Hola a todo el mundo!
Qué tal?
Lo sé, lo sé, me he retrasado un día! Pero qué queréis? Desde el viernes no me dejaban acceder a mi cuenta en fanfiction, por lo que no podía subir ningún capítulo, así que la culpa no es mía :D
Bueno, espero que hayáis pasado una buena semana y todo eso que se suele decir, yo como siempre, gracias.
Muchas gracias por todos los reviews que he recibido del anterior capítulo, espero volver a recibiros en este capítulo después de que lo leáis, de acuerdo?
Bueno, un besito para todos, recordad que los personajes ajenos a mí son de J.K. Rowling y nos vemos abajo!
CAPITULO 26. El poder de la daga
"Giliath escuchó el ruido sordo de una pared al ser destruida y suspiró; cerró el libro que estaba leyendo y lo dejó sobre el banco en el que estaba sentada, en el pasillo mientras contaba mentalmente hasta diez. Cuando iba por el cinco, sintió el poder de Ainur, restaurando seguramente la pared, cuando iba por el siete escuchó los pasos decididos de Derin y cuando llegó a diez, la discusión estaba servida.
-¡Podrían haberte matado!
-¡Llevo mucho tiempo en esto para saber lo que hacer!
La diosa suspiró. Siempre andaban igual. Desde que Derin había accedido a llevar a Harry a ciertas misiones, siempre que no entrañaran ningún riesgo para él, cada vez que regresaban de una de esas misiones volvían enfadados, gritándose mutuamente y destrozando paredes a su paso; seguramente por eso la mayoría de los que servían en palacio preferían apartarse del camino de los dos guerreros en cuanto anunciaban que el escuadrón de Lobos Grises habían regresado.
-¡Pues no lo parecía!
-¡No me hiciste caso! –le gritó de vuelta Derin.
La alta figura de Harry giró en la esquina, justo por el pasillo donde se encontraba ella. Sonrió al mirarle; nadie diría que era el mismo niño delgado y pálido que había llegado a Ahsvaldry. Y mucho menos con el uniforme rojo y blanco que llevaba en aquellos momentos, el cabello desordenado y algo largo y los ojos verdes centelleando llenos de furia y rabia contenida.
-¡No pensaba quedarme quieto viendo como intentaban matarte, por todos los dioses, Derin! –le gritó Harry sin siquiera detener el paso para mirarle.
-¡No deberías haber venido! –gritaba Derin enfadado detrás de él-¡Aún no estás preparado y sigues siendo un temerario que pone en peligro a todos!
Harry se detuvo en seco y giró para mirar a Derin directamente. Giliath supo que aquella elección de palabras había sido un error; un gran error por parte del dios guerrero.
-¡Siempre soy un peligro para todos ¿verdad! –preguntó y medio gritó el chico haciendo grandes aspamientos con los brazos –¡Mis padres murieron, Sirius murió, mis amigos estuvieron en peligro, la maldita orden decidió espiarme porque yo podía convertirme en un peligro para todos! –gritó Harry-¡Maldita sea! –rugió de nuevo provocando que la pared de su izquierda estallara sin, Giliath estaba segura, quererlo-¡Sé que soy un peligro para todos, pero es lo único que soy, ¿de acuerdo! –se giró hacia la pared -¡Reparo!- la pared se reconstruyó como si nada hubiese pasado -¡Y sé que estaría mejor muerto, pero no puedo hacerlo porque todo el maldito mundo depende de que derrote al maldito Voldemort de una maldita vez; así que perdóname por querer salir de mi escondite para ayudar a alguien a quien aprecio como la única familia que siempre he querido y nunca he podido tener! –terminó de gritar el chico haciendo que la pared volviese a desmoronarse ante la potencia de su magia.
Giliath tuvo la sensatez de envolverse en un escudo antes de que la ráfaga de magia producida por Harry involuntariamente la golpease enviándola cuatro metros atrás; no quería pensar qué le hubiera pasado si no se hubiese puesto ese escudo.
-¿Y qué te hace pensar que eso es lo único que eres? –preguntó Derin con voz calmada mirando a Harry fijamente-. ¿Qué te hace pensar que sólo eres un peligro? Deberías pensar que eres nuestra salvación Ainur y aún más allá de eso –añadió interrumpiendo la protesta que seguramente iba a nacer e los labios de Harry-, deberías pensar que si te estamos entrenando es porque nos importas tú, no la maldita profecía. ¿Qué te hace pensar que te pedí que te ocultaras porque eres un peligro? Deberías pensar que te lo pedí para que no te ocurriera nada porque pese a lo que los demás crean, creo en ti y confío en ti, Ainur.
Giliath sintió como la magia de Harry se controlaba de nuevo y suspiró aliviada; lidiar con un poder como el que parecía tener Ainur sería toda una hazaña, pero lidiar contra un poder descontrolado y furioso como el de Harry, sería una misión suicida.
Nunca había visto a Derin tan pendiente de nadie; sabía que había algo que unía a Derin a Harry, quizá por eso el Príncipe le había pedido al dios guerrero que lo entrenara p ara ser un shygard y aunque en un principio Derin se había mostrado reacio a hacerlo, había accedido, cosa que había sorprendido a todos, incluyéndose a sí misma.
Derin había visto en Harry la creciente necesidad de mostrarle la luz a un niño perdido… Sonrió cuando vio como el dios guerrero rodeaba a un, ahora derrumbado Harry que lloraba sin saber el motivo; envolviéndolo en un abrazo fraternal que pocas veces Derin había compartido con nadie.
Se levantó y tranquilamente murmuró un hechizo para reparar la pared antes de tomar su libro y caminar hacia el lado contrario donde se encontraban los dos guerreros. Giró la esquina y se topó con Erebor que caminaba hacia allí con paso apresurado.
-Erebor, ¿me acompañarías a dar un paseo a caballo?
-¿Dónde está…
-Necesitan hablar Erebor –le contestó Giliath-. Ahora ya está todo controlado.
El dios asintió sonriendo; si Giliath era capaz de dejar a Harry en manos de Derin era porque definitivamente todo estaba controlado."
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Tres pétalos de rosa selvática, azufre y polvo de cuerno de rinoceronte… Neville estaba practicando la última poción que Erebor le había encargado con una gran sonrisa de satisfacción. Según el profesor Erebor, tenía actitudes para las pociones, pero tendía a confundir ingredientes y ese era su problema.
El chico sonrió mientras recordaba la primera vez que había dado clase particular con Erebor y no podía borrar de su mente la imagen de un profesor con la cara verde y el cabello alborotado y de un color azul pastel cuando su caldero explotó por remover la mezcla en sentido contrario al que él había indicado. Y aunque en aquella ocasión Neville había pensado que Erebor le gritaría, lo insultaría y lo trataría de inútil, reacción a la que estaba más que acostumbrado porque era la que siempre tenía el profesor Snape con él, Erebor le había sorprendido gratamente cuando se había echado a reír mientras decía "Harry no me advirtió de que darte clases podría suponer un cambio en mi apariencia"
Pero Erebor había sido paciente y tranquilo, claro en sus instrucciones y firme en sus enseñanzas y poco a poco, había conseguido que Neville aprendiera los diferentes ingredientes, qué ocurría si se combinaban con según qué otros ingredientes y las reacciones que podían tener. El resultado saltaba a la vista; hacía cinco clases que Snape no podía culparle de destrozar su aula.
El retrato de la dama gorda se abrió y una cabellera pelirroja y revuelta acompañada de una cara pecosa entró como un torbellino.
-No estoy –indicó el pelirrojo escondiéndose detrás de uno de los sillones y cubriéndose con una capa que estaba allí puesta.
Antes de que Neville pudiera preguntarle a qué venía todo aquello, cierta prefecta entró en la sala común.
-Hola Neville –saludó Hermione-. ¿Has visto a Ron?
Neville titubeó mientras echaba un vistazo de reojo al lugar donde Ron se había escondido, que quedaba justo detrás de donde Hermione estaba en aquellos momentos. Suspiró. Sabía que ninguno de los dos se había portado muy bien con Harry para que éste los hubiera apartado de su lado y sin embargo, optó por mentirle a la chica.
