Hola!

Bueno, a ver, lamento mucho no haberos contestado a los reviews desde hace un par de capítulos, tres, incluyendo este, pero es que de verdad y realmente no tengo tiempo!

Mirad, os voy a poner un ejemplo de un día en mi vida para que entendáis por que a veces no puedo contestaros ok? Y no, no vale saltarse esta parte y pasar directamente al capítulo ok?

Vale, leed:

Me levanto a las seis de la mañana para coger el tren, cuya estación está a media hora a pie desde mi casa, tengo que hacer transbordo por lo que un viaje de cuarenta y cinco minutos se convierten en una hora y media; entro a clase en la Universidad a las ocho treinta y a las 14.30 tengo que coger el otro tren, por lo que llego a casa a las 16.30 de la tarde. Vale? Bien, sigamos, luego tengo que ir directamente al trabajo (manipuladora en un pequeño taller de piezas, después de haber comido en el tren o en la estación :s) hasta donde estoy hasta las 19.00 de la tarde, luego me voy al gimnasio y estoy allí hasta las 20.00 h. Después regreso andando hasta mi casa y me voy a al autoescuela de 20.30 hasta 22.30 y a las 22.45 llego a mi casa; mientras que ceno algo y repaso el temario dado en clase ese día, revisando apuntes, buscando información y demás me dan las doce de la noche (a veces simplemente tengo que pasar del gimnasio o de la autoescuela para poder terminar los trabajos de la facultad)

Así que os pido que me predonéis si a veces no tengo tiempo para contestaros a los reviews :D

De todos modo, sabéis que os leo a todos, que os agradezco que sigais leyendome y que sigais dejándome vuestras opiniones y preferencias y sugerencias en vuestros reviews :D

Ahora sí, después de desahogarme, os dejo con el capítulo ;p

Un besito para todos, nos leemos abajo!

CAPITULO 25: Revelaciones

"No le gustaba ese hombre. No le había gustado desde el primer momento en que lo había mirado a los ojos. Era como si quisiera ocultar algo; la misma mirada clara que el resto de dioses de Ahsvaldry, pero Angark tenía un brillo en sus ojos azules que hacía que Harry lo mirase de la misma forma en que miraría en aquellos momentos a cualquiera de los componentes de la orden, como a un traidor.

En aquellos momentos se maldecía interiormente por haberse perdido por los pasillos del castillo y se maldijo interiormente por no haber prestado atención a Stell cuando le había indicado el día anterior el camino a seguir para llegar a la biblioteca. Únicamente por eso ahora se había topado con Angark, uno de los consejeros del Príncipe, a cargo del ejército de Ahsvaldry y de todos sus escuadrones excepto el de los Lobos Grises.

Hacía dos días que había conocido a Denir y no le había hecho falta mucho para saber que Derin jamás permitiría que alguien como Angark se inmiscuyera en sus asuntos, así que cuando le dijeron que él no tenía acceso a las decisiones de los Lobos Grises, el chico mortal tuvo la sensación de que Derin tenía mucho que ver con ello.

-¿Te has perdido? –preguntó el hombre parándose a su lado.

-No encuentro la biblioteca –dijo el chico.

- Deberías tener cuidado… No a todo el mundo le tiene que gustar que estés aquí… joven Ainur.

Ainur. Otra vez. Stell lo había llamado así en varias ocasiones, esa era una de las preguntas que tenía en mente. ¿Qué significaba? ¿Por qué lo llamaban así? Dejó a un lado sus preguntas para centrarse en la amenaza implícita que los ojos de Angark indicaban.

-Lo tendré –le dijo intentando aparentar una seguridad que no tenía.

-Gira en el tercer pasillo que encuentres a la derecha, llegarás al vestíbulo de la segunda planta, sube las escaleras del fondo y luego recto hasta la segunda puerta –le indicó sin quitarle la visa de encima en ningún momento. Sus ojos -. Tienes los ojos de tu madre… -susurró el adulto más para sí mismo que para nadie, pero Harry lo oyó y lo miró extrañado-. Dime, ¿cómo está ella?

-Muerta –dijo con voz ronca el muchacho.

Angark no pudo reprimir una leve sonrisa.

-Se lo advertí pero no quiso escucharme… estaba demasiado ciega con ese Potter…

-James Potter era mi padre –dijo Harry empezando a enfadarse.

-¿Harry?

La tranquila voz de Giliath se escuchó detrás de ellos antes de que Angark tuviera tiempo de contestar o decir nada más.

-¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar en la biblioteca?

-Iba ahora hacia allí –dijo el chico.

-¿Hacia allí? –Giliath miró a Angark de forma recelosa-. ¿No había un consejo a estas horas en la sala de reuniones, Angark?

El dios asintió y sin decir nada se alejó de ellos por el pasillo. Harry se volvió hacia Giliath.

-Harry, la biblioteca está tres puertas más abajo –le dijo con suavidad. Harry la miró de forma extraña-. ¿Ocurre algo?

-Angark me envió a otro sitio –dijo. Giliath lo miró esperando que dijera algo más por lo que Harry le explicó las indicaciones que él le había dado.

-Nunca vayas a esa sala Harry –le pidió muy firmemente-. Jamás entres en esa sala.

-¿Qué hay en ella?

-Tu pasado, presente y futuro… -murmuró ella-. Nadie puede entrar en ella hasta que no está preparado y tú aún no lo estás. Hay dioses que cumplen seiscientos años y aún no han logrado entrar en esa sala, ¿entiendes? –Harry asintió-. Y procura permanecer lejos de Angark.

-¿Por qué? Quiero decir, no me parece de confianza pero…

-Sólo aléjate de él.

-Me habló de mi madre… Me dio la sensación de que la conocía…

Giliath le besó en la frente por primera vez en un gesto fraternal que a Harry se le antojó extraño y dulce, algo que necesitaba desde hacía bastante tiempo.

-Todo a su tiempo, pequeño. Ahora ven, Stell te debe estar esperando, te acompañaré.

Harry no protestó."

Acababa de congelar el lago entero apenas hacía un par de minutos utilizando un murmullo y un leve hechizo; incluso las rocas que bordeaban el lago y la pared de roca por la que caía la cascada tenían esa débil escarcha blanquecina que solían adquirir las superficies que quedaban congeladas durante algún tiempo. Únicamente lo había hecho para seguir con una especie de tradición; desde el día en que había sido capaz de congelarlo, con Erebor a su lado, cada día que Harry pasaba en Ahsvaldry, congelaba el lago para luego utilizar el fuego y descongelarlo; a decir verdad, utilizaba los cuatro elementos sobre aquel lago en una muestra de lealtad hacia su magia.

