Hola a todos! Perdonar el retraso de dos días más de lo habitual para subirlo, pero tuve problemas con la conexión a internet :p Gracias a:

D. Alatriste, jim, HeiDi-Lu, Alteia, browyn bm, Kaito Seishiro, carolagd, Elias, Utena-Puchiko-Nyu, Clawy, M-cha, pedro, Terry moon

Por vuestros maravillosos comentarios y por seguir dejándome reviews como siempre hacéis. Bueno, como comentario general, os diré que dentro de un par de capítulos, contando este, seguramente la pareja Harry – Verónica por fin se aclare y se decida si ocurre algo entre ellos o no. Y además, diré, que dentro de algunos capítulos más empezará a haber momentos de acción en los que puede ocurrir cualquier cosa :p

Aps, sí, se me olvidaba, otra cosa; tengo un fic llamado "Pide un deseo" de la época de los merodeadores en el cual, he inventado un personaje llamado Ann que resulta que va a ser la pareja de Sirius; en fin, Ann es como Verónica, digamos, bajita, gordita y con poca autoestima; alguien me preguntó si el hecho de que hiciera personajes así es reflejo de la realidad y mi respuesta es que sí. Soy alta y delgada, pero no siempre fui así; estoy cansada de que en los fics todas las chicas sean perfectas; la vida no es perfecta y las personas tampoco son todas diosas de Venus, si sabéis a lo que me refiero; el hecho es que baso mis personajes en personas que conozco de verdad e intento que a parte del mundo de magia y fantasía, los personajes sean reales y sean un reflejo de la realidad. Bueno, ya sabéis, si tenéis ganas de salir en mis fics en alguna escena decidme como sois y un poco vuestra personalidad y haré lo que pueda jajajajaja :p

Ahora sí, os dejo con el capítulo, espero sea de vuestro agrado.

Nos vemos abajo!

CAPITULO 28. Conversación junto al lago

"Harry levantó la vista del libro que tenía delante y miró al dios que parecía concentrado en observar el jardín desde detrás de la enorme cristalera del pabellón situado en el jardín interior de palacio. Al adolescente le había parecido perfecto pasar la tarde de primavera en aquel lugar en vez de encerrarse en la biblioteca o en el despacho de Stell para seguir con sus lecciones sobre la historia de Ahsvaldry y le resultaba irónico el hecho de que dichas lecciones le gustaran y le resultaran interesantes cuando las clases de Historia de la Magia impartidas por el profesor Beens en Hogwarts le parecían soporíferas.

Hacía un par de minutos que había leído algo en el libro y ahora eso le estaba rondando por la cabeza una y otra vez. Alzó la vista de nuevo para encontrarse con Stell mirándolo con una sonrisa comprensiva. El chico sacudió su cabeza y volvió a prestar atención al libro. Tres minutos después, volvía a levantarla en dirección al príncipe de los dioses.

-¿Ocurre algo, Ainur? –preguntó el dios, solícito.

La risa traviesa que bailaba en sus labios le indicaba a Harry que él sabía perfectamente qué era lo que le ocurría en aquellos momentos.

-En realidad sí –confesó. Había aprendido que era imposible ocultarle nada a Stell, no porque el dios leyera sus pensamientos, no era eso; pero una simple mirada del príncipe y una sonrisa hacía que confiaras en él del mismo modo que él llegaba a querer confiar en uno mismo-. Acabo de leer algo…

-¿Algo sobre Lahntra? –preguntó Stell. Harry asintió-. Lo sé. Yo te di el libro, ¿recuerdas?

-¿Y es cierto? –Stell asintió-. Entonces no lo entiendo –frunció el ceño claramente confuso con todo aquello.

-¿Qué no entiendes, Ainur?

-Si Lahntra era capaz de predecir el futuro, ¿cómo es que no sabía que su hermana Elea iba a traicionarla?

-¿Y qué te hace pensar que no lo sabía? –le sonrió Stell de vuelta.

Harry frunció aún más el ceño en una mueca de no entender nada y el dios sonrió, reprimiendo interiormente la carcajada que valía la pena por ver la cara de incomprensión de su descendiente.

El dios se sentó junto a Harry en la mesa redonda y cerró el libro que el chico tenía delante y que llevaba una hora y media leyendo y estudiando, después de marcar correctamente la página. El chico lo miró.

-Harry… ¿sabías que Lily tenía sueños premonitorios?

-No… bueno, espera… Sirius me dijo una vez que mi madre estaba bastante nerviosa los días previos a que Voldemort intentase matarme… -añadió con un hilo de voz -. Dijo que era como si presintiera que algo iba a ocurrir… -sonrió sin querer hacerlo-. Y que mamá decía que había soñado con que algo malo me ocurría… nos ocurría… -corrigió.

Stell asintió en silencio.

-Heredó esa cualidad de Lahntra, Ainur –le dijo el dios-. Lily tenía los mismos sueños premonitorios y confusos que Lahntra había llegado a tener. Tu madre pudo protegerte colocándote la lágrima de Lahntra alrededor de tu cuello de forma voluntaria porque tuvo esos sueños.

-¿Quieres decir que Lahntra sabía que su hermana iba a matarla?

-Lahntra me lo contó dos días antes… pero no me dio muchos datos… Sólo me dijo que iba a abandonarme pronto y que cuando eso ocurriera, que protegiera a nuestra hija con su magia y sus lágrimas –sonrió-. No la entendí en aquellos momentos, pero cuando vi el colgante que la lágrima de ella había formado, supe a qué se refería…

-¿Por qué no hizo nada para…

-Porque no podía hacer nada Ainur –contestó él-. Si Elea no hubiese terminado con la vida de ella, hubiese matado a Leina… y eso era algo que Lahntra no se hubiese podido perdonar nunca.

-Un sacrifico de amor… -comentó Harry abriendo los ojos-. Mi madre hizo lo mismo que ella… -susurró Harry lo bastante fuerte para que el oído del dios lo captara-. ¿Por qué me estás…

-Porque quiero que entiendas algo, Harry. Todos tenemos un destino que cumplir, un camino que seguir y que está marcado desde antes de nuestro nacimiento… pero somos nosotros quienes elegimos si queremos tomar ese camino marcado o si queremos tomar el camino que nosotros mismos nos marcamos –le contestó el dios.

Harry no le contestó. Stell le sonrió y le devolvió el libro. El chico entendió la indirecta y se dispuso a leer de nuevo.