-Salió hace cinco minutos –le informó. Hermione le miró suspicaz-. Entró, subió y bajó saliendo de aquí, todo en un tiempo récord –añadió encogiéndose de hombros.
-¿Y no sabes qué fue a buscar? –preguntó ella de nuevo.
-Estaba ocupado con una poción –indicó el chico señalando el caldero que ya burbujeaba.
-Bien, si le ves, dile que le estoy buscando –y antes de que Neville pudiera contestarle, dio la media vuelta y salió de la sala.
-Gracias Neville –agradeció Ron sacándose la capa de encima después de ver y asegurarse que Hermione se había largado.
-De nada, ¿por qué te escondes de Hermione? –preguntó Neville.
-No me escondo de ella –aseguró Ron. Neville le miró con los ojos entrecerrados y Ron resopló-. Bueno, quizá un poquito… -confesó a regañadientes-. Quiere contarme no sé qué plan para hacer quedar mal a Ollivers delante de Harry –se encogió de hombros.
Neville frunció el ceño.
-Dejad a Verónica tranquila –recomendó. Ron le miró-. En serio. Harry y ella se llevan muy bien, no me gustaría veros en problemas con Harry sólo porque no dejáis de molestarla, es una buena chica.
-¿Desde cuándo defiendes a Ollivers? –preguntó el pelirrojo.
-¿Desde cuándo te escondes de Hermione? –preguntó de vuelta el moreno.
-Desde que se ha vuelto loca –le contestó Ron con un suspiro-. Creo que ha perdido el norte completamente.
-Los dos perdisteis el norte con respeto a Harry –le contestó Neville añadiendo un líquido que parecía agua.
-Lo sé… -admitió Ron-… pero en aquel momento creí que era lo mejor que podía hacer…
-¿Y ahora? –preguntó Neville.
-Ahora no estoy tan seguro de que Dumbledore y Hermione sepan lo que están haciendo… -contestó Ron.
Neville sonrió.
-Parece que no estás seguro de nada Ron –le dijo bromeando.
-Lo único que sé seguro es que me he equivocado y que no creo que a Harry le importe mucho que le pida disculpas… -frunció el ceño.
Neville se encogió de hombros.
-Prueba a hacerlo, después de todo, él sigue siendo Harry –revolvió la mezcla de su caldero y tomó el reloj para calcular el tiempo.
-Tú no le tienes miedo ¿verdad? –preguntó el pelirrojo apoyándose en la mesa, junto al lugar en el que Neville estaba trabajando.
-¿A quién, ¿a Harry? –soltó una risita sarcástica-. ¿Por qué iba a tenerle miedo a Harry?
-Muchos de los chicos de Hogwarts le temen… ya sabes, no todo el mundo puede comunicarse con un pegaso negro…
Neville le sonrió.
-Míralo por el otro lado; Harry debe ser una persona muy especial para que un pegaso negro sea su animal –le sugirió Neville-. No me importan lo que digan de él, me ayudó incluso antes de conocerme, en primero… -se encogió de hombros-… para mí, Harry siempre será Harry.
Ron asintió en silencio. Harry siempre sería Harry. Harry había sido su confidente, su amigo, su hermano y su compañero. Harry siempre sería Harry.
-Quizá tengas razón, voy a dar una vuelta, quizá me despeje las ideas… -dijo dando por finalizada la conversación mientras le daba una palmada en el hombro a su amigo.
-Ten cuidado con Hermione –advirtió divertido Neville cuando Ron ya desaparecía por el retrato.
Ronald estuvo a punto de mandarlo al diablo, pero aún así, antes de salir del retrato miró a ambos lados en busca de una cabellera castaña y rizada. Sólo por si acaso.
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Verónica abrió la puerta de la habitación donde la habían dejado descansando y salió a la pequeña sala común desierta excepto por el profesor Derin que parecía muy concentrado en algo mientras miraba el fuego que de vez en cuando se alzaba en grandes llamaradas y volvía a su normalidad cuando él parecía ordenárselo con una mirada.
Se sentó en el sofá frente al dios y se quedó en silencio; creía que Derin le diría que no debía levantarse y que debía volver a la habitación y seguir recostada un poco más, al menos hasta que Giliath que era la que se había nombrado enfermera en jefe, o Harry volviesen de donde quisiera que hubiesen ido.
Pero se equivocó; Derin alzó la vista y la miró unos minutos en silencio, sin decir nada, antes de volver a mirar el fuego. Verónica sonrió antes de hablar.
-Mamá siempre me contaba historias de Ahsvaldry antes de irme a dormir, cuando era una niña… -empezó a decir sin atraer la atención de Derin todo lo que ella hubiese querido-. Y lo que más me gustaba de sus historias y leyendas no eran los bonitos lugares que describía, sino el modo de actuar que tenían los personajes –Derin tampoco le prestó atención y ella rió suavemente-, aunque supongo que ahora debería decir personas, ¿no? –suspiró casi sin darse cuenta-. Me decía que los dioses de Ahsvaldry eran desconfiados por naturaleza de todo aquello que no conociesen y su comportamiento hacia aquellos que no conocían solía ser en general frío y distante –él no contestó a la clara alusión de ella-, pero también decía que cuando encontraban a alguien que les importaba de verdad, podían dar la vida por esa persona sin siquiera pararse a pensar en ello, asegurándoles a todos los que querían hacerle daño a esa persona un final bastante…
-¿Duro? –sugirió Derin.
-Iba a decir macabro –contestó ella con una sonrisa. Derin no le contestó-. Profesor… -él la miró-… No tengo ninguna intención de hacer daño a Harry… Me importa demasiado para pretender…
-He visto como le miras, sé que te importa demasiado –contestó Derin enarcando una ceja con aire divertido mientras veía como ella se sonrojaba-. Si tuviera la más leve sospecha de que podrías hacerle daño, no dejaría que te acercaras a él, lo sabes ¿verdad?
-Sí –contestó ella seria.
-Harry ha sufrido mucho… cuando llegó a Ahsvaldry… no era más que un niño asustado… estuve a su lado cuando se derrumbó y no quiero volver a estarlo ¿me entiendes? No es tan fuerte como quiere…
-Lo sé. No pretendo apartarlo de vosotros… sólo… es la primera persona que habla conmigo sin importarle mi físico… -se aventuró a decir-. Me gusta estar con él, es como si fuera capaz de ver más allá de mi físico…No te enfades con él, por favor… -le pidió la chica-. Sé lo importante que eres para él… Junto a los profesores Erebor y Giliath y también Remus, sois las únicas personas a las que puede considerar una familia… Y creo que él necesita la familia que no le dejaron tener de niño –sonrió mirándole-, necesita esta familia… Así que por favor, no te enfades con él…
Derin sonrió mientras pensaba que Ainur sí era capaz de hacer eso, después de todo, Lily lo hacía; y mientras miraba a la chica se daba cuenta del motivo por el que Harry podía haberse enamorado de ella. Era diferente; su aura era distinta… ¿cómo no se había dado cuenta antes?
-No estoy enfadado con él… -contestó Derin-… Erebor tiene razón; a veces me comporto con Harry de forma posesiva, pero es porque no quiero que…
Pero se interrumpió cuando la puerta se abrió y un sonriente Harry entró en el cuarto; sonrisa que no se borró de su rostro pero a la que se añadió un ceño fruncido cuando vio a Verónica fuera de la cama.
-¿Qué haces levantada? Se supone que deberías estar…
-No me gusta estar en la cama sin hacer nada –protestó ella. Harry la miró enarcando una ceja y Derin sonrió levemente al encontrar un doble sentido a las palabras de la chica. Harry terminó riendo-. ¿Qué he dicho ahora?
-Nada –se apresuró a contestar Harry antes de que Derin interviniera. Conocía al dios enfadado y no le apetecía enfrascarse en una conversación aguda. Después de lo que había visto estaba de demasiado buen humor-. ¿Y Erebor?
