Hola, soy una amiga de nikachan y me ha pedido que suba este capítulo ya que ella está de vacaciones, ¡jo, que envidía! Bueno, déjemosla, que se lo merece, es una chica muy especial y ya casi no hay personas como ella. En fin, gracias en su nombre a todos los que la seguís, supongo que ella os lo agradecerá en el proximo capitulo, un beso.

CAPÍTULO 41. Un rincón de ensueño

"-Tienes que hacerlo.

Harry resopló desde debajo del cojín que estaba utilizando para amortiguar el sonido de la voz que le estaba atormentando desde hacía tres cuartos de hora; voz a la que en aquellos momentos se le había sumado una divertida risa pícara.

-¿Tú también? –preguntó mirando hacia la puerta desde debajo de la almohada.

James Potter se encogió de hombros recargado contra el marco de la puerta del comedor.

-¿Qué puedo decir? –preguntó en voz alta Sirius sonriente-. Me adora.

-Más bien me cansa –corrigió James desde su lugar en la casa-. Es una buena táctica, así consiguió que Cathy saliera con él.

-¿Estás utilizando una táctica que utilizaste para salir con una chica, para que gaste una gran broma pesada a Snape? –los ojitos de Sirius brillaron con diversión-. No voy a hacerlo Sirius… puede que vosotros estéis aquí, pero yo tengo que lidiar con Snape todos los días –añadió.

-Pero ahora no se meterá contigo –le recordó Sirius-. Vamos Harry, tienes que hacerlo –dijo como si fuera un gran sacrilegio no hacerlo.

-No, no tengo que hacerlo –repitió Harry sentándose en el sofá y quitándose el cojín de la cara-, no tengo que hacer nada que no quiera hacer y sinceramente Sirius, no me apetece pasarme todo un año castigado y en la punta de mira de Snape sólo para llevar a cabo un plan para gastarle a Snape una broma que tú no pudiste gastarle por falta de tiempo.

James sonrió.

-No insistas Sirius –ambos se giraron hacia el hombre de gafas-. Harry ha heredado el sentido común de Lily… -suspiró.

-Papá…

-Voy a hacer algo arriba, ahora vengo –se disculpó James antes de que ninguno de los dos pudiera detenerle.

Harry y Sirius se miraron. Cada vez que james pensaba en Lily adoptaba aquel estado de languidez eterno del que parecía que no iba a salir nunca.

-Lo siento Harry, no quería…

-Da igual Sirius, no tienes la culpa –le sonrió el chico-. Pero supongo que papá tiene razón… he heredado demasiado de mi madre –sonrió-. Y de la influencia de Remus.

Sirius no pudo evitar sonreír.

-Tienes razón, ese licántropo puede conseguir lo que quiera sin proponérselo, ¿verdad?

Harry no contestó.

-Ve con él –le pidió al adulto mientras se ponía de pie-. Yo tengo que regresar, Giliath me está llamando.

-¿No quieres ir tú a…

Harry negó suavemente.

-Si voy yo sólo le recordaré más a mamá y no quiero ver como se hace el fuerte sin estarlo –Sirius sonrió-. Eres su mejor amigo, sé que estará bien contigo.

-Has madurado mucho; estoy orgulloso de ti, pequeño –le dijo abrazándolo.

-Sólo dile que lo voy a conseguir Sirius. Un Potter nunca rompe su promesa."

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Lucius miró a alrededor. A pesar de tener todos las máscaras blancas puestas que ocultaban los rostros de los presentes, él podría haber dicho quién era quién sólo con mirar su figura, con ver como movían la varita o con fijarse en el modo que tenían de apoyar su peso en una pierna o desviar la mirada continuamente hacia cualquier punto en concreto. McNair, Avery, Crabbe, Zabinni, Bella, Rodolphus… había combatido con ellos durante muchos años y cada vez que terminaban una batalla y hacían el recuento de los caídos, los que sobrevivían se sonreían con falsa modestia cuando en realidad todos pensaban lo mismo: terminar con ellos con un simple golpe de varita para poder ascender a los ojos de su Señor Oscuro.

El rostro impasible y la figura dura y elegante de Snape no se veía en ninguna parte; lo hubiera notado aunque hubiera estado a metros de él y es que, después de Lord Voldemort, Snape era al único mortífago al que Nagini se acercaba por propia voluntad sin intención de asustar, morder, matar o envenenar, seguramente porque era Snape quien le suministraba poción revitalizadora y que acentuaba sus rasgos venenosos a la serpiente.

Antes de que Lucius pudiera preguntar a alguno de los presentes sobre el paradero de Snape, la figura altiva de Voldemort se hizo presente en el lugar, arrastrando la túnica con elegancia y naturalidad mientras estudiaba a sus leales vasallos a través de sus ojos utilizando la legeremancia.

En lugar de sentarse en su silla alta como hacía siempre que convocaba una reunión, Voldemort se paró delante de todos, justo frente a su silla y paseó una vez más su mirada. Cuando habló, su voz fue alta y sonora, atronadora, con un ligero matiz en ella que nunca antes había estado y que nadie supo describir o focalizar.

-Hoy –empezó su discurso- es un nuevo día para el poder oscuro y la sangre pura –anunció-. Hoy veréis el poder que la magia negra puede daros, que yo puedo daros; y hoy seréis testigos de que es posible lograr aquello que siempre he buscado y que vosotros siempre habéis anhelado: hacer desaparecer de la faz de la tierra a los despreciables muggles y terminar finalmente con lo que empecé hace dieciséis años: acabar con la estirpe de los Potter definitivamente.

Y con su última palabra hizo un gesto con su varita hacia una de las paredes del lugar. Una apertura negra, primero tan estrecha como el fruto de una nuez, se dejó ver rodeada de una extraña luz violácea que atrajo la atención de los presentes que se estrechaban unos a otros y se empujaban para ser los privilegiados que pudiesen ver aquel fenómeno más de cerca.

El estrecho agujero fue cobrando forma y se fue haciendo cada vez más grande, apartando de él la pared como si de un gran agujero negro se tratase y tuviese como objetivo devorar todo lo que había a su alrededor. Lucius Malfoy comprendió mejor que nadie lo que estaba ocurriendo; lo había visto en dos ocasiones, siempre con aquel encapuchado cerca, un portal que comunicaba dos extremos, dos lugares unidos por un hilo creado por la magia, negra en aquel caso.

-Mortífagos, caballeros de la muerte, señores de la oscuridad, contemplad a los nuevos miembros de mi ejército –habló la voz de nuevo de Voldemort.

Incluso después de haber estado cerca de una quimera y haber presenciado todo lo que había presenciado en su vida y haber torturado, mutilado y asesinado a miles de personas, Lucius Malfoy retrocedió un paso cuando los ojos azules del naryn lo miraron. Sólo una emoción se veía reflejada en aquellos ojos: muerte y destrucción.

