Hola a todo el mundo; lo sé, llevo dos días de retraso con el capítulo y pido mis mas sinceras disculpas, pero aunque no os lo creais, en verano es cuando menos tiempo tengo. Además ahora me ha surgido otro problemilla y es que estoy buscando piso y trabajo para compaginarlo con los estudios para el próximo año porque quiero independizarme, así que comprended que no tengo todo el tiempo que me gustaría tener para escribir, ok?
Muchas gracias a:
Monkyna, carolagd, HeiDi-Lu, nagaina-black, JuLiA-GrInT, bronwyn bm, battousai-clau, Alicia-Malfoy, Laia Bourne Black, Clawy, Shadim, Elias, el pocho, katia, Francois (bienvenido al fic :p) Terry Moon, Sara E.M.T, y por supuesto a D. Alatriste que cada vez que creo que ha desaparecido vuelve a aparecer por aquí (cosa que agradezco profundamente :p)
Quiero aprovechar para dar un aviso: hay un nuevo fic publicado por Laia que se titula "La huérfana de Hufflelpuff"; es una historia paralela a esta totalmente escrita por Laia y en la que yo no intervengo para nada salvo para darle mi permiso para utilizar a mis personajes; así que pasaos por allí y dejadle un review ok? Hacedlo por mí :D
Y ahora, sin más preámbulos y después de recordaros que los personajes salvo los míos, son de Rowling, adelante, disfrutad de la lectura, a qué esperáis?
CAPITULO 39. Rechazando el poder
"-Te juro que no lo sé –repitió cansado Harry.
Llevaban dos horas con el mismo tema de conversación: ¿cuál es el sentimiento más poderoso?
La venganza, el miedo, el terror, la ira… poco a poco Derin había ido destripando y desechando cada una de las respuestas que Harry le había dado y cada vez que el adolescente se quejaba por aquella estúpida conversación, la mirada dura y fría de Derin le hacía darse cuenta de que quizá no era tan estúpida como él pensaba.
-No puedes decirme que no lo sabes –le reclamó casi divertido Derin-. Tus padres lo demostraron… Hay un sentimiento más fuerte que el odio o el miedo, el rencor, la ira y la venganza.
Entonces Harry lo comprendió. Por venganza, Sirius había estado vivo en Azkaban, queriendo salir de allí para vengarse de quién había matado a su mejor amigo, pero había sido el amor de Harry y el sentirse querido y aceptado lo que había llevado al mago mayor a no convertirse realmente en un asesino. Y había sido el amor lo que había unido a Remus y a Giliath, y el amor que sentían sus padres por él era lo que lo había protegido cuando era un bebé; y si no era amor lo que sus padres seguían sintiendo en la eternidad, entonces no sabía qué era aquello. Y había sido amor lo que había encontrado en Ahsvaldry, en Stell, en Giliath, Erebor y Derin y era amor lo que Remus sentía por él.
Amor. Una palabra. Tan simple y tan llana como aquella y que implicaba tantas connotaciones. Amor. Cuatro letras llenas de sentido. Diferentes tipos de amor, por supuesto; amor hacia un hijo, amor hacia un hermano, amor hacia un amigo, amor hacia un ahijado, amor protector, amor solemne, amor natural, amor simple, amor dulce… Pero siempre el mismo sentimiento: desear que la otra persona estuviese bien, segura, a salvo, protegida… siempre el mismo objetivo.
-Amor… -susurró el chico.
Derin asintió en silencio.
-Sé que no te gusta ese viejo loco que tienes en el mundo mortal –Harry asintió sabiendo que se refería a Dumbledore-, pero tiene razón en una cosa Ainur. El amor es el sentimiento más poderoso que hay en el mundo terrenal e inmortal… No lo olvides nunca."
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Harry suspiró mientras se felicitaba mentalmente por haber escapado ileso del rapapolvo que los tres dioses no habían siquiera intentando disimular. En resumen le habían llamado irresponsable, idiota y testarudo y se habían enfadado con él por haber estado entrenando a solas con Feamor y sin decirle nada a ellos; y aunque el rapapolvo había terminado cuando Erebor le había abrazado y le había felicitado diciéndole lo orgulloso que estaba de él, el chico se había dado cuenta de que los tres dioses sí estaban preocupados por él y se había disculpado alegando que no volvería a hacer algo similar ante lo cual Giliath había exclamado "por supuesto que no, no pienso volver a quitarte el ojo de encima, Harold James Potter".
El silencio de la enfermería de Hogwarts era algo que nunca había soportado, el blanco de las paredes, suelos, mantas y sábanas, el olor a medicinas y a pociones, el suave taconeo de la enfermera paseando por allí asegurándose de que sus pacientes estaban bien… Verónica respiró más fuerte de lo normal y Harry la tomó de la mano transmitiéndole parte de su seguridad y bienestar hasta que ella recuperó la respiración normal.
Ni siquiera podía entender qué había pasado y la explicación de Stell y de sus guardianes tampoco lo habían dejado mucho más tranquilo.
(flashback)
-La daga estaba contigo –insistió Harry dando vueltas por la habitación del trono-. ¿Cómo pudo ir a parar a manos de Verónica?
Aquella pregunta era la que el chico le había hecho al Príncipe de Ahsvaldry desde que habían regresado de Okkorton y tan pronto se hubo asegurado de que Verónica dormía únicamente por el cansancio de haber obtenido el control de la Espada Blanca.
-No lo sé, Ainur –le contestó el Príncipe.
-¿Cómo no lo puedes saber? –preguntó él-. ¿Sabes lo que eso significa? Se han desatado sus poderes de guardiana, cada vez que esté en peligro con sólo pensarlo podrá aparecer a mi lado con la Espada Blanca –lanzó un grito de frustración aterradora ante aquel pensamiento-. ¡¿Y si estoy en medio de un reconocimiento? O si estoy en Okkorton o peor aún, ¿qué pasa si estoy peleando contra Voldemort?
-Yo no envié la daga oscura, Harry –le dijo el Príncipe dividido entre si reírse o enfadarse por la actitud de Harry.
-Lo sé –dijo Harry pasándose una mano por el pelo-, pero eso no hace que me sienta mejor, abuelo.
-Sólo puedo encontrar una respuesta a tu pregunta, Harry –el chico le miró-. Ella de verdad te ama; te ama tanto que está dispuesta a morir para salvarte a ti… sólo ante un amor verdadero la daga oscura se pudo transformar en la Espada y acudir a su llamada silenciosa.
-No me tranquiliza en absoluto, abuelo.
-Lo sé – Stell hizo un alto en sus palabras para meditar lo que iba a decir a continuación, había aprendido que Harry podía llegar a ser bastante impulsivo cuando se trataba de proteger a los que quería y no había que ser muy inteligente ni siquiera un dios para darse cuenta de cuánto quería a esa chica-. Tiene que aprender a controlar esa magia… no puede aparecer a tu lado cada vez que sienta que estás en peligro…
-No va a quedarse aquí –aseguró él.
-Es el único sitio donde podría…
-No voy a dejarla aquí, abuelo –los ojos del chico resplandecieron con fuerza y la mirada del Príncipe se clavó en la suya-. No va a quedarse aquí –dijo muy firme Harry-. No la voy a perder ni siquiera dejándola contigo, abuelo.
-Perdona, no quería interrumpir –se disculpó Erebor viendo los ojos de ambos mirándose fijamente. Los orbes verdes de Harry le miraron, rompiendo el contacto con los ojos intensos de Stell.
-No importa, ¿ocurre algo?
-Verónica está despertando y pregunta por ti –informó el dios guardián.
-Enseguida voy. ¿Malfoy? –preguntó.
-Está con Derin, por alguna razón parece que se están empezando a entender –añadió divertido.
-Hazme un favor, dile que revise los caballos, en cuanto me asegure que ella está bien volveremos a Hogwarts.
Erebor frunció ligeramente el ceño.
