Hola a todo el mundo, que tal estáis?
Buenos, antes que nada, disculparme por no haber contestado a los reviews de la última semana… pero he estado un poquitín ajetreada porque aunque no lo creais tengo vida propia fuera de los fics :p
En fin, os contestaré en cuanto haga un huequito vale?
Pero he leído todos los reviews y os los agradezco todos y cada uno de ellos.
Ahora a ver, el capítulo… ¿recordáis cierta carta que Stell tiene guardada que había escrito Lily para Harry?
Bueno, si leeis el capítulo quizá sepáis qué ponía en la carta :D
Espero que la lectura sea de vuestro agrado y la disfrutéis.
Y ya sabéis, seguid dejando reviews.
Un besito, nos vemos abajo!
CAPITULO 24: Dulce carta
"-¿Puedo volar?
Erebor alzó la vista de la poción que estaba preparando con nuevos ingredientes; Harry le había hablado de Remus Lupin y de su licantropía y el dios había pensado que quizá podía investigar un poco acerca de cómo hacer una poción matalobos más eficaz que la que Harry decía que Lupin tomaba, quizá incluso hallara la cura para la licantropía.
-¿Qué? –preguntó el dios vigilando el fuego verde bajo el pequeño caldero-. Hazme un favor, dame esas hojas de estrella que hay allí –pidió sin señalar un sitio en concreto. Escuchó a Harry resoplar por lo bajo y sonrió; realmente tenía la misma impaciencia que su madre; pese a ello, notó como las hojas aparecían flotando ante él-. Gracias… Espera un segundo –añadió al ver que el chico iba a decir algo más. Harry obedeció observando como el dios echaba las hojas al agua hirviendo y ésta se tornaba de un color rojizo que hizo que el dios frunciera el ceño-. Demasiada sangre de duende… -se lamentó antes de pasar su mano abierta por encima del caldero para apagar el fuego y desvanecer la poción. Se giró hacia el chico-. Bien, ¿qué ocurre?
-Estaba hablándole a Derin de la sensación que volar en escoba me producía y me ha dicho que no me lamentara tanto, que seguro que con mi elemento podía incluso volar sin necesidad de ninguna escoba.
-Y has venido a preguntarme si es cierto o sólo es una tontería más de las tuyas que se te han pasado por la cabeza, ¿verdad? –Harry no contestó, pero sus mejillas se sonrojaron levemente y el dios sonrió-. Depende.
-¿Depende? –frunció el ceño-. ¿Qué clase de respuesta es esa?
-Cada persona, dioses en nuestro caso –lo miró un segundo antes de volver a hacer aparecer agua en el caldero-, posee afinidad con un elemento; tierra, agua, fuego y aire –enumeró tomando un par de frascos de la estantería que tenía cerca-. Cuando nuestros poderes se desarrollan, descubrimos cuál es nuestro elemento y podemos utilizarlo para potenciar nuestra magia.
-¿Qué elemento tienes tú? –Erebor sonrió.
-El mismo que tenía tu madre, el fuego –le dijo echando raíces de abedma al caldero-, uno de los más peligros de controlar, si se me permite decirlo.
-El fuego es temperamental, es lo que me has dicho –Erebor asintió mientras calculaba el tamaño del fuego al que debía cocer el agua-, pero tú siempre estás calmado… no lo entiendo.
-He aprendido a controlarlo –se encogió de hombros-. Mi temperamento sólo sale a relucir cuando aquellos que me importan están en algún tipo de peligro –añadió con una media sonrisa.
-¿Y Giliath?
-Agua –se encogió de hombros.
-¿Eso tiene alguna relación con que cada vez que ella está enfadada la cascada del río brota con más fuerza? –preguntó Harry curioso.
-Sí –Erebor reprimió una risa-, tiene mucho que ver. En realidad, yo creí cuando conocí a Giliath que su elemento sería el fuego, es muy temperamental, ¿sabes? –añadió en tono confidente haciendo al chico sonreír.
-Derin me ha dicho que el posee la tierra.
-¿Acaso crees que podría haber otro mejor para Derin que la tierra? Después de todo, él siempre piensa frío, y no se deja llevar por sus emociones, no es temperamental como el fuego, ni volátil como el aire ni peligroso como el agua –se encogió de hombros.
-¿Y cuál es mi elemento? –preguntó Harry. Erebor sonrió-. Venga, seguro que tú lo sabes.
-No, eso no lo sé –le aseguró Erebor.
-¿Con qué elemento se puede volar?
-Con el aire, Ainur –le contestó Erebor mientras cortaba tres pétalos de rosa negra y lo mezclaba en el mortero con la raíz de calándula.
-Entonces yo…
-No va así, Harry –rió divertido Erebor-. Tienes que sentirlo… tienes que sentir cómo forma parte de ti, como se apodera de ti, como se mezcla contigo; si no lo sientes así, si no sientes eso, no puedes…
-¿Y si te digo que lo he sentido? –preguntó Harry tozudo. Erebor suspiró y apagó el fuego, estaba claro que aquel día no iba a encontrar ninguna cura para nada. Se giró para mirar a Harry.
-¿Qué has sentido? –preguntó Erebor.
-La libertad al sentir el viento, Erebor –le contestó Harry-, cuando hay viento tengo la sensación de que todo es posible, me siento seguro, bien, libre, capaz de hacer cualquier cosa… Es como si fuera una parte de mí que siempre está en todas partes…
-¿Estás seguro de eso, Ainur?
-Completamente Erebor.
-Yo hubiese jurado que tu elemento era el agua o el fuego, incluso habría apostado por la tierra… pero… -frunció el ceño-… déjame probar una cosa, ¿de acuerdo?
Harry asintió.
Erebor tomó cuatro frascos diferentes de las estanterías y los colocó a una distancia de tres metros de donde se encontraba Harry.
-Cógelos –Harry se movió-, sin moverte del sitio –finalizó Erebor la frase con una mirada de reproche.
-¿Qué?
-Un elemento para cada frasco, el elemento que funcione, será el tuyo –le sonrió con complicidad encogiéndose de hombros-. Ve practicando, tengo que ir a buscar a Giliath.
-¡Pero si hoy no me tocaba practicar! –protestó Harry ya que era el primer día libre que los dioses le dejaban libre de cualquier clase.
Erebor le sonrió y le palmeó el hombro.
