Hola a todos! Aquí os dejo un nuevo capítulo que espero sea de vuestro agrado. Hoy no me voy a enrollar mucho con el parrafo que suelo poner al principio, solo agradeceros a todos los que me leeis y en especial a todos los que me dejais reviews, porque sinceramente, si sigo escribiendo es para que vosotros sigais leyendo :D

Así que muchas gracias a:

Anaelisa, Arwenej, Sele-chan, SerenitaKou, M-cha, Rochy true, Elias, D.Alatriste, HeiDi-Lu, Ailuj, Utena-Puchiko-nyu, Adoro a Harry, Jim, Alteia, Pedro, Consu, Clawy, Lala-potter, Bronwyn bm, Ginebra, Kaito Seishiro, Carolagd

Y no olvidéis que todo este mundo excepto Ahsvaldry y sus dioses y mis propios personajes, pertenecen a J.K. Rowling :D

Que disfrutéis con la lectura…

CAPITULO 21: Cuando las piezas empiezan a encajar

"-¿Qué haces cuando todo lo que creías que era tu mundo se desmorona ante tus ojos y no puedes hacer nada para cambiarlo?

Stell sonrió ante la pregunta de Harry.

-Crea tu propio mundo –le respondió sencillamente.

-¿Con qué gente si todos los que creía que eran mi familia te han dado la espalda?

-Entonces, busca nueva gente –contestó con simpleza.

-¿Y si no hay gente nueva que me acepte? –preguntó el chico.

-Entonces sigue buscando hasta que encuentres a tu otra mitad –le recomendó Stell.

-¿Tienes respuesta para todo? –preguntó Harry medio en broma con un tono receloso.

Stell sonrió antes de cabecear ligeramente y el adolescente sonrió a medias. Le resultaba tan sencillo pasar las horas con Stell, hablando de todo y de nada, que no podía evitar pensar si con sus padres hubiese sido lo mismo.

-Giliath me llevó a ver a mamá el otro día –comentó de forma casual.

-No, tú la llevaste a ella, ella sólo te abrió el camino porque tu mente aún no está lo suficientemente abierta para hacerlo tú solo –le corrigió el Príncipe-. ¿Cómo está?

-Hermosa –contestó el chico sin dudarlo. Stell sonrió.

-Sí, siempre lo fue… -sonrió al ver el modo en que el chico se rascaba la nuca, como si quisiera decir algo y no se atreviese a hacerlo-. ¿Qué te preocupa?

-No me atreví a hablarle –confesó el muchacho; pero por alguna razón, eso no pareció sorprender a Stell que cabeceó ligeramente, asintiendo en silencio.

-Es difícil hablarle a alguien a quien nunca has hablado… -le contestó Stell-… y mucho más difícil es si temes decepcionar a esa persona –añadió en tono casual.

-¿Tú crees que la decepcionaría? –preguntó el chico.

-¿Qué crees tú? –preguntó de vuelta el dios.

-Que no he hecho nada de lo que nadie pueda sentirse orgullosa… -contestó Harry en tono abatido mientras se pasaba una mano por encima de la túnica, allí donde estaba la marca rojiza en su muñeca. Stell sonrió a medias -¿Qué?

-Nada, es que a veces olvido el poco tiempo que pasaste con tus padres –lo miró con una sonrisa auténtica-; de haber vivido más tiempo con ellos, te hubieras dado cuenta que ellos, que ella, que Lily, se siente orgullosa de ti, aunque tú no lo creas merecer.

-¿Por qué habría de sentirse…

-Porque sobreviviste Harry, porque aceptaste el poder de protección de Lahntra cuando eras un bebé, sin saber qué era, sin saber qué podía ocurrirte, simplemente, lo aceptaste porque confiabas en tu madre. Y luego, cuando tu tía te lo arrebató, no protestaste, sabiendo que aún no era el momento de reclamarlo como tuyo porque no estabas preparado, ¿y dices que no has hecho nada de lo que deba Lily sentirse orgullosa? –preguntó con sarcasmo-. Rechazaste el poder que Lahntra te brindaba para pretender ser un niño normal, Harry y eso, poca gente lo logra y más de uno ha perdido su alma en el intento.

-Habían muchas personas allí… hombres y mujeres que…

-Son tus antepasados –contestó el dios-; tus antepasados y los guardianes de ellos, del mismo modo en que Erebor y Giliath son los tuyos. Supongo que Giliath ya te habrá hablado de ello ¿no? –Harry asintió-. Bien…

-No sabría qué decirle ni cómo comportarme con ella –añadió Harry regresando al tema principal de la conversación.

-Sólo debes comportarte como lo que eres, un hijo que hace mucho que no ve a su madre, que tiene muchas cosas que contarle, que la echa de menos… -le colocó una mano conciliadora en el hombro, a modo de apoyo moral y le sonrió antes de levantarse y atravesar la sala para marcharse de allí dejándolo con sus pensamientos -. Sólo debes comportarte como Harry, nada más.

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Había notado la mirada de Draco desde que había salido de clase; sabía que el chico no se acercaría a él hasta que no estuviera seguro de que nadie iba a verlos hablar; puede que le hubiera salvado la vida, pero aún seguía siendo un Malfoy; además, si Snape o algún otro par de ojos lo veían rondando por el pasillo cuando debería estar descansando, estaba seguro de que Malfoy se pasaría los dos próximos días en la enfermería y eso era algo que nadie quería. Madame Pomfray era una buena enfermera, pero era muy estricta.

