Hola a todo el mundo!

Bueno, espero que hayais pasado una buena semana, muchas gracias por vuestro apoyo y por vuestros reviews a:

Ginebra, browyn bm, carolagd, Cissy Black Potter, Adoro a Harry, Clawy, pedro, jovas, lala potter, Utena-puchiko-nyu, Lizbeth, Elias, colibr, lucumbus, Santi, gisaku, sandy0329, Kathy, Dolly-chan, Alteia, Arwenej, issy, blackspirit, Damegazero, pedro, HeiDi-Lu, Daniel, lorena, giosseppe, , Elías, rochy true, MJ Potter, Herm, CaTuSiaNa, osma padfez, anfitrite, Iserith, Kain Radamthys, Anaelisa, selene

Sin vuestras palabras y las horas que pasais leyéndome, este fic no existiría, así que miles de gracias a todos :D

Espero que este capítulo os guste y ya sabéis, dejad reviews, ok?

Nos vemos al final del capítulo, un besito.

CAPITULO 31. Patronus: un tigre blanco.

Había aprendido a despertarse pronto, con las primeras luces del alba ya solía estar levantado y entrenando; costumbre que había terminando adquiriendo de Derin después de que durante tres semanas lo despertara cada día a las cuatro de la mañana con la falsa alarma de un ataque naryn. Ya no le hacía falta; a las cuatro y media ya estaba entrenando golpes y posiciones de ataque y defensa en el templete del bosque, junto al precipicio. Aquella mañana no era la excepción.

Y como cada mañana, a las siete, un dios al que se le notaba en el rostro los surcos que la edad dejaba a su paso, se dedicaba a contemplarlo en silencio durante diez minutos; observando como Harry movía la espada, el modo en que se movía y la facilidad con la que el chico esquivaba golpes invisibles. Después de observarlo se acercaba a él y le corregía sus fallos, y los que en un principio eran muchos, terminaron siendo nada.

Nunca le había preguntado su nombre, jamás se había interesado en quién era aquel hombre; pero aquella mañana el dios no se acercó a él después de estar observándolo; se limitó a asentir y se giró de espaldas a él, con los pies muy cerca del precipicio y las manos enlazadas en la espalda, los ojos cerrados contemplando en su propia cabeza las imágenes que había visto cientos y millones de veces desde aquel lugar.

Harry dejó la espada con la que estaba practicando aquel día recostada contra una de las columnas del templete; recogió la casaca del uniforme y se la colocó sobre el torso descubierto mientras avanzaba hacia aquella figura que parecía formar parte del paisaje propio.

Antes de abrir la boca para hablar, aún de espaldas a él, el anciano dios le habló:

-Ya no tengo nada que enseñarte, joven Ainur –dijo el hombre con un deje divertido. Harry parpadeó pero no dijo nada-. ¿No era eso lo que me ibas a preguntar?

-En realidad no –el dios le miró y Harry se fijó por primera vez en el color dorado de sus ojos; dorado… parecían los de Remus Lupin-. Sólo quería preguntarle por qué me ha estado ayudando durante estos días.

El dios esbozó una sonrisa triste y melancólica que a Harry le recordó vagamente a Stell cuando sonreía hablando de los tiempos en los que Lily estaba en Ahsvaldry y de pronto, la duda y la idea de que ese dios hubiese conocido a su madre, le asaltó la mente.

-¿Por qué no habría de hacerlo? –se encogió de hombros el dios-. Todo aquel que necesita ayuda merece recibirla… Eres ágil pero necesitabas unos consejos –le sonrió de forma dulce y sus ojos brillaron cuando repararon en la mirada verde de Harry-. No has venido para atormentarme ¿verdad?

Harry sintió ternura por aquel hombre que cada vez que decía algo parecía estar más cerca del mundo inmortal que del mundo de los dioses.

-No, no he venido para eso… -le aseguró Harry-… Sólo… -suspiró-… sólo quiero cumplir con mi destino…

El dios le miró y asintió firmemente.

-Tienes su fuerza y su poder… lograrás cumplir tu destino, Ainur… -le susurró-. Ahora tengo que irme… vienen a buscarte… ¿le dirás que me perdone?

Harry asintió confuso sin saber a quién se refería. Silencioso como siempre el hombre se alejó de él, con paso lento, la mirada perdida en el horizonte, los pasos seguros y firmes, como sólo quien ha combatido y conoce la dureza del combate puede caminar, las manos enlazadas en la espalda, los hombros altivos en un gesto y un porte regio que recordaba al soldado que una vez había sido y que seguramente siempre sería.

El aura de Giliath se posó a su lado; Harry no le prestó atención hasta que ella le habló, sumido como estaba en mirar a aquel dios.

-¿Has estado hablando con Lunak? –preguntó Giliath extrañada.

-Lunak… ese es su nombre… -fue un murmullo y Harry asintió-. Sí, ¿no debía hacerlo? –preguntó el chico de vuelta

-No, no es eso, Ainur. Lunak no ha hablado con nadie por voluntad propia desde hace veinte años mortales… -le contestó la diosa con una sonrisa-… eso quiere decir que se ha perdonado a sí mismo –miró como la sombra de Lunak se desvanecía entre las sombras de los árboles y sonrió mirando a Harry-, y eso se debe a que le has dejado ver quién eres.

-No te entiendo… ¿qué quieres decir con que se ha perdonado a sí mismo?

-Lunak fue uno de los guardianes hace mucho tiempo Harry… uno de los guardianes de los descendientes de Lahntra.

-Creí que todos los guardianes y protectores habían muerto y que estaban en el lugar donde está el lama de mi madre.

-Y así es –Harry la miró confundido-. Lunak es el único guardián que ha seguido vivo después de que su protegida muriera…

-¿No te ha dicho quién era su protegida? –Harry negó.

"Tienes su fuerza y su poder… lograrás cumplir tu destino, Ainur"

-Me dijo… pero creí que se refería a la diosa Lahntra… -Giliath lo miró asintiendo-; se refería a mi madre ¿verdad? Él fue guardián y protector de mi madre…

-Nunca se perdonó no haber estado a su lado cuando ocurrió todo Harry… se aisló del mundo de los dioses y sólo Stell sabe siempre donde está…

-¿Por qué no estuvo con ella? Quiero decir, creí que los guardianes…

-Tu madre no le permitió ir con ella –Harry la miró-. Sabes que tu madre tenía el presentimiento de que iba a ocurrir algo… -él asintió-… ya había perdido a Niurk durante una pelea aquí, en Ahsvaldry, pocos días antes de que ella regresara al mundo mortal… cuando empezó a tener aquellas visiones, aquellos sueños, aquellos presentimientos, utilizó por primera vez su estatus como descendiente de Lahntra y le ordenó a Lunak que ocurriera lo que ocurriera, se quedara en Ahsvaldry.

-Y Lunak tuvo que obedecerla por el juramento que la unía a ella… -resolvió el chico-. Por eso no la pudo proteger, porque le había ordenado que se quedara aquí…

-Tu madre le salvó la vida a su guardián, Ainur. Sabía que esa noche iba a morir y no lo llamó ni abolió su orden… dejó que Lunak viviese.

-Y Lunak nunca se lo ha perdonado… por eso me ha pedido que le diga a mamá que le perdone.

Giliath asintió y sonrió a medias.

-Lunak aún no se ha dado cuenta de que tu madre nunca le culpó por ello… Creo que por eso se ha acercado a ti… -le sonrió-. Era uno de los mejores guardianes que Ahsvaldry jamás ha visto, Harry. Sigue siempre sus consejos y benefíciate de ello…

Harry asintió en silencio y se dejó guiar por las manos de Giliath hacia el templete de nuevo; mientras en su cabeza, una pregunta se repetía una y otra vez… ¿sería él capaz de hacer por Erebor y Giliath, lo que su madre había hecho por Lunak? Aún no tenía respuesta.

-Aún es pronto, Ainur… pronto encontrarás una respuesta… -le aseguró la diosa.

Harry no tuvo que preguntarle cómo sabía lo que pensaba… no hacía falta"

--------------------------------------------------------------------------------------------------------

Verónica sonrió. Aquella sería una clase muy especial, no tenía ninguna duda de ello. Por algún motivo, el profesor Erebor había pedido al director Dumbledore que permitiera a los alumnos de cuarto permanecer en su clase junto a los de sexto curso para poder mostrarle a ambos como debía hacerse un patronus corpóreo; dado que los chicos de cuarto aún no habían aprendido a hacerlo y la mayoría de los de sexto aún tenían que perfeccionarlos bastante, Erebor había creído que sería buena idea juntar a los dos cursos. La única pega que le había encontrado a aquella idea era que los cursos seguían fijos, eso quería decir que tendrían que estar los dos cursos de cuarto y sexto de Gryffindor con los dos cursos de cuarto y sexto de Slytherin; ante eso, el director se había mostrado inflexible y aunque Erebor se había dado cuenta de que su inflexibilidad era para que él cambiase de idea, el profesor no había puesto ninguna pega.

Alguien se acercó por detrás de su pupitre y dejó un dulce beso en su mejilla a modo de saludo. No le hizo falta nada para saber que era Harry; Harry siempre olía a aquella extraña mezcla entre pino y agua que resultaba refrescante.

-¿Dónde estabas? –preguntó Harry-. No te vi en el desayuno.

-Biblioteca –se limitó a contestar Verónica encogiéndose de hombros. Harry la miró entrecerrando los ojos-. ¿Qué?

-No estarás haciendo el tonto con esa nueva poción que quieres inventar ¿verdad? –ella no le contestó; él no le dio tiempo a hacerlo-. Porque puede ser muy peligroso, no solo hacer lo que quieres hacer, si no además hacerlo cómo lo quieres hacer… si la poción no está bien elaborada podrías tener graves problemas.

