Una semana más y un capítulo más, muchas gracias a los que me habéis dejado reviews esta semana:
El pocho, carolagd, Anfitrite, Bloody Angel, D. Alatriste (cuanto tiempo! Espero que este capítulo te guste y ya estoy planeando algo contra Hermione, así que no desesperes, aunque no sé si se liarán a palos o será algo más psicológico… mmmm), Aranel-Riddle, blackmoonlady, Nagaina, Niña Lila, Elias, Terry Moon, Laia Bourne Black, JuLiA-GrInT, nagaina-black
Recordaros que como siempre, los personajes que reconozcais son de J.K. Rowling pero que los demás son míos, ok?
Y ahora sí, a leer, espero que os guste el capítulo, nos leemos abajo…
CAPITULO 38. Grito, invocación, espada blanca.
"Les echaba de menos. Había visto a su madre y a su padre en infinitud de ocasiones, pero siempre había sido por separado; a veces le gustaría poder controlar el tiempo, poder dar la vuelta al tiempo presente y viajar al pasado para ver como se comportaban sus padres entre ellos. Por supuesto que le habían hablado de su inicial relación tormentosa, y por supuesto que él mejor que nadie conocía el amor y el cariño que se habían acabado confesando y profesando hasta el día de su muerte, todo eso lo sabía de memoria, casi como formara parte de su vida. Pero necesitaba algo más; necesitaba saber algo más de ellos. Todo lo que conocía era a través de lo que los demás le habían dicho, de lo que los demás le habían contado acerca de ellos, pero sólo eran retazos de toda una vida que él no había podido ver y que le habían impedido escucharla de los propios labios de sus padres.
Erebor le había sugerido que se lo preguntase a sus padres directamente y Harry no le había contestado directamente; se había limitado a entrecerrar los ojos y fruncir el ceño. No haría eso; a sus padres les dolía el no poder estar juntos; el no poder mirarse a los ojos, el no poder recordar al mismo tiempo travesuras, historias, escapadas y miradas cómplices y sonrisas llenas de mensajes que sólo ellos dos conocían. Harry no iba a hacer que sus padres se sintieran mal, no les iba a pedir aquello al menos hasta que él no se ocupara personalmente de hacer que volvieran a estar juntos y esta vez, para toda la eternidad.
Desde eso había pasado ya media hora y él seguía en el templete, en silencio, sintiendo el aire jugar con su cabello como si el viento pudiera sentir la nostalgia y el sentimiento de frustración que atravesaba la mente de él en aquellos momentos; y lo cierto era que si así fuera no le extrañaría, después de todo, el aire era su elemento y él podía comunicarse con su alma.
Una esfera de cristal azulado empezó a flotar a su alrededor deteniéndose frente a sus ojos. Harry frunció el ceño y envió una ligera ráfaga de brisa para apartarla; la esfera trastabilló un poco en el aire, pero se recompuso y volvió a quedar frente a sus ojos.
-¿Qué diablos…
-Te dije que no se lo tenías que decir de esa forma.
Harry parpadeó. Aquella voz… Su madre.
-Oh, vamos, Lily, tenía que decírselo.
-¿Papá?
-¿Y era necesario que lo hicieras en medio del campo de quiddich cuando una bluddger se dirigía hacia ti? –preguntó la voz de Lily.
-Era el mejor momento –replicó la voz de James Potter
Harry parpadeó. Una visible niebla empezó a verse dentro de la esfera azulada y poco a poco, una deformada imagen de una pelirroja de ojos verdes empezó a verse a trasluz, con aquel brillo de la escarcha tan característico en las esferas de hielo de Giliath.
-¡Eres idiota!
Harry casi se atragantó al reconocer en aquella chica de dieciséis años a su madre; parecía tan frágil y dulce que le costaba entender cómo había sido capaz de enfrentarse a Voldemort… luego se fijó en sus ojos; determinación, y sonrió; el coraje de su madre y su fuerza residía en ella, no es su aspecto.
-Lo sé, pero por eso me quieres ¿verdad? –titubeó levemente la voz masculina.
Harry contuvo una sonrisa cuando vio como Lily Evans se cruzaba de brazos mientras fruncía el ceño y una mirada desesperada y llena de temor aparecía en el nuevo rostro que había en la esfera; era como mirarse a sí mismo.
-Porque me sigues queriendo aunque haya hecho el idiota ¿verdad? –volvió a insistir James. Lily tampoco contestó esta vez.
Harry vio brillar los ojos de su madre; sabía que estaba bromeando, pero al parecer, su padre aún no lo había comprendido.
-Oh, vamos, Lily, no volveré a hacerlo, la próxima vez que le diga a Sirius que estoy saliendo con alguien procuraré que no sea en medio de un campo de quiddich.
Harry abrió los ojos.
-¡¿La próxima vez que salgas con alguien! –preguntó Lily alzando la voz.
-Mejor aún, te prometo que no volveré a jugar al quiddich –insistió James sin hacer caso de la interrupción de la pelirroja-. Pero dime que me sigues queriendo y que no he metido la pata con esto… -pidió el chico de nuevo.
Harry sonrió levemente. ¿Cuántas veces habrían tenido discusiones semejantes? Remus le había dicho que tenía el mismo don que su padre para meterse en problemas y en más de una ocasión, había escuchado a la profesora McGonagall en Grimmauld Place resignarse por no haber obtenido los genes sensatos y responsables de Lily Evans. Pero Harry se veía como era; una mezcla de ambos… nunca había creído estar tan unido a ellos como se sentía en aquellos momentos.
-Está bien –la voz de Lily lo distrajo de nuevo-. Te quiero James… pero no vuelvas a hacer algo semejante –añadió enfadada cuando el chico sonrió desde la cama donde estaba acostado.
-Te lo prometo –sentenció James Potter.
-No me prometas algo que no vas a cumplir James –le pidió Lily con cierta resignación en la voz.
Harry sonrió.
-Entonces, ¿para qué me dices que no lo haga? –preguntó james confuso.
Harry ahogó una carcajada.
-¡Ay, James! –dijo ella sonriendo e inclinándose hacia el rostro del chico-. Que tontito eres a veces… -añadió a escasos centímetros de su rostro.
Harry no pudo evitar sonreír cuando Lily besó a James dulcemente. Eran recuerdos como ese los que él quería tener y no tenía. La esfera fue apagándose con las voces aún de James y Lily susurrándose cuánto se querían.
Harry sonrió.
-Gracias… -le dijo a Giliath sabiendo que la diosa estaba detrás de él.
-Supuse que te gustaría –él asintió-. Hablé con Erebor y bueno… Este es uno de los recuerdos de tu madre.
Harry la miró.
-¿Cómo un pensadero? –preguntó el chico.
Giliath asintió.
-Antes de que tu madre se marchara de Ahsvaldry, le pedí que me dejara algo suyo; ella y yo nos habíamos hecho amigas ¿sabes? –Harry asintió; lo sabía por la boca de su madre y por la misma Giliath-. Ella me concedió uno de sus recuerdos para que siempre que quisiera pudiera verla.
-¿Por qué este?
Giliath sonrió.
-Le pedí uno que fuera importante para ella y cuando me entregó este yo también le hice esa pregunta, te contestaré lo que ella me contestó a mí –carraspeó ligeramente-. "Porque en ese preciso momento fue cuando me di cuenta que no podría vivir sin James"
Harry sonrió.
-¿Hay… -carraspeó levemente y Giliath sonrió intentando aparentar que no se había dado cuenta del nerviosismo repentino que había abordado al chico-… hay más esferas como estas?
-Podría buscarlas –aceptó la diosa con una sonrisa dulce-. Estoy segura que todos los que conocieron a Lily quisieron tener algún recuerdo de su vida mortal –añadió con un guiño.
