Este fanfiction es del tipo Yaoi, lo que significa que se describen escenas de amor, romance, sexo y violación entre hombres. Si el tema no es de tu agrado, te pido cordialmente que te retires. Estás avisado, no acepto reclamos.
Hasta el fin del mundo... Y siempre... Un día después
by Emiko Mihara
Capitulo doce "QUIMERA"
Pasaron casi cinco minutos después de ese leve balbuceo antes de que otro sonido además del llanto de tranquilidad sonara en la habitación de la clínica.
- Yu... kun... – repitió Yahiko tragando con dificultad. Se llevó a duras penas una mano a la garganta, dando a entender que le dolía.
- ¿Eh? Aa... Megumi-san ¿Puedes traer agua? – pidió Yutaro girándose apenas a ver a la médica.
- Hai. – fue la simple respuesta de la mujer, que salió deprisa por la puerta, volviendo casi de inmediato con una pequeña jarra y una taza para darle de beber al joven samurai.
Mientras la médica llenaba la taza con el líquido fresco, casi frío, Yutaro sentó a Yahiko en la cama, apoyándole la espalda en varias almohadas, para poder darle de beber de forma más cómoda. Le acercaron la taza de agua e inclinándola levemente lo hicieron beber todo su contenido.
- Yahiko... ¿Cómo... te sentís? – inquirió el rubio, acercándose más al moreno.
El rubio no esperaba que le contestara de forma completa. Sus estudios en Europa le habían enseñado que la mayoría de los pacientes que despertaban después de algunas semanas de inconsciencia, perdían la capacidad de habla si no incluso la capacidad de moverse por sí solos.
- Es... toy... bi... ien... – respondió entrecortadamente el moreno, devolviendo una mano a su garganta. Ese ínfimo balbuceo le había costado un gran esfuerzo.
- Quédate tranquilo... No te esfuerces. – dijo Megumi acercándose a él y por la expresión en el rostro moreno, pareció ser el primer momento en que Yahiko reparara en la presencia de la médica.
- ¿Me—gumi? – dijo de un tirón. La médica le sonrió.
Sus ojos entreabiertos vagaron lentamente por la habitación, deteniéndose en cada una de las miradas sobre él. No evitó sentirse confundido por la presencia de Soujiro y Aoshi, más aún cuando notó que el Okashira rodeaba la cintura del tenken con ambos brazos.
- Tranquilo Yahiko-kun... Está en la clínica. – dijo de repente Kenshin, conteniendo a duras penas a Kaoru que de seguro quería arrojarse sobre el adolescente para abrazarlo con todas sus fuerzas.
- Yahiko... – murmuró la embarazada estirando su brazo hacia él.
- Kao—ru... Ken—shi—n... – balbuceó esta vez.
El moreno no borró la sorpresa de su rostro al ver a la pareja. Es más, la intensificó para luego suplantarla con una sonrisa un poco cansada al bajar su mirada.
- Kao—ru... – la llamó lento - ¿Cuan—do...? – y levantó su mano a duras penas, señalando al vientre redondo de la morocha.
Todos se extrañaron ante la pregunta. ¿Acaso no recordaba el embarazo de Kaoru?
- Yahiko... ¿Doushita? – inquirió Sanosuke acercándose al moreno. Se arrodillo junto a la cama y lo tomó de la mano que Yutaro ya no sujetaba.
El moreno lo miró a los ojos, completamente confundido para luego quitar su mano del agarre del mayor. Giró su rostro y miró al rubio.
- Yu—kun... – balbuceó - ¿Po-or—qu-é—es—tá-n—aqu-í? – inquirió.
Todos intercambiaron miradas confundidas y Sanosuke se sintió un tanto herido por la actitud distante del moreno hacia él. Parecía ser como si no lo hubiera visto en años. Como si no se conocieran como se conocían.
- Yahiko... ¿No te acordás de nada? – preguntó el rubio mirándolo a los ojos. El moreno le devolvió otra mirada confundida.
- Re—cuer—do... – balbuceó, pasando la lengua por sus labios antes de continuar – la... man—si-ón-n... -
- ¿Qué mansión? – interrumpió Kaoru asustando a casi todos. Yutaro la miró y le pidió solo con los labios que aguardara un momento ha que Yahiko les explicara.
- ¿Yahiko...? – lo alentó y el moreno intentó continuar.
- Tu... – cerró los ojos y suspiró – Nue-s—tra-a... man—si-ón-n... – aclaró el moreno mirando al rubio.