-Ha salido al bosque –contestó Derin sin dar más explicaciones.
Harry asintió y se giró hacia Verónica.
-¿Seguro que estás bien? –ella asintió-. Bien, porque tengo que pedirte algo.
-Sinceramente Harry, creo que la revisión de pociones de hoy puede esperar –se cruzó de brazos divertida aún sabiendo que no era eso lo que el chico pudiera pedirle.
Harry observó como Derin sonreía. ¿Desde cuándo sonreía delante de alguien que no fuera él y los demás dioses?
-No es eso –contestó el chico aún sonriendo-. Tienes que enseñarme la daga que tu madre te dejó Verónica.
-Supuse que me lo pedirías; está en mi habitación –se encogió de hombros con simpleza. Harry y Derin la miraron-. ¿Qué? No sabía que fuera un objeto mágico o algo así, sólo que era una tradición y…
-Como sea, vamos a buscarla –dijo el chico extendiendo una mano para ayudarla a levantarse del sofá. Ella aceptó-. Remus y Giliath tardarán un rato en venir –comentó casualmente al dios guerrero que se limitó a asentir en silencio. Harry frunció el ceño. Odiaba que Derin estuviera enfadado con él-. Nos vemos en el comedor para la cena –añadió.
-Ainur –el dios lo llamó antes de que atravesara la puerta-. Entrenamiento, mañana por la mañana, me gustaría hacer algo de ejercicio en serio –añadió.
Harry sonrió y miró a Verónica después de asentir y salir del cuarto.
-Tú has tenido algo que ver con eso ¿verdad?
-¿Con qué? –preguntó la chica.
-Derin; estaba enfadado con…
-No, no lo estaba –recalcó la chica-. Estaba dolido y temeroso, pero no estaba enfadado.
-¿Temeroso? –inquirió el chico incrédulo -¿Por qué habría de…
-Si piensas que te lo voy a decir es que aún no me conoces, Harry –le contestó ella divertida-. Lo que me lleva a la siguiente cuestión… -Harry la miró mientras caminaban por el pasillo-… ¿cuál es el sabor de helado que más te gusta?
-A ver, repasemos… -empezó a decir el chico -. Has sido atacada por un espía naryn, te hemos contado que Erebor, Derin y Giliath son dioses, te hemos hablado de la existencia de Ahsvaldry, que soy el descendiente de una diosa y que necesitamos la daga oscura que tu madre te dejó y tú te preocupas por saber cuál es el sabor de helado que más me gusta, ¿es así?
-Sí –corroboró ella.
-Espera, vamos por aquí –Harry descubrió un tapiz y se metió dentro tomando la mano de ella para guiarla-. Es un atajo –respondió a la pregunta silenciosa que Verónica le había formulado-. ¿Crees que es lógico?
-¿Qué quieres que te diga? –preguntó ella irónica-. A veces me canso de ser lógica… -se limitó a contestar.
Harry sonrió divertido.
-Chocolate –dijo el chico aún riendo.
-El mío también –contestó ella-. Te toca preguntar –añadió sonriendo.
Definitivamente adoraba a esa chica.
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Entró en silencio en sus habitaciones, rezando a los magos y brujas que conocía porque su ahijado no hubiera cometido la estupidez de salir de allí y más aún sabiendo que seguramente todo Slytherin sabía que se encontraba en esas habitaciones, cosa que había podido demostrar dado que se había topado con varios chicos y chicas de esa casa en ese pasillo que solía estar siempre desierto. Suspiró aliviado cuando descubrió que la puerta seguía cerrada mágicamente.
Draco estaba sentado en la butaca junto a la ventana, mirando hacia fuera con una extraña mirada mientras sostenía en su regazo una carta.
-¿Comiste algo? –preguntó el profesor a modo de saludo.
Draco negó con la cabeza sin mirarle.
-No tenía apetito. ¿Qué tal las clases?
-Revueltas; el pasillo está lleno de Slytherins –añadió con cierto sarcasmo.
-Te estoy trayendo muchas complicaciones ¿cierto? –el profesor ignoró esa pregunta y Draco sonrió a medias; conocía a su padrino lo bastante para saber que un silencio significaba mucho-. He leído la carta –dijo con tono casual.
-Mmm –murmuró Snape mientras se desprendía de la capa negra que le caracterizaba. Suspiró -. Lippo –llamó con voz serena.
Un elfo doméstico, bastante mejor vestido que los de su casa podía decir Draco, apareció ante los dos humanos con una sonrisa; hizo una reverencia al profesor Snape y en silencio esperó que él dijera algo.
-¿Podrías traernos algo de comida para mí y el señor Malfoy, por favor? –pidió-. No bajaremos a comer.- El elfo asintió, hizo otra reverencia y chasqueando los dedos desapareció de nuevo-. No habla –le dijo a Draco sabiendo cuál iba a ser su pregunta-. No desde que… tuvo un pequeño accidente con su lengua…
-¿Ese elfo no estaba en mi casa? –preguntó entonces Draco intentando recordar.
-Lo estuvo… -Snape entrecerró los ojos-… pero sólo tenías un par de años, no entiendo como puedes acordarte de él… -Draco se encogió de hombros.
-A lo mejor tiene que ver con que me bebiera aquella poción para la memoria cuando tenía dos años –argumentó de forma indiferente pero con una sonrisa en los labios.
-Oh, sí, ya recuerdo… Tu padre se puso furioso… -añadió.
Una bandeja de plata con servicio para dos personas apareció sobre la mesa baja que había frente a la chimenea; a los pocos segundos, otra bandeja con cuatro fuentes diferentes; una de crema de verduras, otra con pescado asado, otra con estofado de carne con salsa de tomate y cebolla y una última con diferentes pastelillos como postre apareció al lado; una tercera bandeja llevando copas y zumo de calaba además de una botella de vino apareció.
-Ahora que mi padre me desconoce, ¿tú eres mi tutor legal como mi padrino? –Severus asintió mientras arrimaba con su varita dos sillas a la mesa-. Y supongo que no podré volver a las habitaciones de Slytherin, ¿verdad?
-A menos que quieras terminar muerto no –contestó Severus indicándole que se sentara en la mesa.
Se sentó pesadamente mientras jugaba con el tenedor golpeando de forma intermitente el plato aún vacío. Quería preguntar tantas cosas… su madre le decía en la carta que él se las respondería, que él sabía todo lo que él podría querer saber. Suspiró un segundo antes de girarse hacia Severus que lo miraba como el que sabe que quiere preguntarle algo.
-¿Es cierto que puedo preguntarte…
-Sí, sé demasiadas cosas… Quizá deberías haber preguntado antes… Si me hubieras contado tus pesadillas yo mismo te hubiese explicado todo… -añadió elevando una ceja de forma recalcadora. Draco no dijo nada; estiró la mano para tomar el zumo de calabaza pero la mano de Severus fue más rápida.
-Creo que con lo que voy a contarte necesitarás algo más que zumo de calabaza – Snape explicó a su ahijado mientras retiraba el zumo de calabaza.
Draco sonrió pero no dijo nada. Esperó en silencio a que el profesor se sirviera antes de hacerlo él.
-¿Qué se supone que tengo y que forma parte de mí? –preguntó finalmente Draco.
Severus dio un trago a su copa de vino.
-Hijo de Lucius y Narcisa tenías que ser… ¿no podías empezar por una pregunta más sencilla? –Draco lo miró sin saber si era un reproche o simplemente la constatación de un hecho. Severus le sonrió a medias-. Está bien, empecemos por el principio…
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La sala común estaba vacía, no era extraño, seguramente los chicos aún estaban en el gran comedor terminando su comida lo que le recordó a Harry que Verónica no había comido nada en todo el día y la chica no se había quejado; por alguna extraña razón, no le gustó eso.
-¿Cómo lo haces? –preguntó Verónica subiendo las escaleras.
Harry sonrió divertido, sabía a qué se refería, pero quería jugar un poco.
-¿Cómo hago qué? –preguntó siguiéndola.
