Hola a todo el mundo! Bueno, que tal estáis? Si sois estudiantes universitarios de España, supongo que estáis ahora con los examenes ¿verdad? Bueno, si os sirve de consuelo, yo también estoy con ellos. Y si sois estudiantes que tenéis que hacer el examen de ingreso para la universidad… mmm… un consejo; relajaos y leed las preguntas dos veces, siempre ayuda. Y si simplemente sois estudiantes… pues… eh…. Estudiad que se acerca el final del curso :p Y si no estudiáis pues bueno, mmm… trabajad, el trabajo es salud (ya claro… si el trabajo fuera bueno todos los millonarios trabajarían en lugar de vivir del cuento)

En fin, que me desvío… Muchas gracias a:

Battousai-clau, linkillo, anfitrite, gisaku, lala-potter, bronwyn-bm, pedro, rochy true, Kain Radamthys, Arwenej, Iserith, carolagd, osma pafdez, Anaelisa, Elias

Por vuestros reviews y opiniones.

Espero que este capítulo os guste.

Aps, y no olvideis que los personajes salvo los míos, son de J.K. Rowling… Es que hacía bastante que no lo ponía :D. Nos leemos abajo.

CAPITULO 32. Sueño Oscuro

"Giliath lo miró preocupada; pese a que no había dicho nada ni había hecho nada por impedirle que cometiera esa pequeña locura, podía ver en los ojos de la diosa la preocupación que le suponía que él quisiera hacer aquello. Le sonrió de forma tranquilizadora.

-Estaré bien –le prometió.

-Ainur… ¿estás seguro de que quieres hacer esto? Quizá sea…

-No es peligroso, Giliath –le contestó el chico antes de que ella terminara la frase.

-No, no lo es, pero quizá resulte algo difícil para ti.

-Sé lo que hago Giliath; he hablado con mi madre, ahora lo justo es que hable con mi padre.

-Pero te resultará más difícil llegar a su plano; en el lugar donde está su alma, no hay ningún vínculo con Lahntra, el poder de la diosa no te servirá para estar consciente demasiado tiempo y cuando regreses a tu cuerpo quizá no estés recuperado y no…

Harry colocó una mano sobre la de la diosa y sonrió para sí al notar cómo ella estaba temblando ligeramente.

-Estaré bien Giliath; además, cuando regrese a mi cuerpo, tú estarás aquí, por eso te he pedido que me acompañaras, no para que me recuerdes todos los motivos por los que no debería hacer esto, si no para que me recuerdes por qué debo hacerlo… -le sonrió y le guiñó un ojo-. Además, sé que si ocurre algo, tú me protegerás.

-Eso sin dudarlo –le contestó la diosa con una media sonrisa.

-¿Empezamos? –preguntó el chico tumbándose cómodamente en el sofá blanco que ocupaba parte de la estancia en la que se encontraban.

Las manos de Giliath se movieron con agilidad sobre la cabeza del chico, liberándolo pronto de los pensamientos superfluos que podían estar ocupando su mente en aquellos momentos; era un simple bloqueo temporal para ayudarlo a acceder más fácilmente al plano de las almas mortales, lugar donde el chico quería ir a ver a su padre y a su padrino.

-Hazme un favor Ainur… -susurró la diosa. Harry emitió un leve ronroneo, señal de que la había escuchado-; dile que aguante un poco más… -le susurró. Harry gruñó a modo de respuesta y la diosa sonrió sabiendo que su mensaje llegaría donde tenía que llegar."

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-Has mejorado mucho –le felicitó Giliath mientras le acercaba un vaso con un líquido anaranjado que Remus tomó con cierto recelo-, tiene un sabor bueno, Erebor la hizo –le aseguró la diosa instándolo a que se lo bebiera.

El licántropo lo hizo y tuvo que darle la razón a la diosa; aquella poción no sabía tan mal como las que había tomado en la enfermería del colegido siendo niño después de cada luna llena y de su transformación.

-Pero aún sigues entrando en mi cabeza –gruñó Remus evidentemente enojado.

Giliath sonrió apacible sentándose en el apoya brazos del sillón en el que cual el hombre se había dejado caer después de su clase diaria de oclumancia; pasó una mano por el cuello del hombre y lo besó en la rente mientras su otra mano buscaba la de él, encontrándola descansando sobre su pecho.

-Claro que sigo entrando en tu cabeza, soy una diosa, ¿recuerdas? –le dijo a modo de broma. Remus le sonrió a modo de respuesta.

-¿Crees que lo conseguiré pronto?

Ella asintió y en un arranque juvenil e infantil que no supo de donde había salido pero que únicamente estaba con ella cuando Remus estaba cerna, la diosa se dejó resbalar desde donde estaba semi sentada hasta las rodillas de él, aprovechando para rodear el cuello del hombre con ambos brazos.

Remus la miró unos segundos en silencio para sonreírle.

-Eres preciosa… -le susurró antes de besarla suavemente en los labios.

-Forma parte de la descendencia de los dioses…

Remus negó.

-No, no es eso; eres tú; es tu alma, es tu aura… puedo sentir tu magia rodeándote, magia dulce, poderosa, amable… eres tú… tú eres preciosa…

Ella le sonrió.

-Cuando haces esto te odio –le dijo ella con una sonrisa que indicaba que no le odiaba para nada. Él sonrió.

-¿Cuándo hago el qué? –le preguntó.

-Cuando consigues dejarme sin palabras –le contestó ella.

-Entonces ahora me vas a odiar mucho… -alcanzó a decirle él antes de inclinarse hacia ella y besarla en los labios.

Giliath tuvo que reconocer que él tenía razón; odiaba que la dejaran sin palabras y en aquellos momentos, no podía hablar, tan sólo podía sentir.

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Derin miró hacia la puerta cortando la explicación de cómo coger un arco de forma que la flecha hiciera un arco perfecto; la clase entera lo miró eseperando que hiciera algún gesto, cuando un Ravenclaw de séptimo iba a hablarle después de la insistencia de sus compañeros de clase, la puerta de madera sonó un par de veces y Harry Potter entró en el aula.

Pese a ser un año más pequeño que los que estaban en aquella sala, Harry notó como lo miraban; unos con cierto respeto pero en su mayoría era temor y miedo, no tenía necesidad de entrar en sus mentes para saber lo que estaban pensando, podía leerlo en sus ojos.

Ignorando las miradas que le dirigían, Harry se acercó a Derin y se lo llevó lejos de los chicos para hablar con él.

-Stell me ha llamado –le susurró en voz baja.

Derin lo miró fijamente con preocupación; no era buena señal. El Príncipe siempre lo llamaba a él primero y él era quien avisaba a Harry o Erebor, o Giliath, pero nunca llamaba a Harry si no era por algo extremadamente necesario y peligroso; el contacto entre ambos, al ser de la misma descendencia, vibraba con la más baja frecuencia y era capaz de hacer temblar todo el reino de Ahsvaldry, en realidad, ese era uno de los motivos por los que los descendientes de Lahntra siempre necesitaban de un guardián.

-¿Lo saben Erebor y Giliath? –Harry negó con la cabeza y el dios lo miró enarcando una ceja.

-¿Qué? Estaba en clase de pociones, acabo de salir de allí y no creo que Stell me haya llamado porque me echa de menos, así que no me mires de esa forma ahora, ¿quieres?

Derin le sonrió conciliador.

-Vamos.

-¿Y tu clase? –preguntó Harry haciendo una señal con la cabeza hacia los chicos que los estaban mirando. Derin resopló y miró a Harry con los ojos entrecerrados-. Ni se te ocurra pensarlo, si les digo algo son capaces de correr el rumor que Voldemort está atacando el castillo –esta vez el dios guerrero sonrió a medias antes de girarse hacia la clase.

-Se ha acabado la clase –dijo simplemente antes de abrir la puerta y salir al pasillo ante la atónita mirada de los alumnos.