La risa de Voldemort fue atronadora.

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Sonrió cuando entró en la habitación y la encontró sentada cerca de la ventana, con las piernas recogidas contra su pecho mientras leía un libro que él conocía bastante bien, casi de memoria.

-Creía haberte dicho que tenías que descansar –le reprochó el chico cerrando la puerta suavemente.

Verónica sonrió.

-Ya he tenido bastante descanso –rodó los ojos-. ¿Cuándo vas a dejar que me vaya de aquí? Odio tanto blanco junto –añadió frunciendo la nariz en lo que Harry se le antojó un gesto infantil encantador.

-¿Y qué te hace pensar que yo soy el que te retiene en la enfermería? –preguntó enarcando una ceja mientras tomaba la silla del cuarto y la colocaba al revés, sentándose a horcajadas y con los brazos apoyados en el respaldo-. ¿Y ese libro?

-Me lo trajo Derin –Harry alzó una de sus cejas-. Le dije que quería saber más sobre Ahsvaldry y me dijo que aquí encontraría respuestas. ¡Pero no me cambies de tema! –añadió al darse cuenta de que Harry se estaba desviando para no contestarle.

-No te cambio de tema…. –le sonrió él dulcemente-. Dime, ¿has encontrado lo que…

-¡Harry! –protestó ella fingiendo enojo pero sin poder evitar sonreír al hacerlo.

El chico se inclinó hacia delante el tiempo breve y justo para rozarle los labios.

-Tienes que descansar –le dijo el chico.

-Eres tú el que ha estado despierto más de tres días buscándome, deberías descansar tú.

-Tienes razón –allí estaba otra vez, la sonrisa condescendiente.

Verónica se había dado cuenta de que Harry tenía diferentes sonrisas, y aquella era la sonrisa que utilizaba para darle la razón a alguien sólo porque tenía una mala noticia de dar a continuación y no sabía cómo hacerlo.

-¿Qué ocurre? –preguntó ella.

-¿Por qué crees que… Mis ojos –se contestó a sí mismo antes de terminar incluso la pregunta.

-Exacto, tus ojos. Y tu sonrisa –añadió después de pensarlo dos segundos-. ¿Qué pasa?

-Remus ha… -suspiró y se pasó una mano por el cabello ya desordenado, gesto que sólo hacía cuando estaba nervioso, cosa que sucedía muy pocas veces-. No hay una forma suave de decirlo, Melian…

Una de las manos de ella rodeó la de Harry.

-Entonces, sólo dilo –le recomendó la chica.

-Han encontrado un cadáver en los terrenos, cerca del bosque… -dijo el chico casi en un susurro. La mano de ella se aferró con más fuerza, pero no dijo nada; Harry suspiró y continuó hablando mientras buscaba los ojos de ella-… Voldemort ha grabado en su pecho la marca tenebrosa y…

-Es mi padre, ¿verdad?

Harry no contestó y ella, que había bajado su mirada, la volvió a levantar para atrapar los orbes verdes que tanto le gustaban.

-Verónica yo no… -suspiró-. Lo siento, lo siento de verdad, princesa… lo siento mucho…

Pero la chica negó con la cabeza mientras se apartaba el cabello que había caído delante de su rostro, mientras notaba como un peso cubría su alma, como si una losa de cien kilos se hubiera puesto de repente sobre su corazón.

-Ya… ya da igual Harry… no tienes la culpa… yo sólo… -sonrió y emitió una pequeña risita forzada-. Ahora… ahora estoy sola de verdad. Quiero decir, cuando mi madre murió, al menos le tenía a él, no era un gran consuelo –admitió sonriendo forzadamente-, pero sabía que tenía un hogar donde regresar, por mucho que sufriera allí… Ahora… ahora estoy sola, completamente sola…

-No es verdad –le dio Harry-. No estás sola, nunca vas a estar… -un levo golpe en la puerta hizo que se interrumpiera cuando ésta se abría para dejar paso al rostro serio y pecoso de Ronald Weasley.

-Me dijeron que estabas… -el chico se dio cuenta que en el rostro alegre siempre de Verónica, había algo que no encajaba y que sus ojos mostraban una tristeza infinita a pesar de que no había derramado ninguna lágrima y no parecía dispuesta a hacerlo-. Perdón, ¿interrumpo?

Harry iba a asentir levemente cuando la mano de Verónica que tenía entre las suyas se escabulló haciendo que el chico la mirara.

-No, para nada… Estoy deseando irme de la enfermería –se disculpó ella con una sonrisa algo torpe pero franca y sincera.

-¿Estás segura de que…

-Lo estoy –afirmó la chica inclinándose levemente hacia el moreno y besándolo en los labios con suavidad-. De verdad… Sólo necesito pensar…

-Ve a mi habitación, no creo que nadie vaya a molestarte allí –añadió con una sonrisa malvada y cínica que hizo reír a Verónica con suavidad como siempre-. Si necesitas algo…

-Lo sé, sólo tengo que pensar en ti –sonrió ella dejándose atrapar por las manos de Harry que parecían haberse apoderado de su cintura y se mostraban bastante reacias a soltarla.

-Te quiero… -le susurró el chico.

-Yo también te quiero… -contestó ella antes de que Harry la besara de nuevo, ambos ignorando que cierto pelirrojo estaba contemplando las baldosas del suelo que parecían ser muy interesantes, por pudor hacia la escena que estaban protagonizando los dos. Un ligero carraspeo por parte de Ron hizo que ambos se separasen y se mirasen suavemente; ella rió divertida-. Te veo después.

-Ten cuidado –fue todo lo que él contestó dejándola marchar y sonriéndole mientras ella desaparecía por la puerta.

-¿Está bien? –preguntó Ron. Harry le miró enarcando una ceja-. Perdona, no quería meterme, sólo es que...

-Déjalo, está bien, estará bien –rectificó él mismo su oración-. Tenemos que hablar.

-¿De qué?

-¿De verdad estás arrepentido? –preguntó sin rodeos el chico moreno. Ron parpadeó-. No tengo tiempo para perder, Weasley; voy a ir a buscar a Voldemort y en dos horas tengo una reunión con la orden, necesito saber si estás a mi lado o si estás en contra.

-¿Cómo estás tan seguro de que no voy a…

-Porque por mucho que me pese, te conozco y cuando dices algo, lo mantienes hasta el final –Ron asintió-. Además, puedo lanzarte un hechizo desmemorizante sin que te des cuenta en una milésima de segundo –añadió medio divertido.

Ron sonrió y Harry también lo hizo cuando el pelirrojo le dio su respuesta:

-¿Qué necesitas?