-No estoy haciendo el tonto con ninguna poción –contestó ella arrugando la frente en señal de enfado-. No soy una niña pequeña de la que tengas que estar pendiente todo el día, ¿sabes?

Harry sonrió y sin previo aviso le dio un fugaz beso en los labios.

-Bien, mejor así; me gusta tal y como eres –Verónica le miró escéptica-, así tengo mucho más de ti para besar y abrazar –añadió el chico sonriendo.- ¿Nerviosa? –preguntó el chico con una sonrisa.

-¿Por qué preguntas eso?

-Porque te has sentado en la última fila y no creo que sea algo que hagas normalmente –dijo él enarcando una ceja. Verónica se sonrojó indicando que él tenía razón.

-¿Y tú no tendrías que sentarte con Malfoy? –preguntó mientras señalaba con la cabeza al rubio que se había sentado delante con Zabinni que simulaba que estar junto al rubio era un engorro.

Harry se encogió de hombros.

-Creo que por hoy podrá estar sin mí, pero tienes razón –ella lo miró recelosa-, tengo que estar cerca de él, así que vamos delante –dijo tomándola de la mano e instándola a levantarse.

Los Gryffidors y Slytherin que ya estaban en la clase los miraron preguntándose si los rumores de que ambos iban a ir juntos al baile era sólo un rumor o había algo de verdad en él; dado el grado de complicidad que parecía existir entre los dos leones, la opción segunda parecía ser la más razonable; eso sin contar con el hecho de que Harry Potter parecía muy relajado al lado de esa chica, nada que ver con la actitud que tomaba cuando estaba junto a cualquier otra persona.

-¿Aquí? –preguntó Verónica.

-Aquí –afirmó el chico sentándose y tirando de ella para que se sentara a su lado en primera fila-. Creo que esta clase resultará bastante interesante… -comentó mientras echaba una ojeada a su alrededor localizando rápidamente a los chicos y chicas de cuarto que miraban a Verónica de reojo.

-¿Por qué dices eso? –preguntó la chica recelosa.

Harry cruzó los brazos sobre el pupitre y se giró para mirar a Verónica con una sonrisa traviese y un brillo divertido en los ojos.

-Porque podré ver como se comportan contigo los demás –comentó con cierto tono de protección que hizo que Verónica sonriese pese a que no quería hacerlo.

-Indiferentes –contestó ella.

Harry iba a replicar algo cuando Erebor entró en la clase con su habitual sonrisa que hizo que casi todas las chicas lo miraran con adoración; Harry sonrió divertido mientras se decía a sí mismo que quizá ser un dios y tener toda esa atención sobre ti no era tan divertido como él había pensado en un primer momento en Ahsvaldry.

-Bien, sentaos, he hecho traer pupitres para todos, así que no creo que haya ningún tipo de problema –comentó Erebor señalando los sitios vacíos -. ¿Por qué no me extraña en absoluto? –preguntó más para sí mismo al ver como la gente se agrupaba por casas y cursos-. ¿Podéis mezclaros un poco, por favor? –pidió el profesor. Los chicos se miraron entre ellos-. No os pido que os mzcléis por casas, sólo por cursos –pidió Erebor de nuevo. Esta vez los chicos obedecieron-. Bien, así está mejor –asintió satisfecho.

-¿Qué vamos a hacer? –preguntó un chico de cuarto de Gryffindor después de alzar la mano levemente.

-Sabéis lo que son los dementores y sabéis que es un patronus, pero estoy seguro de que muy pocos de vosotros sabéis invocar uno lo suficientemente poderoso para protegeros en caso de que sea necesario ¿me equivoco?

Los chicos asintieron levemente demostrándole al profesor que estaba en lo cierto. Hermione Granger elevó su mano mientras se sentaba recta en su silla.

-¿Sí, señorita Granger? –concedió Erebor la palabra.

-Yo sí sé hacer un patronus corpóreo –informó con orgullo sonriendo cuando dos niñas de Slytherin sentada delante de ella se giraron para mirarla con una pizca de envidia en sus pequeños ojos-. Y Ron también, así como algunos de mis compañeros –añadió cuando Parvati carraspeó un par de asientos más atrás de donde se encontraban Harry y Verónica.

-¿Y me podría decir quién…-Harry alzó la mano antes de que Erebor terminara de hablar. El profesor sonrió-. Siempre tienes que estar en medio ¿verdad? –preguntó con una media sonrisa que hizo patenten la complicidad que existía entre los dos.

Harry le sonrió mientras se encogía de hombros.

-Voldemort –ignoró los gritos de sorpresa, los escalofríos y las miradas de advertencia que le dirigieron la mayoría de los presentes- quería matarme, mi profesor era un incompetente y yo no iba a permitir que me cazara tan fácilmente; por idea de Granger creamos un grupo de defensa al cual estuve dando clases y entre ellas, la realización de un patronus –explicó el chico.

-Comprendo –dijo Erebor mirándolo-. En ese caso no creo que te importe ayudarme –miró al resto de la clase-. ¿Quiénes podéis crear un patronus corpóreo? – Neville, Harry, Hermione, Ron, Parvati, Lavender, Zabinni, Draco y Pansy fueron los que elevaron sus manos-. De acuerdo, formaremos dos grupos. Como estoy seguro de que juntar a Slytherin con Gryffindor sería un desastre… -murmuró sin sarcasmo, sólo con evidencia que hizo que la mayoría de los alumnos sonriesen-, Blaise, Draco y Pansy os ocuparéis de los de vuestras casas; Neville, Parvati y Granger de los pequeños de la vuestra y Weasley y Lavender ayudaréis a los de vuestro curso a perfeccionarlo ¿de acuerdo? Harry tú…

-Lo sé, lo sé –convino Harry mirando de reojo a Verónica. Erebor asintió.

-Yo iré supervisando vuestro trabajo y os haré recomendaciones, ¿de acuerdo? –un asentimiento general se vio en la sala-, muy bien, pues adelante; cuando dominéis la teoría y la práctica lo haremos un poco más real –sus ojos advirtieron a Harry que Erebor era capaz de traer a un dementor de verdad para hacer la clase más amena y el chico no pudo evitar sonreír.

-¿Qué ha querido decir con eso? –preguntó Verónica levantándose-. No querrá traer a un dementor de verdad a clase ¿no? –añadió en tono burlón. Pero Harry no le contestó con palabras, se limitó a mirarla enarcando una ceja-. Bromeas… no puede hacer eso…

-Sí puede –contestó Harry-. Aunque tranquila, no creo que lo vaya a hacer hoy –le guiñó un ojo.

-¡Ollivers, no vamos a estar esperándote todo el día! –gritó Hermione desde el extremo de la clase donde se había ido con algunos de los pequeños mientras que Neville y Parvati habían hecho lo propio con otros.

Harry arrugó la frente.

-Ella se queda conmigo Granger –informó Harry; noticia que pilló por sorpresa a Verónica que miró a ambos chicos sin saber qué hacer-.El profesor Erebor me lo ha pedido antes –explicó sin ser necesario pero mirando a la chica de forma significativa.

A Harry no le quedó más remedio que callarse y volver a lo suyo. Harry se giró hacia Verónica y la guió hasta una esquina de la clase, apartada del resto de alumnos que habían empezado a agitar sus varitas mientras pronunciaban el encantamiento oportuno bajo la atenta mirada de sus profesores particulares.

-¿Ha sido idea de Erebor? –preguntó recelosa la chica. Harry le sonrió.

-¿Tú que crees? –le preguntó de forma divertida.

-Creo que me consientes demasiado –contestó ella sonriendo.

-Ya te lo dije una vez; creo que es hora de que alguien se preocupe por ti –dijo Harry como toda explicación dándole un suave apretón en la mano que mantenía sujeta-. De acuerdo, empecemos. Estoy seguro de que has leído todo lo que se tiene que saber sobre el patronus, dementores y fuerzas positivas –dijo el chico mirándola. Verónica asintió-. Entonces empezaremos por lo principal. Necesitas un recuerdo feliz.

-¿Cómo?

-El patronus es una fuerza positiva, lo suficientemente poderosa para que los dementores no puedan bloquearla; para conseguir hacer eso, necesitas pensar en algo realmente poderoso y feliz para que tu patronus sea fuerte, ¿entiendes?

-Creo que sí… -contestó ella con una ligera sombra de preocupación en los ojos que no pasó desapercibida para Harry pero que no dijo nada.

-Bien… quiero que pienses en un recuerdo feliz… dime cual es… -pidió el chico para asegurarse de que sería lo bastante poderoso.

-¿Y si te digo que no tengo ninguno? –preguntó ella con una sonrisa amarga. Harry arrugó la frente-. Quiero decir, claro que tengo recuerdos felices pero todos están asociados con algo que me entristece y entonces no puedo separarlos…

-Ya veo… ¿por ejemplo?

-Mi madre –contestó Verónica sin dudarlo ni un segundo-. Mi madre es el recuerdo más feliz que tengo hasta el momento… pero cada vez que pienso en ella, me doy cuenta de que no está y que nunca va a volver a estar… entonces es cuando…

-… Es cuando pierdes la fuerza del pensamiento positivo… -dijo Harry por ella. Verónica asintió en silencio-. De acuerdo, probaremos algo nuevo. Cierra los ojos –ella lo miró desconfiada pero con una sonrisa inocente-. Hazme caso, cierra los ojos, no voy a comerte…

-Qué pena… -murmuró ella cerrando los ojos.

Por suerte para Harry lo hizo a tiempo; él había escuchado el comentario de ella y se había sonrojado ligeramente.

"-¿Qué te ocurre? –preguntó Erebor en su cabeza.

-Nada, ¿por qué?

-Parece que te hayas tragado algo hirviendo –bromeó Erebor.

-No ha sido nada, un simple comentario inocente… -contestó algo cortado Harry-. ¿Quieres dejar de meterte en mi cabeza cada vez que te da la real gana, por favor o sería demasiado pedir?

