Bueno chicos, otra semana más que pasa y otro capítulo más que os dejo.
Agradezco de todo corazón los reviews a: (esperad, que tengo la chuleta por aquí… ejem, ejem)
Clawy, HeiDi-Lu, rochy true, Alteia, Elias, battousai-clou, carolagd, Kaito Sishiro, jim, Serenita Kou, Utena-Puchiko-Nyu, bronwyn bm, pedro, Adoro a Harry, Terry Moon
Aps, un aviso especial, a parte de que los personajes de Harry Potter y todo eso son de J.K.Rowling y no míos, evidentemente, salvo los que yo he creado y… bueno, no importa, a lo que iba; esta semana te he echado de menos D. Alatriste, ¿dónde te has medito que no me has dejado review? Espero que estés bien y que esta semana sí me dejes algún mensaje de los tuyos, ok? Venga, va, incluso te dejo que te quejes por que el capítulo es corto :p
Bueno, un besito para todos, nos leemos abajo!
Disfrutad de la lectura!
CAPITULO 27. ¿Cambiarías tu pasado?
"No le sorprendía que le obedecieran sin rechistar. Si bien, según le había dicho Erebor y Stell en más de una ocasión, tenía dotes innatas para el liderazgo, el hecho de llevar la insignia de los Lobos Grises sobre el uniforme y ser capitán junto a Derin cuando durante siglos nadie había sido capaz de ganarse semejante puesto además del respeto de Derin, era más que suficiente para que en una batalla las decisiones de Harry fueran tomadas al pie de la letra y sin dudarlas ni un segundo.
Tan pronto la alarma había sonado en el castillo de Ahsvaldry, el escuadrón se había puesto en marcha interrumpiendo las actividades que los soldados estaban realizando en aquellos momentos.
Las clases y el tiempo que Harry había pasado estudiando el reino de Ahsvaldry y su geografía y todas las horas dedicadas a las clases de estrategia y combate que Derin le había mostrado, habían sido suficientes para convertir a Harry en un gran estratega. Tan solo hubo de mirar una vez el mapa y asegurar la localización del grupo naryn para saber qué iba a hacer y cómo iba a detenerlos, adelantándose a los movimientos de los seguidores de Elea.
Se habían dividido en dos grupos; Derin lideraba a veinte soldados del escuadrón de los lobos por el lado norte mientras que Harry se había ofrecido a ocuparse del ataque sorpresa; habían descubierto un ejército de naryns recorriendo uno de los valles y a juzgar por los carros que llevaban lleno de niños y mujeres, parecía que aquella noche, Elea recibiría una gran cantidad de sangre derramada en señal de ofrenda y sumisión hacia ella. La táctica consistía en que Harry interceptara al grupo de naryns y lo obligara a retroceder hasta una zona del valle, rodeada de rocas y con un desfiladero como única salida; para cuando debieran lograr hacerlo, Derin y su grupo ya deberían de haber logrado llegar al otro extremo del desfiladero, encerrando así al grupo de naryns por ambos lados y dejándolos sin posibilidad de escapar.
Su grupo avanzaba despacio, intentando hacer el menor ruido posible; los naryns tenían un sentido del oído y la vista muy desarrollados y Harry no quería correr ningún tipo de riesgo, pese a que había cubierto a todos los soldados bajo un escudo de invisibilidad infalible.
Notó el leve quemazón conocido en el hombro derecho donde el tatuaje de los Lobos Grises le anunciaba que algo iba mal y que su compañero de batalla estaba en problemas. No espero nada, no esperó a nadie; Erebor le había enseñado a ser paciente y Giliath había conseguido arrancar de él esa impulsividad, pero Harry siempre había dicho que cuando uno de ellos lo llamara por estar en problemas, acudiría de inmediato.
Olvidando su plan inicial, dio la señal de parada y todos obedecieron en silencio, temerosos de que hubieran sido descubiertos por los naryns.
-Desmontad e invocad a vuestros elementos –indicó el chico-. Los que no puedan invocarlos serán transportados por los demás, ¿entendido? El capitán Derin está pidiendo ayuda por alguna razón.
-¿Y los naryns, señor? –preguntó uno de los soldados.
-Cuando uno de los suyos está en peligro, soldado, abandonamos los planes y a los enemigos para ayudarles, ¿está claro? –preguntó Harry-. Ahora, invocad a vuestros elementos.
Antes de convocar a su propio poder elemental, varios remolinos de fuego, agua, viento y tierra rodearon a los soldados y sólo cuando Harry estuvo completamente seguro de que los soldados y sus monturas habían desaparecido completamente, desmontó de su montura, un remolino de aire lo engulló con su caballo, obedeciendo a los deseos del joven capitán mortal.
Ni bien hubo vuelto a estar sobre la tierra cuando sus instintos actuaron por sí mismos haciendo que espantase a su caballo y se agachase tumbándose en el suelo al tiempo que lanzaba un ataque mágico hacia la derecha; una bola de energía eléctrica pasó por donde segundos antes había estado su cabeza y su propia esfera de magia explotó frente a un grupo de cuatro naryns que planeaban, según lo visto, atacarlo.
-¡Ainur!
La voz de Derin le llegó clara y alta. La espada de Harry refulgó con la luz del sol cuando la desenvainó; observando reacciones semejantes en los shygards que habían allí. La figura de Derin apareció a su lado y de forma inconsciente, casi necesaria, ambos capitanes se encontraron espalda contra espalda observando al círculo de naryns que parecía aumentar por momentos.
El aura de magia negra se notaba a cientos de kilómetros alrededor; los rayos violetas y negros atravesaban el cielo buscando una víctima y varis espectros habían sido convocados por los naryns y estaban intentando ser repelidos en aquellos momentos por varios shygards mientras que otros intentaban salvar la vida de las mujeres y niños que llevaban en carros y que gritaban asustados.
-¿Qué diablos ha pasado? –preguntó lanzando un rayo violeta hacia uno de los lados.
-¿Qué diablos estás haciendo aquí? –preguntó a su vez el dios utilizando su magia para hacer rebotar una esfera violeta.
-¿Qué estoy haciendo aquí? ¡Salvarte la vida! ¡Cuidado! –ambos se agacharon a tiempo de que dos rayos rojizos se estrellasen donde antes habían estado sus cuellos; antes de levantarse lanzaron una onda expansiva que terminó con los diez primeros naryns que ocupaban las filas, pero estas bajas fueron substituidas rápidamente por otros diez naryns.