-¿Estás seguro? Quizá ella podría recuperarse antes si…
-Volvemos al mundo mortal, Erebor –dijo el chico firmemente pero sin enfadarse ya que entendía la preocupación de su guardián-. Aquí corre peligro y Malfoy tampoco está muy resguardado que digamos…
Erebor asintió y después de inclinarse con respeto ante el Príncipe, salió de la sala en silencio como había entrado.
-Lo siento abuelo, pero tengo que volver, aunque sea la guardiana, ella no pertenece a este mundo… -Stell asintió aún con cierta tristeza en los ojos-… quizá algún día… cuando todo se acabe…
-Lo comprendo Ainur, lo comprendo… Ve a verla, seguro que tienes muchas ganas –el chico le sonrió a modo de agradecimiento y después de una reverencia simple frente a su abuelo se dirigió a la puerta -¡Ainur! –se giró para mirarle-. Cuando quieras regresar, este siempre será tu lugar.
-Es el único hogar que conozco, abuelo –le contestó él con una sonrisa dulce.
(fin flashback)
Por supuesto se había asegurado que Verónica reposara tranquilamente en una de las tres habitaciones separadas del resto de la enfermería de las que Hogwarts disponía y no se había separado de ella ni un solo instante.
Remus le puso una mano en el hombro a Harry y el chico sonrió a medias mientras miraba el rostro de Verónica que dormitaba profundamente.
-Estará bien –le aseguró el hombre lobo.
Harry sonrió.
-Lo sé, está bien; sólo está agotada; perdió mucha magia en Okkorton… -susurró Harry apartando algunos mechones del rostro de Verónica-. Pero está bien; su aura está tranquila.
Remus se sorprendió ante las palabras de Harry, serenas, tranquilas y confiadas; por unos minutos había olvidado que Harry sabía mucho más de lo que demostraba y que era capaz de sentir a las personas y su estado anímico y físico por su aura. A veces, olvidaba que Harry no era un niño.
-Pero gracias por el intento –añadió el chico guiñándole un ojo a Remus que sonrió.
Era como tener una copia de James a los diecisiete años.
-¿Tú cómo estás? –le preguntó Harry.
Remus se encogió de hombros.
-Bien, aquí el tiempo pasa más deprisa que en Ahsvaldry ¿no? Mis heridas se han cerrado, claro que un par de heridas más no se notan; tengo tantas cicatrices que ya no viene de…
-No me refería a las heridas físicas Remus, si no a las otras.
Ambos sabían de qué estaba hablando Harry.
-Lo enterramos en un claro del bosque, al otro lado del lago; sabes que él amaba el bosque y todas las criaturas que hay allí... Cuando nos despedimos de él… fue como si el bosque entero llorara… -Harry sonrió-. Apreciábamos a Hagrid más de lo que puedas imaginar… -el chico le sonrió-… del mismo modo que lo apreciabas tú, ¿verdad?
El chico se encogió de hombros.
-Fue el primer contacto con el mundo mágico que tuve a parte de mi cicatriz –dijo con una sonrisa amarga-; él me trajo mi carta, él me llevó hasta la estación de tren, él me compró a Hedwig y me regaló una tarta –sonrió a medias-. Supongo que murió en el mejor lugar en que podía morir.
-Hogwarts… siempre lo consideró su hogar.
-Lo sé.
-Señor Potter –la voz chillona de Madame Pomfray atrajo la atención de los dos varones que permanecían en el cuarto aislado de la enfermería-. Le dije que se fuera, que le avisaría cuando la señorita Ollivers despertara –dijo colocando una bandeja con diferentes pociones sobre la mesa auxiliar.
-Y yo le dije que no me iba a ir de la enfermería sin mi novia; usted no me deja sacarla hasta que despierte, así que me quedo con ella –sentenció Harry con una sonrisa ancha que hizo que Remus sonriera también. La mujer tomó una poción de un color violáceo y la dejó sobre la mesita-. Ni hablar –dijo el chico.
-¿Cómo dices jovencito?
Harry señaló con la cabeza el frasquito que Madame Pomfray había dejado sobre la mesita y negó suavemente.
-No va a tomar eso –aseguró.
-Sólo es una poción para recuperar parte de la magia que ha perdido en Merlín sabe donde, dado que no quiere informarnos de eso… –se extrañó la mujer.
-No va a tomar eso –volvió a repetir Harry, la sonrisa olvidada-. No desconfío de sus aptitudes para la medicina, madame, me ha curado muchas veces durante mis años en Hogwarts, pero Verónica no va a tomar nada que no haya preparado yo o el profesor Snape y eso no lo hemos hecho ninguno de los dos, ¿verdad?
La mujer se mordió el labio inferior bajo la escrutadora mirada del adolescente.
-¿Qué quieres… -empezó a preguntar Remus.
-Granger está haciendo pociones para ayudar a Madame Pomfray –dijo el chico sin inmutarse y sin apartar los ojos de la mujer-, ¿cierto?
-Es verdad, pero no veo por qué no…
-Verónica no va a tomar nada que no haya preparado yo, así que si quiere darle esa poción, le sugiero que me traiga los ingredientes y yo mismo la elaboraré.
-No hará falta –la voz de Erebor entrando en la pequeña habitación inundó el lugar-. Harry, preparé esto nada más llegar, pensé que tanto tú como Verónica ibais a necesitarla –le dijo tendiéndole una pequeña redoma que el chico aceptó sonriendo.
-Gracias Erebor, ¿podrías comprobar esa poción? –le pidió señalando la poción violácea-, no recuerdo que la regeneradora de magia tuviera que tener ese color y esa viscosidad –dijo.
Madame Pomfray estaba a punto de defender a una de las mejores alumnas de Hogwarts con el ceño fruncido cuando Erebor dio su veredicto.
-Contiene ajenjo y polvo de escama de sirena –sentenció el dios-. ¿A quién se le ocurre mezclar esto con una poción de sangre y magia? –preguntó de forma divertida y enarcando una ceja.
-Granger –se limitó a decir Harry-, aunque estoy seguro que ha sido alguien de más arriba –añadió señalando con la mano libre hacia el techo, con el dedo índice apuntando hacia arriba directamente. Erebor asintió; Remus también le comprendió sin necesidad de más indicaciones-. Madame, ¿podría devolverle esta poción a Granger y decirle que no se moleste pero que Verónica no necesita sus pociones para debilitarle la mente y mantenerla controlada? –pidió Harry con gran dulzura en su voz-. Después de todo, los Potter protegemos siempre a los que queremos –añadió.
-Por supuesto, señor Potter… y me encargaré personalmente de…
-No, ¿sabe qué? Mejor déjelo, yo mismo me encargaré de decírselo a Granger –Erebor no pudo disimular una sonrisa.
La enfermera farfulló algo contra la genética de los Potter antes de girar sus pasos para ir hacia la puerta y salir de allí cuando la voz de Harry la llamó.
-¿Y Malfoy? –preguntó Harry.
La mujer se giró para mirarle.
-En la habitación del profesor Snape, ese hombre no me ha dejado acercarme a él –dijo la mujer-. Como si fuera a raptarlo o algo así –y diciendo otra serie de comentarios nada agradables contra el profesor siniestro de pociones, se retiró de la habitación.
Harry sonrió.
-Erebor, ¿podrías ir a mirar como está Malfoy? –preguntó. El dios asintió.
-Claro, avísame si necesitas algo más –avanzó un par de pasos, luego pareció recordar algo y se giró hacia Remus-. Giliath te está buscando y no parecía feliz, ¿qué le has hecho? –preguntó.
Remus se encogió de hombros y buscó la mirada de Harry, pero esta vez, el hijo de su mejor amigo también lo miraba con seriedad; el licántropo suspiró; sabía que Harry quería a Giliath como a una madre y no iba a permitir que nada la hiciera daño, y tampoco él.
-No quise que me curara esto –señaló una herida en su cuello.
-Pues en mi opinión no deberías dejar que se enfade contigo, puede llegar a ser realmente agotadora.
"-Ainur.
