Hola! Muy bien, enhorabuena a todos los que habéis hecho el examen de selectividad y ya no tenéis que tocas más libros y enhorabuena a los que estéis acabando las clase de colegios, institutos y demás, y a los que estáis como yo con los exámenes de la universidad acechando a la espera de aprobar o suspender, ¡ánimo, ya queda menos!
Bueno, después de esta ida de cabeza (normal porque estoy de latín, literatura, poesía, monografías y oscilogramas hasta las narices), agradezco sus reviews a:
Carolagd, lala-potter, Anfitrite, anita1989, Clawy, bronwyn bm, Adoro a Harry, Elias, Anaelisa, linkillo, pedro.
Sin ellos no podría tener ánimos para seguir escribiendo. Así que un besito para todos. Aps y aviso! Han sido once personas! Si llegan a ser menos de diez no actualizo, así que ya sabéis! (no me dejais otra alternativa más que recurrir la chantaje, cosa que odio, así que no volvais a obligarme a chantajearos!)
Espero que este capítulo sea de vuestro agrado, nos leemos abajo!
CAPITULO 33. Nivel seis
"Era un día claro pese a ser invierno; un manto de nieve cubría los campos que habían sido verdes y las hojas frescas de los árboles habían caído, dejándolos desnudos y con pequeñas capitas blancas que cubrían sus ahora solitarias ramas. El sol brillaba en el cielo junto a las lunas y se reflejaba en el blanco de la nieve que quemaba a la vista de quien se atrevía a estar mirándola demasiado tiempo.
Estaba sentado solo en la biblioteca privada de Stell que el dios le permitía utilizar para leer y saber más cosas acerca de Ahsvaldry, de los dioses, sus costumbres, su religión y su cultura… Aquel día había ido buscando algo que hablara de la daga oscura, y de la profecía que lo ligaba al destino del mundo mortal e inmortal.
Sus manos habían paseado por encima de los libros rozándolos, acariciando el lomo y la cubierta que escondían secretos y letras, y se habían detenido en un libro ajado y polvoriento de cubiertas rojizas que en su inicio debían de haber sido de un hermoso color vino; en letras negras rezaban las siguientes palabras "El inicio del fin"
Harry había tomado el libro y se había sentado cómodamente en una de las butacas blancas de la habitación, acomodándose allí con el libro en el regazo durante horas. Había leído cada página del libro, saboreado la escritura solemne y elegante, visualizando las escenas y las imágenes… Había leído la historia de Lahntra y Elea y como ésta había traicionado a su hermana por codicia, por celos, por avaricia… había leído como había utilizado la Espada Blanca de Lahntra para matarla y como el arma se había convertido en la daga negra.
Había sentido en su propio corazón y alma cada golpe que Elea le había dado a Lahntra, cada palabra que le había dicho, caga estocada, cada hechizo que le había lanzado… lo había vivido como si se lo hubiese hecho a él.
Cuando hubo terminado de leer, la lágrima colgada en su cuello parecía temblar ligeramente, como si el alma de Lahntra y todas sus descendientes hubiesen sentido lo que él había leído y estuviesen llorando por el alma perdida de Elea y la muerte de Lahntra.
Silencio. Se quedó en silencio en la biblioteca, con los ojos cerrados y el corazón aún encogido ante lo que había leído. No entendía cómo alguien podía dañar a su propia hermana, cómo alguien podía traicionarla de aquella manera y mucho menos entendía como alguien podía haber matado a su hermana.
No pudo evitar pensar en su madre y en su tía Petunia. Si bien era cierto que Petunia no había matado a Lily, su tía había matado la memoria y el recuerdo que le quedaba de su hermana.
Unos suaves golpes en la puerta lo hicieron despertar. Stell estaba en la habitación con su habitual sonrisa franca y sincera y sus ojos vivos llenos de curiosidad y bondad.
-¿Estás bien? –preguntó-. Llevo quince minutos aquí y no te habías dado cuenta de mi presencia… -añadió.
-Sí, estoy bien, sólo… -alzó el libro para que Stell lo viera-… estaba leyendo un poco…
Stell entró en la biblioteca y se acercó hasta la butaca contigua a la de Harry, sentándose con gracia innata y tomando el libro del chico para mirarlo. Una sonrisa melancólica atravesó su rostro y las yemas de sus dedos se pasearon acariciando las cubiertas y resiguiendo las letras negras que ocupaban la portada.
-¿La has leído? –Harry asintió-. ¿Sabes? Ese libro provoca diferentes reacciones en la gente que lo lee; uno puede leerlo y sentir indiferencia, otro puede sentir ternura, y otro puede sentir odio… Tiene la capacidad de ser diferente para cada persona…
-Miedo y confusión –se limitó a contestar Harry.
Stell asintió con una sonrisa, como si ya esperar aquella contestación.
-Es lo mismo que sintió tu madre cuando lo leyó –le aclaró el dios-. Supongo que tú también has pensado en la hermana de tu madre, ¿verdad? –Harry asintió-. Lily… la primera vez que leyó el libro tuvo miedo porque los mismos sentimientos de odios y envidia que Elea sentía hacia su hermana, eran los que tu tía sentía hacia tu madre… No entendía como alguien podía matar a su propia hermana ni siquiera por celos o por codicia porque Lily hubiera dado su vida por su hermana…
-Has dicho la primera vez que lo leyó… ¿qué pasó la segunda vez? –preguntó Harry.
-La segunda vez que Lily tomó este libro, sintió lástima y pena por Lahntra, la tercera vez, compasión por el alma que Elea había perdido voluntariamente, la cuarta tu madre vio el miedo en las palabras de Elea y se dio cuenta que no era de Lahntra de quien tenía que sentir lástima, sino de Elea porque había sido incapaz de encontrar en ella el amor suficiente para amar y querer a su hermana…
-Sirius me dijo una vez que mamá siempre se portaba bien con tía Petunia, no importaba los desplantes que ella le hiciera, mamá siempre… -Stell asintió-… era porque comprendía como se sentía mi tía, ¿verdad? Después de leer esto, podía ponerse en la piel de mi tía y saber lo que era ser como ella…
Stell le sonrió como única respuesta y Harry también lo hizo.
-Tu madre era una persona muy especial, Ainur…
-Lo sé… -le contestó él-… por eso voy a hacer lo posible para que sea feliz toda la eternidad…
Stell asintió en silencio. Él también quería que Lahntra fuera feliz toda la eternidad"
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Harry no había apartado los ojos de Albus Dumbledore ni un solo segundo desde que se había sentado en el otro extremo de la mesa, junto a Remus Lupin que lo miraba de vez en cuando y no podía evitar sonreír al ver la desfachatez que Harry podía tener a veces, actitud que le recordaba más a Sirius que a James, si tenía que ser sincero consigo mismo.
-¿Estás seguro de que esa información es correcta? –preguntó Minerva mirando al chico-. Nuestros espías no nos han dicho nada.
-Eso es porque aún no les ha dado tiempo de que ellos lo hagan –interrumpió Giliath mirándolos a todos desde la puerta.