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Draco estaba sentado en una de las butacas negras de la sala de Snape. Al otro lado de la mesita baja, frente a él, en el mismo sillón estaban sentados Blaise y Pansy, la chica sobre las piernas de Blaise que la tenía abrazada por la cintura mientras ella estaba recostada contra el pecho de su novio. En cualquier momento Draco les hubiera dicho que dejaran de hacer babosadas delante de él o que se fueran a un cuarto si querían intimar de aquella forma, pero por alguna razón, Draco estaba tranquilo, relajado e incluso parecía feliz porque ellos dos estuvieran de aquel modo.

-¿Estás bien? –preguntó finalmente Pansy después de mirar a su novio que se había limitado a encogerse de hombros.

-Perfectamente –les dijo el chico-. Algo turbado y adolorido, pero bien.

-Si estás bien, ¿se puede saber por qué no nos estás gritando que dejemos de tocarnos? –preguntó esta vez Blaise mientras besaba a su novia en el cuello.

-Porque no tengo derecho a juzgar a nadie si no quiero que me juzguen –Pansy y Blaise se miraron y después Pansy se deshizo de los brazos de su novio y se acercó a Draco para poner una mano en su frente-. ¿Qué haces?

-No, no parece tener fiebre –dijo la chica ignorando la pregunta del rubio y dirigiéndose a su novio.

-Por supuesto que no tengo fiebre –se quejó Draco falsamente enfadado-. Si os contara lo que ha pasado no me creeríais nunca –añadió sonriendo divertido, así que sólo os diré que he cambiado mucho en poco tiempo y que por raro que parezca, ya no tengo la necesidad de destruir todo aquello que yo no tengo.

-¿Qué quieres… -empezó a preguntar Pansy.

-¿Cómo el amor? –interrumpió el moreno. Draco sonrió mientras asentía.

-Como el amor –afirmó Draco.

La chica sonrió y sentándose junto a él lo abrazó, sin esperar por supuesto que el rubio le devolviese el abrazo; Draco nunca lo hacía, Draco nunca abrazaba a nadie, Draco nunca mostraba sus sentimientos ante nadie, e incluso ante ellos se mostraba distante la mayoría de las veces y fingía que no tenía sentimientos casi siempre, por eso cuando ella le estaba diciendo lo orgullosa que se sentía de él y lo feliz que estaba porque estuviera bien, se sintió sorprendida cuando notó los brazos de Draco rodeándole con cierta vacilación debido a la inexperiencia y a la falta de costumbre, pero rodeándola y abrazándola después de todo.

Blaise sonrió desde su posición y sus ojos se cruzaron con los de Draco. Había algo en ellos diferente; aún estaba el brillo de rencor, de frialdad y de aristocrático orgullo que lo caracterizaba, pero también había algo que jamás habría creído que los ojos de Draco pudieran llegar a tener; comprensión, ternura, y amor. Cerró los ojos y asintió levemente cuando Draco le sonrió.

Todo estaba bien. Todo iba a estar bien. Tenía que estarlo.

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-¿Estás bien? –preguntó con voz suave como si tuviera miedo de asustarla con su simple presencia.

Contrariamente a lo que el hombre pudiera pensar, ella no estaba llorando, ni siquiera parecía triste por la pérdida de su padre; como si no acabara de creer que él había muerto o como si aún no fuera consciente de que se había quedado sola en el mundo, tal y como Harry se quedó una vez siendo un bebé de un año de edad.

-Sí, estoy bien –dijo ella mientras se echaba a un lado de la cama dejando espacio para que él se tumbara, cosa que el licántropo hizo sin pensárselo demasiado-. Supongo que te resultará extraño que no esté llorando o gritando o que no esté proclamando a los cuatro vientos lo enfadada que estoy con el mundo ¿no? –dijo con un deje de sarcasmo y broma al mismo tiempo.

REmus no contestó, se limitó a sonreírle.

-Supongo que eso lo tengo que interpretar como un sí –dijo ella divertida-. Es extraño… sé que tendría que llorar, que tendría que querer llorar, pero no lo siento… no siento en absoluto su muerte… es como si me hubieran liberado de un gran peso y de una gran carga que ha estado reteniéndome durante años… Y me siento fatal por sentirme así…

-No tienes la culpa –le dijo el hombre reaccionando a las palabras de ella-. Él fue quién no supo ganarse tu cariño; te culpó de la muerte de tu madre y ha estado infravalorándote demasiado durante tus años… no es extraño que no lamentes su muerte a pesar de que fuera tu padre.

-Lo sé, pero, quiero decir, era mi padre ¿no? Se supone que debería sentir algo, no lo sé… miedo por quedarme sola, dolor por su pérdida, rabia por haberme abandonado… ¡algo! –dijo enfadada consigo misma-. Y la verdad es que no siento absolutamente nada…

-No lo conociste, no puedes sentir nada por él –le dijo Remus con voz simple.

Verónica lo miró a medias y enarcó una ceja.

-¿No lo conocía? Era mi padre Remus, ¿cómo no voy a conocerle?

El hombre sonrió a medias y se recostó mejor en la cama, apoyando la espalda en el respaldo de la misma.

-¿Cuál era su color favorito? –preguntó el hombre.

-¿Cómo?

-Su color –repitió Remus-. ¿Puedes decírmelo? Su color, su colonia, algún objeto que guardara con gran aprecio, dónde iba cuando se sentía solo, qué hacía cuando quería llorar, cuántas veces se enamoró, cuántas veces lloró, de qué sabor es el helado que siempre tomaba de niño… -enumeró el hombre sin perder la sonrisa-. Si no puedes decirme todo eso de una persona, no puedes decir que la conoces, Verónica… No conocías a tu padre, por eso no puedes extrañarlo, no puedes sentir nada por él.

Verónica sonrió con cierta tristeza.

-¿Qué? –preguntó el hombre.

-A ti te gusta el color rojo –dijo la chica entonces-, no utilizas colonia porque utilizas una poción que haces tú mismo con olor a hierbabuena, nunca te separas del anillo que mi madre te dio en segundo curso y que llevas siempre colgado en una cadena –añadió mirando la cadena en cuestión haciendo que el hombre sonriese afectadamente-, cuando querías estar solo optabas por ir a la casa de los gritos pero cuando tus amigos lo descubrieron encontraste otro lugar, una cueva que hay en el bosque prohibido; cuando querías llorar, lo hacías, oculto tras alguno de los tapices que formaban pasadizos ocultos, sólo te enamoraste una vez en Hogwarts y lloraste con cada transformación, tu sabor para el helado y cualquier otra cosa es el chocolate…

-¿Cómo sabes…

-Cuando era pequeña, mi madre me hablaba de ti –sonrió exageradamente-, y mucho, como puedes ver… Te conozco mejor de lo que podría haber llegado a conocer a mi padre, Remus. Cuando le pregunté por qué sabía tantas cosas de ti me contestó "cuando encuentres a alguien a quien quieras con toda tu alma y quieras saberlo todo de esa persona, encontrarás la respuesta, cielo".