-Sólo me preocupo, te prometo que en cuanto empieces a pensar cosas personales con Verónica, pediré permiso antes de entrar –contestó burlón Erebor haciendo que Harry rodara los ojos.

-¿Y tú cómo sabes…

-Sólo hay que mirarla a los ojos –le contestó el dios-. Espero que planees decírselo pronto a Giliath y Derin, sabes lo protectora que…

-Sí, sí, lo sé…

-Bueno, y ¿qué vas a hacer?

-Bloquearle los malos recuerdos hasta que pueda centrarse por sí sola en los felices –le contestó Harry.

-Mmm –fue la escueta respuesta de Erebor.

-¿No crees que deba hacerlo? –preguntó Harry interpretando el silencio de Erebor como una afirmación.

-Creo que si simplemente le la besas, no tendrás que bloquear nada para que tenga un recuerdo feliz –le contestó Erebor con su habitual sentido del humor pero completamente en serio.

-Y yo creo que deberías intervenir antes de que a Granger se le acabe la paciencia con ese niño… no creo que enseñar sea lo suyo –contestó Harry viendo divertido como el niño en cuestión miraba con miedo a Hermione mientras esta le explicaba casi gritando que era muy fácil obtener un recuerdo feliz.

-Esta vez te has salvado… -bromeó Erebor-… Pero volveré a insistir.

-No lo dudo –le contestó Harry como toda respuesta"

-Voy a bloquear tu mente unos segundos Verónica –le dijo el chico mientras sujetaba las manos de ella notando como la chica se estremecía un momento- ¿Tienes frío? –preguntó interpretando aquello como una señal de aquello. Ella negó y él sonrió -. Bien; voy a bloquear los recuerdos negativos que tienes de tu madre ¿de acuerdo?

-De acuerdo.

-Pero sólo será unos segundos, el tiempo suficiente para que tú notes la presencia del pensamiento positivo cuando piensas en ella y tu magia pueda ser capaz de retener ese momento ¿entiendes?

-Quieres que retenga el pensamiento feliz cuando tú bloquees los negativos –contestó ella con simpleza-. De acuerdo.

-Para eso tengo que entrar en tu mente… -Verónica no le contestó inmediatamente. Harry había empezado a abrir la boca para explicarle que era necesario que lo hiciera y que no era su intención inmiscuirse en su intimidad cuando ella de nuevo habló.

-Está bien… ¿sólo los recuerdos de mi madre?

-Sólo los recuerdos que tengan que ver con tu madre, te lo prometo –le contestó el chico.

La miró esperando un gesto afirmativo o negativo por parte de ella; sabiendo que aquello era algo demasiado personal como para que nadie lo viese; él mejor que nadie sabía lo que se sentía cuando alguien invadía tu mente buscando en tus recuerdos más desagradables y dolorosos, haciéndote recordar cada detalle, cada gesto, cada palabra… Erebor y Giliath le habían ayudado a deshacerse de los viejos fantasmas que ocupaban su mente y ahora sólo los recuerdos hermosos que compartió durante su primer año de vida junto a sus padres ocupaban su mente, así como todos los de Sirius… las tres personas que más le habían importado y que la habían abandonado muy a su pesar.

Como única respuesta, Verónica cerró los ojos y apretó suavemente las manos de Harry que aún estaban alrededor de las suyas propias. El muchacho sonrió y convocó su poder para entrar en la mente de la chica.

-Tú sólo debes pensar en tu madre, yo me ocuparé de bloquear lo malo –le explicó Harry con voz calmada y suave-. ¿Preparada? –ella asintió-. Muy bien… un, dos, tres… legeremens

Miles de imágenes pasaron por la mente de ambos; Harry viendo lo que ella veía y ocupándose de bloquear los recuerdos negativos que aquella mujer le producía; al chico le resultaba increíble comprobar todos los sentimientos que la muerte de la madre de Verónica le había provocado a la chica: soledad, tristeza, miedo, incomprensión, rabia, furia, dolor… eran tantos y tan mezclados que se juntaban en una enorme nube de dolor y llanto que rodeaba al resto de recuerdos felices que la mujer podría haber vivido con su hija.

Verónica se centró en su madre; notaba la presencia de Harry dentro de su cabeza y no pudo evitar sentirse protegida cuando notó como el chico intentaba controlar y bloquear las sensaciones negativas que la rodeaban, centrándose en aquella especie de nube grisácea que se había formado alrededor de otros recuerdos. A través de la nube de humo casi podía ver el cabello largo y sedoso de su madre, los ojos castaños, la sonrisa fresca y dulce en aquellos labios rosados.

Imágenes de su madre que se iban esclareciendo a medida que la nube desaparecía de su cabeza; imágenes diferentes; tan pronto veía a su madre en la cocina preparando un delicioso pastel de fresa y crema como la veía sentada en la mecedora, junto a la ventana, leyendo un libro con una pequeña Verónica sobre sus rodillas; casi podía respirar el aroma a rosas que su madre siempre ofrecía y casi podía notar las caricias que la mujer le prodigaba… En el sofá, junto al piano, en el jardín trabajando con las flores silvestres, recogiendo la ropa, jugando a ser princesas, y haciendo magia… vio como su madre tomaba su varita y la movía en un leve semicírculo con una parábola haciendo que las mariposas que adornaban las paredes de su cuarto cobrase vida y se moviesen alrededor de las dos, batiendo sus alas de colores y haciéndolas reír con su presencia… Recuerdos… simples recuerdos que había olvidado y que no quería recordar porque cuando lo hacía se entristecía al pensar en ella… Recuerdos que formaban parte de su pasado y que, ella sabía, condicionaban su futuro.

La voz de Harry le llegó lejana pero al mismo tiempo cerca. Sintió un leve apretón en sus manos cuando el chico le habló.

-Retén ese sentimiento, cielo… voy a liberar los sentimientos que he ido bloqueando y después quiero que abras los ojos ¿de acuerdo?

Pese a que no sabía si le había contestado o si siquiera había afirmado con la cabeza, Verónica se dio cuenta de que la nube gris se empezaba a formar de nuevo alrededor de sus recuerdos. Con pesar y tristeza, echó un último vistazo a la sonrisa de su madre, antes de abrir los ojos y encontrarse con los orbes verdes de Harry que la miraban con cierta preocupación.

-¿Estás bien?

-Eso creo… -contestó ella sacudiendo la cabeza-… No pensé que fuera a ser tan… real…

-Es por eso que el patronus adquiere tanto poder y fuerza contra un dementor –le dijo Harry a modo de explicación-, por eso es importante concentrarse en un recuerdo feliz. ¿Segura que estás bien? –preguntó de nuevo frunciendo el ceño mientras la miraba con preocupación.

Ella le sonrió de forma tranquilizadora.

-Sí, lo estoy, no es necesario que seas tan sobre protector –él le sonrió-… Es sólo que no recordaba a mi madre tan bonita… -sonrió al recordar la imagen de la mujer en la mecedora y casi quiso temblar al recordar el primer beso que su madre le había dado mientras le daba la bienvenida al mundo.

-Te pareces mucho a ella… -comentó distraído Harry mirándola fijamente y haciendo que Verónica se sonrojara-. Bueno, ¿has encontrado tu recuerdo feliz?

Verónica asintió.

-Pero preferiría guardármelo para mí –añadió.

Harry asintió comprensivo.

-Si tú crees que es poderoso, lo es –le sonrió Harry intentando concentrarse en lo que tenían que hacer-. Conoces como invocarlo, sólo tienes que hacerlo ¿estás lista?

Ella asintió levemente al tiempo que Erebor los llamaba a todos.

Harry podía preciar en el rostro de los chicos diferentes reacciones; desde los más frustrados por no haber conseguido dominar el movimiento de varita y que seguían agitándola, hasta los que pronunciaban el encantamiento una y otra vez como si así el patronus les fuera a salir sólo con pensarlo. Para su diversión y la de Verónica, Hermione Granger y Ron Weasley parecían un poco frustrados.

A continuación Erebor dividió la clase en diez grupos de cuatro personas cada uno y por grupos fueron pasando al final del aula donde invocaban sus patronus. Para nadie supuso una sorpresa ver que la mayoría de los de cuarto no lo conseguían; o bien no tenían la suficiente fuerza o bien únicamente conseguían que de sus varitas saliesen chispas de colores que miraban frustrados y enfadados mientras los mayores los alentaba o los criticaban y se reían, todo era cuestión de la casa a la que pertenecían.

-Los siguientes… Granger, Malfoy, Zabinni, Salister –llamó mirando el pergamino que tenía en su mano.

Hermione fue la primera en extender su varita y dejar que una reluciente nutria blanca saliese de la punta de ella y corretease hasta el extremo de la clase, mirándolo todo con ojos vivarachos y radiantes. Salister, una chica de Slytherin de sexto logró convocar una nube efímera y casi gaseosa que vislumbraba el futuro de lo que sería un enorme perro, y aunque no resultó ser corpóreo, a su lado, Blaise Zabinni, la felicitó por haber logrado ese avance.

A pocos les sorprendió el hecho de que Malfoy tuviera una serpiente como patronus corpóreo; serpiente que se permitió el lujo de ir hacia donde estaba Harry e inclinar la cabeza a modo de reconocimiento, gesto que el muchacho repitió para que la serpiente se alejara de él. Verónica lo miró.

-¿Qué? –preguntó un poco incómodo el chico-. No me digas que no conoces mi aventura con el basilisco –bromeó.

-Es sólo que no sabía que los animales podían reconocer a los humanos…

-Sí, sí que pueden hacerlo; generalmente –empezó a decir mientras veía la forma que adoptaba el patronus de Blaise- suelen reconocer a quién lo crea, es decir, a su protegido, pero si en un radio de cien metros hay alguien con la suficiente fuerza mágica para imponerles respeto, los patronus se lo muestran.