Ahora que lo había descongelado se permitió el poder quedarse de espaldas al bosque, incluso con los ojos cerrados podía dibujar en su memoria cada uno de los detalles que conformaban el lago y la cascada, incluida esa pequeña flor rosada que se asomaba tímidamente entre el agua y que parecía no marchitarse nunca; podía sentir el frío del agua, y podía ver la quietud de la superficie, con los nenúfares flotando sobre los rincones más oscuros; el chasquido que las gotas de agua que se escapaban de la cascada provocaban en las rocas, el sonido del torrente de agua al caer sobre el lago, e incluso podía dibujar todas y cada una de las erosiones que la cascada había producido en la pared de roca. Un leve crujido a sus espaldas le hizo sonreír.

-Ni siquiera lo intentes, Eirin –dijo con voz divertida.

-¿Es que nunca voy a poder pillarte por sorpresa? –preguntó con voz infantil la chica sentándose a su lado.

Aquel día llevaba el cabello de un azul oscuro intenso y los ojos azules claros; el uniforme de los shygards se veía especialmente bien en ella y eso era algo que Harry no podría discutir nunca, después de todo, Eirin era una diosa muy bonita. Jamás lo había negado.

-De momento no –contestó él-. ¿Te ha enviado Derin a buscarme? –preguntó preocupado empezando a buscar el aura del capitán shygard.

-No –lo tranquilizó ella-. Sólo quería hablar un rato contigo… Si te molesto puedo irme.

-No es eso Eirin y lo sabes –le respondió Harry mirándola-. ¿De qué querías hablar?

Ella se encogió de hombros.

-Sólo quería saber cómo es ella –Harry alzó una ceja y procuró no sonrojarse demasiado ante la respuesta de Eirin.

-¿Cómo es quién? –preguntó el muchacho.

-Cómo es ella, Ainur… -le volvió a responder la chica sonriendo-. No te asustes, no es que quiera lanzarle una maldición o algo así –comentó despreocupadamente-; sólo quiero saber por qué no te enamoraste de mí y sí lo has hecho de ella…

-No estoy enamorado de nadie, Eirin –le contestó Harry con una media sonrisa cansada; aquel tema empezaba a agobiarle un poco-. Pese a lo que tú, el Príncipe, Erebor, Giliath, Derin y Remus opinéis, no estoy enamorado de Verónica.

-Ah, así que ese es su nombre… Muy bonito –comentó la chica pensativa-. No deberías engañarte a ti mismo Harry y yo no deberías querer engañarme a mí, ¿sabes? –añadió con cierto enojo en la voz aunque su sonrisa divertida lo anulaba.

-¿Qué…

-Cuando te vi por primera vez, sin saber quién eras, sólo pude fijarme en tus ojos Ainur; estaban llenos de una tristeza que jamás había visto antes; decepción, miedo… Eran el espejo de lo que sentías en aquellos momentos, cuando fui a recogerte al mundo mortal…

-Eirin…

-No –ella hizo un gesto con la mano-. Deja que termine de hablar, por favor… -Harry asintió-. Durante los primeros meses que estuviste aquí, te estuve observando, del mismo modo en que lo hacíamos todos; pero yo siempre me preguntaba cómo podía el descendiente de Lahntra, el Elegido por el destino, seguir teniendo esa mirada de terror y angustia, de cansancio, cuando todos nosotros hubiéramos dado nuestra vida por estar en tu lugar –sonrió melancólicamente-. No sabía nada de tu pasado, nada de tu presente y quise juzgarte por que dudaste aceptar lo que el destino te había ofrecido.

-El destino nunca ha sido muy amable conmigo –se defendió Harry inmediatamente recibiendo una mirada tajante por parte de ella-. Perdona, continúa, por favor.

-Empecé a comprenderte en el momento en que los rumores de tu existencia empezaron a circular por las habitaciones de los shygards y entonces empecé a fijarme en ti –le sonrió dulcemente, como siempre lo había hecho-. Vi como poco a poco empezabas a sentirte vivo de nuevo; vi como tus ojos brillaban con fuerza, consciente del destino que habías aceptado; estuve a tu lado durante las batallas al as que nos enfrentamos y te salvé las mismas veces que tú me salvaste a mí. Y sin darme cuenta, me enamoré de ti, Ainur.

-Eirin… No deberías…

-Lo sé, lo sé, pero quiero hacerlo –lo interrumpió ella-. Me enamoré de Ainur, de la forma en que guiaba al escuadrón, del modo en que los Lobos le obedecían ciegamente, del modo en que luchaba, en que hablaba, en que se movía… me enamoré de Ainur… pero me olvidé de una cosa –Harry la miró-; olvidé enamorarme de Harry.

-¿Qué quieres decir con eso Eirin?

-Que olvidé que este no es tu mundo, Harry; olvidé que posiblemente acabarías enamorándote de una mortal ¿verdad? – Harry no contestó-. No hace falta que me digas nada, Harry… se te nota en los ojos.

-¿Qué? –el chico la miró -¿Qué quieres decir?

-¿Recuerdas lo que te dije antes de irte?-Harry asintió. Lo recordaba; ella le había abrazado y le había dicho que le esperaría hasta que sus ojos brillaran de felicidad y aunque él no lo había entendido, tampoco le había dado mucha importancia -. Tus ojos; brillan con fuerza, jamás los había visto brillar así, y ese brillo sólo puede provocarlo el amor, Harry –le sonrió divertida-. Supongo que te he perdido… aunque aún no te hayas dado cuenta del todo –añadió al ver la cara de confusión del muchacho.

-Eirin yo lo siento, pero ya te dije que…

-Lo sé; en realidad, nunca esperé que te enamoraras de mí –le dijo divertida-, pero era gracioso ver como me rehuías y como te sonrojabas cada vez que había esto –se inclinó hacia él y lo besó en la mejilla-; supongo que esto es todo ¿verdad?

-Eirin, eres guapísima –le dijo él sinceramente-, encontrarás a alguien que te quiera y tus ojos brillaran por alguien y ese alguien te mirará con cariño. Te lo aseguro… No quise hacerte daño nunca.

-Nunca me lo hiciste Harry, ¿cómo ibas a romperme el corazón si nunca lo aceptaste? –le preguntó sonriendo-. Pero, ¿puedo pedirte un favor?

Harry asintió.

-Si alguna vez… si dejas de quererla…

El chico asintió en silencio y abrazó a Eirin con cariño; con el mismo cariño que podía tener al abrazar a una hermana.

-Serás la primera en saberlo Eirin… -le dijo el chico.

Aquello fue suficiente para ella.

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La vieja fotografía estaba frente a él, sobre su escritorio. ¿Cuántas veces la había mirado recordando en los rostros de sus amigos el suyo propio, ¿Cuántas veces más habría de mirarla?

