Este fanfiction es del tipo Yaoi, lo que significa que se describen escenas de amor, romance, sexo y violación entre hombres. Si el tema no es de tu agrado, te pido cordialmente que te retires. Estás avisado, no acepto reclamos.
Hasta el fin del mundo
by Emiko Mihara
Capitulo nueve "SUEÑO"
La luz del sol entraba por las enormes ventanas de la habitación. Él estaba recostado boca abajo, con las sábanas tapándolo hasta un poco menos de la cintura. Su torso moreno estaba desnudo, su cabello castaño revuelto y enredado, y sus labios se curvaban en una sonrisa satisfecha.
La luz comenzó a acercarse, ganando terreno en la habitación, hasta por fin subir por el costado de la cama. Iluminó primero tenuemente la madera oscura y las cortinas de seda azul, para luego acercarse más e iluminar las sábanas blancas y celestes, el torso del durmiente y por fin, su rostro. El resplandor no tardo en tornarse molesto.
Bostezó con ganas, estirando un poco la columna, para comenzar a sentir el mundo alrededor de él. Un peso suave rodeaba su espalda, descansando sobre sus hombros, lejos de las sábanas. Y algo más, cálido, se movía lentamente debajo de él. Su cabeza descansaba en el pecho de alguien, que respiraba de forma pausada y tranquila, y le rodeaba los hombros con un brazo, mientras él lo abrazaba por la cintura.
Entreabrió los ojos de forma cansina y vislumbró algo blanco cerca de él, pero el resplandor no lo dejó enfocar la mirada. Cerró los ojos de nuevo, aunque ya estaba despierto por completo y podía sentir todo. Esperó unos minutos y volvió a abrir los ojos. El resplandor ya había subido más allá de su cabeza y ahora podía ver enfrente de él.
Fuera quien fuere, tenía la piel extremadamente pálida, pero eso no fue lo que más llamó su atención. En el brazo derecho, debajo del codo, tenía una cicatriz. Relucía con matices carmín bajo la luz del sol que entraba por la ventana. Movió apenas su mano y recorrió la marca escarlata con la yema de sus dedos. El cuerpo debajo de él se estremeció ante el contacto.
- ¡Que raro! Te despertaste temprano. – dijo una voz por encima de su cabeza. Giró un poco el cuello y se encontró con una mirada color océano y una melena dorada. No podía equivocarse, reconocería esos ojos en el mismo infierno.
- Yu... ta... ro... – balbuceó, casi fuera de sí. Antes que el rubio agregara algo, enterró el rostro en el pecho blanco y lo abrazo con fuerza, intentando no llorar a causa de la repentina emoción que le invadía el pecho.
- ¿Qué pasa¿Yahiko¿Tuviste una pesadilla o algo así? – comenzó a preguntar el rubio preocupado por su koi.
- Yu... Yutaro... ¡Yutaro, sos vos! - lloraba sobre su pecho y con cada movimiento leve, se aferraba más a él. El rubio sonrió.
- Tranquilo... Está bien... – comenzó a susurrar Yutaro, acariciándole el pelo despacio - ¿Queres... comer algo¿Queres que... te traiga el desayuno? – preguntó en tono tierno.
Ya respirando más tranquilo, pero aún con los ojos húmedos, Yahiko lo miró y asintió despacio.
- Perfecto. Espera acá tranquilo¿si? -
Yutaro se levantó de la cama y el moreno se sonrojó al ver que estaba completamente desnudo. El rubio caminó hasta una silla y se vistió con una bata de seda azul. Antes de salir, se giró y dijo:
- Voy a tardar un rato, kirei. Recuerda que hoy todos los criados tienen el día libre. – y salió cerrando la puerta.
Ahora estaba solo. Ahora podía poner toda su fuerza en recordar como había llegado allí. Sus ojos marrones cayeron en la ventana y se levantó, cubriéndose con las sábanas bicolores, para mirar a través de ella. Estaba en el segundo piso de una enorme casa, tal vez una mansión. Los enormes y colosales jardines se extendían por cientos de metros terminando abruptamente en unas altas rejas negras. Más allá de ellas, una calle gris, circulada por cientos de vehículos.