-Eso –señaló a los pies del chico. Harry siguió su dedo índice y se miró los pies para luego alzar la vista y mirarla a ella con una ceja enarcada de forma ligera-. ¡Sabes a lo que me refiero Harry! –le reclamó intentando sonar seria pero fracasando estrepitosamente porque la sonrisa en sus labios la delataba-. ¡Los chicos no podéis subir a nuestros cuartos!
-Bueno, teniendo en cuenta que soy el supervisador de los prefectos o algo así… -se encogió de hombros-… supongo que se me permite acceder al cuarto de las chicas.
-Ya… -ella empezó a subir de nuevo-… Y yo supongo que si no te lo permitieran encontrarías el modo de hacerlo ¿no?
-Jamás haría algo semejante… -protestó con fingida ofensa el chico moreno. Verónica rió suavemente.
-Pasa, hemos llegado.
Nunca había estado en la habitación de una chica, bueno, de Ginny en La Madriguera, y un par de veces en la habitación que compartían Hermione y Ginny en Grimmauld Place; pero no en un cuarto de Hogwarts. Se veía bien, eh… distinto al de los chicos. Cinco camas con doseles, baño, baúles y algunos tocadores que seguramente las chicas habían puesto; ordenada, eso sí, aunque bueno, después de compartir cuarto con Neville, Seamus, Dean y Ron, todo podría parecerle perfectamente ordenado.
-Y bien, ¿me lo vas a contar? –preguntó la chica.
-¿Qué quieres que te cuente?
-Eres un dios Harry… -sonrió-… supongo que ahora todo tiene más sentido…
-¿Qué tiene más sentido?
-El hecho de que tengas tanta magia, que busques tantos problemas y que…
-Yo no busco problemas, los problemas me buscan a mí –le recordó Harry a la chica que se limitó a sonreírle-. Y me gustaría que cuando estás conmigo olvidarás que soy un semi dios, ¿podría ser?
Verónica arrugó la frente.
-En Ahsvaldry soy el descendiente de Lahntra, el elegido destinado a terminar con Elea, aquí, soy Harry Potter, el elegido que tiene que terminar con Voldemort, el niño de la cicatriz que sobrevivió perdiendo a sus padres… -sonrió a medias.
-Y a veces simplemente quieres ser Harry… -contestó ella terminando la oración por él. El chico asintió y ella sonrió; le comprendía mejor de lo que él imaginaba -Toma –miró la manzana que Verónica le ofrecía y luego miró a la chica-. Siempre tengo algo de fruta por si tengo hambre a media noche –mintió-. No has comido ¿verdad? –Harry negó -. Bien, tómala –le repitió.
-Gracias –Aunque Verónica fue rápida cerrando el baúl pudo ver que había más que un par de manzanas, más bien una docena y frunciendo el ceño supuso que no era la primera vez que no comía en el comedor, por eso no se había quejado.
Verónica se giró hacia la cama y levantó la almohada; nada más hacerlo, pese a no ver nada, notó un aura oscura muy fuerte que provenía de allí. La chica tomó su varita y pronunció un leve conjuro de visibilidad, haciendo que un pañuelo azul de seda apareciera ante ellos.
Verónica tomó el pañuelo y se sentó en el borde de la cama instando a Harry a que se sentara a su lado. Lo hizo. Y ella desenvolvió el pañuelo dejando a la vista la pequeña daga de hoja negra. En cuanto la vio Harry tuvo la tentación de tomarla entre sus manos.
-Mamá nunca me dijo que fuera un objeto mágico… -rió suavemente-… creí que sólo eran leyendas…
Colocó la daga sobre la colcha, marcando una barrera invisible entre los dos y los ojos de Harry se desviaron hacia el arma de forma inmediata. No había notado esa aura oscura cuando Verónica la había tenido entre sus manos, pero ahora era diferente. Tenía la tentación de alargar la mano y tomar la empuñadura para clavarse la daga en el corazón. ¿Acaso era así como actuaba la daga? La miró y sintió un leve tirón que lo atraía hacia ella. ¿Acaso la daga dominaba la voluntad del descendiente de Lahntra?
Tenía cierto sentido… Si el poder oscuro de la daga era capaz de dominar la voluntad de quien portaba la lágrima de Lahntra, ¿qué no podría hacer en manos de aquel que quisiera matar al descendiente de Lahntra?
El deseo de que aquella hoja atravesara su piel y su cuerpo se hacía constante y poderoso con cada segundo que pasaba mirándola.
-Verónica… -ella lo miró y por primera vez fue consciente del gesto de frustración que había en el rostro del chico.
-Harry… ¿estás bien? Estás un poco… -el chico se levantó de la cama -… pálido.
-Guárdala… -le pidió a la chica que lo miraba sin saber qué quería decir con aquello. Harry se alejó de la cama aún más-. Guarda la maldita daga –le ordenó esta vez.
La chica no dudó en hacerlo; envolvió el puñal con el pañuelo de seda azul y la colocó bajo la almohada mientras miraba a Harry respirar entrecortadamente.
-Tenemos un problema –le dijo desplomándose en la cama de la chica-. Esa es la daga oscura.-Verónica frunció el ceño y Harry suspiró. Conocía esa mirada lo suficientemente bien para saber que esa no era la única respuesta que ella quería escuchar. Resopló; no le iba a decir que Voldemort quería esa daga, pero sí podía decirle qué era esa daga.
Durante la siguiente hora y media, Harry y Verónica hablaron sobre Ahsvaldry, sobre la daga, la lágrima de Lahntra y el colgante de Elea. La chica escuchó pacientemente todo lo que él le contó, haciendo ocasionales interrupciones y preguntas que Harry contestaba con toda la tranquilidad que podía.
-¿Me estás diciendo que esta daga…
-No sabía cómo funcionaba hasta que la he visto –comentó Harry pasándose una mano por el cabello desordenado-. No actúa por voluntad propia, sino que maneja a quien tiene la lágrima para que éste quiera suicidarse con esa daga –dijo señalando el arma que descansaba oculta bajo la almohada-, el poder oscuro de la daga unido a la maldad de quien la toma, es lo que obliga a esa persona a no detenerse hasta que mata al descendiente de Lahntra.
-Eso es lo que no entiendo… ¿por qué yo no…
-Porque tú no tienes ningún tipo de poder oscuro –Verónica frunció el ceño mientras decidía si aquello era bueno o malo-. Durante siglos enteros la daga ha ido pasando de mano en mano en aquellas personas que tienen un noble corazón y un poder interno capaz de combatir el lado oscuro que todos tenemos. Por eso cuando la daga la tienes tú…
-No sientes la tentación de tomarla…. –él asintió-… Es como si… ¿creara un escudo? –sugirió ella.
-Sí –Harry sonrió a medias-. Es algo así.
-¿Y ahora qué…
-No lo sé, esta situación me supera… -el chico suspiró-. Será mejor que hablemos con Erebor y los demás –se levantó de la cama-. Coge la daga, mientras esté contigo no habrá ningún problema.
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Jamás el rostro de Severus Snape había estado más serio que en aquellos momentos. Mirando a Albus Dumbledore se preguntó si ese era el hombre por el que una vez sintió respeto y admiración y con cierto pesar, se contestó a sí mismo de manera afirmativa. Había cambiado, de eso no había ninguna duda; seguía manteniendo el mismo poder que siempre y no había duda de que seguía manteniendo el respeto que se había ganado durante todos los años que llevaba al frente de Hogwarts, pero en algún momento del camino había perdido el rumbo certero y se había desviado hacia algún lugar del que aún no había descubierto la meta.
-¿Me lo estás diciendo en serio? –preguntó el profesor de pociones queriendo que en cualquier momento el hombre le dijera que simplemente bromeaba.
-No he hablado más en serio en toda mi vida, Severus; te opones a que Draco Malfoy regresa a sus habitaciones y yo no puedo permitirle que se quede contigo si no me das una razón sustentable.
-Es mi ahijado –reclamó Severus-. Esa debería ser razón más que suficiente.
