Rocha true, HeiDi-Lu, osma padfez, battousair-clau, Natalia, Monkyna, Alteia, Noemi Potter, Amny-saga ex Ignis, pedro, lala potter, karla gilmore, Dany, Niña Lila, katia, bronwyn bm, Iserith, y un saludo especial para….D. Alatriste ! Has vuelto ! Creía que te habías perdido jejeje, tranquilo, te entiendo perfectamente, yo también he estado con los examenes, a decir verdad, aún lo estoy… en fin…

Ppues muchas gracias a todos por seguir leyendome y por darme vuestros ánimos. Un besito, espero que os guste el capítulo, nos vemos abajo!

CAPITULO 34. Melian. Una renuncia.

Harry se sacudió el polvo del trasero y se levantó con el ceño fruncido y una mirada de advertencia dirigida a Derin únicamente por si al dios guerrero se le ocurría reírse o burlarse de él por haberse vuelto a caer.

Llevaban tres horas intentándolo. Tres horas sin ningún resultado del que estar satisfecho. Derin se lo había llevado hasta un claro del bosque en el que días atrás Harry había estado con Giliath intentando encontrar su punto de concentración interno para conseguir equilibrar su energía y su magia. Le había resultado tremendamente fácil considerando que la diosa no había dejado de lanzarle ocasionalmente esferas y rayos de energía oscura que él tenía que desviar o bloquear sin moverse del sitio y sin perder la concentración. Con Giliath había estado una hora, con Derin llevaba más de tres y estaba seguro que pasaría otras tres horas.

Pero Derin no se rió. Resopló y rodó los ojos antes de hablarle.

-Se supone que tienes que quedarte encima del animal, Ainur –le dijo con cierta sorna.

Harry lo miró entrecerrando los ojos.

-No entiendo por qué necesito aprender a montar a caballo –replicó Harry-. Puedo utilizar mi elemento.

-¿Sabes controlarlo? Porque si es así, permíteme que me disculpe, pero no tenía ninguna información al respecto –contestó Derin fingiendo sorpresa.

Harry lo miró receloso.

-Sabes que aún no lo controlo –le replicó-. Pero sigo sin entender por qué…

-Los naryns no pueden acercarse a los caballos –le explicó Derin con infinita paciencia.

-No me lo digas como si ya lo hubieras hecho cien veces –le reclamó el chico-. Es la primera vez que oigo algo así, ¿por qué no?

-Los animales pueden ver el alma de las personas, y huyen de aquellas que están corruptas, tienen malas intenciones o en el caso de los naryns…

-No tienen –finalizó Harry.

-El saber montar a caballo puede darnos cierta ventaja cuando estamos en combate con los naryns, Ainur. Sólo es cuestión de práctica y de saber enseñarle al caballo que no le harás daño.

Derin se acercó hasta su propio animal y le acarició la frente y el lomo mientras le susurraba palabras al oído y clavaba sus ojos en los negros del semental. Después se dirigió a un lado del caballo y agarrando firme y suavemente las crines del animal con ambas manos dio un salto y se quedó a horcajadas sobre el lomo del caballo que ni siquiera se inmutó. Harry le miró desde el suelo y pudo percibir el brillo de burla en los ojos del dios.

-¿Ves? No es tan difícil –añadió Derin para acabar de hacer enojar a Harry.

-¿Quieres ver que tan fácil es? –Harry silbó fuerte. Dos toques, rápidos, fuertes, claros.

Antes de que Derin imaginase lo que el chico iba a hacer o quería hacer, una columna de luz negra apareció ante ellos trayendo a Feamor al claro y dejando al pegaso negro en el centro, junto a Harry, mirando de forma posesiva al caballo que Harry intentaba montar y de forma recelosa al dios guerrero.

-Hola pequeño… -le susurró Harry a su pegaso-… ¿le enseñamos lo que podemos hacer? –preguntó al animal con una leve sonrisa en los labios.

Una fracción de segundo, eso fue todo el tiempo que Harry necesitó para saltar de forma ágil sobre el pegaso al tiempo que Feamor abría sus alas y las movía un par de veces para elevarse con Harry sobre su lomo.

Derin no se extrañó. Sabía la compenetración que había entre pegaso y jinete y en especial entre Feamor y Harry que parecían ser capaces de leerse la mente mutuamente. Fue cuando vio la sombra de Feamor en el cielo, a unos metros de tierra, cuando se dio cuenta de que Harry nunca aprendería a montar a caballo sencillamente porque no lo necesitaba aprender; Feamor lo guiaría y lo protegería hasta la muerte y estaba convencido de que cuando el muchacho necesitara utilizar un caballo normal, sabría manejarlo perfectamente.

Quiso enfadarse por hacerle perder el tiempo con clases que no necesitaba, pero no pudo; la risa cristalina de Harry le llegó desde el aire y no pudo evitar sonreír al escucharlo a él. Por suerte, él sabía qué decir para convencer a harry de que debía seguir con aquella clase.

-Presumido… -bromeó Derin cuando Harry bajó de nuevo y los cascos de Feamor repicaron en la tierra.

-No necesito aprender a montar a caballo Derin siempre que tenga a Feamor a mi lado –añadió el chico palmeando el lomo del animal con auténtico placer.

-¿Confías en mí? –le preguntó de repente Derin.

-Sin dudarlo –le contestó Harry.

-Entonces, ¿para qué aprendes a defenderte si sabes que voy a estar contigo en las batallas?

Harry chasqueó la lengua mientras palmeaba el lomo de Feamor.

-Vete… nos veremos luego… -le indicó al animal que no había plegado sus alas y que se alejó de ellos volando rápidamente-. Bueno… ¿por dónde íbamos? –preguntó con cierta resignación que a Derin le pareció divertida.

-Yo estaba sobre la yegua y tú en el suelo –le recordó Derin.

Harry no contestó, se limitó a apartarse el cabello de los ojos para poder mirar a Derin.

-No me rindo fácilmente –le dijo al dios guerrero.

-Si lo hicieras, ni siquiera me molestaría en hablarte.