-Nunca preguntes nada si no sabes qué te pueden contestar; ¿quieres saber si puedes volar? –le preguntó - ¿quieres saber si el aire es tu elemento? Entonces practica."
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-¿Te encuentras bien?
Harry asintió mientras se sentaba en la cómoda butaca de la sala de visitas privada del Príncipe, donde Stell le había conducido después de que el muchacho apareciera en un remolino de viento con Derin a su lado, quién se había ido a ver cómo marchaban los entrenamientos.
-Hastiado, pero bien –le sonrió con gratitud-. No me hagas caso, los dos últimos días han sido algo movidos… -añadió.
-Lo sé –admitió Stell-. Supongo que tendrás preguntas que hacerme ¿verdad?
-¿Sabías que Draco Malfoy es el portador del colgante de Elea y que Severus Snape es su guardián? –preguntó el chico de forma directa mirando al Príncipe.
-Así que por eso quería matarlo a él… -murmuró recordando al conversación que había tenido con la quimera. Miró a Harry-. No, si lo hubiera sabido te lo hubiera dicho, Ainur –dijo el dios sinceramente.
-Quiero saber qué ocurrió con esa bestia –dijo el chico firmemente. Stell asintió, indicando que esperaba una pregunta como aquella-. Y quiero saber porqué hay espías naryns en Hogwarts –Stell lo miró frunciendo el ceño.
-Creí que sólo había sido uno y que os habíais encargado de él…
-Derin salvó a una chica de otro el otro día –dijo intentando no parecer demasiado nervioso y sin conseguirlo-. Y esta vez era algo personal –le indicó-; lo que me lleva a otra cuestión –el príncipe lo miró-. Supongo que tiene que haber algún retrato de la primera guardiana de la daga oscura y quiero verlo.
-Muchas cosas y poco tiempo… -murmuró Stell-… Siempre has sido igual de impaciente que tu madre… -sonrió. Harry no lo hizo-. Supongo que podemos dejar lo del cuadro para después ¿no?
Harry sonrió.
-Me quedaré un par de días mortales –le dijo Harry-. Debería ser suficiente tiempo ¿no te parece abuelo?
-¿Tanto tiempo? – frunció el ceño. Conocía a Harry y sabía que no saldría nunca del mundo mortal a no ser que fuera completamente necesario; por eso nunca le había pedido que se quedara en Ahsvaldy con él; sabía que a parte de una profecía que cumplir, en el mundo mortal estaba su destino y su corazón. Lo miró; era extraño que quisiera estar tanto tiempo apartado de los suyos-.¿Hay algo más que no me hayas contado?
Harry sonrió de manera sombría.
-Si veo a Dumbldere antes de conseguir calmarme por completo puede que cometa alguna estupidez –le confió el muchacho.
Stell sonrió.
-Está bien, ¿por dónde quieres empezar?
-La quimera –le pidió Harry.
-¿Qué te han contado Erebor y Giliath? –preguntó de nuevo el dios.
-Que debería haberme atacado a mí por ser descendiente de Lahntra y tuyo, ya que tú las desterraste, sin ninguna prueba real –añadió con tono de reproche-, pero eso es otro asunto. Y aunque no entendí por qué no lo hicieron, supongo que pensó que matar al depositario del colgante de Elea sería más satisfactorio para quien la tenía controlada en ese momento ¿no?
-Sí y eso me preocupa –admitió Stell-. Ainur, la quimera que viste era la primera; uno de los seis animales mágicos creados por los dioses y conectado de alguna forma con los dioses… ¿Recuerdas esa lección? –Harry asintió.
-El fénix, el pegaso, el unicornio, el basilisco, el hipógrifo, y la quimera; la estrella de seis puntas –contestó Harry-. Cada uno de ellos fueron creados a partir de la esencia de los dioses; el fénix de las lágrimas, el pegaso de su furia, el basilisco de su sudor, el hipógrifo de su libertad, el unicornio de sus risas, y la quimera de su sangre –dijo Harry recordando que cada una de esas cosas tenía una acepción especial en el uso de pociones y que Erebor se lo había hecho memorizar-. ¿Me estás diciendo que es la primera quimera? –Stell asintió-. Espera, ¿alguien ha conseguido manipular a la Reina? –volvió a preguntar.
-Si; eso es lo que me preocupa; sólo alguien descendiente de dioses puede poseer el suficiente poder para manipular a un animal sagrado.
-Voldemort… -murmuró Harry-. Por eso estaban los mortífagos en Hogsmeade… Voldemort era quien controlaba a la quimera… Quería matarme a mí –añadió con cierto tono cansado-, otra vez –finalizó irónico.
-Pero no contaba con la presencia de ese chico.
-Malfoy es el depositario del colgante de Elea… Por eso la quimera se sintió atraído y obligada a matarle… el colgante de Elea tiene, al igual que la Lágrima, la esencia de los dioses.
-Voldemort no debe saberlo, si no, no hubiese permitido que Lucius sacrificara de aquel modo a su hijo.
-No lo conoces, abuelo –dijo Harry sin alterarse demasiado-. Si Voldemort hubiera sabido que Draco es el portador del colgante, lo hubiera matado nada más nacer para obtener el poder del colgante –sentenció.
Por desgracia, Stell estuvo de acuerdo con él.
-¿Y ahora? –preguntó el chico.
-Está resguardada en las mazmorras del castillo –dijo el Príncipe-, no hay forma de que pueda escapar, al menos hasta que consigamos tranquilizarla –añadió. Harry frunció el ceño -. Y no, no voy a dejar que la visites Ainur, tu presencia cerca de él podría despertar su instinto asesino de nuevo.
-La lágrima… -murmuró Harry. Stell asintió-. ¿Y qué hay de los espías naryns? Ya ha habido dos, abuelo…
-Son criaturas engañosas Harry, hijas de la oscuridad y fruto del rencor; son traicioneros; traicionaron a Lahntra y a la estirpe de los naryns y únicamente miran por su beneficio, vendiendo la información que pueden al mejor postor –le indicó el dios con gesto sombrío-, pero alguien debe de darles órdenes y por mucho que me cueste decirlo, debe de ser alguien desde dentro.