-¿Qué hacéis vosotros aquí? –preguntó Molly frunciendo el ceño mientras miraba a los tres dioses que permanecían en la puerta.
-Vienen conmigo –contestó Harry desde su asiento sin apartar la imada de Dumbledore pese a que todos sabían que le estaba hablando a la mujer rolliza.
-Pero no pertenecen a la orden –protestó Hermione.
-¿Necesitas que te recuerde por qué pudiste entrar tú a la Orden, Granger? –preguntó Harry sin esperar respuesta-. Giliath tiene razón, Snape aún no ha sido llamado por Voldemort por lo que aún no puede poneros al día con sus nuevas órdenes.
El profesor oscuro se removió en su asiento cuando le miraron, pero con su característica frialdad asintió en silencio, dando a entender que el chico tenía razón.
-Es una madre la que ha avisado a su hijo –dijo de nuevo Giliath-, ninguna madre quiere poner en peligro a su único hijo… -añadió mirando a Molly desafiándola con la mirada a que rebatiese aquello conociendo perfectamente la pasión que la mujer sentía por todos sus hijos.
-¿Cómo sabemos que no es una trampa? –preguntó entonces Arthur.
-Si es una trampa habrá que ir a verla –sugirió Harry.
-Anularemos el baile –propuso Minerva.
-No –contestó Harry, todos los ojos puestos en él-. Si hacen eso, los chicos sospecharán, ¿creen que después de decirles lo del baile se quedarán en el castillo? –sonrió-. Si piensan eso es que no han aprendido nada de los chicos en todos estos años…
-Tiene razón –dijo Hermione pese a que no le gustaba admitir que Harry estuviese en lo cierto-, si se anula el baile, buscarían la diversión en Hogsmeade.
-El baile sigue en pie –sentenció Albus mirando a los presentes-. Algunos de los profesores y de nosotros iremos a Hogsmeade para evitar que los mortífagos lo ataquen, de todos modos deberíamos de desalojar el pueblo al menos durante ese día completo y el día siguiente –varios de los presentes asintieron.
-¿Podría dejar de hacer eso? –preguntó Moody ligeramente fastidiado mirando a Erebor que parecía divertido.
-Erebor… -le reprendió Harry suavemente pese a que también estaba sonriendo.
-¿Qué? No debería de espiar a los demás, es de mala educación –sentenció Erebor mirando con los ojos entrecerrados a Moody.
-¿Y ese es motivo para que le hagas creer que provienes de la luna? –preguntó Giliath que también estaba sonriendo-. Estamos tratando un tema serio, Erebor.
-De acuerdo, lo siento –se disculpó mirando principalmente a Moody-, pero yo de usted tampoco haría eso –añadió al darse cuenta de lo que el auror experimentado pretendía hacer-. Derin no es tan pacífico como yo –añadió en un tono confidencial.
-¿Pretende dejar el castillo desprotegido? –preguntó Harry enarcando una ceja en dirección al director de Hogwarts que asintió despacio-. Está cometiendo un gran error.
-El ataque es en Hogsmeade, en esa nota no pone nada de Hogwarts, yo creo que el director tiene razón –empezó a decir Hermione-, protegeremos el pueblo, además, Hogwarts es el lugar más seguro, no podrían entrar ni aunque quisieran hacerlo.
Harry sonrió a medias.
-Si eso es lo que crees y te hará dormir mejor por la noche… -se limitó a decir encogiéndose de hombros-. Vámonos, nosotros ya hemos dicho lo que teníamos que decir –añadió el chico.
-¿Acaso piensas que es un error? –preguntó entonces Minerva.
-Si algo he aprendido durante todos estos años peleando con Voldemort –dijo a propósito disfrutando de ver como casi todos los presentes se estremecían ante el nombre del mago oscuro-, es que nunca hace algo sin tener algo oculto… Esta vez no pienso caer; estaré preparado.
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Silencio. Remus miraba abiertamente y sin ningún tipo de miedo lo que había frente a él; tanto Harry como Giliath le habían dicho que si se quedaba en aquel lugar de la habitación no le ocurriría nada ya que habían puesto un escudo sobre él. No fue hasta que Harry lanzó un avada kedavra hacía el escudo que lo rechazó, que Remus no estuvo completamente seguro de que estaría bien en aquel rincón, aunque después de ver lo que una simple esfera de energía podía hacer salida de las manos de Harry, pensó que ni siquiera detrás de aquel escudo estuviera lo suficientemente protegido.
(flashback)
Remus miró a su alrededor; no conocía aquella aula, de echo, no sabía que existiera un aula semejante a aquella en Hogwarts hasta que Harry le había dicho aquella mañana con una sonrisa que iban a entrenar en serio. Habían ido a la torre norte, cerca del aula de adivinación pero en lugar de subir las gigantescas escaleras, Harry había golpeado con su mano desnuda dos veces los ladrillos de la pared de abajo haciendo que una grieta, parecida a la que comunicaba el Callejón diagón con el Caldero Chorreante, surgiese invitándolos a entrar.
Remus había mirado a Harry sorprendido y el adolescente se había limitado a sonreírle y a encogerse de hombros.
-Los merodeadores no descubrieron todos los secretos de Hogwarts, Remus –le aseguró el chico antes de entrar en aquel muro.
Antes de entrar, la mano de Giliath lo sostuvo firmemente obligándolo a mirarla y antes de poder preguntarle qué pasaba, la diosa había colocado sus labios sobre los de él iniciando un beso dulce y tímido al principio que se fue transformando en un beso atrevido y profundo.
Remus miró a la mujer confundido cuando ésta se apartó por la necesidad de respirar y le miró a los ojos.
-¿Y esto? –preguntó Remus. Giliath le miró divertida-. No es que me esté quejando ni nada de eso, pero…
-Veas lo que veas ahí dentro, yo sigo siendo la misma Remus… No lo olvides… -le contestó ella besándole ligeramente de nuevo en los labios antes de entrar por la abertura.
Remus suspiró. ¿Qué iban a hacer ahí dentro?
(fin flashback)
La habitación era blanca, paredes, suelos y techo blancos, sin dejar que los ojos supiesen donde empezaba uno y terminaba otro y de hecho, si Remus sabía que estaba en un rincón era porque sus manos tocaban detrás de él la esquina de la habitación, grande y espaciosa que, pese a no tener ninguna ventana, corría una ligera brisa que refrescaba el ambiente.
-¿Estás listo Ainur? –preguntó Erebor con tono serio mientras se quitaba la túnica de color verdoso que llevaba aquel día.
Harry resopló y se colocó en lo que parecía ser el centro de la habitación; se había quitado la túnica, el jersey y la camisa estaban olvidados junto a la corbata en algún lugar de la habitación donde Remus supuso que estaba la puerta; junto a ellos, los zapatos y calcetines del chico.
-Nivel seis –pidió Harry.
Remus no sabía qué significaba aquello, pero bastó que mirara las miradas que los dioses se intercambiaban para saber que no podía ser nada bueno.