Harry sonrió divertido mientras negaba con la cabeza siguiendo los pasos del dios, murmurando para sí mismo que Derin nunca cambiaría. Cuando uno de los alumnos le preguntó a Harry, no sin algo de miedo, qué era lo que ocurría, Harry se limitó a encogerse de hombros y a mantenerse callado mientras salía de allí.

-¿Un portal? –preguntó Harry cuando se puso a la altura del dios. Derin asintió en silencio aunque a regañadientes. Nunca se acostumbraría a los portales de fuego de Harry y nunca entendería cómo podía gustarle tanto crear portales de fuego cuando su elemento natural era el aire.

-He avisado a Erebor –le comunicó el dios-. ¿Llamamos también a Giliath?

Harry extendió su aura por los pasillos de Hogwarts hasta localizar la magia de la diosa y se ruborizó ligeramente al encontrarla bastante alterada junto al aura inconfundible de Remus; carraspeó y miró a Derin que parecía mantener la compostura aunque el brillo pícaro en sus ojos era demasiado delator.

-También la has intentado avisar ¿no? –adivinó el muchacho. Derin asintió satisfecho.

-He pensado que como a mí me ha ignorado, deberías llamarla tú –le contestó el dios con una media sonrisa.

-Remus me matará… -se resignó el muchacho ante la divertida sonrisa que bailaba en el rostro de su compañero de batalla.

"-Giliath, te necesito ahora –la llamó.

-¿Ainur? –preguntó la diosa dentro de su cabeza -¿Qué ocurre?

-Lamento interrumpir tus… em… tu descanso… -dijo el chico intentando sonar delicado y con tacto-; te necesito en Ahsvaldry ahora, Erebor ya está de camino y Derin y yo vamos a crear un portal.

-¿Ha ocurrido algo? –preguntó la diosa preocupada. Harry no sabía qué contestarle-. ¿Ainur? –insisitó Giliath.

-Stell me ha llamado. Personalmente –añadió.

-Creo un portal y estoy allí enseguida"

-Voy a matarte por obligarme a hacer esto –le dijo mirando a Derin.

-Tú me obligas a viajar en un portal, yo te obligo a avisar a Giliath –se encogió de hombros Derin con simpleza-. Vamos, veamos qué quiere Stell.

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El pegaso permanecía quieto, de pie, mirándola fijamente, reconociéndola y casi examinándola con a mirada más como si quisiera asegurarse que estaba bien en lugar de asegurarse que era ella.

-Hey, pequeño… -susurró ella para no asustarlo.

Su voz hizo que el caballo relinchara levemente antes de patear el suelo con las patas delanteras y su cabeza se inclinara hacia delante en señal de reconocimiento y mutuo respeto. Verónica sonrió y se giró hacia el hombre lobo que permanecía cerca de ella.

-Vaya…

-¿Tienes hambre? –preguntó ella acercándose al caballo y sacando una manzana de su bolsillo que partió en dos pedazos generosos. Colocó uno de ellos sobre su mano abierta y la acercó a la boca del animal que lo recogió con los labios aterciopelados haciéndole leves cosquillas a la chica-. ¿Qué? –preguntó ante la exclamación del hombre lobo.

-Los pegasos negros son muy orgullosos, no suelen inclinarse ante nadie salvo ante su dueño.

Verónica se encogió de hombros y le tendió al animal el otro trozo de manzana que Feamor engulló rápidamente, dándole a entender al ex profesor que no tenía ni idea de por qué Feamor se comportaba de aquella manera con ella.

-¿Sabes? Ha sido una buena idea… -acarició el lomo del animal mientras éste se dejaba hacer tranquilo y dócil-…Feamor me relaja… -sonrió-. En cierto modo me recuerda a Harry… Dulce y tranquilo… pacífico… -dejó que sus dejos jugaran con las crines de Feamor quien no pareció disgustado con el gesto-… pero indomable cuando protege a los que quiere o a los que están en peligro…

Remus sonrió.

(flashback)

A pesar de que ya no ejercía como profesor, Remus Lupin sintió una gran satisfacción cuando Verónica Ollivers le pidió que verificara si su ensayo sobre los licántropos que el profesor Erebor les había pedido estaba completo o le faltaba algún dato importante. Mientras él lo repasaba sorprendiéndose a cada palabra de la redacción impoluta y casi perfecta de aquella chica, Verónica no podía estarse quieta y no hacía más que sentarse, levantarse, hojear los libros que habían por allí encima, volverse a sentar, mirar el fuego, volver a levantarse y pasearse por toda la estancia, todo ello girando la cabeza hacia la puerta cada tres o cuatro minutos lo que le ganaba en un principio una sonrisa comprensiva del hombre pero que se había transformado en algunos resoplidos de resignación y nerviosismo.

-No porque mires más hacia la puerta van a venir antes –le aconsejó Remus con cierta diversión.

Verónica le sonrió a medias.

-Lo sé es sólo que… -se sentó de nuevo, esta vez, cerca de donde él estaba y apoyó su barbilla entre las manos entrelazadas sobre la mesa-… Harry estaba preocupado de verdad y me asusta creer que…

-¿Sabes qué haremos? –el hombre lobo se levantó dejando el pergamino de ella sobre la mesa-. Vamos a ir a dar un paseo al bosque, a ver a Feamor, ¿qué te parece?

-No sé si… pronto será luna nueva –dijo ella que se había memorizado casi por completo el calendario lunar.

-Aún falta una semana –le quitó importancia el hombre-. Feamor estará nervioso porque no nota el aura de Harry cerca de aquí, pero nada más, además, por lo que tengo entendido –la miró con diversión-, puedes controlarlo.

Ella se encogió de hombros antes de levantarse y tomar su capa para salir de la habitación siguiendo al hombre; Harry le había dicho que no se separase de él y ella no tenía ninguna intención de hacerlo.

(fin flashback)

-Te dije que te sentaría bien –argumentó el hombre. Ella asintió-. Harry es más fuerte de lo que pensamos, Verónica, sea lo que sea por lo que ha tenido que irse, estará bien, no debes preocuparte.

Verónica negó suavemente.

-Sé que es fuerte, sé que todos esperáis que él salve el mundo, que nos libre de Voldemort y de la pesadilla que él supone para magos y muggles pero… él también es un niño Remus –le miró sonriendo a medias, con cierta nostalgia-, nunca se le ha dado la oportunidad de tener una vida normal y cada vez que parece que la va a tener, algo pasa y esa felicidad a medias se ve truncada… No es justo… ¿Por qué no le pueden dejar ser simplemente Harry?

Remus sonrió a medias; aquellas palabras le recordaron sin querer a lo que dijo James el día que se declaró a Lily en medio del Comedor "Deja de llamarme Potter, te quiero, y soy James, sólo quiero ser James para ti".

Remus sonrió de nuevo; recordaba aquel momento de su vida como si hubiera pasado hacía dos semanas, no más de diecisiete años.

-Volvamos dentro… Es casi la hora de cenar y si Harry se entera que te he alejado del Gran Comedor, quien tendrá que enfrentarse a él seré yo –bromeó.

Verónica rodó los ojos pero asintió con firmeza.

-Adiós, pequeño… -dijo acercándose hasta la cabeza del animal y rodeando el cuello del mismo en un abrazo que el animal respondió cabeceando con docilidad-. Harry volverá pronto, ¿de acuerdo? Y los dos estaremos aquí para saber qué ha ocurrido.

Remus sonrió. Sí. Definitivamente Verónica era tan especial como lo había sido su madre.

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La lechuza negra propiedad de su madre picoteó a Nott que quiso tomar la carta que llevaba; Blaise se levantó del sillón donde estaba sentado con Pansy esperando a que fuera la hora de ir a cenar y con una media sonrisa, se disculpó con Theodore diciéndole que era un ave muy arisca, lo que no le dijo era que Fire sólo se dejaba acariciar y permitía que la acariciaran aquellos que tenían el corazón libre de oscuridad.

