Hola a todo el mundo!

Bueno, como la semana pasada tardé un par de días más de lo normal en subir el capítulo, esta semana adelanto dos días, no os quejaréis, ¿verdad?

A ver, agradezco mucho a todo el mundo que me ha dejado sus reviews, y siento de verdad no poder responderos personalmente a todos y cada uno de vosotros, pero es falta de tiempo, no de voluntad. Así que un besito para todos :p

Bueno, los que quería saber quién era Cathy y qué relación tenía con Snape que levanten la mano… aquí se aclaran muchas cosas, ya sabéis, si quereis saberlas, sólo tenéis que pasar un rato agradable leyendo el capítulo.

Sé que el capítulo pasado fue aburrido y pasaron pocas cosas interesantes, espero que este os guste más, pero no esperéis aún la respuesta de Verónica, eso será en el próximo capítulo ok?

Un besito para todos, nos vemos abajo!

CAPITULO 29. La identidad de Catherine.

"Admiraba aquella espada. La había visto cientos de veces en acción, tanto en los combates de entrenamiento como en las batallas reales que había presenciado. Sus movimientos eran ágiles, casi mágicos, parecía comprender a la perfección los movimientos de su dueño y se anticipaba a ellos con una gracia innata y nunca vista en ninguna otra arma.

Quizá era debido a la magia elemental que Derin empleaba cuando la utilizaba, rasgando el aire y cortando las gargantas, atravesando los corazones y las corazas de aquellos que se atrevían a cruzarse en su camino; quizá era simplemente a los símbolos y runas antiguas grabadas sobre la hoja a fuego, quizá simplemente era ella sola y el poder que aquella gema verde en el centro de la empuñadura plateada le confería a la espada.

Era extraña, diferente al resto de armas que había en aquella sala; un aura verde la rodeaba, como un escudo que la protegía de todo aquel ajeno al capitán de los lobos grises que quisiera tomarla. El último soldado que había intentado cogerla, había terminado con las manos abrasadas y no fue hasta que Derin irradió su magia sobre él, que sus manos no se curaron.

Al menos aquello era lo que decían, claro que Harry nunca había echo demasiado caso a los comentarios, rumores e historias que corrían alrededor de los objetos o las personas; no hasta que lo comprobara por sí mismo.

No pudo resistir la tentación de alargar la mano para tocar aquella espada que parecía invitarle a hacerlo, como si de alguna forma, de algún modo, lo incitara y lo atrajera para que el chico hiciera lo que el arma deseaba.

Titubeó cuando las yemas de sus dedos rozaron el halo de luz verde que la rodeaba. Tragó saliva con cierta dificultad y alargó más su mano, temiéndose lo peor. Cerró los ojos con fuerza y su mano rozó la empuñadura de la espada. Nada ocurrió. No sentía calor, ni frío, ni ninguna otra maldición que pudiera haber conectado con su cuerpo. Abrió los ojos y comprobó que en efecto, sus dedos estaban cerrados alrededor del mango de la espada.

Se preguntó si todo lo que había oído era mentira y, en caso de ser cierto todos los rumores sobre aquella espada que Derin nunca soltaba, se preguntó si había sido la magia del colgante que llevaba lo que le había permitido acceder a tocarla.

-No, no ha sido la magia de Lahntra.

Se sobresaltó al escuchar la fría y dura voz de Derin y apartó su mano de la espada que volvió a irradiar su luz verde.

-¿Cómo…

-No lo sé –contestó el dios-. Nadie hasta ahora había podido tocar mi espada sin sufrir algún daño –se encogió de hombros-. Quizá ella te lo ha permitido.

-¿Ella me lo ha permitido? –Harry buscó con su mano la lágrima de Lahntra y el dios lo miró mientras negaba con la cabeza-. ¿Qué?

-No ella –señaló el colgante y luego a la espada-. Si no ella –recalcó.

-¿Qué quieres decir?

-Las armas, contra lo que la gente opine y piense, es quien elige a su dueño; son capaces de detectar el alma y el aura de las personas y atraen a sus elegidos para que las empuñen.

-Atracción… eso es lo que he sentido con tu espada…

-Sí, suele ser muy caprichosa y muy selecta –añadió con una media sonrisa mientras tomaba el arma con sus manos-. Pero esta es mi espada –le dijo a Harry mirándolo fríamente-. Espero que no tengas intención de volver a tocarla sin mi permiso, Ainur –le dijo.

Lo miró fijamente como si quisiera recalcar la advertencia que acababa de hacer y antes de que Harry dijera o hiciera nada, dio media vuelta con la espada ya envainada, hacia las sombras de donde había salido.

-¿Por qué me odias tanto? –preguntó el chico. Derin se detuvo-. Siempre eres frío con todo el mundo, pero ¿por qué me odias?

-¿Cómo sabes que te odio?

-Tus ojos –el dios no le miró-. Tus gestos, tus palabras, tu voz… todo me indica que me odias… Yo no pedí ser nadie, yo no pedí ser Ainur –añadió.

Derin se giró hacia él.

-No te odio por ser Ainur –le contradijo Derin-; te respeto por ser Ainur, te odio por que no quieres serlo –y se volvió a girar, dejando a un Harry pensativo en aquella enorme sala, rodeado de armas, espadas, escudos, arcos, lanzas y dagas"

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Estaba feliz, por primera vez en mucho tiempo, en muchos siglos, Giliath se sentía plenamente feliz; no importaba cuantas veces dijera que estaba bien y que no necesitaba a nadie a su lado para ser feliz; había volcado todo su cariño y amor en la persona de Harry; pero en el fondo de su corazón sabía que necesitaba algo más, alguien más.

Alguien que la hiciera sentir especial, en una nube, en un sueño eterno…

En Ahsvaldry, Ainur siempre hablaba de él como el último merodeador; alguien sensato, capaz de hacer lo que se propusiera, una persona fuerte y valiente que seguía caminando en el mundo con la cabeza bien alta pese a ser un licántropo y saber que la mayoría de gente no lo aceptaba cuando se enteraban de su verdadera condición.

Nunca se cansaba de contar lo buen profesor que era, lo buen amigo de sus padres que había sido, lo buena persona que siempre demostraba ser y lo injusta que era la vida para él, el rechazo del mundo al que se veía sometido aún sin quererlo.