-Harry, ¿estás seguro? Nunca has intentado ir más allá del cuatro y con eso ya nos cuesta controlarte cuando… -empezó a decir Giliath con tono amable pero firme.
Remus nunca había visto a Harry mirar a nadie con tanta determinación como la que estaba viendo en los ojos del chico en aquellos momentos. Lily. Le recordaba a Lily, a sus ojos, el modo en que miraba a Dumbledore durante una de las primeras reuniones de la orden cuando Albus se había ofrecido a ser el padrino y guardián secreto de Harry. Ojos fríos, decisivos, firmes.
-Quiero un nivel seis –aseguró el chico.
-No vas a poder controlarlo Harry –insistió Erebor.
-Yo controlo mi magia, no mi magia a mí, tú me lo enseñaste Erebor –dijo calmadamente Harry-. Quiero un nivel seis.
-Derin… -susurró Giliath.
Pero el dios guerrero no dijo nada, se quedó mirando a Harry directamente. Se conocían lo suficiente para hablarse sin palabras. Derin no contestó a Giliath, en lugar de eso, dejó salir a flote su propia magia haciendo que lo rodeara, como si de una llama de fuego se tratara, una llama que era posible manejar al antojo del dios. Remus miró como la magia de Derin empezaba a rodearle y a aumentar de poder, casi podía jurar que era palpable, cosa que le hubiera parecido ilógica porque no podía ser cierta, de no ser porque en aquellos momentos casi podía notar la energía de Harry rodeándole a él, invitándolo a tranquilizarse y no pudo evitar relacionar la magia y el aura de Harry con la esencia de James… tan tranquilizadora, tan noble, tan… diferente… el lobo de su interior había captado la esencia de Cornamenta y ese mismo olor palpable que en las noches de luna llena lo acompañaba, estaba en aquellos momentos rodeándole.
Podía notar la fuerza de Derin a su alrededor, amenazante y acosadora, dispuesta a saltar en cualquier momento por proteger no solo a su dueño, sino también a Harry.
-Nivel seis –afirmó Derin apretando las manos fuertemente cerradas alrededor de sus caderas provocando un leve temblor en el suelo.
Erebor asintió en silencio y pronto Remus pudo notar pronto un aura diferente que envolvía toda la habitación incluyéndole a él y el escudo tras el que se encontraba. Un aura protectora, alentadora y carismática, caliente… miró a Erebor y comprendió por qué de repente empezaba a hacer tanto calor en la habitación; una llama, literalmente, lo envolvía mezclándose los colores amarillo y rojo, naranja y blanco, en una especie de danza que lo rodeaba sin llegar a quemarle. Los ojos de Erebor, siempre calmados y risueños habían adoptado un color anaranjado brillante, casi como del mismo color del fuego que lo rodeaba.
Entonces ocurrió. Miró a Giliath un segundo, sólo un segundo justo en el momento en que ella le miraba a él y con una sonrisa melancólica a juicio del licántropo, la diosa elevó sus manos hacia el techo invocando su propio poder y haciendo que un aura azulada y blanca estallase a su alrededor, casi como una burbuja de cristal que la rodeaba. Una presencia dulce y cálida le hizo sonreír cuando le rozó la mejilla y los labios de forma tranquila y sosegada. Los ojos de la diosa habían pasado a tener un color azul claro, casi blanco y sus manos parecían acuosas.
Y cuando los tres dioses rodearon a Harry extendiendo sus poderes hacia él, Remus pudo darse cuenta de que habían dejado de ser ellos para ser por primera vez ante sus ojos, los verdaderos dioses; poderosos, atrayentes, aterradores.
Harry ni siquiera se inmutó ante las tres presencias que lo rodearon de inmediato. Sus manos se dirigieron a las dagas que guardaba bajo la túnica y en un movimiento ágil las sacó de allí, empuñándolas con una ligereza y facilidad que asombró a Remus.
El primer ataque no lo vio venir y sólo cuando Harry se movió hacia la izquierda trazando un arco perfecto en el aire a modo de escudo con la daga de la mano derecha se dio cuenta de que la bola de energía de color negra había sido lanzada por Derin y había explotado a menos de dos milímetros de donde Harry se había apartado segundos antes.
Negra. Oscuridad. El color de Voldemort, la presencia del mal. Incluso con el calor que desprendía el aura de Erebor, la habitación se había enfriado de repente; la calidez de Giliath seguía estando presente a su alrededor, pero era como si un gran bloque de hielo, como un muro gigantesco, se extendiera a través del aire hacia todas partes y hacia ningún lado.
-¡Hazlo bien! –le gritó Harry a Derin que se limitó a sonreír.
Una ráfaga de burbujas de agua subieron hacia el techo y con un simple movimiento de la diosa estallaron formando una densa niebla que hizo que Remus no pudiese ver más allá de un palmo. Pero no era necesario ver nada para saber qué estaba ocurriendo. Podía sentir el aura de Harry revelarse, la energía de Derin fluir y la presencia de Erebor calculando cada centímetro de lo que hacía.
Una serie de flechas de fuego fueron lanzadas en todas las direcciones; Remus fue consciente de ellos porque una de ellas se estrelló directamente ante él, rebotando en el escudo que lo protegía.
Notó como Derin intensificaba su fuerza y se asombró de lo poderoso que podía llegar a ser. Él que había luchado junto a la Orden y junto al mismo Dumbledore, el mago más poderoso de todos los tiempos hasta el momento, estaba dándose cuenta de que había gente más poderosa de Albus y estaba convencido de que Harry era uno de ellos.
Como si el chico hubiera leído sus pensamientos, sonrió a medias dentro de la niebla, reconociendo las auras que lo rodeaban; a la derecha estaba Erebor, alzando sus llamas e intensificándolas y controlándolas; Harry gruñó a medias.
-¡He dicho que quiero un nivel seis Erebor! –gritó antes de soltar una esfera azul hacía el dios y a juzgar por el ruido que escuchó, la esfera le había dado de lleno.
Durante los siguientes veinte minutos, Harry se dedicó a esquivar, sortear, lanzar y evitar esferas de energía que se estrellaban contra él con la intención de hacerle daño; el chico sabía lo mucho que les costaba a los tres dioses lanzar aquellas esferas, pero también sabía que ellos comprendían que debían hacerlo. Cuando una de las esferas rojas de Erebor estalló cerca de su tobillo produciendo que una de sus llamas internas lo atrapase durante un par de segundos, el chico supo que lo estaban haciendo en serio, tal y como él se lo había pedido.
Harry controló la respiración y la magia que quería rodearlo para protegerle. Cerró los ojos para centrar a sus siempre guardianes y protectores, ahora convertidos en enemigos temporales. A su izquierda Derin mantenía la compostura, estaba acumulando el poder necesario para lanzar un ataque directo, Harry lo sabía; blandió su daga en la mano derecha y la envainó antes de sacar su espada; ligera y armónica, casi como si formara parte de su propio cuerpo. Conocía a Derin y sabía que el dios no utilizaría la magia si no era completamente necesario.