Pansy se acercó hasta Blaise cuando empezó a leer la carta en silencio en un rincón de la sala común de las serpientes y estiró su brazo de forma que la lechuza se posó sobre su mano. La chica observó como su novio leía la carta y sus manos temblaban ligeramente.

-¿Qué ocurre, Blaise? –le preguntó la chica.

-Es de mi madre… -susurró él.

Era demasiado peligroso hablar de aquello, pero resultaría igual de peligroso salir de la sala común para hablar de ellos, sabiendo que en aquellos momentos, con la condena de Draco en las mazmorras, todo el mundo sospechaba de todo el mundo.

-vuelve con mamá –ordenó a la lechuza.

Guardó la carta entre su túnica y la capa mientras el ave alzaba el vuelo y desaparecía por la misma ventana por la que había entrado; Blaise tomó a Pansy de la cintura y la arrinconó en uno de los rincones de la sala común, cerca de la chimenea, donde el lugar era más oscuro que en el resto de la sala; cualquiera que los viera, sólo pensaría que se estaban besando, como hacían las veinticuatro horas del día, nada raro, nada sospechoso.

Blaise inclinó su cabeza hacia el oído de Pansy y le susurró unas palabras que hicieron que ella abriera los ojos de forma desmesurada.

-Tienes que contárselo a Potter –dijo la chica.

Blaise asintió. Él había pensado lo mismo.

-Voy a ir al Comedor, espera dos minutos y luego ven a buscarme. Si te preguntan, Snape me había mandado a llamar, ¿de acuerdo? –ella asintió.

-Ten cuidado, si te ven hablando con Potter…

-Lo sé –la besó con suavidad-. No pasará nada. Te quiero.

-Te quiero… -le susurró ella cuando él ya se estaba separando.

Nott miró a Blaise que salía de la sala común con su habitual porte elegante y miró a Pansy enarcando una ceja mientras la chica se colocaba bien su túnica y se retocaba el cabello; cuando le preguntó que a dónde iba Zabinni, ella se encogió de hombros y con toda la frialdad que la había caracterizado durante los años que había pasado junto a Draco, le contestó un seco "a ver a Snape, no sabía que teníamos que darte explicaciones de a donde vamos y de dónde venimos", una respuesta que dejó a Nott receloso, pero incapaz de reprocharle nada.

Dos minutos después ella también salía de la sala común. Esta vez, Nott no le dijo nada.

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No reconoció el rostro de Stell cuando salió del portal de viento que lo había transportado hasta allí. No reconoció en aquel rostro cansado el mismo rostro alegre que había dejado no hacía mucho tiempo; sabía que el tiempo pasaba más deprisa en Ahsvaldry que en el mundo mortal, pero a los demás no se les notaba tanto… sólo era Stell. Aún conservaba su porte elegante y aquel brillo en sus ojos que le hacían lo especial que era, desde luego, pero había perdido la tersidad de la piel y pequeñas arrugas cubrían su rostro donde antes no había nada.

A su lado, Angark se erguía en toda su altura, mirándolo a través de sus ojos fríos, sosteniendo a su lado el báculo que lo representaba como mano derecha del Príncipe de Ahsvaldry. Erebor ya había llegado y estaba junto al Príncipe y Giliath que tenía las mejillas sonrosadas Harry no quiso saber por qué aunque se imaginaba que cierto licántropo tenía algo que ver con su estado alterado. Derin masculló algo a su derecha acerca de portales y remolinos a lo que Harry no prestó demasiada atención.

El chico se dirigió hacia Stell ante quien se cuadró haciendo el saludo de los Lobos Grises antes de hacer una reverencia formal que el Príncipe cortó con un gesto antes de abrazarlo con fuerza.

-Lamento haberte asustado llamándote, Ainur –le dijo el hombre-. Pero necesitaba que vinieras enseguida.

-Me preocupaste, abuelo –le dijo con una media sonrisa el chico-. ¿Qué ha ocurrido?

-Voy a ver a los shyggards –le comunicó a Harry el dios guerrero.

-En realidad, Derin, ¿podrías quedarte con nosotros un poco más? El escuadrón esperará a que regreses de donde tenemos que venir, por favor.

Derin asintió.

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Harry miró con cierta preocupación a Derin que parecía permanecer impasible ante la escena que estaban viendo; tres soldados de Ahsvaldry, tres shygards permanecían inertes y con expresiones de terror en sus rostros, sobre el frío suelo de las mazmorras en las que ellos estaban en aquellos momentos. La puerta de la única celda estaba abierta, las llaves aún estaban puestas en la cerradura mágica, y en la pared de la celda un enorme agujero les anunciaba que la quimera había salido por allí.

Pero Harry conocía bien a Derin y sabía que esa manera de apretar los puños alrededor de las caderas era por algo más que simple indiferencia. Lo comprendía, él también conocía a aquellos tres hombres que ahora estaban allí muertos, tendidos a sus pies, como la única señal de lo que había ocurrido y el silencio que había sobre ello.

-Erebor… -la suave voz de Giliath interrumpió los pensamientos de Harry y se giró para ver como el dios se dirigía hacia donde estaba la mujer que sostenía una botella pequeña, transparente de cristal, entre sus largos dedos.

Harry se dirigió hacia ellos y pasó, voluntariamente cerca de donde estaba Derin, deteniéndose un segundo a su lado, sin mirarle.

-¿Estás bien?

Derin no le contestó; cerró los ojos una vez antes de mirarle. Si bien el chico nunca había entendido como era posible que, en las historias que Remus le había contado de Sirius y su padre, ambos podían compenetrarse con una sola mirada, ahora sí lo entendía porque Derin y él tenían aquella capacidad de entenderse con una sola mirada.

Caminó hasta Erebor que fruncía el ceño en aquellos momentos y se giró hacia Harry cuando el chico llegó a su lado, tendiéndole la botella vacía.

Harry observó el bote y vio que en el fondo de la botella, aún permanecía un poco del líquido oscuro, apenas una gota, seguramente, pero suficiente para reconocer aquel color y aquel olor e identificarlo como lo que era.

-Sueño oscuro… -murmuró Harry mirando a Erebor que asintió corroborando lo que el chico decía-… ¿qué hace esto aquí? La planta con la que se hace esta poción sólo existe en el mundo mortal.

-Cierto, nadie podría sospechar que los pétalos de una rosa negra combinados con ciertos ingredientes pudiera fabricar la poción perfecta de la muerte… -añadió Erebor aún mirando la botella-. ¿Crees que…

Harry asintió.

-Voldemort está detrás de esto –sentenció el muchacho-. Envió una vez la quimera contra mí y ahora ha conseguido sacarla de aquí para volver a hacerlo. Habrá que tener cuidado con Malfoy, no le puede pasar nada.

-¿Qué es lo que te preocupa, Ainur? –preguntó Giliath observando que el chico parecía nervioso por algo.

-Nadie puede entrar en Ahsvaldry –dijo Harry. Erebor asintió comprendido qué quería decir el muchacho.

-Alguien de aquí está ayudando a Voldemort –Harry asintió.

-Eso es una tontería –dijo Angark que permanecía cerca de ellos y había escuchado la pequeña conversación entre los tres.

-Olvidaba que tu especialidad es espiar entre las sombras, Angark –lo saludó con cierta descortesía Harry.

Erebor miró a Harry reprendiéndole con suavidad por semejante frase, aunque el chico también vislumbro cierto brillo de reconocimiento por haberse atrevido a decir algo semejante.

-Y yo casi había conseguido olvidar tus modales –le contestó Angark mirándolo de forma despectiva-. Es una lástima que de vez en cuando regreses para recordármelo.

Giliath colocó una mano conciliadora en el hombro de Harry haciendo que el chico no dijese lo que estaba pensando en aquellos momentos, aunque era más que evidente más que nada por la mirada que el muchacho le dirigió al dios en aquellos momentos.

-No fue Ainur quién intentó engañar a un crío para que entrara en la Sala del Tiempo, Angark, y te recuerdo que es el descendiente de Lahntra, así que harías bien en tenerle un poco más de respeto –dijo la voz fría de Derin desde detrás de Harry.

