Hola a todo el mundo! Espero que los que estáis de vacaciones estéis teniendo unas buenas vacaciones y unos días de descanso afortunados:D
Bueno, agradezco sus comentarios a:
TheBadGirl, pauly, Aranel-Riddle, carolagd, Rasta, Rocha true, Elias, HeiDi-Lu, battousai-clau, nagaina, El pocho, Natalia, dany, pedro, blackmoonlady, valne
Muchas gracias por seguir leyéndome y mi "chantaje sigue en pie", a parte de eso, todos estáis invitados a leer mis otras historias siempre que gustéis.
Un besito para todos, os espero abajo, que disfrutéis de la lectura…
CAPITULO 37. Sin perder la esperanza
"Un pequeño pueblo de casitas pintorescas de diferentes colores y tejados rojos, negros y grises que daban un color diferente allá donde se mirase. El cielo era de un claro azul sorprendente y no había nubes que enturbiaran la calidez del sol que bañaba los campos y jardines de las pequeñas casas con aquella luz dorada y agradable que emitía un ligero calor y cosquilleo allí donde te tocaba.
Harry se miró los pies; estaba descalzo pese a no recordar haberse quitado los zapatos; las briznas de hierba le hacían cosquillas en las plantas de los pies desnudos y el frescor del rocío le refrescaba dulcemente. Miró a su alrededor; estaba en un jardín trasero zanjado por una valla blanca de medio metro de largo a lo largo de la cual, estaban plantados tulipanes amarillos, rosados y blancos, rosas amarillas y rojas y pequeñas lilas que destacaban aquí y allá dándole suaves pinceladas de color. Se respiraba un aroma dulzón seguramente debido a las flores y Harry cerró los ojos para absorber mejor todo aquello.
Sus ojos se dirigieron luego hacia la casa que estaba a sus espaldas; una casa blanca de dos plantas, bonita, grande y luminosa que le hacía recordar deseos hermosos y tener sensaciones extrañas y desconocidas que parecían formar parte de él desde siempre; era como si esa casa fuera parte de él mismo pese a que no la recordara, y pese a que no supiera a ciencia cierta de donde había salido.
La puerta blanca trasera se abrió y un hombre vestido con tejanos y camiseta de mangas cortas de color azul salió, mirándolo fijamente, mientras se restregaba las manos con un trapo blanco, como si se las estuviera secando.
Harry tragó saliva con cierta dificultad; era como mirarse en un espejo. El mismo cabello negro y rebelde, los hombros anchos que él empezaba a demostrar tener, el físico delgado y fibroso, las gafas que escondían los ojos, los labios finos y delgados, y aquella expresión de eterna sonrisa. Sólo el color de los ojos era diferente; los suyos eran verdes, los del hombre que estaba frente a él eran de un bonito color avellana. Harry fue consciente por primera vez de que todas las veces que le habían dicho que se parecía a su padre, era cierto.
-Bienvenido a casa, hijo –dijo James Potter sonriéndole y bajando los dos escalones que separaban el jardín trasero de la casa-. Me preguntaba cuándo ibas a venir a verme.
Pero Harry no acertó a decir nada. Sólo lo miraba y parpadeaba, como si quisiera asegurarse que no era un sueño, que él era real, que estaba viéndolo del mismo modo en que podía ver a su madre. Había esperado mucho tiempo para poder decirle tantas cosas, para agradecerle que le salvara la vida, para hablar sobre el mapa del merodeador, de la capa invisible, de la orden del Fénix, de Voldemort, de los Dursley… tantas cosas que decirle y en aquellos momento las palabras no le salían más arriba de su garganta donde parecía tener un nudo que no iba a deshacerse.
El olor a manzana y madreselva lo envolvió en un cálido abrazo y Harry se sintió seguro y amado; una sensación que no recordaba pero que sabía que había estado presente siempre en su vida; sin poder evitarlo y también sin querer evitarlo, Harry se deshizo en lágrimas envuelto en el abrazo de su padre, que lejos de decirle nada, sonrió por encima de su hombro al descubrir que él mismo también estaba llorando.
Cuánto tiempo pasó con su padre no lo supo con seguridad; el tiempo en aquella realidad no existía; hablaron de todo y de nada, de las bromas de los merodeadores, de las trifulcas que mantenían con los Slytherin, de cómo había empezado la relación entre los chicos y entre Lily y James. De todo y de nada. Harry se sorprendió al descubrir en él, rasgos que su padre mostraba, como el fruncir el ceño cada vez que se nombraba el apellido Malfoy, la forma en que se mordía el labio inferior, la sonrisa sarcástica que aparecía en su rostro de vez en cuando y el modo en que tenían de juguetear con una snitch.
-Papá –James le miró-, ¿por qué estás en esta casa? –le preguntó.
James Potter sonrió.
-Porque esta era nuestra casa Harry –le dijo el hombre-. Tu madre y yo la compramos para nosotros tres, bueno, nosotros cuatro, Sirius pasaba más tiempo en nuestra casa que en la suya, al final le hicimos un cuarto para él –añadió con una media sonrisa que contagió a Harry-. Cuando mueres, tu cuerpo se queda en la edad y en el sitio en el que fuiste más feliz durante tu vida. Y nunca fui más feliz que cuando estaba casado con tu madre y vivíamos en esta casa, y tú estabas con nosotros…
-Pero mamá no está…
-Pero algún día volverá conmigo, aquí –aseguró el mayor de los Potter-, algún día estaremos juntos en esta casa, en su jardín de rosas y lilas y tulipanes… En la misma casa que construimos en el Valle de Godric…
-Viviré en ella, papá –le prometió a James-. Seré feliz dónde vosotros queríais que lo fuera –le aseguró.
James Potter le sonrió y le revolvió el cabello.
-Sé feliz donde quieras serlo, cariño; siempre estaré aquí cuando quieres venir a verme.
-Vendré a veros a los dos –aseguró Harry-; conseguiré que tú y mamá volváis a estar juntos.
-Un Potter nunca rompe una promesa, Harry, recuérdalo siempre; no prometas nada que no vayas a cumplir –le dijo el hombre adulto sabiendo lo peligroso que era lo que Harry pretendía hacer.
Harry le sonrió.
-Te prometo que tú y mamá volveréis a estar juntos y pasaréis el resto de la eternidad juntos, como siempre debió ser –reafirmó el chico.
-Es hora de que te vayas.
Harry asintió.
-Volveré a verte –aseguró el chico.
-Mas te vale que lo hagas, Sirius se pondrá furioso cuando le diga que has venido y él no estaba –bromeó el mayor de los Potter rodando los ojos.
-Te quiero papá –Harry le abrazó.
-Y yo a ti, hijo, y yo a ti…"
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Después de lo ocurrido con Derin, los comentarios no dejaron nada a las sombras; todo el colegio había visto de lo que era capaz Harry; y los pocos que no le temían, empezaban a hacerlo, salvo aquellos que ya habían demostrado en bastantes ocasiones que le confiarían a Harry sus propias vidas. Sabía que iba a ocurrir aquello, pero aún así, le molestaba que casi todos los alumnos lo mirasen como si fuera una especie de… de… de alienígena o algo parecido. Dio un sorbo a su copa de vino mientras Remus comía silencioso a su lado.
