Hola a todo el mundo!

Antes de que se me olvide, los personajes de Harry Potter son de J.K. Rowling y solo los tomo prestados para divertirme un rato (es que hacía muchos capítulos que no lo ponía :p)

Ahora, a ver, sí, sé que esta semana no os he contestado a los reviews, y os prometo que lo haré en cuanto pueda, es que he estado muy ajetreada presentando algunos trabajos para la facultad y trabajando a media jornada y en fin… un jale…

Pero os prometo sacar tiempo este fin de semana para contestaros, así que seguid dejándome reviews ok?

Bueno, os dejo con el capítulo, ¿quién quería ver la reacción de harry frente a Dumbledore por lo de Feamor?

Pues venga, empezad a leer.

Un besito para todos! Nos vemos abajo!

CAPITULO 23: Necesito un descanso

"Estaba seguro que jamás olvidaría la primera vez que había visto el reino de Ahsvaldry desde la torre más alta del castillo. Grandes extensiones de campos verdes, amarillos y ocres se extendían hasta donde su vista podía alcanzar; pequeños pueblos y aldeas estaban escampados y repartidos por los valles y colinas; el cielo parecía más azul que en cualquier otro lugar y junto al brillante sol, una de las lunas brillaba con la misma intensidad, reinando los cielos anunciando su presencia tanto en la noche como en el día.

El castillo estaba construido sobre una de las colinas, una gruta a sus espaldas aseguraba su condición y mejoraba sus defensas; una cascada de agua dulce caía tras ellos hasta el lago profundo que se había formado a través de los siglos bajo sus pies, bajo la colina, junto a las rocas tranquilas, y parte de esa agua era recogida en una especie de fuente situada en el patio central; mediante un sencillo sistema de canalización, el agua llegaba a todas partes del castillo.

Grandes torreones coronados por altas murallas de firme y sólida piedra, grandes portones para las entradas, y delicadas puertas de cristal para las salas compartidas del castillo que siempre estaban abiertas, para todo aquel que necesitara hablar con el Príncipe Stell.

La brisa suave jugaba con las copas de los árboles y todo el mundo parecía estar feliz con su trabajo, desde el más joven jardinero hasta el más veterano de los guardias que parecía saber dónde estaba cada uno de sus soldados jóvenes sin siquiera preguntar a los demás.

No, estaba seguro de que jamás olvidaría la primera vez que había visto Ahsvaldry.

-Es un lugar hermoso ¿verdad?

La melodiosa voz de Stell lo sacó de sus cavilaciones.

-Sí lo es –afirmó Harry -. Casi parece sacado de una historia mágica y perfecta…

-Bueno, esa era la intención –le sonrió Stell situándose a su lado en la torre-. Pero lamentablemente, las utopías nunca han funcionado demasiado bien cuando la envidia y la ira ciega los sentimientos y engaña a la razón –añadió el dios suspirando de forma lastimera.

-Parece casi imposible que lo que me has contado sobre Lahntra y Elea haya ocurrido en este lugar paradisíaco… -le dijo Harry-. Parece mentira que alguien pueda haber hecho tanto daño habiendo nacido en un lugar tan hermoso como este.

-No todo es perfecto en Ahsvaldry Harry, ni sus habitantes lo somos.

-¿No? –bromeó el chico-. Sois dioses, tenéis que ser perfectos.

Stell lo miró unos segundos.

-Entonces tú tienes que ser el Salvador del Mundo Mágico y tienes que ser quien derrote a Voldemort –le dijo. Harry frunció el ceño-. ¿Lo ves? A ti tampoco te gusta que te digan quién tienes que ser…

-Entiendo.

-No somos perfectos Harry… Cometimos muchos errores en el pasado… y estoy seguro de que los cometeremos en el futuro… -su voz se apagó gradualmente-… si es que tenemos un futuro aguardándonos.

-¿Qué quieres decir?

-Nosotros también tenemos una profecía que cumplir… -le comunicó el hombre seriamente-… Y me temo que tú tienes mucho que ver con ella.

-¿Yo? Yo ya tengo una profecía en mi propio mundo, Stell.

-Y también aquí –le señaló el colgante que el muchacho llevaba-; la Lágrima de Lahntra es la que te ha traído hasta aquí para que conozcas tu futuro, tu destino. Pero nadie te obligará a aceptarla –añadió rápidamente al ver la expresión enfadad en el rostro del muchacho-; nadie puede obligarte a tomar un destino determinado, Ainur.

-He oído la profecía –Stell lo miró-. Erebor me la contó. Pero no puedo entender cómo… -suspiró ordenando sus ideas-. Sólo soy un mortal, un adolescente, no puedo enfrentarme a una diosa.

-¿Sabes cuál fue nuestro error en el pasado, Harry?

-No.

-Creamos esta ciudad para los dioses, desterrando de ella a los mortales y condenando a los nuestros a abandonar Ahsvaldry si llegaran a enamorarse de un mortal. Los veíamos imperfectos a nuestro lado. Veíamos todos los defectos que ellos tenían y nosotros no; la envidia, la lujuria, el engaño, la traición, la ira, el miedo… eran sentimientos humanos que nosotros no queríamos ver a nuestro alrededor.

-Por eso Axenon quedó desterrado… se enamoró de Eredith… una mortal…

-No nos dimos cuenta de que esos sentimientos se albergaban en los corazones, y no en la raza de los humanos.

-Os distéis cuenta cuando Elea empuñó el arma que terminó con la vida de Lahntra… -el dios asintió-. Pero pudisteis atajarlo a que Elea y Lahntra eran hijas de una mortal… podían haber heredado el corazón de su madre y no el de su padre, un dios…

-Pensaron en ello, pero entonces, ¿de dónde salieron los naryns si no fue de su propia oscuridad y el veneno que reinaba en sus corazones?

-Comprendo…

-Cometimos el error de desterrar de nuestras vidas a los humanos por sus imperfecciones y no nos dimos cuenta de que esas imperfecciones era lo que les hacía ser perfectos… -le sonrió de forma cansada-… Cometimos muchos errores a partir de ese, Ainur...

-¿Qué se ganaría con el cumplimiento de la profecía? –preguntó Harry.

-La unión de dioses y mortales y la oportunidad de mostrarnos mutuamente los conocimientos que nos han acompañado desde hace siglos –contestó Stell.

-No puedo… no puedo tomar una decisión ahora mismo… -dijo el chico firmemente-. Yo… te agradezco todo lo que estás haciendo por mí, acudisteis a la llamada de la lágrima sin saber quién era yo, me estás confiando la historia de los dioses, la magia, mi presente, pasado y futuro… -suspiró-… pero no sé si yo…

-Harry, no te he contado esto para que me des una respuesta ahora mismo –le sonrió de forma conciliadora-… Creí que necesitabas saberlo. Se lo conté a tu madre cuando ella vino y también lo hice con tu abuela y tu bisabuela y… -desechó un largo etcétera con un ligero movimiento de mano-. Sólo tenías que saberlo.

-Nadie me ha contado nada que no fuese de su propia conveniencia…

-Bueno, ya es hora de cambiar las costumbres ¿no te parece? Si los dioses nos equivocamos, ¿por qué no iban a hacerlo los humanos?

Harry sonrió cuando Stell le guiñó un ojo. Quizá después de todo, sí debería aceptar su destino como descendiente del linaje de Lahntra, significase aquello lo que fuera."

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Derin se sentó en la mesa después de hacer una leve inclinación con la cabeza a Giliath quien le correspondió con una sonrisa. Harry lo miró detenidamente; sus ojos estaban brillantes, entre la diversión y el enfado; el chico frunció el ceño.

-¿Qué ha ocurrido? –le preguntó cuando vio que detrás de Derin había entrado en el Gran Comedor la figura de Albus.

-Nada de lo que debas preocuparte –le aseguró Derin con una media sonrisa. Harry lo miró con insistencia y Derin suspiró profundamente-.Sólo tuve una pequeña conversación con la señorita Granger.