Delante de él, la figura elegante y aristocrática de Giliath se alzaba con gracia innata; sus cabellos se habían transformado en una larga cascada azul que se elevaba a centímetros del suelo; sus ojos habían adquirido el poder suficiente y sus manos acuosas tenían aquel tacto a la vista de acuosidad característica del agua.
Remus también la sintió. La niebla empezaba a desaparecer y la fuerza cálida de Giliath se había hecho presente por encima de la de Derin o Erebor; era como si la niebla se hubiera condensado alrededor de ella, haciendo que su aura fuera más fuerte y visible que la de los dos dioses que no parecían en absoluto contrariados por aquel hecho.
Era una magia distinta, algo que nunca había sentido. Al instante notó el aura de Harry rodeando la de Giliath, envolviéndola, casi como si quisiera contenerla pero no hiciera mucho esfuerzo por conseguirlo. La niebla se disipó y lo que vio delante de él le paró el corazón y los pensamientos.
Harry sonrió a medias. No era sólo un entrenamiento, era algo más, todos los sabían; Harry tenía mucha magia dentro de él; magia en su estado más puro, magia que no había sido alterada; toda la magia que guardaba dentro de él como herencia de Lahntra y todas sus descendientes. De vez en cuando, el c hico tenía que liberarla o la magia acabaría por estallar dentro de él. En Ahsvaldry le habían enseñado a dominarla, a mantenerla dentro de su cuerpo, pero a veces, cuando algo escapaba a su control, esa magia se rebelaba en un intento de salir a protegerlo… eso era justamente lo que había ocurrido en el comedor con Dumbledore y realmente había sido una suerte que sus guardianes estuviesen con él, de otro modo, estaba más que seguro que Albus Dumbledore ya hubiera pasado a formar parte de la colección de cuadros de directores pasados que estaban colgados en el despacho del director.
Quizá no había sido buena idea dejar que Remus presenciara aquel entrenamiento. Casi podía sentir la mirada del licántropo sobre él cada vez que saltaba, giraba, se defendía o atacaba; la había sentido durante el tiempo que llevaban allí y había sentido también la presencia del lobo queriendo protegerle. En parte el escudo que había creado para protegerle había sido también por aquello; Harry conocía perfectamente al lobo que Remus llevaba dentro de él y sabía que podría controlar al hombre para protegerle y eso no era lo que él quería, al menos, no en aquellos momentos. Los ojos de Remus mostraban sorpresa y él no le culpaba por ello.
Remus miró la imagen que tenía delante.
Una diosa. Una diosa en toda su plenitud; el cabello azulado, la larga túnica blanca ondeando bajo sus pies, la fuerza y la luz que irradiaba la figura de Giliath, sus ojos dorados clavados en Harry y aquella sonrisa de autosuficiencia que nunca esperó encontrar ene l rostro de la mujer de quién se había enamorado. Frente a ella, Harry parecía haber crecido de repente, su complexión era más fuerte y robusta que cuando habían entrado en la sala; Remus se frotó los ojos como si aquello fuera suficiente para apartar la aparente visión irreal que tenía frente a él, pero no consiguió nada. Harry seguía allí delante de Giliath, las manos alzadas a la altura de su pecho y dirigidas a Giliath, desnudas ¿dónde había guardado la espada? Y sus ojos. Sus ojos estaban blancos; eran blancos y sólo una débil línea negra servía para distinguir el iris de la cuenca de los ojos.
Los dioses no habían perdido su lugar pese a todos los movimientos que habían hecho; la túnica de Erebor siempre en perfecto estado se hallaba cortada en algunos lugares y estaba raída por los bordes; Deris respiraba con dificultad intentando retomar el aire que había perdido durante el entrenamiento pero su mano derecha no soltaba la espada con la que, a juzgar por el aspecto de Harry, había logrado darle un par de veces.
Pero pese a su imagen, los tres seguían donde habían empezado; la niebla no les había impedido saber dónde habían empezado todo y donde iban a terminarlo.
Pero no era aquello lo que le había llamado la atención a Remus. Sino el modo en que Harry se encontraba.
Unas largas cadenas de agua surgían de las manos de Giliath, apresándolo por los brazos y muñecas; varias esferas de fuego se habían unido y se habían encadenado alrededor del cuello de Harry, lo suficientemente cerca para advertirle del peligro pero sin llegar a quemarle, o al menos, aquello era lo que Remus esperaba; Derin por su parte se entretenía haciendo levitar a su antojo pequeñas agujas doradas y plateadas que brillaban a la luz que el propio Harry irradiaba, y que daban continuas vueltas alrededor del muchacho adolescente intentando atravesar continuamente su escudo y su aura.
-Harry… -susurró Remus.
-¡Tú pediste un nivel seis! –oyó que Erebor le gritaba al chico mientras las cadenas de agua y fuego se ceñían aún más sobre su piel.
-¿A qué esperas Harry? –preguntó con tono burlón Derin haciendo que sus agujas adquiriesen más fuerza e intentasen de nuevo penetrar en el escudo de Harry.
Para sorpresa de Remus y de los mismos dioses, Harry no contestó, ni se rebeló ni intentó defenderse de los ataques que le estaban dirigiendo. Simplemente cerró los ojos con una media sonrisa en el rostro concentrándose en sí mismo y en el calor que el colgante sobre su pecho desnudo le provocaba en aquellos instantes.
"Yo controlo mi magia, no la magia a mí…"
Notaba la tirantez del agua en sus músculos, el fuego quemándole el cuello y las agujas de Derin pinchando con fuerza sobre su escudo, no era doloroso, pero sí molestoso, y mucho a decir verdad.
Amplió el campo de su magia, ocupando con su aura todo lo que podía; visualizó la imagen de Giliath y su magia rodeó las cadenas de agua; el viento se agolpó a su lado creando un escudo para cada una de las diminutas agujas y el colgante que llevaba al cuello vibró ante la orden del chico de protegerse. Notaba las tres presencias de los dioses alrededor de él, ejerciendo fuerza y presión sobre su cuerpo, instándolo a agotarse, a rendirse, a dar por finalizado aquel entrenamiento. Pero no podía hacerlo, no podía permitírselo. Nunca había podido permitirse el ser una persona normal, ¿por qué habría de permitirse en aquellos momentos parar cuando quería hacerlo?
Llamó a su poder. Como siempre que lo hacía, notó como la magia fluía por sus venas, hasta cada rincón de su piel; el suave viento que lo envolvía y formaba parte de él le refrescó la cara y el pecho desnudo haciendo que el chico tuviera renovadas fuerzas. Y luego vino la explosión. Fue como si de repente un cubo de agua helada se estrellase contra él; una bocanada de aire fresco y limpio que inundó sus pulmones y le obligó a concentrar todo su poder en su propia respiración para evitar que la magia explotara dentro de su cuerpo.
Remus vio como despacio, el aura de Harry se iba extendiendo hacia los lados con una fuerza inusitada y poco acostumbrada a verse. Vio los rostros de Derin y Giliath y pese a que no podía ver de Erebor más que la espalda, estaba seguro que los músculos del dios también estaban contraídos intentando mantener su terreno sin perder poder frente al adolescente que poco a poco lo iba consiguiendo.