Respeto. Mutuo respeto, en eso se basaba la relación entre ambos. Y Harry se sentía bien por poder estar junto a alguien como Derin"

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Remus iba caminando deprisa hacia la habitación; el baile sería aquella noche y tenía que hacer algunas cosas antes de que la suposición de Harry se cumpliera. Voldemort había estado demasiado tranquilo los últimos días y no creía que fuera a desaprovechar la oportunidad de atacar Hogwarts y qué día mejor que la noche en que hacía quince años atacó a james y Lily.

Loa Orden del Fénix no iba a seguir las instrucciones de Harry; protegerían Hogsmeade y a los pocos habitantes que habían insistido en quedarse allí pese a que la mayoría de ellos se habían ido por recomendación del propio Dumbledore; sólo los comerciantes más veteranos habían insistido en quedarse, pues, según decían ellos, sólo tenían su negocio y si el negocio iba a caer, ellos lo harían defendiéndolo.

Por suerte para los alumnos de Hogwarts, él había conseguido convencer a algunos miembros inactivos de la orden; vampiros, hombres lobo y criaturas que habían sido dadas de lado por la sociedad mágica habían aceptado su propuesta y esa misma noche, los terrenos de Hogwarts serían los mejores protegidos. Sabía que Erebor con su diplomancia había logrado convencer a los centauros de que aquella era una lucha para todos y él mismo, alegando la amistad de James y Hagrid, había conseguido que el semi gigante hablara con Aragog.

Iba sumido en sus pensamientos y en la forma en que podrían organizar la defensa de Hogwarts en caso de, espera que no fuera necesario, el castillo fuera atacado tal y como había dicho Harry. Su oído de hombre lobo lo hizo ponerse sobre aviso al escuchar unos pasos vacilantes a unos metros por delante de él.

Un chico alto y de hombros anchos, paseaba de un lado a otro del pasillo, con las manos gesticulando en el aire y moviendo los labios pronunciando palabras en silencio. Fue el cabello rojo lo que le hizo darse cuenta de quién era.

-¿Ron? –preguntó. El pelirrojo se giró sobresaltado. Estaba claro que no esperaba que nadie lo llamara en medio de aquel pasillo-. ¿Se puede saber qué haces aquí? Las normas dicen que este pasillo está prohibido para los estudiantes.

Ronald Weasley sonrió entre avergonzado por haber sido descubierto y divertido por las palabras de su ex profesor.

-Bueno, romper reglas nunca ha sido un problema para mí –dijo con una sonrisa que contagió al licántropo-. Estaba buscando a Harry.

Remus frunció el ceño.

-¿Para qué? –preguntó de forma seca y cortante.

Ron sonrió.

-No quiero hacer nada malo, Remus, te lo aseguro. Sólo… -suspiró-… sólo quiero hablar con él y disculparme por mi actitud en los últimos meses, en realidad –añadió con una media sonrisa-, desde el año pasado.

-¿Por qué ahora? –preguntó Remus.

Ron se encogió de hombros.

-¿Por qué no? Me he dado cuenta de muchas cosas…

Remus lo miró unos minutos de forma desconfiada y por unos momentos deseó saber el arte de la legeremancia para saber qué estaba tramando el menor de los varones de los Weasley.

-Espera aquí, le diré que quieres verle.

-Remus –lo llamó el pelirrojo. El adulto lo miró-, también a ti te debo una disculpa… Lo siento, de verdad…

Remus asintió en silencio pero el pelirrojo pudo ver una pequeña sonrisa aparecer en los labios del hombre lobo.

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-¡Es que eres idiota! –le reclamó Verónica en aquellos momentos cuando Remus entraba en la estancia.

En un lado apartado, los tres dioses parecían concentrados en su propia conversación, aunque los dos adolescentes parecían ser conscientes de que estaban pendientes de lo que decían y hacían ellos dos. Harry estaba sentado en uno de los sillones, para ser más precisos estaba sentado en el reposa brazos de un sillón y Remus tuvo la certeza de que Giliath le había reprendido por ello; Verónica estaba a un lado de él, con las manos de un color verde y la mirada clavada en una fea herida que atravesaba el hombro del chico, bastante perceptible a la vista dado que el chico estaba sin camisa y, recordando lo mojigato que era Harry, en realidad al licántropo le chocó bastante que estuviera semi desnudo en una habitación con gente.

Aquella escena le recordaba a la primera vez que vio a Lily curándole a James aquel golpe en el ojo que se había dado cayéndose de la escoba por hacer una tontería con la escoba; un giro en medio del aire y un descenso en picado para tomar una rosa que seguramente pretendía dársela después a Lily, pero que había acabado en él sobre la verde hierba del campo de quiddich y con el palo de la escoba dándole en pleno ojo; cualquier otro se hubiera muerto de la vergüenza, pero James no; él se había limitado a levantarse, sonreír, subirse a la escoba de nuevo y después de situarse frente a Lily tenderle la rosa magullada y casi deshojada, pero rosa, después de todo.

-Yo también te quiero –le contestó con cierta ironía el chico pese a que no borró su sonrisa; al menos hasta que la chica empezó a pasar por encima de su hombro aquella pringosa crema de color verde pasto que hizo que la herida le picase horrores -¡Auch! –se quejó el chico.

La verdad era que podría haberse curado él mismo aquella herida, un pequeño toque de la magia de la lágrima de Lahntra y la herida se hubiera cerrado sin ningún tipo de problema, ¿por qué no lo había hecho entonces? Porque le gustaba sentir que alguien se preocupaba por él del modo en que lo había hecho la chica cuando había ido a buscarlo y se lo había encontrado sin camisa a punto de curarse la herida que se había hecho durante el entrenamiento matutino con Derin.

-No te quejes –le dijo ella con una sonrisa sarcástica-. Si estás herido es por tu culpa…

-Sabes que entreno con Derin todas las mañanas… además, la culpa de que esa daga me haya rozado el hombro y me haya provocado esto –dijo señalando la herida que ella estaba cubriendo para que se cerrase y cicatrizase-, ha sido tuya.

-¡Mía! –exclamó Verónica dejando de aplicar la crema verde y mirándolo fijamente-. ¡¿Por qué va a ser mía!

Harry le sonrió con cierta picardía que Verónica había aprendido a ver con recelo porque indicaba que iba a soltar alguno de sus comentarios ácidos que seguramente lograrían hacer que se sonrojara furiosamente y, alargando el brazo sano, rodeó la cintura de ella atrayéndola hacia él y disfrutando del sonrojo que había aparecido en las mejillas de la chica, la hizo inclinarse levemente para susurrarle en el oído, consciente del buen sentido del oído que tenían todos los habitantes de aquella habitación.