-¿La amenazaste? –preguntó Giliath estrechando sus ojos mientras miraba al dios. Derin no contestó-. Te dije que la dejaras hasta que supiéramos que iba a hacer algo seguro –añadió.

-¿De qué me he perdido? –preguntó Remus mientras se servía un poco de estofado de cerdo con ciruelas.

-Creímos que era buena idea que mientras Harry está ocupado estrechando lazos de amistad con la señorita Ollivers…

-¿Qué quieres decir con eso? –interrumpió Harry-. Conozco ese tono, Erebor…

-… nosotros vigiláramos a Weasley y Granger –finalizó su oración Erebor sin hacer demasiado caso a la protesta que había hecho Harry.

-Erebor, ¿podrías hacerme el favor de no ignorarme? –preguntó Harry con extremada calma.

-Así que supongo que Derin ha hecho algo que Giliath, y seguramente yo tampoco, hubiera hecho nunca, ¿me equivoco? –preguntó ignorando a Harry de nuevo y mirando a Derin.

-Sé que está tramando algo, lleva todo el día concentrada en algo, como si buscara la solución a un problema; quise meterme en su cabeza, pero como Ainur nos lo prohibió –le dedicó una mirada a Harry que solamente alcanzó a elevar ambas cejas-, sólo hablé con ella.

-¿Me estáis escuchando? –preguntó el adolescente tamborileando con sus dedos sobre la mesa.

-¿Y qué le dijiste?-se interesó Giliath con los brazos cruzados y mirando de forma significativa al dios guerrero.

Derin se encogió de hombros.

-En pocas palabras le dije que si le hacía daño a Ainur, su menor problema sería la reacción de Harry.

Giliath frunció su ceño y estrechó sus ojos. Erebor casi podía escucharla debatirse entre aplaudir al shygard por haber hecho lo que ella quería haber hecho o reprenderle como si fuera un niño por haber actuado de forma tan impestuosa.

-¿Sigo existiendo o ya me he vuelto invisible? –preguntó Harry.

-No deberías de haber hecho nada, Derin –le dijo Erebor.

-Lo siento, pero no voy a dejar que nadie haga daño a Ainur si puedo evitarlo.

-Yo creo que Derin hizo lo correcto –intervino Remus ganándose una mirada de admiración por parte de Erebor por llevarle la contraria a Giliath-. Quizá no del mejor modo, pero hizo lo que debía hacer.

Harry miró a los tres dioses y a Remus, ninguno de los cuatro adultos parecían estar escuchándole, así que se limitó a lanzarles un pequeño aviso mental a los dioses y uno más leve a Remus porque no estaba acostumbrado a eso.

-¡Ainur! –gritaron los dos de los dioses mientras que un tercero se limitaba a sonreír mientras lo miraba.

Remus parpadeó un segundo antes de mirar a Harry.

-¿Qué ha sido eso?

-¿Te refieres al pinchazo en tu nuca? –el licántropo asintió-. Sólo quería saber si aún me veíais o simplemente habíais decidido que mi existencia es totalmente prescindible –añadió con tono inocente-. Sólo he entrado en vuestra mente, Remus, un segundo, dándoos un toque, nada más.

-¿Un toque? –miró a los dioses que parecían resignados a aquello-.¿Qué diablos ha hecho?

-Ainur tiene la costumbre de llamar así la atención –indicó Erebor divertido mientras se frotaba la parte posterior de la nuca donde había notado la intromisión del chico-. Es una conexión entre shygards para avisarse del peligro, muy útil en batalla y combate, pero si no estás acostumbrado a ello te provoca fuertes dolores de cabeza e incluso dolor muscular en el cuello…

-Ahora entiendo por qué Derin no se ha inmutado…. –comentó el hombre mirando al shygard.

-Hemos utilizado tantas veces este sistema que ya no le afecta –se encogió de hombros Harry mientras miraba a Derin-. Pero aún sirve para que me preste atención –añadió sonriendo de forma pícara.

-Sabes que no me gusta que hagas eso, Ainur –le dijo Giliath-. Remus, ¿estás bien?

-Está bien –contestó Harry por el hombre lobo-. Sólo le he dado un toque, no como a vosotros… -se giró hacia Remus-. Puede que te duela la cabeza un par de horas, pero nada más, no te preocupes.

-En la habitación tengo una poción para eso –dijo Erebor sonriendo mientras miraba a Harry-. Nunca sabemos cuándo la vamos a necesitar.

-Eso os pasa por hablar delante de mí como si no estuviera… -les dijo el chico.

-Eso te pasa por estar demasiado pendiente de Verónica Ollivers como para estar en una conversación con nosotros –le contestó Erebor con cierto tono divertido y pícaro.

-Eso no es cierto –le contestó el chico notando como se sonrojaba.

-Claro que sí, Ainur –repuso Giliath-. La última vez estabas pensando en el último comentario que ella te había hecho y en medio de una conversación sobre los usos de las pociones curativas que estaban manteniendo Remus y Erebor dijiste, cuando te pidieron tu opinión, que tú también creías que ella estaría más bonita sin gafas.

-En ningún momento dije su nombre –se defendió Harry.

Remus le sonrió conciliador, Derin rodó los ojos, Erebor enarcó una ceja y Giliath le miró con condescendencia.

-¿Qué? –exclamó el chico al sentirse observado-. Lo único que ocurre es que es muy extraño… Es como si tuviéramos una especie de reacción química cuando estamos cerca… -Remus le miró divertido, pero Harry pareció no darse cuenta de esto y siguió cavilando entre sus pensamientos, intentando definir qué era lo que le ocurría con Verónica-. Es como si… cada vez que nos tocamos es como si saltasen chispas… -terminó de decir el chico algo confuso-… como si hubiese una señal de advertencia pero pese a ello tenemos que…

-¿estar juntos? –aventuró Erebor con una media sonrisa maliciosa.

-Sí… -contestó el chico. Un leve carraspeó por parte de Derin hizo que se diese cuenta de lo que acababa de decir-. ¡No sigas por ese camino Erebor! –le amenazó con una sonrisa.

-Yo no he dicho nada –se defendió el dios de forma elegante-. De todos modos, si no eres capaz de explicarlo mejor…

-Harry, está muy claro lo que te ocurre –dijo Remus sirviéndole un poco de vino a Giliath a quien sonrió-. Y no es nada serio ni nada grave… -añadió.

Derin rodó los ojos exasperado, era increíble como Ainur podía ser tan inteligente y como era un ingenuo para otras cosas, cosa que, según Giliath, le daba al chico cierto tono dulce y encantador.

-Ainur, te estás enamorando –le dijo Erebor firme y solemnemente mientras le ponía una mano sobre el hombro.

Harry parpadeó un par de veces mientras asimilaba la información que Erebor le acababa de dar. Derin chasqueó los dedos delante de la vista del chico que en un acto reflejo tomó la mano del shygard y la bloqueó. Derin sonrió.

-Me alegro que al menos sigas con tus instintos intactos pese a estar enamorado.

-Yo no estoy enamorado –dijo simplemente Harry. Remus rió suavemente-. ¿Qué?

-Nada, que tu padre tampoco estaba enamorado de Lily y Sirius tampoco lo estaba de Cathy –dijo quitándole importancia mientras elevaba su copa para beber.

-Y tú tampoco lo estás de Giliath, ¿cierto?-Remus se atoró con su bebida; Erebor contuvo una carcajada, Derin alzó una ceja y Giliath miró a Harry severamente-. Perdón, no quería decir eso.

-Pues para no querer decirlo, te ha salido muy bien, Ainur –le reprochó la diosa.

-El punto es que te estás enamorando de esa chica –volvió Erebor al tema principal al ver como Giliath empezaba a enfadarse con Harry.

-No me estoy enamorando de ella… -respondió Harry ante la insistencia de Erebor y Remus que parecía seguir riendo aunque ahora estaba sonrojado-. Sólo somos amigos; es una chica muy especial, no es como las demás… -añadió.

-Sí, se parece a su madre –comentó con aire distraído Remus.

-¿Conociste a su madre? –el licántropo asintió-. ¿Por qué no me lo dijiste antes? –preguntó.

