Hola a todo el mundo!
Qué tal habéis pasado la semana? Bueno, esta semana he tenido bastantes reviews, así que no me puedo quejar :D
Sólo agradeceros a los que me habéis dejado vuestra opinión que sois:
Bronwyn bm, Yhena, Dany, Elemento Reload, monkyna, Marita, giosseppe, Adoro a Harry, Ginebra, SerenitaKou, Lala-potter, HeiDi-Lu, M-cha, Arwenej, Carolagd, battousai-clau, Anaelisa, Natalia, Clawy, Utena-Puchiko-nyu, Natitaa, Alteia, rochy-true, Pedro, Kaito Sheishiro, Jim, Elías, D. Alatriste
Muchas gracias por vuestras palabras y opinions y espero que este capítulo también sea de vuestro agrado.
Un besito, nos leemos más abajo, ok?
Que os divirtáis!
CAPITULO 22: Catherine… Mi Cathy.
"No lo había creído. Aquel hombre le había contado quién era; quién era de verdad; le había contado que era descendiente directo de los dioses, descendiente directo de Lahntra… No lo había creído. Él sólo era un mago que tenía el destino del mundo mortal en sus manos y que debía de ser víctima o asesino para que la gente pudiera respirar tranquila todo el tiempo posible antes de un nuevo mago oscuro se alzara y reclamara el poder y gobierno de magos, brujas y muggles por encima de todo.
Él no quería ser el descendiente de los dioses; no quería ser poderoso ni tener control sobre los elementos de la tierra, sólo quería ser él… nada más… ¿por qué nadie lo entendía?
-¿Por qué diablos no puedo tener una vida normal? –preguntó mientras enterraba sus manos en el cabello desordenado y apoyaba sus codos en sus rodillas.
-¿Acaso te conformarías con la mediocridad si puedes ser el mejor? -El chico alzó la cabeza y observó la figura de Stell que estaba de pie a su lado-. ¿Puedo sentarme?
El chico cabeceó y el dios se sentó a su lado en la hierba; Harry supuso que lo había seguido porque quería hablar con él, bien, pues que hablase, pero él no se lo iba a poner fácil.
-Nadie puede huir de su destino Ainur…
-Soy Harry –dijo el chico.
Stell sonrió.
-Harry, Ainur… no importa; un nombre no cambia quién eres…
-¿Y si no sabes quién eres?
-Ven conmigo –contestó el dios sonriendo-. Te mostraré quién eres.
Harry lo siguió en silencio, fijándose en cada baldosa que pisaba, en cada esquina que giraba, en cada ventanal abierto que dejaba entrar el aire fresco de la mañana; el palacio era enorme y dentro de sus muros se respiraba tranquilidad.
Stell lo condujo hasta un pasillo cubierto por tapices bordados en colores vivos y llamativos que representaban varias escenas de batallas, guerras, rendiciones… era casi como poder ver la historia de Ahsvaldry a través de los bordados; casi tuvo la sensación de que él formaba parte de esa historia que estaba viendo.
Se detuvo cuando Stell lo hizo. El dios se giró hacia él y le sonrió con tranquilidad mientras le mostraba la puerta que había detrás de él.
-Entra, por favor… yo esperaré aquí –añadió al ver como el chico le observaba esperando que él también lo acompañase-; no te preocupes, Ainur, en cuanto entres ahí dentro, sabrás quién eres…
Harry asintió y aún titubeando y sin entender las palabras de Stell, giró el pomo de la puerta y entró en aquella habitación en la que, según el dios que le esperaba fuera, encontraría la respuesta que había hecho el primer día que había llegado a Ahsvaldry: "¿quién soy?"
Cuando sus ojos miraron a su alrededor, encontró la respuesta que Stell le había prometido. Una galería de cuadros se extendía por las paredes hasta el techo; cuadros grandes, pequeños, de marcos redondos, cuadrados, rectangulares; marcos dorados, rojizos, de madera, de cobre, de colores, de paja… cuadros pintados de mujeres; mujeres de piel blanca y dulces sonrisas que parecían iluminar el cuadro entero hasta el rincón más oscuro que podía haber; mujeres morenas, castañas, rubias, pelirrojas, incluso había algunas que llevaban el cabello azulado y de un hermoso color violeta… pero a pesar de las diferencias que había en todas ellas, algo en común las unía y las marcaba como sucesoras entre sí; sus ojos. Ojos verdes. Todas las mujeres de la galería poseían unos hermosos ojos verdes, brillantes; llenos de cariño, bondad y dulzura; con el brillo que sólo la determinación, el anhelo y la fuerza pueden reflejar, unido al coraje y la voluntad.
Pasó por medio de los infinitos cuadros, algunos más desgastados, otros retocados, pero ninguno de ellos había perdido la belleza que parecían haber tenido desde el momento en que fueron terminados, y por extraño que pareciera, ninguno de ellos había perdido ese color verde de la mirada.
Y al fondo de la galería, un cuadro sencillo y simple, de marco ovalado, no era de cobre, ni dorado siquiera, estaba simplemente forjado con hierro, trazando diminutas hojas de estrella enlazadas entre sí y en cada unión, una diminuta lila; no, quizá no era el cuadro más grande, ni el más bonito, ni el más llamativo, pero para Harry aquel cuadro era el más hermoso que había visto en su vida, pues la mujer que estaba dibujada allí podría reconocerla en cualquier lugar y en cualquier rincón; sólo había una persona con ese cabello rojizo hasta un poco por debajo de los hombros, esa sonrisa dulce y esos labios rojizos, la piel blanca con diminutas pecas en las mejillas y esa mirada verde… esos ojos los reconocería en cualquier lado porque eran los mismos que veía cada día cuando se levantaba y se miraba al espejo; eran sus ojos, eran los ojos de su madre… Ella era su madre.
Entonces Harry supo quién era y qué era lo que debía hacer".
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Siempre había pensado que si no eres capaz de dormir, mejor que te levantes y hagas algo provechoso y útil; y parecía que aquella noche, el sueño no quería ir a verle. Tenía demasiadas cosas en la cabeza; ¿por qué Potter se había arriesgado salvando a Malfoy? ¿Qué era lo que había llevado al chico a salvar a alguien que le había hecho la vida imposible durante años? Casi sin darse cuenta sonrió al recordar con amargura que James también había arriesgado aquella noche de luna llena su vida para salvar la suya.
-Quizá es sólo que ser valientes se lleva en sus genes… -bromeó con cierto sarcasmo solo en su habitación.