Para ser sinceros, en un principio Giliath había creído que exageraba, que todo lo que Harry contaba de él no podía ser tan bonito ni tan blanco como lo contaba; todo el mundo tenía un lado oscuro que mostrar, como la Luna… uno nunca veía el lado oscuro de las personas. Fue entonces cuando Harry le sonrió y encogiéndose de hombros le había contestado "su peor lado oscuro es que es un hombre lobo, no tiene nada que ocultar"

La primera vez que había visto a Remus J. Lupin lo había entendido; la primera vez que había fijado sus ojos en los dorados de él había visto la sombra del lobo en sus pupilas, la maldición del hombre lobo y el dolor que ésta causaba en el hombre, la primera vez que había visto el modo en que aquel hombre sonreía a Harry, la hablaba y le acariciaba con dulzura, casi inconscientemente, protegiéndolo de todo lo que no lo había podido proteger durante sus primeras años porque no se lo habían permitido, se había dado cuenta de que todo lo que Ainur le había contado era poco para lo que en realidad aquel hombre era.

Había aguantado los comentarios mordaces de Erebor y Harry, preguntándose muchas veces por qué el chico tenía que haber adquirido aquel humor irónico y cínico, sarcástico de su guardián; y del mismo modo había mantenido las miradas divertidas que Derin le dirigía cada vez que Remus se movía de forma inconsciente hacia ella.

Recordaba perfectamente la última conversación que había tenido con Erebor sobre aquel tema y sonrió tontamente al darse cuenta de que una vez más, Erebor había tenido razón y se alegraba de que hubiera sido así.

(flashback)

-Te quiere.

Fácil y sencillo, directo, como siempre era Erebor cuando se trataba analizar los sentimientos de los demás.

Giliath dejó caer el libro que estaba leyendo sobre su regazo y lo miró de forma interrogante, alzando una ceja elegantemente. El dios sonrió desde su rincón donde elaboraba un poco más de poción para Neville Longbotton.

-Remus, te quiere –Giliath no contestó-. Y tú también le quieres, ¿por qué no le das una oportunidad?

-No me quiere, no puede querer a alguien como yo… no sabe dónde se está metiendo… -le contestó la diosa-. Se siente atraído por mí, pero ese es el imán de los dioses Erebor, lo sabes perfectamente; he visto como te miran algunas alumnas.

Erebor se encogió de hombros.

-Si así te sientes mejor, de acuerdo –le concedió Erebor-. Pero sabes que no es cierto; Remus Lupin te quiere Giliath; quizá no sepa donde se está metiendo, quizá sí lo sepa, pero si no le das la oportunidad, nunca lo sabrás.

-¿Qué quieres decir?

-Remus sabe lo mucho que le importas a Harry y no dará un paso en falso que pueda garantizarle algún tipo de enemistad con él…

-Lo sé.

-Así que depende de ti y de la decisión que tú tomes.

-También lo sé –le dijo la diosa de nuevo.

-Y también le quieres –Giliath no contestó; suspiró profundamente y Erebor sonrió a medias-. Él te puede hacer feliz Giliath.

La diosa sonrió.

-¿Y si te equivocas? –le preguntó-. ¿Y si me equivoco?

-Vamos, Giliath –le sonrió con confianza y burla-. Los dioses nunca nos equivocamos… ¿no es eso lo que piensa todo el mundo?

-Pero tú sabes que no es así –le replicó la diosa.

-Si no intentas ser feliz, nunca sabrás si puedes llegar a serlo –le contestó Erebor.

Giliath no le contestó de inmediato. Se quedó unos minutos sopesando las palabras de Erebor, meditando y mirando al dios mientras éste trabajaba en su poción.

-Erebor…

-¿Mmmm? –preguntó él mientras vigilaba la cocción de la poción.

-¿Sabes que odio cuando tienes razón?

-Lo sé, forma parte de mi encanto natural –le contestó él divertido-. Le quieres ¿verdad?

-Más que a mi alma… -contestó ella-. Pero él no está preparado… sigue aferrado a su pasado…

-Tú también lo estuviste.

-Pero me liberé de él –repuso la diosa.

Erebor la miró desde la simpatía y la picardía.

-Entonces, ayúdale a que se libere de él –le contestó de forma sencilla.

(fin flashback)

Giró la esquina y las voces de varios alumnos llegaron a sus oídos. Por el modo de hablar y la entonación arrogante reconoció enseguida a Nott y Malfoy; apuró el paso dirigiéndose hasta donde estaban los chicos mientras insultaba mentalmente al profesor Snape por no estar con Draco Malfoy en aquellos momentos.

Llegó en el momento adecuado; Nott y varios Slytherins tenían a Malfoy acorralado contra la pared, entre dos estatuas del segundo pasillo; por supuesto que la arrogancia de Malfoy no tenía precio y el chico se mostraba altivo, como siempre le había explicado Harry que era. Suspiró; tenía que poner fin a aquello. Carraspeó mientras elevaba su aura de poder, consciente de que ellos no lo notarían pero eso haría que se viera más fuerte y poderosa.

-¿No creen que son un poco grandecitos para estar jugando por los pasillos? –preguntó la diosa mirándolos con una ceja enarcada-. Señor Malfoy acompáñeme por favor.

Nott soltó a desgana la túnica de Draco, sujeta hasta aquel momento por una de sus corpulentas manos y el rubio le sonrió de forma socarrona mientras pasaba por medio del semicírculo que se había formado a su alrededor, siguiendo a la profesora Giliath y girando en la esquina que ella había girado.

Su sonrisa se borró inmediatamente al encontrarse con los ojos claros de la diosa fijos en él, taladrándole con la mirada, como si pudiera leer sus pensamientos, como si quisiera descubrir algo que él quisiera ocultar.

-¿Se puede saber qué estabas haciendo? No deberías de…

-No puedo esconderme siempre –le dijo Draco-. Además, iba buscandoos –añadió.

La diosa parpadeó y lo miró recelosa.

-¿Para qué?

-Quiero saber qué tendría que hacer si deseo entregarlo libremente –dijo Draco.

Aquello sí que fue una auténtica sorpresa para Giliath; el colgante de Elea daba poder, intimidaba a los demás, asustaba e imponía; quizá por eso Malfoy se había ganado la fama que lo había rodeado durante tantos años. Nadie en su sano juicio querría desprenderse de aquel colgante, ese era uno de los motivos por los que se asignaba un guardián para su depositario; para intentar convencerle de que era lo mejor que podía hacer; ningún guardián había cumplido nunca con su cometido.