-Porque estaba pensando en ti… -la miró un segundo-… con menos ropa de la que llevas ahora mismo.

Verónica parpadeó.

-No acabas de decir lo que creo que has dicho –intentó asegurar la chica.

Harry le sonrió felizmente.

-¿necesitas que te lo repita, cielo?

Una leve risa se escuchó por parte de Erebor; y antes de que la chica se sintiera más avergonzada, Remus decidió intervenir.

-Harry, alguien quiere verte –el chico le prestó atención-. Está fuera.

-¿Quién? –preguntó Harry.

Remus estudió el rostro del chico antes de encogerse mentalmente de hombros, después de todo, lo iba a saber tarde o temprano.

-Ron –le comunicó.

Erebor enarcó una ceja, Giliath entrecerró los ojos, Derin gruñó algo inteligible y frunció el ceño y los ojos de Harry brillaron con fuerza.

-Supongo que le has dicho que no quiere verle –le indicó Derin.

-Supones mal –le contradijo Remus que había aprendido que Derin no era tan malo como quería hacer ver y que en realidad, sólo había que tratarlo como a Severus para que todo fuera bien.

-¿Cómo has dicho? –preguntó suavemente Erebor.

Incluso Giliath le dedicó una mirada peligrosamente significativa que Remus comprendió perfectamente; pero el hombre lobo estaba decidido a hacer lo que había dicho que haría.

-Ese chico se equivocó –dijo Remus mirando a los tres dioses-, comprendo vuestra protección hacia Harry y yo mismo sería el primero que le hubiera dicho que no lo quería ni siquiera en este pasillo, pero estaba arrepentido de verdad –dijo mirando a Harry al decir lo último-… ¿Qué pierdes con escucharle?

Harry miró a Verónica como si ella tuviera la respuesta al dilema que se estaba llevando a cabo dentro de él mismo; por un lado quería hablar con Ron, por otro lado sabía que no iba a ser una conversación agradable.

-¿Qué puedes perder? –preguntó Verónica con suavidad-. Le estás dando una oportunidad al profesor Snape y también a Malfoy, ¿por qué no a Weasley?

-Es más fácil perdonar a un enemigo que a un amigo –dijo Harry.

Verónica le sonrió y le acarició la mejilla.

-¿Y a un hermano? –le preguntó con una media sonrisa. Harry le sonrió.

-Hablaré con él –dijo suavemente Harry sin mirar a nadie en concreto mientras se abrochaba la casaca negra que Verónica le había colocado sobre los hombros sabiendo la respuesta de Harry de antemano-. Estaré bien –aseguró a los tres dioses-, necesito hacerlo.

-Ainur… -empezó a decir Giliath con semblante preocupado.

Harry les sonrió. Comprendía perfectamente la actitud de los dioses, habían sido ellos quienes habían estado con él durante meses en Ahsvaldry, no sólo enseñándole a protegerse y a atacar, a calcular fríamente las bajas y los ataques, a controlar su magia y los elementos, a sonreír de nuevo a y a aprender a confiar en las personas; y habían sido ellos quienes habían estado junto a él cuando había llorado hasta la saciedad recordando y pensando que quizá toda su vida hasta aquel momento había sido una mentira.

-Estaré bien –volvió a decirles. Besó a Verónica en la frente y salió de la sala con la dignidad que había adquirido en los últimos tiempos.

La chica se giró hacia los tres profesores con una tímida sonrisa.

-Si Harry que es el perjudicado de todo esto, está dispuesto a escucharle, ¿por qué no lo hacéis vosotros también? –pidió Verónica con aquella sonrisa inocentemente encantadora de la que no era consciente que tenía.

Los dioses se miraron entre sí, quizá tenía razón.

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Eirin detuvo su espada en medio de aquellos ejercicios. Tatsui la miró con una ceja enarcada preguntándole en silencio por qué se había detenido en mitad de un ejercicio y por toda respuesta, la shygard negó con la cabeza.

-Me tomo cinco minutos de descanso –anunció la guerrera guardando su espada con gran agilidad.

Tatsui no dijo nada, sólo asintió antes de volver la vista hacia los dos chicos que tenía delante de él con espadas y que esperaban sus instrucciones para saber qué debían hacer a continuación.

Eirin abandonó el patio de armas del palacio donde los Lobos Grises entrenaban aquella mañana y salió por la puerta lateral que conducía directamente a los jardines del Príncipe; había visto una extraña silueta moverse acompasada y de forma nerviosa a través de las ventanas del atrio, una túnica blanca y encapuchada que parecía girar a cada dos pasos para comprobar que nadie le seguía y por algún motivo, a Eirin aquello no le pareció demasiado normal.

Pocas personas eran las que estaban autorizadas a acceder a los jardines privados del Príncipe, así que las posibilidades de quién podía ser esa figura, se iban reduciendo poco a poco mientras que en la cabeza de la diosa diferentes rostros se iban sucediendo uno tras otro.

-Niebla… -murmuró levemente.

Una neblina casi transparente la envolvió, creando un escudo que la protegía de los ojos que estaban fuera de su escudo. Aunque al principio le había costado controlar aquel hechizo de desilusión, ahora se alegraba de haberlo logrado, ya que era bastante eficaz para observar sin ser observado. Atravesó el atrio, siguiendo el rastro de aquella túnica que ondeaba cada vez que girada una esquina o desaparecía detrás de unas escaleras sin perder el tiempo; había algo más a parte de su nerviosismo que le llamaba la atención. Nadie en Ahsvaldry ocultaba su rostro por puro placer, y el que esa figura lo hiciera no le causaba buenas vibraciones. Quizá Derin tuviera razón y se estaba convirtiendo un una paranoica, pero quería asegurarse, después de todo, había sido su paranoia lo que les había salvado la vida en varias ocasiones y en varias batallas.

Subió las estrechas escaleras de piedra que habían en la torre norte, al final del jardín del Príncipe, un lugar que creía que nadie utilizaba pero parecía que se había equivocado.

Escuchaba los pasos que le precedían, rápidos, ágiles y huecos; frunció el ceño; un tercer pie golpeaba el suelo; un bastón. De pronto los pasos cesaron, el golpe de una puerta que se abría y se cerraba, luego el silencio.