-Nos atacaron; aparecieron de la nada –contestó Derin-. ¿Escuchaste mi llamada?
-Sí, la escuché, por eso vine enseguida –le replicó el chico lanzando varios hechizos a diestra y siniestra mientras se protegía con un escudo-. ¿Se te ocurre algo para salir de aquí?
Los naryns observaron que los ataques mágicos no daban resultados, así que sacaron sus hachas y se dirigieron hacia los dos capitanes. No muy lejos de ellos, el resto del escuadrón peleaba por su vida.
-Luz del alma –sugirió Derin encogiéndose de hombros.
-¿Estás loco? ¡Esquiva a tu derecha! –el dios obedeció de inmediato, esquivando una estocada firme y que habría acabado en su pierna derecha mientras que Harry golpeó con su espada a uno de los naryns en el estómago haciendo que éste cayese de rodillas delante de él y lo mirar con sus ojos negros antes de que el chico le cortara el cuello con la daga que siempre llevaba atada al cinto-.¡No podemos utilizar eso!
-¡Bloquea! –gritó a su vez Derin. Harry obedeció girando sobre sí mismo hacia la derecha y bloqueando un hacha con su poder mientras utilizaba la espada para atacar.
Ambas hojas afiladas echaron chispas; una daga se clavó en el cuello del naryn y Harry se giró hacia uno de los soldados haciéndole un gesto de agradecimiento; el soldado le sonrió en respuesta y asintió antes de girar y seguir con su propio naryn.
-¿Se te ocurre otra solución? ¡Cuidado a tu izquierda, Ainur!
Una espada atravesó el aire dándole un corte profundo en el brazo derecho de Harry haciendo que el chico soltase su espada.
-¡Maldita sea! –bramó el muchacho pasando su mano izquierda por encima de la herida y logrando que se cerrase de inmediato. Tomó su espada -¡Derin, cúbreme, necesito energía!
Derin asintió y lanzó un escudo protector sobre el chico. Al parecer, varios de los shygards comprendieron lo que el mortal pretendía hacer porque aparecieron a su lado y formaron un círculo para protegerlo mientras que él reunía la energía necesaria.
Ninguno de ellos había visto nunca un ataque como el que querían hacer, pero habían oído hablar de él. Durante los últimos siete días, los dos capitanes se habían alejado del resto de shygards para practicarlo; se trataba de crear una bola de energía pura a raíz de la propia magia y la magia de todos los elementos que había alrededor.
Nunca antes se había practicado, e incluso él mismo jamás había logrado conseguir hacerla; sobre todo porque se necesitaba un gran autocontrol para lograr controlar toda esa magia dentro del cuerpo y no estallar en el proceso y Derin siempre había insistido en hacerla él durante los entrenamientos.
Pero Derin ahora no podía hacerla. Estaba demasiado cansado, él estaba más fresco y tenía más magia, además de contar con el poder que el medallón de su cuello le confería.
Se concentró. Notó su propia energía crecer dentro de él y recorrer cada poro de su piel y la sangre de cada vena; notó como el fuego, el aire, el agua y la tierra le ofrecían su magia y le instaban a aceptarla. Notó el aura de Derin rodeándolo y la magia de los shygards desperdigándose para llegar junto a él y acudir en su llamada.
Derin observó a Harry y cuando sus ojos verdes se abrieron y vio el fuego y la tormenta brillando en ellos, lanzó un grito.
-¡Shygards de Ahsvaldry, al suelo!
Casi un segundo después, la voz de Harry se escuchó fría, solemne y clara pese a que sólo fue un murmullo.
-Luz del alma, envuélvelos.
Una esfera blanca, brillante y más cegadora que la luz del sol, salió de las manos del joven capitán mortal y subió hasta su cabeza donde explotó formando una onda expansiva que arrasó con todos los naryns que estaban allí. No esperó a ver el resultado de su onda. Se dejó caer de rodillas en el mismo lugar donde había estado de pie y si no hubiese sido porque los brazos de Derin lo habían sujetado, estaba seguro de que hubiera caído.
-¿Estás bien? –le preguntó Derin preocupado.
-Cansado –fue lo único que pudo decir antes de cerrar los ojos y caer agotado."
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Harry entró en el Gran Comedor con paso rápido, decidido y sin mirar a nadie en concreto, con los ojos fijos en su mesa y evitando las miradas de los demás, aunque echó un rápido vistazo a la mesa de las serpientes para darse cuenta que Malfoy no estaba allí y otra hojeada a la mesa de los leones fue suficiente para ver que Verónica tampoco se encontraba en el desayuno.
Iba a pararse a preguntarle a Neville si sabía dónde podía estar la chica cuando notó un par de miradas sobre él, Parvati y Lavender, ¿es que nunca dejarían de coquetear con todo chico que se pusiera por delante? Cambió de idea rápidamente y se sentó en la mesa donde Erebor se limpió la boca entre ocasionales risas. Harry le miró.
-No resulta gracioso ¿sabes? De hecho es bastante molesto –añadió al sentirse objeto del sector femenino del colegio.
-¿No? –preguntó Erebor-. ¿En serio? –se dirigió a Derin-. ¿Tú no lo encuentras divertido, Derin? –preguntó.
Harry les sonrió a los dos; era imposible enfadarse con ellos.
-Dejadlo ya, ¿de acuerdo? –Harry se sirvió un poco de zumo de naranja y tomó un bollo de chocolate-. ¿Dónde está Giliath?
-Con Remus –se limitó a contestar Erebor como si fuera lo más normal del mundo. Harry enarcó una ceja.
-Gracias por se tan específico –le dijo con sarcasmo.
-Clase de oclumancia –añadió Derin.
Harry iba a contestar algo cuando un continúo batir de alas inundó el comedor y con el ruido, cientos de lechuzas se internaron a través de las altas ventanas. Harry miró extrañado hacia los animales, era demasiado temprano para el correo. El echo de ver como casi todas las chicas alzaban la vista hacia el techo le hizo tener un mal presentimiento.
-Erebor –el dio le miró-, ¿podrías conjurar un cesto donde las lechuzas dejaran sus cartas, por favor?
-¿Hoy te has levantado arrogante? –preguntó bromeando el dios pero haciendo lo que Harry le había pedido.