-Acompáñame –le ordenó-, las paredes de este castillo tienen oídos.

Draco obedeció en silencio.

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Quizá había llegado el momento de abrir la carta y leer su contenido; volver a sentir las palabras de Cathy a su alrededor, volver a creer que ella estaba viva, a su lado, que en cierta manera siempre lo estaría, que en cierto modo nunca se había ido.

Pocas veces se podía ver a Severus Snape tan ensimismado como lo estaba aquella tarde, en el laboratorio de pociones, elaborando varias dosis de veritaserum para Lord Voldemort; parecía concentrado pero si uno se fijaba bien, podía ver como sus manos actuaban mecánicamente, buscando los ingredientes como si ya supiese de antemano donde iban a estar, donde estaban, mientras que su cabeza vagaba por otros lares.

Harry Potter se dio cuenta de ello en cuanto abrió la puerta con la intención de ir a verificar algunas de las pociones que había dejado pendientes.

Lo vio de perfil, sereno, calmado, tranquilo, la túnica negra y la capa del mismo color, como siempre, el cabello oscuro, los ojos negros, todo él irradiaba oscuridad y en el fondo, Harry había leído su alma y no era tan malvado como quería hacer creer; bueno, era evidente que nunca tendría una relación de amistad con ese profesor y que su relación sería siempre estrictamente la necesaria; pero aún así, había algo aquella tarde que le hizo acercarse a él mientras el profesor miraba de reojo la carta cerrada que había sobre la mesa.

-Si no la abre, no sabrá que pone –le dijo sobresaltando al profesor-. Vaya, no quería asustarle, profesor.

-Potter, siempre merodeando por donde no debe –comentó el hombre con un deje de ironía en su voz pero sin ningún ánimo de ofender a Harry.

-Le estaba buscando –Snape le miró-. O mantiene a su ahijado controlado o me aseguraré que regrese a Slytherin –le dijo sin previo aviso.

-¿Qué ha hecho?

-Criticar a mis padres, insultarme, insultar a la gente que me rodea… -desechó un largo etcétera con la mano-; ya sabe, lo que siempre ha hecho Malfoy y usted nunca le ha prohibido.

-Nunca le había escuchado quejarse de ello, Potter. Hablaré con él.

-Nunca me hubiera escuchado –le contestó Harry medio divertido-. No ponga eso –le dijo. Snape le miró-. Si mezcla el ajenjo con los ojos de tritón convertirá esa poción en un simple ungüento para enlazar cosas.

Severus suspiró.

-Tiene razón, Potter…

-¿Desde cuando me da la razón? –le preguntó Harry-. Profesor… sé que quizá le parezca extraño lo que le voy a decir a continuación, de echo, si alguien me hubiera dicho que algún día le diría esto, me hubiera reído de él o de ella en sus narices, pero en fin… -se pasó una mano por el pelo sin darse cuenta y Severus resopló-… ¿está bien, profesor Snape?

-¿Desde cuándo le preocupa que yo esté bien? –preguntó el hombre mirándolo fríamente.

Harry se encogió de hombros a modo de respuesta.

-Tan simple como su padre, ¿verdad Potter?

La mirada de Harry se endureció de repente.

-Si no quiere hablar, por mí está bien profesor; tan sólo lo noté un poco despistado y quería saber qué le ocurría… hay muchas cosas que usted no sabe y que quizá yo sí podría responderle, pero si va a poner a mis padres de por medio, será mejor que me vaya antes de que diga o haga algo que acarree serias consecuencias.

Severus lo miró marcharse, sin decir nada,

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-¿Y a ti qué te ocurre?

Fue la pregunta que le hizo Derin cuando entró por la puerta y se dejó caer en el sofá de forma informal, estaba demasiado cansado para pensar en nada. Remus levantó la vista del libro que estaba leyendo ante la pregunta del dios guerrero y se fijó en el rostro ceñudo que tenía Harry en aquellos momentos.

-¿Te han dado calabazas? –le preguntó el licántropo con una dulce sonrisa que no presagiaba burla en absoluto, sino más bien una muestra de cariño hacia él.

-No estoy seguro… -se limitó a contestar el chico. Remus alzó una ceja y Derin lo miró sonriente esperando una explicación más larga.

-¿Le has pedido que vaya al baile contigo y te ha dicho que no? –aventuró el dios.

-No, Verónica ha aceptado ir al baile conmigo… -comentó con las mejillas sonrojadas ligeramente.

-Vaya, felicidades –le dijo el hombre lobo sin perder la sonrisa-. Es una chica muy especial.

-Sí, lo es –contestó Harry sin evitar sonreír. Miró a Derin.

-Si no es eso lo que te preocupa, ¿qué es? Porque supongo que no me irás a decir que te preocupa que las demás chicas se pasen los días que quedan hasta el baile lanzándole maldiciones a Verónica ¿verdad?

Harry entrecerró los ojos como si lo estuviera meditando y luego negó con la cabeza.

-No, no creo que fueran capaces de tanto –Remus asintió-, además, le he puesto un hechizo de protección –se encogió de hombros y el hombre escupió el sorbo de té que había tomado al escuchar la respuesta de Harry.

Derin se limitó a sonreír. Él ya se esperaba algo semejante.

-Se ha ido… -ambos adultos enarcaron una ceja-. Verónica; ha aceptado venir al baile conmigo, pero cuando le he dicho que creía que me estaba enamorando de ella, se ha ido sin más… -arrugó la frente-. ¿He hecho algo malo? –preguntó el chico.

Derin contuvo las ganas de reír aunque Remus no fue tan gentil y soltó una carcajada.

-Perdona Harry, es que me has recordado a tu padre… ¿Sabías que tu madre hizo lo mismo? –le preguntó. Harry negó-. No te preocupes, sólo habla con ella y todo estará bien ¿de acuerdo?

-Si, de acuerdo –afirmó el chico- Y no quiero ningún comentario al respecto –advirtió. Derin le sonrió divertido a medias antes de seguir puliendo la daga que llevaba siempre en la cintura.

- Remus, hay algo que quiero preguntarte y no, no tiene nada que ver con Verónica, eso es asunto mío único ¿entendido? –advirtió con una mirada divertida hacia ambos adultos- ¿la novia de Sirius… Cathy? –el hombre asintió-. ¿Qué relación mantenía con Snape?

-¿A qué viene esa pregunta? –preguntó Remus intentando aparentar tranquilidad.

Harry se encogió de hombros.

