Hola a todos, aquí SilentDrago. Gente, en este nuevo capítulo empezamos como terminamos el anterior: con la pregunta de Nagisa a Chiyo. ¿Qué responderá esta? Las respuestas aquí. Abajo nos vemos con más.
Elle me donne rendez-vous
―Chiyo-chan, ¿te gustaría tener una cita con Tamao-chan?
La pequeña peliazul abrió los ojos y la boca con sorpresa; no esperaba que Nagisa le sugiriera algo así.
―Eh…, Nagisa-oneesama… ¿es en serio?
―Muy en serio. Creo que tienes todo lo necesario para estar con Tamao-chan: eres bonita, tranquila, dulce, amas los libros… Piénsalo, podrían formar una pareja muy linda.
―Este…, Nagisa-oneesama…
Era verdad que a Chiyo le agradaba Tamao y se llevaba bien con ella. Sin embargo, si le dieran a elegir, habría elegido como su pareja ideal a su senpai pelirroja. Si no fuera porque esta ya tenía a Shizuma, intentaría algo con ella sin dudarlo.
―… Agradezco la confianza en mí, pero… creo que tienes una opinión equivocada. Yo no soy la persona que Tamao-sama merece… No creo ser digna de ninguna chica.
Nagisa se sintió un poco desanimada al escuchar a Chiyo hablar así. Esperaba que su kouhai pensara en la posibilidad al menos, pero ni siquiera eso.
―Chiyo-chan…
―Todavía puedo ayudarte con tu misión, pero… no, yo no soy la adecuada.
Aunque decepcionada, Nagisa aceptó la negativa.
―Está bien. Yo solo pensé en ti porque vi que ella y tú podrían congeniar, pero si no quieres, no te obligaré.
No le quedaba más alternativa a la pelirroja que buscar a otra candidata.
Esa noche, Chiyo tuvo un momento para reflexionar sobre su situación. La verdad era que, al igual que Tamao, era una «viuda de Nagisa». Sin embargo, sus sentimientos por ella no fueron tan fuertes como para causarle un corazón roto. Aun así, y aunque apoyaba la relación entre la pelirroja y Shizuma, le habría gustado ser ella la dueña de los suspiros de la primera.
«No lo sé… Quizás… Quizás deba darle una oportunidad a Tamao-sama. Sigo creyendo que no soy la mejor opción y que ella es mucho mejor que yo, pero… tal vez sí pueda surgir algo entre nosotros. Ella me agrada, yo le agrado… No lo sé…».
A Chiyo le costó quedarse dormida, pero llegó a una conclusión: quería ayudar a sus apreciadas senpai así como ellas lo hicieron cuando llegó a la colina, y con un poco de suerte, podría encontrar el amor también.
Nagisa y Tamao caminaban por los pasillos de Miator en dirección a su salón.
―Tamao-chan, no era necesario que me despertaras tan repentinamente ―dijo la pelirroja, bostezando.
―No pude evitarlo. Aunque adoro ver la cara de Nagisa-chan mientras duerme, no es bueno retrasarse.
Tamao podía estar en un proceso de desenamorarse de Nagisa, pero eso no significaba que no la admiraría o que le dejaría de hablar como antes.
―… Bueno, eso es cierto.
En su trayecto, las chicas se toparon con la pequeña Chiyo.
―Buenos días, Chiyo-chan.
―Buenos días, Nagisa-oneesama y Tamao-sama.
Antes de que las mayores hablaran de nuevo, la de segundo año decidió hacer acopio de valor y dijo:
―Eh, Tamao-sama… ¿te gustaría tener una cita conmigo? Digo, si no te molesta.
La aludida se sorprendió de escuchar a su kouhai pedirle una cita, pero la más sorprendida era Nagisa, quien no esperaba el repentino cambio de opinión de Chiyo.
«¿Chiyo-chan?».
―¿Podrías repetir lo que dijiste, Chiyo-chan? ―preguntó Tamao, sin convencerse.
―Que… ―bajó la mirada― si te gustaría tener una cita conmigo, Tamao-sama.
La mayor veía el manto de la duda en la menor; era obvio que a esta le costaba mantener el poco coraje que tenía.
―Pero, ¿segura de que eso es lo que quieres?
―La verdad…, no. ¡No me malentiendas! No creo que sea problema… El problema soy yo. Jamás podría estar a la altura de alguien tan impresionante.
Al ver a su kouhai humillarse sola, la presidenta de Miator decidió hablarle con honestidad:
―No creo que seas un problema, Chiyo-chan. Pienso que eres una chica encantadora.
―¿En serio?
―En serio. Y eso no es todo: tienes muchas cualidades que agradarían a cualquiera. Tal vez no estés segura de tener una cita, pero yo sí. Acepto salir contigo.