Giró sobre sí y se encontró cara a cara con un espejo enorme. Se vio reflejado en él y contuvo un gritito de asombro. Se acercó y apoyó su mano en el cristal. Estaba frío. Luego se tocó el rostro, aún mirando el espejo.
«¿De verdad soy yo?» se preguntó confundido.
Su piel era suave como la de Yutaro. Sus manos no tenían marcas ni cayos por las practicas con shinai. Su cabello estaba sedoso y desenredado, tanto que sus dedos no quedaban enganchados en él. No estaba fuera de forma, solo delgado y no tenía los músculos marcados que había ganado después de años de entrenamientos.
- ¿Qué fue lo que pasó? – murmuró volviendo a tocar el cristal del espejo.
Todo era muy confuso pero poco a poco comenzaba a recordar. Regresó a la cama y se acostó, tapándose con las sábanas hasta el cuello. Todo empezó a tener sentido después de unos minutos. Cerró los ojos con fuerza y se dejó llevar por el pasado...
FLASHBACK START------»
- ¿Estas seguro que quieres hacer esto? – le preguntó Kaoru estando en el andén. Yahiko, de pie frente a ella, miró por sobre su hombro a Yutaro, que lo esperaba junto al señor Tsukayama.
- Aa... No quiero dejarlo solo... En parte es mi culpa que este así. -
- No se preocupe por nada, Yahiko-kun. – dijo Kenshin con una sonrisa que el moreno respondió.
- Bien... Creo que ya es hora. – comenzó a despedirse oyendo el silbato del tren a Kyoto, de donde zarparía el barco a Alemania.
- Cuídate onegai. – le susurró Kaoru abrazándolo con fuerza – Y recuerden que siempre tendrán un lugar en el dojo Kamiya. – siguió, abrazando a Yutaro.
- Nunca lo olvidaremos, sensei. – dijeron los dos chicos con una reverencia. Luego, subieron al tren...
Esperaba en un largo pasillo blanco. Hombres y mujeres, vestidos del mismo color, caminaban entrando y saliendo de las habitaciones, llevando medicinas, papeles o acompañando pacientes. Estaba en uno de los mejores hospitales de Berlín, esperando un milagro.
«Onegai... Onegai... Tiene que salir bien... Onegai...»
Hacía más de tres horas que esperaba allí y ya no soportaba la incertidumbre. Quería saber que había pasado. ¿Estaba bien¿Lo habían... curado?
- Gnade Herr... (Disculpe señor) – le murmuró una joven enfermera - ¿Está usted con Herr Tsukayama? – preguntó.
- Sí... ¿Está bien? – preguntó de inmediato, poniéndose de pie. La enfermera sonrió.
- Sí, ya salió del quirófano. Aún esta bajo los efectos de la anestesia, pero puede pasar a verlo si lo desea. -
Yahiko asintió y la siguió hasta una habitación en el tercer piso del hospital. Entró con cuidado y en la cama, en el centro de la habitación, estaba Yutaro acostado, durmiendo.
- Yutaro... – musitó, sentándose a su lado, tomándole la mano curada. El rubio se movió apenas y abrió los ojos, encontrándose con él.
- Yahiko... – habló con voz melosa y tono tranquilo y cansado - No... No te... ¿Fuiste? -
- No... Jamás voy a irme.. Te lo prometo. – respondió con una sonrisa emocionada al borde del llanto...
Yutaro estaba en su cama. Yahiko sentado junto a él, lo ayudaba a cortar la comida.
Hacía más de un mes de la operación y Yutaro estaba haciendo terapia de rehabilitación, para aprender a controlar de nuevo su brazo. Poco a poco recuperaba la función de su mano y comenzaba a mover y tomar objetos con ella. Aún así, los doctores decían que aún faltaba mucho.
- ¿Tienes sed, Yu-kun? – preguntó Yahiko acercándole el vaso de agua, pero Yutaro gruñó.
- No soy un bebé, puedo tomar solo. – agregó agarrando el vaso con su mano derecha, pero antes de que se diera cuenta, se le resbaló por entre los dedos, cayendo al piso, haciéndose añicos.