-Esto es horrible… -empezó a decir el chico justo cuando la primera carta escrita en un pergamino ¿rosado? Cayó en el cesto-… Genial… simplemente genial… -miró a Dumbledore por encima de la mesa y el brillo divertido de los ojos del anciano le hizo creer que aquello no lo había planeado él, simplemente había pasado.
-Y todo por culpa de ese maldito baile… -murmuró mientras veía las docenas de cartas caer en el cesto ante la mirada divertida de los dos dioses-. Ni una palabra –advirtió.
Erebor dejó escapar una carcajada y Derin se limitó a sonreír mientras daba un mordisco a su fruta preferida, la manzana.
(flashback)
-Apenas has probado bocado –le dijo Giliath mirando el plato lleno de Harry-. Es puré de patatas con salchichas y pescado asado con salsa de limón, ¿no tienes hambre?
Harry sonrió ante la preocupación que la diosa siempre mostraba frente la nutrición de Harry, y no era para menos; cuando lo había visto por primera vez en Ahsvaldry, el cuerpo esquelético del chico y la poca masa muscular que tenía además de la deshidratación y la inanición la habían preocupado en gran medida y no estaba dispuesta a que Harry volviera a su antiguo aspecto, eso era algo que estaba de mas siquiera comentarlo o pensarlo.
-Estoy bien, Giliath… No tengo hambre, eso es todo.
-Y supongo que el hecho de que estés mirando hacia la mesa donde está sentada cierta señorita no tiene nada que ver, ¿cierto? –intervino Remus con una sonrisa pícara.
-Remus, ¿también te metías en la vida de mis padres? –preguntó con cierto tono burlón Harry.
El licántropo sonrió aún más abiertamente.
-Por supuesto, ¿cómo crees si no que tu padre consiguió que Lily se fijase en él? –Harry suspiró mientras se llevaba una mano a la cara y Erebor rió provocando que en la mesa de Slytherin, los más cercanos se giraran para mirarlo.
-Ignóralos –le aconsejó Harry-. No saben lo que es reír o divertirse o cualquier cosa que se parezca a eso –dijo muy seguro de sus palabras.
Pero Harry sabía que Remus tenía razón; estaba pendiente de la mesa de los Gryffindor; pendiente de ella, últimamente siempre estaba pendiente de ella. Verónica apenas había tocado su plato y eso que apenas había puesto comida en él; se dedicaba a desmigajar el pan y a llevarse a la boca trocitos muy muy pequeños de carne desmenuzada que tragaba con gran cantidad de agua y zumo. Frunció el ceño, no le gustaba la actitud de la chica.
-Alumnos, presten atención, por favor –se escuchó la voz de la profesora McGonagall.
El director se levantó de su asiento.
-¿Y ahora qué? –inquirió Harry entre dientes haciendo que Erebor sonriera.
-Tengo el placer de comunicarles que en la próxima semana se realizará un baile para festejar la fiesta de magos y brujas, Halloween; podrán asistir los cursos desde cuarto hacia arriba y todo aquel de tercero a quien alguien invite, pero tengo que comunicar que los alumnos de tercero que asistan al baile deberán regresar a sus dormitorios a las doce de la noche –varios murmullos se escucharon, algunos de desaprobación, algunos de emoción y varias palmaditas de alegría que Harry estaba seguro que provenían de Parvati y Lavender-. Ahora, pueden seguir cenando, chicos –añadió sentándose de nuevo.
-Genial… -murmuró Harry intentando hundirse en su asiento al notar la mirada de varias chicas en él.
-Contestarás todas las cartas –le dijo Giliath sin dejar que el chico dijera nada.
Erebor rió abiertamente de nuevo mientras le palmeaba la espalda al chico.
-Eso te ocurre por ser tan atractivo –añadió la diosa y luego se giró hacia Remus-. Y espero que tú me invites a ir contigo.
Esta vez fue Derin quien sonrió.
-No sabes donde te has metido, Lupin –le advirtió ganándose una mirada de falso reproche por parte de la mujer.
Pero Remus sonrió y tomó la mano de la diosa entre las suyas para llevársela a los labios y darle un beso en el dorso de la mano sin quitar los ojos de los de ella.
-Será un auténtico placer asistir contigo al baile si me permites ser tu acompañante.
Pese a sentirse agobiado por las miradas que estaba recibiendo, Harry no pudo evitar dejar de sonreír; le gustaba el brillo de felicidad que ahora veía en los ojos de dos de las personas que más quería.
(fin flashback)
-Él no tiene la culpa de que las chicas te inviten –lo sacó de sus cavilaciones Erebor claramente divertido ante la gran montaña de caras que no paraba de crecer.
-No, pero seguro que piensa que así estaré ocupado en otras cosas y me descuidaré –le respondió Harry sin quitar la vista de la mesa de Gryffindor-. Tengo que irme –se bebió el café de un trago y miró el enorme cesto-. ¿Me lo lleváis después a la habitación? Gracias –añadió antes de que ninguno de los dos dioses contestara.
-¿Y ahora qué…
Pero Erebor le interrumpió y le señaló la mesa de los leones donde una chica se acababa de levantar.
-Comprendo –se limitó a decir Derin.
-¿Dónde vas? –Harry se puso detrás de ella y le susurró al oído esa pregunta. Verónica se sobresaltó-. Perdona, no quería asustarte –se disculpó divertido.
-Pues lo has hecho –le contestó-. Voy a clases, ¿dónde quieres que vaya, Harry?
-No has desayunado nada –ella iba a contestar algo cuando él continuó hablando-, has llegado hace dos minutos, te has sentado, has bebido zumo de naranja y te has vuelto a levantar, así que ni se te ocurra mentirme.
-¿Ahora me espías? –preguntó ella burlona.
-No, me preocupo por ti –le contestó el chico-. Anoche tampoco te vi cenar demasiado.
-Tengo muchas cosas en la cabeza Harry, a veces no tengo apetito, eso es todo –se detuvo para mirarlo y se pasó una mano por el cabello suelto echándolo hacia atrás de forma suave-. Estoy bien, no tienes que preocuparte de mí.
Harry le sonrió.
-Creo que llevas mucho tiempo preocupándote por los demás –le contestó él.
-¿En serio? –preguntó ella recibiendo un asentimiento- ¿Y qué más crees?
-Que ya es hora de que alguien se preocupe por ti –le contestó el chico. Verónica no respondió y él sonrió-. Ya sé la respuesta –ella lo miró - Si pudieras cambiar algo de tu vida, ¿qué sería? –le preguntó él divertido.