-¿Derin? –preguntó el chico ala voz de su cabeza-. ¿Dónde te has metido?
-Paseando –dijo con sarcasmo-¿Tú que crees? Eliminando los restos de magia negra que aún hay en el castillo –informó.
-¿Algo que tenga que saber? –preguntó el chico.
-No, todo está en orden. He puesto un escudo alrededor del castillo y los terrenos, en caso de que alguien venga, Erebor, Giliath y nosotros sentiremos sus presencias.
-Gracias.
-¿Te encuentras bien?
Harry reprimió una sonrisa al imaginarse al dios guerrero frunciendo el ceño dentro de su cabeza.
-Perfectamente. Hazme un favor, ¿quieres? Tengo que salir de la enfermería, ¿podrías quedarte con Verónica?
-Estaré allí en dos segundos.
-Bien. Gracias"
-Derin viene de camino, te aconsejo que busques a Giliath lo antes posible, no es bueno verla enfadada.
-¿Dónde vas?
-A buscar a Granger –dijo quitándole importancia al asunto. Se inclinó sobre Verónica y la besó en la frente con dulzura mientras escuchaba la puerta abrirse y notaba la presencia de Derin en la habitación-. Quédate tranquila…
Remus contempló como el chico salía del cuarto mientras que Derin se quedaba de pie, con los brazos cruzados sobre el pecho y apoyado en la pared junto a la puerta, como si estuviera haciendo guardia o algo así.
-No va a matarla, ¿verdad? –dijo divertido Remus. Derin no le contestó y el licántropo suspiró profundamente mientras negaba con la cabeza-… Nunca recuerdo que no debo preguntar aquello que no quiero saber…
Derin sonrió.
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Voldemort permanecía de pie mirando a través de los cristales de su mansión; había notado como la energía de Angark se agotaba poco a poco a la vez que una magia nunca antes vista y poderosa explotaba con fuerza y decisión. Su fiel serpiente reptó hasta él y se irguió sobre su cuerpo siseando algo.
-Ahora no podré hacerlo… él ha muerto… estúpido arrogante… -le contestó Voldemort a Nagini.
Un nuevo siseó por parte de la serpiente hizo que el hombre abriese los ojos y sonriese a medida que entendía lo que Nagini le iba diciendo. Quien una vez se hubo llamado Tom Riddle sonrió de forma venenosa… Quizá sí podía obtener el control de los naryns incluso sin poder poner los pies en Okkorton.
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Odiaba la ostentosidad de los Malfoy. Siempre la había detestado pero nunca le había dado importancia; las alfombras exquisitas, los cuadros de renombrados pintores mágicos, los muebles tallados a mano, las cortinas de seda importada de la China especialmente para ellos… todos y cada uno de los elementos que conferían aquellas cuatro paredes destilaba ostentación, lujos y soledad… una apariencia que engañaba a todos los que pisaban la mansión Malfoy salvo a él, que conocía los secretos de aquella familia y lo que allí había ocurrido durante años y generaciones enteras.
Dio un largo sorbo al té de canela y limón que Kisspor le había llevado al salón acompañado de un platito con pastas y su mirada se paseó discretamente como siempre, alrededor de la estancia, fijándose en los tomos negros de la vitrina superior del mueble robusto, conocedor que allí era donde Lucius guardaba sus más oscuras maldiciones y los efectos que éstas podían causar.
-Siento haberte echo esperar, Severus –dijo con tono altivo Lucius Malfoy ingresando en la habitación con una sonrisa condescendiente que indicaba claramente que no lo lamentaba en absoluto-. Tenía que atender unos asuntos…
-No importa Lucius –contestó Snape levantándose y saludándole con un apretón de manos. Lucius sonrió a medias y separándose de él le indicó que tomara asiento donde había estado hasta hacía unos segundos y tomando él asiento frente al hombre moreno-. Y bien, ¿para qué querías verme con tanta urgencia? He tenido que hacer creer a Dumbledore que tenía una emergencia familiar.
Lucius arqueó una ceja y a Snape se le revolvió el estómago al darse cuenta del extraordinario parecido que había entre aquel hombre y Draco, su ahijado, que en aquellos momentos debía estar tumbado en su cama siendo vigilado por el profesor Erebor en lugar de por él que era quién debía de estar allí.
-No sabía que te importara tanto tener que mentir a ese viejo loco –dijo Lucius mientras se servía una copa de brandy.
Severus reaccionó rápidamente; había jugado a aquel juego demasiadas veces para no saber interpretar las palabras y los gestos de forma adecuada.
-No es él quien me importa, ya lo sabes, es mi ahijado… está en la enfermería –Lucius le miró y Snape sonrió para sí mismo-… ha sufrido un leve desmayo, pero estará bien en un par de días.
-Hablando de Draco… -Severus bebió despacio, sabiendo las palabras de Lucius de antemano-. Creo que me precipité al apartarlo del apellido de la familia… supongo que lo has acogido como su tutor legal, dado que eres su padrino…
-No me quedó más remedio; Dumbledore me lo ordenó, y sabiendo la estima que le tengo a Draco hubiese sido sospechoso que me negara a hacerlo ¿no te parece?
-Entiendo… -sonrió felinamente-… Voy a aceptar a Draco de nuevo, ¿te parece bien?
Severus sonrió para sí, conocía a Lucius; si estaba haciendo aquello era porque Voldemort se lo había ordenado y si lo había hecho era porque el Señor Oscuro sabía quién era Draco.
-Me parecería estupendo Lucius…
-Entonces sólo tenemos que…
-… pero no podrá ser –interrumpió Snape la oración de Lucius que lo miró de malas maneras-. Al ser Draco menor de edad y tú desconocerlo, tuve que firmar un contrato de previa adopción –Lucius frunció el ceño-, y como bien sabes, ese contrato estipula no solo que lo acojo como mi ahijado o mi representado, sino como mi hijo y heredero –disfrutó terriblemente viendo la confusión y la ira en los ojos grises de Malfoy-. Y sabes bien que ese contrato es válido hasta la muerte del tutor legal, es decir, yo y por suerte o desgracia, no tengo intención de morirme aún…
-Dumbledore podría…
-… ¿alegar que lo hice bajo su orden? –Lucius asintió y Snape se felicitó a sí mismo por haber sabido que el rubio haría aquella propuesta-. También lo pensé, pero para ello tendría que renegar de Draco frente a Dumbledore, y él sabe el aprecio que le tengo a tu hijo, Lucius, como te he dicho antes, sería un poco raro que renegara de él precisamente cuando su padre lo vuelve a reclamar, ¿no te parece?
Los ojos de Malfoy brillaron con cierta intensidad.
-Ya veo… ¿le dirás a Draco que deseo hablar con él?
-Por supuesto Lucius, pero es él quien debe decidir si quiere verte o no –dijo levantándose mientras miraba el reloj colgado en la pared de la habitación-. Se hace tarde, tengo que irme.
-No me gustaría que estuvieras en mi contra, Severus –dijo Lucius moviendo suavemente su copa de brandy y observando los destellos del líquido según era revuelto.
-Ni a mí me agradaría estarlo, Lucius –hizo una cortés reverencia-. Si me disculpas, tengo asuntos que atender…
Y con un suave "plof" se desvaneció en el aire.
-Maldito Snape… le enseñé demasiado bien a jugar a esto… -dijo Lucius arrojando la copa contra la chimenea encendida-… pero ya se me ocurrirá algo…
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Harry se detuvo unos segundos al verla recostada contra la barandilla del puente, mirando el lago en el que el colacuerno húngaro había desaparecido durante la prueba del torneo de los tres magos después de que él también casi desapareciera. Parecía la misma Hermione de siempre; bonita a su manera, inteligente, agradable y respetuosa; pero Harry sabía perfectamente que no era la misma chica de siempre… no era la Hermione a la que habían ayudado en el baño de las chicas a librarse de aquel horrible Troll, ni tampoco era la chica que había estado días tejiendo y dejando olvidadas prendas de ropa para liberar al os elfos domésticos del castillo en función de la P..E.D.D.O, ni quien había criticado hasta la saciedad el sistema del ajedrez mágico… no era la chica que lo había ayudado a recuperar la piedra filosofal ni era la misma chica con la que había utilizado un giratiempo para salvar a Sirius… no era la misma Hermione que rebasó normas y prejuicios para ir con él al Ministerio de Magia en cuarto, ni la que celebró con él las últimas vacaciones de Sirius… No, no lo era, y Harry estaba consciente de ello. Aquella Hermione había desaparecido de su vida y estaba seguro de que, para bien o para mal, nunca iba a volver.