- ¿Yutaro? – lo llamó Megumi en tono preocupado, pero el rubio se mantuvo en silencio.
- Bien... Está bien Yahiko... – concedió finalmente el rubio sonriéndole, ante la sorpresa general – Mejor descansá un poco... No es cuestión de que derroches tus fuerzas... Hablaremos más mañana¿esta bien? – inquirió y el moreno asintió levemente.
Antes de que Yutaro se levantara de la cama, Yahiko le pidió que se acercara un poco más a él y cuando estuvo lo suficientemente cerca de su rostro, lo beso de manera lenta y algo torpe. Eso dejó al resto sin palabras, especialmente a Sanosuke, que parecía estar a punto de explotar como si fuera una olla con aceite hirviendo. Todavía un poco confundido, Yutaro se alejó del moreno.
- Descansá Yahiko. – repitió poniéndose de pie, sonriéndole tranquilo.
Nadie agregó nada, solo se retiraron de la habitación, dejando al moreno semi dormido. Una vez en el corredor y con la puerta cerrada, todos estallaron...
- ¿Qué es lo que le pasa? – fue Kaoru la primera en hablar, o más bien gritar.
- ¡Actúa como si no nos conociéramos! – exclamó Soujiro.
- ¿Y que fue ese beso? – agregó la embarazada más confundida.
- ¡YA¡CÁLLENSE! – gritó el rubio y todos detuvieron los ademanes y los gritos para quedársele viendo – Megumi-san... ¿Hay algún lugar que podamos usar para hablar tranquilos? – inquirió tirandose el pelo hacía atrás, ya que le estorbaba la vista.
- Podemos usar mi oficina. – concedió la médica y guió al Kenshin-gumi hasta ahí, en donde se encerraron de inmediato.
- Ahora bien... – suspiró Yutaro parándose frente a todos – Primero les voy a explicar que era lo que tenía Yahiko... -
Así, el rubio estuvo casi una hora en absoluto monólogo, explicando con todos los detalles los como y porque del 'coma' que había sufrido Yahiko.
- ... Pueden pasar semanas y meses inconscientes... Incluso años. – explicaba.
- ¿Qué fue lo que le dijiste a Yahiko para que despertara? – interrumpió Soujiro - Nosotros ya lo habíamos intentado... -
- En realidad no hay una forma única para despertar a alguien en coma... – intentó explicar el rubio – Los pocos pacientes que he visto despertar, lo han hecho por sí solos... -
- ¿Porqué...? – balbuceó Kaoru - ¿Porqué no puede moverse y hablar normalmente? -
- Kaoru-san... Estuvo inconsciente seis semanas y solo se alimentó de suero. – interrumpió Megumi – Su cuerpo está débil... ¿Ne Yutaro? -
- Aa... Además de que perdió la costumbre del habla y el movimiento... la mayoría de los pacientes que despiertan deben reaprender a hablar, además de hacer una terapia de rehabilitación para recuperar el movimiento de su cuerpo después de estar tanto tiempo paralizados... -
- ¿Y las heridas? – inquirió de repente Aoshi.
- No hay porqué preocuparse por ellas... Sanaran en una o dos semanas. – concedió Yutaro.
El silencio se hizo repentinamente y se mantuvo durante varios minutos. Parecía que todos querían preguntar lo mismo, pero nadie se atrevía. Finalmente fue el frío Okashira el que preguntó:
- ¿Porqué actúa como si no nos hubiera visto en años...? – preguntó para luego corregirse – Con Soujiro y conmigo es comprensible pero... – dirigió una mirada a Kenshin y Kaoru - ¿Por qué con Himura? -
Yutaro pareció meditar la respuesta un momento y fue Sanosuke el que aprovechó ese momentáneo silencio para hacer su propia pregunta:
- ¿Y porqué te trata con tanta confianza? – soltó sin anestesia. Su mirada era fría... Muy similar a la del viejo Sanza.
Yutaro lo miró también, pero no de manera fría, sino desconcertada.
- ¿Y que fue eso de 'nuestra mansión'? – preguntó Soujiro apoyando a Sano.
- No lo sé... – se sinceró el rubio - En verdad no lo comprendo... -
- Tal vez si hablamos con él... – intentó opinar Megumi pero casi de inmediato, Yutaro se negó.
- No, no ahora... Solo lograremos hacerlo sentir mal si tratamos de forzarlo a que recuerde... Mañana... Aa... Mañana hablaré con él. –
- ¿Porqué tú y nosotros no? – exigió Sanosuke.