-Oh, esa respuesta ¿y bien?
-Llegaremos tarde –le dijo él caminando y atravesando el pasillo.
-¿No me lo vas a decir?
-Esta tarde, en el laboratorio –le contestó él-, así que vete pensando la respuesta tuya y un par de preguntas más –le guiñó un ojo y en un acto reflejo, la besó en la mejilla-. Nos vemos luego.
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Albus Dumbledore estaba en una de las cientos de salas y habitaciones misteriosas que aparecían en Hogwarts de vez en cuando y que luego desaparecían sin dejar rastro; le gustaba la sensación de descubrir nuevas estancias y nuevos lugares y estaba convencido de que Hogwarts jamás dejaría de sorprenderle.
Había intentado convenceer a Severus para que intentara entrar en la mente de Harry ya que por algún motivo que aún desconocía, Harry y Severus parecían haber entablado un tipo de relación que hasta que no la había visto con sus propios ojos, hubiera dicho que era imposible; y es que mantenían una relación de cordialidad mutua.
Era consciente de que en aquellos momentos, no contaba con el apoyo que Severus siempre le había demostrado; era consciente de que se había equivocado en muchas cosas respecto a Harry y también sabía que no era ninguna excusa el decirse a sí mismo que el chico nunca debería haber sabido nada de todo lo que sabía en aquellos momentos.
¿Dónde se había equivocado, ¿En qué momento había perdido el control de sus acciones?
Era consciente de que había cambiado; de que todo lo que una vez había prometido, no lo había cumplido; les prometió a James y Lily que Harry siempre estaría a salvo y no lo había podido hacer; prometió a Harry que todo se solucionaría y nada más lejos de la verdad, todo había empeorado; promesas rotas y sin cumplir que sabía que jamás las llevaría a cabo.
Pero ¿qué podía hacer? Ya era tarde para arrepentirse de todo lo que había hecho y sólo le quedaba la esperanza de que al menos lo que había planeado desde un principio, se produjera: la victoria de Harry Potter sobre Lord Voldemort en una batalla que el mundo aún ni siquiera había visto empezar.
No, ya no podía arrepentirse, ya no le era permitido arrepentirse… los ojos de Harry habían sido muy claros y concisos, una advertencia implícita, una amenaza expresada en silencio, y la promesa de un niño a quién una vez abandonó de que no volvería a confiar en él nunca más ni siquiera aunque su vida dependiera de ello.
La conversación que había mantenido aquella noche, después de que anunciara el baile de Halloween, con Severus y Harry en su despacho, se lo había dejado bien claro.
(flashback)
-Lucius Malfoy intentó matar a su hijo, director –aseguró Harry-. Estoy dispuesto a dejarle entrar en mi mente para que vea ese recuerdo.
-Ahora que lo mencionas Harry… ¿qué fue de aquel ser extraño al que viste queriendo atentar contra la vida del señor Malfoy? –preguntó el director.
Snape gruñó desde el rincón donde estaba de pie, en silencio, siniestro, como siempre y Harry no pudo evitar sonreír al darse cuenta de que por primera vez, quizá, profesor de pociones y él mismo estaban de acuerdo en que Dumbledore nunca cambiaría.
-Está en un lugar seguro y lejos de aquí, profesor –le comunicó con tranquilidad-. Puede preguntarle al profesor Derin, él estaba conmigo.
-¿Y podrías decirme…
-Una quimera, director; ya se lo conté ¿recuerda?
-Las quimeras no existen Harry, quizá te equivocaste… -añadió.
-Los pegasos negros tampoco –gruñó Snape mirando al director. Harry se contuvo de reír, no era el momento de hacerlo.
-De todos modos, me gustaría saber si…
-Con todos los respetos profesor, no he venido para hablar de un animal que según usted no existe pero que estuvo a punto de matarme a mí y a otro estudiante de este colegio que usted tanto insiste en proteger -. Según el reglamento del colegio, si en algún momento un estudiante se ve en peligro en su casa y sus padres no hacen nada, el alumno en cuestión puede pasar a las habitaciones del profesor que lo pida –recitó el chico con voz cansada.
-¿Desde cuándo lees la Historia de Hogwarts, Harry?
-Desde que usted intenta hacer lo que no debe, profesor –le contestó.
-Draco se quedará en mis habitaciones –insistió el profesor de pociones.
-Y comerá en mi mesa –anunció Harry dejando sorprendidos a Snape y Dumbledore-. ¿Qué? –miró al profesor -.¿Acaso cree que los Slytherin dudarían en echar veneno en su comida para satisfacer a Lucius Malfoy? –añadió con sarcasmo levantándose-. Dígaselo –le comunicó a Snape antes de salir del despacho del director.
-Tenías que decírselo ¿verdad? –preguntó acusadoramente Albus mirando a su pupilo.
-No me dejaste otra opción, Albus; hay muchas cosas que desconoces.
-Podrías conocerlas si tú me las contaras –le pidió el anciano mirándolo por encima de sus gafas.
-Juré no hacerlo y no voy a romper mi juramento. Buenas noches, Albus –se despidió de él con una ligera inclinación de cabeza.
(fin flashback)
Había muchas cosas que desconocía… era cierto… Había escuchado que Verónica Ollivers era quien había calmado al pegaso negro de Harry y no pudo evitar pensar que quizá esa chica pudiera decirle y contarle algo, quizá incluso podría servir para espiar a Harry, dado que parecía ser la única persona a quién se acercaba.
Después de todo, se había equivocado tantas veces, que una vez más no importaba ¿verdad?
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Verónica entró en el laboratorio con su sonrisa, dejó las cosas al pie de la puerta como siempre, se quitó la túnica para poder trabajar mejor y se acercó hasta Harry que estaba verificando una redoma de poción antisueño. Pero Harry no le hizo caso. Sonrió a modo de saludo y siguió verificando las diferentes pociones y etiquetándolas decidiendo cual estaba bien hecha y cual no.
Viendo que el chico parecía que no iba a hablar, Verónica se acercó hasta él y empzó a valorar la otra redoma de pociones que deberían de tener un color azul pálido y parecía más bien un azul eléctrico; frunció el ceño enseguida; seguramente la poción había estado en el fuego tres minutos más de lo que debería haber estado. Suspiró pero aún así se dispuso a analizarla.
-Blaise se ha equivocado en una –comentó con aire distraído el chico.