-Abuelo –lo llamó. Stell lo miró-. ¿Qué opción tomó mi madre? –preguntó.

Stell sonrió.

-Eso, pequeño, es algo que quizá es mejor que te conteste ella, ¿no te parece? –le guiñó un ojo y Harry sonrió.

Sí. Tenía razón. Se lo preguntaría la próxima vez que la viera"

----------------------------------------------------------------------------------------------------------

Ni Harry ni Malfoy prestaron atención a los rumores que se propagaron por todo el comedor cuando una sexta silla apareció en la mesa de los tres profesores que Potter y Lupin compartían con ellos; ni tampoco prestaron mucha atención a los rumores que surgían a medida que veían como Draco Malfoy avanzaba hacia dicha mesa, con las manos en los bolsillos y la mirada alta y decidida.

-Potter –saludó el rubio con una inclinación de cabeza llegando a la altura del joven mago.

-Malfoy –contestó él-. Pensé que ya no ibas a venir.

-¿Y perderme la cara de todos? –arqueó una ceja-. Debes de estar loco para pensar algo así.

Harry sonrió y le ofreció la silla que estaba entre él y Giliath. Ante la mirada de todo el Gran Comedor, Draco rodeó la mesa después de hacer una leve inclinación en señal de saludo a Derin, Erebor y Remus y se sentó en la silla después de haberle pedido permiso a la única mujer de la mesa.

-Es un placer tenerte esta noche con nosotros, Draco –contestó Giliath a modo de respuesta mientras el chico se sentaba.

-El placer es mío por poder compartir la mesa con una dama tan hermosa como usted, profesora Giliath.

Harry no se sorprendió. Los modales de Draco eran exquisitos, era algo de lo que el chico siempre había alardeado y que siempre había demostrado. Miró a su alrededor; los Gryffindors y Slytherin parecían ser los más sorprendidos ante el hecho de que Malfoy estuviera compartiendo mesa por propia voluntad con Potter… si ellos supieran toda la verdad…

-Erebor, ¿te importaría crear un escudo alrededor de Malfoy? –preguntó Harry sirviéndose un poco de ensalada y pasándole la fuente a Derin-. No me gustaría tener que explicarle a Snape por qué su alumno favorito ha recibido una maldición.

Draco frunció el ceño.

-Sé protegerme sólo, Potter –le contestó.

Harry se encogió de hombros.

-Como quieras, pero deberías saber que Nott y Stevens están pensando en estos momentos que un maleficio o quizá un imperio te sentarían muy bien –se sirvió un poco de vino después de servirle a Draco con aire descuidado-. Claro que tú eliges. Remus, ¿me pasas la merluza con salsa de setas, por favor?

Draco analizó los rostros de Nott y Stevens y frunció el ceño. Nadie pasa tiempo en las mazmorras sin aprender a leer en los ojos y el rostro de los demás sus intenciones; y él había pasado mucho tiempo observando a todos sus enemigos y compañeros, porque a parte de Blaise y Pansy, no podía decir que tuviera amigos.

Ambos hablaban en voz baja y miraban de vez en cuando hacia él, Nott hacía varias señas sobre el mantel ante las que Stevens asentía con aquella sonrisa ladeada que no presagiaba nada bueno.

Notó los ojos de Potter sobre él y con toda la dignidad que un Malfoy podía tener en aquellos momentos asintió.

-Está bien, Potter –gruñó.

-¿A qué te refieres? –preguntó Harry divertido.

-Harry… -le reprendió con suavidad Remus mientras Erebor alzaba una mano en dirección a Draco.

-De acuerdo, no volveré a hacerlo –prometió el chico. Draco supo por el brillo malicioso en sus ojos que mentía; no lo podía culpar por ello.

-Esto te divierte, ¿verdad, Potter?

-Oh, sí, Malfoy –tragó un trozo de pescado y le sonrió-. No sabes hasta qué punto.

Draco le sonrió a medias. Quizá después de todo, Potter no era tan malo como había creído y si lo que su padrino le había dicho era cierto, quizá el odio que sentía hacia él no tenía ningún fundamento.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------

Erebor miró a la clase que tenía delante; sexto de Gryffindor y Slytherin; no había sido necesario leer la mente de nadie para saber por qué Draco presentaba aquel estado tan lastimosamente horrible en su siempre perfección. El cabello desarreglado, los ojos enrojecidos y ligeras sombras bajo los ojos y párpados hinchados dejaban entrever que había estado despierto hasta tarde; lo comprendía perfectamente, después de todo, había tenido que asimilar mucha información en poco tiempo, quizá demasiada; había perdido el prestigio en su casa, había sido rechazado por su padre y estaba obligado a permanecer cerca de Harry, quien había sido su mayor enemigo durante años, durante las comidas y cenas.

Además estaba el hecho de que parecía haber un complot contra el joven Malfoy entre los de su casa; lo ignoraban a no ser que fuera para incitarle a un duelo o para citarle para una pelea al estilo muggle; no le sorprendía que Severus Snape apareciese siempre en el lugar en el que chico estaba, después de todo, que Harry le hubiese entregado a Severus una copia del conocido Mapa del Merodeador, estaba seguro que le ayudaba mucho.

(flashback)

-Sigo sin entender por qué lo vas a hacer –aseguró Derin mientras veía como Harry pasaba su mano por encima del viejo pergamino mientras en este se dibujaban los pasillos y pasadizos ocultos de Hogwarts.

-Porque si cada vez que Malfoy tuviera problemas apareciese yo, resultaría un poco extraño, sin embargo, que aparezca el jefe de su casa, profesor de pociones y padrino, resultará un poco menos sospechoso, ¿no te parece?

-¿Por qué quieres ayudarle?

Harry levantó la vista del pergamino mientras miraba a Erebor que le preguntaba desde el extremo de la habitación donde estaba ocupado practicando con el arco, su arma favorita.

-Porque por muy idiota que haya sido, todo el mundo necesita ayuda de vez en cuando –se limitó a contestar Harry-. Y ahora mismo, Malfoy no tiene a nadie que pueda ayudarle.

-¿Zabinni, Parkinson? –aventuró Derin sabiendo de antemano la respuesta que le daría el joven muchacho.

-No pueden demostrar nada delante de los demás a no ser que quieran arriesgarse a ser también condenados –contestó Harry retomando su trabajo.

-¿No será que le ayudas porque ahora sabes que su comportamiento hostil tiene mucho que ver con que sea el depositario del colgante de Elea? –aventuró el dios guerrero.