Harry giró por el pasillo de la izquierda, descendiendo hacia las mazmorras y pasando por delante de la sala común de Slytherin. Siguió caminando escuchando los pasos de Draco detrás de él caminar con más torpeza en medio de la oscuridad; a él eso no le afectaba; era capaz de caminar a oscuras perfectamente; Derin se había asegurado que así fuera.

Sonrió internamente al escuchar como el príncipe de Slytherin se tropezaba un par de veces con una armadura que él había sorteado con soltura y agilidad, sin ningún tipo de problema. Giró a la izquierda en el segundo pasadizo y con un encantamiento sencillo, iluminó el pasillo en el que se encontraba; antes de recostar su peso en la pared y cruzarse de brazos, esperando que Draco apareciera.

-¿Ahora te dedicas a seguirme a escondidas, Malfoy? –preguntó en tono burlón Harry tan pronto la figura de Draco apareció por la esquina.

Si Draco Malfoy se asustó de verlo allí parado no dio signos de demostrarlo; Harry supuso que el entrenamiento que su padre le había dado desde que era un niño para lograr convertirlo en alguien codiciado por Voldemort, había suprimido en Draco la posibilidad de mostrar ningún tipo de expresión, aunque sí pudo ver sorpresa y susto en sus ojos grises y se complació por ello.

-¿Para qué me sigues? –preguntó.

-¿Por qué lo hiciste? –preguntó Draco a su vez. Harry lo miró-. Me han dicho que fuiste tú quien me salvó de aquella bestia, ¿por qué lo hiciste?

-¿Acaso querías morir? –preguntó Harry burlón-. Porque si eso era lo que deseabas, me lo tendrías que haber dicho y quizá no hubiese arriesgado…

-No –contestó Draco con voz débil. Harry enarcó una ceja-. No quería morir. Pero no entiendo por qué…

-¿Y por qué no? –preguntó el moreno encogiéndose de hombros-. Todos tenemos derecho a elegir nuestro camino, no a que nos lo impongan.

Draco meditó esas palabras. Elegir su camino… ¿eso era posible? Él ya lo tenía elegido desde hacía mucho tiempo y él no había elegido nada; su padre se había encargado de hacerlo y él siempre había sabido cuál sería. Harry Potter también tenía un camino marcado, por alguna razón que desconocía, su camino y el de Lord Voldemort estaban ligados, él también tenía un camino marcado, pero a diferencia suya, Potter parecía no estar conforme con el camino que el destino había elegido para él.

-¿Piensas que ahora voy a ser diferente porque me has salvado la vida? –preguntó sarcástico el rubio echándose el cabello hacia atrás.

Harry le sonrió burlón.

-Si cambiaras, me decepcionarías, Malfoy –le contestó-. Sólo hice lo que tenía que hacer.

-No pienses que las cosas van a cambiar entre nosotros, Potter –le advirtió Draco.

Harry le sonrió, esta vez, divertido.

-¿Quién ha dicho que quiero que cambien? –le preguntó despegándose de la pared -. Debo irme, tengo cosas más importantes que hacer que perder el tiempo contigo, hurón.

Draco no contestó. Se echó a un lado del pasillo estrecho para que el chico pudiera pasar por su lado derecho; cuando Harry lo hizo, una inaudible "gracias" se escuchó por parte del rubio; Harry no contestó, sabiendo que Draco Malfoy negaría el haberle agradecido algo.

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Le había prometido a Ainur que no haría nada, pero nunca le prometió que no haría una pequeña visita acompañada de una pequeña charla si intuía que algún estudiante planeaba un nuevo ataque contra Harry, ya fuera de forma directa o indirecta. Y eso era lo que Granger estaba planeando, el modo de conseguir algo de Harry de forma indirecta, aunque no sabía exactamente qué.

Sentada en una de las mesas, rodeada de una montaña de libros, pergaminos y un batallón de plumas, Hermione Granger estaba trabajando en base de varios libros que la tenían rodeada.

-¿Podemos hablar fuera un momento, señorita Granger? –pidió cortésmente Derin.

La chica lo miró e iba a responderle que no podía porque estaba ocupada cuando vio el brillo peligroso en los ojos del profesor de defensa no mágica; advertencia, eso era lo que sus ojos grises clamaban. Asintió a medias y salió de la biblioteca siguiendo al profesor hasta una de las aulas de ese mismo pasillo que Derin se había encargado de habituarla como su despacho.

-Siéntese, por favor –le indicó. Ella obedeció-. Bien, quiero que quede clara una cosa, señorita Granger, lo que se hable en este despacho quedará en este despacho; nadie dirá nada de lo que hablemos aquí, ¿está claro?

-¿Me está dando permiso para decir lo que pienso con total libertad sin temer a las recriminaciones por su parte, profesor? –el dios asintió con gesto grave-. De acuerdo, ¿de qué quería hablar?

-Harry –dijo simplemente el hombre. Hermione resopló-. Si vuelves a trazar algún plan con el director que pueda hacerle daño a Harry de forma directa o indirecta, no tendrás que preocuparte porque él te lo eche en cara de nuevo –le explicó Derin con voz sumamente calmada, como siempre-, porque no le daré oportunidad de que lo haga antes que yo, ¿me entiendes?

-¿Me está amenazando? –preguntó Hermione.

-Sí –contestó Derin con firmeza-. No dejo que nadie haga daño a las pocas personas que me importan y Harry entra en ese reducido círculo.

-¿Quién se cree que es para llegar y decirme que me aleje de Harry? ¡Soy su amiga! ¡Lo he sido durante cinco años!

