Hola, soy Emiko Mihara, la autora. Es la primera vez que voy a decir algo, así que intentaré ser breve, por que no soy buena con esto. Quiero dar las gracias a todos los que leen y dejan review (y a los que leen y no dejan también) Muchas muchas gracias por su apoyo. Si tienen dudas, no duden en dejar un review con ella: los contesto todos.
Eso es todo. Espero disfruten este capitulo. Besos de Emiko.
Este fanfiction es del tipo Yaoi, lo que significa que se describen escenas de amor, romance, sexo y violación entre hombres. Si el tema no es de tu agrado, te pido cordialmente que te retires. Estás avisado, no acepto reclamos.
Hasta el fin del mundo... Y siempre... Un día después
by Emiko Mihara
Capitulo once "DESPERTAR"
Las olas rompían con fuerza contra la pequeña embarcación, pero no lograban frenarla ni obligarla a aminorar la marcha. El cielo estaba completamente negro y las estrellas titilaban de manera muy similar a como lo hacían los pequeños faroles de papel, el día de los difuntos, cuando atravesaban flotando el río.
Sanosuke estaba apenas apoyado en la baranda del barco, viendo su figura aparecer y borrarse una y otra vez, en la superficie del agua. Bostezaba de vez en cuando, pero le resultaba normal no lograr conciliar el sueño con tanto movimiento.
"Por que para mí, Yahiko significa eso... Y muchísimo más."
Las palabras de Yutaro seguían repitiéndose en su mente, que parecía no entender, o más bien, no querer entender porque el rubio se las había dicho...
FLASHBACK START --------»
- Yu-kun... ¿Vos...? – trató de preguntar, pero el rubio se puso de pie de inmediato y le dio la espalda.
- No hay tiempo para hablar de eso ahora. Hay que preparar todo. – dijo en tono calmado y respetuoso.
Sanosuke se puso de pie y se limpió las lágrimas con la manga de la chaqueta. Luego, trató de preguntar otra vez, pero obtuvo el mismo resultado. Yutaro solo lo ignoró y llamó a una tal "Eva", casi en un grito:
- ¡EVA¡EVA! -
A los pocos minutos, la puerta se abrió y la anciana que recibiera a Sanosuke hacía un rato, entró despacio y con andar educado a la habitación. Caminó hasta Yutaro y bajó la cabeza en una pequeña reverencia ante él. Luego y sin mirarlo a los ojos ni levantar su rostro, le preguntó:
- ¿Was möchten Sie, Junger Herr(¿Qué desea, joven?) – preguntó la anciana en perfecto alemán.
- Decile a Schized que venga ahora. También quiero que vengan los demás y vos, Eva. – le respondió Yutaro en tono tranquilo. La anciana respondió con un 'Ja' y salió de la habitación.
No pasaron más de tres o cuatro minutos antes de que Schized y varios jóvenes más entraran a la habitación, tal como Yutaro había ordenado. La última en llegar fue la anciana Eva, que cerró la puerta detrás de ella antes de reunirse con los otros.
- Bien. Escúchenme, porque solo lo diré una vez. – advirtió Yutaro.
Se había sentado en uno de los sillones con el fuego a sus espaldas, mientras Sanosuke observaba desde un rincón casi oculto de la habitación.
- ¿Was ist los Junger Herr Yutaro? – preguntó uno de los jóvenes criados frente a él. Vestía igual que Schized, solo que arriba del uniforme traía un delantal blanco de cocina.
- Eva... – llamó a la anciana, que se acercó hasta él e hizo una leve reverencia.
- Junger Herr... – murmuró y se quedó de pie al lado de Yutaro.
- Schized... – llamó el rubio al joven conductor, que obedeció de igual manera que la anciana: se acercó y con una reverencia, respondió:
- JaHerr Tsukayama. – y tomó su lugar junto a Eva.
- Müller... – llamó luego Yutaro y un joven robusto, de largo cabello caoba atado en una coleta, se acercó hasta él, lo saludó con una venia y se colocó del lado contrario a Eva y Schized.
Sanosuke miró unos segundos a ese tal 'Müller'. No parecía ser mayor que él, pero su mirada marrón era muy sombría y dura, muy similar a la de Battosai. A diferencia del resto de los criados, su ropa era totalmente negra.