- ¡Ah! No te preocupes, yo lo limpiaré. -
- ¡Demonios! – gritó Yutaro, tirando la bandeja al suelo también. Ahora además de los vidrios del vaso, había pedazos de porcelana y comida en el piso.
- ¡Yutaro! – exclamó Yahiko - ¿Porqué haces eso? –
- ¡Basta¡ESTOY HARTO¡HARTO DE QUE ME AYUDES A COMER¡HARTO DE QUE ME AYUDES A BAÑAR¿PORQUÉ LO HACES¿PORQUE NO ME DEJAS SOLO? – gritó mirando al moreno con los ojos vidriosos.
Yahiko se quedó de pie sin apartar la mirada del rubio y sin decir nada. Luego suspiro y acercándose a la cama, volvió a sentarse a su lado.
- No te dejo solo... Porque te lo prometí... ¿No lo recuerdas? -
El rubio no respondió, solo se quedó mirándolo, intentando entender, hasta que por fin dijo:
- ¿Solo... por eso? - Yahiko sonrió.
- No... También por esto. – y acercándose más al rubio, lo beso.
Fue lento y torpe. El primer beso para ambos. Unos segundos nada más, luego se habían separado.
- Yahiko... – musitó el rubio y antes que el moreno dijera algo, lo tomó de los hombros y lo besó de nuevo, pero esta vez más rudo y rápido que antes...
Una noche especial: dos años desde que vivían en Alemania y seis meses desde que eran novios. Yutaro ya había avanzado muchísimo en la terapia. Los médicos decían que su evolución había sido milagrosa, pero solo el rubio sabía que todo era gracias a Yahiko. De haber estado solo, no habría logrado nada.
La mansión estaba en penumbras y muy silenciosa. Solo en un balcón, del segundo piso, se veía algo de movimiento: dos jóvenes estaban allí, sentados en una mesa, cenando a la luz de las velas. Se sentía el romance y el amor entre ellos.
- Esta delicioso. – elogió la comida Yutaro, sabiendo que el moreno se había pasado casi toda la tarde en la cocina. Yahiko se sonrojo y respondió asintiendo levemente.
Acabada la cena, Yahiko se levantó diciendo que iría a buscar el postre, pero Yutaro se le adelantó, tomándolo de la cintura por la espalda.
- Yu-kun... tengo que ir a... buscar el postre... – intentaba hablar entre besos.
- Todo el postre que quiero esta acá. – ronroneó el chico ojos de gato, besándolo en los labios, empujándolo delicadamente hacía adentró de la habitación.
Se dejaron caer en la cama, entre besos y caricias. Yutaro comenzó a quitarle la ropa a Yahiko, sin abandonar la labor de besar y acariciar cada pequeño rastro de piel morena que quedaba al descubierto...
FLASHBACK END------»
Abrió los ojos repentinamente. Estaba sonrojado y respiraba rápido. Esa última noche en sus recuerdos...
«Fue anoche... Yutaro y yo...» hasta pensarlo le daba vergüenza, pero la idea y los recuerdos no lo incomodaban, le gustaban.
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- Adelante. – respondió Yahiko sentándose en la cama.
Yutaro entró en la habitación con una bandeja de madera repleta de comida. Se acercó a la cama y sentándose junto a Yahiko, comenzaron a desayunar juntos. El moreno no tardó en devorar las tostadas con mermelada, aún cuando estaban un poco quemadas. Había comenzado a tomar la taza de té cuando sintió la mirada fija de Yutaro sobre él.
- ¿Qué pasa? – inquirió levantando el rostro para ver al rubio.
- Yahiko... Yo... Quería preguntarte si... – Yutaro bajó la mirada unos segundos y un leve sonrojo se apoderó de sus mejillas. Volviendo a mirar al moreno, continuó – Si vos... ¿Te arrepentís de lo de anoche? – dijo por fin.
El moreno lo miró en silencio, para luego sonreírle.
- Por supuesto que no me arrepiento.- respondió en tono suave, quitando la bandeja de la cama y poniéndola en la mesa de luz – Y te lo voy a demostrar... –. Se acercó gateando hasta el rubio y lo beso con cariño rodeándole el cuello con los brazos.