-Porque no lo preguntaste, Harry –se encogió de hombros-. Además, es tu amiga, no pensé que te interesaras en las madres de tus amigas –añadió con tono pícaro.

Derin esta vez tuvo que reír. No cabía duda de que Remus era un hombre que sabía obtener respuestas del silencio.

Harry iba a protestar cuando escuchó los pasos apresurados de alguien en el comedor, y notando la repentina aura de Neville, siempre tranquila, ligeramente alterada, alzó la cabeza en el momento en que los ojos oscuros del chico se clavaban en los suyos. Un suspiro de alivio se escapó entre los labios abiertos del muchacho.

-Ha ocurrido algo…

Eso fue todo lo que Harry tuvo tiempo de decir antes de que Neville llegara corriendo hasta la mesa.

-¡Harry! –Neville que acababa de entrar en el comedor y lo había mirado, apresuró el paso hasta llegar a donde estaban los dioses comiendo, deteniéndose frente a ellos para recuperar el aire y aceptando la copa de agua que Remus le ofreció.

-Gracias… -murmuró el chico bebiéndose el agua.

-Cálmate Neville, ¿Qué ocurre? –preguntó Remus.

-Jorstons, un chico de cuarto de Gryffindor ha venido corriendo, dice que Ollivers me ha mandado que te busque –Harry elevó una ceja-. Dice que tienes que ir a la clase que Hagrid está impartiendo a los de cuarto en estos momentos en los terrenos –añadió.

-¿Por qué? –preguntó el muchacho que ya se había levantado y no parecía muy consciente de ello.

-Dijo que te dijera que Hagrid estaba mostrando a Feamor –se encogió de hombros-. ¿Quién es…

-¡¿QUÉ! –el gritó de Harry Potter resonó en todo el Gran Comedor y su mirada se clavó directamente en la del director, ignorando las miradas que le dirigían a él.

Neville no se sorprendió ante el ataque de ira del chico; Verónica le había dicho que seguramente se lo tomaría bastante mal y que procurara mantenerse alejado de él cuando le diera la noticia, o al menos, que procurara que hubiese algo en medio de ellos dos.

Harry se levantó de la mesa intentando controlar su magia; una corriente de aire atravesó el Gran Comedor y los tres dioses se miraron. Harry caminó por delante de la mesa de los profesores y Snape casi podría jurar que cuando pasó por delante de él, sus ojos verdes se habían oscurecido y pequeños relámpagos parecían atravesar sus orbes tranquilas, claro que sólo fue un segundo.

-¿Qué ha hecho esta vez, Dumbledore? –preguntó el chico mirando al anciano mago directamente-. ¿Qué diablos ha hecho esta vez? –rugió esta vez.

Dumbledore miró a Harry directamente, sus ojos azules y joviales, siempre risueños, se estrecharon y un rayo de incredulidad y miedo aparecieron en ellos por primera vez. El aura de Harry lo envolvió por completo ante la atónita mirada de aquellos que le miraban, el aire se arremolinó a su lado y su túnica y su cabello empezaron a flotar con suavidad a su alrededor. Los puños, fuertemente cerrados alrededor de sus caderas, más por el control que él mismo hacia que por otra cosa.

Su voz se volvió fría y ronca, la ira deseando salir de su cuerpo y su magia flotando a su alrededor localizando el aura del director que se notó presionado y atrapado en una jaula invisible, donde era consciente que sólo respiraba porque Harry le dejaba hacerlo.

Miedo. Albus Dumbledore sintió verdadero miedo de Harry, del Harry que estaba delante de él, mirándolo fijamente, y haciendo un gran esfuerzo por controlar su magia protectora que quería lanzarse sobre el anciano mago por haberle puesto en peligro. Dumbledore se dio cuenta de que el poder de Harry era superior al suyo con creces y por primera vez se planteó si lo que estaba haciendo tenía algún sentido.

Los ojos de Harry se volvieron más verdes, adoptando un color claro, como el primer verde de la gama del arcoiris, casi blanco y una pequeña marca en su sien derecha empezó a florecer como siempre le ocurría cuando empezaba a perder el control sobre su magia shygard. Derin fue el primero en darse cuenta de aquello, demasiado acostumbrado a ver a Harry en aquel estado durante las batallas y los combates en los que habían participado hombro a hombro, cuidándose mutuamente las espaldas, y con la tranquilidad que le caracterizaba se acercó hasta Harry colocándole una mano sobre el hombro y dejando que su propia aura y magia lo rodeara para que el muchacho lo reconociera.

-Tranquilo… -le susurró Derin-… luego te encargarás de él… Tranquilo…

Las palabras del dios guerrero le llegaban en una onda lejana y distante, casi hipnótica; Harry quería detener su magia, quería recuperar el control de su cuerpo pero le resultaba imposible hacerlo. Le había advertido muchas veces y no le había escuchado, ¿por qué no le escuchaba? ¿Por qué maldita sea, no le escuchaba por una vez en la vida?

Un aura dulce y cálida se mezcló con la fuerte y autoritaria de Derin. Giliath.

-Ainur… relájate… no quieres hacerlo… aún no es el momento…

Sabía que tenía razón e intentó relajarse y recuperar el dominio de su magia, pero no podía hacerlo, estaba demasiado enfadado y no podía remediarlo. Una nueva aura, protectora y carismática lo abrazó envolviéndolo en una sensación conocida, familiar, tranquila y armónica. Erebor estaba rozando ligeramente su sien derecha en un intento por que la magia no saliera de su cuerpo de forma involuntaria.

-Feamor Harry… él es la prioridad ahora… Feamor…

Harry parpadeó por primera vez desde que todo había empezado; la mesa de los profesores empezó a tambalearse ante la onda del poder que el chico intentaba controlar. Los vasos se movían rítmicamente, los platos golpeaban la superficie del mantel, los profesores se apartaron de la mesa excepto Albus que seguía mirando a Harry temiendo romper aquel lazo invisible que los unía.

El color de los ojos del chico empezó a oscurecerse, a recuperar su vivo verde; el aire alrededor de Harry se calmó; sus puños empezaron a aflojarse y la túnica ya no levitaba a su alrededor, el flequillo cayó sobre su frente ocultando la cicatriz que tan famoso le había hecho sin él quererlo y el chico respiró un par de veces al notar como recuperaba el control de su magia, él controlaba su magia, no la magia a él. Contra su pecho, la lágrima de Lahntra se humedeció en señal de haber llorado por él. Como siempre ocurría, como siempre ocurriría.

Erebor fue el primero en hablar, rompiendo el silencio creado por lo recién ocurrido.

-Ainur… -Harry asintió, notando la preocupación de su guardián.

-Estoy bien, lo tengo controlado, Erebor. Y en cuanto a usted –siguió mirando fijamente al director ante la atónita mirada de los profesores y alumnos que habían en el comedor y no entendían qué ocurría ni qué podía haber pasado para que el chico dorado le hablase de aquel modo tan frío a quien había sido su protector durante cinco años-, enseguida iré a su despacho; y si alguien ha sufrido algún daño, le haré responsable directo de esto. Se lo advertí –le dijo el chico-. ¿Por qué, por Lahntra, nunca escucha?

-Ainur –lo llamó Giliath.

-Voy –dijo el chico -. Id delante. No quiero que nadie se acuerde de esto –pidió Harry. Dirigió su mirada helada hacia la mesa de los leones y sonrió a medias-. Granger, Weasley, Malfoy, Snape y Dumbledore. Nadie más.

Derin asintió en silencio y le hizo un gesto a Giliath y Erebor para que se fueran primero. Antes de que nadie supiera qué estaba pasando, un remolino de agua que Giliath había creado abriendo su mano y elevándola hacia el aire en un gesto elegante y coqueto, se tragó a Giliath y Erebor.

Derin permaneció unos segundos más mirando a Albus Dumbledore que permanecía en su silla, los ojos desorbitados aún pendientes del lugar donde Harry había desaparecido.

-Le dije que no se metiera con él –le replicó el dios con una mirada fría y directa-. No diga que no se lo advertí.