- Porque parece tener más confianza en mí que en ustedes. – le respondió el rubio sencillamente y casi todos estuvieron de acuerdo.
- Kaoru... Ken-san... Mejor vuelvan al dojo... ¿sí? – pidió tranquila Megumi y aún cuando la embarazada se negó un poco, Kenshin logró hacerle ver que no ganaban nada con quedarse, que solo estorbarían.
- Esta bien... Vamos. – concedió la muchacha dejando que el pelirrojo le rodeara la cintura con un brazo mientras Megumi se acercaba para abrirles la puerta de la oficina y acompañarlos hasta la puerta.
Luego de unos minutos, Soujiro y Aoshi se retiraron también, pero no sin antes decirle a Yutaro que les avisara en la pensión en la que se estaban quedando, si había algún cambio en el moreno o si necesitaba ayuda con algo.
- Aa... No se preocupen. – aseguró el rubio antes de que la pareja se marchara.
Así, Yutaro se quedó solo con Sanosuke, que se había apoyado en la pared con los brazos cruzados y la mirada clavada en la ventana, por la cual se veía claramente la luz de la tarde.
- Sa—Sano-kun. – lo llamó Yutaro acercándose a él. El morocho apenas y lo miró unos segundos antes de responderle, desviando la mirada de nuevo a la ventana:
- ¿Nani? -
- Yo... Quiero que sepas... Cual es la situación. – le dijo en tono bastante seguro, obligando al luchador a verlo a los ojos.
- ¿Qué queres decir con eso? – inquirió Sanosuke - ¿Qué situación? – continuó.
Yutaro bajó la mirada al suelo y suspiró pesadamente antes de volver a verlo a los ojos y decirle la verdad que no había querido admitir a los demás.
- La situación es que el subconsciente de Yahiko a creado memorias nuevas. – murmuró.
- ¿Memorias... nuevas? – repitió el luchador sin entender.
- Aún no sé que fue lo que le hicieron mientras lo tuvieron secuestrado... pero, al parecer, han sido cosas lo suficientemente horrorosas para obligar a Yahiko a elegir olvidarlas... o mejor dicho, reemplazarlas. – balbuceó Yutaro.
- ¿Queres decir que...? -
- El Yahiko que está en esa cama... No es el mismo Yahiko que vos y los demás recuerdan y conocen... es... otro Yahiko. -
Sanosuke tragó en seco, sin apartar sus ojos marrones de los azules de Yutaro. Luego de unos minutos de silencio, por fin habló.
- Entonces... ¿Él no... recuerda nada de lo que...? – masculló el luchador.
- ¿Sobre el secuestro? No lo creo. – negó el rubio intranquilo – Solo estaré seguro cuando hable con él pero... Creo que tampoco recuerda nada antes de eso... -
Sanosuke, que se había alejado de la pared mientras hablaban, se dejó caer tenuemente hacia atrás hasta que su espalda se apoyó de nuevo en ella. Respiraba agitado y cerraba los ojos, tratando de contener la desesperanza que nacía de lo más hondo de su pecho.
- Pero él... recordará¿ne? – preguntó a Yutaro en tono lastimero – No está totalmente perdido... ¿ne? – y Yutaro lo miró a los ojos durante unos segundos que se volvieron eternos.
Sabía que era difícil, casi imposible que Yahiko recordara... Sabía también que una parte de sí mismo, no quería que el moreno recordara a Sanosuke. Todo parecía indicar que lo había elegido a él para ser su nuevo amante, aunque inconscientemente. Sí, una parte de él quería aprovecharse de la situación.
«Yo siempre... lo amé... Merezco que él... me ame» pensó un momento antes de responderle al luchador.
- No puedo asegurarte nada, Sano-kun. – dijo por fin, viendo morir algo en los ojos marrones del mayor...
A los pocos minutos de terminada la conversación, Sanosuke abandonó la clínica casi de inmediato, sin decir adonde iba.
Megumi regresó luego media hora más o menos y estuvo hablando con Yutaro sobre las lesiones en el cuerpo del moreno. Además de los golpes y contusiones en casi todo su cuerpo, la revisión de Megumi había descubierto lo que Yutaro más temía: Yahiko había sido violado violentamente, reiteradas veces.
Todavía no habían pasado más de tres horas desde que llegaran a Japón y ya habían recorrido casi todo el distrito comercial de la ciudad y cada vez que preguntaban le respondían con lo mismo: '¿Eh?'