-¿Todo el mundo…
-Tu madre era especial, Ainur –le contestó la diosa-. Y tú has heredado gran parte de tu carácter de ella… Lamento que no hayas podido conocerla en vida –Harry sonrió levemente-. ¿Qué?
-Nada –dijo el chico. La diosa le miró-. Sólo recordaba algo que Sirius me dijo una vez, en mi tercer año, cuando nos conocidos… dijo que era injusto que él hubiese tenido tanto tiempo junto a mis padres y que a mí me los hubiesen arrebatado…
Giliath sonrió y le pasó una mano por los cabellos rebeldes.
-Te dejaré solo con la esfera… más tarde te buscaré para decirte si tengo más.
Harry asintió despacio. Quizá sí pudiera recuperar el pasado de sus padres que nunca conoció. Al menos, una parte de él."
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-¡Eirin, al suelo! –gritó Harry.
La joven diosa obedeció sin preguntar, sin rechistar, sin alegar nada o siquiera intentar volverse para replicar que podía defenderse sola; tiró su cuerpo al suelo y el uniforme quedó lleno de polvo, ceniza y de la sangre vertida que regaba el suelo donde estaban. Un rayo violeta atravesó el cielo por encima de su cuerpo y un escudo rosado la envolvió con calidez haciéndola sonreír al notar la magia de Ainur a su alrededor.
Una pequeña daga pasó volando por encima de su cabeza, clavándose en el naryn que la había atacado y que había estado a punto de terminar con su vida. Con la agilidad que la caracterizaba, la diosa se puso de pie de nuevo lanzando una onda expansiva hacia la derecha y provocando que uno de los naryns se desintegrase; notó la mirada preocupada de Ainur sobre ella y se giró mientras asentía con la cabeza indicándole que estaba perfectamente; los ojos de Harry se cerraron un segundo indicándole que la había entendido.
En un acto reflejo la espada de Harry centelleó en el aire y chocó con la armadura de un naryn que resistió el golpe hasta que otra espada refulgente que hizo que Harry sonriera al reconocerla en el acto, se unió a la suya en el golpe que derribó al naryn. Estirando su mano hacia el guardián de Elea, una esfera plateada salió de la mano de Derin y destruyó al naryn.
-¿Estás bien? –preguntó Derin jadeando. El chico asintió en silencio mirando a su alrededor como los naryns atacaban sin tregua a los soldados-. Esto es extraño, es como si alguien los dirigiera… Nunca han sido organizados…
Harry asintió mientras se giraba para quedar espalda contra espalda con Derin, la forma más eficaz de protegerse mutuamente y de atacar a los naryns que empezaban a acorralarlos.
(flashback)
El ambiente estaba tenso, pero ni Harry ni Derin podrían haberse sentido más orgullosos de los Lobos Grises de lo que se sentían en aquellos momentos. Pese a sus insistencias, ni Giliath ni Erebor se habían ido con el otro grupo dirigidos por Derin, habían permanecido a su lado, firmes, seguros y atentos a cualquier movimiento. Harry sonrió.
-No es necesario que levantes un escudo de protección, Giliath –le aseguró el chico-. Conozco estos terrenos mejor que nadie –añadió.
-Lo sé, pero no impide que me preocupe por ti, ¿no te parece? –preguntó la diosa de forma serena mientras palmeaba la cabeza de su caballo.
-No es por mí por quien deberías preocuparte –aseguró Harry.
-Ella estará bien Harry –le aseguró Erebor-. La vamos a encontrar, ¿de acuerdo?
Feamor relinchó y se detuvo. Harry miró hacia donde su pegaso miraba; una construcción que apenas se podía mantener en pie se alzaba en el valle, detrás de la colina que acababan de atravesar, altos muros derrocados, de piedra y ladrillo de adobe marcaban el lugar como si fuesen guardianes del tiempo que debieran permanecer allí quietos, impávidos y sin posibilidad de huir. Un viejo caserón con balconadas grandes y destartaladas, algunas ya inexistentes, otras a punto de desaparecer.
Feamor relinchó y pateó el suelo. Él también lo notaba; demasiado silencio, demasiada quietud… Okkorton solía estar lleno de gritos, de miedo y de llantos, no del silencio del que estaban siendo presentes en aquellos momentos. Aquello no presagiaba nada bueno. Harry se puso alerta y Giliath a su lado lo notó.
-¿Ocurre algo?
-No estoy seguro –buscó con su mirada a su otro guardián-. Erebor –llamó-, ¿puedes hacer un rastreo?
-Claro –el dios entrecerró sus ojos y convocó su magia; con la sutileza que lo caracterizaba. Una mueca en el rostro del dios indicó a Harry que algo no andaba bien-. ¿Qué ocurre?
-No puedo hacerlo si no quitar el escudo, Ainur, es demasiado fuerte –explicó el dios orgulloso porque el chico hubiera alcanzado aquel nivel de protección. Harry asintió con una media sonrisa y deshizo el escudo con sólo eliminarlo de su cabeza-. Ahora sí puedo hacer un…
No tuvo tiempo de terminar la oración; una flecha rojiza atravesó el espacio entre el bosque que se escondía al otro extremo del valle hasta alcanzar a Erebor que tuvo el tiempo justo de convocar un escudo raudo y débil, pero lo suficientemente poderoso para conseguir detener aquel ataque.
-¿Qué diablos ha sido eso?
Una nueva ráfaga de flechas de fuego empezó a lloverles nada más Giliath hubo terminado su pregunta; en un gesto instintivo el escudo que Erebor había alzado se extendió cubriendo también a Giliath aunque tal y como demostró la diosa al alzar su mano y permitir que un escudo azulado la cubriese, no necesitaba su ayuda, pese a todo, le sonrió con gratitud.
-¡A cubierto! –gritó Harry escudándose a él mismo y desmontando de Feamor. Se acercó a la oreja del animal y le susurró unas palabras-. Guíalos al bosque, estad seguros…
Los soldados bajaron de sus monturas rápidamente, conscientes de que estaban siendo atacados. Giliath y Erebor también lo hicieron; tan pronto pusieron los pies en el suelo, Feamor empezó a galopar rápidamente hacia un punto en concreto, consiguiendo que todos los caballos y yeguas lo siguieran.
-¡Reuniros en el centro, no quiero bajas! –gritó de nuevo Harry -¡Tatsui, el lado izquierdo! –gritó. El aludido asintió y tomando sus armas y convocando su poder mágico se dirigió hacia aquel lugar en particular.
Las flechas se detuvieron y Eirin miró a todos los lados.
-¿Ya ha pasado? –preguntó sorprendida.
Harry negó mientras blandía con suavidad su propia espada cerca de su cadera mientras miraba un punto fijo oculto tras los árboles.
-Se están organizando –dijo-. ¡Tened cuidado y estad alertas!
Una veintena de escudos se hicieron presentes en su campo de magia; sonrió satisfecho.
"-Derin" –llamó Harry a través de su cabeza al dios guerrero -. Problemas, ahora"
"-Enseguida vamos –contestó la voz de Derin en su mente, sin siquiera preguntar nada"
(fin flashback)
Media hora después de que hubiesen vuelto a ser atacados, Derin apareció con los shyggards y rápidamente después de asegurarse que ninguno estaba herido, se había acercado a Harry sin necesidad de decir o explicar nada.
Los habían acorralados y Harry se maldijo internamente por aquello; debería de haberse dado cuenta de que algo iba mal, tanto silencio no podía ser un buen presagio, pero él nunca había sido bueno con las estrategias, aquel siempre había sido el trabajo de Remus y en su defecto, el trabajo de Ron; nunca el suyo.