Silencio. Parecía que aquello se había convertido en la máxima del colegio. Silencio; rumores, susurros, murmullos, pero nadie se atrevía a decirlo claramente, a hablar alto y claro y lo único que mantenía a Harry con algo de su habitual humor era el hecho de que era consciente que algunos de los alumnos de los cursos más avanzados habían empezado a mirar mal al director Dumbledore.
Se limpió la boca con la servilleta e hizo un ademán de levantarse. No debería de estar allí sentado.
-Termina de comerte el asado Harry –le advirtió Remus. Harry le miró enarcando una ceja-. Necesitas comer, has hecho un buen trabajo pero necesitas alimentarte para seguir manteniendo el ritmo de magia que estás gastando y que vas a necesitar gastar si quieres encontrar a Verónica y a Draco; así que siéntate, cómete el asado y después iremos a ver qué han descubierto Erebor y Derin.
Harry iba a protestar cuando una mirada de Giliath a su otro lado le hizo darse cuenta de que hiciera lo que hiciera o dijera lo que dijera, ninguno de los dos adultos le iba a dejar salir del Gran Comedor hasta que no viesen el plato del adolescente completamente limpio y vacío.
No sabía cómo se había dejado convencer, bueno, sí lo sabía; Remus y Giliath le habían mirado de aquella forma apelando al chantaje emocional y pese a que había asegurado que estaba en perfectas condiciones, un último ruego por parte de Derin le había hecho darse cuenta de que debía verse muy mal para que el dios guerrero le pidiera que fuera a comer.
"Derin" –llamó el chico internamente al dios.
No hubo respuesta. Harry frunció el ceño mientras notaba como Giliath le miraba.
"¿Derin?"-volvió a preguntar. Tampoco obtuvo contestación por parte del dios. Intento llamar a Erebor pero tampoco le contestó-. ¿Se puede saber dónde están? –preguntó Harry mirando a Giliath.
-En Ahsvaldry –dijo la diosa aparentando una tranquilidad que no sentía en absoluto.
Harry respiró profundamente intentando controlar la magia y la explosión que estaba seguro que estaba a punto de ocurrir.
-¿Y qué hacen en Ahsvaldry? –preguntó con demasiada tranquilidad. Pero antes de que pudiera contestar Giliath, Dumbledore apareció en el Gran Comedor, dirigiéndose a la mesa alta donde ya lo aguardaba la profesora McGonagall -. Genial… ahora sí que me retiro y no –dijo mirando a los dos adultos-, no voy a esperar a terminar de comer esto mientras Erebor y Derin están allí haciendo a saber qué.
-Siéntate Harry –dijo Giliath con voz imperativa. Harry la miró enarcando una ceja y la diosa suspiró, consciente de que con aquel tono no iba a conseguir nada-. Por favor… siéntate y deja que te lo cuente… -pero el adolescente no lo hizo, se limitó a mirarla esperando que la diosa le diera una explicación-. Fueron a buscar a Angark. Si Angark detecta tu magia no habría forma de localizarle, en cambio, si sólo nota la presencia de Derin y Erebor, no creerá que…
-Sí, claro, ahora resulta que Angark es idiota ¿verdad? –dijo el chico.
Era consciente de que los ojos de Dumbledore lo estaban mirando con una mezcla de miedo y compasión; Harry tuvo que reprimir una sonrisa; miedo y compasión… dos cosas que había recibido demasiado últimamente y que ya no le afectaba en absoluto. Giró su vista hacia el director que parecía tener todas las intenciones de dirigirse a él, en su cabeza, las breves palabras que había tenido con Albus hacía unas horas, cuando había regresado de buscar a Verónica
(flashback)
Estaba claro que Feamor notaba que su dueño esta furioso; el animal había tenido que protegerse detrás de sus poderosas alas un par de veces para asegurarse que las esferas de energía que el chico le estaba lanzando no le lastimasen.
Desoyendo los consejos de los dioses de que debía descansar un poco y recuperar la sangre que había perdido, Harry había dirigido sus pasos hacia el bosque, donde había llamado a Feamor porque necesitaba cansarse, agotarse y extenuarse hasta el punto de no recordar qué había pasado, de no recordar que si hubiese llegado unos segundos antes, sólo unos segundos, podría haber rescatado a Verónica y a Malfoy de aquel lugar.
Feamor extendió sus alas y lanzó una ola expansiva de magia negra hacia Harry que lejos de esquivarla, se quedó parado, quieto, esperándola llegar, queriendo castigarse a sí mismo por haber sido tan estúpido de no haber logrado conseguir ayudar a Verónica. ¿Cómo diablos se suponía que iba a vencer a Voldemort y a Elea si ni siquiera era capaz de proteger a su novia?
Notó como la magia de Feamor le atravesaba por completo, rasgándole cada parte de la piel y congelándole el alma; cuando el ataque cesó, se dejó caer arrodillado en el suelo, bajo la mirada del pegaso, intensa, negra, oscura, viva. Desde el suelo, Harry percibió su presencia, su aura se hizo notable y una nueva fuerza de odio hacia aquella persona le hizo ponerse en pie antes de que lo viese en el suelo desolado por su reciente fracaso.
-No se acerque si no quiere morir –advirtió el adolescente sin siquiera girarse.
Dumbledore avanzó un paso más hacia él y una esfera blanca apareció frente al anciano estallando en una pequeña ráfaga de aire controlado.
-No voy a repetirlo –aseguró el chico.
Dumbledore no avanzó más.
-Quería hablar contigo Harry.
-Pues es una lástima porque yo no quiero hablar contigo, Albus –dijo con sorna acentuando el nombre del mago mayor.
-Sé que me culpas y no…
Pero Harry no estaba dispuesto a escucharle. Ya no. Le había dado muchas oportunidades, demasiadas según le había dicho Erebor y Derin; demasiadas para seguir haciéndolo. Se giró. Dumbledore sintió miedo ante los ojos verdes del chico que tenía delante y al que ya no reconocía porque nunca había querido conocerlo.
-¿Usted no, qué? –preguntó- ¿No tiene la culpa? Si es eso lo que va a decirme, ahórreselo, porque nada de lo que diga va a causar ningún efecto en mí. ¿Sabe? Mi madre lo sabía –Dumbledore parpadeó-. ¿Creía que no me iba a enterar? Otra cosa más que me quiso ocultar…
-No entiendo a qué te refieres, Harry.
-Mi madre… la bruja que lo colocó en un pedestal y que confió en usted durante años hasta que se dio cuenta de que le estaba ocultando algo… ¿la recuerda?
-Cada día de mi vida me acuerdo de tus padres Harry… Igual que lo hago de todos aquellos que dieron su vida de forma justa o injusta para proteger la causa y defender al mundo de Voldemort.
-Cuando le dijo a mi madre que usted podía ser mi guardián secreto y mi padrino, ella se negó, ¿no sabe por qué lo hizo, ¿no quiere saberlo? –preguntó con sarcasmo.
-Yo no…
-Mi madre supo que sólo me quería como arma, Dumbledore. No necesito el poder de Lahntra ni de nadie para saberlo; le bastó con mirar sus ojos cuando usted me estaba mirando a mí… Deseo, codicia… ¿qué era lo que pretendía?-preguntó tanteando el terreno-. No, ya no me importa saberlo –añadió al ver como el mago abría la boca-. Ya no me importa nada que venga de usted y de su patética Orden.