El cuervo negro que utilizaba como correo graznó desde su percha, cerca de la ventana; fuera el viento golpeaba las contraventanas y Severus, hombre frío por naturaleza, agradecía en silencio que esa noche los elfos mantuviesen las chimeneas encendidas.
Snape se levantó de la cama, cansado de dar vueltas sin sentido y no poder conciliar el sueño y se puso el batín negro sobre el pijama del mismo color antes de tomar una copa de su estante y llenarla con licor de hadas, algo de lo que no era bueno abusar pues podía provocar alucinaciones y visiones, pero que, bien administrado, había que admitir que era lo mejor para disipar tus problemas al menos durante un rato.
Antes de dejarse caer sobre la butaca verde oscuro que estaba cerca del fuego calentándose, tomó del compartimento secreto de su escritorio las dos cartas que tenía en su poder y que aún no había abierto, una por miedo a no saber qué se iba a encontrar escrito, otra porque no sabía si debía leerla aún. La primera escrita por Cathy, la segunda escrita por Narcisa.
Hacía dos meses que no sabían nada de Narcisa. Draco se estaba preocupando y él también lo hacía pese a que Lucius parecía estar sereno y tranquilo, como si supiera el paradero de su mujer aunque, por supuesto, no había dicho nada ni siquiera a su hijo. Narcisa le había entregado aquella carta hacía poco más de tres meses y le había pedido que cuando le ocurriera algo la leyera, no antes, no después, sólo cuando él estuviera seguro que le había pasado algo. Y pese a lo que su cabeza quería creer, su corazón sabía que algo le había ocurrido a Narcisa Malfoy.
Acarició el sobre verdoso mientras pensaba si debía abrirla o no y antes de saber que había tomado una decisión, sus manos había rasgado el sobre y buscado las palabras que la mujer le había escrito allí.
Una carta y un sobre cerrado aguardaban a que alguien los tomara del interior. Severus observó que el sobre estaba dirigido a Draco Malfoy, la carta, estaba dirigida a él; suspiró profundamente y cerró sus ojos un segundo, sólo un segundo para volver a abrirlos y dejar que sus orbes negras acariciasen el papel recreándose en cada letra de Narcisa, en cada palabra y en cada oración. En el silencio de la noche, casi podía escuchar la voz de la mujer a medida que iba leyendo.
"Severus:
Si estás leyendo esta carta es porque algo me ha ocurrido. No se lo comuniques a Lucius, ni tampoco a Draco. Seré breve y concisa, como siempre lo has sido tú. Protege a Draco de Lucius y de nuestro señor oscuro, te lo confío a ti porque sé que harás lo que tengas que hacer para protegerlo. La carta que está cerrada es para él, entrégasela para que crea tus palabras y obedezca tus órdenes.
Espero que esta carta no sea la despedida entre nosotros, Severus. Cuídate, algo oscuro se aproxima a nuestro mundo y todos estamos implicados; es hora de que decidas finalmente de qué bando estás.
Eternamente agradecida, Narcisa Malfoy"
Plegó la carta y la guardó de nuevo en el sobre.
-Casi es la hora, Narcisa… pronto tendré que decirle a Draco la verdad…
Miró de reojo la letra de Cathy escrita en el dorso del otro sobre que descansaba sobre el brazo del sillón, atrayéndole e incitándole para que lo abriera. Severus suspiró y antes de caer en la tentación, tomó ambos sobres y con un gesto de su varita hizo que se guardaran de nuevo.
No estaba preparado para saber qué ponía en esa carta, no estaba preparado para leer que lo culpaba de su muerte y que le odiaba por haberse convertido en lo que era, que lo odiaba por haber participado en tantas muertes. Podía resignarse a que cualquier persona pensara así de él, pero no ella; simplemente no podía enfrentarse a lo que fuera que ella había escrito.
Recordaba perfectamente el día en que le habían entregado esa carta; ni siquiera en aquellos momentos, había podido apartar su odio hacia él, él se la había arrebatado, él se la había quitado, ella era suya y él vino con sus encantadoras sonrisas y sus bromas pesadas y se la arrebató… aquel día habría podido ser el momento perfecto para enterrar el hacha de guerra con Black, enterrar el rencor y el odio mutuo junto al cuerpo de la única mujer que formaba parte de la vida de los dos; era consciente de que Black lo había intentado hacer, pero él no se lo había permitido.
(flashback)
Ella era todo lo que le quedaba y se había ido; para siempre; no volvería nunca más. Quizá sí era cierto que el señor oscuro era quien había alzado la varita contra ella en aquel ataque al ministerio de magia, pero él no había hecho nada por impedirlo; demasiado asustado para hacerlo y demasiado cobarde para aceptarlo ahora se veía en la obligación de escuchar como aquel sacerdote decía unas palabras en honor de su cuerpo que estaba siendo enterrado ante sus ojos.
La había querido. Había querido a esa mujer que antes había sido niña; ella había sido la primera en arrancarle una sonrisa, en hacerle ver que no todo es blanco o negro, sino que hay una gran gama de grises entre esos dos colores; ella le había enseñado el mundo a través de sus ojos y él había jurado que siempre la cuidaría.
Cerca del sacerdote estaba él. Black. Su porte arrogante perdido, su sonrisa habitual en la cara que tantas chicas había enamorado había desaparecido y una mueca de odio y dolor cubría su rostro. Sus ojos siempre alegres y brillantes estaban ocultos tras unas gafas negras para que nadie fuera testigo del dolor que sentía, del dolor que le provocaba estar allí.
A su lado estaba Potter, como siempre lo había estado, como sabía que siempre lo estaría. Lo odiaba. Lo odiaba por ser prefecto, por tener todo lo que él no tenía, por haber conseguido ser lo que él hubiese querido ser y no pudo ser; y por encima de todo, lo odiaba por haberle salvado la vida. Era consciente de que si no lo hubiera hecho, todo por lo que había pasado en los últimos años no hubiese existido.
A su otro lado un desmejorado Remus Lupin colocaba su mano en el hombro de Black en un gesto silencioso de apoyo que era suficiente para los dos. ¿Qué derecho tenía un licántropo como él a colocarse en la cabecera del entierro de su pequeña cuando él tenía que conformarse con mirarlo todo desde lejos? Deseó atravesar su corazón con una bala de plata y clavó sus ojos negros en la figura de Lupin, como si aquello fuera suficiente para llevar a cabo la idea que había tenido. Lo que nunca había imaginado había sido que Remus le devolviera la mirada, tal y como lo hizo. Unos ojos miel lo miraron, escondido entre los árboles del cementerio; un asentimiento de cabeza a modo de saludo y reconocimiento que Severus le negó.