-¿Harry? –preguntó Remus entonces. Verónica asintió-. Sé que no soy tu padre Verónica, y no pretendo serlo, sólo quiero que sepas que si quieres hablar con alguien que si necesitas algo o que si….

-¿Por qué me ayudas tanto? –preguntó la chica. El hombre la miró-. Sé que mi madre y tú erais buenos amigos, pero ¿por qué…

-Bueno, ¿por qué no iba a ayudarte? después de todo, soy tu padrino –dijo como quién no quería la cosa, de forma casual.

Verónica se sentó bruscamente en la cama.

-¿Eres qué?

Remus sonrió.

-Tu padrino, Verónica. Tu madre lo decidió así… tu padre nunca dejó que me acercara a ti… supongo que tenía miedo de que tu madre siguiese enamorada de mí.

-Ella siempre estuvo enamorada de ti –lo interrumpió ella.

-Lo sé, yo también lo estuve de ella –admitió el hombre.

Verónica no preguntó más; quería preguntar tantas cosas a la vez que supo que si empezaba a indagar no pararía nunca; y no era aquello lo que quería, no era lo que necesitaba. Sin mediar palabra, se abrazó al hombre y aunque al principio estaba recelosa recordando todas las veces que había abrazado a su padre y éste la había apartado de su lado, se sintió cómoda y segura cuando los brazos del hombre le rodearon la espalda. Y entonces se dio cuenta de que no estaba sola, que nunca lo iba a estar mientras Remus y Harry estuviesen con ella.

-No sé si mostrarme feliz o celoso –dijo la voz divertida de Harry desde la puerta-. Supongo que ya se lo has dicho –inquirió mirando al hombre que asintió-. Bien, en ese caso, te robo a mi novia, tengo que enseñarle algo –tendió la mano hacia la chica que la aceptó gustosa y se levantó de la cama-. Te veo en la reunión, Remus –dijo a modo de despedida mientras abría la puerta y dejaba pasar primero a la chica colocando de forma instintiva su mano libre en la cadera de ésta.

-Quita tu mano de ahí –protestó Remus con una sonrisa desde la cama sabiendo que si Harry había heredado parte de la genética desvergonzada de su padre, ese comentario ni siquiera sería tomado en cuenta.

Lo único que escuchó con gran satisfacción fueron las risas divertidas de Harry y Verónica desde el otro lado de la puerta; Remus suspiró.

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El dios avanzó por el pasillo concurrido sin importarle que le vieran con el ceño fruncido. La espada colgaba de su cinto y en su espalda, el arco sobresalía por encima de su hombro derecho junto al carcaj lleno de flechas. Los pasos firmes y seguros sonaban con un pegadizo ritmo que hacía que los que estaban por allí lo miraran pasar sin siquiera atreverse a decirle o siquiera a ponerse delante de él.

Ni siquiera le había importado cómo lo habían mirado los alumnos a los que estaba dando clases cuando los había dejado saliendo del aula precipitadamente y sin dar ninguna explicación; el dolor que había empezado a sentir en el hombro a través de la llamada de alerta de los Lobos Grises y que había creído posible ignorar se había intensificado hasta tal punto que ya no podía haberlo aguantado más.

Derin no lo pensó cuando abrió la puerta del quinto pasillo, el dolor contraído en su rostro y la mirada fija en algún punto para controlarlo. Nunca había sentido tanto dolor en una llamada y aquello no podía significar nada bueno. Los ojos de Erebor se encontraron con los suyos.

-¿Qué ocurre? –preguntó simplemente Erebor cuando lo vio llegar de forma tan precipitada. Se fijó en la mano de Derin cubriendo su hombro izquierdo-. ¿El Príncipe?

Derin asintió.

-No quiero alarmar a Ainur todavía, por eso estoy intentando que la señal de los shygards que nos comunica no le llegue a él. Necesito un portal para llegar a Ahsvaldry pero si utilizo mi poder, Ainur se daría cuenta.

-Pues siento comunicarte que Giliath no está así que tendrás que…

-No estoy para juegos Erebor, abre un portal de fuego ahora mismo –dijo Derin reprimiendo un grito de dolor cuando el emblema de los lobos grises volvió a arder contra su piel.

-¿Tan grave es?

-Nunca había recibido una señal tan claramente peligrosa –contestó el dios.

Erebor no dijo nada, se limitó a concentrar su poder y un portal se abrió ante los ojos de los dos dioses a una velocidad demasiado rápida a la que estaban acostumbrados. Derin miró a Erebor y el dios se encogió de hombros.

-Harry hechizó las habitaciones alegando que Remus o Verónica quizá tuvieran la necesidad de salir corriendo de aquí.

Derin no hizo ningún comentario.

-Avísame cuando llegues –le indicó al dios. Derin asintió.

-Avisa a Giliath –le pidió el dios-. Creo que no estará feliz si se entera la última –contestó Derin con ironía mientras atravesaba el portal.

-Ten cuidado –advirtió Erebor.

Esas fueron las últimas palabras que Derin alcanzó a escuchar antes de salir del portal y pisar el suelo firme de Ahsvaldry. Nada más aparecer, Tatsui y Eirin se inclinaron ante él seguidos por un centenar de shyggards y lobos grises, reconociéndolo como capitán y teniente de los Lobos.

Pero Derin no les hizo caso apenas, miró de forma distraída con ligeros asentimientos de cabeza mientras sus ojos buscaban a alguien que pudiera informar de lo que estaba ocurriendo; Eirin fue la primera en llegar a su lado.

-¿Y el Príncipe? –preguntó el dios mientras notaba como al estar allí el ardor de su emblema estaba dejando de arder de forma progresiva y visiblemente.

-En el castillo. No has traído a Harry –no era una pregunta, sino una afirmación.

-Necesitaba descansar un poco –afirmó el dios-. ¿Qué ha ocurrido?

-El Príncipe nos ha convocado –contestó la diosa. Ante la muda pregunta de Derin, ella asintió levemente-. Con el rango de Príncipe de Ahsvaldry, no de Stell –añadió.

El dios farfulló algo entre dientes.

-Formación en tres minutos –indicó mirando a Eirin y Tatsui-. Y estad atentos.

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Harry la guió hasta el tercer piso, y tomándola de la mano pasó tres veces por el pasillo después de decirle a ella que mantuviera su mente despejada y que no pensara en nada. Una puerta apareció ante los ojos de los dos chicos; Verónica había escuchado hablar de aquel cuarto pero nunca lo había visitado y, a decir verdad, nunca había tenido intención de visitarlo. Harry la abrió cediéndole el paso a ella.

Verónica no supo que decir cuando se encontró con una frondosa vegetación delante de ella. Un extenso lugar lleno de árboles, matorrales, pequeñas flores y mariposas doradas que se detenían en cada flor se extendía ante sus ojos. Pero lo hermoso del lugar era el silencio y la tranquilidad que allí reinaba, era el sitio indicado para, como ella decía, poder escuchar sus propios pensamientos sin interferir en los de los demás. Harry, que aún no le había soltado la mano, le dio un leve tirón para que le prestara atención y ella se giró aún sorprendida.