Harry sonrió pero no contestó a la pregunta. Derin también sonrió.

-Parece que Derin no necesita entrar en tu mente para saber qué piensas, Ainur –bromeó Erebor lanzando la flecha que acabó en el centro de la diana móvil.

-Tú tampoco lo necesitas –aseguró distraídamente Harry mientras seguía con lo suyo.

Los tres sabían que eso era cierto.

(fin flashback)

-Vamos, chicos, es un simple hechizo de localización, no me digáis que no podéis hacerlo… -les instó con un poco de burla.

Tenía a toda la clase de pie en el aula, los pupitres habían sido retirados hacia los lados de la habitación y todos estaba con los ojos vendados además de haberles puesto él mismo un hechizo para que no pudieran ver nada.

-Estuvimos practicando esto la semana pasada, deberíais ser capaces de sentir el aura de alguien… vamos, moveos… -apremió dando un par de palmadas al aire.

-Ni siquiera sabemos a quien tenemos que buscar, profesor –se quejó Nott mirando hacia la pared creyendo que en aquella dirección estaba Erebor.

-Vuestra aura se compatibilizará con otra aura… sólo tenéis que dejarla sentir… Relajaos, no penséis en nada... sólo sentid la magia, sentid el aura de los que os rodean.

Tal y como les había explicado Erebor aquel era un ejercicio muy útil; en DCLAO no sólo se trataba de conocer hechizos, maldiciones y encantamientos de defensa y ataque, si no también se trataba de poder proteger a quien lo necesitara, y se trataba de poder distinguir el aura de un compañero por encima del ruido o de la oscuridad, por eso les había vendado los ojos.

-Vamos… tened en cuenta que aquel que sea vuestro compañero, lo será en clase hasta que finalice el curso, ¿entendido?

"-Genial… -la voz de Harry resonó en su cabeza-… ¿no podías haber buscado otra excusa para que Malfoy y yo estemos juntos en clase?

-Vamos Ainur, sabemos que el único que puede protegerle lo suficiente eres tú, así que deja de remolonear y toma a Draco que me parece que anda un poco perdido..."

Harry sonrió. Erebor tenía razón; como siempre. Draco estaba en medio de un mar de Gryffindors aunque no lo sabían ni los leones ni el propio Malfoy.

Suspiró y se apartó de la pared donde había estado apoyado esperando a que alguien intentase encontrarle y no había sido ninguna sorpresa el ver que su aura compatibilizaba mucho con la de Malfoy, después de todo, el colgante de Elea y la lágrima de Lahntra siempre intentaban buscarse, por lo que le pareció completamente normal.

No le costó ningún tipo de trabajo sortear a los chicos que caminaban a ciegas, con las manos extendidas hacia delante temerosos de chocar con alguien o algo. Se acercó hasta Malfoy y lo tocó en el hombro. En aquel momento, el hechizo de Erebor se desvaneció y las cintas que ataban sus ojos cayeron.

-Potter… ¿por qué no me sorprende?

-Quizá por que en los últimos días has escuchado demasiadas cosas sorprendentes –le contestó burlón Harry.

Draco no contestó.

------------------------------------------------------------------------------------------------------

El cielo de Okkorton estaba encapotado, cubierto de nubes grises y truenos y rayos que rugían en el cielo negro y lo atravesaban dividiéndolo en pedazos que amenazaban con caer sobre las cabezas de los pocos que se atrevían a mirar hacia arriba.

Sombras oscuras se movían en el silencio, aprovechando la frialdad y los lugares lúgubres; sombras que destilaban el mal y el miedo y sembraban la duda y el rencor que una vez habían sentido.

Todos ellos estaban dispuestos a dar sus vidas o lo que quedaba de ellas por servir a su señora Elea, si es que el estado en el que se encontraban podía llamarse vida; seres que en un momento hubieron sido hermosos y los más bellos de la tierra, se habían convertido en simples espectros a las órdenes de los naryns; espectros que habían pisado la tierra de Okkorton como sirvientes de Elea y que habían muerto a manos de los shygards de Ahsvaldry.

Sombras que se ocultaban en la humedad bajo las rocas, en las sombras de los árboles, en el frío del viento y que se movían con la agilidad de un guepardo y la fuerza de un rinoceronte, arrasando todo lo que encontraban a su paso sin ningún remordimiento, pues la conciencia no formaba parte de algo que no era humano.

Y en la montaña más alta de Okkorton, como siempre, cerca del lugar donde Elea se refugió de la ira de Axenon y donde su corazón empezó a volverse oscuro y siniestro, el altar de los sacrificios estaba lleno de sangre; una piedra plana y grande con el color opacado por la sangre reseca que durante siglos se había derramado, sangre de víctimas inocentes, sangre que le devolverían la eternidad a Elea.

Un círculo de naryns mantenía aprisionados a doce hombres, siete mujeres y una docena de niños, todos temblorosos, todos conscientes de que aquella será la última noche que pasarían con vida, todos sabiendo que su sangre sería derramada para el beneplácito de los seguidores de Elea y para la búsqueda del descendiente de Elea, que, según las tradiciones de los naryns, escucharía el llamado de la sangre y acudiría a su lugar, a Okkorton, a sentarse junto a Elea cuando ésta despertara, y juntos dominarían el mundo y ellos, los fieles, serían recompensados.

La quinta luna se asomaba temblorosa entre las nubes negras, nueva, naciente, llena de vida en un cielo lleno de muerte. Una nueva víctima fue arrastrada hasta el pilar central del lugar y su cuerpo fue expuesto a la luz de la nueva luna que brilló con más fuerza que nunca, la primera luna oscura.

Y los gritos y llantos de mujeres y niños y la frustración de los hombres del lugar pronto inundaron los recovecos de la cueva en la que se encontraban; y las risas y carcajadas de los naryns acompañaron sus lágrimas.

Sujetado por los naryns, por muñecas y tobillos, el hombre se retorció en un vano intento de librarse de aquellas bestias que le arrebatarían la sangre de inmediato, que acabarían con su vida sin darle la oportunidad de luchar siquiera por salvarla.

Un tercer naryn se colocó a la derecha del cuerpo tumbado, y alzó ambos brazos cubiertos de pelaje negro que en algún momento fueron brazos suaves; y una daga resplandeció sobre el estómago del hombre y la quinta luna brilló con más fuerza sobre él, clamando por la sangre aún no vertida.