-En ese caso, espero no tener nunca amigos como tú y Weasley –le dijo mordaz Derin sin siquiera alterarse.

-¡Que haya estado un mes con vosotros no os da ningún derecho a tratarlo como amigo!

-Tienes razón, no nos da derecho a tratarlo como amigo, pero el estar con él cuando lloraba por las noches preguntándose por qué sus amigos lo habían traicionado, el estar a su lado cada vez que su magia estaba fuera de control porque estaba furioso, el permanecer junto a él en todas y cada una de las veces en las que deseaba quitarse la vida, eso sí nos convierte en sus amigos y en su familia –le dijo Derin con tono firme y serio-. No puedo impedir que intentéis recuperar al antiguo Harry Potter, aquel que os servía a todos a vuestro antojo y que era manipulado como vosotros queríais… Pero quiero dejar claro que si alguien vuelve a intentar hacerle daño, se las tendrá que ver conmigo y créeme que no soy una persona muy agradable de tratar cuando estoy enfadado.

Hermione lo miró unos segundos, intentando asimilar todas y cada una de las palabras que él le decía para poder contárselas de forma exacta a Dumbledore. Derin sonrió. Sabía que ella lo iba a hacer.

-¿Eso es todo?

Derin asintió y Hermione se levantó.

-Nos veremos en clase, señorita Granger.

-Lo dudo; en cuanto el director se entere de esta conversación, será usted quién no podrá volver a acercarse a Harry.

Derin no le contestó; sólo la miró mientras se marchaba.

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-El día en que nació Draco, Narcisa tuvo una visión… Un colgante en forma de cuerno que se evaporizaba en el aire y sus partículas se integraban dentro del cuerpo del bebé… -empezó a contar Severus Snape-. No se lo contó a Lucius, él habría interpretado eso de alguna forma que le fuera conveniente a él y al Señor Oscuro y, pese a lo que se diga o lo que parezca, Narcisa siempre ha querido a su hijo, a su modo, pero siempre lo ha querido.

-Todas las madres quieren a sus hijos, Severus –le contestó Giliath-. Pese a que a algunas les cuesta más trabajo demostrarlo que a otras –añadió con una media sonrisa al recordar la forma dulce en que su madre la trataba a ella antes de que muriera.

-Cuando Draco nació, Narcisa me llamó, quería que yo fuera el padrino de Draco, quería que fuera la persona que se ocupara de él si en algún momento algo les ocurría a ella o a Lucius –sonrió-; y la verdad es que no me sorprendió. Según las cláusulas de los magos, en cuanto uno de los padres hace la petición a alguien de ser su padrino, el otro cónyuge no puede pedírselo a nadie más. Narcisa sabía que Lucius se lo pediría a algún mortífago y ella quería evitar eso.

-¿Qué pasó?

-Siempre tuve un sexto sentido con Narcisa… siempre vi lo que no quería decir y escuché lo que no quería contar; en realidad creo que ese es uno de los motivos por los que Lucius me tiene cierto recelo –Giliath no pudo ni quiso evitar sonreír-. Aquel día, cuando me pidió que fuera el padrino de Draco, intuí que había algo que no me quería decir y le pedí que si no era sincera conmigo, no aceptaría ser el padrino de Draco.

-¿Qué te contó? –preguntó la diosa que tenía una ligera idea.

-Me habló sobre una leyenda… -expresó molesto rodando los ojos-… o lo que yo consideré una leyenda en aquellos momentos pero que ahora empiezo a creer que es verdad… -miró de forma significativa a la mujer que no dijo ni hizo nada-. Me contó una leyenda sobre un lugar llamado Ahsvaldry y una diosa llamada Elea –hizo una pausa, pero Giliath tampoco lo interrumpió en esa ocasión-. Según esa leyenda, un naryn –dijo como si pensara en la palabra antes de decirla-, uno de los vasallos o siervos o… llámalos como quieras –hizo un ademán con la mano-, uno de sus guardianes y protectores, enamorado de ella, consiguió tomar el colgante de Elea con la intención de esconderlo en un lugar seguro. Pero ese colgante emitía unas pequeñas ondas de atracción que hicieron que el guardián quisiera tomarlo para él mismo. Según me contó Narcisa, ese guardián fue condenado a desaparecer junto a la magia que guardaba el colgante de Elea, y su esencia traspasó las barreras del tiempo y el espacio y recayó en un mortal de corazón oscuro para poder alimentarse de ese corazón, confundiéndose con las moléculas de su cuerpo y viviendo dentro de él hasta que llegado el momento, el colgante fuera reclamado por el verdadero y legítimo depositario, el descendiente de Elea.

Severus hizo una pausa, pero como la vez anterior, Giliath no habló. Seguía escuchando, mirando los ojos de Severus, esperando un indicio de que podría estar mintiendo; y pese a lo que nadie creyera, la diosa no se sorprendió de que Snape estuviera diciendo toda la verdad, al menos hasta el momento, de lo que sabía.

-Narcisa me contó que esa era una leyenda que circulaba en su familia… y que sólo era eso, una leyenda… pero en el momento en el que había tenido aquella visión… ella… se asustó –concluyó el hombre con simpleza-. Se dio cuenta de que la leyenda podía ser cierta y que Draco podría estar en peligro si alguien llegaba a reclamar el colgante de Elea como propio, pues según la misma leyenda, en ese momento, el colgante saldría del cuerpo del depositario acabando con la vida del mismo.

-¿Te contó la forma en que el colgante podría salir del cuerpo sin que éste muera?