Entonces Harry abrió los ojos; blancos; igual que los de Giliath, pero con la particularidad de que pequeños rayos verdes atravesaban de vez en cuando su iris en un reflejo de la magia que tenía dentro de él en aquellos momentos.
-¡Yo controlo mi magia, no mi magia a mí! –gritó el chico.
Una luz azul le rodeó por completo haciendo estallar todo lo que encontraba a su paso; las cadenas de Giliath se vieron reducidas a simple agua que terminó en el suelo convertidas en un débil charco; el fuego que se cernía sobre su cuello se desintegró literalmente frente a la luz azul y las diferentes agujas que amenazaban con atravesar su escudo y clavarse en su piel y cuerpo se desvanecieron en el aire como si nunca hubiesen estado allí.
Tan de repente como la luz había explotado, cesó. Harry cayó de rodillas en el suelo; sudoroso, con la respiración entrecortada y los ojos cerrados por el esfuerzo realizado.
-¿Estás bien? –preguntó Remus cuando el escudo a su alrededor desapareció dirigiéndose hacia el chico.
Pero antes de llegar a él, unos brazos rodearon a Harry y sin ninguna dificultad lo levantaron en el aire abrazándolo con fuerza antes de volver a dejarlo en el suelo.
-¡Lo has conseguido, Harry! –se oyó la voz de Erebor mientras seguía abrazándolo después de dejarlo en el suelo-. Has logrado controlar el nivel seis Harry.
-Sí… ahora sólo me faltan seis más –añadió el chico con tono bromista y divertido haciendo que Erebor frunciera el ceño-. Tranquilo, no pienso intentarlo hoy –le comentó Harry.
Derin le miró simplemente, escrutándolo, intentando averiguar en silencio si estaba bien o no. Harry notó su mirada y asintió en silencio, aún notaba la magia fluyendo por sus venas. Remus, quién se había sentido un poco apartado de todo aquello y que no llegaba a entender que tan importante era que hubiera alcanzado aquel nivel de magia, buscó con la mirada a Giliath quien asintió incómoda con una sonrisa nerviosa.
-Remus ¿estás bien?
El hombre lobo miró al chico que se había acercado a él con aquella sonrisa tan Potter y asintió.
-¿Se puede saber…
-¿En resumen? –preguntó Harry-. Es que estoy algo cansado… -Remus asintió indicándole que un resumen le valdría-. Verás, hay diez niveles de magia pura en cada dios, pero debido a que yo poseo el poder de Lahntra y por contraposición, parte de la oscuridad de Elea por todo eso de ser hermanas, tengo doce niveles.
-La diferencia entre niveles casi no se distingue si comparas el nivel uno con el dos pero en cambio, al comparar el dos con el siete, ves una gran diferencia de poder –tomó el relevo Erebor al ver que Harry estaba tan cansado que casi no podía hablar-. Podríamos compararlo con los siete cursos de Hogwarts –añadió a modo explicativo.
-Entiendo…
-Harry debería de llegar al nivel doce antes de tener que enfrentarse a Elea –dijo entonces Giliath con suavidad-. Sólo así tendrá posibilidades de luchar contra ella.
-¿Y qué nivel…
Derin sonrió satisfecho mientras Erebor y Giliath miraban con orgullo a Harry.
-Nosotros hemos utilizado un nivel seis apoyándonos en la magia de Ahsvaldry; de ese modo podemos llegar hasta ¿un ocho? –preguntó Erebor mirando a Derin que asintió-. Sí, hasta un nivel ocho.
-¿Pero Harry…
-Harry ha logrado en un año llegar a un nivel seis, cosa que nadie consigue, a decir verdad, a excepción de unas docenas de dioses, creo que ninguno ha podido superar la barrera que divide el nivel cinco del seis –añadió Giliath.
-Y hay que añadir que ha pasado directamente del cuatro al seis –proclamó Derin que también parecía lucir con gran orgullo la sonrisa que adornaba su rostro en aquel momento.
-No echemos las campanas al vuelo todavía… no creo que tenga mucho tiempo más para llegar al doce y vosotros no podréis ayudarme a partir del ocho –añadió el chico que parecía recuperar su estado normal de respiración-. Ni siquiera podréis estar presentes cuando empiece a partir del ocho –añadió.
-Lo sabemos, Feamor no nos querría a tu lado ni por casualidad –comentó Erebor claramente divertido por la protección que el pegaso ejercía sobre su dueño.
-Derin, ¿Podemos hablar un segundo? –Derin asintió.
-Nosotros vamos yendo hacia abajo, tenemos clases que impartir y cosas que hacer –dijo el hombre lobo abriendo la puerta y dejando a Giliath pasar delante de él mientras ella decía algo semejante a "me alegro que la caballerosidad aún no haya muerto"
-¿Qué te preocupa? –se limitó a preguntar el dios. -¿Verónica? –Harry asintió.
-No quiero que te separes de ella –le dijo el chico seriamente
-Estás convencido de que el ataque de Hogsmeade sólo es una distracción, ¿verdad? –Harry asintió.
-Y yo no estaré aquí porque iré a Hogsmeade –le explicó al dios-, ¿la vigilarás por mí? –preguntó.
-Cuenta conmigo –le contestó Derin-. No le pasará nada mientras pueda evitarlo.
Harry asintió satisfecho y no pudo evitar sonreír de forma burlona.
-¿A qué edad llegaste tú al nivel seis? –le preguntó.
Derin se limitó a lanzarle una débil esfera de energía que rozó la mejilla del chico causándole cosquillas.
-No me tientes, Ainur. No me tientes…
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Tarde. Llegaba tarde como siempre; el profesor Erebor había sido muy claro a ese respecto; le ayudaría en pociones siempre que respetase el horario que le había impuesto y aunque a nadie le hacía gracia levantarse al alba para ir a una clase, la cara de estupefacción que ponía Snape cada vez que hacía una poción bien en clase y cada vez que a regañadientes tenía que darles puntos a Gryffindor porque contestaba bien a sus preguntas, valía la pena.
Bajó las escaleras de forma rápida no sin antes echar un vistazo a la cama vacía de Harry, Dumbledore la podía había sacado de allí ¿no? Era como un continuo recordatorio de que Harry ya no estaba en la misma habitación que ellos y aquello, hasta cierto punto, le parecía algo cruel para los que sí estaban allí y seguían acordándose de las noches de diversión y risas antes de que aquel curso hubiera dado su comienzo.
Abajo, en la sala común se escuchó el ruido de algo que se caía; un libro quizá, o tal vez alguien que había tropezado con la mesa, a él le había pasado más de una vez. Sonrió dispuesto a bromear sobre su propia torpeza con quien fuera que estuviera despierto a aquella hora en la torre y terminó de bajar los últimos escalones.