Se giró a tiempo de esquivar una maldición de uno de los naryns, pero se quedó clavado cuando ésta rebotó en Derin rozándole el hombro y haciéndole un feo corte.
-¡Derin! –gritó el chico.
-¡Ainur, cuidado! –el cuerpo de Erebor lo aplastó literalmente sobre el suelo en el momento en que una esfera plateada pasaba por encima-. ¿Quieres acabar muerto?
-Perdona, no me di cuenta de… ¡cuidado! –esta vez fue Harry quién sujetó los hombros de Erebor aún sobre él y rodó hacia un lado llenándose de tierra, polvo y cenizas cuando un rayo rojo impactó sobre la árida tierra.
-¿Estáis de excursión? –preguntó mordazmente Giliath que estaba cerca de ellos y los miraba sin quitar los ojos de los naryns-. Siguen avanzando, no podremos llegar hasta Verónica si siguen así.
-¿Estás bien? –preguntó Harry a Derin que se había acercado para ayudarles a levantarse-. Déjame ver.
El dios le extendió el brazo y Harry frunció el ceño pero suspiró con alivio, no era nada serio; pasó una de sus manos sobre la herida del dios y ésta se cerró.
Una esfera de energía azul se unió a otra blanca y a otro amarilla que se dirigió a donde estaban ellos; Derin y Harry se miraron un segundo antes de agacharse, a tiempo para que las esferas chocasen entre ellas y destruyeran una docena de naryns.
-Nosotros nos encargamos de esto –aseguró la voz de Tatsui rodeando a los dos-. Id a buscarla –les indicó mientras desenvainaba su espada y a su lado Eirin manejaba satisfecha sus dos largas dagas en espera que algún infortunado naryn se atreviese a abalanzarse sobre ellos o fuera demasiado estúpido como para creer que podría hacerlo.
-Tatsui… -murmuró Harry.
-No estamos bromeando, Ainur; nosotros nos encargamos de esto, tú ve a recuperar lo que hemos venido a buscar –aseguró el cabo de los Lobos sin siquiera mirar al chico pero consciente de que Harry sabía que estaba sonriendo.
-Derin, Erebor, Giliath, conmigo –pidió Harry dirigiéndose hacia el otro lado.
-¡Ainur! –el gritó de Eirin le llegó refrescante, alegre, como siempre y el chico no tuvo más remedio que sonreír; esa chica siempre lo hacía sonreír-. Tened cuidado.
Harry se limitó a asentir en silencio mientras se adentraba en le construcción en ruinas. Verónica estaba allí, lo presentía.
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La primera vez que le pasó algo similar había sido cuando tenía cinco años. Aquel coche había atropellado al pobre perro dándole un golpe que lo había inducido a dar varias vueltas en el aire antes de aterrizar de forma brusca a escasos metros de donde se encontraba ella jugando en el jardín de casa. Fue la primera vez que lo había notado. Dolor, sufrimiento, ganas de llorar. Y lo había hecho. Su madre había sido rápida y había corriendo al escuchar su llanto, creyendo que podía haberle pasado algo. Cuando la mujer le había preguntado qué ocurría, ella sólo se había llevado la mano al pecho y había dicho "duele, duele mucho"
No había otra cosa que le hiciera sentirse tan mal como saber que alguien estaba sufriendo; el dolor ajeno, eso era lo que no podía soportar, lo que nunca iba a soportar. Hacía mucho tiempo que no se sentía de aquel modo, pero… el modo en que Malfoy se retorcía en el suelo después de varias horas, los cortes que tenía en brazos y piernas, las heridas de su rostro y la sangre que escurría por su pecho descubierto producto de una herida recién hecha en el torso del chico le había recordado todo aquello. Dolor, sufrimiento, miedo… Cada grito de Malfoy era como si lo gritara ella y cada mueca que él hacía para no gritar ella la imitaba, cada corte ella lo sentía como si se lo estuvieran haciendo ella y los diversos hechizos que habían atrapado el cuerpo del chico también la habían rodeado a ella.
-¡Lo haré! –gritó entonces ella-¡Te daré mi palabra de bruja! –gritó -¡La daga será tuya, pero déjale en paz!
Angark detuvo el corte afilado que empezaba a rasgar la mejilla de Malfoy y la miró, sonriente, sin un ápice de la ira y la rabia que habían estado presentes en su rostro desde que todo aquello había empezado.
-¡No lo hagas! –le gritó Draco.
Verónica lo miró. Pese a los cortes, maldiciones, hechizos y torturas que había sufrido delante de ella, pese a tener la ropa destrozada, el pecho y el rostro amoratado de los golpes sufridos y pese a tener el cabello desordenado y sucio, sus ojos seguían manteniendo la compostura y la arrogancia de los Malfoy.
-Malfoy…
-No lo hagas Ollivers, nunca renuncies a lo que eres…
-¿Y lo vas a decir tú? –dijo Angark burlonamente-… Precisamente tú que estás renunciando a ser un Malfoy…
Draco sonrió de medio lado pese a la tirantez que sintió en el labio cuando lo hizo debido al corte que tenía en él.
-Pero nunca renunciaré a ser un mago.
Angark iba a replicar algo cuando una explosión fuerte le hizo girar la cabeza hacia la puerta, hacia el pasillo. Cerró los ojos un segundo para concentrarse. Reconocería aquella magia en cualquier lugar de la vida y de la muerte. Se giró hacia Verónica que estaba en aquellos momentos ayudando a Malfoy a ponerse en pie.
-Parece que Ainur ha descubierto dónde estáis –aseguró con una sonrisa amargada-. Es una lástima que cuando os encuentre sólo se tope con vuestros cuerpos…
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Harry se detuvo cuando entraron en la pequeña fortaleza; era extraño. Dentro de aquellas paredes no se oían los gritos ni el furor de la batalla; el sonido de las maldiciones al sesgar el cielo eran sustituidos por el ruido dulce de las gotas de agua al caer contra el suelo de piedra y el ruido de las espadas, escudos y demás armas quedaban amortiguados por el crepitar del fuego que las antorchas, rústicamente colocadas una junto a la otra a lo largo del pasillo, emitían a su paso.
Giliath miró a su alrededor.
-Nunca me ha gustado este silencio… -aseguró la diosa en un susurro como si no quisiera que el sonido de su voz fuese escuchado.
-Es el sonido de la muerte… -corroboró Erebor-. Deja que vayamos nosotros primero Ainur –pidió el dios guardián.
Harry negó con la cabeza. La había sentido. Tan pronto había puesto el pie dentro de aquel lugar era cierto que el ruido de la batalla había quedado fuera junto con Tatsui, Eirin y el resto de Lobos Grises que habían acudido a su llamada sin siquiera tener que pedirlo dos veces, pero también era cierto que la había notado.
Mezclada con el aire que irradiaba magia oscura, el olor a sangre y a azufre que caracterizaba los riscos y rincones de Okkorton y que parecían haberse colado a través de las piedras y por los más pequeños resquicios, había notado tres auras diferentes; sólo tres; la presencia del colgante de Elea era más que palpable y con ella, el aura de Malfoy debilitada pero aún latente; el aura de Verónica permanecía intacta, dulce, agradable y cálida, con aquella extraña sensación de no haberla perdido de vista ni un solo segundo; pero no era aquello lo que había notado; había sido la fuerza de Angark; la oscuridad que reinaba en el corazón del dios se hacía más patente en aquel territorio; ganas de poder, de ambición, de oscuridad y de maldad; un aura negra, obscura y malvada que había hecho que Harry sintiese su sangre helada y notase como la lágrima de Lahntra sobre su pecho palpitaba en un intento de ofrecerle una protección que las antiguas descendientes de Lahntra creían que él necesitaría.
-Voy yo –dijo seguro de sí mismo Harry.
Erebor y Giliath se miraron preocupados, pero fue Derin quién habló.