Sonriendo de forma macabra el naryn enterró la daga hasta la empuñadura en el estómago, dándole un golpe certero y un giro rápido, cortando la carne expuesta y abriendo el corte de forma que las entrañas del hombre quedaron expuestas. Y el grito fue desgarrador, y los niños se cubrieron los oídos con las manos, sabiendo que ellos también serían sacrificados en breve; y el corazón dejó de latir, y la sangre se derramó por la piedra goteando hasta el suelo, dejando un reguero de muerte donde antes había habido vida.

Y el naryn recogió las entrañas y las arrojó al fuego, dentro de un caldero; aquella sangre y restos humanos serían ofrecidos a la diosa Elea con el nacimiento de la sexta luna; y el poder de la diosa crecería hasta limites insospechados.

Los naryns detuvieron por unos segundos el ritual que estaban llevando a cabo para admirar la luna que había nacido aquella noche.

Harry volvió a suspirar cuando siete lechuzas más entraron por las ventanas directas hacia él, soltándole varias cartas y pergaminos; no tenía que leerlas para saber que en todas ponía lo mismo; era una petición para el baile. Tentado de quemarlas y de gritar a los cuatro vientos que dejaran de atosigarle de ese modo, las guardó bajo la mirada de Giliath que sonrió.

-Harry no está acostumbrado a este tipo de atención –dijo en voz alta la diosa como si Draco le hubiera pedido algún tipo de explicación.

Buscó con su mirada en la mesa de Gryffindor a Verónica pero no la encontró; frunció el ceño y Draco aprovechó ese gesto para burlarse un rato de él.

-¿No? Yo creía que ya estabas acostumbrado a ser el centro de atención, Potter.

Harry le ignoró deliberadamente mientras pensaba dónde podría estar la chica.

-Claro, ¿cómo va a estar acostumbrado a ser el centro de atención un huérfano? –Remus miró a Draco, se estaba metiendo en terreno peligroso-. Quizá por eso siempre buscas ser el centro de atención, porque de pequeño no pudiste serlo –añadió el rubio –Harry no le contestó tampoco esta vez-. ¿Qué, ¿ni siquiera te vas a sentir aludido? Quizá si el asesino de tu padrino estuviera aquí… Por cierto, -comentó sin darse cuenta de la tensión que había en la mesa en aquellos momentos-, nunca supe que ocurrió allí realmente… en el Ministerio, quiero decir; quizá ahora que compartimos la mesa, tú podrías…

Harry soltó los cubiertos sobre el plato de forma suave y pese a eso, hizo bastante ruido.

-Malfoy te lo voy a decir una sola vez, ¿de acuerdo? No vuelvas a mencionar a mi familia nunca más porque te estarás metiendo en más problemas de los que crees y si te parece que aquel día la quimera pudo matarte, yo no seré tan considerado como lo fue ella –Draco lo miró con el ceño fruncido mientras sopesaba cuánta verdad tenían las palabras del chico-; a mí tampoco me hace mucha gracia tener que soportar a alguien que ha estado insultándome durante los últimos años de mi vida, pero si tengo que hacer un frente común contigo para hacer lo que tengo que hacer, no tengo ningún inconveniente siempre y cuando te ahorres esa actitud conmigo.

Siguió con la mirada fija en la mesa de los leones y Draco también desvió su vista hacia allí sin encontrar nada raro, salvo quizá que la presencia de Ollivers era más que evidente.

-Oh, ya veo… ¿ahora te interesa Ollivers? Vaya… yo creí que te gustaban las chicas a las que se les distinguía la cintura del pecho y las caderas –comentó con tono mordaz.

-Una más Malfoy –le dijo el chico tranquilo-. Dame una sola palabra más para tener la excusa perfecta para lanzarte una maldición ahora mismo; incluso podría decir que tu padre no hizo nada –Malfoy tragó saliva ante aquella afirmación-. Sólo dame una excusa para hacerlo, idiota… No vuelvas a insultar a Verónica de ese modo, ¿me has oído? Ella vale mucho más que tú.

-¿Incluso poseyendo lo que poseo? –preguntó Draco burlón.

-Incluso sin poseer lo que tú posees, estúpido –le contestó Harry. Se levantó de la mesa con una elegancia que Draco jamás había visto en él quizá porque nunca le había prestado demasiada atención-, y te recomendaría que no tomaras zumo de calabaza, Nott parece muy pendiente de cuando lo hagas –añadió sin mirar a nadie en concreto-, claro que como siempre estoy buscando atención quizá no quieras hacerme caso; ahora con vuestro permiso…

Se alejó de la mesa; dejando a un parado Draco Malfoy mirando su vaso de zumo con aire crítico. Erebor se relajó cuando el chico se marchó y miró a Derin que negó con la cabeza.

-Está alterado, pero estará bien –comentó el dios guerrero-. Por cierto, señor Malfoy, Harry tenía razón con el zumo, yo no lo probaría.

-Cierto –corroboró Lupin-, y con esta ya son tres veces las que Harry te ha salvado la vida… Quizá deberías reconsiderar quién quiere ser el centro de atención, Malfoy –añadió el hombre lobo ganándose una mirada de reproche de Giliath-. ¿Qué? –preguntó inocentemente mirando a la diosa. La mujer no contestó.

-Ah, te recomendaría que no volvieras a dirigirte a Verónica de esa forma, Draco –le dijo Giliath-. Podrías sorprenderte de lo que Harry puede hacer cuando se hace daño a alguien que aprecia, incluso aunque sólo sea con palabras –añadió.

Draco se limitó a apartar su zumo de calabaza observando el rostro contrariado de Nott mientras maldecía por lo bajo y luego centró su atención en Harry que caminaba directamente a la mesa de Gryffindor, concretamente donde estaba sentado Longbotton.

-Perdón –se disculpó el chico interrumpiendo la conversación que Neville mantenía con Ginny y Dean-, Neville, ¿podemos hablar un minuto?

-Claro Harry –se levantó de la mesa y se apartó hasta donde estaba el chico que intentaba mantener la calma, aunque después de las palabras de Malfoy estaba un poco alterado-. ¿Qué pasa?

-¿Has visto a Verónica? –el chico lo miró y Harry resopló-. Ollivers, ¿has visto a Ollivers?

-En la sala común –contestó Neville; se veía un poco pálida y le dije que viniese a comer algo, pero dijo que no tenía hambre.

-¿Sabes si aún sigue allí? –preguntó Harry frunciendo el ceño.