Sentada junto a la ventana, la figura de Verónica Ollivers se recortaba con las primeras luces del día. No se extrañaba; sabía que la chica se levantaba siempre temprano y pese a los rumores que dijeran sus compañeras de habitación, él estaba seguro de que no era para practicar magia negra. Iba a ir a saludarla cuando vio que la chica sacaba una pequeña botellita de cristal rosado con lo que parecía agua en su interior, aunque claro, Neville pensó que si fuera agua no la estaría tomando a escondidas y sola, en un lugar y momento en el que nadie podría verla. La chica se bebió la redoma de una vez sin poner las típicas caras y gestos de asco y repugnancia que la mayoría de los alumnos del castillo había puesto en la enfermería bajo la atenta mirada de la enfermera cada vez que tenían que tomar algo con sabor desagradable; después, Verónica volvió a guardar el bote vacío en el interior de su bolsillo mientras se palmeaba el estómago con una mano y sonreía de forma resignada.
Desde su posición, Neville observó como la chica tomaba sus libros y salía de la sala común antes que él dijera o hiciera algo para delatar su posición al pie de las escaleras. Frunció el ceño y aunque sonara a algo estúpido e infantil, se prometió a sí mismo que eso debería saberlo Harry.
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Erebor se había disculpado con ellos alegando que tenía que ir a ver Neville Longbotton para una de sus clases extras de pociones; mientras se iba murmurando algo a cerca de la posibilidad de que la clase de ese día explotara o al menos estuviera a punto de hacerlo, Remus y Giliath se miraron en silencio.
-Eso de ahí dentro…
-Mi nivel de magia está muy deteriorado, por eso nunca me dejan emplearla a fondo… -le dijo Giliath antes de que Remus dijera nada-… por eso casi nunca la utilizo, pero cuando lo hago… -sonrió a modo de disculpa-… ocurre eso…
-Entiendo… -susurró Remus pensativo.
-¿Te… -empezó a preguntar la diosa tanteando el terreno sin atreverse a preguntar lo que quería. Remus la miró dedicándole toda su atención-… te importa?
Remus frunció el ceño sin entender lo que la diosa quería preguntarle realmente, pero aquel fruncimiento, Giliath lo interpretó como una afirmación a su pregunta.
-Supongo que es normal… ese es uno de los motivos por los que dioses y mortales nunca han podido establecerse en una vida juntos, el hecho de que nuestro poderes sean…
-Espera, espera un segundo Giliath –le pidió él-. ¿Crees que me importa que tengas más poder que yo? –preguntó entre divertido y contrariado. Giliath no contestó pero tampoco fue necesario, simplemente con sus mejillas sonrojadas él encontró la respuesta a su pregunta-. No sé si sentirme ofendido porque pensaras eso de mí o si sentirme aliviado de que fuera eso lo que querías preguntarme… -confesó el mago.
-Entonces ¿no te importa?
Remus la miró y por primera vez desde que la había conocido, vio una luz de inocencia alrededor de la mujer que parecía cosa imposible, pero se había sonrojado levemente.
-¿Qué es lo que me tendría que importar? –preguntó él rodeando la cintura de la diosa con sus brazos-. Tú sigues siendo tú… -la besó suavemente y sonrió al separarse de ella-… pese a lo que haya visto ahí dentro… -añadió antes de besarla de nuevo.
-¡Por favor, iros a una habitación! –dijo divertido Harry saliendo de la pared seguido de Derin-. No creo que soporte mucho más ver a mi guardiana y a mi ex profesor de Defensa en esta actitud…
Con gesto divertido y fingiendo sentirse ofendido, Harry deshizo la unión entre ambos adultos y pasó por el medio de ambos; cuando estaba a punto de llegar al final del pasillo se giró y les guiñó un ojo a ambos. En realidad, no podía estar más feliz por ellos.
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Un baile. Un baile de Halloween. Nunca se había celebrado algo así en Hogwarts, a excepción del baile que se realizó hacía tres años, pero sólo fue porque el Torneo de los Tres Magos se celebraba en Hogwarts. Se sirvió un poco más de vino. No tenía ninguna intención de acudir al baile, cualquiera, incluido él mismo, se cortaría la cabeza y después se arrojaría voluntariamente a la boca del calamar gigante del lago antes que la presencia oscura de Severus Snape inundase la alegría de la fiesta.
Pasaría la noche solo en sus habitaciones; Draco lo había logrado convencer de que se reuniría con Parkinson y Zabinni en una de las aulas vacías del castillo y que allí estarían bien un rato; sólo querían hablar un rato; en un principio había pensado en negarse; no quería que Draco deambulara por los pasillos sabiendo el peligro que corría; pero, por paradójico que resultara, había sido Potter quién le había dicho que estaría bien; al parecer, los profesores Derin y él mismo habían hechizado un escudo invisible para Draco que lo envolvía y lo protegía de toda aura que tuviera el deseo de hacerle daño.
Le resultaba irónico, casi cómico que fuera precisamente Harry Potter quien se tomara tantas molestias en proteger a Draco. Él mejor que nadie sabía de todas las trastadas, humillaciones, insultos, peleas y menciones a los padres de Harry que el rubio había hecho, y a pesar de todo, Harry le protegía.
Pensó que quizá era por el colgante de Elea, que quizá ese fuera el único motivo que Harry tenía para querer proteger a Draco, pero estaba seguro que había algo más que aquello, estaba convencido de que aunque Draco no fuera el depositario del colgante de Elea, Harry Potter lo seguiría protegiendo, del mismo modo que protegía siempre a todos los que podía, aun sin que éstos se lo pidieran.
Sin querer hacerlo, Severus volvió a recordar que quizá aquella muestra de humildad y de intentar proteger siempre a todo el mundo pertenecía más a ser un Potter que a ser un Gryffindor, después de todo, a él también le había salvado un Potter aquella noche de luna llena.
Tomó la capa negra del respaldo de su silla y sus ojos negros se giraron involuntariamente hacia el cajón de su escritorio, como si pudiera ver a través de la madera la carta de Catherine. Suspiró. Consciente de que cada vez que Voldemort le llamaba podía no regresar, quizá aquella era la última oportunidad que tenía de leer aquella carta… porque por duro que le resultara el pensarlo, sabía perfectamente que cada vez que el Lord Oscuro lo llamaba, podía ser la última vez que saliera de Hogwarts… quizá por ese motivo, cuando lo hacía, nunca pensaba en regresar vivo. Para algunos aquello sonaba a pesimismo y derrotismo, pero para él tenía otro significado, ser consciente y enfrentar las consecuencias del camino que él mismo había elegido.
Abrió el cajón del escritorio con un suspiro y allí la encontró. La carta dentro de aquel sobre amarillento y arrugado debido a la cantidad de veces que lo había estrujado en sus manos con la intención de romperlo en mil pedazos y sin llegar a hacerlo nunca por temor a perder lo único que le quedaba de su hermana.
La marca tenebrosa volvió a arderle, era el segundo aviso; se encogió mentalmente de hombros mientras se sentaba en su butacaza para abrir la carta, de todas formas, siempre podía decir que estaba en una reunión con Albus y que no lo dejaba marchar.
Respiró profundamente un par de veces intentando controlar el temblor de sus propias manos mientras abría el sobre y desdoblaba el pergamino que se guardaba en su interior.