-Ajá –contestó Verónica mientras se quitaba las gafas y las dejaba sobre la mesa para coger el envase de la poción y mirarlo a contraluz.
-No –dijo entonces Harry. Verónica le miró sin entender qué quería decir el chico; él le sonrió-. No cambiaría nada aún si pudiera hacerlo.
-Pensaba que ya no te acordabas de la pregunta –contestó ella.
-Nunca me olvido de nada –le contestó él-, aunque sí sé fingir que me olvido de las cosas –añadió divertido.
-¿Por qué no? –preguntó ella.
-Pensé que sí –contestó él-. Hace mucho tiempo… hubiera dado cualquier cosa por no tener esta cicatriz, por no perder a Sirius, a mis padres, por no tener que vivir con los Dursley –comentó él-. Hace años mi respuesta hubiera sido que sí, que hubiera cambiado algo, que hubiera cambiado todo.
-¿Y ahora no? –preguntó ella dejando las pociones y girándose para mirarle.
-No, ahora no.
-¿Por qué? –volvió a preguntar Verónica.
-Porque todo lo que me ha ocurrido, todo lo que me ha pasado, todo mi pasado, me ha convertido en la persona que soy ahora, dejándome en este punto de mi vida, siendo como soy y siendo quién soy –sonrió divertido-. Quizá si no hubiese sido así, nunca habría conocido a Giliath, Derin, Erebor… a ti… -añadió sin peder la sonrisa.
-¿A mí? Pues no te habrías perdido de gran cosa –contestó Verónica girándose de nuevo para continuar analizando las pociones.
-¿Por qué siempre haces lo mismo? –preguntó Harry frunciendo el ceño-. ¿Por qué siempre te infravaloras de este modo?
-No me infravaloro… a esta poción le falta raíz de ajenzal… -murmuró mientras tomaba la raíz y el cuchillo y empezaba a trocear-…sólo soy realista –añadió la chica.
Harry estuvo tentado a decirle que dejara de decir tonterías, estuvo tentado a quitarle el cuchillo de las manos y mirarla y decirle que ella era una persona muy especial por mucho que ella misma insistiese en que no lo era.
En lugar de hacer o decir algo de lo que estaba pensando, le preguntó:
-¿Y tú? –ella se giró un segundo antes de seguir cortando raíz – Si pudieras cambiar algo de ti, ¿Qué sería?
-Es una pregunta con una respuesta bastante obvia ¿no te parece Harry?
Harry frunció el ceño.
-No me gusta la obviedad –le contestó el chico.
-Mi físico Harry, si pudiera cambiar algo de mí, cambiaría mi físico –dijo demasiado rápido como si quisiera que esa respuesta no fuera escuchada por él.
-¿Tu físico? –preguntó el chico -¿Qué le ocurre a tu físico?
-¿Bromeas? –ella dejó el cuchillo sobre la mesa y se giró hacia Harry-. Harry, Malfoy tenía razón aquella vez, es más fácil saltarme que rodearme –bromeó-. No es que me importe demasiado, después de todo, siempre he sido así, pero a veces me gustaría ser como las demás chicas… -añadió con un leve suspiro.
-¿Superficiales, sin sentido común y presumidas? –aventuró Harry divertido.
Ella le miró pero no pudo evitar sonreír.
-No –contestó aún sonriendo-, delgadas, bonitas y atractivas.
Harry no contestó. Verónica se dio la vuelta para continuar cortando raíces, al menos en apariencia, porque en realidad se había girado para no soportar la mirada verde de Harry sobre ella, como si fuera capaz de leer sus pensamientos. Su mano tembló ligeramente cuando escuchó a Harry contestar en medio del silencio:
-Pues yo te prefiero a ti.
Un ligero corte en el dedo índice y Verónica soltó el cuchillo.
-¿Estás bien?
-Maldito cuchillo… -se llevó el dedo a la boca para limpiar el corte y el hilo de sangre. Se giró hacia Harry-. Sí, no ha sido nada.
-Déjame ver.
Tomó la mano de ella antes de que Verónica pudiera apartarse y entonces ocurrió otra vez. Ese escalofrío, esa sensación de protección hacia la chica, ese sentimiento desconocido y que tantos dolores de cabeza le estaba causando.
Ella se sonrojó. No debía enamorarse de Harry; no podía enamorase de Harry… aunque creía que ya lo estaba. Retiró la mano antes de que el chico se diera cuenta de su sonrojo.
-Yo… será mejor que vaya a ver a Madame Pomfray. Nos vemos luego Harry.
Y antes de que el chico contestara, Verónica ya había desaparecido cerrando la puerta con rapidez.
-¿Qué diablos ha pasado aquí? –murmuró Harry para sí mismo.
Luego tuvo que sonreír. Tenía que admitir que Verónica estaba preciosa cuando se sonrojaba.
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Terminó de contarle a su ahijado la conversación con el director, esperando la explosión que no llegó. Draco permanecía sentado en el sofá con las piernas cruzadas, el gesto altivo, el ceño fruncido y la mirada arrogante clavada en el fuego como si las llamas pudieran disiparle todas las dudas que pudiera tener.
-Draco, ¿me has oído?
-Siempre me pregunté por qué mamá te escogió como padrino –contestó el chico-. Solía preguntarle y ella siempre me sonreía y me contestaba "porque cuando llegue el momento, él sabrá lo que tiene que hacer" –Severus no contestó nada-. Nunca supe qué quería decir con eso; siempre pensé que era una forma de hacerme callar para que no preguntar más… -añadió con una sonrisa melancólica.
Severus Snape lo miró; tan adulto, tan Malfoy, si había algo que pudiera describir al chico que tenía delante era precisamente eso; su apellido; la elegancia y la aristocracia, el saber estar, la mirada arrogante, la actitud condescendiente… sus gestos, su forma de hablar, su forma de caminar, todo le recordaba a Lucius, salvo por aquel brillo que había en sus ojos a través de los que podía ver el alma de Narcisa.
-¿Será así siempre? –preguntó el chico. Snape le miró-. Dormir en tus habitaciones, evitar a los de mi casa, comer en la mesa de Potter… ¿será así siempre? –volvió a preguntar - ¿Tenerle miedo a lo que mi padre me pueda hacer?
-Nunca admitas que tienes miedo Draco –le aconsejó Snape-; puedes tenerlo siempre que los demás no lo sepan –añadió con una media sonrisa que Draco agradeció.
-No has contestado a mi pregunta.