-No podemos arriesgarnos a que te pase algo, Harry, no queremos que…
-Sólo están ellos tres –informó Harry-, comprobadlo si queréis –le indicó sintiendo la magia de Erebor y Derin extenderse buscando otras auras en aquel sitio lóbrego-. No quiero que os metáis en medio, esto es algo entre Angark y yo, ¿entendido?
-No podemos prometerte eso Harry –aseguró la diosa esperando que el chico cambiara de opinión.
-En ese caso no me dejáis nada más que dos opciones: os dejo aquí y avanzo yo solo o bien ejerzo sobre vosotros mi poder como Ainur, vosotros elegís.
No esperó a que dijeran nada o a que tomaran una decisión; Harry empezó a caminar a través del estrecho pasillo y sonrió imperceptiblemente cuando sintió los pasos de Giliath y Erebor detrás de él, Derin cerrando la marcha mientras anotaba mentalmente que debía decirles que eran demasiado predecible.
"Ainur"
"¿Qué quieres Derin? Si vas a decirme que…
La risa franca del dios guerrero, aquella que pocas personas habían tenido el privilegio de escuchar, resonó en la cabeza de Harry junto a la conversación mental que en aquellos momentos estaba teniendo con él.
"No es eso. Quería avisarte sobre Angark"
"¿Qué ocurre con él?
"Tiene un nivel ocho"
Harry no contestó. Sólo sonrió y notó que sus mejillas se ruborizaban ligeramente.
"¿Harry?
"No importa, no os metáis"
"Bien, pero si creo que corres peligro lo haré aunque después tenga que renunciar a mi posición"
"No te preocupes, no tendrás que llegar a tanto… -sonrió dentro de su mente-… Sé lo mucho que te gusta hacer sufrir a los cachorros de cada nuevo ingreso"
Derin sonrió. Confiaba en aquel chico y algo le indicaba que la revelación del nivel de magia de Angark no le había causado suficiente impresión; frunció el ceño preguntándose qué diablos estaría tramando aquel muchacho.
No hablaron, no dijeron nada y no se miraron durante los minutos que caminaron por los oscuros pasillos del lugar siguiendo a Harry; dos a la izquierda, uno a la derecha y luego de frente hasta llegar a unas escaleras que bajaban; los pasos de Harry resonaban en el vacío lugar, dando una seguridad que pocas veces nadie había sido capaz de demostrar. Cuando sus pies dejaron de bajar peldaños, una pared de piedra les cortaba la salida hacia ningún lugar. Harry sonrió; magia de nivel siete.
-¿Qué significa… -empezó a decir Erebor.
Pero Harry no contestó. Se giró hacia ellos con rostro firme y solemne.
-Quiero vuestra promesa.
Giliath y Erebor se miraron; Derin asintió un segundo antes de que los dos guardianes lo hicieran.
Harry asintió y se giró hacia la pared mientras extendía sus dos manos hacia el muro; el colgante de su cuello brilló bajo su casaca y desprendió un dulce viento helado que lo reconfortó. Ante los ojos de los dioses, una puerta de acero que parecía impenetrable desde cualquier ángulo que se preciara apareció de la nada donde antes había habido sólo piedra y pared.
Erebor enarcó una ceja.
-Tendrás que explicarnos esto –dijo Giliath-. Y mejor será que tengas una muy buena excusa.
Por toda respuesta, Harry se encogió de hombros antes de estirar su mano hacia la cerradura de la puerta y girar su muñeca.
-Estalla…
Una fuerte explosión se escuchó en el recinto y Harry sonrió. Cuando la puerta se redujo a escombros, unos ojos de color avellana lo miraron; no vio el cuerpo de Draco Malfoy arrodillado en el suelo ni tampoco vio la sonrisa sarcástica en el rostro de Angark, sólo los ojos de ella, los ojos de Verónica.
-Vaya… has encontrado este lugar rápido, Ainur –dijo con un deje de ironía.
-Ocupaos de Verónica y Draco –ordenó a los dioses. Derin iba a decir algo pero el chico lo calló con una mirada-. Lo habéis prometido.
Angark ni siquiera se movió cuando Giliath empezó a utilizar su magia en la pared del fondo para salir por allí; ni tampoco cuando Derin y Erebor se movieron hacia sus dos prisioneros; sus ojos estaban demasiado ocupados observando a Harry con frialdad, la misma frialdad con la que lo había recibido en Ahsvaldry y con la que lo había tratado durante tanto tiempo.
-Sabía que Stell no debería de haber confiado en ti nunca –dijo Harry-. Nunca confíes en alguien que no te muestra su alma a través de sus ojos, eso fue lo que mi madre me dijo y no la entendí hasta que me di cuenta de que se refería a ti, ¿verdad?
Angark sonrió modestamente, como siempre lo hacía cuando ocultaba algo, como lo había visto sonreír durante días y semanas durante su entrenamiento en Ahsvaldry.
-Tu madre siempre fue estúpida… podríamos haberlo tenido todo… le ofrecí el reino y el trono de Ahsvaldry y no quiso oír hablar de ello –contestó Angark.
-Si le propusiste eso a mi madre es que no la conoces –le replicó Harry-.. El poder no lo es todo, no para los mortales.
-¿Qué puede haber más importante que el poder, Ainur?
Harry sonrió a medias; A un lado Giliath terminó de derrocar el muro con una tromba de agua.
-Sacadlos de aquí –ordenó. Angark estiró su mano hacia el hueco recién creado impidiendo el paso por allí y Harry volvió a sonreír; sabía jugar al juego de la provocación, Derin le había enseñado bien y él sabía que Angark era alguien muy fácil de provocar-. Esto es entre tú y yo, siempre ha sido entre tú y yo, Angark –dijo Harry viendo como Erebor tomaba a Draco y se lo cargaba al hombro mientras que Derin cogía en brazos a Verónica-. Déjales.
-¿Bromeas? Necesito la daga oscura y necesito el colgante de Elea, ¿puedes dármelo tú? -¿Qué me das a cambio? –preguntó el chico.
-Poder, el trono de Ahsvaldry –le aseguró el dios entrecerrando sus ojos.
Harry sonrió. Sabía lo que Angark estaba haciendo perfectamente. Ganar tiempo. Había notado la ráfaga de magia oscura a su alrededor, había sido algo leve, pero con una gran importancia; Angark trataba de calcular y hallar el aura mágica del chico. Pero él ya se había encargado de aquello.
-Vuelves a equivocarte Angark –dijo el chico-. Le ofreciste el poder a mi madre y lo rechazó… ¿por qué habría de aceptarlo yo?
-Pensaba que eras más listo que ella –pero Harry no estaba dispuesto a dejarse provocar tan fácilmente.
-Hagamos una cosa, si gano yo, los dejas marchar, si pierdo… -se encogió de hombros-… puedes hacer lo que te plazca.
-¿Incluso matarte? –preguntó Angark con los ojos risueños ante la perspectiva de ser él quien acabara con Ainur.
-No… -musitó Giliath.
-Incluso matarme, ¿qué me dices?
Tanteó de nuevo el aura del chico. Tres. Nivel tres. Angark sonrió. ¿De verdad Ainur quería ganarle con un nivel tres mágico? No sabía si era estúpido o demasiado seguro, pero ya fuera por un motivo u otro, aquello sería su perdición y el fin de sus días.
-Acepto.
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De haber sido oro momento u otra ocasión, cualquier que hubiera visto a Severus Snape, estricto profesor de pociones de Hogwarts rodeando el cuerpo de Remus Lupin, conocido ex merodeador, y ayudándolo a caminar hacia las habitaciones de quien una vez había sido profesor de defensa en el castillo, hubiera creído ver visiones, que le hubiesen lanzado un hechizo ilusorio o que alguien estaba haciendo de las suyas habiendo tomado poción multijugos para hacerse pasar por los dos adultos.