Las manos de Yutaro lo abrazaron por la cintura y lo acercaron más a él, siendo lo único que los separaba las sábanas que cubrían al moreno desnudo. El rubio fue inclinándose a un lado, acostando a Yahiko sin dejar de besarlo, quitando las estorbosas sábanas, acariciando el estómago y los costados del moreno con sus manos. Arrodillándose por un instante, Yutaro se quitó la bata de seda y la arrojó al piso. Se inclinó sobre Yahiko y comenzó a besarlo otra vez, mientras el moreno le rodeaba la cintura con las piernas. La boca del rubio lamía con ansias el cuello moreno mientras las manos de Yahiko jugaban con unos mechones de pelo rubio.
- Yu... kun... – medio gimió el moreno al sentir la excitación del rubio rozar su estomago. Bajó con una de sus manos por el pecho de Yutaro y comenzó a acariciarlo despacio, acción que el rubio respondió con una serie de gemidos en su oído.
- Ahhh... Ya... Yahi... Ahh... Para... Ahh... – trató de detenerlo Yutaro – Voy a... Espera... Ahh... -
Yutaro alejó las manos del moreno de su pene y sosteniéndolo por las muñecas le dijo que se estuviese quieto. Yahiko sonrió divertido y empujando al rubio, cambió las posiciones. Ahora él estaba sentado sobre Yutaro.
- No me gusta que me digan lo que tengo que hacer... Ya deberías saberlo, Yu-kun. -
El moreno se recostó sobre él rubio y comenzó a lamer su pecho y sus pezones. Movía su cadera de a momentos, consiguiendo deliciosas descargas por todo el cuerpo, que Yutaro acompañaba gimiendo quedamente. Los labios húmedos de Yahiko bajaron por el cuerpo níveo del rubio, hasta llegar al destino final. Lamió delicadamente el miembro de Yutaro, envolviendo el tronco con sus manos, besando la cabeza, pasando su lengua, fogosa, por todo lo que podía.
Yutaro se cubría el rostro con los brazos, pero no podía ocultar cuanto le gustaba. Sus gemidos eran cada vez más incomprensibles, y los movimientos de su cadera, más notorios. Le gustaban demasiado las atenciones del moreno. Demasiado.
- Ya... Yahi... ko... Pa... ahahaahh... raahhh... ah... ah... ¡AHAHAHAAAH! -
Su boca se inundó del liquido blanquecino. Era caliente y salado, pero no le desagrado, era parte de Yutaro. Lo tragó todo y miró extasiado al rubio frente a él. Parecía a punto de llorar. Aún mantenía los brazos sobre su rostro y su pecho subía y bajaba en agitada respiración. Parecía querer hablar, pero cada vez que abría sus labios, solo conseguía que uno o dos suspiros salieran de ellos.
- ¿Estas bien Yu-kun? – preguntó el moreno recostándose a su lado.
Yutaro quitó sus brazos, mostrándole su rostro sonrojado y sus ojos cerrados. Su cabello pegado a su rostro, por las cristalinas y brillantes gotas de sudor. Una gran sonrisa en sus labios.
Antes de agregar nada, Yutaro se sentó sobre él, haciendo que el moreno lo mirara desconcertado.
- ¿Qué vas a...? – empezó en tono inseguro, pero Yutaro le impidió seguir, poniendo uno de sus dedos sobre los labios del morocho.
- Anoche te me entregaste por completo, kirei... – masculló mientras levantaba su trasero, apoyándose en el estomago del moreno – Ahora... Es mi turno. – y bajando lentamente, comenzó a empalarse en el miembro de Yahiko.
- Nh... Yu.. ta... Ah... ro... – articuló Yahiko, tomando al rubio de la cintura, ayudándolo a bajar más despacio, para que no le doliera.
Yutaro terminó de empalarse y tuvo que mantenerse quieto varios minutos, para intentar acostumbrarse a ese ardiente dolor que le recorría las entrañas. Sus manos estaban cerradas en puño, apenas apoyadas sobre el estomago de Yahiko, que esperaba pacientemente a que el rubio hiciera el primer movimiento. Con un suspiro leve y apoyando las palmas sobre el moreno, Yutaro se levantó un poco, no pudiendo acallar un quejido y varias lágrimas de dolor.