-Yo nunca… nunca he querido lastimar a nadie Harry…
-¿No ha querido hacerlo? Pues menos mal… si llega a querer hacerlo, ¿qué hubiera provocado? –el chico se acercó hasta Dumbledore con los ojos encendidos y brillantes-. ¿Quiere saber qué daño ha causado? –le preguntó -. ¿Quiere saber hasta qué punto me ha hecho daño, Dumbledore, ¿quiere saber lo que un niño ha tenido que soportar durante diecisiete años?
El director no contestó y Harry sonrió a medias.
-No voy a ser yo quién se lo diga… no para aliviar su conciencia, no para hacerle sentir mejor… usted ha provocado todo esto, mi desconfianza en la orden y en el gran Albus Dumbledore sólo es el reflejo de lo que usted ha provocado… Y no voy a ser yo quién le alivie del sentimiento de culpa que debe estar en estos momentos regocijándose en su alma… -negó suavemente-. Que Merlín y Morgana sean más piadosos con usted de lo que yo estoy dispuesto a serlo Dumbledore… Feamor… -el pegaso trotó ligeramente hasta él y Harry lo montó con una agilidad sorprendente.
Subido sobre el semental negro, Dumbledore lo vio fuerte, poderoso, incapaz de ser detenido por nada ni por nadie… y lo peor de todo fue que lo vio como el chico que él había perdido y el hombre al que había inducido a odiarle. Y cuando las alas del animal se desplegaron para elevarse en el cielo, Dumbledore supo que el mundo mágico nunca volvería a contar con Harry Potter a menos que él quisiera.
(fin flashback)
-Giliath, te quiero, te quiero como una hermana, como una amiga y como una confidente, si no te quisiera no me alegraría cada vez que veo como eres de feliz con Remus –le dijo el chico-, pero no puedes competir con el amor que le tengo a Verónica y si Derin y Erebor están en Ahsvaldry es porque piensan que ella está allí ¿verdad? –la mirada de la diosa fue más que suficiente para el adolescente-. Y no voy a quedarme aquí ni un segundo más.
-No estás en condiciones de ir a ningún sitio, Ainur –le replicó Giliath levantándose de forma brusca, inusual en ella y atrayendo la atención de los alumnos-. Necesitas descansar al menos un par de horas y luego…
-No voy a descansar Giliath –le aseguró él con la voz peligrosamente calmada-. No voy a descansar hasta que Verónica no esté de nuevo aquí, ¿entiendes?
-No le vas a servir de mucho si tú también… -empezó a decir la diosa. Remus negó suavemente mientras le acariciaba la mano.
-No vas a convencerlo; he visto esa mirada muchas veces en los ojos de Lily cuando estaba determinado a hacer algo –le dijo a la diosa cuando Giliath le miró.
-La cuestión es si vienes o no conmigo –le interrumpió Harry.
Ella se removió en su asiento.
-Derin me matará si sabe que no te he podido retener aquí para que descanses un poco… -le dijo la mujer.
-Derin sabrá que no has tenido más remedio. Remus, cualquier cosa…
-…busco a Snape y me mantengo alejado de Dumbledore, lo sé Harry, lo sé –dijo el licántropo con una sonrisa-. Ten cuidado, ¿de acuerdo?
Harry asintió mientras bajaba de la mesa y se encaminaba a la puerta; antes de llegar a ella, un remolino de aire lo envolvió y lo engulló ante la mirada de los estudiantes que aún comentaban su hermosa transformación en fénix. Giliath suspiró.
-Ya le han visto, ¿crees que iba a perder tiempo al modo tradicional? –preguntó con sarcasmo Remus. Ella sonrió dulcemente y se levantó, inclinándose un segundo para besarlo dulcemente en los labios, apenas un roce, evidentemente por la presencia de curiosos-. Ten cuidado…
-Lo tendré… -le aseguró ella-… Volveremos los cuatro… -añadió antes de seguir los pasos de Harry.
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-¿Y ahora dónde estamos?
En cualquier otro momento Draco hubiera reído alegremente de la forma infantil y caprichosa en que la chica hubo pronunciado aquella pregunta casi sin ser consciente de ello, pero sabía que no estaba en la mejor posición para reírse ni decir nada.
-No lo sé, pero no creo que estemos cerca de Hogwarts –dijo el chico que seguía mirando por aquella pequeña ventana.
Verónica se levantó de la cama donde estaba tumbada y suspiró caminando hacia el rubio mientras pensaba que al menos era mucho más cómodo que la pequeña celda de piedra, fría y húmeda en la que habían estado. Era una habitación lo suficientemente grande para los dos, dos camas, una pequeña mesita con una jarra de agua, una ventana por la que Draco miraba, las paredes de piedra rojiza y el suelo de un extraño color que parecía azufre con vetas violetas; la única entrada era la única salida, una puerta de roble con tres bisagras de hierro macizo negro en un extremo y que parecía irrompible.
Draco se apartó hacia un lado cuando ella se acercó y la instó a que mirara por la ventana; aunque tuvo que ponerse de puntillas para ver lo que Draco estaba viendo debido a la diferencia de altura, sus ojos confirmaron lo que Malfoy le había dicho: definitivamente no podían estar cerca de Hogwarts.
Oscuridad, soledad, negrura y espesor. Aquello era lo que definía el tétrico y desolado paraje que podía ver. Tierra negra que parecía ceniza se agolpaba contra las rocas y arbustos y árboles que no parecían haber estado vivos nunca; un viendo para nada tranquilizador removía los pequeños granos de arena mientras que las nubes ocultaban el cielo; el brillo de siete esferas en el firmamento también permanecía oculto aunque se divisaba el borde de las mismas con un aspecto difuminado y aterrador.
-Era él, ¿verdad? –preguntó la chica.
Draco asintió en silencio y ella sonrió.
-Sí… vi sus ojos… verdes… ¿sabes que para los muggles el verde es el color de la esperanza?
Malfoy no le contestó. El ruido de fuertes pisadas en el exterior les hizo mirar con más detenimiento. Verónica se llevó una mano a la boca para ahogar la expresión de absoluto terror mientras que Draco hacía una mueca de desagrado ante lo que estaba viendo. Tres…. monstruos, como más tarde los calificaría el príncipe de las serpientes, guiaban una cadena de mujeres y niños encadenados entre ellos con las manos y los pies unidos por idénticas cadenas de acero que se ceñían alrededor de sus muñecas y tobillos además de en su cuello; iban vestidos con harapos y lo que parecía haber sido en algún momento vestidos; y pese a la tristeza que se veía en sus ojos claros, como si supieran perfectamente qué les iba a ocurrir, qué estaba a punto de pasarles, mantenían la mirada al frente, decidida y enérgica, sin un ápice de miedo ni la voluntad de demostrar el terror que seguramente sentían en sus corazones en aquellos momentos.
Uno de los naryns se detuvo alzando su hacha de grandes dimensiones hacia el cielo; Draco frunció el ceño; se habían detenido junto a una piedra plana oscura; otro de los monstruos se dirigió al lado izquierdo de la piedra y colocando sus manos alrededor de un montículo de troncos y piedras y rescoldos, conjuró un pequeño fuego que brilló por su color en el lugar oscuro y monocromático.
-¿Qué diablos… -empezó a decir Verónica.