-Sí, supongo que sí –le contestó.

-Gracias Neville.

Eso fue todo lo que alcanzó a decir antes de salir corriendo hacia la sala común de Gryffindor, de donde, sin saberlo, saldría de bastante malhumor.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------

Verónica acarició la daga dejando una estela blanca por la hoja a medida que pasaban sus dedos; era lógico; estaba pensando en Harry, por eso la daga cambiaba de color.

¿Por qué no lo entendía? No entendía que ella no estaba haciendo nada malo… Sólo serían un par de semanas… nada más… sólo un par de semanas… después volvería a comer, no pasaba nada, no era como si fuera a caer de nuevo en la anorexia, ¿verdad?

(flashback)

Acababa de vomitar; no porque estuviera enferma o porque algo le hubiera sentado mal, había vomitado por propia voluntad, sintiéndose culpable por hacerlo y sin poder evitar querer hacerlo; no recordaba que se sintiera así después de hacerlo.

La noche anterior había escuchado a las chicas hablar sobre el baile, sus preparativos y sus expectativas; todas querían ir con Harry; Verónica había tomado nota mental de contárselo al chico al escuchar aquello, pero no estaba preparada para oír lo que habían dicho de ella; según las que supuestamente habían sido sus amigas y compañeras, nadie le pediría nunca a Verónica que fuese su pareja porque nadie querría ir nunca con alguien que debiera ocupar dos sillas en lugar de una.

Por supuesto que Verónica sabía que aquello sólo era una exageración, una bravuconada; las había escuchado hablar en susurros criticándola por mantener una relación agradable con Harry, lo que ellas querrían tener y el chico no había dado ni siquiera muestras de estar interesado.

Pero había dolido. Las palabras habían dolido más de lo que su cabeza podía aguantar. Dos semanas. Solo serían dos semanas, ella era responsable, era inteligente, no volvería a caer en esa enfermedad, ella controlaba su cuerpo, su cuerpo no la controlaba a ella; sólo serían dos semanas de poca comida y nada más; con algo de suerte, alguien se fijaría en ella y le pediría que fuese su pareja de baile. Era todo lo que quería, ser una chica más, por una noche, una sola noche… no ser la aislada, la introvertida, la empollona, quería ser una chica… sólo eso… ¿era mucho pedir?

Salió del cuarto de baño aún sumida en sus pensamientos cuando una voz le hizo alzar la cabeza.

-¿Se puede saber qué estabas haciendo?

-¡Harry! –se sobresaltó-. Me has asustado… ¿qué haces aquí?

-Buscarte, ¿y tú qué hacías ahí?-Verónica lo miró enarcando una ceja y el chico se cruzó de brazos-. Te he escuchado vomitar.

-Sí… tengo el estómago mal… he debido comer algo que me ha sentado mal –mintió ella sin darle demasiada importancia al asunto-. ¿Para qué me buscabas?

-Has debido comer algo que te ha sentado mal… -repitió el chico antes de sonreír de forma sarcástica-. Teniendo en cuenta que hace varios días que no comes algo decente, esa mentira no me la puedo creer, Verónica.

-¿Me has estado vigilando? –preguntó la chica sin poder creer lo que Harry le acababa de decir.

-No, te he estado observando… llevo un par de días viéndote cansada y pálida… estaba preocupado… ahora entiendo por qué estabas así –añadió dándole una mirada rápida al baño.

-¿Qué quieres…

-¿Desde cuando te provocas el vómito?- directo, sencillo y rápido; tal y como Derin le había enseñado que tenía que ser en las batallas que quería ganar.

-No creo que eso sea tu asunto Harry –le contestó ella-. Deja de preocuparte por mí, ¿de acuerdo? Me sé cuidar sola.

Harry no contestó. Se centró en el aura de Verónica; alterada, cansada. Sonrió a medias y asintió de forma sarcástica, ladeando la cabeza un poco.

-Pues esa –señaló el baño-, es una curiosa manera de demostrar que te sabes cuidar sola. ¿Sabes que estás jugando con algo muy peligroso? –preguntó.

-Sé perfectamente lo que estoy haciendo Harry –le contestó ella. Harry frunció el ceño y ella lo miró -¿Estás enfadado?

-Claro que estoy enfadado, ¿se puede saber por qué diablos estás haciendo esto? No comes, vomitas… ¿qué es lo que quieres conseguir? –le preguntó-. ¿Matarte de hambre?

-No sabes lo que hago y dejo de hacer Harry, no tienes ningún derecho a juzgarme… Así que no lo hagas.

Harry no le contestó; se dio la vuelta hacia la puerta del cuarto.

-Estupendo, ahora vete sin contestar –Harry que se había dirigido a la puerta se detuvo y la miró-. Al menos podrías decirme por qué te has enfadado ¿no? –inquirió molesta.

-Cuando quieras darte cuenta de la estupidez que estás cometiendo, ven a hablar conmigo, si es que no estás ocupada vomitando –añadió con sarcasmo más que evidente-. Y si me he enfadado es porque me preocupo por ti… aunque tú no quieras…

(fin flashback)

No entendía por qué Harry se había enfadado con ella; ella era responsable, siempre lo había sido, siempre había sido demasiado adulta para su edad, demasiado responsable para su edad… ella sabía lo que hacía, ¿cierto?

"Porque me preocupo por ti… aunque tú no quieras…"

-¿Qué significan esas palabras Harry Potter? –preguntó al silencio de la habitación.

Suspiró. Estaba realmente cansada.

-----------------------------------------------------------------------------------------------------

Miró con desconfianza al hombre encapuchado que tenía al lado. Su porte regia era destacable y reconocible para Malfoy como un hombre de la alta aristocracia; y sin embargo, no lo reconocía. Rasgos finos, delicados, piel blanca, cabello oscuro y rostro severo.

Se preguntó quién sería y qué querría de su señor; Lucius Malfoy era un hombre muy celoso de su posición y muy posesivo del lugar que había alcanzado entre las filas de Lord Voldemort; tanto Bellatrix como él formaban parte de su círculo interno y pocos eran los que se atrevían a enfrentarse con algunos de los dos, más por temor a lo que Lord Voldemort pudiera hacerles que por ser ellos quienes empuñaran unas varitas.

Le había costado mucho trabajo llegar hasta donde había llegado y no estaba dispuesto a ceder su puesto a nadie, ni a dejarse avasallar por nadie; y mucho menos por alguien a quien desconocía. Jamás lo había visto, jamás había tratado con él; lo único que sabía de ese extraño era que su Señor quería hablar con los dos.