-Será así hasta que entregues el colgante voluntariamente –le dijo el profesor-, al menos eso fue lo que tu madre me dijo.
-¿Y si no lo hago?
Severus se encogió de hombros. Lo cierto es que no tenía ni idea.
-Hay algo que me gustaría saber –Snape le miró asintiendo-. ¿El motivo por el que odio a Potter…
-Sí, es el colgante de Elea lo que te hace odiarlo de forma tan intensa –Draco iba a decir algo pero Snape se adelantó-. No quiero decir que no lo odies, o que te disguste estar con él, eso es perfectamente válido, pero el colgante de Elea potencia ese odio hacia todas las personas que están en tu vida.
-Pero con él se intensifica más ¿por qué? –frunció el ceño. Severus no contestó-. Ya veo, no me lo puedes decir, ¿no?
-No sé que decirte Draco; hay cosas que yo no entiendo ni sé tampoco –le contestó el hombre-. Sólo sé que quizá Potter tenga las respuestas que tú necesitas.
-¿Pretendes que hable con Potter?
-A veces, puedes perder mucho más que el orgullo únicamente por no hablar a tiempo con quien deberías hacerlo –le contestó Snape.
-No estamos hablando de mí, ¿verdad? –Severus le miró pero no dijo nada-. Hablaré con Potter –le prometió al profesor sin necesidad de que éste se lo pidiera-; pero no prometo nada acerca de cómo salgamos de esa conversación.
Severus le sonrió.
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"La daga me ofrece su poder, por eso me siento tentado a tomarla, a correr el riesgo, a sentir la vibración del poder en mis manos y saber que puedo elegir qué hacer. Es Verónica quien hace que no me sienta atraído hacia la daga; ella es como un escudo… el poder de la daga recae en ella y me atrae hacia ella. Quizá sea eso lo que me atrae… Quizá no estoy enamorado, sólo hechizado… ¿cómo saber si me gusta y me estoy enamorando o si sólo es producto del embrujo y el poder que la daga oscura crea?"
Llevaba toda la clase de Derin pensando en eso, una y otra vez los mismos sentimientos, los mismos pensamientos, los mismos deseos y empezaba a enfadarse por no poder encontrar una respuesta válida para sus preguntas. Tamborileaba con la mano sobre su pierna una vieja canción de Ahsvaldry que hablaba de sus ríos limpios, de sus lagos de aguas cristalinas, de sus valles verdes y frondosos bosques, de sus costumbres y de sus gentes.
-¡Harry!
El chico parpadeó y miró a Derin que le había llamado. Para cualquier otro que lo hubiera mirado sólo habría visto el rostro severo de Derin; pero Harry vio el brillo divertido en sus ojos y supo que más tarde debería contarle en qué estaba pensando.
-Perdón, ¿qué ocurre?
-Preguntaba si esta –señaló a Dean que estaba en el centro de la clase siendo observado por los demás alumnos-, es la postura correcta para sujetar la espada cuando estás en fase de defensa.
-No, no lo es –contestó Harry automáticamente-. El ángulo del brazo debería de ser de cinco grados más, el pie izquierdo debería estar atrasado teniendo en cuenta que Dean es diestro; además tiene los hombros caídos, un simple ataque y no podría responderlo ni defenderlo y acabaría muerto con la espada de su enemigo en la garganta.
-Bien. Diez puntos para ti, Harry –compensó Derin-. Ve al fondo de la sala y practica un rato ¿quieres?
Harry sonrió; sabía que Derin lo hacía únicamente porque lo había visto tenso; seguramente había sentido el ritmo de la canción de Ahsvaldry y habría notado su aura un poco intranquila. Asintió; necesitaba hacer algo de ejercicio, necesitaba descargar la tensión de sus músculos, liberar la energía. Los demás ni siquiera se inmutaron cuando Harry obedeció en silencio mientras se quitaba la túnica y se quedaba con los pantalones blancos que Derin les obligaba a llevar para sus clases ya que eran de una tela más ligera y les facilitaba los movimientos.
Era una costumbre ver a Harry practicar solo, ya fuera el combate cuerpo a cuerpo o con las armas; pasaba más tiempo de la clase ayudando a los demás que siguiendo las instrucciones de Derin, aunque no parecía que al profesor le molestase mucho incluso más de una vez, era el propio profesor quién le pedía que hiciese de segundo profesor.
Intentó concentrarse y empezó una serie de movimientos que había aprendido hacía mucho tiempo en Ahsvaldry; era un ejercicio complicado si no se sabía cómo realizarlo; consistía en concentrar toda la energía en un solo golpe y recuperarla y volver a descargarla en el siguiente golpe; hubiera sido fácil de no ser por la cantidad de movimientos complejos que manos, brazos y piernas debían llevar a cabo en menos de un minuto.
Movimientos ágiles y silenciosos. La mayoría de los alumnos habían dejado de prestar atención a las explicaciones de Derin para observar como se movía en las colchonetas, desplazándose de un lado a otro, moviendo el cuerpo y las manos en una danza rítmica fuerte y potente, determinante, marcando cada músculo, recalcando cada gesto, cada golpe que el aire recibía y todo en total silencio.
-¡Harry, si sigues haciendo semejante ruido te echo de ya sabes donde! –le retó Derin refiriéndose a los Lobos Grises.
Harry le sonrió de lado y asintió.
-Perdona, estoy un poco cargado –le contestó.
-Lo sé, pero procura no hacer ruido, ya sabes lo que me molesta –Hermione levantó la mano-. ¿Sí, señorita Granger?
-Harry no está haciendo ruido, profesor, no debería de retarlo de esa manera si…
-Harry sí está haciendo ruido –le contradijo el profesor -; y le agradecería que de ahora en adelante si quiere utilizar alguna táctica o idea para acercarse al señor Potter, no lo haga durante mis clases con excusas baratas.
Hermione se sonrojó pero no contestó; a su lado, Ron enrojeció desde las puntas de las orejas pero se contuvo.
-Para todo aquel que no lo sepa –empezó a explicar el profesor-. Cada vez que alguien utiliza la magia, hace ruido, un ruido que no se escucha, al menos casi nunca, pero que está presente, ¿cómo creen si no que cada vez que un menor de edad realiza magia en verano, los del ministerio se enteran?
-Porque las varitas están registradas –dijo Hermione.