Severus torció su boca en lo que parecía una mueca de sonrisa y asintió levemente dejando que el cabello negro rozase sus mejillas un par de veces antes de regresar a su sitio, perfectamente sobre sus hombros.

-Debe entregárselo voluntariamente a su guardián y protector –la diosa frunció el ceño. Snape lo notó, por lo que suspiró resignado-. El depositario del colgante tiene un guardián a su lado que vigila sus pasos y lo protege; su misión es no dejar que…

-… no dejar que el depositario del colgante muera antes de poder tener descendencia, ¿cierto?

Severus asintió despacio.

-Si el colgante es reclamado, el depositario muere, pero si se entrega de forma voluntaria, no ocurre nada –frunció el ceño.

-¿Qué ocurre? –preguntó la diosa.

-El colgante tiene magia negra, y eso forma parte de su depositario; en el momento en que el colgante salga del cuerpo de él de forma voluntaria… -Giliath cerró los ojos un segundo, sabiendo lo que venía a continuación-… perdería parte de sí mismo, parte de su propia alma… No mucha gente puede permitirse el perder parte de su alma y seguir estando cuerdo –añadió. Respiró suspirando-. Nunca pensé que fuera nada más que una leyenda… pero el señor oscuro…

-¿Qué pasa con él? –preguntó Giliath.

-Cuando nos dijo que debíamos matar a los Potter, cuando aquella noche Harry Potter sobrevivió por una magia muy antigua, según lo que él nos dijo… -hizo un gesto para descartar un etcétera-… supe que quizá era cierto… El señor oscuro está buscando desde hace mucho tiempo el colgante de Elea y su depositario…

-¿Quién es? –preguntó la diosa. Severus frunció el ceño-. Escúchame bien, si Harry ha estado a punto de morir por salvar a Malfoy porque su guardián no estaba cerca para hacerlo, tengo todo el derecho a reclamarle ¿no te parece?

Severus suspiró cansado.

-Narcisa… Narcisa determinó que aquel que fuera su padrino, sería su guardián –contestó sin dar una respuesta concreta.

Giliath frunció los labios.

-En ese caso, te sugiero que si vuelve a ocurrirle algo a Harry por salvar a Draco Malfoy, vayas buscando un agujero en el lugar más inhóspito de la tierra, porque te haré responsable personalmente y te aseguro que no querrás enfrentarte a mí.

Severus respiró cuando la diosa dio media vuelta y salió de la clase. Su mano volvió a tomar los pergaminos que había sobre la mesa, consciente de que no tenía su mente en ellos; y quizá fue por causa del destino o simplemente mera casualidad, pero el primer pergamino que tenía delante de la pila era el de Draco. Ahora que Lucius había renunciado a él, estaba tan en peligro en manos de los mortífagos como lo estaba cualquier otro nacido de muggle, y pese a eso, se alegró de ello, pues eso significaba que Lucius no conocía el amuleto que Draco llevaba en su interior, de ser así, estaba seguro de que ya habría muerto hacía mucho tiempo.

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Verónica salió de la biblioteca con cuatro libros apilados en los brazos, todos de sexto y séptimo curso, pero dado a la buena relación que mantenía con la bibliotecaria, la mujer se los había dejado sacar sin preguntar demasiado para qué los quería si no eran de su curso; Verónica se limitaba a contestarle que le gustaba leer y aprender y que dado que ya se sabía lo que había en sus libros, lo mejor que podía hacer era leer lo que había en los demás.

Era tarde y seguramente los chicos ya estarían comiendo en el gran comedor; ella no tenía por qué hacerlo, aún tenía una manzana guardada en su habitación, esa sería su comida; una sabrosa y jugosa manzana roja y un bollo de pan que había tomado aquella mañana del desayuno.

Subió las escaleras que la llevarían a Gryffindor mientras leía uno de los libros abiertos e intentaba sujetar el resto en su regazo mientras caminaba. Apenas recordó que aquellas escaleras se movían a su antojo; y cuando recordó eso y recordó que era muy peligroso no mirar donde pisaba, fue demasiado tarde; las escaleras en las que estaba subida empezaron a moverse provocando que tropezase y los libros se cayeran sobre el escalón.

-Genial… -murmuró la chica obviamente enfadada consigo misma mientras se acuclillaba para recoger los libros y mantener el equilibrio hasta que las escaleras se estabilizaron en un punto. Miró donde estaba; dos pisos por encima de Gryffindor-. Es genial… -repitió de forma irónica.

Miró a su alrededor para ver la forma más rápida y sencilla de bajar y cuando estaba haciendo eso, del pasillo de la izquierda, a través de la puerta gruesa de roble que lo cubría, se escuchó una melodía repetitiva que recordaba haber oído antes en algún lugar y no sabía donde había sido.

-¿Hola? –preguntó acercándose a la puerta -¿Hay alguien?

Era un silbido. Una especie de melodía que la impulsaba a acercarse a la puerta, aunque no quería hacerlo. Era Gryffindor, por supuesto, y llevaba el valor en la sangre, pero no era estúpida y sabía que no debía entrar en sitios desconocidos ella sola. Pero por alguna razón, se sentía obligada a tirar de aquella puerta y entrar para ver que había al otro lado del muro.

Titubeó alargando la mano hacia el tirador de la puerta, negro como el carbón, suspiró mientras escuchaba la melodía repetirse una y otra vez y agarró el tirador con fuerza, con toda la intención de abrir la puerta. Antes de poder hacerlo, una fuerza magnética la obligó a separarse de allí. La melodía cesó de sonar y el silbido se deshizo en el aire como si nunca hubiera estado allí.