Con el silencio que lo caracterizaba, se recostó al otro lado de la columna y se inclinó hacia delante de forma que ella pudiera verle el rostro.
-Nunca te conté el dilema que tuvieron los profesores durante la segunda prueba del torneo de los tres magos, ¿verdad?
-¡Harry! –se llevó una mano al pecho-. Me has asustado.
-Os quería a ambos, Granger, a ti y al único amigo que había tenido en mi vida… por eso no sabían a quien de los dos poner en el fondo del lago… porque os quería a los dos más que a nada… -sonrió-. Claro que el dilema fue resuelto cuando Krum hizo su aparición en tu vida.
-¿Qué quieres…
-Podría haber sido Sirius o Remus o incluso Dumbledore… pero erais vosotros dos… ¿Dónde está la Hermione a la que quise salvar? –la miró fijamente-. No la manipuladora, la envidiosa y la chica que tengo delante de mí tomando nota mental de toda esta conversación para ir a contárselo a Dumbledore en cuanto me de la vuelta, ¿dónde está mi Hermione?
-Creció y se dio cuenta de que estás en peligro… -dijo ella firmemente.
Harry soltó una carcajada irónica.
-Sería mejor no crecer, entonces… Hubiese deseado no crecer si hubiera llegado a saber que el precio era perderte… perder a la mejor amiga que jamás he tenido y que jamás llegaré a tener…
-Harry…
-Aléjate de ella –Harry la miró desafiante, altivo y tajante-. No vuelvas a intentar hacerle nada a Verónica; sabes cómo soy Hermione, y sabes que protegeré a los que quiero con uñas y dientes… no quiero hacerte daño… no por quien eres, sino por quién una vez fuiste.
-¿Cómo sabes que ella no va a hacerte…
-Lo sé y punto. –sonrió-. Hay muchas cosas que desconoces…
-Pues cuéntamelas –sugirió ella.
Harry negó lentamente.
-No puedo volver a confiar en ti.
-¿No puedes… -esta vez fue ella quién rió y se separó de la baranda del puente paseando de una punta a otra del pasillo mientras se colocaba el cabello nerviosamente y en repetidas ocasiones detrás de las orejas-. No puedes confiar en mí pero sí confiar en unos extraños ¿es eso?
-Unos extraños… en estos momentos sí estoy viendo a una extraña frente a mí –contestó Harry sin bromear.
-¿Cómo puedes…
-Y tú ¿cómo te atreves a intentar que Verónica se tragase esa poción? –los ojos de la chica se abrieron de forma desmesurada-. ¿Creíste que no me daría cuenta? Si me conocieras lo suficiente sabrías que estaría protegiéndola… del mismo modo en que una vez te protegí a ti también.
-De eso ya hace mucho –le contestó Hermione con evidente enfado-. Y eres tú quién parece que olvidó eso…
-No he venido a buscarte para juzgarte o para que me juzgues, sólo he venido a decirte que te alejes de los que aprecio.
-¿O si no, qué? –preguntó ella con una valentía innata y que no sentía en aquellos momentos para nada.
-Me veré obligado a hacer algo –dijo él invocando su poder y haciendo que una pequeña esfera plateada surgiera de la nada y se posara sobre su mano, elevándose a escasos centímetros de la misma-… esta esfera puede hacer que lo olvides todo… será como si tú y yo y Weasley no nos hubiéramos conocido nunca; no existirá la piedra filosofal, ni Sirius, ni el Ministerio de magia ni la Orden… nada… sólo serás Hermione Granger, la bruja que quiso ser amiga de Harry Potter y de Ron Weasley y no lo consiguió… ¿de verdad quieres eso? –le preguntó con una sonrisa cínica-. ¿De verdad quieres que consiga que todo rastro de mi existencia desaparezca en ti?
-No puedes hacer eso, no te atreverías a hacerlo –dijo ella con más seguridad de la que en verdad sentía.
-Puedo hacerlo, pero no quiero hacerlo…
De algún lugar que ni siquiera ella misma supo, el valor la inundó y en un segundo había sacado su varita, apuntando a Harry al pecho. Lejos de enfadarse o asustarse, el chico movió la cabeza con cierta resignación mientras sonreía con desdén y presunción. La esfera de plata brilló con más intensidad.
-No me obligues a hacerlo, Granger –le pidió casi con un tono de súplica.
Hermione le miró. Desafiante, altivo y dispuesto a todo. Pocas veces había visto a Harry comportarse de aquel modo ante alguien, quizá ante Malfoy, Snape e incluso esa era la expresión cuando hablaba sobre Voldemort, pero cada vez que eso había ocurrido, ella estaba detrás de Harry, nunca se había puesto al otro lado… ahora entendía las miradas de aquellos que eran amenazados por Harry. Era como si los ojos del muchacho cobrasen vida propia y fuesen capaces de amenazar incluso sin palabras.
La esfera de plata seguía bailando en la mano del chico; la varita empuñada por Hermione tembló ligeramente. Sabía que por mucho conocimiento que tuviera y por muy buena que fuera con los hechizos, no tenía nada que ganar frente a Harry. Él siempre sería mucho mejor que ella.
-No puedo creer que me hayas amenazado… -dijo ella con una sonrisa sarcástica mientras bajaba su varita.
Harry no bajó la esfera.
-Yo tampoco puedo creer que al final te hayas atrevido a hacer lo que llevabas tanto tiempo deseando –ella frunció el ceño-. Vamos… ¿crees que no sé que deseas demostrar que eres mejor que nadie incluyéndome a mí?
-Es que soy mejor que tú –le replicó Hermione-. Siempre lo he sido. ¿Por qué crees que Dumbledore me pidió que ingresara en la Orden y a ti no te lo dijo? Porque él sabe que soy mejor que tú, Harry; siempre lo he sido, siempre he estado a tu lado, sin mí y sin la ayuda de Ron, nunca habrías podido hacer nada para recuperar la piedra filosofal burlando a Fluffy, ni para liberar a Sirius; incluso él lo dijo –sonrió sarcástica-. Dijo que era la bruja más excepcional para mi edad y eso incluía ser mejor que tú, el gran Harry Potter, salvador del mundo mágico.
Sirius. La mención de aquel nombre hizo que Harry perdiera el control. Un rápido cambio y la esfera se transformó en una de color azulado oscuro que doblaba el tamaño de la anterior. Con paso amenazante, avanzó hacia ella a medida que la miraba fijamente y la esfera crecía despacio.
-¿Sí? En ese caso, te cedo mi lugar, Granger –se inclinó en una burlesca reverencia-. Vamos, adelante, tómalo, toma el lugar que el destino ha elegido para mí y quédatelo para ti y haz con él lo que te de la gana –le dijo enfadado pero sin gritarle-. Quiero ver como te enfrentas a Voldemort con un año de vida y sales inmune a ello, quiero ver como te niegan lo que eres y como te manipulan aquellos en los que confías, quiero ver como resuelves las críticas de los que te envidian y como huyes de los que quieren adorarte sin darse cuenta que te pueden adorar porque tus padres están muertos. –Hermione titubeó cuando Harry se acercó aún más a ella ofreciéndole la esfera en manos-. Vamos, acepta mi lugar, acepta ser yo. Me encantará descansar y dedicarme sólo a estudiar y a estar con mi novia, me encantará saber qué se siente siendo un mago normal, y no el niño que vivió, quiero saber qué se puede sentir sin el acecho de la sombra de Voldemort detrás de ti y sin el miedo a pensar que puedes morir en cualquier momento –Harry se detuvo a dos pasos de Hermione que había quedado atrapada entre la pared de la barandilla y el cuerpo del chico que tenía delante de él; Harry ladeó la cabeza como si estuviera pensando algo-. ¿Sabes? Mejor te lo muestro, no vaya a ser que luego te arrepientas de haber aceptado mi lugar…
Y antes de que la chica pudiera reaccionar o decir nada, la esfera había sido lanzada por Harry y la había tocado, haciendo que su piel la absorbiese. Lo que pasó a continuación la dejó helada y fría.