-¿Qué quieres decir, abuelo? –Harry lo miró-. ¿Alguien de aquí está ordenando a los espías naryns que…
-Más que eso, Ainur, creo que alguien los está enviando al mundo mortal para conseguir información… Ya sabes como actúan…
Claro que lo sabía; por eso se había preocupado tanto cuando Derin le había dicho que uno de ellos había intentado atraer la atención de Verónica; los espías naryns eran capaces de colarse en tu mente y buscar en el fondo de tu corazón y tu alma tu dolor más intenso, concentrándolo todo en el cerebro de la víctima hasta que ésta se volvía loca y contaba todo lo que sabía desde que había nacido; después de eso, el espía naryn fulminaba el cuerpo de la víctima y lo reducía a cenizas.
-¿Has averiguado algo?
-Angark está ocupado en ello, pero hasta el momento… ¿qué ocurre? –le preguntó al ver como su mirada se endurecía.
-Nada –contestó Harry.
-Ainur…
-No me gusta Angark, abuelo, no es nada nuevo; lo sabe, lo sé, lo sabe… No me gusta, nunca me ha gustado el modo en que me mira y el modo en que habla de mi madre.
-¿Qué estás pensando?
-Que no deberías dejar que Angark investigara solo este asunto –dijo Harry sin bromear.
-Lo tendré en cuenta –Harry asintió. El adolescente pocas veces se equivocaba al juzgar el alma de alguien y no iba a dudar de su juicio ni siquiera en aquella ocasión, aunque se tratara de Angark.
-Hay más –dijo Stell. Le miró-. Quimeras; hay más quimeras.
-¿Qué quieres decir con eso?
-¿Te han hablado de Dimbar? –preguntó Stell. El chico asintió-. Fue uno de los secuestrados; estuvo varios días encerrado en unas celdas naturales con varios más con las mismas características… escuchaba los gritos de aquellos a los que se llevaban y no volvían, y el rugido de quimeras era constante cada noche.
-Espera, ¿las quimeras están secuestrando a los dioses para buscar el colgante de Elea?
-Sí, lo único que saben es que está oculto dentro de alguien con las características físicas que muestran todos los que han desaparecido.
-Pelo y ojos claro, varón joven… -dijo Harry-. Por eso no puedes soltar a la quimera ¿verdad? Ella sabe ahora quién es el portador del colgante, si la dejas ir…
-Si la dejo ir, Draco Malfoy morirá, Voldemort conseguirá el colgante y el poder de Elea y con él, el poder de todas las criaturas oscuras humanas, mortales e inmortales.
-¿Y ahora qué se supone que…
-¿Debes hacer? –Harry asintió. -¿Por qué no vas un rato a tu rincón favorito? –preguntó Stell -. Creo que necesitas relajarte un poco… -añadió-. Mientras buscaré algún indicio de la guardiana de la daga; quizá con ella y su existencia física, podamos resolver esto más calmados.
Harry asintió despacio. Estaba cansado y sabía que quizá había sido muy brusco con el dios.
-Yo no quería… -empezó a disculparse.
-Lo sé –lo cortó Stell-. Sólo creo que estás muy tenso y eso afecta a tu magia, Ainur.
-Creo que estoy un poco desestabilizado –confesó el chico un tanto sonrojado por tener que decirle aquello a su abuelo, después de todo, desde que había aprendido a mantener el control sobre su magia en Ahsvaldry, no se había desestabilizado ni había perdido su punto central.
-Entonces estabilízate –le contestó Stell quitándole importancia e intentando no sonreír ante la cara de su protegido-. Te sentará bien… confía en mí…
-Siempre lo hago, abuelo –dijo el chico como respuesta -. Si Derin pregunta por mí…
-Lo sé, lo sé… aunque no sé por qué debería preguntar por ti, estoy seguro que está vigilando tu aura en estos momentos –añadió con una media sonrisa; luego lo miró y con cierta picardía le sonrió-, igual que tú vigilas la suya…
-Supongo que es la costumbre –se encogió de hombros el chico-. ¿Cenarás conmigo? –preguntó el chico sabiendo que su abuelo tenía muchas responsabilidades.
-Por supuesto Ainur.
Stell suspiró cuando Harry se hubo ido; miró la carta que tenía entre los pliegues de su túnica violeta y sonrió. Era el momento de entregársela, debía hacerlo por el bien de Ainur, él necesitaba saber lo que su madre le había dejado en aquella carta.
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-¿Qué te ocurre hoy? –preguntó Giliath frustrada porque parecía que todo lo que había avanzado con Remus se hubiera convertido en aire solamente.
El licántropo respiró con fuerza, ese último ataque de la diosa había sido muy fuerte; había visto a James y Sirius con toda claridad, jugando en el lago con el calamar gigante antes de que Lily y Cathy apareciesen enfadadas por hacer tal estupidez; los había visto con tal nitidez que casi había jurado que podía tocarlos.
-Lo siento… -se disculpó mientras respiraba entrecortadamente y se sentaba en una de las sillas de la habitación donde practicaban. Se pasó una mano por el pelo echándolo hacia atrás y se cubrió los ojos con una mano en un intento de recuperar su estado normal para poder seguir con la práctica, tal y como la diosa le había enseñado.
-No, perdona, no quería hablarte así… -se sentó a su lado-. Supongo que el que Harry no esté ahora mismo aquí te afecta bastante… -Remus no dijo nada, no necesitaba hacerlo-. Les echas de menos, aún les echas de menos…
No era una pregunta, sino una afirmación, un hecho real que había notado a través de las visiones y los recuerdos del hombre que tenía delante.
-Creo que siempre lo haré –contestó Remus con una sonrisa nostálgica.
-¿La amabas? –preguntó la diosa.
Remus la miró. No había reproche en su voz, ni tampoco celos, era una simple pregunta cargada de preocupación y nada más. Sonrió levemente.
-No, siempre supe que Cathy y Sirius estaban destinados a estar juntos –dijo-; la quería, sí, pero del mismo modo en que podía querer a Lily, la quería como una hermana que nunca tuve y que encontré aquí, entre estos muros de piedra –sonrió y un ligero rubor tiñó sus mejillas.
-¿Qué? –preguntó la diosa sin poder remediar esa curiosidad de la que Harry y Erebor tanto se burlaban.
-Sólo recordaba algo… -dijo el hombre. Giliath lo miró sin decirle nada, pero sus ojos ansiaban saber qué era lo que el hombre había recordado que había provocado que se sonrojara de aquel modo tan tierno-. Cathy fue la primera chica que me dio un beso sabiendo mi condición de licantropía –dijo con cierto orgullo y diversión en la voz.