- Yu.. taro... – sonó la voz de Yahiko y una suave caricia en su mejilla le hizo abrir sus ventanas océano – No... No tenes que... hacerlo... -
El moreno estaba sentado, apoyado sobre uno de sus brazos y acariciaba el rostro del rubio con su mano. Limpiaba las lágrimas con su pulgar y le sonreía, tratando de transmitirle seguridad y confianza. Yutaro lo miró unos segundos y se dejó caer hacía abajo, empalándose por segunda vez. Cerró los ojos deprisa, para no dejar escapar más lágrimas, pero otra vez escuchó la voz del moreno y no pudo contenerlas más.
- Si te duele... – empezó Yahiko, pero el rubio negó con la cabeza.
- ¡No! A vos... también te dolió, lo sé. – aseguró, mirándolo a los ojos – Aún así... Aún así... – y sin decir más lo besó, abrazándose a él.
Sin cortar ese tibio y sincero contacto, Yutaro intentó volver a levantarse, pero el dolor volvió a golpearlo de inmediato. Yahiko se dio cuenta por lo tenso que se puso. Lo tomo de las caderas y lo ayudó a mantenerse en el aire, a mitad de camino.
- Si te duele... – intentó de nuevo, pero Yutaro volvió a negarse de inmediato.
- Ya te dije que... no me... importa... – respondió apretando los dientes.
Yahiko suspiró. El rubio era muy terco a veces. Sosteniéndolo por la espalda, lo inclinó hacía atrás despacio, hasta estar recostado en la cama.
- ¿Ya... Yahiko? – inquirió viendo lo que el morocho hacía.
- Así no te va a doler tanto... – explicó.
Tomándose de las manos, Yahiko terminó de retroceder y empujó lento adentro del rubio, que no pudo evitar contraerse.
- No... No hagas eso... – jadeó Yahiko, volviendo a retroceder – Te puedo lastimar. -
Yutaro trató de relajarse, aún cuando el dolor era demasiado para él. Yahiko vaticinó que el rubio volvería a contraerse, pero le sorprendió cuando no lo hizo. Así, por fin pudo comenzar a envestirlo, aunque lo hizo despacio en un comienzo.
Para sorpresa de Yutaro, el dolor fue desapareciendo, dejándole espacio al placer. Un placer aún más grande que el que había sentido la noche anterior, al hacer suyo a Yahiko. Sentía sus entrañas arder y repentinamente, una quemazón en su miembro, que lo hizo notar cuan excitado estaba ya.
- Ya... hiko... – medió gimió, arañando al moreno en la espalda.
Yahiko trató de parar un poco la marcha acelerada que había alcanzado, pero sin lograrlo, tomó entre sus manos el miembro del rubio y comenzó a masturbarlo al mismo ritmo frenético en que lo envestía.
- Yahi—ko—más... as...aaahh... asííí...siii -
- Yu—ta—ro—ah-aah-voy-ah—a-ah—ya—m-e—¡AHAHHAHAAHHH! – gimió en un gritó descargándose dentro del rubio.
Sintió el liquido caliente en su estómago y supo que Yutaro también se había corrido. Se dejó caer rendido sobre él, su respiración acompasándose con la del rubio. Pronto sintió que todo a su alrededor perdía fuerza y se quedó dormido en medio de un mar de placer y colores.
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Se acercó con paso lento, ante la atenta mirada de los presentes y se arrodilló juntó a la cama de la clínica. Tomó la mano del moreno entre las suyas, inclinó su rostro y rompió a llorar en silencio. Sus lágrimas caían en los vendajes manchados de yodo y apoyó su rostro en el pecho del durmiente.
- Yahiko... Volví... Volví por ti... Como prometí. – murmuró entre lágrimas.
Una suave mano morena se elevó y acarició un mechón de cabello dorado. Él levantó su mirada océano y se encontró con sus pares caoba, abiertos perezosamente.
Capitulo nueve
SUEÑO
- OWARI -
"Rurouni Kenshin" © Watsuki Nobuhiro, 1996
"Hasta el fin del mundo" © Emiko Mihara, 2006