-También lo fue durante los últimos cinco años y no veo que lo hayas reclamado en ningún otro momento –sentenció Dumbledore-. Aunque... ya te he dicho que podríamos hacer una excepción.
Los ojos del hombre mayor brillaron con intensidad y Snape se dio cuenta de lo manipulador que estaba viendo a Albus en aquellos momentos.
-Dejarás que Draco se quede conmigo si accedo a entrar en la mente de Potter, ¿es eso?
-Lo haría yo mismo, pero Harry y los nuevos profesores me rehuyen… incluso creo que el señor Longbotton y Remus están bajo algún tipo de hechizo; intenté meterme en sus mentes pero no lo conseguí… -se encogió de hombros-. Supongo que les habrán dado algún tipo de poción.
-Me preguntó por qué -dijo Snape con su característico tono sarcástico. Albus no contestó-. Aunque pudiera hacerlo, que no digo que pueda –empezó a decir el profesor de pociones-, no lo haría. No sé cuándo decidiste comportarte como un Slytherin, Albus, ni tampoco me interesa mucho saberlo, la verdad; creo que te estás equivocando totalmente con lo que pretendes hacer y con lo que has hecho hasta ahora con Potter; lo siento, pero no voy a participar en algo así.
-En ese caso, Severus, me veré en la obligación de pedirte que el señor Malfoy regrese a sus habitaciones esta misma noche.
Los ojos del profesor de pociones brillaron.
-No si puedo evitarlo, Albus y no te quepa ninguna duda que haré lo imposible para proteger a Draco… Aunque ese debería ser tu trabajo, ¿no crees? Buenas tardes.
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-Jamás pensé que tu madre… -empezó a decir Remus.
A ninguno de los presentes se les había escapado el detalle de que Remus y Giliath permanecían sentados muy juntos; una de las manos de la diosa reposaba sobre la rodilla del hombre y el brazo derecho de él rodeaba de forma instintiva y protectora los hombros de ella; Harry tuvo que contener una carcajada ante semejante acto; si Remus pensaba que Giliath necesitaba algún tipo de protección, estaba muy equivocado y el muchacho se moría de ganas porque ella le demostrara cuanta protección necesitaba durante una batalla.
-¿Puedo verla otra vez? –preguntó Erebor.
Verónica que permanecía sentada junto a Harry en uno de los otros sofás asintió y sacó el puñal mientras notaba como Harry a su lado, sentado en el reposabrazos, se tensaba de inmediato.
-No creo que sea buena idea –murmuró mientras miraba codicioso el puñal. Verónica lo cubrió de inmediato y colocó sus manos encima. El chico sacudió la cabeza-. Perdón, no quería…
-Es normal, Ainur –le contestó Derin-. Después de todo, tu lado oscuro es lo que te empuja a desear esa daga.
-¿Cómo? –preguntaron a la vez Remus, Verónica y Harry.
Giliath sonrió.
-Sólo estás tentado a utilizar la daga si hay algún rastro de magia negra y oscura en tu corazón –le contestó la diosa a su pregunta común-. Creí que lo sabías.
-No, no lo sabía –dijo mirando a Erebor que se limitó a encogerse de hombros ante la fría mirada de Harry.
-Se me olvidaría decírtelo.
-De acuerdo, ¿y por qué Harry…? –preguntó Remus. Cambió la pregunta-. Quiero decir, él no es un mago oscuro y nunca ha utilizado la magia negra…
-No –le contradijo el chico-. Sí que la he utilizado –miró a los dioses-. En Ahsvaldry, ¿verdad?
-Te obligamos a utilizar tanto tu poder natural como la magia negra que tienes dentro. Teníamos que encontrar el equilibrio que necesitabas para que la magia de Lahntra te aceptara.
-Y en aquellos momentos mis deseos de suicidarme no ayudaron mucho… –confirmó el chico con una sonrisa amarga.
-¿Intentos de suici… -empezó a decir Verónica con el ceño fruncido.
-Te dije que todo el mundo tenía secretos –se limitó a contestarle Harry con una sonrisa que no consiguió que ella alejara el gesto enfadado de su rostro.
-No lo entiendo –dijo Remus sinceramente.
-Mi conexión con Voldemort –dijo el chico alborotándose el pelo y levantando levemente el flequillo de modo que la cicatriz quedó descubierta unos segundos-. Él me pasó parte de su magia y sus habilidades, como la capacidad de hablar pársel –le explicó al licántropo-; y no hay nadie con magia más oscura que la de Voldemort…
-En el mundo mortal –se apresuró a corregirlo Derin.
-Sí, bueno en el mundo mortal –concedió Harry.
-Debes mantenerte alejado de la daga oscura Harry –sentenció Giliath con gesto preocupado-. Si el poder oscuro de ella entra en contacto con la magia negra que hay en ti…
-Lo sé… lo sé… sería un caos… -afirmó el chico con aire resuelto.
"-Sólo espero que no me estés diciendo que tengo que mantenerme alejado de ella.
-Nunca podría pretender algo semejante, Ainur –incluso en su cabeza la voz de Giliath resultaba divertida.
Siendo consciente de que la estaba mirando enarcando una ceja le contestó con la misma moneda:
-Podría decir lo mismo de ti Giliath. Remus es un buen hombre.
-Sí lo es"
-Mientras la daga esté con la señorita Ollivers –dijo Erebor sonriendo encantadoramente y haciendo una ligera inclinación de cabeza hacia Verónica-, no hay nada de qué preocuparse.
-Tengo una pregunta –declaró Verónica.
-¿Cuál? –preguntó Harry pasando de forma inconsciente y brazo alrededor de los hombros de ella.
-La daga cambió el otro día –anunció tranquila-. ¿Eso es normal?
-¿La daga cambió? –ella asintió-. ¿Qué quieres decir con eso, Verónica? –inquirió Giliath.
-No lo sé… Cuando no puedo dormir me quedó mirándola, recordando el momento en que mi madre me la dio y bueno… -desechó el resto de la historia con un ademán de la mano-. El otro día, estaba pensando en si Harry estaría bien, el día en que no estuviste aquí –Harry asintió-, y toqué la hoja de la daga y cambió a un color blanco justo donde la había tocado.
-¿Podrías hacerlo otra vez? –preguntó Derin.
La chica asintió y miró de soslayo a Harry que con un suspiro exasperado se levantó de donde estaba, siendo consciente de donde tenía su brazo y sintiendo frío cuando apartó su brazo de los hombros de la chica que pareció temblar también ante la falta de contacto.
-Odio esto… -murmuró Harry alejándose de Verónica lo suficiente para no querer coger la daga ni tampoco perderse aquello.
Verónica apartó el pañuelo de una manera desenvuelta; la hoja negra quedó descubierta ante los ojos de todos y la chica tocó la hoja oscura de la daga mientras pensaba en Harry. Un leve resplandor acarició el lugar donde los dedos índice y corazón de ella reposaban y el color blanco substituyó al negro de la hoja.
-¡Guarda eso ahora mismo! –gritó Harry mientras sus ojos estaban puestos en la daga. Verónica se estremeció cuando uno de los espejos de la habitación estalló en mil pedazos ante la magia descontrolada de Harry y obedeció, apartando su mano de la daga y cubriéndola de nuevo en el pañuelo, dejándola oculta entre los pliegues de su capa. Harry suspiró-. Lo siento –se disculpó – reparo- el espejo recuperó su forma normal.
-No tienes la culpa –le contestó Giliath despreocupadamente. Luego miró a Verónica-. Jamás había visto algo así; se supone que tú no tienes ningún poder sobre la daga… sólo…
-¿Sólo qué? –preguntó Remus.
-Sólo eres la guardiana… -dijo Erebor terminando la frase de Giliath.
Remus miró a Harry pidiendo ayuda y el chico suspiró.
-La daga oscura reconocerá el poder de Lahntra y sólo cuando ella reclame su poder la daga se convertirá en la espada blanca que una vez fue… -recitó Harry-. Se supone que la daga debería reaccionar ante mí y no del modo en que lo hace, sinceramente –añadió con su ya habitual humor cínico.
Giliath miró a Verónica unos segundos y suspiró.