Notó una magia extraña a la suya internándose en su piel; la sentía en cada poro, concentrándose en su piel, carne, huesos y sangre; la sentía recorrer su cuerpo a su antojo y declarando suyo aquel nuevo territorio; pero no era aquello lo que le llamó la atención, sino lo que sintió cuando aquella extraña magia empezó a recorrerla; tranquilidad, paz, armonía, dulzura… Todo eso era lo que Harry le transmitía cuando estaba cerca de ella… y entonces comprendió que era la magia de Harry la que se había adentrado en su cuerpo, pero no entendió el motivo hasta que empezó a ver en su cabeza imágenes, algunas nítidas, otras difusas y difíciles de entender, y ligada a esas imágenes, sentimientos que nunca creyó que nadie pudiera soportar.
Calidez, seguridad, cariño. Una mezcla de sensaciones buenas inundaron su alma mientras veía la imagen de un bebé en brazos de alguien. Luego un grito, silencio, otro grito y una voz oscura; el presentimiento de la maldad, de la incertidumbre y de la oscuridad, un grito y luego, la luz verde la cegó por completo y la soledad y el miedo se apoderaron de ella y por mucho que quiso gritar y llorar del mismo modo en que lo estaba haciendo el bebé de la imagen, ni un solo grito salió de su garganta y ni una sola lágrima escapó de sus ojos. Soledad, miedo, desesperación.
Un niño de siete años corría por una casa, tenía miedo, se sentía solo, abandonado e incomprendido; nada de la felicidad y la seguridad que ella había sentido a sus siete años… era como si aquello no tuviera cabida en la vida de aquel niño de ojos verdes y gafas que huía de una mano grande y fuerte; y el miedo y terror que el niño sintió cuando la mano lo atrapó por el cuello de la camisa sólo era comparable a la soledad y la sensación de abandono que sintió cuando lo obligaron a salir al jardín en pleno agosto con todo el sol de la tarde para que arrancara las malas hierbas que estaban estropeando el jardín pequeño. Miedo, soledad, ira, rabia… deseo de estar lejos de allí, deseo de estar con sus padres aunque fuera muerto…
Luego dio paso a la ilusión y a la felicidad, algo que era tan intenso que parecía que iba a explotar dentro de ella, se encontró preguntándose a sí misma cómo no iba a ser algo intenso si parecía que era la primera vez que sentía la felicidad en su estado más puro. Inocencia, alegría, felicidad e ilusión… sensaciones que iban ligadas a la imagen de un niño recibiendo una carta, ligadas a un rostro amable detrás de una barba negra y a unos ojos azules detrás de unas gafas de media luna que guiñaban un ojo y brindaba a la salud del niño. Hogar. Era la palabra que pasaba por su cabeza… Había encontrado un hogar, gente que le quería, gente que conocía a sus padres, gentes que decía iban a ser sus amigos… la primera vez que tenía amigos… felicidad, ilusión.
El rostro sereno y ajado de Sirius apareció entonces delante de ella, una imagen tan clara y nítida que Hermione tuvo la sensación de que si estiraba el brazo podría llegar a tocarlo. La ira y la rabia la invadió y supo con certeza que aquel había sido el sentimiento de Harry al pensar que Sirius Black había sido el auténtico asesino de sus padres. Y luego la alegría, el sentimiento de haber encontrado a una familia, a alguien que le quisiera por ser Harry, sólo Harry… no el niño que vivió, no el Elegido, no Harry Potter, sólo Harry… El pensamiento de alejarse de los Dursley por fin, el pensamiento de decir adiós a los malos tratos, a la soledad y al miedo de ser quién era… el pensamiento de vivir con Sirius y ser, por primera vez en su vida, feliz.
Y cuando todo parecía ir a mejor, cuando todo parecía que se podía arreglar, cuando parecía que tenía a alguien con quien reír, con quien llorar, en quien confiar y a quien abrazar cuando se sintiera solo, alguien que le hablara de sus padres y de todo lo que se había perdido con ellos, ocurrió de nuevo. La sombra de Voldemort acechándole, la sombra de las tinieblas, la oscuridad y la maldad irrumpía de nuevo en su vida y el miedo de perder a la persona a quien podía considerar como un segundo padre se hizo presente en la memoria y en la cabeza de Hermione. Y luego llegó lo que ella no había visto.
La imagen de Sirius cayendo al otro lado del velo, el sentimiento de impotencia, culpabilidad y soledad que inundó el corazón de Harry también lo hicieron en Hermione. Soledad… otra vez solo… y la sensación de que no debía querer a nadie porque todos a los que quería terminaban muriendo y pasándolo realmente mal… la sensación de que su destino era estar solo siempre y que no podía hacer nada por cambiar eso.
El deseo de morir él también, el deseo de mandarlo todo a paseo y tirar todo por la borda, sin importarle la magia, las personas, nada… absolutamente nada… la imagen de un Harry queriendo desangrarse, la imagen de la soledad y el miedo en los ojos de un adolescente completamente perdido… el pensamiento y la imagen de haberles visto a ella y a Ron en la Orden; el pensamientos y la imagen de ver a Dumbledore y comprender que sólo le habían utilizado, que todo lo que le niño de once años había sentido, que la primera vez que había sabido lo que era la felicidad fuera mentira… El cambio de sus pensamientos, el juramento solemne de que nadie volvería a hacerle daño, el juramento de que nada volvería a ser como antes y que nunca volvería a confiar en los que había llegado a confiar.
Ira. Soledad. Rabia. Miedo a volverse a quedar solo. Apartado, ignorado, traicionado y dolido y sin una palabra que pudiera ayudarle a ver que no era así como se sentía. La última imagen que se formó delante de ella fueron unos ojos verdes, de un color tan intenso como el campo en primavera y lleno de rabia y dolor, sufrimiento, miedo e incomprensión. Los ojos de Harry hablaban solos…
Y luego, todo desapareció; no había ni alegría, ni tristeza, ni dolor, ni rabia, ni sufrimiento, ni amor, ni ternura, ni maldad, ni confianza, ni soledad… no había nada… vacío… sólo un inmenso vacío… un alma despojada de todos los sentimientos que el ser humano podía tolerar… sólo el vacío. Y un pequeño brillo en la oscuridad, una nueva sensación de cariño y de amor… y una oleada de luz y de esperanza que traía un solo nombre con ella… Verónica…
Fue como si una sacudida la electrizara; notó como la magia de Harry la abandonaba con la misma rapidez y seguridad con la que la había inundado; todas las sensaciones, todos los recuerdos, todas las imágenes se agolparon de nuevo en su cabeza y cuando el último rastro de la magia de Harry desaparecía de ella, la primera lágrima empezó a correr por su mejilla.