-¿Señorita Ollivers? –giró para encontrarse con el profesor Derin que estaba parado un par de escalones por debajo de ella- ¿Se encuentra bien?

-Eh… -pareció meditarlo; sus parpados se abrieron y cerraron un par de veces seguidas y logró sonreírle-. Sí, sólo… las escaleras se movieron cuando estaba en ellas… Y luego… -el profesor la miró y ella se sonrojó, avergonzada de la estupidez que estaba pensando en aquel momento.

-¿Y luego… -le dio pie él para que hablara.

-Nada, es una tontería… -ella hizo un ademán. Derin no se movió ni apartó sus ojos de los de ella-. Es sólo que me pareció escuchar un ruido detrás de la puerta y luego tuve la sensación de que alguien me obligaba a ir hacia allí y…

-¿Un ruido? –preguntó el profesor intrigado -¿Qué clase de ruido?

-Un silbido –contestó la chica-. Un silbido que se repetía, como una melodía… -sonrió forzosamente ante el ceño fruncido de Derin-. Ya le dije que era una tontería…

-Seguramente ese poltergeist tenía algo que ver… -sonrió Derin y ella le correspondió. El profesor tomó los libros de la chica y se los entregó. Sus manos se rozaron un instante y por primera vez, Derin supo a qué se refería Harry. Un escalofrío extraño y a la vez una sensación conocida que le recorrió la espalda. Apartó su mano cuando ella lo hizo aunque parecía que la chica no había notado nada.

-Gracias; creo que a partir de ahora esperaré a estar parada en un sitio para leer –comentó ella.

-Eso sería muy prudente por su parte, señorita Ollivers.

-Bien, si me disculpa… -dijo como pie para marcharse.

-Tenga cuidado, nunca se sabe cuando cambiarán las escaleras de nuevo –alcanzó a decir Derin cuando la chica ya estaba bajando.

Verónica se giró hacia él y le sonrió de forma amable.

-Lo tendré, profesor. Gracias.

Derin frunció el ceño. ¿Esa chica no debería de estar comiendo?

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Dumbledore le sonrió afablemente cuando el semigigante entró en el despacho con aquella sonrisa característica oculta tras aquella barba espesa y esperó a que se sentara para ofrecerle una taza de té y unos dulces que Hagrid no rechazó, como nunca hacía.

-¿Para qué quería verme?

-Verás Hagrid, he estado hablando con Harry –empezó a decir-, y me ha hablado de su magnífico pegaso, ¿tú lo has visto?

-Oh, sí, profesor; en realidad es un animal único en su especie, de eso no me cabe la menor duda… Aunque es bastante arisco, el otro día, Aragog me dijo que se lo había cruzado en el bosque y que el animal les envió una onda de aire con sus alas que derribó a varios de sus pequeños –añadió con tono ofendido.

Dumbledore se guardó para sí el comentarle que seguramente había hecho eso porque se había sentido amenazado al verse rodeado de Aragog y sus criaturas; en lugar de eso, le sonrió y le miró con ojos brillantes.

-Creo que sería muy útil para los alumnos ver un pegaso, ¿no estás de acuerdo? –el gigante le miró mientras dudaba qué contestar-. Y nadie mejor que tú para hacerlo, después de todo, eres el profesor de CCM ¿cierto?

-Sí, sí señor, pero Harry me dijo que nadie debía saber que… -empezó a decir el gigante.

-Lo sé, pero estuve hablando con él y me dijo que no había ningún problema, es más, me aseguró que con esto –colocó sobre la mesa unas riendas y unas bridas negras-, no tendrías ningún problema para que el pegaso te hiciera caso y siguiera todas tus instrucciones… Feamor ¿verdad?

Hagrid miró al profesor y vió lo que siempre veía; al bueno de Albus Dumbledore, director de Hogwarts, el mago más importante de todos los tiempos que le habían dado una oportunidad cuando nadie se la había dado, el único que había confiado en su palabra, la única persona que jamás le había abandonado e hizo lo que toda persona humana hubiera hecho en lugar… confió en él. Como siempre había hecho, como siempre haría.

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Remus y Erebor estaban entretenidos hablando sobre las diferentes ramificaciones que el uso de mandrágora podía tener si se le añadían polvos de hadas. El dios estaba dispuesto a encontrar una poción que curara definitivamente la licantropía de Remus; y no únicamente porque había visto el modo en que la diosa y el hombre lobo se miraban cuando creían que nadie más lo veía, si no porque había visto en Remus a un hombre de corazón puro que había sacrificado mucho en la vida y que había perdido mucho también; y sólo alguien que hubiese sufrido lo que aquel hombre podría comprender el dolor por el que había pasado Giliath.

Harry estaba en medio de la sala con la espada desenvainada; se había ofrecido a enseñarle a Zabinni como mejorar su agilidad con el arma, pero las series que Derien le había enseñado en Ahsvaldry eran demasiado complicadas para que el Slytherin las pudiera seguir sin terminar agotado al cuarto movimiento, así que estaba ideando una forma de simplificarla.

Harry y Erebor levantaron la cabeza cuando notaron como se acercaba el aura de Derin, bastante preocupado, a decir verdad. Harry hizo un movimiento con la cabeza y Erebor asintió en silencio.

-Remus, no te muevas –pidió el chico-. Derin suele ser bastante temperamental cuando está alterado.

-Yo creía que siempre era temperamental –bromeó Remus. Harry y Erebor sonrieron con él.