Lily Evans también había estado en aquel funeral, tomada de la mano de Potter; a ella también la habían conseguido.
Observó como Remus le decía algo a Black y el moreno, levantó su cabeza unos segundos, fijándolos en los ojos de Snape que aún a través de las gafas negras pudo distinguir como éste le miraba.
El funeral había terminado y antes de que pudiera irse tan silenciosamente como había llegado, una mirada indescifrable de Sirius Black le hizo quedarse donde estaba, esperando no sabía qué.
-Snape… -saludó Black llegando hasta él quitándose las gafas oscuras.
No había arrogancia en su voz, ni deseo de insultar o humillar. Sus ojos estaban rojos e hinchados, signos de haber estado llorando por horas quedaban aún en sus mejillas y su mirada perdida y llena de rencor y odio le hizo darse cuenta que todo lo que había ocurrido en Hogwarts sólo había sido producto de su carácter bromista, más nunca hizo nada con odio hacia él, jamás había visto aquella mirada en Black.
Snape se puso alerta cuando Black empezó a buscar algo entre sus ropas muggle, pero no esperó que sacara una carta.
-Cathy… -la voz le tembló y carraspeó ligeramente en un vano intento de encontrar la fuerza que necesitaba-… encontré esto entre sus cosas… -se la tendió-. Es tuya.
"Para Severus" escrito es letra delicada y pulcra rezaba en el dorso de la carta; estaba cerrada por completo, Black no había intentado abrirla.
-Creo que deberíamos… -volvió a hablar Sirius-… no ser amigos porque eso es algo que nunca lograremos pero… -suspiró-…ella quería que nos lleváramos bien –añadió.
Snape no pudo evitar sentirse aislado. Llevarse bien con quién le había quitado a la única mujer que había significado algo en su vida.
-Fue tu culpa Black. ¿Acaso quieres callar tus remordimientos con una ofrenda de paz ahora que no está?
-Sólo quiero hacer lo que ella querría, Snape… -le contestó abatido Black.
-Lo que ella quería… ¿qué sabes tú de lo que ella quería? –preguntó Snape lleno de ira y rabia-. Ella no debería haber estado allí aquel día, pero claro, tú y tus estúpidos amigos la tuvisteis que convencer de que aquel era un buen trabajo, ¿verdad?
-Ella tomó su propia decisión Snape, nadie la obligó a…
-¡Tú la obligaste! –le gritó Severus encarando a quien había sido su enemigo durante años-. Con tus palabras, con tus sonrisas, con tus estúpidos juegos… ¡tú te la llevaste de mi lado, donde siempre debería haber estado! ¡Yo no hubiera permitido que le pasara nada!
Aquello fue demasiado para Black que encaró a Snape con la valentía de un Gryffindor pese a que en aquellos momentos únicamente deseaba que el mundo terminase con su vida como lo había hecho con Cathy.
-¡Fuiste tú quien la alejó de tu lado! ¡Tú le diste a elegir entre tú y nosotros!-le gritó Black-. ¡Y te recuerdo que si no fuera por tu estúpido señor Voldemort –añadió con tono burlesco-, ella seguiría viva, ¡Fue él quién la mató, ¡Ese al que tú obedeces ciegamente, ¡Él la mató! –le gritó fuera de sus casillas-. ¡No intentes culparme de algo que fue tu culpa, maldito mortífago!
-¡Si hubiera estado conmigo no le hubiera pasado nada, Black! –le gritó Snape de vuelta-. ¡Pero tuviste que venir y llevártela, ¿verdad! No era suficiente que me humillárais y me tuviérais como objeto de vuestras bromas, necesitabas llevártela de mi lado, necesitabas arrancarme lo único que me hacía sentir humano –añadió bajando la voz-. La perdí… la perdí en cuanto te conoció, ¡todo esto es por tu culpa! –le gritó de nuevo –¡Yo la quería!
-¡Yo la amaba! –gritó de vuelta Sirius-¡La amé desde que me golpeó aquella noche! –añadió-. ¡Aún la amo y siempre la amaré!
-Sirius…
-¡Qué! –se giró enfurecido hacia la voz que lo llamaba.
Lily, la dulce Lily estaba detrás de él, con aquella encantadora sonrisa en su rostro, mezcla de nostalgia y soledad, la nostalgia que sólo puede proporcionar la muerte de una amiga, casi una hermana.
-Ella no querría que hoy… -empezó a decir la pelirroja. Dos charcos se formaron en sus ojos, pero pese a ello, Lily no perdió la sonrisa-. Vamos a casa Sirius…
Black asintió después de mirarla unos segundos; luego se giró de nuevo hacia Snape.
-Dices que la querías, que la conocías… si la conocías tan bien, tendrías que saber que ella me quería, que nos enamoramos… -dijo con simpleza-… si tan bien la conocías deberías saber que ella nunca te cerró las puertas, fuiste tú quien la apartaste cuando te dijo que no seguiría los pasos de un loco fanático… fuiste tú quien la condenaste, Snape cuando le diste la espalda…
Miró la carta arrugada que aún estaba en su mano y sonrió con tristeza antes de dejar el sobre colocado entre las ramas del árbol.
-La carta es tuya… haz con ella lo que quieras, pero no vuelvas a decir que no la amé…"
Aquella misma noche encerró aquella carta en el cajón del escritorio, con la intención de no abrirla nunca.
(fin flashback)
Ahora era demasiado tarde para arrepentirse; Black había muerto y con él la posibilidad de perdonar y ser perdonado. Quizá en esa carta, escrita en esas palabras de Cathy, estuviera la respuesta a ese perdón que nunca más llegaría.
Apuró el trago de su copa. Si aún no se había perdonado a sí mismo, ¿por qué esperaba que ella pudiera hacerlo? Aún no estaba preparado para leer esa carta, y no pudo evitar pensar con cierta tristeza, que quizá no lo estaría nunca.
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Giliath lo encontró en el puente, justo en medio del puente, como si estuviera indeciso y no supiera hacia qué lado debía caminar. Harry le había contado que había sido en aquel mismo lugar donde en tercero, Remus le había confesado que se parecía a sus padres más de lo que imaginaba… la diosa sabía que aquel lugar tenía algo especial que atraía la atención del hombre lobo.