-¿En serio?
-Debíamos tener unos doce años –empezó a decirle Remus interpretando la pregunta de la diosa como una pauta para querer saber más-; la noche anterior había sido luna llena y yo aún estaba un poco irritable; estábamos en el lago y Sirius me preguntó si ya había invitado a alguien para el próximo baile y que si no lo había hecho que eligiera bien para poder despedir el año con un buen beso –se encogió de hombros-; le grité que nadie querría salir y mucho menos besar a un licántropo.
-¡Qué tontería! –exclamó Giliath con una sonrisa comprensiva en los labios.
-Eso debió pensar Cathy –le sonrió Remus-, por aquel entonces ella y Sirius aún no estaban saliendo juntos, así que se levantó de donde estaba planeando una broma con James, se acercó a mí y sin decirme nada me tomó de la cara y me besó de forma dulce en los labios; cuando se separó de mí me dijo que aceptaba encantada de ir al baile conmigo… -dejó escapar una suave risa-… le estaba diciendo que no podía hacer tal cosa cuando me vi en el baile y con ella a mi lado –terminó con una risa que Giliath acompañó.
-Remus… no puedes seguir haciéndote esto… ¿sabes por qué aún no puedes cerrar tu mente cuando practicamos oclumancia? –el hombre negó-. Porque no quieres desprenderte de esos recuerdos… Remus, ellos siempre van a estar en ti en forma de recuerdo, pero no puedes seguir atormentándote con la idea de que tú sigues vivo y ellos no, la idea de que ellos deberían estar vivos y no tú… a ellos no les gustaría eso, Remus…
-¿Sabes algún hechizo para lograr que esa culpa desaparezca?
Giliath sonrió y se arrodilló delante de él, le acarició una mejilla con suavidad y le sonrió.
-Despídete de tu culpa y de tus miedos, Remus –le dijo en un susurro levantándose y acercando su rostro al de él.
-Esa es el tipo de cosas que Lily solía decir –dijo el hombre lobo con una media sonrisa.
-Entonces deberías hacerme caso –le sonrió ella de vuelta-. Dos mujeres inteligentes no pueden estar equivocadas en lo mismo –Remus sonrió-. Hazlo y entonces, podrás continuar con tu vida… -añadió y sonriendo le dio un beso en la mejilla que había estado acariciando-… y yo podré formar parte de ella…
Remus le sonrió. Quizá Giliath no estuviese equivocada, después de todo, Lily nunca se equivocaba en esas cosas, ¿no? Rió suavemente. Eso era lo que James decía siempre.
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En los cuatro años que llevaba en Hogwarts, Hermione Granger y Ronald Weasley apenas sí le habían dirigido la palabra; no era que le importara demasiado; se había acostumbrado a pasar desapercibida siempre y estaba segura que a parte de algunos chicos como Neville Longbotton al que había ayudado en varias ocasiones a clasificar plantas o chicas como sus compañeras de cuarto, ni siquiera conocían su existencia.
Por eso cuando aquella mañana los dos prefectos de sexto se acercaron a ella en la mesa del desayuno, Verónica se tensó de forma involuntaria; los había escuchado hablar en más de una ocasión sobre recuperar la confianza de Harry; pero había visto cómo el chico les miraba cuando estaban cerca de él y aunque Harry no se lo había dicho, Verónica sabía que él no podría volver a confiar en ellos.
-Buenos días, Verónica –saludó Ron amigablemente. Verónica enarcó una ceja al escuchar la confianza con la que él le hablaba, pero prefirió no decir nada y bebió de su zumo de manzana-. ¿Cómo estás hoy?
-Como siempre, Weasley, gracias –dijo con cortesía.
-¿Has visto a Harry? –preguntó entonces la chica castaña con cierto tono casual que a Verónica le pareció demasiado evidente.
La chica miró a la mesa alta para disimular, evidentemente que sabía que Harry no estaba allí; se encogió de hombros y se volvió hacia la chica.
-No, no lo he visto ¿por qué? –preguntó con interés.
-Necesito hablar una cosas con él y Ron tiene que devolverle unos libros de defensa que Harry le dejó –añadió despreocupadamente-. ¿Sabes dónde puede estar? Quizá te haya dicho…
-No, no lo sé, no me ha dicho nada –contestó Verónica de forma fría-. Y sin ánimo de ofender, no creo que Harry tenga nada que tratar con vosotros –les dijo-, creo que últimamente no os habla.
-Sólo es una pequeña discusión –le contestó Ron-. Esperamos poder solucionarla pronto… -en el fondo era lo que él deseaba pensar.
-Una pequeña discusión que dura más de un mes –corrigió Verónica.
Hermione frunció el ceño.
-No tienes por qué estar a la defensiva con nosotros, siempre hemos sido amigos de Harry –le dijo la chica castaña.
-Eso es cierto – corroboró Ron asintiendo con la cabeza enérgicamente.
-No lo pongo en duda –dijo Verónica mirando el frutero y decidiendo qué fruta tomar aquella mañana-. Pero ya os lo he dicho, no tengo ni idea de dónde puede estar –se encogió de hombros eligiendo un mango listo para comer y le dio un mordisco.
-¿Sabes que no debes mentirle a un prefecto? –dijo Hermione con tono reprochador.
-¿Y vosotros sabéis que a los amigos no se les traiciona haciendo planes a sus espaldas en la biblioteca? –preguntó con sorna Verónica-. Bueno, tengo que irme –tomó una manzana y se la guardó en el bolsillo de la túnica-. Adiós chicos, si veo a Harry le diré que le estáis buscando.
-Estás equivocada –le dijo entonces Hermione levantándose y saliendo con ella del Gran Comedor seguida por el pelirrojo. Verónica suspiró y la miró.
-¿En qué?
-Respecto a Harry. Sólo está contigo por que no quiere estar solo, estar solo le recuerda a la muerte de sus padres –le dijo con cierta dureza-. Como está peleado con nosotros está contigo, pero en cuanto arreglemos nuestras diferencias, te ignorará como siempre lo ha hecho ¿o es que Harry había hablado contigo anteriormente?
Verónica no contestó y Hermione sonrió satisfecha. Ron miró a su amiga con el cejo fruncido; no le gustaba lo que estaba haciendo. La menor de las chicas sonrió forzadamente.