La puerta se abrió azotándose contra la pared de detrás cuando el dios entró en la sala común con los ojos brillando de preocupación.

-Tenemos que hablar –dijo-. Ha vuelto a ocurrir.

-¿Qué ha vuelto a ocurrir? –preguntó Harry que sabía que el dios nunca dejaba ver su preocupación a no ser que fuera del todo necesario, cosa que muy pocas veces ocurría.

-Un espía naryn –contestó Derin-, dos pisos por encima de la torre de Gryffindor –añadió mirando a Harry sin saber la reacción que iba a tener el chico.

-¿A quién…

-Verónica Ollivers.

Remus miró a Harry y éste, apretó la empuñadura de su espada mientras fruncía el ceño. Aquello era demasiada casualidad; primero Hermione Granger y ahora Verónica Ollivers…

-¿Qué ha ocurrido? –preguntó Erebor al ver que Harry no decía nada.

Pero antes de que el shygard pudiese explicar lo que había pasado, la puerta de la sala se volvió a abrir y por primera vez, Remus vio todo el poder que Giliath podía tener a su alrededor, pues un aura brillante de un color blanco la rodeaba por completo mientras que sus ojos claros se habían teñido de un blanco plata.

-¿Estás bien, Giliath? –preguntó Erebor extrañándose de que la diosa estuviera tan enfadada que no fuera capaz de controlar su magia.

-¡Claro que estoy bien! –gritó ella encolerizada-¡Estoy perfectamente! Ya sé que mi magia me está rodeando –añadió antes de que Derin se lo hiciera notar. -. Tenemos que hablar –añadió con tono serio-. Sé quien es el depositario del colgante de Elea.

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Voldemort acariciaba distraídamente la cabeza de Nagini que estaba enroscada alrededor de sus brazos y su cuello cuando Lucius Malfoy entró en la sala haciendo una reverencia.

-Mi Lord, he eliminado las posibles descendientes… -dijo el hombre rubio-… Sólo queda una familia, una posibilidad –añadió.

Voldemort sonrió a través del cristal de la ventana. Malfoy no lo vio.

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Draco se sentó en la cama nada más entrar por la puerta, sin siquiera hacer caso al gruñido de reprobación que salió desde detrás de las cortinas de la cama de Blaise y la risita suave que soltó Pansy desde la cama de su novio.

-Perdonad chicos, pero hoy no tengo ganas de quedarme hasta las tantas en la sala común, ¿de acuerdo? –anunció el rubio antes de quitarse la camisa y los pantalones y tumbarse únicamente con la ropa interior en la cama antes de que alguno de los dos pudiese reprocharle algo.

Desde la cama de Blaise, la pareja se miró de forma significativa. A ninguno de los dos le importaba ver a Draco casi desnudo, después de vivir juntos durante seis años, Blaise y Draco habían coincidido muchas veces con menos ropa y Pansy… bueno, más de una vez Draco había entrado a la habitación sin llamar cuando no sabía que su amigo salía con Pansy y había visto de ella más de lo que le hubiese gustado; los tres mantenían una relación de amistad que iba más allá del problema de la ropa.

Blaise besó a su novia antes de abrir uno de los laterales de la cama para salir dejando a Pansy dentro para que terminara de arreglarse el uniforme.

-¿Estás bien? –le preguntó al rubio sentándose en el borde de la cama de éste. Draco asintió levemente-. Entonces, ¿por qué me da la sensación de que no lo estás? –preguntó Blaise de nuevo con una medio sonrisa.

Draco suspiró rendido. Tenía que hablar con alguien o terminaría explotando y lo sabía; no podía hablar con su padre, ya no; por algún motivo, Snape le había dicho que no se pusiera en contacto con él, aunque aún no entendía el motivo; su madre llevaba un tiempo desaparecida y su padre no quería decirle donde estaba, no tenía más amigos que los que se encontraban en aquella habitación y sentía que se estaba ahogando en un mar de sueños y pesadillas y que necesitaba que alguien le ayudara.

-Han vuelto… -murmuró el rubio cerrando los ojos y cubriéndolos con un brazo para evitar ver la mirada de Blaise. Silencio-. Los sueños, las pesadillas… han vuelto…

-¿Cómo? –la voz de Pansy sonó preocupada desde dentro de las cortinas de la cama de Blaise. Draco abrió los ojos para mirarla cuando escuchó como las cortinas se abrían; no pudo evitar sonreír cuando vio a su amiga con la falda sobre la cadera mal abrochada, la camisa aún por abrochar, el suéter mal colocado y el cabello negro alborotado.

-Cariño, arréglate un poco ¿quieres? –preguntó Blaise ligeramente divertido al ver a su novia así.

-Después –le dijo ella-, esto es más importante-. Se sentó en la cama de Draco y lo miró mientras intentaba peinarse el cabello con las manos-. ¿Desde cuándo…

-Desde este verano –confesó Draco-… Pero al regresar a Hogwarts han vueltro más seguidas.

-Lo sé, te escucho cada noche –le confió Blaise. Draco lo miró interrogante y Blaise se encogió de hombros-. Esperaba que me pidieras ayuda, no se puede ayudar a quién no quiere ser ayudado.

Draco sonrió. Cierto.

-¿Qué ocurre en tus pesadillas? –preguntó Pansy retomando el punto importante de la conversación.

-Veo imágenes de alguien gritando y un colgante, un cofre… la luz se apaga casi del todo, entre sombras el hombre desaparece, el colgante también… -se pasó una mano por el cabello-… no lo sé… es muy confuso… Una voz…

-¿Una voz? –preguntó Blaise.