El profesor de duelo sin magia se dirigió entonces hacia la mesa de los leones y se detuvo a la altura de Hermione Granger que había visto toda la escena y ya estaba pensando en cómo podían haber hecho aquello y quienes podían ser para poder hacer aquello frente a Dumbledore sin que el director, el mago más poderoso, pudiera haber hecho nada para evitarlo.

-Te dije que no lo hicieras –le advirtió a la chica-. Ahora, atente a las consecuencias –sus ojos se detuvieron en Ron quien tragó con cierta dificultad; una media sonrisa en el rostro de Derin fue suficiente para advertirle que él tampoco debería meterse en los asuntos de Harry.

Un giro de su mano fue suficiente para que un remolino de agua y fuego lo envolviese; no le gustaba hacerlo tan impresionante, pero sabía que Harry les haría olvidar lo que habían visto y hacer que lo pasaran mal unos minutos viendo lo poderoso que podía llegar a ser no les haría ningún daño.

Dumbledore observó como las manos de Harry se cerraban sobre su pecho y las abría cuando una pequeña luz irradiaba queriendo salir de allí, una esfera azulada salió de su mano creando un grito de sorpresa y de admiración por parte de los alumnos y los profesores confusos que no sabían qué hacer o qué decir.

-Estalla… -susurró Harry a la esfera con cierto cariño en su voz.

La bola de energía se empezó a expandir por encima de las cabezas de los alumnos hasta que su radio alcanzó toda la sala donde estaban y explotó literalmente sobre ellos, en una delicada lluvia de pequeños meteoritos azulados brillantes que se quedaban sobre sus cabezas y sus cuerpos.

Alumnos y profesores parpadearon unos segundos antes de volver a la realidad, siguiendo con la comida que tenía cada uno en su plato correspondiente; sólo aquellos que recordaban lo que había ocurrido miraron a Harry Potter mientras éste salía del Gran Comedor a toda prisa, la mirada baja y decidida, la cicatriz resplandeciendo en su frente y su capa ondeando a ras del suelo en un gesto que a muchos de los que lo vieron se les antojó demasiado Slytherin. A Harry no le importó.

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Sentado frente a la chimenea, observando el crepitar del fuego y arrebujado en sus ropas negras pese a que no tenía frío y lo hacía únicamente por costumbre más que por otra cosa, Severus Snape meditaba lo que había pasado hacía unas horas mientras se frotaba el brazo por encima de la túnica, allí donde la marca tenebrosa, símbolo de lo que una vez había sido, permanecía imborrable en el tiempo. Cualquiera hubiera pensado que estaba pensando en lo acontecido en la clase del gigante; después de todo, un pegaso negro era algo que no se veía todos los días; había visto como Potter salía del gran comedor a grandes pasos, había visto sus ojos centellear de furia y había visto la forma en que había mirado al director; en aquel momento, él había sabido que fuera lo que fuera lo que Albus hubiese hecho esa vez, Potter no le iba a perdonar.

Pero no era eso lo que mantenía la cabeza del profesor de pociones envuelta en un mar de dudas y brumas, no, era lo que había ocurrido aquella mañana, antes de la comida, cuando tuvo que cancelar una clase porque notó el ardor en su antebrazo y el dolor en todo su cuerpo ante la llamada de su señor.

(flashback)

-Hace mucho que no venías a verme, Severus –anunció Voldemort con voz inusualmente tranquila.

Snape se puso alerta enseguida; conocía aquel tono de voz y no presagiaba nada bueno; después del ataque que había habido en Hogsmeade y en el que Voldemort no había conseguido nada, sabía que estaría de mal humor, y sabía también que la mayoría de los mortífagos ya habrían sufrido de alguna forma, su enfado.

-No tenía ninguna información que ofrecerle, mi señor –dijo el profesor Snape. Notó como la mente le era traspasada con un cuchillo ardiendo y se apresuró a añadir antes de que Voldemort notara nada algo más que sonara convincente-. Dumbledore está tan confundido con la bestia que apareció en Hogsmeade que aún no se ha pronunciado.

Voldemort asintió.

-Ya veo… -dijo sin decir nada más-. Lucius me confirmó que dejó a su hijo a merced de la quimera ¿puedes decirme algo sobre eso?

-Malfoy hijo está bien, señor, un poco confuso, pero sigue con vida –aquello pareció satisfacer al señor tenebroso que asintió despacio como si aquella información fuera valiosa.

-¿Quién lo ayudó? –Snape no contestó dándole a entender a Voldemort que estaba pensándolo, cuando en realidad no sabía qué contestarle.

-El nuevo profesor de DCLAO, mi señor –dijo con cierto desdén que hizo sonreír a Voldemort, pues por él era sabido que Snape ansiaba el puesto de esa asignatura casi tanto como él lo había deseado hacía tiempo.

-¿Lo conoces bien?

-No mi señor –dijo sin mentir-. Se mantiene lejos del resto de profesores y yo tampoco soy muy sociable, si empezara a serlo con él, sospecharían, mi señor.

Voldemort asintió de nuevo en silencio.

-Necesito que hagas algo –ordenó más que pidió el señor tenebroso.

-Estoy a sus órdenes, mi Lord –aseguró Severus sin atreverse a mirar aquellos ojos rojizos inyectados en sangre.

-¿Conoces a alguien llamado Ollivers?

El profesor no hizo ningún gesto de que aquella noticia le sorprendiera, aunque por dentro estuviera preguntándose por qué debía vigilar a esa chica que parecía haber entablado una buena amistad con Potter.

-¿Ollivers? Hay una chica en cuarto curso de Gryffindor, mi señor; Verónica Ollivers, una bruja muy inteligente, demasiado para su edad, si se me permite decirlo, señor.

-Entiendo… Severus, quiero que vigiles de cerca a Verónica Ollivers. Quiero saber qué hace, cuándo lo hace y por qué lo hace; quiero que la mantengas vigilada las veinticuatro horas del día ¿entiendes? –preguntó en una orden-. Y quiero saber todo lo que hace y cualquier cosa extraña que observes.

-¿Mi señor, puedo hablar?

-Adelante –invitó Voldemort.

-Ollivers ha desarrollado una reciente amistad con Potter, señor.

-Ya veo… -pareció meditar un segundo lo que iba a decir, y si no fuera porque Snape conocía a su señor tan bien como para saber que aquel gesto de pensamiento sólo era una pose, lo hubiera engañado-. De momento, sólo vigílala, ¿de acuerdo?

-Sí mi lord. ¿Algo más mi señor? Debo volver al castillo antes de que noten mi ausencia. –le indicó el profesor de pociones deseando salir de allí. Nagini se alzó y siseó algo que Snape no logró entender.

Odiaba el modo en que el señor Oscuro hablaba pársel, sonaba siniestro, oscuro, maléfico; nada que ver con la vez en que había escuchado a Potter hablarlo durante segundo, cuando Draco lanzó un hechizo en el duelo que mantenían, haciendo aparecer una serpiente.

-Nagini me pide que si podrías preparar un poco más de esa poción que activa sus sentidos y aumenta el poder de su veneno –dijo como si no fuera importante-, hay un par de mortífagos a los que quiere asustar un poco –añadió con cierto tono divertido y jocoso que a Snape le pareció despreciable.

-Por supuesto, mi Lord. Se la enviaré mañana a primera hora.

-Eso es todo, Severus, puedes retirarte.

-Gracias, mi señor.

(fin flashback)

Suspiró. Tenía que hablar con Potter y enseguida.

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Delante del pegaso, Erebor, Giliath y Derin levantaron un escudo protector de inmediato; sabían que con Harry cerca Feamor se calmaría, pero habían recibido demasiados golpes de aquella bestia magnífica para no ir con cuidado y seguridad.

Feamor estaba alborotado, furioso y nervioso; los dioses comprendían que intentar engañar al caballo había sido una mala idea y el hecho de que el semi gigante hubiera intentado domarlo, cosa que sabían porque aún tenía las riendas rotas en las manos, no lo había mejorado ni lo había ayudado en absoluto.

