa aura formaba parte de Lucius Malfoy –explicó-. Durante estas semanas había podido preguntártelo pero no quise hacerlo… -añadió-. Pero Harry estuvo a punto de morir para salvar a tu protegido porque ese animal quería acabar con su vida, lo mínimo que puedes hacer es darme una explicación.

-Tengo una clase que dar en diez minutos.

-La he anulado –contestó Giliath muy tranquila cruzándose de brazos mientras se sentaba en uno de los pupitres encarando al profesor de pociones-. Y te advierto que no saldrás de aquí hasta que no esté segura que me cuentas toda la verdad.

-¿Acaso no puedes entrar en mi mente sin que yo me de cuenta y saber todo lo que deseas? –preguntó burlón y sarcástico Snape.

Giliath le sonrió y por unos segundos, el profesor de pociones creyó ver en esa sonrisa, la misma sonrisa de Cathy cuando aún estaba a su lado; una sonrisa de tranquilidad, de confianza, que jamás había vuelto a ver en nadie hasta aquel momento.

-Podría, pero prefiero que seas tú quien me lo cuente –la sonrió confiada-. Nunca me ha gustado inmiscuirme en la cabeza de los demás… es de mala educación –añadió en tono confidencial.

Severus la miró encontrándose con la mirada dulce de Giliath que escondía algo, como si fuera la portadora de alguna información de la que él carecía y que nunca iba a tener. Le recordaba a Cathy; por alguna razón que desconocía, el profesor de pociones veía en Giliath la dulzura que una vez había visto en Cathy.

-Estás hablando de Potter –no era una pregunta; Giliath asintió-. Fueron órdenes de Dumbledore, debía darle clases de oclumancia para…

-No sirvieron de nada las clases que le diste más que para asustarlo y presionarlo –le contestó ella con el enojo en la mirada fría, como cada vez que se trataba mal a Ainur- Además, pudiste haberte negado –añadió.

-No podía negarme a Albus –contestó con seriedad el profesor.

-¿Por qué? Viniste a él en busca de ayuda y te la ofreció, te dio un lugar en el que estar a salvo, pero no le debes lealtad a nadie más que a ti mismo y a los que tú consideres dignos de esa lealtad –Snape no contestó-. Pero basta de hablar de esto, cuéntame, dime, ¿quién es Draco Malfoy?

Severus Snape suspiró de forma cansada; no había esperado que la primera persona a quién le hablara de ello fuese una perfecta desconocida de quien no sabía nada; había esperado poder hablar primero con Draco pero se había equivocado, una vez más. Dejó los pergaminos que tenía en las manos sobre la mesa y se sentó en una de las sillas del aula mientras cerraba sus ojos en un intento de aclarar las ideas que se amontonaban en su cabeza.

Giliath no le metió prisa alguna, sólo esperó paciente; había visto el miedo en los ojos de aquel hombre, el miedo a decir lo que sabía y el miedo a no hacerlo; resultaba casi irónico que alguien que atemorizaba a todo el mundo sintiera temor de su presencia. Sonrió. La verdad estaba a punto de serle desvelada.

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Hola! Lo sé, lo sé… dejé mucha cosa suelta.. la reacción de Draco, qué es lo que pretende hacer Hermione con Feamor, la reacción de Giliath al enterarse de quién es Draco…

En fin… un largo etcétera que tendrá sus resultados en el próximo capítulo, así que si queréis saber que ocurre. Ya sabéis que tenéis que hacer :D

Dejad vuestros mensajes cuando leais la señal "bip…"

Un besito a todos, cuidaros, sed felices, buena semana, no matéis a nadie (sobretodo los que sois menores de edad, que luego viene el Ministerio de Magia y os envían a todos a Azkaban :p)

En fin, besitos, nos lemos p

En el próximo capítulo…

"-¿Para qué me sigues?

-¿Por qué lo hiciste?

-¿Y por qué no?"

"-Si vuelves a trazar algún plan con el director que pueda hacerle daño a Harry de forma directa o indirecta, no tendrás que preocuparte porque él te lo eche en cara de nuevo

-¿Me está amenazando?

-Sí"

"-¿Te contó la forma en que el colgante podría salir del cuerpo sin que éste muera?

-Debe entregárselo voluntariamente a su guardián y protector. Si el colgante es reclamado, el depositario muere, pero si se entrega de forma voluntaria, no ocurre nada"

"-Creo que sería muy útil para los alumnos ver un pegaso, ¿no estás de acuerdo?

-Sí, sí señor, pero Harry me dijo que nadie debía saber que…"

"-Ha vuelto a ocurrir.

-¿Qué ha vuelto a ocurrir?

Un espía naryn

-¿A quién…

-Verónica Ollivers.

-Tenemos que hablar Sé quien es el depositario del colgante de Elea."

"-¿Qué ocurre en tus pesadillas?

-Veo imágenes de alguien gritando y un colgante, un cofre

-¿Una voz?

-¡Te dije que no te metieras en este asunto, Blaise!

-Draco, no eres más débil por tener pesadillas

-¡Pues lo siento mucho Draco, pero no puedo hacerlo porque te guste o no, me preocupo por ti!

-Blaise se preocupa por ti y yo también… Deberías de tenerlo en cuenta más a menudo…"

"-Ollivers no puede salir de la torre a estas horas, Harry

-Puede salir de la torre si alguien accede a ello y dado que yo le doy permiso, puede hacerlo

-¡Pero yo no lo autorizo!

-Pero yo sí"