Derin sonrió. Parecía que desde su última conversación, la señorita Granger estaba decidida a no concederle tregua alguna, bien, Harry sabía tan bien como Derin que él tampoco se la concedería.
-Falso. Es porque hacéis un enorme estruendo –aseguró-. Vuestra magia aún no está controlada y por eso hacéis tanto ruido.
-Potter no está utilizando la magia ahora, ¿cómo sabe que está haciendo ruido? Yo no he oído nada.
La clase se giró hacia Zabinni, no porque hubiera hablado si no por el modo que lo había hecho, sin aquel tono despectivo en su voz al hablar de Harry Potter, ni aquel desdén en sus palabras al hablarle a un profesor que no fuera Snape.
-Harry está utilizando la magia aunque no lo crean; concentra su magia en cada golpe que da –explicó-; generalmente Harry nunca hace ruido, salvo cuando está muy cansado o muy estresado, en esos momentos, como ahora, su magia quiere explotar y cree que el momento adecuado es cuando él da el golpe –sonrió-. Aunque vosotros no lo escuchéis, yo sí lo hago; llevo mucho tiempo con esto.
Nadie dijo nada.
-Eso es una tontería… Para empezar… dar clases sin libros… es absurdo… -dijo Hermione entre dientes. Harry supo que aquello había sido un error sin tener que mirar a Derin.
-Diez puntos menos para Gryffindor por insinuar que las teorías de un profesor son absurdas.
Todos miraron a Harry creyendo que éste diría algo para defender a Hermione pero Harry no dijo nada y ese fue el aliciente que los demás necesitaban para corroborar el rumor que durante tantas semanas se había extendido por Hogwarts: el trío dorado ya no existía.
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Viernes por la tarde; laboratorio de pociones y Draco seguía sin aparecer. Blaise y Pansy miraban hacia la puerta cada dos por tres, eso explicaba el desorden en la mesa de trabajo, los envases rotos en el suelo y los ingredientes dispersos por las mesas mientras los calderos estaban en diferentes fases de cocción.
-Esto es absurdo –protestó la chica cuando por décima vez Blaise tuvo que avisarla de que estaba apunto de añadir sangre de unicornio en lugar de sangre de duende a la poción.
Blaise la miró.
-Si no ha aparecido por clases en toda la semana no creo que vaya a venir aquí –añadió la chica al ver la cara de su novio.
-Vendrá, no te preocupes; si no ha venido a clases es porque estaba en peligro, ya lo sabes, pero aquí estamos los tres solos, no tiene por qué…
-¿Y si piensa que nosotros también estamos en su contra? –la chica lo miró con los ojos abiertos -. ¿Y si cree que tú le avisaste para ganarte su confianza pero que en realidad estás…
Blaise respiró profundamente y con la paciencia que llevaba controlando toda la semana dejó las hojas de lelinya sobre la mesa procurando mantenerlas alejadas del fuego verde del caldero tres se giró hacia ella tomándola por los hombros.
-En primer lugar, él confía en mí del mismo modo que yo confío en él; Draco sabe que nunca me uniría a ellos, no después de lo que le hicieron a él… Y en segundo lugar y antes de que digas nada, déjame decirte que no creo que Draco crea que tú estás en su contra cuando fueron los mortífagos quienes mataron a tu padre, cielo –añadió al ver que ella iba a replicar algo.
-Blaise tiene razón –Draco acababa de entrar en la habitación y antes de que ninguno de los dos dijera o hiciera nada se giró y selló la puerta con un movimiento de varita-. Sólo es por precauc…
Antes de terminar la frase, una contenta Pansy se había tirado a sus brazos rodeándole el cuello con las manos mientras le daba un sonoro beso en la mejilla y repetía constantemente que se alegraba de poder hablar de nuevo con él.
-Blaise, ¿podrías librarme de tu novia? Empiezo a sentirme acosado –bromeó con seriedad.
-Déjalo respirar Pansy –aconsejó Blaise mientras separaba a su novia del rubio-, me toca a mí –añadió sonriendo con picardía antes de abrazar con fuerza a Draco-. ¿Todo bien? –preguntó el chico en un susurro.
-Todo bien –afirmó Draco separándose de él-. Bueno, ¿qué se cuenta por Slytherin?
Pansy y Blaise se miraron.
-No creo que te interese saber eso, Draco –le contestó la chica-. ¿Dónde te estás quedando a dormir?
-Con Severus –contestó el chico con tranquilidad-. ¿Qué es lo que se habla en Slytherin? Vamos chicos –apremió al ver que se volvían a mirar-, he vivido allí el tiempo suficiente para saber cómo se juega en las mazmorras, ¿recordáis?
-Tu nombre ha sido borrado de la pared –dijo Blaise. Pansy le dedicó una mirada mordaz-. ¿Qué? Merece saber la verdad y a lo que se enfrentará cuando vaya por los pasillos.
-Así que han borrado mi nombre… ¿por cual? –quiso saber Draco sentándose en una silla que había en la estancia.
-Nott –contestó Blaise-. Se ha declarado nuevo príncipe de Slytherin –se encogió de hombros.
-Me asombra que no te ofrecieran el puesto a ti –comentó con sarcasmo Draco.
-Lo hicieron, pero dijo que no podría compartir su nombre con el sitio donde había estado el de un traidor –contestó Pansy por Blaise.
-Buena salida –felicitó Draco.
-¿Verdad que sí? Aprendí del mejor a salir de esos apuros –le concedió Zabinni con una ligera inclinación de cabeza.
-¿Y tú estás bien? –preguntó el rubio al chico.
Blaise sonrió a medias.
-Sólo me hicieron un par de heridas, nada que Pansy no pudiera curar –sonrió atrayendo a su novia a su lado.
-¿Sólo un par de heridas? –miró a Blaise abriendo los ojos y luego se giró hacia Draco-. Tres costillas rotas, además de aplicarle tres cuciatus –explicó la chica-. Menos mal que sabía cómo curarle, si no hubiéramos tenido que dar muchas explicaciones a Madame Pomfray.
-Olvidaos de la enfermera; acudid a Severus –contestó Draco entrecerrando los ojos mientras miraba a Blaise-. ¿Seguro que estás bien?
-No te preocupes –le indicó el moreno-. ¿Tú estás bien?
Draco resopló.
-Defíneme bien –bromeó el rubio. Pansy frunció el ceño-. Teniendo en cuenta el estado en el que estoy sí, estoy bien… sólo… he descubierto recientes cosas… pero estoy bien.
