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Disclaimer: Ni Harry Potter ni Naruto me pertenecen, de lo contrario el Dramione y el NejiTen serían oficiales.
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Disfruten la lectura.
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Capítulo 3. Aparición I
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La semana anterior a las vacaciones de navidad había visto un letrero en la sala común de su casa, no era muy usual que los hubiera por lo que leyó de qué se trataba. Era un anuncio del Ministerio de Magia en el que se hablaba del curso adicional que podía hacerse para aprender la habilidad de aparecer, estaba el valor, que era para estudiantes desde sexto año que cumplieran los 17 antes del inicio del nuevo año escolar. O sea todos los estudiantes de sexto año, aunque también abría la puerta para los de séptimo que no se hubieran inscrito el año anterior o reprobado el examen final.
Las inscripciones se realizarían al regresar de las vacaciones, junto con el pago correspondiente, luego de eso durante 12 semanas un instructor designado por el Ministerio impartiría las clases los sábados. Así que había tiempo para pensar y poder decidir si quería o no aprender dicha forma de transportarse, además si quería pasar sus sábados de esa forma.
El dinero no le preocupaba, su familia era adinerada y si bien al ser menor de edad su tío era quien controlaba sus finanzas y la herencia que le había dejado su fallecido padre, le daba el dinero más que suficiente para que comprara lo que quisiera. Lo que lo tenía pensando era si quería o no aprender a aparecerse. Si bien era una forma de transporte eficiente, tenía sus riesgos de hacerse mal y requería un nivel de magia avanzado para poder dominarla, por eso no cualquiera se inscribía a las clases. Era bien sabido que el riesgo de hacerla mal nunca dejaba de estar allí y que algunos magos veteranos habían sufrido alguna vez en su vida una despartición.
En el tren de regreso a la ciudad para posteriormente ir a la mansión escuchó a sus compañeros hablar al respecto, ni Hidan ni Sasuke estaban interesados en aprenderla, según ellos los medios tradicionales de transporte eran suficientes y tampoco pensaban pasar todos los sábados por un par de meses en una clase adicional cuya nota ni siquiera era requisito para graduarse. Él todavía lo estaba pensando, considerando precisamente los medios de transporte usuales no le gustaban mucho.
No era gran fanático de volar en escoba, lo primero es que las grandes alturas le daban un poco de aversión, lo segundo es que el viento mientras volaba hacía que su largo cabello se enredara y siempre al aterrizar debía dedicar al menos un par de minutos para devolverlo a su aspecto habitual. Los trasladores eran muy prácticos y rápidos, eso no lo podía negar, pero tenían la limitación que de no haber sido aprobados y puestos en su lugar previamente, no se podían usar, es decir, dependían que el traslador estuviera en su lugar, la ruta ya existiera y eso limitaba bastante los lugares a los cuales podía dirigirse. El otro medio usual era la Red Flu, o viajar entre chimeneas conectadas por medio de los polvos Flu, en su concepto eso ni siquiera debería ser una opción para ningún mago que se preciara de serlo.
Bueno, debía corregirse, el llegar al destino cubierto de cenizas no siempre ocurría. Lamentablemente no todos los magos hacían un correcto mantenimiento y limpieza de sus chimeneas, por lo cual él solía evitar usarlos. Aunque al ser menor de edad era el medio más rápido cuando debía acompañar a su tío a algún lugar, además no requería una licencia. Porque para aparecerse se requería una licencia dada por el Ministerio solamente al aprobar el examen.
Su tío odiaba los autos encantados porque decía que eran poco prácticos, sabía que tenía la licencia para aparecerse pero no le gustaba hacerlo. No le iba a preguntar el porqué, tan solo decidió que sí tomaría las clases, aprender algo nuevo no le caería mal. Era importante que también sería una buena forma de entretenerse los sábados y para cuando fuera mayor de edad ya elegiría entre sus opciones el cómo se transportaría.
El ambiente en la mansión no había cambiado mucho, cuando él había empezado su segundo año su prima Hinata había llegado al colegio para su primer año. Recordaba perfectamente que desde su mesa había prestado atención al momento en que su prima pasó a la silla del sombrero seleccionador, tuvo que disimular su reacción cuando escuchó la voz resonar con un claro "Hufflepuff". Ni siquiera lo había dudado o tardado más tiempo como con algunos estudiantes, por ejemplo él mismo el año anterior, y por su mente solo pasaba las posibles implicaciones que eso iba a tener cuando su tío se enterara.