Recordaba el día en que había sido tomada junto al lago, en aquel trozo de arena y piedras y rocas donde Sirius y James solían subirse para hacer el payaso como él y las chicas se lo recordaban constantemente. Acababan de salir de estudios muggles con un trabajo pendiente para el fin de semana, estudiar un objeto muggle y explicar el lunes su mecanismo; Lily le había convencido para que tomara la máquina de hacer fotos diciéndole que además de ser fácil y que ella le ayudaría, podría tomar fotos de sus amigos.

Había sido toda una odisea lograr que Sirius y James dejasen de jugar a los duelos sobre las rocas y que se quedasen quietos los segundos suficientes para poder tomarles la fotografía; Peter había sido el primero en sentarse en una piedra grande y lisa y no había sido hasta que los dos merodeadores habían visto como sus chicas se sentaban junto a Peter y éste bromeaba con ellas pasándole un brazo a cada una por los hombros, que los dos habían dejado de jugar para acercarse hasta sus novias Lily y Cathy.

La fotografía al final, había quedado tal y como él la tenía en las manos; Sirius y James sentados en la piedra con las piernas abiertas; Lily delante de James y Cathy delante de Sirius de pie las dos, la pelirroja abrazando el abrazo que James le prodigaba y Cathy con una mano cruzada sobre su cintura y la otra acariciando la mano de Sirius que el chico había dejado sobre su hombro; Peter estaba con una rodilla flexionada en el suelo, en medio de las dos chicas.

Lo sentía. Se sentía culpable por ellos, por lo que podría haber hecho y no hizo. Miró a Peter… Quizá si hubiese sido de otra forma con él, el chico no hubiese hecho lo que había hecho en el pasado; quizá si hubiesen estado más pendientes de él no se habría unido al grupo de mortífagos ni hubiese traicionado a Lily y James… quizá aquel día en que él le había pedido ayuda y él no había podido ayudarle porque tenía una cita debería haberse quedado con él… Se había preguntado cientos de veces si aquello había sido culpa suya; era cierto que Sirius y James eran sus mejores amigos, pero Peter… bueno, Peter siempre estuvo allí, a su manera, claro, pero lo estuvo… después de todo, se hizo animago por él… Más de una noche había pasado en vela preguntándose si había hecho algo para que Peter hiciera lo que había hecho…

Cathy… La dulce Cathy, su confesora… Casi podía decir que ella le conocía mejor que él mismo; la misma complicidad que James y Sirius demostraban, que únicamente con mirarse sabían lo que querían decirse, era la que él mantenía con Cathy. Ella no tenía que haber estado en el Ministerio en aquel ataque… había ido allí a buscar unos archivos que ayudarían a validar la opción de que los licántropos no debían ser considerados peligrosos; una propuesta que ella misma había tirado hacia delante y que debía llevar al día siguiente al Juzgado de Magia para que fuera aprobada… No podía evitar pensar que si él no hubiese sido un licántropo, Cathy no se hubiese tomado tan a pecho esa propuesta y ese día no hubiese ido al Ministerio y ella no estaría muerta…

Lily y James… Era injusto. Era injusto que ellos fueran las víctimas aquella noche, que ellos dos murieran dejando a un bebé solo en el mundo cuando él, que no tenía a nadie, seguía vivo. Si hubiese podido cambiarse por ellos lo hubiera hecho; la vida de sus amigos valía más que la suya propia… Por más que lo intentaba seguía sintiéndose culpable, aún después de tantos años, de seguir vivo cuando ellos no lo estaban, culpable de poder pasar tiempo con Harry cuando ellos no habían podido pasarlo… Culpable de seguir vivo y que ellos no lo estuvieran.

Y Sirius… Su fiel amigo Sirius, ni siquiera doce años en Azkaban pudieron terminar con él; ni el juicio de su culpabilidad a ojos de todo el mundo mágico, ni el tener que ocultarse como un mendigo y un criminal… Nada había borrado la esperanza de vivir y de luchar que siempre lo había acompañado desde que eran unos críos. Y en un principio él creyó que Sirius era culpable… Creyó que él había traicionado a Lily y James, creyó en las palabras que los demás le dijeron y no confió en el amigo que siempre había sido… Y cuando Sirius y él volvieron a encontrarse, el animago no le reprochó nada, siguió siendo un amigo fiel y sincero hasta que murió tras el velo… Culpable; culpable de no haberlo podido salvar en ninguna de las dos ocasiones, ni cuando fue enterrado en vida, ni cuando fue asesinado.

Sin saber cómo había sido, una lágrima cayó sobre la fotografía, en el rostro de James y otra sobre Sirius; Remus intentó quitarlas y sólo logró extenderla más hacia el rostro de sus amigos. Y entonces se fijó en sus rostros; ellos sonreían, ellos no lo consideraban culpable de nada… Peter había tomado una elección en su vida, equivocada, sí, pero había sido sólo suya; Cathy había seguido con aquella propuesta porque quería ayudarle a él porque quería ayudar a todos los que eran como él; Sirius… Sirius jamás le habría culpado de nada, era demasiado noble para hacerlo y James y Lily… Estaba seguro que los dos estarían felices sabiendo que un merodeador vigilaba ahora los pasos de Harry.

Y respiró. Respiró profundamente llenando los pulmones de aire mientras evitaba llorar; llenándose de vida y de fuerza; y decidido a no sentirse culpable nunca más por un pasado que no habría podido cambiar.

Era el momento de seguir con su vida, con la vida que siempre debería haber tenido y no con la vida que había llevado desde la primera muerte de Cathy, una vida cargada de culpabilidad.

Era un merodeador, lo había sido y siempre lo sería; y los merodeadores, como Sirius nunca se cansaba de decirle en sus años en Hogwarts, nunca se rendían ante nada. Él tampoco lo haría; viviría la vida que ellos no pudieron vivir.

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Apenas había pegado ojo en toda la noche, y por primera vez, las pesadillas con su madre, las palabras de su padre e incluso todo el misterio que rodeaba la daga que tenía guardada bajo la almohada; por primera vez en muchos años, habían sido las palabras lo que habían hecho que no pudiera dormir.

Sabía que era mentira, que las palabras que Granger había utilizado el día anterior, sólo habían sido lanzadas para hacerle daño… Del mismo modo que lo había hecho Malfoy semanas atrás en el Gran Comedor y del mismo modo en que los miembros de las otras casas lo hacían continuamente. "En cuanto arreglemos nuestras diferencias, te ignorará como siempre lo ha hecho ¿o es que Harry había hablado contigo anteriormente?" ¿Y si tenía razón y Harry se sentía solo y por eso le hablaba? O peor aún, ¿y si simplemente era lástima lo que sentía por ella y por eso le hablaba y la trataba como una amiga?