-Sí, una voz… me dicen que tengo que entregarlo y no sé que es lo que tengo que entregar –añadió frustrado.

-¿Se lo has contado al profesor Snape? –preguntó Pansy sabiendo de antemano la respuesta del rubio.

-No –Pansy miró a Blaise y éste asintió de forma imperceptible. Draco interceptó ese asentimiento y miró a su compañero de cuarto-. ¿Qué?

-¿Qué? –preguntó despistado Blaise.

Draco lo miró unos segundos. Conocía a Blaise lo suficiente para saber cuando mentía; el chico moreno tenía la tendencia de rehuir la mirada hacia la izquierda cuando no decía la verdad y en aquella ocasión, lo hizo.

-¡Blaise! –le llamó la atención-¡Maldita sea, Blaise! –gritó apartando la mano de Pansy y poniéndose de pie de un salto-¿Se lo has contado a Snape? –Blaise no contestó-. ¡Se lo has contado a Snape! –afirmó esta vez.

-Pensé que era lo mejor que podía hacer… -empezó a decir el moreno.

-¡Te dije que no te metieras en este asunto, Blaise! –le recriminó Draco golpeando con la mano uno de los pilares de la cama-¡Maldita sea!

-Draco, no eres más débil por tener pesadillas –intentó calmarlo Pansy.

-¡No tenías ningún derecho a hacerlo! –le gritó Draco al otro chico sin prestar atención a las palabras de Pansy-¡Ningún derecho a contarle nada a nadie y mucho menos a Severus!

Pansy suspiró cansada y resignada cuando vio el brillo de advertencia en los ojos de su novio; Blaise era muy tranquilo, calmado y pacífico, por eso se complementaba tan bien con él; él era capaz de controlarla cuando se ponía demasiado nerviosa y ella le daba a él el empuje necesario para tener más carácter; pero cuando aquel brillo aparecía en los ojos de Blaise, la discusión estaba asegurada.

-¿Y qué querías que hiciera? –preguntó Blaise demasiado calmado-. Te he escucho despertarte en medio de la noche llorando y asustado, tomando tu varita mirando por la habitación ¿y quieres que me quede tranquilo en mi cama durmiendo?

-¡Sí! –le gritó Draco-. ¡Eso es exactamente lo que quiero! –le contestó-. ¡Por eso no te conté nada, ¿sabes! –añadió furioso-. ¡Deberías dejar que me ocupe de mis propios asuntos y dejar de meterte donde no te llaman porque no recuerdo haberte pedido ayuda!

-¡Pues lo siento mucho Draco, pero no puedo hacerlo porque te guste o no, me preocupo por ti! –le espetó Blaise de vuelta-. ¡Porque te guste o no me preocupa que mi padre haya empezado a aconsejarme que me aleje de ti definitivamente! –le confesó -¡Porque eres el único amigo que tengo y no quiero que te ocurra nada, Malfoy! –Draco le miró, asimilando aún la información recibida; el señor Zabinni nunca se había opuesto a que Blaise y él fueran amigos- ¡Y me da igual si no te gusta que me preocupe y me da igual si no quieres que le cuente nada a Snape, porque ¡adivina! Seguiré informándole de cada maldito sueño que haga que te despiertes asustado!

Draco no contestó, ni dijo nada y tampoco lo hizo cuando Blaise echó un hechizo silenciador alrededor de su cama y se metió cerrando las cortinas fuertemente. El rubio se sentó en su propia cama y miró la mano que Pansy colocó sobre su pierna desnuda.

-Está enfadado, no se lo tengas en cuenta… -le murmuró la chica-. Mañana ya lo habrá olvidado… -Draco asintió queriéndole decir que no tenía importancia-. Pero una cosa sí era cierta Draco, -él la miró-, Blaise se preocupa por ti y yo también… Deberías de tenerlo en cuenta más a menudo… -se inclinó y le besó en la frente-. Buenas noches… -le susurró antes de meterse en la cama de Blaise y cerrar las cortinas.

Draco suspiró y se dejó caer hacia atrás sobre el colchón mullido; aquella sería una larga noche.

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Después de la noticia que Giliath les había dado, ahora parecía que todo encajaba mucho mejor; Snape le había pedido que vigilara a Malfoy no sólo por la relación que Lucius tenía con Voldemort, sino por la relación que él mismo mantenía con Draco, no sólo era su padrino, sino también su guardián.

Tanto Remus como él, que habían visto a Draco desde hacía tiempo, que habían visto su comportamiento hacia los demás, se habían preguntado si aquel comportamiento frío y distante, arrogante, prepotente y en el que se consideraba superior a los demás, no vendría dado por la magia del colgante dentro de él.

Si Giliath tenía razón, en el momento en que Draco se desprendiera del colgante por voluntad propia, el chico perdería parte de su alma, la parte oscura que siempre había estado presente en la vida de Draco Malfoy y, pese a que lo había intentado, Harry no había podido imaginarse a un Malfoy amable con la gente.

Aunque aún no entendía el motivo por el que aquella quimera había querido matar a Malfoy y aunque no había encontrado en su cabeza las piezas del puzzle que le faltaban, no podía negar que sabía que todo aquello tenía una respuesta en Stell y en el juramento que Gliath le había hecho al Príncipe. Debía hablar con Stell y debía hacerlo pronto si quería recuperar el colgante de Elea antes de que Voldemort supiera quién era su depositario.