- Voy a viajar a Tokyo. – respondió por fin Yutaro sin cambiar el tono calmado de su voz – Solo Eva, Schized y Müller vendrán conmigo. Los demás se quedaran aquí en la mansión, cuidando que nadie, ni siquiera mi padre, sepa de mi partida. -
Los criados no dijeron ni acotaron nada. A Sanosuke le parecía increíble que tuvieran que obedecer a un mocoso de trece años como lo era Yutaro.
- Es todo. Retírense. – les ordenó. En pocos minutos solo quedaron cinco personas en la habitación: Yutaro, Sanosuke, Eva, Schized y Müller.
- Sano-kun... – lo llamó el rubio y el luchador se acercó hasta estar frente a la chimenea, junto a Yutaro – Ella es Evangeline Midstar. - la presentó – A sido algo así como mi nana desde que salí de Alemania. – explicó.
- Es ist mir ein Vergnügen, (Es un placer) Herr Sagara. – lo saludó la anciana, bajando la cabeza y Sanosuke le devolvió la cortesía con una reverencia.
- Ya conoces a Gregory Schized... – dijo Yutaro y el joven mayordomo y conductor de los Tsukayama saludo a Sanosuke con la cabeza.
- ¿Wie geht es Ihnen? (¿Cómo está?) – murmuró cuando Sanosuke pasó cerca de él y el luchador asintió sonriendo, creyendo entender que le preguntaba si estaba bien.
- Y él... Es Herman Müller. – dijo Yutaro acercándose al morocho – Es mi guardaespaldas. – aclaró, mientras Sanosuke extendía la mano en saludo, pero sin que Müller le devolviera el favor.
- Mje... Mucho gusto. – dijo Sanosuke entre dientes, cerrando la mano en puño – Ore wa Sagara Sanosuke. – se presentó.
- Sagara Sanosuke. – repitió Müller, hablando por primera vez – Veintidós años. Residencia: Tokyo, Japón. Familia: padre: vivo; madre: fallecida; hermana menor, viva; hermano menor, vivo. Nombres: todos desconocidos. Paraderos: todos desconocidos. – continuó como un autómata, sorprendiendo tanto a Sanosuke como a Yutaro.
- ¿Familia? – repitió Yutaro y levantó la mirada al rostro del luchador, que quitó rápidamente su expresión de sorpresa y la suplanto con una sonrisa despreocupada, un tanto prepotente.
- Averiguaste bastante... Pero de todas formas te equivocaste. – respondió Sanosuke – Mi familia esta muerta. – y mirando a Müller duramente a los ojos, este asintió.
- Ja... – murmuró el guardaespaldas, entendiendo a que se refería el luchador – Gnade Herr. – se disculpó con Yutaro realizando una venía – No volverá a ocurrir. -
- Eso espero, Müller. – dijo Yutaro, aún viendo de soslayo a Sanosuke.
- Herr Tsukayama... ¿En verdad irá a Japón? – preguntó Schized, cuidando el tono de su voz.
- Ja, Schized. Un buen amigo mío tiene problemas y debo asistir a ayudarlo en todo lo que pueda. – dijo enseguida el rubio – Partiremos en una hora, así que por favor, ve a preparar todo. – ordenó y luego de responder, el joven conductor se retiró.
- Junger Herr... ¿Por cuánto tiempo será? – inquirió Eva esta vez y el rubio le respondió que lo que fuera necesario. Eva se disculpó con el rubio y se retiró para preparar el equipaje.
- Müller... Espera afuera. – ordenó Yutaro y con un leve asentimiento, el guardaespaldas se retiró de la habitación.
Sanosuke se había alejado del rubio, apoyándose levemente en la chimenea, con la mirada clavada en el fuego crepitando. No parecía alterado en ninguna forma, pero de todas formas, Yutaro sintió que debía preguntar.
- Sano-kun... – lo llamó y la mirada de luchador se clavó en él - ¿Vos... tu... familia...? – intentó preguntar, pero algo en Sano le dijo por favor que no lo hiciera.
El silencio los rodeo y se mantuvo durante varios incómodos minutos en que ni siquiera se miraron. Finalmente, Sanosuke miró al rubio con una sonrisa renovada y le preguntó como viajarían a Japón.
- En barco, claro. – respondió Yutaro como si le preguntara una tontería.
- Arghh... – gruño Sanosuke al recordar el largo mes de viaje que había tenido en el buque - ¿No existe una forma más rápida? – pregunto un tanto exasperado. Yutaro lo observó.
- ¿No crees que cinco días es rápido? – sonrío levantando una ceja. Sanosuke le devolvió una expresión confundida.