-Idiota… -murmuró en voz baja mientras se adentraba en el claro del bosque-… ¿y qué más quieres que sienta a parte de lástima por ti? –se preguntó a sí misma-. Tú estás enamorada de él, te estás enamorando de él –se autocorrigió-, pero eso no significa que él también lo esté haciendo… ¿Por qué habría de enamorarse de ti alguien como él? –miró a su alrededor y esperó pacientemente a que Feamor la viese allí sola-. ¿Por qué habría de enamorarse nadie de ti? No tienes nada bueno… ¿Qué te hace pensar que alguien como él podría enamorarse de ti? Papá ya me lo decía… ya me lo dice…

Su padre se había pasado los últimos tres años de su vida repitiéndole hasta la saciedad que jamás encontraría a nadie que la quisiera si no perdía peso de forma inmediata; y pese a que su madre había insistido en que eso era una estupidez porque ella era una estupenda persona que seguro que encontraría a alguien a quien amar y que la amara, su padre no se cansaba de repetírselo una y otra y otra vez; si bien al principio lo había ignorado deliberadamente, desde la muerte de su madre la presión que el hombre había provocado sobre ese tema sobre ella, era inaguantable y constantemente recibía lechuzas de su padre con revistas sobre dietas, dietética, gimnasia y productos milagrosos que la harían perder peso inmediatamente, tanto muggles como mágicas.

Eso le había hecho darse cuenta a ella de lo mucho que su padre quería que adelgazara, después de todo, él era muggle y a todo lo que tuviera que ver con lo mágico, le tenía cierto respeto; así que el hecho de que él insistiera en sus cartas diciéndole que "era una bruja y que debería de poder hacer alguna poción o algún tipo de hechizo para perder peso, debería ser realmente fácil", le indicaba que su padre seguiría mirándola reprobatoriamente hasta que no bajase su peso por lo menos a cincuenta quilos.

-Quizá tenga razón… -suspiró.

El sonido de unos cascos la hizo dejar de hablar y pensar en voz alta; el morro de Feamor rozó su hombro y el animal cabeceó ligeramente contra ella en un saludo amistoso. Verónica no pudo evitar sonreír mientras le acariciaba entre los ojos negros que parecían mirarla con interés.

-Hola Feamor… -susurró la chica-… ¿me has oído? Parezco tonta hablando sola, ¿verdad?-El pegaso hizo lo que pareció ser una negativa con la cabeza y ella sonrió de nuevo-. Tú que me miras con buenos ojos… -añadió riendo levemente-. Te he traído algo, espera… -la chica se agachó unos segundos para abrir su mochila que tenía en el suelo y buscar la manzana que aquel día había cogido para el animal -. Toma… -partió la manzana por la mitad y le ofreció una parte al animal que la tomó de su mano con la boca aterciopelada. Sonrió ante las cosquillas que la boca de Feamor le causó en la palma abierta de su mano-. Espera, no seas impaciente… ahora te doy la…

Pero se calló. Un silbido. Un silbido agudo que repetía una melodía continua y rítmica empezaba a escucharse en el claro del bosque, proveniente de detrás de los arbustos grandes y oscuros. Una melodía que la instaba a dirigirse hacia allí. La mitad de la manzana cayó al suelo y sin saber por qué lo hacía, Verónica empezó a guiarse por sí sola hacia la melodía.

Erebor caminaba despacio hacia su clase de forma descuidada; no podía negar que Derin había cometido un error al hablar de aquella forma con Granger, pero tampoco podía borrar la sonrisa satisfactoria de su rostro. Él también estaba cansado de que el director y Granger y Weasley tramaran planes contra Ainur; ¿es que no se daban cuenta que el mundo estaba en peligro por algo más que unas tonterías como aquellas? Dumbledore había puesto en manos de Harry el destino del mundo mágico y muggle ¿y no podía dejarle actuar como él creía que debía hacerlo, ¿No podía dejarle tranquilo unos minutos o acaso era mucho pedir?

Erebor, al igual que Giliath, Remus y Derin, sabían que Dumbledore había cometido su último error con Harry; la próxima vez que hiciera algo semejante, debería enfrentarse a Harry Potter, a Ainur; y con una media sonrisa recordó que a él no le haría mucha gracia tener que enfrentarse con el poder de Ainur cuando estaba enfadado.

La marca que tenía en su nuca tiró de él y el dios se llevó una mano a la zona para frotarla de forma incesante mientras fruncía el ceño. La llamada de Feamor estaba presente en su cabeza, el animal lo estaba llamando. No lo dudó ni un segundo antes de cambiar el rumbo y localizar el aura del animal para aparecerse ante él.

"-Giliath, problemas.

-¿Qué ocurre ahora? –preguntó molesta-.¿Ese viejo idiota quiere someter a Harry a la prueba de la verdad? –añadió con cierto sarcasmo evidente.

-Feamor me está llamando –dijo Erebor sin demasiada ceremonia-. Voy a verlo.

-¿Necesitas ayuda?

-No lo creo, pero está muy inquieto. Avisa a Harry y Derin, por favor, que vuelvan inmediatamente.

-Ten cuidado.

-Tú también."

Sin duda era extraño que Feamor le avisara; nunca se había llevado bien con el animal y tuvo el presentimiento de que Harry le había dado instrucciones de que si ocurría algo lo avisara a él. Feamor era un pegaso negro, orgulloso por naturaleza ¿qué podía haber ocurrido para que pidiera ayuda a un extraño?

Localizándolo en el bosque oscuro, Erebor elevó una mano y un remolino de fuego lo engulló. Cuando abrió los ojos, descubrió por qué lo había llamado el pegaso.

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Estaba en su rincón favorito de Ahsvaldry; era de noche y las cuatro lunas brillaban en el cielo moviéndose alrededor del centro invisible, como si del sistema solar se tratara; cada una de ellas era hermosa a su manera.

Pensaba en las palabras que Eirin le había dicho junto al lago y no tuvo que sonreír por fuerza cuando pensó en Verónica. Quizá sí se había enamorado; no, no era un quizá ni un posiblemente, ni siquiera un tal vez, era una afirmación; se había enamorado de esa chica y ni siquiera sabía cómo ni cuando había pasado.

Era diferente a las demás, y aunque Stell aún no había encontrado nada de la primera guardiana de la daga, aunque no fuera Verónica, le daba igual… Había algo en ella que lo atraía, algo verdadero, algo real.

-¿Si se lo digo, como reaccionará? –se preguntó en voz alta mientras sonreía divertido imaginándose escenas en las que él le decía que creía haberse enamorado de ella.

"-¡Ainur!

-¿Qué ocurre, Derin? Pareces preocupado -Era cierto, la voz en la cabeza de Harry había resonado con fuerza y preocupación-. ¿Hay algún ataque? No he escuchado la…

-No es nada de eso, Feamor ha llamado a Erebor –dijo rápidamente.

-¿Qué?

-Giliath acaba de avisarme; Feamor ha llamado a Erebor.

Harry calculó las horas con rapidez, allí debía de ser la hora del desayuno, un poco más tarde quizá; él le había pedido a Verónica que visitara a Feamor por las mañanas. La alerta resonó en su cabeza.