¿Qué clase de sirviente era que ni siquiera podía cumplir una orden tan simple como conseguir un automóvil?
- No es mi culpa que aquí no tengan coches... – bufó Schized bajando la mirada levemente, mientras caminaba detrás de la rechoncha Eva.
- Ja, ja, Gregory... – lo alentó la anciana – Trata de pensar en positivo. -
- Es fácil decirlo, Frau. (señora) – se quejó el joven alemán metiendo las manos en los bolsillos de su saco negro.
Caminaba arrastrando los pies, levantando polvo con cada paso, mientras dirigía perdidas miradas a los lados de la calle para intentar encontrar o vislumbrar algo que por lo menos se pareciera a un coche.
«Nunca vamos a encontrar lo que buscamos... Es impos—¿Sanosuke?» se transformó el pensamiento de Schized, deteniéndose en seco frente a la ventana de un bar.
- Se me ocurre que podríamos ir a la embajada, Gregory... ¿Qué crees tú? – preguntó Eva que había continuado caminando sin advertir que el joven pelilargo se había detenido. Al no obtener una respuesta, Eva miró por sobre su hombro - ¿Gregory? -
La mujer regresó sobre sus pasos hasta dar con Schized, que se había quedado de piedra mientras miraba con expresión atónita a través de una vidriera.
- Gregory... Was ist los? (¿Qué pasa?) – inquirió la anciana al llegar junto al joven alemán y dirigió su propia mirada a la vidriera.
Dentro del antes dicho bar y detrás de la susodicha vidriera, Sanosuke estaba casi totalmente acostado sobre su mesa (o sea, estaba sentado junto a la mesa y de la cintura para arriba, acostado sobre ella) con varias botellas de sake alrededor de él, en el piso y alrededor de su cabeza, sobre la mesa, sin contar la que tenía ahora en la mano. No parecía estar dormido (todavía) pero mantenía los ojos entrecerrados perezosamente y de tanto en tanto se llevaba la botella de sake a los labios, derramando más liquido sobre la mesa que dentro de su boca.
- Ya sabía que era un borracho... – murmuró Eva con desdén, despertando repentinamente a Schized de su letargo.
- Nein (no) – vaciló el joven pelilargo.
- Was haben Sie gesagt? (¿Qué has dicho?) – le espetó la anciana.
Schized sabía que era una total falta contradecir a Eva, ya que ella tenía mucho más tiempo que él trabajando para la familia Tsukayama. Aún cuando sabia eso y que de seguro se quedaría sin trabajo por haber respondido irrespetuosamente a una 'superior'... Aún cuando lo sabía... Lo hizo:
- Dije... Que Sanosuke no es un borracho. –
Eva se quedó en silencio, mirándolo intrigada ya que Schized jamás había hecho aquello (o sea, faltarle el respeto) y le preguntó que iban hacer, solo para ver la expresión descolocada del muchacho rubio, que creía que la mujer le gritaría, por decir lo menos.
- Usted vaya a la embajada, Frau. – musitó devolviendo la mirada a la vidriera en donde un (ahora) dormido Sanosuke descansaba sobre la mesa.
- So! (¡Bien!) – fue la simple respuesta de Eva, pero no se marchó sin antes agregar – Recuerda que el Junger Herr nos espera. -
- Ja. – asintió Schized y viendo como la anciana se iba, entró en el bar...
No muy lejos, una pareja discutía en la calle frente a la jefatura de policía...
- No creo que sea buena idea, Aoshi... Sabes lo que pienso de Saito... No es de fiar. – decía Soujiro a la sombra apoyada en la pared.
- No es cuestión de confiar o no, kirei... – lo interrumpió el Okashira – Él es el único que puede atrapar a los... que se llevaron a Myoujin-kun. -
- ¡Nosotros también podemos! – le siguió discutiendo el tenken - ¿Qué hay de la cadena de informantes Oniwabanshuu? -
Aoshi, que estaba en su ultra clásica pose de brazos cruzados y ojos cerrados, levantó su mirada azul hasta los ojos marrones del tenken y lo miró durante varios minutos, sin decir nada. Finalmente, cuando el tenken le exigió que dijera algo, Aoshi se descruzó de brazos y se le acercó. Le sujetó la muñeca con una mano y con la otra lo tomó de la nuca, acercándolo repentinamente para poder besarlo.
- A—o—shi – balbuceó Soujiro cuando el Okashira lo soltó. Era muy extraño que el ojiazul lo besara tan de improviso. Generalmente era él el que lo hacía.