La menor se llevó la mano al pecho y lanzó un suspiro: se había deshecho de un enorme peso.
―¿Te parece bien el sábado? ―preguntó Tamao.
―Eh, sí, sí.
Tras acordar los detalles, Chiyo se despidió de sus senpai y se dirigió a su propio salón.
―Vámonos, Nagisa-chan. No queremos llegar tarde.
―Ah, sí.
Mientras caminaban, la pelirroja pensaba:
«En serio me sorprendió que Chiyo-chan cambiara de opinión. Bueno, no importa: me alegra ver que muestra interés en Tamao-chan».
De forma inconsciente y despreocupada, sonrió, sin darse cuenta de que su amiga peliazul la miraba de reojo.
«¿Tuviste algo que ver, Nagisa-chan?», pensó a su vez.
Pasaron los días y finalmente llegó el ansiado sábado.
Tamao esperaba a las afueras del Dormitorio Fresa. Vestía un vestido corto color celeste, nada demasiado llamativo, pero sí acorde a la ocasión. De tanto en tanto se pasaba la mano por su azulado cabello en un intento por verse lo mejor posible; no podía dejar nada al azar.
«Calma, Tamao Suzumi, calma. Recuerda que esta es solo una posibilidad. Chiyo-chan por el momento es solo una kouhai, una amiga. Espera a ver qué ocurre hoy antes de decidir cualquier cosa».
En eso, apareció la peliazul menor.
―Buenos días, Tamao-sama.
Chiyo también usaba un vestido corto, solo que de un color más oscuro. No se veía especialmente distinta, pero de alguna manera acentuaba su encanto natural.
―Buenos días, Chiyo-chan. ¿Lista para irnos?
―Eh…, sí.
Las chicas comenzaron a caminar a la entrada de la colina.
No había ningún plan trazado, solamente hacer lo que les viniera en gana. Con eso en mente, se dirigieron a la ciudad cercana a Astraea.
―Entonces, Chiyo-chan, ¿hay algo que te gustaría hacer primero?
―Bueno…, yo… ―No sabía qué decir.
―… Mejor veamos cuando lleguemos allá.
―S-Sí.
―Por cierto, te ves adorable el día de hoy, Chiyo-chan.
El halago de la peliazul mayor hizo que la pequeña se sonrojara y se pusiera nerviosa.
Al llegar a la ciudad, las dos empezaron a recorrer las calles. La conversación entre ellas se daba, pero era un poco difícil; Chiyo no sabía muy bien de qué hablar, por lo que Tamao era la que llevaba el hilo. Eso fue algo que la ojimorada notó casi al instante.
―Chiyo-chan, ¿estás bien?
―Eh, eh… Sí, sí, estoy bien. Es solo que… nunca antes he tenido una cita con alguien; no sé cómo actuar.
―Yo tampoco he tenido una cita antes, Chiyo-chan.
―¡¿En serio?! ―preguntó sorprendida―. Pero si Tamao-sama es una chica muy popular.
―Nunca me he considerado tan popular ―respondió restándose méritos―. Yo también he tenido momentos en los que la soledad me ha golpeado… y duele ―dijo mientras pensaba tanto en lo ocurrido con Nagisa como en los tres años sin compañera de habitación.
―¡Oh! ¡Lo siento mucho, Tamao-sama! ¡Yo no quería…!
―Descuida, no te sientas mal por ello. Pero hoy es un día para disfrutar, así que hablemos de cosas más felices, ¿bien?
―Bien.
Ninguna de las dos deseaba que los ánimos decayeran, por lo que el flujo de la conversación cambió.
Mientras caminaban, las chicas vieron varios locales, sin entrar en ninguno. Eso siguió así hasta que distinguieron una librería de aspecto interesante. Sin dudarlo, se animaron a echar un vistazo.
En las primeras estanterías estaban los best sellers, los que muchas veces no destacaban por su calidad literaria. En vez de concentrarse en ellos, Tamao y Chiyo fueron a revisar las estanterías de los clásicos, mucho más del gusto de ambas, sobre todo de la mayor.
―¿Qué clase de libros te gustan, Chiyo-chan?
―… Pues… no tengo predilección por un género en particular, pero… creo que elegiría las novelas.
―A mí también me gustan mucho las novelas. Ya sabes que mi género favorito es la poesía, pero yo leo de todo.
―Lo sé… Recuerdo que gracias a ti eligieron hacer Carmen en el Festival el año pasado, Tamao-sama.
―Carmen es una de mis historias favoritas. Tenía muchas ganas de verla como nuestra obra de teatro escolar, y a pesar del contratiempo que tuvimos, todo salió genial. Nagisa-chan se veía preciosa como la protagonista, igual que Chikaru-sama.