Pero no. Los que habían visto lo acontecido en los últimos días y semanas, desde que Harry Potter, Malfoy y Ollivers desaparecieran de allí con los tres profesores nuevos de aquel mismo año, veían completamente normal aquella situación de camadería y ayuda; ya en aquellos momentos eran pocos los que desconocían la verdadera naturaleza de Remus Lupin y todos eran conscientes de que la noche anterior había sido luna llena.
Aunque lo que sí les llamaba la atención eran los murmullos y susurros de maldiciones que el profesor Snape iba profiriendo a medida que avanzaban por los pasillos ignorando deliberadamente a los alumnos que los miraban y se dedicaban a cuchichear entre ellos sin saber qué diablos estaba pasando allí.
Severus esperó a que Remus abriera la puerta al sentir el contacto de su mano, luego lo metió en la habitación y lo sentó con cuidado en el sofá mullido frente a la chimenea; agradeciendo el gran surtido de pociones que el profesor Erebor tenía allí empezó a buscar con sus dedos largos las adecuadas no sólo para tratar el dolor propio de después de la luna llena, sino también para tratar los cortes, morados y golpes que evidentemente no se habían provocados solos en el cuerpo de Lupin.
Durante los siguientes veinte minutos, ninguno de los dos habló; ambos conscientes de que había pasado algo más que una transformación; Snape se dedicó a untar mejunjes y pomadas, hacerle beber pociones y a asegurarse de que no había nada roto salvo la costilla que ya se había encargado de arreglarle con una de sus últimas pociones más fuertes para la recuperación de huesos que él mismo había creado y fabricado. Remus se limitó a
-¿Me lo vas a contar Lupin o voy a tener que romperte de nuevo una costilla para que me digas qué te ha pasado?
-Eric Ollivers ha venido buscando a su hija, me ha encontrado a mí, le he dicho que Verónica no estaba en el castillo y bueno… -hizo un ademán desechando más comentarios-… viejas cosas del pasado surgieron a la luz. Acabo de pasar una transformación, no estoy en forma que digamos –añadió a regañadientes dado que no le gustaba sentirse débil después de haber sido un hombre lobo.
-¿Y se puede saber quién ha avisado al señor Ollivers de…
-Pregúntale a tus Slytherin, no creo que nadie más haya sido capaz de avisarle –añadió con cinismo Remus-. El resto de casas comparte simpatía por Harry.
Snape le miró enarcando una ceja.
-Pues durante este año no lo han demostrado demasiado –le hizo ver el profesor de pociones-. Ahora, ¿me vas a contar qué pequeñas cosas del pasado surgieron a la luz? Ese hombre debía estar furioso para golpearte hasta hacer que te rompieras una costilla.
Remus sonrió a medias mientras notaba como sus mejillas se teñían de un ligero rubor.
-Cree que Verónica es mi hija –dijo con simpleza-. Por eso nunca nos hemos llevado bien y por eso me impidió ir al funeral de su esposa… Debiste conocerla, era igual que…
-Sí, la recuerdo, una chica muy dulce… en cuento vi a Ollivers supe quién era su madre –Remus asintió en silencio-. ¿Y es verdad? –preguntó Severus. Remus arqueó una ceja preguntándole en silencio a qué se refería-. ¿La amabas?
-La amé, sí… pero la aparté de mi lado… No quería…
Severus le hizo un gesto con la mano, conocía bien a aquel hombre; durante años habían compartido clases y lugares, miradas y gestos, unos de tolerancia, la mayoría de desprecio y de envidia insana; sabía lo que iba a decir a continuación.
-Estuve en Hogwarts cuando te dedicabas a no salir con nadie Lupin –le recordó-, sé que tu faceta Gryffindor te hace impensable el hecho de querer atar a alguien a quien quieres a tu licantropía.
-Fue más que eso Severus –dijo con su voz calmada-. Ella siempre me dijo que quería hijos… hijos…
-La licantropía es un gen que se hereda genéticamente –intervino Snape-. Por eso la dejaste…
Remus asintió.
-Se lo conté; ella supo la verdad, le hablé sobre mis transformaciones, sobre las heridas, las ganas incontrolables de matar, como el lobo se apoderaba de mí en aquellas noches… y ella me seguía queriendo…
-Pero tú no podías quedarte en su vida a cambio de que ella renunciara a lo que quería, ¿me equivoco?
-No, no te equivocas. La dejé, pero seguimos siendo los mejores amigos, ella lo entendió, aunque no me lo dijo, estoy seguro de que siempre supo la verdad de nuestra ruptura.
-Y ¿luego?
-Luego pasaron los años y un día cuando abrí la puerta de casa me la encontré con una niña en brazos, sonreía, nunca la había visto tan feliz… me dio a la niña y me dijo "es tu ahijada, Verónica" –suspiró-. Luego no supe nada más de ella; supe que su marido se la llevó lejos del mundo mágico, no quería que su esposa tuviera nada que ver con "dementes que blanden palitos de madera" –añadió con una risa contenida-. Si hubiera sabido que su esposa era la guardiana de la daga oscura de Ahsvaldry, quizá todo hubiera sido diferente…
Severus asintió pero no dijo nada.
-En parte es la hija que nunca pude tener con ella y que siempre deseé tener… No entiendo como su padre ha podido hacerle tanto daño con sus comentarios durante tanto tiempo… Jamás entenderé como alguien puede hacer tanto daño a quien es de su propia sangre…
Severus no contestó porque él tampoco tenía respuesta para aquello. Había visto a su ahijado sufrir durante años a manos de Lucius, también a Narcisa… y nunca había entendido cómo Lucius podía hacer algo así a quien se suponía que quería y amaba.
-Será mejor que te acuestes un rato –le dijo el profesor ayudándole a tumbarse en el sofá-. Te he dado una poción fuerte que te hará dormir, mañana estarás completamente recuperado.
Remus asintió en silencio.
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No le estaba costando demasiado. Erebor y Derin miraban con ojo crítico el modo en que Ainur saltaba de un lado a otro atacando, esquivando, dirigiendo ataques mágicos y golpeando con la espada cuando era preciso, era como si conociera los movimientos de Angark antes de que éste los fuera a lanzar.
-No lo entiendo… -susurró Erebor junto a Derin-… parece que no…
-Y no se está empleando a fondo –corroboró Derin-. Es como si pudiera leerle el pensamiento a Angark y supiera qué va a hacer en cada momento.
-¿Aún no os habéis dado cuenta? –preguntó Giliath llegando junto a ellos mientras veía divertida como Harry esquivaba la espada de Angark con agilidad y una gracia innata siempre presente.
-¿Y los chicos? –preguntó Erebor.
-Verónica está vigilando a Malfoy, está herido de gravedad –informó la diosa.
-¿Qué has querido decir con eso? –preguntó Derin sin apartar la vista del ataque que en aquel momento estaba lanzando Harry.
-Es increíble que después de tanto tiempo junto a él no os deis cuenta… sobre todo tú Derin, has luchado junto a Harry más veces de las que puedo contar con los dedos de las manos –añadió divertida al ver como los dos dioses fruncían el ceño-. Comprobad el aura mágica de Harry –les dio la pista Giliath. Derin la miró-. Hacedlo, vamos.
Harry esquivó la espada de Angark con bastante facilidad; al girar hacia la derecha vio los ojos de verónica mirándole, preocupación, miedo y ganas de estar con él; el chico sonrió y se giró de nuevo encarando al dios con una sonrisa de suficiencia mientras utilizaba su propia espada. Notó el aura de Derin y Erebor rodeándole y les miró para asegurarse de que no planeaban meterse en aquello; se relajó al sentir que sólo lo estaban sondeando, queriendo comprobar su magia.