-¿Te gusta?

-Harry… esto es… ¿qué es…

-En esta habitación aparece lo que deseas, basta que pienses en lo que quieres que aparezca mientras pasas tres veces por delante de la puerta y –extendió sus brazos-… lo tienes…

-Es precioso… -susurró ella temerosa de que el simple sonido de su voz pudiera romper el encanto-. ¿Qué…

-Ahsvaldry –dijo Harry. Verónica le miró.

-No recuerdo haber visto todo esto.

-Porque no estuviste en Ahsvaldry, sino en Okkorton –sonrió a medias-, es como si quisieras comparar Slytherin con Gryffindor –ella rió divertida.

-¿Por qué me has traído aquí?-preguntó ella mientras acariciaba con sutileza una de las flores diminutas que colgaban de un árbol como si fuera un sauce llorón.

Notó el peso de Harry detrás de ella, el modo en que el chico la rodeaba con sus manos y la forma en que su mentón descansó sobre su hombro izquierdo, cosa que la incitó a ladear su cuello hacia el otro lado para hacerle más accesible a su novio el camino hacia su cuello.

-Porque quiero que conozcas parte del lugar donde he sido feliz, no Okkorton, no Privet Drive ni Grimmauld Place, ni Hogwarts –añadió-, sino donde he sido feliz sabiendo quién era, siendo quien tenía que ser y sin renunciar a ser lo que los demás creían que debía ser… Y cómo aún no puedes ir allí, he pensado que podía traértelo… -sonrió-… o al menos un pedacito de Ahsvaldry.

-Es precioso… -concedió ella, viendo como sus palabras afectaban al chico haciendo que sus ojos brillaran ligeramente.

-No más que tú –contestó el chico inclinándose para besarla en la comisura de los labios.

Verónica se giró un poco, lo suficiente para dejar que él la besara suavemente en los labios una vez, saboreando el sabor de sus labios y dejándose mordisquear el labio inferior con parsimonia y tranquilidad; las manos de él la hicieron girar para dejarla de cara a él, sin soltar sus labios y ella sonrió cuando una de sus manos la acarició en la cintura, haciéndole cosquillas inocentes y dulces. Se separó un poco de él aún riendo y Harry enarcó una ceja.

-Cosquillas –se limitó a decir ella encogiéndose de hombros. Harry sonrió y volvió a besarla, colocando sus manos en las caderas de ella esta vez y haciendo que la chica se sintiera en una nube de algodón de la que no quería descender.

Harry sonrió y decidió que faltaba algo en aquel lugar paradisíaco. Soltó una de las manos que aferraban con suavidad la cadera de ella y la dirigió hacia uno de los rincones del cuarto, haciendo un mudo hechizo que hizo brotar una cascada colgante e hizo aparecer un pequeño lago.

Verónica se soltó de su abrazo al escuchar el estruendo del agua caer; dulce, refrescante, incitador y se giró hacia el lugar donde se escuchaba el ruido. La cascada era como una cortina de agua que colgaba del techo directamente y caía en el estanque cerrado por plantas acuáticas y una pared de rocas. Sin pensarlo, sin darse cuenta siquiera de lo que estaba haciendo, tardó pocos minutos en descalzarse y sentarse en una de las rocas mientras metía los pies en el agua, sintiendo el tibio líquido correr por entre sus dedos y refrescándose. Complacida echó los brazos hacia atrás y se apoyó en ellos, arqueando la espalda, echando la cabeza hacia atrás y cerrando los ojos.

Una traviesa mano que reconoció como la de Harry se posó de nuevo en su cintura y ella abrió los ojos. A su lado, sentado en otra roca, Harry mantenía un pie dentro del agua y el otro fuera; ella sonrió.

-Me encanta el agua…

-Lo sé.

Verónica arrugó el ceño.

-No recuerdo habértelo dicho nunca –Harry sonrió culpable.

-Legeremancia, ¿recuerdas?

Ella quiso enfadarse con él, pero no pudo hacerlo. Sólo acertó a sonreír y a mover la cabeza con un gesto de resignación que hizo sonreír a Harry. Pasaron el tiempo en silencio, Harry consciente de que debía ir a una reunión y consciente de lo que iba a ocurrir a continuación; Verónica sabiendo que algo atormentaba la cabeza de su novio y sin encontrar las palabras para pedirle que se lo contara.

-¿Por qué todo esto me suena a despedida? –preguntó ella abrazando los brazos de él que le rodeaban la cintura.

Harry tardó un rato en responder, consciente de lo que tenía y quería decirle y sin encontrar una forma de suavizar las cosas de lo que debía decir; se encogió de hombros mentalmente porque después de todo, lo dijera como lo dijera, el mensaje iba a seguir siendo el mismo.

-No voy a esperar más; voy a enfrentarme a Voldemort.

-Lo sé –se limitó a decirle ella.

-Y aunque sé que es…. –parpadeó levemente al escuchar la respuesta de ella y el discurso que había preparado para cuando ella le llamara loco o demente o algo parecido, se quedó atorado en su garganta-. ¿Lo sabes?

-Era algo más que evidente, Harry. Es tu destino, tenías que enfrentarte a él y no quiero sonar presuntuosa ni nada por el estilo, pero el que Voldemort haya intentando atentar contra mi vida, creo que te ha impulsado a no esperar más tiempo ¿no?

El chico sólo sonrió y estrechó su cierre sobre la cintura de ella.

-Tengo que terminar con todo esto de una vez… Voldemort, Elea, mis padres… -sonrió con cierta amargura-… yo sólo quería ser un niño normal.

Verónica soltó una de sus manos y la llevó hacia atrás, tanteando a ciegas en el aire hasta que encontró la mejilla de él con ayuda de Harry que se movió ligeramente hacia ella como si un imán lo atrajera hasta la mano extendida de Verónica.

-Tú nunca fuiste un niño normal Harry, pero puedes convertirte en un hombre normal.

-Para eso primero tendré que seguir vivo –bromeó él. La mano de ella se detuvo y dejó de acariciar con suavidad su mejilla y Harry supo que ese era el tipo de comentario que había con Derin, no con ella-; perdona, no quería decir…

-Sí, sí querías decirlo –se removió incómoda hasta lograr que él la soltara y le sonrió con cierta condescendencia-. Y soy consciente de que cabe la posibilidad de que no vuelvas…

Harry se movió con rapidez y vestido como estaba, entró en el agua, quedándose de pie, mojado y serio en el hueco que formaban las piernas abiertas de ella. Tomó el rostro de Verónica entre sus manos y la obligó a mirarle a los ojos.