No se dio cuenta de qué había pasado ni como había terminado allí, sólo que estaba arrodillada en el suelo, sentada sobre sus talones, con el alma encerrada en una jaula de oro invisible e incapaz de gritar pese a que era lo único que deseaba en aquellos momentos. La sombra de los zapatos de Harry apareció en su campo de visión y luego vio como el chico se acuclillaba frente a ella, pero a una distancia prudencial, sin querer tocarla, sin querer acercársele y consolarla como hubiera hecho tiempo atrás…
-¿Aún quieres ser yo, Granger? –le preguntó -. ¿Aún quieres ser mejor que yo? Porque si lo eres, si lo quieres ser, ese es el pasado que te espera… y el futuro posiblemente sea la muerte…
Hermione no contestó. Siguió en el suelo, arrodillada y sentada sobre sus talones, las manos cubriéndose la boca como si fuera la única forma posible de que el grito desgarrador de dolor que su alma sentía en aquellos momentos, no saliese a la superficie; sus ojos pequeños y envueltos en lágrimas que surcaban sus mejillas sonrosadas. En otro tiempo, Harry se habría abrazado a ella, la había tomado por los hombros y la habría consolado, mesado el cabello y besada la frente… Pero aquel tiempo, estaba muy lejos… Harry se incorporó sin hacer caso del tenue sollozo que escuchaba y empezó a alejarse de ella hacia la enfermería.
-Que mi pasado sea tu condena, Granger… No vuelvas a acercarte a los que quiero.
Un pequeño camafeo que Hermione había guardado en su túnica cayó sobre su regazo. La foto de tres pequeños que sonreían divertidos inconscientes de su futuro, el presente de ella en aquellos momentos. Y Hermione Granger se sintió más sola que nunca.
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-Voy a hacerlo –dijo Draco mirando fijamente a Snape cuando Harry entró en las habitaciones del profesor de pociones.
-¿Qué vas a hacer? –preguntó el chico de ojos verdes mientras notaba la mirada preocupada de Snape sobre él-. ¿Y Erebor?
-Pasó por aquí hace un rato, me dejó unas pociones y dijo que tenía que ir a buscar a la profesora Giliath –se encogió de hombros Draco-. Y ya que estás aquí, Potter, hazme un favor y dile a mi padrino que estoy perfectamente y que puedo levantarme de la cama.
Harry sonrió de medio lado.
-Lo haría pero eso significaría que Verónica también podría levantarse y no estoy dispuesto a que lo haga –Draco frunció el ceño-. Y antes de que vuelvas a quejarte te diré que es una suerte que no estés dormido como ella; el poder de Okkorton y Ahsvaldry es demasiado fuerte para que vuestro organismo y parte mortal lo pueda soportar.
-¿Y por qué Draco sigue despierto en vez de dormido como Ollivers? –se interesó el profesor que parecía entretenido mirando las pociones que Erebor había dejado en la habitación para su ahijado y dispuesto a examinarlas antes de dárselas a Draco.
-Porque Verónica utilizó su poder para invocar la Espada Blanca por protegerme –dijo Harry con un deje en la voz que indicaba que no le gustaba que la chica hubiese echo aquello-. Utilizar la magia en Okkorton puede resultar muy cansado –añadió eludiendo voluntariamente que también podría haber resultado mortal.
-Bueno, en todo caso mi padre estará furioso… ha podido matarme dos veces y no lo ha conseguido… -dijo Draco con cierta ironía. Snape carraspeó ligeramente.
-Hablando de eso… hoy he hablado con tu padre –le dijo a Draco.
El rostro del rubio permaneció impasible, como si no hubiera escuchado nada o como si lo que Severus le hubiera dicho fuera que estaba lloviendo o que esa noche tomarían venado asado.
-¿Todo bien? –preguntó Harry en lugar de Malfoy.
-No, no está nada bien. Lucius sabe algo, está decidido a tomar la patria potestad sobre ti –Draco le miró con los ojos abiertos-, por suerte pude ingeniármelas para alegar que Dumbledore sospecharía si de repente renuncio a ti.
Harry frunció el ceño.
-Sabe lo del colgante –miró a Draco-. ¿Aún estás dispuesto a entregarlo?
-Más que nunca.
-¿Y tú lo aceptarías?
-Si eso ayuda a Draco, sí –aseguró el profesor de pociones.
-Bien. En cuanto te tomes esas pociones y descanses un par de horas vendré acompañado de Giliath y Erebor, entonces dejarás de ser como eres ahora.
-Será difícil acostumbrarse –bromeó Draco.
Harry no contestó pero sí le pareció vislumbrar una pequeña sonrisa en los labios de su profesor, aunque, tan rápido como había aparecido, se esfumó, por lo que Harry no hizo comentario alguno al respecto.
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No se sorprendió cuando entró en el cuarto de Verónica y se encontró con Remus sentado en una silla y a Giliath a su lado, sentada sobre sus talones utilizando su magia para curar las cicatrices que aún tenía de la batalla. No pudo evitar sonreír, al menos alguien le había hecho caso.
-¿Algún cambio? –preguntó el chico cerrando la puerta con suavidad.
-No, sigue dormida –informó Giliath sin apartar la mirada de la herida de Remus-. ¿Quieres hacer el favor de dejarme curar también esa herida?
Pero Remus frunció el ceño y negó mientras se bajaba la manga de la camisa para dejar oculta una cicatriz que cruzaba su brazo desde la base de la muñeca hasta el codo por la cara interna, desde donde se desviaba hacia el hombro; Harry pudo observar que era una cicatriz antigua porque el color blanquecino ya había surgido alejando la rojez y las imperfecciones de la cicatriz.
-¿Otra vez peleando? –preguntó el chico sentándose en la cama de Verónica y tomando una de las manos de ella entre las suyas para intentar transmitirle un poco de su magia para que se recuperara antes.
-Insiste en que no le cure esa herida –dijo ella enfadada.
-Has curado las de la batalla, todas las que me hice durante todas las transformaciones de mi vida y además las que me hicieron desde que entré a trabajar para la Orden, ¿no te basta? –preguntó con tono cansado como si quisiera armarse de paciencia para evitar una discusión.
-¿Qué tiene esa cicatriz tan importante para que no quieras… -empezó a decir Giliath frunciendo el ceño y levantándose para hablar alto.
-¡No quiero que desaparezca, ¿vale! –gritó como respuesta Remus.
Los ojos de Giliath echaron chispas y Harry suspiró. Aquella no había sido la mejor respuesta de Remus; Giliath nunca aceptaba una respuesta sin sentido y aquella, definitivamente, era una respuesta sin sentido, del tipo "no quiero porque no quiero" que los niños pequeños llevaban utilizando desde el principio de los tiempos.
-Si vais a discutir, salid de aquí, la estáis alterando –gruñó Harry clavándole a ambos una mirada de seria advertencia.
Remus no le replicó; se puso de pie, musitó un "lo siento" y luego desapareció por la puerta. Giliath iba a seguirle cuando la voz de Harry la detuvo.
-Él también tiene secretos Giliath; igual que Remus no puede acceder a Ahsvaldry, tú no puedes acceder a su pasado, deja que sea él quién te lo cuente.
-¿Tú ya lo sabes? –preguntó la diosa sabiendo que era una tontería preguntarle aquello ante la sonrisa de satisfacción que había puesto el chico en su cara.
-Puedo imaginarlo. Te necesitaré de aquí a dos horas en las habitaciones de Snape, llama también a Erebor.
La diosa se limitó a asentir en silencio.
-No sabía que podías ponerte de tan mal humor… -susurró la dulce voz de Verónica.
-Melian… -susurró él inclinándose y besándola en la frente mientras ella terminaba de despertarse y parpadeaba ligeramente-… ¿estás bien?
-Hay mucha luz aquí… ¿podrías…-antes de terminar su pregunta, Harry había corrido las cortinas de la ventana con un gesto de su mano al tiempo que dos esferas azuladas iluminaban la estancia-. Gracias.
-¿Mejor? –preguntó él. Verónica asintió-. Bien, porque tengo que echarte la bronca y no me gustaría que alegaras que estás mal para que no lo haga, ¿de acuerdo?
-Antes de decirme nada, deja que hable yo primero –el chico asintió acomodándose mejor en la cama al ver que ella se incorporaba y se recostaba contra el cabezal de la misma-. Sé que no debería haber hecho lo que hice; sea lo que sea que hice… sólo recuerdo que en una fracción de segundo te vi muerto a los pies de…
-Angark –la ayudó él.