-¡Le está engañando! –gritó entonces Erebor.
Derin sonrió con cierta tranquilidad.
-Le está haciendo creer que tiene un nivel tres… -susurró el dios-… ¿de dónde habrá sacado esa idea? Está esperando que Angark se confíe demasiado…
-Pero eso no explica cómo puede… -los ojos de Erebor se abrieron mientras Giliath lo miraba risueña y con una ceja enarcada.
-Veo que te has dado cuenta… -comentó la diosa casi con aire casual
-¿Qué… qué ocurre? –se atrevió a preguntar Veónica.
-Creo que eso es algo que Harry tiene que explicarnos a todos –dijo la diosa sonriente volviendo junto a ella-. Nos encantará saber por qué Harry tiene un nivel nueve cuando sólo ha llegado hasta el seis con nosotros.
Angark sonrió.
-¿Pretendes luchar con un nivel tres cuando yo tengo un ocho?
Harry detuvo su ataque para mirarlo con fingida seriedad.
-¿Nivel ocho? –preguntó- ¿de verdad? Vaya… no me había dado cuenta… -añadió con sarcasmo más que evidente.
-Y ahora que lo sabes… ¿Qué harás? –preguntó Angark invocando parte de su poder a su alrededor.
-Me he cansado de jugar Angark –le dijo al dios mientras adoptaba posición de lucha perfecta-. Es hora de terminar con esto.
Harry dejó la espada a un lado; no iba a ensuciarla con la sangre del traidor de Ahsvaldry; con magia había raptado a Verónica y a Malfoy y con magia había intentado obtener el poder… con magia sería castigado.
-No vas a poder hacerlo, Ainur –escupió las palabras con desdén y rencor-. Mi nivel es superior al tuyo… no vas a poder hacer nada ¡Oscura lealtad, cúbrele! –gritó entonces mientras movía sus manos en el aire al tiempo que una esfera negra aparecía en las manos del dios.
Una sonrisa apareció en los labios de Angark al ver que Harry ni siquiera se había movido al ver la esfera; y ésta cada vez se acercaba más y más al rostro de Harry. Verónica se movió incómoda y Giliath a su lado le colocó una mano sobre el hombro.
-Tranquila… él está bien –le aseguró la diosa.
La chica ahogó un grito de miedo y terror cuando vio la esfera lanzada por Angark partirse en mil pedazos con la absoluta certeza de haber golpeado a Harry completamente; pero una vez más, la serenidad y tranquilidad de Giliath colocándole una mano gentil en el hombro, hizo que no dijera nada y que observara un poco más todo aquello.
-No es posible… -murmuró Angark cuando la luz y niebla que su esfera había provocado empezó a desvanecerse.
Verónica prestó atención; a través de la niebla y la cortina de humo y luz oscura, una llama blanca se abría paso, serena, tranquila y segura. Los ojos verdes de Harry centellearon a través de la bruma y cuando una de sus manos quedó estirada hacia el frente, la polvorosa quedó sumida en el olvido.
-No puedo creer que haya sido capaz de hacer eso –dijo Erebor claramente orgulloso.
-Deja de mirar a Harry y atiende a Malfoy –le sugirió Derin sin apartar los ojos de Harry-. Al menos hasta que Ainur consiga dejar a Angark fuera de todo esto –añadió con una sonrisa que anticipaba la victoria del chico.
-Tú no puedes… ¡era de nivel siete! –argumentó el dios enfurecido mirando a los ojos verdes de Harry que parecía estar muy tranquilo y más fresco que nunca, como si la última media hora de combate no hubiera significado nada para él.
-Hay algo que deberías de saber Angark –le dijo sonriendo con superioridad mientras invocaba su propio poder-… He estado entrenando solo… ni siquiera Derin sabía de estos entrenamientos… Y dado que sólo alguien como Feamor podía aguantarme he tenido que ponerse a su nivel –añadió encogiéndose de hombros notando el aire a su alrededor arremolinándose en torno a él como siempre que lo necesitaba. Algunas de las pequeñas piedras que estaban alrededor de Harry se elevaron con el viento y los pequeños remolinos que giraban en torno a su figura.
Giliath frunció el ceño y miró a Derin y a juzgar por la expresión severa que tenía el dios, estaba convencida de a que a él tampoco le había hecho ninguna gracia aquello.
-Espera a que todo esto acabe, voy a tener una conversación con Harry –aseguró el dios cruzándose de brazos.
-No si la tengo yo antes –replicó la diosa que parecía igual de molesta que el dios.
-Y estoy cansado, quiero volver a Hogwarts, quiero asegurarme de que la daga oscura y el colgante de Elea están en buenas manos y quiero abrazar y besar a mi novia, así que no quiero seguir perdiendo el tiempo contigo –enarcó una ceja y Erebor chasqueó la lengua.
-Está siendo demasiado prepotente –aseguró el dios.
Derin negó con la cabeza quitándole importancia a aquello.
-Déjale, todos hemos querido hablarle así a Angark alguna vez, así que deja que sea él quien lo haga por nosotros –Erebor no contestó pero sonrió dándole la razón en silencio al dios guerrero.
-Lo siento Angark, pero tengo que hacerlo –las manos de Harry que habían permanecido unidas, empezaron a separarse, dejando ver en el hueco que formaban las palmadas ahuecadas una esfera plateada, brillante, pura y magnética, atrayente-. Luz del alma, haz tu trabajo… -susurró levemente.
Y la esfera salió de las manos de Harry, y avanzó rauda hacia Angark; y justo antes de que lo rozara, el chico elevó una de sus manos nuevamente y una flecha de fuego se dirigió hacia el escudo que Angark había elevado a su alrededor y durante unos segundos antes de que el escudo despareciera y la esfera alcanzara a Angark, Harry se permitió el sonreírle de forma satisfactoria al tiempo que cambiaba su aura y la aumentaba hasta mostrarte a Angark su verdadera naturaleza, la magia de un nivel diez que había adquirido gracias a Feamor.
Luego, la luz plateada envolvió a Angark y en un gesto instintivo, Derin protegió a Verónica de aquella luz cegadora y brillante, cerrando sus propios ojos, porque, pese a que sabía que Harry nunca haría nada para lastimarlos, la energía pura combinada con la magia, a veces podía resultar más peligrosa de lo que nadie pudiera creer.
Cuando la luz desapareció, Angark yacía en el suelo, boca arriba, los ojos cerrados y las manos cerradas firmemente sobre la empuñadura de su espada, Harry, a su lado controlaba que seguía vivo. Aquella pelea había terminado.
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-Sobrevivirás –aseguró Erebor dándole una palmada a Draco en el hombro sano. El rubio no dijo nada, se limitó a mirar hacia donde Harry Potter terminaba de dar unas instrucciones a los soldados que habían aparecido al escuchar la explosión del lugar-. Harry se encargará de curarte eso, ¿tienes algún problema con ello?
-No –aseguró Draco sin apartar los ojos de Potter.
Vio como un soldado alto y fornido, con la túnica rajada en algunas zonas, la espada goteando sangre y una gran sonrisa de satisfacción en el rostro se cuadraba ante el chico en una actitud de respeto que pocas veces él había visto. Nunca, en realidad; solía ver como su padre se estremecía cuando tenía que ir al llamado del Señor Oscuro, pero era eso, estremecimiento, temor, miedo a la ira que podía provocar en su Amo, pero nunca había visto el brillo del respeto en sus ojos cuando hablaba de Lord Voldemort, el brillo que en aquellos momentos estaba viendo en los ojos de aquel soldado y también en los de los que estaban cerca de Potter. Aquello era respeto y admiración, no miedo ni terror por algo… por alguien.