En silencio se colocó a su lado y en silencio observó el lago a sus pies y la extensión de agua que rodeaba las rocas, bosques y arena que formaban la base de Hogwarts y en silencio permaneció hasta que Remus lo rompió.
-Este solía ser el lugar preferido de Sirius para gastarle bromas a los Slytherins –dijo en voz baja, apenas un susurro, pero lo suficientemente alto para que ella lo escuchara-. A veces, colocaban un hechizo ilusorio que hacía creer a los Slytherins que en mitad del puente había una pared, así que tenían que dar toda la vuelta para poder acceder a los terrenos –sonrió-, una vez James esperó a que estuvieran a mitad del puente para crear otra pared en el otro extremo; los Slytherins estuvieron aquí durante toda la hora de CCM, hasta que les sonsaqué a James y Sirius porqué se veían tan contentos y me lo confesaron entre risas y carcajadas… -sonrió melancólicamente-. Lucius Malfoy era uno de esos Slytherins… Nunca tuvo consideración por nadie, ni siquiera por los de su propia casa… yo solía defender a los slytherins de James y Sirius, cuando me lo permitían –añadió con una leve risita-… pero nunca hice nada por Malfoy… siempre lo vi como alguien cruel y de corazón oscuro por propia decisión…
-No –le interrumpió Giliath antes de que Remus continuase hablando. La miró-. Sé lo que vas a preguntar y la respuesta es un no –añadió la diosa-, Lucius Malfoy no ha sido nunca portador del colgante de Elea, Remus; él es una mala persona porque quiere serlo, no porque el colgante le obligue a nada.
-¿Estás segura de eso?
-Sí lo estoy –dijo ella con confianza-. El poder que Elea dejó en su colgante es el suficiente para potenciar la maldad de un corazón oscuro, pero no para crearla Remus…Lucius Malfoy no tuvo nunca el colgante de Elea, de ser así, Voldemort ya lo hubiera utilizado –añadió. Remus asintió un poco más convencido, pero aún había algo en sus ojos y Giliath posó una mano sobre la de él, sobre la baranda; el hombre miró la mano pero no dijo nada-. Hay algo más, ¿verdad?
-Harry –contestó Remus-. Sé como piensa, lo conozco… Ahora estará haciéndose esa misma pregunta… -la miró unos segundos antes de desviar su mirada hacia la mano de ella que seguía sobre la suya propia, podía sentir el calor que emanaba de aquella mujer, la dulzura y la suavidad que la acompañaban siempre-. Desde que empezó Hogwarts, Draco Malfoy se convirtió en su enemigo natural, como Snape lo fue de Sirius y de James… Y ahora que sabe esto…
-Se preguntará si ha estado odiando sin razón a alguien durante tantos años, culpándolo de algo que no podía controlar –terminó Giliath la frase por él. Remus asintió-. Él estará bien, Remus; debes aprender a confiar en él, ya no es un niño… Es fuerte, mucho más de lo que puedas pensar –añadió.
-Espero que tengas razón –le palmeó la mano con la otra suya, dejando la mano de Giliath cubierta y encerrada entre las suyas-. ¿Regresamos?
-No, me gusta estar aquí… -le dijo la diosa-… es un lugar tranquilo y pacífico… me resulta agradable… casi puedo imaginar que estoy en Ahsvaldry…
Remus no contestó, sólo sonrió estrechando la mano de la diosa entre las suyas.
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Derin alzó la vista del libro que estaba leyendo; aburrido, por si alguien quería pedirle su opinión al respecto, el idiota que hubiera escrito aquello estaba muy equivocado respecto al origen de los trolls; miró el nombre del autor y tuvo que reprimir una carcajada cuando leyó Albus Dumbledore escrito en letras rojizas en la cubierta del tomo negro. Erebor parecía estar muy interesado en la lectura de su libro; "pociones degenerativas", de vez en cuando soltaba una risa o hacía comentarios que llegaba a oídos del otro dios como "mira que creer que va a ocurrir eso" o "¿a quién se le ocurriría mezclar sangre de unicornio con flores de la selva negra?"
Notaba la tensión de Harry y lamentaba no poder estar con él. El chico se había marchado de la sala en cuanto había asimilado la información recibida por Giliath; la diosa y Remus habían salido detrás de él, pero tanto Erebor como él mismo estaban convencidos de que ninguno de los dos adultos había ido a buscar a Ainur.
Odiaba que Ainur no hubiera podido tener una infancia normal como cualquier otro niño, como la había tenido él mismo; y aún le hervía la sangre cada vez que recordaba los relatos verídicos que el chico había contado en Ahsvaldry sobre el trato que había recibido en casa de los Dursley. Estaba convencido de ello, y Erebor, Giliath y el mismo Príncipe estaban de acuerdo con él, que si no hubiera sido porque Harry le había pedido que no hiciera nada porque el pasado era simplemente eso, pasado, en más de una ocasión hubiera visitado a esos "encantadores mortales" mostrándose con todo su poder.
Pero Harry se lo había impedido todas y cada una de las veces que había querido hacerlo.
Y por encima de todas las cosas, odiaba saber que el chico estaba inquieto por algo que no podía controlar; y en aquellos momentos lo estaba; podía notar la energía de Harry inquieta y nerviosa y con una media sonrisa atrevida pensó que a ningún naryn le gustaría acercarse a él en aquellos momentos. Se levantó del sofá con la intención de ir a buscarlo.
-¿Dónde crees que vas? –le preguntó Erebor.
-Está nervioso, puede cometer alguna tontería –se intentó justificar Derin sabiendo que aquello no sería suficiente para el guardián de Harry.
-Acaba de descubrir que su mayor enemigo es el poseedor del colgante de Elea, y que es posiblemente por ese hecho que es su enemigo, posiblemente se esté enamorando de esa chica a la que acosa un espía naryn, y tiene que estar alerta en todo momento porque Granger, Weasley y Dumbledore no lo dejan tranquilo, creo que se le puede permitir que esté un poco alterado, ¿no te parece?
-Odio cuando tienes razón –apuntó Derin sentándose de nuevo y dejando a Erebor con una sonrisa en el rostro de autosuficiencia.
-Lo sé –comentó distraídamente Erebor-. Vamos a tener que hablar con el Príncipe –dijo esta vez más serio-. Stell debe saber quién es el depositario del colgante de Elea –añadió.
Derin hizo una mueca y elevó su mano extendiendo sus dedos a medida que iba hablando.