--------» FLASHBACK END
Sanosuke no pudo evitar un poco la risa al recordar su propia incredulidad cuando Yutaro le dijo que tenía un barco muy rápido que podía llevarlos a Japón en diez días y que con Schized al mando, ese tiempo disminuía a la mitad. Cuando fueron al puerto, la incredulidad de Sanosuke se convirtió en sorpresa. El barco en cuestión tenía unos cincuenta metros de eslora y de babor a estribor tenía unos quince metros. Cuatro camerinos, cocina y baño, eran las otras habitaciones además de la cubierta de mando. Dos barcos salvavidas aún cuando con uno alcanzaba para todos...
Río un poco más, pero pronto se volvió a quedar callado. Era la noche del cuarto día de viaje. Faltaba tan poco para que pudiera volver a ver a Yahiko que el estomago le daba vueltas de emoción anticipada y un poco de preocupación también.
- Demonios... – farfulló metiendo las manos en los bolsillos de su hakama.
Caminó por la cubierta hasta la sala de mando en donde Schized estaba de pie detrás del timón, con la vista clavada en el horizonte, totalmente concentrado. Sano se apoyó en el marco de la puerta y se cruzó de brazos, dispuesto a ver cuanto tiempo podía quedarse ahí parado antes de que el joven alemán reparara en su presencia.
En su camarote, Yutaro revisaba uno de los libros que había llevado consigo. Por más que lo quisiera, que lo deseara con todas sus fuerzas... Los síntomas que describía Megumi, lo llevaban una y otra vez al mismo diagnostico.
Suspiró cansado y cerró sus zafiros con fuerza mientras pasaba las manos entre sus mechones dorados, tirándolos para atrás.
Se puso de pie, golpeando el pequeño escritorio con las palmas abiertas al mismo tiempo que la silla se caía por la brusquedad del movimiento. Sin abandonar el apoyo que la mesa le ofrecía, sus puños se cerraron y su rostro bajó hasta que su cabello calló adelante, tapándolo por completo. Su respiración se agitó mientras sus hombros se sacudían y apretaba más fuerte sus párpados, intentando que ninguna lágrima escapara de sus ojos ya nublados.
- Ya... hiko... – llegó a pronunciar en voz ahogada mientras las primeras lágrimas caían sobre la madera del escritorio. Frente a él, apoyada contra la pared y sostenida por un libro, descansaba la vieja foto que le sacara al moreno antes de irse a Alemania.
- Nein... Im Ernst (de verdad) ¿Hace cuanto está ahí? – insistió Schized quitando su mirada esmeralda del horizonte por solo un segundo para dirigirla a los ojos marrones de Sanosuke, que le sonreía.
- Ya te lo dije... Fueron unos... ¿Quince minutos? Veinte cuando mucho... – intento calcular viendo la expresión de terror en el hermoso rostro del alemán.
- ¿Veinte minutos? – repitió alarmado. Si hubiera dependido de él, hubiera soltado el timón en ese instante y le hubiera ofrecido una reverencia al luchador, pero como no podía, se limito a disculparse con palabras: - Gnade, Herr... Im Ernst... No fue adrede... – murmuró avergonzado.
- Número uno: ya no importa. En serio. Y número dos¿qué te dije de tratarme de usted¡No me gusta! – dijo Sanosuke haciéndose el enfadado, provocando que Schized se sintiera más avergonzado - ¡Ya te dije que soy yo el que debería de tratarte de usted! -
- Natürlich nicht(¡Claro que no!) – se apresuró a decir Schized, mordiéndose la lengua después por haber gritado.
- ¿Porqué no? – le preguntó Sanosuke acercándose hasta él. Schized dio vuelta la cara para que Sanosuke no tuviera oportunidad de verlo a los ojos.
El silencio se apoderó del lugar y Sanosuke repitió su pregunta, solo que con un tono más serio que antes:
- ¿Porqué no puedo tratarte de usted? -
- Por que no es correcto. – le respondió una voz que no era la de Schized. Sanosuke se giró y se encontró con Yutaro en el marco de la puerta.
- He—Herr Tsuka—yama... – murmuró Schized y de inmediato clavó la mirada en el frente y sus manos se aferraron con fuerza al timón.
- Schized¿Cómo va el rumbo? – inquirió el chico y el mayordomo asintió.
- Also (pues bien), Junger Herr... Si mis cálculos no fallan, tocaremos puerto en la mañana. – respondió un poco más tranquilo, al menos su voz.