Angark miró al dios guerrero pero no le dijo nada. Sabía que enfrentarse a Derin era enfrentarse no sólo a él y a Ainur, Erebor y Giliath, sino también a todo el escuadrón de Lobos Grises y a los shyggards, y pese a que Angark sabía que era poderoso, también conocía, como toda persona poderosa, sus limitaciones y hasta donde llegaba su poder.

En lugar de decir nada o hacer nada, Angark sonrió de forma altiva a los presentes y con una burlona reverencia formal hacia Harry, se alejó de las mazmorras con aquel porte y elegancia innata que lo caracterizaban.

-No me gusta –dijo Harry mirando hacia el lugar por donde había desaparecido Angark . Y tampoco me gusta que mi abuelo lo tenga en tan alta consideración –añadió.

-Diré que lo vigilen –fue la única respuesta de Derin.

-No lo harán, Angark puede ser un idiota y alguien que no es digno de confianza, pero sigue siendo la mano derecha del Príncipe de Ahsvaldry –dijo Giliath muy seria.

-A Eirin nunca le cayó muy bien… -comentó Harry de forma despreocupada haciendo que Erebor sonriera.

-Iré a verles en un rato –señaló Derin girándose para volver junto a los cuerpos inertes. Harry le retuvo por un brazo-. Estoy bien Ainur.

-No lo estás, pero sé que no me lo vas a reconocer, así que cuando quieras hablar, avísame –se limitó a decir Harry.

Erebor y Giliath no hicieron ningún comentario y siguieron sin hacerlo cuando Derin se alejó de ellos en silencio dejando a Harry preocupado mirando por donde se había ido.

-Rastrearé la zona de magia –comunicó Giliath-, quizá encuentre algo.

-Harry, ¿quieres venir conmigo, por favor? –él asintió -. Quiero enseñarte algo –le dijo el Príncipe colocando su mano sobre el hombro del muchacho.

El chico de ojos verdes miró a Erebor.

-Vigila a Derin sin que se de cuenta –le pidió-. NO creo que esté tan bien como quiere aparentar… -le susurró antes de darle una palmada en el hombro y dirigirse hacia la salida donde su abuelo le esperaba-. Ah, sí, te importaría…

-Yo me encargo de ellos –dijo el dios asintiendo mirando en dirección a los tres cuerpos que yacían inertes en el suelo con expresión de terror en sus rostros.

-Yo lo haré –replicó Derin.

Erebor iba a protestar, pero una mano de Giliath sobre la suya propia hizo que se diese la vuelta para mirarla; los ojos de la diosa estaban opacos, confusos y alertas; hizo un movimiento negativo con la cabeza y Erebor lo entendió. Aquellos eran hombres de Derin y él se sentía responsable de ellos.

-Iremos a avisar a sus familias –susurró Giliath.

Erebor asintió mientras veía como Derin empezaba a alzar el primer cuerpo con sus propias manos y se lo echaba al hombro para poder sacarlo de aquel lugar que se había transformado en su tumba. El dios guerrero ni siquiera pensó en utilizar su magia para hacer aquello.

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-¿Has descubierto quién ha sido? –preguntó Harry con la voz ligeramente neutral.

Stell sonrió a medias, comprendiendo perfectamente la ira y la rabia que en aquellos momentos dominaba el cuerpo de Harry, no sólo era detectable en sus gestos seguros y fuertes al caminar, rígidos movimientos, también en su magia, estaba alterada, poderosa y lo envolvía como si fuera un escudo protector a punto de lanzarse hacia cualquiera.

Stell negó con la cabeza suavemente mientras lo conducía hacia una de las habitaciones del castillo de Ahsvaldry.

-No, Angark está en ello –Harry frunció el ceño-. ¿Ocurre algo?

-No –contestó rápidamente el chico, pero Stell lo siguió mirando-. Sabes que no me gusta Angark, nunca me ha gustado. Y que precisamente sea alguien de Ahsvaldry quién está ayudando a Voldemort tampoco me hace mucha gracia, la verdad –confesó Harry.

-Lo sé –se limitó a decir el dios-, pero pondría mi vida en sus manos, Ainur.

Harry asintió; él también sabía aquello. Ese era uno de los motivos por el que nunca había dicho nada en contra de Angark y por lo que había mantenido en secreto el intento de Angark por meterlo en la Sala de los Tiempos engañándolo, aún sabiendo lo peligrosa que podía llegar a ser aquella habitación para alguien que no supiera lo que estaba buscando. No, no le gustaba Angark. Nunca le había producido buenas vibraciones y eso había sido mucho antes de que Erebor le enseñara a leer en los ojos de las personas su propia alma.

-Sólo prométeme que no confiarás en él tanto como lo haces siempre –le pidió Harry mientras caminaba a su lado a través de los pasillos y corredores del palacio.

-Eres tan desconfiado como tu madre –sonrió Stell a medias-. Angark es un buen consejero, siempre lo ha sido.

-Es demasiado ambicioso, abuelo –le reprochó Harry chasqueando la lengua en un claro gesto de desagrado hacia aquel hombre-, no me gusta y no puedes culparme por ello, sabes que pocas veces me equivoco cuando juzgo a una persona –añadió el chico.

-Si te quedas más tranquilo –dijo Stell deteniéndose frente a una de las puertas-, te prometo que todo lo que le diga a él, se lo contaré también a alguien más ¿de acuerdo?

Harry emitió un leve gruñido.

-¿Harry? –insistió el Príncipe de los dioses. Harry asintió a regañadientes y Stell sonrió-. Bien, hemos llegado.

La puerta sellada. Harry entrecerró los ojos y miró a su abuelo que parecía divertido por la reacción de confusión y sorpresa que se debía reflejar en el rostro del joven. Aquella puerta siempre había estado cerrada incluso para él durante todo el tiempo que había estado en Ahsvaldry, y aunque en un principio había pensado que podía tratarse de una sala semejante a la de la Sala de los Tiempos, después de unos meses de preguntas se había dado cuenta que en realidad nadie había entrado en aquella habitación salvo Stell y, seguramente y para consternación del chico, Angark.

Stell colocó su mano sobre la cerradura haciendo que un leve chasquido se escuchara, como si del otro lado alguien hubiese corrido el cerrojo para permitirles la entrada; Harry sonrió, aquella era la magia de Stell y el que la habitación estuviese protegida con su magia le hacía empezar a entender qué había detrás de aquella puerta.

No se equivocó.

Cuando ambos entraron en la sala Harry desvió sus ojos de inmediato hacia el único cuadro que parecía tener luz propia. Al fondo de la sala, un cuadro que era la mitad de lo que el retrato de la señora gorda ocupaba en la torre de Gryffindor, lo invitaba a verlo, a acercarse, a observarlo y a estudiarlo.

Stell le dio un ligero empujón al chico, juguetón, que sonriendo se acercó al cuadro que hizo recordar a Harry al cuadro famoso de Leonardo daVinci, pintor muggle, ya que, del mismo modo que La Gioconda parecía mirar a todo el mundo, aquella mujer que ahora él estaba mirando parecía mirarlo a él.

Y aunque ya lo sabía, no pudo evitar sentirse emocionado y con aquella extraña sensación de magia pura que flotaba a su alrededor cuando Verónica estaba cerca de él; y es que los ojos de aquella figura femenina que parecían mirarlo directamente, le transmitían el cariño y la ternura que Verónica le ofrecía. Si alguna vez hubiera podido dudar acerca de quién era Verónica, después de ver aquella imagen no había vuelta atrás; Verónica era la guardiana de la daga.

-Es el único retrato de ella, la primera guardiana… ¿era esto lo que buscabas?

La voz de Stell lo sacó de sus ensoñaciones y Harry asintió despacio.

-Es ella… es igual que Verónica…

Stell sonrió a medias.