Pero Draco seguía demasiado pendiente de lo que estaban haciendo como para hacer caso a la exclamación entre indignada y asqueada que la chica acababa de hacer.
Uno de los naryns había soltado a la persona que encabezaba al grupo; una mujer que no debía de tener más que un par de años más que ellos, una chica, en realidad que caminó despacio y apesadumbrada guiada por el brazo que el monstruo mantenía en su delgado codo hasta que la hizo tumbarse en la piedra fría.
Y sin decir nada, sin siquiera inmutarse, el hacha del naryn bajó a gran velocidad hacia el pecho de la chica.
-¡No! –gritó Malfoy tomando la cabeza de Verónica y obligándole a que la enterrara en su pecho para evitar que la chica viera aquella repulsiva escena.
Pero el temblor de ella en sus brazos y el modo en que Verónica aferraba la parte de atrás de la camisa de él, cerrando con fuerza sus puños mientras intentaba ocultar un leve sollozo, le indicó que había tenido el tiempo suficiente para ver como la sangre salía despedida del cuerpo de la joven chica y salpicaba el arma y a quién la había dirigido, deteniendo la vida de aquella persona par siempre.
Sin mediar palabra la condujo hasta una de las camas y se sentó allí, con la espalda contra la pared pero sin alejar a Verónica de él.
-Okkorton… -murmuró la chica entonces.
-¿Qué? –preguntó Draco confundido por lo que acababan de presenciar allí fuera.
-Estamos en Okkorton, tierra de Elea…
Malfoy hizo una mueca.
-Genial… simplemente genial…
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El profesor de pociones dio un sorbo a su taza de té mientras que Remus dejaba la suya sobre el platito de porcelana que acompañaba al servicio antes de dejarlo todo sobre la mesita que separaba a ambos adultos.
Remus estaba tranquilo, relajado, al menos todo lo tranquilo y relajado que podía estar teniendo a un Severus Snape de entrecejo fruncido y labios apretados en un rictus de enfado continuo mientras pensaba en qué era lo que le había impulsado a ir a ver a Snape a aquellas horas de la noche; no había sido que Giliath y Harry se hubiesen marchado, ni tampoco había sido la breve mirada de soslayo que el director Dumbledore le había dirigido, no, por supuesto que no; sabía lo que era, sabía que tenía que hablar con alguien de aquello porque la espera le estaba volviendo loco y no saber si lo que pensaba era cierto lo estaba llevando al borde de la locura, la misma locura que lo atacó hacía años atrás, cuando pensó que Sirius había sido el culpable de la muerte de James, Lily y Peter.
Pero el profesor de pociones no era paciente, nunca lo había sido en sus años de estudiante y definitivamente el paso de los años no le había solucionado ese pequeño problema.
-¿Y bien, Lupin? –le preguntó-. ¿Vas a decirme qué quieres o voy a tener que utilizar legeremancia contigo?
Remus le sonrió a medias.
-Te sorprenderá saber que no creo que puedas traspasar mis barreras con tanta facilidad, Severus –le dijo tomando nota mental de que el rostro de sorpresa del profesor de pociones era digno de ser recordado-. Necesito un favor.
Snape arqueó una ceja.
-¿Un favor? A ver si lo entiendo, ¿el mejor amigo de Potter y Black quiere pedirme un favor a mí? –volvió a preguntar.
Remus torció la boca con una sonrisa a medias.
-No sería la primera vez que lo haces, después de todo, eres tú quien prepara la poción matalobos.
-Sólo porque Dumbledore me lo pidió –se defendió Severus que preferiría sufrir una maldición antes que admitir que Lupin era el más civilizado de los merodeadores que había conocido antaño.
-¿Y ahora? –preguntó Remus sabiendo que la relación entre Albus y Severus se había roto completamente desde el incidente de Draco y los Slytherin.
-No creo que hayas venido a hablar de la poción, Lupin, así que si no te importa…
-Necesito hablar con alguien de confianza y tú eres el único que en estos momentos ocupa ese puesto, esa es mi petición, te pido que me escuches –Severus asintió en silencio y Remus lo interpretó como una aceptación-. Estoy preocupado por Verónica Ollivers –dijo el hombre dejando exhalar un suspiro.
Severus enarcó una ceja.
-Y yo estoy preocupado por Draco, ¿y acaso me ves yendo a tus habitaciones a molestarte? Además, ¿no se supone que deberías estar preocupado por Potter y la profesora Giliath? –añadió.
Remus sonrió de forma cansada.
-También lo estoy por ellos –admitió Remus-. Pero Verónica…
El profesor de pociones le miró receloso; había pasado mucho tiempo junto a Lupin observándolo; su mirada se suavizaba y se tranquilizaba cuando Ollivers estaba cerca de él, era como si se sintiera mejor al comprobar que ella estaba bien.
-¿Qué estás ocultando, Lupin? –preguntó entonces Severus.
-Yo no…
-No, claro, tienes la misma mirada que cuando ocultabas lo que fuera que hubiesen hecho Black y Potter en nuestros años de estudiantes… -Remus sonrió- . ¿Qué?
-No creía que te fijaras tanto.
-Mi hermana iba con vosotros, ¿de verdad creías que no iba a fijarme en lo que hacía y dejaba de hacer? Y en lugar de hablar de cosas del pasado que no tienen sentido, ¿quieres hacer el favor de decirme de una vez porqué…
-Es mi ahijada –dijo Remus.
-¿Quién? –preguntó Snape cortando su anterior pregunta.
-Ollivers. Es mi ahijada –aclaró Remus.
-Y supongo que no lo sabe –el licántropo negó con la cabeza-. ¿Por algún motivo en especial o sólo porque te pareció apropiado ocultárselo? –preguntó con sorna.
-Deja de ser tan sarcástico, Severus –le pidió Remus-. Su padre no lo sabe y no creo que le hiciera ninguna gracia saberlo.
Snape alzó una ceja y Remus suspiró preguntándose a sí mismo cuantas veces había visto aquel mismo gesto en el rostro de Lucius Malfoy siendo adolescentes, mismo gesto que había heredado Draco Malfoy aunque estaba casi seguro que el chico lo había heredado más de Snape que de Lucius.
-¿Y qué es exactamente…
-Perderla sin que sepa quién soy –le contestó Remus antes de que el profesor de pociones terminara su pregunta.
-Potter es la mitad de testarudo que su padre, un cuarto de orgulloso de lo que era Black y con la tenacidad completa que tenía Lily, no deberías preocuparte por Ollivers, sino por el pobre que la haya secuestrado –dijo Snape sin una pizca de sarcasmo en sus palabras, lo cual era prácticamente algo imposible de creer-. Ollivers estará bien, además, Draco puede ser un niño mimado pero nunca dejará que le pase nada malo si puede evitarlo, va dentro de la caballerosidad Malfoy… lo único bueno que Lucius le enseñó…
-Quizá parezca algo estúpido y sin sentido, pero… me alegro que Draco esté con ella –Snape torció su boca en una corta sonrisa que evidenciaba que no estaba acostumbrado a sonreír, pero no contestó-. Bien, será mejor que me retire, mañana será otro día…-se levantó y se dirigió a la puerta mientras agradecía educadamente el té que el profesor de pociones le había servido; titubeó un poco y se detuvo sonriendo-. Draco estará bien, Severus –le dijo Remus suavemente abriendo la puerta y mirándolo-. Puede que sea hijo de Lucius pero definitivamente tiene tu entereza; él estará bien; Harry se encargará de traerlo pronto.