Eirin respiró profundamente; sabía que debía de avisar a alguien, a Tatsui quizá, todo aquello le causa un mal presentimiento y pocas veces se equivocaba; pero por otra parte, ¿qué iba a decir? Suspiró, lo mejor seria ir a ver quién era ese encapuchado.

Acabó de subir los pocos escalones que quedaban y sacó su daga antes de abrir la puerta. Dentro, el silencio la acogió, no había nada ni nadie, sólo una túnica blanca tirada en medio de la sala circular llena de polvo y de trastos inútiles que habían ido siendo relegados a aquel lugar. La diosa se agachó para recoger la túnica; el olor a lavanda y pomelo le llegó inmediatamente. Eirin abrió los ojos. Sólo una persona olía a lavanda y pomelo en el palacio de Ahsvaldry. Tenía que decírselo de inmediato a Tatsui.

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Tal y como le había indicado el ex profesor de defensa, el menor de los varones Weasley le estaba esperando en el pasillo; el continúo movimiento de un lado a otro, el restregarse las manos y pasarse la mano de vez en cuando por el cabello, y la mirada confusa y perdida le indicaban a Harry que estaba nervioso; incluso sus orejas se habían coloreado de un furioso rojo que parecía querer competir contra el color de su cabello; el moreno tuvo que reprimir una sonrisa al resultarse esa visión tan conocida.

-Remus dice que quieres hablar conmigo –fue el saludo de Harry.

-Así es –le contestó Ron mirándolo fijamente-. Tienes buen aspecto –Harry le sonrió a medias-. No te lo había dicho aún ¿verdad?

-No, no lo habías hecho –le dijo Harry.

-Pues lo tienes, ya casi somos de la misma altura –bromeó el pelirrojo recordando que aquello era algo de lo que siempre solían bromear ya que debido a la alimentación que Harry había recibido siendo niño parecía imposible que algún día creciera lo que debía de crecer.

-No creo que me hayas venido a buscar sólo para decirme que tengo buen aspecto, ¿verdad? –preguntó mordaz Harry.

-Siempre directo ¿no? –preguntó a su vez Ron.

-Nunca he tenido demasiado tiempo –le contestó Harry-, prefiero ir a lo directo que dar vueltas sobre un mismo tema y no sacar nada en claro –añadió.

Ron se pasó una mano por el cabello.

-Lo siento –dijo sin más preámbulos. Harry enarcó una ceja-. Siento mucho haberte engañado durante todo el curso anterior, y haber confiado en Dumbledore y haberle estado dando información sobre ti… Y siento no haberte dicho que éramos parte de la Orden y que te estaban vigilando y sobre todo siento mucho mi estúpido comportamiento.

-Parece que sientes muchas cosas –dijo Harry con una media sonrisa.

-Me he equivocado en muchas cosas –le contestó el pelirrojo-… Yo… espero que aceptes mis disculpas.

Harry le sonrió a medias.

-Puedo aceptar tus disculpas y perdonarte Ron, pero supongo que te das cuenta que no puedo volver a tratarte como lo hacía antes.

-Lo sé, sólo necesitaba pedirte perdón y necesito que me perdones… -se sinceró el pelirrojo.

-Con una condición –expresó el chico moreno.

-¿Cuál?

-Sólo quiero saber por qué –se limitó a decirle Harry.

Ron sonrió y se dejó caer en la pared que estaba detrás de él, encogiéndose de hombros, en actitud derrotista y abatida.

-No lo sé –le contestó Ron-. Podría decirte que me dejé influenciar por Hermione –ante el nombre de la chica, Harry no pudo evitar fruncir el ceño y se sorprendió cuando Ron también torció su gesto-; me gusta ¿sabes?

-Lo sabía desde tercero –le contestó el moreno. Ron le miró-. Vamos, ¿crees que no me di cuenta del modo en que te cogió la mano cuando conocimos a nuestro hipogrifo favorito? –Ron sonrió claramente sonrojado-. ¿O el modo en que la abrazaste cuando creímos que lo habían decapitado?

-También podría decirte que Dumbledore me engañó, no sería difícil que me creyeras si te dijera eso dada la relación que tiene contigo últimamente –añadió con una media sonrisa.

-¿Pero… -le instó Harry a que continuase hablando.

-Pero si te dijera cualquiera de esas cosas, te estaría mintiendo, y creo que ya te he mentido suficiente para las dos próximas décadas –contestó ron sonriendo de forma culpable.

-Entonces no lo hagas, sólo di la verdad –le replicó Harry.

-Envidia, celos, ambición… -se encogió de hombros desechando un largo etcétera de sinónimos que le parecían completamente prescindibles.

-¿Envidia? –preguntó Harry.

-Siempre quise ser el centro de atención, fuera donde fuera, siempre era el hermano del prefecto Weasley, o el hermano del rebelde Bill, o el hermano de los gemelos… luego… pasé a ser el amigo de Harry Potter –le explicó con cierta nostalgia.

-¿De qué tenías envidia, Ron? –preguntó utilizando su nombre con la calidez que no utilizaba desde hacía tiempo-. Tú tenías una familia que te quería, unos padres que te adoran, yo no conocí a los míos, unos hermanos que harían cualquier cosa por ti, yo jamás los tuve –le sonrió con cierta tristeza-. Creciste con apoyo y cariño, amor, y pese a que tu familia no tuvo nunca exceso de dinero, nunca te faltó nada… ¿De qué tenías envidia Ron? Hasta los once años estuve viviendo en un pequeño cuarto bajo las escaleras, me obligaban a trabajar día y noche sin quejarme porque si me quejaba me quedaba sin la poca ración de comida que me daban; me ocultaron quién era, me castigaron por ser mago, me quitaron el derecho de saber de mis padres… Me negaron un abrazo y un beso en mi cumpleaños y mientras tú compartías Navidades con tu familia, envuelto en regalos y papeles de colores, yo nunca tuve regalos hasta que llegué a Hogwarts… ¿No crees que debería haber sido yo quién te tuviera envidia a ti?

Ron había enrojecido. Las palabras de Harry habían sonado sinceras y era reales, eso era lo peor de todo, que él sabía que eran reales.

-Yo… supongo que nunca lo vi desde ese punto… -confesó algo avergonzado.