-No a menos que la otra parte de la profecía sea cierta… -dijo Derin interviniendo en la conversación y leyendo los pensamientos de Giliath y Erebor sin necesidad de meterse en sus mentes.
-¿Qué otra parte? –preguntó Remus.
-Y una vez más, el bien prevalecerá sobre la oscuridad… -empezó a decir Erebor.
-Y la espada blanca renacerá cuando el poder de Lahntra la reclame… -continuó Giliath.
-… en su descendiente o en un corazón puro que de su vida por proteger al descendiente… -añadió Derin mirando a Verónica.
-… y la daga oscura morirá para que la luz de la verdad resplandezca… -finalizó Harry.
-¿Y eso que quiere decir? –preguntó Verónica temerosa de que fuera lo que estaba pensando.
-Que sólo tú puedes invocar el poder de la espada blanca cuando llegue el momento –contestó Harry sentándose de nuevo a su lado para darle apoyo y que ella no se sintiera sola.
Dos golpes secos en la puerta interrumpieron la conversación de la sala. Harry parpadeó un par de segundos mirando hacia la puerta.
-Es Snape –anunció. Verónica no le preguntó cómo sabía que era él, empezaba a pensar que ese chico era capaz de todo.
Erebor abrió la puerta y le hizo un gesto al profesor de pociones para que pasara dentro.
-Buenas noches.
Por unos minutos, las miradas entre Remus y Severus fueron interceptadas por todo el mundo; recelo y desconfianza por parte del licántropo, culpabilidad y remordimiento por parte del profesor de pociones.
-Señorita Ollivers, ¿qué está haciendo aquí? –preguntó el maestro en su habitual tono seco.
-¿Qué está haciendo usted aquí? –preguntó de vuelta Harry sin dejar que Verónica contestase.
-Necesitaría hablar en privado contigo Potter y con los profesores –contestó el maestro mirando a Verónica y Remus de forma alternativa.
Harry lo miró unos segundos y sonrió.
-No se preocupe, puede hablar delante de ellos –Snape abrió la boca para contestar pero Harry fue más rápido otra vez-. De todas formas se lo contaremos después, así que usted elige, profesor –le indicó mientras señalaba una de las butacas libres.
-¿Cuál es su relación en estos momentos con el director Dumbledore, Potter? –preguntó el profesor de pociones.
-Estamos en un punto muerto; él no se mete conmigo y yo no hago estallar Hogwarts con él dentro –dijo muy serio.
-Ainur… -reprendió suavemente Erebor aunque claramente divertido.
-¿Qué? Él preguntó –se defendió el chico moreno guiñándole un ojo a Verónica y haciéndola sonreír.
-¿Qué ocurre? –preguntó Giliath.
-Draco ha sido condenado por los Slytherins –anunció Snape con cierta resignación en la voz-. No cuenta con el apoyo de ningún miembro de Slytherin, al menos no oficialmente…
-Zabinni y Parkinson –dijo Harry. El profesor asintió.
-… y no cuenta con la protección del apellido Malfoy –añadió.
-Si entra en las mazmorras estará en peligro –sentenció Derin que comprendía bien la mente de aquel profesor huraño.
-Ha estado en mis habitaciones conmigo durante estos dos días –anunció el profesor-. Albus me ha pedido que vuelva a Slytherin.
-No podemos permitir eso –dijo la diosa-. Y no sólo porque Draco es una pieza importante –añadió al ver la mirada del profesor-; sigue siendo un niño y no voy a permitir que nadie mate a nadie mientras yo pueda evitarlo - Remus sonrió; le gustaba el sentido de la protección que Giliath tenía.
-Albus debería ver con sus propios ojos que Lucius ha desconocido a su hijo –dijo Snape seguro de sus palabras-. Sería el único modo de que aceptara que Draco se quedase en mis habitaciones conmigo.
-¿Has hablado con tu ahijado de todo esto? –preguntó Erebor.
-Draco está al corriente de quién es –miró suspicazmente a Verónica mientras contestaba al profesor.
-Hablaré con Dumbledore –dijo Harry con pesadez. Remus lo miró-. No, no pienso matarle de momento; pero no podemos dejar –hizo una pausa y sonrió-, no puedo creer que vaya a decir esto, no podemos dejar que le pase nada a Malfoy. Después de todo –miró a Snape-, ha venido a pedirme eso ¿verdad?
Verónica lo miró sin comprender.
-Dado que Harry salvó a Draco y vio como Lucius maldecía a su hijo puede testificar que corre peligro junto a los Slytherin –le comentó Derin a Verónica. La chica asintió.
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En el rincón más oscuro de la habitación, iluminado por la tenue luz que la chimenea le concedía y acariciando el cuerpo serpentino de Nagini que estaba enroscada sobre sí misma en el regazo de su amo, Voldemort sonreía de manera escabrosa, recordando la conversación que había tenido con el aliado que tenía en el reino de los dioses.
(flashback)
-Necesito que la saques de allí –ordenó Voldemort con voz fría-. No me importa lo que tengas que hacer ni a quien tengas que… eliminar del camino –añadió después de pensar unos minutos en la palabra adecuada que buscaba-. Quiero que esa quimera quede libre y tú te vas a encargar de ello.
-Lo intenté, pero las cosas en Ahsvaldry están muy revueltas, Señor…
-¡No me importa! –gritó Voldemort acallando las protestas del dios vestido de azul mientras lo miraba fríamente-¡Quiero la daga oscura y el colgante de Elea y ella puede decirme donde están las dos cosas! –lo miró suspicazmente-. ¿O me has mentido?
-Os aseguro que no lo he hecho, Señor –dijo con voz firme el dios-. Me lo dijo personalmente, sabe quién es el portador del colgante de Elea y está decidida a ocuparse de la guardiana de la daga.
-En ese caso, libérala –ordenó como si fuera algo sencillo.
-Haré lo que pued…
-¡No! –gritó Voldemort poniéndose en pie en su asiento y caminando lentamente hacia él, disfrutando del temor que le infundía- ¡No lo intentarás, lo harás! –le gritó nuevamente. Sonrió con suspicacia dejando entrever los dientes-. Si no quieres que tu amado Príncipe sepa que tiene un traidor entre los suyos…
-No puede hacer eso –aseguró el visitante-. No tiene ni el poder ni el conocimiento para alcanzar Ahsvaldry; por eso me necesita… -contestó aunque no demasiado firme.
-¿En serio? En ese caso, espero que sepas por qué estás vivo –añadió.
El dios tragó saliva con cierta dificultad. Había entablado una relación con ese hombre si es que se le podía llamar de alguna forma mediante la magia oscura que practicaba; durante siglos había investigado a Elea, su colgante, su desaparición y a su descendiente, Salazar Slytherin, y todo ello le había conducido a lo que tenía delante, Lord Voldemort. Le había prometido ayudarle a conseguir el colgante de Elea y de ese modo el poder de la diosa y las puertas abiertas a Ahsvaldry y al poder que ello conllevaba, así como tener a las criaturas oscuras y a los naryns bajo sus órdenes; a cambio de que su vida fuera salvada y le permitieran acabar con la vida del Príncipe Stell con sus propias manos.
-Ahora, lárgate; no quiero saber nada más de ti hasta que no hayas liberado a esa quimera –anunció firmemente Voldemort girando sobre sus talones y sentándose de nuevo en su butacón negro. El dios permaneció unos segundos titubeantes -¡Márchate!
Y el dios, obedeció en el silencio de la casa habitada por Lord Voldemort.
(fin flashback)
-Espero que lo haga pronto, pequeña… -siseó el hombre acariciando el lomo de la serpiente-… Y por el bien de Malfoy, espero que él también cumpla con su cometido… Si no, dejaré que tengas un pequeño festín.
Nagini siseó con un tinte divertido y agradecido en su voz, aunque claro, sólo Voldemort logró entenderla.
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Aquella noche había sido rara, definitivamente. Ron se tumbó en la cama abierta después de ponerse el pijama y no pudo evitar pensar en las cosas tan extrañas que había observado durante la cena en el gran comedor.