Severus Snape asintió en silencio, como siempre, llevándose una mano al mentón y entrecerrando los ojos como siempre lo hacía cuando estaba preocupado por algo. Remus no le dijo nada más.
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Harry tuvo la sensación de que Derin y Erebor iban a fulminarlo en cualquier momento con las miradas por estar allí; no le importó; había aprendido con ellos, sabía como manejarlos y si no, siempre podía recurrir a su estatus como Ainur y protegido. Pero había algo más. Mientras se acercaba a donde estaban reunidos con Eirin y Stell, la cara de Erebor reflejó cierta preocupación que no pasó por alto para Harry.
-¿Se puede saber que estás haciend…. –empezó a preguntar Derin.
-Tenéis la daga oscura ¿verdad? –no era una pregunta, era una afirmación. Derin asintió firmemente-. ¿Por qué la habéis traído?
-Si la hubiésemos dejado en Hogwarts, sin la protección de la guardiana, habrías intentado conseguirla –le dijo Erebor.
-¿Y bien?
-Okkorton –contestó el guardián-. La daga señala a Okkorton.
-Además, por muy peligroso que sea que la daga regrese a Ahsvaldry y Okkorton es la única posibilidad de saber si la guardiana de la daga oscura está aquí –añadió Derin.
-Por supuesto que está aquí –replicó Harry-. Noté la fuerza y la energía de Angark en aquel maldito risco cuando estaba a punto de recuperarla; ella está aquí.
Erebor y Giliath se miraron preocupados. Harry había hablado de forma brusca, nada que ver con la habitual sonrisa en sus labios o el tono divertido en su voz y sus palabras.
-Por eso no queríamos que viniera –le dijo Erebor mirando de forma significativa a Giliath.
-¿Pretendías que retuviera a Ainur en Hogwarts mientras él tenía la sospecha de que Verónica estaba aquí? –preguntó la diosa cruzándose de brazos, divertida ante la propuesta del dios -. No tengo tanto poder de persuasión para lograr hacer algo así –le indicó con una media sonrisa divertida.
-Nadie tiene tanto poder de persuasión para hacer algo así –aceptó Stell sonriendo a su nieto.
Harry desvió su mirada de los dos dioses que tenía delante y se inclinó con cierto respeto ante la figura de Stell después de lanzar una mirada de agradecimiento a Eirin que pese a permanecer allí no había dicho ni una sola palabra, consciente de que no tenía nada que decir en aquel tema a tratar.
-Me alegro de verte, abuelo –dijo con una sonrisa triste-, aunque no me agrada que haya sido en estas circunstancias.
-Eirin me informó de… -frunció el ceño al ver como el rostro de Harry se contraía levemente-. ¿Estás bien?
-Sí… -contestó el chico mintiendo-. Estaré bien en cuanto Verónica esté a mi lado. ¿Sabes algo de Angark?
-Ha desaparecido –le informó Eirin-. No está en Ahsvaldry, ni siquiera la magia del Príncipe lo ha encontrado.
-Eso sólo puede significar que está en Okkorton –sentenció Giliath cruzándose de brazos-. ¿Seguro que estás bien, Ainur? –preguntó la diosa viendo como el chico volvía a fruncir el ceño.
-Sí, no os preocupéis –volvió a mentir Harry sabiendo perfectamente qué era lo que le ocurría-. Lo siento abuelo, pero no voy a quedarme aquí, voy a buscar a Verónica y si Angark se cruza en mi camino…
-Lo sé, pequeño, lo sé –le contestó el Príncipe colocándole una mano en el hombro en señal de apoyo para indicarle que estaba de acuerdo con lo que él creyera necesario.
Incapaz de quedarse más tiempo cerca de la daga oscura sin tener la tentación de utilizar su magia negra para atraerla, Harry sonrió cansadamente a su abuelo.
-Invocaré a Feamor y también prepararé un itinerario –dijo mirando a Derin que asintió-. No quiero que los Lobos se enteren de esto ¿de acuerdo?
-Pero Ainur… -empezó a protestar Eirin.
-No, esto es un asunto entre Angark, Voldemort y yo… ¿entendido? –Eirin asintió-. Bien, nos vemos en las cuadras en una hora –indicó a los tres dioses-. ¿Vendréis conmigo? –preguntó.
-¡Por supuesto!
-¿Qué clase de pregunta es esa, Ainur?
-¿Pensabas dejarnos aquí?
Harry sonrió y asintió antes de caminar despacio hacia las caballerizas donde invocaría la presencia de Feamor; el único al que creía capaz de calmar sus ansías por tomar la daga oscura.
-No está bien –susurró Giliath al oído de Erebor.
-Ya lo sé que no está bien –le replicó el dios con el ceño fruncido-. Y no me gusta nada que nos mienta.
-Es la daga –les contestó Stell sin que ellos preguntasen nada-. La daga oscura altera sus reacciones… Ahora mismo debe de estar luchando consigo mismo por no lanzar un hechizo para apoderarse de ella.
-Pues está claro que en esa situación no puede ir a Okkorton –dijo Erebor.
-¿Serás tú quién se lo digas? –preguntó Derin con fingida curiosidad ganándose una sonrisa por parte de Stell y una mirada irónica de parte del dios aludido.
-Yo la guardaré –se ofreció el Príncipe-. Cuánto más lejos esté la daga de Ainur será mejor, conmigo estará bien.
Derin asintió y Erebor le pasó al Príncipe un paño de seda que Stell guardó de inmediato en su túnica.
-Vamos, tenemos mucho que hacer –les apremió Derin a los dos guardianes.
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Harry palmeó la frente de Feamor mientras pensaba en la posibilidad de no encontrar a Verónica.
-Lo siento –la voz de Derin le hizo volver en sí para mirar al dios sin saber a qué se estaba refiriendo-. Debí protegerla mejor, no debí…
-Creía que ya habíamos tenido esta conversación antes, Derin. No te culpo.
-Pero no pude…
Harry suspiró. Sólo había una forma de hacer entrar en razón a Derin.
-No me sirves de nada lamentándote, Derin; ahora necesito tener al guerrero, al dios y al teniendo de los Lobos a mi lado, a mi amigo, a mi maestro de armas y a uno de mis confidentes; si no puedes hacerlo, será mejor que te quedes en Ahsvaldry.
-No voy a dejarte solo –aseguró el dios con una media sonrisa habiendo descubierto lo que el adolescente pretendía.
-Bien, porque no creo que pudiera con esto solo –contestó Harry-. Ve a revisar tu montura, creo que Andrómeda está inquieta –le dijo señalando con la cabeza el caballo que Derin iba a montar.
-¿Cómo puedes…. –Harry enarcó una ceja mientras que Feamor relinchaba-… déjalo, seguro que esta bestia negra tiene algo que ver con que sepas cómo está Sombra, ¿cierto?
Harry se limitó a sonreír y a encogerse de hombros mientras que el dios se dirigía hacia su propia montura.
-Tenemos compañía –dijo Erebor cerrando las cinchas de su caballo.