-Fuiste la primera persona que conocí del mundo mágico –sonrió-, a parte de Hagrid, por supuesto. Supongo que por eso me acerqué tanto a ti… Creí ver en tus ojos la lealtad y el valor de la justicia que tus padres te inculcaron… Yo… sólo quería tener un amigo… y resultaste ser un hermano –le dijo Harry sabiendo que le estaba haciendo daño con sus palabras. Pero había sido Ron quién le había ido a buscar para hablar, y él necesitaba sacarse ciertas cosas de dentro.

-Si pudiera dar marcha atrás en el tiempo lo haría Harry, de verdad.

-Te creo –le dijo el chico sonriendo-. Y es por eso por lo que te perdono, si es eso lo que necesitas de mí, pero nuestro trato nunca será igual… La confianza es un hilo muy fino que tarda mucho en labrarse y que se destruye con mucha facilidad… y lamentablemente, ese hilo entre tú y yo, se ha roto y no sé si se podrá reconstruir.

-Lo entiendo… sólo quiero que sepas que me voy a mantener al margen de lo que quieran hacer Hermione y Dumbledore –Harry asintió-. Ya no hay vuelta atrás ¿verdad? –preguntó el pelirrojo.

Harry se encogió de hombros.

-Nunca la hay cuando el tiempo pasa –le dijo sencillamente-. Pero me alegro que te dieras cuenta de lo que estabas haciendo.

El chico hizo una mueca con los labios chasqueando la lengua en el proceso.

-Lamento haberte fallado Harry –le dijo sinceramente-, no sólo como amigo, si no también como hermano… te consideraba como tal, lo sabías ¿verdad? –sonrió a medias mirando el cabello rebelde del chico-, un pelirrojo teñido de negro, pero te consideraba un hermano.

-Por eso me dolió tu traición Ron –le contestó Harry de forma directa.

-Bueno… -se incorporó-… supongo que nos veremos… por ahí… -Harry asintió.

Con la sensación de seguir sintiéndose vacío, Ron empezó a caminar por el pasillo con las manos en los bolsillos y los hombros agachados en señal de abatimiento. Harry se mordió el labio inferior titubeando.

-¡Ron! –lo llamó haciendo que se girase para mirarle-. Hiciste que durante mucho tiempo yo también te considerara así… ¿quién sabe? Quizá algún día puedas volver a lograrlo –le indicó con una media sonrisa sincera.

Ron sonrió. Había visto en los ojos de Harry el brillo esperanzador de una oportunidad, aún podía recuperar a su amigo y por mucho que insistiera Dumbledore y Hermione, esta vez, no pensaba fallar a Harry.

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-¿Por qué no, Giliath? –preguntó por enésima vez Harry.

-Porque ella me pidió que fuera una sorpresa –le contestó la diosa mientras se aseguraba de que la pequeña daga quedase oculta en los pliegues de su túnica amarillenta-. Y no voy a romper una promesa –añadió.

Harry cruzó los brazos en actitud de niño ofendido mientras farfullaba algo entre dientes bajo la divertida mirada de Erebor y Remus que estaban terminando de colocarse la capa, la mirada reprobante de Derin que estaba ocultando sus armas con un hechizo de camuflaje e invisibilidad y la mirada de Giliath, que pese a que intentaba fingir que lo ignoraba, Harry sabía que no era así.

-Pues no entiendo por qué no me puedes decir cómo es el vestido de Verónica.

Remus sonrió. En momentos como aquel, en los que Harry parecía un adolescente más en lugar de un adulto en el cuerpo de un niño, era cuando más disfrutaba del chico y más añoraba a James, Lily y Sirius. Al no obtener respuesta, Harry resopló mientras se dejaba caer en el sofá; cerrando los ojos con gesto cansado y luego miró con seriedad a Remus.

-¿Está todo listo?

-Todo listo –informó Remus-. Diecisiete licántropos, quince vampiros, Firenze ha convencido a algunos centauros y Aragog y sus hijos protegerán el bosque y a todo el que se oculte en él y sea miembro del colegio, ¿cómo…

-Lancé un hechizo sobre todos los estudiantes y profesores de Hogwarts –se adelantó Erebor a la pregunta de Remus. El hombre asintió.

-Ojalá esté equivocado… -murmuró Harry.

-A todos nos gustaría eso, pero sabemos que no lo estás –le aseguró Giliath sentándose en el apoya brazos a su lado y pasando un brazo por los hombros del chico.

Un par de toques breves y rápidos atrajeron la atención de los presentes. Erebor miró a Harry que hizo un gesto con la cabeza en señal de asentimiento.

-Son Snape y Malfoy –informó después de haber reconocido sus auras a través de la puerta.

-Ignorarán tu reunión –fue el saludo del profesor de pociones nada más entrar en la sala y dejarse caer en el sillón-, y esta noche atacarán Hogsmeade y también Hogwarts –dijo de mala gana el profesor aferrándose el antebrazo izquierdo mientras contenía una mueca de desagrado y dolor.

-¿Padrino? –inquirió Draco a su lado.

-Estoy bien Draco –le intentó tranquilizar el mago con lo que pareció un amago de sonrisa.

Pero Erebor no le creyó y a juzgar por el ceño fruncido de Harry, él tampoco. El dios se acercó hasta el maestro de pociones y en un movimiento ágil, levantó la manga de la túnica negra de Severus Snape, rebelando además de la ya conocida marca tenebrosa tatuada, una serie de señales que parecían serpientes zigzagueando de un lado a otro cruzando sobre una serie de pequeñas heridas rojizas, marcadas a fuego y que empezaban a tornarse de un peligroso color negruzco. Incluso Draco, acostumbrado a ver aquel tipo de escenas y heridas, tuvo que contener las ganas de no vomitar ante la visión de la carne quemada de su padrino alrededor de la marca tenebrosa.

-El Lord se sentía inspirado hoy; volvió a rehacer su marca en algunos de nosotros –dijo a modo de explicación ante la muda expresión de Erebor.

-Quizá aún podamos anular el baile… -empezó a decir Remus mientras Erebor tomaba una botella con un líquido azul y se la tendía al profesor de pociones que la tomó sintiendo un gran alivio en su brazo repentino.