-Curiosidad supongo –le dijo él sencillamente-. He visto a Snape hace momento y tenía una carta a su lado, cerrada dirigida a él y firmada "con cariño, Cathy". Teniendo en cuenta que era la novia de Sirius…

-Te ha parecido extraño… -terminó Remus por él-. Así que aún no la ha abierto… -sonrió con melancolía-. No puedo creer que después de tanto tiempo aún siga sin perdonarse a sí mismo por lo que ocurrió…

Derin interpretó el silencio de Harry de forma correcta, como siempre, no era necesario hablar para entenderse; asintió y se dirigió a la puerta con un escueto "tengo algo que hacer" desapareció de la sala.

-No es muy comunicativo ¿verdad? –bromeó Remus. Harry le devolvió la sonrisa.

-No, no lo es, pero cuando habla sabe lo que dice –añadió en defensa de Derin-. ¿Vas a contestarme o te vas a limitar a darle vueltas a la pregunta una y otra vez? –quiso saber el chico.

-Antes contéstame tú a algo –Harry lo miró-. ¿Por qué crees que Severus odiaba a Sirius?

-Bueno, no lo sé, pero creo que el que mi padrino le condujera hasta el sauce boxeador sabiendo que un hombre lobo estaba allí puede tener algo que ver. Y luego odió a mi padre porque le salvó la vida.

Remus sonrió.

-Dos respuestas, dos equivocaciones… -Harry le miró-. La relación entre Severus y Sirius nunca fue buena, desde el primer día se odiaron… Sirius siempre fue muy bromista –Harry sonrió cuando el hombre lobo rodó los ojos exasperado-, y Severus nunca lo fue –añadió-. Pero ese sólo fue el inicio de sus peleas… Nada serio, apenas algunas bromas y hechizos de niños de primer año.

-No todos los niños de prime año tienen un curso tranquilo –contestó Harry ligeramente divertido recordando lo ocurrido con la piedra filosofal.

-Ni tampoco todos tienen la cualidad de atraer a los problemas, Harry –le replicó mordaz Remus.

-¿Qué pasó entonces para que de simples bromas pasaran al odio? –el chico cambió de tema; si Remus lo notó, no dijo nada al respecto.

-Cathy –se encogió de hombros-. Eso fue lo que pasó. Cuando estábamos en segundo, Cathy ingresó en el colegio.-. ¿Te conté que ella estaba en Slytherin? –Harry asintió-. Bueno, todos nos dimos cuenta de que Cathy era muy bonita cuando la vimos por primera vez durante la selección de casas, tanto que empezamos a hablar entre nosotros y ninguno escuchamos el apellido por el que la llamaron; sólo nos quedamos con su nombre: Catherine… Sirius no pudo evitar sentirse frustrado cuando el sombrero la seleccionó para Slytherin –sonrió-, aunque tardó bastante rato, la verdad… era como si…

-… como si ella lo estuviera convenciendo para que la mandara a Slytherin –terminó Harry por él-. Es lo mismo que me ocurrió a mí –añadió.

-Sí, eso fue lo que le ocurrió a Cathy. Aquella misma noche se llevó la primera broma por ser parte del a casa de las serpientes, por cortesía de tu padre y Sirius –Harry carraspeó y el hombre lobo lo miró-. Bueno, quizá yo también ayudara un poquito ¿qué quieres que te diga? Se necesitaban tres varitas para encantar la mesa de Slytherin para que la comida desapareciera por completo.

Harry no pudo evitar reír.

-¿Cathy se enfadó?

-No. Recuerdo que estaba sentada al lado de Snape –dijo el adulto-. Snape se puso furioso y si no nos lanzó una maldición en aquel momento fue porque incluso el director parecía divertido ante aquella sorpresa inicial de curso… Pero Cathy no parecía molesta en absoluto. Es más, Snape se enfadó con ella porque a ella le pareció divertido y mirando a nuestra mesa nos sonrió –Harry frunció el ceño-. Sí, sabía que había sido cosa nuestra, como si alguien le hubiera dicho que siempre éramos nosotros los que estábamos detrás de todo lo que le ocurría a Slytherin –se encogió de hombros.

-Snape –afirmó el chico.

-Sí, él conocía a Cathy y le había estado contando todo lo que había pasado durante su primer curso.

-Bueno, si se conocían quizá a Snape le gustaba Cathy y como ella y Sirius… ¿Qué? –se interrumpió al ver que Remus estaba haciendo un gran esfuerzo por no reírse- ¿Mi idea te parece tan descabellada? –preguntó.

-No, tu idea estaría muy bien si, de echo, eso mismo fue lo que pensamos nosotros la primera vez que Severus Snape nos dijo que nos mantuviéramos alejados de Cathy. Pero al igual que tú, nos equivocamos.

-¿Qué quieres decir?

-Que tú tampoco has oído el apellido de la Cathy, igual que tampoco nosotros lo hicimos. Catherine; Catherine Snape –le dijo Remus aún divertido.

-¿Era su hermana? –preguntó el chico claramente impresionado-. ¿Snape tenía una hermana?

-Sí, la tenía… Cathy. Por eso nos dijo que nos mantuviéramos alejados de ella. Pero claro… Sirius siempre tenía que hacer lo contrario que se le decía; y decirle que se mantuviera alejado de Cathy fue una clara invitación a que la persiguiera –añadió con un tono entre lo divertido y la resignación que a Harry le hizo mucha gracia.

-A Snape no debió hacerle mucha gracia que le pusierais en evidencia delante de su hermana pequeña.

-No, no le hizo ninguna gracia. Y mucha menos gracia le hizo el ver que Cathy iba cada vez más con nosotros; lo achacó en un principio al hecho de que no conocía a nadie en Slytherin… Pero ando se dio cuenta de que su hermana empezaba a sentir algo más que admiración amistad por Sirius…

-Snape debió ponerse furioso –terminó Harry por él.

-Sí, así fue. Hasta el punto que en nuestro quinto año, el cuarto para ella, Snape le dio un ultimátum: o él o nosotros.

-¿Le dio a elegir? No puedo creer que hiciera algo así…

-Debes entenderle Harry. Cathy era la única persona que podía estar cerca de Severus y conseguir que éste pareciera humano; no importaba el momento ni el lugar, fuera donde fuera, si Cathy estaba cerca de él, Snape cambiaba completamente. La quería, la quería mucho Harry.

-Y Cathy eligió a Sirius.