-Voy a volver, Melian –ella sonrió ante el apelativo-. Te prometo que voy a volver… y si no vuelvo vivo, volveré en espíritu –sonrió-, pero volveré. No voy a dejarte nunca, no podría dejarte nunca.

-Mi madre también me prometió que nunca iba a dejarme –contestó ella sonriendo de forma irónica mientras sentía ganas de llorar y estaba haciendo todo lo posible para no hacerlo.

-Y nunca lo ha hecho –le contestó el chico-. Cada vez que te ríes, cuando te apartas el cabello del rostro, cuando hablas, cuando piensas en ella… cada segundo de tu vida está lleno de ella, Verónica. Nunca te va a dejar y yo tampoco lo voy a hacer.

-Entonces, ¿por qué te estás despidiendo de mí? –preguntó ella sonriente mientras dejaba escapar una lágrima.

Harry apartó la lágrima con el pulgar de la mano y la besó en la frente mientras le susurraba un dulce "cierra los ojos" que ella obedeció sin siquiera dudarlo un segundo.

La sensación de agua en sus pies desapareció, la piedra dura sobre la que estaba sentada se volvió una superficie blanda y el sonido de los pájaros y el aroma de las flores, árboles y plantas abandonó su campo de olfato de forma paulatina y poco a poco.

Un aroma a cereza y esencia de rosa le llegó embriagándola y rodeándola y se extrañó, pero no dijo ni hizo nada que indicase que abriría los ojos. Las manos de Harry seguían aferradas a las suyas y eso la tranquilizaba.

-Ahora sígueme… -susurró el chico de forma ronca en su oído haciendo que se estremeciera.

A tientas, a ciegas, notó como Harry se levantaba y la guiaba a ella para hacer lo mismo. Era una sensación extraña. Sus pies descalzos aún pisaban sobre algo suave, una moqueta quizá. Sus manos estiradas hacia delante, guiadas por Harry que parecía caminar de espaldas a ella y la oscuridad, sólo la oscuridad. Cuando era pequeña había jugado a aquello con su madre; confianza, nunca había podido jugar con su padre.

Entonces, una luz pálida llegó a sus ojos cerrados y en la oscuridad de sus párpados bajados, sintió como la silueta de una persona se formaba frente a ella. Se detuvo y Harry lo hizo, la silueta también.

-¿Harry? –preguntó ella-. ¿Estás blanco?

El chico soltó una carcajada risueña.

-Es mi aura –contestó-. La tuya es naranja, si te sirve de algo.

Verónica arrugó el ceño y la nariz se le frunció automáticamente.

-No me gusta como me sienta el naranja –esta vez la carcajada de Harry fue más alta y escandalosa.

-Pues a mí me encanta –replicó el chico-. Y ahora, antes de que abras los ojos, sólo quiero decirte que no era mi intención que apareciese lo que ha aparecido; sólo quería un lugar donde poder está cómodo y tranquilo contigo, sólo para hablar y abrazarte y besarte –añadió con picardía-, pero no tengo ninguna otra intención, ¿de acuerdo?

Verónica asintió mientras se preguntaba qué era lo que había aparecido para que su novio se estuviese disculpando con ella de aquella forma.

-Bien, abre los ojos –pidió el chico.

Y cuando lo hizo Verónica sonrió, comprendiendo el motivo de las explicaciones de su novio, y es que una gran cama había aparecido en la habitación. Los ojos verdes de Harry buscaron los de ella, en búsqueda de algún gesto o brillo que demostrase que estaba enfadada o decepcionada o furiosa o cualquier cosa. No se sintió decepcionado cuando sólo encontró diversión, cariño y comprensión en los ojos de la chica.

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El guardián alzó la vista del tapiz que estaba observando en aquel momento. Un leve temblor sacudió el lugar en el que se encontraba y una grieta empezó a abrirse camino hacia la entrada del recinto sagrado donde reposaba el cuerpo dormido de Elea. Se sorprendió y la lanza que llevaba en la mano cayó al suelo resonando en el vacío del lugar cuando entró en él.

El manto que cubría la urna de cristal estaba tirado a un lado, como si el temblor lo hubiera sacudido y movido de su sitio completamente; las baldosas que rodeaban el altar estaban cubiertas de sangre y agua; las columnas que rodeaban el ataúd transparente estaban desencajadas y amenazaban con hundirse en las entrañas de la tierra.

Pero era la columna de luz violácea que rodeaba el ataúd lo que hizo que al guardián se le escapase de las manos la lanza y el escudo; y fue esa misma luz la que hizo que se arrodillara ante la señora del mal cuando fue consciente de que el sello de su despertar había sido sesgado.

Y cuando la diosa movió las manos hacia su pecho provocando que la urna de cristal estallara en mil pedazos, el guardián de Elea supo que su final había llegado.

Con una sonrisa se despidió en silencio del mundo, del sol, de la noche y de Ahsvaldry y Okkorton, pues había muerto haciendo lo que más deseaba: ver a Elea despertar completamente.

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Sintió como el pecho de él subía y bajaba de forma descompasada y abrió un ojo para mirarle mientras se alzaba un poco desde la posición en la que estaba. Tal y como sospechaba, Harry se estaba riendo suavemente, o al menos eso parecía aunque en realidad el chico parecía tener un ataque de risa incontrolable.

-¿De qué te ríes ahora? –preguntó ella.

-Si hubiera sabido que diciéndote que iba a buscar a Voldemort hubiéramos terminado como hemos terminado, hubiera ido a buscar a Voldemort cuando me empecé a enamorar de ti –contestó él risueño sin una pizca de la vergüenza que lo caracterizaba en su pasado.

-No es que hayamos terminado haciendo nada más que besarnos –replicó ella sonrojada al recordar el modo y la intensidad de los besos que habían compartido.

(flashback)

-¿Enfadada? –preguntó Harry mirándola a los ojos y observando la reacción de ella.

Verónica se giró hacia el chico y le sonrió mientras negaba con la cabeza.

-Siempre que no sea que tengamos una sesión de sexo lo que tienes en mente ahora mismo, todo bien –le dijo ella.

No se dio cuenta del brillo de diversión y picardía que había aparecido en los ojos del chico y cuando él habló, tampoco notó el tono de diversión mientras rodeaba la cintura de ella con sus brazos.

-¿Y si eso fuera precisamente lo que tengo en mente? –preguntó él juguetón.

Casi se atragantó al contener la carcajada al ver como las mejillas de ella se sonrojaban furiosamente y sus ojos se abrían de forma desmesurada mientras su cabeza empezaba a buscar una excusa que no pareciese excusa y que él no se tomase como un rechazo.

-Sólo tengo quince años Harry –le dijo ella con cierta timidez que al chico le pareció encantadora-. No estoy preparada para… -él enarcó una ceja-. Bueno, sé que te quiero y todo eso pero aún no estoy lista para… Bueno, ya me entiendes –el chico negó con la cabeza y ella perdió la poca paciencia que podría tener en un momento como aquel-. ¡No te rías de mí! –le reprendió dándole un golpe en el brazo y alejándose de él un par de metros.