-En ese caso espero que nunca arregléis las diferencias –dijo-. Ahora, si me disculpáis…
-¿Por qué has hecho eso? –preguntó Ron cuando Verónica se hubo alejado de ellos lo suficiente.
-Porque si Harry deja de estar con ella volverá a necesitar un amigo y entonces entraremos tú y yo –dijo la chica de forma indiferente-. Es un buen plan, confía en mí.
-Le has hecho daño con esas palabras –insistió Ron-. No debiste hacerlo.
-Hay muchas cosas que no deberíamos haber hecho Ron –le dijo ella con suficiencia-, yo ahora estoy intentando arreglar lo que puedo del único modo que sé, ¿qué estás haciendo tú?
Ron no le contestó. Hermione se dio la vuelta airada y caminó hacia la biblioteca. De verdad que a veces esa chica podía llegar a ser bastante irritante.
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-¿Estás bien? –preguntó Erebor mientras caminaba junto a Giliath por el corredor.
-Perfectamente –contestó ella.
-¿Tiene algo que ver con Remus? –preguntó el dios de forma pícara. Giliath le sonrió y él también lo hizo-. ¿Eso es un sí?
-Eso es un "no te metas en mis asuntos, Erebor" –llegaron junto a la gárgola de piedra y se giró hacia el dios- ¿Recuerdas la contraseña? –él se encogió de hombros y Giliath se giró de nuevo hacia el águila -. Déjanos pasar –dijo con suavidad mientras un aura de plata la rodeaba. La gárgola obedeció de inmediato.
-Giliath –dijo Erebor mientras subía las escaleras detrás de ella.
-¿Qué?
-Aunque no sea mi asunto… -se inclinó hacia delante y le susurró al oído-… me alegro por los dos.
Giliath le sonrió y se detuvo al llegar a la puerta de Dumbledore.
-¿Listo?
-Por supuesto. Haz los honores –pidió con gesto teatral.
La diosa obedeció y llamó, respirando profundamente ante de abrir la puerta.
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El lugar estaba tranquilo, como siempre; el templete se alzaba majestuoso hacia el cielo, junto al acantilado. Stell tenía razón; aquel lugar parecía tener algo que hacía que se tranquilizara, que se relajara, que fuera capaz de centrar su magia y su energía. La energía de su abuelo estaba presente y Harry sonrió; seguramente el dios había estado ahí hacía poco rato.
Sobre la banqueta izquierda, un sobre reposaba con tranquilidad; Harry frunció el ceño; pero no pensó en lo raro que era encontrar un sobre allí, la presencia de Stell seguramente había sido porque había ido a dejar aquella carta allí; lo extraño era que estuviera escrita en papel normal y corriente, muggle, no en un pergamino y que en el dorso del sobre pusiera "Al bebé Potter".
Aún más confundido, rasgó el sobre y sacó las dos hojas escritas por una cara con una caligrafía impecable que se difuminaba cada cierto rato sobre el papel para volver a aparecer con más fuerza en la siguiente palabra. Sus manos temblaron cuando leyó las primeras palabras de aquella carta:
"A ti, mi bebé que me estás leyendo, soy Lily Evans, tu madre…
Harry parpadeó un par de veces.
"-¿Ainur?
-Derin… ¿ocurre algo?
-No, nada grave. Me pareció que tu estado de ánimo se alteraba, ¿estás bien?
-Eh… Sí, sí, estoy bien… Sólo…
-¿Qué?
-Encontré algo que no sabía que existía, eso es todo.
-¿Seguro? –Harry casi podía reconocer el ceño fruncido en el rostro serio de Derin cuando formuló esa pregunta.
-Sí, Derin, estoy bien… Necesito descansar un poco, nada más…
-¿Quieres compañía?
-Quizá más tarde necesite desahogarme… ¿podrías…
-Después de la cena en la sala de entrenamiento –se ofreció de inmediato el dios.
-Gracias. ¿Qué tal los chicos?
-Ansiosos. ¿Pasarás a verlos?
-Mañana a primera hora.
-¿Seguro que estás bien? –Harry miró la carta que tenía en sus manos-. ¿Ainur?
-Sí, sí, estoy bien, Derin. Gracias. Luego nos vemos"
Derin no contestó, pero Harry sintió como salía de su mente. Su vista regresó a la hoja que tenía delante de él y respiró profundamente antes de empezar a leer:
"A ti, mi bebé que me estás leyendo, soy Lily Evans, tu madre…
Sólo tengo dieciséis años, pero he tenido la oportunidad que pocos tienen, ver y conocer parte de mi futuro y en él, estabas tú; ignoro si serás un chico o una chica, pero lo que sí sé y espero que tú comprendas es que si estás leyendo esta carta es porque yo no he podido dártela personalmente.
Sé que ahora mismo estarás lleno de preguntas, de dudas, como lo estuve yo cuando mi madre, tu abuela, me dio el colgante que llevo ahora y que nunca me quito, el mismo colgante que en estos momentos espero que esté en tu cuello protegiéndote como lo que eres, el descendiente de Lahntra, la diosa más pura y generosa que jamás ha existido.
Sé también que hay cosas que querrás preguntar y que no puedes, algunas preguntas te serán contestadas, otras pasarán por tu vida sin dejar una respuesta clara; no te preocupes, el tiempo es algo que pone cada cosa en su lugar y todas tus preguntas, tarde o temprano, serán contestadas.
Supongo que ya sabrás la leyenda que recae sobre nuestro linaje, mi cielo, y, aunque cueste de creer, yo creo en ella, y ¿sabes qué? Yo creo en ti… No se lo he dicho a nadie porque tengo miedo de que no se cumpla, porque tengo miedo de que te ocurra algo…Pero estoy segura de que tú eres el elegido del que habla la leyenda de Ahsvaldry; no me preguntes como lo sé, simplemente es una sensación, llámalo intuición femenina si quieres quedarte más tranquilo, llámalo instinto, premonición, ponle la etiqueta que desees, pero el resultado sigue siendo el mismo; estoy segura de que tú, mi pequeño, eres el varón descendiente de Lahntra, el primero en una larga sucesión de mujeres entre las que yo estoy, eres el que está destinado a liberar Ahsvaldry del poder y la muerte que Elea trae siempre consigo.
No te rindas nunca, mi ángel, nunca des dos pasos atrás, ni siquiera para dar tres hacia delante, mira a tu destino de frente, con la cabeza alta y con el poder y la responsabilidad que ello merece. A veces el camino te resultará difícil y seguramente solitario, pero quiero que sepas que jamás estarás del todo solo, mi niño; en algún lugar, en alguna parte, yo estaré contigo a cada segundo de tu vida y espero que tus guardianes sepan enseñarte a buscarme.