-No es sólo la guardiana de la daga oscura Harry… su espíritu y su magia pura es lo único que se interpone entre tú y el poder que la daga puede ofrecerte para tentarte…

-Lo sé, abuelo –le dijo el chico sin quitar la mirada del cuado recordando cómo cuando la daga se separaba de la chica parecía llamarle a él.

Stell sonrió.

-Estaré en las mazmorras, veré si alguien vio o escuchó algo… -Harry asintió a medias, sin escuchar del todo las palabras del Príncipe de Ahsvaldry o quizá sin querer escucharlas; en aquellos momentos, sólo pensaba en aquel cuadro.

Escuchó la puerta que se cerraba y el ligero clic que lo dejaba encerrado dentro, no se preocupó, él tenía poder suficiente para salir de allí; el castillo reconocía su magia por ser el descendiente de Lahntra. Una sonrisa surcó su rostro y relajándose, se sentó en el suelo con la espalda contra la pared, sobre su cabeza, el cuado de aquella mujer.

-Pido permiso a Lahntra para que me permita viajar al pasado, para que pueda hablar con ella, para que pueda ver su rostro… -murmuró a media voz-… pido el permiso por el poder de Lahntra, como descendiente de Lahntra que soy… diosa, escucha mi súplica, escucha mi petición.

Un leve destello salió de la lágrima de Lahntra y el chico sonrió mientras notaba como todo su mundo empezaba a borrarse frente a sus ojos y sentía como su alma dejaba su cuerpo temporalmente.

Una mano suave y dulce le dio la bienvenida y él le sonrió. Lily Evans seguía tan hermosa como siempre. Harry nunca se cansaría de mirarla, estaba seguro que podrían pasar años y años viéndola y jamás se cansaría de hacerlo y de descubrir algo nuevo en ella… Quizá eso era lo que más iba a echar en falta… su madre permanecería joven eternamente… y él no podía ver nunca aparecer arrugas en su frente y sus mejillas, y aquellos surcos de la edad dorada alrededor de sus ojos… Para él, Lily Evans siempre sería una mujer adulta pero no madura, delgada, esbelta, con el cabello espeso y rojo como el fuego y los ojos verdes más increíbles que él jamás había visto en ningún otro sitio salvo en su propio rostro cuando se miraba a un espejo… Lily siempre sería igual de hermosa no importaba lo que pasara y aunque para muchas mujeres conservar la perfección eterna que Lily tenía en sus manos era algo muy importante, Harry había aprendido a conocer a su madre lo suficiente para saber que ella preferiría haber envejecido junto a James en el mundo mortal que permanecer ajena al paso del tiempo por el resto de su eternidad.

Como cada vez que se veían, se miraron, él para intentar recordar cada una de las moléculas que formaban el rostro de ella; ella para contemplar el hombre en el que se estaba convirtiendo su bebé del que le habían privado ver su crecimiento. Una sonrisa. Una sonrisa era suficiente para los dos para dar por terminado el reconocimiento mutuo y silencioso al que se sometían ambos.

Permanecieron en silencio mientras ella lo llevaba hacia los jardines donde se sentaron, como siempre; siempre les costaba iniciar una conversación, quizá por eso ambos se quedaban callados, simplemente disfrutando de la compañía que les habían privado desde siempre, Lily recordando a su bebé y Harry sintiendo el calor de una madre que nunca había tenido.

-Tú lo sabías ¿verdad mamá? –preguntó el chico rompiendo el silencio.

Lily Potter sonrió mientras se colocaba bien el vestido blanco que llevaba. Aún le resultaba extraño escuchar a su hijo llamarla "mamá", igual de extraño que se le hacía a él llamarla de aquella manera, ninguno de los dos había tenido tiempo en vida para poder aprender a llamarse de aquella forma.

-¿A qué te refieres, cariño?

-A Verónica, tú sabías que ella es la guardiana de la daga, y tú sabías que estamos destinados a estar juntos y tú sabías que…

-Harry, estás suponiendo muchas cosas ¿no te parece? –le preguntó ella con dulzura-. Sí, sabía que Verónica era la guardiana y sabía que vuestros caminos se iban a cruzar, pero no sabía que ibas a enamorarte de ella –añadió con una sonrisa dulce mientras acariciaba el rebelde cabello de su hijo.

Harry se sonrojó ligeramente y Lily sonrió, a veces olvidaba lo joven que era y la difícil carga que llevaba en sus hombros.

-¿Cómo sabes que…

-Por tus ojos –Él la miró preguntándole en silencio y ella le sonrió-. La primera vez que me di cuenta que estaba enamorada de tu padre me miré al espejo y vi ese mismo brillo en mis ojos –le señaló las orbes verdes de él haciéndole sonreír-. Fue la primera vez que me di cuenta que estaba enamorada de él… -Harry la miró-. La quieres mucho, ¿verdad?

-Sí –le contestó Harry sin dudarlo-. Ella… ella es muy especial mamá –le comunicó a la pelirroja que asintió-. Es como si pudiera leer mis pensamientos… como si ambos compartiéramos un mundo aparte, un mundo…

-Un mundo hecho sólo para vosotros ¿verdad? –Harry asintió frente a las palabras de Lily.

-Y sé que quizá no es la persona más perfecta del mundo ni la más inteligente ni la más bonita ni la más creativa… pero es perfecta para mí –dijo Harry aún notando como sus mejillas se sonrojaban y la sangre caliente se agolpaba en su cara-… Es perfecta tal y como es, mamá…

-La perfección está en los ojos a través de los que se mira Harry –le sonrió la mujer-. Te mereces ser feliz, pequeño… -le besó en la frente.

Harry sonrió. Era feliz y eso era lo que le asustaba; siempre que parecía que todo iba bien, algo se estropeaba.

-Tengo algo para ti –le dijo entonces Harry sacando de su bolsillo una pequeña bolsa dorada y abriéndola-. Papá me lo dio la última vez que fui a verle.

-¿James? –preguntó Lily. Harry asintió-. ¿Cómo está?

Desde la primera vez que habían hablado, habían acordado una regla simple y sencilla, no preguntar por el otro nunca, porque recordar que no podían estar juntos les causaba a ambos más dolor del que podían soportar. Pero pese a que habían sido James y Lily los que habían puesto aquella sencilla norma, habían sido también ellos dos quienes la habían roto, claro que Harry nunca se lo decía a ninguno de los dos.

-Te echa de menos… igual que tú a él… -dijo el chico-. Me pidió que te diera esto y te recordara algo –Lily le miró mientras él sacaba el objeto de la bolsa.

Un anillo. Un anillo de oro blanco con una esmeralda engarzada en el centro de un pequeño pedestal era lo que aquella bolsita contenía. Harry vio con alegría como los ojos de su madre se humedecían al contemplar el anillo y pese a que no preguntó mientras se lo colocaba en el dedo anular a su madre, supo que aquel anillo tenía algún significado especial, pues la alegría que su madre sentía en aquellos momentos era plenamente palpable por él.

-Me pidió que te recordara que aunque no le veas, siempre estará a tu lado… porque ni siquiera la eternidad es lo bastante poderosa para separaros.

Y la primera lágrima de Lily cayó sobre su vestido dejando una pequeña mancha de humedad que se secó rápidamente. Lily alargó la mano para contemplar con cariño el anillo y cuando los rayos de sol lo bañaron, éste brilló con más fuerza e intensidad; luego, la mujer, lo acercó a su boca y lo besó con suavidad y dulzura haciendo que Harry pensara que ella imaginaba que era James quien la besaba.

-Conseguiré hacerlo mamá –le prometió Harry secándole las lágrimas que habían surcado sus mejillas. Ella asintió dejando de llorar y sonriendo-. Te prometí que conseguiría que papá y tú estuvierais juntos la eternidad y lo voy a hacer –le prometió de nuevo.

-Sé que lo harás, cielo. Eres un Potter y como tu padre siempre decía…

-… un Potter nunca rompe una promesa –terminó él la frase-. Te quiero mamá.