Espacio que él atravesó con una zancada mientras la tomaba de las manos.

-Perdona, no quería reírme de ti, Verónica, y mucho menos con este tema… -una de sus manos le acarició la mejilla-… pero es que estás preciosa cuando te sonrojas –ella se ruborizó aún más si es que eso era posible-. No quiero acostarme contigo –le dijo él.

Verónica frunció el ceño.

-¿No quieres? –él negó suavemente-. ¿Por qué no quieres?

Y esta vez Harry sí que tuvo que hacer un gran esfuerzo, que le costó un dolor de costillas, para no soltar la carcajada.

-Ven aquí –le dijo guiándola hasta la cama y sentándose en el borde de la misma con una pierna doblada, haciendo que ella le imitase-. No quiero acostarme contigo ahora –añadió-, estoy a punto de enfrentarme a Voldemort y no quiero unirme más a ti para que no sufras si ocurre algo.

-No va a ocurrirte nada.

-Segundo –continuó Harry como si la chica no le hubiese interrumpido-, no quiero acostarme contigo ahora porque dentro de dos horas tengo una reunión y detestaría tener que dejar algo a medias –ella se sonrojó sabiendo lo que aquellas palabras implicaban-, y tercero, no quiero acostarme contigo ahora porque quiero hacerte el amor durante horas enteras, en algún lugar hermoso y en el que tú estés bien y te sientas segura… No quiero perder la virginidad y hacer que tú la pierdas en una habitación de Hogwarts cuando en dos horas tengo que reunirme con gente a la que preferiría no ver nunca más en mi vida y sin saber dónde voy a estar la semana que viene, ¿entiendes?

-Yo creí que…

-Sé lo que creíste –él se echó más hacia dentro de la cama, quedándose sentado en el medio y arrastró a la chica hasta donde estaba él-, y te equivocaste. Me pareces la chica más hermosa y preciosa de todo el mundo mortal… y te deseo más que a nada en el mundo.

Ella le sonrió. Después de aquella declaración sólo pudo sonreírle. Quería decirle cosas, tantas cosas, demasiadas cosas… y sin embargo, ninguna de ellas salió de sus labios. Y siguió sonriendo cuando Harry se inclinó sobre ella para besarla y ella aceptó el beso correspondiéndolo con gusto.

Una de las manos de él se movió con rapidez hacia su espalda y la otra sobre su hombro, inclinándola hacia detrás; ella se dejó hacer, con la seguridad de quien está en brazos de la persona que ama y que sabe que nunca le pasará nada y que todo estará bien mientras él esté allí.

Calor. Hormonas. Desenfreno. Deseo. Cariño. Besos. Ternura. Caricias. Miradas…Y manos inexpertas que encontraron el camino y los lugares en el cuerpo del otro para poder perderse durante minutos, incluso horas.

(fin flashback)

Harry ladeó la cabeza para mirarla.

-¿Sabes que estás preciosa cuando te sonrojas? –dijo más para él mismo que para ella-. Creo que haré comentarios para que te sonrojes –terminó de decir con una sonrisa encantadora.

-Idiota… -le reprendió ella golpeándole suavemente en el pecho intentando sonar ofendida y enfadada pero no consiguiéndolo por estar sonriendo y riendo suavemente.

Harry tomó al vuelo la mano de ella que iba a intentar repetir el golpe y despacio y suavemente, se llevó la mano de la chica a los labios, besándola con gentileza y dulzura.

Era como un imán, o eso pensó Verónica cuando los ojos de Harry se fijaron en ellas otra vez, de nuevo atrapándola en un torbellino de sensaciones indescriptibles que la hacían sentirse plenamente feliz.

-Harry… -susurró ella cerrando los ojos sabiendo que era el único modo de que no quedara atrapada en la mirada de él.

-¿mmm? –fue la respuesta de él.

-Tienes una reunión en dos minutos… -le recordó la chica.

Un bufido resopló cerca de su oído y Verónica sonrió.

-No hemos terminado este asunto –fue la respuesta de él mientras se empezaba a mover y buscaba sus zapatos.

-Ni siquiera lo hemos empezado –contestó ella tumbándose de golpe en la cama.

Harry la miró con una ceja arqueada y ella se sonrojó furiosamente cuando se dio cuenta de lo que había dicho. El chico se tumbó a su lado y se apoyó en su propio brazo para mirarla.

-¿Qué ha sido eso?

-Mala influencia de mi novio –contestó ella aún sonrojada antes de que el chico se inclinara para besarla dulcemente.

Decidiendo que alguno de los dos tenía que tomar el control, Verónica le obligó a salir de la habitación antes de prometerle que iría a la habitación de los dioses de inmediato, aunque si por ella hubiera sido, hubiera estado besándole durante horas, días y noches enteras.

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-¿Dónde está Ainur? –preguntó el Príncipe como fórmula de saludo cuando Derin entró en la sala del trono.

-No he dejado que se enterase del aviso –contestó Derin mirando al Príncipe sabiendo que aquella respuesta no le agradaría en absoluto a Stell.

No se equivocó.

Tan pronto hubo terminado de decir aquello, el rostro de Stell, inclinado hacia unos papeles que tenía sobre la larga mesa en la que estaba ocupado, se alzó para mirarlo con dureza.

-¿No has dejado qué? –preguntó el Príncipe.

-No dejé que la señal de shygard le llegase –contestó de nuevo Derin sin mostrar un ápice de vergüenza en reconocer que había hecho algo semejante.

-He convocado a todos los shyggards y él forma parte de ellos –replicó enojado Stell.

-Con todos los respetos, Príncipe, ambos sabemos que Ainur nunca será como el resto de shyggards.

-Ainur tendría que haberse presentado aquí con sus guardianes –dijo el dios de nuevo-. Al no hacerlo está desobedeciendo una orden directa y está ignorando sus deberes.

-Harry nunca ha ignorado sus deberes ni como persona mortal ni como inmortal. Pero necesita un descanso y no pienso avisarle hasta no estar seguro de que se le necesita en Ahsvaldry, señor.

-¡Soy su abuelo y su Príncipe, me debe lealtad!

Cuando las manos abiertas golpearon la mesa haciendo que varios mapas y pergaminos se moviesen en su sitio, Derin ni siquiera cambió de posición ni apartó la mirada de Stell.

-Y yo su amigo aunque no sea su guardián –señaló el dios mirando fijamente y casi con insubordinación al Príncipe-. Y no voy a permitir que pase un mal rato sin asegurarme antes de que sea completamente necesario.