Remus asintió con cierta tristeza, como cada vez que recordaba aquella historia.

-Quizá si se lo hubiese dicho un par de años antes… pero en aquel curso, Cathy ya estaba enamorada de Sirius y Sirius de ella.

-Y Snape se sintió amenazado –Remus asintió.

-Y rechazado… Sirius pasó a ser lo más importante para ella y James se convirtió en el hermano protector que debería haber sido Severus.

-Por eso odiaba a mi padre-el hombre asintió.

-Cathy lo pasó muy mal; Snape ni siquiera la miraba cuando se cruzaban en los pasillos…

-¿Y cuándo ella murió?

-Snape asistió al funeral, la carta que has visto, debe ser la que Sirius le entregó ese mismo día… -añadió más para sí que para Harry-. Snape nunca se perdonó el haberle obligado a elegir; al hacerlo, perdió a la única persona que quería y la única persona que podría haberlo disuadido de no involucrarse con los mortífagos.

-Eso explica muchas cosas… -comentó Harry.

-Hay una cosa que quiero que entiendas Harry –le dijo Remus-. Severus Snape no es una mala persona, las circunstancias lo han hecho ser quién es ahora; se refugió en los mortífagos para huir de la soledad.

-Fue por ella… -dijo Harry. Remus asintió sabiendo las palabras que iba a decir Harry a continuación-. Cuando los mortífagos atacaron el ministerio y ella murió… poco después se hizo espía para la Orden…

-Supongo que de algún modo quería que ella lo perdonara.

-Antes debería perdonarse a sí mismo… -murmuró Harry.

Ninguno de los dos dijo nada durante un buen rato; permanecieron en silencio, cada uno sumido en sus pensamientos; y sin saberlo, los dos pensando en la misma persona; Harry en el profesor que conocía y Remus en el alumno que había conocido.

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-No entiendo por qué tiene que estar San Potter en esta conversación –repitió entre dientes Draco mientras seguí a los tres dioses hacia sus habitaciones donde mantendrían una pequeña charla.

-Quizá porque él te salvó la vida y su destino es volver a salvártela –le contestó Erebor sin poder evitar demostrar la irritación que ese chico le producía.

Entendía perfectamente que su actitud fuera así por ser el portador del colgante de Elea, pero él no iba a aguantar los comentarios de nadie contra Harry, ni siquiera los de Draco Malfoy.

-Claro, Potter siempre tiene que ser el centro de atención –añadió sarcástico Malfoy mirando de reojo al dios guerrero que caminaba detrás de él al escuchar que el dios hacía un ruido desaprobatorio chascando la lengua.

-Draco, compórtate –le ordenó Severus que caminaba a su lado.

Para sorpresa de los tres dioses el chico le hizo caso, a regañadientes, protestando, con el ceño fruncido y torciendo la boca como si se tratara de un niño pequeño al que se le niega un dulce, pero le hizo caso.

-¿Cómo lo haces? –preguntó Erebor.

Severus se encogió de hombros.

-Cuestión de práctica. Estoy seguro de que el profesor Derin también sería capaz de hacerle callar.

Giliath rió con suavidad.

-Oh, sí. –se detuvieron ante la puerta y Erebor la abrió invitando a Giliath a entrar; antes de hacerlo, la diosa se giró hacia Severus-. El único problema es que si Derin lo hace callar, será para siempre.

Draco tragó con cierta dificultad ante la amenaza implícita. Casi podría jurar que había sentido el filo de la espada que Derin siempre llevaba consigo muy cerca de él; demasiado cerca para su gusto, a decir verdad.

-¿Qué ocurre? –la voz de Harry lo despertó de sus pensamientos.

-Tenemos que hablar –contestó Giliath simplemente.

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Oculto entre las sombras el dios apretó la botella contra su cuerpo, entre sus manos, como si aquello pudiera darle la respuesta que necesitaba para lo que estaba a punto de hacer. Le debía lealtad a Ahsvaldry, pero codiciaba el poder. El poder. Eso era lo que siempre había anhelado, por lo que siempre había trabajado. Eso era lo que la diosa le había prometido entre sueños si le prometía fidelidad a su oscura presencia y traicionaba a quien había sido el príncipe de Ahsvaldry durante milenios.

Le había costado mucho tiempo y trabajo encontrar al descendiente de Elea; había creado un portal oculto en algún rincón de Ahsvaldry del que nadie conocía su paradero para poder ir al mundo mortal con la intención de arrodillarse delante de aquel que era digno de poseer todo el poder que una vez había tenido la misma Elea. Había tenido que llevar una doble vida, fingiendo lealtad hacia quien no quería, manejando los hilos de la política interna de Ahsvaldry y Okkorton, estudiando el comportamiento de dioses y naryns para obtener el conocimiento necesario y el poder que ello conllevaba.

Juró sobre las dos lunas que por aquel momento regía la superficie del cielo que encontraría al descendiente de Elea y ayudarlo a destruir la lágrima de Lahntra y todo lo que el linaje de la diosa muerta podría haber creado. Y lo había encontrado. Sumido en la oscuridad, rodeado de un grupo de mortales que se hacían llamar mortífagos entre los suyos, rodeado siempre de oscuridad, maldad y penumbra, del mismo modo que Elea estaba viviendo en la oscuridad de su sueño infernal.

Tom Marvolo Riddle había sido una vez su nombre, Lord Voldemort era como se hacía llamar por los mortales. Voldemort jamás habría logrado capturar a la reina de las quimeras si él no hubiese abierto un portal para la bestia; pero había tenido que llegar ese muchacho de ojos verdes y sus guardianes y protectores para volver a enviar a la quimera a Ahsvaldry y desbaratar todo el plan que ellos dos habían forjado y tenían ya en su mente. Ahora Voldemort le había vuelto a dar la oportunidad de liberar a la quimera y llevarla al mundo mortal de nuevo.

Utilizó su propia magia para crear un escudo protector que le permitiese protegerse del gas y el aire que iba a liberar de la poción. Se agachó en silencio en el rincón en el que se encontraba y asomó su cabeza cubierta por el extremo, observando tres de los guardias que custodiaban a la bestia encerrada.

Los conocía. A los tres. Los tres tenían hijos, esposas, familias y casas; pero los tres eran soldados antes que personas y los tres debían enfrentar el riesgo que habían corrido al presentarse para ser soldados de Ahsvaldry.