Danah Donovan, una chiquilla de piel oscura y ojos negros, con el cabello trenzado aquel día en pequeñas trencitas africanas, estaba paralizada del miedo cerca de donde Feamor relinchaba alzando sus patas delanteras y extendiendo sus alas negras en un intento de protegerse.

Derin quiso intervenir cuando una de las niñas del grupo, con la túnica de Gryffindor, se acercó al animal lentamente con ambas manos levantadas y sin perder el contacto visual. Pequeños susurros se escuchaban salir de su boca, palabras tranquilizadoras. Erebor detuvo a Derin sujetándolo por el brazo y el dios guerrero se giró para mirarlo.

-Es Ollivers –dijo por toda respuesta a la pregunta silenciosa que Derin le estaba planteando con la mirada.

Harry apareció en aquel momento en un remolino de viento que se cerró sobre él como una columna de fuerza y resistencia y que sólo se apartó cuando el chico lo deseó, demostrando una vez más a los dioses, que él poseía el control del viento por encima de los demás elementos.

-¿Qué diablos…. –empezó a decir al ver a Danah tirada en el suelo.

-Espera Ainur –le recomendó Giliath-. Veamos qué ocurre.

-No pienso esperar a que Feamor le de un golpe a Verónica, Giliath –contestó él dirigiéndose hasta el caballo.

Erebor se giró hacia Giliath después de mirar al animal que tapaba el rostro y la figura de Verónica.

-¿Cómo sabe que es ella?

Giliath sonrió a medias antes de cruzarse de brazos sabiendo que Harry controlaría a Erebor de forma casi inmediata.

-¿Cómo no saberlo? –preguntó la diosa contestando a su pregunta. Derin a su lado sonrió.

Harry pasó como un torbellino cerca del grupo de Gryffindor y Hufflelpuff que se había arremolinado junto a Hagrid, exactamente detrás del gigante, a unos veinte metros de donde estaban Donovan, Feamor y Verónica; estiró una mano hacia el grupo y murmuró unas palabras antes de que una fina capa de escarcha los cubriera a todos congelándolos momentáneamente, proceso que repitió con Danah.

-¿Estás bien? –le preguntó a Verónica.

-Sí, pero creo que está un poco alterado –le contestó ella sin perder de vista al pegaso.

-Ponte detrás de mí –le indicó Harry. Ella dudó-. Tiene que reconocer mi magia Verónica, ponte detrás de mí.

Y ella obedeció. Casi podía acariciar el aura de Harry que empezó a envolverlo de nuevo, casi podía sentir la calidez y la fuerza de la magia del chico, notar la sensación de armonía y la intensidad con la que él dirigía su magia y su propia aura, su propia alma hacia Feamor que había dejado de relinchar pero mantenía sus ojos fijos en Harry, como si no lo acabara de reconocer, como si supiera que lo conocía pero sin saber de qué, ni por qué.

-Feamor… pequeño… -empezó a decir el chico.

El caballo relinchó y pateó el suelo. Harry suspiró y Verónica se dio cuenta de ello.

-¿Qué…

-Está nervioso… han intentado engañarle y su orgullo le obliga a matar a quien intenta algo así… -le contestó Harry.

"-Derin.

-¿Qué quieres Ainur?

-Si ocurre algo protege a Verónica –le pidió Harry a través de su mente.

-¿Qué quieres decir?

-Feamor está demasiado intranquilo, tengo que calmarle y necesito parte de la magia de Ahsvaldry –le contestó el chico. Silencio-. ¿Derin?

-Estoy detrás de ti –le contestó el dios-. Ten cuidado"

Las alas de Feamor se extendieron formando un cuadro espeluznante y maravilloso que obligaba a mirarle y a admirar cada parte de él. Las patas perfectas, estilizadas fuertes y musculosas, el pelaje negreo brillando bajo el sol, las alas extendidas rozando algunas de las ramas más bajas de los árboles que los envolvían, sus patas delanteras resonando en el silencio y sus ojos negros clavados en Harry sin apartar la mirada ni un segundo.

El chico cerró los ojos, convocando a su propio poder, tomando la energía de todo aquello que le rodeaba, invocando al viento para que lo envolviese y lo protegiese en caso de ser necesario. Notaba la presencia de los tres dioses cerca de él, demasiado cerca, sonrió, los tres le estaban dando parte de su magia para que Feamor reconociese en ellos la presencia del joven Ainur.

Verónica contempló cono una luz blanca y dorada cegadora casi, envolvía a Harry como si un escudo de luz natural y artificial, al mismo tiempo, se fundieran en el cuerpo de él, rodeándolo, envolviéndolo, protegiéndolo en un gesto de absoluta precisión y compenetración. Y quizá fuera sólo una visión, una ilusión o quizá fuera real, Verónica no lo sabía con ciencia cierta, lo único que sabía es que cuando eso ocurrió, el cuerpo de Harry resplandeció con una magia interna que explotó desde su propio interior produciendo que ella lo viese como la persona y el mago más poderoso de todos los tiempos, casi pudiendo acariciar con las yemas de sus dedos la magia que lo envolvía, como si fuera un sueño que pudiera desvanecerse en cualquier momento.

-Feamor… tranquilo… soy yo, pequeño… lo sabes… reconóceme… -susurró Harry extendiendo sus brazos y acercándose al animal despacio-… Sabes que soy yo… no te haría daño… eres mi pegaso… me has esperado por cientos de años… igual que yo te he buscado a ti… -se acercó un poco más. Feamor bajó la guardia y dejó de patear el suelo-… es mi magia, es tu magia… se complementan… -el pegaso bajó sus alas relajándose-… Nuestros espíritus y destinos están unidos… -susurró Harry a media voz a apenas dos metros del animal-… Vamos… sé que no quieres hacerlo…

Y entonces ocurrió. Feamor guardó sus alas apegándolas a su lomo negro, afirmó con la cabeza en silencio y relinchó mientras miraba a Harry, sus ojos negros, recuperando el brillo de la dulzura que Verónica había visto en él la primera vez.

Casi como un animal al que hubieran regañado, Feamor bajó la cabeza cuando Harry lo palmeó en la frente, acariciándolo hasta el morro una y otra vez, con aquella media sonrisa que al chico dorado tan bien le sentaba, a juicio propio de Verónica.

-Ya está pequeño… no pasa nada… -lo alentó Harry-… Vuelve al bosque… -le ordenó.

Feamor se separó de él y antes de perderse de nuevo entre la espesura del bosque oscuro, miró a Verónica y se inclinó ante ella en una muda muestra de respeto y de disculpa que la chica correspondió con una media sonrisa y un gesto de negación, indicándole al animal que no tenía importancia.

Harry se dirigió a Verónica sonriendo al notar el alivio en las auras de los tres dioses que seguían allí mirándoles, esperando una indicación de él para tener que intervenir.

-¿Estás bien? –otra vez aquella pregunta.

La chica atinó esta vez a asentir solamente. Estaba demasiado shockeada por lo que había ocurrido para contestar; Harry entendía qué era lo que le ocurría, una vez pasado el efecto de la adrenalina del momento Verónica se había dado cuenta de que si Feamor se hubiera puesto un poco más violento o si él no hubiera llegado en ese momento, quizá el caballo la hubiera atacado y nadie había salido nunca vivo del ataque de un pegaso negro, ni físicamente, ni mágicamente.

-Ya está… está todo arreglado… -Harry se acercó a ella y se arrodilló delante de Verónica, quedando a la altura de ella.

Giliath se acercó en aquellos momentos y Harry lo agradeció realmente porque no sabía qué debía hacer.

-Yo me ocupo de ella –aseguró Giliath rodeando a Verónica por los hombros-. Vamos, necesitas descansar, y quizá una poción recuperadora. Lo has hecho muy bien, pequeña –la alentó haciéndola sonreír.

Harry las siguió con la mirada mientras Giliath se la llevaba al castillo. Erebor se acercó hasta él y colocó una mano sobre su hombro.

-Estará bien –Harry asintió-. ¿Estás bien?