-¿Ainur?

-Voy para allá directamente; avisa a Stell, por favor.

-¡Espera, Ainur!"

Pero Harry cortó la comunicación; conocía a Derin; intentaría hacerle esperar a que fuera él primero a asegurarse que no pasaba nada malo, pero él no podía esperar, no quería esperar; necesitaba saber si le había pasado algo a Verónica y necesitaba saberlo ya.

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Escuchó a Feamor resoplar y golpear el suelo con los cascos, pero no le dio importancia; esa melodía se metía en su cabeza, casi como una orden, instándola a que se dirigiera hacia allí; era como si una fuerza magnética la atrajera hacia aquella parte del bosque espesa. La misma sensación que había notado días atrás en aquella escalera. La misma melodía, la misma música, el mismo silbido contagioso que sin saber cuándo, ella misma había empezado a marcar con su tarareo inconsciente.

El bosque desapareció ante sus ojos, únicamente esos matorrales que se iban abriendo a medida que los iba apartando, y esa melodía que seguía sonando incesante; lejos quedaba el relinchar de Feamor y el ruido de sus cascos golpeando la tierra. Y cuando el silbido se hizo más agudo y penetrante y los arbustos se apartaron definitivamente de su camino, Verónica alzó la vista para encontrarse con una de las criaturas más hermosas que jamás había visto.

Un rostro blanco, cabellos negros y largo que ocupaban gran parte de la espalda; constitución robusta y ojos dorados; hermosos, inquietantes a su manera, pero penetrantes que le hacían sentir a quien los miraba, que podían llegar hasta su propia alma y robar sus más oscuros deseos. Una larga túnica negra y plateada cubría su cuerpo y sus manos ágiles y aristócratas asomaban por debajo de las mangas moviéndolas de forma sinuosa y atrayente, envolviendo a Verónica en una mágica atracción que jamás había experimentado. No era humano, de eso no había ninguna duda; pero tampoco había visto ni leído nada sobre una criatura tan hermosa como aquella.

-Cuéntamelo todo… -murmuró una voz.

Extrañamente, el hombre no había abierto la boca, su sonrisa perfecta seguía en sus labios, y aún así, la chica podía escucharlo perfectamente y sin ningún tipo de problema.

-Cuéntame quién eres… cuéntame por qué estás con él… Vamos… acércate… deja que vea en tu mente…

Alargó la mano con la intención de rozar a aquel ser atrayente. Un empujón, un grito, cayó al suelo y vio la figura de Feamor delante de ella, interponiéndose entre aquella criatura y ella misma. Las alas del animal se desplegaron hacia los cielos y cubrieron la visión de la chica en un intento por protegerla ¿de qué? No lo sabía.

Quiso gritar, quiso pedir que la dejaran volver con esa criatura, necesitaba volver a ver sus ojos encantadores, escuchar esa melodía que aún resonaba en la cabeza, quiso hacerlo y no pudo; como si se hubiese partido en dos mitades y cada una de ellas dentro de su propio cuerpo quisiera una cosa diferente a la otra.

Un remolino de fuego apareció ante sus ojos, un poco más allá, frente a Feamor; apenas podía distinguir algo más que los pies y las piernas de quién fuera que acababa de aparecer envuelto en llamas, pero reconoció la voz de inmediato.

-¡Llama eterna, acaba con tu enemigo!

Un grito aterrador inundó sus oídos; la melodía de su cabeza, cesó por completo y el silencio se apoderó del lugar. El rostro del profesor Erebor fue lo último que vio antes de cerrar los ojos y caer desmayada.

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Suspiró profundamente antes de cubrir bien con las mantas el cuerpo de Draco sobre el sofá mientras miraba de forma reprobadora el torso desnudo de su ahijado, estaba cansado de decirle que no debía dormir de ese modo y mucho menos en las mazmorras si no quería despertar con una buena gripe, pero Draco había salido en testarudez, igual que Narcisa y la verdad es que no se sorprendía de ello; podía haber heredado la elegancia, los gestos, la mirada y la altivez de un Malfoy, pero el carácter Black de Narcisa habían calado en él casi sin que se diese cuenta. De eso se había dado cuenta cuando había abierto la puerta de sus habitaciones privadas en medio de la noche encontrándose a un Draco diferente al que estaba acostumbrado a ver en clases; una sonrisa irónica adornaba su rostro mientras dos cartas le eran presentadas; una estaba abierta y escrita, la otra era un simple sobre con la letra "C" en rojo brillando. Él conocía esa letra y su significado. Con un suspiro lo había dejado entrar sabiendo que en aquellos momentos él era lo único que el chico tenía y había agradecido en silencio a Blaise Zabinni por haberlo despertado y ayudado con todo aquello; nunca le podría estar lo suficientemente agradecido por haberle salvado la vida a Draco.

Severus dudó si debía despertar a Draco o no. El día anterior no había asistido a clases por su propia petición pese a que el chico había insistido en asistir como un Malfoy. Snape tuvo que recordarle que en aquellos momentos el apellido de su padre no le serviría más que para terminar muerto si los Slytherins lo pillaban desprevenidos.

Ni uno solo de los Slytherin habían prestado atención a la falta de clases de Draco; ninguno de ellos había dicho nada y él no había preguntado; era más que obvio para todos que Malfoy estaba en las habitaciones de Snape y ninguno era lo bastante atrevido par ir a pedirle al profesor de pociones que expulsara a Draco de sus habitaciones para poder llevarlo a una muerte segura; Zabinni parecía estar bastante bien, después de todo, parecía haber escapado de la escaramuza con poco más que un ojo morado, una ceja partida y alguna que otra maldición cruciatus, por la forma en que se movía con dificultad y ayudado por Parkinson cuando nadie se daba cuenta de ello.

Miró a Draco que se revolvía incómodo en el sofá, probablemente despertándose dado que era amigo de madrugar; antes de pensarlo siquiera, había tomado la carta de Narcisa y se dirigía a él con su ya consabida expresión inexpresiva en el rostro.

-Buenos días… -murmuró el chico ahogando un bostezo-… ¿podré ir hoy a clases o tendré que esconderme otra vez?

Snape se calló el resoplido y contestó mordazmente a la exasperación de su ahijado.

-Si quieres seguir vivo para la hora de la cena permanecerás aquí, si no, ya sabes donde está la puerta –le contestó extendiéndole la carta. Draco la miró receloso-. Es… me la dejó tu madre antes de marcharse Draco, es tuya.

-¿De mi madre? –el chico la tomó y revisó el dorso, sonriendo al ver la delicada caligrafía de su madre dirigida a él.

-Iré a dar las clases; quiero que te quedes aquí –dijo en un tono que no admitía réplica alguna-. Lee la carta; cuando quieras desayunar sólo tienes que llamar a Lippo –le indicó refiriéndose a su propio elfo doméstico-, no comas nada que puedan traerte los demás elfos, ¿entendido?