Erebor sonrió; se había percatado de la forma en que Draco miraba a los soldados y a Harry y carraspeó para llamar la atención del chico que dirigió su mirada hacia él.
-¿Estás bien? –preguntó el dios con cierto tono paternal que Draco nunca había oído dirigiéndose a él salvo en la voz de Snape.
-Todo lo bien que puede estar alguien que se ha dado cuenta de que ha sido un idiota toda su vida –contestó Draco con una sonrisa afectada.
-Lo superarás –aseguró de nuevo el dios-. No dejes que lo que te han inculcado desde niño determine el hombre que quieres ser –aconsejó.
-¿Cómo lo hace? –preguntó Draco mientras veía como Harry se sonrojaba ante el abrazo que una de las soldados le profería-. ¿Por qué todo el mundo le adora? Parece que siempre sabe qué decir o qué hacer para caer a todo el mundo, para que todos le acepten y le respeten y le tengan en alta estima… aunque no lo haga a propósito siempre lo logra…
Erebor estudió las palabras de Draco un segundo y luego se encogió de hombros.
-Me regaló una manzana –dijo simplemente. El chico lo miró parpadeando un par de veces-. Cuando nos conocimos, antes de que él supiera nada de Ahsvaldry o de Elea o de quién era… antes de que yo fuera elegido como uno de sus guardianes, él me regaló una manzana.
-No lo entiendo –dijo Draco confuso.
-No me extraña –sonrió el dios con cierta condescendencia-. Deja que te lo explique. Pan fresco, fruta y agua. Esa fue la primera comida de Harry en Ahsvaldry, estaba tan cansado, desnutrido y mal alimentado que en aquellos momento, cualquier otra cosa le hubiera sentado mal al estómago; le pusieron un cuenco lleno de uvas, naranjas, cerezas, melocotones y manzanas rojas y créeme si te digo que nunca vi a nadie dar cuenta de la comida con la rapidez con que Harry la hizo desaparecer… Se notaba que llevaba varios días sin comer bien –Draco asintió. Había escuchado en muchas ocasiones la vida que Potter llevaba en el mundo muggle, de echo, solía ser conversación de bromas en las mazmorras, pero Draco nunca llegó a creer esas verdaderas historias, después de todo, él era Potter, el salvador del mundo mágico, ¿quién le iba a tratar mal?-. Cuando entré en el comedor, yo acababa de regresar de un reconocimiento en el que nos habíamos topado con varios naryns…
-¿Los que han sacrificado a… -Erebor asintió.
-El caso es que yo estaba cansado, hastiado, sucio, polvoriento, con la ropa llena de sangre reseca y la espada aún desenvainada y a punto de atacar. Cualquier hubiera pensado que era un loco desquiciado… pero él no lo hizo. No me juzgó por mi ropa o por mi apariencia… sólo escuchó que mi estómago rugió reclamando algo de comida. Antes de darme cuenta o de poder pedir algo de comer en las cocinas, una mano pequeña, morena y con las uñas rotas y partidas, manos llenas de ampollas por el trabajo duro, presentó ante mis ojos una manzana roja, sabrosa y crujiente, de un sabor dulce como la miel y tan refrescante que creí haber bebido de un manantial… Era la última manzana que le quedaba a él y en lugar de comérsela, me la dio a mí. Cuando le pregunté que porqué me la había dado sin conocerme, e incluso le dije que podía ser alguien que quisiera acabar con su vida, se limitó a encogerse de hombros y a decirme "la necesitas más que yo, estoy acostumbrado a no comer y quizá si comes luego ya no quieras matarme" –sonrió-. Cuando llegó el momento de la elección de guardianes, supe que yo tenía que ser su guardián…
Draco volvió a mirar a Harry que se había acercado hasta Verónica y en aquel momento estaba arrodillado frente a ella, mientras que Giliath le curaba la herida de la pierna a la chica y él le acariciaba la mejilla.
-Harry nunca ha querido atención ni la ha reclamado; ha crecido sin conocer a sus padres, a la sombra de los que han querido hacerle daño y acechado siempre por la mano invisible de Voldemort que sólo busca su muerte para ocupar un lugar en el trono de Elea… es precisamente por su naturaleza sencilla y generosa que todos le respetan… -miró a los soldados-. Míralos; todos están aquí por él, para él… si hubiera un ataque ahora mismo, ninguno de ellos dudaría en cubrir a Harry y protegerlo con su propia vida porque él lo ha hecho en muchas ocasiones por ellos…-sonrió mientras veía como Draco tenía la vista puesta en Verónica y en la caricia que Harry le estaba haciendo a la chica en aquel momento-… Harry sólo es Harry… y al igual que su madre, es capaz de ver las virtudes de los demás incluso antes de que los demás las vean en sí mismos…
Era increíble como con aquella simple caricia, Verónica había vuelto a sonreír de verdad; era increíble que alguien pudiera mirar a otra persona con el amor y el cariño con que Potter miraba a Verónica en aquellos momentos.
-Ella lo sabía –dijo el rubio. Erebor miró hacia Harry y Verónica-. Siempre supo que él vendría a buscarnos, que él sabría qué hacer para encontrarnos…
-A veces, el amor que sientes hacia alguien, te hace ver luz donde los demás ven oscuridad y a veces –sonrió a medias-, contagian a los ciegos de su visión –añadió sabiendo que Draco Malfoy finalmente había sabido que Harry los encontraría.
-¿Todo bien? –preguntó la voz de Potter caminando hacia ellos.
Erebor asintió.
-Voy a revisar a los caballos, a ver si Feamor me hace caso… ¿le puedes decir que…
-Ya se lo he pedido, atenderá a tu llamada si la haces con respeto –Erebor enarcó una ceja y el chico sonrió-. Sabes que es muy orgulloso y aún no te perdona que te dirigieras a él como "ese caballo alado".
-Sí, sí, como sea… -se despidió Erebor-. Ocúpate de Malfoy, tiene varios cortes en los brazos, los golpes están casi curados.
Harry asintió en silencio y en silencio se arrodilló a su lado para empezar a revisar las heridas del chico, ignorando la mirada escrutadora que Draco estaba dirigiéndole.
-Gracias –dijo Harry entonces. Draco le miró interrogante-. Por no dejarla sola –añadió.
-Es ella la que no me ha dejado solo a mí –le contestó Draco divertido. Sus ojos se dirigieron hacia el cuerpo de Angark donde su pecho subía y bajaba con un ritmo acompasado y habitual-. No le has matado –le hizo notar Draco mientras veía como una luz blanca cubría su brazo derecho al tiempo que Potter pasaba su mano por allí.
-Lo sé, no soy un asesino –contestó Harry frunciendo el ceño-. No al menos a sangre fría –añadió con una sonrisa irónica-. Esto ha tenido que dolerte –dijo fijándose en el corte que tenía en el brazo producto de su estancia en la celda del risco.
-Fue idea de tu novia –se encogió de hombros él-. Dolió pero funcionó, supiste encontrarnos.
-Es una chica lista ¿verdad?
-No mucho si quiere estar contigo Potter –añadió con una sonrisa cínica.
-Menos mal, creía que habías perdido tu humor irónico, Malfoy –contestó Harry-. ¿Aún quieres entregar el colgante de Elea?
-¿Bromeas? Más que nunca, no soy un cobarde pero no estoy en Gryffidor por ser valiente, con que atenten una vez contra mi vida es suficiente, gracias –comentó sarcástico Draco con una sonrisa.
Una sonrisa. Una sonrisa que se borró de inmediato cuando vio una sombra alzarse detrás de Harry. Angark estaba de pie, tranquilo, sus ojos inyectados en un extraño color dorado que nunca había visto en nadie
-¡Potter! –gritó Draco mirando por encima del hombro del moreno.