-Entiendo.

La figura de Blaise se transformó en un oso pardo que se puso a cuatro patas y recorrió la distancia, chocando contra la pared de piedra del final y retrocediendo hasta donde Zabinni lo esperaba con una sonrisa en los labios; sabía que su patronus era altivo y poderoso y estaba orgulloso de ello.

Figuras de animales se pasaron aquellos tres cuartos de hora paseando de un lado a otro de la habitación; algunos no eran más que sombras y reflejos de lo que serían, otros, en cambio, sorprendían con sus escudos animados y algunos incluso se atrevían a dejarlos un rato correteando en lugar de desvanecerlos rápidamente como hizo Neville, sonrojado cuando todos hubieron exclamado sorpresa ante el león dorado que salió de su varita.

Verónica aferraba su varita como si la vida le fuera en ello, no era para menos; por lo que Harry podía ver, muchas eran las miradas que le dirigían a la chica, algunas de envidia, otras de rencor, otras simplemente de indiferencia. Casi sin darse cuenta, le había tomado la mano izquierda a Verónica y la chica lo miró interrogante en una expresión muda.

-No hay ningún dementor por aquí cerca –le susurró el chico con una media sonrisa-. Si lo hubiera, yo lo sabría –le guiñó un ojo y ella sonrió-. Sólo recuerda ese recuerdo feliz, haz que viva de nuevo… haz que tenga poder… es todo lo que necesitas, nada más… -le aseguró.

-Harry, ¿quieres intentarlo? –preguntó burlón Erebor con un brillo malicioso en los ojos que hizo que el chico sonriera.

Harry se colocó en el sitio, alzó su varita, y casi en un susurro murmuró las palabras.

-Expecto patronum…

Apenas fue un susurro, pero lo bastante fuerte y poderoso para que un hilo plateado surgiera de su varita y cobrara la forma de un ciervo de fuerte cornamenta y ágiles patas que trotó alrededor de la clase un par de veces, presumiendo orgulloso de sí mismo y de su dueño. En un gesto que pocas veces nadie había visto hacer al ciervo de Harry Potter, éste, se detuvo unos segundos delante de Erebor e inclino la cabeza saludándolo. Harry sonrió pero no comentó nada, y tampoco comentó nada cuando el animal fantasioso se detuvo frente a Verónica y se agachó estirando las dos patas delanteras, en una reverencia que todo el mundo observó desde la incredulidad. Harry miró de soslayo a Hermione y Ron; ninguno de los dos dijo nada, pero tampoco tenían la sonrisa que vislumbró en el rostro de Neville.

-Muy bien chicos, esto es todo por hoy –anunció Erebor el final de la clase mientras Harry le acariciaba el lomo a su ciervo que desapareció-, los que no lo habéis conseguido, no os preocupéis, pero seguid intentándolo, los que lo habéis logrado, cinco puntos para cada uno.

-Ollivers aún no lo ha probado –dijo Hermione por encima del alboroto que el final de la clase había provocado.

Inmediatamente todos los ojos excepto los de Harry y, para sorpresa de éste, también los de Ron, se posaron sobre Verónica. Harry y Ron miraron a Hermione Granger; con actitudes distintas, sí, pero ambos lo hicieron.

-Cierto, Verónica, adelante –invitó el profesor Erebor con un gesto galante puramente teatral.

Verónica respiró profundamente y se situó en el lugar que Erebor le indicaba. Alzó su varita y pronunció las palabras, consciente de que no lo iba a conseguir hacer, no ante tanta gente, no bajo tanta presión.

-Expecto patronum –claro, alto y conciso.

Varias chispas salieron de su varita durante un par de minutos. Pero nada más ocurrió. Ningún animal se presentó ante ella, ningún animal surgió de su magia para protegerla.

Hermione sonrió satisfecha de que no lo hubiera conseguido. Ron, a su lado, la miró de reojo; empezaba a cansarse de la actitud de Hermione, y por mucho que la chica y el director dijeran, él empezaba a darse cuenta de algunas cosas que hasta el momento habían permanecido en las sombras para él.

Verónica bajó los hombros derrotada, sabiéndose el centro de atención. Pero Erebor no se dio por vencido con ella y, del mismo modo que había alentado a los demás, lo hizo con ella.

-Inténtalo una vez más, Verónica –le pidió-. Concéntrate en la sensación, en los sentimientos, en el olor de tu recuerdo…

La chica miró a Harry como si le estuviera pidiendo permiso y el muchacho asintió de forma imperceptible.

Verónica alzó de nuevo su varita y pensó en su recuerdo feliz. Su madre, su sonrisa, sus ojos, su olor… el modo en que la acariciaba, el modo en que la abrazaba, la manera que tenía de llamarla, la manera que tenía de hacerla sentirse especial, amada, querida y protegida… Sentimientos que había olvidado por completo hasta que Harry Potter entró en su vida aquel mismo año.

-Expecto… -Harry… la imagen de Harry y sus ojos verdes se fundieron con la imagen y el recuerdo de su madre. Sobriedad, inteligencia, dulzura, fuerza, energía, atractivo, belleza, protección, seguridad, calma, pasión. En su cabeza, un cúmulo de ideas y sentimientos se abrieron a través de la nube gris que ella misma había formado en su mente. La sonrisa de su madre y la de Harry brillaron con fuerza inusual y su mano aferró con fuerza la varita mientras pronunciaba el final del encantamiento-… patronum.

Chispas. De nuevo vagas chispas que surgieron de su varita. Granger la observaba satisfecha, con aquella pose de altivez y orgullo de quien puede hacer algo que los demás no son capaces de hacer. Pero Harry no contestó a la mirada de ella, ni tampoco a la sonrisa autosuficiente que Draco Malfoy se encargó de dedicarle especialmente para él.

Sus ojos estaban fijos en la varita de Verónica; esas chispas eran persistentes, blancas, rojizas y doradas. Verónica iba a bajar su varita cuando un hilo plateado empezó a surgir de la punta.

Los alumnos de sexto, incluidas las serpientes, no encontraron palabras para describir el animal tan magnífico que salió para proteger a la chica. Los alumnos de cuarto, miraban a Verónica y al animal de forma alternativa, como si no se creyeran que ella podía tener a tan espléndido ejemplar a su lado. Ron, observó como los ojos de Hermione se entrecerraban y sonrió para sí mismo al darse cuenta que quizá, la chica de la que había estado enamorado durante tanto tiempo, no fuera lo que él pensaba.

Erebor miró a Harry quién estaba sonriendo al ver el animal que había aparecido. Un enorme y elegante tigre blanco cuyo lomo llegaba a la altura de las caderas de la chica y enroscaba su cola blanca alrededor de la pierna de ella. Pero no era su cuerpo ágil y atlético ni sus patas traseras firmes y fuertes, ni siquiera era su cabeza blanca lo que llamaba la atención; eran sus ojos; vivos, brillantes, poderosos; en ningún otro patronus se había podido distinguir el color de los ojos, pero sí en este; ojos verdes; desafiantes, fríos, seguros, cálidos.

El animal miró a su alrededor en busca de peligro y se giró hacia Verónica al notar que no había nada; en un gesto instintivo que sorprendió incluso al mismo Harry, Verónica se arrodilló a medias frente al animal y clavó sus ojos en él con una media sonrisa.

-Un tigre blanco… -murmuró Erebor mirando a Harry quien se encogió de hombros con simpleza-. Me gustaría saber qué pensamiento es el que ha provocado que aparezca un tigre blanco igual a Dur…

Harry sonrió a medias.

"-Hazme caso, cierra los ojos, no voy a comerte…

-Qué pena…"

Erebor carraspeó a su lado llamando la atención del chico que se había quedado mirando como Verónica inclinaba la cabeza ante el tigre que se había postrado a sus pies y le acariciaba la cabeza a modo de reconocimiento.

-Gracias… puedes irte… -le susurró.

El tigre blanco se desvaneció después de cruzar la mirada con Harry una fracción de segundo.

El respeto y la admiración estaba presente incluso en los chicos de Slytherin, Verónica, sin embargo, no le dio importancia al asunto, o fingió no dársela; Harry vio como se dirigía al pupitre y empezaba a recoger sus cosas con aquella mirada de nerviosismo y timidez que tan bien la caracterizaba.

-A mí también –corroboró Harry divertido. Su mirada se cruzó con la de Verónica un segundo, sólo un segundo; tiempo más que suficiente para que él supiera que formaba parte de ese pensamiento alegre.

---------------------------------------------------------------------------------------------------------

La profesora McGonagall era una de las que lo estaban mirando de forma insistente, sabiendo que no debía preguntar qué hacía Harry Potter en una reunión de profesores, pues el mismo Albus le había dicho que él asistiría a dicha reunión y pese a que no había argumentado un motivo válido para dicha actuación, la profesora de transformaciones sabía que se debía a lo acontecido a principios de curso en Grimmauld Place, pese a que ella no estaba aquel día.

Para sorpresa de algunos, cuando Severus Snape llegó envuelto en su capa negra y con su mirada fría paseándola por todos los miembros de la mesa, no hubo ningún gesto ni comentario hostil hacia Harry sobre su presencia en aquel lugar; aquello hizo que los profesores se diesen cuenta de que la relación entre ambos había cambiado, si no a llegar a ser amigos, al menos se toleraban mutuamente, tal y como pudieron apreciar cuando el profesor de pociones se sentó frente a Harry e inclinó la cabeza a modo de saludo, saludo que, para sorpresa de todos de nuevo, el chico de ojos verdes, sentado entre los profesores Derin y Giliath, correspondió.

-Gracias por haber venido, sé que no es una hora muy normal para hacer una reunión –comentó Albus mirando a todos-. Hay té caliente y también café por si a alguien le apetece –añadió haciendo un gesto con su varita después del cual, las teteras y cafeteras que estaban sobre la mesa empezaron a exhalar un olorante humo que invitaba a tomarlo.