-Tenemos que contarle lo del colgante de Elea, avisarle que hemos encontrado dos espías naryns y preguntarle acerca de la descendiente de la daga oscura –dijo con voz calmada.
-Cuando regrese Giliath lo hablaremos –indicó Erebor. Derin asintió en silencio. Erebor miró de reojo al dios guerrero y casualmente, como quién no quiere la cosa lo llamó, cuando Derin lo miró, sin apartar los ojos del libro le preguntó -¿Puedes notar su energía si está en peligro?
-Claro.
-Bien –contestó Erebor sin dar más indicaciones-. Avísame si notas algo más extraño.
Derin sonrió.
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Llevaban un buen rato allí y Harry aún no había dicho ni media palabra. Se habían refugiado en la torre de astronomía, utilizando uno de los pasadizos ocultos detrás de un tapiz que Harry había descubierto en el mapa del merodeador y que les había conducido hasta una habitación espaciosa, en desuso, llena de polvo, sí, pero bonita; una chimenea, un par de butacas y un sofá de color crema; habían algunas estanterías con libros desgastados y llenos de polvo, un pequeño armario con ingredientes para pociones, y una mesa donde aún reposaba lo que parecía ser una carta astral. Harry no pudo evitar sonreír al ver todo aquello, sabiendo que alguna vez había pertenecido a los merodeadores.
-¿Y este lugar de dónde…
-Aquí venían mis padres, Sirius y Remus cuando estudiaban –le dijo el chico-. Era un lugar para reunirse ajenos a los demás.
-Vaya… -bromeó ella-… me siento parte de la historia.
Harry sonrió.
-No quería estar solo –ella asintió sabiendo que el chico aún no le iba a decir nada; fuera lo que fuera de lo que quería hablar, aún no quería hacerlo y ella lo respetaba.
Verónica se sentó en uno de los sillones con un libro que había tomado de la estantería y Harry se acomodó en la alfombra, frente a la chimenea y cerca de Verónica, en silencio, viendo únicamente el crepitar del fuego.
-¿Quince años? –preguntó de repente rompiendo el silencio el chico-. Creí que estabas en cuarto.
-Lo estoy –le contestó Verónica quitándole importancia al asunto-. Entré un año más tarde a Hogwarts, por eso estoy en cuarto –le contestó.
-¿Entraste un año más tarde? –ella asintió-. ¿Por qué?
Verónica le sonrió antes de contestarle de forma inmediata.
-Mi madre era demasiado sobre protectora –le explicó-; aprovechó hasta el último momento para que me quedara con ella, y teniendo en cuenta que mi cumpleaños es el dos de septiembre, dijo que aún no tenía la edad para entrar ene l curso que me tocaba…
-Ya veo… -ella devolvió su mirada al libro y Harry sonrió-. Pregunta, ¿por qué te gusta tanto leer?
Verónica lo miró por encima de sus gafas enarcando una ceja. Hacía un par de semanas que habían empezado con aquel juego, ni siquiera recordaba cómo habían empezado, lo único que sabía era que Harry había propuesto que si iban a trabajar juntos lo mínimo que podían hacer era conocerse un poco más y nada mejor para conocerse que hacer y contestar preguntas; así que se pasaban el tiempo que estaban juntos haciéndose ese tipo de confidencias
-Porque puedo ser quien quiera ser –contestó ella sin dudarlo. Harry la miró y ella sonriendo, se bajó de la butaca para sentarse junto a él-. Cuando leo… mi mundo cambia… puedo ser cualquier persona, puedo meterme en el libro y eludir este mundo lleno de muerte y guerra… Cuando leo… puedo crear mi propio mundo. Es como cuando tú vuelas.
Harry la miró sonriendo.
-¿Cómo sabes tú lo que yo siento cuando vuelo?
Ella se encogió de hombros.
-Tus ojos. Las veces que te he visto volar en el campo de quiddich tus ojos brillaban… Como si volando pudieras alejar todos los malos recuerdos que te acechan… volando, simplemente eres Harry… no Harry Potter, no el niño que vivió, no el Elegido… -le sonrió-… sólo eres Harry. Es como si volando te sintieras… -se detuvo buscando una palabra.
-…Libre… -terminó Harry por ella. Verónica le sonrió y se apartó el cabello hacia atrás, dejando sus hombros al descubierto-. Así es como me siento cuando vuelo, libre… -le sonrió con cariño- ¿Has podido ver todo eso simplemente en mis ojos? –preguntó él.
-Los ojos dicen mucho de una persona, Harry. Como ahora… estás confuso ¿verdad? –el chico no contestó, pero su sonrisa diminuta dejó entrever que así era-. Algo te está dando vueltas en la cabeza –añadió con una sonrisa victoriosa-. Vamos, ¿qué es? Quizá pueda ayudarte.
-Lo dudo –comentó él de forma casual. Verónica lo miró y antes de que Harry pudiera disculparse por su respuesta tosca, ella meneó la cabeza.
-Tienes razón, quizá no pueda ayudarte, pero a veces hablar sienta bien… ¿Qué es?
-Me he enterado de algo… -empezó a decir el chico-… algo que nunca se me habría pasado por la cabeza… ¿qué harías si de repente te enteras que has estado enfrentado a alguien que no era del todo consciente de sus actos? –Verónica lo miró-. A alguien que tenía su lado irritante potenciado por un objeto mágico, un hechizo…
-¿Tú lo sabías? –Harry negó con la cabeza-. ¿Él lo sabía?
-Creo que tampoco.
-Entonces, ¿por qué te preocupa algo de lo que no eres culpable? Esa persona ha actuado por medio de ese hechizo, tú sólo has respondido al estímulo de ese hechizo Harry… en mi opinión el único culpable es el objeto en sí –se encogió de hombros mientras que Harry pensaba que no sabía la razón que tenía ella-. No deberías de preocuparte por algo así –le dijo con sinceridad.
-¿Sabes que es fácil hablar contigo?
-¿Eso es una de nuestras preguntas? –inquirió ella con tono bromista y aniñado. Harry le sonrió de vuelta-. Sí, mamá siempre me lo decía…
-Nunca me hablas de ella –dijo Harry repentinamente-. Siempre hablas en pasado de ella pero nunca mencionas nada sobre…
-Está muerta Harry, ¿qué más quieres saber? –preguntó con tono triste-. Está muerta y hablar de ella no hará que vuelva a mi lado, así que ¿para qué molestarla? Prefiero dejarla descansar en paz.