- Gut (bien)... Sano-kun... Acompáñame. Necesitamos hablar. – dijo el chico rubio retirándose y el luchador no vio más opción que seguirlo. Justo antes de salir de la sala de mando, se giró para ver a Schized, pero este no le dijo nada.
Se abrió paso por la cubierta hasta llegar ante la puerta de un camarote semiabierta en donde Yutaro lo aguardaba sentado en una silla frente a la cama. Sanosuke entró cerrando la puerta detrás de sí y se sentó frente al rubio, sobre la cama.
- ¿Qué... Qué pasa Yu-kun? – inquirió el luchador preocupado por la mirada del chico. Ahora estaban tan serca que podía ver lo que antes la oscuridad y la distancia le habían impedido: los ojos de Yutaro estaban colorados, como si hubiera... llorado... mucho.
- Quería hablarte... de Yahiko. – murmuró despacio.
- Ya sabes lo que tiene¿ne? – preguntó el luchador y el rubio asintió.
- Él... Por lo que explicó Megumi en las cartas... Estoy casi seguro que lo que sufre Yahiko es un estado que en Europa se conoce como 'Coma'. – comenzó la explicación, intentando no demostrar cuanto le dolía decirlo – El cuerpo esta encerrado en un sueño muy profundo y no responde a los estímulos exteriores. Los pacientes que son diagnosticados pueden pasar semanas, meses... – tragó en seco y dirigió una mirada casi desesperada a Sanosuke – Incluso... años inconscientes. –
- ¿Años! – casi gritó Sanosuke parándose de repente.
El rubio asintió y bajó la mirada intentando respirar lo más profundo que podía para impedirles a las lágrimas recorrer el mismo camino que recorrieran solo unos minutos antes. Sanosuke volvió a sentarse y refregándose el rostro con las manos primero, trató de pensar.
- ¿No... No hay nada que podamos hacer para...? – y se detuvo en la mitad de la pregunta. Yutaro negó con la cabeza y levantó sus zafiros nublados y oscuros:
- No hay nada que podamos hacer... – murmuró y viendo que Sanosuke estaba a punto de dejarse llevar por la desesperación, tragó en seco y agregó - ... más que confiar en su fuerza y su deseo de vivir... -
Yutaro pasó las siguientes tres horas en su camarote, explicándole a Sanosuke las diferentes complicaciones que podían surgir a causa del coma. Le explicó que las escaras en la piel de Yahiko, se habían formado por que la sangre no fluía con normalidad a causa de la falta de movimiento del cuerpo por un periodo tan prolongado y que entonces, esta se acumulaba en las articulaciones, provocando lo mismo que un golpe (en el sentido en que se acumula la sangre en un solo lugar por la rotura de vasos sanguíneos) solo que la cantidad de sangre es mayor, por lo que lo resultante es más grave que un simple hematoma.
Pasaron tanto tiempo discutiendo los cómo, los cuándo y los porque, que cuando quisieron darse cuenta, ya había amanecido. Salieron juntos del camarote y al asomarse por la cubierta no pudieron hacer más que sonreír, mitad de alegría y mitad de alivio, cuando vieron el puerto de Tokyo. Dos horas después, habían anclado.
Yutaro le dio dinero a Eva y a Schized para que pagaran el costo del muelle y consiguieran un automóvil y les dio indicaciones para que lo alcanzaran en la clínica cuando hubieran terminado. A Müller no le dio ninguna tarea, ya que se negaría, empeñado en acompañarlo a todos lados.
Sanosuke comenzó a correr y Yutaro lo siguió, ya que no recordaba con exactitud las calles de la ciudad. Un poco más atrás, el guardaespaldas los seguía de cerca.
Mientras tanto, en la clínica de Megumi, estaban todos presentes.
Durante la pasada noche, Yahiko había levantado temperatura, lo cual había empeorado su estado con el correr de las horas. Temiendo lo peor e incapaz de hacer algo para evitarlo, Megumi mando llamar a Kenshin y Kaoru, solo para que estuvieran presentes...
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- ¡Cómo no podes hacer nada! – le gritó Kaoru a la kitsune, que solo atinó a bajar la mirada - Sos doctora. ¡Hace algo! – le exigió la joven embarazada.
- Yo... – murmuró la mujer y levantó su pálido rostro – Gomen nasai, Kaoru-san... – y unas cuantas lágrimas rodaron por sus mejillas – Yo... No hay nada que pueda hacer... Si sigue así... Él va a... Yahiko va a... – pero no pudo continuar. El llanto se le hacía incontrolable.