Tuvo el tiempo preciso para girarse y esquivar la espada una vez, dos, tres veces, movió su mano para tomar su arma pero no la encontró allí; la había soltado cuando todo había terminado y no la había recogido; sabía que no recorrería los cincuenta metros que había hasta llegar a su empuñadura así que se limitó a pedir a Lahntra que lo protegiese mientras invocaba uno de sus escudos fuertes alrededor para asegurarse de que saldría bien de aquello. Esquivó de nuevo la hoja de Angark, una vez, dos, tres, cuatro y hasta cinco veces, siempre con saltos ágiles, sin mirar atrás, sin ver por donde caminaba. Luego trastabilló con un soco y cayó al suelo. Y lo vio; los ojos de Angark estaban de un color violeta que sólo una magia poderosa podría provocar… y supo que Elea y el poder de la diosa lo estaban controlando para lograr terminar con lo que ella no había podido acabar hacía tantos años. Y entonces sintió lástima y pena por Angark porque por mucho que él creyera, por mucho que él quisiera creerlo, sólo había sido un títere en los planes de Elea y de Voldemort, una víctima más… no un culpable.
Y cuando el cuerpo de Angark se detuvo a un metro de él con la espada alzada sobre su cabeza, los ojos inyectados en sangre negra y la magia naryn controlándolo a su antojo, algo ocurrió. Un grito, una invocación y una luz amarilla y dorada.
Una hoja de espada blanca y afilada atravesó el cuerpo de Angark que abrió la boca intentando respirar y los ojos sin poder creerse que alguien le hubiera atacado de aquel modo. Harry lo observó desde el suelo, incapaz de apartar los ojos de aquella imagen; Angark con los brazos en alto sosteniendo la gran espada grisácea con la que pretendía acabar con su vida y aquella hoja blanca que emitía luz y poder y que había conseguido lo que ninguna otra espada había logrado, atravesar la armadura hecha de sangre de quimera que Elea le había regalado a Angark.
Harry se apartó como pudo del camino de aquel hombre que tenía los ojos desorbitados y que anunciaba que había muerto; en cuanto el chico hubo salido de allí, la espada que mantenía con vida y de pie a Angark, desapareció de su cuerpo ya inerte y éste, se tambaleó unos segundos hasta que cayó derrotado, primero de rodillas y luego hacia delante, enterrando su rostro en el suelo, no soltó la espada.
Si aquella imagen Harry sabía que nunca se la iba a quitar de la cabeza, lo que vio detrás del cuerpo de Angark tampoco podría quitárselo nunca. Verónica. Ella era quien había utilizado aquella espada, ella era quien le había salvado la vida matando a Angark.
Pero había algo diferente; seguía vistiendo aquella túnica violeta que Giliath le había colocado sobre los hombros para cubrirla del frío de Okkorton, y seguía cubriendo sus pies con los mismos zapatos del baile y el colgante con la inscripción "Melian" seguía sujeto a su cuello; y sí, su cabello seguía siendo castaño claro, con aquel brillo que tanto atraía a Harry y lo llevaba suelto y caía como una cascada hasta por debajo de la cintura, tapándole el trasero; pero había algo más; un aura de poder la rodeaba; sus ojos, de color avellana, estaban oscuros, negros y pequeños destellos dorados se veían en sus orbes; en su mano derecha, la espada blanca que una vez había pertenecido a Lahntra centelleaba con vida propia, atenta a cualquier gesto que ella hiciera.
Fue entonces cuando Harry Potter, Ainur, se dio cuenta de lo que ocurría; no era sólo Verónica quién le estaba protegiendo; delante de él, tenía a la guardiana de la daga oscura, de la Espada Blanca.
Antes de preguntar qué había ocurrido, Verónica dejó resbalar la Espada de sus manos y cuando ésta cayó al suelo, una pequeña daga oscura yacía en suelo en su lugar.
-Te quiero… -susurró ella cerrando los ojos.
La agilidad de Harry fue lo único que impidió que en lugar de caer en el suelo, ella cayera desmayada rodeada por una luz débil y tenue. Erebor se ocupó del resto.
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Bueno, esto ha sido todo por hoy, espero que haya sido de vuestro agrado y ya veis que no soy tan mala… Harry ya ha encontrado a Draco y Verónica :D
Espero vuestro comentarios y reviews, ¿de acuerdo?
Un besito, sed felices y portaos bien, que tengáis una buena semana!
Nos leemos pronto!
En el próximo capítulo…
"-Ella de verdad te ama; te ama tanto que está dispuesta a morir para salvarte a ti…
-No me tranquiliza en absoluto, abuelo.
-Lo sé
-No voy a dejarla aquí, abuelo
-Lo siento abuelo, pero tengo que volver, aunque sea la guardiana, ella no pertenece a este mundo…"
"-Mis heridas se han cerrado, claro que un par de heridas más no se notan; tengo tantas cicatrices que ya no viene de…
-Supongo que murió en el mejor lugar en que podía morir.
-Hogwarts… siempre lo consideró su hogar.
-Verónica no va a tomar nada que no haya preparado yo o el profesor Snape. Después de todo, los Potter protegemos siempre a los que queremos
-No, ¿sabe qué? Mejor déjelo, yo mismo me encargaré de decírselo a Granger
-¿Dónde vas?
-A buscar a Granger
-No va a matarla, ¿verdad?"
"-No me quedó más remedio; Dumbledore me lo ordenó, y sabiendo la estima que le tengo a Draco hubiese sido sospechoso que me negara a hacerlo ¿no te parece?
-Voy a aceptar a Draco de nuevo, ¿te parece bien?
-Me parecería estupendo Lucius…
-Ya veo… ¿le dirás a Draco que deseo hablar con él?
-Por supuesto Lucius, pero es él quien debe decidir si quiere verte o no"
"-Os quería a ambos, Granger, a ti y al único amigo que había tenido en mi vida…
¿dónde está mi Hermione?
-Hubiese deseado no crecer si hubiera llegado a saber que el precio era perderte… perder a la mejor amiga que jamás he tenido y que jamás llegaré a tener…
-No vuelvas a intentar hacerle nada a Verónica;
-No puedo volver a confiar en ti. ¿De verdad quieres que consiga que todo rastro de mi existencia desaparezca en ti?
-No puedes hacer eso, no te atreverías a hacerlo
-Vamos… ¿crees que no sé que deseas demostrar que eres mejor que nadie incluyéndome a mí?
-Es que soy mejor que tú. Siempre lo he sido.
-En ese caso, te cedo mi lugar, Granger, el lugar que el destino ha elegido para mí y quédatelo para ti
-¿Aún quieres ser yo, Granger? Porque si lo eres, si lo quieres ser, ese es el pasado que te espera… y el futuro posiblemente sea la muerte…
-Que mi pasado sea tu condena, Granger…"
"-¿Todo bien?
-Sabe lo del colgante
-No, no está nada bien. Lucius sabe algo
-¿Qué tiene esa cicatriz tan importante para que no quieras
-¡No quiero que desaparezca, ¿vale!
-Pusiste tu vida en peligro por buscarme y por protegerme, si tú puedes dar tu vida por mí, ¿por qué no puedo yo dar la mía por ti?
-Lo maté ¿verdad?
-¿No lo ves? Tú ya me has salvado…"
"-Forma parte de ti… y yo te quiero a ti…
-¿Qué es lo que te molesta?
-Siempre he dicho que tus ojos no pueden mentirme…
-¿Tanto se nota?
-¿Qué te da miedo?
-Llegar a ser el tipo de persona que no siente empatía hacia los demás
-Jamás podrás ser el tipo de persona que no se preocupa por los demás porque simplemente esa persona no serías tú…"