Escucha los consejos de tus guardianes y tus protectores, ellos serán tu guía, tu familia y tus amigos y darán su vida por la tuya como los míos han jurado hacer.
Nunca te arrepientas de ser quién eres, mi cielo, nunca te arrepientas de ser cómo eres y no olvides que seas dios, semi dios, mago o muggle, tu nombre y tu apellido es lo más importante que tienes, nunca olvides quién eres y de dónde vienes porque cuando el camino sea difícil, sabrás dónde tienes que volver. ¿Tu apellido? Aunque me resulte extraño decirlo, sé que sin ninguna duda, será Potter. ¿Tu nombre? Aún no lo tengo decidido, pero si tú eres el elegido, si en el momento en el que nazcas eres un varón, llevarás el nombre de dos personas que han sabido darlo todo por los demás, pese a que yo no lo haya visto hasta hace poco; Harold James Potter, Harry Potter… Ese eres tú, ese serás tú… No lo olvides nunca, pequeño porque yo no lo haré.
Sé feliz, y encuentra tu camino, y encuentra a alguien que te acompañe en él; pues el don de amor es algo que poca gente tiene. Te quiero, pequeño, no lo olvides nunca.
Tu madre, Lilian Marie Evans"
Harry sonrió y dobló de nuevo la carta. Respiró un par de veces para controlar la emoción que en aquellos momentos sentía. Se sentó y sonrió a medias.
-Imploro el poder de Lahntra para poder traspasar este plano e ir a ver a aquellos a los que quiero –murmuró el chico notando como el colgante empezaba a concentrar su poder-, pido permiso y ruego por que sea concedido.
Como ocurría siempre que intentaba acceder a su madre desde Ahsvaldry, la respuesta fue inmediata; una dulce voz y un aura desconocida pero cálida lo rodeó al instante.
-Tu petición ha sido aprobada…
Harry sonrió. Necesitaba hablar con su madre, como lo había necesitado durante los últimos dieciséis años, sólo que ahora, podía hacerlo.
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-Así que no saben dónde están –concluyó Dumbledore después de media hora hablando con los dos profesores.
Erebor y Giliath negaron y se encogieron de hombros, aunque a ninguno de los dos le desapareció el brillo divertido de sus ojos.
-¿Y no están preocupados? –preguntó de nuevo el director.
-¿Por qué habríamos de estarlo? –Giliath miró a Erebor-. Harry se sabe defender, ¿verdad?
-Estoy completamente de acuerdo contigo –fingió pensar-. Y Derin también sabe, ¿por qué habríamos de estar preocupados? –miró al director.
-Nadie ha visto a ninguno de los dos en todo el día de ayer–resumió Dumbledore.
Erebor se encogió de hombros.
-Están bien –aseguró.
-¿Cómo está tan seguro de eso? Con todos mis respetos, no creo que sepan la gravedad que supondría que Voldemort hubiera…
-¿Está insinuando que Derin dejaría que alguien se acercara lo suficiente a Harry como para poder hacerle daño? –preguntó entre enfadada y divertida.
-No he dicho eso.
-Pero lo ha insinuado –reclamó la diosa-. Primero nos dice que espiemos a Harry, luego que no le quitemos un ojo de encima y ahora duda de que esté bien con nosotros ¡esto es el colmo! –Erebor reprimió una carcajada, le gustaba cuando Giliath se ponía en pose defensiva con Harry.
-Lo que el director iba a decir, Giliath –dijo Erebor con voz calmada-, es que sería de gran gravedad que Voldemort hubiera logrado que Harry se alianzara con él, ¿verdad? –preguntó amenazante mirando a los ojos del director.
-¡¿Qué! –el grito de Giliath fue atronador mientras se levantaba de la silla.
-No podemos descartar ninguna posibilidad… -empezó a decir el hombre.
-¿No podemos descartar ninguna posibilidad? –preguntó la diosa sin saber si reírse o probar su hechizo de llamas en él-, ¿entonces lo que está sugiriendo es que Harry ha matado a Derin y se ha unido a Voldemort? –preguntó enfadada - ¿Qué se ha unido a quien mató a sus padres? ¿Qué ha matado a una de las pocas personas por las que daría su vida? –apoyó sus manos sobre el escritorio del hombre que no contestó-. Sólo lo voy a decir una vez, director –dijo con cierto sarcasmo e ironía-; nunca jamás, vuelva a referirse a Harry de ese modo; él no es como usted, él no traiciona a los suyos; si vuelvo a escuchar que habla así de Harry, no respondo de mis actos ¿ha quedado claro? –preguntó amenazante. Erebor sonrió.
Sin decir nada más ni esperar ninguna respuesta la diosa se irguió con todo su poder y abandonó el despacho del director dando un fuerte portazo. Dumbledore miró a Erebor y cerró los ojos un segundo.
-¿Sabe que ha hecho bien en no mencionar delante de ella lo de Derin? –preguntó divertido Erebor mientras jugaba entre sus manos con un reloj de arena de colores que cambiaba el color cada vez que lo giraba.
-¿Qué?
-Derin. Pensaba decirnos que sospecha que Derin es un aliado de Voldemort porque advirtió a la señorita Granger que no le hiciera daño a Harry, ¿verdad?
-Hermione nunca…
-No se equivoque director, Derin jamás haría daño a alguien inocente salvo que fuera culpable. Y la señorita Granger no es una excepción; Derin… -sonrió-… es un poco impulsivo a la hora de proteger a Harry, igual que Giliath como ha podido comprobar… -Dumbledore asintió-. Él sólo hizo lo que creía que era mejor para proteger a Harry, nada más que eso. Tiene mi palabra que Derin no hará nada contra la señorita Granger.
-Dígale a Derin cuando lo vea que el mejor modo de proteger a alguien no es amenazando a otros.
Erebor sonrió y dejó el reloj de arena en el escritorio, frente a Dumbledore, la arena era blanca.
-¿Y qué propone usted? –preguntó el dios-. ¿Encerrar a quien se quiere proteger? No apruebo lo que Derin hizo, pero no me disculparé por ello y si está esperando que Derin lo haga, pierde su tiempo –le dijo-. Buenos días, director.