Delicada, alargada y cursiva, así había sido la letra de Catherin desde que había aprendido a escribir y así continuaba siéndolo, con aquella manía de cruzar las "t" justo encima de la letra y con aquella peculiar forma de hacer una redonda en lugar de un punto sobre la "i". Sonrió. Sus dedos desgastados por el tiempo pasaron por encima de aquellas letras y palabras aún sin leerlas… Casi como si pudiera sentir la voz de ella a su lado, como si pudiera notar el modo en que ella le abrazaba y le besaba dulcemente en la mejilla cada noche antes de ir a dormir, el modo en que le sonreía, en que fruncía el ceño, el modo en que solía mirarle, mezcla de admiración y cariño, un cariño que era el único que el hombre de ahora había sentido siendo niño.
La marca en su brazo volvió a arder, recordándole que debía asistir a la llamada de aquel que él había llamado Señor con convicción una vez y a quién ahora llamaba Lord sólo por las apariencias.
Sus ojos negros empezaron a recorrer la carta que tenía entre sus manos, sin saber que se iba a arrepentir de no haberla leído antes.
"Severus:
No sé si algún día recibirás esta carta, ni tampoco sé si algún día llegarás a leerla, ¿el motivo? Os conozco a ambos lo suficiente para saber que Sirius tendrá sus reparos en entregarte este último sobre que contiene mis últimas palabras dedicadas a ti… y sé que tú no querrás abrirla sencillamente por no recordar el dolor del pasado.
Hace más de de cinco años que no nos hablamos… fue tu decisión… me diste a elegir entre ellos y tú y no deberías haberlo hecho… Me hiciste daño Severus, tú, mi hermano, la persona más importante en mi vida, la única persona por quién lo hubiera entregado todo y por quién hubiera dado mi vida… me pusiste entre la espada y la pared y lamento decir que perdiste…
Puse en una balanza tu cariño y la forma tan dulce en que me tratabas siendo niña… ¿recuerdas cuando me enseñabas a distinguir las diferentes pociones? Y cuando jugábamos en el jardín de casa, cuando me acostabas por la noche y protegías mi puerta con hechizos para que nada me ocurriera, para que nadie me hiciera daño… Durante años fuiste mi caballero de armadura valiente y poderoso… Pero crecí… Crecí a tu lado, crecí a tu sombra, crecía con tus palabras y tus miradas… pero crecí y me convertí en una persona diferente a ti.
Al otro de la balanza puse a los que eran mis amigos… nunca entendí por qué no podías llevarte bien con ellos, ¿qué te habían hecho? Remus es encantador… siempre tiene una palabra amiga para quien lo necesita, James… bueno, ¿acaso hay alguna palabra para describir a James que no sea su simple nombre? Lily siempre estuvo ahí, aún lo sigue estando, es la hermana mayor que nunca tuve y que siempre deseé, incluso Peter con su aire tímido y esa mirada de recelo y desconfianza que a veces me produce ciertas malas vibraciones, incluso él, es mi amigo y luego está Sirius… Quizá él es quien más peso tiene en esa balanza porque no solo es mi amigo, mi confidente, mi compañero… es la persona a quien quiero y a quien decidí entregar mi corazón por libre voluntad pese a que tú te opusieras.
Me diste a elegir… y la balanza cayó por su propio peso… Ellos nunca me dijeron que te olvidara ¿lo sabías? Lily solía sentarse conmigo en las noches de invierno en Hogwarts y me hablaba de lo bueno que eras en pociones y de todo lo bueno que estabas haciendo en tus clases. James solía preguntarme antes de gastarte bromas demasiado pesadas por miedo a que yo me enfadara. Y Sirius… Sirius solía acompañarme cada noche un rato al territorio de las mazmorras y allí, envueltos en la capa de James, nos quedábamos en las puertas únicamente porque yo así me sentía más cerca de ti… y aunque sólo fuera un rato… me sentía bien porque cuando ingresaba en la sala común de Slytherin, cuando sabía que tú ya no estabas allí, su presencia aún era notoria.
Tú me hiciste elegir, Severus, no quise hacerlo y tú lo hiciste por mí. Te alejaste de mi lado, de mi vida, de todo lo que tenía que ver conmigo… Incluso dejaste de jugar a quiddich porque te recordaba a las tardes de verano en las que tú me enseñabas a jugar ¿verdad que sí?
No sé si volveremos a vernos, no sé si llegará esta carta a tus manos… sólo sé que pese a los errores que ambos hayamos cometido, pese a nuestro distanciamiento, pese a nuestro orgullo que nos ha separado durante años… te sigo queriendo. Sigo soñando con tu sonrisa, aquella que sólo me dedicabas a mí, y sigo soñando con tus ojos, tan negros como la noche pero con un brillo que sólo yo podía ver.
Perdóname, Severus… si alguna vez hice algo que te dañara, te pido perdón… Sé que la oscuridad se acerca y que nos está acechando… Y aunque él no me dice nada, sé que en más de una ocasión se ha enfrentado a ti y a tu Señor Oscuro, aquel que se hace llamar Voldemort y por quien me has cambiado; si bien antes me protegías a mí, ahora darías tu vida por ese monstruo…No quiero irme de este mundo sabiendo que me odias, que no formo parte de tu vida, que ni siquiera quieres recordar mi nombre ni mi rostro…
Si me perdonas, envíame una lechuza… la estaré esperando, porque ¿sabes qué? Te conozco mejor que tú mismo y sé que nunca me odiarías porque yo tampoco puedo odiarte a ti.
Me gustaría pedirte un favor… si estás leyendo esta carta es porque algo me ha ocurrido… Perdona a los chicos, perdona a Sirius… él me quiere tanto como tú, no más ni menos, me quiere del mismo modo en que tú me quisiste… Perdónale… y deja que forme parte de tu vida, deja que él te cuente mi pasado cuando tú no quisiste saber nada de mí…Sé que os podéis llevar bien, porque aunque te parezca extraño, vi en Sirius la fuerza y la valentía que tú me mostrabas cuando era niña… Os parecéis más de lo que tú crees, Severus; fuiste el chico más importante de mi vida y yo no me hubiera enamorado de Sirius si él no tuviera las mismas cualidades que tú tenías.
Se despide tu hermana pequeña con un beso; Catherine Snape… Cathy"
Snape sonrió a medias. Quizá era la primera sonrisa verdadera y auténtica en muchos años. Cathy no le odiaba… nunca le había odiado, nunca le había reprochado nada, nunca le había olvidado… Sintió como si le hubieran quitado una carga muy pesada de los hombros y no pudo sentirse más que aliviado y relajado.
Cathy, su Cathy no le odiaba…
La marca volvió a arder en su brazo y esta vez Severus Snape sí sabía que tenía que irse ya si no quería provocar la ira del Señor Oscuro.
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Sabía que estaba ahí dentro, no sólo porque podía percibir su aura claramente, sino también porque sabía que estaba ahí dentro; la biblioteca, su refugio; se sentó en la ventana del claustro formada por el espacio de dos columnas, frunció el ceño y cruzó los brazos, esperaría a que saliera para preguntarle.