No lo pensó más porque sabía que si se detenía a pensar aunque fuera un segundo, sólo un segundo más, probablemente no haría lo que había ido a hacer.

Colocó la pequeña botella en el suelo, el cristal transparente haciendo un leve ruido al chocar contra la piedra del suelo, produciendo un efecto de eco a sus oídos mientras rogaba internamente porque ninguno de los tres soldados lo hubiese escuchado. Se alejó de la botella, tres metros. Más que suficiente. Un gesto de su mano y el corcho que tapaba la boquilla del envase se elevó sin dificultad y fue a parar a su mano, como si un imán lo estuviese atrayendo.

Lo que parecía una nube de vapor blanca y dorada con vetas negras y oscuras, se elevó sobre sus cabezas, acercándose al techo y escondiéndose en las grietas y en la oscuridad que el lugar le ofrecía. Una nube que se fue evaporando y perdió su color de forma paulatina y gradual; una nube que se disipó en el aire confundiéndose con el oxígeno que respiraban y ocultándose de la vista de todos como si no existiera, como si no estuviese allí.

Voldemort no le había dicho los efectos que aquella poción tendría sobre los guardias; le había dicho que morirían, sí, lo había hecho, pero no le había explicado el modo en que el gas se adheriría en sus ropas, en su piel, en cada poro, en cada molécula de su cuerpo; no le había explicado que sus ojos se abrirían y que sus gritos serían acallados seguramente por algún efecto de aquel brebaje; no le había advertido que los guardias boquearían como peces fuera del agua buscando oxígeno, buscando e intentando respirar aún sabiendo que ya todo estaba perdido; no le había dicho como se llevarían las manos al cuello en un gesto inútil de intentar avisar a los demás de que se estaban ahogando porque los demás estaban como él… No, no le había dicho nada de todo aquello y sinceramente, él no estaba preparado.

Cerró los ojos, sintiéndose culpable y sabiéndose el autor de aquellas tres muertes, sabiendo que iba a causar muchas más si seguía adelante. Un golpe seco contra el suelo; un muerto. Escuchó una espada caer y golpear el suelo tintineando hasta que ya no rebotó más, y seguidamente, un peso muerto cayó provocando un ruido cortante; dos muertos. Unos golpes de puños cerrados contra las paredes en un tosco intento de llamar la atención de alguien sin saber que él estaba tan cerca. Abrió los ojos. Y los ojos de aquel soldado se encontraron con los suyos.

Lo había reconocido; lo sabía; sabía que lo había reconocido; pero ya no podía hacer nada, ya no podía cambiar nada ni retroceder en el tiempo. Simplemente lo había hecho.

El tercer soldado cayó al suelo aún con su mirada grisácea clavada en los ojos del encapuchado.

En silencio, sintiendo el peso de la culpa a su lado, sobre él, rodeándole, como una losa que sabía permanecería allí hasta que Elea quisiera prescindir de él, se acercó hasta el tercer cadáver que aún estaba caliente y tomó con cierto nerviosismo la llave dorada que guardaba en su cinturón, la llave que abriría la puerta de la celda de la quimera.

Como si supiera que iban hacia ella, la bestia alzó su cabeza y su cuerpo, preparándose para un ataque o para ser atacada pese a que la habían tratado bien durante el tiempo que llevaba encerrada. Los ojos de su cabeza central se clavaron en él, fijos, y una mueca de sonrisa victoriosa atravesó su rostro.

El dios abrió la celda y utilizando su magia, abrió un agujero en la pared a sus espaldas. La bestia lo miró y el hombre se estremeció mientras pensaba en lo irónico que había resultado todo; él las había convocado para que estuvieran a su servicio y ahora era ella quién le mandaba a él y quién estaba por encima de su poder y sus decisiones.

No dijo nada, ni siquiera lo intentó. Escuchó el batir de alas y la presencia oscura de la quimera que se alejaba de allí. Derrumbado, destruido y confuso se dejó caer de rodillas en el suelo de la celda, la cabeza caída, la capucha cubriendo su rostro y sus hombros temblando ligeramente.

-¿Qué he hecho… -se preguntó por primera vez-… ¿qué estoy haciendo?

Sólo el silencio fue su respuesta.

Ni siquiera se inmutó cuando el profesor Snape le gritó a un alumno de tercero si no sabía diferencia entre la sangre de unicornio y la sangre de basilisco; estaba acostumbrada a esos gritos, le molestaban eso sí, pero como sabía que no iban con ella, prefería ignorarlos, o al menos lo intentaba, aunque era un poco molesto a veces, la verdad. Doce alumnos metidos en una clase a la fuerza, obligados a estar toda la tarde con el que era seguramente el profesor más odiado por los alumnos; y no era un castigo, no, era un privilegio y una segunda oportunidad que el director les había brindado; después de todo, había tenido que convencer a Severus para que aceptase dar esas clases de refuerzo para evitar que medio colegio suspendiera, aunque seguramente eso no le habría importado al profesor.

Verónica le había pedido permiso al profesor Snape para utilizar esa clase durante el tiempo que él estaba allí para elaborar una nueva poción en la que llevaba algún tiempo practicando; le había asegurado que era una simple poción para mitigar los dolores de cabeza e intentaba que no quedara ese sabor tan amargo que hacía que los alumnos decidiesen antes cortarse la cabeza como Nick casi decapitado, que preferir ir a ver a Madame Pomfray. El profesor había aceptado gustoso añadiendo que al menos si ella estaba, podría mantener una conversación decente sobre pociones con alguien más que Zabinni.

Verónica echó un vistazo a la sala. Doce chicos; dos de Slytherins, cuatro de Gryffindor con los que apenas había hablado pero que los conocía muy bien, cuatro más de Hufflelpuff y dos de Ravenclaw, dos chicas a las que conocía por ir a su mismo curso también estaban allí; raro; generalmente los Ravenclaw no tenían problemas en ninguna asignatura, ni siquiera en pociones, pero las conocía lo suficiente para saber que no tenían ningún problema con las asignaturas salvo que no les gustaba estudiar y eso, el profesor Snape era algo que no permitiría ni siquiera al mismísimo príncipe de Slytherin; todos ellos de cuarto para abajo. Exceptuando a Zabinni que había ido como ayuda y apoyo al profesor aunque Verónica estaba segura que era para hablar de Draco y de lo que estaba ocurriendo en Slytherin.

-Hoy está alterado ¿eh? –preguntó una voz masculina a su lado.