Dumbledore suspiró cuando estiró la mano para tomar el reloj y la arena de éste cambió sola a un rojizo pálido casi rosado. Él nunca había conseguido que fuera blanca.
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Sonrió cuando lo vio entrar en la habitación en la que él estaba desayunando, a modo de saludo. Harry le devolvió la sonrisa y se sentó frente a él con el pelo aún mojado de la ducha que se había dado. Se había despertado temprano y él y Derin habían estado entrenando un buen rato. Llevaban un mes allí y todos los días, sin excepción, Harry entrenaba con Derin; al principio solos, la única forma de entrenar en serio, pero tan pronto los shygards descubrieron que sus dos capitanes entrenaban a las cuatro de la mañana, más de uno se levantó para ir a verlos, y pocos días después, para entrenar a su lado, hasta que casi se había convertido de nuevo en un entrenamiento oficial, cosa que a Derin le henchía de orgullo y que a Harry le resultaba glorificante.
Harry no se sorprendió cuando el Príncipe de los dioses le sirvió él mismo una taza de café humeante; a Stell le gustaba hacer las cosas él mismo, por ese motivo siempre que podía estaba sin sus guardias ni sus ayudantes de cámara, era de la opinión de que si podía hacer algo él mismo ¿para qué pedirle a nadie que lo hiciera por él?
La voz del chico sonó en la sala prácticamente vacía.
-Gracias –el Príncipe lo miró-. Por la carta… hablé con mamá…
No habían tocado el tema durante todo el mes; Harry necesitaba tiempo para entender por qué Stell no se la había dado antes y Stell necesitaba tiempo para contestar las preguntas que Harry pudiera tener, si es que Lily no se había encargado de responderlas, cosas que, conociéndola, le parecía una idea absurda.
-¿Contestó tus preguntas? –Harry asintió.
-Dijo que me la habías dado cuando tú creías necesario –Stell no dijo nada. El chico bebió de su líquido negro amargo saboreando el calor humeante mientras se deslizaba por su garganta-. ¿Por qué me lo has dado ahora?
-Creí que era el momento de recordarte quién eres –contestó Stell-. A veces, necesitamos saber quiénes somos para saber dónde vamos y por qué –añadió con una media sonrisa-. Para el mundo siempre serás Harry Potter, Ainur –el chico lo miró -. Y eso no podrás cambiarlo nunca, por muchos enfados que tengas con motivo y por muchas traiciones que recibas, pequeño.
-Para el mundo mortal soy Harry Potter, ¿para vosotros soy Ainur? –preguntó el chico mordazmente.
-Sabes que para nosotros siempre serás Ainur, pero para mí, para todos los que han aprendido a conocerte y no solo a respetar tu nombre, siempre serás Harry, simplemente.
El chico sonrió.
-Siempre sabes qué contestar ¿verdad?
-Lo procuro –contestó Stell sonriendo-. ¿Qué tal el entrenamiento?
-Perfecto –contestó el chico-. Hasta que Eirin apareció… -añadió con una sonrisa nostálgica.
-Ah… Eirin… Te ha echado de menos ¿sabes?
-Abuelo… -advirtió Harry conociendo el tono que Stell estaba empleando-… Mi respuesta sigue siendo negativa; no voy a comprometerme con ella.
-No he dicho que lo hagas, sólo que es una buena chica, una shygard… Y que te quiere…
-Lo sé, ella misma me lo dijo antes de marcharme de aquí, ¿recuerdas? Y me odié por hacerle daño y decirle que no, pero si le digo que sí será peor; no la quiero y sé que nunca voy a quererla –dijo Harry.
-Va a sufrir… -comentó Stell.
-Lo sé, pero no puedo hacer nada abuelo; uno no elige a quién querer –Stell no dijo nada pero sonrió; aquellas mismas palabras de las había dicho él a Lily hacía ya mucho tiempo de aquello-. ¿Has averiguado algo de la guardiana?
-Poca cosa, sabes que en cuanto la niña cogió la daga del suelo se escabulló antes de que Elea regresara a por ella –el chico asintió-; tendría que tener más tiempo…
-Tienes tiempo, pero no lo olvides, abuelo –le contestó Harry-. Es muy importante, abuelo, de verdad.
Stell lo miró a los ojos.
-¿Acaso crees haber encontrado…
-No voy a decirte nada hasta estar seguro, abuelo, por eso necesito que busques ese retrato, un dibujo, un grabado, lo que sea de la guardiana, por favor…
-¿Es por ella por quién te brillan los ojos de ese modo?
-¿Qué? –Harry rehuyó la mirada del Príncipe y bebió de nuevo de su taza pese a que el café ya estaba frío, prácticamente helado-. ¿De qué hablas?
-Tus ojos Ainur, brillan del mismo modo en que lo hacían los de tu madre cuando hablaba de James Potter… ¿me lo vas a contar?
Harry se levantó.
-No hay nada que contar, abuelo; voy a ir al lago a practicar un poco –añadió ligeramente.
-Ten cuidado ¿de acuerdo? En esa zona han desaparecido algunos de los más jóvenes.
Harry asintió sabiendo a que se refería su abuelo; desde que estaba en Ahsvaldry, diez dioses más habían desaparecido, todos del mismo modo, sin huellas, sin rastro, dejando en el lugar únicamente el aura de magia destilada que las quimeras solían dejar tras sus ataques.
-Lo tendré. Si ves a Eirin…
-La mandaré con Derin –finalizó el dios. Harry le miró enarcando una ceja-. ¿Qué? Derin da esas noticias mucho mejor que yo.
Harry meneó la cabeza de forma resignada.
-Vendré para la cena –informó el chico.
-Ten cuidado –repitió Stell.
Harry asintió en silencio.
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Draco fue despertado por Blaise cerca de las tres de la mañana; el moreno lo zarandeó suavemente y cuando se aseguró que el chico había abierto los ojos, se giró para desaparecer en el baño y apareciendo dos minutos después con algunos de los efectos personales de Draco entre sus brazos, los cuales lanzó al baúl de Draco directamente.
-¿Blaise? –dijo el rubio- ¿Qué crees que estás haciendo?
-Tienes que irte ahora de la habitación, Draco –le dijo el chico sin dejar de moverse recogiendo las cosas de Draco y colocándolas en el baúl.
-¿Qué? –Draco miró el reloj confundido-. Son las tres de la mañana Blaise, ¿seguro que no has tenido una pesadilla o algo así?