-Yo también te quiero, mi pequeño…

Harry se tumbó recostando su cabeza en el regazo de su madre. Silencio. De nuevo el silencio reinó entre ellos pero a ninguno de los dos parecía molestarle. Cuánto tiempo estuvieron así, nadie lo sabría decir, ¿acaso había tiempo en la eternidad?

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Le había preguntado a todo el mundo, pero nadie sabía donde estaban las habitaciones de los profesores y de Harry Potter; maldiciendo porque fueran tan precavidos y paranoicos, aunque tenía que reconocer que era de gran utilidad la seguridad que se habían auto impuesto, Blaise atravesó los pasillos directo al Gran Comedor, si se daba prisa los encontraría cenando.

Se había equivocado sólo en parte; entró en el Gran Comedor con tranquilidad

En la mesa, Verónica había accedido a acompañar a Remus y se había sentado con él ignorando deliberadamente las miradas que le dirigían; la chica había agradecido que Draco optara esa noche por cenar en sus habitaciones con el profesor Snape, con los nervios que tenía encima por no saber nada de Harry desde que había desaparecido de clase de pociones, estaba segura que hubiera hecho falta sólo un par de comentarios sobre su peso de los que Malfoy siempre sacaba a relucir de su estúpida cabeza para que ella terminara perdiendo el control y se derrumbase allí mismo en lágrimas.

Odiaba aquella faceta suya, era… sensible, muy sensible… Su madre solía decirle que aquello era bueno porque tenía la capacidad de ponerse en la piel de los demás intentando saber qué pensaban, qué sentían… pero ella siempre lo había odiado. Era incapaz de enfadarse con alguien aún teniendo ella la razón porque después se sentía culpable, era incapaz de odiar a nadie y era incapaz de crear conflictos, mostrándose siempre neutral. Y lo odiaba, odiaba ser de aquel modo, odiaba que los demás la vieran como un blanco fácil para sus burlas y sus risas, para que la señalaran y para que se rieran de ella… lo odiaba… y lo que más odiaba era que no podía hacer nada por cambiarlo porque simplemente, ella era así.

Su madre solía decirle que aquello le confería una dulzura única, algo que poca gente tenía y podía presumir de tener…. Confiar en que todo el mundo es bueno hasta que se demuestre lo contrario, creer que todo el mundo merece una segunda oportunidad, pensar que la gente no va con malicia… Eran características de Verónica tanto como su cabello castaño o sus ojos marrones. Ella lo sabía y también odiaba aquello.

-Estarán bien –le aseguró Remus interpretando su silencio como preocupación.

Verónica estaba a punto de decirle que no estaba preocupada por Harry porque sabía que ninguno de los tres dioses permitiría que le ocurriera nada a Harry cuando alzando su cabeza vio a Blaise Zabinni en la entrada del Comedor, mirándola fijamente.

-¿Qué te ocurre? –preguntó Remus mirando a Verónica.

La chica se limitó a hacerle una señal para que mirara hacia la puerta abierta, donde, haciendo gala de la discreción y la oscuridad que rodeaba a todo lo que tuviera que ver con los Slytherin, Blaise Zabinni los miraba de forma insistente como si quisiera decirles algo.

-Voy a ver qué quiere –dijo la chica limpiándose con la servilleta.

-Espera –dijo el hombre limpiándose también-, te acompaño –ella le miró enarcando una ceja.

-¿Qué ocurre? –le preguntó- ¿Harry te dijo que si me pasaba algo te haría responsable directo o algo así? –bromeó.

Remus sonrió.

-No, pero si sales tú sola la gente te mirará, si salimos los dos será más normal porque pensarán que hemos ido a buscar a Harry, ¿no crees? –le dijo mientras se levantaba.

-Buen intento, pero todos saben –empezó a andar ella delante del hombre lobo-, que Zabinni es también ayudante del profesor Snape, así que a nadie le extrañaría que tuviéramos que hablar.

-¿Dónde está Potter? –preguntó Blaise.

-No está en el castillo –le contestó Remus cordialmente pero tajante-. ¿Ocurre algo?

-Tengo que hablar con él, es urgente –dijo el chico decidiendo que podía confiar en aquel hombre.

-¿Qué pasa Blaise?

El chico miró a ambos lados. Sabía que no podía hablar mucho tiempo con ella, los Slytherin no se caracterizaban por sus buenas relaciones con los leones y los licántropos, y mucho menos si ambos eran amigos de Harry Potter. Blaise suspiró y sacando la carta de los pliegues de su túnica se la pasó a Verónica que, en un gesto que a Blaise le pareció discreto y prudente, la guardó en su propia túnica mientras que Remus lo miraba con una ceja enarcada, preguntándose seguramente qué era aquello. Blaise sonrió.

-No es ningún hechizo, profesor –le dijo con cierta sorna. Remus sonrió y Verónica rodó los ojos; los Slytherin tampoco podían cambiar su arrogancia y desdén, acababa de quedar demostrado-. Cuando venga Potter dásela, es urgente que la lea, es de mi madre, tiene que leerla antes del baile –miró a ambos-, es muy urgente, Ollivers, dásela en cuando Potter aparezca, ¿de acuerdo?

-De acuerdo… -aceptó la chica. Blaise asintió complacido.

-Ah, por cierto, tu poción ya está lista –le indicó Zabinni-, está guardada en el segundo armario de la derecha del laboratorio con tu nombre puesto en una etiqueta –le avisó.

Verónica sonrió mirando de reojo a Remus quién había fruncido el ceño.

-Gracias Blaise, nosotros nos ocuparemos –le aseguró la chica.

El chico asintió y se giró dándoles la espalda para irse por el pasillo oscuro por el que había llegado. Dio un par de pasos y se volvió a girar mirando los rostros de las dos personas que estaban allí; titubeando, como si quisiera decirles algo y no se atreviera a hacerlo.

-¿Qué? –preguntó Verónica.

-Decidle a Potter que no deje que le hagan nada a Draco, por favor –pidió medio avergonzado-. Draco no es Lucius Malfoy.

Verónica asintió con una media sonrisa.

-Harry no dejará que le ocurra nada –le aseguró Remus que desvió su mirada de la chica para mirar al joven que esperaba una respuesta-. Gracias, señor Zabinni. Vamos a las habitaciones –sugirió Remus-. Esperaremos a Harry allí y mientras, veremos si podemos averiguar qué pone en esa carta.

Verónica Ollivers no podía estar más de acuerdo.

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Era muy entrada la noche cuando en medio del pasillo oscuro una brecha se abrió partiendo el tiempo y el espacio, una brecha que se ensanchó a los lados creando un óvalo perfecto que cubría desde el suelo hasta el techo de piedra fría.

Harry fue el primero en salir de allí sonriendo mientras escuchaba como Derin a sus espaldas protestaba por haber tenido que utilizar un portal en lugar de permitirle viajar con sus elementos; pero Harry lo había decidido y no habían logrado hacerle cambiar de opinión, claro que ninguno de los tres dioses hubiesen podido hacerlo después de que el chico les dijera aún medio sonrojado que quería regresar al castillo cuanto antes para saber si Verónica estaba bien.

Pese a las prisas por saber esa información, Erebor le había convencido para que primero pasaran por sus habitaciones para poder hablar de lo que había ocurrido en Ahsvaldry. Harry había asentido en silencio pero había extendido su magia rápidamente a su alrededor para buscar el aura de Verónica y asegurarse de que estaba bien, comprobando de paso, también la de Draco que parecía estar perfectamente en las mazmorras de Snape. Se detuvo y Giliath lo imitó mirándolo.

-¿Qué ocurre? –preguntó la diosa.

-Verónica está en nuestras habitaciones –dijo el chico y sin esperar a que ninguno dijera nada, abrió la puerta de las habitaciones de un revuelo después de pasar su mano por la cerradura del pomo, consiguiendo que ésta se abriera mágicamente.