Sonrió a medias mientras Blaise Zabinni cortaba las raíces que necesitaba para elaborar aquella poción sin que se lo pidiera.

-¿No lo está siempre? –se encogió de hombros-. ¿Cómo está? –preguntó la chica sin dar nombres.

-Bien… -contestó el chico-. ¿Cuántas raíces necesitas?

-Doscientos cincuenta y siete gramos –contestó ella-. ¿Seguro que está bien?

-Eso es lo que me contesta cuando le pregunto.

-Es decir que está mal –repuso ella. Blaise no pudo evitar sonreír.

-A veces me preguntó qué puedo hacer por ella y me siento impotente porque sé que no puedo hacer nada… quiero decir, no es como si pudiera devolverle a su padre ¿verdad? –cortó algunas raíces más y las pesó con cuidado.

-No, no puedes hacerlo –corroboró ella-, pero puedes estar a su lado. Supongo que ya habrá pasado la fase de mal humor ¿verdad?

-Sí, ahora se pasa todo el día mirando por la ventana esperando algo… y cuando le pregunto qué espera se encoge de hombros…

-Negación –él la miró-. Estará bien en un par de semanas, tranquilo, aún no se ha vuelto loca –añadió quitándole hierro al asunto-. ¿Me pasas un poco de ralladura de uña de dragón marino?

-Claro ¿Cuánto necesitas? –el chico tanteó por encima de los tarros hasta encontrar el azul y lo abrió-. ¿Negación?

-Siete gramos –pidió ella. Blaise lo pesó y se lo pasó-. Gracias. Ella necesita entender algo, Zabinni y es que ocurra lo que ocurra y pase el tiempo que pase, su padre no va a volver. Aún no lo acepta.

-¿Qué quieres decir?

Verónica dio dos vueltas más al caldero que tenía delante con aquella poción azul electrizante y miró al chico.

-Está esperando que él la escriba –contestó-. Y lo hará hasta que se de cuenta que no volverá. Después vendrá la fase de depresión, luego la resignación y por fin la liberación… -sonrió con tristeza-… aunque nunca se recuperará al cien por ciento de lo que ha ocurrido.

-Vaya… han pasado dos minutos –le avisó mirando como la poción empezaba a burbujear demasiado peligrosamente para su gusto

-Lo sé, necesita tres minutos y medio antes de añadir el pico de colibrí y los pelos de centauro –contestó ella.

-¿Cómo sabes tanto de eso? –el chico retomó el tema.

-Experiencia propia –el chico la miró-. Prefiero no hablar de ello.-Blaise elevó las manos hacia arriba en señal de defensa dándole a entender que daba el tema por zanjado.

Verónica se giró hacia la poción y añadió lo que necesitaba antes de volver a dar cuatro vueltas en el sentido contrario a las agujas del reloj.

-Dile que si quiere hablar con alguien…

-¿Desde cuándo una Gryffindor ayudaría a una Slytherin? –preguntó él curioso enarcando una ceja.

En su voz no se notaba ironía, sólo diversión. Ella le sonrió.

-¿Desde cuándo un Slytherin ayuda a una Gryffindor a hacer una poción? –preguntó ella de vuelta.

-Vale, cambiemos de tema –ella sonrió satisfecha; si la vio, Blaise no comentó nada-. Se rumorea que Harry Potter es tu pareja para el baile – Verónica notó como sus mejillas enrojecían mientras asentía-. Así que no es un rumor… -comentó divertido.

-¿Cómo…

-Las hadas suelen ser bastante cotillas –le contestó él como si fuera un gran secreto. Verónica entendió; las hadas del lago debían haber escuchado su conversación con Harry.

-¿Sorprendido o es que simplemente alguien como yo no puede ir al baile con el gran Harry Potter? –preguntó con burla ella.

Blaise le sonrió.

-Tienes un humor muy Slytherin –le contestó como respuesta.

-¿Gracias? –preguntó ella no muy segura, más que afirmar.

-Y no tienes que sorprenderte tanto ni ponerte a la defensiva, después de todo estás hablando con alguien que está en Slytherin… -bajó la voz y miró a su alrededor-… y está ayudando a un prófugo de las mazmorras –añadió con un tono que advertía que le divertía toda aquella cuestión.

Verónica suspiró.

-Supongo que tú irás con…

No terminó la frase. Un bote que contenía un líquido rojizo cayó directamente sobre su regazo. Miró a su alrededor; las dos chicas de Ravenclaw la miraban fingiendo sorpresa y arrepentimiento.

-Uh, lo siento, pero lo lógico es que una chica tan gorda ocupe más espacio que los demás… -comentó una de ellas.

Zabinni hizo levitar su propia capa que estaba en una de las perchas y la atrajo hacia él, colocándosela encima a la chica al reconocer la poción como poción de invisibilidad. Verónica se lo agradeció en silencio.

-Lander, ¿Crees que le queda bien este color? –preguntó Blaise. Las dos chicas se miraron sin saber qué responder -. Lo digo porque quizá su vestido de baile al que acudirá con Potter sea de este color, ¿tú que opinas al respecto, Ollivers? –preguntó con coquetería.

Verónica se sonrojó sin saber qué contestar ni por qué el chico la estaba apoyando delante de aquellas dos chicas.

-Porque yo creo que sea del color que sea tu vestido, estarás preciosa pero sería mejor que te fueras a cambiar de ropa antes que… ya sabes… -le sonrió pícaro y Verónica entrecerró los ojos.

-Se lo diré a tu chica. ¿Puedes esperar cuatro minutos más y después meter la poción en una botella por favor? –preguntó.

-Por supuesto –contestó antes de que ella se fuera después de dedicarle una mirada furiosa a las dos chicas. Blaise suspiró atrayendo la atención de las Ravenclaws.

-¿Y tú que haces ayudando a una Gryffindor? Se supone que os odiais –le reclamó una de las chicas.

Blaise enarcó una ceja y adoptó la pose fría que había visto en Draco cientos de veces antes de contestarle en apenas un susurro.

-También se supone que las Ravenclaws sois inteligentes… dime… ¿crees que ha sido inteligente molestar a la chica que va a ir con Potter al baile y con la que parece tener una muy buena amistad?

Las dos chicas se miraron comprendiendo el error que habían cometido.

-Yo de vosotras iría con cuidado… ahora dejadme trabajar –pidió y se giró hacia la poción de Verónica que seguía cociendo en el caldero.