Stell mantuvo la mirada del dios durante unos minutos. Dos o tres como mucho, pero eso era mucho tiempo en Ahsvaldry. Los ojos de Derin brillaban con fuerza, indicando claramente que no iba a dejar a Harry solo, los ojos de Stell comprendían la importancia de que Ainur estuviera allí. Suspiró. Conocía a Derin desde hacía muchos años y sabía lo terco y testarudo que podía llegar a ser; movió la cabeza y se sentó de nuevo en la silla tras la mesa. Derin se relajó visiblemente.

-Elea ha roto el sello –indicó el Príncipe.

Derin frunció el ceño. Aquello era grave, muy grave; empezaba a entender la insistencia de Stell por la presencia de Harry en todo aquel asunto.

-Eso significa que alguien ha conseguido ponerse en contacto con Elea, ¿cómo es posible?

-Sólo su descendiente puede hacerlo; hemos encontrado sangre de Malfoy en el cuerpo de Angark, si el chico estaba herido y Voldemort consiguió la sangre de Draco Malfoy, sólo necesitó invocar a Elea para que ella lo reconociese y le diese parte de su poder –dijo Stell con voz cansada-. Y si eso ha ocurrido el siguiente paso es abrir un portal para comunicar Okkorton con el mundo mortal… -suspiró resignado-. Quería que Harry lo supiera… Los lobos tenéis que cerrar el portal, Derin, no podemos permitir que los naryns…

-No –se negó en rotundo Derin. Stell le miró-. No vamos a cerrar el portal.

-¿Qué estás diciendo?

-Si Voldemort está planeando atacar el mundo mortal Harry necesitará la ayuda de los lobos allí, no haremos nada aún cerrando el portal desde este lado; abrirían otro sin ningún problema –sentenció Derin masajeándose el puente de la nariz con dos dedos.

-¿Pretendes que los shyggards vayan al mundo mortal? Los dioses no podemos…

-Juraron proteger a Ainur y lo que es más importante, a Harry –le replicó Derin cortándole su discurso-. Los shyggards deben ir al mundo mortal.

Stell cerró los ojos.

-Cuando Lahntra murió, siempre supe que este momento llegaría, el enfrentamiento entre su descendiente y Elea… Pero siempre imaginé que sería aquí, en Ahsvaldry y Okkorton, sin inmiscuir a los mortales en los problemas de los dioses.

-¿No se da cuenta, Alteza, de que los mortales ya están metidos en esto?

Stell no contestó inmediatamente. Derin comprendía el miedo de Stell. Pese a que los dioses vivían muchos más años, Stell ya era mayor, su magia estaba bajo límites normales y su aura no resistiría un viaje al mundo mortal a través los portales, mucho menos una guerra en la Tierra.

-Juro proteger a Harry en el mundo mortal –dijo Derin de forma solemne-, para cubrir el lugar que tú no podrás ocupar en la batalla final.

Stell sonrió a medias. Derin siempre había sido listo, y siempre se había alegrado de que Harry y él se hubiesen hecho amigos a su manera, pero amigos después de todo, el dios protegería con uñas y dientes a Harry hasta la última gota de su sangre. Cuando abrió los ojos para mirar a Derin, su respuesta estaba clara, aún así, Derin no se movió hasta que no recibió la orden.

-Proteged a Harry donde tengáis que hacerlo. Que los dioses guíen vuestros caminos…

-Que Lahntra proteja siempre el tuyo –contestó Derin con la misma formalidad.

Segundos después, el rudo de armas, caballos, gritos y órdenes resonaba en el patio de armas. Los shyggards protegerían a Harry hasta la muerte; nunca lo había dudado.

-Que Lahntra te proteja, pequeño… que Lahntra te proteja…

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Bueno, creo que eso es todo. Nikachan ya os dirá algo más en el proximo capitulo, que lo paseis bien. Ha sido un placer hablar con vosotros, chao.

En el próximo capítulo…

"-Dejadlo en paz, lo necesitamos

-Yo no he dicho nada, Ainur

-No necesito que digáis nada para saber qué estáis pensando

-¿En Ahsvaldry?

-¿Qué me he perdido?

-¿Quiere que hagamos el recuento desde que entró a Hogwarts, señor Weasley?"

"-Me he enterado de lo de tu padre, lo siento.

-Me alegro ver que estés mejor, Parkinson

-¿Por qué eres así con nosotros?

-¿Y de qué me serviría odiaros?

-Que eras diferente"

"-Voy a buscar a Voldemort

-¡Te has vuelto loco!

-No hay ninguna explicación; voy a buscar a Voldemort, no va a morir nadie más si puedo impedirlo , no he reunido a la Orden para pedirles permiso ni tampoco quiero su aprobación. Voy a encargarme de Voldemort antes de que adquiera más poder del que ya tiene.

-Un par de años

-Dos días

-¿Acaso sabes donde está Quién-Tú-Ya-Sabes-Quién?

-Estará donde todo comenzó

-La Orden y los aurors del Ministerios sólo podrán atacar en la zona de mortífagos, ¿está claro?

-Nos estás tratando como si fuéramos magos inexpertos, Potter –protestó una voz al fondo de la sala.

-Son magos inexpertos teniendo en cuenta a lo que se tendrían que enfrentar

-¿Qué haremos Albus?

-No puedo permitir que el mundo conozca a otro Tom Riddle."

"-Bonito recibimiento

-Casi tan bonito como que desaparecieras camino de Ahsvaldry sin decirme nada

-¿Tan mal fue la reunión?

-Peor. Estoy seguro de que Dumbledore trama algo pero aún no sé qué es.

-Verónica tiene que recibir un entrenamiento Harry Y tiene que tenerlo en Ahsvaldry

-Stell convocó a los shyggards

-¿Qué quería mi abuelo?

-Alguien ha abierto un portal y varios naryns están pasando al mundo mortal.

-Voldemort"

"-Erebor estará en Hogwarts por si ocurre algo y tiene que avisarnos Y cuidaré de Verónica como si fuera mi hermana

-El tiempo pasa más rápido en Ahsvaldry

-Dos meses…

-Pero sólo serán dos días aquí, Remus

-No estás en tu mejor magia, ¿verdad Lupin?

-Tengo un mal día

-Pero Weasley las ha diseñado en torno al Valle de Godric, ¿cómo puede Potter estar tan seguro de que Voldemort estará allí?

-Porque quiere terminar con lo que empezó y todo empezó allí

-Se me olvidó preguntarle a Ainur si puedo lanzarles una maldición divina a los chicos

-Aunque a mí también me gustaría hacerlo a veces, no creo que fuera lo más apropiado"

"-Odio los torbellinos de agua

-Sentirás un pinchazo ahora Ahora estarás bien… tu cuerpo se tenía que acostumbrar al ambiente de aquí.

-Este lugar es precioso…

-Bueno, por lo menos no ha dicho que si esto era el cielo

-¿Qué queríais? Tal y como estaba era lo mejor que podía pensar…

-¿Y bien? ¿Estás preparada?"