La profesora Sprout hizo caso y se sirvió una taza de té después de servirle un poco a Snape que, pese a no haberlo pedido, asintió a la profesora a modo de agradecimiento. Erebor se inclinó hacia la cafetera y le sirvió un poco a Giliath antes de servir a Derin, Harry y a él mismo y pasar el café hacia la derecha, donde un diminuto profesor Flitwitch la tomó.

-¿A qué viene esta reunión, Albus? –se interesó la profesora de Adivinación.

-Se supone que debería saberlo… -murmuró Snape con un brillo malicioso en los ojos.

Harry sonrió vaticinando una pelea entre ambos profesores donde la lógica aplastante de Snape seguramente terminaría sobreponiéndose a las ilógicas creencias de Trawlenay. Pero antes de que nada pasara, Albus habló.

-Severus, por favor… -le pidió. El profesor de pociones no dijo nada, se limitó a cruzar los brazos y a fruncir el ceño como un niño al que se le niega un dulce-. Bien, estamos aquí para discutir algo sobre una alumna.

Los grititos de exclamación de la profesora Sprout, Sinistra y el profesor de encantamientos no se hicieron de esperar demasiado, incluso Hagrid rodó sus enormes ojos cuando el pensamiento de que algo le hubiera pasado de nuevo a algún alumno, aunque estaban claramente aliviados de que no se tratara de Harry, quién soltó una risita leve irónica que Dumbledora respondió con una mirada.

-Lo siento, por favor, continúe –le pidió con sarcasmo.

-No os preocupéis, no ha ocurrido nada malo por el momento –sonrió desde detrás de sus gafas de media luna-. Se trata de Verónica Ollivers, cuarto curso, Gryffindor.

-Una alumna ejemplar –dijo inmediatamente el profesor de encantamientos.

-La mejor de su promoción –siguió McGonagall con su gesto sereno.

-Lo sé –anunció Dumbledore haciendo que todos se callasen.

Harry tenía que admitir que admiraba el modo en que el hombre conseguía tener a todo el mundo a sus pies, bastaba un solo gesto o una sola palabra por parte de Dumbledore para que todos los presentes en una habitación se giraran para mirarle y obedecerle; en silencio, el chico se preguntó cuántos de los presentes seguirían con ese mismo comportamiento si supiesen todo lo que había hecho Dumbledore.

-Pido que la subamos de curso –anunció el director con los ojos brillantes-. A sexto, para ser más precisos –añadió antes de que algún profesor dijera nada-, después de todo, sé que tiene los conocimientos necesarios y la única diferencia es que entró más tarde al colegio, pero en realidad y técnicamente debería estar en quinto, así que si la subimos un curso… -se encogió de hombros quitándole importancia a aquello.

A su lado, Giliath miró a Erebor y Derin permaneció impasible ante aquella información salvo quizá, por la mirada de soslayo que le dedicó a Harry para observar su reacción. Harry se puso en alerta y miró a Dumbledore a los ojos, queriendo saber qué era lo que estaba ocurriendo realmente y por qué de repente el director tenía prisa por hacer avanzar a Verónica como mínimo un curso cuando antes no lo había tomado siquiera en consideración.

"-Erebor –llamó al dios sentado junto a Giliath-. ¿Crees que puedes hacer una cosa por mí?

-Claro, ¿qué quieres? –resonó la voz del dios en su cabeza.

-Quiero saber por qué –contestó simplemente el chico.

-No tengo inconveniente, pero ¿por qué no lo haces tú? –preguntó Erebor.

-Porque Dumbledore conoce su magia perfectamente y sabrá que está tramando algo en cuanto empiece a concentrarse para entrar en su mente –contestó por el chico la voz de Derin.

-Es algo más que eso, quiero saber qué opinan los demás profesores al respecto –repuso Harry con una media sonrisa-. ¿Queréis ayudarme?

-¿Necesitas preguntarlo? –quiso saber Derin con voz burlona.

-Claro Ainur, yo me encargo de las mujeres de la mesa –anunció divertida Giliath.

-Esto te resulta divertido ¿verdad? –preguntó Erebor a la diosa.

-Sí, mucho –contestó ella-. ¿Empezamos?"

Una hora y media después, la decisión había sido tomada; desde el día siguiente, Verónica pasaría no a quinto curso como correspondería a su edad, si no a sexto curso, la novedad de la reunión había sido que el profesor Snape no sólo no se había opuesto a esa decisión, sino que además había sido el primero en apoyarla.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------

Incluso en las penumbras del bosque oscuro, los ojos de Feamor brillaban con fuerza e intensidad al mirar a Harry. Verdes contra negros; ambos igual de brillantes, ambos igual de fuertes, ambos igual de poderosos.

Desplegó sus alas y lo miró impasible. Sabía lo que estaba pensando Feamor, del mismo modo en que el pegaso negro sabía lo que estaba pasando por la mente del muchacho en aquellos momentos. Harry necesitaba descargar adrenalina con alguien y Feamor era su mejor baza. Convocó un escudo a su alrededor y notó como los elementos se ponían de su parte; sabía que era peligroso; pronto sería luna nueva y el espíritu de Feamor estaba algo más inquieto de lo normal; no le importaba; era él o Dumbledore y no era que le importara demasiado enfrentarse a Dumbledore, pero no quería problemas, aún no era el momento de tenerlos.

El animal miró a Harry a los ojos esperando una señal, una advertencia, un aviso, cualquier cosa; pero Harry aún ni siquiera había empezado a calentar; los rasguños que las olas de vibración provocadas por las alas de Feamor le había provocado en los brazos desnudos sólo había sido el aperitivo de lo que se le avecinaba encima; el caballo relinchó, sabiendo que Harry utilizaría todo su poder; él también se preparó.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------

Sabía donde encontrarla; no era ningún secreto que estaría en la biblioteca, y no se equivocó. Pese a que el toque de queda hacía un par de horas que se había dado, Verónica seguía en la biblioteca, sentada en la última silla del final, en la última mesa, oculta a medias entre las estanterías y con un buen montón de libros esparcidos por la mesa.

Por supuesto que podía esperar a que ella misma le informara de lo que ya sabía; la profesora McGonagall se encargaría personalmente de anunciárselo de forma oficial nada más amaneciera; pero él quería ser el primero en decírselo, no sólo por la importancia de la noticia, si no también porque quería prevenirla acerca de Dumbledore. Se había ocupado de cerrar las heridas que Feamor le había causado; ese último ataque de viento había estado realmente bien, lástima que Feamor hubiese olvidado por unos segundos que el viento era el elemento de Harry y que éste no le hubiese afectado tanto debido precisamente a eso.

Entró en silencio en la biblioteca; estaba a oscuras a excepción de la esquina donde estaba la chica, concentrada leyendo mientras una vela flotaba sobre su cabeza iluminándola de forma necesaria. Harry la observó un segundo, dudando por primera vez desde que había decidido ir a buscarla, si debía perturbar el momento de tranquilidad que ella debía de estar teniendo en aquel momento.

Había visto a Hermione cientos de veces en la biblioteca, devorando libros de forma incesante, memorizando fechas, nombres, datos, ingredientes, casi memorizando donde estaba cada libro y en que sección se podía encontrar. Y en todo el tiempo que había visto a Hermione en la biblioteca, nunca la había visto como la estaba viendo a ella en aquellos momentos. Libre. Simplemente libre, tranquila, sosegada, feliz… como si todo su mundo se pudiera ver envuelto en las páginas de los libros que la rodeaban; como si allí pudiera ser realmente feliz.

Sus ojos brillaban a la escasa luz de la vela que proyectaba su sombra en la pared del fondo e iluminaba rasgos de su rostro; sus pupilas se movían con avidez sobre las letras, los brazos perfectamente cruzados sobre la mesa y la cabeza inclinada hacia delante; con cada nueva palabra, su boca se torcía en un gesto adorable de sonrisa eterna y sus ojos brillaban ante el nuevo descubrimiento que había hecho.

Con una sonrisa traviesa, movió un mano en un gesto estudiado y mecánico y una esfera de luz blanca apareció en la palma de su mano, a la cual guió hacia la chica. Se quedó allí quieto, en la sombras, a medio camino entre la puerta y la chica, esperando que ella alzase la vista al ver la esfera y mirase hacia él, como si de aquel modo ella fuera a darle permiso para que se quedara junto a ella; los ojos de Verónica se cruzaron con los suyos y ella le sonrió; aquella era la respuesta que Harry estaba esperando

-----------------------------------------------------------------------------------------------------

Draco permanecía despierto en la habitación que Severus le había asignado; estaba intranquilo, nervioso y asustado; él jamás se había asustado nunca antes. Había pasado días enteros encerrado en su cuarto completamente a oscuras, escuchando ruidos y sintiendo la presencia de irreales dementores que su padre se había encargado de atraer para que lo mantuvieran aterrorizado en las noches, para, según Lucius, que su hijo aprendiera a defenderse y a defender lo que es suyo. Lo que una vez Draco había visto lógico, ahora lo veía incomprensible e irreal. Sólo tenía cinco años. Y no tenía muchos más cuando Lucius le obligó a permanecer en el jardín durante dos días completos antes de permitirle entrar en casa únicamente porque el niño se había equivocado al hacer una poción. Se revolvió incómodo en la cama estirando un brazo para alcanzar la varita que había en la mesita.

-Lumos… -pronunció consiguiendo un poco de luz verde de su varita; no quería despertar a su padrino.