-Sí… sólo enfadado –contestó el adolescente. Miró al grupo de niños que permanecían congelados e hizo un gesto con su mano haciendo que la escarcha que los cubría fuera desapareciendo lentamente-. Ocuparos de ellos, que ninguno esté herido y que olviden lo ocurrido.

-¿El profesor?-preguntó Derin.

Harry miró al semi gigante con una mezcla de tristeza y comprensión. Conocía perfectamente a Hagrid, sabía que el gigante tenía un buen corazón y que el único crimen que había cometido había sido el mismo que él había cometido durante años enteros, confiar en la palabra de Albus Dumbledore. Negó con la cabeza.

-Que no recuerde nada –le contestó a Derin-. No ha hecho nada más que dejarse engañar. Fue la primera persona que conocí del mundo mágico y la primera persona que no me escondió quienes eran mis padres- Derin y Erebor asintieron-. Luego nos vemos.

-Ainur –lo llamó Erebor. Harry se detuvo pero no se giró-. No lo mates ¿de acuerdo?

Harry sonrió a medias.

-Si no lo hace él, lo haré yo pronto –reclamó Derin.

Erebor sonrió. Dumbledore acababa de ganarse dos poderosos enemigos, y uno de ellos era él mismo.

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Frío, tenso y enfadado. Así fue como Dumbledore describiría la actitud de Harry Potter más adelante el día en que entró en su despacho llevando en su mano las cinchas negras que él mismo había encantado para que Hagrid utilizara con el pegaso negro. Cerró los ojos un segundo, esperando que aquello fuera un mal sueño, una pesadilla, algo irreal y que no estaba ocurriendo en verdad.

No había pensado que Harry se diese cuenta de nada, no había pensado en aquella posibilidad. Con todo el poder que el muchacho había demostrado tener, ¿por qué no había pensado en aquello? Era como si hubiera olvidado que aquel muchacho había cambiado y que ya no estaba bajo su tutela.

-¿Qué diablos significa esto?

Harry dejó las riendas negras sobre la mesa del director, frente a sus ojos mientras le hacía la pregunta de forma calmada, quizá demasiado calmada y tranquila para que esa fuera su verdadera reacción.

-Tranquilízate Harry.

-¿Qué me tranquilice? Le pedí que no le hiciera nada a Feamor; le pedí que no se atreviera a hacerle nada a Feamor. ¡Por su estupidez, Danah Donovan casi muere en CCM, ha tenido suerte de que alguien en quien Feamor confía estuviera en esa clase y pudiera calmarlo! –volvió a gritar al recordar la escena con la que se había encontrado: Tres dioses perplejos de que Feamor estuviese atendiendo a las palabras de Verónica Ollivers; Danah Donovan tirada en el suelo, aparentemente porque se había acercado a Feamor por orden de Hagrid y el pegaso la había golpeado ligeramente en tono de advertencia, y diecinueve chicos y chicas de Hufflelpuff y Gryffindor de cuarto curso asustados, a veinte metros de donde estaba Feamor.

Los ojos del anciano se abrieron ante aquella revelación.

-Más respeto Potter –protestó uno de los cuadros mágicos del despacho-. Albus siempre tiene una buena razón para hacer lo que hace.

-¿En serio? –el chico alzó una ceja sin quitarle la vista de encima al director, pero manteniendo la conversación con el cuadro-. ¿Y sabe usted, señor –preguntó con cierto desdén-, que Albus Dumbledore me ha estado manejando a su antojo desde que mis padres murieron? –el cuadro no contestó-. Lo suponía. Así que si no le importa, deje que sigamos con esta conversación privada a no ser que quiera quedar como un borrón de pintura normal, señor –añadió-. ¡Y deje de hacer eso! –gritó al viejo director mientras hacía que los muebles de la habitación temblasen mientras intentaba controlar su poder.

-¿Pensaba que Feamor se dejaría dominar tan fácilmente? –preguntó el chico-. ¿Qué no se daría cuenta del hechizo? Sólo está tranquilo cuando yo estoy con él, ¿de verdad piensa que unas riendas hechizadas con mi presencia sería suficiente para que estuviese tranquilo? –volvió a preguntarle con una sonrisa sarcástica

Albus parpadeó ligeramente; había intentado entrar en la mente del chico como tenía por costumbre, casi en un acto reflejo y se había topado con una complicada red de laberintos guardada hasta el más mínimo rincón por una barrera invisible. Una ligera capa de escarcha apareció en los cristales de las ventanas, llenando la habitación de frío y consiguiendo que el fuego de la chimenea se extinguiese por completo. Un aura de poder frío se apoderó del espacio alrededor de Harry que miró a Albus con los ojos entrecerrados.

-Harry cálmate… Hablemos…

-De acuerdo, quiere hablar –Harry suspiró y respiró un par de veces para controlar el mal genio mientras se sentaba en una de las sillas del despacho de forma descarada-. Hablemos. ¿Por qué me mintió durante todo este tiempo?

-Harry, ya hemos hablado de eso…

-No, no lo hemos hecho. Usted ha hablado pero yo no he dicho nada y la verdad es que me gustaría saber por qué no intercedió por Sirius, por qué me envió con mis tíos, por qué evitó que Snape hiciera esa maldita poción, por qué me ocultó quién era –su voz sonaba calmada, demasiado calmada. Albus lo sabía-. Me ha manipulado cómo ha querido desde el mismo momento en que nací –le acusó-. Y no creo equivocarme si me aventuro a decir que fue usted quien convenció a mis padres para que tuvieran un hijo –añadió mirando a los ojos de Albus directamente-. Desde el principio… Lo tenía todo planeado desde el principio.

-Jamás quise que esto ocurriera Harry… -empezó a decir el director con voz cansada-. Yo quería a tu madre y respetaba a tu padre… Jamás les hubiera deseado ningún mal.

-No haga eso –le pidió Harry-. No intente manipularme de nuevo a través del recuerdo de mis padres. Mi madre no confiaba en usted –Albus le miró-. ¿Creía que no me enteraría? Mi madre nunca confió en usted desde el momento en que me cogió de sus brazos y me miró a los ojos… -soltó una risita sarcástica y burlona-. Mi madre no deseaba que usted fuera su guardián secreto porque no confiaba en usted.

-Jamás creí que fuera a pasarles nada, Harry… Debes…

-¿Qué? –preguntó Harry- ¿Qué es lo que debo hacer? Supongo que confiar en usted, creerle, admitir que todo lo que me diga va a ser verdad, que no va a mentirme nunca… ¿Es eso lo que debo hacer? –lo miró-. O mejor aún, debo confiar en Granger y Weasley para que después vengan a contarle todo lo que hago ¿cierto? O mejor aún, debo alejarme de Remus, sí, eso es; debo alejarme de Remus porque es lo único vivo que queda del pasado de mis padres, ¿verdad?

-Jamás te pediría que hicieras algo así, Harry.

-Tiene razón –el chico le contestó rápido-. Usted no me pediría algo así nunca, simplemente me lo ordenaría o lo haría a mis espaldas, mintiéndome después porque claro, seguramente sería por mi bien –Albus no contestó-. Le pedí que se alejara de los que me rodean, esa era la condición indispensable para que yo volviera a Hogwarts, ¿lo recuerda? –el anciano asintió con pesar-. Y no lo ha cumplido.

-Comprende que después de lo que me contaron que ocurrió en Hogsmeade tenía que comprobar que…

-¿Qué tenía que comprobar? –preguntó Harry con voz fría y los ojos distantes-. ¿Esto?

Harry estiró una mano hacia la pared del fondo que tenía detrás de él y sin decir nada, sin murmurar, sin hablar, la pared de piedra estalló y con ella, todas las cosas que allí habían. Dumbledore miró el agujero que Harry acababa de provocar y luego miró al propio chico que volvió a estirar la mano restaurando la pared con un simple murmuro.

-¿Esto es lo que tenía que comprobar? –le preguntó fríamente Harry.

-Así que es cierto… puedes hacer magia sin varita… -murmuró Dumbledore.