-Ya hemos hablado de ello. No se va a anular nada –dijo tajante Harry-. No podríamos hacerlo sin dar explicaciones, explicaciones que no quiero dar –Remus asintió-. ¿Qué necesitas? –le preguntó a Erebor que estaba examinando las cicatrices que cruzaban la marca tenebrosa.

-Sangre de vampiro, extracto de sándalo y licor de hadas –dijo el hombre.

-Segundo estante, cuarto estante y primer estante empezando por abajo, junto a la librería –le dijo Harry a Remus que ya se había puesto a buscar lo que Erebor había dicho.

-Si se lo decimos a Dumbledore… -empezó a decir Malfoy.

-No –dijo tajante Harry-. Ya lo hicimos y no nos creyó.

-Pero ahora tenemos pruebas –insistió Malfoy mirando como los ojos de su padrino se cerraban frente al licor que acababa de tomar combinado con la poción que se había tomado-. ¿Sabe lo que hace? –le preguntó a Erebor.

-Tanto como tú sabes de etiqueta –le espetó Erebor con gesto divertido en lugar de ofendido.

-Está en buenas manos –le tranquilizó Giliath-. No te preocupes.

-Vamos Malfoy, tenemos algo que hacer… -dijo Harry levantándose después de ver la mirada de Erebor que le indicaba que lo sacara de allí-… Supongo que querrás avisar a alguien de lo que puede ocurrir esta noche ¿cierto?

Draco asintió.

-Blaise y Pansy –dijo sin importarle que su lista fuera tan corta. Harry no se sorprendió.

-Perfecto, también hablarás con Luna Lovegood, ¿la conoces? –Draco asintió-. Bien, búscales y diles que vayan al bosque cuando la cosa se ponga mal ¿de acuerdo?

-Blaise y Pansy son hijos de mortífagos, no creo que…

-¿Crees que se van a parar a preguntar los apellidos? –preguntó sarcástico Derin-. Tú mejor que nadie tendrías que saber que un apellido a veces no vale nada.

-Derin, suficiente –le indicó Giliath con una mirada de advertencia.

Pero Draco no pareció ofenderse con aquello.

-Los enviaré al bosque –confirmó el chico rubio. El reloj de arena marcó la hora y el sonido de las campanas anunciaron que era el momento del baile-. ¿Y ahora?

-¿Ahora? –Harry sonrió-. Ahora hay un baile al que asistir; no te preocupes –añadió al ver que Draco miraba como Erebor cubría a Severus con una manta suave después de tumbarlo cómodamente en el sofá-. Aquí estará protegido. Necesita dormir.

-¿Y si el ataque…

-No encontrarán estas habitaciones, te lo aseguro –dijo Harry.

-¿Qué te ocurre? –preguntó Derin.. El chico le miró-. Titubeas y siento tu aura nerviosa.

-No quiero dejar a Verónica sola…

-No estará sola –aseguró Derin-. Me quedaré con ella y la protegeré con mi vida, Ainur –le aseguró el dios guerrero llevándose una mano a la espada ya invisible que colgaba del cinto de su casaca.

-Lo sé –torció la sonrisa-, y eso es lo que me preocupa –aseguró -. Es hora de que esto empiece –dijo. Se inclinó ante Giliath de forma elegante, y luego se giró hacia los tres varones haciendo un gesto con la cabeza; una vez le hubieron contestado del mismo modo, Harry salió de la estancia con Malfoy pegado a él.

Draco retuvo a Harry por el brazo mientras caminaba detrás de él por el pasillo. Los ojos verdes del chico lo miraron con curiosidad. Plata contra verde; oscuridad contra luz, soberbia ante humildad.

-Cuando acabe el baile quiero entregar el colgante de Elea –le informó Draco-, prepara lo que sea que tengáis que preparar.

Harry frunció el ceño.

-¿Estás seguro?

-Cuando el Lord caiga, la marca desaparecerá ¿verdad? –Harry asintió, dando por sentado que se estaba refiriendo a la marca tenebrosa del antebrazo de su padrino. El rubio exhaló aire-. Severus es lo más parecido a un padre que tengo, es la única familia que me queda y la única persona además de mi madre que alguna vez se ha preocupado por mí; no quiero verle de esa manera –aseguró.

Harry sonrió.

-Ni siquiera sabes a lo que te enfrentarás después; puede que te mires y no te reconozcas y puede que ni siquiera…

-Pero siempre estarás tú para seguir manteniendo una pequeña pelea verbal, ¿verdad Potter? –le cortó Draco dándole a entender que no iba a cambiar de idea.

Harry sonrió de medio lado.

-Eso por supuesto Malfoy –el rubio asintió y empezó a andar-. Y por cierto –añadió Harry situándose a su lado de nuevo-, ese gesto de valentía podría haberte costado ir a Gryffindor.

Malfoy sonrió de lado pero no contestó. Después de todo, en aquellos momentos tampoco le parecía tan mala idea.

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Como cada vez que se celebraba un evento de aquella índole, las salas comunes de las casas de Hogwarts parecían haberse convertido en centro de reunión del sector masculino del colegio mientras que las chicas había desaparecido de los pasillos, terrenos, biblioteca y aulas. Le resultaba divertido y cómico el modo en que los chicos de Gryffindor que no mucho antes le habían apoyado y vitoreado, festejando cada snith atrapada, cada partido ganado, cada victoria sobre Voldemort, estuvieran en aquellos momentos mirándolo como si fuera un compatriota del enemigo.

Estaba de pie, recostado contra el sofá rojo junto a la chimenea, los brazos cruzados y la mirada verde recorriendo cada rincón de la sala en un gesto instintivo y necesario que había aprendido a aceptar como algo innato en él.

Era consciente de las miradas que los demás le dedicaban, por supuesto, además, tenía que admitir que el haber elegido el uniforme de capitán de los shyards para aparecer en público, provocaba que las miradas fuesen mucho más indiscretas tal y como había podido comprobar con algunas de las chicas que ya habían bajado de sus habitaciones para ser recogidas por sus parejas y que le habían mirado con sonrisitas pícaras y ojos chispeantes de celos y envidia por saber con quién iría Harry Potter, como si el chico fuera a cambiar de idea en el último momento y alguna de ellas fuera la afortunada que lo acompañaría al baile.