-… a los pies de Angark; y fue una sensación tan intensa y tan real para mí que tuve ganas de gritar, llorar, correr y matar… todo al mismo tiempo. Sentí que te había perdido, que no volvería a verte sonreír, maldecir o discutir, sentí que no iba a volver a ver tus ojos, ni a sentirme protegida entre tus brazos… Vi tus ojos antes de que angark nos llevara donde nos llevó… -él asintió-… Encontraste el rastro de la sangre de Malfoy por el hechizo que invoqué –Harry volvió a asentir-. Pusiste tu vida en peligro por buscarme y por protegerme, si tú puedes dar tu vida por mí, ¿por qué no puedo yo dar la mía por ti? –Harry no le contestó-. Y luego la visión de tu muerte desapareció y sólo quedaste tú y él y entonces deseé con todas mis fuerzas, con cada célula de mi cuerpo y cada molécula de mi energía y mi magia protegerte, salvarte, dar incluso mi vida si tú salías ileso de allí… Luego recuerdo una espada en mi mano y después… tus ojos mirándome…
-Verónica…
-Lo maté ¿verdad? –el chico no contestó-. ¿Lo hice? –Harry tampoco le contestó-. Claro que lo hice… si no lo hubiera hecho, tú estarías muerto…
Y entonces Harry sonrió. Sonrió antes de inclinarse hacia ella y atrapar los labios de la chica bajo los suyos; sonrió antes de saborear el melocotón de los labios de ella y de sonreír dentro del beso al notar como ella le correspondía al beso bajo un leve temblor. La mano que la tenía cogida entrelazó sus dedos con los de Verónica en un gesto íntimo y particular mientras que la otra se apoyó en el colchón buscando una posición que no les incomodara a ninguno y que les permitiera seguir besándose un poco más. Notó la mano de ella aferrarlo de la camisa y empujarlo hacia ella para incentivarlo a que la besara, cosa que él no necesitaba, y sintió como por primera vez en su relación, era ella quién pedía permiso en silencio para entrar en la boca de él, permiso que él concedió gustoso, abriendo sus labios para que la lengua de ella entrara en su boca y buscase su propia lengua para besarse, reconocerse y sentir que formaba parte de la otra persona.
Cuando Verónica fue consciente de donde estaban y que cualquiera podría entrar, fue haciendo el beso más suave y menos apasionado; Harry entendió lo que ella quería y fue rompiendo el contacto de forma paulatina y a desgana, queriendo saborear los labios de ella durante mucho más tiempo, quizá, durante toda la eternidad.
Y tuvo que sonreír al verla a ella sonreír aún con los ojos cerrados, las mejillas sonrosadas por la falta de aire y su mano aún aferrada a su camisa como si tuviera miedo de que fuera a desaparecer en cualquier momento. Su mano acarició la sonrosada mejilla de ella y acomodó uno de los mechones lisos detrás de la oreja mientras Verónica abría los ojos, recordando aún el sabor del beso.
-¿Sabes? Iba a reñirte por lo que habías hecho… pero ahora… ahora no puedo hacerlo… Tuve miedo de que hubieras echo demasiado en Okkorton para salvarme y que ahora no pudiera salvarte yo a ti…
Ella sonrió.
-¿No lo ves? –él negó contrariado-. Tú ya me has salvado…
Y aunque sabía que no estaban en el mejor lugar, aunque sabía que no debería de hacerlo, Harry no pudo evitar volver a besarla. Verónica no se negó a ello.
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Tuvo que hacer un gran esfuerzo para reprimirse la carcajada que estaba deseando hacer estallar al verlo de aquella forma.
Con los zapatos y los calcetines quitados, tumbado en la cama, justo en el centro, ambas almohadas bajo su nuca, un brazo descansando sobre su estómago y el otro estirado junto al cuerpo y los ojos dorados por el reflejo de la luz mirando al techo daba toda la sensación de ser un adolescente con una de sus rabietas. Suspiró y con toda la paciencia que pudo, se sentó a su lado en la cama sin hablar, sin decir nada, sólo dejando que su respiración fuera suficiente para que él quisiera hablar con ella.
Era la misma táctica que utilizaba con Ainur cuando había pasado en Ahsvaldry por algunos de sus peores momentos… y al parecer, también funcionaba con Remus.
-No quiero que esa cicatriz desaparezca nunca –le dijo el hombre sin mirarla pero sabiendo dónde estaba perfectamente debido a su gran sentido del oído.
-¿Por qué? –se atrevió a preguntar la diosa.
Remus suspiró respirando profundamente y Giliath le miró, sabiendo que fuera lo que fuera lo que el hombre que tenía a su lado iba a decirle, era algo importante para él, de otro modo no le costaría tanto decirlo.
-Cuando desperté de mi primera transformación a los trece años aquí en Hogwarts, en la habitación de la casa de los gritos, tenía esta cicatriz, era una herida abierta pero alguien había intentado curarla –sonrió a medias-… había alcohol muggle, vendas y algún tipo de poción que identifiqué como la pasta verdosa que cubría mi brazo y que impedía que saliese sangre de la herida… No supe qué había pasado…
Giliath abrió los ojos mientras se sentaba a su lado en la cama pero se abstuvo de decir nada.
-Luego, como después de cada transformación, me desmayé… el dolor que sufro durante la transformación a licántropo…
-Lo sé –dijo Giliath dándole a entender que no necesitaba más explicación.
-Cuando desperté en la enfermería empecé como siempre a pensar en alguna excusa que darle a los chicos y entonces Sirius estornudó –sonrió a medias mientras lo recordaba-; los tres estaban metidos debajo de la capa invisible de James y cuando Sirius estornudó no tuvieron más remedio que mostrarse –se encogió de hombros.
(flashback)
-Eres idiota Canuto –sentenció Peter mientras salía de debajo de la capa. Una mirada de Sirius fue más que suficiente para que el pequeño de los cuatro supiera que debía callarse.
-¿Por qué no nos lo dijiste? –preguntó James mirando ceñudo a Remus-. ¿Acaso crees que por no ser licántropos íbamos a apartarte de los merodeadores?
-Encontraremos la forma de que no pases más transformaciones solo. Por cierto, ¿está bien tu herida? –Remus parpadeó-. Intentamos tomar poción con solución de murtlap y sangre de vampiro para cerrártela –arrugó la frente-, pero no pudimos hacerlo…
-Te quedará cicatriz –dijo Peter.
Remus negó con la cabeza, demasiado feliz para decir nada.
-Es perfecta –dijo Remus sonriendo.
-Pero te quedará marca –apuntó Sirius pensativo-. Quizá si Poppy te pone esa pomada que utiliza con…
-Sirius, es perfecta –repitió el chico desde la cama.
Sirius abrió la boca para decir algo pero James que había interpretado la mirada de Remus perfectamente, colocó una de sus manos sobre el hombro del moreno animago mientras negaba con la cabeza. Sirius miró confundido a Remus pero sólo pudo encontrar una sonrisa.
Antes de darse cuenta, Remus Lupin estaba sonriendo con sus tres amigos echados sobre la cama mientras le repetían hasta la saciedad que había sido un idiota por creer que lo iban a apartar de ellos por su pequeño problema peludo, como lo llamó James.
(fin flashback)
-Yo no…
-Lo sé… Y sé que sólo quieres ayudarme Giliath, pero esta cicatriz es lo que queda de aquel pasado… cuando sólo éramos unos niños revoltosos y seguros de nosotros mismos, seguros de los demás. James, Sirius… incluso Peter… ellos me curaron, ellos me ayudaron y no me dieron la espalda cuando descubrieron qué era, que soy… Es lo único que me queda de ellos y de aquellos cuatro revoltosos que hacían temblar los cimientos de Hogwarts… ¿entiendes por qué no quiero que desaparezca? Puedo olvidar mi pasado y despedirme de él, pero quiero tener algo a lo que aferrarme.
Giliath no contestó y cuando lo hizo después de dos minutos de silencio, lo hizo con gestos; se tumbó en la cama, junto a él, girada y sosteniendo su cabeza con el brazo doblado, su otra mano se colocó sobre la cicatriz y la yema de sus dedos índice y corazón trazaron el camino de la cicatriz que permanecía en el brazo del hombre lobo.