Harry asintió. Los había sentido desde hacía un buen rato y estaba seguro de que sus guardianes también lo habían hecho; las auras de los Lobos Grises eran notables y estaba claro que los shyggards estaban haciendo todo lo posible porque sus auras fueran detectadas. Feamor relinchó y pateó el suelo extendiendo sus alas. La yegua de Giliath no se inmutó ante la reacción del pegaso, permaneció tranquila y sosegada con la figura de su dueña sobre su montura, elegante, altiva y poderosa.
-¿Qué hacéis aquí? –preguntó la voz de Derin en las puertas de los establos-. Harry no…
-No buscamos a Harry, Señor, sino a Ainur –sonó la voz firme y decidida de Tatsui.
Harry miró a Erebos que se encogió de hombros mientras acariciaba con suavidad el suave lomo de su animal grisáceo intentando tranquilizarlo; era un animal joven que aún no conocía a Feamor y que se había asustado cuando el pegaso negro había hecho el amago de atacar de ser preciso.
-No está aquí en calidad de Ainur sino… -empezó a decir el dios guerrero.
-Déjalos, Derin –le indicó Harry colocando una mano sobre el hombro del dios y encarándose a la cincuentena de dioses y diosas que permanecían cerrando filas detrás de Tatsui, firmes, rectos, con las manos cerradas alrededor de las caderas y vestidos con el uniforme de los Lobos Grises.
Derin asintió; tenía que admitir que había sentido orgullo al ver a los Lobos Grises presentándose de aquel modo ante ellos, todos en silencio, todos siguiendo a Tatsui, la manada de lobos siguiendo a un líder; reprimió una sonrisa al darse cuenta de que Tatsui también quería seguir al Lobo Protector de la manada, a Ainur.
Ante la presencia de Harry ataviado con su uniforme de guerra, ninguno de los presentes pudo reprimir una sonrisa y una mirada de orgullo en sus ojos. Aquel que había aparecido en Ahsvaldry siendo un niño asustadizo, temeroso y tímido se había convertido en alguien fuerte, poderoso, digno de ganarse la confianza de todos, siempre dispuesto a morir por cualquiera de ellos; se había convertido en el guerrero que tenían delante en aquellos momentos.
Tatsui fue el primero en arrodillase frente al joven adolescente; dos segundos después, el resto de Lobos le imitaron, inclinando la cabeza frente a Harry mientras que Derin se retiraba sabiendo lo que aquello significaba, ignorando totalmente la mirada que Harry le dirigía pidiéndole que se quedara a su lado.
-No nos dirigimos a Harry Potter, sino a Ainur de Ahsvaldry, descendiente de Lahntra. Estamos al servicio de su mando para lo que él ordene. Los Lobos Grises de Ahsvaldry ponen su vida en sus manos, con la esperanza de que la luz de la claridad le guíe para todos nosotros.
Harry suspiró. Otro juramento de lealtad, genial… Precisamente lo que no necesitaba en aquellos momentos. Él sólo quería ir a Okkorton, rescatar a Verónica y a Draco, acabar con Angark, saber qué pretendía con Voldemort y regresar. Nada más. Una pequeña… Suspiró cuando Feamor lo sacó de sus pensamientos con un relincho. No, nunca sería una pequeña misión. Sabía que necesitaba a los Lobos, o al menos lo intuía.
-Partimos en quince minutos, no esperaremos a los que no estén listos.
-Lo has hecho bien –le aseguró Derin cuando el chico dio la vuelta y todos empezaron a moverse para apresurarse a preparar las monturas y las armas.
Harry le sonrió cansado.
-No podía decirles que no ¿verdad? –preguntó.
La mirada de Derin fue suficiente respuesta.
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Había presenciado las suficientes reuniones con su Señor para darse cuenta de cuándo estaba de buen humor o de cuando era mejor no respirar siquiera cerca de él. Acomodado en su butaca de color burdeos, con la túnica arrastrando en el suelo y la capa pulcramente colocada a un lado de su cuerpo cubriéndole la mitad del mismo, una mano en el regazo acariciando la resbalosa piel de Nagini acurrucada en sus piernas y la otra mano sobre el reposa brazos con el codo doblado y el dedo índice sujetando su mentón; altivo, dispuesto a todo por conseguir lo que quiere. Sólo una palabra, un nombre le vino a Lucius Malfoy al verlo en aquella actitud: Julio César.
-¿Me ha llamado, mi Señor? –preguntó el mortífago avanzando e inclinándose frente a él.
-Me acaban de comunicar unas noticias bastante agradables después del desagradable incidente del risco –dijo fulminándolo con la mirada puesto que había sido Malfoy quién había sugerido aquel lugar para encerrar a Verónica Ollivers-. Quiero ver a tu hijo en breve –anunció.
-¿Draco? –preguntó Malfoy-¿Qué puede hacer…?
-No sabía que tuviera que darte explicaciones, Lucius… -siseó las palabras Voldemort.
Lucius titubeó antes de hablar.
-Y no tiene que hacerlo, Señor, perdone; pero Draco ya no está bajo mi tutela mi Lord –Voldemort asintió con la cabeza dándole a entender que era algo que ya sabía-, y me cuesta admitirlo pero no sé quién se está haciendo cargo de él aunque supongo que Dumbledore tiene mucho que ver con ello –dijo Lucius con una mueca de desagrado al mencionar el nombre de Dumbledore y sin saber lo equivocado que estaba.
-Haz lo que tengas que hacer, pero quiero a tu hijo ante mi presencia en la mayor brevedad de tiempo posible.
-¿Qué tiene que ver Draco con todo esto? –preguntó.
Un amago de sonrisa atravesó el rostro cubierto del encapuchado. El rosto de Voldemort se contrajo por la furia del momento mientras miraba a Malfoy. Un leve siseo hizo que Nagini abandonara su posición en el rincón de la habitación y reptara hacia Malfoy, irguiéndose frente a él en todo su esplendor y siseando frente a su rostro, haciendo la comprobación de que no mentía; la lengua bípeda de Nagini susurró a escasos milímetros de su boca. Luego, bajó del mismo modo sinuoso que había utilizado para subir y se volvió a acurrucar en su rincón después de sisear algo frente al Señor Oscuro.
-Parece que tú tampoco sabías nada… -dijo aún receloso-… Tu hijo es el portador del colgante de Elea.
-¿Qué Draco es quién? –preguntó Lucius tan furioso como incrédulo-. ¡Eso es imposible! –gritó airado -¡Soy su padre, debería de haberlo sabido!
El encapuchado hizo un movimiento con la cabeza y una leve risita salió de su boca.
-No tienes por qué saberlo; sólo las madres de los portadores pueden prever que el hijo que llevan en sus entrañas son los elegidos para guardra el colgante de Elea.
-Narcissa me lo hubiera… -los ojos de Voldemort se clavaron en él; los ojos de Lucius se abrieron de forma desmesurada-… por eso se marchó… por eso ella no…
-Te lo ocultó –afirmó el encapuchado.
-Si lo hubiera sabido… -Voldemort le hizo un gesto para que se callara y miró al encapuchado-. La próxima vez no quiero errores; quiero esa daga, quiero ese colgante y quiero a ambos críos muertos, ¿entendido?
Un gesto afirmativo antes de desaparecer por la puerta fue todo lo que Malfoy alcanzó a ver antes de que Voldemort se girara hacia él con la mirada fija en sus propios ojos.