Cuando el cuadro de la señora gorda se abrió y Harry Potter apareció en la sala común de Gryffindor, los pocos estudiantes de sexto y séptimo que estaban allí terminando de hacer sus deberes, lo miraron con cierto recelo. No le sorprendió ver a Hermione y a Ron en una mesa, hablando, aunque por supuesto, tenían varios libros abiertos a su alrededor, así si alguien les fuera a preguntar si estaban confabulando de nuevo contra él, ellos podrían alegar que estaban estudiando.

Pasó su vista por la sala y no le costó mucho trabajo encontrar a Verónica, sentada en el alférez de la ventana mientras leía un libro de lo que parecía ser historia de la magia. La chica ni siquiera había levantado la vista, al contrario de los demás que se le habían quedado mirando. La observó unos segundos, sabiendo la ventaja que tenía sobre observar sin ser observado; la chica se había quitado el uniforme escolar, como todos los que estaban en la sala común, y se llevaba en aquellos momentos unos pantalones de tela negros con líneas blancas verticales que se ceñían a sus caderas y caían sueltos hasta los pies calzados con unos zapatos de medio tacón negros; llevaba una camiseta violeta de cuello de barco que dejaba al descubierto sus hombros, una camisa de cuello alto blanca bajo la camiseta lila se asomaba bajo la prenda. El cabello suelto y acomodado sobre uno de sus hombros y las gafas que se le resbalaban, le conferían un aspecto de mujer en el que Harry jamás había reparado, al menos, no del modo en que lo estaba haciendo en aquellos momentos.

-Harry, ¿necesitas algo? –el chico salió de su ensoñación para mira a Neville que permanecía cerca del fuego observando un caldero pequeño en el que parecían hervir varias hierbas. El moreno sonrió; Erebor también le había mandado a él hacer aquel ejercicio para controlar el tiempo de cocción de cada hierba antes de que perdiera sus propiedades.

-No, Neville, gracias –le sonrió y caminó hacia la chica que había levantado la vista de su libro al escuchar el nombre de Harry-. ¿Puedo hablar contigo? –preguntó.

-Claro –contestó ella al notar claramente que el chico parecía necesitar hablar con alguien urgentemente.

-Ven, vamos fuera –le pidió Harry.

-Ollivers no puede salir de la torre a estas horas, Harry –el chico rodó los ojos exasperado antes de darse la vuelta para enfrentarse a Hermione y su mirada reprobatoria.

-Puede salir de la torre si alguien accede a ello y dado que yo le doy permiso, puede hacerlo –se giró hacia Verónica-. Vamos.

-¡No puedes estar hablando en serio! –le gritó Hermione. Harry suspiró y volvió a mirarla con cara cansada-.¡No puedes dejar que una niña de quince años salga de la torre a estas horas, Harry, va contra las normas!

Harry frunció el ceño y se giró hacia Verónica.

-¿Quince años? Pensé que estabas en cuarto –ella se limitó a encogerse de hombros y el chico negó con la cabeza-. Da igual, luego me lo cuentas –miró a Hermione-. Te recuerdo, Granger, que puede salir si alguien la autoriza a ello.

-¡Pero yo no lo autorizo!

-Pero yo sí y te recuerdo que puedo pasar por encima de tus autorizaciones –dijo el chico mordazmente-. No he tenido un buen día y la noche va de mal en peor, así que te aconsejo que no sigas por ese camino, ¿de acuerdo? –antes de que Hermione pudiera replicar nada, Harry tomó a Verónica de la mano y la sacó de la sala común-. Buenas noches a todos –añadió de forma sarcástica antes de salir.

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Hola a todos!

Bueno, y bien? Que tal el capítulo?

Os gustó, no os gustó, ya, ya sé, D.Alatriste "muy corto" ¿verdad? Me he adelantado a tu comentario así que abstente de ponerlo en tu review, porque me dejareis un review verdad? Todos, cierto?

Bueno, para que veais que soy buena, os dejo un adelanto del proximo capitulo, (ya, como si no os lo pusiera siempre :p)

Bueno, nos leemos pronto vale! Besitos para todos!

Sed buenos y cuidaros y sobre todo, sed felices!

En el próximo capítulo…

"-Casi es la hora, Narcisa… pronto tendré que decirle a Draco la verdad…

-Fue tu culpa Black. ¿Acaso quieres callar tus remordimientos con una ofrenda de paz ahora que no está?

-Sólo quiero hacer lo que ella querría, Snape…

-¡Fuiste tú quien la alejó de tu lado!

-¡Yo la amaba!"

"-¿Y este lugar de dónde…

-Aquí venían mis padres, Sirius y Remus cuando estudiaban

-¿Cómo sabes tú lo que yo siento cuando vuelo?

-Tus ojos. Las veces que te he visto volar en el campo de quiddich tus ojos brillaban…

-¿Sabes que es fácil hablar contigo?

-Gracias por confiar en mí"

"-Ven, te mostraré un secreto

-No se lo diré a nadie

-Verónica, este es Feamor

-… Un pegaso negro…

-me da miedo que alguien pueda verme como soy en realidad…

-Yo ya sé como eres en realidad…"

"-No tienes de nidea de lo que yo también he tenido que sacrificar para…

-¡Usted eligió sacrificarse! ¡¿Qué derecho tenía a elegir el sacrificio de Harry!

-Nunca he querido hacerle daño a Harry… pero su poder… alguien tiene que mantenerlo controlado

No se acerque a Harry, le aseguro que no le gustará verlo enfadado."