No dormía bien; las pesadillas continuaban y cada vez eran más persistentes, más dolorosas y más sangrientas; unos ojos verdes se metían cada noche en sus sueños y una voz dulce y melodiosa, como la de una serpiente venenosa, repetían las mismas palabras "dámelo a mí" Ojos verdes. Le resultaba irónico y extraño como esos ojos verdes podían ser tan distintos a los de Harry Potter. Los de Potter eran tranquilos, sosegados y cálidos, los ojos que estaban en sus sueños eran fríos, impersonales e indescifrables; lo único que sabía de esos ojos era que le transmitían oscuridad y sed de sangre; había visto esa misma mirada muchas veces en cada uno de los mortífagos que conformaban el círculo de amistades de su padre y reconocía aquella mirada ávida de sangre y muerte, deseosa de dolor, complaciente con el dolor de los demás.

Pero había algo más; ahora que conocía toda su historia, las cosas encajaban mejor; esos ojos, esa voz, siempre le habían acompañado en su infancia, siempre habían estado presente en sus sueños, como una sombra que lo acechaba en la oscuridad esperando que cometiera el más leve fallo, el más mínimo error para echársele encima; quizá por eso Draco nunca se había podido permitir el cometer un fallo, al menos, en aparentar siempre ser perfecto.

-¿Draco?-La puerta se abrió después de un par de toques y de que el chico diera su permiso; era algo que admiraba en Severus; siempre respetaba su intimidad pese a que no tenía por qué hacerlo dado que estaba en sus habitaciones-. ¿Qué haces despierto? –le preguntó - ¿No puedes dormir? –preguntó preocupado.

Draco esbozó una sonrisa.

-No, pero ya estoy acostumbrado, no te preocupes –le contestó el muchacho pasándose una mano por el cabello

-Puedo darte alguna poción para dormir sin sueños –sugirió el hombre. Draco detuvo el movimiento del mago adulto cuando intentó salir de nuevo de la habitación.

-No creo que una poción para dormir sin sueños pueda competir contra el poder de una diosa, padrino –le dijo con cierto tono surrealista e irreal que consiguió arrancar una sonrisa al hombre.

-Cuando eras pequeño, tampoco querías tomártela –le aseguró el profesor sentándose en la cama junto a él.

-No lo recuerdo… -aventuró Draco-… ¿cómo era de pequeño?

-¿Para qué quieres saberlo? –preguntó Severus entrecerrando los ojos.

Draco se encogió de hombros.

-Sólo quiero saber… según lo que me habéis dicho, el colgante hace que potencie mi lado oscuro y eso ha condicionado mi forma de ser –Severus asintió-, cuando entregue el colgante, volveré a ser igual que cuando era niño –el hombre volvió a asentir-, sólo quiero saber en qué cambiará mi vida…

Severus lo miró unos segundos; siempre tan seguro de sí mismo, confiado, altivo…. Y ahora estaba asustado, no era más que un adolescente asustado; sonrió.

-Te gustaba jugar con mis instrumentos de pociones –le contestó Severus-, solías esconderte bajo mi mesa cuando yo trabajaba y en el momento en que me despistaba, el caldero explotaba porque habías añadido algún ingrediente que no tocaba –sonrió al recordar al pequeño Draco de cuatro años con la cara roja por una de las pociones-. Eras travieso, eras un niño feliz, Draco…

-¿Quería a mis padres?

-Adorabas a tu madre e idolatrabas a tu padre –le contestó él-. Solías preguntarme por qué Lucius criticaba todo lo que no fuera sangre limpia, todo lo que no fuera mágico… y nunca hallé respuesta para eso. Simplemente era Lucius…

-¿Y por qué no recuerdo nada de todo aquello? Mis conocimientos sobre mi pasado únicamente empiezan con dolor y sufrimiento, con sueños horribles y pesadillas…

-Supongo que eso forma parte del colgante de Elea –se encogió de hombros y Draco sonrió a medias-. ¿Estás bien? –le preguntó.

-¿Por qué no te casaste tú con ella? –preguntó el chico de vuelta. Severus lo miró y el chico le sonrió-. He visto como mirabas a mamá, he visto como ella te miraba a ti… ¿por qué no te casaste tú con ella? Todo hubiese sido muy distinto… -dijo en voz alta el chico.

-No se dio la oportunidad, Draco… -le contestó Severus-… no debes pensar en el pasado, sino en el presente y en el futuro…

-¿Crees que estará bien? –preguntó el chico rubio después de unos segundos de pensar en silencio.

Severus le sonrió como sólo lo hacía con él; nada de frialdad, nada de rencor, nada de ironía; simplemente era una sonrisa tranquila y sosegada que inspiraba tranquilidad.

-Tu madre es una mujer fuerte Draco, estará bien –le aseguró.

-No volveré a verla ¿verdad?

-No lo sé Draco… sinceramente no lo sé.

Draco supo enseguida que su padrino no le estaba mintiendo y que aquello era algo que ni siquiera él sabía con certeza.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------

-Sigo sin entender cómo lo hice… -susurró a media voz la chica. Harry sonrió y le besó el pelo tomándose su tiempo para contestar.

Silencio, calma, pausa… era como si por primera vez en su vida Harry Potter pudiera permitirse el lujo de parar unos minutos y simplemente disfrutar de ser un adolescente, olvidarse de lo que tenía que hacer, de lo que se suponía que debía hacer y ser simplemente un adolescente sentado en la biblioteca con la espalda contra la pared y su novia sentada delante de él con la espalda recostada en el pecho de él, con las manos entrelazadas en el estómago de ella.

-Te sentiste amenazada y cerraste tu mente de forma instantánea… -le contestó él a media voz también, temerosos ambos de que el silencio que los rodeaba se acabase por culpa de que hablaran demasiado alto.

-Si vas a decirme que es normal, ahórratelo –le informó ella-, sé que no es normal poder cerrar la mente ante una magia como la del director Dumbledore… -pese a que su tono había sonado jovial y despreocupado, la chica notó como los brazos de Harry se aferraban a ella, como si temiera que fuera a desaparecer en cualquier momento; Verónica se preocupó -. ¿Harry? –llamó - ¿Qué ocurre?

-Si la profecía es cierta… tú tienes el poder de convocar la espada blanca para protegerme cuando yo esté en peligro… No sólo eres la guardiana de la daga oscura, también eres la guardiana de la espada blanca… -le contestó Harry-… Y el hecho de que hayas logrado cerrar la mente frente a Dumbledore confirma esas sospechas… La daga intenta atraer tu atención intensificando tu magia –añadió el chico.

Ella no contestó inmediatamente; quería decirle que todo estaba bien; que nada iba a salir mal; decirle que se sentía segura a su lado y que sabía que con él cerca todo se arreglaría… quería decirle tantas cosas y no podía… Quizá fuera por la cercanía en la que estaban, o quizá era por el modo en que los dedos de él trazaban lineas y dibujos imaginarios sobre su propia mano, o quizá era el ritmo de su respiración contra su oído o el latir de su corazón que sentía bajo su propia espalda… o quizá era simplemente que estaba enamorada de él… Fuera lo que fuera, no pudo decirle nada de todo aquello porque todo aquello sonaba a despedida, sonaba a miedo… y aquel era un presagio que no estaba dispuesta a que se cumpliera.

-¿Por qué has venido a buscarme? –preguntó ella de repente.

-¿Qué?

-No es normal que tú estés en la biblioteca a estas horas Harry, ¿por qué has venido a buscarme?

-¿Cómo sabes que no he venido simplemente porque me apetecía venir? –le preguntó él acomodándose para que ella quedara de lado sentada sobre sus piernas y de ese modo poder mirarla.

-Por tus ojos –le contestó Verónica inclinándose y dándole un dulce beso en la mejilla-. Te lo dije una vez, tus ojos nunca mienten…

-Odio que me conozcas tan bien –le contestó él sonriendo. Verónica se encogió de hombros.

-Tú puedes entrar en mi mente, yo puedo leer tus ojos –le dijo en un susurro divertido que Harry contestó con una sonrisa-. Dime para qué me buscabas –le pidió la chica.

-Primero bésame –le pidió él a cambio. Verónica se sonrojó y él la encontró adorable-. ¿Sabes que te ver realmente bonita cuando te sonrojas de ese modo? –preguntó el chico alzando una de sus manos y acariciándole la mejilla suavemente antes de bajar su mano hasta el mentón de ella y obligarla a mirarle a los ojos.

-Deja de burlarte de mí.

Harry le sonrió y la besó en la frente.

-No lo hago –le susurró él-. Me gusta como te ves cuando te sonrojas… -añadió susurrando cerca de su oído. Verónica se estremeció y él sonrió.

Dulce y tímida Verónica subió sus manos hasta el pecho de él y se acercó en silencio, suavemente, despacio, como si temiera que él fuese a desvanecerse y no fuese más que el producto de un sueño del que no quería despertar nunca. Pero no desapareció; Harry terminó de acortar la distancia entre sus rostros cuando estaban a escasos centímetros y al final fue él quien la besó a ella; aunque a ninguno de los dos le importó.

-Mañana la profesora McGonagall te indicará que te pasan de curso –anunció Harry cuando se hubieron separado.

-¿Qué? –aquello no fue un susurro y el chico sonrió.

-Pasas a sexto curso, estaremos juntos en clases –ella arrugó la frente y lo miró receloso-. ¿No te agrada la idea?

-Depende de si has tenido algo que ver con todo esto o no; no me malinterpretes, ¿de acuerdo? Es sólo que he notado que eres muy protector –arrugó la frente- demasiado y estoy segura de que serías capaz de hacer esto para no perderme de vista –le contestó ella. Harry sonrió entendiendo lo que ella quería decir y negó con suavidad-. ¿Entonces?

-Dumbledore –se limitó a decir Harry tensándose de repente.

-¿Dumbledore? –preguntó ella- ¿Por qué…

-Porque quiere ganarse tu confianza para que me espíes –contestó Harry. Ella le miró-. Erebor, Derin, Giliath y yo hicimos una pequeña excursión a la mente de los profesores.

-¿Hicisteis qué? –preguntó ella debatiéndose entre lo divertido de la situación y lo correcto e incorrecto de la misma.