-Lo siento –se disculpó el chico-. No sabía que…
-No, nadie lo sabe, excepto Remus… ella conocía a mi madre-… y ahora tú, claro –le sonrió y un escalofrío recorrió su espina dorsal cuando cruzó su mirada con la de ella-. ¿Regresamos? Empiezo a tener frío.
-Claro… Gracias por escucharme… -Harry se levantó del suelo y la ayudó a levantarse.
-Gracias por confiar en mí –contestó ella.
Confiar. ¿Acaso confiaba en ella? No había acudido a Remus, ni a Giliath, Erebor o Derin, había acudido a ella porque en cierto modo sabía que con ella no necesitaría hablar, simplemente podía conformarse con estar a su lado. Ella le sonrió antes de empezar a salir de aquella habitación. Sí, definitivamente confiaba en aquella chica.
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Había sido una noche que hubiese preferido olvidar en cuanto había abierto los ojos. Le había costado dormir y cuando lo había hecho había sido a trompicones; todo parecía dar vueltas en su cabeza y no había sido hasta que había hablado con ella que se había quedado más tranquilo; por alguna razón, su presencia le tranquilizaba. Sonrió sin darse cuenta y cuando bajó las escaleras principales y vio la figura de Verónica en el vestíbulo sonrió y no supo por qué lo hacía; simplemente quería hacerlo, simplemente le nacía hacerlo… sin pensar, sólo… ¿por qué esa chica siempre le hacía sonreír y perder la máscara de frialdad que él mismo se había impuesto? Cuando la noche anterior, mientras entrenaba con Derin, el dios le había comentado lo ocurrido con Verónica, Harry había sentido una punzada de preocupación dentro de él que iba más allá de la preocupación que podría tener por cualquier otra persona.
-Buenos días –saludó aún sin haber bajado las escaleras del todo.
Verónica se giró al escuchar la voz de Harry y le sonrió.
-Buenos días para ti también, Harry –contestó la chica-. Hoy has madrugado ¿verdad?
-No, siempre me despierto muy temprano –no era mentira; bueno, el hecho de que hubiera sentido el aura de ella moverse por allí a esa hora tan temprana tenía algo que ver, sí, pero ella no tenía por qué saberlo ¿no? -, tengo algunas cosas que hacer y esta es la mejor hora para que no me molesten. ¿Y tú?
-Estoy acostumbrada a dormir poco –expresó ella encogiéndose de hombros-. Iba al bosque a recoger flores de almíraz –le dijo señalando la puerta-, tenemos pociones a primera hora y esos pétalos debes de estar…
-… recogidos al amanecer –terminó Harry de decir por ella. Carraspeó ligeramente y haciendo una reverencia exageradamente antigua, la tomó de una mano con suavidad para llevársela a los labios y besarle el dorso antes de preguntarle -¿Podría tener el honor de acompañarla, señorita Ollivers?
Verónica rió suavemente y asintió haciendo otra reverencia hacia él.
-El honor sería mío, señor Potter –le contestó haciendo sonreír a Harry.
-Dime… ¿qué es eso que tienes que hacer a estas horas y que no puede esp…
La voz de Verónica y la risa de Harry desaparecieron del vestíbulo tan pronto cruzaron la puerta para ir a los terrenos. Giliath, desde detrás de una de las columnas sonrió casi sin darse cuenta.
-¿Todo en orden? –preguntó Derin apareciendo en un remolino de fuego.
-Todo bien, Derin, creo que sólo necesita hablar un rato con ella –contestó la diosa agarrando el brazo del shygard que parecía reticente a dejar marchar al chico-. A veces, olvidamos que sólo es un adolescente… -comentó con cierta tristeza en la voz.
-Y a veces tú te comportas como uno de ellos –le contestó Derin. Giliath le miró sonriente sin quitarle la razón, pero tampoco dándosela.
-Hace mucho que dejé de ser una adolescente, Derin –le contestó.
-Sí, y hace mucho que dejaste de un lado el querer amar a alguien –respondió Derin. Esta vez, Giliath le sonrió con tristeza-. ¿Le quieres?
La diosa no contestó. No hizo falta. El shygard se dio cuenta que el brillo de sus ojos lo decía todo. Sí, le quería.
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Verónica no pudo evitar reírse a carcajadas cuando Harry le contó aquello. El chico, divertido ante las risas de ella, fingió ofenderse y se cruzó de brazos como si se tratara de un niño pequeño.
-¿De verdad que pensabas que por agujeros que hay en los bordes de las piscinas podían salir pirañas en cualquier momento? –preguntó ella de nuevo sin perder la sonrisa.
-Bueno, perdona, pero no todos somos tan inteligentes como tú –le dijo él sonriendo. Ella no contestó. Se giró para seguir buscando la flor, pero cada vez que miraba de reojo a Harry, se le escapaba la risa-. Vale es tu turno… ¿un secreto?
-Un secreto… -meditó ella en voz media mientras pensaba-… ¿sólo uno? –bromeó.
-Sí, ya descubriré yo el resto –se encogió de hombros mientras rebuscaba entre los matorrales. Verónica lo miró-. ¿Qué?
-¿Piensas que tengo tantos secretos? –preguntó.
-Todo el mundo los tiene –se encogió de hombros-. Y no es nada malo –añadió.
-No tengo secretos… -dijo ella convencida-… es sólo que me cuesta mucho confiar en la gente… -añadió al ver que él enarcaba una ceja. Sonrió-. Tengo la idea de que cuando encuentre a una persona especial que sepa verme detrás de la máscara que tengo, pueda confiar en esa persona y entonces ya no tendré secretos… -añadió. Harry le sonrió y ella se sintió enrojecer por segundos-. Es una tontería, lo sé, pero…
-¿Por qué habría de ser una tontería? –dijo él sonriendo.
-Mi padre siempre me dice que es una idea estúpida y que nadie en su juicio sano me daría la razón…-dijo sonriendo forzosamente y con un brillo de tristeza en los ojos.
-Bueno, creo que nunca he estado en mi sano juicio, pero si te sirve de algo, a mí me parece que es una idea bonita…-confesó Harry encogiéndose de hombros con una sonrisa.
-A mí madre también se lo parecía… -le contestó Verónica.
A Harry no se le pasó por alto que había utilizado el verbo en pasado, pero no preguntó. Confiaba en que ella hablaría cuando necesitara hacerlo. Un silencio se hizo entre los dos; pero no era un silencio incómodo, de esos que deseas que terminen pronto; no, era uno de esos silencios cautivadores, dulces, un silencio de complicidad que se establecía entre dos personas.