- Entiendo que te pongas así... Pero no tenemos manera de encontrar algo con la red Oniwabanshuu... Ya lo intenté. – le murmuró Aoshi, manteniéndolo muy cerca de sí.
- De—Demo... – intentó volver a discutir Soujiro, pero mirando a los ojos azules, suspiró rendido por fin.
Aoshi le sonrió muy tenuemente y aún tomándolo de la mano, comenzó a caminar rumbo a la puerta de la jefatura. Tenían que hablar con un lobo.
- Mmhh... ¿nh? -
Abrió los ojos muy despacio y todo lo que vio era borroso. Se estaba moviendo, aunque no por sí mismo, claro. En el estado en que estaba, no podría dar un paso sin caer de cara al suelo. Entonces ¿Quién lo estaba llevando y porqué?
- ¿Ka—Katsu...? – balbuceó arrastrando la ese, intentando ver el rostro de quien lo ayudaba a caminar por las calles oscuras (ya era de noche)
- Nein, Sanosuke... Soy Greg—Schized... – murmuró el chico alemán, dejando de mirar la calle por un momento para sonreírle al morocho.
- Yo... vos... ¿Cómo...? – continuó balbuceando el menor (solo por un año)
- Vos estabas en... el bar... – murmuró Schized sin poder contener un sonrojo – Yo... pensé que tal vez... sería mejor para vos que fueras a... ¿tu casa? -
Sanosuke, que en ese momento comenzaba a recuperar un poco de juicio, un poco de vista y un poco de equilibrio, trató de enfocar el frente, para intentar darse cuenta en que parte de la ciudad estaban, para así intentar indicarle el camino a Schized.
- Tenes que... dar vuelta allá... – señaló levantando su mano libre – y... caminar derecho hasta el departamento quince... el último. – aclaró, cerrando los ojos unos segundos.
- So! – exclamó Schized y siguiendo las instrucciones, llegaron al apartamento de Sanosuke en menos de cinco minutos.
El joven rubio no estaba seguro de que hora era, pero por la poca gente en las calles y la falta de luz en las casas, supuso que ya era bastante tarde. Corrió la puerta de madera de un muy difícil tirón y entró con Sanosuke a cuestas, cerrándola detrás de él.
Buscó con la mirada y no vio ninguna cama: solo unos trapos viejos tirados en el piso. No teniendo otra opción, se arrodillo lentamente para recostar a un nuevamente inconsciente Sanosuke sobre ellos...
Yutaro estaba sentado junto a la cama de Yahiko, en la clínica. Ya era de noche y la brisa que anunciaba el comienzo del invierno, se escurría por la ventana de la pequeña habitación.
El rubio de quince años, se mantenía en silencio, con su mirada océano clavada en el rostro moreno del otro adolescente, que respiraba tranquilo, acostado sobre uno de sus lados. Las vendas que cubrían su cuerpo estaban tenuemente teñidas de carmín, y algunas comenzaban a desajustarse por los movimientos del durmiente.
«Cuando despierte, tendré que cambiarle los vendajes» apuntó en su memoria Yutaro, acercando una de sus manos al hombro de Yahiko, para taparlo un poco más con las sábanas.- Yahiko... – musitó el rubio, poniéndose de pie.
Se sentó en la cama despacio y acarició el rostro del durmiente con cuidado, para que no despertara. Yahiko movió su cabeza de manera que la caricia se volviera un poco más firme. El rubio sonrió.
- No estás dormido¿ne? – preguntó en un susurro y el menor le respondió abriendo los ojos, mirándolo avergonzado.
- Iie... Desde hace un rato que estoy despierto. – confirmó el chico de catorce años en tono tranquilo.
- Parece que ya no te duele la garganta. – apuntó Yutaro acariciándole el cuello.
- Iie. Ya estoy mejor. -
- Me alegro. -
El silencio envolvió a los dos adolescentes durante unos cuantos segundos en los que no vieron a ningún otro lugar además de los ojos del otro.
- Yu... Yu-kun, yo quería... – balbuceó Yahiko.
- ¿Nani? -
- Que—Quería preguntarte... – continuó en tono nervioso. El rubio lo miró de manera comprensiva, intentando alentarlo a que hablara sin miedo - ¿Por—Porqué estamos acá? – dijo por fin el moreno.
- ¿A que te referís? -
- ¿Por qué estamos en Japón? -
Yutaro guardó silencio unos segundos. No solo su cabeza, si no también su corazón se debatían en hacer lo correcto o hacer lo que deseaba.