Hinata era la primera Hyūga que no iba a Slytherin, no solo eso, había quedado en la casa que Hiashi siempre describía como el hogar de los mediocres. Los comentarios en ese momento por parte de sus compañeros no se hicieron esperar en cuanto a ser una decepción, por su parte no lo diría en voz alta, pero admitía que jamás había logrado imaginar a su prima con el verde característico de su casa. Por eso la había buscado y hablado en privado, viendo que ella parecía feliz justamente por no haber sido enviada al nido de víboras. No la culpaba, se requería una personalidad muy fuerte para sobrevivir allí.
No es que él pensara que Hinata no tenía personalidad, era solo que su carácter era demasiado noble. Y ante la forma que su padre la rechazaba tan solo había bajado la cabeza pero no se veía tan afectada como había creído que lo estaría, ella quería ser fiel a sí misma y al recuerdo que tenía de su madre, la mujer siempre había sido bondadosa y ella no dejaría de serlo por ningún motivo. Su plan en el momento que terminara el colegio y cumpliera su mayoría de edad igual era irse, poder buscar un lugar en el cual ser ella misma.
Hiashi no había gritado ni enviado una carta vociferadora, ante todo conservaba las apariencias frente a los demás y no dejaba traslucir la verdadera molestia por tener una hija que en su concepto había deshonrado el apellido. Jurando no volver a dirigirle la palabra y que la desheredaría, no podía echarla de la casa por prevenir que alguien investigara el porqué había una bruja menor de edad vagando por ahí, pero era claro que ni bien cumpliera los 18 no quería volver a verla. Mostrando en los escasos momentos que padre e hija se cruzaban en la mansión que para el hombre era casi intolerable respirar el mismo aire, desviando toda su atención hacia su hija menor, Hanabi, y hacia él dicho sea de paso.
Desde esas vacaciones de navidad de su segundo año había quedado claro que ahora su tío depositaba sus esperanzas en él, que era su responsabilidad representar y mantener en alto la reputación de la familia. Por eso siempre había la constante responsabilidad de tener notas casi perfectas en sus asignaturas, incluyendo que en su quinto año cuando tuvo que presentar los TIMO, tuviera la constante presión por no reprobar ninguna materia y que su nota más baja fuera un "Supera las expectativas", un "Aceptable" no sería permitido bajo ningún concepto.
Al parecer su tío también empezaba a hacer planes de lo que sería su futuro una vez se graduara, había escuchado al hombre mencionar en una reunión con otros magos que le interesaba incursionar en el área política, tener un Hyūga por primera vez como Ministro de Magia. Era ese el momento en que la idea de su prima sobre irse a un lugar donde pudiera ser ella misma no le sonaba del todo descabellada, él no quería ser Ministro, él quería poder vivir en alguna de las visiones que el espejo le daba.
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Cuando había encontrado el espejo de Oesed en su tercer año lo había considerado una tontería, recordando la frase que había leído en un libro, «Hombres se han consumido ante él, sin saber si lo que han visto es real o siquiera posible.». Esa vez había creído que era completamente imposible que algo semejante ocurriera y que de llegar a ocurrir era porque el mago o bruja se lo merecía por dejarse cegar por imágenes falsas.
Y entonces había visto esa primera visión, a la fecha había perdido la cuenta de todas las cosas que había visto en el espejo, pero esa primera la recordaba perfectamente. Esa primera vez que había visto el rostro de su padre sonriendo con orgullo en su dirección, con su rostro completamente limpio y sin ninguna de las marcas que la viruela de dragón le creó a medida que la enfermedad avanzaba. En cambio tenía lo que parecía ser el inicio del cambio de color en su cabello, esa aparición de unas cuantas canas que denotaban los años que pasaban y que ya no era tan joven como antes. Su corazón había palpitado acelerado durante todo el tiempo que estuvo allí de pie sumergiéndose en lo que veía sin saber qué pensar exactamente.
Esa vez había regresado a su habitación, pensando al respecto mientras se decía que todo era falso y no valía la pena desgastar su mente en eso. Sin embargo dos semanas después había regresado, de alguna forma buscando volver a tener esa sensación que lo había invadido en el tiempo que duró la visión y que en ninguna otra circunstancia tenía.