Desde el año anterior, el chico había aprendido a ser muy observador, algo que ya era, dado su pasión por los juegos de estrategia como el ajedrez en el que era todo un genio y donde ni siquiera Hermione había podido superarle. Con la orden directa del director de vigilar a Harry, Ron había aprendido a leer en los gestos, en las palabras de doble sentido, en las frases sueltas e incluso en los silencios; y aquella noche, mientras intentaba escuchar a Hermione hablar sobre la poción que Snape les había dejado de deberes, no pudo evitar mirar hacia el profesor y ver, con extrañeza que su mirada se centraba en la mesa de los Slytherins, como si quisiera descubrir algo que los demás fuesen a ignorar; eso, unido al hecho de que Malfoy no estaba en la mesa y que además el profesor estaba rehusando todo intento del director por entablar una conversación tanto verbal como con la mirada, le había llevado a pensar que había ocurrido algo.
Luego estaba Harry que no había dejado en toda la cena de mirar hacia Gryffindor, controlando a Ollivers y dedicándole de vez en cuando sonrisas que ella le correspondía; y se había sentido herido.
Esas sonrisas de confianza y de amistad… él las había recibido antes que nadie y no le había dado la importancia necesaria cuando Dumbledore le había pedido que espiara a su mejor amigo; sin embargo, ahora que no las recibía y que era otra persona quién lo hacía, sentía el fuego crecer dentro de él.
Había terminado dejando el postre a medias, ignorando la llamada de Hermione y dirigiéndose a su habitación a paso apresurado.
Miró hacia la cama que Harry debería de estar ocupando y sintió una punzada de dolor al darse cuenta que no volvería a estar allí y que además, ello era por su culpa.
Neville entró en el cuarto de los chicos dos horas después con una gran sonrisa que a Ron se le antojó demasiado… ¿embobada?
-¿Estás bien, Neville?
-¡Ron! –el chico se sobresaltó –Creí que estabas dormido, ¿te desperté?
-No, descuida, no podía dormir… ¿por qué sonríes de esa forma?
-Tu hermana me ha dicho que sí.
Ron parpadeó y se levantó de la cama, mirando con los ojos entrecerrados a Neville que parecía haberse dado cuenta de algo que no debería haber hecho.
-Te ha dicho sí ¿a qué? –preguntó el pelirrojo.
-Al baile –contestó Neville-. Le he pedido que sea mi pareja y ha aceptado.
-¿Qué baile? –preguntó confundido Ron.
-¿Cómo que qué bail… -entonces abrió los ojos y miró a Ron -. Oh, cierto, cuando lo anunciaron tú ya no estabas en el comedor.
-Neville, ¿qué baile?
-Dumbledore ha anunciado que habrá un baile para Halloween –le comunicó el chico-. Y te sugiero que si quieres ir con Hermione te des prisa, habían varios chicos queriendo pedirle que fuera su pareja.
-Genial… encima esto… -dijo Ron dejándose caer sobre la cama con gesto teatral.
Neville se encogió de hombros.
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Había revisado los horarios dos veces y se había asegurado de que no había habido ningún cambio en el último momento como casi siempre ocurría entre las rondas de los prefectos. Estaba cómodamente recostado contra las escaleras del vestíbulo; los brazos cruzados sobre el pecho y una pierna flexionada en un perfecto ángulo contra la pared; la capa le cubría los pantalones negros y la casaca roja que había decidido ponerse, no para presumir, sino porque sabía el impacto que con aquella ropa causaba.
Hacía media hora que Filch había pasado por allí mientras seguía a su gata que parecía haber encontrado o rastreado el olor de estudiantes fuera de sus camas, ya que el hombre iba con los ojos bien abiertos y apenas sí le había mirado para asegurarse de que era él antes de seguir a la señora Norris y perderse en la oscuridad con ella; iban en dirección a la torre de Ravenclaw y Harry tuvo que reprimir una sonrisa al recordar la cantidad de veces que Filch y su gata lo podían haber pillado y no lo habían hecho.
Escuchó los leves pasos de dos personas que se acercaban hacia donde él estaba. Hannah Abbot y Hermione Granger; ambas prefectas, estaban a punto de pasar por donde estaba él esperando a una de las dos chicas. Sonrió. Aquello iba a ser divertido. Ni siquiera estaba seguro de que Erebor y Giliath se hubiesen dado cuenta de que mientras hablaban con el jefe de la casa Slytherin, él y Derin habían tenido una conversación en otro plano.
(flashback)
-¿Interrumpo? –preguntó el dios en la cabeza de Harry.
-No, para nada ¿es que no te interesa lo que nos están contando Snape? –preguntó a su vez el adolescente.
-Pensé que te gustaría saber algo que ha ocurrido mientras estábamos en Ahsvaldry –le dijo Derin sin bromear.
-¿Qué quieres decir?
Había bastado una mirada hacia Verónica, leve y precisa para que Harry se diera cuenta de por donde iba la cosa.
-¿Qué ha ocurrido?
-Entré en su mente cuando despertó… -confesó el dios-… lo hice sin darme cuenta, lo prometo y sólo me quedé en la superficie.
-Lo sé, confío en ti –aseguró Harry.
-¿En serio? –bromeó Derin.
-¿Qué has visto en su mente?
-¿Te lo muestro?
Lo siguiente que Harry había recibido en su cabeza había sido una frase: "Sólo está contigo porque no quiere estar solo… en cuando arreglemos nuestras diferencias te ignorará como siempre lo ha hecho… ¿había hablado contigo anteriormente?" Y con cada palabra, con cada frase, una pequeña herida en el corazón de Verónica aunque ni una sola vez Harry notó que estuviese dudando de él.
-Granger… -había susurrado Harry en voz baja, muy baja.
-¿Quieres qué…
-Este asunto sólo es mío ¿entendido?
Derin no contestó. Aquello era una afirmación"
(fin flashback)
-Entonces hemos descontado diez puntos a Slytherin, cinco a Hufflelpuff y cinco a Ravenclaw ¿cierto? –preguntó la voz de Hannah.
-Y quince a Gryffindor –añadió Hermione decidida a no dejar pasar nada a nadie ni siquiera a los de su casa-, me gustaría saber de dónde venía Neville a esas horas.
Harry sonrió. Pociones con Erebor, seguro. Tendría que hablar con Neville sobre la capa invisible, quizá le hiciera falta.
-Y a mí me gustaría saber si puedo hablar un momento con la prefecta de Gryffindor –miró a Hanahh-, a solas.
La rubia no se había asustado al escuchar su voz desde la oscuridad de las escaleras ni al sentir su mirada sobre ella. Hannah era una de las pocas personas del castillo que aún seguían pensando en Harry como aquel niño de gafas que se subió temblando al banquito en espera de que el Sombrero Seleccionador le indicara a donde pertenecía; con sus gafas y su cicatriz, y con la gran responsabilidad y la desgracia de un apellido conocido para todos excepto para él mismo.
Pero Hermione sí tembló. Ella conocía a Harry desde hacía mucho tiempo y conocía aquella mirada en sus ojos verdes tan descubiertos sin sus gafas.
-Lo siento, Harry, pero tendremos que dejarlo para mañana, tenemos que ir a hacer el informe de…
-Puedo encargarme de eso yo sola, Hermione –intervino Hannah dulcemente.
-Gracias, Hannah –agradeció Harry sin apartar la mirada de Hermione-. Seguro que a Granger no le importa, ¿verdad?
Disfrutó viendo como la chica apretaba los puños contra sus caderas; la conocía muy bien y sabía que nunca se arriesgaría a dar un espectáculo en público.
-Por supuesto, gracias Hannah.
-Buenas noches Harry, buenas noches, Hermione.
-Buenas noches Hannah –agradeció Harry con una sonrisa. Hermione simplemente le sonrió y cabeceó en señal de despedida.