-Ven, te mostraré un secreto –le confió Harry rompiendo el silencio mientras le tenía una mano-. Confía en mí –añadió. Verónica sonrió y tomó la mano que el chico le brindaba-. No debes decírselo a nadie, ¿de acuerdo? –le indicó mientras seguía el camino que llevaba al claro del bosque, junto al lago.
-No se lo diré a nadie –aseguró ella-. ¿Qué eso tan importante que me tienes que mostrar que no pued….
Se calló cuando Harry se detuvo mirando al claro. En el centro, un hermoso caballo negro pastaba pacíficamente; pero no era eso lo que llamó la atención de la chica, sino las dos alas negras que brotaban de su lomo y estaban extendidas hacia el cielo.
-Verónica, este es Feamor…
-… Un pegaso negro… -murmuró la chica con los ojos brillando-. Había leído sobre ellos, pero creí que no…
-¿existían? –terminó él la frase mientas se acercaba al animal que lo había percibido. Ella asintió sin poder apartar su mirada de la del animal, era como si aquellos ojos negros la hubiesen atrapado-. Feamor es el último de su especie… -le sonrió al caballo mientras le palmeaba la cabeza-. Y nadie debe saber que está aquí porque los pegasos negros tienen fama de ser peligrosos.
Verónica miró al chico y frunció el ceño.
-¡Qué idiotez! –exclamó para luego sonreírle al animal-. Feamor jamás sería capaz de hacerle daño a nadie… -se adelantó un par de metros hasta llegar junto al animal y extender su mano para acariciarle el lomo.
Pese a lo que Harry hubiese creído, Feamor no se apartó, dejó que la chica lo acariciara con dulzura, pasando su mano por entre las crines del caballo y dejando que lo acariciara levemente. El chico sonrió cuando Feamor movió sus alas para rozar la mejilla de la chica, provocando que Verónica riera.
-Sabía que eras distinta… pero no imaginaba que fuera hasta este punto… -susurró el chico. Verónica se giró al haberlo oído-. Feamor no deja que nadie excepto yo se acerque, a no ser que yo se lo haya pedido antes –añadió-. Pero contigo… es como si…
-Como si pudiera ver a través de mí y supiera que no quiero hacerle daño… -terminó ella la frase. Harry asintió y ella se encogió de hombros.
-A veces los animales ven luz donde los ojos humanos sólo ven oscuridad… -murmuró Harry recordando lo que una vez le había dicho Stell.
-Me da miedo enamorarme… -susurró la chica. Harry la miró-. Me pediste un secreto –añadió-. Ese es… me da miedo mostrarme a los demás porque me da miedo enamorarme…
-Por eso te escondes tras tus gafas –le dijo él sonriendo mientras se las subía dado que se le habían resbalado por su chata nariz. Ella se sonrojó levemente.
-Supongo que sí… si me da miedo enamorarme, no dejo que nadie se enamore de mí porque si lo hacen, les hago daño… así que para que nadie salga herido, simplemente evito enamorarme… me da miedo que alguien pueda verme como soy en realidad…
Harry negó con la cabeza en un ademán de exasperación mientras decía "tarde"; Verónica le miró preguntándose qué quería decir con aquello el chico; y cuando Harry la miró con sus ojos verdes brillando, ella también supo que era demasiado tarde porque por mucho que lo había intentado, se había enamorado de Harry Potter. Perdida en sus pensamientos mientras se reclamaba a sí misma por haber sido capaz de enamorarse de él sabiendo que lo iba a pasar mal, sabiendo que jamás sería correspondida, apenas escuchó a Harry cuando el chico añadió:
-Yo ya sé como eres en realidad…
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Si el director creía que simplemente con mirarle iba a conseguir que él se retractara de lo que había dicho y hecho, el anciano estaba muy equivocado, al menos a juicio de Derin que lo miraba sentado elegantemente en la butaca que había frente a la mesa del director de Hogwarts.
-¿Amenazaste a una alumna? –le preguntó el director ligeramente cansado.
-Sólo si ella supone una amenaza para Harry Potter –contestó Derin.
-No sé exactamente de donde venís, pero nadie tiene derecho a amenazar a un alumno –le dijo Albus mirándolo de forma retadora-. Hermione Granger es una de las mejores amigas de Harry, ella siempre ha estado a su lado, sabe decidir entre el bien y el mal y sabe qué consecuencias puede acarrear una mala decisión… Le aseguro que de todas las personas que hay en este castillo, la señorita Granger no supone una amenaza real para Harry.
Derin sonrió de forma fría.
-¿Me está diciendo que yo sí supongo una amenaza para Harry? –preguntó con cierto tono irónico.
-No sé nada de usted ni de sus dos compañeros; acepté que vinieran porque Harry así lo impuso, pero no porque confíe en ustedes y lo que ha hecho me demuestra que no debería de haber confiado en…
-¿En qué? –preguntó Derin -. ¿En las personas que ahora cuidan de él, ¿En las personas que lo respetan y lo apoyan en lugar de ocultarle cosas y su pasado, ¿En qué no debería haber confiado? –preguntó-. ¿En quién? –añadió-. No he oído a ningún alumno quejarse en ninguna de nuestras tres clases; no distinguimos a las casas ni a los alumnos salvo por su inteligencia y su capacidad, ¿acaso no es eso lo que se pretende en este castillo? Dejó que viniéramos para no perder a Harry, para que él no dejara a este castillo sin protección… y ahora… ¿ahora me dice que somos una amenaza? –le sonrió de lado-. Si lo que está pensando es que nosotros le hemos borrado la memoria a Harry y le hemos hecho creer lo que a nosotros nos interesa, está muy equivocado.
-¿Cómo sabe que…
-Harry se lo dijo una vez, es muy fácil para nosotros saber lo que piensan los demás; pero esta vez ni siquiera he tenido que molestarme en meterme en su mente –le sonrió con frialdad-, a veces, los ojos de las personas dicen lo que sus bocas callan.
-Escúcheme bien –dijo Albus levantándose de la silla-. No voy a consentir que…
-No, escúcheme usted –le cortó Derin-. Dieciséis años… dieciséis años sufriendo y soportando cosas que no debería de haber soportado, dieciséis años creyendo que él no merecía la pena vivir, ¿sabía usted que intentó suicidarse? –Dumbledore abrió los ojos pero no contestó-. Y si lo intentó fue por su maldita culpa. No sé qué es lo que pretendía desde un principio al hacer todo lo que hizo, abandonarlo a su suerte en una familia que no lo quería, vigilarlo continuamente, aceptarlo como un hijo perdido… y después traicionarlo y hacer que sus amigos también le traicionasen… -sonrió a medias-… dejarlo solo con la intención de que él volviera a refugiarse en usted.