El traje que vestía estaba confeccionado con una tela especial que se ajustaba a los movimientos de Harry; muy útil para el chico que nunca sabía cuando iba a tener que dejar de hacer lo que estuviera haciendo. Los pantalones negros se ajustaban perfectamente a los músculos de sus piernas; la camisa blanca resplandecía en contraste con los pantalones; de medio cuello y con botones laterales que iban desde el cuello hasta el hombro y bajaban por el lado derecho hasta el final de la camisa, perdido dentro de los pantalones sujetos con un cinturón negro también. Un leve color rojizo en el borde del cuello y los puños de las mangas así como alrededor de la línea trazaba por los botones daban un color a la camisa. Una casaca de mangas largas de color negro abierta y abrochada a al altura del estómago con un par de botones le conferían un aire adulto y el cabello desordenado le daban ese aspecto rebelde que a tantas chicas atraía; además aquella noche, sus ojos parecían resplandecer más que nunca.

-Hola Harry –saludó Neville bajando las escaleras de forma despreocupada con su túnica verde botella-. ¿Esperas a alguien o me he olvidado de tomar la poción? –preguntó el chico mientras se rascaba la nuca.

Harry sonrió ante su despistado amigo.

-No, nada de eso, pero ahora que lo dices, mañana te toca otra vez, ¿aún te queda? –Neville negó.

-Ayer me tomé la última redoma que me diste –le contestó-. He pensado que podrías enseñarme a hacerla, ahora que no soy tan torpe con las pociones –sugirió-, así te ahorrarías el tener que…

-No dudo que hayas mejorado en pociones Neville, yo mismo lo he visto –Neville se sonrojó ante el comentario de halago-, pero esta es una poción muy complicada incluso para mí… y es bastante peligrosa si te equivocas en una medida o un solo ingrediente… -negó con la cabeza-, me gustaría no tener que arriesgarme.

-Está bien, no pasa nada –comentó el chico.

-Mañana mismo tendrás otra redoma de siete tomas, ¿de acuerdo?

-Vale, entonces –retomó la conversación de antes-, ¿estás esperando a alguien?

-Sí, a mi pareja de baile –comentó Harry mirando hacia las escaleras y viendo como una pelirroja bajaba con el rostro sonriendo-. Y creo que ahí está la tuya ¿no?

Neville se giró y sonrió embobado cuando vio a Ginny con aquella túnica rojiza que hacía juego con su cabello que llevaba recogido en una sencilla coleta alta.

-Estás guapísima… -le dijo Neville sonrojado cuando la chica llegó hasta ellos.

-Gracias, tú también te ves bien –la chica sonrió y miró a Harry-. Buenas noches, Harry.

Harry hizo una leve reverencia formal y le guiñó un ojo mientras le tomaba una mano y le besaba el dorso de la misma sin siquiera apartar los ojos de los de ella.

-Estás preciosa esta noche, Ginevra, tu pareja es muy afortunado –añadió.

-Sí, sí que lo soy –dijo Neville ofreciéndole su brazo a la pelirroja-. ¿Vamos?

-Un momento chicos –los detuvo Harry. Ambos le miraron-. Puede que lo que os diga os suene raro pero tenéis que hacerme caso y…

-¿Qué ocurre, Harry? –preguntó Neville dándole a entender que confiaba en lo que les dijera.

-Si algo ocurre esta noche, el bosque Oscuro es el lugar más seguro, ¿de acuerdo?

-¿El bosque? –preguntó Ginny - ¿Qué quieres dec…

Nevilla apretó la mano de Ginny suavemente haciendo que la chica se callara. Se giró hacia Harry.

-El bosque Oscuro es el lugar más seguro pese a Aragog y los centauros… -volvió a decir el moreno. Neville asintió comprendiendo-. Disfrutad del baile chicos –se despidió Harry.

-Lo haremos –aseguró Neville.

-Hasta luego Harry –se despidió la chica del moreno.

Harry sonrió a modo de despedida.

El reloj de la sala común anunció que eran las nueve de la noche y Harry se dispuso a esperar media hora más de rigor, sabiendo que todas las chicas tardaban un tiempo prudencial antes de bajar, lo había comprobado en Ahsvaldry cada vez que él y Giliath quedaban para entrenar, y había llegado a la conclusión de que suna diosa lo hacía, ¿por qué no lo iba a hacer una chica normal?

Pero se equivocó, como cada vez que intentaba englobar a Verónica en el grupo de "chicas normales"; notó la presencia de ella en el mismo instante en que la figura de la chica se dibujó en la parte más alta de las escaleras.

Contuvo el aliento sin darse cuenta al verla bajar con una elegancia innata y una sonrisa en el rostro que irradiaba felicidad. Y entonces supo que no quería estar cerca de ella por el poder de atracción de la daga, como había podido pensar con anterioridad, sino simplemente porque la quería.

Llevaba una túnica blanca de tirantes finos y escote recto, ceñida al pecho mediante un fruncido en blanco que bordeaba justo por debajo del pecho de la chica; a partir de ahí, el vestido caía de forma suelta debido a la seda natural de la que estaba hecha la túnica hasta la altura de las rodillas, provocando que el vestido se moviera a su antojo a medida que bajaba las escaleras; unos zapatos blancos de medio tacón hacían juego con la túnica y un broche negro en medio del fruncido en el pecho le daba el toque de contraste necesario. Además la chica se había dejado el cabello largo suelto y éste jugaba armoniosamente con la fina tela del vestido de la espalda; se había recogido un par de mechones sobre la nuca y los había rizado, dejándose un tirabuzón que caía suavemente sobre la sien derecha y, dado la longitud del cabello de Verónica, éste llegaba graciosamente hasta la curva del pecho de la chica.

Harry caminó hacia la escalera, consciente de que alguno de los chicos que aún seguían allí se habían quedado mirando a Verónica mientras se preguntaban los unos a los otros si esa era Verónica Ollivers. El muchacho hizo una reverencia formal antes de extender su mano hacia ella para ayudarla a terminar los últimos escalones y sonrió cuando Verónica estuvo a su lado por fin; sin más maquillaje que un poco de sombra dorada y un poco de brillo en los labios, ella le sonrió.

-Estás maravillosa –le dijo el chico besando dulcemente los nudillos de la mano de la chica.