Como siempre, la primera en traspasar la puerta oculta en la penumbra de la esquina, sería Nagini, arrastrando su sinuoso cuerpo sobre el suelo frío; sacando su lengua de vez en cuando y susurrando palabras que únicamente eran entendidas por Lord Voldemort. Lucius permaneció en silencio, callado, atento a los movimientos de la serpiente.

Él ya estaba acostumbrado a la presencia de la serpiente, y pese a que no le gustara y le produjera hasta cierto punto temor y repulsión, estaba acostumbrado a los susurros indescriptibles de la serpiente, al modo en que lo rodeaba para olerlo y reconocer si mentía y la manera en que siseaba contra su oído, buscando su propio pensamiento.

Pero aquel desconocido no estaba acostumbrado a todo aquello y Lucius Malfoy se descubrió a si mismo preguntándose cuál sería la reacción de aquel hombre cuando la serpiente hiciera su aparición.

No tuvo que esperar mucho más; apenas había pensado en ello cuando Nagini se presentó. Miró de reojo al desconocido y le sorprendió desagradablemente que ni siquiera se moviera del lugar o mostrara algún signo de miedo o repulsión por el animal; le sorprendió que siguiese estando en su lugar, en silencio, como si Nagini no hubiese entrado aún en la sala.

-Si estáis aquí los dos es porque quiero hablar con los dos –sentenció una voz fría.

Lucius agachó la cabeza en señal de respeto hacia su Señor y se sintió abochornado cuando su compañero desconocido se limitó a hacer una leve inclinación de cabeza.

-Lucius, tengo entendedido que se realizará un baile –dijo con sarcasmo- para Halloween en Hogwarts.

-Así es, mi Señor –contestó el aludido.

-Atacarás Hogsmeade esa misma noche; Dumbledore no podrá evitar ir a Hogsmeade a salvar a los mestizos –añadió con una mueca de asco-. Tendrá que bajar las barreras de Hogwarts para salir de allí; ese momento lo aprovecharás tú –indicó a su acompañante y Lucius se sintió decepcionado de no conocer siquiera el nombre-, para atacar el castillo y tomarás a la guardiana de la daga oscura, Verónica Ollivers.

-¡Ollivers es mi asunto! –dijo rápidamente Lucius al verse desbancado.

Supo cuando Nagini lo miró que había cometido la estupidez de gritar al señor oscuro y peor aún hablar sin su permiso.

Voldemort clavó su mirada en Malfoy y sonrió. Si Lucius quería jugar, iba a jugar.

-De acuerdo, tú la recoges y la llevas a un lugar seguro, después, -miró al otro hombre-, me da igual lo que hagas y como lo hagas, pero quiero que la lleves a las mazmorras de Okkorton hasta que decida hacer un juramento de bruja de que te entregará la daga –rebuscó entre sus ropas y le tiró un frasco que el desconocido tomó al vuelo y que sirvió para que Malfoy se fijara en su piel blanca-. Ese veneno te ayudará a matar a los que vigilan la celda de nuestra amiga –añadió con sarcasmo-. Ahora vete. Y tú, Lucius –lo miró intensamente -Nunca vuelvas a hablar sin mi permiso y no discutas mis decisiones –susurró el mago oscuro sin alzar la voz.

Antes de que Lucius pudiera ver nada cuando el hombre pasó por su lado y se dirigió a la puerta oscura de la esquina, la varita de Voldemort ya se había alzado y una maldición imperdonable lo hacía retorcerse en el suelo, bajo la atenta mirada de Nagini que siseaba y el amago de sonrisa que atravesaba el rostro de Voldemort.

------------------------------------------------------------------------------------------------------

"¿Por qué diablos estoy enfadado con ella? Bueno, no lo estoy… sí, sí lo estoy. ¿Por qué está haciendo esto? No lo entiendo ¿Tan poco se considera que vale que juega con su salud y su vida de ese modo? ¿Y por qué diablos tiene que importarme a mí tanto lo que haga?

Caminó hacia el bosque oscuro; era de día, y aunque hubiera sido de noche, no le hubiera importado; en aquellos momentos lo que menos necesitaba era que alguien le dijera nada. Estaba enfadado y no entendía por qué lo estaba. Necesitaba la compañía de alguien que no hiciera preguntas y que, en caso de necesitarlo, respondiera a sus golpes y ataques con la misma intensidad que él los quería lanzar en aquel mismo momento; sólo había un ser que pudiera hacer aquello por él en aquellos instantes; Feamor.

"¿Por qué diablos te va a importar Harry? Porque te gusta esa chica; porque quieres que te guste y porque necesitas que ella esté bien para que tú estés bien, si no fuera así ¿por qué te importa tanto?"

Se adentró en la espesura, pasando de largo por el claro y trazando un camino sinuoso entre los arbustos y árboles que lo rodeaban y no le dejaban ver más allá de sus narices; no importaba. Podría simplemente convocar a su elemento y un remolino lo transportaría hasta donde estuviera Feamor, o podría llamar a su pegaso y éste acudiría a su llamada de inmediato, pero necesitaba caminar; quería caminar para desahogar un poco los nervios y el enfado que en aquellos momentos tenía dentro de él.

Entonces lo sintió, cerca de él, observándolo, mirándolo, atento a alguna señal por su parte que indicara que necesitaba ayuda; sonrió. Feamor se comportaba mejor que muchas personas. Dirigió su mirada hacia los árboles donde se ocultaba el magnífico animal y clavó sus ojos verdes en los negro de él. Feamor se acercó despacio, elegante, altivo, como siempre. Harry le palmeó el lomo y le acarició la cabeza peinando sus crines con los dedos y el animal relinchó contento.

-Ya estoy mejor… creo que sólo necesitaba pensar un rato… -le dijo al animal sabiendo que éste lo comprendería-… es una buena chica ¿verdad? Te gusta ¿eh? Tengo que hablar con ella… tengo que saber por qué lo hace. Como siempre dice Stell, no puedes ayudar a quien no quiere ser ayudado… pero sus ojos… ella sí quiere ser ayudada… sólo necesita una mano tendida, una sonrisa y algunas palabras… tengo que hablar con ella, aunque me grite, pero tengo que hablar con ella ¿tú que crees?

Feamor relinchó y pateó el suelo con sus patas delanteras, alentando a Harry con aquel gesto a que lo hiciera. El chico sonrió.