-Se preguntó el motivo de la reunión y Dumbledore te mencionó; me puse alerta y mi sentido de protección hizo el resto –añadió encogiéndose de hombros. Harry notó el cambio en la mirada de su ahora novia y frunció el ceño-. ¿Qué ocurre?

-Sólo… Nada, olvídalo… -dijo ella levantándose de donde estaba sentada.

Harry la conocía lo suficiente para saber que estaba pensando en algo y que no iba a quedarse tranquila hasta que lo soltase, así que con una sonrisa y agradeciendo en silencio a Giliath las clases que le había dado para interpretar las palabras y gestos de las personas de forma correcta, se levantó de donde estaba sentado y se dirigió hacia la silla que la chica acababa de ocupar; apartó el libro que había sobre la mesa y se sentó en ella, abriendo las piernas y sorprendiéndose al ver como ella, con naturalidad, colocaba sus brazos cruzados sobre las rodillas de éste sin ningún asomo de timidez por aquella postura; siempre le sorprendía como podía ser tan tímida e ingenua para unas cosas y como hacía otras, como aquella, sin siquiera darse cuenta.

-¿Qué ocurre? –volvió a preguntar él.

-Sólo estaba pensando… -le contestó ella, a juzgar por la mirada de Harry, Verónica se dio cuenta de que aquella respuesta no era suficiente para lo que él quería saber-. ¿Y si el director Dumbledore sólo ha sugerido que me pasen de curso para poder ganarse mi confianza pretendiendo que te espíe para él? –preguntó la chica.

Harry se sorprendió; aquello era precisamente lo que él había pensado y aquel era el motivo por el que le había pedido a los dioses que le ayudasen a saber qué pensaban los demás profesores; dependiendo de lo que opinara el resto del profesorado, movería los hilos hacia un lado u otro.

-Ni siquiera te plantees eso –le pidió Harry resuelto-, Snape dio su aprobación para tenerte en su curso de sexto –añadió como si eso lo explicara todo.

Verónica parpadeó.

-¿El profesor Snape me aceptó en su curso? –preguntó incrédula.

-No sólo eso –le contestó Harry-; sus pensamientos exactos fueron "ya era hora de que se diera cuenta del potencial que esa niña está desperdiciando en cuarto".

-¿Estás seguro?

-Claro, yo me ocupé de leer los pensamientos de Snape –le guiñó un ojo-. Así que ni siquiera te plantees el hecho de estar capacitada para estar en sexto; lo estás, eres inteligente Verónica, mucho más de lo que muchos de séptimo lo serán nunca, así que ni siquiera pienses que no puedes estar en este curso ¿de acuerdo? –dio un salto ágil y se quedó de pie frente a ella, acuclillándose frente a ella y mirándola divertido-. ¿De acuerdo? –volvió a preguntar.

Ella asintió sonriendo a medias.

-De acuerdo… -murmuró antes de que Harry la besara suavemente consiguiendo que ella diera un pequeño ronroneo de satisfacción que al chico le gustó tanto como le impresionó ya que parecía que lo había hecho sin darse cuenta de ello.

-Es tarde… -murmuró él-… te acompañaré a la torre; si Filch te encuentra tendrás problemas… -la besó de nuevo.

-Vale… -fue todo lo que ella pudo contestar antes de que él la besara de nuevo.

-------------------------------------------------------------------------------------------------------

-¿Qué? –el gritó de Hermione Granger podría haberse escuchado sin ningún tipo de problema hasta los límites de Hogsmeade.

Verónica no respondió; simplemente siguió mirando su libro de pociones avanzadas mientras se llevaba una tostada con mermelada de fresa a la boca y le daba un bocado pequeño, lo justo para engañar al hambre.

Hermione le quitó el libro de las manos y lo cerró fuertemente antes de dejarlo en la mesa al lado de ella de forma que Verónica no lo pudiera recoger. La chica suspiró y mirando de reojo a la mesa de los profesores se alegró de que Harry aún no hubiese bajado a desayunar.

-¿Qué pasa ahora, Granger? –preguntó Verónica.

-Imagínate mi sorpresa cuando la profesora McGonagall me ha pedido que te pasara un horario de sexto curso porque parece ser que a partir de ahora tomarás clases con nosotros –le dijo con ironía y desdén la castaña mirándola- ¿Se puede saber por qué?

Verónica la miró y se encogió de hombros.

-Pregúntaselo a los profesores y al director Dumbledore –le contestó Verónica simplemente.

-Eso es lo que voy a hacer, voy a ir a hablar con el director y a explicarle que una niña de catorce años no puede estar en sexto curso. Estamos en un nivel muy avanzado para ti.

No lo iba a hacer; no iba a entrar a discutir con Hermione Granger; no iba a hacerlo por mucho que la chica se estuviera comportando de forma estúpida. Verónica rodó los ojos cuando vio la cabellera rojiza de Ron Weasley aparecer por la puerta del Gran Comedor. Hermione se giró para ver que era lo que ella estaba viendo y sonrió satisfecha cuando vio a Ron, sabiendo que el chico la apoyaría.

-¿Se puede saber qué haces aquí? –le preguntó el pelirrojo mirando a la castaña-. Creí que habíamos quedado para venir a desayunar juntos. Buenos días, Ollivers.

-Buenos días, Weasley –contestó Verónica-. Granger está ocupada preguntándome si le he hecho un lavado de cerebro a los profesores para que me admitan en sexto curso, supongo que por eso no te ha esperado para desayunar.

Ron miró a Hermione y suspiró.

-Sinceramente, Hermione, no creo que Ollivers haya sido capaz de poner a todo el profesorado a su favor, así que dale su horario y vamos a clase, tenemos que pasar por el despacho del director antes de que empiecen las clases, ¿recuerdas? –dijo al tiempo que tomaba dos manzanas del frutero, y envolvía cuatro tostadas en una servilleta para comérselas con cara de resignación. Verónica fue testigo de cómo el chico tomó a Hermione de la mano y la sacó literalmente del comedor. Parpadeó sin entender qué había pasado allí.

-Mi hermano comete muchos errores, pero a veces hace algo bueno –escuchó una voz risueña cerca de ella.

-Supongo… -contestó Verónica aún perpleja-. Perdona, pero ¿qué acaba de pasar aquí? –le preguntó a Ginevra Weasley.

Pocas veces había hablado con Ginny; la conocía más que nada porque era una de las cazadoras del equipo de quiddich y porque siempre estaba con Neville Longbotton, además, quizá Ginny era una de las pocas personas a quien Harry no miraba con aquel rencor perpetuo que parecía que nunca se iba a terminar.

-Nada –se encogió de hombros-. Pero creo que Ron está dándose cuenta de lo que ha hecho y de lo que ha ocurrido –comentó la chica con aquella sonrisa sincera que contagió a Verónica-, dile a Harry que seguramente Ron intente disculparse pronto. Tengo clase y llego tarde, nos vemos.

No importaba lo mucho que estuviese acostumbrada a que le hablasen de la energía que la chica parecía tener siempre, Verónica siempre se quedaba sorprendida con la fuerza que transmitía cada gesto de la pequeña de los Weasley, aunque, tal y como supuso Verónica con una media sonrisa, crecer siendo la única chica y además la pequeña de siete hermanos, debía de causar que aprendieras a defenderte, sobre todo teniendo a los gemelos Fred y George como hermanos.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------

Los susurros no se hicieron esperar; tan pronto Verónica Ollivers se acercó a la puerta de la clase de pociones de sexto, los chicos la miraron preguntándose qué diablos hacía una chica de cuarto en aquel lugar a aquellas horas, algunos de ellos, incluso se atrevieron a hacer apuestas sobre lo que el profesor Snape le haría a la chica en cuestión si la veía allí.

Pero la chica ya estaba demasiado acostumbrada a que la criticasen y la mirasen de reojo, tanto en el mundo muggle como en el lógico, como para inquietarse por aquello; aún así, tuvo la precaución de murmurar un hechizo de protección mientras se apuntaba a sí misma con la varita y con cierto disimulo.

-¿Se puede saber qué haces? –le preguntó una voz conocida apareciendo a su lado.

-Bueno, teniendo en cuenta la mirada que me ha lanzado Granger esta mañana, he pensado que lo más sensato era protegerme –le contestó Verónica con una sonrisa sarcástica.

-No deberías de preocuparte por esas cosas –le recomendó Harry con una sonrisa-. Hay un hechizo sobre ti que impedirá cualquier intento de ataque mágico o físico –añadió al ver el modo interrogativo en que ella le miraba.

-¿Insinúas que no puedo defenderme sola? –preguntó Verónica a quien la idea de que ese fuese el concepto que Harry tenía de ella no le agradaba en absoluto.

-Sé que puedes defenderte sola, míralo de este modo; yo puedo defenderme solo y Derin, Giliath y Erebor siempre están a mi lado…

Verónica resopló.

-De acuerdo… pero la próxima vez que hagas algo así me gustaría que me lo dijeras antes, ¿sabes? –Harry asintió-. Eres imposible… -añadió ella con una risita suave que indicaba que no estaba enfadada.

Harry le sonrió y se inclinó para besarla en los labios despacio, despertando más comentarios a su alrededor, lo que hizo que ella se sintiera incómoda y se separara. Harry frunció el ceño.

-No hagas eso –le dijo a la chica que había bajado la cabeza hacia el suelo. Verónica le miró-. Pienso besarte muchas más veces sin importarme quién esté delante, ¿entendido? –le acarició la barbilla y ella le sonrió a medias.

-Es que aún no me acostumbro –le contestó la chica.

Harry se encogió de hombros mientras le pasaba un brazo por encima a ella.

-Pues tendrás que acostumbrarte –de repente frunció el ceño-, por cierto, no te he visto en el desayuno.

-Desayuné pronto –le contestó ella. Harry la miró desconfiado-. Es cierto, Weasley estaba allí.