El silencio se apoderó del castillo, de aquel pasillo y de los dos ocupantes que allí había en aquellos momentos. Harry estaba disfrutando de verdad viendo a Hermione mirarle sin saber qué iba a decir o qué iba a hacer; le resultaba irónico que precisamente ella, que había estado a su lado en tantas situaciones, le tuviera miedo, aunque claro, después de la pequeña demostración que había hecho en el comedor con respecto a lo de Feamor, algo de intimidación sí estaba seguro que le causaba.
-¿Y bien? –preguntó ella rompiendo el silencio-. Tú dirás, ¿qué querías…
-¿Desde cuándo nos conocemos, Granger? –preguntó.
Granger. Otra vez esa forma de llamarla. Granger… Sonaba tan distinta en sus lbios de lo que sonaba en los de los demás que le parecía increíble que él pudiera decir su apellido con tanto formalismo y distanciamiento.
-Desde los once años –contestó ella sin saber dónde quería ir a parar.
-¿Y aún no has entendido que no dejo que nadie haga daño a los que quiero? –le preguntó él serio y firme-¿Aún no has aprendido eso? Neville, Ginny, Sirius, Cedric, a ti… -añadió refiriéndose al episodio del Torneo de los Tres magos durante el cual estuvo a punto de morir ahogado por querer salvarla a ella también mientras estaban sumergidos en el agua del lago negro-… Creí que después de tu traición con respecto a la Orden estaba más que claro que no iba a perdonarte nada –añadió.
-No sé a qué te refieres…
-Lo sabes muy bien –contestó él sin alterarse-. Y no estoy hablando de Feamor, aunque por cierto, te recomiendo que no vayas al bosque tú sola, podría resultar peligroso…
Hermione tragó saliva con cierta dificultad.
-Sé lo que le dijiste a Verónica –Hermione abrió los ojos y de repente palideció, como si por primera vez fuera consciente de lo que había hecho-. Sé que quisiste hacerle daño y que lo lograste.
-No sé qué te habrá dicho esa mocosa pero yo no…
-Ella no me ha dicho nada –replicó Harry-. No se ha quejado, no me ha comentado nada y si no hubiera sido por Derin, estoy seguro que nunca habría sabido qué le dijiste.
-¿El profesor Derin? –Hermione entrecerró sus ojos buscando una respuesta lo suficientemente buena para que Harry la creyera a ella-. Ese hombre me odia… me amenazó ¿lo sabías?
-Sí –contestó Harry tranquilo dejándola asombrada-. Y también sé que te amenazó para que no hicieras ninguna estupidez como la que hiciste con Feamor –añadió-¿Qué? –le preguntó-¿Pensabas que no lo sabía? A diferencia de ti y de Weasley, ellos confían en mí hasta el punto de no ocultarme nada.
-Te estás equivocando Harry… Tú no eres así, no sé que te han hecho pero tú no eres…
-¿Cómo soy, Hermione? –preguntó él interrumpiéndola y pronunciando su nombre con más que evidente desdén-. Dímelo, ¡vamos! Presumes de conocerme bien, dime como soy. Me conoces tan bien que me criticaste por no dejar que Malfoy muriera… ¡vaya!
-Yo no…
-Sí, sí lo hiciste –le recalcó él-. Armaste una batalla campal en la sala de Gryffindor, me criticaste, quisiste arrebatarme los recuerdos de mi padre y quisiste que Remus, la única persona que me queda de mis padres, me traicionara y cuando no lo conseguiste, optaste por hacerlo tú misma utilizando a Feamor para ganarte el favor de Dumbledore quien por cierto, cada día creo que está más loco…
-¡No hables así de Dumbledore! –le replicó Hermione-. ¡Sabes todo lo que ha hecho por ti!
-¡Y tú también deberías saberlo! –le contestó él-¡Tú sabes lo que pasé en casa de los Dursley, tú sabes lo que ocurría cada verano, me veías marchar hacia Privet Drive y me veías cuando lograba salir de allí en la madriguera! –le espetó el chico, su calma olvidada-¡Me traicionaste! Y además te sentiste orgullosa de hacerlo porque te habían aceptado en la Orden del Fénix, ¡maldita sea, Hermione, me vendiste, ¡Así que no vengas ahora diciéndome que me conoces porque tú no sabes nada de mí!
-¡Pues cuéntamelo! –le gritó ella.
Harry sonrió y dejó escapar una risita que a Hermione le pareció macabra y siniestra.
-¿Para qué se lo vayas a contar a Dumbledore? –le preguntó-.¿De verdad crees que estoy tan loco para volver a confiar en ti?
-¡Pero sí lo estás para confiar en Ollivers! –le espetó. La mirada de Harry se endureció, pero Hermione no se dio cuenta.
-Deja a Verónica fuera de esto.
-Ella no estaba a tu lado cuando tuvimos que buscar la piedra filosofal, ni tampoco cuando te internaste en la cámara secreta, ni salvó a Sirius contigo, y tampoco estuvo a tu lado en cuarto, cuando estuviste en la enfermería; tampoco estuvo a tu lado cuando Sirius murió y tuvimos que enfrentarnos a los mortífagos en el Ministerio.
-¡Y tampoco me traicionó! –le gritó él-. ¡Ni me juzgó por ser el Elegido, ni por mi mirada o mi actitud, ¡ella eligió confiar en mí y fui yo quién me acerqué a ella no al revés, ¡Así que no la hagas sentirse culpable de ser como es ni la menosprecies porque te aseguro que lo que ocurrió en el Gran Comedor sólo fue un grano de arena en comparación con lo que podría pasar!
-¿Me estás amenazando?
-¡Sí, lo estoy haciendo! Y la diferencia entre Derin y yo es que yo sí lo cumpliré si veo que alguien a quien quiero se siente herido o amenazado de cualquiera de las formas.
-Estás cambiando una amistad de años… ¿por ella? –preguntó Hermione.
-Tú elegiste cambiarla… -le contestó Harry con cierto pesar-… Y por tu propio bien, te sugiero que no vuelvas a acercarte a Verónica a no ser que sea para salvarla de algún mortífago ¿entendido? O mejor aún –añadió-, no te acerques a ella, simplemente. No me gustaría tener que hacerte daño de verdad…
Se giró, estaba cansado de discutir con Hermione; estaba cansado de todo.
-¿Lo harías? –se escuchó la voz de Hermione detrás de él.
La respuesta de Harry, fría e impersonal no tardó en llegar a sus oídos produciéndole la sensación de que no mentía.
-Sí, lo haría. No a la Hermione que conocí hace años, pero sí a la Hermione manipuladora que ha perdido mi confianza con sus palabras y actos.
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Bueno, pues esto ha sido todo por hoy. Espero que os haya gustado y que me dejéis reviews ok?
Un besito para todos, os dejo con el avance del próximo capítulo, sed buenos; nos leemos pronto!
En el próximo capítulo…
"-Él no tiene la culpa de que las chicas te inviten
-No, pero seguro que piensa que así estaré ocupado en otras cosas y me descuidaré
-No has desayunado nada
-¿Ahora me espías?
-No, me preocupo por ti"
"-Las quimeras no existen Harry, quizá te equivocaste
-Los pegasos negros tampoco
-Desde que usted intenta hacer lo que no debe, profesor
-¿Desde cuándo lees la Historia de Hogwarts, Harry?"
"-No cambiaría nada aún si pudiera hacerlo
-¿Por qué no?
-Porque todo lo que me ha ocurrido me ha convertido en la persona que soy ahora"
"-¿El motivo por el que odio a Potter…
-Sí, es el colgante de Elea"
"-¡Harry, si sigues haciendo semejante ruido te echo de ya sabes donde!
-Harry no está haciendo ruido, profesor, no debería de retarlo de esa manera si…
-Diez puntos menos para Gryffindor por insinuar que las teorías de un profesor son absurdas."
"-Blaise, ¿podrías librarme de tu novia? Empiezo a sentirme acosado
-Déjalo respirar Pansy
-Todo bien
-¿Por qué te desconoció tu padre?
-No quise enfrentarme a aquella bestia
-Potter…
-¿Qué quieres saber?
-¿Qué puedes contarme?
-¿Qué sabes de Ahsvaldry?"