Derin, Erebor y Giliath entraron después de él y sonrieron, incluso Derin tuvo que admitir que era una escena encantadora, aunque lo negaría todo cuando alguien intentase recordárselo. Remus permanecía en una de las butacas con las piernas cruzadas y un libro caído sobre su regazo; sus ojos cerrados ocultaban el color dorado que obtenían cuando el fuego chisporroteaba muy cerca de él como en aquella ocasión. A su lado, en el sofá de tres plazas, Verónica permanecía tumbada acostada sobre su lado izquierdo, el brazo izquierdo estaba bajo el cojín rojizo que utilizaba como almohada y el brazo derecho estaba recogido contra su pecho donde aferraba con fuerza una manta azulada que seguramente Remus había utilizado para cubrirla.

Harry olvidó por un momento la preocupación de no saber por qué la chica estaba durmiendo allí y casi olvidando que los tres dioses le estaban mirando, o más bien, los dos dioses porque Giliath se había acercado hasta Remus y se había sentado en el suelo, cerca de él para contemplar como dormía en el más absoluto de los silencios; se acercó hasta Verónica y se sentó en el hueco que había en el sofá, a al altura del estómago de ella.

Estiró la mano para apartar un par de mechones que parecían haberse escapado del rodete simple que llevaba aquel día recogido con diferentes horquillas de colores que brillaban entre sus mechones y sonrió casi sin darse cuenta al comprobar lo bonita que se veía en aquel estado de somnolencia, como si nada pudiera hacerla daño, como si todo estuviera bien, como si nunca hubiera ningún problema que necesitara ser arreglado.

Derin carraspeó y ambos vigilantes se giraron ceñudos hacia el dios guerrero recriminándole con la mirada que hubiera estado a punto de despertar a los dos que aún tenían los ojos cerrados.

-A mí tampoco me agrada la idea, pero supongo que querrás saber qué hace aquí ¿no? –apuntó Erebor con lógica mientras se sentaba en una tercera butaca mientras que Derin prefería permanecer de pie cerca de la puerta.

A regañadientes, Harry acarició con suavidad la mejilla de Verónica, casi con miedo a que si la tocaba, ella fuera a desvanecerse como un sueño. Se vio sonriendo a sí mismo al darse cuenta de sus propios pensamientos, y es que aquella sería una escena perfectamente romántica si no fuera por la presencia de tres dioses y Remus que parecían estar vigilándolo a cada gesto. El chico refunfuñó algo por lo bajo y escuchando la risita leve de Erebor decidió que lo mejor era despertar a Verónica cuanto antes más por su propia salud mental que por querer hacerlo y es que verla dormir de forma tan dulce lo estaba volviendo loco.

La besó en la frente despacio, de forma dulce y simple y ella arrugó la nariz y la frente haciéndole sonreír. Desde detrás de él pudo escuchar un leve comentario de Remus aludiendo a que era igual que su madre para despertarse; Harry anotó mentalmente que tenía que preguntarle a Remus cómo era que él sabía algo así y volvió a probar suerte, esta vez besando la frente, la mejilla y la nariz de la chica mientras acariciaba con suavidad el cuello bajo el lóbulo de la oreja, un punto que había descubierto que era muy sensible en Verónica, consiguen esta vez un poco de la atención de la chica. Verónica parpadeó ligeramente y sonrió sin darse cuenta al ver que delante de ella los ojos de Harry la miraban sonrientes.

-Harry… -murmuró.

-Hola preciosa… -susurró él besándola ligeramente en los labios-… ¿se puede saber qué haces durmiendo aquí?

Ella pareció pensar un poco la respuesta porque después de parpadear ligeramente abrió los ojos de repente como si tomara conciencia de donde estaba y del motivo del que estuviera allí y se sentó en el sofá de golpe como si un resorte hubiera saltado bajo los muelle.

-Harry, la carta, Blaise, urgente, ataque, tienes que hacer algo.

-Espera espera un segundo –dijo Harry que no había entendido ni una sola palabra de la atropellada verborrea que había pronunciado Verónica-. Respira –ella obedeció-. Y ahora explícamelo despacio ¿quieres? No he tenido un día muy agradable allí…

Verónica le contó lo que le había dicho Blaise durante la cena y luego le entregó la carta que permanecía bajo la almohada que ella había estado utilizando, como si hubiera temido que alguien se la pudiese arrebatar de allí de alguna forma.

-Es de su madre –dijo la chica-. Tenemos que hacer algo Harry.

El chico tomó la carta entre sus manos y la leyó rápidamente, notando la fuerza de la magia que había sobre el pergamino y comprendiendo la gravedad del asunto a cada palabra que leía.

"Poco me importa lo que diga tu padre al respecto, pero no voy a dejar que mi único hijo muera por las creencias de alguien que vive obsesionado únicamente para matar a Harry Potter. El día del baile en Hogwarts, habrá un ataque en Hogsmeade, no vayas al pueblo, Blaise; los mortífagos del círculo del Señor Oscuro estarán allí y también aquel monstruo que envió hace tiempo y que casi acaba con la vida de Draco.

Negaré haber escrito esta misiva si en un futuro alguien me lo pregunta; pero obedéceme, esa noche, enciérrate en una mazmorra en Hogwarts con aquellos a quienes quieras salvar porque esa noche nadie se parará a preguntar el apellido de tu familia. Han encontrado a la persona que buscaban, ya saben quién es y nuestro Señor no esperará más tiempo para obtener el arma que derrotará a Harry Potter.

Ten cuidado, cariño; te quiero"

-Tenemos un problema –dijo Harry entregándoles la nota a los tres dioses.

-¿Cómo conseguisteis abrirla? –preguntó Erebor mirando la carta y a Remus y Verónica-. Está sellada con fuerte magia, en teoría ninguno salvo su destinatario podría abrirla.

-La abrió ella –contestó Remus mirando a Verónica con una sonrisa orgullosa en sus labios. Yo no pude hacerlo…

-¿La abriste tú? –Harry frunció el ceño-. ¿No sabes que estas cartas son peligrosas? Podría haber sido una trampa o peor aún, podría haber sido que Zabinni no fuera Zabinni sino alguien con poción multijugos y que esta carta…

-Teníamos que hacerlo Harry, Blaise dijo que era urgente –ignoró el gesto de enfado de Harry al mencionar el nombre de Blaise y siguió hablando-, teníamos que saber qué tanto urgente era por si no volvíais pronto –se defendió-, para poder avisar a alguien.

-¿A Dumbledore? –preguntó con sarcasmo Harry.

Los ojos de Verónica lo miraron fijamente con un brillo de desafío.

-No, estaba pensando más bien en el profesor Snape, no suelo ir a buscar a alguien que intenta meterse en mi cabeza –le contestó Verónica ligeramente enfadada por lo que Harry había sugerido-. Deberías saber que no suelo confiar en la gente que traiciona a los que quiero y ahora si me disculpáis es un poco tarde, me voy a dormir –miró a todos los presentes-. Buenas noches.

Y antes de que nadie pudiera contestar salvo Remus que inclinó la cabeza a modo de saludo, Verónica salió por la puerta del cuarto sin dedicarle una mirada a Harry.

-Harry James Potter, te acabas de portar como un idiota –le recriminó Giliath con gesto severo.

-Yo no quería…

-No, pero te pusiste celoso y dijiste lo que no tenías que haber dicho –le interrumpió Erebor.

-Yo no me puse celoso.

-Claro que sí –le replicó la diosa-. Justo cuando ella pronunció el nombre de Blaise –Harry frunció el ceño-, ¿Lo ves? De nuevo lo has hecho, cualquier lo habría notado.

-Yo creo que la gota que ha colmado el vaso ha sido que mencionaras lo de Dumbledore –apuntó Derin con el rostro serio mirando a Harry.

-¿Y qué diablos queréis que haga?

-¡Ve a buscarla! –dijeron cuatro voces al mismo tiempo.

Harry los miró con una ceja enarcada.

-Lo que una relación debería saber siempre si quiere sobrevivir –empezó a decir Remus mirándolo con cariño-, es que las dos personas nunca deben irse a dormir estando enfadadas.