Por toda respuesta, Blaise le lanzó a Draco una carta; al ver que el chico no le iba a decir nada más, Draco bostezó y abrió la carta dirigida a Blaise y, como tenía costumbre por hacer, observó la firma: era del señor Zabinni.
-Una carta de tu padre, bien, ¿y qué?
-No seas idiota, fíjate en la letra –dijo Blaise dirigiéndose a los libros de la habitación y buscando todos los que habían de Draco. El rubio encendió su varita porque al ir a encender la luz Blaise le había fulminado con la mirada; la letra era distinta, sí, ligeramente más alargada. Sonrió. Era la caligrafía de la señora Zabinni-. ¿Quieres leerla? –apremió Blaise.
"Blaise, no hay tiempo para tonterías; Lucius Malfoy ha desconocido a su hijo y ha renunciado a la protección que Draco tenía hasta ahora; tu padre te pedirá que te alejes de él y que no le dirijas la palabra y yo te ruego que le hagas caso o el siguiente podrías ser tú. Lucius ha enviado a doce mortífagos a buscar a Draco esta noche a Hogwarts; dice que con el ejemplo de su muerte a sus propias manos, reivindica que lo ha desconocido oficialmente y le retira la protección; a las cuatro de la mañana, un grupo de slytherins entrarán en vuestra habitación y llevarán a Draco frente a los adultos que lo llevarán frente a Lucius.
Sé el aprecio que le tienes a Draco, Blaise, por eso te envío esta carta; avísale; que salga de las habitaciones de Slytherin antes de las cuatro de la mañana y que no despierte sospechas. Si saben que tú has tenido algo que ver, también te matarán a ti.
Tened cuidado Blaise, ten cuidado. Dile a Draco que acuda a Severus… él sabrá que hacer"
-¿Qué significa esto? –Draco le devolvió la carta y Blaise se detuvo un segundo mientras meditaba si debía hacerlo o no -. Hay algo más ¿verdad?
-Llego para ti hace media hora –le entregó un sobre cerrado; en el centro del lacrado, la calavera y la serpiente se enroscaban mutuamente y sobre ésta, una letra "C" brillaba con todo el esplendor que la sangre podía darle.-. Y los dos sabemos lo que esa marca significa.
-Condenado… -murmuró Draco-. Por eso Snape me dijo que no mantuviera contacto con mi padre… Claro… le desobedecí, no quise enfrentarme con aquel animal… -empezó a entender el muchacho. Miró a Blaise que estaba terminando de recoger las cosas del chico y acababa de cerrar su baúl-. Te estás metiendo en un problema por ayudarme, lo sabes ¿verdad? –se puso la túnica que tenía sobre la cama deprisa y mal.
-Lo sé. Escúchame; tienes que salir de la sala común antes de que alguien suba a buscarte; yo me haré el dormido, debes poner un hechizo silenciador sobre mi cama antes de irte para que piensen que yo no pude escuchar nada –Draco asintió-. Ve a buscar a Snape y muéstrale las dos cartas –le devolvió de nuevo la que su madre le había enviado-. Tendremos que ignorarte por completo, lo sabes ¿verdad? –Draco asintió de nuevo. Las tres y media-. Será mejor que empieces a marcharte Reduccio –pronunció haciendo que el baúl de Draco encogiera antes de guardárselo en el bolsillo de la túnica-. Y ten cuidado.
-Tú también –le contestó Draco. Se dirigió hacia la puerta, pero antes de abrirla recordó que tenía que lanzarle el hechizo a su amigo, antes de hacerlo se acercó a él y lo abrazó de forma improvisada.
Blaise se sorprendió; Draco nunca daba esas muestras de afecto y le sorprendía que lo hiciera la verdad.
-Sabes que eres el hermano que nunca tuve ¿verdad? –bromeó el rubio.
-Claro, el hermano guapo que nunca tuviste y que siempre deseaste ser –añadió el Slytherin-. Ten mucho cuidado Draco, por favor, no te detengas hasta que estés con Snape ¿de acuerdo? –se metió en la cama y cerró los doseles.
Draco sonrió. Ninguno de los dos quería ver el rostro del otro cuando él abandonara la habitación que habían compartido durante tanto tiempo.
-Gracias por todo Blaise… Silencius…
Blaise no escuchó nada más; supuso que Draco ya había salido de la habitación y en un murmullo silencioso, mientras se tumbaba en la cama, sonrió con tristeza.
-De nada Draco, de nada…
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Hola, que tal estáis?
Cómo estáis pasando la semana santa? Espero que bien :D
Bueno, que os ha parecido el capítulo? Hace tiempo me dijeron que era una pena que no saliese la carta que Lily le había escrito a Harry y como yo también creí que era una lástima, os la he dejado en este capitulo, que tal?
No dejeis de leer todavía, que os dejo el proximo avance :p
En el próximo capítulo…
"-Sólo quería saber cómo es ella
-¿Cómo es quién?
-Sólo quiero saber por qué no te enamoraste de mí y sí lo has hecho de ella…"
"-Te estás enamorando de él."
"-Giliath, problemas
-Feamor me está llamando
-Ten cuidado"
"-Cuéntame quién eres… cuéntame por qué estás con él…
-¡Llama eterna, acaba con tu enemigo!"
"-Es… me la dejó tu madre antes de marcharse Draco, es tuya.
-¿De mi madre?"
"-Ella ya está en esto, queriendo o sin quererlo
-Muy bien, despierta, estamos solas… y te he visto sonreír
Verónica, ¿tienes algún objeto mágico?
-No, sólo… una daga.
-¿Qué ocurre?
-Hay algo que tenemos que contarte, Verónica…"
"-No sólo no me has traído la daga oscura, sino que además has echado a perder el único contacto que tenías dentro de Hogwarts
-Sí, mi Lord.
-¿Atacar Hogwarts?"
"-¿Algo que forma parte de mí? ¿De qué diablos estás hablando mamá?"
"Y pase lo que pase, no olvides nunca que te quiero.
Tu madre, Narcisa"
Ahora sí, se acabó lo que se daba :D
Un besito para todos los que me habéis leído y los que me leeis.
Espero vuestras opiniones y comentarios ya sabéis donde, ¿verdad?
Sed buenos, no hagáis nada que yo no haría y sobre todo, sed felices.
Nos leemos pronto!