-Sí, Severus, me lo dijiste ayer también… -contestó con voz cansada.

-Entonces también recordarás que te dije que te mantuvieras lejos de las ventanas y que no aceptaras ningún paquete o carta que venga a esta habitación ¿verdad? Y también que hechices la puerta tan pronto como yo salga de las habitaciones, ¿cierto? –Draco le dedicó una mirada de soslayo y asintió-. Vendré a comer contigo Draco, no hagas tonterías.

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Los murmullos que escuchaba a su alrededor no tenían nada que ver con las voces y los gritos y risas con que sus compañeras de cuarto despertaban; y la luz tenue no era definitivamente la luz clara que entraba por las ventanas de la torre de Gryffindor cuando empezaba el día.

-No puedes hacerlo… -siseó alguien.

-Voy a hacerlo, me hago responsable de ello, pero voy a contarle todo lo que pueda contarle –esa voz la reconocería en cualquier parte, ¿qué hacía Harry en su habitación?

-Déjale Derin, después de todo, quizá ella también…

-Aún no lo sabemos, Erebor –contestó la voz del profesor Derin-. No podemos arriesgarnos a contarle esto a nadie…

-Ella ya está en esto, queriendo o sin quererlo –protestó la voz de una mujer-, creo que Ainur tiene razón.

Un silencio se hizo en la habitación seguido por un bufido de resignación y exasperación.

-Bien, pero si algo sale mal, no contéis con mi apoyo –volvió a protestar Derin justo antes de cerrar la puerta.

-Se ha enfadado –esa voz sí que la conocía bien, Remus Lupin, ex profesor de Hogwarts.

-Sí –corroboró Harry-. Y voy a ser el centro de su furia no te preocupes Remus, sabré defenderme.

-No deberías entrenar con él en un par de semanas –aconsejó la voz de Erebor de nuevo pero con un claro tinte divertido.

-¿Y perderme toda la diversión? –se notaba un ligero tinte divertido en la voz de Harry-. Debes estar bromeando…

Sonrió de forma imperceptible salvo para alguien que tuviera buena vista y una intuición desarrollada.

-Deberíais salir fuera, chicos –instó la dulce voz de la profesora Giliath-. El moretón de su hombro ha desaparecido pero me gustaría comprobar que no se ha dado ningún golpe más –dijo.

-Está bien… -murmuró Harry-… Si se despierta…

-Te avisaré –lo cortó Giliath-. Ahora fuera, todos.

Diferentes ritmos de pasos se fueron alejando de la cama; alguien se acercó a ella y titubeante, sintió el calor corporal de alguien cerca de su rostro; respiró pausadamente para no revelar su estado no durmiente y tuvo que hacer un gran esfuerzo para reprimir la sonrisa que le produjo cuando Harry se inclinó hacia ella y la besó en la frente en un gesto cariñoso y dulce que pocas veces le habían dirigido. ¿Cómo sabía que era él? Fácil; únicamente con Harry sentía que la piel se le electrizaba cuando ésta era acariciada o simplemente rozada por él.

Los pasos se alejaron y la puerta se cerró. Escuchó la voz dulce de la profesora.

-Muy bien, despierta, estamos solas… y te he visto sonreír –añadió con alegato profesional. Verónica abrió los ojos, aún estaba algo aturdida y la cabeza le daba vueltas, por lo que cuando intentó incorporarse, no pudo hacerlo-. Calma, has estado mucho tiempo expuesta a ese espía naryn… -le confió la diosa ayudándola a sentarse y acomodándole los cojines detrás de la espalda -¿Mejor? –asintió-. Bien, entonces ahora vamos por partes, ¿qué recuerdas?

Durante la siguiente media hora, Verónica le relató a Giliath lo que recordaba; el claro, Feamor, la melodía, la criatura, el golpe, las alas extendidas del pegaso, la voz de Erebor apareciendo entre un remolino de fuego. Giliath frunció el ceño.

-No deberías recordar nada… -murmuró la profesora para sí misma pero sin impedir que Verónica la escuchara-. Permaneciste mucho tiempo junto a él… no deberías… -la miró con los ojos brillantes-. Verónica, ¿tienes algún objeto mágico?

-¿Objeto mágico? –la chica frunció el ceño.

-Un anillo, un colgante, una esclava, un tatuaje… -empezó a enumerar Giliath con voz calmada-, algo que sea lo bastante antiguo y poderoso para impedir un hechizo a tu mente.

-No, sólo… -la diosa la miró-. Pero es una tontería, ni siquiera la llevaba conmigo cuando…

-¿Qué es?

-Una daga –dijo la chica sencillamente-. Mamá me la dio cuando cumplí…

-… siete años… -terminó la diosa por ella. Verónica asintió y la diosa se levantó abriendo la puerta-. ¡Harry, Erebor, Derin, aquí ya! –ordenó con voz autómata.

A Verónica le costó asimilar la rapidez con la que los tres varones y Remus habían aparecido en el lindar de la puerta y si bien pudo ver que el primer impulso de Harry al verla despierta fue sonreír y hacer un ademán de ir a preguntarle como estaba, las palabras de Giliath dejaron a todos donde estaban.

-Lo recuerda todo pese a haber estado más de una hora junto al espía naryn y tiene una daga que su madre le entregó al cumplir los siete años.

Los ojos de os presentes se posaron en ella y Verónica tragó con cierta dificultad.

-¿Qué ocurre?

Erebor suspiró y Derin frunció el ceño. Harry fue el elegido en silencio para que se acercara a ella.

-Hay algo que tenemos que contarte, Verónica…

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"Draco:

Pensé en poner "querido Draco" pero sonó demasiado formal y eso no expresaría todo lo que siento hacia ti, mi pequeño. Le entregué esta carta a Severus para que te la entregara en caso de que yo desapareciera sin decir nada… supongo que si estás leyendo esto es porque algo ha ocurrido; confío en el juicio de Severus y sé que te la ha entregado cuando él lo ha considerado oportuno.

Hay muchas cosas que tú no sabes y otras muchas que no comprendes… algunas te las resolveré yo con estas palabras, otras quizá no las resuelvas nunca; pero no te preocupes por eso, el tiempo es el mayor sabio de todos y él sabrá responderte cuando llegue el momento. Quizá de las cosas que yo te cuente, algunas no las creerás, otras te resultarán imposible de creer y otras simplemente pasarán por tu cabeza como tonterías; te ruego que te lo tomes en serio, pequeño… Pues lo que voy a contarte, lo es; conocerás el motivo por el que he tenido que marcharme y conocerás el motivo por el que odias a Potter…"

Draco parpadeó un par de veces. ¿Qué quería decir todo aquello?