-¿Weasley? –preguntó Harry receloso.

-Ginny –se apresuró a aclararle la chica-. Y además me dio un mensaje para ti –Harry la miró enarcando una ceja-. Me dijo que te preparases porque seguramente su hermano estaba a punto de pedirte perdón.

Harry asintió pero no hizo ningún comentario. No le dio tiempo a hacerlo antes de que Parvati se plantara delante de ellos dos con aquella sonrisa pícara que tan mal presagio causaba siempre en el chico de ojos verdes.

-¿Es verdad? –les preguntó. Ambos se miraron-. Que estáis juntos, ¿es verdad que estáis saliendo juntos? –les preguntó de nuevo.

Verónica se sonrojó y Harry sonrió para sí mismo al ver la reacción de la chica que tenía al lado.

-¿Por qué tanto interés?

-Bueno, se rumorea que estáis juntos porque los dos sois partidrios de Quién-tú-ya-sabes –les contestó la chica sin perder la sonrisa, aunque temblando ligeramente al pronunciar la presencia de Voldemort, cosa que hizo que Verónica y Harry rodasen los ojos.

Harry miró alrededor; era cierto que la mayoría de los alumnos que estaban allí parados y los que pasaban para ir a sus respectivas casas parecían tener un especial interés en ellos dos, en lo que hacían y decían y no se equivocaba mucho si creía que casi todos ellos estaban mirando en aquellos momentos el modo en que él tenía un brazo pasado por encima de los hombros de la chica con naturalidad. Pero fueron sus ojos; aquellos ojos vivos e inteligentes que tan bien conocía y que tantas veces habían sido los primeros en ver al despertar de una pesadilla los que más le miraban. Harry ladeó la sonrisa y miró a Parvati fijamente.

-¿Acaso te importa? –le preguntó enarcando una ceja-; dile a Granger que si tanto le interesa que lo pregunte ella misma –le dijo el chico haciendo que Parvati se sonrojara; Harry chasqueó la lengua separándose de la pared donde había estado apoyado mientras colocaba una mano en la cintura de Verónica para guiarla-. Vamos, la clase está a punto de empezar –le indicó con suavidad.

Tanto Harry como Verónica sabían cual sería el comentario general en cuanto terminaran aquella clase; no sería el hecho de que los hubieran visto besándose cosa que significaba que estaban saliendo juntos, ni tampoco comentarían el modo en que Harry Potter se había sentado en medio de Verónica y de Draco Malfoy, su enemigo, y mucho menos se referirían al hecho de que esa chica de cuarto hubiera pasado a sexto de repente; no, sin duda, el comentario general y que se correría como la pólvora sería el comportamiento de Severus Snape cuando entró al aula.

Y es que contra toda predicción, el profesor había mirado a Verónica con una ceja enarcada pero no había hecho ningún comentario más que una frase "estoy seguro de que aprenderá todo lo que pueda, señorita Ollivers". Después de eso y antes que la clase asimilara aquel nuevo comportamiento algo más civilizado de su profesor al que estaban acostumbrados, Snape indicó la poción que debían hacer, dejó los ingredientes en las mesas y escribió el modo de hacerlo correctamente en el pizarrón, todo con un simple movimiento de varita. No dijo nada más en toda la clase.

-Creía que esta poción estaba prohibida –le murmuró Verónica a Harry mientras cortaba las raíces de sándalo y el chico trituraba la piedra de boldon utilizando un cuchillo encantado para ese fin. Harry se encogió de hombros.

-A veces nos pone a prueba pensando que no seremos capaces de hacer algo así –le dijo el chico como toda respuesta-. Otras veces simplemente nos borra la memoria cuando salimos de clase –Verónica lo miró-, no te preocupes, a nosotros no nos la borrará –le aseguró él.

-¿Cómo estás tan seguro?

-Porque estoy leyéndole la mente ahora mismo –contestó Harry. Ella sonrió a medias y negó con la cabeza mientras seguía con lo suyo-. ¿Qué? –le preguntó con una leve risita.

-Nada, es sólo que a veces olvido lo que eres capaz de hacer…

-¿Y eso te asusta? –le preguntó el chico.

-No –contestó ella muy segura de sí misma-. Sé que nunca harías nada que me hiciera daño.

-Bien –le sonrió él-, me alegro que pienses eso –miró a ambos lados y sin importarle que algún alumno pudiera verles, sólo procurando que Snape no les viese y en aquellos momentos parecía demasiado ocupado en el caldero de Ron, Harry la besó en la frente.

-Además, si me haces algo sé que Feamor te lo hará pagar –señaló ella con una sonrisa divertida que iluminó su rostro.

Harry suspiró.

-Sí, seguro que tienes razón; eres la única que puede acercarse tanto a él sin que yo esté delante…

Verónica rió suavemente mientras terminaba de cortar. Un leve chasquido con la lengua la hizo mirar hacia Harry que había dejado el cuchillo sobre la mesa y estaba resoplando en aquellos momentos.

-Harry, ¿estás bien?

El chico asintió cabeceando mientras se apartaba el cabello de la frente; estaba bien, sólo le había cogido desprevenido. El tatuaje que llevaba en el tobillo izquierdo le pinchó en la piel y el chico de ojos verdes ahogó un grito más por la sorpresa que por otra cosa. Stell nunca se comunicaba con él, generalmente, el Príncipe de Ahsvaldry avisaba a alguno de sus guardianes y éste avisaba a Harry de que algo ocurría.

-¿Estás bien Harry? –le preguntó Verónica de nuevo, dejando de lado el caldero humeante con la poción casi lista. El chico la miró y negó con la cabeza suavemente-. ¿Qué ocurre?

-Tengo que irme –le dijo empezando a recoger sus cosas-, estaré bien, Derin y Erebor vienen conmigo, ve después de clases a mi habitación, ¿llevas la daga encima? –ella asintió; desde que Harry le había dicho que únicamente cuando la daga oscura estaba con ella él no estaba tentado de utilizar la magia negra que lo atraía, Verónica la llevaba siempre con ella-, bien, no te separes de Remus, ¿de acuerdo? –ella asintió.

-¿Le ocurre algo, señor Potter? –le preguntó la voz de Snape mirándolo fijamente.

Harry casi rompió a reír cuando vio el brillo de preocupación en los ojos del profesor, cualquiera que le hubiera dicho que llegaría el día en que Snape se preocupara de él de alguna forma, seguramente lo había mandado al psiquiátrico sin dudarlo.

-Perdone profesor, pero tengo que irme ahora mismo, urgente –dijo poniéndose de pie ante el estupor general que había causado que le hablara de aquel modo al profesor de pociones.

El silencio se hizo presente en el aula de pociones, todos esperando una respuesta por parte del profesor; Harry resopló cubriéndose la cicatriz con el cabello al notar que tanto Hermione como Ron miraban hacía la cicatriz de la frente, antes de dirigirles a ambos una mirada fría e indiferente.

-Puede irse señor Potter –afirmó el profesor Snape.

-Gracias profesor –contestó con sarcasmo Harry. Se giró hacia Verónica-. Haz lo que te he dicho –le susurró antes de besarla y salir de la clase como si no hubiera pasado nada.

Dentro del aula, las miradas se clavaron en Verónica que siguió cortando los ingredientes, consciente de que la estaban mirando. La voz del profesor acalló los comentarios y las miradas.

-¿Se puede saber a qué esperan? Las pociones no se harán solas. Zabinni, trabaje con Ollivers.

----------------------------------------------------------------------------------------------------------

Bueno, se acabó lo que se daba por hoy…

Sé que lo he cortado de forma abrupta, pero tenéis que comprenderme, dentro de dos semanas empiezo los exámenes de la universidad y estoy un poco saturada a final de este semestre, las asignaturas no han sido fáciles, así que… en fin…

A lo que iba, espero que os haya gustado, ya sabéis, dejad vuestro mensaje después de oír la señal…. (ups, no, eso es de un contestador, ¿verdad?)

Bueno, en todo caso, dejad vuestro review.

Un besito a todos, disfrutad de la semana y sed buenos, ok?

Nos leemos pronto!

En el próximo capítulo…

"-Cuando haces esto te odio

-¿Cuándo hago el qué?

-Cuando consigues dejarme sin palabras"

"-También la has intentado avisar ¿no?

-He pensado que como a mí me ha ignorado, deberías llamarla tú

-Remus me matará…"

"-Los pegasos negros son muy orgullosos, no suelen inclinarse ante nadie salvo ante su dueño.

-Pero… él también es un niño Remus"

¡-¿Qué hace esto aquí? La planta con la que se hace esta poción sólo existe en el mundo mortal.

-Voldemort está detrás de esto

-¿Qué es lo que te preocupa, Ainur?

-Nadie puede entrar en Ahsvaldry

-Alguien de aquí está ayudando a Voldemort

-Es el único retrato de ella, la primera guardiana… ¿era esto lo que buscabas?

-Es ella… es igual que Verónica…

-No es sólo la guardiana de la daga oscura Harry… su espíritu y su magia pura es lo único que se interpone entre tú y el poder que la daga puede ofrecerte para tentarte…

-A Verónica, tú sabías que ella es la guardiana de la daga, y tú sabías que estamos destinados a estar juntos y tú sabías que…

-La quieres mucho, ¿verdad?

-La perfección está en los ojos a través de los que se mira Harry

-Me pidió que te recordara que aunque no le veas, siempre estará a tu lado…"

"-¿Dónde está Potter?

-No está en el castillo

-Tengo que hablar con él, es urgente"

"-A mí tampoco me agrada la idea, pero supongo que querrás saber qué hace aquí ¿no?

-Harry, la carta, Blaise, urgente, ataque, tienes que hacer algo.

-Harry James Potter, te acabas de portar como un idiota

-Avisaré a la Orden

-Yo no estoy celoso"