La cantidad de veces al mes que iba se fue aumentando a medida que sus años en el colegio iban pasando, pasando a no ser al mes sino a la semana. Ahora en su sexto año iba casi a diario, siendo escasos los días de la semana que faltaba porque ese era el único lugar en el que lograba tener paz y de alguna forma recargarse a sí mismo para poder continuar con su vida.
Por esa razón había ido allí el viernes tras terminar su jornada, al día siguiente empezaban las clases de aparición y estaba hastiado de escuchar a Sasuke y Hidan hacer comentarios despectivos sobre los que tomarían dicha materia, incluyéndolo. Que se burlaran de él o lo molestaran no era una novedad, le daba lo mismo y de alguna forma así funcionaba su amistad con ellos. Aunque bueno, él no definiría su relación con ellos exactamente como una amistad, era algo más como el andar con ellos por el simple hecho de compartir habitación y no pasársela completamente solo durante el año escolar.
Debía tener en cuenta también que era una amistad mayormente basada en que todos eran de familias antiguas en el mundo mágico, por lo tanto solían coincidir en reuniones que se hicieran por fuera del colegio y a la que asistieran sus padres, o su tío en su caso. Todos de grandes apellidos de familias cuyo linaje se mantenía puro, eso era lo que más remarcaban Hidan y Sasuke mientras veían con desprecio a los otros estudiantes, farfullando entre ellos cada tanto que el mundo mágico estaba decayendo al permitir que los sangre pura se mezclaran con los sangresucia y estuvieran plagando todo de mestizos.
Los Hatake, que eran la familia de Hidan, eran una familia antigua aunque no tanto como los Hyūga. En las reuniones siempre se jactaban de Kakashi, el hermano mayor de Hidan, y como había conseguido volverse el profesor más joven del colegio al ser todo un prodigio en las transformaciones. El peliplata mayor era un reconocido animago que desde 3 años atrás se había convertido en el profesor de Transformaciones y eso implicaba que al peliplata menor esa materia ahora no le gustara, evitando incluso entrar. Él no tenía hermanos, por lo tanto no podía identificarse del todo con la rivalidad que mostraba su compañero.
Probablemente podría decir que el tema de tener hermanos era algo complicado en sí, no solo pensando en sus primas y la rivalidad que siempre había intentado crear Hiashi al mostrar cierta preferencia por Hanabi, y posteriormente dejando de hablarle a Hinata por lo de ser una Hufflepuff. Sino que otro claro ejemplo de las rivalidades entre hermanos eran justamente los hermanos Uchiha.
Itachi se había graduado al tiempo que Kakashi, y si bien muchos se referían al Uchiha como un prodigio también, el hombre no había mostrado interés en la docencia ni en trabajar para el Ministerio de Magia, había preferido irse a vivir a otro país y dedicarse al estudio de los dragones. Eso dejaba toda la atención de Fugaku en Sasuke, presionándolo constantemente para que tuviera notas excelentes igual que su hermano mayor, a la vez que le decía que debía elegir una carrera que tuviera mejor futuro. Y claramente como cualquier familia de sangre puras, esperaban que ayudara a mantener el linaje puro y se involucrara lo menos posible con seres inferiores.
Por eso Hidan y Sasuke se llevaban tan bien, congeniaban en lo de tener la presión de un hermano mayor que los opacaba y en que sus familias eran puristas. Bueno, de hecho los Hyūga, Hatake y Uchiha podrían haber sido cortados con la misma tijera, Hiashi también era un purista y más de una vez le había mencionado que su deber era seguir enaltecer el apellido y conservar su importante linaje puro. Pero de nuevo, a él no podría importarle menos algo tan absurdo como la sangre.
Esa mañana de sábado al despertarse respiró profundo, le gustaba la perspectiva de aprender algo nuevo, y por su mente pasaba el hecho que más que querer aprender a aparecerse le llamaba más la atención lo opuesto, desaparecerse.
Saber que llegado el momento podría simplemente desaparecer y de ser posible dejar esa vida que no le gustaba atrás.
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¡Ahhhhh! No saben lo que planea mi cabeza al tener a Hidan y Kakashi como hermanos.
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Recuerden que sus comentarios, sugerencias y demás son bien recibidos en un review. Como siempre les recuerdo que tengo twitter (idamariakusajis) e instagram (idamariakusajishi) por si les interesa darse una pasada.
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Att: Sally K