-Pronto será luna nueva… -comentó en voz alta-… la pasaré contigo, ¿de acuerdo, pequeño?

Feamor desplegó las alas y Harry sonrió, el enfado ya olvidado, los nervios aún presentes. Tenía que hablar con ella y tenía que hacerlo ya.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------

La vio a lo lejos, sentada sobre una roca, las piernas cruzadas, el cabello suelto y la túnica arremolinándose a su cuerpo según el viento encaprichado. Tenía que aclarar aquello y tenía que aclararlo en aquel preciso momento; respiró profundamente y se acercó a ella despacio, con pasos sigilosos y estudiados, sin querer asustarla y sin querer que ella creyera que buscaba una continuación de la discusión que antes habían dejado a medias porque él se había ido.

Cuando se acercó un poco más pudo observar que tenía varias revistas a su lado y que en aquellos momentos estaba ojeando una de ellas; una expresión de tristeza y miedo aparecía en los ojos de la chica en aquellos momentos mientras miraba las fotografías de las chicas que aparecían en la revista y Harry quiso saber el motivo de aquella mirada.

-Hola… -le susurró despacio.

-Harry… hola… -contestó ella-… si has venido para decirme que…

-Sólo quiero hablar ¿de acuerdo? –él levantó las manos en señal de defensa-. No quiero discutir contigo Verónica…

-Yo tampoco quiero discutir contigo… en realidad, quería disculparme… por mi actitud de antes –añadió. Harry asintió.

-Sólo quiero preguntarte por qué.

Verónica no le contestó de forma inmediata. Sin sus gafas sus ojos se veían más brillantes que nunca, marrones sí, pero con un toque de color miel cerca de la pupila; no se había dado cuenta antes de ese color. Harry se sentó a su lado sin que ella le dijera nada; silencio; se sentía tan bien cuando ella estaba cerca que el silencio no podía atormentarlo.

Durante años había vivido en silencio; incluso recordaba el primer silencio de su vida… aquella noche, el grito de una mujer, un rayo verde y después el silencio lo había cubierto. En casa de los Dursley había aprendido a mantenerse callado, luego, cuando tenía sus pesadillas con Voldemort, el silencio lo había acompañado en cada noche mientras intentaba dormir sin que ninguno de esos sueños inundara su descanso; más tarde, el silencio que había causado la muerte de Sirius y la revelación de la profecía que lo habían obligado a mantenerse callado… El silencio lo había atormentado desde siempre…

Pero cuando estaba con Verónica era diferente. El silencio seguía estando presente, pero no era molesto ni tedioso, si no más bien, calmado, necesario, reposado… como si el silencio formara parte de ella… como si ella tuviese el poder de controlarlo.

-Cuando era pequeña… -empezó a decir la chica-… las niñas que iban conmigo al colegio muggle, a primaria –aclaró ella-, se reían de mí muy a menudo –afirmó-; solían señalarme y hacerme burla… acudían a mí únicamente cuando necesitaban ayuda para algo o cuando tenían que reírse de alguien y no tenían de quién hacerlo… Esos días, llegaba a casa llorando y diciéndole a mi madre, rogándole a mi madre que me lanzara un conjuro o me hiciera una poción para perder peso.

-No existe tal poción –dijo Harry.

-Lo sé, eso mismo me decía mi madre… luego me acurrucaba a su lado y me susurraba que todo cambiaría cuando llegase a la adolescencia… que todo sería diferente… que tenía algo que las demás niñas no tenían y era el deseo de dar cariño sin esperar recibir nada a cambio.

-Porque nunca te habían dado nada y estabas acostumbrada a eso… -murmuró Harry más para sí mismo que para ella. Verónica le escuchó y asintió.

-Cuando tenía diez años, tenía la esperanza de que quizá si mi cuerpo cambiaba para bien y adelgazaba, quizá el de ella y el de todas las demás que se habían reído de mí durante tanto tiempo y que tanto daño me habían hecho, cambiarían para engordar –reconoció con una sonrisa triste.

Se detuvo unos segundos y tomó una de las revistas pasando algunas hojas. Muggle. Era una revista muggle. Se detuvo en una de sus hojas y señaló una chica que posaba con un rostro alegre y una gran sonrisa mientras mostraba en sus manos lo que parecía ser algún tipo de colonia o perfume.

-Caroline Thompson –le señaló Verónica-. Iba conmigo al colegio… Siempre fue guapísima… nunca cambió… Ninguna de ellas cambió… Yo tampoco lo hice… -añadió-. Un día, decidí dejar de comer, así por las buenas… No me mires así –le dijo ella viendo el modo en que Harry la miraba-, no creas que me siento orgullosa de ello… Fue una de las peores etapas de mi vida, aunque en aquel momento yo no me di cuenta.

-¿Cuándo…

-En mi segundo año, tú estabas en cuarto; dejé el curso a medias… tuve suerte de que Dumbledore me dejó hacer los examenes a parte y por eso conseguí pasar de curso.

-Lo siento, no lo recuerdo.

-No importa, es normal; creo que ese año tú estabas un poco liado con el Torneo de los Tres Magos –le contestó ella con una sonrisa que Harry correspondió.

-Mis padres no lo sabían, no lo supieron hasta que regresé a casa y me quité la ropa… llevaba cuatro jerseys, tres pantalones y dos túnicas para que no se notara mi pérdida de peso; me dejaba siempre el pelo suelto y caído hacia los lados para que ocultaran el modo en que mi cara había adelgazado…

-Anorexia –se limitó a decir el chico.

-Sí, anorexia; perdí treinta y cinco kilos y medio en dos meses. Dejé de comer, podía pasar el día con una manzana y un par de litros de agua; por las noches casi no dormía porque hacía ejercicio, mis notas bajaron por primera vez y me sentía incapaz de hacer algo que requiriera hacer un esfuerzo físico. Pero por primera vez, era feliz… o al menos eso creía –añadió con una triste sonrisa.

-¿Feliz? –preguntó él.

-Por primera vez, no era la chica de quién todos se reían, sino la chica a quien miraban, por primera vez podía ponerme faldas sin miedo a parecer una mesa camilla, y podía ponerme tejanos con camisetas de tirantes sin mirarme cien veces al espejo para asegurarme que me quedaba bien –le contestó ella-. Por primera vez, Caroline me invitó a su fiesta de cumpleaños y por primera vez, un chico me miró como algo más que una amiga…

-Eras lo que siempre habías querido ser –ella asintió-. Pero todo lado bueno, tiene un lado malo ¿verdad?