-¿Qué has descubierto? –preguntó Blaise.
Draco negó con la cabeza.
-No puedo decíroslo chicos, aún no… Yo aún estoy asimilando la información que he recibido.
Blaise asintió y apretó ligeramente la mano de su novia al notar que Pansy había fruncido el ceño.
-Cuando la asimiles y quieras hablar de ello…-se ofreció Blaise.
-Lo sé, gracias –se limitó a contestar con una sonrisa-. Bueno, ¿qué piensan hacerme?
Pansy lo miró.
-Dado que parece que el profesor Snape te protege incluso cuando estás por los pasillos, no pueden hacer nada más que ignorarte –se limitó a contestar la chica encogiéndose de hombros-. Lo cual debería alegrarte.
Draco sonrió con cierta ironía en el rostro. Blaise empezó a rebuscar algo entre los bolsillos de la túnica y los pantalones atrayendo la atención del rubio que lo miró enarcando una ceja.
-¿Qué se supone que estás haciendo? –le preguntó.
-Lo encontré en la habitación… lo olvidaste allí, supongo que con las prisas… -Draco frunció el ceño, no recordaba haber echado en falta nada. Blaise sacó la mano y le entregó un anillo con el sello familiar de los Malfoy. El rubio sonrió y lo tomó-. Pensé que quizá… bueno sé que ahora mismo el nombre de tu familia no te…
-Gracias Blaise.
El sello de la familia Malfoy. Tantas veces había utilizado el poder que su apellido le ofrecía que nunca se había parado a pensar que era todo lo que tenía. Y ahora, no tenía nada…
-Draco… -Pansy se retorcía las manos de forma nerviosa-. ¿Tú… por qué…
-Suéltalo ya, Pansy –le apremió el rubio.
-¿Por qué te desconoció tu padre?
-No quise enfrentarme a aquella bestia –dijo el chico sinceramente.
-¿La de Hogsmeade? –asintió-. Vaya…
-¿Sabéis algo de Voldemort? –preguntó el rubio. Pansy se estremeció y su novio sonrió abrazándola por la cintura-. Deberías dejar de tenerle miedo a su nombre ¿sabes? No es como si fuera a entrar por la puerta simplemente por decir Voldemort.
Pansy ahogó un grito y Blaise la puso detrás de él en un gesto instintivo cuando la puerta se abrió; Draco se giró con la varita en alto.
-Potter… -susurró mirándolo.
-¿Interrumpo algo? –preguntó con una ceja enarcada. Blaise iba a contestar pero el chico negó con la cabeza-. No hace falta que disimuléis, sé que vosotros dos –miró a Parkinson y Zabinni-, no sois como el resto de Slytherin. Snape me dijo que querías hablar conmigo.
Draco enarcó una ceja, ¿cómo lo hacía siempre su padrino para adelantarse a lo que él quería hacer? Potter lo miró curioso.
-Si no tienes nada que decirme ni ninguna pregunta que hacerme, me largo porque estoy bastante liado, ¿sabes?
-Espera Potter –dijo Draco a regañadientes sabiendo que él era el único que podía explicarle lagunas cosas. Se giró hacia los dos Slytherins - ¿Podéis dejarnos solos?
-Sólo si me prometes que no le matarás –dijo dudoso Zabinni.
-Créeme, Blaise, no creo que pudiera hacerlo –le cortó Draco antes de que el chico siguiera bromeando.
Blaise conocía aquel tono perfectamente; Draco no admitía réplica alguna.
-Ya hablaremos –le dijo el chico abrazándolo levemente.
-Ten cuidado, Draco, ya sabes como somos las serpientes… -le aconsejó Pansy besándolo en la mejilla.
-Lo sé, sigilosas, silenciosas, frías y venenosas –contestó el rubio-. Estaré bien.
El silencio se apoderó de la sala cuando quedaron solos. Únicamente el ruido que Harry hacía al tocar los botes con ingredientes y las pesas y los cuchillos que había en el lugar mientras inspeccionaba que todo estuviese en su sitio rompía la tensión de aquella habitación.
-De acuerdo Potter, esto no es fácil para mí ni agradable para ti –Harry lo miró enarcando una ceja-. He hablado con Severus, pero él no ha podido contestarme a todo lo que hubiese querido preguntarle.
-¿Qué quieres saber? –cuestionó el chico recordando las palabras de Giliath; debía contarle lo que podía, pero la daga oscura quedaba fuera del alcance de Draco, no necesitaba saberlo.
-¿Qué puedes contarme? –preguntó de vuelta el rubio sentándose en la silla que había ocupado antes.
Harry sonrió y se sentó de manera informal sobre una de las mesas, cruzándose los brazos sobre el pecho y mirándolo sonriendo.
-¿Qué sabes de Ahsvaldry?
Draco parpadeó y el moreno suspiró pasándose una mano por el cabello; iba a ser una tarde muy larga y lo peor de todo era que había prometido intentar no matarle, aunque bueno, no había dicho nada de ser sarcástico, ¿cierto?
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Bueno, y hasta aquí hemos llegado hoy.
Espero que el capítulo haya sido de vuestro agrado; ya sabéis, criticas y demás, en reviews :D
Un besito a todos, disfrutad de la vida y sed buenos, os dejo con el avance del próximo capítulo :p
En el próximo capítulo…
"-Está bien, Potter
-¿A qué te refieres?
-Esto te divierte, ¿verdad, Potter?
-Oh, sí, Malfoy. No sabes hasta qué punto."
"-Harry no está acostumbrado a este tipo de atención
-¿No? Yo creía que ya estabas acostumbrado a ser el centro de atención, Potter.
"-No vuelvas a mencionar a mi familia nunca más porque te estarás metiendo en
problemas
-Ella vale mucho más que tú.
-¿Incluso poseyendo lo que poseo?
-Incluso sin poseer lo que tú posees, estúpido"
"-¡Ollivers es mi asunto!
-Quiero que la lleves a las mazmorras de Okkorton hasta que decida hacer un juramento de bruja de que te entregará la daga"
"-Yo tampoco quiero discutir contigo… Sólo quiero preguntarte por qué.
-Por primera vez, era feliz… o al menos eso creía
-Eras lo que siempre habías querido
-No eras tú.
-No, no lo era…
-Yo quería pedirte que vinieras al baile conmigo
-¿Tú quieres que vaya al baile contigo?
-Creo que me estoy enamorando de ti…"