-¿Sí? –preguntó Voldemort instándolo a continuar-. ¿Qué hubieras hecho si lo hubieras sabido, Lucius?
Quizá fue el modo de hablarle, o la manera en que los ojos inyectados en sangre de Voldemort le miraron, o la manera en que su mano derecha se desvió unos centímetros hacia la varita o la forma en que Nagini parecía complacida desde su rincón como si ella pudiera saber cosas que nadie más sabía, como si su mente estuviera conectada de algún modo a la del Señor Oscuro.
-Le hubiera entregado a Draco sin pensarlo, mi Lord –aseguró Malfoy intentando no aparentar el miedo que en aquellos momentos sentía dentro de él, un miedo capaz de congelarle la sangre y aturdirle los sentidos.
-Y aún podrías hacerlo si no lo hubieras apartado de tu lado, de mi lado –añadió con tono condescendiente.
Lucius conocía aquel tono lo suficiente para saber qué iba a venir a continuación; él mismo lo había utilizado decenas de veces sobre Draco, sobre Narcisa, sobre los mortífagos jóvenes que eran dejados a su cargo. Él mismo sabía lo que venía a continuación. Respiró profundamente para poder controlar el dolor que sabía seguro su cuerpo iba a sufrir a continuación,
-Infernus dolorem… -murmuró el mago mayor.
Nagini miró con satisfacción como aquel cuerpo se retorcía en el suelo; si su amo se encontraba de humor, tal vez y sólo tal vez, le dejase participar en aquel castigo.
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Erebor apareció envuelto en una cortina de fuego y casi de inmediato dio un giro con su muñeca en el aire creando un escudo que se extendía a cien metros a la redonda, espacio suficiente para que los soldados y sus monturas apareciesen sin problemas ni que representaran ningún tipo de peligro apara que los naryns pudieran interceptar la gran cantidad de magia concentrada que sin ninguna duda eran capaces de transmitir.
Como siempre en una batalla Harry inspeccionó a los soldados que estaban allí, asegurándose que todos había llegado bien, consciente de lo peligroso que podía ser trasplanar a Okkorton y consciente del peligro que los podía acechar en cualquier momento. Derin, a su lado, lo imitó y Erebor tuvo que reprimir una sonrisa al ver que los dos hacían los mismos gestos para reconocer al escuadrón, recordándose a sí mismo y mentalmente que no era el mejor momento para reír.
-Este aire me asfixia –dijo la diosa estirando el cuello de su túnica para que el aire pasara un poco-. Está viciado, lleno de humo, de dolor, rabia y miedo…
Pero Harry no le hizo caso, ni siquiera Derin hizo ninguno de sus comentarios sarcásticos; aquello fue lo que hizo que los dos guardianes de Ainur se pusieran en guardia, el modo en que los dos cabecillas de la expedición improvisada miraban a su alrededor.
-Están cerca –dijo Derin. Harry asintió-. ¿Crees que nos habrán notado?
-No lo creo, de se así, ya nos hubiera atacado, además he reforzado tu escudo –Derin le miró.
-¿Sin que me diera cuenta?
El chico sonrió entre avergonzado y divertido, como un niño que hubiese sido pillado en alguna travesura y fuera consciente de que iba a ser reprendido por sus padres.
-Lo he hecho varias veces… -dijo a media voz. Derin enarcó una ceja en un gesto que a Harry se le antojó completamente Malfoy-… cada vez que venimos a Okkorton –terminó por confesar el chico.
-Esperan instrucciones –se escuchó la voz de Erebor indicándoles que no estaban solos y que no era el mejor momento para discutir aquello por mucho que la mirada de Derin indicara todo lo contrario.
-¿Dos grupos? –preguntó Harry. Derin asintió-. Bien, iré hacia la construcción detrás de la colina, es el único lugar que se me ocurre donde pueden estar retenidos.
-Llévate a Tatsui –le indicó Derin con voz seria. Harry iba a protestar-. Es uno de los mejores en defensa –y antes de que el adolescente pudiera decir nada, Derin ya se había girado para dar las instrucciones a Tatsui que asintió tomando a un grupo de soldados y yendo junto a Harry, empezando a trotar suavemente hacia el montículo del Este-. Tened cuidado –les pidió Derin al ver que Giliath y Erebor se unían al grupo de Harry.
-Tú también –le contestó el adolescente.
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Los gritos cesaron, el rugido de los monstruos, el sonido del hacha cruzando el cielo y golpeando contra algo blando, el ruido de la sangre al derramarse, los gritos ahogados y los sollozos también se detuvieron… y el silencio volvió a hacerles hablar, en susurros, por miedo a romper el silencio que recién se había creado.
-¿Estás bien? –le susurró Malfoy.
-Era un sacrificio, ¿verdad? –preguntó la voz de Verónica insegura y deseando que Malfoy le dijera lo contrario.
-Sí, lo era –contestó el rubio con cierta aflicción en la voz-. No puedo creer que hayan sido capaces de… ¡Por Merlín, sólo eran niños y mujeres y ni siquiera eso! –exclamó levantándose de la cama y yendo de nuevo hacia la ventana donde ya no había rastro de nadie ni de nada- ¡esa chica tenía nuestra edad!
-Bueno, eso no nos puede alentar mucho a salir de aquí con vida, ¿verdad? –preguntó Verónica de forma irónica.
Draco sonrió de medio lado.
-Creía que confiabas en Potter –le dijo el chico.
-Y confío en él, pero también me puede el desanimo… Estoy asustada… -confesó ella abrazándose a sí misma.
-Y haces bien en estarlo.
La voz grave, áspera y dura les hizo girarse hacia la puerta, abierta totalmente. En un gesto puramente instintivo y que después él negaría completamente cuando le preguntaran si era cierto que lo había hecho, Malfoy se colocó delante de Verónica para enfrentar a la figura de la persona que acababa de aparecer.
Una figura alta, delgada, cubierta por una túnica de color crema y una capucha que colgaba de sus hombros; el rostro seco y austero, grandes ojos dorados y una sonrisa burlona en la cara; cabello largo y rubio a la altura de media espalda y suelto, confería una actitud segura y dura.
-¿Quién…
Pero Draco no pudo preguntar nada más. El hombre había alzado una e sus manos en dirección a Draco y la había abierto como si estuviera cogiendo algo en el vacío; apretándolo despacio y con suavidad. Verónica vio como Draco se llevaba las manos al cuello en un gesto primitivo que indicaba que no podía respirar; el hombre apretó más su mano en el aire y Draco notó como la respiración se congelaba sin poder salir por su garganta; entonces la chica lo vio claro.
-Esos no son modales, joven Malfoy –le dijo con burla el hombre apartando su mano de golpe hacia la pared y haciendo que Draco saliera disparado contra la misma hasta que su espalda chocó con las fría piedra-. Mi nombre es Angark –dijo con aburrimiento-. De acuerdo, vamos a hacer esto rápido, sé quienes sois, quiero la daga oscura y el colgante de Elea.
-No sé a qué te refieres –dijo Draco aparentando una tranquilidad que no sentía.
Angark sonrió.