-No tienes de nidea de lo que yo también he tenido que sacrificar para…
-¡Usted eligió sacrificarse! –Derin se levantó de la silla y azotó la mesa con las manos abiertas dando un golpe fuerte que hizo tambalear algunos de los cachivaches que el director tenía sobre su escritorio- ¡¿Qué derecho tenía a elegir el sacrificio de Harry!
Albus Dumbledore cerró los ojos. Tenía razón, aquel hombre tenía razón y por muy culpable que se sintiera él, ya no podía hacer nada por cambiar el pasado.
-¿Sabe cuál fue la primera pregunta que me hizo Harry cuando nos conocimos y entablamos cierto grado de amistad y confianza? –siguió hablando Derin. Albus negó sutilmente-. Me miró a los ojos y me preguntó "¿por qué todo el mundo quiere utilizarme?"
-Harry es un chico fuerte, sabe que el destino de la profecía…
-Sí, como es un chico fuerte vamos a dejar que se enfrente a todos los peligros él solo ¿verdad?
-Nunca ha estado solo –le replicó Albus.
Derin lo miró con una ceja enarcada, clara muestra de que la ironía empezaba a salir a flote.
-¿En serio? Vaya, supongo que Harry se olvidó de decirme que usted estuvo con él cuando tuvo que enfrentarse al profesor Quirrell, y claro, supongo que con la emoción del momento olvidó decirme que usted estuvo a su lado cuando el basilisco y el recuerdo de Tom Riddlel lo acorralaron en aquella cámara secreta en segundo curso, y por supuesto, usted viajó al pasado con él en tercer curso para ayudarle a salvar a la única persona a la que quería como un padre –Albus negó suavemente, pero aquello no fue suficiente para Derin-, o en cuarto, cuando no quiso romper las estúpidas reglas del torneo y lo hizo participar pese a que era muy joven, teniendo como resultado la muerte de un compañero suyo que él creyó durante años que fue su culpa; no, espere, quizá sí estuvo a su lado cuando vio caer a su padrino a través del velo –fingió sorpresa-, no, que aquel año simplemente le ignoró…
-Yo nunca…
-No me importa que nunca quisiera hacerle daño, no me importa que nunca quisiera que todo eso ocurriese –le espetó Derin-, ocurrió; ocurrió y usted no hizo nada por ayudarle, así que no me diga que Harry es un chico fuerte y que no ha estado solo porque ha estado solo toda su vida desde que usted lo abandonó en casa de sus parientes y ni una sola vez se preocupó por saber si estaba bien o mal.
Albus abrió la boca para decir lago pero se calló. Los ojos de Derin estaban fijos en los suyos; ojos claros, de un gris tan claro que parecían azules… sus ojos irradiaban rencor, odio y decisión; muy a su pesar, el director tuvo que aceptar que aquel hombre no iba a permitir que nadie se cercara a Harry con malas intenciones… y en aquellos momentos, él era uno de esos.
-No voy a permitir que le sigan haciendo daño, ni usted, ni la señorita Granger ni el señor Weasley, nadie ¿me ha entendido bien?- para remarcar lo que estaba diciendo, los cristales de las ventanas del despacho temblaron ligeramente-. Y si tengo que amenazar a todo el colegio para que lo entiendan, créame que lo haré. Que tenga buenos días –añadió antes de girar para marcharse.
-Nunca he querido hacerle daño a Harry… pero su poder… alguien tiene que mantenerlo controlado –intentó defenderse el director.
-Debería enseñarle a controlarlo entonces en lugar de intentar sofocarlo o controlarlo usted. No se acerque a Harry, le aseguro que no le gustará verlo enfadado… Ni a él ni a nosotros –sentenció finalmente saliendo del despacho.
Dumbledore se sintió derrotado en su silla y muy a su pesar, se sintió más viejo y cansado que nunca.
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Hola, hola! Qué tal?
Os ha gustado?
Bueno, pues ya está, hoy no hay avance
(…)
(…)
(…)
Vale, vale, era broma, eh! Que he dicho que era broma, bajad las varitas que ahora mismo os pongo el avance del próximo capítulo…
(jolín… qué humor…)
En el próximo capítulo…
"-Eso te pasa por estar demasiado pendiente de Verónica Ollivers como para estar en una conversación con nosotros
-¿La amenazaste?
-¿Me estáis escuchando?
-Ainur, te estás enamorando
-Cálmate Neville, ¿Qué ocurre?
-Dijo que te dijera que Hagrid estaba mostrando a Feamor
-¡¿QUÉ!
-¿Qué ha hecho esta vez, Dumbledore?
¿Qué diablos ha hecho esta vez?
-Ainur… relájate… no quieres hacerlo… aún no es el momento
-Dijo que te dijera que Hagrid estaba mostrando a Feamor
-Le dije que no se metiera con él
-Estalla…"
"-Necesito que hagas algo
-Estoy a sus órdenes, mi Lord
-¿Conoces a alguien llamado Ollivers?"
"-Feamor… pequeño…
¿Estás bien?
-Sí… sólo enfadado"
"-¿Pensaba que Feamor se dejaría dominar tan fácilmente?
-Yo quería a tu madre y respetaba a tu padre
-Mi madre no deseaba que usted fuera su guardián secreto porque no confiaba en usted.
-Así que es cierto… puedes hacer magia sin varita…
-Supongo que Weasley le habló de esto y de mi pequeño encuentro con Bellatrix, ¿cierto?
-No sabe hasta donde llega mi poder, Dumbledore y no creo que quiera saberlo"
"-¿Qué quiere ahora Voldemort?
-Me ha pedido que vigile a la señorita Ollivers
-¿Cómo?"
"-¿Sabes? Corre el rumor de que eres partidaria de Voldemort
-¿Te parece gracioso?
-¿La misma pregunta para ti?
-Claro, ¿por qué no? Si quieres saber la respuesta, vuelve en dos días"
Bueno, ahora sí, esto se ha acabado, espero que el avance os haya gustado y un mensaje especial para D.Alatriste, ¿te parecerá suficiente que el proximo capitulo sea de 18 páginas? Jejejeje
Bueno, un besito para todos, sed buenos, bla, bla, bla, y no hagáis nada que yo no haría.
Un besito, nos leemos pronto!