- Iie... Es mentira... – murmuró Kaoru retrocediendo unos pasos - ¡ES MENTIRA! – gritó cerrando los ojos con fuerza, sacudiendo los brazos, iracunda, perdiendo el equilibrio de repente, siendo atrapada por Kenshin antes de hacerse algo.
- Kudasai Kaoru-san... Pensa en el bebé. – pidió el pelirrojo y Kaoru comenzó a llorar en su pecho. El vagabundo la calmó con susurros y miró de soslayo a la médica, que lloraba en silencio frente a ellos.
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Todos estaban en la habitación. Kenshin y Kaoru se mantenían cerca de la cama, el pelirrojo abrazando a su esposa embarazada. Cerca de la ventana, Soujiro lloraba en el pecho de Aoshi, siendo incapaz de hablar desde que Megumi los mandara llamar. La médica y Oguni, se mantenían en la sala contigua. Debían cuidar a los otros pacientes, pero de todas formas entraban a cada hora a revisar a Yahiko, para ver si mejoraba. Tsubame no estaba presente: Megumi creyó mejor evitarle el sufrimiento a la adolescente, por lo menos por ahora.
- ¿Qué... Qué hora es...? – murmuró despacio Soujiro, elevando su mirada café hasta los oscuros zafiros del Okashira.
- Son... veinte para las diez. – respondió el pelinegro, mirando el reloj de péndulo del pasillo, visible por la puerta entre abierta.
- ¿Crees...? – susurró el tenken llamando la atención de su amante - ¿Crees que Sanosuke vuelva? – pregunto en tono ilusionado.
- Tal vez... Pero no hoy. – aseguró Aoshi. Era duro, lo sabía, pero no podía mentir. No a su koi.
El silencio regresó a la habitación, hasta que un estrépito desde la entrada los hizo sobresaltar a todos.
- ¿Qué... fue eso? – murmuró Kaoru, pero su esposo no respondió.
En la sala común y de espera de la clínica, se distinguían dos figuras altas y una mediana. Megumi salió hasta allí desde su consultorio por el ruido y se le cortó la respiración al ver de quien se trataba.
- ¿Yu... Yutaro? – balbuceó. El rubio estaba frente a ella, de pie, apoyando las manos en sus rodillas, respirando con dificultad por la carrera que había tenido hasta allí.
- M—eh—g-u—mi—do-n—de-s—t-á—Ya—h-i—ko— - logró articular el rubio entre jadeos por aire. La médica tembló de pies a cabeza.
- Él... está mal... – dijo y Yutaro contuvo la respiración, igual que Sanosuke.
- ¡NANI! – gritó el luchador, avanzando hasta la mujer - ¿Cómo que está mal? – dijo tomándola del brazo - ¿Qué paso? - le exigió una respuesta sacudiéndola un poco.
- ¡Tiene fiebre! – gritó Megumi zafándose del morocho – Le cuesta respirar. ¡No sé cuanto puede aguantar así! -
Yutaro caminó hasta estar junto a ella.
- ¿Dónde está? - repitió su pregunta con voz calmada, casi ida.
Megumi no respondió, solo se giró y comenzó a caminar por el pasillo, hasta la última puerta. Entró y el rubio y el morocho la siguieron.
Yutaro se acercó con paso lento, ante la atenta mirada de los presentes y se arrodilló juntó a la cama de la clínica. Tomó la mano del moreno entre las suyas, inclinó su rostro y rompió a llorar en silencio. Sus lágrimas caían en los vendajes manchados de yodo y apoyó su rostro en el pecho del durmiente.
- Yahiko... Volví... Volví por ti... Como prometí. – murmuró entre lágrimas.
Una suave mano morena se elevó y acarició un mechón de cabello dorado. Él levantó su mirada océano y se encontró con sus pares caoba, abiertos perezosamente.
- Yu... ta... ro... – murmuro la voz ahogada de Yahiko. Luego sonrió.
Kaoru comenzó a llorar; igual lo hizo Soujiro, mientras Aoshi lo abrazaba con fuerza; Kenshin sonrió tranquilo y calmado; Megumi se cubrió la boca con las manos y continuó llorando, ahora de felicidad: después de seis semanas... Yahiko había despertado.
Capitulo once
DESPERTAR
- OWARI -
"Rurouni Kenshin" © Watsuki Nobuhiro, 1996
"Hasta el fin del mundo" © Emiko Mihara, 2005/06