-Oh, sí, claro que puedo hacer magia sin varita, aunque supongo que a lo que usted se refería era a esto otro ¿verdad? –dijo abriendo su mano frente al hombre y dejando entrever una esfera negra que brillaba con luz propia irradiando oscuridad a su alrededor que se formaba y se movía a antojo y deseo de Harry-. Supongo que Weasley le habló de esto y de mi pequeño encuentro con Bellatrix, ¿cierto?

Dumbledore miró la esfera de magia negra que Harry dominaba perfectamente y le resultó extraño e inquietante. Nadie podía controlar la magia negra, muchos magos lo habían intentado sin querer perder el control de ella y sin querer que la oscuridad se apoderase de ellos y todos habían sucumbido ante el poder y la atracción de la oscuridad sobre ellos; ni siquiera él mismo podía controlar la magia negra y aquella era una de las razones por las que Dumbledore nunca utilizaba maldiciones prohibidas si podía evitarlo.

-Harry, ¿cómo…

El chico cerró la mano y cuando la volvió a abrir después de murmurar algo y sonreír, la esfera negra pasó a tener un color claro, casi blanco, con un escudo dorado a su alrededor, como si protegiera el núcleo.

-Puedes transformarla… -dijo Dumbledore realmente impresionado-… Asombroso… -murmuró el anciano.

-No sabe hasta donde llega mi poder, Dumbledore y no creo que quiera saberlo –le dijo Harry por toda respuesta.

-Lo lamento, Harry…

-Ya lo ha lamentado demasiadas veces, Dumbledore –le cortó el chico sus disculpas mirándolo fijamente. Alzó su mano hacia él y elevó un dedo, un único dedo-. Una. –le dijo-. Una sola oportunidad más; si vuelve a meterse donde no debe hacerlo, me largo; si vuelve a hacer daño a los que me rodean, me largo; si vuelve a intentar utilizar a alguien para su beneficio, me largo; ¿lo ha entendido? -Dumbledore observó como la escarcha del cristal aumentaba su grosor hasta convertirse en una gruesa capa de hielo que hizo presión sobre el cristal y acabó estallando, como todo aquello de cristal que había en el despacho.

Albus asintió en silencio y en silencio escuchó como los diminutos trocitos de cristal que antes formaban envases, objetos y otras cosas, golpeaban el suelo a sus pies, causando un dulce sonido que no iba acorde con la situación en la que se encontraban. Fawkes a sus espaldas emitió un ligero y dulce sonido que hizo sonreír a Harry quién extendió su mano hacia el fénix. Fawkes revoloteó y se posó en la mano del chico, mirándolo a los ojos verdes, reconociendo en él la presencia de otro fénix y reconociéndolo, después de inclinarse ante él en una leve reverencia de cabeza, que él era superior. Harry le acarició el cuello haciendo que el animal cerrase los ojos con placer y ronroneara dulcemente.

-Supongo que ha hablado con Fawkes –se dirigió al director sin quitar los ojos del animal-. Insistió en que quería descansar un poco de este despacho… ¿le importa si lo llevo conmigo a mi habitación un par de días?

-Así que era eso lo que Fawkes quería decirme… -dijo en voz alta el hombre mirando a su animal que no se acobardó ante la mirada inquisidora de su dueño-… Fawkes siempre ha sido libre, puede ir donde quiera, él sabe que este despacho siempre estará abierto para él.

Harry asintió y dejó que el animal revoloteara de nuevo por el despacho antes de salir por la ventana.

-Lo cuidaré bien –le aseguró el chico-. Fawkes no tiene la culpa de los errores que su dueño haya cometido –añadió antes de salir por la puerta.

Albus Dumbledore suspiró. Cansado. Estaba cansado. Y lo peor de todo, era que sabía que Harry tenía razón.

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Un par de golpes en la puerta y antes de que contestara, Harry Potter entró en sus habitaciones. Snape lo miró alzando una ceja.

-Pensé que tenía más educación, Potter; debería saber que cuando llama a la puerta de alguien, debe esperar a…

-Déjese de discursos, ¿quiere? -se dejó caer sobre una de las butacas negras que Snape tenía cerca del fuego-. No he tenido un buen día, ¿es que todo en usted tiene que ser negro? –añadió al ver que las butacas y el sofá, así como la decoración en general del cuarto era negro y verde.

-Lo siento, Potter, pero pensé que quizá le interesaría saber que el señor tenebroso me ha llamado para encargarme una misión que le afecta directamente.

-¿Qué quiere ahora Voldemort? –preguntó con cansancio Harry.

-Me ha pedido que vigile a la señorita Ollivers –dijo sin demasiado preámbulo el profesor.

Harry lo miró amenazante.

-¿Cómo?

-Quiere saberlo todo acerca de la señorita Ollivers –repitió Snape-. No sé que es lo que se trae entre manos, ni lo que quiere de ella, pero tenga por seguro que si el señor oscuro se ha propuesto hacer algo, lo intentará.

-Genial… -murmuró el chico-… justo lo que necesito ahora… algo más de lo que preocuparme… -Snape no dijo nada-. ¿Algo más que tenga que saber?

-Si le sirve de algo, no creo que su reciente amistad con la señorita Ollivers sea el motivo de su interés en ella, así que no se culpe –dijo el profesor con tono frío como siempre pero con una nota de color en su voz.- Harry le hizo un gesto de agradecimiento, asintiendo levemente en su dirección y le instó a continuar hablando-. No estaba de buen humor –Harry alzó una ceja divertido-. Por el ataque fallido de Hogsmeade –añadió el profesor-. Más de un mortífago ha sufrido sus ataques de ira.

-Mejor para mí, menos trabajo… -dijo con tono sarcástico mientras se levantaba de la butaca y empezaba a caminar hacia la puerta-. Voy a ausentarme un par de días, profesor –le confesó-, necesito que mantenga a Verónica lejos de Voldemort ¿podrá hacerlo?

El profesor de pociones asintió levemente.

-Al menos hasta que vuelva a llamarme creo que podré mantenerlo distraído con otras noticias.

-Y procure que Verónica no se entere de que es objetivo de Voldemort, ¿de acuerdo? –alcanzó la puerta y tomó el pomo-. Y por cierto, profesor Snape, -el hombre lo miró-. Gracias.

-De nada Potter; ah, Potter – el chico se detuvo en el marco de la puerta ya abierta pero no se giró-, admiro a Albus, pero a veces hace cosas que no debería hacer; le diga lo que le diga, yo no se lo echaré en cara –Si Harry se hubiera girado, hubiera visto una sonrisa sarcástica en el rostro del profesor; si Snape le hubiera visto la cara a Harry, hubiera visto su misma sonrisa en su rostro.

Dos personas diferentes que jamás habían congeniado, con el peso del pasado detrás de ellos y el odio profesado por anteriores generaciones, pero que en aquel preciso momento, parecían estar de acuerdo.

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Escuchó como alguien se sentaba frente a ella en la biblioteca, pero no alzó la cabeza hasta que escuchó y reconoció aquella voz, creyendo que era otro u otra idiota que se le acercaba para preguntarle si tenía algo que ver con Quien-No-Debe-Ser-Nombrado porque había podido calmar a una bestia oscura. Cansada de los once primeros comentarios a ese respecto, y eso que aún no era la hora de la cena, Verónica había contestado que habían más animales sueltos por el castillo que los que parecían haber en el bosque oscuro y que debían de ser verdaderos idiotas si creían que Voldemort metería en sus filas a una niña de catorce años.

-Hola… -susurró Harry.

Verónica sonrió mientras terminaba de escribir la oración; nunca le había gustado dejar las cosas a medias y aquel ensayo no era una excepción. Terminó su oración y dejando la pluma pulcramente sobre el pergamino, apoyando la plumilla en el tintero para que el pergamino no se manchara, miró al chico con una sonrisa.

-Hola… -le susurró ella también.

-¿Sabes? Corre el rumor de que eres partidaria de Voldemort –le confió divertido.

-Lo sé, me lo han preguntado ya unas…. –hizo un gesto de pensar mientras buscaba algo en su pergamino-… unas cincuenta y siete personas… -contestó Verónica.