Sonrió cuando ellas no le vieron. Cada vez tenía más claro que Verónica tenía cierto humor Slytherin que le sentaba muy bien.

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-¿Por qué querrías entregarlo? –preguntó Derin directo como siempre -. El colgante te da poder, potencia tu lado oscuro, hace que la gente te mire y te tenga miedo… y por lo que he podido observar, te gusta esa clase de vida.

Draco se sonrojó ligeramente al escuchar las palabras del dios. Era cierto. Siempre había sido educado en un mundo donde él tenía el mando, donde lo que él deseaba lo obtenía y donde nadie cuestionaba sus órdenes o sus peticiones nunca; había sido educado y criado como un Malfoy; y ese apellido daba poder e inspiraba temor en aquellos que lo escuchaban. ¿Por qué quería entregar el colgante que se suponía estaba dentro de él y formaba parte de su ser? No se lo había planteado. Y ahora aquel dios, le estaba haciendo una pregunta a la que no tenía respuesta.

-Ninguna profecía ni ningún colgante va a guiar mi destino –sentenció Draco Malfoy mirando fijamente al dios-. Un Malfoy decide su propio destino.

-¿Sabes a lo que te estás exponiendo, Draco? –preguntó Severus Snape mirándolo fríamente.

-No, por eso quería hablarlo con ellos –señaló con la cabeza a Giliath, Erebor y Derin-, antes de decirte que quería hacerlo.

- Perderás una parte importante de lo que ahora es tu personalidad Malfoy– le dijo Harry mirándolo-. La fuerza, el poder, el temor, la oscuridad, la maldad, la crueldad… todo lo que te caracteriza desaparecerá en gran medida cuando expulses el colgante de tu alma. Cuando el colgante haya salido de tu cuerpo no serás la misma persona que eres ahora; perderás todo lo que caracteriza tu apellido –añadió.

-¿Y de qué me sirve ahora mi apellido, Potter? –preguntó el príncipe de Slytherin con cierta rudeza-. No me importa dejar de ser la persona que soy… he perdido a mi madre y quizá para siempre por llevar lo que sea que llevo dentro de mi cuerpo; mi padre me ha dado la espalda y todo lo que un día me abrió los brazos ahora me rechaza –lanzó una sonrisa sarcástica cargada de ironía y una mirada de rabia y dolor que Giliath interpretó muy bien-. Quizá si me libro de esto, pueda recuperar lo único que me ha importado alguna vez.

-Tu madre –sentenció Giliath. Draco asintió.

-Se necesitará hacer un ritual –dijo Erebor que había permanecido callado-. Tu guardián debe estar presente –Snape asintió gravemente colocando una mano sobre el hombro derecho del rubio de Slytherin, en una muestra de afecto que pocas veces demostraba en público y que últimamente Harry estaba muy acostumbrado a ver-, también tenemos que estar presentes nosotros tres y Harry.

-¿Por qué tiene que estar Potter presente? –preguntó Draco no con reproche, sólo con cansancio.

-Porque necesitarás que su magia impida que el colgante de Elea quiera destruirte a ti a y a tu guardián en cuanto intentes sacarlo de tu cuerpo –le dijo seco y tajante Derin-. Si te importa tu vida o la de él –señaló al profesor de pociones-, tienes que permitir que él esté presente.

Draco farfulló un "está bien" bastante inteligible que hizo que Harry se plantease y tuviese la tentación de hacerle sufrir un poquito; una mirada de Giliath fue suficiente para que el chico supiera que la diosa conocía sus pensamientos; Harry se limitó a sonreírle inocentemente y Erebor a su lado, cruzado de brazos, imitó al muchacho, para la exasperación de Giliath, demasiado bien.

-Hay otra cosa que tienes que tener en cuenta Draco –le dijo Giliath. El rubio y el profesor de pociones le prestaron atención-, en el momento en el que te desprendas del colgante de Elea, el descendiente y heredero de Elea notará su presencia y podrá seguir su rastro.

-Voldemort descubrirá quién ha sido el poseedor del colgante –afirmó más que preguntó Snape. Giliath asintió en silencio-. Intentará obtenerlo por todos los medios… Y ahora ya no cuentas con la protección que el apellido Malfoy puede darte.

Draco asintió gravemente, comprendiendo lo que le estaban diciendo y sabiendo que Voldemort lo convertiría en su objetivo.

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Bueno, se acabó por hoy; que os ha parecido?

Bien, mal, aburrido, bueno, malo… en fin, vosotros sois los lectores, vosotros opináis y aunque no seáis conscientes de ello, vuestras opiniones influyen mucho en mi historia. Así que ya sabéis, seguid escribiendo y dejando reviews :D

Os dejo con el avance del proximo capitulo vale?

Sed buenos, que paséis una buena semana y no hagáis nada que yo no haría.

Un besito para todos, nos leemos pronto!

En el próximo capítulo…

"-Señorita Ollivers, ¿podría hablar con usted un momento?

-¿Quería algo profesor, o sólo le gusta asustar a los alumnos en pasillos oscuros?

-Dígame, ¿sabía que ese pegaso era de Harry?

¿Dónde estaba Harry cuando se le necesitaba?"

"-Si Elea consigue encontrarte, tendrás que enfrentarte a ella

-¿Enfrentarse al poder de una diosa? ¿Quién estaría tan loco para hacer algo así?

-Yo no tengo otra opción más que esa, profesor

-¿Dónde vas?

-A rescatar a alguien de Dumbledore"

"-Feamor no es peligroso

-Si tiene alguna pregunta sobre con quién hablo y con quién ando, le sugiero que me la haga a mí, señor

-Por supuesto, ya nos veremos, señorita Ollivers

-No si yo puedo evitarlo…"

"-Que me prometas que no te enfadarás

-¿Por qué habría de enfadarme?

-Creo que intentó utilizar la legeremancia conmigo

-Tampoco me gusta que me dejen en plena declaración…

-Espera, ¿me estás diciendo que…

-Sí, te estoy diciendo que no me da miedo enamorarme, sino que me da miedo haberme enamorado de ti…

¿Quieres salir conmigo como mi pareja?

-Tomaré eso como un sí"

Por Lahntra! Qué tarde es!

Tengo que irme si quiero llegar al gimnasio a tiempo!

Un besito a todos, nos vemos, en el proximo capitulo pondré los nombres de quien me deje review, de este capítulo y del anterior, así que ya sabéis :D

Nos leemos!