Se había encontrado con Neville y en pardas palabras, el chico le había contado lo que había visto en la sala común, después de darle las gracias, había ido al sitio donde sabía seguro que la iba a encontrar, la biblioteca.
Diez minutos después de esperar, la figura de Verónica revisando un libro al parecer bastante interesante, se hizo presente en la puerta de la biblioteca mientras salía.
-¿Qué te pasa? –le preguntó de repente.
-¡Harry! –Verónica abrió los ojos y el chico tuvo que admitir que había sido todo un logro que no se le cayera el libro que tenía en las manos-. Me has asustado ¿te has propuesto matarme de un susto o algo así? –preguntó con evidente sarcasmo.
-Lo siento, no quería asustarte pero tú también me asustas a mí. ¿Se puede saber qué estás haciendo?
-Pues he venido a…
-No, no me refiero a eso –Verónica se dio cuenta de que su voz sonaba seria.
Verónica no contestó.
-¿Qué pasa? –insistió el chico.
-No pasa nada Harry –aseguró la chica.
-¿Me lo vas a contar? –preguntó él frunciendo el ceño sin cambiar de postura.
-No hay nada que contar.
-¿No? –preguntó él- ¿Y esa poción que te has tomado esta mañana qué hace exactamente? –preguntó él-.¿Qué había en esa botellita que guardas en tu túnica?
Verónica miró a Harry.
-¿Me has estado espiando?
-No necesito espiarte –le contestó él-. Sólo te vio alguien, eso es todo.
-Genial… no sabía que en Gryffindor fueran tan chismosos.
-No lo son –aseguró el chico-. Son buenos amigos y este en particular se ha preocupado al verte tomar algo que no deberías tomar –contestó Harry adoptando una expresión más dulce en el rostro y extendiendo una mano hacia ella-. Ven aquí.
Verónica tomó la mano del chico y se acercó hasta él, colocándose de pie en medio de las piernas de Harry que las había abierto para dejarle espacio a ella; aunque si la chica se acercó fue más porque sabía que de todas formas no iba a poder escapar de él que por otra cosa.
-¿Y bien? –insistió de nuevo el chico-. ¿Me lo vas a decir o voy a tener que examinar esa botella? –preguntó.
-Sólo es una poción… en período de prueba… -dijo finalmente Verónica evitando la mirada de Harry.
-¿Y tú has decidido ser el conejito de indias? –ella asintió lentamente-. ¿Desde cuándo te gusta inventar pociones?
Ella se encogió de hombros.
-Es como cocinar… me encanta cocinar y me gusta hacer pociones –añadió mirando por primera vez a los ojos del chico.
-Ya… ¿y esta poción en concreto… -preguntó él rodeando la cintura de ella con sus brazos y obligándolo a acercarse más a él.
-Pierdes peso –Harry la miró enarcando una ceja-. No es peligroso, sólo hace que se te quite el apetito y que queme las grasas acumuladas, no es nada serio, ni adictivo y no es peligroso –volvió a repetir ella.
-Espera, espera –la cortó Harry-. Creí que ya habíamos hablado de esto.
-Harry, no eres tú quien tiene que soportar todas esas miradas todos los días… -le contestó ella algo sonrojada-… odio que me miren de la forma en que lo hacen.
Harry estuvo tentado a decirle que él también sabía lo que era soportar comentarios a sus espaldas, miradas llenas de envidia y de miedo, de rencor, de odio e incluso de indiferencia y burla. Pero al ver los ojos de Verónica se dio cuenta de que no era ese el enfoque que necesitaba para que ella comprendiera lo que quería hacerle entender.
-Nunca, ¿de acuerdo? Nunca cambies por nadie –le dijo el chico-. Si quieres perder peso, hazlo porque tú quieres no porque los demás murmuren, hablen o te miren… no son ellos los que viven con tu cuerpo… eres tú quien te tienes que sentir bien con él. Dime, ¿tú quieres perder peso?
Verónica sonrió a medias.
-No, no quiero… me gusta como soy, me gusta mirarme al espejo y reconocerme… si adelgazara… creo que tendría la sensación de no ser yo misma…
-¿Entonces?
Ella suspiró.
-Pero es que…
-No, no, no… deja a un lado las miradas…
-Pero…
-Ni miradas, ni comentarios, ni sonrisas, nada… -añadió Harry moviendo la cabeza de forma autoritaria pero sin perder la sonrisa.
Verónica se vio obligada a sonreír a medias.
-De acuerdo, te prometo que no volveré a tomar esa poción… -Harry la miró insistentemente-. Siento haberte preocupado… -añadió inclinándose para besarle a modo de compensación o acompañamiento a su disculpa.
-Me alegro que no tomes más esa poción –le confió él.
-¿Por qué? –preguntó la chica recelosa.
-Porque me gusta que haya más de ti para poder besarte –le contestó él levantándose y mirándola con la cabeza inclinada-. Te quiero, ¿lo sabías?
-Sí –dijo ella sonriendo de forma pícara.
-¿Y qué más sabes?
Verónica rodeó su cuello con las manos.
-Que yo también te quiero… -le susurró.
Y mientras Harry la besaba, Verónica tomó la decisión de no volver a tomar aquella poción.
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Vale, pues esto es todo lo que hay por hoy, estoy un poco espesa y no sé si el capítulo habrá quedado bien o no, ya sabéis, vuestros comentarios en forma de reviews serán bien recibidos.
Sed buenos y estudiad mucho los que tengáis que hacerlo. Un besito para todos y disfrutad de la semana y del buen tiempo que ya llega. Nos leemos pronto!
Os dejo con el avance.
En el próximo capítulo…
"-Sólo quiero hablar con él
-Por qué ahora?
-¿Por qué no?
-La culpa ha sido tuya
-¡¿Por qué va a ser mía!
-Porque estaba pensando en ti…
-Harry, alguien quiere verte
-¿Quién?
-Es más fácil perdonar a un enemigo que a un amigo
-¿Y a un hermano?"
"-Siempre directo ¿no?
-Nunca he tenido demasiado tiempo
-Lo siento
-¿Envidia?
-Yo… supongo que nunca lo vi desde ese punto…
-Lamento haberte fallado Harry"
"-Pues no entiendo por qué no me puedes decir cómo es el vestido de Verónica.
-¿Está todo listo?
-Ojalá esté equivocado…
-El Lord se sentía inspirado hoy;
-¿Crees que se van a parar a preguntar los apellidos?
-Los enviaré al bosque
-No quiero dejar a Verónica sola…
-No estará sola
-Cuando acabe el baile quiero entregar el colgante de Elea
-Ese gesto de valentía podría haberte costado ir a Gryffindor."
"-¿Qué ocurre, Harry?
-Si algo ocurre esta noche, el bosque Oscuro es el lugar más seguro, ¿de acuerdo?
-¿Sabes que significa Melian en el idioma de Ahsvaldry?"
"-… por eso renuncio a seguir formando parte de la Orden del Fénix. Me he cansado. Lo lamento Hermione, pero creo que estás haciendo las cosas de forma equivocada…"