«Quiero que esté conmigo» pensó unos segundos, antes de responder.
- Estamos en Japón... Porque voy a atender el parto de Kaoru-san. – mintió.
- Demo... ¿Cuando te enteraste...? – insistió Yahiko - ¿Porqué no...? -
- Kirei. – lo interrumpió el rubio y los ojos marrones se clavaron en los azules antes de que Yahiko sonriera – Te caíste y te golpeaste la cabeza... – inventó repentinamente el rubio – Estuviste varias semanas inconsciente, por eso no recordas algunas cosas. – intentó convencerlo.
Los ojos de Yahiko parecieron dudar unos segundos... ¿Se había caído y golpeado la cabeza? Él no era así de torpe... ¿O sí?
- De—Demo... -
- ¿Que te parece si me decís que recordas, kirei? De esa manera, podré llenar los espacios en blanco. – volvió a insistir Yutaro.
- Aa... Está bien... – acordó en tono inseguro el moreno - ¿Do—Donde empiezo? -
Yutaro dudó unos segundos, hasta que por fin se arriesgó a contestar con una mera suposición:
- ¿Qué te parece si comienzas desde que viajamos a Alemania? -
- Bien. – asintió el moreno sin percibir el suspiro de alivio del rubio.
Después de haber estado hablando por casi toda la noche y luego de que le cambiara los vendajes, Yahiko se disculpó con Yutaro diciéndole que estaba muy cansado y que comenzaba a arderle la garganta:
- Aa... Está bien kirei. – le sonrió el rubio – Necesitas descansar para poder recuperarte. – concedió.
- Mañana... podemos seguir... – dijo el moreno entre bostezos, girándose sobre su lado lentamente – Ugh... Me duele... todo el cuerpo... – se quejó.
- Aa... Lo sé koi... Mañana cuando te levantes volveré a cambiarte los vendajes... – lo calmó el rubio dándole un beso limpio en los labios - Ahora descansa. – agregó acariciándole el pelo despacio.
Pasaron varios minutos en los que el único sonido dentro de la habitación fue la respiración honda y tranquila de Yahiko, mientras el rubio no dejaba de observarlo, acariciándole el pelo muy lentamente.
«Es mejor así...» pensó Yutaro.
Se levantó lentamente de la cama y caminó hasta la puerta entrecerrada de la habitación. Antes de salir, se giró una última vez a mirar al moreno.
«Él no puede cuidarte como yo... Sanosuke no puede hacerlo»
Cerró la puerta detrás de sí y caminó por el oscuro pasillo hasta una habitación al fondo, que Megumi le había dicho que podía usar para descansar. Entró y antes de que pudiera encender el farol de aceite siquiera, una voz sonó a sus espaldas:
- ¿Porqué le mintió a ese chico, Junger Herr? -
Yutaro giró sobre sus talones y se encontró frente a una sombra negra contra la pared blanca, recortada por la luz de luna que se colaba por la ventana abierta. Una sombra de pelo castaño largo y ojos oscuros y fríos.
- Müller... ¿Estabas escuchando? - inquirió Yutaro en tono tranquilo.
El guardaespaldas no le respondió.
- Te advertí que no volvieras a espiarme¿lo recuerdas? – inquirió Yutaro en tono enfadado.
El guardaespaldas suspiró y asintió tristemente. Se arrodillo frente a él, dejando su rostro a la altura del de Yutaro:
- Gnade Herr Tsukayama. – se disculpo inclinando levemente la cabeza, extendiéndole al adolescente uno de sus guantes de cuero negro.
Yutaro lo tomo y /PAF/ abofeteó a Müller con él.
- Estás disculpado, Müller. – dijo el rubio tirando el guante al piso frente al joven guardaespaldas, - außerhalb da (fuera de aquí) - y girándose luego, dándole la espalda.
- Herr Tsukayama... -
- RAUS! (¡FUERA!) – gritó el rubio, cerrando los puños y los ojos con fuerza.
Müller se puso de pie y dando primero una reverencia, salió de la habitación, cerrando la puerta detrás de él. Apoyó su espalda en ella y suspiró cerrando los ojos, solo derramando unas pocas lágrimas decepcionadas.
Capítulo doce
QUIMERA
- OWARI -
"Rurouni Kenshin" © Watsuki Nobuhiro, 1996
"Hasta el fin del mundo" © Emiko Mihara, 2006