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Siete maldiciones rojas habían terminado en el cuerpo de Lucius Malfoy, y ninguna de ellas había arrancado un grito o un alarido a la mano derecha de Voldemort. El mago oscuro sonrió casi imperceptiblemente, no esperaba menos de Malfoy.

-Bien, y ahora dime, Lucius… ¿me has conseguido ya la daga?

Tuvo que respirar entrecortadamente un par de veces para asegurarse una voz firme y segura que no mostrara ningún atisbo de dolor; un Malfoy nunca se veía débil ante los demás, ni siquiera ante Lord Voldemort.

-No mi Lord –dijo con una seguridad que no sentía en absoluto.

Nagini siseó algo y Lucius se sintió inquieto y nervioso; esa serpiente siempre conseguía el mismo estado de él y él odiaba sentirse débil, aunque fuese delante un animal, aunque tenía muy en cuenta que Nagini no era un animal normal.

-¡¿Y se puede saber a qué diablos esperas para hacerlo! –bramó -¡¿Una invitación!

-Mi Lord, yo…

-¡Cruccio! –gritó apuntando a Malfoy con la varita. Consciente de que lo escuchaba y estaba en plena facultades, continuó hablando – No sólo no me has traído la daga oscura, sino que además has echado a perder el único contacto que tenías dentro de Hogwarts, ¡idiota! –apartó su varita dejando a Lucius respirando con dificultad-. Por suerte para ti, aún hay que me son fieles… -dirigió su mirada hacia un rincón y aunque no pudo verlo bien, Lucius creyó distinguir el rostro de Bellatrix escondido entre las sombras-… Me da igual como lo hagas, pero prepara un ataque para Halloween, atacaremos Hogwarts –le anunció.

-¿Atacar Hogwarts? –Voldemort le miró amenazante y toda posibilidad de protesta murió en labios del hombre rubio.

-Quiero la daga oscura y quiero la lágrima de Lahntra que Potter lleva en el cuello ¡Y me da igual si para conseguirla tienes que traerme la cabeza de Potter, ¿entiendes!

-Sí, mi Lord.

-Cometiste un error muy grave al desconocer a tu hijo e impedir que pasara a formar parte de mis filas y te perdoné la vida –un gesto fue suficiente para que Nagini se acercara al mortífago y se enroscara en su cuello apretando suavemente sobre la garganta, impidiéndola respirar tan bien como él habría deseado-, vuelve a fallar y no tendrás que volver a preocuparte por nada, ¿me has entendido?- Lucius asintió de nuevo como pudo pese a la asfixia que Nagini le estaba causando-. Bien, ahora –Nagini se acercó a él antes de que Voldemort se lo exigiera o se lo pidiera-, haz pasar a mi invitado…-Una sonrisa maléfica apareció en su rostro-. No es de buen anfitrión hacer esperar a alguien que viene desde el reino de los dioses… ¿verdad?

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"Mi pequeño… Siempre supe que eras especial… Cuando naciste, tuve aquella visión en la que tú eras el protagonista… Todas las leyendas, todos los cuentos, todas las historias que en mi familia estuvieron ocultas transmitiéndose de generación en generación, eran verdad, no eran fruto de un fantasía… Era cierto… todo era cierto…

De pequeño, tenías pesadillas ¿las recuerdas? Despertabas en medio de la noche gritando y llorando, empapado en sudor entre las sábanas de seda de tu pequeña cama; y aunque tu padre siempre me advertía que no debía irte a ver, de un modo u otro siempre lograba escaparme para conseguir ir a tu habitación y calmarte y esperar contigo a que volvieras a dormirte mientras me contabas entre susurros y ocasionales lágrimas esos sueños tan extraños que te atormentaban.

Pequeño… no eran sueños… eran premoniciones, visiones de un pasado o de un futuro que has heredado de mí… Nunca te conté que tuviera ese don, ese privilegio, llámalo como quieras. Pensaba hacerlo, y con esa confesión, contarte todo lo que sé sobre tus premoniciones, sobre tus sueños, sobre tus pesadillas…

Pero dejaste de tenerlas; dejaste de quejarte por ellas y no me extraña… la educación a la que te sometimos, unida al entrenamiento diario que tu padre te obligaba a hacer para que fueras el perfecto hijo de mortífagos, no debía ni siquiera dejarte soñar por la noche… Quizá por eso no te lo conté… y ahora es mucho más complicado que todo eso…

Pero las pesadillas volverán Draco, como volvieron a atormentarme a mí mis visiones, fantasmas del pasado de toda la gente que maté, de toda la gente que sintió mis maldiciones torturándoles… sus fantasmas me perseguirán siempre aún cuando no los vea…

Y tus pesadillas también lo harán, Draco… Volverás a despertarte en medio de la noche, creyendo que eres el objeto de un complot contra ti, sintiendo como la magia oscura se interna en cada molécula de tu cuerpo y en cada gota de sangre que hace que te mantengas vivo… y yo no podré estar a tu lado como lo estaba antes.

He visto mi futuro Draco… ese es el motivo por el que no estoy a tu lado ahora… he visto como mis manos te mataban para poder obtener de ti lo que Lord Voldemort deseará cuando sepa que lo tienes tú, que forma parte de ti. He visto como me obligaba a matarte con mis propias manos porque rehusabas entregarlo por voluntad propia… Mi pequeño… prefiero alejarme de ti cien años que tener que matarte aún sea presa de un hechizo, pues jamás podría perdonarme terminar con la vida de la persona que más quiero"

-¿Algo que forma parte de mí? –se preguntó Draco en voz alta-. ¿De qué diablos estás hablando mamá?

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No había tenido ninguna intención de quedarse allí a escucharles ni a espiarles, pero había salido de las habitaciones para dejar a Verónica que pensara en lo que le acababan de contar; la chica había aceptado de forma razonable que Erebor, Derin y Giliath fueran dioses de Ahsvaldry, después de todo, según ella misma les había dicho, su madre solía pasarse las noches enteras contándole viejas leyendas que llevaban Ahsvaldry en cada palabra. Claro que evidentemente se habían saltado algunas cosas como quién era Draco en realidad y el echo de que ahora mismo estuviese en peligro porque Voldemort podría querer la daga que ella guardaba. Quizá lo que peor llevaba era el hecho de que Harry también formara parte de todo aquel mundo. Y pese que había dicho que estaba bien y que había asimilado todo aquello, Harry había decidido, junto a Giliath, dejarla sola para que terminara de asimilarlo todo y reposara un poco más después de tomarse la poción que Erebor le había preparado ya que los efectos del espía naryn aún estaban muy recientes en la mente de la chica.