―Es verdad.
Tamao recordó que quedó deslumbrada por Chikaru en su oportunidad, aunque, por supuesto, cuando Nagisa tuvo que reemplazarla, toda su atención se centró en ella; el amor hizo de las suyas.
―Ambas se lucieron… ―Un velo de tristeza cubrió los ojos de la peliazul mayor, de lo que se percató casi al instante―. Pero mejor hablemos de otras cosas. Mira, encontré un libro de poesía interesante.
Tamao extrajo un tomo de uno de los estantes: era una colección de los poemas de Safo de Lesbos.
―¿Safo? ―preguntó Chiyo.
―Una de las poetas más importantes de la Grecia clásica. Se ha especulado mucho acerca de la verdadera naturaleza de su obra, pero se cree que reflejaba el amor que sentía por las mujeres. Es por ella que a nosotras nos llaman lesbianas.
Chiyo se mostró sorprendida; realmente Tamao era una erudita cuando se trataba de literatura.
―Lástima que la mayoría de sus escritos se perdieron y otros nos llegaron fragmentados, pero hay uno que está completo y que, supongo, debería estar en este libro.
La ojimorada comenzó a ojear las páginas y se topó con el poema que buscaba: el Himno en honor a Afrodita.
―Aquí está.
―¿Puedes… leerlo, Tamao-sama? ―pidió Chiyo. Se notaba muy interesada en el tema y quizás así podría conectar de mejor manera con su senpai.
―¿Por qué no? Después me dices qué te pareció.
La presidenta de Miator cerró los ojos por un momento como si quisiera que las musas de la Antigüedad le dieran su bendición y procedió a leer:
¡Oh, tú en cien tronos Afrodita reina,
Hija de Zeus, inmortal, dolosa:
No me acongojes con pesar y tedio
Ruégote, Cripria!
Antes acude como en otros días,
Mi voz oyendo y mi encendido ruego…
En la declamación de Tamao se notaba el ansia, el deseo ardiente de encontrar el amor. Estuvo a nada de quebrarse, pero logró contenerse.
―Tamao-sama, ¿te sucede algo?
―No es nada, Chiyo-chan ―respondió tratando de quitarle dramatismo al asunto―. Es solo… que mis deseos por una pareja me jugaron una mala pasada.
La menor acarició la espalda de la mayor en un intento por sosegar su ambición; todavía quedaban algunas horas de cita y los ánimos no podían decaer tan pronto.
Chikaru caminaba por los pasillos del Dormitorio Fresa. Ya lo había decidido: haría su movimiento para conquistar el corazón de Tamao.
«Creo que debería mostrarle un poco más de interés, pero tampoco convertirme en una acosadora o algo así. Con mantener mi actitud de siempre bastará».
En eso topó con Nagisa, a quien vio sola.
―Buenas tardes, Nagisa-chan.
―¡Ah! ¡Chikaru-san!
―Es raro verte sola los fines de semana. ¿Dónde está Tamao-chan?
―Ella fue a la ciudad. Está en una cita con Chiyo-chan.
Escuchar que su colega de Miator estaba con otra chica la inquietó, incluso sintió una leve punzada en su corazón. Sin embargo, mantuvo la compostura; ella no era de las que hacía escenas de celos.
―Quizás algo bueno podría salir de esto.
―… Quizás ―dijo Chikaru con una sonrisa algo triste.
Si bien la pelinegra sentía una gran atracción por la peliazul, no quería convertirse en un obstáculo en lo que respectaba a la relación entre esta y Chiyo. Si llegaba a concretarse un romance entre ambas, lo aceptaría. Le dolería, pero lo aceptaría.
«Supongo… que debería esperar un poco y ver qué pasa antes de actuar», pensó calmadamente, aun cuando en su corazón se palpaba el temor.
Hasta aquí por ahora. No olviden dejar sus reviews.
Como ya deberían saber a esta altura, los títulos de los capítulos derivan de canciones, pero en este caso, hice una pequeña modificación. El tema realmente se llama «Il me donne rendez-vous», de la cantante francesa Nathalie Santamaria; pero si dan cuenta, cambié el artículo de Il (él) a Elle (ella). Las razones son obvias. Por cierto, el título original significa algo así como 'Él acuerda una cita conmigo'.
No profundizaré mucho en las referencias a Safo, ya que Tamao lo dijo todo. Por cierto, como anécdota, antes de ver la serie, yo no sabía que Carmen era originalmente una novela. Sí había oído de la ópera (que, por cierto, vi después en Youtube).
Sin nada más que decir, SilentDrago se despide de momento.