-Forma parte de ti… y yo te quiero a ti… -le dijo finalmente.
Remus se giró hacia ella y le sonrió. Los ojos de Giliath brillaron con cierta dulzura y encanto que jamás había visto en ella y cuando ella se acercó a su rostro y sus labios le besaron con suavidad, Remus supo que no podría querer nunca a nadie tanto como quería a la diosa.
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-¿Qué es lo que te molesta? –preguntó ella.
Harry sonrió desde su cómoda posición. Había terminado tumbándose en la cama, con la espalda contra el cabezal, una pierna extendida sobre las sábanas y la otra flexionada y con la rodilla apuntando al techo mientras que Verónica se había acurrucado en su pecho como si temiera volver a desaparecer en cualquier momento.
-¿Tanto se nota? –preguntó el chico acariciando el cabello de ella.
Verónica se limitó a encogerse de hombros mientras sonreía y entonces él sonrió también.
-¿Mis ojos? –se atrevió a preguntar el chico.
-Siempre he dicho que tus ojos no pueden mentirme… -susurró ella a medias cuando Harry inclinó la cabeza para besarla despacio-... ¿Con quién te has peleado esta vez?
Harry fingió ofenderse.
-No me peleo con la gente –replicó. Ella enarcó una ceja.
-De acuerdo, si te hace bien pensar eso… -concedió ella de forma juguetona antes de que el chico volviera a besarla para que se le quitara esa idea de la cabeza.
-Granger… -dijo entonces Harry. Verónica asintió comprensiva-. Me la encontré antes y digamos que no fui demasiado agradable con ella –musitó pensativo.
-¿Qué ocurrió?
-¿Básicamente? –ella asintió-. Hice que viviera mi pasado y las emociones… en cada de los Dursley, cuando Sirius murió, cuando me traicionaron… -desechó el resto de la oración con un ademán de las manos y ella asintió diciéndole en silencio que entendía a lo que se refería-. Es empatía; hice que sintiera empatía hacia mis emociones y sentimientos…
-¿Y cuál fue el resultado?
-La dejé llorando en medio del puente –dijo él bastante molesto consigo mismo por haber hecho semejante cosa-… Estaba destrozada. ¿Sabes que es lo más curioso?
-¿Qué?
-Una parte de mí deseaba abrazarla y consolarla… como antes, ¿entiendes? –Verónica afirmó con la cabeza-. Pero otra parte de mí… no estaba arrepentida en absoluto… Y me da miedo, la verdad.
-¿Qué te da miedo? –preguntó ella.
-Llegar a ser el tipo de persona que no siente empatía hacia los demás; tengo miedo de convertirme en alguien a quien no le importe ver a los demás llorar o a quién no le importe que los que están a su lado sufran.
-Ni se te ocurra pensar eso, Harry –le dijo ella incorporándose y mirándole fijamente-. Nunca podrás ser ese tipo de personas.
-La dejé allí sola, Melian…
-Y ahora te arrepientes de ello. Si fueras a convertirte en la persona que dices, nunca te sentirías culpable por algo así. Eres Harry –le dijo con suavidad-, te preocupaste por mí cuando creí que nadie se daba cuenta de lo que me pasaba, perdonaste a quien te traicionó…te causaste una herida para encontrarme –sonrió cuando él lo hizo-, y fuiste hasta Okkorton para salvarme y no sólo a mí, sino también a quien se supone que es tu enemigo –añadió-. Jamás podrás ser el tipo de persona que no se preocupa por los demás porque simplemente esa persona no serías tú…
-Te quiero –le dijo simplemente él.
Verónica sonrió.
-Yo también te quiero –contestó sinceramente antes de que él la besara -. ¿Dónde vas? –preguntó al ver que se levantaba de la cama de forma ágil y se colocaba los zapatos de nuevo.
-A ver a Malfoy –contestó el chico-. Vamos a llevar a cabo la extracción del colgante de Elea de su cuerpo.
-¿Y por qué me parece que eso es peligroso? –preguntó ella preocupada.
Harry sonrió de medio lado y se sentó a su lado.
-Porque lo es –ella rodó los ojos-. Pero todo está bien, no estaré solo, Giliath y Erebor nunca dejarán que me ocurra nada.
-¿Y Derin? –preguntó ella.
-Se quedará contigo; sólo pueden estar los guardianes y Derin no lo es –informó el chico-. Espero que no te moleste su compañía –añadió sin saber cómo iba a reaccionar ella ante la presencia de quien se suponía que la iba a cuidar y que había dejado que una quimera se la llevase.
-No he hablado con él desde que…
-Lo sé, y también sé que él no será el primero en hablarte… Se siente demasiado culpable por lo que pasó Verónica.
Ella frunció el ceño y luego sonrió.
-Entonces tendré que hablar con él para que no se sienta culpable. Él no tuvo la culpa –añadió.
Harry la besó rápidamente en los labios.
-Es por eso que te quiero –ella sonrió.
-Ten cuidado ¿de acuerdo? –Harry asintió.
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Bueno, esto es todo por hoy y por esta semana :D
Espero que haya sido de vuestro agrado y ya sabeis; opiniones, críticas, sugerencias y demás al buzón de los reviews que espero con impaciencia leer cada semana :D
Un besito para todos, sed buenos y sed felices, nos leemos pronto!
En el próximo capítulo…
"-No sabía que espiaba a sus alumnos, Dumbledore –
-No se puede confiar en quien te quiere traicionar
-¡No me hable como si fuera un crío!"
"-De acuerdo, tienes razón. Te he estado rehuyendo, casi del mismo modo en que tú has rehuido a Erebor y Giliath cuando te han preguntado si estabas bien
-Empiezo a entender de donde ha sacado Harry su humor…
-El Príncipe y Ainur siempre dicen que las cosas pasan por algún motivo
-¿Qué derecho tenía yo a terminar con la vida de alguien?
-Hagamos un trato, tú no te sientes culpable por lo que ocurrió la noche del baile y yo hablaré de cómo me siento con Harry, ¿de acuerdo?"
"-Malfoy, es la hora
-Estoy listo"
"-¡No voy a dejar que salgas con Sanders!
-.¡No necesito tu permiso Ronald, eres mi hermano, no mi padre!
-No se meta donde no le llaman, profesor
-No me gustas
-Tú tampoco me agradas a mí"
"-No te preocupes, no te puedes mover, es un hechizo para evitar que te hagas daño…
-No morirás
-Tiene que soportar el dolor… la magia de los dioses de Ahsvaldry es lo único que puede limpiar el cuerpo de Malfoy
-¡Draco!
-¡Estese quieto!
-¿Y si no lo aguanta?
-Lo aguantará Es Malfoy
-¡Hágalo!
-¡Maldita sea, hágalo o morirá de verdad!
-¡¡¡¡AHHHHHHHH!
-¡Entre ahora mismo con él!
-¡Lahntra acude a nuestra llamada!
-¿Renuncias al poder de Elea? ¿aceptas el colgante de Elea en nombre de tu protegido?
-¿Cómo te sientes?
-Como un adolescente normal"
"-¿Todo bien? ¿Y el colgante de Elea?
-No quería dejarte solo
-¿Qué ocurre?
-¿Remus?
-¿Lo sabe Verónica?
-Voldemort
-¿Qué opinas?
-Un mensaje
-¿La orden?
-Si Voldemort quiere a la portadora de la daga, antes tendrá que pasar por encima de mí."
"-En dos horas hay una reunión en su despacho, convoque a la orden. Me he cansado de esconderme de Voldemort, voy a ir a por él.
-¿Te convertirás en un asesino?"
"-Quizá no tengas un hijo Remus, pero tienes una ahijada que tiene el corazón roto por la tristeza… Ella puede ser la hija que siempre quisiste tener.
-Nunca podré reemplazar a su padre
-Nadie te pide que lo hagas."