-Sólo aquellos que están ligados mágicamente a Okkorton de algún modo pueden acceder a venir aquí, además, el colgante de Elea que llevas en tu interior ha hecho que la Señora de la Oscuridad se agite –añadió como si nada-. Eso sólo confirma que eres el portador del colgante de Elea y que, por supuesto, me lo vas a entregar.
-¿Para que se lo entregues a Voldemort? –preguntó de forma arrogante el chico.
-Te pareces a tu padre, estúpido… demasiado… deberíais aprender a cerrar la boca cuando tenéis que hacerlo –aconsejó Angark visiblemente molesto por las palabras del chico-. Ofrecedme la daga oscura y el colgante de Elea y volveréis a vuestro preciado castillo –añadió rodando los ojos con más que evidente sarcasmo.
-No voy a renunciar a la daga –aseguró Verónica con una sonrisa amarga-. Es mi deber cuidar de ella y proteger al descendiente de Lahntra.
-Y yo no voy a entregar el colgante de Elea a nadie que no sea mi guardián –aseguró Draco.
Angark hizo una mueca de fingido malestar mientras alzaba una de sus manos atrapando de nuevo el aire.
-Es una lástima… tendré que obtenerlo por las malas… -murmuró.
Verónica se estremeció cuando Draco empezó a convulsionarse en medio de la habitación como si alguien lo estuviera sometiendo a diez cruciatus juntos. En aquel preciso momento odiaba su empatía por el dolor de los demás.
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¿Cuándo había pasado que no se había dado cuenta, ¿Cuándo Hermione había cambiado y había pasado a ser alguien tan fría y calculadora, ¿En qué momento, por qué, cómo? Demasiadas preguntas para las que no tenía respuestas. Miró el lago que se extendía delante; ¿cuántas veces había estado allí con Harry y Hermione? Demasiadas, tantas que era incapaz de recordarlas todas.
-Tengo que hablar contigo.
Silenciosa, cauta y peligrosamente altiva, como siempre, Hermione Granger, quien ocupaba sus pensamientos, apareció a su lado sentándose en la roca.
-No –dijo Ron negando suavemente.
-¿No? –preguntó ella-. ¿Qué quieres decir con "no"?
-Precisamente eso, Hermione. No voy a escuchar, no voy a rectificar lo que dije, no voy a seguir con nada de esto por mucho que me digas y no voy a hacer nada más contra Harry y lamento decirte que si sigues empeñada en hacerlo… será mejor que no vuelvas a acercarte a mí.
-Pero… -empezó a decir-… Sólo lo hacemos por su…
-¿Por su bien? –preguntó sarcástico el chico-. Eres inteligente Hermione, piénsalo, ¿de verdad crees que lo estamos haciendo por su bien? Nunca había visto en los ojos de Harry la decepción y la tristeza cuando estaba con nosotros… Sabes tan bien como yo lo que él sentía, que todos buscaban estar a su lado por su fama y por conseguir todo lo que quisieran.
-Nosotros nunca…
-No, nosotros nunca lo hicimos, por eso él estaba bien a nuestro lado; por eso recuperamos juntos la piedra filosofal, por eso salvó a mi hermana del basilisco, y por eso estuvimos con él cuando Sirius volvió… -le contestó Ron de forma suave y tranquila, algo bastante extraño teniendo en cuenta que estaba hablando el impulsivo Gryffindor-… pero lo estropeamos todo Hermione… Y no quiero seguir haciéndolo… Ya perdí a un hermano en el Ministerio –añadió al pensar en Percey-, y no quiero perder a otro hermano aunque éste no sea pelirrojo.
-¿Y vas a perderme a mí? –preguntó ella con los ojos fijos en los de Ron y la cabeza alta.
Ron sonrió más para sí mismo que para ella. Perderla a ella. ¿Cómo podía perder algo que nunca había tenido? Había estado enamorado de ella, sí, ese era uno de los temas que Harry y él siempre frecuentaban; pero nunca se había atrevido a decirle nada, una mirada, una caricia, tomarla de la mano, una sonrisa, algún comentario… siempre habían sido evidencias claras y directas pero nunca se había atrevido a decirle claramente que la quería y que estaba enamorada de ella, de su cabello rizado, de sus ojos vivos, de su sonrisa infantil y del modo en que conseguía sacarlo de sus casillas siempre… La había querido mucho, pero la Hermione que tenía delante, no era aquella de la que se había enamorado…
-Hace ya mucho que te perdí, Hermione… lo siento, pero estoy fuera…
Ella frunció el ceño y se levantó de la roca donde había estado sentada, junto a él, dejándole al pelirrojo la sensación de que un vacío acababa de apoderarse de él, ocupando el lugar en el que ella había estado antes.
-Bien, pero no voy a darte otra oportunidad, Ronald.
Ron suspiró mientras la veía alejarse, sus pasos decididos, su coleta alborotada, la capa remoloneando detrás de sus pasos.
-¿Cuándo me la has dado, Hermione? –preguntó al aire.
Nadie salvo el silencio le contestó.
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Vale, sé que en el capítulo no ha pasado mucho y que todos estáis impacientes porque Harry encuentre ya a Verónica de una vez, pero el capítulo era necesario, me gusta llamarlos capítulos de transición; no ocurre nada importante pero son necesarios para el trascurso de la historia, así que teniendo en cuenta esto, me gustaría que me diérais vuestra opinión como siempre.
Espero que haya sido de vuestro agrado y espero vuestros reviews, de acuerdo?
Sed felices y sed buenos, no hagáis nada de lo que yo no haría :D
Un besito para todos, nos leemos pronto!
En el próximo capítulo…
"-Conozco estos terrenos mejor que nadie
-Lo sé, pero no impide que me preocupe por ti, ¿no te parece?
-¿Qué diablos ha sido eso?
-¡A cubierto!
-¡Ainur, cuidado!
-Derin, Erebor, Giliath, conmigo"
"-¡La daga será tuya, pero déjale en paz!
-¡No lo hagas!
-Pero nunca renunciaré a ser un mago"
"-Es el sonido de la muerte…
-Nunca me ha gustado este silencio…
-Tendrás que explicarnos esto
-Y mejor será que tengas una muy buena excusa.
-El poder no lo es todo, no para los mortales.
-¿Qué puede haber más importante que el poder, Ainur?
-¿Qué me das a cambio?
-Poder, el trono de Ahsvaldry
-Incluso matarme, ¿qué me dices?
-Acepto"
"-Eric Ollivers ha venido buscando a su hija
-Cree que Verónica es mi hija
-La amé, sí… pero la aparté de mi lado
-En parte es la hija que nunca pude tener con ella y que siempre deseé tener…"
"-¿Aún no os habéis dado cuenta?
-Comprobad el aura mágica de Harry
-Nos encantará saber por qué Harry tiene un nivel nueve cuando sólo ha llegado hasta el seis con nosotros
-Me he cansado de jugar Angark. Es hora de terminar con esto.
-Espera a que todo esto acabe, voy a tener una conversación con Harry
-No si la tengo yo antes
-Luz del alma, haz tu trabajo…"
"-¿Cómo lo hace?
-¿Por qué todo el mundo le adora?
-Todos están aquí por él, para él… ninguno de ellos dudaría en cubrir a Harry y protegerlo Harry sólo es Harry
-Ella lo sabía
-Lo sé, no soy un asesino
-Es una chica lista ¿verdad?
-¡Potter!
-Te quiero…"