Harry se alborotó el cabello y suspiró. Tenían razón.

-Pero la carta…

-Nos ocuparemos de ella –aseguró Erebor.

-Avisaré a la Orden –comunicó Remus-. Ahora vete a buscarla.

Harry asintió.

-Y si vuelve a mencionar el nombre de Blaise asegurate de que se entera que te pone celoso –le recomendó Giliath.

Harry frunció el ceño.

-Yo no estoy celoso –recalcó. Los dioses y Remus lo miraron con cara de "no me lo creo pero si te quedas más tranquilo, te digo que sí" y Harry resopló exasperado-. Odio cuando hacéis eso… -murmuró antes de salir por la puerta.

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Caminaba deprisa. ¡Dumbledore! ¿Cómo había podido pensar siquiera que iba a ir a avisar a Dumbledore? Harry podía ser encantador pero a veces podía resultar ser un verdadero idiota. Había estado preocupada todo el día, desde que había desaparecido de la clase de pociones y lo cierto era que sus palabras no habían resultado muy alentadoras y tranquilizadoras precisamente. Y en cuanto llega le falta tiempo para ponerse celoso sólo porque ha dicho el nombre de Blaise y acusarla de ir a contárselo todo a Dumbledore ¡Precisamente a Dumbledore!

Giró una esquina con la sensación de que alguien la observaba y antes de poder darse cuenta de lo que pasaba, una mano salió desde detrás de un gran tapiz que tenía bordada una escena de Merlín y Morgana y la atrapó atrayéndola hacia el hueco que había detrás del tapiz y en el que parecía que su atacante se había escondido. Una mano grande y suave se posó en su cintura y otra le cubrió la boca. Verónica iba a empezar a gritar aún sabiendo que sería algo inútil cuando en medio de la oscuridad, dos ojos verdes la miraron con una mezcla de diversión y culpabilidad, de arrepentimiento.

-¡Me has asustado! –le recriminó la chica dándole ligeros toques en el pecho aún sabiendo que no le iba a hacer daño con aquello.

-Perdona, pero era la única forma de que me hicieras caso y hablaras conmigo, ¿me equivoco? –preguntó enarcando una ceja.

-¡Me has asustado! –volvió a repetir ella.

Harry sonrió esta vez y extendiendo una mano hizo que una pequeña esfera plateada saliera de ella y subiera hasta por encima de sus cabezas iluminando el estrecho hueco en el que estaban metidos; ella con la espalda apoyada en la pared, él frente a ella y con sus manos a ambos lados de la figura de Verónica con las palmas abiertas apoyadas en la pared como si quisiera cortarle cualquier intención de huir de allí que la chica pudiera tener.

-¿Cómo sabías dónde estaba? –le preguntó la chica.

-Seguí tu aura –contestó él encogiéndose de hombros-. Este castillo está lleno de pasadizos –añadió con una sonrisa pícara que ella no correspondió con nada más que con el ceño fruncido levemente-. Lo siento… -se disculpó Harry.

Verónica sabía que no se refería al susto que le había dado, sino a lo que había ocurrido hacía pocos minutos en las habitaciones de él.

-Deberías aprender a conocerme mejor ¿sabes? –le reprochó ella frunciendo el ceño ligeramente.

-Lo sé… y también debería saber que nunca confiarías en quien no confía en mí y en ti… y eso también es algo que siento –se disculpó de nuevo el chico-. Es sólo que… me preocupé, ¿de acuerdo?

-¿Te preocupaste?

-En Ahsvaldry no tuve unas noticias precisamente agradables y después te encuentro dormida y lo primero que me dices cuando te despiertas es "Blaise" –dijo el chico en un susurro-. Reaccioné mal… lo siento… Pero a veces simplemente me comporto como un adolescente –añadió con una media sonrisa inclinándose hacia delante para rozar los labios de ella con los suyos propios.

-No puedes discutir conmigo cada vez que te pongas celoso –le dijo ella separándose de él después de besarlo. Harry frunció el ceño.

-No estaba celoso –Verónica le miró enarcando una ceja-. Bueno, no del todo… quizá sólo un poco… Nunca he tenido nada bonito ni importante que fuera mío y ahora tengo miedo de perderte a ti… -le dijo con una media sonrisa agradeciendo haber perdido la timidez y aprendido a controlar sus emociones para no sonrojarse.

-Y no puedes raptarme cada vez que me enfade contigo –añadió ella cortando las intenciones claras de Harry por volver a besarla.

Harry sonrió.

-De acuerdo, pero aún puedo envolverte en un remolino, hacerte levitar hasta donde esté yo, enviar a Feamor a buscarte… -empezó a enumerar el chico.

-Harry –lo cortó ella pasando sus manos por detrás del cuello de él y haciendo que la mirara-. Simplemente habla conmigo ¿de acuerdo? –sugirió.

Harry asintió.

-También podría hacer eso –consintió con cara condescendiente haciéndola sonreír-. Ahora ¿puedo besarte ya?

Verónica asintió despacio y antes de que hubiera acabado de hacerlo, los labios de Harry ya se habían apoderado de los suyos en un acto de necesidad mutua.

Se quedaron varios minutos allí solos, encerrados en aquel estrecho hueco con la única luz de la esfera plateada sobre su cabeza que les daba la luz necesaria para poder mirarse y sonreírse entre gestos cómplices.

Harry no podía apartar su mente de la carta y de lo que aquello podía significar. El arma para acabar con él era la daga oscura y la poseedora de la daga era Verónica… No iba a permitir que nada le ocurriera a la chica, no iba a permitir que le hicieran nada a Verónica.

Verónica no había dicho nada pero había entendido las palabras de la carta perfectamente… ella poseía el arma que podía acabar con Harry… y quería hablarle de ello y preguntarle y saber qué estaba ocurriendo, qué iba a ocurrir… Pero se estaba tan bien abrazando a Harry y sintiendo como el calor del chico la rodeaba y la protegía que, la verdad, era que en aquellos momentos no quería pensar en nada más que no fuera él y lo bien que se estaba a su lado, envuelta en sus brazos. Sonrió cuando notó los labios de Harry sobre su cuello aprovechando que el chico tenía la cabeza apoyada en el hombro de ella mientras la abrazaba con infinita ternura.

No, definitivamente su cabeza no estaba en aquellos momentos para pensar en lo que podría ocurrir, sólo en lo que estaba ocurriendo.

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Ala, pues se acabó. Estoy cansada, me duele la cabeza de estudiar, el ascensor del bloque en el que vivo se ha estropeado y voy a tener que aguantar quince días de golpes, taladro, gritos y demás sin contar que vivo en un quinto piso y tengo que subir y bajar las escaleras tres veces al día.

Necesito dormir un poco, así que si mi disculpáis… sed buenos, leed mucho, escribid, disfrutad de la vida de forma sana, os dejo con el siguiente avance, bla, bla, bla y todo eso.

Un besito, dejad reviews! Nos leemos pronto!

En el próximo capítulo…

"-Pero no pertenecen a la orden

-¿Cómo sabemos que no es una trampa?

-Si es una trampa habrá que ir a verla

-¿Acaso piensas que es un error?

-Esta vez no pienso caer; estaré preparado"

"-¿Estás listo Ainur?

-Nivel seis

-No vas a poder controlarlo Harry

-Yo controlo mi magia, no mi magia a mí

-¿A qué esperas Harry?

-¡Lo has conseguido, Harry!

-¿Qué te preocupa?

-No quiero que te separes de ella

-Cuenta conmigo"

"-¿Crees que me importa que tengas más poder que yo?

-¿Qué es lo que me tendría que importar?

-No creo que soporte mucho más ver a mi guardiana y a mi ex profesor de Defensa en esta actitud"

"-¿Qué pasa?

-No pasa nada Harry

-¿Me lo vas a contar?

-¿Me has estado espiando?

-Sólo es una poción

-Te quiero, ¿lo sabías?

-Sí

-Que yo también te quiero"