-¿En serio entiendes a las criaturas oscuras? –un niño de Ravenclaw de primero la miraba asombrado desde el pasillo. Verónica respiró por debajo de la nariz exasperada y Harry dejó escapar una leve risa-. ¿Eres partidaria de Quien-Tu-Ya-Sabes?

-Cincuenta y ocho –dijo ella mirando a Harry. Luego se giró hacia el niño-. No, no lo soy –contestó la chica cansada-. Y su nombre es Voldemort –un escalofrío recorrió la espalda del niño antes de salir de allí corriendo asegurando que se lo contaría a su prefecto-. ¿Por qué le temen tanto a un nombre? ¡Sólo es un nombre!

-Schhhh –dos Ravenclaws de sexto le pidieron silencio aunque ni Harry ni ella supieron si era por haber dicho "Voldemort" o porque le estaban interrumpiendo el estudio; siendo Ravenclaws tenían derecho a tener dudas.

Verónica miró a Harry que parecía bastante divertido.

-¿Te parece gracioso? –preguntó frunciendo de forma infantil la nariz fingiendo enojo.

-Sí, la verdad es que desde este lado parece más gracioso que cuando te acusan de ser partidario de Voldemort –dijo él muy serio que aún recordaba su segundo curso en el que todos pensaban que él era el heredero de Slytherin-. Vamos, recoge las cosas, tengo que hablar contigo.

Y antes de que ella pudiera explicarle por qué no podía dejar un ensayo de pociones para Snape a medias, Harry ya había recogido la mitad de su material y estaba a punto de mezclar los apuntes de Transformación con los de Encantamiento, así que a Verónica no le quedó otra alternativa que asegurarle que ella podía hacerlo sola, aunque de lo que no pudo disuadir al chico fue de que le llevara la mochila.

-Necesito que me hagas un favor –dijo Harry cuando hubieron llegado al pasillo del quinto piso donde no iba ningún estudiante.

-Si puedo hacerlo… -dudó ella.

-Si no pudieras hacerlo, no te lo pediría –le sonrió y estiró una mano para apartarle un mechón que se había soltado de su trenza a medio deshacer-, voy a salir del castillo un par de días, y necesito que vigiles a Feamor; le gusta que vayan a verlo por las mañanas, con los primeros rayos del día –le dijo-; dado que parece ser que le gustas, he pensado que podrías hacerlo.

-Claro –aceptó con una media sonrisa-. ¿Dónde vas?

Harry torció la boca.

-No puedo decírtelo –le dijo el chico con una mueca que indicaba que le sabía muy mal no poder decirle nada-, pero estaré bien, te lo prometo; es solo que no pued…

-Tranquilo Harry –le dijo ella con una sonrisa-. Entiendo perfectamente que no puedas decírmelo, y no voy a presionarte para que me lo digas o algo así –añadió bromeando mientras él sonreía-, confío en ti.

-Es sólo… necesito alejarme ahora mismo de Dumbledore… -admitió con desagrado. Verónica se dejó caer contra la pared recargando su peso en ella y colocó sus manos entrelazadas detrás de su espalda para que su cuerpo no pillara el frío de la piedra. Harry se pasó una mano por el cabello-. Necesito pedirte otra cosa.

-¿Qué? –preguntó ella-. Si vas a pedirme que haga el control de las pociones de Malfoy, Parkinson y Zabinni, te diré que ya están hechas –Harry la miró-; la otra noche no conseguía conciliar el sueño –dijo sencillamente sin decirle que había tenido una pesadilla en la que la voz de su madre le recordaba que debía protegerlos a ambos.

-No, no era eso y por cierto, no me creo que no tuvieras sueño –dijo el chico, ella se sonrojó al verse descubierta, pero Harry no insistió-, aunque debo admitir que eso era lo tercero que iba a pedirte –ella le sonrió con complicidad-, quiero que escuches lo que escuches y veas lo que veas, hagas caso en todo momento de Erebor y Giliath; no importa que te digan que saltes desde la torre de astronomía –Verónica le miró enarcando una ceja mientras desentralazaba sus manos y se cruzaba de brazos-; bueno, vale, en ese caso no, pero prométeme que…

-De acuerdo, les haré caso.

-Y acudirás a ellos ante cualquier problema o cosa extraña que te ocurra –añadió Harry.

-De acuerdo, de acuerdo, lo prometo…

Harry miró a la chica un par de segundos antes de decirse cómo despedirse de ella, sólo eran dos días, sí, pero para él serían dos meses. Puede que no fuera la chica más bonita del colegio, ni tampoco era delgada, pero era especial a su modo y por mucho que lo negase y por mucho que le costase admitirlo, se estaba enamorando de ella, si es que no lo estaba ya.

Había repasado en su cabeza cientos de veces el modo en que le diría que debía marcharse, le haría prometerle que tendría cuidado, que haría caso a los dioses y ya estaba, ella se iría por su lado y él por el suyo; pero ahora que la tenía delante, sonriendo, con el cabello recogido en aquella trenza medio deshecha que caía sobre su hombro y la mirada alegre tras los cristales de las gafas… no podía dejarla tan fácilmente.

-¿Estás bien? –preguntó Verónica preocupada de que Harry se hubiese quedado callado.

-Sí –contestó él rápido-. Será mejor que me vaya… -señaló la puerta donde quedaba su habitación y ella asintió mientras tomaba su mochila para marcharse de allí-. Sólo serán dos días –le dijo-; luego podremos seguir con nuestro juego de preguntas –añadió con tono divertido.

Ella le sonrió.

-De acuerdo; pero ves pensando en ésta: ¿si pudieras cambiar algo de tu vida, qué sería?

Harry sonrió; aquella pregunta era muy fácil para él.

-¿La misma pregunta para ti? –preguntó el chico de vuelta mientras ella empezaba a caminar hacia las escaleras. Verónica se giró y asintió.

-Claro, ¿por qué no? Si quieres saber la respuesta, vuelve en dos días –añadió alegre mientras bajaba las escaleras.

Harry Potter sonrió. Sí, definitivamente se podría enamorar de esa chica… al final Erebor y Remus tendrían razón… quizá ya lo estaba.

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Bueno, que tal ha estado? Bien? Mal?

Espero que os haya gustado y me dejeis vuestras opiniones, de acuerdo?

Ya sabéis que acepto consejos, criticas constructivas, opiniones y sugerencias, eso sí, no me dejeis demasiadas maldiciones ok?

Aps, se me olvidaba, por si a alguien le gusta la pareja Draco-Hermione, tengo un oneshot nuevo sobre esta pareja "Volvamos a casa", así que si quereis, pasad y dejad un mensaje ok?

Que tengais una buena semana, sed buenos!

Nos leemos pronto!

En el próximo capítulo…

"-¿Sabías que Draco Malfoy es el portador del colgante de Elea y que Severus Snape es su guardián?

-Si veo a Dumbldere antes de conseguir calmarme por completo puede que cometa alguna estupidez

-Espera, ¿alguien ha conseguido manipular a la Reina?"

"-Les echas de menos, aún les echas de menos…

-Creo que siempre lo haré ¿Sabes algún hechizo para lograr que esa culpa desaparezca?

-Despídete de tu culpa y de tus miedos, Remus"

"-Pero ya os lo he dicho, no tengo ni idea de dónde puede estar

-¿Sabes que no debes mentirle a un prefecto?

-¿Y vosotros sabéis que a los amigos no se les traiciona haciendo planes a sus espaldas en la biblioteca?

-Si Harry deja de estar con ella volverá a necesitar un amigo y entonces entraremos tú y yo"

"A ti, mi bebé que me estás leyendo, soy Lily Evans, tu madre…

-Tu petición ha sido aprobada…"

"-Con todos mis respetos, no creo que sepan la gravedad que supondría que Voldemort hubiera…

-¿Está insinuando que Derin dejaría que alguien se acercara lo suficiente a Harry como para poder hacerle daño?

-¿Y qué propone usted? ¿Encerrar a quien se quiere proteger?"

"-¿Blaise? ¿Qué crees que estás haciendo?

-Tienes que irte ahora de la habitación, Draco

-Condenado… ten cuidado

-Tú también"