-Gracias… -contestó sonrojándose ligeramente al no estar acostumbrada a esos comentarios-. Tú también estás muy bien –añadió haciendo que Harry sonriese ligeramente. Los ojos verdes de Harry captaron el colgante que llevaba la chica en el cuello; una fina cadena de plata con unas letras entrelazadas en las que se leía claramente "Melian"-. Mamá solía llamarme así; me regaló este colgante cuando tenía ocho años –explicó.

Harry le sonrió.

-¿Sabes que significa Melian en el idioma de Ahsvaldry?-Ella negó y Harry se acercó hasta su oído para susurrarle-. "Don de amor"…-Ambos sintieron como ella se estremecía y ambos sonrieron al mismo tiempo-. ¿Vamos, bella dama?

-Será un placer, caballero –contestó ella siguiéndole el juego.

Si siempre le había parecido una chica bonita, en aquellos momentos le pareció una chica hermosa, capaz de opacar incluso la belleza de Giliath y sin tener nada que envidiar a todas las chicas que habían pasado por delante de él en los últimos cuarenta minutos.

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-Ron, Hermione –empezó a decir el director-. Os agradecería mucho que mantuvieseis a Harry vigilado durante el baile.

-Por supuesto profes… -empezó a decir Hermione.

-No –dijo Ron tajante -. No lo voy a hacer –aseguró Ron.

-¿Cómo? –preguntó Hermione.

-Me has oído –aseguro el chico-. No voy a seguir espiándole, nunca debí de haberlo hecho; y nunca debí de haber desconfiado de él.

-¿Todo esto es porque hablaste con él? –preguntó Hermione. Se giró hacia el director -. Estuvo hablando con él para pedirle disculpas y Harry no lo perdonó completamente pero tampoco le cerró las puertas –explicó al anciano que estaba sentado a la cabecera de la cama.

-¿Qué te dijo Harry, Ron? –preguntó Dumbledore.

El pelirrojo sonrió a medias.

-Nada que le pueda servir a usted y a su orden, señor –aseguró el chico-. Pero no voy a seguir espiándolo –volvió a asegurar-. No para que usted intente aprovecharse de él; no voy a traicionarlo otra vez-. Y antes de que digas nada Hermione, no, no me ha lanzado ningún hechizo –la castaña se sonrojó levemente, demostrado que claramente era eso lo que había empezado a pensar.

-Antes estabas dispuesto a hacerlo, ¿por qué ahora no? –preguntó Dumbledore.

-Porque ahora me he dado cuenta de muchas cosas, señor –contestó escuetamente Ron.

-Comprendo… -suspiró-… Supongo que sabrás que si no nos ayudas, no puedes permanecer en…

-¿la Orden? –acabó la frase Ron por él-. Sí, lo sé señor y por eso… -empezó a rebuscar entre su túnica algo-… juraría que estaba por aquí…-una expresión de triunfo y alivio apareció en su rostro cuando sacó un pergamino-… por eso renuncio a seguir formando parte de la Orden del Fénix hasta que su líder sea destituido, señor –le dijo extendiendo le pergamino.

-¡No puedes hacer eso! –exclamó Hermione.

-Sí puedo hacerlo Hermione. Me he cansado –dijo mirándola-. Me he cansado de tener que mirar a Harry a escondidas, me he cansado de pasarme oras en vela recordando cuando volábamos juntos, cuando nos escabullíamos por los pasillos de noche y cuando nos quedábamos hasta tarde criticando a algún profesor –dijo-. Me he cansado de todo eso Hermione… Y nada me obliga a permanecer aquí, ¿verdad señor? –preguntó mirando al director.

-Por supuesto que no, señor Weasley –concedió el director con una sonrisa condescendiente.

-En ese caso… -Ron se levantó y estiró su túnica-… si me disculpa, tengo una chica a la que ir a recoger, me espera un baile –aseguró el pelirrojo. Miró a Hermione que parecía respirar agitadamente por la nariz-. Lo lamento Hermione, pero creo que estás haciendo las cosas de forma equivocada… Quizá esto te recuerde por qué tengo que dejar de hacer esto –dejó en el regazo de la chica un pequeño camafeo abierto-… iba a ser tu regalo de Navidad, pero conociendo tu orgullo sé que seguramente dejarás de dirigirme la palabra… En verdad lo siento.

Hermione no dijo nada cuando Ron abandonó el despacho del director, ni tampoco dijo nada cuando observó la fotografía que había dentro del camafeo, una fotografía donde ella, Ron y Harry miraban a la cámara y sonreían felices, una de las primeras fotografías que se tomaron los tres juntos cuando tenían once años; y pese a que no dijo nada, sintió que acababa de perder algo muy importante.

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Bueno, esto es todo por hoy, comprended que aún estoy con examenes y que tengo que utilizar mis neuronas al máximo para aprobarlos :p

En fin, espero que os haya gustado y que sigais dejándome vuestros reviews ok?

Os dejo el próximo avance…

Sed buenos, un besito a todos, que tengáis una buena semana y sed felices, porque las sonrisas y el buen humor se contagian :D

Nos leemos pronto!

En el próximo capítulo…

"-No te va a pasar nada

-Me estás ocultando algo ¿verdad?

-Vamos, tenemos que avisar a los demás.

-Tengo que irme…

-Lo sé… Ten cuidado Harry…

-¡Ainur!

-Lo sé, lo sé… tened cuidado y no hagáis tonterías"

"-Los tenderos están en nuestra tienda

-Sacadlos de allí y llevadlos a Hogwarts

-McNair

-Oh, perdona, se me olvidó mencionar que si intentas moverte sin mi consentimiento, la esfera actúa sola

-¿Desde cuándo dominas la magia negra, Potter?

-¿Acaso te importa, McNair?

-¿Ha dejado el colegio solo?

-¿Duda de su existencia?

-No creo que sea el momento de bromear Harry; si esas criaturas existen de verdad, tú no vas a poder…

-¿Y usted sí?"

"-No son sólo dementores

-Queremos a la muchacha

-Y a Malfoy también

-Esto será divertido…"

"-¡Maldita bestia!

-¡¿También queréis morir!

-¡Estoy bien Erebor!

-Antes que guardián eres amigo y hermano

-Hogwarts"

"-¡No, esa maldición no!

-¡Derin!

-¡Corred!

-¡VERÓNICA!

-Invoco el poder de Lahntra para salvar la vida de este dios…"