Él también tenía que pensar; había creído que Verónica era la guardiana de la daga pero no lo había pensado en serio nunca. Ahora que todo estaba más claro, las piezas del puzzle empezaban a encajar; Draco era el depositario del colgante de Elea, Verónica era la guardiana de la daga y él poseía la lágrima de Lahntra; tres personas diferentes unidas en un mismo destino sin saber que los otros dos también forman parte de un destino compartido. Verónica y Draco estaban en peligro, ambos; y si bien confiaba en las capacidades mágicas de los dos, sabía que tanto los mortífagos como los naryns, como el propio Voldemort no dejarían de remover cielo y tierra hasta encontrar lo que querían y poseerlo.

Y entonces los había visto. En las escaleras que conducían a uno de los pasadizos de los merodeadores, sentados, sonriendo y hablando en susurros; ellos no le habían visto a él, por supuesto. Sabía que no debía hacerlo, sabía que no tendría que estar ahí, sabía que ese momento le pertenecía única y exclusivamente a ellos dos y a pesar de saber todo eso no pudo reprimir las ganas de quedarse y escuchar y observan lo que ocurría entre los dos adultos.

Desde el principio había notado que entre los dos había cierta complicidad que estaba presente en todos los que les miraban pero que escapaba a los ojos de ellos; ahora que los veía sonriéndose mutuamente, seguramente por alguna anécdota que Remus le estaba contando, los veía mejor que nunca y se alegraba en el fondo de su corazón de que los dos hubiesen podido encontrar a alguien con quien compartir esas sonrisas escondidas desde hacía mucho tiempo.

Ambos merecían ser felices; el brillo en los ojos casi dorados de Remus que había visto tan pronto había regresado de Ahsvaldry era más que evidente, pero no había sido hasta que había visto el mismo brillo en la mirada de Giliath que lo había relacionado todo. No sabía qué había ocurrido, ni qué era lo que había hecho que aquel hombre al que quería como un padre volviera a sonreír sin ningún asomo de culpabilidad en el rostro.

Con gran deleite vio como Remus besaba, seguramente por primera vez, a Giliath y como la diosa aceptaba el beso de forma gustosa, saboreando el momento.

Sonrió mientras se daba la vuelta para alejarse de ese pasillo comprendiendo que aquel momento, que aquel lugar, que aquel segundo, les pertenecía exclusivamente a ellos.

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"El poder oscuro más grande que jamás haya existido se reduce a un colgante que forma parte de ti, Draco. Lord Voldemort lo necesita para ganar cientos de súbditos con propósitos tan sanguinarios como los que yo he defendido hasta este momento… Y créeme que no dudará en tomar lo que es suyo por herencia si tú no se lo entregas por voluntad propia.

Es ese poder oscuro lo que te ha convertido en la persona fría y distante que eres, recelosa, capaz de hacer daño sin sentir remordimientos por ello… es ese poder oscuro el que me arrebató a mi dulce niño para convertirte en lo que eres ahora… el frío reflejo de tu padre.

Es por ese poder oculto en ti que odias a todos los que te enseñamos a menospreciar… mestizos, nacidos de muggles, muggles, criaturas no mágicas y mágicas… todo aquello que no sea digno de un Malfoy.

Pero no busques porque no hallarás ese colgante y no habrá forma de que lo veas, forma parte de cada célula de tu cuerpo, de cada molécula, de cada minuto de tu vida que ha pasado y de la que pasará.

Se me acaba el tiempo y no puedo explicar todo lo que me gustaría explicarte… Sólo puedo pedirte, suplicarte que no le cuentes nada de esto a tu padre, pues él no dudaría en matarte para obtener el premio a los ojos de Nuestro Señor Oscuro.

Habla con Severus, él es tu padrino, él es tu guardián… él sabrá contestarte a todo lo que puedas dudar… Él es la única persona en la que puedes confiar en estos momentos, Draco; pese a todo lo que tu padre halla mencionado en casa, pese a los rumores de que el espía entre las filas de Lord Voldemort sea Severus… yo le confiaría mi vida a Severus Snape si fuera preciso… Y le confiaría lo más preciado que tengo, a ti…

Habla con él; cuéntale tus pesadillas, cuéntale tus sueños, tus temores… No dejes que la influencia de tu padre te arrastre con él Draco…

Tal vez… quizá algún día pueda volver a buscarte y podamos ir a nadar al lago de la mansión, como cuando eras pequeño, como hacíamos antes de que tus pesadillas empezaran, ¿recuerdas?

Ahora debo irme, debo despedirme de ti por el momento, mi cielo… Estarás bien, sé que estarás bien…

Y pase lo que pase, no olvides nunca que te quiero.

Tu madre, Narcisa"

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Hola! Estoy aquí de nuevo, que tal el capítulo?

Bueno, espero que os haya gustado y si no, ya sabéis, mandarme vuestras quejas donde ya sabeis :D

Para los que habéis salido de semana santa, espero que os hayais divertido, para los que os habéis quedado en casa… ¡como en casa en ningún sitio:D

Bueno, como siempre (bla, bla, bla…) los personajes son de J.K Rowling, salvo los míos (bla, bla, bla… )no lo hago para beneficiarme sólo para divertirme (bla, bla, bla…) ya sabéis…

Os dejo con el avance del próximo capitulo ok?

Un besito para todos, sed buenos y no hagais nada que pueda tener consecuencias negativas; nos leemos pronto!

En el próximo capítulo…

-¿Desde cuándo te escondes de Hermione?

-Ahora no estoy tan seguro de que Dumbledore y Hermione sepan lo que están haciendo…

-Para mí, Harry siempre será Harry.

"-Harry ha sufrido mucho…

-Lo sé. No pretendo apartarlo de vosotros.

-Tienes que enseñarme la daga que tu madre te dejó Verónica"

"-¿Qué se supone que tengo y que forma parte de mí?

-¿No podías empezar por una pregunta más sencilla? Empecemos por el principio"

"-Yo no busco problemas, los problemas me buscan a mí

-Y a veces simplemente quieres ser Harry…

-Guarda la maldita daga

-Porque tú no tienes ningún tipo de poder oscuro

-Es como si… ¿creara un escudo?"

"-Dejarás que Draco se quede conmigo si accedo a entrar en la mente de Potter, ¿es eso?

-En ese caso, Severus, me veré en la obligación de pedirte que el señor Malfoy regrese a sus habitaciones esta misma noche."

"-Sólo estás tentado a utilizar la daga si hay algún rastro de magia negra y oscura en tu corazón

-Te obligamos a utilizar tanto tu poder natural como la magia negra que tienes dentro.

-Mi conexión con Voldemort

-Debes mantenerte alejado de la daga oscura Harry

-¿La daga cambió?

-Odio esto…"

"-Lo intenté, pero las cosas en Ahsvaldry están muy revueltas, Señor…

-En ese caso, libérala"

"-Sé lo que le dijiste a Verónica

-¡No hables así de Dumbledore!

-¡Y tampoco me traicionó!

-¿Me estás amenazando?

-¡Sí, lo estoy haciendo!"