-Siempre estaba de mal humor, no quería hacer nada y a la mínima que me decían, saltaba con gritos y enfados… quería estar sola, siempre sola… no aceptaba a nadie a mi lado, pero yo me seguía mirando al espejo y me veía gorda. Era como estar en una espiral en la que sólo podía dar vueltas sin llegar a ninguna parte… Me sentía culpable por no comer y comía y después me sentía culpable por comer y vomitaba…

-¿Cómo lo superaste?

-La daga –Harry la miró-. Un día desperté normal, como siempre y vi que mi madre me había dejado una fotografía sobre la mesita de noche; la fotografía mostraba la primera vez que tomé la daga oscura entre mis manos. Frente a mi cama tenía un espejo, sobre un tocador –desechó el resto de la descripción con un gesto de la mano-; y una nota de mi madre.

-¿Qué decía?

-"La chica de la fotografía es mi hija, mírate al espejo, ¿quién eres?" –recitó Verónica sin mirar a Harry-. No me reconocí… -sonrió-… me miré al espejo y no reconocí el reflejo que me devolvió; estaba delgada sí, pero estaba cansada, nerviosa, alterada, irritada…

-No eras tú.

-No, no lo era… -sonrió a medias-. Si vas a preguntarme cómo me recuperé, la verdad es que no te lo podría decir… sólo sé que me cansé de mirarme al espejo y no reconocerme, de enfadarme, de gritar, de sentirme sola, de estar cansada…

-Entonces ¿por qué estabas vomitando antes? –preguntó el chico con preocupación tomándola la cara y girándola, obligando a Verónica a que le mirara.

-El baile… escuché una conversación entre las chicas de mi cuarto y… -hizo un gesto con la mano-… bueno… supongo que volví a ver y recordar las risas de Caroline y… pero lo tengo controlado, en serio… sólo iban a ser un par de semanas, hasta que perdiera un par de kilos, nada más, luego…

-Luego volverías a entrar en la espiral –le dijo él-. Y todo por una tontería porque yo quería pedirte que vinieras al baile conmigo –dijo casi sin pensar Harry.

Verónica lo miró y en aquel momento el chico fue consciente de lo que había dicho y del modo en que lo había dicho.

-¿Tú quieres que vaya al baile contigo? –preguntó ella para asegurarse de que lo que había oído era lo que él había dicho.

-Claro; y antes de que digas nada… eres dulce, simpática, y aunque te empeñes en no verlo, eres preciosa… -le sonrió con lo que a Verónica le pareció una calidez innata-. No se me ocurre otra persona con quien quisiera ir al baile…

-¿Lo dices en serio? –preguntó ella de nuevo-. ¿No será por lástima, verdad? –frunció el ceño-. Porque si es por eso, déjame decirte que…

-Verónica –le cogió la cara con ambas manos, colocándolas sobre sus mejillas y acercándose a ella; por suerte para Verónica, Harry estaba demasiado concentrado en los ojos de la chica para notar el rubor impertinente que había aparecido en las mejillas de ella-, quiero ir al baile contigo, ¿me concederás el honor de ser tu pareja?

Verónica sintió que aquel momento no podía ser más perfecto; quizá tenía los ojos rojizos de intentar no llorar como hacía cada vez que recordaba aquella fase de su vida, quizá estaba llena de arena y polvo por haber estado sobre aquella roca y quizá estuviese temblando por la cercanía de Harry y por la intensidad con la que el chico la estaba mirando, imposibilitándole que ella rechazara o rehuyera su mirada; pero nada de aquello le importó porque aquel momento, era perfecto.

-Creo… -empezó a decir el chico-… creo que me estoy enamorando de ti… -le susurró.

Verónica no contestó pero tuvo la impresión de que su momento perfecto se había arruinado.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------

Hola de nuevo!

Bueno, que tal? Lo sé, lo sé… a mí tampoco me ha convencido mucho, muchos de los que me leen me dijeron que hacía mucho que no se sabía de la enfermedad de Verónica, bueno, aquí tenéis un poco qué le ocurre a la chica y por qué lo sigue haciendo… más o menos…

Harry ha dejado una declaración en el aire, cual será la respuesta?

Ya sabéis, dudas, sugerencias, críticas y demás, en los reviews… mmm este capítulo he recibido menos de los normales, así que si no los aumentáis… os quedais sin saber qué ocurre con Harry, Verónica, Derin, Angark, la diosa y os perderéis las escenas de acción de dentro de pocos capítulos :D

Y no, no es chantaje, es… un intercambio; mis capítulos a cambio de vuestros reviews ok?

Sed buenos, disfrutad de la semana y recordad que el mundo harrypotteriano le pertenece a J.K.Rowling, ¿de acuerdo?

Un besito para todos, os dejo con el avance del próximo capítulo. Nos leemos pronto!

Aviso para D. Alatriste: me alegro que no te haya pasado nada, espero tu comentario como siempre ok? Cuidate :D

En el próximo capítulo…

"-No puedo esconderme siempre. Quiero saber qué tendría que hacer si deseo entregarlo libremente

-Acompáñame"

"-O mantiene a su ahijado controlado o me aseguraré que regrese a Slytherin

-¿Qué ha hecho?

-Criticar a mis padres, insultarme, insultar a la gente que me rodea…

-¿Desde cuándo le preocupa que yo esté bien?"

"-¿Qué relación mantenía con Snape?

-Que tú tampoco has oído el apellido de la Cathy, igual que tampoco nosotros lo hicimos.

-En nuestro quinto año, el cuarto para ella, Snape le dio un ultimátum: o él o nosotros.

-¿Le dio a elegir? No puedo creer que hiciera algo así…

-Supongo que de algún modo quería que ella lo perdonara"

"-¿Qué quieres decir?

-Está esperando que él la escriba

-¿Desde cuándo un Slytherin ayuda a una Gryffindor a hacer una poción?

-¿Desde cuándo una Gryffindor ayudaría a una Slytherin?

-Tienes un humor muy Slytherin

"-¿Por qué querrías entregarlo?

-¿Y de qué me sirve ahora mi apellido, Potter?

-Intentará obtenerlo por todos los medios… Y ahora ya no cuentas con la protección que el apellido Malfoy puede darte.

-Voldemort descubrirá quién ha sido el poseedor del colgante"